endstation amerika

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© thomas aurin
endstation amerika
de tennessee williams
dirección frank castorf
volksbühne am rosa-luxemburg-platz
Teatre Lliure: Montjuïc / Sala Fabià Puigserver 9 y 10 de febrero
endstation amerika
de Tennessee Williams dirección Frank Castorf
Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz
intérpretes
Brigitte Cuvelier / Henry Hübchen / Christof Letkowski / Birgit Minichmayr
/ Silvia Rieger / Bernhard Schütz
dramaturgia Carl Hegemann / escenografía y vestuario Bert Neumann /
iluminación Lothar Baumgarte
adjunta a la dirección Celina Nicolay / maquilladoras Ilona Siefert y Sabrina
Zorn / sastra Manon Duursma-Ford y Marion Schirra / utillería Volker
Wörrlein y Yvonne Schulz / regidor Lutz-Steffen Orlet / técnica de
sobretítulos Gabriela Anschütz / jefe de maquinistas Andreas Dunkel /
maquinistas Sören Elze, Dirk Gaebler y Pablo Zorn / jefe de iluminación
Torsten König / técnicos de iluminación Jörg Neumann i Mirko Becher / jefe
de sonido Klaus Dobbrick-von-Billerbeck / producción en gira Jana Bäskau
y los equipos del Teatre Lliure
coproducción
Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz y Salzburger
Festspiele
duración del espectáculo: 2h. 40’ sin pausa
espectáculo en alemán sobretitulado en catalán
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endstation amerika
"La vida individual es una serie de mini crisis capitalistas, un desastre que lleva
vuestro nombre”. Un tranvía llamado deseo, estrenada en 1947, es una primera
prueba, y muy americana, del diagnóstico de Brian Massumi. Nos cuestiona
cuánta mentira y autodecepción es necesaria para resistir el desastre.
Depravación y hambre de por vida, paranoia y depresión nos marcan las
coordenadas. En un sistema así no hay seguridad ni plenitud. Sólo el deseo- y
el amor, mientras se mantenga infeliz. Nadie sale vivo de ahí. Eso es verdad
tanto para la maestra traumatizada Blanche Dubois que escapa a un mundo de
sueño porqué no puede soportar su realidad, como por el “animal” Stanley
Kowalski, que literalmente se pelea con él. Para la hermana de Blanche, Stella,
que se ha auto confinado a una dependencia servil de Stanley, y también para
Mitch, el tímido y torpe alter ego de Stanley. “Mujeres al borde de un ataque de
nervios”, hombres que bordean la inconsciencia.
Los personajes de Williams son prototipos individuales dibujados entre el miedo
por la desposesión y la megalomanía. A pesar que hace más de medio siglo
que fue escrita y más de cuarenta años que se hizo la película en Hollywood, la
obra no ha perdido fuerza prácticamente. El director Pedro Almodóvar la utilizó
paradigmáticamente en Todo sobre mi madre (1999). Todos los personajes
importantes de la película conocen la obra y se reconocen en ella. Como los
protagonista de Almodóvar que van a ver la obra de teatro, los Kowalski en
escena pueden ver la película de Almodóvar en la tele del comedor.
Un tranvía llamado deseo es la demostración de la enfermedad de pacientes la
síndrome de los cuales consiste, en parte, en no ser libres para decir la
diferencia entre la salud y la enfermedad. Con su semántica y gramática, aún
así, esta obra, considerada una de las mejores piezas del s. XX, estalla con
salud. Eso nos da esperanza.
A los propietarios americanos de los derechos, la Universidad del Sud de
Tennessee, no les gusta la falta de fidelidad con el texto original (“Solidarnosc
no aparece en el texto de Williams) y piden via interim injunction que
cambiemos el título. Es comprensible y no hay ningún problema. Por eso,
desde ahora la pieza se llama Endstation Amerika una adaptación de Frank
Castorf de Endstation Sehnsucht – A Streetcar Named Desire, de Tennessee
Williams.
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tennessee williams
Nace en 1911 en Columbus y se cría en St. Louis. Una producción de Los
espectros, de Ibsen, que vio siendo adolescente, le impulsó a escribir para la
escena. Más adelante, en Nueva York, trabaja de camarero y sigue cursos para
jóvenes escritores con Erwin Piscator, que había emigrado desde Alemania.
Homosexual y alcohólico, Williams toma la escritura como terapia. A finales de
los años 40 consigue el éxito con El zoo de cristal y Un tranvía llamado deseo,
y recibe el premio Pulitzer Prize por las dos obras, en 1948 i en 1955. Durante
los años 60 se acerca al movimiento Beatnik. Sus últimas obras no obtienen
mucho eco. Como su predecesor y modelo Eugene O’Neill, muere en una
habitación de hotel de Nueva York, donde le encuentran el 25 de febrero del
1983 ahogado con la funda de plástico de una almohada.
