EPILEPSIA MIOCLÓNICA GRAVE DE LA INFANCIA SIMPOSIO: EPILEPSIA MIOCLÓNICA GRAVE DE LA INFANCIA Epilepsia mioclónica grave de la infancia. Aspectos clínicos y paraclínicos A. Martínez-Bermejo, V. López-Martín, J. Arcas, A. Tendero, M.C. Roche-Herrero, M. Merino SEVERE MYOCLONIC EPILEPSY IN INFANCY. CLINICAL AND PARACLINICAL ASPECTS Summary. Introduction. Severe myoclonic epilepsy in infancy (SMEI), or Dravet’s syndrome, is one of the most serious forms of epilepsy in infancy. In this study we analyse the clinical characteristics of the process.Patients and methods. The cases reported in the literature are surveyed, together with a personal casuistic, from both a clinical and paraclinical point of view, and we assess the form of onset and the clinical, EEG and neuroimaging manifestations at different ages. Results. In most cases the disorder is characterised by onset during the first year of life, with febrile seizures, normal development prior to the onset of the seizures, multivariate critical phenomenology throughout the progression, early resistance to treatment, initial normality of EEG results and progressive neurological deterioration with ataxia and long tract signs. Conclusions. The diagnosis of SMEI depends on the combination of clinical manifestations and EEG at different ages, and the presence of myoclonic seizures constitutes the most significant fact. The lack of strict diagnostic criteria allows for the existence of cases that are not perfectly identified. A percentage of cases exist that do not fulfil all the abovementioned criteria. The recent description of a mutation in the alpha subunit of a neuronal voltage-dependent sodium channel (SCN1A) in chromosome 2q24, as the likely source of the process, will allow screening to be carried out in the early phases of the disorder. It will also allow studies to be conducted on the phenotype-genotype correlation of the disease. [REV NEUROL 2003; 37: 55-9] Key words. Childhood epilepsy. Dravet’s syndrome. Infancy. Molecular genetics. Severe myoclonic epilepsy in infancy. INTRODUCCIÓN La epilepsia mioclónica grave de la infancia (EMGI) es una de las formas más graves del grupo de las denominadas epilepsias catastróficas de la infancia [1-3]. La Comisión para la Clasificación y Terminología de la ILAE (International League Against Epilepsy) la incluye dentro del apartado de ‘Epilepsias y síndromes indeterminados respecto a la localización con crisis generalizadas y focales’ [4]. Fue decrita en 1978 por Dravet [5], quien la refirió como una forma de epilepsia infantil resistente al tratamiento, de inicio temprano y con ciertas similitudes con el síndrome de LennoxGastaut, del que se diferenciaba, básicamente, por la ausencia de crisis tónicas y su inicio precoz. Más tarde, se presentó la primera serie amplia de pacientes y se propuso la denominación que figura en la actualidad en la clasificación internacional de la ILAE [6,7]. Cavazzuti et al [8] propusieron denominarla ‘epilepsia polimorfa de la infancia’, en razón de la variedad de crisis que aparecen a lo largo de su evolución natural. Finalmente, y dada la relevancia de la Dra. Charlotte Dravet en la identificación clínica de la enfermedad, existe consenso en denominarla como síndrome de Dravet, y así se reconoce en la nueva propuesta de clasificación y terminología de la ILAE [9]. Recibido: 24.03.03. Aceptado tras revisión externa sin modificaciones:24.03.03. Servicio de Neurología Pediátrica. Hospital Universitario La Paz. Madrid, España. Correspondencia: Dr. A. Martínez Bermejo. Servicio de Neurología Pediátrica. Hospital Universitario La Paz. Paseo de la Castellana, 261. E-28046 Madrid. E-mail: [email protected]. 