ENTRENAR LA “PSICOLOGÍA” DEL PORTERO Una de las cualidades más apreciadas en un portero es la regularidad. Es por ello que cada vez es más importante que el portero tenga una buena preparación psicológica. Esta preparación es la clave para conseguir el máximo rendimiento bajo cualquier circunstancia, lo que sin duda marca la diferencia. Es evidente que esto no se puede conseguir de la noche a la mañana. Como cualquier otra faceta del juego se debe entrenar. Las tres figuras claves encargadas de este desarrollo son el entrenador, el entrenador de porteros y el psicólogo deportivo. Entrenar es un acto educativo. No cabe duda. El entrenador trata de trasmitir o enseñar a sus jugadores unos conceptos (SABER) y unos procedimientos o destrezas (SABER HACER). Los futbolistas agradecen que su entrenador les haga llegar con claridad su “idea” de fútbol. Estamos hablando de una faceta, inherente a su rol, que va más allá de la dirección del equipo. Me estoy refiriendo a la “pedagogía” del entrenador. Lo importante no es tanto que sepa mucho de fútbol sino cómo lo trasmite o lo hacer llegar a sus jugadores, cómo se hace entender a la hora de trasladar sus conocimientos a los futbolistas. Cuando esa acción educativa o proceso de enseñanza-aprendizaje es confusa los futbolistas no asimilan los contenidos que les trasmite su entrenador. En educación ha surgido el concepto de COMPETENCIA. La nueva universidad, el llamado proceso de Bolonia, supone una nueva forma de entender la enseñanza de los futuros profesionales. No es suficiente que la universidad traslade un amplio bagaje de saberes teóricos y prácticos; ya no es suficiente enseñar conceptos y destrezas. Es necesario desarrollar competencias en los alumnos. Los futuros trabajadores deben estar preparados para ser eficaces en el contexto en el puedan desarrollar su trabajo. Las competencias incluyen: conceptos (SABER), destrezas (SABER HACER), ideas y iniciativas (QUERER SABER), saber desarrollar dichas iniciativas encontrando los recursos necesarios (PODER SABER), y disponer de unos valores específicos asociados al rol profesional que desempeñe (SABER SER / ESTAR). ¿Y qué tiene que ver esto con el entrenamiento en fútbol, en concreto con el entrenamiento específico de los porteros? Pues mucho. Durante años suelen acumular una ingente carga de trabajo, físico, técnico y táctico. Realizan muchísimos ejercicios para desarrollar sus “cualidades” como porteros, pero a juicio de algunos de estos entrenadores parece que ello es insuficiente. Estamos cansados de ver chicos con excelentes cualidades para la portería. Técnicamente presentan un nivel altísimo. Tienen una excelente proyección cuando están en la etapa juvenil o se incorporan al equipo filial. Pero ¿qué pasa qué muchos de ellos no llegan al fútbol profesional? Qué explicación puede haber. Unos no tienen carácter o personalidad para ser porteros, otros no soportan la presión inherente a la máxima competición, muchos no tienen la suficiente paciencia para saber esperar y perseverar hasta que les llegue su oportunidad, y a casi todos no les gusta el banquillo o la suplencia y menos aun no entrar en la convocatoria cuando en la plantilla hay tres porteros, … Todas estas causas se están refiriendo a cuestiones relacionadas con el ámbito emocional. Son potencialmente buenos porteros pero no disponen de las necesarias competencias para ejercer como porteros en el contexto del fútbol profesional. En la actualidad la dificultad se agudiza debido a que nuestros jóvenes son bastante inmediatos, trabajan por metas próximas y suelen abandonar ante metas aplazadas, y poco competitivos, quizás como consecuencia de la sociedad del bienestar que les ha ido acostumbrando a lograr todo casi sin esfuerzo. Así pues, es necesario ampliar los contenidos a trabajar en la formación de los porteros. Además de las competencias técnicas es necesario desarrollar unas competencias emocionales o psicológicas, específicas de dicho puesto. Se trata de valores específicos y habilidades emocionales que