Endstation Amerika se estrena en el Salzburger Festspiele el 25 de julio del
año 2000 interpretado por Kathrin Angerer, Brigitte Cuvelier, Henry Hübchen,
Fabian Hinrichs, Silvia Rieger y Bernhard Schütz. El primero de octubre del
mismo año se presenta en la Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz.
El montaje ha recibido el Premio Nestroy a la mejor dirección y a la mejor
escenografía.
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frank castorf
(Berlín Este, 1951)
Estudia ciencias teatrales en la Universidad de Humboldt. Como muchos de los
grandes artistas formados en la República Democrática Alemana, ya desde el
inicio de su carrera le acompaña la polémica a causa de su inflexible esfuerzo
para hacer un teatro de gran carga política en contra de la línea oficialista.
Expulsado de Berlín, tiene que trabajar durante algunos años –siempre con
peligro de resultar censurado- en teatros de provincias. Castorf desarrolla en
este periodo la manera de concebir y transmitir textos para el teatro que le ha
convertido en director de éxito en toda Europa. En 1976 entra en el teatro de
Senftenberg como asesor de dramaturgia. Después de los primeros montajes
en Senftenberg y Brandenburg, entra a formar parte del teatro de Anklam como
primer director y trabaja en diversos espectáculos en estrecha colaboración con
el escenógrafo Hartmut Meyer y un grupo estable de actores. Estrena Otelo de
William Shakespeare, La misión y La batalla de Heiner Müller, Nora de Henrik
Ibsen y, en una versión prohibida, Tambores en la noche, de Bertolt Brecht.
Después de la caída del muro trabaja también en la ex-República Federal
Alemana. Algunos de sus montajes más destacados de la época son Clavijo,
de Goethe en Gera; Der Bau, de Heiner Müller y Un enemigo del pueblo, de
Ibsen en Chemnitz. En Frankfurt/Oder lleva a escena otra obra de Heiner
Müller, Wolokolamsker Chaussee I – III Más adelante trabaja en Colonia
dirigiendo Hamlet; en Munich con Miss Sara Sampson de Lessing para el
Residenztheater, y en Hamburgo con Stella, de Goethe en el Deutsches
Schauspielhaus. En 1988 hace su primer montaje en Berlín en la Volksbühne
am Rosa-Luxemburg-Platz: Das trunkene Schiff, a partir de temas de Paul
Zech. De 1990 a 1992 trabaja para el Deutsches Theater, dirigiendo París París
y El apartamento de Zoia de Bulgàkov; John Gabriel Borkmann de Ibsen y
Hermes in der Stadt de Lothar Trolle.
En 1992 le nombran director del Volksbühne, y en los años siguientes dirije
más de 20 montajes, de entre los cuales destacan Dämomen (1999), sobre la
obra de Dostoievsky; Berlin Alexanderplatz (2001), basada en la obra de Alfred
Döblin; El maestri y Margarita, de M. Bulgàkov (2002), Forever Young de
Tennessee Williams (2003), y Cocaïn (2004), basada en la obra de Pitigrilli.
Realiza también diversas estancias como director invitado en Basilea,
Hamburg, Estocolmo, Viena y Zurich. Desde 2004 es también director artístico
del RUHR Festspiele Recklinghausen –desde entonces la Trienal del Ruhr- que
inaugura con Gier nach Gold a partir de la novela de Frank Norris. Entre sus
últimos espectáculos cabe recordar Meine Schneekönigin, a partir de H-C.
Andersen (2005); Der Marterpfahl, de F. von Gagern (2005); Groß und Klein, de
B. Brecht (2005); Schuld und Sühne, de F. Dostoievsky (2005); Im Dickicht der
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Städte, de B. Brecht (2006); Meistersinger, de R. Wagner (2006); Nord, de L-F.
Céline (2007); Emil und die Detektive, d’E. Kästner (2007) i Berlin
Alexanderplatz, (2007).
El trabajo de Castorf se ha calificado de excepcional tal y como lo muestran los
numerosos premios que ha recibido por sus montajes. Ha estado invitado en
muchas ocasiones en el Berliner Festspiele Theatertreffen y ha recibido
algunos de los galardones más importantes de Alemania: en 1993 la revista
especializada Theaterheute escoje la Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz
Teatro del Año; en 1994 recibe el Premio Kortner y en el año 2000, el Premio
de Teatro de Berlín de la Prussian Sea Trade Foundation es para Castorf y
para el actor Henry Hübchen. En 2002 y en 2003, la Theatherheute lo escoje
“Director del Año”. En 2003 es galardonado también con el Premio del Teatro
Internacional (ITI), el Premio Schiller de la ciudad de Mannheim y el Premio
Friedrich Luft del Berliner Morgenpost por el montaje de El idiota de
Dostoeivski, que es declarado Montaje del Año por Theaterheute y Bert
Neumann recibe también el galardón al Escenógrafo del Año”.
