la revolución militar - Rodrigo Cantu

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G EO FFR EY PARKER
LA REVOLUCIÓN MILITAR
La s in n o v a c io n e s m ilita re s y el a p o g e o
d e O c c id e n te , 1500-1800
Traducciôn castellana de
ALBERTO PIRIS
EDITORIAL CRITICA
BARCELONA
INTRODUCCIÓN
«Este es —escribió cn 1641 Fulvio Testi, poeta italiano— el si­
glo dei soldado.» Pero <,qué siglo de la historia europea no lo ha
sido? Es muy difícil encontrar un decenio. antes de 1815. en el que
al menos no tuviera lugar una batalla. Entre los anos 7(K) y 1000, las
crónicas occidentals subsistentes raramente citan un ano en el que
no se iniciaran hostilidades en alguna parte, y los tiempos de guerra
sobrepasan a los de paz en una proporción de cerca de 5 a I. En el
siglo xvm. además, sólo hubo dicciséis afios durante los que el con­
tinente estuviese totalmente en paz.1 Pero en medio de esta apa­
rente homogeneidad. los comienzos de la Edad Moderna destacan
como desusadamente belicosos. En el siglo xvi hubo menos de diez
anos de completa paz; en el xvn sólo hubo cuatro. Según un mo­
derno estúdio sobre la incidência de la guerra en Europa, los anos
comprendidos entre 1500 y 1700 fucron «los más belicosos en lo re­
lativo a la proporción de anos de guerra (95 por 100). frecuencia de
las guerras (casi una cada Ires anos) y promedio anual de duraeión.
extensión c intensidad de las guerras». Durante el siglo xvi. Espa­
na y Francia raras voces estuvieron en paz; durante el xvn. el Impé­
rio otomano, la Austria de los Habsburgo y Suécia estuvieron en
guerra dos de cada tres anos. Espana. Ires de cada cuatro. y Polonia
y Rusia. cuatro de cada cinco.2
Las recientes explicaciones de esta desusada propensión al
conflicto armado se han centrado casi siempre en torno a la idea
de una «revolución militar» a comienzos de la Europa moderna.
Este concepto fue examinado por vez primera (y bautizado) en
una deslumbrante conferencia inaugural pronunciada en enero de
1955 por Michael Roberts en la Queen's University de Belfast, ti­
tulada «La revolución militar. 1560-1660». Se identificaron como
críticas cuatro modificaciones en el arte de la guerra durante este
período. La primera fue la «revolución táctica». la sustitución de la
PARKIR
IK
LA REVOLUCIÓN MILITAR
lan/a y la pica por la flecha y el mosquete, cuando los caballeros
fcudales fueron abatidos por los proyectiles de arqueros y fusileros
actuando en masa. Junto con esta innovación hubo un marcado
aumento dei tamafto de los ejércitos en toda Europa (donde las
fuerzas armadas de vários Estados crecieron diez veces entre 1500
y 17(X)) y aparecieron estratégias más ambiciosas y complicadas,
para poder poner en acción a estos ejércitos mayores. En cuarto y
último lugar, la rcvolución militar de Robcrts acentuo enormemente la rcpercusión de la guerra en la sociedad: los mayores cosles. los mayores dafios infligidos y las mayores difieultades admi­
nistrativas causadas por los acrecentados ejércitos hicieron que la
guerra se convirtiese en una carga mayor y en un problema más di­
fícil que antes, tanto para las poblaciones civiles como para sus gobernantes.
Hubo, como es natural, muchas otras innovaciones a princípios
dei moderno arte de la guerra, como fueron la aparición de la educación militar especializada y de las academias militares, la articulación de las leyes positivas de la guerra, y el nacimicnto de una
abundante literatura sobre el arte de la guerra, pero los factores
que Roberts considero como de evolución csencial fueron la lácti­
ca, el tamano de los ejércitos, la estratégia y las repercusioncs.
Como muchas otras conferencias inauguralcs, esta nueva aportación hubiera sido inmediatamente olvidada, si sir Gcorge Clark,
en sus «Conferencias Wiles» de 1956, en Belfast, no hubiera sin­
gularizado esta idea, alabándola especialmente como la nueva or­
todoxia.3 Durante los dos siguientes decênios casi todos los trabajos sobre comienzos de la Europa moderna que hacían alusión a la
guerra incluían uno o dos párrafos en los que se repctfan abundan­
temente los razonamientos de Roberts. Pero desde 1976 han apa­
recido algunas discrepâncias. Se ha sugerido que Roberts prestó
poca atcnción a la evolución naval, que subestimó groseramente la
importância de la guerra de sitio durante el comienzo de la Edad
Moderna, que exagero el efccto de las reformas realizadas en el
cjército sueco bajo Gustavo Adolfo, y que omitió los câmbios, pa­
ralelos pero independientes, producidos en los ejércitos francês,
holandês y de los Habsburgo.4 Todas estas críticas se refieren a las
razones intrínsecas (si así pudiera decirse) de las transformaciones
militares a comienzo de los tiempos modernos, pero también ha
habido una cierta revisión dei análisis de Roberts sobre las amplias
repercusioncs de la rcvolución militar. Algunos escritores poste­
riores han indicado que los graves problemas administrativos y lo-
INTRODUCCIÓN
19
gísticos plantcados por la necesidad de construir más fortalezas y
más barcos de guerra, y de reclutar y equipar más soldados, causaron. en electo, una revolución cn los gobiernos. de la que emergió
en el siglo xviu cl Estado moderno.5
Ante tales objeciones algunos pueden preguntarse si está justi­
ficado hablar siquiera de una «revolución militar»». ^No se habrá
atribuído demasiada homogeneidad, demasiada importância, a
una serie de gradualcs y modestos reajustes hechos para atender
las demandas, siempre variables. de la guerra? Esta cuestión, sin
embargo, se responde fácilmente con sólo comparar lo ocurrido a
comienzos de la Europa moderna con otra «revolución militar» no
puesta en duda. que tuvo lugar unos 2000 aftos antes.
El ocaso de la dinastia Chou en el siglo viu a.C. hizo nacer en
China un gran número de estados fcudales, mutuamente enfrenta­
dos. Entre los anos 770 y 221 a.C. sólo hubo 17 aftos sin hostilida­
des: no en vano los historiadores llaman a esta época la «Era de
los Estados Guerreros». Pero con el tiempo cambiaron radical­
mente la naturaleza. la duración y la intensidad de esas guerras.
Las batallas de los siglos vii y vi a.C.. protagonizadas normalmen­
te por masas enfrentadas de carros, raras veces implicaron a más
de 10.000 hombres; sin embargo, hacia el siglo ui los ejércitos se
habían multiplicado por 10 y el total de las fuerzas armadas de los
principales Estados se acercaba a un millón.6 Como ocurrió a co­
mienzos de la Europa moderna, este enorme crecimiento se rela­
ciono con las innovaciones lácticas: los aristocráticos conductores
de carro, armados con arcos, fucron dejando paso a una compacta
infantería de conscriptos, armada con lanzas y espadas de hierro (y
apoyada por un menor número de arqueros montados). Como es
natural, las transformaciones militares de esta magnitud originaron problemas crónicos de abastecimiento y mando que obligaron
a los Estados beligerantes a reformar su estructura política, de
modo que los gobiernos, en su mayoría, pasaron de ser algo pare­
cido a una amplia corte, con los cargos más importantes ostenta­
dos por los parientes dei soberano o por los nobles más distingui­
dos, a convertirse en Estados autocráticos regidos en nombre de
un príncipe despótico por una burocracia asalariada. cuidado­
samente adoctrinada (desde el siglo v a.C. en adelante) en los
princípios de Confucio y seleccionada cn función de los méritos
entre todas las clases sociales.
Con la ayuda de esta nueva administración pública y debido a
los grandes ejércitos. las guerras se hicieron más largas, menos nu-
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LA REVOLUCIÓN MILITAR
mcrosas pero más decisivas. Entre los anos 722 y 464 a.C. sólo
hubo 38 anos de paz (1 de cada 6), mientras que entre 463 y 221
hubo 38 (1 de cada 2.5); sin embargo, durante este último período
disminuyó constantemente cl número de Estados independientes.
Entre los anos 246 y 221 a.C. el hábil príncipe Cheng de los Ch’in
destruyó los otros seis Estados subsistentes y creó un Império uni­
ficado de quizá 50 millones de habitantes, con un ejército perma­
nente bastante superior a 1 millón de hombres. En todoel Império
se puso en vigor un código penal uniformado y la misma estruetura administrativa; se creó un sistema de carreteras y canales, una
sola moneda y un idioma escrito normalizado; se empezó la primera Gran Muralla de China, que se exliende a lo largo de 3.000 km
de la frontera septentrional. Quizás el monumento mas revelador
dei poder dei primer emperador de China sea su mausoleo, mayor
que las pirâmides de Egipto, construído cerca de su capital. Estaba
custodiado por un ejército de 6.(XX) figuras de terracota, cuyos di­
versos rostros reflejan la variedad de los tipos étnicos que abarcaba el Império, pero cuyos uniformes normalizados (con insígnias
de colores codificados para identificar a las unidades) y armas fa­
bricadas en serie testificaban la formidable centralización y eficá­
cia aleanzadas. La «revolución militar» de los Ch'in estableeió un
sistema que perduró, eon notable invariabilidad, durante dos milê­
nios.7
Es sorprendente la semejanza entre esta sucesión de hechos y
la revolución militar europea. Las dos implicaron un enorme crecimiento numérico, un cambio profundo en la láctica y la estratégia
y una mayor rcpercusión de la guerra sobre la sociedad. Ambas
exigieron. adernas, profundos câmbios en la estruetura y critérios
de actuación de los gobiernos. Si se admite que una de ellas constituyó una revolución, lo mismo debe hacersc eon la otra. Hay que
reconocer que las transformaciones a princípios de la moderna
Europa no hicieron nacer un sistema militar que perdurase. más o
menos invariable, vários siglos. pero, por otra parte, aquéllas no
sólo transformaron la forma de guerrear en la metrópoli, sino que
acelcraron de un modo decisivo cl avance de la expansión europea
en ultramar. La superior organización militar de los Ch'in les permitió conquistar toda China; la de Occidente le permitió, al paso
dei tiempo, dominar todo el mundo. Esto se debía a que, en gran
medida, el engrandecimiento de Occidente dependia dei ejercicio
de la fucrza. dei hecho de que el equilíbrio militar en ultramar en­
tre los europeos y sus adversários se inclinaba ininterrumpidamen-
INTRODUCCIÓN
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tc a lavor de aquéllos, y es la tesis de este libro el que la clave dei
êxito Occidental en la creación de los primeros impérios verdaderamente globalcs, entre 1500 y 1750, residia precisamente en aquellos perfeccionamientos de la capacidad de hacer la guerra que han
sido denominados «la revolución militar». Es esta mi principal juslificación para someter todo este asunto a un nuevo escrutínio.
De modo que este libro no es, ni pretende serio, una historia
general dei arte de la guerra a comienzos de la Edad Moderna.
Los que buscasen aqui un estúdio de las repercusiones de la guerra
sobre la sociedad. dei «coste» de la guerra para las sociedades que
la hacen, de la literatura sobre los limites de la guerra, o de las re­
laciones recíprocas entre el Estado y el sistema militar que sostiene, quedarían desilusionados. lodos estos asuntos, sin embargo,
están admirablemente tratados en otros libros.” Por el contrario,
yo me he dedicado al estúdio de los elementos de la historia mili­
tar curopca que arrojan luz sobre un problema distinto: t.qué hizo
exactamcnte Occidente, que era al principio tan pequeho y defici­
tário en la mayoría de los recursos naturales, a fin de compensar
estas deficiências por medio de su superioridad en cl poder militar
y naval?
Mi narración comienza con una revisión de las diversas formas
en que los europeos hacían la guerra en los siglos xvi y xvu, puesto que la rápida difusión de las armas de fuego transformo la conducción de las operaciones ofensivas y defensivas, prestando la
debida atención a aquéllos territórios que parecían muy poco
afectados por la revolución militar y tambiên a aquéllos oiros que
se encontraban en su mismo corazón (capítulo 1). Por el contra­
rio. cl capítulo 2 dedica mayor atención a los países más «adelantados». en su mayoría de Europa Occidental, para examinar los
problemas logísticos creados por la aparición de mejores fortificaciones y mayores ejércitos, y ver cómo eran resueltos. Sin embar­
go, la carrera de armamentos entre las diversas potências occidentales se dcsarrolló a la vez por mar y por tierra, y la «revolución
militar» ofrecía a los Estados europeos la posibilidad de extender
sus conflictos mucho más allá de sus propias costas. En un princi­
pio. esta aceleración quedo limitada a enfrentamientos en el mar.
con ataques de una flotilla europea contra otra en el Atlântico
septentrional, el Mediterrâneo, el Caribe y, más adelante, el ocea­
no Índico (capítulo 3). Sin tardar mucho, los europeos en ultra­
mar buscaron aliados indígenas y de este modo trasladaron sus
hostilidades a otros continentes. Llevaron consigo sus nuevos pro-
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LA REVOLUC1ÓN MILITAR
cedimientos militares y, a medida que éstos mejoraban, iban co­
brando supcrioridad sobre todos sus oponentes: sobre los ameri­
canos en el siglo xvi, sobre la mayoría de los indonésios en el
w h , sobre muchos indios y africanos en el xvin. Al final, sólo Co­
rea, China y Japon resist fan a Occidente hasta que la Revolución
industrial en Europa y América forjo algunas nuevas herramientas impériales, como el buque acorazado y el canòn de tiro rápido,
contra las que ni siquiera el Este asiático poseía al principio répli­
ca eficaz (capítulo 4).
Este libro concluye con un breve examen del proceso a través
dei que los cjércitos y las marinas de guerra de los Estados de comienzos de la Edad Moderna se mctamoríosearon cn los de la era
industrial, capaces de imponer (y de conservar durante casi un siglo) la influencia occidental y los modos occidentales de vida en
casi todo el mundo. Esta saga, naturalmente. ha sido bien narrada
por otros, y muy notoriamente por Daniel R. Headrick en The
tools o f empire: technology and European imperialism in the nine­
teenth century, Oxford, 1981. Headrick ha explicado cómo los Es­
tados occidentales acrecentaron sus impérios mundiales desde cer­
ca de un 35 por 100 dei total de la superficie terrestre en 1800,
hasta un 84 por 1(H) en 1914. Su relato constiluye una lectura de
extraordinário interés que no neccsita ser narrada de nuevo. Por
eso, mi objetivo es algo distinto: intento sacar a la luz los médios
principales con los que Occidente adquirió esc 35 por KM) entre
1500 y 18(H).
