Conferencia 1 Geometrías del poder y la conceptualización del

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Conferencia 1
Geometrías del poder y la conceptualización del
espacio1
Doreen Massey (Open University, Inglaterra)
La invitación que recibí a visitar Venezuela me explicó que les interesa a
ustedes el concepto de ‘power-geometry’ – la geometría del poder. Soy geógrafa, y ‘la
geometría del poder’ es un concepto que inventé, en el contexto de mi trabajo, para
enfatizar el carácter social del espacio – el hecho de que el espacio social (y el espacio
en general) es producto de acciones, relaciones y prácticas sociales. Y por eso:
1. como producto social es, por consiguiente, abierto a la política (si lo
producimos, igualmente podemos transformarlo)
2. como producto social el espacio es, en su misma constitución, lleno de,
empapado de, poder social
3. y el poder, como sabemos, tiene múltiples formas (económica, política,
cultural; dominacíon, igualdad, potencia) y se realiza ‘en relación’, entre una
cosa (persona, nación, región, lugar) y otra
4. y por eso a su vez, el poder tiene una geografía.
Estaba tratando, por este concepto, de establecer ‘el espacio’ (como dimensión, así
como es el tiempo) como cosa en juego en la política.
Además, este planteamiento de ‘power-geometries’ es una parte, un elemento, dentro
de un tema más amplio – el tema de la (re)conceptualización del espacio. Mi
propuesta es sencilla: que importa la conceptualización del espacio: que tiene efectos
tanto intelectuales como políticos, y que – aunque normalmente no se reconozca – ‘el
espacio’, y su conceptualización, plantea desafíos políticos importantes.
Entonces, empezaré con ‘el espacio’, y quisiera entrar en este tema propeniendo tres
características del espacio, que son las siguientes:
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2
Conferencia dictada en la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 17 de setiembre, 2007.
Este argumento, y la conceptualización del espacio en general, es elaborado en Massey, For space,
2005, Sage.
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*
1. El espacio es producto de relaciones (y de la falta de relaciones). Es una
complejidad de redes, una malla, de vínculos, de prácticas, de intercambios, tanto a
nivel muy íntimo (como él del hogar) como a los niveles de la ciudad, el país, lo
global. Producimos el espacio en el manejo de nuestras vidas. (Ésta es una propuesta
bien conocida en la geografía humana teórica, aunque no es bien utilizada en la
práctica.)
Un ejemplo: Me di cuenta de esta característica del espacio en estudios de la
industria, y de la desigualdad entre regiones, en el Reino Unido.3 Es decir, se trató del
espacio económico. En el Reino Unido el sur/sur-este (la región de Londres) tiene
más empleo, ingresos mucho más altos, puestos que exigen un nivel más alto de
educación o de formación, etc etc …. que lo tiene el norte del país. (Creo que hay,
aquí, circunstancias parecidas entre Caracas y otras partes de Venezuela.)
¿Cómo representar o analizar esta desigualdad regional? ‘Normalmente’ (por
ejemplo en la imaginación del gobierno del Reino Unido y de capital) se
conceptualiza, esta geografía de desigualdad, como si hubiera dos regiones – dos
territorios, distintos, con características diferentes. Es (se conceptualiza como) un
espacio de territorios. Ésta es la concepción hegemónica y, creo yo, es una
conceptualización que refuerza la geometría del poder hegemónica.
Pero esta geografía se puede conceptualizar de otro modo. Por ejemplo: digamos
que hay una empresa. Su sede se encuentra en el sur-este, así como la dirección, la
junta de directores y la sección de investigación. La producción material se encuentra
en el norte. El resultado de esta distribución (y es una distribución típica) no es
simplemente dos regiones con características distintas – conceptualizadas como si
fueran entidades independientes – sino es que, en efecto, tenemos las relaciones de
producción capitalista extendidas ‘en’ el espacio. El poder de dirección va del sur al
norte; las decisiones sobre inversiones se toman en el sur; las vidas de los obreros del
norte dependen de las acciones en el sur; etc. Esto es un espacio de relaciones, y
relaciones de poder.
No es decir que no existen ‘regiones’ o ‘territorios’, pero las regiones mismas,
sus características y sus identidades, son productos de relaciones dentro de un espacio
3
Massey, Spatial divisions of labour, 1984, 2nd edn 1995, Macmillan/Palgrave.
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más amplio. O, mejor dicho, son las relaciones de producción capitalista las que
producen este espacio y estas regiones.
