CAPITALISMO, CONTROL Y RESISTENCIA Eduardo Donjuán y Arlene B. Tickner' "Quizá la historia del mundo es la historia de unas cuantas metáforas " (Borges, 1952) "I'm all lost in the supermarket I can no longer shop happily I carne in herefor that special offer A guaranteed personality" (The Clash) A partir de la premisa de la relación dialéctica entre poder y resistencia, este artículo se interesa por las formas en que dicha relación se traduce en nuevos dispositivos de control propios del capitalismo global. El surgimiento de mecanismos de regulación y disciplinamiento, en particular en el ámbito del consumo cultural, supone entonces nuevos mecanismos de posición, por lo tanto la centralidad de la argumentación del texto está dada por la resignificación del concepto de resistencia dentro del orden global. Palabras claves: capitalismo global/ poder/ consumo/ resistencia. This article explores the ways in which the dialectical relationship between power and resistance manifests itselfin specific strategies of control characteristic of global capitalism. The emergence ofnew regulatory and disciplinary mechanisms, in particular within the sphere of cultural consumption, leads to distinct forms of resistance. In consequence, the authors' explore the varied meanings ofthe concept of resistance within a globalized world order. Keywords: Global capitalism/power/consumption/resistance. INTRODUCCIÓN Históricamente, la práctica de la resistencia, así como sus sujetos principales se han asociado con acciones políticas públicas ejercidas por actores colectivos identificables, entre ellos el movimiento obrero y los llama1 dos nuevos- movimientos sociales. El mun do actual, caracterizado por la globalización del capitalismo, obliga a revalorar las categorías utilizadas para tipificar la resistencia, En particular, las expresiones cotidianas y privadas de resistencia han adquirido una gran relevancia en la medida en que afectan Politólogo, Universidad de los Andes y Profesora Asociada, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes. Este artículo es el resultado de una investigación profesoral realizada por los autores como prerrequisito de grado de Eduardo Donjuán. Recibido: 02/13/003 -Aprobado: 03/31/003. 56 • Colombia Internacional 55 el funcionamiento de un sistema global altamente integrado e interrelacionado. La globalización del capitalismo, un fenómeno que se manifiesta tanto en la esfera económica como en los ámbitos político, social, cultural e ideológico, ha generado una estructura mundial marcadamente distinta (Holm y Sorensen, 1998; Santos, 1998). Ésta se caracteriza por: (1) la compresión del espacio-tiempo, factor que abre múltiples ámbitos de interpenetración entre distintos sujetos y acelera su interacción, haciendo caso omiso de las fronteras geográficas; (2) la creación de una nueva división internacional del trabajo, caracterizada por la flexibilización y la disgregación del proceso productivo; (3) la reconfiguración de los procesos y dinámicas globales, regionales y locales, así como los patrones de interacción entre ellos; (4) la desterritorialización; y (5) el surgimiento de nuevos mecanismos de control y regulación, en particular en el contexto del consumo cultural. Las condiciones anteriores hacen más visibles otros tipos de resistencia por varios motivos (Appadurai, 1996; Sklair, 1998; Negri y Hardt, 2001). Primero, la existencia de un orden global único permite que acciones tomadas a nivel local-individual tengan repercusiones directas en el ámbito internacional. Segundo, la inmediatez que reviste cualquier manifestación o intento de resistencia tiene consecuencias instantáneas dentro de las redes de comunicación del sistema. Tercero, dado que el consumo constituye el motor principal del capitalismo en la actualidad, las expresiones cotidianas de resistencia que emergen de sus dinámicas respectivas apuntan directamente al centro del aparato productivo. La intención principal de este artículo es indagar acerca de los distintos significados que adquiere el concepto de resistencia den- tro del orden global actual. Nuestra reflexión está dividida en tres partes. Una primera se dedica al análisis de los rasgos y las consecuencias principales del capitalismo global. Ésta comienza con la discusión sobre la crisis de la modernidad de la Escuela de Frankfurt que, además de permitir una visión crítica de la lógica de las sociedades capitalistas, también constituye un punto de partida apto para problematizar las categorías con las cuales se realiza la investigación social en general. Posteriormente, se examinan algunas de las transformaciones más significativas del sistema capitalista, entre ellas el desdibujamiento de los límites entre lo económico y lo cultural; la centralidad del consumo para la perpetuación de la producción; la transición del fordismo al postfordismo; y la generación de ideas y valores universales, e instituciones que legitiman el orden global existente. A raíz de lo anterior, en la segunda parte se discute la creación de nuevos dispositivos en el ejercicio del poder. El punto de partida para ello es la explicación que ofrece Robert Cox (1986) del funcionamiento