I. REVISIÓN DE LA REVOLUCIÓN MILITAR
«Hemos de confesar —cscribía en 1590 sir Rogcr Williams, en
su Briefe discourse o f Warre— que Alcjandro. César, Escipión y
Aníbal fueron los más notables y famosos guerreros que jamás hayan existido: sin embargo, téngalo por seguro ... nunca hubieran
conquistado países tan fácilmente si hubiesen estado tan fortifica­
dos como Alcmania, Francia. los Países Bajos y otros lo vienen es­
tando desde sus dias.» Para Williams, jefe con dilatada expericncia
de guerra en los ejércitos espanoles, holandeses c ingleses, la proliferación de un sistema defensivo que era más o menos impenetrable al ataque constituía una radical diferencia entre las guerras de
su época y las de todos los tiempos anteriores. Era opinión de Wil­
liams, y de muchos de sus contemporâneos, que la adopción de
fortificacioncs geométricas, y de las armas de fuego que las hicieron necesarias, había revolucionado tanto el modo de haccr la gue­
rra que nada útil podría aprenderse de los antiguos preceptos.1
Esta opinión tan exagerada, naturalmente, no era aceptada
universalmente. Por cada tratadista militar dei Rcnacimiento que
rechazaba la validez de los cjemplos antiguos había otro que los
ensalxaba. Los textos clásicos se reimprimían y se traducían a menudo —en especial los escritos en las épocas durante las que el im­
pério romano estuvo amenazado de invasión— y sus ideas eran
asumidas y adaptadas a las condiciones dei momento, por benévo­
los teóricos militares como Justo Lipsio.2 Pero tanto los «antiguos»
como los «modernos» estaban de acuerdo en despreciar cl milênio
transcurrido entre la caída de Roma (476) y la de Constantinopla
(1453): la Edad Media era tenida como totalmente desprovista de
ejemplos o paralelismos interesantes. Según Nicolás Maquiavelo,
florentino de princípios dei siglo xvi que lenia notable expericncia
en organización militar, las guerras de las generacioncs inmcdiatamente anteriores habían «comenzado sin miedo, proseguido sin
24
LA REVOLUCIÓN MILITAR
ricsgo y concluído sin perdidas». Escritores posteriores han sido
inducidos por esta y otras manifestaciones a dcsechar a los ejércitos medievales como «simples muchedumbres» que se hallaban
«total y gloriosamente indisciplinadas», y a recha/ar que «los conceptos de ‘mando’ y ‘planificación’ pudieran aplicarse con provecho a la guerra medieval».-1
Pero todo esto carece de sentido. Los ejércitos de la Edad Me­
dia estaban sometidos a la misma tensión entre los procedimientos
ofensivos y defensivos de la que surgen la estratégia y las innovaciones militares. Todos los ingredientes necesarios para el pensamiento estratégico se hallaban presentes, en especial tras la proliferación en Europa Occidental de los castillos de piedra, que se
inicio en el siglo xi, porque dondequiera que se construyesen las
nuevas fortalezas, los mandos militares se veían obligados a au­
mentar sus ejércitos, mejorar la disciplina y prolongar el servido
de sus hombres. y a adoptar una estratégia de desgaste cuidadosa­
mente calculada (quizá durante vários afios seguidos).4 Según la
máxima autoridad en este asunto. «el propósito verdadero de la
actividad militar acabo siendo la toma y la defensa de Ias plazas
fortificadas». Ya en el siglo xil.
un invasor podia controlar un território si lo ocupaba con un ejército; pero si no se apoderaba de las plazas fuertes. su control concluía
al retirarse sus fucr/as. El principal objetivo de un invasor que se
proponía anexionarse territórios era apoderarse de sus puntos for­
tificados. No era entonces, al contrario de ahora. el de destruir o
paralizar las fucrzas enemigas para poder imponer su omnímoda
voluntad al gobernante cuyos territórios atacaba.5
F.n la dinâmica militar entre defensiva y ofensiva, la primera era
claramente predominante. Así pues, por el momento, apenas se
sentia la necesidad de modificar el tipo de las fortificaciones: el es­
tilo vertical dei castillo de Gaillard, construído en el siglo xil. es
clarauiente dei mismo tipo que el castillo de Coucy, dei xiu, la
Bastilla de Paris dei xtv. o los muros dei prior Hepburn que rodcan la catedral de San Andrés, de comienzos dei xvi (lamina 1).
lampoco variaron apenas las operaciones requeridas para tomar
tales plazas. fuese mediante bloqueo, con baterías o al asalto. La
guerra, en los territórios con castillos y ciudades fortificadas, fue
durante largo tiempo un asunto de maniobras, escaramuzas y asedios prolongados.6
REVIS1ÓN DE I-A REVOLUCIÓN MILITAR
25
I. Sl. Andrews in Fife era la sedc del Primado dc Escocia. cuya capital eclesiástica
sc hallaba fucrtcmcntc fortificada en el dccenio dc 1530. Sin embargo, sus muros,
.unique construídos algun liempo despu^s de que en Italia sc hubieran al/adn Ion primcros bastioncs. sc erigicron see un el tradicional principio defensivo «vertical» dc la
Fdad Media, concebido más para evitar cl asalto humano que cl cafloneo de la artillcria.
I
Este punlo muerto se resolvió provisionalmenle en el siglo xv
con la invención de los poderosos cânones de silio. Al principio, la
aparición de uno solo de ellos podia producir la rcndición inmediata de la guarnición: los soldados escoceses dc Bcrwick-uponTweed se rindieron en 1405 Iras un solo disparo de la única bom­
barda inglesa. Es cierio que la contemplación de arrqas como el
«Mons Meg», fundido para el duque de Uorgona en 1449 y actualmente conservado en el castillo de Edimburgo, podia ser aterrori­
zadora: lenia más de tres metros de longitud. pesaba ocho tonela­
das y media y lanzaba un proyectil de piedra de 5(K) mm de
diâmetro (lamina 2).7 Pero armas como estas tenían poco futuro
en Occidcntc. En primer lugar, cran lan voluminosas y poco manejables que requerían ser transportadas por cl agua: sólo podían
26
LA REVOLUCIÓN MILITAR
2. Mons Meg cra una homharda fundida hacia 1440. cn los Países Bajos. para el
duque dc Borgorta. Aunque pesaba más dc 8 toneladas, fuc transportada sin pro­
blemas a Edimburgo, pero m i cmpla/am icnto cn campana resultó más diíícil. En
1497, por cjcmplo. se asignuron u «Mons- 100 operários >• 5 arlesanos. así como un
tiro especial de bueyes. durante la camparia cn Escócia contra Norham (cn la frontera). Una banda dc gaiteros toca ba. mientras el enorme caAón avan/aba majestuosamente por la calle mayor dc Edimburgo, pero justo fucra dc los muros de la ciu*
dad sc rompid, y fueron neccsarios tres dias para reparar la cureAa. Por lo general,
las bombardas sólo se ulili/aban allí donde podían ser transportadas hasta su asem
tamiento por via acuática.
sembrar el terror en ciudades y fortificaciones accesibles por vía
marítima o fluvial. En segundo lugar, había algunas fortiflcaciones
que. a eausa de sus defensas naturales o dei buen arte. hacían im­
potentes incluso a las bombardas más pesadas.
Así era, por ejemplo, el castillo de Coucy, en la Francia septentrional, alxado sobre un afloramiento rocoso entre 1225 y 1230 y
dei que se discutia si era o no la mayor fortaleza jamás construída
REVISION DE LA REVOLl CIÔN MILH AR
27
on Europa, que hacía alarde de sus muros de 7.5 m de espesor, y
que incluso a mediados dei siglo xvu había resultado inexpugnable
a las minas y al caftoneo artillero. No obstante, durante el siglo xv.
la corona francesa había triunfado sobre sus enemigos concentran­
do vários cânones ligeros. en vez de unos pocos cartones gruesos,
contra fortalezas defendidas por el sistema tradicional de altas murallas y torres cilíndricas. Entre 1440 y 1460, las poblaciones de
Normandía y Aquitania en poder de los ingleses fueron domina­
das por la artillería transportable; después. en 1487-1488. las forta­
lezas de Bretarta —aún parcialmente adaptadas para montar arti­
llería de deíensa fueron cartoneadas hasta su rendición. MicnIras tanto, en Esparta, gracias a disponer de un tren de sitio de
unas 180 piezas, los Reyes Católicos Fernando e Isabel pudieron
apoderarse en diez anos (1482-1402) de los puntos fortificados dei
reino de Granada que durante siglos habían resistido a sus antecesores. Parecia como si la era de las «defensas verticales» hubiera
concluído.8
El arquitecto y humanista italiano Leon Battista Alberti fue el
primero en intuir la respuesta adecuada a las bombardas. En su
tratado De re aedificaioría, escrito en el decenio de 1440. propugnaba que las fortificacioncs defensivas serían más eficaces si fueran «construídas en líneas quebradas, como los dientes de una sie­
rra». e incluso cspeculaba sobre si una configuración en estrella
seria lo mejor. Pero pocos soberanos le prestaron atención: es más:
su tratado permaneeió inédito hasta 1485. Sólo en los últimos de­
cênios dei siglo algunos Estados italianos comenzaron a construir
fortificacioncs capaces de soportar el canoneo de la artillería. Sólo
unas pocas (por lo general bastante pequertas) utilizaban bastiones
en ângulo: Rocca, cerca de Ostia; Brolio y Poggio lmperiale, en
Toscana; el castillo de Sant’ Angelo, en Roma. Era tnucho mayor
el número de las que se construían al estilo tradicional, pero en tan
gran escala que las mayores de cilas (como la ciudadela de los
Sforza, en Milan) permaneeieron todavia defendibles durante más
de dos siglos.y
El catalizador de la transformación principal fue U invasion
francesa de la península en 1494-1495. Carlos VIII llevó consigo a
Italia un ejército de 18.000 hombres y un tren de sitio con artillería
hipomóvil de al menos 40 piezas. Hasta sus contemporâneos advirtieron que esto seftalaba un rumbo nuevo en los modos de hacer la
guerra: el Senado de Venecia declaró en 1498 que «las guerras ac
tuales están más influídas por la luerza de las bombardas y de la
28
LA REVOLUCIÓN MILH AR
artillería que por los hombres de armas» y se dcdicó con frenesi a
la adquisición de armas de fuego.10 Otros Estados siguieron pron­
to su ejemplo y, en unos pocos artos. la invasion franeesa tuvo el
efecto de una divisória. El diplomático e historiador florentino
Francesco Guicciardini escribía en el deccnio de 1520:
Antes de 1494. las guerras eran prolongadas, las batallas. in­
cruentas. los procedimientos utilizados para asediar ciudades, len­
tos e inciertos; aunque ya se empleaha artillería. era manejada con
tan poca habilidad que produda pocos dartos. Por eso. ocurría que
el soberano de un Estado apenas podia ser desposeído. Pero los
franceses, al invadir Italia, infundieron tanta viveza en nuestras
guerras, que hasta el [presente],... siempre que se perdia el campo
abierto. cl Estado se perdia con él.
En un trabajo posterior. Guicciardini atribuía otra vez a los france­
ses y a sus cartones todos los câmbios importantes producidos en
Italia en el arte de la guerra:
Entraban en posición contra las murallas de una ciudad con
tanta rapidez, el intervalo entre los disparos era tan breve y los proyectilcs volaban a tanta velocidad y eran impulsados con tanta fqerza que en unas pocas horas se lograban los mismos resultados que
antiguamente. en Italia, en el mismo número de dias."
Con su ayuda, las ciudades antes lenidas por inexpugnables fueron
conquistadas fácilmente. Según Maquiavelo, que escribía en 1519.
de 1494 en adelante «No hay muro, por grueso que sea. que la arti­
llería no pueda destruir en pocos dias».12
Pero Maquiavelo y Guicciardini estaban equivocados. Incluso
mientras ellos cscribían, los constructors militares proyectaban
un nuevo procedimiento de defensa contra el cartoneo. Este siste­
ma, cuya culminación se muestra en la figura 1. consistia brevemcnle en lo siguiente. En primer lugar, las murallas se hacían a la
vez más hajas y de mayor espesor; pero esto implicaba que los de­
fensores, aunque mejor protegidos contra el fuego artillero. no podían ya vigilar el terreno que tenían inmcdiatamente debajo y por
cllo resultaban vulnerables a un asalto por sorpresa. Era. por tan­
to. neccsario un eficaz fuego de flanqueo, que sólo podia obtenerse construyendo torres cartoneras que sobresaliesen en angulo
fuera de las murallas. y donde se instalaba la artillería, que no
sólo podia rechazar un asalto a las defensas principales. sino que
REVISIÓN DF. l.A REVOLUCIÓN MILITAR
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I. E l basnón cra cl rasgo dominante cn cl nucvo tipo de fortificadoacs que se desarrolló cn la primitiva Europa moderna. De conslrucdón baja y maciza. Iras un am­
plio foso. dos de sus lados miran al extenor y están provislos de artilleria pesada
para mantener alejados a los sitiadores. mientras que los otros dos lados son perpen­
diculares al muro principal y estio cri/ados de mortíferas armas contra los atacantes
A medida que aumcnlaba cl alcance de la artilleria. se aAadicron otras obras de for
tificación (revellincs, coronas y homabeques) para mejorar la capacidad defensiva.
30
LA REVOLUCIÓN MILITAR
lambién podia mantener alejados a los cartones de sitio enemigos y
cubrir las zonas muertas de los bastiones vecinos. Aunque se ensayaron muchos proyeclos diversos, el que ofrecía el mejor sistema
de fuegos mutuamente apoyados fue la construcción en ângulo de
torres paralelepipédicas a intervalos regulares, a lo largo de las
murallas, lo que se intento por vez primera en torno al puerto pa­
pal de Civitavecchia en 1515." Al paso dei tiempo se afladieron
otros refinamientos. Así pues. se vio que un foso profundo y ancho
servia a la vez para alejar más a la artillería enemiga y para dificul­
tar la excavación de minas de pólvora bajo los muros. Es natural
que todas estas ventajas resultasen multiplicadas en cuanto se
construyeron otras fortificacioncs para defender el foso. De este
modo se artadieron fortines por el interior (denominados «case­
ments»), si el foso era seco, o se construyeron por fuera bastiones
triangulares aislados (denominados «revellines»), si el foso se llenaba de agua. Por último, las zonas estratégicas situadas justo fue­
ra de la muralla podían enlazarse con el sistema defensivo princi­
pal encerrándolas en prolongacioncs cspecialcs («coronas» y
«hornabeques»). Los grandes recintos fortificados disponían también de una serie de reduetos exteriores (con la misma configuración estelar, pero de menor tamarto), con el fin de mantener a raya
a fucrzas cnemigas de menor entidad y, a la vez, ejercer el dominio
de las poblaciones que suministraban a la guarnición principal
abastecimientos y soldados. Por todo ello, las grandes plazas forti­
ficadas (comoTurin o Milan) llegaban a dominar hasta odienta ki­
lometros cuadrados de território.