incrementen sus competencias como porteros, de forma que además de disponer de unas excelentes cualidades técnico-tácticas han de SER y SENTIR como auténticos porteros. ¿Pueden identificarse esas COMPETENCIAS EMOCIONALES que deben completar la formación de los porteros? Proponemos las siguientes: 1. Entender la soledad del portero en un trabajo colectivo o de equipo. El portero vive el partido en soledad, aunque se trate de un trabajo colectivo. Está solo por la especificidad de su tarea y por la distancia que le separa de sus compañeros en el terreno de juego. Mientras que los compañeros pueden pasar más desapercibidos el trabajo del portero es muy manifiesto. El portero suele estar solo en el éxito y en el fracaso; cuando su equipo mete un gol lo celebra en soledad, mientras que cuando el equipo encaja un gol lo sufre de una manera especial, también en soledad. 2. Saber mantener una atención focalizada para poder leer el juego sin participar activamente en él. Es muy difícil mantener la concentración necesaria, que exige un trabajo óptimo de un portero, cuando apenas interviene en el juego. El estilo atencional del portero es diferente al resto de jugadores del equipo. Requiere un trabajo específico hasta que el portero interiorice la importancia de su trabajo “sin balón”. El trabajo del portero exige una concentración máxima durante todo el encuentro. Es imprescindible estar conectado a la acción, en estado de vigilancia o alerta tanto cuando no participa del juego como cuando interviene. Y no es una tarea fácil. Es algo que se debe entrenar todos los días no desconectando en ningún momento durante los entrenamientos diarios. Es de vital importancia el trabajo del psicólogo para poder dominar esta tarea, para saber evaluar nuestro estado emocional, saber si tenemos poca o demasiada activación nerviosa. El portero debe saber encontrar el estado ideal de rendimiento utilizando técnicas que disminuyan dicha activación cuando es excesiva (relajación) o que la incrementen cuando sea insuficiente (energetización). 3. Dirigir o dar instrucciones a los compañeros, liderar desde la portería. Un buen portero manda y dirige a sus compañeros, especialmente a los defensas. Es una tarea de suma importancia que no puede depender de la personalidad o carácter de su portero. Es mudo, no habla, se quejan en ocasiones los entrenadores. Muchos piensan equivocadamente que el carácter no se puede modelar ni cambiar. Nada más lejos de la realidad. Es imprescindible que el portero tenga mucho carácter. El psicólogo deportivo es quien va orientando el carácter del portero hacia el liderazgo. Todo el mundo espera de él que mande, tenga jerarquía, lidere desde atrás al equipo. Se espera que maneje el estado anímico del equipo desde la portería. Es una exigencia común de todos los entrenadores, organizar al equipo ya que dispone de una situación privilegiada para observar el comportamiento del equipo. 4. Aceptar y convivir con la posibilidad del error. El error del portero es muy manifiesto, muy evidente, y puede tener una gran trascendencia sobre el resultado. El error del resto de jugadores pasa mucho más desapercibido y no es tan determinante sobre el resultado del partido. Desde una lógica emocional el portero está pendiente de no cometer errores, lo que le hace estar mucho más inseguro. Tratar de no equivocarte se traduce en un trabajo inseguro y provoca la aparición de más errores. El error es inherente a la condición de ser humano, dicen que errar es de humanos. Pero, además, el error del portero suele ser de “bulto” o “grosero”, es decir muy evidente y peligroso para el equipo. El portero puede aprender a convivir con el riesgo del error, como algo inherente a su trabajo, de forma que no le afecte en su trabajo. Es difícil pasar desapercibido porque todas las acciones cobran notoriedad, tanto para lo bueno como para lo malo. Hay que entender que el error forma parte del juego y que es imposible no fallar nunca. La diferencia está en si sabe manejar la situación después de un