LA LA DEFENSA DEFENSA COLECTIVA COLECTIVA DE DE LOS LOS CONSUMIDORES CONSUMIDORES EN EN LA LA JUSTICIA JUSTICIA ESPAÑOLA ESPAÑOLA Condiciones para el ejercicio de la acción colectiva y propuestas de mejora de la normativa procesal ADICAE Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros Con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Su contenido es responsabilidad exclusiva de la Asociación Departamento de proyectos de ADICAE Madrid, Diciembre 2012 Luis Francisco García Perulles Carlos Arjona Pérez José Ríos Almela Pablo Mayor Guzmán Indice 1. La necesidad de una accion colectiva judicial de los consumidores en España: justificación y base normativa ....................................................................................................................... P.3 2. Componentes juridicos para una acción colectiva eficaz ................................................................................................................................... P.10 2.1. Legitimacion de las asociaciones de consumidores: interés legítimo y justa causa ........................................................ P.10 2.2. Orden jurisdiccional que debe conocer de las acciones colectivas: la competencia objetiva ........................................ P.14 2.3. El llamamiento como medio para la realización de la acción colectiva. dificultades prácticas .............................. P.22 2.4. Importancia de las diligencias preliminares en la defensa de colectivos de consumidores: Las peculiaridades del art. 256.1 regla 6ª lec .......................... P.27 3. Hacia una acción colectiva realmente eficaz: Propuestas y medidas de aplicación inmediata ..................................................................................................................... P.38 2 1. La necesidad de una accion colectiva judicial de los consumidores en España: justificación y base normativa Existen numerosas descripciones doctrinales más o menos precisas del concepto jurídico de ACCIÓN COLECTIVA. Prácticamente podríamos decir que convive una definición por cada autor que ha examinado este aspecto trascendental de la Justicia, pero a efectos prácticos –obviando la teoría- nos centraremos como punto de partida en la siguiente reflexión que la Ilma. Audiencia Provincial de Madrid, Sección 11ª realiza en su Sentencia de 16 de junio de 2005 para ilustrar la compresión de tan polifacética institución procesal. Indica la referida resolución que: DIFERENCIAS ACCIÓN COLECTIVA Y ACCIÓN AGRUPADA En este punto debemos distinguir dos conceptos a menudo equívocos y cuya homogeneización ha determinado la existencia de una amplia colección de resoluciones judiciales. No debe confundirse la (1) acción colectiva, que es aquella que permite de manera conjunta defender el interés de varios consumidores (habitualmente entendido en el supuesto de una pluralidad de individuos de difícil determinación –sin perjuicio de lo que luego diremos-) y que tiene unos requisitos específicos para su ejercicio, de la acción agrupada (2), que más allá de otras consideraciones, es una conjunción de acciones individuales. «La defensa de intereses colectivos trasciende de la tradicional concepción del proceso civil como medio de resolución del conflicto de intereses particulares y privados, proyectándose en el derecho procesal y sustantivo como instrumento adecuado de tutela y satisfacción de intereses que afectan a una pluralidad de individuos de difícil determinación, tanto en el plano de los demandantes como, en su caso, de demandados, y que, por tanto, precisa de un regulación especial como tales acciones colectivas, en aras a evitar la repetición innecesaria de litigios, aportando seguridad jurídica en el conjunto de relaciones de esa índole, que afectan a los sujetos intervinientes». La primera, y quizá la más importante de las diferencias, entre ambas acciones es que en la primera existe (por lo menos puede existir) el beneficio de la “extensión de efectos” a otros sujetos –no intervinientes en el procedimiento- que se encuentren en las mismas circunstancias, mientras que en la segunda sólo aquellos que haya iniciado la acción podrán beneficiarse de los efectos que dirima la resolución que ponga fin al procedimiento. En virtud de lo dispuesto en el art. 11 de la LEC, las Asociaciones de Consumidores, y entre ellas ADICAE, se encuentran perfectamente legitimadas para reclamar en nombre de sus asociados, al señalar dicho artículo de forma expresa: “...sin perjuicio de la legitimación individual de los perjudicados, las asociaciones de consumidores y usuarios legalmente constituidas estarán legitimadas para defender en juicio los derechos e intereses de sus asociados y los de la asociación así A la vista de esta reflexión se puede concluir que por acción colectiva debemos entender la fórmula legal institucionalizada por el ordenamiento jurídico para facilitar o coadyuvar a la resolución de conflictos generales, que afectan a una pluralidad de sujetos, yendo más allá de los intereses particulares y privados y evitando la dispersión de las cuestiones jurídicas relevantes para el Derecho de los Consumidores y Usuarios. 3 como los intereses generales de los consumidores y usuarios..”. En este sentido debemos mencionar la Sentencia dictada por la Audiencia Provincial de A Coruña de fecha 23 de junio del 2.005 en su Fundamento de Derecho Tercero, párrafo tercero en relación a la legitimación activa de la asociación y, entre otras, la Sentencia dictada por al Audiencia Provincial de Valencia de fecha 9 de junio del 2.008 en la que ADICAE había entablado demanda en interés de sus asociados y en interés general de consumidores y usuarios junto con la acción de cesación contra Cambridge English School, S.L en su Fundamento de Derecho Tercero párrafo tercero. entidades financieras y de crédito incurren en actividades dirigidas a un público masivo, sobre la base de su experiencia y conocimiento de los mercados, e “imponen” determinadas prácticas a los intervinientes “no técnicos”: son las PRÁCTICAS ABUSIVAS. En este marco global (de contratación “en masa”) resulta claro que las acciones colectivas no pueden encaminarse tan sólo a proteger los derechos subjetivos de cada afectado considerado individualmente. El ordenamiento jurídico, haciéndose eco de esta realidad, articulada a través de los “contratos de adhesión” o “contratos tipo”, debe dar una respuesta, valga la redundancia, “tipo”. Por ello, tal y como estableció la Ley de Enjuiciamiento Civil con una extraordinaria sensibilidad, el legislador llega a la conclusión (iniciada por la jurisprudencia) de la necesidad de las acciones colectivas, no como una mera forma de acumulación de acciones individuales, sino como la solución contundente a aquellas conductas ilícitas (prácticas abusivas) que pueden lesionar a una pluralidad de consumidores. El fin último de esta medida es, como resulta lógico colegir, evitar la extensión del perjuicio a más afectados, diremos en este momento sin afán técnico “LA CESACIÓN DE AQUELLAS CONDUCTAS”, y disuadir a las entidades infractoras de las normas tuitivas de los consumidores de la continuidad en la realización de «comportamientos lesivos similares en detrimento del conjunto de los consumidores» (sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla, Sección 5ª, de 22 de enero de 2004. FUNDAMENTO DE LA ACCIÓN COLECTIVA A) RESPUESTA A LOS ABUSOS EN MASA Sobre esta base jurisprudencial podemos señalar que el fundamento de la existencia de esta posibilidad se basa en la circunstancia, palmaria, de que en los contratos concluidos con grandes empresas, y en particular con entidades financieras y de crédito (citemos como paradigma los préstamos y créditos hipotecarios), los consumidores y usuarios habitualmente se encuentran con “formularios” e impresos, con contratos, cuyo contenido es extenso, oscuro y de difícil comprensión. Este fenómeno se conoce como “CONTRATACIÓN EN MASA”, se dirige a una multitud de personas (usuarios/clientes) y se articula a través de los llamados “contratos de adhesión” o “contratos tipo”, que son aquellos que cuentan con un conjunto de cláusulas preredactadas (por las entidades, como Bancos y Cajas de Ahorros) que el consumidor puede o no aceptar en su conjunto (en bloque), con las limitaciones que ello supone a la negociación particular -y a la “autonomía de la voluntad” del consumidor. Entre esas cláusulas normalmente se encuentran algunas que generan desequilibrio entre las partes y asimetría de derechos y obligaciones, favoreciendo a las entidades que las han redactado: son las CLÁUSULAS ABUSIVAS. Por otro lado, las B) LOS INTERESES COLECTIVOS Y EN PROTECCIÓN Sin apartar nuestras mentes de la “Teoría del hecho jurídico individual y social” de Don Joaquín Costa, en el sentido no tanto de hecho jurídico sino de acto jurídico (dotado de voluntad), y uniendo los naturaleza de la figura con sus consecuencias jurídicas -a las que ya hemos aludido (“extensión de efectos”)- resulta tremendamente ilustrativa la definición de intereses colectivos contenida en el 4 Considerando 2 de la Directiva 98/27/CE que dice: éstos últimos estarán cargados de significación jurídica. «Son aquéllos que no son una acumulación de intereses de particulares que se hayan visto perjudicados por una infracción, sin que esto obste a las acciones particulares ejercitadas por particulares que se hayan visto perjudicados por una infracción». Como ejemplo de los intereses difusos podemos citar las acciones de cesación. Este tipo de acciones supone que, más allá de las intenciones particulares de un número de personas afectadas por una cláusula o práctica abusiva de ver satisfechos sus intereses, lo que se pretenda no sea sólo la justicia retributiva sino la evitación, como punto más importante, de futuros daños. A la vista de lo expuesto es clara la necesidad de distinguir los intereses colectivos de los intereses difusos (de los consumidores). En nuestro país ostentan legitimación para iniciar acciones colectivas (en el sentido expuesto), como venimos diciendo y como es notorio, entre otros, las Asociaciones (y organizaciones) de Consumidores y Usuarios legalmente constituidas. Estos grupos pueden defender sus intereses (individualmente), los de sus socios (individual o colectivamente – en su sentido más COLECTIVO del término-) y los intereses de aquellos colectivos que hayan resultado afectados por algún hecho dañoso aunque no sean determinados o determinables en un primer momento (–en su sentido más DIFUSO del término-). La principal diferencia que existe entre unos y otros es que (a) intereses colectivos son los que afectan a un grupo o conjunto de personas concretas, determinadas e identificables, mientras que (b) intereses difusos son los que se refieren a sujetos (activos o pasivos) indeterminados, de difícil determinación o simplemente indeterminables (en el primer momento de la acción). Para aclarar aún más el concepto podemos citar la sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 21 de Barcelona, de 17 de octubre de 2003, que indica: En este sentido el beneficio de la “extensión de efectos” a otros sujetos –no intervinientes en el procedimiento- ha demostrado la efectividad práctica de la acción colectiva (difusa). Como muestra un botón, en el supuesto de los procedimientos iniciados en el caso conocido como “Academias de Inglés” las demandas que se interpusieron por multitud de asociaciones de consumidores lo fueron por la vertiente de “intereses difusos”. Piénsese, que en un primer estadio, con la quiebra de las empresas y cierre de las academias era tremendamente difícil identificar a los perjudicados. Ello motivó la interposición de demandas en defensa de los intereses difusos con el fin de evitar el efecto negativo –no querido por el ordenamiento jurídico- de que por las entidades financieras se siguieran cobrando las cuotas de los créditos que las academias y ellos habían “vinculado” aún a pesar de no prestarse el servicio contratado. «Los intereses colectivos existen cuando se da una vinculación jurídica entre los miembros del grupo y un tercero; por ejemplo, los afectados por la falta de higiene en determinado centro de trabajo. Los intereses difusos se dan cuando existe un interés supraindividual sin que entre los individuos interesados exista vínculo jurídico alguno, ni entre ellos y un tercero, sino que el nexo de unión que les agrupó obedece a circunstancias fácticas y contingentes; por ejemplo: los afectados de un producto defectuoso». La sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 14ª, de 29 de enero de 2002 (LA LEY 22806/2002) también es muy gráfica. En esta sentencia, teleológicamente se toma el concepto de grupo como presupuesto siendo la referencia apriorística para la calificación del interés concurrente como colectivo o difuso, de modo que en tanto que aquél es una mera abstracción, Sobre esta base y ante la imposiblidad de que en estos supuestos la Sentencia 5 eventualmente estimatoria pueda determinar de forma individual los beneficiarios de la condena, el ordenamiento jurídico establece un sistema, abstracto, por el que se permite que las sentencias de este tipo de procedimientos determinen las circunstancias y características en los que los sujetos pueden verse cubiertos por la condena. *** se dirigen contra conductas que se están realizando en el momento en el que inicia la acción o bien, contra conductas que ya hayan cesado pero con respecto a las cuales existen motivos para temer su reiteración; B) En segundo lugar es requisito y nota diferenciadora el hecho de que no basta con que la conducta sea genéricamente perjudicial para los consumidores, sino que ha de contravenir directamente la normativa que contempla la posibilidad de utilizar dicha acción. Por la extensión (en número) y por la importancia (cualitativa social) de las cuestiones relativas al Derecho de los Consumidores y Usuarios se puede apreciar de forma precisa la necesidad de analizar concienzudamente las repercusiones económicas de las decisiones jurídicas generales, y en consecuencia, la necesidad de que la política legislativa en materia de los Consumidores sea cuidadosamente planificada. Es claro que la imperativa protección del consumidor como pilar básico de la economía de mercado no puede dejar de contemplar el contexto de carácter estructural y económico donde éste y otros “actores” desarrollan su actividad, y las mutuas interrelaciones que se tejen entre todos los actores (consumidores-empresasEstado). En el supuesto del ámbito del Derecho Financiero y Bancario a este punto se añade además la cuestión del riesgo sistémico que la caída de una entidad financiera puede suponer para la estructura económica del país, no sólo desde el punto de vista de debilitamiento de la red de entidades financieras sino desde el punto de vista de la seguridad jurídica y económica de las transacciones. En este sentido podemos afirmar que la causa de legitimidad para la acción de cesación se ve inmersa en la naturaleza de la infracción o vulneración más que en sus causas prácticas, en una suerte de actividad que equilibra las asimetrías de la aplicación de la normativa. Respecto a estas características generales de todas las acciones de cesación hay que hacer un añadido importante, que a los efectos de este estudio se reputa básico. Conforme al párrafo 2º del artículo 12 de dicha ley es posible solicitar, conjuntamente con la cesación, la devolución de las cantidades pagadas al amparo de las cláusulas abusivas y acumular también a las dos acciones anteriores, la acción de indemnización de daños. A esta posibilidad ya nos hemos referido antes y reiteramos a efectos prácticos y desde el punto de vista del “espíritu de la ley” el acierto del legislador en este sentido. En adición a lo anterior y dicho quede a los efectos de la compatibilidad de acciones colectivas e individuales el artículo 24.1 CE permite al consumidor afectado por un hecho dañoso acudir a la jurisdicción ordinaria en reclamación individual o colectiva. A nivel legal, esta conclusión se basa en el artículo 11.1 de la LEC, que legitima a las asociaciones de consumidores y usuarios para defender en juicio los intereses generales de los consumidores y usuarios, aunque todo ello “sin perjuicio de la legitimación individual de los perjudicados”. ESPECIAL ANÁLISIS DE LAS ACCIONES COLECTIVAS DE CESACIÓN Si bien las acciones colectivas más conocidas son las de cesación, sus clases básicas son tres: cesación, retractación y declarativa. Pueden establecerse como notas características comunes a las acciones de cesación –pues el ordenamiento jurídico contempla varias distintas dentro de la clase cesación- las siguientes: A) En primer lugar 6 A la vista de lo expuesto es claro, por tanto, que el ejercicio de una acción colectiva y/o agrupada por cualquiera de los legitimados para hacerlo no cierra el paso a una acción individual de indemnización de daños interpuesta a título singular por cualquiera de los miembros de ese grupo (sirva como ejemplo el de las mal llamadas cláusulas suelo). Ello determina que no exista litispendencia (ni en abstracto ni concretamente) entre la acción agrupada y/o colectiva y la acción individual. 