2003, REVISTA DE NEUROLOGÍA REV NEUROL 2003; 37 (1): 55-59 La identificación nosológica del proceso ha ocupado varios años, y no ha sido hasta la pasada década cuando su conceptualización se ha tenido en cuenta en la práctica diaria y se ha identificado. En la actualidad, es posible reconocer en un gran número de casos las características clínicas y electroencefalográficas que definen este síndrome: inicio en el primer año de la vida, con crisis febriles generalizadas o focales, ausencia de factores etiológicos, desarrollo normal previo al inicio de las crisis, gran variedad en la fenomenología crítica a lo largo de la evolución, resistencia precoz al tratamiento, normalidad inicial del EEG con deterioro posterior y fotosensibilidad precoz y deterioro cognitivo progresivo con ataxia y piramidalismo. Existe un porcentaje de casos que no cumplen todos los criterios señalados. También se hallan otras formas de epilepsia de inicio clínico similar a la EMGI, pero que no evolucionan de forma tan negativa. Por otra parte, en muchas ocasiones, la gravedad del proceso produce reticencias para emitir un diagnóstico precoz. La reciente descripción, como probable responsable del proceso, de una mutación de la subunidad α de un canal neuronal de sodio dependiente de voltaje (SCN1A) en el cromosoma 2q24, va a permitir el cribado en las fases iniciales de la enfermedad, así como el estudio de la correlación entre el fenotipo y el genotipo del síndrome [10-14]. Si estos hallazgos genéticos se confirmasen, estaríamos realmente ante una enfermedad, en lugar de un síndrome, dado que el grupo de trabajo de la ILAE para el diagnóstico de epilepsias [9] define una enfermedad como una condición patológica con una etiología única, específica y bien definida, a diferencia de un síndrome epiléptico, que es el conjunto de signos y síntomas que definen una condición epiléptica única, en la cual se incluyen el tipo de crisis y otros aspectos clínicos 55 A. MARTÍNEZ-BERMEJO, ET AL y paraclínicos [12]. Es indispensable continuar con la caracterización de cada uno de los pacientes con EMGI a fin de determinar cuáles son las relaciones entre fenotipo y genotipo, si es que realmente existen. EPIDEMIOLOGÍA Se trata de una forma de epilepsia poco frecuente. Su incidencia se estima en menos de 1:40.000 niños menores de 7 años [15]. Yakoub et al refieren incidencias de 1:20.000 o 1:30.000 [16]. López-Pisón et al encuentran sólo un caso entre 466 niños epilépticos (0,21%), en un período de 9 años, cifra incluso inferior a otros raros síndromes epilépticos de la infancia [17]. En otras series se describen prevalencias superiores: 6,1% [7] y 7% [18], aunque probablemente pueda deberse a que son datos recogidos de centros de referencia de epilepsia. GÉNERO En la mayor parte de los estudios, las descripciones en varones son algo más frecuentes que en mujeres, en una proporción de 2:1, aunque en las series españolas no se aprecia esta diferencia [1,19-22]. ANTECEDENTES FAMILIARES Suelen presentarse antecedentes de epilepsia o de convulsiones en una proporción elevada, que oscila entre un 15 y un 20%, especialmente por la presencia de crisis febriles [7]. Singh et al encuentran epilepsia en el 16% de los hermanos y en el 8% de los padres [23]. En su serie, el fenotipo más común de presentación son crisis febriles en 14 casos, crisis febriles plus en siete y epilepsia parcial en dos, y hubo casos individuales de EMGI, epilepsia mioclonicoastática y síndrome de Lennox-Gastaut; 13 familiares mostraron crisis no clasificadas o no confirmadas. Benlounis et al describen frecuentes antecedentes de crisis febriles y epilepsia ausencia infantil [24]. Veggiotti et al [25] detallan dos hermanos afectados de EMGI cuyo padre presentaba crisis febriles plus, y sospecharon que la EMGI representaría la forma más grave del espectro de la epilepsia generalizada con crisis febriles plus, tal como lo han formulado otros autores [13,23,26]. Sólo existe una descripción en dos gemelos monocigotos que mostraron datos clínicos, electroencefalográficos y evolutivos idénticos [27]. Estos hallazgos apoyan la probable etiología genética de la enfermedad recientemente descrita. ANTECEDENTES PERSONALES Uno de los criterios diagnósticos de la entidad es que asiente en pacientes con un desarrollo neurológico normal, previo al inicio de su cuadro epiléptico. En este sentido, las descripciones de antecedentes patológicos son probablemente anecdóticas. Así, la asociación con complicaciones obstétricas, anomalías perinatales, alteraciones inmunológicas o reacciones vacunales es probablemente accidental [7,21,22,28]. MANIFESTACIONES CLÍNICAS Y ELECTROENCEFALOGRÁFICAS Clínicamente, la EMGI comienza durante el primer año de vida en pacientes con un desarrollo normal antes del inicio de las crisis. 