error o si es la situación la que maneja al portero. Si consigue inmediatamente focalizar de nuevo la atención sobre el juego o si se va del partido y ya no se consigue volver a él. 5. Contagiar seguridad. El portero contagia sus emociones a su equipo y a la grada. Un portero seguro y con confianza proyecta seguridad a sus compañeros en el trabajo defensivo. Un portero seguro mantiene tranquilos y confiados a sus aficionados. La inseguridad del portero resta confianza de sus compañeros en él, haciéndoles más difícil la labor defensiva. Es muy curioso cómo se “escucha” con gran nitidez el silencio de la grada ante una acción de un portero cuando lo percibe algo inseguro. A su vez este silencio llega a bloquear al portero porque esa falta de confianza de la grada le hace más inseguro todavía. El portero es un gran “transmisor” de estados anímicos. Es el primero que debe dar seguridad al equipo. Esta seguridad permite al equipo trabajar con mayor tranquilidad, trasladando a la grada confianza y consiguiendo un ambiente favorable para el desarrollo del encuentro. En las primeras acciones del partido conviene no arriesgar y efectuar varias intervenciones sin ningún titubeo. Todo lo contario debe hacer al final del partido donde el portero debe transmitir control de la situación arriesgando en esas acciones finales. El equipo contrario suelen ejecutar acciones de mala calidad por la inmediatez y el apremio de la falta de tiempo. El portero es un jugador que puede ayudar a manejar el tempo del partido. Es algo difícil de aprender porque en la mayoría de las situaciones cuando acabas de intervenir la adrenalina corre por las venas y el cuerpo demanda más acción. Pero en ese momento es cuando más tranquilidad se debe dar al equipo porque el contrario está atacando y el equipo necesita recomponerse para poder retomar el control del partido. Todo lo contrario sucede cuando está sin participar en el juego, poco a poco va bajando la activación y puede llegar a desconectarse de la acción. 6. Orientar hacia la mejora de la tarea. El portero suele estar muy orientado hacia el éxito. Se mueve por motivaciones relacionadas con la satisfacción del ego, como ser titular, mantener la portería a cero, detener penaltis, tener continuidad en el equipo titular, ser protagonista por su excelente trabajo, ser objeto de buenas valoraciones por parte de los medios de comunicación… Entonces, se desanima muchísimo cuando no juega, no tiene protagonismo, y piensa que no lo va a tener debido a que otro compañero cuenta, según su impresión, con la confianza del entrenador. Es necesario que el portero se mueva también por otras motivaciones que le ayuden a trabajar diariamente y a mantener el ánimo aunque no participe habitualmente en la competición. Se hace imprescindible enseñar a los porteros a encontrar motivaciones más relacionadas con la tarea, inherentes a su trabajo diario. Hablamos de la conveniencia de utilizar motivaciones de tipo intrínseco. Es importante que el portero entienda que la titularidad no depende de él, sino que es una decisión del entrenador. Lo que sí depende de él es su trabajo diario y es ahí donde debe centrar toda su atención y esfuerzo. Un buen trabajo diario es el mejor camino hacia la titularidad. Es de vital importancia marcarse un objetivo para la temporada para evitar la relajación. El objetivo debe ser concreto, cuanto más concreto mucho mejor. Trazar un plan de cómo vamos a conseguir ese objetivo, marcando unos objetivos secundarios necesarios para la consecución del objetivo principal. Estos objetivos secundarios nos ayudarán a evaluar si estamos caminando en la dirección correcta. No debemos ser inflexibles en el camino trazado, sino todo lo contrario. Esta capacidad de adaptación nos permitirá sacar el máximo partido a los imprevistos que nos vayamos encontrando. El entrenador de porteros cobra especial protagonismo en la batalla contra la relajación que puedan sufrir los porteros. Todos los entrenamientos tienen que estar orientados hacia una mejora concreta. Es el principal responsable de las sensaciones que siente el portero (la famosa “chispa”). El entrenamiento del día anterior y el calentamiento son los momentos que más marcan la confianza de un portero de cara a la disputa de un encuentro. Es primordial que el trabajo del entrenador de porteros deje una sensación de pleno dominio de todas las acciones del partido. 