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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA
10.0 LA CONTINUIDAD ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
“No hemos nacido sólo para nosotros”
Cicerón
10.1. El entorno como marco ético
La comunidad configura en buena medida la identidad de los seres humanos. Sin embargo,
no es cierto que la sociedad sea únicamente la que nos determina. El individuo también
interviene en la constitución de sí mismo y de su entorno social.
El entorno social es el ámbito en el cual pueden alcanzarse los objetivos individuales y
colectivos. En otras palabras, la sociedad es como una construcción formada por los
individuos, destinada a garantizar la convivencia y el desarrollo de todos los seres
humanos.
Para que la persona pueda desarrollarse en un entorno determinado, son necesarios ciertos
mecanismos legales, éticos y cívicos que hagan posible la conciliación entre los intereses
individuales y los colectivos. Por ejemplo, las leyes pueden fungir como acuerdos sobre
metas y procedimientos; las instituciones, como instrumentos de la sociedad para alcanzar
sus fines adoptando una actitud creativa frente a la construcción de una mejor calidad de
vida. Ya mencionamos cómo el estado de derecho pretende conciliar lo privado con lo
público.
10.1.1. Estructuras sociales
Las estructuras sociales son fundamentales para el desarrollo de la persona tanto en el
campo ético, como en el afectivo y en el político. No en balde desde que nacemos, los
seres humanos nos desarrollamos dentro de una estructura social. Nuestro primer contacto
con lo social es la familia. Ésta nos provee las primeras herramientas para enfrentarnos con
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la vida en sociedad. Por ejemplo, de nuestros padres no sólo hemos heredado algunas
predisposiciones genéticas; en convivencia con ellos y con el resto de la familia,
comenzamos a manifestar los primeros rasgos de nuestro carácter y a adquirir una serie de
hábitos, costumbres y valores.
La familia —con ayuda de la comunidad religiosa, si es el caso— procura a los individuos
los medios indispensables para desarrollar un sentido de pertenencia, fomentando la
convivencia con diferentes modos de cultura, de etnia y de creencia trascendental. La
identidad no puede desarrollarse sin el reconocimiento debido de la comunidad a la que se
pertenece, sea ésta religiosa o de cualquier otro orden. En colaboración con la comunidad,
han de obtenerse una serie de valores como la solidaridad y la filantropía, con el objeto de
conseguir que las personas trabajen en un proyecto colectivo que implique el bien de todos
y el de cada uno.
Los sistemas educativos también contribuyen alentando con la enseñanza y desarrollo de
habilidades, aptitudes y conocimientos que preparan al individuo para convertirse en una
persona capaz de participar en la vida pública, es decir, en su dimensión de ciudadano.
10.1.2. Valores culturales
En el interior de la familia y de las asociaciones religiosas se promueven valores que
comparten los miembros de determinado grupo. La familia transmite esos valores fijados
por su tradición, su herencia, su cosmovisión, mientras que las asociaciones religiosas
enseñan el valor de su creencia. En una sociedad plural, conviven gran cantidad de valores
culturales que prescriben la forma de actuar de las personas que los comparten. En este
sentido, este marco de valores culturales será definitivo para la acción ética de cada
individuo dentro del grupo específico. Es importante notar que, aunque los valores
culturales varíen de un grupo a otro, es posible dialogar para encontrar las similitudes y a
partir de éstas generar valores mínimos comunes que permitan una dinámica social
incluyente.
10.1.3. Estructura económica
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No existen sistemas económicos definitivos o que puedan convertirse en dogmas. Las
democracias contemporáneas se han preocupado por evitar errores de esta índole y, por
ello, se ocupan de equilibrar las relaciones entre la libertad de mercado y el sentido social.
Es posible determinar la sanidad de un sistema económico a partir del interés que muestra
en generar condiciones favorables para el buen desarrollo de los seres humanos. Las
sociedades que actúan al margen de estos intereses son proclives a la deshumanización,
caen en la autodestrucción. Es cierto que la riqueza es necesaria para procurar el bienestar
social, pero ésta debe alcanzarse de manera justa, con proyectos a largo plazo que no estén
al margen del bienestar de los trabajadores y sus familias y, en general, de toda persona
inmersa en las estructuras económicas.