El coste. sin embargo, era pasmoso. El proyecto de rodear a
Roma con un cinturón de dieciocho poderosos bastiones fue desechado en 1542 euando se supo que la construcción de uno solo de
ellos costaba 44.(KK) ducados (unas 10.000 libras). Originalmente
se había previsto que Palmanova, construída en la frontera vencciana del Friuli en el decenio de 1590. dispondría de doce bastio­
nes. ppro esta cifra se redujo enseguida a nuevc a causa dei coste.
Fue una decision inteligente: la República de Siena había perdido
su independência cuarenta artos antes, en gran parte debido a que
sus gobernantes habían emprendido un programa de fortificaciones que no pudieron costear. En 1553. ante la amenaza de un inminente ataque por sus enemigos, se decidió que diecisiete ciudadcs.
entre ellas Siena, íuesen provistas de nuevos bastiones y murallas.
Pero fue tan difícil conseguir la mano de obra. los fondos y los ma­
terials de construcción para tan importante proyecto que, euando
REVISION DL LA REVOLUCIÔN MILITAR
31
sc produjo la invasion en 1554, pocas cran las obras defensivas
proycctadas que se habían concluído. Sin embargo, la República
había gastado tanto en fortificaciones que ya no disponia de recur­
sos para organizar un ejército de reserva, y ni siquiera para contra­
tar una flota y enrolar tripulaciones a lin de defender sus fortale­
zas costeras. De modo que en abril de 1555. iras un penoso asedio
de diez meses, Siena sc rindió sin condiciones y, tras un corto pe­
ríodo de ocupación, fue anexionada por su vecina Florencia. La revolución militar había provocado dircctamente su extinción.14
Leyendas de escarmiento como estas impidieron la difusiôn
dei nuevo sistema defensivo (conocido como trace italienne). Aunque se construyeron bastiones alrededor de muchas fortificaciones
en la Italia espafiola, sólo a partir de 1543 aparecieron los primeros en la misma Espana (en Sabiote). En vez de ello, para presentar el menor bianco posible al fuego artillero, se cxcavaban en un
foso masivo muros de menor altura y torres escarpadas.15 Los bas­
tiones en angulo no sc extendieron al oiro lado de los Alpes hasta
el decenio de 1530. Sin embargo, en esa época, más de cien ingenieros italianos trabajaban en Francia bajo la dirección de Girola­
mo Marini y. después, de Antonio Melloni, en la mejora de las defensas septentrionales del Reino. Ya cn 1544, quince plazas fuertes
dc la frontera con Holanda poseian fortificaciones del nuevo estilo
y estaban defendidas por 1.012 pie/.as dc artillería (sólo el valor de
estas últimas alcanzaba la cifra de 50.000 libras esterlinas).16 Al
mismo tiempo, otros italianos trabajaban en los Países Bajos de los
Ilabsburgo: en Breda para cl conde Enrique de Nassau, en Amberes para el ayuntamiento de la ciudad. y a lo largo de la frontera
meridional para el emperador Carlos V. Una vez más, el coste era
asombroso (por ejemplo, los 7 km dei recinto de Amberes, con 9
bastiones y 5 compuertas monumentales, costô un millôn de florines, unas ÎOO.(KK) libras), pero el interés de la seguridad nacional,
como de costumbre, acallô las protestas de los contribuyentcs.
Entre 1529 y 1572. se habían construído en los Países Bajos
unos 43 kilometros de defensas modernas: 4 ciudadelas, 12 recin­
tos amurallados complclamcnte nuevos y 18 recintos sustancialmente modernizados, por un coste total dc unos 10 millones de
fiorines (un millôn de libras). Para 1648. cuando concluyeron las
guerras de los Países Bajos, sólo unas pocas instalaciones principa­
les permanecian sin bastiones.17 En ultramar ocurrió lo mismo
algo después, pero se conservó la misma inspiración italiana. A
partir de 1500, Giovanni Battista Antonelli proyectô y dirigiô la
32
LA REVOLUCIÔN MILITAR
conslrucción de fortificaciones abastionadas en La Habana, San
Juan de Ulúa y el fuerte de San Agustín, en Florida, para los espafloles, mientras Giovanni Battista Cairati construía fortalezas en
Mombasa. Bassein y Damão, para los portugueses.18
Pero <,cómo había que atacar plazas fuertes de cse tipo? Existen algunos ejemplos, a comienzos de las guerras modernas, de
plazas bien fortificadas ocupadas por sorpresa (por ejcmplo. en
las guerras de los Países tíajos, las ciudades de Holanda ocupadas
por los «mendigos dei mar» en 1572), por asalto (como la toma
de Amberes por la «furia espanola» en 1576), o a traición (como
en Aalst. vendida a Espana en 1582 por su guarnición inglesa).
Pero estas rachas de suerte de los atacantes no eran muy frccuentcs. Era normal que la toma de una plaza fuerte defendida por la
trace italienne requiriese vários meses, si no a rios, y había que eri­
gir y guarnecer un conjunto de obras de asedio. hasta que o bien
los defensores se rendían por hambre, o bien las trincheras podían acercarse tanto a las murallas que era posible canonear a
corta distancia y dar el asalto, o bien se podían exeavar túneles
bajo un bastión e instalar en ellos minas de pólvora (lâmina 3).
Los anales de comienzos de la guerra moderna contienen nume­
rosos ejemplos de cada uno de estos procedimicntos, pero lo úni­
co que todos ellos tenían en común era su larga duración. El ase­
dio de Breda por los espaftoles. en los Países Bajos. que comenzó
en agosto de 1624, obligó a rodear la ciudad con una doble línea
fortificada, protegida por % reduetos, 37 fortines y 45 baterías. Al
parecer, no se disparo un solo cahona/o contra ningún bastión u
hornabeque de la misma Breda; la ciudad se rindió nueve meses
después. en mayo de 1625, simplementc por hambre.19 Y esto fue
rclativamcntc breve para lo que se acostumbraba en las guerras
de los Países Bajos. El puerto de Ostende, en Flandes. había per­
manecido bloqueado más de tres anos —desde julio de 1601 hasta
septiembre de 1604— y por fin fue forzado a rendirse solamente
cuando los sitiadores espaholes se aproximaron lo suficiente para
apoderarse de algunas de las obras exteriores y abrir una brecha
por la que pudo darse el asalto.20 Por otra parte, el asedio holan­
dês de s-Hertogenbosch en 1629 comenzó a finales de abril y sólo
a mediados de julio se pudieron ocupar todos los reduetos exte­
riores que rodeaban la ciudad. Entonces pudo comenzar el mina­
do y el canoneo contra las propias murallas de la plaza, y hubo de
llegar el 11 de septiembre para poder hacer cxplotar una mina
bajo uno de los bastiones principales. lo que produjo una brecha
RF.VISIÔN DL LA REVOLUCIÔN MILITAR
33
3. f a zapa y lu mina eran i.-ni im portantes como l.i »riilleríu para ocupar las plazas
defendidas por bastioncs. Tambión aqui surgían dificultadcs. pucs mover una bom­
barda tan grande como «Vfons Mcg» podia scr un trabajo hercúleo, pero lambuín
lo era la excavaciõn de un túnel lo suficientemente amplio y profundo como para
instalar una mina de pólvora bajo alguna parte dc las forlificacioncs »sediadas. (De
Leonhard Fronspcrger. Kriegsbuch, III. Frankfurt. 1573. Cl.XVI v.)
que propicio el asalto. l.os 3.000 hombres dc Ia guarnición se rindieron tres dias después.21
Para asegurar contra cualquicr pcrturbación a los 50.(XX) sitiadores que perforaban y exeavaban minas, era necesaria una doble
línea fortificada alrcdedor de la plaza bloqueada: una línea para
evitar la salida de los asediados, y otra para rechazar.a cualquicr
ejército de socorro (lamina 4), Como estas líneas se conslruían a
ser posible lucra dei alcance de la artillería emplazada en las murallas de la ciudad sitiada (que podia llegar a unos 1.500 m) las
obras de sitio en torno a una gran ciudad podían ser en realidad
muy amplias. Las que erigieron los holandeses en torno a ‘s-1 leriogenbosch en 1629, por ejemplo, se extendían sobre 40 km.22
fARMK
ttî Trim
RFVISIÓN D E l.A REVOLUCIÓN MILITAR
35
Es evidente que. para llevar a cabo operaciones de esta natiira
Icza y defender, a la vez. las fortalezas propias, era menester una
acumulación sin precedentes de hombres y municiones. Así pues,
aunque el sitio de s-Hertogenbosch sólo inmovilizó a 25.(XX) hom
hres, la necesidad de defender las numerosas plazas fortificadas de
la República hizo neccsario un aumento dei ejército holandês des­
de 71.443 en febrero de 1629. hasta 77.193 en abril, y hasta 128.877
en julio.23 Aun así, la ciudad resistió tres meses más.
Por tanto, tras el Renacimiento, la mayor parte de Europa Occi­
dental parecia andada en un sistema militar en el que la ofensiva y
la defensiva estaban casi exactamente equilibradas. En el siglo xvii
se introdujeron algunas mejoras en las fortificacioncs. que no liicieron caer en desuso los modelos anteriores, como los bastiones ha
bían dejado anticuados, casi en el acto. a la mayoría de los muros
medievales. Incluso en el dccenio de 1920, algunas de las primeras
fortalezas de la época moderna se seguían considerando de impor­
tância estratégica. A pesar de todo. cn 1722, un ingeniero militar de
Jülich. J. D. Durange, publico un tratado en el que criticaba cada
uno de los 118 distintos métodos de fortificación propuestos ante­
riormente por cerca de 70 diversos autores. Ni quê decir liene que
él proccdió a ofrecer otro procedimicnto (cl 119), de su invención.24 No le sobraba parte de razón. porque muchos proycctos extranos eran obra de matemáticos y economistas de salón, o de arquitectos civiles, y no de ingenieros militares. Pero esto no era
todo. La «revolución militar» había creado, en efecto, algunos pro­
blemas estratégicos que no tenían fácil solución. Una ciudad o for­
taleza fuertemente defendida, que albergaba quizá 10.000 combatientes, apoyada por fortificacioncs próximas de menor enlidad,
era demasiado peligrosa como para dejarla atrás, en la esteia de un
ejército en avance: era necesario conquistaria a cualquier prccio.
Por otro lado. no había una fórmula rápida para su conquista, por
muy poderoso que fuese el ejército atacante. Esta simple paradoja
hacía que las batallas resultasen más o menos irrelevantes en todas
las zonas en que se construían las nuevas fortificaciones. exceplo
(como ocurría a menudo) cuando se entablaban entre un ejército
sitiador y una columna de socorro, de modo que el resultado pudiera decidir el fin dei asedio, como en San Quintín (1557). Nórdlingen
(1634), Rocroi (1643), Marston Moor (1644). Las Dunas (1658) o
Viena (1683). Y por cada batalla tenían lugar numerosos asedios.
En palabras de Roger Boyle, senor de Broghill y Orrery. que cscri
bía en el dccenio de 1670:
36
LA R h V O L IT IO N MILITAR
Las batallas no deciden los confliclos naturales y cxponen a los
países al pillaje de los conquistadores, como antiguamente. Porque
hacemos la guerra más como los zorros que como los ícones: y habrá veinte asedios por cada batalla.25
Hasta John Churchill, duque de Marlborough, que en sus campa­
nas a princípios del siglo xvm buscaba expresamente oportunidades para presentar batalla, sólo combatió en cuatro acciones principales durante sus diez campanas, aunque dirigió treinta asedios.
No obstante, las batallas de Marlborough, con sus delgadas fi­
las de mosqueteros que se disparaban recíprocamente en líneas de
vários kilometros, eran de naturalcza totalmente distinta a los encuentros, predominantemente montados, de los cru/ados o los
Capetos. Porque la revolueión en la guerra de sitio durante cl Kenacimiento fue acompaAada por una revolueión de la guerra en
campana, a medida que las lácticas que recurrían al empleo direc­
to de la fuer/.a bruta (cargas frontales, lucha cucrpo a cuerpo) eran
sustituidas por cl empleo de las armas de fuego. La transición comenzó, como ocurrió con cl cambio en el tipo de fortalezas, en cl
siglo XV, y también tuvo lugar en Italia. Desde las guerras de
Eduardo 1 (1272-1307), los ingleses habían utilizado en el combate
las descargas de flechas y las cargas de caballería. y cuando con
Eduardo III (1327-1377) intentaron conquistar Francia. sus arqueros obtuvieron una serie de sorprendentes victorias contra los caballeros franceses. Todavia a princípios dei siglo xv los franceses
se resistían a aceptar las consccuencias lógicas de sus fracasos: en
Azincourt, en 1415, las derrotadas huestes de los Valois tenían dos
hombres de armas por cada arquero. Con el tiempo cambiaron de
opinion. En la gran ordenanza militar de 1445. la composición dei
cjército real se cstablccía en dos arqueros por cada hombre de ar­
mas.26
Fue en este âmbito de mayor dcpendcncia de las armas arrojadi/as como resultó obvio el atractivo dei canón. Las armas de fue­
go de pequeflo calibre (portátiles o sobre vchículo) habían apare­
cido en los campos de batalla curopeos en el siglo xiv. pero
durante largo tiempo fueron inferiores al arco en precision y al­
cance. De hecho. los ingleses siguieron prefiriendo el arco largo a
las armas de fuego hasta bien entrado cl siglo xvt, y aunque el rey
Jacobo IV de Escócia adquirió en 1508 una «culebrina de mano»
(para la caza dei oso en Falkland, el tiro contra las aves en la isla
de May y el tiro al blanco en el gran salón de Holyrood House).
REVIS1ÓN DE LA REVOLUCIÓN MILITAR
M
tanto él como su ejército apenas poseían armas de fuego cn su ca
tastrófica derrota en Flodden cinco aftos antes.27 También Carlos
cl Temerário, duque de Borgona, que se servia de un ejército en cl
que predominaba cl fuego, se fiaba más de sus arqueros que de sus
tiradores: en 1471 había en su ejército 1.250 hombres de armas y
1.250 piqueros, en comparación con 5.000 arqueros y 1.250 tirado­
res. En su mayoría eran mercenários (muchos extranjeros, sobre
todo ingleses e italianos) y sólo fueron derrotados (en Héricourt.