7. Aprender a trabajar por metas a largo plazo o saber esperar la oportunidad de participar en los partidos. Es muy difícil encontrar porteros que hayan triunfado siendo muy jóvenes. Iker Casillas, Asenjo y Víctor Valdés son excepciones. Lo normal es el caso de ese portero que alcanza la continuidad en los partidos a partir de los 25 años. Los entrenadores suelen valorar la experiencia como una cualidad necesaria en un portero. Suelen confiar más en el portero “veterano” que en el joven, quizás por que la experiencia le ha ido dotando a aquél de las competencias de que éste aun adolece. Cuando no sabe ser paciente difícilmente sobrevive un portero en el fútbol profesional. 8. Aceptar y saber convivir con las críticas. El futbolista hace un trabajo “público” en cuanto que lo desarrolla ante los ojos de miles de aficionados que están en la grada o sentados delante del televisor. Es como trabajar en un “escaparate”, a la vista de cualquiera. No resulta fácil aislarse totalmente de esta circunstancia y centrarse totalmente en su trabajo. Cualquier futbolista ha vivido la sensación de sentirse observado o examinado por el gran público. Entonces el rendimiento decae drásticamente. Además, de un trabajo desarrollado en público cualquiera puede opinar sobre él. ¡El más difícil todavía! El futbolista suele leer casi todo lo que se publica sobre él, aunque confiese lo contrario. Ser objeto de críticas o sentir que existen dudas respecto al propio trabajo debilita enormemente la autoconfianza individual. Es necesario dotar al portero de recursos de tipo psicológico que le ayuden a convivir con su “examen” semanal. 9. Manejo interno de la propia autoconfianza individual. El portero debe trasladar confianza desde su trabajo. No puede esperar que el entrenador le “regale” confianza. Nadie le va a conceder una confianza ciega. Es una expectativa equivocada por parte de muchos futbolistas. Son ellos los que deben convencer a sus entrenadores, lo que solo es posible desde el manejo de la propia autoconfianza. Los demás pueden dudar pero uno no puede dudar se sí mismo. Esto resulta difícil que surja espontáneamente cuando el futbolista es joven o está en proceso de formación. Hay que enseñarle y trasladarle recursos para que sepa navegar en el mar de las dudas ajenas. 10. Competir cada día. El joven portero que intenta hacerse un hueco en el fútbol profesional suele tener pocas oportunidades de participar en los partidos. Equivocadamente piensa que está perdiendo el tiempo al no poder jugar con continuidad. Así, sin darse cuenta, está despreciando la oportunidad que le ofrecen los entrenamientos para competir. El compañero se ha de convertir en el rival a superar, buscando con él un duelo permanente pero noble, siempre desde el trabajo bien hecho. Ese duelo ha de aprender a llevarlo desde el espíritu de superación, incluso más allá del terreno de juego. En ocasiones el compañero más veterano maneja unos resortes que acaban desequilibrando al más joven. Esto no es posible. Debe aprender a convivir con este tipo de situaciones sin que hagan mella en su ánimo ni en su trabajo. Es importante que el entrenador de porteros cree un ambiente de competencia sana entre los porteros pertenecientes a la plantilla desde el primer entrenamiento. Todos los porteros creen que este es el momento más importante de la temporada para hacerse un hueco en el equipo titular. Es sorprendente lo habitual de muchos porteros que después de la primera jornada, tras conocer la elección del entrenador en la portería, se relajan y dejen de trabajar con la intensidad necesaria. Es un error garrafal que cometen tanto los porteros que consiguen ser titulares (tienen la falsa sensación de haber conseguido la meta de la temporada), como los suplentes (asumen mal su rol y ya no presentan batalla). 