Este es el espacio entendido como producto de relaciones sociales – un espacio
de vínculos llenos de poder – y es una forma básica, un ejemplo sencillo, de la
geometría del poder. Es decir, el poder se constituye ‘en relación’; por eso hay una
geografía del poder – una cartografía del poder. Eso es la naturaleza de la desigualdad
entre el sur-este y el norte en el Reino Unido.
Claro que no es en estos términos que la discute el gobierno británico cuando
enfrenta el llamado ‘problema regional’. Al contrario, el gobierno habla en términos
de una región (el sur-este) que ‘tiene éxito’ y otra región que no lo tiene. Es una
geografía casi ‘moral’ – el norte se ve como culpable de su fracaso económico. Para el
gobierno, el problema es como el norte puede ‘mejorarse’ para competir con el sureste. No hay ningún reconocimiento de las enlaces, las relaciones de poder, atando
integralmente las dos regiones y sus fortunas económicas. No hay tampoco ningún
reconocimiento político del hecho de que integral a las diferencias empíricas,
económicas, entre regiones existe una desigualdad más importante – la del poder –
una geometría del poder.
Y esta geometría del poder, en la cual domina el sur-este, existe no solo en la
esfera económica, sino también en las de la cultura, del financiamiento, y de la esfera
gubernamental. Cada espacio – económica, política, cultural – tiene sus geometrías
del
poder (aunque es
importante subrayar
que estas
esferas
son
muy
interconnectadas).
Pero hablar así, de la geografía del poder, y de las relaciones de poder, constituye
una amenaza, un reto, mucho más peligroso a los que mandan, por que implica que lo
que se necessita, en el espacio económico, es no solo una descentralización de empleo
por ejemplo sino una política de relaciones del poder.
Eso fue un ejemplo de un espacio nacional. El mismo tesis se puede plantear a
nivel internacional. En el campo internacional Londres no es simplemente centro
financiero (cuestión de rama, sector …) sino también (y más importante) centro de
poder dentro de la mundialización neoliberal. La globalización, igualmente, se puede
conceptualizar (debería conceptualizarse) como una complejidad de geometrías del
poder. Y es esta geometría, tan desigual y con efectos tan nocivos – y no el hecho en
sí mismo de ser global – la que debe ser en juego en la política. Y, de lo que yo
conozca de Caracas y de Venezuela, eso es, precisamente, una meta aquí. La meta no
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es acabar con la inserción global de la ciudad ni del país, sino tentar de construir otro
modo, otra forma, de inserción dentro de la economía mundial – una forma alternativa
de incorporación a dicha economía. El intercambio con Cuba (médicos/petróleo) se
trata precisamente de una política de relaciones. Transforma una relación que habría
podido ser de competencia (lo normal en un mundo neoliberal) en una relación de
cooperación. Cambia el contenido de poder de la relación; y cambia el carácter del
espacio. Esto es el caso también con el acuerdo con Londres. Son tentativas, creo yo,
de transformar un poco la geometría del poder económico y internacional.
*
2. La segunda característica del espacio es que: el espacio es la dimensión de la
multiplicidad. Sin la dimensión del espacio, no podría existir multiplicidad (en el
sentido sencillo de más de una cosa). Pero, también, sin la multiplicidad no podría
existir tampoco el espacio. El espacio y la multiplicidad se producen, uno y otro,
mutuamente. Es un argumento filosófico,4 pero con implicaciones políticos, y quisiera
ejemplificarlo con un caso pragmático geopolítico.
Aún después de la caída de la Unión Soviética y el difundirse del neoliberalismo
en todas partes del mundo, toda la evidencia demuestra que siguen haber diferencias
marcadas entre paises, regiones, lugares, en términos de distribución de ingresos,
gastos sociales, movilidad social, compromiso a la solidaridad social, compromiso al
‘mercado libre’ etc. etc. Es decir, sigue la especifidad geográfica, (una forma de) la
multiplicidad espacial. De un modo, los diferentes lugares exhiben maneras distintas
de organizarse. Es que son emblemáticos de políticas distintas. Por ejemplo (un hecho
pequeño, para mí inesperado) – la diferencia (en unas medidas) en desigualdad de
ingresos entre los Estados Unidos y los paises de Escandinavia es tan grande como la
diferencia entre los Estados Unidos y México. Es decir, el capitalismo, aun neoliberal,
no es la misma cosa en cada país. Es decir, aunque, como dijé, los distintos lugares
están vinculados, están constituidos mutuamente, siguen sus propias trayectorias. El
modelo eeuu no está dominante en todas partes. El reconocimiento de esto es, al
mismo tiempo, el reconocimiento de la multiplicidad (la multiplicidad de trayectorias)
que es el espacio social.