56 Los niños afectados desarrollan tanto crisis clónicas generalizadas como unilaterales sin signos prodrómicos. Las crisis mioclónicas y las parciales suelen aparecer más tarde, y se hace evidente un progresivo retraso psicomotor, así como la presencia de otros signos neurológicos asociados. Existe consenso para describir tres estadios evolutivos en la enfermedad, que Lambarri et al [20], muy acertadamente, describen como fase febril, fase catastrófica y fase de secuelas. Fase febril o inicial La primera crisis suele ser de tipo clónico, generalizada o unilateral. En la mayoría de los casos, suele precipitarse por fiebre o ésta aparece poco después. No se asocian necesariamente a fiebre elevada. La crisis puede ser breve, aunque en ocasiones puede prolongarse varios minutos. El inicio de la enfermedad en forma de estado epiléptico es infrecuente, aunque esta forma de presentación puede ser prevalente en bastantes casos, incluso de forma constante. La edad de esta primera crisis suele ser alrededor de los 6 meses de edad, aunque puede oscilar entre los 3 y los 10 meses [6,7,16,19-22]. Pocos días o semanas después, las crisis reaparecen de nuevo, en las mismas forma y circunstancias. Es habitual que en algunos casos se cataloguen de crisis febriles simples, lo que se apoya, además, en que los EEG, tanto en vigilia y sueño, son rigurosamente normales, aunque es habitual que la profilaxis con diacepam rectal sea inefectiva. Más tarde, las crisis febriles alternan con las crisis afebriles; la fiebre, cuando aparezca, se evidenciará poco. Hemos observado en muchas ocasiones que la fiebre aparece exclusivamente con posterioridad a la crisis convulsiva durante escasas horas, como si representase un fenómeno vegetativo postictal. Hay descripciones de crisis precipitadas por baños de agua caliente [2]. Ya en esta fase, se observa una evidente falta de repuesta al tratamiento, tanto intermitente con diacepam durante la fiebre, como continuado con diversos fármacos antiepilépticos. Fase catastrófica o estable Suele iniciarse a partir del segundo año, cuando las crisis se hacen cada vez más frecuentes, muestran diferente semiología –especialmente de tipo mioclónico– y son especialmente refractarias a los diferentes esquemas terapéuticos. Las crisis mioclónicas son, a veces, de inicio focal, limitadas a la cabeza o una extremidad, para generalizarse secundariamente. Se presentan de forma muy frecuente a lo largo del día y, en ocasiones, perduran varios minutos con aparente conservación de la conciencia; pueden llegar a producir, en algún caso, la caída al suelo del niño o de objetos que lleve en la mano. Pueden ser, en ocasiones, tan tenues que pasen desapercibidas si no se observan con cuidado. Existen algunas descripciones en las que faltan las mioclonías masivas [16,20,29], aunque se acepta que estas formas clínicas son también parte del síndrome [7]. Pueden aparecer otros tipos de crisis, como crisis parciales complejas con atonía, crisis versivas, automatismos orobucales y fenómenos autonómicos (palidez, cianosis facial), cuando la crisis se prolonga. También se observan con mayor frecuencia crisis de ausencias complejas con mioclonías erráticas de hombros y párpados, muy prolongadas y, en ocasiones, estado de mal no convulsivo [30]. Cualquier cambio de luz ambiental, o simplemente el hecho de mirar un objeto iluminado o brillante, las puede desencadenar. Tal como se ha referido [31], nosotros también hemos tenido ocasión de observar autoinducción de crisis en dos REV NEUROL 2003; 37 (1): 55-59 EPILEPSIA MIOCLÓNICA GRAVE DE LA INFANCIA tantes y, desde luego, las mioclonías desaparecen en la mayor parte de los casos, lo que permite un mejor contacto con el medio. Las crisis motoras son más breves y aparecen en cualquier momento del día. Los estados epilépticos son también menos frecuentes. ESTUDIOS ELECTROENCEFALOGRÁFICOS Figura. Varón de 2 años en vigilia con epilepsia mioclónica severa de la infancia. Sobre una actividad de base irregular se observan, coincidiendo con la estimulación luminosa a alta frecuencia, descargas generalizadas de punta y polipunta onda (Tomado de Martínez-Bermejo et al [32], con permiso). pacientes al contemplar objetos brillantes o al abrir y cerrar repetidamente los párpados. Pueden advertirse también crisis tonicoclónicas parciales o secundariamente generalizadas. En nuestra experiencia, es posible observar todos los tipos de crisis a la vez, aunque lo habitual es que