11. Desarrollar habilidades para el autocontrol emocional: control de la ansiedad, el estrés y el enfado. En ocasiones el propio carácter es el mayor obstáculo a superar. Ante situaciones de dificultad, exigencia, conflicto, frustración de puede desatar un caudal de emociones. Según la personalidad puede surgir entonces el enfado, la ansiedad, el desánimo… y se hace difícil trabajar como uno es capaz de hacerlo. Manejar estas emociones para contenerlas y lograr que no afecten al rendimiento es clave en cualquier futbolista, mucho más en el caso del portero ya que está más expuesto que el resto ante este tipo de situaciones. Se trata de aprender a vivir “solo” ante el peligro, disfrutando al máximo mientras desarrolla su trabajo, logrando aislarse de las circunstancias que rodean a la tarea. Entrenar habilidades psicológicas que favorecen el autocontrol emocional es aconsejable siempre, mucho más en los porteros. ¿Cómo se pueden sumar de forma efectiva estos contenidos PSICOLÓGICOS a la preparación de los porteros? Debe producirse un trabajo complementario entre el entrenador, el entrenador de porteros y el psicólogo del deporte. El entrenador y el entrenador de porteros deben diseñar el trabajo adecuado para la mejora de esta cualidad dentro del terreno de juego. Es básico insertar el trabajo psicológico entre las tareas diarias técnico/tácticas del portero. Por su parte el psicólogo deportivo debe ayudar a que el portero optimice sus respuestas emocionales en cada situación, dentro y fuera del campo, en soledad y de forma colectiva. El psicólogo del deporte enseñará al portero aquellas herramientas o estrategias necesarias que le permitan observar y regular sus estados emocionales según las situaciones a las que se va a enfrentar. El entrenador y el entrenador de porteros desarrollarán el aprendizaje de valores y habilidades emocionales mediante un trabajo transversal, es decir insertándolo en su programación del entrenamiento diario. En dicha labor pueden contar con el asesoramiento del psicólogo del deporte. Éste personalizará el trabajo más directamente relacionado con el desarrollo de habilidades emocionales mediante un trabajo individualizado que se realizará de forma periódica y programada. Dicen que los porteros están un poco “locos”. Nada más alejado de la realidad. Si el deportista necesita de una maduración personal acelerada para desarrollar competencias que le ayuden a sobrevivir en un contexto profesional, más todavía en el caso del los futbolistas dado el seguimiento de que es objeto el fútbol a nivel social y de los medios de comunicación. El portero no suele ser ningún “loco”, todo lo contrario. Suelen ser jugadores con una dimensión personal importante para su edad. Son jóvenes que les toca hacerse “mayores” de forma acelerada. Su preparación será insuficiente mientras no contemple apoyar y reforzar ese ámbito emocional específico. Hay mucho trabajo por delante para convertir al portero en la figura que todos esperan que sea. Ese trabajo debe estar perfectamente coordinado por el cuerpo técnico. Pero aquí la figura más importante es la del propio guardameta que debe tener un afán constante de superación. Estar siempre en busca de la mejora constante e ilimitada. Todos sabemos que la perfección es imposible de alcanzar, pero cuánto más cerca estemos de ella mejor portero será. No crean ustedes que estas opiniones surgen del conocimiento científico. Sobretodo están fundamentadas en la experiencia del trabajo psicológico con diferentes porteros del fútbol profesional. Como psicólogo del deporte puedo haberles enseñado algo; como porteros me han ayudado a conocer la psicología específica de su puesto o demarcación. Me han enseñando mucho más ellos a mí que viceversa. José Carrascosa (Psicólogo del Deporte / Director www.sabercompetir.com) Xavi Oliva (Ex-portero del Villarreal CF) www.futbolsesion.com