Además, esta ‘multipolaridad’ (como se llama en el debate político) es un aspecto
necesario en cualquier democracia global. Y afirmar este hecho de especifidad
4
Ver For space.
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geográfica también constituye una crítica conceptual a las narrativas del
neoliberalismo (de la izquierda tanto como de la derecha) que hablen de un
neoliberalismo inexorable, inevitable, imposible a resistir o a modificar. Las
narrativas que, por lo tanto, implican que hay solo un futuro, un futuro neoliberal,
para todos, todos los lugares. Pero, para que funcione este ‘democracia global’ es
preciso que cada lugar haga explícito el acuerdo social sobre lo que se base – los
valores éticos que se puedan realizar por la participación común en la
negociada/disputada asociación sociopolítica que es ‘el lugar’.
A mi juicio es lo que está haciendo Venezuela en el foro internacional. Tiene
‘una voz’ en el mundo, y es suya. En el libro For space escribí yo:
We come to each place with the necessity, the responsibility, to
examine anew and to invent
(Hay que entender cada lugar tomando en cuenta la necesidad, la
responsabilidad, de analizar de nuevo, y de inventar.)
No estaba pensando en él, pero Simón Rodríguez, como saben ustedes muy bien, dijó:
o inventamos o erramos. Creo que Simón Rodríguez fue buen geógrafo … es una
manera excelente de evocar la multiplicidad de ‘lo espacial’, del espacio.
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3. Hasta aquí tenemos: 1. el espacio como producto de relaciones (formando una
geometría del poder) y 2. el espacio como dimensión de la multiplicidad (la
multiplicidad de entidades con sus propias trayectorias). La tercera proposición que
tengo (muy breve, pero importante …y a consecuencias de las características ya
mencionadas) … es que el espacio está siempre ‘bajo construcción’. Nunca es cosa
acabada. Siempre hay relaciones que queden por hacerse (o no hacerse) y/o que se
puedan modificar. El espacio (las geometrías del poder que lo constituye) está
siempre en vías de producción y – por eso – siempre abierto al futuro. Y – por eso a
su vez – abierto también a la política. El hacer del espacio es una tarea política. Si lo
conceptualizamos de este modo, el espacio plantea un verdadero desafío a la política.
Aun más, para evadir este desafío, adoptamos frecuentemente imaginaciones (es
decir, conceptualizaciones implícitas) alternativas del espacio. Creo que éste sucede
en todas las esferas de la política, pero voy a fijarme por un momento en la política
que tiene que ver específicamente con este mundo tanto ‘globalizado’ como desigual.
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Quisiera darles a ustedes dos ejemplos entonces de esta evasión del desafío del
espacio. El primer es que, frecuentemente, transformamos el espacio en el tiempo. Por
ejemplo, cuando planteamos preguntas sobre la pobreza y la desigualdad económica
que se encuentran dentro de la globalización de corte neoliberal (pensemos en Mali,
Nicaragua, Mozambique) la ‘explicaciόn’ que frecuentemente se ofrece es que estos
paises ‘están por detrás’ o ‘son atrasados’. Del mismo modo, utilizamos una
terminología de ‘paises desarrollados’, paises ‘en vías de desarrollo’, etc. O, otro
caso, asimismo utilizamos ‘las grandes narrativas’ de la modernidad – del Progreso,
de los Modos de Producción – imaginamos un mundo dentro del cual hay una sola
sucesiόn histórica de ‘períodos’.
En todos estos casos, la geografía desigual del mundo se está transformando en
una cola histόrica. Es una transformación (una reorganizaciόn) de la geografía (una
simultaneidad espacial de diferencias – una multiplicidad) en una (sola) historia. Es
un modo de pensar que tiene una relación fuerte con la modernidad, y con el
colonialismo y el imperialismo. Entonces aquí tenemos dos efectos: primero, la
supresiόn de la multiplicidad contemporánea del espacio, y segundo, la reducción al
singular de la temporalidad. Aquí hay solo una cola histόrica (un modelo de
desarrollo), y es una cola definida por ellos que son ya ‘desarrollados’ (es su historia a
ellos). Hay, en fin, solamente una voz. Y todo eso implica que ellos que se encuentren
‘por detras’ (entre comillas) en esta cola no tienen posibilidad – no tienen espacio –
de definer un modelo que sea suyo propio. ‘Su futuro es predicho’, presagiado en el
presente de otros paises. Quizás tales paises no querrían seguir el sendero de los
paises llamados desarrollados – claro que han habido, y hay, muchos ejemplos en
América Latina. Entonces hay que enfrentar explícitamente este modo de ‘ver’ el
mundo – lo que sería al mismo tiempo enfrentar un entendimiento de lo que es ‘el
espacio’. Y es un entendimiento del espacio que se usa con el fin de ocultar la
posibilidad de otras maneras de desarrollar.
