DOCUMENT DE TREBALL núm. 2 (curs 2000

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DOCUMENT DE TREBALL núm. 2 (curs 2000-2001)
GREECS
Grup de Recerca en Ètica economicosocial i
Epistemologia de les Ciències Socials
Seminari en Ètica, Economia i Societat
(25 d’octubre de 2000)
"Una estratègia de fonamentació normativa republicana de la Renda Bàsica"
Daniel Raventós ([email protected])
Creo que será útil hacer algunas definiciones de conceptos que utilizaré a lo largo de
esta presentación.
Grupo de vulnerabilidad: Es un conjunto de personas que sufre alguna clase de
vulnerabilidad, es decir, que tiene en común el ser susceptible de interferencia arbitraria
por parte de otros conjuntos de personas o de alguna persona en particular. Ejemplos de
grupos de vulnerabilidad: pobres, mujeres, homosexuales, determinados grupos de
inmigrantes. Toda persona (o la gran mayoría) pertenecerá a uno o más grupos de
vulnerabilidad. Y algunas personas pueden pertenecer a más de uno. Es evidente que
hay mujeres que son pobres e inmigrantes, por ejemplo.
Bien social: es el fin de una interferencia arbitraria para todos y cada uno de los
miembros de un grupo social de vulnerabilidad en cuestión. Ya no será solamente un
bien individual, sino social. El bien individual de estar, como cuestión contingente de
hecho, a cubierto individualmente de la interferencia arbitraria es distinto del bien social
que significaría el cese de la amenaza potencial que se cierne sobre todos los miembros
del grupo de vulnerabilidad.
Dominación: Una persona, un grupo o un colectivo están dominados cuando son
susceptibles de interferencia arbitraria por parte de otra persona, otro grupo u otro
colectivo. Que X interfiera arbitrariamente en Z quiere decir que X puede restringir a su
arbitrio el conjunto de oportunidades de Z, sin tomar para nada en cuenta los juicios, las
preferencias o los intereses críticos de Z. La dominación de X sobre Z puede ser más o
menos intensa y puede tener mayor o menor alcance, según el abanico de opciones
afectadas. Puede haber dominación de X sobre Z sin existir interferencia real.
El interés por el republicanismo se extiende en los últimos años. No se trata aquí de
hacer ni tan sólo un resumen de las bases del republicanismo sino de su interés para la
Renta Básica. Dejando bien sentado lo siguiente: 1) el republicanismo que a
continuación se esbozará consiste en una teoría normativa de la libertad y de la
neutralidad del Estado democrático, una teoría normativa rival de la concepción liberal
negativa de la libertad y antagónica de la concepción liberal de la neutralidad del Estado
como puro respeto del statu quo, y 2) la propuesta de la Renta Básica consiste en un
medio para poder realizar distintas concepciones de la justicia. Primer aspecto pues a
constatar: no existe “una” política económica republicana que pueda ser deducida de su
filosofía política. Habrá algunas política económicas y sociales contrarias al
republicanismo, pero habrá más de una y de dos diferentes que serán compatibles con
él. Intentaré apuntar algunos puntos de encuentro entre la teoría normativa republicana y
la propuesta social de la Renta Básica.