Morat, Grandson y Nancy) porque fueron sobrepasados por una
mayor fuer/a cnemiga de piqueros. En la última batalla. por ejemplo, en la que Carlos perdió la vida en cnero de 1477. el ejército
borgoúón de no más de 4.000 hombres se enfrentaba a una hueste
no inferior a 20.000. Las armas de fuego apenas tuvieron influen­
cia en el resultado final. Pero las nuevas armas recibieron en Italia
una inmediata bienvenida. En las numerosas batallas dei siglo xv
entre los Estados italianos, las armas de fuego se hicicron cada vez
más importantes, hasta que cn 1490 la República de Venecia decidió sustituir todas sus ballestas por armas de fuego y. en 1508.
equipar su recicn creada milicia con armas de pólvora. Los ejércitos de otros Estados siguieron pronto el mismo camino.28
No obstante, el rendimiento de las prímeras armas de fuego
dejaba mucho que desear: un arquero bien inslruido podia dispa­
rar 10 flechas por minuto, con una precisión razonable hasta 200 m
de distancia, pero se requerían vários minutos para volver a cargar
un arcabuz de comienzos dei siglo xvi. y sólo lenia precisión hasta
unos 100 m de distancia. Sin embargo, a pesar de todo, las armas
de fuego presentaban el atractivo de que su empleo requeria muy
poco aprendizaje. Así lo expresaba J. F. Guilmartin: «Mientras que
podían bastar unos pocos dias y un buen sargento instruclor para
obtener un arcabucero razonablemenle bueno. se requerían mu­
chos ahos y todo un estilo de vida para conseguir un arquero com­
petente».29 No hay duda de que la adopción dei mosquete en el
decenio de 1550, iniciada en los regimientos espanoles de Italia,
aeeleró este proceso. pues la nueva arma podia disparar un proyectil de plomo de dos onzas con fuer/a suficiente para perforar
incluso una armadura de chapa a 100 m de distancia.30 Poco a
poco. el mosquetero se hizo el dueno dei campo de batalla y acabó
con casi todos los demás especialistas militares. Los primeros en
desaparecer fueron los mandobleros, cuya habilidad con las espa
das claymore de doble mango había sembrado el pânico entre los
enemigos; apenas hay referencias a ellos despuós de 1515. l a ala
38
LA REVOl.UCIÓN MILITAR
barda desaparcció poco después y. durante algún tiempo. hasta la
caballería se hizo relativamente escasa. Maquiavelo opinaba que
el ejército ideal debería toner 20 soldados a pie por cada jinete, y a
fines dei siglo xvi algunos ejércitos llegaron a aproximarse a esta
proporción (véase la p. 102). Los ballesteros habían desaparecido
casi por completo a mediados dei siglo, e incluso cn Inglaterra se
desecharon los arcos largos cn favor de las armas de fuego durante
el decenio de 1560. Aunque algunos estrategas de salón se empenaron en un combate de retaguardia en favor dei arco largo, sus
opiniones no prosperaron: en la obra de Robert Barret Theory
and practice o f modem wars, un tratado militar de 1598, «un gentilhombre» recordaba a «un capitán» que, en el pasado. los ingle­
ses habían alcan/ado muchos êxitos con los arcos: a lo que el capi­
tán desdenosamente replicaba: «Seftor, lo pasado, pasado está. y
a hora es ahora. Las guerras han cambiado mucho desde que aparecieron por primera vez las llamcantes armas».*'
Si los arqueros dejaron paso a los mosqueteros, los piqueros
permanecieron. Durante los siglos xiv y xv, las fuer/as armadas
de los cantones suizos habían demostrado que los cuadros de pi­
queros cn íormación cerrada■podian enfrentarse con êxito tanto a
las cargas de caballería como a los ataques de otras unidades a pie.
Ilubo incluso una época, tras la aplastante derrota de los borgonones en el decenio de 1470, en la que los piqueros suizos fueron
considerados invencibles y se ordeno a las tropas de muchos Esta­
dos alemanes e italianos que los imitasen.32 Pero las armas de fue­
go tuvieron êxito allí donde los caballcros habían fracasado: un
cuadro de piqueros podia resistir a la caballería pero presentaba
un blanco fácil para la artillcría de campana y las armas de fuego
portátiles. En Ravena (1512), Vlarinano (1515) y Bicoca (1522) el
fuego produjo importantes bajas en los agrupados piqueros.33 No
es sorprendente que en unos pocos ahos la mayoría de los países
anadiese lilas de «Ilaves de fuego» para defender sus cuadros de
piqfferos. aunque al comienzo la proporción era aproximadamente
de uno a tres. En el transcurso de ese siglo. al mejorar la eficacia y
la liabilidad de las armas de fuego, algunos ejércitos incluyeron cn
sus regimientos compahías de «tiro» (combinación de mosquetes y
arcabuces).34 Finalmente, en el decenio de 1650, la mayor parte dê
las unidades estaba constituída por tiro y picas en una proporción
de cuatro a uno.35
Los piqueros protegían ahora a los mosqueteros, dada la baja
cadencia de fuego de los mosquetes. Parece ser que a comienzos
REVISIÔN DL LA REVOI-Ut IÓN MILITAR
M)
dei siglo xvii un mosquetcro experto podia hacer un disparo cada
dos minutos, lo que, contra una carga de caballería, significaba que
en la práctica sólo podia efectuar un disparo desde el momento en
que el enemigo entraba dentro dei alcance eficaz hasta que comenzaba la lucha cuerpo a cuerpo.36 Sólo había dos modos de mo­
dificar esta situación. Uno era mejorar la precision de los mosque­
tes. Aunque ha sido negada por algunas autoridades, esta era una
posibilidad real, puesto que existfan armas rayadas deportivas que
podían abatir las piezas de caza a considerable distancia. En la
guerra, éstas eran utilizadas por los tiradores selectos. Así, por
ejemplo, en 1633, un soldado inglês en el sitio de Rijnberg. en los
Países Bajos, estaba muy impresionado por la precision de los tira­
dores enemigos: «Basta con que asome la punia de un viejo som­
brero —sobre el parapeto. escribía— y enseguida dispararán con­
tra él tres o cuatro balas».37 Sin embargo, las armas rayadas
requerían todavia más tiempo para su recarga, porque era más di­
fícil atacar el proyectil y la carga hasta el fondo dei ánima. En el
deccnio de 1590, íos jefes dei ejército holandês, los condes Maurí­
cio y Guillermo Luis de Nassau, advirtieron repentinamente que
había otro medio para aumentar la cadencia de fuego de los mosqueteros: si formaban sus hombres en varias largas filas, la primera
fila podia disparar en una sola vez. y retirarse después, mientras
que las filas siguientes avanzaban y repetían la opcración. con lo
que podia mantenerse una continua lluvia de balas que impidiese
la aproximación dei enemigo. Podemos conocer con precision la
fecha dei descubrimiento holandês de este procedimiento de «des­
cargas»; aparece por vez primera, en forma de diagrama, en una
carta de Guillermo Luis a su primo Maurício, dei 8 de diciembre
de 1594 (lamina 5), y el autor afirmaba que había lenido esta idea
a partir de un estúdio profundo de los procedimientos militares de
los antiguos romanos.38
La puesta en práctica dei fuego por descargas tuvo una repercusión crítica en la láctica de combate. En primer lugar, los ejércitos hubieron de desplcgarse durante la batalla. tanto para hacer
máximo el cfecto dei fuego propio como para reducir el blanco
presentado al fuego enemigo. Los campos de batalla de la Europa
medieval no se extendían, a menudo, en más de un kilómetro de
frente, con un número de hasta 10.000 hombres concentrados en
formaciones muy cerradas; pero ante el fuego en descargas esto
hubiera sido un suicídio, por lo que las primeras batallas modernas
fucron gradualmente empeftándose entre hombres formados en li-
40
LA R EV O LU nÓ N MILITAR
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5. Lu contramarcha europeu fue sugerida por primcra vez por Guillcrmo Luís de
N asuu cn una carl.i a su primo Maurício, escrita cn Groninga cl 8 de dicicmbrc de
I5M4 (víase la última línea dei documento) I I conde, que acababa de lecr la dcscrip
ción liecha por Aelio de la instruociòn que practicaba ei ejírcito romano, ra/onaba
que eon seis tilas altemantes de mosquelcros d podría imitar la lluvia continua de
proycclilcs que se conseguia eon las jabalinas y las hondas de las Icgioncs. Dcspués.
rcsultó que al principio eran nccesarias diez filas para mantener un íuego ininterrumpido, pero las descargas de mosqueterfa íueron pronto una láctica usual dc los
cjírcitos europeos. (La liava. Koninklijkc Huisarchief, MS. A22-1XF-79.)
las latT largas y poco profundas como fuese posible. Esto. a su vez,
lenia importantes consecuencias. En primer lugar, al pasar de un
cuadro de piqueros de qui/á 50 en fondo a una formación de mosqueteros de sólo 10 en fondo, era mayor el número dc hombres
expuestos al riesgo de la lucha cuerpo a cuerpo, lo que exigia en
cada combatiente más valor, habilidad y disciplina. En segundo lu­
gar, cobraba mayor importância la capacidad dc cada unidad lácti­
ca completa para efectuar con rapidez y simultaneamente los movimienlos necesarios para el fuego por descargas.39
REVISION DH LA REVOLUCIÓN Mil H AR
41
6. El Kricgshuch de Juan de Nassau (hcrmano de Guillcrmo Luis) era un temprano
rcconocimicnto de la dificuliad principal que sc originaba cn cl fuego por descargas:
la neoesidad de instruir a las tropas en crimo recargar más deprisa. En cste croquis
inicial, cl conde Juan imaginiiba 20 posiciones, mostradas simultaneamente: en pos­
teriores versiones, sin embargo, esto se amplio a 25 posiciones para el arcabuz, y 52
para el mosquete, cada una dc cilas representada por separado y con mayor detalle.
En 1670. sus dibujos fucron revisados por un grabador proícsional. Jacob de Gheyn,
que los publieócon su nombre. (Wiesbaden, Staatsarchiv. MS. K924, pp. 109-110.)
La solución a ambos problemas era, naturalmcnte, la práctica.
Había que instruir a las tropas en cómo tirar, efectuar contramar­
cha. cargar y maniobrar todos a la ve/. Por esto, los condes de
Nassau dividieron su ejército en formaciones menores {las compa­
rtias de 250 hombres con 11 oficiales fueron reducidas a 120 hombres y 12 oficiales: los regimientos de 2.000 hombres fueron susti
tuidos por batallones de 850) y les ensenaron la instrueción. I I
diário de un miembro dei Estado Mayor de Maurício. Anthonis
Duyck. muestra a las tropas holandesas en servicio activo, en el
decenio de 1590, casi constantemente en sus «ejercicios*, forman-
42
1.A REVOLUCIÓN MILITAR
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i / i t f f / f o (cítkan</w/aÁ:
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7. El ejerdcio de !a\ armas, publicado por vez primera cn los Países Bajos cn 1607.
fue inmediatamcnte un éxilo de ventas y sirvió para popularizar los nuevos procedi*
mientos militares holandeses. La cdición inglesa, dedicada a Enrique, príncipe dc
(•ales. sólo requirió algunos câmbios cn la portada y cn la introducción. pues la sucesión numerada de grabados permaneció naturalmcntc inalterada.
KEVIS1ÓN 1)1 LA REiVOLUCIÓN Mil H A K
43
do y reformando sus filas, cjercitándose y desfilando dei modo
propugnado en los tiempos de Roma por escritores militares como
Vegecio y Aelio, y posteriormente por el filósofo político Justo
Lipsio, en su De militia romana. publicado en 1595.40
En 1599. Maurício de Nassau obtuvo fondos de los Estados
Generales para dotar a todo el ejército de campana de la Repú­
blica con armas dei mismo tipo y calibre y, por aquella misrna
época, su primo Jüan comcnzó a trabajar en un nuevo proccdimiento de instrucción militar superior: el manual de instrucción
ilustrado. El conde Jüan anali/ó cada uno de los distintos movimientos necesarios para manejar las principales armas de infantería. los numero y preparo un croquis sobre cómo debía realizarse
cada uno. Había 15 dibujos para la pica. 25 para el arcabuz y 32
para el mosquete (lamina 6. p. 41). En 1606-1607 se rehizo todo el
trabajo (ahora había 32 posiciones distintas para la pica y 42 para
cada una de las armas de fuego) y se grabó y publico una lista de
las figuras numeradas, bajo la supervisión dei conde Jüan, en la
obra de Jacob de Uheyn Wapenhandlingen vau roers, musquetten
ende spiessen (Instrucción de armas con arcabuz, mosquete y
pica), Amsterdam, 1607. Esta obra fuc enseguida reeditada nume­
rosas veces en holandês y traducida pronto al danes, alemán.
francês e inglês (lâmina 7).41
Pero incluso antes de De Gheyn. la fama de la instrucción de
Maurício se había extendido fucra de la República de Holanda.
Luis de Montgomery, senor de Courbouzon, dedicó en 1603 un ca­
pítulo de su libro sobre táctica a la «evolución y ejercicios que se
usan en el ejcrcito holandês», y durante muchos anos después de
la aparición dei Wapenhandlingen eran pocas las obras sobre el
arte de la guerra que no citaban los nuevos procedimientos. Así
pues. la edición inglesa de John Ringham de The tactics o f Aclian.
Londres. 1616, incluía un apêndice titulado «Los ejercicios de los
ingleses al servicio ... de las Províncias Unidas de los Países Bajos».42 Fue la presencia de numerosas unidades extranjeras (esco­
cesas, alemanas y francesas, así como inglesas) y de innumerables
voluntários extranjeros en el ejército holandês lo quê indudablemente contribuyó a difundir por otras tierras las innovaciones de
Maurício. Lo mismo ocurrió con los instruetores militares holan­
deses destacados a otros países aliados. De Brandenburgo se pidieron. y hacia allí partieron en 1610, dos expertos holandeses;
otros fueron al Palatinado, Baden, Württemberg, Hesse. Bruns­
wick, Sajonia y Holstein.4'
44
I A REVOLUCION Mil ITAK
Mientras lanto, el conde Juan de Nassau inauguraba en 1616
una academia militar en su capital. Sicgen, para educar a los jóvenes gentilhombres en el arte de la guerra; su formación duraba seis
meses y la escuela proporcionaba armas, corazas, mapas y mode­
los de instrucción. El primer director de la Schola mililaris, Johan
Jakob von Wallhausen. publico vários manuales militares, todos
los cuales estaban basados explícitamente en los proccdimientos
holandeses (el único método que se ensehaba en Siegen).44 Hasta
los tradicionales sui/os. que conservaban una gran inclinación por
las picas, se hubieron de dar por advertidos: la milicia de Berna
fue reorganizada en 1628. sin ningún escrúpulo, según el sistema
holandês, con compartias menores y más potência de fuego.45 Con
el paso dei tiempo, la instrucción se hizo más complicada (un reglamento militar alemán de 1726 ilustraba 76 posiciones distintas
para cargar y disparar un mosquete, mientras que De Gheyn en
1607 sólo había dibujado 42) pero todavia se la rcconocía como el
procedimiento imaginado por Juan, Maurício y Guillermo Luis de
Nassau hacía más de un siglo.46
Sin embargo, el verdadero valor de las reformas lácticas de los
Nassau permancció en cierta medida inédito en los Países Bajos,
pues cl ejército holandês pocas veces estuvo expuesto a la prueba
definitiva de la batalla. Aunque los Nassau habían esludiado con
diligencia las crónicas de la batalla de Cannas en 216 a.C, en la
que 40.000 cartagineses aplastaron a 70.000 romanos, el ambíguo
resultado de sus dos batallas campales (en Turnhout en 1597 y en
Nieuwpoort en 16(K)) hace pensar que no habían dominado totalmente la fórmula de la victoria final. Un cuarto de siglo después.