10.1.4. Sistemas políticos
Los sistemas políticos se distinguen entre sí a partir de la forma en que se distribuye el
poder y por la participación de los miembros de la sociedad. Esto último implica el modo
en que se toman las decisiones, se enfrentan y superan los conflictos, y se establece una
relación entre las mayorías y las minorías. Los sistemas políticos promueven valores
cívicos e ideales de convivencia, a través de los procesos educativos, las instituciones y las
leyes, reglas y normas.
En un sistema democrático estos valores sociales deben trabajarse en comunidad y se
constituyen como medio y fin. Son valores individuales que se definen y se alcanzan
colectivamente. Estos valores son la libertad, la igualdad, la equidad, la justicia, el respeto,
la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad. En este sentido, el sistema político y, por
lo tanto la democracia, actúa como medio clave del desarrollo individual de la persona y de
las comunidades.
Si en un sistema político son promovidos valores como la esclavitud, la intolerancia
cultural o la discriminación, es muy probable que surjan conflictos de índole cultural,
política, etc. En los últimos años se ha visto cómo los mayores conflictos en el mundo son
aquéllos que tienen un carácter intercultural, étnico y religioso. Según un informe de las
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Naciones Unidas, el 70% de los conflictos en el ámbito mundial ha tenido lugar en el
interior de los países; el resto, entre naciones.
10.2 La responsabilidad de los individuos como agentes éticos de las estructuras
Todas las instituciones, organizaciones y estructuras se conforman a partir del
agrupamiento de individuos. Por esta razón, las organizaciones dependen directamente de
las decisiones que cada uno de sus miembros tome y de las consecuencias derivadas de sus
actos. La responsabilidad está vinculada con la justicia, tanto hacia el otro específico como
hacia los otros que conforman los grupos sobre los cuales va a actuar una estructura
determinada.
La acción de las personas al interior de las estructuras debe orientarse a lograr el
mejoramiento de la vida cotidiana. Tanto el médico, como el abogado o el profesor, por
ejemplo, deben tratar de realizar su profesión de manera que desde su aportación se tienda
a progresar en la vida de todos los días. La vida está hecha de pequeñas aportaciones. Las
acciones menudas van trazando una ruta de bienestar si es que las decisiones se toman
éticamente.
Es importante contribuir con nuestras acciones para que la vida sea más justa, digna,
solidaria, equitativa y pacífica. Lo más importante es que cada individuo se convierta en un
agente activo y creativo de la sociedad, reclamando la excelencia desde su lugar de acción,
lo cual lo convierte en responsable de la construcción de una sociedad cada vez más justa,
libre y solidaria.
Independiente de la profesión que se tenga o de la forma de contribuir a una comunidad, es
importante que cada quien tenga muy presente que no basta con una existencia pacífica —
que sería el primer paso—; hace falta una coexistencia en la que cada persona se adhiera a
un proyecto comunitario en el cual pueda aportar a la sociedad y alcanzar para sí una mejor
calidad de vida.
10.3 La responsabilidad social de organizaciones e instituciones
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En términos generales, la responsabilidad consiste en asumir las repercusiones y alcances
de nuestros actos libres. Una organización o institución está siempre conformada por
personas individuales que se unen para lograr un objetivo o una meta específica. Esto
significa que la responsabilidad sobre las decisiones y sus consecuencias es compartida.
El deber más apremiante de la sociedad es procurar el bien de todas y cada una de las
personas que la componen. Las organizaciones e instituciones agrupan determinados
deberes para con la sociedad. En definitiva, todas deben encaminar sus acciones a que la
sociedad sea un entorno que permita a la persona alcanzar la vida lograda, desde la infancia
hasta la vejez. Para esto, cada organización e institución debe tomar conciencia de los
valores y metas hacia los cuales dirige su acción, involucrando a sus miembros en un
proyecto colectivo, promoviendo el sentido de pertenencia. De la misma forma debe
orientarse a disminuir aquello que impide a la persona desarrollarse íntegramente en su
dimensión individual, como en cada una de sus agrupaciones.
Tanto las asociaciones civiles —la familia, los grupos religiosos, las instituciones
educativas— como la empresa privada y el Estado, deben procurar la civilidad, es decir, la
participación en las tareas y proyectos comunes. Así, la sociedad puede progresar: ser cada
vez más justa y convertirse en un entorno más favorable.
