Los siete choticos y el lobo martagón

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Los siete choticos y el lobo martagón
También el versionado de este cuento se debe a Dña
Mª Amparo Garrigós Cerdán, filóloga y desinteresada
colaboradora en lo relacionado con nuestra parla
Hace muchos años, en una caseta cerca de la Mota, vivía una cabreta blanca que
tenía siete choticos, tres pares de bezones y uno mu menudico qu’era el caganidos.
Por aquellas pinás, triscaban to los días blincando y hendo títaros, corriendo y pegando
baques, p’arriba, p’abajo, mientras su madre tenía cuenta d’ellos.
Tamién en aquellos tiempos, en la cueva del Castillo, vivía un lobo pardo que se
paseaba por el monte, siempre muerto de hambre. Por la noche, cuando lo sentían
bramar, los pobres choticos tremolaban apegaícos unos a los otros y tos a su madre,
que los abrazaba y se los acaronaba pa que no ploraran.
Un día de invierno, como los choticos no tenían na que comer porque cayó un
nevasco mu grande, la cabreta les va dir:
-
-
-
Chiquetes, la mama se tiene que ir al mercau a comprar guierba falfe seca y, si
puede ser, algo de ramulla. Mientras la mama no esté, no abráis la puerta
cuando toquen, porque el lobo es más listo qu’el hambre y, como es mu
ambudero, seguro que si me ve salir viene a buscar la carne ternica y fresca qu’
en d’hay aquí.
Y el más mayor li va preguntar:
Mama, y si la que toca eres tú, ¿cómo lo sabremos?
La cabreta li va contestar:
Mirar, primero yo tengo una voceta mu fina y el lobo un vozarrón fuerte y grave
y después, él tiene unas patongas negras y peludas. Por eso, antes d’abrir, dirle
qu’ asome la pata por bajo la puerta y, si no es blanca como la mía, no abráis.
Por fin, la cabreta se fue con un zabegón al lomo pa poner la guierba y la ramulla,
y los choticos s’en van quedar solos.
1
El lobo, desde los altos del Castillo, va ver a la madre por el camino de la Mota
abajar pa S. Antonio de Pauda, y le va faltar tiempo pa presentarse en la puerta de la
caseta, onde los choticos pasaban el tiempo chugando al escondite.
-
¡Pom, pom, pom, pom!
Los choticos, acobardaus, s’arrimaron a la puerta.
-
¿Quién es? – va dir uno d’ellos.
Soy yo, vuestra madre, que ya vuelvo de la plaza – va contestar el lobo con una
voz ronca y rasposa.
- No, no, tú no eres mi mama – li va replicar el mayor - porque mi mama no tiene
ixe vozarrón tan fuerte, tú eres el lobo.
El lobo, con el lomo alizonau, s’en va arrear d’allí reguñendo. Por el camino, va
pensar que pa herse más fina la gola, eran mu buenas las claras de güego, asina que,
va robar una docena d’un gallinero, s’en va engolir cuatro claras y, con la voz más
templá, va tornar a la caseta de las cabras.
-
¡Pom, pom, pom, pom! Abrir, hijicos míos, que soy la mama - va dir el lobo con
voz suave y cantarina.
Los choticos, s’en van acordar de lo que les había alvertido su madre y, antes
d’abrir, li va dir otro d’ellos:
- Pues si eres nuestra mama de veras, asoma la pata por bajo la puerta.
Asina lo va her la fiera y tos van ver aparecer una zarpa grande, negra y peluda
arrapando el suelo de la caseta.
-
¡Ay, no! Tú eres otra vez el lobo – van dir otros dos a la vez – porque mi mama
tiene las patetas finas y blancas.
Y, renegando y dándose al dimonio, s’en va ir el perro salvaje con la pancha vacía.
En esas estaba cuando va descurrir ir al molino a por harina, pa herse las patas blancas.
Después, se va engolir otras cuatro claras de güego, se va empolsegar bien las patazas
con la harina y va tornar a tocar a la
puerta:
-
-
¡Pom,
pom,
pom,
pom!
Chiquetes, abrirle a la mama,
qu’este zabegón pesa mucho y
estoy mu cansá – va dirles otra
vez.
Pos si tú eres mi mama – va
contestar otro – asoma la pateta
por bajo la puerta.
2
El lobo, arrimó la pata toa blanca d’harina y esta vez los va engañar. Los choticos li
van abrir la puerta y en una trompá, el lobo se los va comer, seis d’un golpe. Luego va
pegar un buen rot y s’en va ir a su cueva pa her la digestión. Pero, cuando pasaba por
la Cueva de la Areneta, como estaba hinchau como un zapo y casi no podía andar, se
va echar to lo largo qu’era bajo un pino y s’en va adormir.
Una hora más tarde, volvía la pobre cabreta con el zabegón lleno a su caseta.
Cuando va allegar allí, estaba la puerta entorná y no en d’había dengún chotico. La
pobre madre, va arrancar a plorar porque se va comer la partida: el lobo se los había
zampau. Pero, va sentir que, entre las cañas del techo, se meneaba algo: era el chotico
más pequeñín, que s’había amagau ahí cuando chugaban y por ixo, el lobo no lo va ver.
-
-
Mama, mama, qu’el lobo s’ha
comido a mis hermanicos y s’en
d’ha ido – li va dir chemecando.
- ¡Hijo mío! – lo va coger y,
abrazándolo, la cabreta ploró –
¡Ay, tú eres el único que m’ha
quedau de tos! Ahora, entre tú y
yo, buscaremos a ese lobo
martagón, ¿tú sabes por onde
s’ha ido?
- Mama – contestó el menudo que
l’había visto por encima el tejau – pa la Cueva de la Areneta parece que
s’arrimaba
Pos bueno, ámonos nosotros tamién.
Y, como era más valiente qu’ el Guerra, la cabreta va agarrar un cuchillo mu grande,
una aúja y un cordel de hilo palomar y, blincando, blincando, allegaron onde estaba el
lobo rendido del hartajón. Allí le abrieron la pancha y uno a uno, van salir los seis
choticos. Luego, se la van llenar la de piedras y la madre la va coser con la aúja y el hilo
qu’había cogido.
Cuando el lobo se va despertar, estaba tan asedegau que va abajar al barranco a
beber agua. Tanta y tanta bebió, que va pegar un bac y reolando, reolando, va caer al
medio la rambla que iba crecida por el nevasco y la riá lo va arrastar, aufegándolo, pa
no tornar nunca más.
Los choticos, entonces, se van dar un buen festín con to lo que había traído su
madre y en ca se los ve subir y abajar por el camino viejo del Piquet, felices y divertidos
hendo volantines y cabriolas entre los romeros y las enchilagas.
Y cuento, cuento s’ha acabau, por la
chimenera s’en va al tejau. Buenos días,
buenas noches, corre sillas y corre coches.
3
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