El republicanismo, como el liberalismo, es diverso. Hay republicanismos elitistas
patricios y clasistas, otros más populares. Dicho claro: hay republicanismos de derechas
y republicanismos de izquierdas. Aun con esta diversidad, los republicanismos tienen un
denominador común: su ideal de libertad definido por oposición a la tiranía. Se trata de
una defensa de la libertad como autogobierno y como ausencia de dominación y
alienación. La libertad entendida como no-dominación es lo que diferencia a esta
filosofía política de cualquier variante de liberalismo. Toda dominación representa
interferencia arbitraria, pero no toda interferencia (precisamente el grupo de las no
arbitrarias) representa dominación. La libertad republicana entiende que José María
domina a Guifré, si y sólo si tiene cierto poder sobre Guifré, y en particular, un poder de
interferencia arbitrariamente fundado. Más concretamente, José María tiene poder de
dominación sobre Guifré, en la medida que: 1) Tiene capacidad de interferir, 2) De un
modo arbitrario, y 3) En determinadas elecciones que Guifré pueda realizar. [Toni
Domènech, en un texto no publicado, dice que esta forma de establecer la libertad como
no-dominación tiene la debilidad de excluir casi por completo el autocontrol
psicológico: uno también puede ser dominado por sus pasiones si no es capaz de
mantenerlas a raya.] No toda interferencia es necesariamente arbitraria. El
republicanismo sólo se opone a ésta segunda. Una interferencia arbitraria lo es en tanto
esté controlada por la voluntad de quien interfiere, sin que éste se vea forzado a atender
los intereses de las personas que sufren la interferencia. Aunque José María no interfiera
nunca en Guifré (porque aquél es muy benevolente, o porque Guifré es muy hábil en la
lisonja o por cualquier otro motivo), hay dominación si José María puede interferir a
voluntad. Un amo de esclavos podía no interferir en la vida de un determinado esclavo
por el hecho, pongo por caso, de ser muy bondadoso; pero tenía el poder de hacerlo:
hay, pues, dominación. Para el republicanismo el mal supremo es la dominación por
otro, y dominación se opone directamente a libertad en este sentido: quien domina a
otro tiene capacidad, tiene potencial para interferir arbitrariamente en sus decisiones. La
no-dominación, por el contrario, es la posición de que disfruta una persona cuando vive
en presencia de otras personas y, en virtud de un diseño social, ninguna de ellas la
domina. La dominación es independiente de la benevolencia, de la capacidad de
estrategia del dominado o de cualquier otra habilidad que desemboque en la no
interferencia del dominador. La no-dominación es un ideal social muy exigente ya que
requiere que aquellas personas capaces de interferir arbitrariamente en la vida de otra
persona se vean impedidas de hacerlo.
Lo que interesa ahora de la teoría republicana es en qué puede ver favorecidas sus
exigencias normativas una implantación de la Renta Básica, los “puntos de encuentro” a
los que me refería unas líneas más arriba. El republicanismo, consecuente con su ideal
de libertad como no-dominación, está interesado en la independencia socioeconómica
de toda la ciudadanía. Independiente, esto es, sin dependencia de la beneficiencia o la
caridad. Por eso, “Si un estado republicano está comprometido con el progreso de la
causa de la libertad como no-dominación entre sus ciudadanos, no puede menos de
adoptar una política que promueva la independencia socioeconómica.” Efectivamente,
sin independencia socioeconómica, mis posibilidades de disfrutar de la libertad como
no-dominación se ven menguadas. Tanto en alcance como en intensidad. La
instauración de una Renta Básica supondría una independencia socioeconómica mucho
mayor que la actual para buena parte de la ciudadanía, precisamente para los sectores de
la ciudadanía más pasibles de dominación en las sociedades actuales (trabajadores
asalariados, pobres en general, parados, mujeres, etc.).
(Aunque la mayor parte de los asistentes al seminario “Ètica, Economia i Societat” me
habéis escuchado más de alguna vez la definición de Renta Básica, la recordaré: La
Renta Básica es un ingreso pagado por el estado a cada miembro de pleno derecho de la
sociedad incluso, 1) si no quiere trabajar de forma remunerada, 2) sin tomar en
consideración si es rico o pobre, o dicho de otra forma, independientemente de sus otras
posibles fuentes de renta, y 3) sin importar con quién conviva. Dicho de forma más
corta: es un ingreso pagado por el estado a cada ciudadano y ciudadana sólo por el
hecho de serlo).
La libertad republicana, libertad como no-dominación, vería con la existencia de una
RB ensanchadas sus posibilidades. En alcance: más ámbitos de libertad vetados hasta la
mencionada implantación; en intensidad: los ámbitos ya disfrutados se reforzarían.