10.3.1 La familia
La familia es el núcleo esencial de la constitución de la personalidad y supone el mejor
contexto para preparar a la persona a través de los cambios que se dan en la vida. Tiene la
responsabilidad de educar a través del afecto a cada uno de sus miembros, para que éstos
se integren de manera positiva, creativa y respetuosa a la sociedad; así, pueden desempeñar
un papel constructivo dentro del entorno en el que se desarrollan. Una de sus mayores
responsabilidades es contribuir a la socialización en función de los valores cívicos. Tal es
el caso de la justicia: a través de la familia los valores y conocimientos que posibilitan un
trato social justo, son transmitidos de generación en generación.
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Lo más adecuado es que la familia ayude a que sus integrantes sean autónomos,
emocionalmente equilibrados y capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios.
Aunque la familia no es el único entorno capaz de fomentar valores, sí es notable que es en
ella donde esta tarea se convierte en un hecho más patente. Su dinámica debe generar
armonía, comprensión y apoyo. Si lo hace, contribuye al bienestar social. Cuando por
cualquier motivo se desintegra el núcleo familiar o se vician las relaciones entre sus
integrantes, lo más recomendable es asistir a un organismo público o privado que ofrezca
el apoyo necesario para encarar estos problemas de la mejor manera.
10.3.2 Las instituciones educativas
Las instituciones educativas tienen la responsabilidad de transmitir habilidades, aptitudes y
conocimientos para que la persona se relacione con el mundo de forma más responsable.
La labor más loable es despertar en el alumno el deseo de aprender.
La enseñanza no se reduce a la transmisión de conocimientos generales. No se trata
exclusivamente de informar sino también, y sobre todo, de formar. Esto es, de participar
en la configuración de una personalidad sana y en ofrecer algunos medios para alcanzar la
vida lograda. La educación permite a la persona afrontar los retos que la vida le plantea, le
vuelve capaz de realizar sus proyectos personales en conjunción con los otros. De este
modo, juega un papel definitivo en el trayecto hacia la vida lograda.
En este sentido, la educación fortalece la autoestima. Si las personas están bien educadas,
la sociedad tendrá un gran potencial para enfrentar los retos que se le presenten y para
demandar de las instituciones lo necesario para el buen funcionamiento de las
comunidades. Una buena educación asegura una dinámica social que tiene como resultado
la disminución de la pobreza y el aumento de la justicia. Una sociedad educada permite
que la justicia se alcance de manera paulatina y genera expectativas de equidad social.
10.3.3 La empresa privada
La finalidad primordial de la empresa privada es generar riqueza de forma honesta.
Actualmente tiene una gran responsabilidad social, pues contribuye notoriamente a la
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economía y genera fuentes de trabajo. Una empresa bien enfocada debe procurar un
impacto social favorable y propositivo ante cuestiones como el medio ambiente, la
educación, los derechos humanos, la movilidad social, la pobreza, entre otros.
Si la empresa privada asume su papel en la sociedad, es posible que la tecnología y la
economía se inserten en el mundo de un modo auténticamente humano. Por ejemplo, lo
más conveniente sería que el empresario se sensibilizara ante la pobreza e impulsara
modelos económicos que ayudaran a disminuirla.
Las empresas deben aportar nuevas propuestas para el desarrollo social, sin perder de vista
los principios democráticos y el respeto a la pluralidad. La empresa privada también debe
establecer condiciones apropiadas para el crecimiento global, especialmente en países en
vías de desarrollo; fomentar el equilibrio social y ambiental; reconocer y promover los
derechos humanos y los valores democráticos; y por último, encontrar nuevas formas de
proteger las identidades culturales.
10.3.4 Los partidos políticos
Los partidos políticos ofrecen distintas alternativas para el buen gobierno. Además,
participan en el ejercicio legislativo y aportan ideas y perspectivas diversas ante la realidad
política y social. Su responsabilidad social es la auténtica representación de los intereses de
la sociedad en su conjunto y no de conveniencias particulares. Por ello, han de proponer
candidatos idóneos a la elección popular para cumplir tareas legislativas o ejecutivas. Los
partidos políticos de oposición han de ser un auténtico contrapeso que cuestione la
efectividad de las políticas públicas y las decisiones de gobierno.