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Eso es una argumentación bastante bien conocida. Pero hay más consecuencias
de esta transformaciόn del espacio en el tiempo que yo quisiera sugerir. Primero, es
una imaginación que esconde la posibilidad (en verdad el hecho) de que la
desigualdad en el mundo se produce en la actualidad – que es una característica
estructural de la globalizaciόn capitalista de hoy. Esconde los efectos de las formas
actuales de la relacionalidad del espacio (la geometría del poder), que no solamente
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hace menos probable que la mayoría de ‘los paises atrasados’ puedan desarrollarse
sino también (y astutamente) deja a un lado la complicidad de los paises
‘desarrollados’ dentro de la producción actual de esta desigualdad econόmica. Oculta,
precisamente, el poder. Segundo, disminuye de una manera (hace menos urgente) las
diferencias entre paises (o regiones). Reduce estas diferencias a la ‘posición en la cola
histόrica’. Y eso a su vez produce un efecto decisivo: niega la igualdad de voz. Es una
manera de despreciar. Niega que somos verdaderamente coetáneos. Y la existencia de
coetáneos – de una multiplicidad contemporánea – es una propiedad esencial del
espacio. Ambas consecuencias que acabo de indicar implican la eliminación – la
evasión – de desafiós éticos y políticos, y resultan de un modo específico de imaginar
el espacio y el tiempo.
Es preciso aclarar aquí que no estoy criticando toda concepción del ‘desarrollo’
(agua limpia sin duda es mejor que agua sucia). Los problemas a los que me refiero
son la singularidad de su forma supuesta y la cuestión de quien es que tiene el poder
de definir esta forma. Mi intención es simplemente destacar primero la dificultad para
reconocer la contemporaneidad de la diferenciación espacial, y segundo las pequeñas
maniobras de la imaginación que usamos para evitar hacerlo frente.
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Los grandes poderes de la mundialización lo hacen. Nosotros científicos sociales
lo hacemos. Lo hacemos todos en la vida cotidiana. Cada vez que caracterizamos una
sociedad, un país, una cultura como ‘atrasado’ o ‘primitivo’ negamos su diferencia
actual. Nos faltamos el respeto a los otros y – declara el filósofo Jacques Derrida – el
respeto es una actitud, una disposición de ánimo, integral al verdadero reconocimiento
del espacio. Y también: al ocultar las relaciones (las geometrías del poder) las que han
contribuido a producir estas características (‘atrasadas’etc) nos privamos a nosotros
mismos de la posibilidad de entenderlas políticamente. En resumen, es preciso no
transformar el espacio en el tiempo.
*
El segundo ejemplo de la evasión del desafío del espacio es que
conceptualizamos – implícitamente – el espacio como una superficie. Hablamos de
‘viajar a través del espacio’. Es otra vez una imaginación colonial. Los ‘viajes de
descubrimiento’ del ‘nuevo mundo’ se imaginaban (en Europa a lo menos) en un
escenario dentro del que había solamente un agente, un actor (el viajero), el actor que
descubrió ‘el nuevo mundo’, ‘los otros’. En este escenario (esta imaginación) hay
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solamente una historia (la del viajero). Es como si ‘los otros’ no tuvieran ninguna
historia antes de la llegada del viajero. Es una imaginación que hace muy difícil
comprender que ‘los otros’, ‘el nuevo mundo’, ‘los indígenas’, también tuvieron sus
trayectorias propias. Pensar en el espacio como si fuera superficie tiene el efecto de
privar a los otros de sus propias historias.
En este sentido, la insistencia política en ‘el encuentro’ en vez de ‘el
descubrimiento’ evoca también un espacio más activo – el espacio como una
simultaneidad de historias inacabadas, el espacio como un momento dentro de una
multiplicidad de trayectorias. Si el tiempo es la dimensión del cambio, el espacio es la
dimensión de multiplicidad contemporánea.