sólo presenten, en un determinado período de tiempo, uno o dos tipos de crisis. Las ausencias, en muchas ocasiones, hay que buscarlas al observar el paciente o mediante videorregistro, ya que podrían pasar desapercibidas fácilmente. Nunca se describen crisis tónicas nocturnas, lo que constituye un hecho fundamental, junto con los hallazgos electroencefalográficos, para diferenciar este síndrome del síndrome de Lennox-Gastaut. En cuanto las crisis mioclónicas hacen acto de presencia, se observa un franco deterioro en las funciones cognitivas del paciente. Éste muestra una conducta irritable, oposicionista e hiperactiva, con dificultad para prestar atención. El progreso en las áreas del lenguaje se estanca. En el ámbito motor se observa un franco deterioro, con caídas frecuentes, marcha inestable con franca ataxia y motricidad fina muy deteriorada [6,7,16,19-22]. Pueden observarse signos piramidales y dismetría en los movimientos de los brazos. Todo este cuadro puede ser menos grave si las crisis mioclónicas tardan en presentarse o son menos intensas y continuas. Fase de secuelas o de deterioro neuropsicológico lento Esta fase viene a ser el estadio final de la anterior, en el que las condiciones neurológicas y cognitivas del paciente se deterioran mucho. Es difícil indicar el inicio de esta fase, pero de preciar una fecha, ésta coincide con la disminución en el número de crisis, tanto las parciales, que llegan a desaparecer, como especialmente las mioclonías. La fiebre es todavía un factor desencadenante de crisis. En nuestra experiencia, este período se inicia entre los 6 y los 12 años. Hay un retraso intelectual grave en la mayor parte de los casos, por lo que precisan recibir enseñanza especial. La ataxia y las dificultades motoras impiden una adecuada participación en actividades de grupo y el lenguaje es pobre. Desde luego, no existe empeoramiento con relación al estado alcanzado en la fase catastrófica. Afortunadamente, las crisis no son tan cons- REV NEUROL 2003; 37 (1): 55-59 Es muy llamativo que en las fases iniciales de la enfermedad, los estudios electroencefalográficos sean rigurosamente normales, tanto en vigilia como en sueño. Hemos observado que el EEG no presenta anomalías significativas, incluso después de un episodio crítico, excepto si este es un estado epiléptico. Los registros vídeo-electroencefalográficos críticos llevados a cabo en este período no permiten confirmar si las crisis son tónicas o tonicoclónicas. Al inicio del segundo año de edad, cuando se incrementa la actividad epiléptica, se observa un claro enlentecimiento difuso de la actividad de fondo (4-5 Hz), contaminación por ritmos rápidos de baja amplitud de origen medicamentoso y escasa reactividad a la apertura de párpados. Otros autores aprecian un predominio de la actividad lenta en las áreas centroparietales y el vertex [7] o en el área frontocentral [18]. Sobre esta actividad basal se observan anomalías paroxísticas generalizas en forma de complejos punta-onda y polipunta-onda ocasionales que se hacen evidentes, aunque no en todos los casos, mediante la estimulación con luz estroboscópica a alta frecuencia [32] (Figura). Estas anomalías epileptiformes se evidencian cada vez más, aparecen aisladas o en salvas breves y repetidas, generalizadas o con cierta asimetría interhemisférica. Cuando persisten más de 5-6 s, se correlacionan invariablemente con crisis mioclónicas. Pero también es posible que no exista una expresión eléctrica crítica durante muchos episodios de crisis mioclónicas parcelares. Otros hallazgos electroencefalográficos intercríticos, asociados o no a las descargas generalizadas de punta y polipunta-onda, son la presencia de anomalías focales o multifocales tipo punta o punta-onda aislada y brotes de ondas lentas de varios segundos de duración, que cambian de localización de un registro a otro, así como descargas generalizadas de punta-onda rápida que se activan con la somnolencia. Este hecho lo diferencia claramente del síndrome de Lennox-Gastaut, dado que estos hallazgos no se observan en este último. En las fases tardías de la EMGI, cuando declinan el número y la gravedad de las crisis, el EEG muestra cambios en el número y la frecuencia de los grafoelementos paroxísticos y es significativo que la respuesta fotoparoxística decline hasta