Apuntado lo cual, debe añadirse para evitar alguna confusión innecesaria: el
republicanismo establece unos criterios normativos, y por lo tanto, es conceptualmente
discriminante (en caso contrario no sería una teoría normativa informativa), pero no
comporta un recetario de políticas específicas. Al decir del ya citado Pettit: “las
decisiones sobre las políticas a seguir tienen que determinarse según consideraciones
empíricas, no menos que filosóficas.”
Un paréntesis. “Consideraciones empíricas” que incluyen las matemáticas elementales.
Permítaseme un ejemplo muy ilustrativo de lo que quiero afirmar. Tenemos 4
universidades una de las cuales está en el centro de la ciudad y las otras 3 en la periferia.
La primera tiene 300 estudiantes catalanes y 100 árabes, y las otras tienen 200
estudiantes catalanes cada una. Se decide mejorar el contacto intercultural y desagregar
para ello las universidades: envía 20 estudiantes árabes a cada una de las universidades
de la periferia a cambio de 60 estudiantes catalanes que son llevados en transporte
público a la universidad del centro urbano. ¿Es coherente esto con el objetivo buscado?
Antes de la reforma, cada uno de los 100 estudiantes árabes podía construir, en
principio, 300 vínculos con estudiantes catalanes. Como había 100 estudiantes árabes, el
número potencial total de parejas interraciales era 100 x 300 = 30.000. Después de la
reforma , los números potenciales de pares interraciales son 40 x 360 + 3 x 20 x 180 =
14.400 + 10.800 = 25.200. La supuesta política de mayor relación intercultural ha
disminuido en realidad en un 16 por 100 el número de potenciales contactos
interculturales.
Volviendo a la argumentación principal y recordando la afirmación de Pettit (“las
decisiones sobre las políticas a seguir tienen que determinarse según consideraciones
empíricas, no menos que filosóficas”) podemos ir algo más lejos. El ideal republicano
procurará que las políticas específicas que provean a la ciudadanía de determinadas
necesidades lo hagan a través de derechos, no a discrecionalidad de un gobierno o de un
grupo de funcionarios, pongamos por caso. Porque se trata de evitar el establecimiento
de otra suerte de dominación en la forma de tratar las necesidades ciudadanas. Es otras
palabras: se trata de establecer alguna garantía constitucional de la provisión de estas
necesidades socioeconómicas. La existencia de una Renta Básica, garantizada
constitucionalmente, proveería de un derecho de existencia que añadiría alcance e
intensidad a la libertad como no-dominación.
De las críticas recibidas por la Renta Básica a lo largo del debate académico y
extraacadémico que ya dura más de 15 años con una vitalidad no ya creciente sino
acelerada, hay una especialmente interesante: la acusación de no reciprocidad . Se
apunta habitualmente una famosa frase de Pablo de Tarso para ejemplificar un acuerdo
muy generalizado en nuestras sociedades, un acuerdo sobre la reciprocidad (también
conocida por neutralidad o equidad ante la ley). La frase en cuestión, de la Segunda
Carta a los Tesalónicos, reza así: “El hombre que no trabaje, que no coma”. Frase que
ha hecho furor y que es considerada justa de forma más o menos evidente. Antes que
otra cosa debería hacerse una consideración que muchos están dispuestos a admitir pero
que desgraciadamente pronto se pasa por alto: trabajo no es sinónimo de trabajo
asalariado o trabajo con remuneración en el mercado. El trabajo asalariado es un
subconjunto del trabajo remunerado en el mercado. Existen otros trabajos remunerados
en el mercado que no entran en el grupo del trabajo asalariado, el realizado por los
autónomos, por ejemplo. Pero esto es sólo una parte de lo que quiero subrayar. El
trabajo asalariado es una forma de trabajo. Muy importante y todo lo que se quiera, pero
sólo una forma de trabajo. Considerar que el trabajo asalariado es la única forma de
trabajo significa estipular que otras actividades como el trabajo doméstico o el trabajo
voluntario no remunerado no lo son. En realidad, si el trabajo asalariado o por cuenta
ajena fuese la única actividad que estuviera incluida de forma exclusiva en la definición
de trabajo, eso significaría la injustificada afirmación según la cual en el espacio
económico español habría actualmente entre un 35 y un 40% de personas “trabajando”.