Gustavo Adolfo de Suécia demostro todas sus posibilidades. En
primer lugar, debido a los cjereicios y la instrucción incesantcs, la
velocidad de recarga durante el decenio de 1620 aumento en el
ejército sueco hasta el punto en que sólo se necesitaban 6 filas de
mosqueteros para mantener una barrera ininterrumpida de fuego.
Además, la potência de fuego crcció considcrablemente al utili/arse una abundante artillería de campana. Mientras que el ejército
holandês en 1597 sólo había utilizado 4 pie/as en Turnhout, y tres
artos más tarde, en Nieuwpoort. solamente 8. Gustavo Adolfo llcvó consigo 80 a Alemania en Ib.lO.47 I.os calibres de estas pie/as
estaban normalizados en tres medidas (de 24.12 y 3 libras), y algunas disponían incluso de cartuchos ya preparados, para cargar con
mayor rapidez. Las de 3 libras, en número de 4 por regimiento. podían disparar hasta 20 proyectiles por hora, poco menos que un
Kl VISION DF LA REVOLUCIÓN MILITAR
45
mosquete.48 Todavia más: mientras los holandeses solían utilizar la
contramarcha de modo defensivo, contra un enemigo que avan/al>a, los suecos la empleaban para atacar. Según cl coronel escocês
Robert Monro, que combatió durante seis artos en el ejêrcito sue­
co. Gustavo hacía que su primera fila avanzase diez pasos antes de
disparar. Entonccs se detenía para recargar cn el lugar alcanzado.
mientras que las otras «filas pasaban delante de ellos y hacían fuego dei mismo modo, hasta que toda la tropa había disparado, con
lo que volvían a comcnzar como al principio ... siempre avanzando
hacia el enemigo. jamás volviendo la espalda sin la muerte o la vic­
toria».44 Gustavo, además, instruía a su caballcria para cargar a
londo con el arma desenvainada, en vez de escaramucear con pis­
tolas y carabinas desde lejos (como solia hacer la mayor parte de
los jinetes alemanes).50
La superioridad del sistema militar sueco se demostró en la batalla de Breitcnfeld, en las afueras de Leipzig, en septiembre de
1631. Un veterano ejêrcito imperial, con 10.000 jinetes y 21.4(H)
soldados de a pie. al mando de un experimentado general (el con­
de Tilly), formo en cuadros de 50 de frente por 30 en fondo, apoyado por 27 piezas de campana. Por el contrario, los suecos y sus
aliados protestantes alemanes poseían 51 cânones pesados y cada
regimiento estaba apoyado por sus 4 piezas ligeras de campana;
sus 28.(XX) soldados de infantería estaban formados en seis filas,
cubiertos por 13.0(H) jinetes. El caso es que las tropas alemanas
que combatían al lado de Gustavo cedieron despues de una hora.
pero la reserva sueca se desplazó en perfecto orden y ocupo su lu­
gar. Durante la segunda hora dei combate, y en el descalabro subsiguiente. se perdieron dos tercios dei ejêrcito imperial y todos sus
cartones, y 120 de sus banderas íueron aprehendidas y enviadas a
Estocolmo, para decorar la iglesia de Riddarholm.5* Los suecos
obtuvieron otras importantes victorias en LUtzen (1632), Wittstock
(1636), Breitcnfeld II (1642) y Jankov (1645). así como en diversos
combales de menor importância de los que easi siempre salicron
vencedores. No es. pues. sorprendente que sus proccdimicntos
fucran copiados pronto por los principals ejêrcitos de Europa (la­
mina K).
Ya en Lützen. en noviembre de 1632. el ejêrcito imperial (a las
ordenes de Albrecht von Wallenstein) había adelgazado sus líneas.
había mejorado el fuego en descargas y utilizado artillería de cam­
pana. Despuês de esto, otros muchos Estados empezaron a adqui­
rir cartones suecos en gran número (en el decenio de 1650 se llega-
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T H E
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Scotch M ilitary Dilcipline
LEARN.D F R O M TUI
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And Golle&ed for the u fc of all worthy (Commanders
favouring tlic laudable provision of A rm e s.
By M ajor Generali e5\lonro,
Beil« now Generali ofall the Scotch Forces againft the Rebels in
/ t*/w , ronununictrrs his Abridgement of E w if e , in divert Pradicall
Obfci various »or tlie younger Othcers better loftnjdion; ctxfcng with
the Souluicrs Meditations going on xn Service.
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1
LONDON,
Printed for IVtlliam Ley at i'auls-Chaine.
*6 4 4X. The Scotch military discipline (Londres. 1644) era. en rcalidad. una reedición de
las memórias dei autor de 1637. tituladas Moura his expedition wiih lhe worlhy Siois
regimem calTd Mackays. La mayor parte de este volumen seguia estando dedicada a
una crónica de las vicisiludes dei regimiento de Monro sobre el arte dc la guerra.
Como no llcgaron a venderse los I^OOejcmplaresdc la edidón de 1637. era evidente
que se esperaba que un título más en consonância con los tiempos dc guerra permiti­
ría liquidar las existências.
REVIS1ÓN Dl LA REVOI.UC1ÓN Mil M AR
47
ron a exportar l.(KK) al ano. vendidos en su mayor parte en Amstcrdam)52 y el mosquete siguió siendo la «reina dei campo de batalla» durante más de dos siglos.
II
La revolución militar a princípios de la Europa moderna tenía.
pues, diversas facetas. Primera, el perfeccionamiento cualitativo y
cuantitativo de la artillerfa en el siglo xv acabo por transformar el
trazado de las fortificaciones. Segunda, el crecientc predomínio
del provedil en la batalla (mediante los arqueros, la artillerfa de
campana o los mosqueteros) produjo no sólo el declinar de la caballcría en provecho de la infantería en la mayor parte de los ejércitos, sino tambión la aparición de nuevas disposiciones lácticas
que aumentaban las posibilidades de hacer fuego. Estos nucvos
modos de hacer la guerra fueron acompanados, sobre todo. por un
notable aumento en cl tamaflo de los ejércitos. Si los Reyes Católi­
cos habían conquistado Granada en 1492 con no más de 20.000
hombres, su nieto Carlos V mandaba quizá 100.000 contra los tur­
cos en Hungria, en 1532, y un total de casi 150.000 en la época de
su fracasado asedio de Mctz. en 1552. Y si EspaAa llevaba la delantcra. su enemigo principal se veia obligado a seguirle los pasos:
Carlos VI11 de Francia había invadido Italia en 1494 con 18.000
hombres, pero Francisco 1 ataco en 1525 con 32.000 y Enrique II
conquistó Metz en 1552 con 40.000. Las fuer/as armadas de los
principales Estados curopeos eran, en el cuarto decenio dei siglo
xvii. de unos 150.000 hombres en cada uno, pero a fines dei siglo
había casi un total de 400.000 soldados franceses (a los que se enfrentaba un número casi igual). También aumentaron espectacularmcnte los servidos auxiliares de los ejércitos; así, por ejemplo,
si la artillerfa real francesa consumia sólo 20.000 libras de pólvora
anualmente en el decenio de 1440 y era supervisada por 40 artilleros, un siglo después consumia 500.(XM) libras y requeria los ser­
vidos de 275 artilleros.55 Sin embargo, todas las pruebas de esta
radical transformadón militar proceden de las tierras de los llabs
burgo o de sus vecinos: Espana. Italia, los Países Bajos y Francia.
Este era el corazón de la revolución militar.54 Pero <’.qué ocurría en
otros territórios europeos? <,Cómo evoluciono en ellos la naturalc
za de la guerra al comienzo de la época moderna?
La variable fundamental parece haber sido la existência o
48
LA R E V O l.m Ó N MILHAR
inexistência de la (race italienne en los territórios a considerar, por­
que donde no existían bastiones eran todavia posibles las guerras
de maniobra con ejércitos pequeAos. Durante mucho tiempo. tuera
de esc «cora/ón» existia una senalada oposición a adoptar los nuevos sistemas defensivos. En Alcmania. por ejcmplo. algunas ciudades encargaron nuevos muros durante los enfrentamientos dei cmperador contra sus súbditos protestantes en los decenios de 1540 y
1550; pero hubo después casi medio siglo de paz durante el cual no
se erigió apenas ninguna nueva construcción militar. Esto cambió
de nuevo después de 1600. cumulo la tension religiosa crcció en el
Império: empezaron los protestantes a construir nuevas ciudadclas
y fortalezas (por ejemplo, el Elector dei Palatinado. en Frankenthal, Heidelberg y Mannheim), y después, los católicos, alarmados,
hicieron lo mismo (el Elector de Tréveris, en Ehrenbreilstein. el
obispo de Speyer en Philippsburg, el duque de Baviera en Munich e
Ingolsladt). Otras grandes ciudadcs que nunca habían estado forti­
ficadas pusieron al dia sus defensas. mientras que los nuevos cen­
tros de la actividad económica (ciudades mineras y localidades ma­
nufactureras) y las nuevas capitales (Neuburg, Hanau, JUlich )
consideraron prudente proveerse de actuali/ados muros protecto­
res por vez primera. Pero había centenares de otras ciudades en
Alemania que no pcrcibieron ninguna amenaza estratégica hasta
que cstalló la guerra de losTreinta Afios,-en 1618. Aun cntonces, la
guerra permaneció relativamente localizada durante algún tiempo,
y la facilidad con que cambiaron de duciio muchas ciudades en los
decenios de 1620 y 1630 confirma la evidencia de las perspectivas
contemporâneas a vista de pájaro de Matthaeus Merian: había rela­
tivamente pocas defensas abastionadas cn Europa central.55 Esta es
la principal razón dei elevado número de batallas de la guerra de
los Treinta Anos, y de por qué tantas campaAas se extendieron so­
bre millares de kilometros y consistieron principalmente en complejas maniobras destinadas a obligar al enemigo a combatir o a re­
tirage a los territórios devastados, donde sus tropas padecieran
hambre. El ejército principal sueco de Gustavo Adolfo recorrió
casi 1.6ÎXÏ km durante 1631 y 1632. y se empeAó en cuatro batallas
principales —Breitenfeld. Rain, Alte Veste y Lützen— mientras
que los sucesores de estos hombres durante los 1res últimos aftos de
la guerra, entre la batalln de Jankov y el sitio de Praga, recorrieron
un território todavia mayor.56
La trace italienne progresó dcspacio, en Alemania y en otras
partes, no sólo a causa dei coste (aunque para algunos Estados
REVISIÓN Dfc L A R EV O LW IÓ N MILITAR
49
éstc cra suficientemcntc prohibilivo) sino también por las dificullades de mantcnerla al día. Fue así como Enrique VI11 de Inglaterra, temeroso de una invasión general procedente dcl continente,
prcparó en fcbrero de 1539 un dctallado dcvice para mcjorar las
dcfensas dei este y sur de Inglaterra y las de las guarniciones in­
glesas destacadas en Francia. Se consiruyó una imprcsionante se­
rie de vcintiocho nuevos fuertes y muchos de los viejos fueron
restaurados a lo largo de la costa. Pero cl rey confio este trabajo a
maestros artesanos nativos, y no a arquitcctos profesionales extranjeros, y los resultados alcanzados estaban anticuados incluso
antes de concluir las obras. Estas cdificaciones. con sus torreones y bastiones circulares y huecos. prolusamente provistas de
barbacanas (es castillo de Sandgatc alardeaba de poseer más de
60 troneras y 65 aspilleras para armas portátiles). permitían ei má­
ximo potencial ofensivo a los fuegos. pero sus cualidades defensi­
vas cran cscasas (lamina 9). Sus huecos muros no soportaban el
cafíoneo intenso y los bastiones circulares eran fáciles de minar y
zapar. A pesar de todo. Enrique estaba convencido de que tenía
razón. Cuando en 1541 un ingeniero português opinaba que las
restauradas dcfensas de Guines eran defectuosas. el rey secamcnte le despidió como «un asno que no conocía su oficio». Pero cuatro anos después, sobresaltado por la invasión francesa en gran es­
cala dei Solent (que, sin embargo, no tuvo êxito), aceptó Enrique
finalmente que era necesario un nuevo tipo de fortificaciones. con
bastiones en angulo, rcvellines y todo lo demás. Se fortificaron
con rapidez (aunque a un elevado costo) Eyemouth. Portsmouth y
otras plazas dc importância estratégica. Pero cuando se produjo el
siguiente temor a una invasión (en 158S) tambien sc considero
que estas defensas estaban anticuadas y fue necesario entrar en
nuevos gastos para renovarias, aumentarias y prolongarias (aun­
que todo esto no hubicra sido suficiente, en verdad, para proteger
a la Inglaterra isabelina si la Armada espanola hubicra desembar­
cado). Como comentaba uno de los conscjeros dc la reina, era de­
masiado poco y demasiado tarde: Isabel parecia compartir «la opinión de los laccdemonios, que fortificar las ciudades hace más mal
que bien».57
Es seguro que una política «lacedemonia» ahorraba dinero y.
salvo raras excepciones, los gobernantes sólo eran propensos a
aprobar la construcción de nuevas fortificaciones en tiempos de
crisis. En realidad, la decisión de construir bastiones era por lo
general un signo claro de guerra inminente. De este modo. en
4.
1'ARKI K
50
LA REVOLUC IÓN MILITAR
9. Las defensas easterns m eridionals dc Enrique VIII haciu 1539. La decision real
do romper con Roma en el decenio dc 1530 proporcionó al Estado nuevos y grandes
ingresos. bajo la forma de propiedades confiscadas a la Iglesia, pero creó tambien
nuevos gastos a los que atender, pues la Inglaterra protestante sc sumió en una «gue­
rra Iria» con Francia y con cl Império de los Ilabsburgo. Se proyecló y sc const ruyó
una línca dc nucvas fortalezas para defender el sudeste contra una invasión. pero to­
das cilas (como ésta del dibujo del «castillo para los Downes», próximo a Dover),
por desgracia. estuban hechas con anillos concêntricos huccos y con macizos bastiones angulares. (BL. Cotton MS. Augustus. I.i.20.)
