Sylvester Stallone cuelga los guantes en la sexta entrega de `Rocky`

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30 LA VANGUARDIA
C U L T U R A
MARTES, 9 ENERO 2007
Sylvester Stallone cuelga los guantes
en la sexta entrega de ‘Rocky’
El tercer idioma
E
n El actor y director sube
por última vez al ring en
Rocky Balboa, película
en cierto modo
autobiográfica, sobre el
final de una etapa y
el relevo generacional
BEGOÑA PIÑA
Servicio especial
MADRID. – “Rocky V fue una gran decepción para mí y para muchos de sus
seguidores, por eso quería terminar la serie con corazón, quería que esta película
fuera una especie de carta de amor”. Sylvester Stallone, luciendo unos pectorales que anuncian ya el estreno en el 2008
de la cuarta entrega de Rambo, presentó
ayer en Madrid Rocky Balboa, su despedida del personaje al que más debe en su
trayectoria. Sesenta años y, de nuevo, en
el múltiple papel de productor, director,
guionista y protagonista, Stallone cierra
la serie del boxeador conocido como el
semental italiano con una historia en la
que salda cuentas pendientes. La película, que en su primer fin de semana en
EE.UU. ha recaudado 50 millones de dólares, llega el próximo viernes a las pantallas españolas.
Con Antonio Tarver, campeón mundial de peso pesado liviano, en el papel
de Mason The Line Dixon, oponente de
Rocky, la película tiene un contenido
“en cierto modo autobiográfico, porque
en todas las vidas hay altibajos y, sobre
todo, en las que tienen que ver con el cine. Quería coger a Rocky y con él demostrar lo que siento cuando he llegado a
una etapa de la vida. Los que tenemos
una edad debemos hacernos a un lado y
dejar paso a los más jóvenes. Eso es especialmente difícil en Hollywood”, dijo
Sylvester Stallone, quien reconoció que
jamás pensó en las consecuencias que
tendría Rocky, película con la que debutó y que mereció el Oscar en 1976.
“Yo sólo quería hacer una película, no
tenía ni idea de lo que vendría después.
Es sorprendente que este personaje haya
aguantado treinta años y, sobre todo,
que hoy en EE.UU. la mayoría del público sea gente joven. Es importante que el
mensaje de un señor mayor llegue a los
jóvenes”, señala el actor, para quien estos tres decenios no han pasado en balde, sobre todo a la hora de subirse al
ring. “Eran escenas rodadas con un campeón de verdad, con un árbitro de verdad, unos periodistas de verdad, un presentador de verdad, 11.000 aficionados
auténticos... El único que no era de verdad era yo, y sin embargo los golpes que
encajaba eran reales. Hay un momento
de la película en el que me agarro a las
ORIOL IZQUIERDO
EFE
Sylvester Stallone, fotografiado la pasada semana en Ciudad de México
cuerdas e intento levantarme, que sucedió así, me dio un golpe y me quedé desorientado, sólo podía pensar que eso no
estaba en el guión”.
“Con esta película –continúa– sentí
que no podía volver a fracasar, no podía
volver a decepcionar a tanta gente. Tenía mucho miedo de que volviera a ocurrir lo que pasó con Rocky V. Pero el miedo es algo que te destroza o que te moti-
“En las escenas del ring,
todo era de verdad, incluso
los golpes que encajaba”
va y a mí me pasó esto último”. En este
sentido, Rocky Balboa ha sido, dice, la
película más difícil de su carrera y añade que le ha servido, entre otras cosas,
para reconocer a sus verdaderos amigos.
“En los siete años que me ha llevado levantar este proyecto he recibido rechazos por todas partes, también de quienes consideraba amigos. Al final, uno está solo con su propio corazón y sólo
cuenta cómo te sientes contigo mismo”.
Con este trabajo y el estreno en verano del 2008 de la cuarta entrega de Rambo, Sylvester Stallone es coherente con
el mensaje del filme: “De mayor puedes
seguir haciendo cosas, todo es posible si
te pones a ello”. En la actualidad prepara una película sobre la vida de Edgar
Allan Poe, para cuyo papel principal espera contar con el concurso del actor Robert Downey Jr.
