Luís de Góngora (1561-1627) Biografía de Luís de Góngora en

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Luís de Góngora (1561-1627)
Biografía de Luís de Góngora en fechas
1561 Nace en Córdoba don Luis de Góngora y Argote, hijo de don Francisco de Argote (juez de
los bienes de la Inquisición) y doña Leonor de Góngora, en el seno de una familia de juristas y
eclesiásticos de gran formación cultural y relacionados con los literatos cordobeses (por ejemplo,
Ambrosio de Morales). Su tío materno don Francisco de Góngora le dejó en herencia su ración
en la catedral cordobesa, lo que encauzaría la actividad de don Luis hacia la carrera eclesiástica.
1576 Tras estudiar gramática y ordenarse de menores (requisito para acceder a la prebenda
heredada), se traslada a estudiar leyes a Salamanca, donde coincide con el poeta toledano Pedro
Liñán de Riaza, gran amigo de Lope. Allí empieza a cobrar fama por sus versos de carácter
festivo, en especial letrillas y romances.
1580 Publica por primera vez una composición suya: un elogio a la traducción de Os Lusíadas de
Camões por Luis Gómez de Tapia.
1581 Abandona Salamanca, pero no se sabe si concluyó sus estudios.
1582 Reside en Córdoba, donde aparece firmando documentos. Comienza a componer sonetos.
1585 Viaja a Granada. Se ordena de mayores (epístola y evangelio) y es nombrado racionero de
la catedral cordobesa. A partir de este momento viaja bastante por España como comisionado del
cabildo para asuntos diversos.
1589 Es acusado por el obispo Francisco de Pacheco de que vive como muy mozo y de andar en
cosas ligeras, como asistir a los toros y tratar con representantes de comedias y escribir coplas
profanas. Tras oírse el descargo de don Luis, se le condena al pago de cuatro ducados para
limosnas. Se publica en Huesca la Flor de varios romances nuevos, recopilada por Pedro de
Moncayo, donde aparece una docena de romances de Góngora.
1589-1593 Viajes a Palencia, Madrid y Salamanca. Allí cae enfermo de gravedad. Durante su
estancia salmantina conoce a Lope, a la sazón secretario del duque de Alba.
1603 El cabildo cordobés lo envía a Cuenca, desde donde pasa a Valladolid, sede de la corte. Allí
comienza su guerra literaria con Quevedo.
1609 Después de un viaje a Pontevedra, se recluye en Córdoba y empieza a plantearse la
creación poética como un reto ambicioso y obsesivo para conseguir una obra que sea un hito
literario. Lo intentará primero en el teatro (Las firmezas de Isabela y El doctor Carlino) y luego
en la poesía lírica (Polifemo y Soledades). Góngora no pudo competir nunca con Lope en el
terreno teatral: el valor de sus obras dramáticas reside en algunos logros formales, en tal o cual
expresión afortunada, en cambio están desprovistas de situaciones auténticamente dramáticas y
sería difícilmente llevarlas a la escena.
1610 Cultiva la modalidad más culterana en la Canción de la toma de Larache, tema sobre el que
escribirá simultáneamente varios poemas burlescos.
1612 Escribe el Polifemo
1613-1614 Escribe las Soledades, que da a conocer en la corte a través de sus amigos. Su
difusión provoca una auténtica revolución lírica, que no deja prácticamente a nadie indiferente.
Los literatos se dividen en fervientes defensores o en detractores acérrimos de Góngora.
1617 Siéndole favorable la batalla literaria e instigado por muchos de sus amigos y, en particular,
el conde de Villamediana, se traslada definitivamente a Madrid. Allí se ordena de sacerdote y
ocupa el cargo de capellán de Felipe III. Para acrecentar su fama literaria, inicia el Panegírico al
duque de Lerma, que interrumpió al caer en desgracia el valido.