REVISION DE LA REVOLUCIÓN MILITAR
5I
1642. vísperas de las guerras civiles, en Inglaterra sólo unas pocas
ciudades poseían fortificaciones modernas (Berwick. Hull, Ports
mouth y Plymouth) y todas ellas se hallaban en la costa, mientras
quc la mayor parte de los combates tuvo lugar en el interior. Por
ello, una vez iniciada la guerra, algunas ciudades importantes
(como las dos capitales rivales, Oxford y Londres) y algunas fincas
campestres fueron provistas de un recinto amurallado completo,
mientras que otras localidades de menor importância fueron simplementc rodeadas por una linea de reductos (a voces unidos por
un tcrraplén, como en Newark, Bristol y Reading, pero por lo ge­
neral aislados).58 Cuando estas fortalezas eran atacadas, se reque­
ria un asedio en regia, de tipo continental: así. por ejemplo, la
guarnición realista de Newark, apoyada por reductos exteriores en
Shelford, castillo dc Belvoir. Thurgaton. Wiverton Hall y Norwcll,
sostuvo fácilmenlc en 1645-1646 el asedio realizado por unos 7.ÜÜÜ
escoceses y 9.000 soldados parlamentados.59 Pero, durante la gue­
rra civil, la mayor parte de las ciudades de importância estratégica
estaban rodeadas (más que protegidas) por anticuadas murallas
medievales, totalmente vulnerables al fuego artillero, por lo que
parece extrano que relativamente pocas de ellas fueran en realidad rcducidas por canoneo hasta 1645. La explicación es. sin em­
bargo, scncilla: si se tiene en cuenta la situación muy inestable de
la mayor parte dei reino en los primeros anos dc la guerra, durante
los cuales numerosos y fuertes destacamentos de ambos bandos
recorrían los caminos, era muy arriesgado transportar por el país
los Irenes de sitio, pues se corria el peligro de perderlos (como sucedió a los parlamentados en Lostwilhicl, en 1644, donde dejaron
en manos de los realistas 40 cânones de grueso calibre). Por esto.
se conquistaba al asalto y sin canoneo prévio la mayoría de las ciu­
dades (al igual que en la F.dad Media), y las pocas fortalezas res­
tantes eran bombardeadas por sólo un pufiado de gruesos cânones
en cualquier época. Así, contra Lathom House, en Lancashire, los
parlamentados utilizaron en 1644 un solo mortem de <X() libras y
dos cânones de sitio, uno de 27 libras y otro de 15: en 1645. contra
Pontefract, sólo había tres cartones pesados (que dispararon 1.400
proyectiles pero no lograron abrir brecha); y frente a Scarborough,
el mismo arto. un único «cannon royal» de 64 libras no produjo el
menor efecto.60Sólo tras la victoria dc Naseby (en junio de 1645)
el ejército dei Parlamento pudo mover libremente su tren de si­
tio.61 Las guerras en Escócia fueron algo distintas: se conquistaron
al asalto Aberdeen (1645) y Dundee (1651), mientras que Cilas-
52
I A REVOLUC1ÓN MILITAR
KEVISIÔN DF I A REVOLUCIÓ N Mil ITAR
53
gow, Perth y Stirling capitularon sin un solo disparo. Ninguna hahía sustitiiido sus murallas medievales.62
La situación cn Irlanda durante el deccnio de 1640 ponc aún
más gravemente de relive cl contraste entre los viejos y los nuevos
procedimientos de guerrear. Hasta el siglo xn no existia en la isla
ningiin castillo de piedra. pero estos enscguida se multiplicaron, en
especial después de 1430. cuando el gobierno ofreció subsídios a to­
dos los que construyesen torres de al menos 11 metros de altura en
un plazo de 5 aftos. Hacia 1500 se estimaba que había 4(K) sólo en el
condado de Limerick, e Irlanda estaba sencillamente erizada de
castillos. Aunque algunos no eran sino simples casas fuertes. otros
eran verdaderamentc grandes, como el castillo de Trim, construído
entre 1210 y 1250, con muros de 3 m de espesor y 12 m de altura, o
como las murallas v el castillo de Drogheda, tambicn dei siglo xili,
de análogas dimensiones. Drogheda resistió un asedio de tres me­
ses en 1641-1642 por un ejército irlandês, pero Oliver Cromwell la
conquistó al asalto side anos después. a pesar de estar defendida
por 3.000 soldados veteranos, porque pudo concentrar el fuego de
11 cânones de sitio y 12 cânones de campana contra sus viejas mu­
rallas/*3 Pero el ejército de Cromwell no tuvo tanto éxilo en el L is­
ter. adonde desde 1603 habían llegado en gran número inmigrantes
de Escócia e Inglaterra, quienes protegieron sus caseríos con fortilicaciones mucho más modernas. En tiempo de Isabel, los se flores
locales habían construído casas fuertes como las de Escócia (cn
realidad. muchas de ellas, como el castillo de Enniskillen —lamina
10— habían sido erigidas por constructores contratados en Escó­
cia), pero en el reinado de Jacobo VI y I se iniciaron las defensas
con bastiones, fosos y plataformas para la artillcrfa. La casa fuerte
de Enniskillen (o lo que quedaba de ella) estaba rodeada de terra­
plenes; así estaba cl nuevo poblado de Londonderry (con un recin­
to amurallado de más de un kilometro de circunferência, defendido
por un foso y 40 cânones pesados); y se construyeron fortines en
cslrella para proteger las nucvas «plantaciones» de Charlemont,
I lillsborough y otras. Pero los colonos tenían pocas armas de fuego
para defender sus modernas murallas; una revista delas armas en
poder de los ingleses y los escoceses de Antrim y Down, en 1630,
mostraba que sólo 99 de los 4.255 hombres adultos registrados disponían de armas de fuego. mientras que solamentc 2.416 tenían es­
padas o picas y 1.839 estaban desarmados/*4 Por eso. durante la rebelión del Ulster en 1641. la mayoría de los modernos fuertes cayó
por falta de defensores y sólo resistieron los grandes poblados.
54
LA RHVOLUCIÓN MILITAR
11. E lfu en e Charter, cn Kinsale. construído cn el deccnio de 1670 en cl sudoeste dc
Irlanda, y que hahia sido utilizado dos veces para una invasión cncmiga. muestra que
la trace itatíenne cm pc/aba a scr conocida cn aquellos ticmpos hasta cn /onas relativamcntc lcjanas dc Europa. Pero, aun conocida, era todavia mal entendida, porque
un ingcnicro con experience continental consideraba, cn un informe de 16X6. que el
fucrte Charles (aunque bien construído) estaba situado en un lugar que no podia defenderse. dominado por terreno más elevado, y que serian nccesarias 23.000 libras
más para complelarlo.
Durante cl decenio de 1650 lucrou destruídas muchas dc las
«fortalezas rebeldes» dc Irlanda, pero se construyeron otras mu­
chas nuevas en puntos estratégicos, scgún los critérios continenta­
les (y, además, en su mayoría dei mismo tipo cuadrilateral, con un
bastion cn cada uno dc sus cuatro ângulos).65 Posteriormente, en
1668, el gobiemo dccidió fortificar cl puerto dc Kinsale, que habia
sido utilizado como cabeza dc desembarco para una invasión por
las fuer/as cspanolas, en 1601-1602, y por los realistas en 1649; el
fucrte Charles, cn Kinsale, concluído cn cl decenio de 1670, disponía dc seis grandes bastiones y suficientes cuarteles para albergar
REVISION DE l.A REVOLUCIÓN MILH AR
55
una numerosa guarnición (lâmina 11). Sin embargo, en el dcccnio
tie 1680, el gobierno de Londres estaba preocupado porque otras
/onas de Irlanda pudieran ser ocupadas lambién por los invasores,
de modo que un experimentado ingeniero, Thomas Phillips, parlió
a inspeccionar todas las defensas existentes. Su informe, presentatlo en marzo de 1686, resultaba muy pesimista. Había demasiados
caslülos en Irlanda, decia, pero ninguno de ellos (ni siquiera el
fuerte Charles) era lo suficientemente sólido para resistir un asedio. Además no eslaban situados en los lugares adecuados, por­
que, como observaba ironicamente Phillips, «las intentonas y las
perturbaciones» raras veces tienen lugar donde las plazas están
preparadas». Por eso, incluso si cada punto estratégico hubiera de
ser fortificado a la última moda,
... los hay todavia en doble número inseguros, por lo que seria inacabablc pensar en fortificar todas las plazas que lo necesitan. Por­
que a más fortificaciones, mayor el ejército, y cuanto mayor sea el
número de fortificaciones, más disperso está el ejército [en guarniciones] y es menos útil.
Por eso, Phillips proponía construir sólo seis fortalezas, cada una
de grandes dimensiones, capaz de albergar un fuerte ejército y de
resistir un asedio importante.66 Pero cuando se produjo la siguiente rebelión, en 1689-1690, ninguna de estas superforlalezas había
sido construída, e incluso el fuerte Charles cayó sin apenas comba­
lir. La trace italienne sólo alcanzó Irlanda (y Escócia) en el siglo
xviii, con la construcción de defensas abastionadas ofensivas lo su­
ficientemente grandes como para contener una fuerza capaz de
llevar a cabo un contraataque en caso de rebelión o de invasion.67
Las Islas Britânicas fueron. pues, una zona donde las transformaciones en la fortiflcación y los asedios fueron incompletas, gra­
duates y relativamente tardias, lo que tuvo, naturalmente, un mar­
cado efccto sobre el arte de la guerra en campana. Irlanda, donde
eran casi inexistentes las defensas abastionadas, era la más atrasa­
da, como había ocurrido durante toda la Edad Media. Jean Frois­
sart hacía notar, en el siglo xiv. que «es difícil encontrar el modo
de hacer eficazmente la guerra contra los irlandeses, porque, a me­
nos que ellos así lo clijan, allí no hay nadie para combatir, y no hay
ciudades que puedan ser [tomadas]».68 Pero en cuanto los jefes ii
landeses empezaron a vivir en castillos de piedra. durante el siglo
xv, había más que atacar (y que defender) y se contrataban en
gran número tropas mercenárias, principalmente de Escócia, tanto
56
LA RLVOI t.CIÔN MILITAR
para asaKar a los jefes vccinos como para resistir a las periódicas
invasioncs ele los ingleses. Sin embargo, escaseaban las armas de
fuego. lil más remoto empleo de annas de fuego portables o de artillería en Irlanda está registrado en el deccnio de 1480. pero. in­
cluso cntonccs, las montanas. pantanos y bosques interiores hacían
casi imposible el empleo tierra adentro de los cartones de sitio. En
lugar de eso, ambos bandos adoptaban a menudo una política de
«bestialidad». Un jefe inglês, sir Humphrey Gilbert, sc implied
abiertamente en el deccnio de 1570 en el terrorismo contrasubvcrsivo y. scgiin su cronista personal.
... recibió esta orden tajantc, que siempre que êl hiciese una corre­
ría. o incursion, en los países cncmigos. matase hombres. mujercs y
nirtos. y arruinase, dilapidase y quemase. asolándolo, todo lo que
pudiese; no dejando a salvo nada de los enemigos. de lo que êl pudiera dilapidar o consumir...
Este mismo tratamiento salvaje se extendía a todos los invasores
aliados de los irlandeses; así. los 400 auxiliares italianos y espartoles que se rindieron en Smerwick. en 1580. a una tropa inglesa,
fueron casi todos degollados a sangre fria. como lambicn los 3.000
espartoles de la Armada que. ocho artos despuês. fueron arrojados
a tierra por las tormentas.69
Se debió en parte a la eficacia de la brutalidad inglesa, facilitada
por su aplastantc superioridad de fuego. el que finalmente los gobernantes irlandeses se convencieran de la necesidad de adoptar la
revolución de la pólvora. El conde de Tyrone. Hugh O’Neill, aunque nunca adquirió cartones de sitio, contrato capitanes espartoles
en el decenio de 1580. para ensertar a sus cerca de 10.000 soldados
nativos el uso dei mosquete, y compro en gran escala armas de fue­
go y municiones en Inglaterra y Escócia, así como a desertores y
oficiales corruptos en Irlanda. Gracias a estas medidas, poco después dewebelarsc contra la reina Isabel, los hombres de Tyrone infligieron una grave derrota a los ingleses en Qontibrct, en 1595. La
repitieron en Yellow Ford. en 1598. y próximo ya el fin de la guerra
pudieron realizar incursiones sobre los suburbios de Dublin. Pero
entonces. un nuevo jefe. Charles Blount, sertor de Mountjoy. empezó a utilizar contra Tyrone la concien/.uda estratégia dei desgaste,
que había conocido en las guerras de los Países Bajos. Evitaba las
batallas. temeroso de la derrota de sus tropas y. en vez de eso. se
erigió alrcdedor del Ulster central una línca de fortalezas indepen-
REVISION OH LA RKVOLUCIÔN Mil I IAK
57
dientes y bien abastecidas, desde las cuales unas fuertes guarnieio
nes podían efectuar sistemáticamente incursiones para destruir las
coscchas y los almacenes de los que dependia el esfuerzo bélico de
I'yronc. Ni siquiera la llegada de una fuerza expedicionária espartola de 3.500 hombres a Kinsale en 1601, que obligó a Mountjoy a
marchar hacia el sur. redujo el completo dominio que Inglaterra
cjcrcía sobre el Ulster. A comienzos de 1602 se rindieron los espartoles y Tyrone, con su ejército de campana destruído cuando inlentaba líegar a Kinsale, siguió la misma suerte el arto siguiente. Fue
una victoria importante, pues estableeió el dominio ingles sobre
toda Irlanda durante más de trescientos anos.7"
A pesar de todo, aunque los ingleses acabaron por saber cómo
aplicar la revolución militar en Irlanda, en su país iban todavia
muy atrasados respecto a los usos continentales. Sobre todo. y has­
ta relativamente tarde, se utilizaba muy poco la artillería de camparta. En algunas batallas de la guerra civil inglesa, como Naseby
(1645) o Preston (1649), ninguno de ambos bandos utilizo artillería
de camparia, y en otras ocasiones ésta sólo parecia ser eficaz para
defender una posición atrincherada contra un ataque frontal.71 No
hubo nada parecido a la conccntración de Gustavo Adolfo con 90
piezas de artillería para el paso del Lech en 1632, o al brillantc redespliegue de las baterías de campana de Torstensson para ganar
la batalla de Wittstock. en 1636.
Pero este dcfecto no se dcbfa exclusivamente a la falta de in­
tentos. Hubo. por ejemplo, numerosas tentativas inglesas para co­
piar los cartones ligeros y transportables de 3 libras, conocidos po­
pularmente como «cartones de cuero». La técnica de fundir un
delgado tubo metálico, ceiiido con cuerda y revestido por una re­
sistente vaina de cuero, se aplico primero en Suiza en 1622. Hacia
1627 se fabricaban cartones de cuero en Suécia, y pronto fueron de
uso general en el ejército sueco, montados en grupos de dos y tres.