“Este Rocky es el más personal de todos, porque tiene mucho que ver conmigo mismo. Ésta, como la primera película, no habla de boxeo, sino de personas
en periodo de cambio. Rocky Balboa es
una historia de renacimiento, de una
persona buscando nuevos proyectos para su nueva etapa en la vida”, precisa el
actor, que no oculta su “pena y cabreo”
ante la situación de las generaciones jóvenes en Hollywood: “Ellos tienen menos oportunidades de las que tuvimos
nosotros. Eso provoca amargura. Pero
tampoco es verdad que nosotros tengamos que brindarles las oportunidades.
Como dice Rocky, ‘la vida siempre es difícil, siempre va a doler, pero hay que
levantarse y seguir luchando’”.c
l día de Navidad este periódico publicó un reportaje sobre la presencia del inglés en los comercios barceloneses, un inglés de escaparate
en el más ambiguo sentido de la expresión.
Son muchas las tiendas, y no sólo en los circuitos turísticos, que lucen rótulos no siempre obvios en la lengua de
Milton, así como los que la utilizan como señalización
interior, o tal vez sea más bien como motivo decorativo. Al mismo tiempo, según relataban los reporteros, lo
más habitual en esas mismas tiendas es ser atendido,
naturalmente, en castellano o, a lo sumo, en dialecto
sioux. O sea, que se extiende por nuestras calles una aparente presencia del inglés que apenas si enmascara la
incapacidad del ciudadano medio por comunicarse –o
al menos por entenderse y hacerse entender– en ese idioma. Del ciudadano medio, y también de los jóvenes, a
pesar de que hoy ya todos ellos han sufrido y sufren en
la escuela desde la más tierna infancia una supuesta iniciación al llamado latín de nuestro tiempo.
¿A qué se debe que el inglés, a pesar de su omnipresencia más o menos silenciosa –en la enseñanza, en la red,
en toda suerte de productos, también entre los saberes
prestigiados–, siga siendo una asignatura pendiente? Es
esta una pregunta difícil, tal vez porque alrededor del
aprendizaje y el uso de las lenguas se teje una tupida
maraña de mitos y tópicos. Tópicos, mitos y algo de mala conciencia social que quizá explique por qué, significativamente, en la última campaña catalana, varios partidos políticos esgrimieron de uno u otro modo el conocimiento del inglés como argumento electoral.
Es sólido el tópico de que el inglés es cada día más
necesario para desempeñar numerosas tareas profesionales, y no sólo en actividades de importación y exportación. Este tópico cierto generó a su vez otro en forma de
eterno propósito, el de dedicar en el año que empieza
–siempre está por empezar algún año– denodados esfuerzos para solventar esta deuda con uno mismo. Así,
puede que alguien se debata todavía, aunque me temo
que son cada vez menos y con menos convicción, por
dar una enésima oportunidad al curso en fascículos o a
la oferta de alguna academia de idiomas. Pero una cosa
son los mayores, para
quienes quizá el tiemALREDEDOR DEL po ya ha pasado en balde, y otra las nuevas geaprendizaje y el uso neraciones.
A medida que se rede las lenguas se teje nuevan los planes de
estudios, se avanza cauna tupida maraña da vez más en la escuela el contacto de niños
de mitos y tópicos
y niñas con el inglés. Y
aun así es notoria la incapacidad del sistema
educativo por lograr resultados comparables a los que
se obtenían antaño con el francés –otro tópico de tan
difícil prueba como refutación. Luchando contra el magro balance, ahora se pone en boga dar en inglés un tema de una materia en primaria o en secundaria, o incluso alguna asignatura al azar en la universidad. Pero eso
será sólo otra frivolidad de escaparate, que contará a
efectos estadísticos sin lograr más que añadir una mota
de vano exotismo al currículo de los estudiantes.
Porque, mientras tanto y a pesar de la decoración y
los reclamos luminosos de tantas tiendas, la tendencia
dominante es lamentar la dificultad de adquirir rudimentos de inglés. Hay quien se pregunta incluso si no
será ésta una incapacidad genética de la población ibérica. Yo me temo que es más bien una mezcla de pereza y
de falta de necesidad real. Es decir, que si dieran en televisión las series de más éxito en versión original y a lo
sumo subtituladas se empezarían a abrir las orejas.c
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