10.3.5 Las organizaciones no gubernamentales y las asociaciones privadas
Tanto las ONG como las asociaciones privadas sin afán de lucro, contribuyen a mejorar la
calidad de vida de la sociedad. El dinero que reciben no puede destinarse a ningún
accionista individual o persona particular. Estas organizaciones actúan de forma
supranacional y se rigen por el ideal de solidaridad. Ya hemos señalado cómo tienen un
importante papel en la lucha por los derechos humanos.
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El Estado se apoya en este tipo de asociaciones para fortalecer proyectos fundamentales
como el cuidado de niños y ancianos, el auxilio a países en vías de desarrollo, la protección
de animales en peligro de extinción, la conservación del ecosistema, etcétera. Para alcanzar
estos fines, las asociaciones deben trabajar conjuntamente con el Estado y con la empresa
privada, lograr alianzas y colaboraciones, y así lograr un avance ininterrumpido en la
calidad de vida.
10.3.6 Las asociaciones religiosas
Las asociaciones religiosas proponen la vida feliz —no han de imponerla—, en función de
valores trascendentes orientados a la plenitud. Es conveniente que las asociaciones
religiosas promuevan valores mínimos de aceptación universal como la justicia, la equidad
y la tolerancia, entre otros, sin los cuales resulta imposible presentar alternativas para la
felicidad.
Las asociaciones religiosas tienen el deber de promover e inculcar algunas vías para
alcanzar la vida lograda, es decir, la autorrealización de la persona teniendo en cuenta que
también es necesario respaldar la justicia, la paz y la solidaridad, que también son valores
cívicos. El Estado no está llamado a promover los máximos de virtud sino a proteger los
mínimos de justicia. Las asociaciones religiosas, en cambio, sí aspiran a los máximos de
virtud sin que ello implique un menosprecio del orden cívico. Sin embargo, esta tarea debe
desarrollarse en el marco de la pluralidad democrática.
10.3.7 El Estado
Como se ha mencionado, la mayor responsabilidad del Estado es asegurar la justicia. A
través de sus acciones —legislativas, ejecutivas y judiciales—, debe procurar que el
entorno sea conveniente para todos, en los diferentes aspectos y ámbitos necesarios para
una convivencia pacífica, agradable y conforme con la dignidad humana. Ello implica la
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defensa de los derechos humanos como mínimos de justicia universalmente requeridos e
ineludibles.
Sólo con un Estado que garantice la justicia como principio básico de convivencia, tanto en
el ámbito político como en el social, se pueden asegurar avances y mejoras en las
relaciones y condiciones de la convivencia social.
10.3.7.1 El poder ejecutivo
En cada uno de los tres distintos niveles de gobierno —federal, estatal y municipal— el
poder ejecutivo es el encargado de la aplicación de las leyes. Su papel es identificar las
necesidades de la sociedad, así como proyectar y ejecutar las políticas públicas que
permitan el desarrollo integral de los individuos en un contexto de participación
democrática.
10.3.7.2 El poder legislativo
De igual manera, el poder legislativo tiene la misión de estudiar los requerimientos de los
gobernados para elevarlos a normas de comportamiento mediante leyes generales. Su
función es elaborar normas justas que tomen en consideración a todos los sectores de la
sociedad.
10.3.7.3 El poder judicial
Por último, el tercer poder del Estado es el judicial, cuyo propósito es interpretar las leyes
elaboradas por los legisladores y resolver los conflictos que surjan entre los particulares o
bien, entre los propios órganos de gobierno. El judicial imparte justicia —en el sentido ya
estudiado de dar a cada quien lo suyo— en cada caso.
10.4 Más allá de lo público y lo privado
Existen algunos problemas que no son exclusivamente estatales ni sólo personales. Se trata
de temáticas que nos afectan a todos por el mero hecho de la convivencia humana. Por
ejemplo, la ecología. El cuidado del medio ambiente es algo que debería preocuparnos a
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todos por encima de cualquier otro tipo de intereses, porque es el escenario indispensable
para la realización de nuestros proyectos personales.
Otra preocupación generalizada es, por ejemplo, el fenómeno de la globalización y el
dinamismo multicultural con el que ésta se enfrenta. Alcanzar la vida lograda exige
también un delicado equilibrio entre la defensa de nuestra identidad y la apertura a diversos
puntos de vista.