26 de Julio de 2005, la Sentencia del Juzgado de lo Mercantil de Oviedo de 30 de marzo de 2007 y la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, sec. 19ª, de 29 de marzo de 2006, nº 86/2006, así como el Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Madrid, de 12 de Junio de 2006. Muy ilustrativa en este apartado relativo a la competencia objetiva de los Juzgados de lo Mercantil es la Sentencia de la Audiencia Provincial de Zaragoza, sec. 5ª, de fecha 29 de Diciembre de 2006, nº 730/2006, rec. 468/2006, fundamento de derecho segundo. *** Estas acciones colectivas (por la materia a la que suelen referir –condiciones generales de la contratación insertadas en contratos tipo y/o prácticas abusivas relacionadas con la competencia desleal y publicidad engañosa-) son conocidas y sometidas al examen de los Juzgados del orden de lo Mercantil en virtud de lo dispuesto en el artículo 86 ter, 2 de la LOPJ, precepto introducido por la Ley Orgánica 8/2003, de 9 de Julio, el cual atribuye a los juzgados de lo mercantil el conocimiento de cuantas cuestiones sean de la competencia del orden jurisdiccional civil, respecto de: LA ACUMULACIÓN DE ACCIONES EN UN MISMO PROCEDIMIENTO La acción colectiva (tomada en su sentido más ambivalente) implica la posibilidad de que se produzca una acumulación objetiva (además de la acumulación subjetiva de acciones o el ejercicio de la vertiente difusa de tal factultad).- Conforme al artículo 71.1 de la LEC “la acumulación de acciones admitida producirá en efecto de discutirse todas en un mismo procedimiento y resolverse en una sola sentencia, declarando el párrafo segundo que el actor podrá acumular en la demanda cuantas acciones le competan contra el demandado, aunque provenga de diferentes títulos siempre que entre ellas no sean incompatibles entre sí”. - Las demandas en las que se ejerciten acciones relativas a competencia desleal, propiedad industrial, propiedad intelectual y publicidad, así como todas aquellas cuestiones que dentro de este orden jurisdiccional se promuevan al amparo de la normativa reguladora de las sociedades mercantiles y cooperativas. Conforme a lo que ya se ha adelantado resulta evidente que si en las acciones colectivas está permitida la acumulación de acciones con el fin de evitar procedimientos posteriores (para exigir la devolución de las cantidades percibidas en virtud de una cláusula declarada judicialmente nula en un acción colectiva de cesación por ejemplo) con más razón será posible solicitar la devolución en el ejercicio de una acción individual, devolución que por otra parte no es sino una consecuencia necesaria de la declaración de nulidad, que es a la poste la solicitud más común en esta clase de acciones. - Las acciones relativas a condiciones generales de la contratación en los casos previstos en la legislación sobre esta materia. La jurisprudencia es clara en relación al conocimiento de estos asuntos, como lo es la normativa. Resulta fundamental el principio de especialización (de los Juzgados de lo Mercantil frente a los de civiles de Primera Instancia) y en este sentido debe citarse la Sentencia del Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Madrid de 7 Un ejemplo de todo ello es la Sentencia de la Audiencia Provincial de Islas Baleares, nº 395/2006 (Secc. 3), de 21 septiembre, Recurso de Apelación nº 438/2006 y la Sentencia de la Audiencia Provincial de Pontevedra nº 392/2006 (Sección 6), de 30 junio, Recurso nº 5215: la identidad, esto es, cuando se funden en hechos comunes, sin perjuicio de que el fundamento fáctico de alguna de las acciones, o de ambas, sea más amplio. En cualquier caso, el criterio jurisprudencial y doctrinal sobre estas cuestiones siempre es tendente a que concurriendo previa competencia objetiva, se justifique la acumulación en la necesidad de evitar la ruptura de la unidad del procedimiento (Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de Octubre de 1993), evitar el cercenamiento de la defensa (Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de Julio de 1991), impedir la división de la continencia de la causa (Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de Julio de 1996) o el evitar decisiones discrepantes o contradictorias (Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de Octubre de 1990), aplicando en muchos casos el criterio de la simple conexión para entender válida la acumulación efectuada. En relación a la acumulación Subjetiva es preciso señalar lo que a continuación se indica.El artículo 72 LEC al regular la acumulación subjetiva de acciones señala: Podrán acumularse, ejercitándose simultáneamente, las acciones que uno tenga contra varios sujetos o varios contra uno, siempre que entre esas acciones exista un nexo por razón del título o causa de pedir. Se entenderá que el título o causa de pedir es idéntico o conexo cuando las acciones se funden en los mismos hechos. El tenor literal del precepto es claro, de manera que procede la acumulación si existe nexo por razón del título o, alternativamente, la causa de pedir. Este criterio también es, lógicamente, el mantenido por nuestras AUDIENCIAS PROVINCIALES. *** El segundo párrafo debemos entender que establece una presunción de que existe esa conexión de título o causa de pedir, cuando las acciones se funden en los mismos hechos, pero no impide la acumulación si los hechos que fundamentan demanda son distintos. ADICAE, ABANDERADA DE LAS ACCIONES COLECTIVAS Realizado el análisis que antecede, y retomando las bases normativas, en referencia a las acciones colectivas propiamente dichas, debemos recordar que el artículo 6 apartado 7º de la Ley de Enjuiciamiento Civil, en relación con el artículo 256.1.6º, otorga capacidad para ser parte a los grupos de consumidores y usuarios afectados por un hecho dañoso cuando los individuos que lo compongan estén determinados o sean fácilmente determinables, otorgando además específicamente el apartado 8º de dicho artículo (precepto introducido por el artículo 1 de la Ley 39/2002, de 28 de Octubre) capacidad expresa para ser parte a las entidades como ADICAE habilitadas conforme a la normativa europea para el ejercicio de la acción de cesación en defensa de los intereses colectivos y de los intereses difusos de los consumidores y usuarios. Pues bien la vertiente de defensa de los intereses difusos de los consumidores pretende evitar la necesidad de discutir judicialmente la posibilidad de que tales acumulaciones se produzcan. En este sentido no debemos perder de vista el hecho fundamental de que la regulación de la acumulación subjetiva de acciones que dispensa la vigente Ley de Enjuiciamiento Civil se aparta de la anterior regulación, donde se exigía que las diversas acciones acumuladas nacieran de un mismo título o se fundaran en la misma causa de pedir (artículo 156 de la LEC de 1881). Por el contrario, como vemos, el vigente artículo 72 sólo exige la conexión pero no 8 Por otra parte, la Ley de Condiciones Generales de la Contratación contiene normas especiales sobre la legitimación activa para el ejercicio de las acciones previstas en su artículo 12 -antes trascrito en algunos de sus pasajes- (la cesación, que implica la de nulidad de la condición general, y las accesorias de daños y perjuicios y devolución de cantidades) y el artículo 16.3 LCGC expresamente legitima para el ejercicio de estas acciones a: "las asociaciones de consumidores y usuarios que reúnan los requisitos establecidos en la Ley 26/1984, de 19 de julio, General de Defensa de los Consumidores y Usuarios...". Finalmente, indicar que los artículos 25 y 29 de la Ley General de Publicidad, letigitiman expresamente para las actuaciones devenidas del incumplimiento de dicha Ley, a las asociaciones de consumidores y usuarios que, como ADICAE, reúnan los requisitos establecidos en la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, o, en su caso, en la legislación autonómica en materia de defensa de los consumidores. *** A la vista de todo lo señalado y expuesto podemos indicar que la acción colectiva tiene una presencia importante en nuestro ordenamiento jurídico por la simple razón de que cumple con una fin u objetivo constitucional, como es la defensa de los consumidores y usuarios no sólo en un ámbito individual, disgregado, sino colectivo y agregado que permite tener como parte en los procedimientos no a una mera suma de individuos, todos ellos consumidores, sino a un colectivo “los consumidores y usuarios”. 9 2. Componentes juridicos para una acción colectiva eficaz Al margen de conceptualizar y reconocer la existencia de una acción colectiva, resulta de gran importancia analizar las trabas jurídicas y procesales que encuentra el ejercicio de este tipo de acciones en los procedimientos judiciales. En este sentido, las entidades financieras lanzan todo tipo de estrategias y sus pesadas maquinarias para obstaculizar la actuación colectiva de los consumidores, con el único objetivo de alargar más aún si cabe los procedimientos o incluso, conseguir “trocear “ las demandas para conseguir el efecto de “divide y vencerás”. Estos son los aspectos a proteger y clarificar parte del legislador y el poder judicial de la acción colectiva. 2.1. Legitimacion de las asociaciones de consumidores: interés legítimo y justa causa “Los grupos de consumidores o usuarios afectados por un hecho dañoso”. La Ley de Enjuiciamiento Civil ha intentado, con escasa fortuna, poner los medios encaminados a paliar la situación antes denunciada. Ahora bien, para que se les reconozca capacidad para ser parte a estos grupos se necesitan dos requisitos: Para ello ha introducido importantes novedades en todo lo referente a la capacidad para ser parte y a la legitimación, desestimando la creación de un proceso especial en materia de consumo, limitándose a introducir una serie de normas especiales, en los lugares oportunos, como así se manifiesta el Legislador en la Exposición de Motivos de la LEC. Que los individuos que lo compongan estén determinados o sean fácilmente determinables. Que el grupo se constituya con la mayoría de los afectados. En relación con los procedimientos relacionados con los intereses colectivos de los consumidores, podemos distinguir varios supuestos: Por tanto, los grupos de consumidores o usuarios no tienen capacidad para ser parte si los afectados por el hecho dañoso son indeterminados o de difícil determinación. Es decir, en supuesto de que se trate de defender lo que legal y doctrinalmente se han venido en denominar “Intereses Difusos”. 1º.- Asociaciones de consumidores. En tanto que ostentan personalidad propia, su capacidad para ser parte estaría encuadrada dentro del número 3º del artículo 6 de la LEC. Tampoco cabe apreciar dicha capacidad en los grupos que estén constituidos por menos de la mayoría del total de los afectados. 2º.- Grupos de afectados. Constituye una de las grandes novedades de la actual LEC, ya que considera que ostentan capacidad para ser parte, según su número 1.7º: 3º.- Entidades habilitadas conforme a la normativa comunitaria europea. En virtud de la reforma operada por la Ley 39/2002, de 28 de Octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas A) CAPACIDAD PARA SER PARTE. 10 directivas comunitarias en materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, se añadió un número 8º al artículo 6.1 de la LEC, concediendo capacidad para ser parte a estas entidades, aunque limitándola a las acciones de cesación. de afectados en el caso de que los afectados estén perfectamente determinados o sean fácilmente determinables, y siempre que el grupo esté constituido por la mayoría de afectados (según exige el artículo 6.1.7º) 4º.- El Ministerio Fiscal, en los procesos en los conforme a la ley, deba intervenir como parte. De conformidad con el artículo 11.1, estas asociaciones están legitimadas para defender sus propios intereses (cosa lógica), los de sus asociados y los intereses generales de consumidores y usuarios. Asociaciones de consumidores: En consecuencia, los requisitos de este artículo hacen que en la práctica los intereses colectivos sólo sean de hecho defendidos por las asociaciones de consumidores y usuarios. Cualquiera asociación puede defender los intereses colectivos, siempre que los perjudicados por el hecho dañoso estén determinados o sean fácilmente determinables. Es pacífica la doctrina que define a estos intereses como “Intereses Colectivos” B) LEGITIMACION. La Ley de Enjuiciamiento Civil establece en relación a la legitimación, en concreto en el párrafo primero del artículo 10, que la misma la ostentan Si los perjudicados están indeterminados es difícil su determinación, la legitimación ya no la ostentan todas las asociaciones, puesto que el número 3 del artículo 11, limita esta facultad a las que tengan la consideración de más representativas. Es unánime la postura doctrinal que define a estos intereses como “Intereses Difusos”. “Los titulares de la relación jurídica u objeto litigioso”. Por tanto, sólo los consumidores o usuarios que hayan intervenido en la relación jurídica litigiosa estarían legitimados activamente para solicitar la tutela judicial. En relación con esta diferenciación conviene recordar que en la Circular del Ministerio Fiscal 2/2010, acerca de la intervención del Ministerio Fiscal en el orden civil para la protección de los consumidores y usuarios, se hace eco de esta distinción, afirmando el Ministerio Público que Para posibilitar que existan otros legitimados en defensa de los intereses de todos los consumidores y usuarios, el segundo párrafo del artículo 10 dispone escuetamente que “Se exceptúan los casos en que por ley se atribuya legitimación a persona distinta del titular”. “Ese interés plural al que nos referimos se presenta en la práctica con dos perfiles claramente diferenciados; así, conforme a lo previsto en el artículo 11 de la LEC, cuando los perjudicados por un hecho dañoso son un grupo de consumidores cuyos componentes están perfectamente determinados o resulta fácilmente determinables, nos hallamos ante intereses colectivos, mientras que en el caso de que los perjudicados por un hecho dañoso sean una pluralidad de consumidores indeterminada o de