De aquí se podría seguir infiriendo sin demasiado pudor que el restante 60 o 65% “no
trabaja” .
Pero volvamos a la frase de Pablo. En nuestras sociedades hay ciudadanos que no tienen
esta obligación de trabajar para comer. Ciudadanos que disponen de tierras o de capital
y que pueden elegir no trabajar (en el mercado) sin verse condenados a pasar hambre.
Pueden trabajar, pero también pueden no hacerlo. Una gran parte de la ciudadanía no
tiene esta opción. Precisamente una Renta Básica, a determinado nivel, garantizaría que
no se violase el principio de reciprocidad por parte de ningún ciudadano. En breve: la
participación o no en el trabajo con remuneración en el mercado sería una opción para
toda la ciudadanía, no una opción que ahora sólo disfrutan algunos. Pero la resistencia
contra la Renta Básica todavía se puede mantener. Así, se podría argüir que con su
instauración los trabajadores serían explotados por parte de los que recibieran, sin “nada
a cambio”, la Renta Básica . Y, siguiendo el razonamiento, sólo podría ser aceptable una
redistribución del producto social condicionándolo al requerimiento de la voluntad de
trabajar en el mercado. A discutir este discernimiento van dedicadas las siguientes
líneas. En nuestras sociedades (repito con cierta frecuencia lo de “nuestras sociedades”
porque las más pobres tienen aún situaciones mucho más graves y en donde a lo dicho
para las primeras deberían añadirse más calamidades sociales) quien no disponga de
tierras o de capital no puede elegir dejar de trabajar para otro (para “no morir de
hambre”, que si bien no es un destino literal no anda muy alejado de la realidad).
“Cuando el trabajo se convierte en sinónimo de trabajar para otros, la idea de ‘quien no
trabaja, no come’ no es un hecho de la naturaleza, sino una consecuencia de cómo
organizamos nuestra sociedad” . Cuando ‘quien no trabaja, no come’ sólo es aplicado a
una parte, por numerosa que sea, pero no a la totalidad de la ciudadanía, el principio de
reciprocidad es violado. “Bien”, puede conceder nuestro ficticio oponente, “pero el
dinero tiene que salir de alguna parte y saldrá de los trabajadores que trabajen en el
mercado”, con lo que la terrible conclusión está servida: “la Renta Básica explota a los
trabajadores”. Para conceder tan horrísono destino, cuatro supuestos deben cumplirse.
1) la imposición de los recursos externos (tierras, capital) no son suficientes para
mantener una Renta Básica adecuada, por lo que al menos una parte de los impuestos
debería proceder de los trabajadores, 2) los trabajadores tienen el derecho a poseer el
producto total de su trabajo, 3) los salarios de mercado sin redistribución por impuestos
traducen directamente el valor total del trabajo de los trabajadores, 4) los salarios
después de impuestos en una economía con una Renta Básica son menores que en su
ausencia. Desmantelando al menos uno de tales supuestos quedaría anulada la
conclusión de que la Renta Básica explota a los trabajadores. Y pueden ser socavados
los cuatro . Hacerlo con detalle ocuparía más espacio de lo razonable, pero alguna
indicación del cuarto supuesto sí puede dejarse apuntada. Una Renta Básica aumentaría
buena parte del importe de los salarios en condiciones de no intervención (y con
intervención seguramente también, pero vale la pena discutir lo más difícil de superar,
no lo más sencillo). Es evidente que el “poder contractual” de los trabajadores
aumentaría en multitud de trabajos remunerados. Pocos ciudadanos, si alguno, estarían
dispuestos a trabajar en unas condiciones en las que, sin embargo, a falta de una Renta
Básica, simplemente están obligados (o “pasar hambre”) a hacerlo . En otras palabras:
las estructuras salariales reflejarían más ajustadamente los aspectos desagradables del
trabajo con remuneración en el mercado.