10.4.1 La ecología
La ecología no es un problema exclusivo de México. Es un tópico común sobre todo en las
grandes ciudades, y particularmente en zonas de fuerte impacto ambiental, como la selva
amazónica, el desierto del Sahara, áreas lacustres contaminadas, etcétera.
En ocasiones se piensa que los problemas ecológicos son propios de la ciudad. Por todos es
conocida la grave situación del Distrito Federal y del área metropolitana. Es inaudito que
por los índices de contaminación los habitantes no puedan usar su auto un día —y en
ocasiones dos— a la semana. Sin embargo, no es exagerado si consideramos los altos
niveles de smog. En la ciudad de México se ha hecho del estado de emergencia un modo de
vida; esta medida extrema amenaza con volverse “un día con auto”. Otras ciudades con
alta densidad demográfica, como Querétaro, Guadalajara y Monterrey, corren el mismo
riesgo, aunque todavía están a tiempo de evitar situaciones tan preocupantes.
La situación de México es delicada no sólo en lo que se refiere a las ciudades. Tenemos un
sinnúmero de problemas ambientales: la contaminación y escasez del agua, la tala
inmoderada, el ejercicio irresponsable de la caza y la pesca, el deficiente manejo de los
desechos que a menudo son vertidos en el mar o en los lagos y ríos, entre otros.
La formación de la conciencia cívica abarca el respeto a los conciudadanos y la
participación activa en el cuidado del entorno. Llama la atención que a pesar de que el
problema ha adquirido dimensiones gigantescas, persiste la apatía y el desinterés de
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algunas personas y actores sociales. Y es que en el fondo, no somos conscientes de que en
problemas como la ecología, la frontera entre lo público y lo privado se difumina.
10.4.1.1 Los derechos de tercera generación
Los derechos de tercera generación también se denominan derechos de los pueblos o de
solidaridad, y abarcan asuntos relacionados con la paz social, el desarrollo sostenido y el
medio ambiente. En el capítulo ocho los hemos revisado con cierto detenimiento. Estas tres
esferas competen tanto al Estado como a la Comunidad Internacional. Lo anterior significa
que existe un acuerdo entre todas las naciones del mundo para vigilar y preservar la paz
mundial, la calidad de vida y el cuidado de la ecología.
Los derechos de los pueblos en materia ambiental abarcan la solución a los problemas
alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos. Conseguir el equilibrio ecológico no
ha sido sencillo. Actualmente nos enfrentamos a dos situaciones que parecen no dar cabida
a la preservación del ambiente. Por una parte, encontramos países cuya pobreza les
dificulta encontrar condiciones favorables para la vida: tienen abundantes problemas de
higiene, escasez de agua e incluso falta de alimentos. En algunos casos, la miseria los
empuja a la explotación inmoderada de algún recurso natural para asegurar la satisfacción
de necesidades básicas. Por otra parte, hay naciones altamente desarrolladas que a costa de
modernizarse también han golpeado el orden ecológico. En ellas se han contrapuesto el
desarrollo y el equilibrio natural.
Apostar por la sociedad industrial sacrificando el ecosistema es arriesgado. No es una
posición romántica optar por la conservación de la naturaleza. Los problemas que
enfrentamos —desertificación del planeta, agujeros en la capa de ozono, inversiones
térmicas, etcétera— hacen de ella una necesidad bien razonada. El medio ambiente
pertenece a todos y la supervivencia de todos se finca en su estabilidad. Por ello, es urgente
que nos hagamos responsables de él. El ambiente natural es patrimonio de todos y su
destrucción conlleva la imposibilidad de la vida.
10.4.1.2 El desarrollo sostenido
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El desarrollo sostenido se refiere a la búsqueda del crecimiento económico “limpio”, es
decir, no contaminante. En otras palabras, lo ideal sería que el progreso tecnológico y el
combate a la miseria no entraran en conflicto con el cuidado ambiental. El desarrollo de las
sociedades actuales debe contemplar el bienestar de las generaciones futuras: una política
irresponsable con el ambiente intentaría justificarse bajo la consigna “salvar a los de hoy”,
aunque esto implicara aniquilar a los habitantes del mañana. El desarrollo sostenido es
precisamente el que administra los recursos actuales considerando las necesidades futuras.