difícil determinación, los intereses en liza se El artículo 11 desarrolla la legitimación para la defensa de derechos e intereses de consumidores y usuarios, pudiendo distinguir varios supuestos: Grupos de afectados: En consonancia con el artículo 6.1.7º, están legitimados (artículo 11.2) los grupos 11 califican de difusos. En cualquier caso, los intereses supraindividuales, ya sean colectivos o difusos, suponen situaciones jurídicas materiales cuyos titulares no son las personas individuales en cuanto tales, sino en cuanto miembros, determinados o indeterminados, de una colectividad”. Resulta realmente criticable la redacción del precepto, ya que su interpretación literal impide que el Ministerio Público inicie procedimientos de consumo de “interés social”, salvo las acciones de cesación, de manera que sólo intervendrá, si lo considera conveniente, cuando previamente ha impetrado el auxilio judicial unas asociaciones o grupos de afectados que carecen de la consideración y prerrogativas de las que goza el Ministerio Fiscal. Entidades habilitadas conforme a la normativa comunitaria europea. El número 4 del artículo 11 de la LEC, introducido por la Ley 39/2002, de 28 de Octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas directivas comunitarias en materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, reconoce legitimación a dichas entidades para instar acciones de cesación. No obstante, el artículo 12.2 de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, al regular las acciones de cesación de este tipo de clausulados afirma, en su párrafo segundo, que “A la acción de cesación podrá acumularse, como accesoria, la de devolución de cantidades que se hubiesen cobrado en virtud de las condiciones a que afecte la sentencia y la de indemnización de daños y perjuicios que hubiere causado la aplicación de dichas condiciones”. Ministerio Fiscal. La legitimación para el ejercicio de acciones de cesación aparece expresamente reconocida en el citado número 4 del artículo 11 de la LEC. Además, la Ley 29/2009, de 30 de Diciembre, añadió un párrafo al artículo 15.1 de la LEC, según el cual, en los procesos en los procesos promovidos por asociaciones o entidades constituidas para la protección de los derechos e intereses de los consumidores y usuarios, o por los grupos de afectados, Una interpretación integradora de ambos preceptos, teniendo en cuenta la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, a la que alude el artículo 3 del Código Civil (especialmente la contratación en masa, con clausulados impuestos por la parte que ocupa una posición preeminente en la relación jurídica de consumo, donde el número de perjudicados es, frecuentemente, muy elevado) nos llevaría a la conclusión de que el Ministerio Fiscal está legitimado para ejercitar una pretensión de devolución de cantidades e indemnización de daños y perjuicios, cuando sea accesoria a la acción de cesación, sin que puedan ejercitarse por tanto de manera aislada, aun cuando las mismas puedan tener un “interés social”. “El Ministerio Fiscal será parte en estos procesos cuando el interés social lo justifique. El Tribunal que conozca de algunos de estos procesos comunicará su iniciación al Ministerio Fiscal para que valore la posibilidad de su personación”. Del tenor literal de estos preceptos parece deducirse que, en puridad, la legitimación del Ministerio Fiscal se limita a las acciones de cesación, y sólo intervendrá en el resto de actuaciones jurisdiccionales encaminadas a la protección de los intereses colectivos y difusos de consumidores y usuarios, cuando el proceso haya sido iniciado por asociaciones o grupos de afectados, si el interés social lo justifica. Sería pues recomendable una regulación más precisa de la legitimación del Ministerio Fiscal en materia de consumo, para evitar interpretaciones discrepantes. 12 Conclusión El corolario de todo lo expuesto sobre capacidad para ser parte y legitimación es que solamente ostenta capacidad para ser parte y legitimación en todas las acciones tendentes a la protección de consumidores y usuarios las asociaciones de consumidores que tengan la consideración de más representativas, según la normativa propia de este tipo asociativo, especialmente lo dispuesto en el artículo 24.2 del Texto Refundido de la Ley General de Defensa de los Consumidores y Usuarios, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de Noviembre, que afirma que tienen tal condición las asociaciones, las que formen parte del Consejo de Consumidores y Usuarios, dentro de las cuales se encuentra ADICAE. ADICAE por tanto, por disposición legal, tiene asignada una función social en defensa de la totalidad de los intereses de consumidores y usuarios, tanto los denominados colectivos, como los catalogados de difusos, según el grado de determinación de los perjudicados por el hecho dañoso, ostentando en materia de consumo mayor capacidad procesal y legitimación que un organismo dependiente del Estado, como es el Ministerio Fiscal. 13 2.2. Orden jurisdiccional que debe conocer de las acciones colectivas: la competencia objetiva 2.2.1. Competencia objetiva: Problemática entre la competencia civil y mercantil. 1º.- Determinar cuándo una acción está fundada en condiciones generales de la contratación y cuando se trata de otras acciones colectivas, como pueden ser las propias de la Ley de Consumidores y Usuarios, no basadas en Condiciones Generales, tales como la acción de cesación de prácticas abusivas, u otras acciones de carácter colectivo no basadas en estas. La ambigua redacción dada al artículo 86 ter, 2 de la LOPJ, precepto introducido por la Ley Orgánica 8/2003, de 9 de Julio, ha evidenciado ya desde sus inicios, frecuentes problemas competenciales entre los Juzgados de lo Mercantil y los de Primera Instancia. 2º.- Acumulación de otras acciones, ya sea con carácter principal o subsidiario, como pueden ser las basadas en la de cesación de la Ley de Consumidores y Usuarios, daños y perjuicios, u otras de marcado fondo civil, como puede ser la de nulidad contractual, que por su transcendencia desarrollaremos más adelante en el apartado relativo precisamente a la acumulación de acciones en demandas colectivas. Este impreciso artículo 86 ter, 2 de la LOPJ atribuye a los juzgados de lo mercantil el conocimiento de cuantas cuestiones sean de la competencia del orden jurisdiccional civil, respecto de (y transcribimos literalmente para una mejor comprensión de lo que luego vamos a comentar): d) Las acciones relativas a condiciones generales de la contratación en los casos previstos en la legislación sobre esta materia. Sobre la primera cuestión, la Doctrina y Jurisprudencia mayoritaria consideran que no basta con la existencia de una pretensión basada en un contrato con condiciones generales de contratación para determinar la competencia de los Juzgados de lo Mercantil por considerar que el artículo 86 ter. 2 d) de la LOPJ se refiere, de manera específica, a «las acciones sobre Condiciones Generales de la Contratación en los casos previstos en la legislación sobre esta materia», esto es, a las acciones establecidas en la propia Ley de Condiciones Generales de la Contratación, las cuales son las individuales de nulidad y no incorporación del artículo 9; y las colectivas de cesación, retractación y declarativa de condiciones generales del artículo 12. Lo cierto es que lo contrario significaría que ilógicamente cualquier litigio basado en una póliza con condiciones generales de contratación (bancaria, de seguros, de suministro, etc.), debería ser conocido por estos Juzgados, lo Entre estas continuas problemáticas competenciales una de las quizás más controvertidas ha sido la relativa a las acciones colectivas ejercitadas en defensa de los intereses de consumidores y usuarios, que hasta la introducción de este precepto venían siendo tramitados indubitadamente por los Juzgados de Primera Instancia y que evidentemente, en muchos de los casos van a “tocar”, ya sea de forma directa o indirecta, cuestiones relativas a condiciones generales de la contratación y su marco legal, por lo que podrían ser encuadrados en la específica competencia mercantil. Los principales puntos de conflicto doctrinal y jurisprudencial sobre la aplicación de este precepto procesal han sido básicamente dos: 14 que provocaría situaciones difícilmente compatibles con el objetivo de especialización perseguido por el legislador. En este sentido, en procedimientos judiciales en este caso tramitados con respecto a los polémicos “swaps”, la Audiencia Provincial de Barcelona (Auto nº 82/2012, de 20 de Abril), la Audiencia Provincial de Las Palmas, (sec. 5ª, de 18 de mayo de 2009 y Sección 4ª, rollo núm. 167/2005, 23 de diciembre de 2005, rollo núm. 516/2005, 20 de enero de 2006, rollo 494/2005 y 20 de octubre de 2006, rollo 395/2006), la Audiencia Provincial de Álava (Auto de 21 de Noviembre de 2005), la Audiencia Provincial de Madrid (Sección 10ª, Auto de fecha 22 de mayo de 2012 y de 29 de Febrero de 2012) y otros Tribunales como el Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Burgos (Auto de 22 de marzo de 2011), han señalado expresamente que los Juzgados de Primera Instancia tienen competencia, genérica, residual y subsidiaria y conocen de aquellas materias conexas no atribuidas a los de lo Mercantil con carácter exclusivo y excluyente. Si bien, respondiendo a la segunda cuestión, debe realizarse siempre una interpretación en sentido amplio (principalmente si las acciones acumuladas se tratan de materias conexas), lo que se ampliaría a aquellas acciones basadas como decíamos en la “legislación sobre la materia”, pues como veíamos el mentado 86, ter, 2, de la LOPJ no habla de Ley de Condiciones Generales de la Contratación, sino de “acciones relativas a condiciones generales de la contratación en los casos previstos en la legislación sobre esta materia”, incluyendo por tanto aquellas relativas a la Ley de Consumidores y Usuarios. En este sentido, la Sentencia del Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Madrid de 26 de Julio de 2005, se planteó la cuestión de la competencia objetiva del juzgado mercantil en relación con la mención orgánica de “legislación sobre la materia”, optando por la solución que aquí se postula, en el sentido de entender que el criterio utilizado por el legislador orgánico en el artículo 86 ter, no atiende a textos positivos sino a grupos de materias, de forma que las cuestiones sobre condiciones generales de los contratos se atribuyen a la jurisdicción especializada con independencia de que vengan o no fundadas en la LCG, por tanto, comprende también la regulación de las cláusulas abusivas contenidas en la LGCU. Concretamente, la citada Sección 10ª, de la Audiencia Provincial de Madrid, ha sostenido de forma reiterada que no puede entenderse que en todos aquellos litigios en que se alegue que una determinada cláusula aplicable en un contrato es contraria a la ley de Condiciones es competencia objetiva esté atribuida a los Juzgados de lo Mercantil, cuando realmente lo que se está reclamando es la resolución por el incumplimiento de una de las partes, especificando que debe rechazarse la “vis expansiva” de la competencia de los órganos del suborden mercantil más allá de los límites expresamente marcados en la objetiva para conocer la ley, careciendo de competencia que no les viene expresamente atribuido, por razón de la materia, en dicho precepto legal. En cualquier caso, ello ha resultado controvertido, así, si se ejercitara cualquier otro tipo de acción no acumulada a ninguna de las propias de las de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, como por ejemplo fuera una acción de nulidad contractual basada en el Código Civil, aún cuando se realizaran menciones a cuestiones referentes a Condiciones Generales de la Contratación, la competencia correspondería a los Juzgados de Primera Instancia. En conclusión, tras la reforma legal practicada, a la hora de interponer una demanda colectiva, para aclarar la competencia debemos a atender principalmente al criterio de entender que si se ejercitan acciones basadas en Condiciones Generales de la Contratación, por su especialidad, y en virtud de la LOPJ la competencia corresponde a los Jugados 15 Mercantiles, si bien debemos estudiar bien las acciones que van a ser acumuladas a tal acción principal, cuestión que como veremos a continuación ha sido de cierta polémica. A priori parecería fácil respetar esta separación competencial, si bien la experiencia nos ha enseñado que en un mismo asunto, en una sola controversia, existen materias íntimamente vinculadas entre sí, de tal manera que, si no se resuelven de manera conjunta y ante un mismo órgano jurisdiccional, se corre un riesgo grave de división de la continencia de la causa y de que recaigan sentencias contradictorias entre sí, con lo que eso supone de quiebra de la más elemental seguridad jurídica, cuando como bien sabemos el criterio de nuestro Tribunal Supremo ha sido siempre el de evitar la ruptura de la unidad del procedimiento (Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de Octubre de 1993), evitar el cercenamiento de la defensa (Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de Julio de 1991), impedir la división de la continencia de la causa(Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de Julio de 1996) o el evitar decisiones discrepantes o contradictorias (Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de Octubre de 1990). 2.2.2. Problemática de la competencia en la acumulación de acciones. Referencia especial a la petición de Nulidad Contractual. Como se ha expuesto anteriormente, uno de los principales focos de polémica surgido en relación con la competencia objetiva de los Juzgados de lo Mercantil con respecto a las acciones colectivas en defensa de consumidores y usuarios, se ha centrado en la determinación de si a estos órganos especializados corresponde o no el conocimiento acumulado de los asuntos de su competencia tramitados junto con lo que podemos denominar “materias conexas”. Ante la tendencia de las entidades financieras de impugnar la admisión de las demandas colectivas en base a estas cuestiones sobre la acumulación de acciones, hay que matizar que tal no es el momento procesal, pues deben ser argumentadas por la parte demandada en su Contestación a la Demanda (402 LEC) y resueltas por el Juzgador en el acto de la Audiencia Previa (419 LEC). Normalmente el Legislador establece una serie de reglas de conexión (o forum connexitatis) en virtud de la cual se pueda atribuir a un único órgano jurisdiccional el conocimiento de acciones o cuestiones conexas cuya normal atribución (en ausencia de esas cuestiones conexas) corresponde a órganos diversos. Sin embargo, en el caso de los Juzgados de lo mercantil, salvo varias excepciones que luego veremos, no se ha hecho así. Es decir, dejando a un lado varias especificaciones concretas, no se ha establecido ninguna regla general de conexión que permita determinar la atribución a un solo órgano (los Juzgados de lo mercantil o los Juzgados de Primera Instancia) del conocimiento de asuntos con materias conexas, que normalmente corresponden a unos u otros órganos. Y la ausencia de una regla general de este tipo está provocando en la práctica serios problemas competenciales, y que visto el poco interés del legislador en estas acciones colectivas, no cesarán hasta que jurisprudencialmente se fijen unos criterios eficaces. Dicho esto, para su análisis debemos partir de la premisa de que la doctrina y jurisprudencia mayoritaria señalan que el régimen de distribución de competencias entre los Juzgados de lo mercantil y los Juzgados de Primera Instancia impuesto con la redacción dada al 86 ter, 2, de la LOPJ, determina que sólo los Juzgados de lo mercantil pueden conocer de las materias a ellos atribuidas; y también que sólo pueden conocer de esas materias, es decir, que no pueden conocer de los asuntos que permanecen en los Juzgados de Primera Instancia. 