Recapitulemos. La implantación de una Renta Básica garantiza la reciprocidad; su
ausencia la impide. Actualmente, sólo una parte pequeña de la población puede elegir
entre trabajar remuneradamente o no hacerlo. Con la Renta Básica sería una posibilidad
abierta a toda la ciudadanía. Sin la Renta Básica, el principio “quien no trabaja, no
come” es aplicado a una facción bastante numerosa de la sociedad. La implantación de
la Renta Básica aumentaría buena parte de los salarios, al impedir que una parte de la
población se viera compelida a aceptar bajo cualquier condición una oferta de trabajo .
Comparemos ahora la Renta Básica con los subsidios condicionados propios del estado
de Bienestar actual. Para poder acceder a un subsidio que, a diferencia de la Renta
Básica, sea condicionado, hay que realizar un test de recursos. Este test de recursos es
en algunos casos claramente humillante (razón a favor de la RB según la libertad
republicana). Vale la pena, para hacer gráfica la afirmación anterior, apuntar algunas de
las condiciones para percibir un subsidio directamente relacionado con la pobreza, la
Renta Mínima de Inserción (la RMI es una renta que diversas Comunidades Autónomas
del Reino de España han puesto en práctica para combatir la pobreza). Estas
condiciones son: residencia continuada y efectiva; formar parte de un hogar
independiente; no disponer de medios económicos para atender a las necesidades
básicas; el compromiso de participar en el plan de inserción individual (algo así como
un programa particular para la reinserción laboral); no tener derecho a otras prestaciones
públicas superiores a la RMI; no haber causado baja voluntaria en el trabajo; no
disponer de bienes muebles o inmuebles que indiquen suficiencia económica; el
consentimiento de no interponer reclamación judicial de pensión alimentaria; y que no
haya otros titulares de la RMI en el núcleo de convivencia familiar. Y la RMI oscilaba,
en el caso de la Comunidad Autónoma de Cataluña y en el año 1998, entre las 514.584
y las 955.656 pesetas al año, según se tratase de un solo miembro o de 9 en la unidad de
convivencia. Es decir, entre 43.000 y 79.000 pesetas mensuales, respectivamente. Las
RMI de las demás Comunidades Autónomas que la ofrecen, son de cantidades
parecidas.
El subsidio condicionado siempre se percibe ex post, una vez se ha podido demostrar la
cantidad de recursos inferior a la fijada para tener derecho a recibirlo. Una vez llegados
a cierta cantidad, los ingresos condicionados han tocado techo, no se puede percibir
más. Si se percibe alguna renta adicional se pierde todo o parte del subsidio. En cambio,
la Renta Básica: 1) no requiere un test de recursos porque, tal como dice su definición,
es universal, 2) se percibe ex ante, 3) no tiene techo porque se puede acumular a
cualquier otro ingreso.
La Renta Básica afecta de una manera muy diferente a como lo hacen los subsidios
condicionados a dos conocidos problemas: la trampa de la pobreza y la trampa del paro.
La primera trampa (la segunda es en realidad un caso particular de la primera) se define
de la siguiente manera: la penalización que comporta el aceptar por parte del
beneficiario de un subsidio condicionado un trabajo remunerado. La penalización es la
pérdida del subsidio condicionado. Es fácil entender los diversos elementos que es
preciso tener en cuenta y que hacen caer en la trampa de la pobreza. Pondré un
supuesto, Cándido es una persona que recibe un subsidio condicionado. Si Cándido
tiene la oportunidad de desarrollar un trabajo remunerado que se le ha ofrecido deberá
analizar si es conveniente o no su aceptación porque, si aumentan los ingresos, podrá
ver substancialmente reducido el subsidio o incluso perderlo completamente. Cándido
solamente realizará algún trabajo remunerado que pueda ofrecérsele siempre que
suponga unos ingresos que permitan superar esta trampa, es decir, que aporten unos
ingresos netos superiores a los que pierde. Bien es cierto que también intervendrán otros
factores adicionales al estricto análisis coste-beneficio monetario. Puedo enumerar entre
estos factores: esfuerzo que supone realizar determinado trabajo remunerado,
autoestima, características del trabajo en cuestión, entre otros. Un efecto colateral de
esta trampa es el fraude. Si el mismo Cándido de antes puede hacer algún trabajo sin
registro, o sea trabajo negro, resultará que seguirá recibiendo el mismo subsidio de antes
y aumentando sus ingresos con lo que le reporte el trabajo negro. Este mismo trabajo, en
caso de registrarse (que aquí quiere decir simplemente legalizarse) significará una
pérdida substancial de ingresos. Que los subsidios condicionados puedan alentar el
fraude en el sentido especificado es algo tan común, y puesto repetidamente en
evidencia, que no son precisos mayores añadidos.