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retrato de frank castorf
Las mejores veladas de teatro de Frank Castorf son demandantes, extensas,
complejas, ruidosas, exaltadas y escasamente lógicas. Descartan la narración
lineal y las interpretaciones concluyentes. La interpretación psicológica de las
figuras es algo que el director del Berliner Volksbühne am Rosa-LuxemburgPlatz detesta y la actuación imperturbable es el objeto de un odio asimilable al
odio que le inspira la trivialización de la realidad a través del arte. A partir de
esta concentrada anti-actitud surge desde hace casi 15 años el teatro
contemporáneo más importante de Alemania.
La enorme energía que caracteriza al trabajo escénico de Castorf nace de la
confrontación entre la armonía y la violencia. Como joven director en la RDA, el
socialismo burocrático provocó la primera resistencia de la iracunda voluntad
de arte de Castorf. Desterrado hacia la provincia, en Anklam violó tantas veces
el canon de críticas veladas al régimen, toleradas por el sistema establecido en
el teatro de Alemania Oriental, hasta que por fin obtuvo el permiso para llevar
sus producciones a Alemania Occidental.
Luego de la unificación de Alemania hizo eclosión su rechazo contra
coincidencias falsas ante la hipocresía del capitalismo victorioso. En ninguna
otra expresión del arte posterior a la caída del muro, la sonrisa del poder
público ser vio confrontado dan duramente con la realidad deprimente del
sistema, como en el teatro de Castorf.
En 1990 puso en escena “Los bandidos” de Schiller como réquiem a la RDA,
que descargó tanto la rebelión contra la absorción como también la ira contra la
“depresión latente” de los alemanes orientales. Desde la rebelión adolescente,
hecha ira pura, pasando por el insulto al público hasta los montaje de Schiller,
Hegel y de Sade, el agresivo espectáculo desgranó todo la caja de
herramientas con la que cuenta de Castorf para manifestar su desagrado.
Convirtió la violación de las reglas en norma y desarrolló a partir de ahí un
teatro que lo puede todo y que no debe nada. Más tarde, cuando la absorción
de la RDA por la sociedad de consumo comenzó a empalidecer históricamente,
trasladó este principio a otras situaciones sociales.
Gracias a su enorme energía creativa y a un elenco de actores excepcionales
que pueden cumplir provocaciones intelectuales como sátiras estridentes,
Castorf sometió a Shakespeare y Hauptmann igual que a Dostoievski o
Tennessee Williams a radicales reinterpretaciones. Después de ensaladas de
papas que volaban por los aires y de montajes de textos teóricos, de orinar en
un balde de cinc y pruebas de nervios de una vida en familia histérica, le
siguieron discursos improvisados dirigidos al público o el subconsciente sacado
afuera con mucho de slapstick. Música ensordecedora entreverada con
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escenas fílmicas, una espera interminable que finaliza con el aterrizaje de un
helicóptero de juguete o la locura descarnada con una boa alrededor del cuello,
es a partir de estos elementos que Castorf monta su visión insolente del
mundo. “Escindir el unívoco, sustraerle el piso a los significados - eso fue lo
que siempre quise!”, describe Castorf su agenda teatral. Es obvio que esta
desvalorización de la armonía y de los sentimientos sólo pueden funcionar
gracias al excepcional espíritu constructivo que posee Castorf. Los tantos ecos
frustrados de su método donde no existe esta capacidad de construcción, dan
prueba de ello. Las modas de deconstrucción, que fueron declaradas la
tendencia de los noventa, llevaron en los muchos imitadores apenas a la
disolución de la forma. En el caso de Castorf, en cambio, el permanente
comentario, muchas veces cínico, de los acontecimientos en la escena como
parte de la puesta, son un verdadero desafío al intelecto y al humor. Incluso
una maratón de cuatro horas cómo “El idiota” o “Los Demonios” que
trasladaron la melancolía rusa en la desprolija estética bungalow de su
congenial escenógrafo Bert Neumann al ambiente de la gran ciudad, creó el
placer excitante que generan las exigencias desmedidas.
En los últimos años, el principio “esfuerzo como purificación” se vio potenciado
por el hecho de que Castorf duplicó los niveles de imágenes y narración en la
escena con equipos fílmicos. La gran cantidad de escenarios y avalanchas de
imágenes a veces sale de control, aunque también eso forma parte de la
contradicción permanente de violencia y armonía que electrifica el teatro de
Castorf. Nada de unívocos. El resto es cosa del espectador.
till briegleb
más información:
http://www.volksbuehne-berlin.de/
http://www.ruhrfestspiele.de/
http://www.schauspielhaus.ch
http://www.theaterheute.de/
http://dispatch.opac.d-nb.de/
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