16 JURISPRUDENCIA Y CASUÍSTICA EN LA Nos referimos evidentemente a la posibilidad expresa de acumulación de acciones que expresa el artículo 12 de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, al señalar que “a la acción de cesación podrán acumularse, como accesoria, la de devolución de cantidades que se hubiesen cobrado en virtud de las condiciones a que afecte la sentencia y la de indemnización de daños y perjuicios que hubiera causado la aplicación de dichas condiciones”. Cuestiones como decimos expresamente identificadas por la propia Ley, pero que si lo meditamos unos breves segundos, son además de claro sentido común, pues de no ser aplicables, de poco serviría a los afectados que se estimara una acción colectiva por muchas cláusulas que se declarasen nulas, concretamente además, es indudable que la reclamación de cantidad es una consecuencia económica de la nulidad, por lo que la competencia objetiva del juzgado mercantil se extiende a su conocimiento (Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Madrid, 12 de Junio de 2006). ACUMULACIÓN DE ACCIONES Antes que nada, debemos matizar diversas acciones que debieran poder ser acumuladas sin problemas a cualquier acción colectiva basada en Condiciones Generales por tratar cuestiones contempladas en el propio artículo 86 ter, 2 de la LOPJ, aunque en el resto de apartados, las cuales son obviamente competencia de los Juzgados de lo Mercantil y por tanto pudiera cuestionarse cualquier otro aspecto procesal para su acumulación, pero evidentemente no el de la competencia objetiva. Nos referimos pues a las acciones relativas a competencia desleal, propiedad industrial, propiedad intelectual y publicidad (por ejemplo acción de cesación en materia de publicidad), así como todas aquellas cuestiones que dentro de este orden jurisdiccional se promuevan al amparo de la normativa reguladora de las sociedades mercantiles y cooperativas (el Auto de la Audiencia Provincial de Madrid, sección 28ª, nº 119/2008, de 10 de Abril, considera incluso dentro de esa normativa reguladora de sociedades mercantiles la normativa reguladora sobre sociedades de valores). Referir también que el artículo 10 bis 2 Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios permite al juzgador pronunciarse al tiempo sobre las consecuencias económicas de la ineficacia de la cláusula impugnada (Auto Juzgado Mercantil nº 1 de Madrid, 5 de Enero 2006). Sobre estas consideramos no hay ninguna duda, como tampoco lo debiera haber sobre las cuestiones o acciones que pudieran suscitarse entorno a la Ley de Consumidores y Usuarios, que consideramos pueden perfectamente ser acumuladas, dado tienen una vinculación sobre la “materia” muy evidente, dado que el 86 ter, 2, d), no habla de acciones derivadas de la Ley de Condiciones Generales de Contratación, sino de (y se transcribe literal) “acciones relativas a condiciones generales de la contratación en los casos previstos en la legislación sobre esta materia”. Pero el que quizás es el problema más complejo entorno a la cuestión de la acumulación de acciones, surge a causa de una desafortunada regulación efectuada por el Legislador en la reforma operada por la Ley 39/2002, donde situó la acción de cesación en materia de protección de consumidores y usuarios por los cauces del juicio verbal (articulo 250.1.12 LEC), de modo que “a priori” ello impediría la acumulación de procesos que deban tramitarse por cauces procesales diferentes, tales como los relativos a Condiciones Generales de la Contratación que deben ser tramitados por el cauce ordinario (artículo 249.1.5 LEC), criterio restrictivo que lamentablemente ha sido Sentadas estas dos cuestiones, nos encontramos con otra serie de acciones que son válidamente acumulables de forma accesoria a las acciones colectivas por haberlo así establecido el legislador de forma expresa. 17 seguido por algunos Tribunales (como por ejemplo el Juzgado de Primera Instancia nº 9 de la Coruña en el caso de swaps comercializados por Novacaixa Galicia con respecto a acción de cesación del artículo 53 de la Ley de Consumidores y Usuarios formulada por ADICAE). por tanto el Procedimiento Ordinario a nuestro entender el correcto para proceder a esa acumulación al no disminuirse derechos a ninguna de las partes. Esta tesis, favorable a la acumulación objetiva, encontraría también apoyo en la circunstancia de que el artículo 12 de la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre Condiciones Generales de la Contratación, parece contemplar tal situación, pues en el apartado segundo de dicho precepto se establece que "a la acción de cesación podrá acumularse, como accesoria, la de devolución de cantidades que se hubiesen cobrado en virtud de las condiciones a que afecte la sentencia y la de indemnización de daños y perjuicios que hubiere causado la aplicación de dichas condiciones". Concretamente el nº 12 del apartado 1 del artículo 250 de la Ley de Enjuiciamiento Civil fue introducido por la Ley 39/2002, de 28 de octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas directivas comunitarias en materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, entre ellas la Directiva 98/27 / CE, de 19 de mayo de 1998, relativa a las acciones de cesación en materia de consumo, estableciendo los cauces del juicio verbal como los adecuados para la tramitación de las acciones de cesación, en la presumible consideración de estimar que se trataba del procedimiento declarativo más rápido de la Ley de Enjuiciamiento Civil. También al criterio o principio de las garantías procesales se refiere la Sentencia de la AP de Barcelona de 23/03/2006, al indicar: "El hecho de que, como consecuencia de la acumulación de acciones, el procedimiento seguido no sea el verbal que correspondería a la acción de cesación (250.12° LEC) sino el ordinario, carece de relevancia para apreciar un defecto en el modo de formular la demanda ni, por su puesto, vicia de nulidad lo actuado, porque entre otros motivos no ocasiona indefensión a la demandada, ya que el procedimiento seguido reúne cuando menos las garantías para las partes del juicio verbal, aportando a su vez otras, propias de su tramitación más completa". ECONOMÍA PROCESAL Y EVITAR RESOLUCIONES CONTRADICTORIAS, LA BASE DE LA SOLUCIÓN Como coherentemente señaló en su día la Audiencia Provincial de Valencia en Sentencia nº 216/2008, de 23 de Junio (caso Academias), “la evidente contradicción que para el ejercicio de las acciones relativas a la protección de los derechos e intereses colectivos o difusos de los consumidores y usuarios resulta del tenor de los artículos 73.2 y 78.4 de la LEC, según se trate de acumular acciones en una misma demanda o de acumular procesos -juicio verbal (acción de cesación) a un juicio ordinario (sobre condiciones generales de la contratación)-, puede ser salvada al considerar que, siguiendo los principios de economía procesal y de evitación de resoluciones contradictorias que fundamentan toda acumulación, -sea ésta de acciones sea de procedimientos-, a los efectos de resolver la cuestión a que nos venimos refiriendo lo fundamental será, finalmente, que la tramitación que se siga no suponga para las partes pérdida de derechos procesales (artículo 77 ), siendo Finalmente, en relación con esta cuestión cabe reseñar la Sentencia de la AP de Sevilla (Secc. 5ª) de fecha 22 de enero de 2004, indicando a este respecto en su fundamento quinto: "La posibilidad de acumular a la acción de cesación acciones de resarcimiento se encuentra expresamente prevista en la Ley sobre Condiciones Generales de la Contratación, que las configura como accesorias, previsión que sin embargo no contiene ninguna de las otras leyes en las que es introducida por la Ley 39/2002. Ahora bien las acciones resarcitorias que se contemplan en los apartados 2 y 3 del artículo 11 no se seguirán necesariamente, por el cauce del 18 juicio verbal, sino por el juicio que corresponda según su cuantía y por el juicio ordinario siempre que versen sobre condiciones generales de la contratación”. Es obvio entonces que dicha norma resulta contradictoria con lo dispuesto en el artículo 78.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil para la acumulación de procesos, conforme al cual se permite la acumulación de procesos, susceptibles de acumulación conforme a los artículos 76 y 77 , incoados para la protección de los derechos e intereses colectivos o difusos que las leyes reconozcan a consumidores y usuarios, cuando la diversidad de esos procesos, ya sean promovidos por las asociaciones, entidades o grupos legitimados o por consumidores o usuarios determinados, no se hubiera podido evitar mediante la acumulación de acciones o la intervención prevista en el artículo 15 de dicha Ley ; en tales casos, se decretará, incluso de oficio, la acumulación de procesos. Por tanto, si bien no tendría sentido desacumular del resto de acciones de la demanda la acción de cesación del artículo 53 de la Ley de Consumidores y Usuarios, para al instante pedir la acumulación de procesos vía artículo 78 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, lo cierto es que siempre nos quedaría esa opción como última fórmula para tratar de que se proceda a una tramitación conjunta. LA ACUMULACIÓN SUBJETIVA DE ACCIONES Y LA PETICIÓN DE NULIDAD CONTRACTUAL Pero sobre todo, con respecto las acciones de nulidad el principal problema surge entorno a la figura de la acumulación subjetiva de acciones, es decir, la acumulación en la misma demanda de diferentes perjudicados que desean solicitar la nulidad, pero teniendo todos ellos diferentes títulos individualizados. Doctrina y Jurisprudencia exigen que la acumulación subjetiva contenga una pluralidad de partes e igualmente pretensiones que se conecten entre sí para facilitar el tratamiento conjunto de problemas de naturaleza semejante. La regulación de la acumulación subjetiva de acciones que dispensa la vigente Ley de Enjuiciamiento Civil se aparta de la anterior regulación, donde se exigía que las diversas acciones acumuladas nacieran de un mismo título o se fundaran en la misma causa de pedir (artículo 156 de la LEC de 1881). Por el contrario, como vemos, el vigente artículo 72 sólo exige la “conexidad” pero no la identidad, esto es, cuando se funden en hechos comunes, sin perjuicio de que el fundamento fáctico de alguna de las acciones, o de ambas, sea más amplio. En ese sentido, se admite lo que la doctrina denomina “conexión impropia” (GASCON ICHAUSTI; ARMENTA DEU y DÍEZ – PICAZO), entendida en los supuestos en que la causa de pedir, sin ser idéntica, es homogénea cuando diversas acciones se funden en la misma clase de hechos aunque los hechos históricos en que se sustenta la pretensión sean diferentes, criterio doctrinal que ha sido acogido por la jurisprudencia (Sentencia de la Audiencia Provincial de Vizcaya de fecha 26 de marzo de 2007 y Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, de fecha 20 de febrero de 2004, entre otras muchas). En el artículo 72 de la LEC se señala la obligatoriedad de que las partes basen sus pretensiones en un título o acción de pedir interconectado entre todas debido a que se fundamente en los mismos hechos. En este sentido, “título” hace referencia concretamente al contrato donde se documenta un negocio jurídico, es decir el origen del agravio o lo que da legitimidad a la parte que pretende acumular subjetivamente varias acciones. Por el contrario, la otra alternativa que habilita a llevar a cabo la acumulación subjetiva de acciones, es decir, la basada en una misma causa de pedir corresponde a los hechos constitutivos contemplados por una norma jurídica y que sirve a las partes para fijar sus pretensiones. Las dos alternativas legales que encontramos y que habilitan a las partes a llevar a cabo una acumulación subjetiva de acciones designan la misma realidad aun 19 cuando son conceptos diferentes. En este sentido, por el artículo 72 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se expone que el título o causa de pedir son idénticos cuando las acciones se funden en los mismos hechos. Sobre tales principios básicos, el profesor Andrés de la Oliva en sus Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, publicados en Civitas, al comentar el artículo 72 señala: “la acumulación subjetiva exige, más allá de la identidad de demandantes y/o demandados, que las acciones ejercitadas se basen en el mismo título o causa de pedir. Por tanto, el legislador deja bien claro que lo fundamental, al margen de lo relacionado con la economía procesal, es que la acción se funde en los mismos hechos y no tanto en su fundamentación jurídica. Esta diferencia revela que la razón de ser de ambos tipos de acumulación es distinta: mientras que la acumulación objetiva persigue únicamente economía procesal (y es más que discutible que siempre se consiga), la acumulación subjetiva persigue, más allá de la economía procesal, evitar se que se dicten sentencias contradictorias sobre acciones que tienen una misma causa petendi; o dicho en los términos de la LEC, evitar que se divida la continencia de la causa. El apartado 2 del artículo 72 precisa que se entenderá que el título o causa de pedir es idéntico o conexo cuando las acciones se funden en los mismos hechos. En realidad, hay que advertir una imprecisión en este apartado. Si los hechos son idénticos, la causa de pedir es idéntica; conexa será la acción. La concurrencia de este requisito hay que reconducirla al problema de determinar en qué casos existe identidad de causa de pedir entre dos acciones; cuestión que excede con mucho del objeto de este comentario: No se ve inconveniente para interpretar extensivamente este requisito y entender que concurre cuando, aunque las acciones no se basen estrictamente en los mismos hechos, sí sean similares y den lugar a idénticas cuestiones jurídicas”. Sobre este criterio, se ha pronunciado la Jurisprudencia del Tribunal Supremo en reiteradas ocasiones, sentando que su aplicación debe llevarse a cabo de manera flexible y no a tenor de lo que se expone literalmente. Así pues, por ejemplo en la Sentencia del Tribunal Supremo nº 620/1999, de 9 de julio, expone el Alto Tribunal ante la formulación de excepción por indebida acumulación de acciones rechazada en las instancias anteriores, “que el criterio flexible que ha de presidir el tratamiento de la acumulación subjetiva de acciones que regula la LEC, entiende que procede la misma a pesar de que el supuesto concreto no se halle comprendido en la norma, si tampoco le alcanzan las prohibiciones del mismo cuerpo legal , y existe entre las acciones cierta “conexidad” jurídica que justifique el tratamiento unitario y la resolución conjunta”. Por otro lado, la correlación entre el artículo 12 y el 72.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no resulta absoluta debido a que en el artículo 72.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se hace referencia no solo a la identidad del título sino también a la “conexidad”, por lo que se entiende que se amplia la procedencia de la acción de acumulación subjetiva a los supuestos en los que el título no es gemelar, constituyendo su validez el hecho de que el título sea homogéneo o simplemente semejante. En parecidos términos Mónica García Vila en su libro Tutela de los Consumidores y Usuarios en la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Tirant lo Blanch. 