Tendrían que pisotear mi cadáver

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NACIONAL
JUEVES
15 DE MARZO DE 2012
juventud rebelde
«Tendrían que pisotear mi cadáver»
Indignación de Maceo ante el proyecto de asesinar por sorpresa al General español Arsenio Martínez Campos
cuando el Titán de Bronce se entrevistara con él en Baraguá, el 15 de marzo de 1878
Cada año los jóvenes recuerdan la actitud inclaudicable de Maceo en Mangos de Baraguá, en el
mausoleo erigido a propósito de ese hecho. Foto: Miguel Rubiera Jústiz/AIN
La Protesta de Baraguá
por LUIS HERNÁNDEZ SERRANO
digital @juventudrebelde.cu
LA Protesta de Baraguá es conocida por todo
nuestro pueblo —fundamentalmente por los
historiadores, los maestros de Historia, los
estudiosos de la vida de Antonio Maceo, los
dirigentes políticos y la inmensa mayoría de
los militares cubanos de todas las armas—
pero apenas se conoce un suceso vinculado
con aquella página histórica.
Se trata del proyecto de asesinato del
Capitán General de la Isla, el General Arsenio
Martínez Campos, jefe máximo del Gobierno
español en Cuba, cuando se presentara al
diálogo con el Titán de Bronce bajo los árboles de los Mangos de Baraguá, aquel 15 de
marzo de 1878, hace 134 años.
La idea partió de un oficial mambí subordinado a la tropa del entonces coronel Flor
Crombet, sin que este lo supiera y sin que
tal proceder fuera aprobado por el General en
Jefe Máximo Gómez, ni mucho menos por
su Lugarteniente General, el Mayor General
Antonio Maceo Grajales, quien conversaría
con el representante del colonialismo español en aquel trascendental encuentro en la
manigua.
SE DESPIERTA LA IRA DE MACEO
Tal hecho ocurre en momentos en que el
General Martínez Campos ha accedido a la
solicitud de Maceo de que su familia viajara desde Guantánamo hacia Jamaica y que
allí fueran recibidos cordialmente.
El alto jefe mambí le había escrito al jefe
español una carta el 27 de abril de aquel
año 1878, y solo dos días después el
héroe de Peralejo recibió la contestación
correspondiente, donde le dice:
«El Cristo, 29 de abril.
Señor Antonio Maceo. Señor mío y de
toda mi consideración. He recibido la expresiva carta de Ud., del 27, y no hay motivo
para las gracias que Ud. me da: yo tengo
prevenido que cuando llegue la familia de
usted, sea recibida con toda atención».
Y agrega el General Arsenio Martínez
Campos algo muy importante:
«La casualidad ha hecho que caiga en
mi poder una carta que usted dirigía el 4
del pasado, al señor Flor Crombet, y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto
contra mí, me han impresionado vivamente,
y desearía tener ocasión de estrechar la
mano de usted como amigo, pues que ha
sido enemigo leal. Se despide de usted con
toda consideración, s.s.q.s.m.-Arsenio Martínez Campos».
La carta a la que alude este jefe español
fue enviada por Maceo al «Señor Coronel
Flor Crombet, mi querido amigo», en la que
le anuncia una entrevista con Martínez
Campos para saber qué clase de paz quiere hacer, pues Máximo Gómez le ha dicho
que las intenciones del Capitán General de
la Isla parecían ser buenas.
Le dice Maceo a Crombet que desde
que se encontraba herido grave en Loma de
Bío, se le dijo que el General Díaz tenía el
plan de asesinar a Martínez Campos.
Comenta el también héroe de Coliseo y
de Mal Tiempo que aunque estaba herido
de gravedad, quiso enseguida lograr que tal
cosa no se realizara, pues con una conducta de esa naturaleza los cubanos se harían
muy pequeños.
Le aclaró a Crombet que él no se confundía y que sabía que esa no era una idea
suya: «Usted no tomaría parte en asunto
tan asqueroso», y añadió que semejante
pretensión «no es digna de hombres como
usted» y que por eso mismo tomó con tanto valor la cuestión «a fin de que usted no
tomara parte en el asunto y que lo impidiera si posible le fuera».
Maceo le precisa: «Me llené de indignación» y califica el hecho como «poco
honroso».
Le asegura que tan cobarde proyecto era
el único trabajo que algunos habían hecho
en la campaña, es decir, combinar semejante plan de asesinar al jefe adversario
«sin exponer el pellejo».