De allí se extendieron a otras tropas, y todavia se conservan muestras en los museos de Paris, Berlin y otros lugares. Pero la mayor
colección única de cartones de cuero (un total de 19. con 42 tubos)
se halla hoy en el National Museum of Antiquities de Escócia (lâ­
mina 12). Ahora bien, éstos no se conservaron gracias a su êxito en
la batalla, sino, por el contrario, han sobrevivido precisamcntc
porque resultaron ser inútiles para la acción. a favor de los ejérci
tos del Covenant en Dunbar (1650) y Worcester (1651). y fueron
por esa razón capturados. Era un sintoma de la falta de preparación dei gobierno después de la «Gloriosa Revolución» de I6XK el
58
LA REVOLUCIÓN MILH AR
12. /.<# cânones de m ero fueron una tentativa, sin exilo, para organizar una artilleria de campana móvil. Esta batería de cualro, lundida en Escócia cn cl deccnio de
1630. muestra todavia la manera en que cl cuero y el cordaje eran «embebidos» en
tin tubo de metal, cn forma muy similar a como cn cl siglo xtx se constmirían los ca*
itones de acero. Pero. al contrario de éstos, el reveslimiento de I«« cânones de cuero
era un mal conductor térmico y éstos se reculcntaban enseguida. El hccho de que. a
pesar de todo. fueran utilizados repetidamente en operacioncs (al menos hasta
16XV). demuestra cl rctraso militar de Escócia cn esta época.
RKVISIÓN DF LA REVOLUCIÓN MILITAR
59
que, al ano siguicnte, se recurriera otra vez a ellos en Killiccran
kie, contra los rebeldes jacobitas dirigidos por John Graliam ol
( laverhouse, vizeonde de Dundee. Muchos de ellos revenlaron al
terccr disparo y los restantes fueron ineapaces de detencr la asombrosa carga de los highlanders jacobitas.72
La verdad es que los caftones de cuero no dieron resultado. Sus
camisas de cuerda y cuero cran malas conduetoras dei calor, y fue­
ron la causa de que los tubos se sobrccalentascn, por bien fabrica­
dos que estuviesen. Pero es dudoso que cualquicr arma de tipo
usual en aquella época hubicra podido frenar a «Bonnie Dundee» y
la carga de los highlanders. porque los miembros dei clan. Iras dis­
parar una única descarga de mosquete, tanto para producir una nube de humo como para eliminar enemigos, arrojaban al suelo sus
armas de fuego y se reagrupaban en formaciones de eufla antes de
lanzarse a la carrera con un solo objetivo (rechazar las bayonetas
inglesas) y una sola espada (para cortar gargantas inglesas). El ge­
neral derrotado en Killiecrankie, Hugli Mackay, observaba más
tarde que
los highlanders se mueven con tanta rapidez que, si un hulallón re­
tarda cl momento de hacor fuego hasta que se aproximou lo sufi­
ciente para estar seguro de alcanzarles. ellos están encima antes de
que nueslros homhres puedan echar mano de su segunda defensa,
que es la hayoncta.
Por otra parte, hacer fuego demasiado pronto contra la carga
de los highlanders era también fatal, como observaba otro fracasado jefe (cl general Hawley) antes de su derrota en la batalla de
Falkirk. en 1746:
Si cl fuego se hace desde lejos, ya no hay posiblemcntc nada
que hacer. porque nunca hay tiempo para cargar un segundo cartu­
cho; y si se abandona, ya puede uno darse por muerto, porque ellos
[los highlanders), al no tener ninguna llave de fuego ni carga alguna, no hay hombre que con sus armas, avios, etc., pueda escapárseles. y no dan cuartel ...n
Durante ei siglo xvu y comienzos dei xviu, por tanto, se produjeron numerosos enfrentamientos en los que tropas provistas de
todos los instrumentos de la revolución militar fueron puestas en
fuga por la carga frontal de hombres de los clanes provistos solamente de las armas tradicionales: a las ordenes dei marques de
Montrose y de Alastair MacColla, desde Tippermuir hasta Kilsyth
60
LA REVOLUC1ÓN MILITAR
REVISIÓN DE I.A R E V O l.lC IÓ N Mil ITAR
61
cn 1644-1645; bajo Qavcrhouse cn Killiecrankie cn 1689; bajo
«Bonnie Prince Charlie» en Prestonpans y Falkirk, en 1745-1746.
La carga de los highlanders sólo fue detenida en Culloden. ya en
1746. porque el ejército hannoveriano poseia en aquella ocasion
una gran artillcría de campa fia. una aplastante superioridad numé­
rica y (sobre lodo) un mejor control de los fuegos. Entonces. la ul­
tima Ilia de los mosqueteros fue la primera en disparar, cuando los
hombres de los clanes se encontraban a unos 12 metros de distan­
cia, y las otras dos filas hicieron fuego después. cuando el enemigo
estaba ya a bocajarro (lâmina 13).74 Si bien cs cierto que los high­
landers aún habrían de efectuar otra carga triunfal (en la batalla
de las alturas de Abraham, en 1759, que arrebató cl Canadá al do­
mínio francês), en todas partes fueron los regimientos de infantería de línea. con sus descargas reguladas, los que alcanzaron la su­
premacia en los campos de batalla de Europa.75
La revolución militar afectó tambien con lentitud a otros terri­
tórios de la periferia europea. Cuando Carlos X de Suécia se halló
en 1656 en guerra con Rusia, su ejército de Finlandia (con unos
10.000 soldados de infantería) tuvo que aprender a actuar sobre
esquis para poder proteger las fronteras durante cl invierno. y sólo
pudicron disponer de muy poco tiempo para la instrucción y el
fuego en descargas.76 Un peculiar estilo de guerras fronterizas apareció en este siglo en Hungria, después de 1560. donde las princi­
p a ls preocupaciones militares no cran las batallas o los asedios.
sino el ganado y los prisioneros. preocupaciones reflejadas con
exactitud en los documentos locales conservados, que registran el
número y el valor de los rebanos capturados o perdidos con un detalle minucioso, pero que reservan el máximo dclallc para los pri­
sioneros. Se anotaba cuidadosamente su categoria militar, rasgos
distintivos, nombres y apodos (tales como «Alí. la Bestia», o «Yu­
suf, el Loco»), porque éste era el verdadero objetivo de la guerra.
El rescate de los prisioneros era un gran negocio en la frontera
húngara y a veces producía benefícios muy superiores a los costes
de la campana.77
Las guerras que tuvieron lugar en la mitad oriental de la gran
llanura europea permanecicron también muy impermeables a las
innovacioncs militares. A comienzos dei siglo xvti. por ejemplo,
había todavia en el ejército polaco 10 jinetes por cada soldado de a
pie. lo que era muy razonable teniendo en cuenta la naturaleza de
los enemigos de Polonia. En efecto. tras la secularización de la Or
den Teutónica en 1525. había disminuido notablemente la expan
62
LA REVOLUCIÓN MILITAR
sión alemana a lo largo üc la costa dei Báltico, mientras que, casi a
la vez, tras la derrota de Hungria en Mohács. en 1526, había au­
mentado considerablemente la amcnza de los tártaros y turcos.
Contra los jinetes dei sur era razonable que Polonia reforzase su
caballcrfa. en vez de su infantería o artillería. y que intentara poseer ejércitos más aptos para ganar batallas que para conducir asedios. Incluso hacia 1600, la caballcrfa polaca fue capaz de destruir
a los invasores suecos (en Kirchholm en 1605 y en Klushino en
1610), aunquc estos êxitos proporcionaron una falsa scnsación de
seguridad. En 1621, en víspcras de una nueva invasión sueca, la
trace italierme só lo se encontraba en Polonia alrededor de algunos
puertos bálticos (como Danzig) o en las posesiones de algunos
grandes magnates (como en la nueva ciudad de Zamosc. donde el
italiano Bernardo Morando había construído entre 1587 y 1602
nuevos muros con siete bastiones). Debido a esto, la furiosa embestida sueca dei decenio de 1620 tuvo inicialmente gran êxito. Al­
gunos escandalizados libros y folletos fueron escritos enseguida
por los propagandistas polacos denigrando a los invasores por su
«poco caballeresco engano» al erigir terraplenes en torno a sus
campamentos «como si necesitasen el valor de un enterrador para
ocultarse a sí mismos» y calificando sus concienzudas técnicas de
asedio de «kreta robota [obra de topos]».78 Pero fuera o no trabajo
de topos, el príncipe hcrcdero Vladislav fue inmediatamcnte en­
viado a los Países Bajos para aprender de primera mano aquellas
tácticas enganosas. Fue seguido por ingenieros polacos, como
Adam Freitag, que en 1631 publico en Lciden una obra clásica in­
ternacional sobre la evolución de la fortificación militar (Architeclura militará nova et aucta) antes de regresar a su país para poner
en práctica sus ideas.7g Para entonccs, como consecuencia de los
êxitos suecos en I.ivonia y en Alemania. el ejército polaco había
sido también reorganizado según los critérios occidcntales. Se reforzó la infantería con unidades especiales de mosqueteros (deno­
minadas «tropas extranjcras» a pesar de que en su mayoría estaban constituídas por soldados polacos). A la vez fueron publicados
en polaco vários manuales sobre tiro, basados en la experiência
Occidental, y se normalizaron los diversos tipos de piezas de arti­
llería, incluyendo cânones de campana construídos según los mo­
delos suecos. Se inició después un programa completo de fundición de cânones: en 1637 había 222 piezas de artillería en los
arsenales reales. pero dos ah os después eran ya 320.8" Además, cl
cartógrafo real Fryderyk Gctkant levanto una serie de mapas tnili-
REVISIÓN DE I.A KEVOLUC1ÓN MILITAR
63
lares espcciales de Iodas las zonas fronterizas, mostrando los tea
tros de operaciones de las posibles guerras futuras junto con los
puntos de potencial fortaleza o debilidad. Sin embargo, la tarea
era lenta: los nobles que dominaban el Estado polaco se resistían a
cualquier medida que pudiera reforzar el poder de la monarquia,
como contratar mercenários extranjeros, armar a los siervos o for­
tificar las ciudades reales. Por tanto, en 1655 el ejército real estaba
tan mal preparado y eran tan primitivas las fortificaciones de Var­
sóvia que los suecos conquistaron la capital en una incursión mon­
tada.81
El progreso de la revolución militar no fue más rápido en Rusia. Aunque a partir dei siglo xiv se venía utilizando la artillería,
tanto las armas de fuego como la infantería siguieron siendo rela­
tivamente poco importantes en el ejército de los zares hasta el
siglo xvii. Todavia en 16(X), según una autoridad recicnte, «la
oricntación básica rusa era hacia la guerra de las estepas, con jinetes, arcos y flechas ... La Moscovia no se había comprometido
todavia dei todo con la revolución de la pólvora».82 Como en Occidente, el cambio comenzó con la construcción de nuevas fortifi­
caciones que sólo podían reducirsc mediante largos asedios. Así
era. por cjemplo, en Esmolensko, construída entre 1595 y 1602
utilizando 150 millones de ladrillos, 620.000 sillares de paramento
y un millón de cargas de arena, que era defendida por muros de
5 m de espesor y 19 m de altura, con una longitud de 6,5 km. Ya
en 1550 el gobierno de Moscú había considerado necesario un
cuerpo permanente de infantería, y creó los strelitz, que empleaban armas de fuego. Sólo eran 3.000 al principio, reclinados entre
la clasc acomodada, pero para 1600 eran 20.000 y en 1632. casi
34.000. Pero no todos los strelitz servían en el ejército, pues muchos desempeftaban tareas de policia y defensa local; además, du­
rante la guerra de Esmolensko (1632-1634) toda una mitad dei
ejército ruso estaba constituída por «regimientos de nueva formación». esto es, mercenários contratados en el extranjero que combatían con lácticas lineales, como en Occidente. Entre 1630 y
1640, el gobierno organizo diez de estos regimientos extranjeros.
con unos 17.400 hombres en total, armados con mosquetes y apoyados por artillería de campaíia. Aunque una vez concluída la
guerra fueron disueltas las unidades de «nueva formación». en el
decenio de 1560 se reactivaron de nuevo. Hacia 1663 había 60.000
soldados extranjeros al servido de Rusia, y en 1681 eran 80.000,
dotados de lar armas producidas por una fábrica en Tuia, dirigida
64
LA REVOLUCIÓN MILITAR
por holandeses, y de las armas de pedernal y otras armas de campafla acumuladas en cl Kremlin de Moscú y en oiros lugares. Es­
tas fuer/as se regían por las Instrucciones militares promulgadas
en 1649 por cl zar Alcjo Romanov, que se basaban en las de
Maurício de Nassau. Mientras tanto, ingenieros militares, hugonotes franceses y holandeses dirigían las ingentes obras de restauración y ampliación de la barrera defensiva conocida como la línea
de Belgorod, que cubría la frontera meridional de Moscovia. Hacia 1653, sus reveilines y bastiones se extendfan a lo largo de 800
kilómetros de la frontera boscosa y esteparia donde, con un nuevo sentido. Europa encontraba a Asia.8-1
Ill
La decision de invertir en esc moderno muro de Adriano, que
tuvo en Occidcnte su equivalente en la línea de reductos de madera enla/ados entre si, construído por la República de Holanda a lo
largo del IJssel en 1605*1606 (lamina 14), sirve para recordar que
la mayor parte de los gastos y recursos militares se aplicaba. en todos los primitivos Estados modernos, más a la defensiva que a la
ofensiva.84 Por numeroso que fuese el ejército de campana de una
nación. era todavia mayor el número de las fuerzas que guarnecían
fortalezas y teatros de opcraciones secundários o que desplegaban
alrededor de la capital: y por muy costoso que fuese enviar en
campana a las fuerzas de línea. lo era aún más el construir y defen­
der las fortificaciones modernas.85
Es muy fácil subestimar el número de soldados inmovilizados
en guarniciones y en «divertimientos». como se demuestra al con­
siderar las actividades militares en Alemania en 1632. Todos los libros de historia centran su atención en los tres grandes enfrentamientos que se produjeron entre los principales ejúrcitos de
campatla —en Rain, en Alte Veste y en Lützcn— aunque ninguno
de ellos fue realmentc decisivo y la guerra prosiguió durante 16
anos más. Adcmás, era mayor el número de tropas en servido fuera de los ejércitos principales que el que jamás estuvo en éstos
bajo las banderas. Así fue como, en noviembre de 1632, el mismo
mes de Lützcn, Gustavo Adolfo dirigia las operaciones de 183.0(X)
soldados en Europa, pero 62.000 estaban diseminados sobre la
Alemania septentrional en 98 guarniciones fijas. 34.000 habían
quedado en Suécia. Finlandia y las províncias bálticas. y 66.000
REVISIÓN DE LA REVOLUCIÓN Mil >>AH
63
14. LI Cran Muro de la República de Holanda sç c rigid cn 1605. para defender la linca dc los rios IJsscl y Waal contra la invasion del ejército dc Mandes, mandado por
Ambro&io Spínola. Consistia en unos reduetos de madera. enlazados por diques, y se
observa claramente en cl mapa levantado por uno de los subordinados italianos dc
Spínola. Lo que ocurrió ul fin fue que. cn 1606, cl cjírciU) espartol rotnptá cl muro e
invadió Overijsscl. eon lo que futro «i la República dc Holanda a acordar un alto el
fuego al arto siguiente. (D e 1*. Giustiniano, Delle guerre di Fiandra. lihri VI. Ambe*
res. 1609. fig. 25.)