2002 Pág. 265: “también es preciso señalar que no parece exigirse una identidad, sino que los hechos sean conexos, con lo que se amplían notablemente las posibilidades de acumulación subjetiva. … Por ejemplo: 1) Acciones que uno tenga contra varios sujetos: Por ejemplo, el ejercicio de la acción de cesación contra varios Esto último, se manifiesta por la doctrina mayoritaria cuando las diversas acciones se fundan en la misma “clase de hechos”, aunque los hechos concretos de cada uno sean diferentes. 20 profesionales que utilizan las mismas o semejantes condiciones generales de contratación nulas“. que no existe ninguna razón seria para que tal acumulación sea rechazada, ni de orden jurídico, ni siquiera de orden práctico (máxime teniendo en cuenta la oposición de fondo esgrimida en el escrito de contestación a la demanda), pues es evidente la economía procesal y de gastos que para la Administración de Justicia, y en especial para las partes litigantes y en mayor medida para el demandado, supone la tramitación e intervención profesional en un único pleito en lugar de en diez, como correspondería de no accederse a tal acumulación”. En este sentido, argumenta la Audiencia Provincial de Cádiz en Sentencia de 10 de septiembre de 2002 que es reiterada y uniforme doctrina jurisprudencial que enseña el criterio flexible que ha de presidir el tratamiento y aplicación de la acumulación subjetiva de acciones, si tampoco le alcanzan las prohibiciones de la Ley y exista entre las acciones acumuladas cierta “conexidad” jurídica que justifique el tratamiento unitario y la resolución conjunta (sentencias del T.S. de 8 de noviembre de 1995, 7 de febrero de 1997 y 17 de diciembre de 1997 en que las anteriores se citan), significando el Alto Tribunal en otras palabras que la acumulación de las acciones que varios individuos tengan contra uno viene posibilitada no sólo cuando tales acciones nazcan de un mismo título, sino también cuando se funden en una misma causa de pedir, siempre que no sean incompatibles entre sí, es decir, cuando entre las acciones ejercitadas exista conexidad jurídica, interpretando con flexibilidad el régimen de la acumulación de acciones (sentencias del T.S. de 4 de junio de 1990 y de 7 de febrero de 1997, entre otras). Por lo expuesto anteriormente, en contra de ciertos pronunciamientos jurisprudenciales dictados sobre esta cuestión, consideramos evidente el hecho de que aunque las acciones pudieran basarse en títulos distintos, entendidos como diferentes documentos etc., no puede alegarse la excepción de inadecuada acumulación subjetiva de acciones, ya que supone la habilitación a este supuesto el mero hecho de que los títulos contengan cierta homogeneidad entre sí, en aplicación de la jurisprudencia y de lo interpretado por la doctrina en reiteradas ocasiones, más aún si lo que estamos hablando es de una acción de nulidad accesoria a una acción colectiva interpuesta bien sea por acción de cesación de cláusulas abusivas de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, bien por prácticas abusivas de la Ley de Consumidores y Usuarios, pues es evidente, primero, que las propias normas lo permiten haciendo expresa referencia a esa nulidad de todo el contrato y segundo, que es totalmente lógico, dado que si se ha comercializado de forma irregular o con contratos de adhesión claramente abusivos, ello debe determinar la nulidad de todos los contratos suscritos incurriendo en tales vicios. La Sección 1ª de la AP Valladolid, en su Auto de 15 de mayo de 1.998, en resolución reiterada por la Audiencia Provincial de Badajoz, en Auto 145/2003, justifica lo que venimos diciendo al indicar que "todas las acciones, aunque fundadas en diferentes títulos (cada uno de los contratos mercantiles de compraventa), tienen una indudable conexión jurídica en su fundamento, su causa de pedir y su súplica, lo cual, añadido a que también llenan las exigencias de los artículos 153 y 154 de la LECiv, es decir, que ninguna de ellas es incompatible entre sí, que no se excluyen mutuamente, que el Juez de instancia es competente por razón de la materia y la cuantía para el conocimiento de todas ellas, y que todas deben ejercitarse en juicios de la misma naturaleza, a saber, declarativos ordinarios, bien se comprende entonces 21 2.3. El llamamiento como medio para la realización de la acción colectiva. dificultades prácticas Una de las principales novedades de la LEC en relación con los procesos en los que se ventilen intereses colectivos o difusos fue la publicidad de los procesos promovidos por asociaciones de consumidores, como bien se sabe, entidades constituidas para la protección de los intereses de los consumidores y usuarios o por los grupos de afectados. las dificultades surgidas con este instituto de la publicidad mediante el llamamiento. La finalidad de dicha publicidad es la de dar a conocer a los consumidores o usuarios afectados por el hecho dañoso la existencia del proceso para que pueden acudir al mismo en defensa de sus intereses particulares. 2.3.1. Clases de llamamientos en la Ley Procesal Dedica la LEC su artículo 15 a la publicidad de este tipo de procesos y la intervención de los consumidores y usuarios individualmente considerados, distinguiendo tres supuestos, como ahora veremos. A) El apartado 1 del artículo 15 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece la obligatoriedad de llamar al proceso a los concretos consumidores o usuarios perjudicados por haber sido consumidores del producto o usuarios del servicio que dio origen al proceso. Como manifiesta Díez-Picazo, “si la tutela jurisdiccional de los derechos de los consumidores y usuarios quedara limitada a la que cada uno de estos pueda individual y separadamente instar, sería, desde una perspectiva general, ineficaz. Y ello, por una razón obvia: al consumidor o usuario individualmente considerado no le compensa en la inmensa mayoría de los casos incoar un proceso civil en defensa de sus derechos. Las violaciones de éstos que pueda padecer suelen tener muy escasa entidad económica, aisladamente considerados y, además, le exigirían enfrentarse procesalmente en muchos casos a grandes empresas”. Dicho llamamiento se debe producir después de la presentación y admisión de la demanda a trámite, y será ordenada por el Secretario Judicial, publicando la admisión de la demanda en medios de comunicación con difusión en el ámbito territorial en el que se haya manifestado la lesión de los derechos o intereses de los consumidores. La confusa redacción del precepto no aclara sobre quién recae la redacción del llamamiento. En este sentido, ADICAE, como asociación más representativa de entre las organizaciones de consumidores, la exclusiva forma legal que tiene de dar a conocer al consumidor o usuario individual perjudicado la existencia del procedimiento instado, y consecuentemente de ofrecerle la posibilidad de intervenir en el mismo, es mediante la publicidad de su existencia. En línea con la destartalada cohesión judicial en la definición de este tipo de situaciones, encontramos pronunciamientos que se inclinan en uno y otro sentido. Así, la Audiencia Provincial de Girona (Sección 2ª), en Auto de 18 de enero de 2006, tras mencionar en su Fundamento de Derecho Tercero, la dificultad para enclavar el llamamiento de afectados por los fraudes en academias de inglés en el ámbito del La práctica nos ha enseñado, sin embargo, 22 apartado 2 ó 3 del precepto, mencionando, incluso, que en función del número de afectados podremos estar, cuando sean muchos, ante intereses difusos, concluye en este sentido que es al Juzgado a quien compete esta función, tal como menciona el Fundamento de Derecho Cuarto de la resolución citada. o de difícil determinación, disponiendo que, una vez admitida a trámite la demanda, el llamamiento suspenderá el curso del proceso, por un plazo que no excederá de dos meses, reanudándose el proceso una vez finalizado el mismo, con la intervención de todos los consumidores que hayan acudido al llamamiento e impidiendo a aquellos que no hubieren concurrido en plazo sumarse al procedimiento, sin perjuicio de los efectos que puedan darse con la sentencia al dictar en su día en relación a aquellos que no se hubiesen sumado. La ley tampoco precisa cual será la consecuencia de la omisión de la publicidad prevista, por lo que ha de considerarse que la revisión del cumplimiento del precepto debe ser realizada de oficio por el órgano jurisdiccional, habida cuenta de lo establecido en la LEC sobre las consecuencias de una sentencia dictada en procesos promovidos por asociaciones de consumidores. C) Como excepción a la publicidad prevista en el artículo 15 de la LEC es importante destacar como la ley 39/2002, de 28 de Octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas directrices comunitarias en materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, añadió un nuevo apartado 4 al artículo 15 de la LEC en cuya virtud se establece una excepción a los medios de publicidad previstos en este precepto, cuando se ejerciten acciones de cesación por parte de las organizaciones de consumidores y usuarios. Sin embargo, en punto a ambas cuestiones, quién ha de hacer el llamamiento y la sanción del incumplimiento de tal cosa, obviando la capacidad de subsanación otorgada por ministerio legal al orden judicial, aparece nítidamente concluyente en este sentido, el pronunciamiento que realiza la Sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia, Sección 9ª, de 23 de junio de 2008, en un asunto instado por ADICAE en relación con la academias de inglés, sancionando con desestimación de la demanda el no llamamiento que, según la resolución, corresponde a la organización de consumidores, con carácter previo, en los términos del art. 15.1 o en intereses concretos, ex. art. 15.2, ambos de la LEC. La Exposición de Motivos de la citada Ley afirma que la razón de tal exclusión es garantizar la celeridad de estos procedimientos, por lo que exceptúa en estos casos la publicidad y prevé que estas acciones se tramitarán por las normas del juicio verbal. D) Finalmente hemos de citar las previsiones del apartado 2 del artículo 15 de la Ley de Enjuiciamiento Civil en aquellos casos en que los perjudicados estén determinados o fácilmente determinables. La experiencia citada y el camino recorrido hasta ahora por ADICAE nos hace así también dudar acerca de si la ambigüedad de la norma no es sino un recurso añadido para dificultar la acción colectiva, haciendo pasar por prerrogativas de las organizaciones de consumidores, lo que no es sino un trecho plagado de obstáculos. B) Por su parte, el apartado 3 del citado artículo 15 LEC, menciona los intereses difusos, es decir, aquellos en los que los perjudicados sean un grupo indeterminado 23 ESPECIAL ANÁLISIS DEL LLAMAMIENTO DEL ART. 15.2 DE LA LEC. términos de subsanación establecidos en el ordenamiento procesal civil. Hemos dejado para el final la publicidad prevista en el apartado 2 del artículo 15 de la LEC por ser la que más problemas plantea en la práctica. No establece el artículo de qué forma se debe realizar y acreditar el llamamiento, mas lo que es obvio es la necesidad ineludible de realizarlo recayendo la carga de la prueba de su cumplimiento en la asociación de consumidores o grupo de afectados demandante. Se refiere este apartado a la publicidad en el caso de que los perjudicados estén determinados o sean fácilmente determinables. ADICAE, como asociación de consumidores más representativa, orientada a trabajar especialmente en la defensa de los usuarios de servicios financieros, suele encontrar en sus acciones grupos de consumidores que están determinados, o, al menos, son fácilmente determinables, pues, en las relaciones de consumo entre la entidad financiera o aseguradora y el cliente, generalmente va a existir un negocio jurídico, en forma de contrato o en forma de orden del cliente para inversión o similares, que va a materializar la condición de afectado del usuario. El primer problema que plantea el precepto es el del momento en el que se debe hacer el llamamiento. Del tenor literal parece deducirse que se debe realizar antes de la presentación de la demanda. Así ha de ser a tenor de la finalidad que supuestamente pretende cumplir esta exigencia, cual es que los consumidores o usuarios directamente perjudicados puedan ejercitar sus pretensiones individuales, puesto que el apartado se refiere sólo a los casos en el que los perjudicados estén determinados o sean fácilmente determinables. En relación con estas afirmaciones, la ya citada Sentencia de la Sección 5ª de la Audiencia Provincial de Sevilla, de 22 de Enero de 2.004, en relación a un procedimiento originado a raíz de los fraudes de las academias de inglés, dice que También corrobora esta tesis el hecho de que la publicidad del proceso posterior a la admisión de la demanda ya está contemplada en el apartado 1 del artículo 15, por lo que si el llamamiento fuese posterior, constituiría una reiteración innecesaria. “En el caso de autos los afectados son personas que necesariamente han firmado contratos por escrito con alguna o algunas de las entidades demandadas, contratos que por tanto han debido quedar registrados por dichas entidades. La determinación exacta del colectivo puede lograrse mediante la solicitud a los administradores de las entidades demandadas de los listados de los contratos concertados en vigor a la fecha del cese de los cursos de inglés que se impartían”. El segundo aspecto que conviene estudiar es la consecuencia del incumplimiento de este llamamiento previo. Es decir, ¿constituye un requisito de admisibilidad de la demanda? La expresión utilizada por el precepto (deberán) no deja lugar a dudas acerca de su obligatoriedad y, por consiguiente, en caso de falta de justificación del llamamiento la demanda debería ser inadmitida a trámite, aunque también consideramos que este defecto es subsanable, por lo que en caso de incumplimiento se debe dar la posibilidad al demandante de rectificar el defecto antes de proceder a la definitiva inadmisión en los En consecuencia, ADICAE tendrá la obligación legal de realizar el llamamiento previsto en el artículo 15.2 a los afectados perfectamente identificables, so pena de inadmisión de la demanda, correspondiéndole la carga de probar tal publicidad del futuro proceso. 24 carácter personal que no sean imprescindibles para el ejercicio de la acción colectiva que se pretende iniciar, y que evita, entre otras posibles consecuencias negativas, que pudiéndose identificar a los integrantes del grupo de afectados por otra vía, se utilice la más gravosa para el derecho fundamental (…)”. Sin embargo, esa es, en todo caso, una pesada losa para el ejercicio de la acción colectiva, pues cabe preguntarse, ¿Cómo puede saber la asociación los nombres y demás datos personales de los afectados para efectuar el llamamiento, especialmente cuando se trata de datos personales protegidos constitucionalmente? 