Son varias las narraciones de ciencia ficción que muestran a los seres humanos del
porvenir habitando otros planetas porque éste ha sido devastado. Lo cierto es que,
independientemente de esta alternativa, si los seres humanos no aprendemos a progresar
sin destruir el ambiente, iremos estropeando todos los mundos posibles.
Parece sencillo demandar el equilibrio entre desarrollo y ecología. Esta relación debe ser
evaluada continuamente. Antes de modificar alguna de las variantes ecológicas, hemos de
preguntarnos para qué la queremos cambiar, cuál es el costo y qué tan imprescindible
resulta. Cuando la transformación técnica omite una reflexión sobre su finalidad, se está
pervirtiendo. La modernidad ha olvidado el carácter servil de la tecnología, pues ésta debe
desarrollarse en función de algo que va más allá de ella. El criterio último ha de ser el
bienestar humano.
Los grandes avances tecnológicos nos han hecho creer que somos señores de la naturaleza.
Si entendemos nuestra relación con el planeta bajo el modelo de las relaciones de
dominación, tarde o temprano el resultado será trágico. Sería ingenuo renegar de la
tecnología. Estamos tan inmersos en ella que anularla resultaría incluso cruel: ella también
ha contribuido a prolongar y mejorar la calidad de vida. La misma tecnología que hace
posible la bomba atómica, permite las operaciones a corazón abierto que tantas vidas han
salvado. El avance técnico no es despreciable de suyo. Sin embargo, su aplicación ha de
encuadrarse en una perspectiva verdaderamente humana.
10.4.2 Globalización y multiculturalismo
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La globalización es el proceso de integración mundial en los planos social, político,
económico y cultural. Con ello se aspira a una comprensión y acercamiento entre las
diversas culturas y costumbres que existen en el planeta.
El proceso de globalización se ha suscitado por el crecimiento acelerado de las nuevas
tecnologías de la información y los procesos de reestructuración en el modo de
funcionamiento de la economía capitalista. Antes de articularse como proyecto político y
económico, este fenómeno tuvo un impacto sociocultural. A partir de los años setenta,
algunos movimientos sociales protagonizaron la lucha por la inclusión de grupos hasta
entonces soslayados. Estas agrupaciones alzaron la voz para demandar la igualdad de
derechos más allá de cualquier diferencia de sexo, raza, credo y nacionalidad.
Esta
experiencia humana subrayó la urgencia de aprender a convivir en una sociedad plural y
multicultural.
El multiculturalismo asimila la diversidad social y la pluralidad de códigos culturales como
condiciones propias de la sociedad. En el capítulo nueve, hemos hablado de este asunto.
Cuando se convierte en ideología, el multiculturalismo opta por una defensa política de la
diferencia y se puede entender como actitud opuesta a la globalización. En efecto, si ésta se
entiende como un intento de uniformar economías y costumbres, puede atentar y destruir
valores culturales que debemos defender y conservar. Entonces, el mercado arrasa
tradiciones y diferencias.
Al enfatizar el respeto por las singularidades y diferencias de cada cultura, el
multiculturalismo critica la idea de uniformidad, sobre todo si ésta implica la imposición
de una cultura dominante por encima de otra más débil y ello conduce a la pérdida de
identidad.
Globalización y multiculturalismo pueden parecer antagónicos. Sin embargo, existen
algunos puntos de confluencia. Paradójicamente, el proceso de apertura de fronteras que
generó la globalización económica ocasionó las grandes migraciones que fomentaron
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políticas multiculturales. Este tipo de acontecimientos sociales han abierto expectativas
para una concepción de la globalización entendida no como reduccionismo cultural, sino
como unidad en la diferencia a través de un reconocimiento plenamente humano.
10.4.2.1 Economía global
La apertura de fronteras comerciales ha ocasionado que tanto los Estados como los
individuos tengan vínculos más estrechos. El reconocimiento de las diferencias entre las
distintas naciones y la complementariedad de sus actividades económicas, es la clave del
desarrollo internacional. Las fronteras geopolíticas tienden a desaparecer como límites. El
reto de las nuevas economías es conseguir que las fronteras sean puentes de comunicación
y no muros de aislamiento.