llegar a desaparecer en los casos en los que se había presentado [1,7,19-21,32]. ESTUDIOS DE NEUROIMAGEN La mayor parte de las series refieren normalidad en los hallazgos, tanto de tomografía computarizada como de resonancia magnética [6,7,16,20-22]. En nuestra experiencia ocurrió lo mismo [19]. Las escasas descripciones de alteraciones de la imagen (hipodensidad de sustancia blanca, leve atrofia cortical o de cerebelo) son, sin duda, hallazgos casuales o relacionados con la gravedad de las crisis en casos específicos [7]. No se han descrito atrofias cerebelosas graves, a pesar de existir ataxia evidente, en las fases avanzadas de la EMGI. 57 A. MARTÍNEZ-BERMEJO, ET AL SPECT La SPECT cerebral llevada a cabo en pacientes mayores de 2 años en un grupo numeroso de pacientes ha mostrado, en una alta proporción, anomalías significativas, expresión de la alteración subyacente en la perfusión cerebral. Los focos de hipoperfusión intercrítica se describen tanto como focales, de predominio en regiones frontotemporales, multifocales o bilaterales [33]. En muchas ocasiones no existe concordancia entre estos hallazgos y las anomalías del EEG, ya sean focales o generalizadas, por lo que es problemático dar un significado a estos resultados [19,20,22]. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Las formas clásicas de EMGI no crean demasiadas dudas diagnósticas, incluso en sus fases iniciales [16]. La primera distinción con las crisis febriles simples puede plantear dudas si la primera convulsión febril de la EMGI es tardía (8-11 meses), además de breve y generalizada. Algunos factores que nos harán pensar que estamos ante la fase inicial o febril del síndrome son la presencia temprana de la crisis febril (3-7 meses), su repetición a pesar de la profilaxis con diacepam rectal, la focalidad –si ésta aparece– y la duración superior a 10 minutos. Otro dato a tener en cuenta, aunque difícil de objetivar, es que, en la EMGI, las crisis febriles son mayoritariamente clónicas, a diferencia de las crisis febriles benignas, que son tónicas o tonicoclónicas. La distinción entre un síndrome y otro es importante, dado el pronóstico tan diferente de ambas entidades. La epilepsia mioclónica benigna de la infancia no plantea ninguna duda para su diferenciación. Este síndrome nunca va precedido de crisis febriles. Además, el EEG intercrítico es normal, incluso en la fase de múltiples crisis mioclónicas. Sólo el EEG de sueño mostrará las características anomalías paroxísticas generalizadas de polipunta-onda [32]. El síndrome de Lennox-Gastaut no debuta nunca con crisis en el primer año de la vida. Aun en el caso de ser sintomático a anomalías congénitas del desarrollo cerebral, en cuyo caso podría debutar con crisis parciales en el primer año, éstas no serían febriles. Además, se asociaría a retraso del desarrollo, que faltan en la EMGI en este primer período. Además, las crisis más características del síndrome de Lennox-Gastaut (tónicas nocturnas, atónicas diurnas) y el trazado EEG de punta onda lenta difusa no aparecen en la EMGI [34]. La epilepsia mioclonicoastática puede iniciarse con crisis febriles en el primer año. Sin embargo, las crisis más características de este síndrome (atónicas) no aparecen en la EMGI. La presencia de crisis parciales y alteraciones focales en el EEG, evidentes en la EMGI, nunca aparecen en la primera [34]. Es posible que lesiones mesiales temporales, congénitas o adquiridas precozmente, no visibles en neuroimagen en los primeros años de la vida y que cursen sin retraso psicomotor en sus primeros estadios evolutivos puedan originar crisis febriles clónicas repetidas, focales y prolongadas. La presencia de mioclonías invalidaría la sospecha, salvo que se trate de una EMGI sin o con escasas crisis mioclónicas. Las epilepsias mioclónicas progresivas de inicio en la infancia, como la enfermedad de MELAS o MERRF, pueden cursar con mioclonías muy graves y persistentes, deterioro cognitivo y refractariedad al tratamiento. Si apareciesen crisis parciales, se confundieran las mioclonías por ausencias complejas y existiese el antecedente de alguna crisis febril en el primer año, sería posible la confusión, lo que obligaría a indagar individualmente sobre la existencia de una citopatía mitocondrial [35-37]. PRONÓSTICO El pronóstico a medio y largo