2.3.2. Conclusiones prácticas Tan restrictiva y contraria a los derechos fundamentales resulta esa doctrina constitucional, en especial en lo que atañe a la acción colectiva y el derecho a la tutela judicial efectiva de perjudicados y organizaciones de consumidores, que incluso el Tribunal entra en órdenes más propios de la jurisdicción ordinaria, realizando un análisis extensivo de la pertinencia o no de la acumulación de acciones individuales de perjudicados a la futura acción colectiva, manifestando, para sorpresa del texto constitucional así como de la normativa comunitaria en la materia, que no es posible aunar en una misma, acciones de naturaleza individual, como pudieran ser las restitutorias de la nulidad, con una acción de cesación que delimita sólo en orden a prohibir comportamientos desleales con los consumidores. El panorama descrito nos lleva a llamar la atención sobre la indefinición en la que se mueve la acción colectiva en relación con uno de los instrumentos necesarios para su impulso, cual sea la publicidad mediante el llamamiento. Recientemente, la STC 96/2012, a resultas de una solicitud instada por ADICAE para el logro de los datos personales de clientes de BBVA que hubiesen contratado el producto “Cuota Segura”, un pastiche indisimuladamente dedicado a modificar, contra ley, los términos de los préstamos con garantía hipotecaria modificando el tipo de interés variable a fijo en unos determinados años, apoya la interesada versión de la entidad financiera y tras alegar que la misma es depositaria de los datos de los clientes, asunto sobre el que nos detendremos después, concluye que, siempre que se pueda evitar esta vía, se utilice otra obviando realizar el llamamiento mediante la información suministrada por la futura demandada, sin que el Alto Tribunal nos diga cómo es posible que las organizaciones de consumidores accedan a tales datos si no es mediante la colaboración obligada de las entidades financieras y de crédito. Ese ataque descarnado a la legitimación de las asociaciones de consumidores para actuar en su nombre y en el de sus asociados, se perpetra en el Fundamento de Derecho Sexto de la resolución, a continuación de lo anteriormente citado, mencionando además que para una acción de cesación no es necesario el llamamiento ex. art. 15.4 LEC, manifestándose en los siguientes términos: “(…) Sin embargo, la resolución judicial impugnada expone, como única justificación de la medida, que «puesto que estamos en un trámite de medidas preliminares», no es oportuno «analizar si estamos ante una acción abstracta, una acción colectiva o una acción de protección de intereses difusos», entendiendo que éstas son cuestiones cuya resolución se debe trasladar a un momento posterior, cuando se formule la demanda y se resuelva el fondo del litigio. En consecuencia, estima que la diligencia Tan peregrino argumento se apoya en el Fundamento de Derecho Sexto, relacionándolo con las previsiones del art. 256.1.6 de la Ley de Enjuiciamiento Civil en los siguientes términos: “(…) no se puedan obtener, bajo la cobertura legal que presta el art. 256.1.6 LECiv (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) y, por tanto, sin el previo consentimiento de los afectados, datos de 25 solicitada está justificada al tratarse de acciones colectivas con afectación a múltiples perjudicados y, por tanto, «la exigencia de identificación establecida en el art. 15 LECiv es obligada y ello, aunque se ejercite conjuntamente a una acción abstracta de cesación, pues es unánime la jurisprudencia que admite la posibilidad de acumular a la acción abstracta de cesación, otra de naturaleza colectiva o difusa, si bien estableciendo las especificaciones propias de la naturaleza jurídica de las acciones ejercitadas. Pero esta cuestión, excede del ámbito de estas medidas preliminares y se analizarán con mayor detalle al resolver la cuestión principal». perjuicios, pues en cada caso concreto habrá de probarse la existencia de daño, el nexo causal entre la conducta de la entidad bancaria y la producción de aquél, y la determinación del quantum del perjuicio causado, a efectos de determinar la indemnización que correspondería a cada afectado. En suma, no se exteriorizan los elementos de juicio que, en este caso concreto, motivan que las diligencias solicitadas son necesarias para la finalidad perseguida por ADICAE y, lo que no es menos importante, que lo son en el momento procesal en que se solicitan””. De modo y manera que, si el propio Tribunal Constitucional avala los pronunciamientos más restrictivos en relación con el llamamiento a los consumidores para iniciar acciones colectivas representándoles organizaciones de consumidores ampliamente implantadas en el territorio, y con los suficientes medios humanos y técnicos para poder reunir a los perjudicados, no podemos sino ser pesimistas en la general visión que los tribunales ordinarios desde este momento darán al instituto de las diligencias preliminares y la obtención de datos de clientes por parte de las organizaciones de consumidores para realizar la labor que éstas tienen constitucionalmente encomendada. Más allá del párrafo reproducido, no se encuentra en la resolución impugnada ninguna otra argumentación a partir de la que se pueda deducir una relación causal entre la necesidad de obtener los datos solicitados y el tipo de acciones que se pretende iniciar, lo que en el caso que nos ocupa no resulta baladí, toda vez que para ejercitar la acción de cesación que se postula como motivo principal para la admisión de solicitud de las diligencias preliminares, no son necesarios los datos personales que se solicitan en la demanda (tal y como recoge el art. 15.4 LECiv), pues la Ley de enjuiciamiento civil no considera necesaria ninguna publicidad, ni llamamiento, ni intervención de los consumidores en ese tipo de procesos, dado que con la acción de cesación lo que se persigue es una condena para que el demandado cese en una determinada conducta, o una condena que prohíba su reiteración futura (ex art. 53 del texto refundido de la Ley general para la defensa de consumidores y usuarios (RCL 2007, 2164 y RCL 2008, 372)). Parece así que el Tribunal Constitucional, siendo ponente de tal resolución el Magistrado Aragón Reyes, ha atacado cualquier legítimo intento de lograr la plasmación real de la acción colectiva en nuestro ordenamiento jurídico entrando en la jurisdicción ordinaria con la amplitud y garantías que la misma merece. Tampoco explica el Auto impugnado la pertinencia de la acumulación del resto de acciones, como la acción de nulidad contractual por vicios de consentimiento y las acciones restitutorias e indemnizatorias de daños y perjuicios, aclaración que resulta imprescindible en orden a justificar la medida, toda vez que la naturaleza subjetiva del vicio de consentimiento pudiera excluir toda posibilidad de acumulación (ya que ha de ejercitarse de forma individual), y lo mismo podría predicarse en cuanto a las acciones de restitución e indemnización de daños y Se aboca así a los consumidores a una lucha individual, siempre desequilibrada, contra la entidad financiera siempre que tengan la oportunidad de enterarse del fraude que han sufrido, malbaratando tomos enteros de normativa comunitaria que avalan la publicidad y refuerzan la acción colectiva, otorgando una interpretación pacata, interesada y fuertemente virada hacia los intereses de las entidades financieras de la Constitución de 1978. 26 2.4. Importancia de las diligencias preliminares en la defensa de colectivos de consumidores: Las peculiaridades del ART. 256.1 REGLA 6ª LEC En el Libro II, De los procesos declarativos, Título I, De las disposiciones comunes a los procesos declarativos, Capítulo II, De las Diligencias Preliminares, los artículos 256 a 263 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regulan esta materia que alude a la información a los afectados sobre la existencia de una demanda judicial que pueda resultar útil a sus intereses. Para el maestro procesalista GUASP “las diligencias preliminares aclaran el desarrollo de la actuación procesal resolviendo cuestiones que surgen antes de la iniciación del proceso”. Para otros autores, por todos GARBERÍ LLOBREGRAT se trata de “actuaciones previas a la incoación de un proceso posterior, adoptadas por la autoridad judicial a instancia de la parte interesada, y con las que ésta intenta adquirir aquellos datos, informaciones o conocimientos necesarios para “preparar” debidamente el ejercicio de la pretensión procesal”. 2.4.1. Esencialidad jurídica de las diligencias preliminares en la actual normativa. Bajo el prisma incontestable de preparación del juicio posterior, las diligencias preliminares se configuran como una herramienta, del todo útil, en orden a fijar la relación jurídica que va a ser objeto de litigio. En tal orden de cosas, late en la noción de tales diligencias la idea central de preparar el juicio posterior, a modo de carga anteprocesal, si se nos permite la expresión, que debe soportar el demandante que pretenda iniciar un procedimiento, en aquellos casos en los que justifique la necesidad de sobrellevar esa carga y deshacerse de ella al obtener la información o documentación requerida. Ciertamente, sucede, en no pocas ocasiones, que quién pretende demandar no tiene la posibilidad cierta de acceder a ciertos datos, documentos, o certezas que sólo le caben a la parte contraria, y sin cuya confirmación la mera insinuación de la demanda se convierte en insondable proposición. Al respecto, la SAP Zaragoza, Sección 2ª, A de 16 de Septiembre de 2002, en su Fundamento de Derecho Segundo, nos enseña que: En otras ocasiones, como aquí tendremos ocasión de analizar, sucede además que la diligencia preliminar se convierte en un escalón necesario para determinar el grupo de afectados y poder establecer, sin género de dudas, el número, calidad y configuración de tal estructura de afectados y así poder igualmente asentar la existencia de intereses colectivos difusos o concretos, cuestión sobre la que también nos detendremos. “Las diligencias preliminares, de naturaleza claramente instrumental respecto del proceso civil que se prepara, permiten a la parte interesada obtener ciertos datos o documentos relativos al objeto de la controversia o a la personalidad y legitimación de la parte contraria, como también a la legitimación activa (art. 256.6 LEC) o a hechos fundamentales para la éxito de la demanda (art. 256.7 LEC), habiéndose declarado reiteradamente en relación con el art. 497 LEC 1881 --lo que es desde 27 luego extensible al art. 256 LEC 1/2000--, que aun cuando la enumeración que contiene queda limitada a los supuestos que contempla, su interpretación debe hacerse de modo flexible, comprendiendo cuantas situaciones puedan integrarse en los distintos números del precepto, habida cuenta de la finalidad que lo inspira de preparar un proceso o evitar su interposición”. se congratula con la previsión constitucional de que la función jurisdiccional consiste en juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, resultando, además, que existe la posibilidad de acudir en apelación contra las decisiones del juzgado al sustanciar la oposición. Sobre este tema, y en sede de delimitar vulneración de derechos o conculcación de normativa protectora de datos personales, nos detendremos más exhaustivamente en tal momento, pero resultaba sumamente importante dejarlo apuntado aquí. Esa especial característica de determinación late en Auto de Audiencia Provincial de Madrid, sec. 11ª, A 1-6-2010, que explica con toda claridad la necesidad de precisar qué es lo que se pretende en el juicio posterior, o dicho de modo más preciso, qué tipo de acción es la que se va a impetrar en el acceso a la justicia ordinaria. 2.4.2. Circunstancias concurrentes para la admisión de las diligencias preliminares. Adecuación a la finalidad pretendida. Justa causa. Interés legítimo. Volviendo, pues, a lo citado anteriormente, las diligencias preliminares no serán otra cosa que una acción preparatoria del proceso para lograr datos necesarios para el inicio del posterior procedimiento, acceder a información no disponible para el justiciable, sin cuyo detalle no es posible accionar y, en definitiva, con GARBERÍ LLOBREGAT, con fundamento en posibilitar a quien pretende entablar un proceso el que pueda ejercitar debidamente su derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. El art. 258 LEC dispone la necesidad de realizar un enjuiciamiento previo a la admisión a trámite, a través de la exigencia de adecuación a la finalidad pretendida, así como a la debida acreditación de la concurrencia de los requisitos generalmente exigidos para los institutos procesales que pretenden el logro de medidas, en algún modo, provisionales, tales sean la justa causa y el interés legítimo, debiendo además, establecerse por el Juzgado la caución, que, a modo de fianza, deberá prestar el solicitante de las diligencias a fin de cubrir los gastos que puedan producirse, o reparar de algún modo, el esfuerzo a desarrollar por el requerido para la práctica. Resulta importante precisar, también, que estamos ante un verdadero proceso judicial, en el que con GARBERÍ LLOBREGAT podemos establecer como criterios definitorios del mismo, junto a la determinación de aspectos jurisdiccionales como la competencia en el art. 257 LEC, que intervenga necesariamente la autoridad judicial; que en las diligencias preliminares existe un enjuiciamiento en aras a determinar su procedencia y con objeto de delimitar su práctica si existe oposición; que puede existir una controversia entre las partes de donde nazcan los elementales principios procesales de contradicción; y, finalmente, que en ellas, y en particular, en el asunto concreto que nos tiene en el estudio, que el juez puede desarrollar una ejecución en el marco de las mismas, lo que En primer lugar, en cuanto a adecuación a la finalidad, ya hemos tenido ocasión de mencionar la existencia de un numerus clausus, que, en forma de relación exclusiva, se menciona en el art. 256 LEC. No obstante, debe tomarse esta referencia de numerus clausus en modo flexible. En este sentido el acuerdo acuerdo no Jurisdiccional adoptado por los Magistrados 28 de las Secciones Civiles de la Audiencia Provincial de Madrid, de 23 de septiembre de 2004, lo ha entendido y respaldado, además, la generalidad de la doctrina pretoriana de alzada, y, por todas, es interesante remitirse, por su claridad en la definición, al Auto de la Audiencia Provincial de Cádiz, sec. 2ª, 15-3-2007, que precisa la caracterización de las diligencias preliminares deteniéndose en la finalidad que las mismas persigan, a cuyos efectos, se pronuncia en su Fundamento de Derecho Primero afirmando que, además de ser típicas, en cuanto a su regulación, y por tanto, cerradas en lo que respecta al listado de las mismas. finalidad que se persigue, si hay justa causa e interés legítimo, por cuanto en todo proceso judicial se ejercita un acción y se persigue la depuración o declaración de responsabilidades y obligaciones”. En materia de justa causa, debe precisarse, que la norma se refiere a la acreditación de elementos indiciarios que permitan adverar la justicia de la reclamación que se pretende efectuar. Así, por ejemplo, en Auto de la AP Zaragoza, Sección 4ª4, de 9 de Abril de 2007, en el que se solicitaba la práctica de la diligencia consistente en exhibición de una carta en la que aparentemente se vertían menciones atentatorias contra el honor de terceros, la resolución establece la desestimación de la propuesta aludiendo a que el solicitante ni siquiera aporta las menciones periodísticas que habían dado difusión a la mencionada carta en los medios de comunicación, por lo que no encuentra la justa causa que permita ordenar la entrega. Junto a la finalidad, o precisamente, en razón de la misma, como hemos visto se exige también ex lege que se realice una referencia circunstanciada al asunto objeto del juicio que se quiera preparar de modo que el órgano judicial pueda conocer el objeto del futuro proceso que se pueda o se vaya a preparar. Y, en lo atinente al interés legítimo, encontramos tal mención, entre otros en el Auto de la Audiencia Provincial de Madrid Sección 28ª, de 25 de Septiembre de 20085, que reconoce interés legítimo a la Sociedad General de Autores para reclamar de una mercantil cierta documentación contable para adverar el cumplimiento de sus obligaciones en relación con la Ley de Propiedad Intelectual, y deniega tal interés legítimo en quien no acredita ser socio de una mercantil en Auto AP Vizcaya, Sección 5ª, A de 26 de Mayo de 20056. Sobre que sea esa referencia circunstanciada, GARBERÍ LLOBREGAT1 la entiende en el seno de la instrumentalidad del instituto de las diligencias preliminares para la preparación del juicio ulterior, en la medida que el justiciable disponga de todos los elementos de juicio para fundamentar su pretensión. Y la doctrina de alzada la concreta en la determinación concreta y precisa del futuro proceso. Así, en sentido contrario a la determinación, se pronuncia el Auto AP Cuenca, de 16 de Octubre de 20072 y en torno a la concreción de la solicitud el preciso pronunciamiento contenido en Auto AP Toledo, Sección 2ª, de 26 de Septiembre de 20053, a cuyo tenor, se aclara que, en la determinación del juicio “no basta una vaga y genérica indicación de que se pretenden ejercer acciones legales o de que se trata de depurar responsabilidades, pues estas expresiones son imprecisas y genéricas y nada aclaran para valorar si la petición es adecuada a la 2.4.3. Competencia En relación con la competencia, tratando de la territorial, se establece en el artículo 257 LEC un criterio general de referencia al domicilio del requerido para realizar la acción que se reclama de exhibición, interrogatorio u otra, lo que, prima facie, viene a tener relación con las previsiones del art. 50 y siguientes de la misma Ley Rituaria, en el sentido de determinar como fuero general de las personas físicas para las acciones ínsitas en el ámbito de la norma el del domicilio del demandado, precisando, a 29 este respecto que si el demandado no tuviere residencia en el territorio nacional, habrá de resultar competente el de su residencia en el territorio. el art. 258.3 LEC dispone que si por plazo de tres días no se procediere a prestar la caución establecida en el auto, el Secretario Judicial procederá, mediante Decreto, a declarar archivadas las actuaciones. 