La segunda trampa a la que he aludido, la del paro, es un caso especial de la trampa de
la pobreza. Para poder recibir el subsidio de paro, aun teniendo presente que las
modalidades y las condiciones de acceso varían substancialmente de un país a otro, en
general la persona beneficiaria no puede hacer ninguna modalidad de trabajo
remunerado. Se desincentiva la búsqueda de un trabajo remunerado que no compense lo
que se está percibiendo en concepto de subsidio de paro. Desincentiva también el
trabajo a tiempo parcial y, de forma evidente, incentiva el fraude en forma de trabajo
negro. Puede observarse la profunda diferencia entre un subsidio de paro y la Renta
Básica en lo que atañe al incentivo para el rastreo de trabajos remunerados adicionales.
Siguiendo con nuestro Cándido del ejemplo, si ahora recibe una cantidad determinada
porque existe la Renta Básica, cualquier trabajo remunerado que pueda desarrollar se
traducirá en la suma de unos ingresos para añadir a la Renta Básica. La trampa del paro
tiene una segunda dimensión pocas veces bien subrayada. Esta dimensión puede
resumirse rápidamente así: el cambio en la regularidad de los pagos que supone el
subsidio o el seguro de paro por la incertidumbre de los pagos del nuevo trabajo.
También cabe incluir en esta dimensión el miedo por la inseguridad de satisfacer al
demandante de trabajo. Efectivamente, si se pierde el trabajo, existe la posibilidad de
volver a pedir los pagos del paro, pero los retrasos administrativos pueden ser incluso
disuasorios en algunos casos.
Todavía hay una tercera dimensión de la trampa del paro que es menester subrayar, la
formada por el efecto conjunto de tres procesos. El primero es la pérdida de los
conocimientos técnicos adquiridos, pérdida que en algunos casos es sólo parcial y en
otros efecto de cambios tecnológicos. El segundo proceso es una transformación de las
aspiraciones. Las personas que caen en la trampa de la pobreza han de reorientar su
concepción de lo que importa en la vida hacia otra cosa que no sea trabajo asalariado,
aunque ello sólo sirva para sobrevivir psicológicamente. Esta reorientación puede
abarcar el cuidado de ancianos, la atención a menores o el tráfico de drogas. Finalmente,
el tercer proceso está motivado por el hecho de que esta información de los dos
anteriores también la dispone quien está interesado en demandar trabajo y,
consecuentemente, no escogerá trabajadores que hayan estado en el paro durante mucho
tiempo. Indudablemente, los demandantes de trabajo considerarán que la pérdida de
conocimientos técnicos y de aspiraciones son motivos suficientes para que estos
individuos no sean ocupados en sus empresas. Estos tres procesos brevemente descritos
transforman la trampa del paro en un agujero de exclusión del cual es harto difícil
salirse.
Otra característica de los subsidios condicionados los diferencia también de la Renta
Básica. Los primeros señalan a sus posibles beneficiarios, los hacen poseedores de esta
carga que algún autor ha denominado “estigma de la pobreza”. La estigmatización que
para muchos individuos trae consigo el haber de pedir alguna suerte de subsidio
condicionado, al saberse así claramente señalados como fracasados socialmente,
produce un sentimiento de vergüenza que provoca que en muchas ocasiones estos
subsidios no sean solicitados por posibles beneficiarios (razón a favor de la RB según la
libertad republicana). Tener la condición de beneficiario de algún subsidio condicionado
puede acentuar el sentimiento de pobreza y de exclusión (la exclusión no es
exactamente un sinónimo de pobreza, aunque la primera está altamente correlacionada
con la pobreza muy aguda).