1618 Escribe su último poema largo, la Fábula de Píramo y Tisbe.
1618-1625 Su larga estancia en la corte lo convierte en un pretendiente más, entregado a
componer poesía áulica, que contrarresta con sátiras feroces. Pierde en trágicas circunstancias a
sus valedores, Rodrigo Calderón (ejecutado en 1621) y el conde de Villamediana (asesinado en
1622). Su situación económica se agrava por momentos. A partir de 1620 piensa en publicar su
poesía, para obtener algún dinero, lo que llevará a la compilación por Antonio Chacón de las
Obras de don Luis de Góngora, reconocidas y comunicadas por él y dedicadas al conde-duque
de Olivares, volumen concluido en 1628 y que quedó inédita, pero que se conserva manuscrito
en la Biblioteca Nacional de Madrid, siendo un testimonio fundamental para conocer la obra de
Góngora.
1626 Sufre un ataque de apoplejía, que le hace perder la memoria de lo inmediato. Ante su
invalidez y su penuria económica, es trasladado a Córdoba.
1627 Muere en Córdoba el 23 de mayo, domingo de Pentecostés. En diciembre de este mismo
año aparecen sus obras editadas por Juan López de Vicuña, con el título de Obras en verso del
Homero español (Madrid, por la viuda de Luis Sánchez, M.DC.XXVII), que se basa al parecer
en un cartapacio cordobés compilado hacia 1614-1616 y que suele ofrecer versiones primitivas o,
al menos, más tempranas que las del manuscrito Chacón.
La vida de Góngora está ensombrecida por son el carácter agrio y crítico del poeta, por el
contraste entre sus pretensiones cortesanas y las humillaciones que sufrió allí, por su propensión a
una vida desordenada y ostentosa, que superaba con creces sus posibilidades económicas, por su
altivez y su carácter desdeñoso, que lo hace entrar en conflicto con todo el mundo literario de su
época. En cambio, desde el punto de vista artístico, Góngora tuvo la suerte de ver ya en vida la
formación de una escuela poética que lo imitaba y lo veneraba como maestro indiscutible, y las
propias polémicas con los anticulteranos fueron al fin de cuenta una forma de afirmar todavía más
su éxito como poeta.
La obra de Góngora
Desde el punto de vista formal la obra de Góngora se distribuye por un lado en romances,
letrillas y otras composiciones de arte menor y por otro lado en sonetos, poemas y otras obras en
arte mayor. Tradicionalmente se han distinguido dos etapas y dos estilos: en el primer período de
creación Góngora escribe poemas en metros cortos o dentro de la tradición petrarquista y en la
segunda etapa, que empieza por 1610-1611 con La toma de Larache y tiene su ápice en el Polifemo
y las Soledades, forja sus creaciones más personales y más valiosas en estilo “culterano”. Los
contemporáneos han detectado ya este cambio, considerándolo positivo o negativo en función de la
actitud ante su innovación. Para un adversario como el humanista Francisco de Cascales, Góngora
ha pasado de “príncipe de la luz” a “príncipe de las tinieblas”. Es Dámaso Alonso que, en La lengua
poética de Góngora (1935) demuestra la unidad de su poesía y desmiente la división estricta de las
dos poéticas. Según Alonso, es más válido hablar de una “división longitudinal, no transversal”,
entre dos planos: uno terrenal, de escepticismo, parodia, burla, y otro superior, entusiasta,
embellecedor, exaltador. La presencia de los dos planos divergentes y contradictorios es una
constante de su poesía, tanto en la juventud como en la madurez de Góngora. Si existe una
polaridad gongorina, una faz solar y otra tenebrosa, eso se debe a la existencia de estos dos planos y
no a la cantidad de recursos poéticos asombrosos, como el hipérbaton, que el poeta había utilizado
tanto en el primer como en el segundo período de su creación. Dámaso Alonso demuestra que un
romance como Angélica y Medoro, del primer período, contiene ya un alto grado de oscuridad y
artificiosidad.