2.4.4. Procedimiento El auto, en definitiva, que resuelva la práctica de las diligencias preliminares, dispondrá el modo en que deberán practicarse las mismas, lo cual debe ponerse en íntima relación con lo dispuesto en el art. 261 LEC con respecto a la negativa injustificada a la práctica de tales diligencias, sobre lo que posteriormente tendremos ocasión de detenernos. Al procedimiento se consagran los artículos 258 y siguientes de la Ley de Ritos, una vez determinado el marco material y formal que debe regular la práctica de las diligencias preliminares. A este respecto, sin perjuicio de las menciones ya realizadas a lo dispuesto en el art. 258 LEC sobre la valoración jurisdiccional que debe hacerse en torno a la precisión del demandante sobre el futuro proceso que pretende iniciar, la justa causa que lata en la solicitud y el interés legítimo de quien pretenda ejercitar tal acción procesal, el artículo nos afirma que el órgano judicial encargado de conocer de la solicitud tendrá en su mano discernir la práctica de las mismas realizado que sea el juicio de ponderación al que nos acabamos de referir. En sede de realización práctica de las diligencias, la norma procesal afirma, además, la posibilidad de acudir a la oficina judicial asistidos de experto que actuará a costa del solicitante, a fin de que éste pueda revisar la información facilitada, o asista a la toma de manifestación, y su opinión pueda quedar reflejada en el correspondiente acta que recoja la celebración de la práctica. Claramente, además, y siempre en referencia a diligencias referidas a propiedad intelectual e industrial, y no a otras, se establece en el art. 259, en sus apartados 3 y 4, de una parte, que el interrogatorio de quienes hayan vulnerados materias reservadas de la propiedad intelectual o industrial se pueda practicar a puerta cerrada, y así también que la información obtenida pueda ser utilizada sólo y exclusivamente para los fines de la tutela jurisdiccional de los derechos de propiedad industrial o intelectual, con prohibición de divulgarla o comunicarla a terceros. La resolución judicial que se dicte para resolver la controversia tomará forma de auto. Así debe ser en atención a las prevenciones del art. 206 Regla 2ª LEC, que envía a los autos las decisiones judiciales que se refieran a la admisión o inadmisión de demandas, o las que pongan fin a una instancia o recurso antes de que concluya su tramitación ordinaria, lo que, en definitiva, viene también a reforzar el carácter esencial y exclusivamente jurisdiccional que tienen las diligencias preliminares y abre, exclusivamente para el caso de la desestimación de su práctica, el recurso de apelación, tal como dispone el art. 258.2 in fine. A este mismo tenor responde que el legislador haya querido dotar a estas precauciones, y reiteramos exclusivamente para los casos de las Reglas 7ª y 8ª del art. 256.1 LEC, con la facultad añadida de solicitar del tribunal la declaración del carácter reservado de las actuaciones, a fin de garantizar la protección de los datos e información que tuvieran carácter confidencial. En la resolución que acuerde las medidas deberá precisarse, además, la caución que deba prestar el instante a fin de sostener los gastos que puedan producirse por la práctica de las diligencias, tal como determina el art. 256.3 LEC, y así también, 30 La admisión inicial de la práctica de las diligencias preliminares no va a impedir, en todo caso, que la requerida para tal práctica pueda oponerse aduciendo los argumentos que, en relación a la adecuación de las diligencias solicitadas, la justa causa o el interés legítimo se tengan por convenientes para cada caso. El plazo para oponerse será de cinco días y empezará a contar desde aquel en que se produjera la citación para la práctica de las diligencias preliminares. posición a la sostenida por el instante y, por otra parte, fundando con las alegaciones correspondientes la posición mantenida de que el solicitante no cumpla con los requisitos exigidos legalmente. La oposición, así planteada, en escrito depositado en el Juzgado, y del que se dará traslado a la instante, se sustanciará, finalmente, en una vista. La práctica de prueba se desarrollará con arreglo a la remisión que hace el art. 445 LEC a lo dispuesto con carácter general en materia de procedimiento ordinario. No establece la norma procesal el modo en que deba verificarse la oposición. Ciertamente no se aclara si la oposición deba despacharse a modo de demanda, con relación de hechos y fundamentos jurídicos por los que se nieguen a las pretensiones deducidas de contrario. Finalmente, el tribunal ha de resolver mediante auto si considera justificada o injustificada la solicitud. En materia de costas judiciales, la norma no esclarece qué ha de suceder si se estima injustificada la solicitud, o dicho de otro modo, si se encuentra justificada la oposición. En todo caso, el art. 260.3 LEC impone la obligación de imponer las costas a quien se opusiere injustificadamente a la práctica de las diligencias preliminares, sanción que no aclara corresponda también a quien las solicitare injustificadamente, cuestión por tanto controvertida en la misma medida que ADICAE ha resultado en alguna ocasión condenada al pago de tales costas aun cuando legalmente parece no encontrar acomodo esta decisión. Todo ello guarda conexión igualmente con la indefinición que mantiene el art. 256.1 LEC al meramente señalar como enunciado que “Todo juicio podrá prepararse…” por medio de una “petición”, sin que tampoco se aclare el contenido que deba tener ésta. Por ello, nos inclinamos por creer que resulta necesario abordar la solicitud a modo de demanda en la que, siquiera que de forma sucinta como nos enseña el art. 437 LEC, de una parte, se relaten los diligencias que se pretende practicar, y, por otro lado, la solicitud se apoye en la correspondiente fundamentación jurídica en la que se ponga de manifiesto el cumplimiento de los requisitos tantas veces mencionados. Así también, de una interpretación excluyente de las prevenciones del art. 23 LEC, nos inclinamos igualmente a pensar que resulta preceptiva la representación del instante por Procurador debidamente habilitado, y la asistencia de Letrado en ejercicio. 2.4.5. Conflictos entre la LEC y la protección de los datos de los clientes de las entidades financieras. La cuestión del consentimiento para la cesión de los datos. Las excepciones normativas y la posición de la jurisprudencia constitucional. Por ello, la oposición que se formule a la práctica de las diligencias preliminares debe tener, en contraposición, y en directa relación con los más elementales principios procesales de contradicción, la misma estructura con forma de demanda, relacionando los hechos con contraria El derecho a la intimidad forma parte intrínseca de los textos constitucionales desde los albores de nuestro tiempo. En la dogmática constitucional, el derecho a la intimidad queda encuadrado en el marco de los derechos fundamentales que 31 atienden a la esfera privada del individuo y, como tal, así queda también reflejado en nuestro texto constitucional al encuadrarse en el grupo de derechos que mayor protección reciben, lo que garantiza atención preferente y sumaria de los tribunales ordinarios y posibilidad de solicitar amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional. cual quedó sin efecto por la derogación que de la misma hizo la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal (LOPD). En sede de jurisprudencia constitucional la STC, 292/2000, de 30 de noviembre de 2000 resulta un corpus dogmático de especial trascendencia para poder conocer los contenidos y efectos del derecho a la protección de datos de carácter personal. La esencia de este derecho responde a la necesidad de protección de un ámbito privado de la propia persona, que queda resguardado de la entrada de terceros, a salvo de que cada individuo decida, en libertad, compartir ese ámbito. La sentencia se detiene, en primer lugar, en analizar los contenidos del mandato constitucional recogido ex. art. 18.4 CE, y considera estar en el mismo ante la denominada “libertad informática”, entendiendo por tal “un instituto de garantía de los derechos a la intimidad y al honor y al pleno disfrute de los restantes derechos de los ciudadanos que, además, es en sí mismo un derecho o libertad fundamental, el derecho a la libertad frente a las potenciales agresiones a la dignidad y a la libertad de la persona provenientes de un uso ilegítimo del tratamiento mecanizado de datos, lo que la Constitución llama la informática", lo que se ha dado en llamar "libertad informática" (FJ 6, reiterado luego en las SSTC 143/1994, FJ 7, 11/1998, FJ 4, 94/1998, FJ 6, 202/1999, FJ 2) (…) La llamada "libertad informática" es así derecho a controlar el uso de los mismos datos insertos en un programa informático ("habeas data") y comprende, entre otros aspectos, la oposición del ciudadano a que determinados datos personales sean utilizados para fines distintos de aquel legítimo que justificó su obtención (SSTC 11/1998, FJ 5, 94/1998, FJ 4)”. En este contexto, debemos situar la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, que nacida al calor del reconocimiento constitucional del derecho a la intimidad, suponía un avance de importante calado en la protección del derecho, definiendo su contornos de modo más concreto, y, en todo caso, en lo que aquí interesa, descartando considerar intromisiones ilegítimas en la intimidad del individuo aquellas “autorizadas o acordadas por la autoridad competente de acuerdo con la Ley”. A mayores de lo anterior, tempranamente, el Tribunal Constitucional comenzó igualmente a tratar sobre este tema, en especial sobre lo que aquí interesa, en relación al secreto bancario, por todas en su STC 110/1984, señalando características que, con el tiempo, han ido centrando el contenido principal del derecho a la protección de datos. A juicio del Poder Corrector, el derecho fundamental a la protección de datos, separándose del derecho a la intimidad, tiene una naturaleza preactiva, en el sentido de que permita a su titular imponer a terceros ciertas conductas tendentes a impedir la intromisión ilegítima que debe establecer la Ley mediante el desarrollo normativo del derecho o regulando su ejercicio. LOS PRINCIPIOS DEL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES Y LA NORMATIVA DE APLICACIÓN. ESPECIAL REFERENCIA A LA STC 292/2000 Y LO 15/99 La tendencia antes avanzada tuvo su hito normativo inicial con la aprobación de la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de regulación del tratamiento automatizado de los datos de carácter personal (LORTAD), la 32 El derecho a la protección de datos, en el modo considerado por la Magistratura Constitucional se convierte así en generador de facultades para el individuo, que, frente al derecho del art. 18.1 (intimidad) aquí dispone de lo que el TC denomina “poder de control sobre sus datos personales, sobre su uso y destino, con el propósito de impedir su tráfico ilícito y lesivo para la dignidad y derecho del afectado”. Pero también se enriquece con la encomienda a los poderes públicos para que extremen sus cautelas en torno a la divulgación de datos sin las debidas garantías, así como imponiéndoles el deber de prevenir los riesgos de accesos indebidos, lo que se hará extensivo a cualesquiera interesados que participen en el tratamiento de los datos. intereses constitucionalmente relevantes, siempre que el recorte que experimenten sea necesario para lograr el fin legítimo previsto, proporcionado para alcanzarlo y, en todo caso, sea respetuoso con el contenido esencial del derecho fundamental restringido (SSTC 57/1994, de 28 de febrero, FJ 6; 18/1999, de 22 de febrero, FJ 2)”. La LOPD, tras el control constitucional desarrollado por el TC en la sentencia anteriormente mencionada, quedó, pues, depurada de preceptos contrarios a la Norma Fundamental y así establece en su artículo 1 que su objeto, es “garantizar y proteger, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales, las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas, y especialmente de su honor e intimidad personal y familiar”. El argumento se completa en la medida que el Alto Tribunal analiza también la necesidad de que el afectado tenga conocimiento, en todo momento, de quiénes son y para qué tienen sus datos, ampliando la clasificación de los mismos para incluir en tal derecho datos no especialmente sensibles, sino todos los que se sitúen en la esfera privada del individuo. Y su ámbito material, conforme establece el artículo 2 alcanza a los “datos de carácter personal registrados en soporte físico, que los haga susceptibles de tratamiento, y a toda modalidad de uso posterior de estos datos por los sectores público y privado”, en su consecuencia, la aplicación de la norma llegará a todo tipo de ficheros, con las exclusiones que se citan en el mismo precepto, atinentes a meros datos contenidos en soportes para uso personal, materias clasificadas y otras referidas a terrorismo, y siempre con el criterio central de no incluir entre los protegidos a las personas jurídicas. En todo caso, la doctrina constitucional reafirma el criterio de que haya de seguirse una normativa que contenga garantías estrictas que eviten un uso inadecuado de los datos que suponga una intromisión en la vida privada del individuo, siempre en torno al respeto de los poderes de disposición y control del mismo sobre sus datos. Así tras una prospección en el marco del concepto de unidad constitucional, el Tribunal Constitucional remarca que, en todo caso, los límites del derecho pueden ser