10.4.2.2 Hacia una economía equitativa
El proceso de globalización económica tiene sus riesgos. En algunas ocasiones, estados,
organizaciones internacionales y empresas han fallado en su tarea de que el libre flujo de
inversiones conlleve un verdadero beneficio a las personas. La economía global debe
volver sus ojos al ser humano, de modo que sea él la verdadera medida que delimite los
actos de gobierno y de empresa en el ámbito nacional e internacional.
10.4.2.3 El respeto a la identidad cultural
La identidad, aquello que nos define, puede entenderse en términos individuales o
colectivos. Puede hablarse de la identidad de cada uno de nosotros o de la identidad
mexicana. La globalización ha de respetar ambas, pues forman parte de la condición
humana.
Pero este respeto no es simplemente una aceptación pasiva de la diferencia. Es una
invitación al diálogo para encontrar qué une a las culturas y qué las separa. A partir de lo
que se tiene en común, se pueden establecer las bases para una sociedad con mayor calidad
de vida. No se trata de unificar las culturas sino de lograr enriquecimiento mutuo.
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Aunque el multiculturalismo reconoce las identidades culturales, no todas las propuestas
sociales son igualmente favorables: los grupos que propician la violencia y la
desintegración han de reorientar su modus operandi, y en muchas ocasiones sus idearios,
con la finalidad de incorporarse al diálogo. La alteridad no es un valor absoluto. Por
encima de las diferencias culturales están los derechos humanos.
Algunas veces las sociedades se fragmentan justo en donde deberían unirse. Por ello, es
preciso potenciar el diálogo y ampliar los acuerdos mínimos necesarios para lograr la
convivencia pacífica. Es importante considerar que tales acuerdos están respaldados por las
tradiciones, la religión, las costumbres, la cultura y la idiosincracia de cada grupo. Es
mejor solucionar los problemas a partir del diálogo que del conflicto.
Aunque la búsqueda de las similitudes en la diferencia sea ardua, hacia ella deben
orientarse los esfuerzos de la sociedad. Éste es el proyecto más viable para que la justicia,
la solidaridad, la tolerancia y la dignidad humana sean cada vez más tangibles. En este
sentido, los derechos humanos son un punto de confluencia. La condición humana y los
derechos que en ella inhieren son, quizá, una de las mejores premisas para articular un
diálogo fecundo.
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Bibliografía recomendada
1. Acot, P.: Historia de la ecología, taurus, Madrid, 1990.
2. Bellver, V.: Ecología: de las razones a los derechos, Comares, Granada, 1994.
3. Bifani, P.: Medio ambiente y desarrollo sostenible, Lepala, Madrid, 1999.
4. Chomsky, N.: Política y cultura a finales del siglo XX. Un panorama de las actuales
tendencias, Ariel, Barcelona, 1994.
5. Folch, R.: Ambiente, emoción y ética: actitudes ante la cultura de la sostenibilidad,
Ariel, Barcelona, 1998.
6. Habermas, J.: La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Paidós, Barcelona,
1999.
7. Huntington, S.: El choque de las civilizaciones, Paidós, Barcelona, 1997.
8. Johnson, P.: Tiempos modernos, Vergara, Buenos Aires, 1988.
9. Mandeville, B.: La fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperidad
pública, Fondo de Cultura Económica, México, 2001.
10. Salmerón, F.: Diversidad cultural y tolerancia; UNAM-Paidós, México, 2000.
11. Tamames, R.: Ecología y desarrollo: la polémica sobre los límites al crecimiento,
Alianza, Madrid, 1983.
12. Taylor, Ch.: El multiculturalismo y la política del reconocimiento, México, Fondo de
Cultura Económica, 1993.
13. Taylor, Ch.: La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona, 1994.
14. Touraine, A.: ¿Podremos vivir juntos?: iguales y diferentes, Fondo de Cultura
Económica, México, 2000.
15. Villoro, L.: Estado plural, pluralidad de culturas, UNAM-Paidós, México, 1999.
16. Voltaire: Tratado sobre la tolerancia, Crítica, Barcelona, 1977.
17. Zagal-Castillo: ¿Qué es la ecología?: conservación ambiental, empresa y modernidad,
Minos, México, 1995.
16
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