Lo que caracteriza la poesía de Góngora es la afición a lo preciosista y distinguido, la
aversión por todo sentimentalismo, su gusto por lo paródico y humorístico. Esta constante se
manifestará en las dos etapas, cambiando sólo la modalidad de expresarla: el primer estilo abunda
en chistes, alusiones y sutilezas “conceptistas”, en el segundo se añaden las dificultades
relacionadas con el léxico (latinismos, neologismos) y el hipérbato. Robert Jammes habla en un
artículo de 1961 de cuatro actitudes fundamentales de Góngora: 1) el rebelde, satírico, crítico de la
sociedad que escribe sus letrillas contra los jueces, médicos y todos los que aparentan más de lo que
son en realidad; 2) el poeta integrado en la sociedad que escribe los consabidos poemas cortesanos,
poesías sacras, panegíricos y elogios; 3) el poeta petrarquista, explorador del inmenso bagaje
cultural y formal heredado, conocedor a fondo de la mitología y de los clásicos, que escribe sus
sonetos italinizantes y los romances serios; 4) el poeta original, que forja en el Polifemo y las
Soledades un mundo poético propio, que lejos de ser antirrealista es al contrario capaz de destilar
los matices más finos e inobservados de la realidad.
Góngora escribe durante toda su vida letrillas satíricas, en que vierte su desengaño
producido por una sociedad atraída por la apariencia y la mentira (Dinero son calidad…, Bien
puede ser…). Es famosa la letrilla Ande yo caliente… en que se vislumbra la tendencia apolítica y
totalmente epicúrea de su poesía. Que la estrechez económica y los períodos de hambre son una
realidad vivida por el poeta, y no un juego conceptual, lo muestran varias poesías, entre ellas el
soneto epigrafiado Dilatándose una pensión que pretendía. Mediante juegos de palabras, equívocos
conceptuales y alusiones cultísimas se expresa también la vena escatológica gongorina, que es la
contraparte perfecta de la vertiente idealizadora de sus grandes poemas. Los contemporáneos
advirtieron pronto esta atracción por lo excrementicio y el propio Quevedo, poco nauseabundo por
lo demás, acusa a Góngora por sus versos que “se han convertido en letrinas”.
En Góngora hay simultaneidad de parodia y lírica: sus romances paródicos se escriben
simultáneamente con los romances líricos, comprobando una vez más la simultaneidad de
tonalidades. Góngora escribe 94 romances y 18 atribuibles, entre los cuales se destacan los
moriscos. A diferencias de los romances moriscos de Lope, el moro aparece como rival u opresor, y
no como protagonista liberal y valiente, y la acción se desarrolla en el presente del poeta y fuera de
España. El poeta no se retrata a sí mismo a través de un personaje de ficción, como Lope, y el
autobiografismo lopesco está reemplazado por las estilizaciones manieristas muy logradas, como en
Angelica y Medoro. Otros romances, como Ensílleme el potro rucio, son meras parodias del mundo
sentimental lopesco. Góngora paga su tributo a la tradición literaria, por sus romances y letrillas
pastoriles, caballerescos, moriscos y de factura popular (La más bella niña, Lloraba la niña), pero
simultáneamente escribe poemas que degradan radicalmente los tópicos de esta poesía.
El poeta que conoce a fondo la mitología clásica no resiste a la atracción de minar este
andamiaje libresco, tal como lo muestran las parodias mitológicas Fábula de Píramo y Tisbe y
“Aunque entiendo poco griego…”. Los dos mitos eróticos del Renacimiento, el de Píramo y Tisbe y
el de Hero y Leandro, atraen la musa parodista de Góngora. La Fábula de Píramo y Tisbe es el
ejemplo más convincente de la capacidad de Góngora por mantener unida su doble tonalidad,
degradante y paródica por un lado e idealizadora y embellecedora por otro lado.