Recapitulació
No és pròpiament un resum, sinó alguns dels punts que m’agradaria destacar de forma
esquemàtica:
1. La llibertat com a no-dominació, la llibertat republicana, és clarament diferent a la
llibertat
com
a
no-interferencia,
la
llibertat
lliberal.
2. Pot haver-hi no-interferència i haver-hi dominació. Por haver-hi interferència i nodominació. Al lliberal tan li fa que hi hagi dominació si la interferència no es fa
efectiva, al republicà tan li fa si hi ha interferència no arbitrària.
3. Un grup de vulnerabilitat és un conjunt de persones que pateix alguna classe de
vulnerabilitat, és a dir, que té en comú el ser susceptible de interferència arbitraria per
part d’altres conjunts de persones o d’alguna persona en particular. El grup de
vulnerabilitat
dels
pobres
és
un
grup
força
nombrós.
4. Un republicà no ha de tenir gaires manies a l’hora d’establir la intervenció de l’estat,
per tal d’evitar que alguns grups puguin dominar a d’altres. Només tindrà cura que la
intervenció de l’estat no esdevingui una arbitrarietat ella mateixa.
5. No tota política econòmica i social pot aspirar a tenir una inspiració republicana. Però
no existeix només “una” política social i econòmica republicana.
6. La Renda Bàsica ataca la possibilitat d’interferència arbitrària en el grup de
vulnerabilitat dels més pobres. Dit de forma més cautelosa: la RB ataca la intensitat i
l’abast de la dominació d’algunes persones i grups sobre els més pobres.
7. La Renda Bàsica lliga millor amb la llibertat republicana de no-dominació que els
subsidis condicionats propis de l’actual Estat de benestar.
Una minúscula selecció bibliogràfica
+ DOCUMENTS DE TREBALL núm. 1 i 3 (curs 2000-2001) de GREECS (Grup de
Recerca en Ètica economicosocial i Epistemologia de les Ciències Socials), presentats
respectivament per Jordi Mundó i Salvador Giner. (Són disponibles, o ho seran
prompte, a la pàgina WEB del nostre seminari: http://www.ub.es/dptscs/seminaris.htm ;
a més s’envien per correu electrònic a tots els membres del seminari).
+ De la ética a la política (de la razón erótica a la razón inerte), Crítica: Barcelona,
1989.
Autor: Antoni Domènech.
+ “Cristianismo y libertad republicana. Un poco de historia sacra y un poco de historia
profana”,
La
Balsa
de
la
Medusa,
núm.
51/52,
(1999).
Autor: Antoni Domènech.
+ “Nuevo republicanismo y modernidad”, Claves de la Razón Práctica, núm. 95, (1999).
Autor: Andrés de Francisco.
+ “De hinojos, altivos liberales”, Claves de la Razón Práctica, núm. 95, (1999).
Autor: Salvador Giner
+ Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, Paidós: Barcelona, 1999.
Autor: Philip Pettit.
+ El derecho a la existencia. La propuesta del Subsidio Universal Garantizado, Ariel:
Barcelona,
1999.
Autor: Daniel Raventós
+ “El salario de toda la ciudadanía”, Claves de la Razón Práctica, núm. 106, (2000)
Autor: Daniel Raventós
+ “Basic Income: A Simple and Powerful idea for the 21st century”. Ponencia
presentada en el 8 Congreso Internacional sobre la renta básica, Berlín, 6-7 octubre de
2000.
Autor: Philippe Van Parijs
+ “A Capitalist Road to Communism”, Theory and Society, vol. 15. (Traducido en Zona
Abierta,
núm.
46-47
de
1988).
Autores: P. Van Parijs y R. Van der Veen
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