plazo de la EMGI es catastrófico y conduce al paciente hacia un deterioro neurológico y cognitivo importante, muchas veces grave, a pesar de que las crisis sean menos persistentes en las últimas fases de la enfermedad [1,2,7,21,38]. Si se confirma que el trastorno obedece a una canalopatía, en nuestra opinión el deterioro neurológico se debe también probablemente a ello, y no se originaría únicamente por la presencia constante de crisis y de anomalías electroencefalográficas. BIBLIOGRAFÍA cause severe myoclonic epilepsy of infancy. Am J Hum Genet 2001; 1. Nieto M. Epilepsia mioclónica severa de la infancia. Síndrome de 68: 1327-32. Dravet. In Nieto M, ed. 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La epilepsia mioclónica grave de la infancia (EMGI) o síndrome de Dravet constituye una de las formas de epilepsia más graves de la infancia. En el presente estudio se analizan las características clínicas del proceso. Pacientes y métodos. Se revisan los casos descritos en la literatura, junto con la casuística personal, tanto desde un punto de vista clínico como paraclínico, y se valoran la forma de inicio y las manifestaciones clínicas, electroencefalográficas y de neuroimagen en las diferentes edades. Resultados. En la mayor parte de los casos el cuadro se caracteriza por su inicio en el primer año de vida, con crisis febriles, desarrollo normal previo al inicio de las crisis, gran variedad en la fenomenología crítica a lo largo de la evolución, resistencia temprana al tratamiento, normalidad inicial del EEG y deterioro neurológico progresivo con ataxia y piramidalismo. Conclusiones. El diagnóstico de la EMGI depende de la combinación de manifestaciones clínicas y electroencefalográficas en diferentes edades, entre las que la presencia de crisis mioclónicas constituye el hecho más relevante. La falta de criterios diagnósticos estrictos hace que puedan existir casos no identificados perfectamente. También existe un cierto porcentaje de casos que no cumplen todos los criterios señalados. La reciente descripción, como probable responsable del proceso, de una mutación de la subunidad α de un canal neuronal de sodio dependiente de voltaje (SCN1A) en el cromosoma 2q24 va a permitir el cribado en las fases iniciales de la enfermedad, así como el estudio de la correlación entre el fenotipo y el genotipo del síndrome. [REV NEUROL 2003; 37: 55-9] Palabras clave. Epilepsia infantil. Epilepsia mioclónica grave de la infancia. Genética molecular. Infancia. Síndrome de Dravet. EPILEPSIA MIOCLÓNICA GRAVE DA INFÂNCIA. ASPECTOS CLÍNICOS E PARACLÍNICOS Resumo. Introdução. A epilepsia mioclónica grave da infância (EMGI), ou síndroma de Dravet, constitui uma das formas de epilepsia mais grave da infância. No presente estudo analisam-se as características clínicas do processo. Doentes e métodos. São revistos os casos descritos na literatura, juntamente com a casuística pessoal, tanto sob o ponto de vista clínico como paraclínico, e avalia-se a forma de início e as manifestações clínicas, EEG e de neuroimagem nas diferentes idades. Resultados. Na maior parte dos casos, o quadro caracteriza-se pelo seu início no primeiro ano de vida, com crises febris, desenvolvimento normal prévio ao desenvolvimento das crises, multivariedade na fenomenologia crítica ao longo da evolução, resistência precoce ao tratamento, normalidade inicial do EEG e deterioração neurológica progressiva com ataxia e piramidalismo. Conclusões. O diagnóstico de EMGI depende da combinação de manifestações clínicas e EEG nas diferentes idades e nas quais a presença das crises mioclónicas constitui o facto mais relevante. A falta de critérios de diagnóstico estritos permite a existência de casos não identificados perfeitamente. Existe uma percentagem de casos que não cumprem com todos os critérios assinalados. A recente descrição, como provável responsável no processo, de uma mutação na subunidade alfa de um canal neuronal de sódio dependente de descargas (SCN1A) no cromossoma 2q24, vai permitir a análise minuciosa nas fases iniciais da doença, assim como o estudo da correlação fenótipo-genótipo da síndroma. [REV NEUROL 2003; 37: 55-9] Palavras chave. Epilepsia infantil. Epilepsia mioclónica grave da infância. Genética molecular. Infância. Síndroma de Dravet. REV NEUROL 2003; 37 (1): 55-59 59