Los sonetos amorosos y religiosos de Góngora ponen de manifiesto una total exterioridad
sentimental. No pocos comentaristas inclinan a creer que el poeta cordobés nunca estuvo
enamorado ni tuvo real vivencia religiosa. En cambio, si falta autenticidad existencial, sobra
perfección técnica y saber de imágenes y ritmos, por lo cual Góngora queda uno de los poetas
amorosos más fuertes de la lírica española (Mientras por competir por tu cabello, En el cristal de tu
divina mano, Ya besando unas manos cristalinas). Se puede añadir no obstante que en los sonetos
amorosos Góngora canta más bien el sentimiento de la belleza y menos el erótico y que en general
los tópicos literarios amorosos se mezclan con otros temas, como Carpe diem, la veneración del
elemento acuático, la desorientación y el extravío.
Los grandes poemas de Góngora, el Polifemo y las Soledades llevan a la perfección la
capacidad del poeta por fundir las imágenes más puras e ideales (“metáforas de metáforas”, decía
Lope) con las imágenes descendente, monstruosas. Los contrastes adquieren en el Polifemo una
fuerza descomunal: el tema de lo lóbrego, tenebroso, feísimo relacionado con el cíclope se
contrapone al del resplandor y belleza absoluta de la ninfa. Los recursos de la tradición petrarquesca
están llevados a su máxima intensidad, tras la cual se inicia la desfiguración y la deformidad. La
fuente principal del poema la representa el episodio de las Metamorfosis de Ovidio, en que se narra
que el cíclope Polifemo, un gigante mostruoso y cruel que vive en Sicilia, se enamora de la ninfa
Galatea, la cual a su vez está enamorada de un joven pastor llamado Acis. La historia está narrada
por boca de Galatea, quien explica cómo el gigante se subió a lo alto de una roca con una especie de
flauta hecha con cien cañas y empezó a cantarle ofreciéndose como su esposo entre halagos,
promesas y regalos. Al no ser correspondido corrió a buscar a los dos amantes y arrojó una gran
roca sobre Acis. La ninfa pidió ayuda a los dioses y éstos transformaron en agua la sangre que
manaba de la roca. Acis quedó así convertido en un río. Góngora conserva la trama, pero la
humaniza y la transforma en una historia trágica, en que se destaca la figura enternecedora e
irredimible de Polifemo. La historia en sí es mero pretexto para el despliego de recursos
originalísimos, de hiperbatones atrevidísimos y de metáforas impresionantes, que hacen que el
poema se convierta en una cima indiscutible de la literatura universal.
Las Soledades (1613) es una obra de mayor aliento y de plan más madurado. Góngora
proyectaba cantar las soledades de los campos, de las riberas, de las selvas y de los yermos, que
corresponderían, según los críticos, a las cuatro etapas de la vida humana: juventud, adolescencia,
madurez, senectud. Sólo compuso la primera y parte de la segunda, que constituyen un poema
pictórico, panorámico, rico en color y matices. Escrito en silvas, y todavía discutido hoy, constituye
una de las cumbres de la lírica de todos los tiempos. El protagonista, un personaje sin interioridad
propia, peregrino que huye unos vagos amores desdichados, se transforma en pura sensualidad: ojos
que ven colores y formas, oídos que distinguen sonidos confusos, tacto y gusto exacerbados. El
verdadero protagonista del poema es el espectáculo de la naturaleza y sobre todo la impresión que
ella produce en un alma desprovista de pasiones y reducida a puro gozo de los sentidos. Dámaso
Alonso habla de perífrasis como procedimiento intensificativo, pero esta intensificación no consiste
en adornamiento u ocultación de lo real tras las imágenes poéticas sino en transformación total de
una realidad sensorial en otra: las manchas del pavón se transforman en “ojos azules con pestañas
de oro”, el cabrito acecinado se vuelve “purpúreos hilos de grana fina”. El elemento trágico de
Polifemo y sus contrastes extraordinarios han desaparecido, el hilo argumental es tenue y más difícil
de seguir, en cambio eso da la oportunidad al poeta de desenvolverse con mayor libertad creadora y
avanzar hacia los umbrales del poema puro.
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