Argumenta además Maceo que en torno
a tal idea no se atrevieron a proponerle a él
nada. Y expresa este inalterable principio
suyo como militar de honor: «El hombre que
pone el pecho a las balas y que puede matar
a su contrario en el campo de batalla,no apela a la traición ni a la infamia asesinándole».
E incluso, el digno mambí de la Protesta
de Baraguá declara que aquellos que quisieran proceder mal con ese señor, tendrían que
«pisotear mi cadáver» y expone de nuevo otro
de sus principios de siempre: «No quiero
libertad, si unida a ella va la deshonra».
CÓMO LLEGÓ LA CARTA ORIGINAL A CUBA
El original manuscrito de esa carta de
Maceo a Flor Crombet lo mandó a Cuba,
hace 45 años, Héctor Gallo Portieles, diplomático cubano en embajadas nuestras en
20 países de cuatro continentes, hoy con
87 años de edad.
«Me encontraba como Encargado de Negocios en la Embajada cubana en Madrid,
en 1967, situada entonces en la calle Juan
Mena número 8, esquina a Alfonso XII».
«Entre tantos visitantes que pasaban por
nuestra Embajada en la capital de España,
llegó uno que se me identificó como descendiente de un destacado historiador español.
«El visitante era un señor mayor. Cuando
aquello yo tenía 40 años. Vestía con cierta
elegancia. Se le veían ademanes de persona muy educada y respetable, con una mirada cordial, y me dijo que tenía un documento que a Cuba le iba a interesar mucho.
Me confesó que exigía determinadas condiciones para entregarlo a nuestro país».
Le preguntamos qué tipo de documento
era y contestó:
«Está firmado por Antonio Maceo, es el
original de una carta manuscrita muy
importante. La guardaba un familiar mío,
el historiador Martín Pirala. Él ya murió y yo
la he conservado con mucho celo. En ella
censura duramente el proyecto de asesinar en forma sorpresiva al General Arsenio
Martínez Campos cuando acudiera al
encuentro con el general cubano en los
Mangos de Baraguá».
«Efectivamente —acota Gallo—, esa carta resultó ser una gran lección de ética y de
moral de Antonio Maceo. La escribió con
tinta roja. Recuerdo que las preposiciones
estaban acentuadas como influencia de la
lengua francesa. Me estremeció verla.
«Le propuse que me la diera para copiar
su contenido y enviarlo hacia nuestro país y
que nuestras autoridades decidirían si podían o no cumplimentar lo que él solicitara.
«Lo hice por la vía cifrada, dirigido el
mensaje al ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa. Puntualizo —sobre todo para
los más jóvenes que no conocieron a nuestro Canciller de la Dignidad— que era un
hombre muy simpático y ocurrente; muy
culto, pero muy criollo y campechano, diríamos que un gran jodedor cubano, pero era
Roa. Y el temor mío como diplomático era
hacer un soberano papelazo.
«Roa es uno de los mejores ejemplos históricos de que no hay nada tan serio como el
buen humor. Tanto es así que me respondió
enseguida en un cable abierto, escueto y
directo, haciendo referencia al número consecutivo de mi cifrado y en él me dijo: “Gallo:
sobre tu número tal, pártele el brazo”.
«Y así llegó a Cuba el original de aquella
carta. Con el tiempo la vi expuesta en el
antiguo Capitolio, en una mesa de cristal,
visible para todos los visitantes. Al verla me
impactó mucho, como si me hubiera encontrado a mí mismo.
«Sabía, me habían explicado, que la
información era un rompecabezas y que en
ocasiones para armarlo se lograba solo con
una simple piedrecita insignificante.
«Siempre pensé que el familiar del historiador Martín Pirala quiso hacer llegar el
importante documento al lugar de donde tal
vez nunca debió de haber salido».
Nota del autor: Durante la investigación
para este reportaje no pudo precisarse dón de se conserva el original de este documen to, que seguiremos intentando encontrar.
Cualquier información que se brinde sobre su
paradero será muy importante para la histo riografía cubana.
Fuentes:
•Antonio Maceo: apuntes para la historia de su vida, José Luciano Franco, La Habana, 1975, Tomo I, página 155.
•El pensamiento vivo de Antonio Maceo, José Antonio Portuondo, Biblioteca
Básica de Cultura Cubana, 1962.
•Entrevista con Héctor Gallo Portieles,
reparto Alamar, Zona de Micro X, La Habana del Este.
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