restricciones del contenido del mismo o restricciones del ejercicio de tal derecho. Estamos, pues, ante la protección de cualquier información concerniente a personas físicas identificadas o identificables, tal como la misma norma define ex. art. 3 a). Por todo lo anterior, viene en concluir que, con carácter general, y en el caso de este derecho fundamental, a fin de proscribir la arbitrariedad en el tratamiento o cesión de datos, de igual modo: “Los derechos fundamentales pueden ceder, desde luego, ante bienes, e incluso La Ley reconoce, además, en su articulado un conjunto de principios, a saber: calidad de los datos; derecho de información en la recogida de datos, consentimiento del afectado, explicitación de los datos especialmente protegidos, los datos sanitarios, la seguridad de los datos, el 33 deber de acceso, la comunicación de los datos, y, el acceso a los datos por cuenta de tercero. El consentimiento, en el mismo sentido que es prestado por el afectado, igualmente puede ser revocado, existiendo causa justificada para ello, y sin que se le atribuya por la normativa efectos retroactivos. Estos principios, en opinión compartida por nosotros con CALVO ROJAS se sitúan en la norma como criterios informadores de todo el régimen normativo de la protección de datos como en su condición de elementos vertebradores en la tipificación de las diferentes infracciones. En cuanto a la cesión de datos, entendida ésta como una revelación de datos a terceros, sólo podrá producirse para el cumplimiento de fines directamente relacionados con las funciones legítimas del cedente y del cesionario con el previo consentimiento del interesado. EL CONSENTIMIENTO DEL INDIVIDUO EN LA NORMATIVA DE DESARROLLO CONSTITUCIONAL Y Consentimiento, además, que el afectado debe prestar conociendo inequívocamente la finalidad a la que se destinará la cesión de los datos y el tipo de actividad que desarrolle el cesionario, previéndose que, en caso contrario, que el consentimiento será nulo. LEGAL Centrándonos, pues, ya, en el consentimiento, y entendido éste en el marco de los poderes de disposición y control a los que se ha referido el Tribunal Constitucional, la LOPD define el consentimiento, en su art. 3.h) como “toda manifestación de voluntad, libre, inequívoca, específica e informada, mediante la que el interesado consienta el tratamiento de datos personales que le conciernen”. ADICAE EN EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. LA OPINIÓN JURISPRUDENCIAL Y LOS EFECTOS CONCRETOS EN LAS DILIGENCIAS PRELIMINARES: STC 96/2912 Hemos visto ya la posición adoptada por el Tribunal Constitucional, en cuanto a establecer con precisión los contenidos y efectos del derecho a la protección de los datos personales. Debemos, pues, precisar, en torno a la norma, la influencia del consentimiento en la protección de los datos personales, atendiendo al tratamiento y la cesión de estos datos. En supuestos concretos, además, la Magistratura Constitucional ha refrendado estos criterios, en una amplia casuística, por todas en STC 70/2003, en la que se trata sobre la libertad sindical en contraposición con el derecho a la protección de datos personales, viene afirmando que "ningún derecho, ni siquiera los derechos fundamentales, es absoluto o ilimitado. Unas veces el propio precepto constitucional que lo consagra ya establece explícitamente los límites; en otras ocasiones, éstos derivan de la necesidad de preservar otros derechos o bienes constitucionalmente dignos de tutela (TC SS 11/1981, de 8 de abril EDJ1981/11 , 2/1982, de 29 de enero EDJ1982/2 , 91/1993, de 15 de marzo EDJ1993/2595 , 110/1994, de 11 de abril EDJ1994/3099 , 52/1995, de 23 de febrero EDJ1995/452 , 37/1998, de 17 de febrero". Entendemos así el tratamiento como las operaciones destinadas a integrar ciertos datos en ficheros por un operador, mientras que la cesión ha de resultar la traslación de esos datos a terceros, ya veremos, según y en qué condiciones. Al respecto del tratamiento, el art. 6.1 LOPD dispone la necesidad de que el consentimiento se preste por el afectado de modo “inequívoco”, “salvo que la ley disponga otra cosa”. El consentimiento se referirá, pues, tanto a un tratamiento o tratamientos concretos y la formación de ese consentimiento viene determinado expresamente en el Reglamento de desarrollo de la LO 15/1999 de 13 Dic., protección de datos de carácter personal. 34 El argumento no deja lugar a dudas en cuanto a la ponderación de los intereses en juego, y así la Magistratura entiende que: “(…) La libertad sindical no constituye, evidentemente, una excepción a esta regla (STC 81/1983, de 10 de octubre, 94/1995, de 19 de junio, 127/1995, de 25 de julio), por lo que corresponde ponderar los intereses enfrentados y en atención a las circunstancias concurrentes, determinar qué interés merece mayor protección. Y en esta ponderación de intereses, un elemento a tener en cuenta es el ámbito de la difusión de la información contenida en el boletín informativo. Si la difusión se ha limitado estrictamente al ámbito de la empresa o centro de trabajo que es precisamente la esfera que faculta el artículo 8 de la Ley de Libertad Sindical para tener derecho a la información sobre cuestiones que afectan a los trabajadores derivadas de la actividad sindical”. Sin embargo, la práctica jurisdiccional ha resultado absolutamente incoherente, pues el resultado obtenido difiere de unos procedimientos a otros, ocultando todo lo posible, cuando no laminando, el instituto procesal de las diligencias preliminares. En el asunto ADICAE vs. Deustche Bank, el Juzgado de Primera Instancia número 71 de Madrid, interpretó en su Auto de 28 de enero de 2009 que no concurría justa causa ni interés legítimo, aduciendo para ello que: “ Se pretende la obtención de la identificación de los clientes de Deutsche Bank afectados por determinados productos financieros de Lehman Brothers Holding Inc., comercializados por Deutsche Bank, Sociedad Anónima Española, así como la obtención de datos personales de los mismos protegidos por la Ley de Protección de Datos Personales 15/99, de 13 de diciembre, que en sus artículos 1 y 2 señala el objeto y ámbito de la Ley. La finalidad del solicitante es la de disponer de una información confidencial a fin de preparar el juicio para sus eventuales futuros clientes a los que podrá intentar captar como posibles miembros de la asociación, lo que pone de manifiesto un interés no legítimo al tener acceso a una información protegida y reservada respecto de las personas que contrataron productos financieros de Lehman Brothers Holding Inc., comercializados por Deutsche Bank, Sociedad Anónima Española”. Tenemos, pues, como punto de partida necesario la ponderación de los intereses en juego y, con ello, podemos realizar un repaso de la más reciente doctrina de alzada sobre la materia, principalmente impulsada por ADICAE. En torno a las acciones promovidas por ADICAE para la defensa de los intereses económicos de los tenedores de productos tóxicos de Lehman Brothers comercializados por algunos bancos con licencia en España, y atendiendo a determinadas variables de la entidad norteamericana, o bien directamente mediante la comercialización de deuda, el equipo jurídico de la Asociación articuló una solicitud de corte general, adaptada para los casos concretos en que se pretendía accionar, acompañando a la misma documentación que, prima facie, era suficiente a los efectos de justificar adecuadamente el proceso que se pretendía ventilar a posteriori, acreditando el interés legítimo, y formulando con claridad sus deseos de iniciar acciones en las que habrían de intervenir, en su día, un conjunto de usuarios determinados o de fácil determinación, cuáles habrían de ser aquellos que hubieran contratado los productos a los que hemos hecho mención más arriba. A nuestro parecer la resolución judicial adolecía de una insuficiente formación de criterio de base para poder evaluar eficazmente cuál fuera el objetivo que latía en la solicitud, que no era otro, empero, que realizar el llamamiento a que obliga la propia Ley Procesal ex. art. 15.2, y sobre el que nos hemos extendido ampliamente en este estudio. Por ello, la apelación se formuló en el sentido de precisar expresamente que sin tener acceso a los listados no podría salvarse el requisito procesal del llamamiento, lo que, a la postre, se revelaría como causa de indefensión de la Asociación y/o de sus asociados. 35 No debe olvidarse, a este respecto, la obligación que contraen los Juzgados y Tribunales, ex. art. 7.3 LOPJ de proteger “los derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión”, reconociendo para la defensa de estos intereses colectivos a las entidades que resulten legalmente habilitadas para ello. Provincial de Barcelona de 29 de julio de 2010 son rechazados de plano por ADICAE al estimar que incurre en errores de prisma que son los que le llevan a alcanzar una conclusión equivocada. De una parte, la Audiencia señala que no puede entenderse que en la mención que realiza el art. 256.1.6º LEC de que el tribunal adoptará todas las medidas para llevar a efecto la averiguación de los integrantes del grupo, pueda encuadrarse la cesión de los datos si antes no recaba el consentimiento. Esa principal razón, unida, desde luego, a la general tendencia de protección a los sectores débiles en la contratación, talón de Aquiles en la moderna consideración jurisdiccional, estimamos que fue el argumento que acogió el Auto de la Audiencia Provincial de Madrid, sec. 19ª, de 13 de mayo de 2009, primando la cesión sobre el consentimiento. Ciertamente, es llamativa la conclusión pues no vemos cómo pueda procederse a determinar la averiguación de los afectados, de todos los afectados, si previamente hay que solicitar el consentimiento de todos ellos, lo que vendría a dilatar sine die la conclusión de un proceso que se pretende ágil y rápido con objeto de lograr la paralización de conductas contrarias a la buena fe contractual, el equilibrio inter partes y la debida proporción en la contratación. Ciertamente, se puede discutir con respecto a la redacción, si, con la publicidad inserta en medios de comunicación, o con llamamientos a través de las redes asociativas, sería bastante para tener por cumplido el requisito, adelantando desde ya, que tal cosa sería impensable, a los meros efectos de poder constatar que la intención de presentación de la demanda haya llegado a todos los interesados, o bien si es necesario abundar en una comunicación personal, por medio de la cual se acredite haber dado cumplimiento al requisito. El precepto, lisa y llanamente, perdería todo su sentido, como hemos visto que sostiene la Audiencia Provincial de Madrid. Bien lo saben las entidades que estirando el argumento han tratado de burlar las prevenciones legales, de modo y manera que, ya podemos aventurar que si ahora se oponen por el consentimiento, luego lo harán por la imposibilidad de tener a todos sus clientes por consentidos. Y así, pues, ¿cómo comunicar sin tener posibilidad de acceder a los datos? Un ejemplo de prácticas exóticas, que desestima la Superioridad, lo encontramos en la SAP Audiencia Provincial de Madrid, sec. 20ª, de 8 de julio de 2010, que desestima una pretensión de AUSBANC CONSUMO con relación a los envíos que pretendía ésta que realizara una entidad bancaria para anunciar a sus clientes que la citada organización pretendía interponer una acción contra la misma, facilitando número de teléfono y correo electrónico de ésta. A este respecto, el Auto del Juzgado de lo Mercantil número 6 de Barcelona, de fecha 17 de diciembre de 2009, en un supuesto muy similar al inicialmente mencionado con Deutsche Bank, y el Auto de la Audiencia Pero, además, la sentencia induce a confusión en la medida que la opinión contenida en ella admite la duda, al afirmar que no existe una previsión por ministerio legal que permita pensar que la LEC autorice, por esta vía, la cesión de los datos sin el consentimiento de los afectados por la vía del artículo 11.2.d), LOPD, esto es, cuando el destinatario sea el juzgado o tribunal por considerar que el destinatario es ADICAE. Tendría sentido empezar a preguntarse realmente ¿quién es el destinatario?. 36 Conclusión Hemos dicho a lo largo de todo este estudio que estamos ante un verdadero procedimiento amparado por la normativa procesal civil. Así es la opinión de la escasa doctrina que se ha ocupado del tema, pero así también tal es la opinión sostenida por la doctrina de apelación. Anticipar el consentimiento del afectado, en tal sentido, significaría precisar, por adelantado, un juicio que realiza el perjudicado sobre su afectación o no, que, ciertamente, no es lo que quiere el precepto, pues éste sólo pretende determinar el número y determinación de los sujetos afectados. Unirse a la posterior demanda es el otro requisito en el que encontraríamos el eslabón que cerraría la cadena. Esto es, comunicar a los posibles afectados la iniciación de un procedimiento debe relacionarse con la facultad de éstos posibles afectados de sumarse o no a la posterior demanda, lo que, desde luego, es una prerrogativa individual de cada uno, que, a la luz de su situación, podrá valorar la pertinencia o no de accionar contra la entidad. Coartar, ab initio, la facultad de decidir es privar al sujeto de su eventual tutela judicial efectiva, que, entendemos, que no consiste en tener resoluciones favorables, pero sí comprende el derecho a tener resoluciones favorables. Por tanto, si lo que se quiere es evitar intromisiones ilegítimas en la esfera personal del individuo, por supuesto que tal cosa está proscrita en la normativa y parece desprenderse del dictado de la Ley de Ritos, pues no ha de considerarse ilegítimo dar cuenta a los perjudicados o posibles perjudicados de que se pretende iniciar una acción colectiva en defensa de intereses concretos. Lo otro, como se ha dicho, sería privarles de tal conocimiento, por lo que, no dispondrían de tal información y no se perfeccionaría su derecho a la tutela judicial efectiva. 37 3. Hacia una acción colectiva realmente eficaz: Propuestas y medidas de aplicación inmediata En este sentido, de una forma resumida, ADICAE realiza las siguientes propuestas para mejorar la efectividad de la acción colectiva en favor de los consumidores ante los abusos financieros y otros: a) Reconocimiento automático de la capacidad de ADICAE y otras asociaciones de consumidores más representativas para liderar y abanderar acciones colectivas de todo tipo dada su condición de asociación de consumidores más representativa b) Penalización e imposición de costas ante aquellas estrategias de las entidades finacieras (presentación de recursos, etc.) tendentes a dilatar claramente el resultado del procedimiento c) Modificación de la normativa procesal que permita acumular ant los juzgados mercantiles, las acciones de cesación, de condiciones generales de la contratación a otras de consumo, e incluso a otras de nulidad contractual si se trata de contratos o prácticas sustancialmente idénticas. d) Fijación de criterios que permitan suavizar la colisión entre el derecho a la protección de datos con otros bienes constitucionalmente protegidos, en especial el derecho a una tutela judicial efectiva y colectiva ante los abusos financieros e) Respecto a los medios materiales y económicos de los Juzgados - Formación específica en el cuerpo judicial de la materia de consumo, en especial de los aspectos procesales de la acción colectiva para conseguir una mayor eficacia y dinamismo de la misma -Dotar de medios y procedimientos sumarios a los procedimientos judiciales en los que se ejerzan acciones colectivas por parte de los consumidores. 38