operaban como fucr/as dc los teatros independientes cn tier ras dcl
Império. Por todo esto. el rey luchó y murió en el campo de batalla a la cabeza de sólo 20.(XM) hombres. La disposición de las fuer/as imperiales era similar: 18.000 hombres cn Lützcn, oiros 40.(XK)
en otras operaciones y no menos de 43.000 en las guarnicioncs. In
cluso al finalizar la guerra, en 1648. la mayor parte dei ejército sue
co eslaba inmovilizada en 127 guarniciones en ioda Alemania. y
había otras 95 ciudades y fortalezas defendidas por tropas alia
das.86
5. — PARUrK
66
LA REVOLUCIÓN MILITAR
De modo análogo, en el ejército espanol en Flandes, cerca de
una mitad de las íuerzas utilizadas para defender los Países Bajos
méridionales se encontraha en las guamicioncs. En 1639, por
ejemplo, el ejército cubría 2U8 guarniciones mdependientes, desde
los 1.000 hombres acantonados en Dunkerque hasta los 10 hombres que servian en un aislado fortin de un dique próximo a Gan­
te, conocido como « lu Grande Misère». En total, se dedicaban a la
defensa 33.399 hombres en un momento en que el ejército, aunque
fuesc sobre el papel, se componia solamente de 77.000 hombres.87
Lo mismo les ocurria a los holandeses: la mayor parte del ejército
de la República estaba atado a guarniciones que. en ocasiones,
cran más numerosas que las poblacioncs a las que defendian.88 La
forma más frecuente de las aeciones militares en la guerra de los
Países Bajos consistia en las hostilidades constantes entre guarni­
ciones vccinas de cada bando, como se eomprueba fácilmente con
sólo hojear las memórias de Roger Williams. Francis Vere o Ja­
mes. duque de York (por citar sólo a très participantes ingleses).89
Todavia más: cuando la guerra estaba en sus pcores momentos,
entre 1589 y 1598, algunos jefes locales parecian hacer su propia
guerra. Hacia 1589, se informaba de que Martin Schenck van Nijdeggen estaba utilizando su base fortificada de Schenckenschans,
en el bajo Rin, a fin de emprender «diversas aeciones, más para
obtener algún dinero o para capturar algún buen prisionero que
por cualquier otra razón»*. Mientras tanto, en el nordeste, el coro­
nel Francisco Verdugo había recuperado para Rsparta gran parte
de Frisia y de Groninga con ayuda de un empobrecido y reducido
ejército. que se veia forzado a vivir sobre el terreno. A veces sus
compartias sólo tenían 10 hombres. aunque. según las memórias de
Verdugo, dcsplegaban en la forma acostumbrada: dos mosqueteros como vanguardia, très piqueros y el capitân en el centro y très
mujeres y un escribiente en la retaguardia.9"
Durante la misma época, en Francia, el jefe y teórico militar
Blas de Moulue dcscribia la guerra en sus dias como nada más que
una îîérie de «Juchas, encuentros. escaramuzas, emboscadas, alguna batalla ocasional, pcqueflos asedios. asaltos. escaladas, y con­
quista de ciudades por sorpresa».91 Ouizás esto fuera algo exagera­
do. pues hubo numerosas batallas y asedios en régla durante las
guerras de religion en Francia, pero en cuanto las fuerzas regula­
res abandonaban las províncias para constituir un ejército de camparta. la iniciativa en cada localidad revertia a las guarniciones y a
las fuerzas irregulares que en ella quedaban.92 Medio siglo des-
KEVISIÓN L)L LA KL V OU CJÒN Mil II AR
f)7
pués. cl carácter militar de la guerra civil inglesa era muy parecido.
A pesar de la atención que sc ha dedicado a las numerosas balallas
campalcs, cn especial a aquellas en las que intervino Oliver Cromwell, las opcraciones locales por fucr/as lerritorialcs fucron más
numerosas y más importantes que lo que sc ha reconocido habi­
tualmente. Desde 1642 a 1646 sc desarrolló una difícil y sucia gue­
rra en la mayoria dc los condados dc Inglaterra y Gales entre las
diversas guarniciones enemigas. en la que cada jefe particular sc
esfor/.aba en aniquilar los recursos dei enemigo y cn preservar los
propios. Durante los primeros anos, hasta las pequenas fortalezas
dc las zonas menos accesibles dei reino (como en los condados de
la frontera galesa) poseían una notable área de influencia. Se ha
indicado que muchas de cilas disponían dc guarniciones «por razones dc seguridad local más que como parte de una idea superior
láctica o estratégica», y algunas dc cilas parccían existir con cl solo
propósito de obtener dinero en alguna población. Sin embargo, su
cfccto conjunto era considcrablc. RI ejércilo dei Parlamento perdió cn 1642 Hdgehill porque hubo de enviar tropas para guarnecer
Hercford. Norihamplon y Coventry: los realistas perdieron Naseby cn 1645 porque hubicron dc dejar 1.500 hombres para la delensa de Leicester, ocupada dos semanas antes, y no quisicron pe­
dir rcfucr/os a las fortalezas inmediatas (como Newark. defendida
por 4.(XK) hombres).93 A mediados de 1645 había 80 guarniciones
realistas en Inglaterra y Gales, y quiz.ás el mismo número dc guar­
niciones dei Parlamento (18 cn Shropshirc. 18 en Oxforshire. y así
sucesivamentc). En su conjunto, cs posiblc que liayan inmovilizado la mitad dcl total de las fuerzas implicadas en la guerra civil.94
Der kleine Krieg era. por tanto, tan usual en la primitiva guerra
moderna en muchas parles dc Europa como las balallas campalcs
y los prolongados asedios. Al lado de los enfrentamientos y las
campanas espectaculares. cualquier historia militar completa de
esta época debería considerar las innumerables «guerras peque­
nas» en las que numerosas concentraciones de tropas, aunque a
menudo no superaran unos poeos centenares, se esforzaban en
«daftar al enemigo sin pretender forzar la decisión mediante la balalla».95
Este estilo complejo dc guerra, cn cl que la guerrilla cra tan
importante como la guerra, sólo concluyó con la demolición de la
red dc fortalezas cn que sc apoyaba. Es significativo que fuera cn
Francia donde se iniciara este camino. Enrique IV dcstruyó mu*
chos castillos y fortines después dc 1593, a medida que las provin-
68
1 A REVOLUC1ÓN MIL.I I AR
cias periféricas iban sicndo pacificadas al concluir las guerras de
religión. Así mismo, durante el decenio de 1630. Richelieu arrasó
más de un centenar de fortalezas en el sur. al aplastar las oleadas
de rebeliones de los hugonotes y aristocratas.96 Las ventajas de
esta política eran evidentes para todos, y se aplico extensamente.
Durante la guerra civil inglesa, ambos bandos destruycron sin miramientos las fortalezas de los territórios donde había concluído la
actividad militar, incluso antes de terminar la guerra, a fin de disponer de más hombres para el ejército de campana. De este modo.
las 18 guarniciones de Shropshirc de mayo de 1645 (14 realistas y 4
dei Parlamento) se habían reducido a 11 en octubre (3 realistas y 8
dei Parlamento) y a sólo 2 en 1647. Se evacuo el resto y se demolieron sus defensas. Concluída la guerra, se destruyó en el centro
de Inglaterra un gran número de fortificaciones. Es cierto que el
número de guarniciones que quedaron (sobre todo a lo largo de la
costa) era todavia sustancial. pero se redujo mucho el número to­
tal de hombres.97
El peligro de conservar demasiadas fortalezas se demostro
palmariamente durante los sucesos de la región báltica en el dece­
nio de 1670. Los territórios que Suécia había adquirido en Alemania durante la guerra de los Treinta Afios. y después de ésta. carecían de cualquier frontera natural; de hecho. las tierras suecas eran
tan poco distinguibles de las vecinas que hubo que instalar postes
fronterizos. En estas fronteras arbitrarias, parecia a primera vista
que sólo podría obtenerse la seguridad mediante largas líncas de
fortalezas. Sin embargo, el coste de mantener estas numerosas
guarniciones era insostenible y, en el decenio de 1670, se hundió la
defensa de los ducados suecos de Verden y Bremen precisamente
porque había demasiados fuertes y no se pudieron conseguir las
tropas nccesarias para defenderlos. Los fuertes en poder de los
suecos, en número de una veintena, lucrou en su mayoría aislados.
asediados y rendidos por hambre. y los de menor entidad. que cayerorrantes, sirvieron para amenazar después a los mayores. Por
todo eso, en el decenio de 1680 se abandonaron o se destruyeron
muchos de estos fuertes. 98
Iodo esto no fuc nada, sin embargo, en comparación con la sis­
temática desmilitarización dei centro de Francia bajo Luis XIV.
Tras la Fronda y la guerra de Dcvolución (1667-1668), los minis­
tros de la corona se preocuparon por el gran número de fortalezas
que había que guarnecer. Algunas se hallaban en el interior, defendiendo puntos que fueron importantes pero que ya no estaban
REVISIÓN DE LA REVOLLCIÓN MILI TAR
69
amenazados; otras estaban en las fronteras, donde las ganancias
conseguidas en la paz de los Pirineos (1659) y en la de Aquisgrán
(1668) habían dejado a Francia con vários precários enclaves en
lerritorio enemigo. A comienzos de 1673, con otra guerra en mar­
cha. el jefe de los ingenieros militares de Luis XIV, Sébastien I.e
Prestre de Vauban, propuso una racionalización de las defensas
írancesas. «Esta confusión de fortalezas propias y enemigas. mezciadas entre sí en revoltijo, no me satisíace nada —escribió—. Uno
se obliga a mantener tres plazas en vez de una.»'w Vauban denominó a su ideal el pré carré (prado cuadrado). y durante los siguientes treinta anos recomendo encarecidamenlc a su senor que adquiriese (por conquista, intercâmbio o tratado), retuviese y fortificase
las plazas necesarias para dotar a Francia de una frontera que (en
lo posible) estuviesc trazada en línea recta. Los ingenieros france­
ses construyeron o reformaron 133 fortalezas que. o bien cerraban
al enemigo las diversas vias de acceso al reino, o bien faeilitaban el
paso de las fuerzas francesas a territórios vecinos. Esta fue la razón de las grandes dimensiones de las fortificaciones de Vauban:
estaban proyectadas a fin de ser lo suficientemente grandes como
para albergar suminislros y tropas capaces de efectuar operaciones
ofensivas o defensivas. Sin embargo, no se tiene a veces en cuenta
que el corolário dei pré carré fue la creación de una zona virtual­
mente desmilitarizada en las províncias dei interior, por la destrucción o abandono consciente de otras 600 ciudades amuralladas o
fortalezas dei interior dei reino, incluyendo Paris, cuyas fortifica­
ciones fueron destruídas en 1670 por orden dei gobierno.100 Como
después explico Vauban, 10 fortalezas menos significaban 30.000
hombres más para los ejércilos de campana reales. El aumento de
las fuerzas armadas de Luis XIV se debió tanto a la visión estraté­
gica de Vauban, que libero más hombres para las campanas, como
al ingenio y ceio de Louvois, que obtuvo más reclutas.101
A modo de conclusión: a comienzos de la Europa moderna, el
arte de la guerra se transformo, sin duda alguna. a causa de la evolución habida en tres importantes aspectos, relacionados entre sí:
un nuevo modo de usar la pólvora, un tipo nucvo de fortificacio­
nes y el aumento en el tamafto de los ejércilos. El ritmo de la evolución fue mucho más lento de lo que alguna vez se penso, y su repercusión. mucho menos general. La mayor parte de las guerras
que tuvieron lugar en Europa antes de la Revolución francesa no
concluyeron mediante una estratégia de exlerminio, sino (utilizan­
do palabras de Hans Delbrück) mediante una estratégia de des­
70
I A RFVOLUCIÓX Mil H AR
gaste, por medio de una paciente acumulación de pequefias viclorias y un lento desgaste de la base económica dei enemigo. Hubo.
naturalmente, algunas excepciones (la guerra de Esmalkalda de
1547-1548. la guerra de Ostia en 1557. la guerra de Saluzzo en
1600), pero estos conflictos concluyeron con rapidez debido a que
las fucr/as de un Estado importante, en guerra desde hacía poco
tiempo. se enfrentaron abiertamente a las de otro Estado inferior
que habíà quedado aislado. Todas las guerras clásicas de la era de
la revolución militar fueron «guerras largas», formadas por nume­
rosas campanas y «acciones» independientes: las guerras de Italia,
que ocuparon la mayor parte dei período entre 1494 y 1559; las
guerras de religion francesas, que se prolongaron sin apenas interrupciones desde 1562 a 1598 y se continuaron en 1621-1629; la
«guerra de los Odienta Aftos» en los Países Uajos. hecha de conti­
nuas hostilidades entre 1572 y 1607, y de nuevo entre 1621 y 1647;
la «larga guerra» de Hungria, entre 1593 y 1606. Se ha sugerido a
veces que los conflictos del siglo xvn y comienzos del xvtit se hicieron más breves y decisivos, porque entonces los generales buscaban una Victoria rápida mediante batallas résolutivas (como si
esto no hubiera sido asi en las geheraciones anteriores).102 Pero las
guerras seguían eternizándose: la guerra de los Treinta Anos duró
desde 1618 hasta 1648. a pesar de Brcitcnfeld, Líitzen y Nórdlingen; la «otra guerra de los treinta anos», entre Francia y Espana,
se prolongé interminablemente desde 1700 a 1721. a pesar de Rocroi y Lcns; la gran guerra del Norte duró desde 1700 hasta 1721. a
pesar de Poltava; la guerra de Sucesión espanola se extendió desde
1701 a 1713. a pesar de Blenheim, Ramillies, Oudenaardc y Malplaquet. La única diferencia real estribaba en que las últimas gue­
rras se liacían con ejércitos cada vez más numerosos y costosos
que las guerras anteriores. Es en estos aumentos en el número y
en el coste donde reside la explication principal de su larga duración: c^pensamiento estratégico había quedado aplastado entre el
constante aumento en el tamano de los ejércitos y la falta relativa
de dinero, equipo y alimentos.10' En la era de la revolución militar,
la habilidad de los gobiernos y de los generales para sustentar la
guerra se convirtió en el eje alrededor del cual giraba el resultado
de los conflictos armados.
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