Por esta razón, el espacio es la dimensión de lo social. Es el espacio lo que
plantea la cuestión política más fundamental: ‘¿como vamos a vivir juntos; a convivir,
co-existir?’ El espacio nos ofrece el desafío (y el placer y la responsabilidad) de la
existencia de ‘otros’. Pero en muchos discursos políticos, y en los discursos dentro de
las ciencias sociales, no se pone en obra. Eso tiene, creo yo, graves efectos políticos.
*
Una etapa más: que trata del tema de la identidad, tanto la identidad de un lugar
(ciudad, país, Caracas, Venezuela) como la identidad de grupos, de individuos, de
capas sociales.
Si el espacio no es simplemente la suma de territorios, sino una complejidad de
relaciones (flujos y fronteras; territorios y vínculos) implica que ‘un lugar’, un
territorio, no puede ser tampoco simple y coherente. Al contrario, cada lugar es un
nodo abierto de relaciones – una articulacíon, una malla – de flujos, influencias,
intercambios, etc. La identidad de cada lugar (incluso su identidad política) es, por
eso, el resultado de la mezcla distinta de todas las relaciones, prácticas, intercambios,
etc … que se entrelazen ahí (dentro de este ‘nodo’) y producto también de lo que se
desarrolle como resultado de este entrelazamiento. Es lo que he llamado ‘un sentido
global del lugar’, un sentido global de lo local.
Entonces:
•
no hay lugares que existan con identidades ya fijadas (pre-determinadas) que
luego tienen interacciones
•
los lugares adquieren sus identidades, en una parte en el proceso de la práctica
de las relaciones ‘con’ otros y en otra parte de las relaciones internas
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•
la identidad de un lugar siempre está en proceso de cambio, de formarse, de
modificarse
•
lo local y lo global se constituyen mutuamente.
Igualmente, podemos conceptualizar la identidad de personas o de grupos sociales del
mismo modo.
En las décadas pasadas se ha desarrollado en las ciencias sociales un debate
fuerte respecto a la conceptualización de la subjectividad y la identidad. Se plantea
que nuestra identidad es, en su misma constitución, ‘relacional’. Que no existimos ‘en
primer lugar’, como islas, y solamente después de esta constitución esencial, nos
relacionamos. No somos individuos ‘antes’ de ser social (igualmente no hay lugares
fuera de un contexto geográfico más amplio). Todos nosotros (y nuestros lugares) nos
ubicamos, nos constituimos, por una red de relaciones de poder. Más bien es que
nuestra identidad se constituye en el proceso de relacionarse. Es una
reconceptualización que tiene raíces feministas, anti-racistas, pos-coloniales …Y ha
sido muy importante políticamente al romper los discursos ‘esencialistas’, al insister
en la constitución social de la identidad.
Esta manera de imaginar la identidad nos puede conducir en múltiples
direcciones. Primero, implica que hay una cartografía de relaciones más amplia que la
identidad misma. Somos articulaciones dentro de configuraciones geográficas más
extensas. Y eso plantea la cuestión de nuestra relación social y política con esas
geografías dentro de las cuales nuestras identidades se construyen; la geografía más
amplia de nuestras responsabilidades políticas. También implica que hay una
geometría del poder dentro de cada lugar, que ‘la identidad’ de cada lugar es producto
de negociación, conflicto, contienda, entre distintos grupos, grupos con intereses
materiales, y posiciones social y políticas, distintivas. Ya hice referencia a ‘la
asociación negociada/disputada socio-política que es el lugar’. ‘Normalmente’ habrá
un acuerdo social implícito, y por eso hegemónico, sobre lo que se base el
funcionamiento cotidiano del lugar. ‘Lo social’ en este sentido es la esfera de
prácticas cotidianas, implícitas; prácticas que, por su mismo carácter implícito,
ocultan el acuerdo sobre lo que se basa. El acuerdo social se acepta como ‘normal’,
dado por sentado. Aun el hecho de que es producto de una negociación no se ve (pero,
claro, de hecho se base sobre una geometría de poder específíca). Pero de vez en
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cuando hay que poner en duda el acuerdo hegemónico, hacer explícito y visible el
acuerdo y su geometría de poder – y eso es el momento político.
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Lo que he estado tratando de hacer, en mis investigaciones, es poner en juego
como cosa política el espacio y el lugar. Pero eso a su vez implica que hay que
conceptualizarlos en términos de las geometrías del poder, y que el poder mismo tiene
una geografía.
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