de la hegemonía en el sistema mundial, la cual se materializa en procesos económicos, políticos y sociales que legitiman el orden existente. El análisis de dicho autor complementa el trabajo de Toni Negri y Michael Hardt (2001), en la medida en que las prácticas de poder dentro de lo que éstos llaman "imperio" también se arraigan en múltiples esferas de la vida social. Por su parte, los aportes de Michel Foucault (1980a, b; 1984) sobre la nueva economía de poder en las sociedades modernas ofrecen otras claves fundamentales para la comprensión de las relaciones de poder y dominación en el capitalismo global. La tercera parte del artículo explora una serie de perspectivas distintas en torno a la Capitalismo, control y resistencia • 57 resistencia, las cuales evidencian los cambios que ha sufrido su conceptualización. Sin duda, Foucault (1984; 1991) sienta las bases para reflexionar acerca de la relación dialéctica que existe entre poder y resistencia: "la resistencia no puede ser externa al poder ya que el poder no constituye un sistema de dominación con un adentro o un afuera" (Rouse, 1994:108). Una forma de contrarrestar la dominación es lo que James Scott (2000) llama el discurso oculto, un tipo de práctica discursiva de grupos subordinados que se nutre de las posibilidades que brinda el actuar desde espacios sociales cotidianos fuera del alcance de los mecanismos de coerción y control. Por su parte, Michel de Certeau (1984) examina las formas sutiles en que los individuos reapropian los bienes de consumo dentro de la cotidianidad, obstaculizando el flujo regular entre consumidor y sistema. Finalmente, Arjun Appadurai (1996) resalta el papel que ejerce la imaginación en la descolonización de las prácticas culturales. C APITALISMO Y ORDEN GLOBAL Crítica al proyecto de la modernidad "Podery conocimiento son sinónimos " (Horkheimer y Adorno, 1998:60). Al iniciar un texto que intenta abordar un concepto tan amplio e impreciso como el que encierra la palabra "resistencia" nos es útil empezar por cuestionar los cimientos del mismo conocimiento y las categorías que fundamentan una determinada forma de leer el mundo. Si las palabras y los términos están ya cargados de significado, tratar de dejar atrás los prejuicios para "hacer sentido" de una idea cualquiera no deja de ser problemático. El pensamiento ilustrado, motor de este ejercicio, propone en sí mismo una dificultad a la hora de reconocer en los conceptos matices nuevos, interpretaciones distintas, ya que, como dijeran Max Horkheimer y Theodor Adorno (1998: 60), "[...] el saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización". En otras palabras, el nombramiento o la descripción de la resistencia de "x" o "y" manera necesariamente encierra prácticas de poder reguladoras de las cuales la academia tampoco se escapa. Así, el interés del texto no puede ser otro que seguir en el juego del "collage" interpretativo, evidenciando relaciones quizá ya propuestas de antemano por otros autores. De Descartes, y la consolidación de las bases del pensamiento racional, a la generalización del capitalismo global, y las dinámicas y agencias con las que éste opera, existe un hilo conductor: la dialéctica de la modernidad. Es por ello que al examinar y definir las características del orden global actual, es esencial comenzar con la problematización de los valores que encarna este proyecto. La modernidad, su (supuesta) crisis, y el advenimiento de un estadio distinto sigue siendo un problema sociológico fundamental (Giddens, 1996: 33). Una de las críticas más importantes de la modernidad y, en consecuencia, del papel del capitalismo dentro de ella, proviene de los autores de la Escuela de Frankfurt. Éstos comparten una preocupación central por desenmascarar los supuestos méritos de la época moderna, los cuales se fundamentan en la emancipación del hombre a partir del ejercicio de la razón y el logro del progreso. Al contrario, la teoría crítica muestra cómo el racionalismo ilustrado degenera en una lógica de opresión, cómo el progreso resulta en barbarie y cómo las 58 • Colombia Internacional 55 relaciones de dominación que la Ilustración buscaba destruir simplemente se reproducen en ella (Bronner, 1994: 81). De allí que la Ilustración termine entendiéndose como una figura totalitaria (Horkheimer y Adorno, 1998:62). A pesar de que los distintos miembros de la Escuela de Frankfurt plantean aproximaciones diferentes a este problema, existe una serie de aspectos comunes en su pensamiento: (1) en las sociedades modernas se evidencia una tendencia innata hacia la dominación y la explotación, dado el impulso del hombre a dominar la naturaleza; (2) las sociedades industrializadas se caracterizan por la existencia de industrias culturales a través de las cuales se imponen valores, modos de conducta y patrones de consumo como medios de ejercicio del poder; (3) el conocimiento está socialmente condicionado y constituye un instrumento de dominación; y (4) la emancipación del individuo debe ser la meta principal de la teoría crítica (Held, 1980; White, 1995). De lo anterior se desprende que la causa principal de la autodestrucción de la Ilustración recae en su fundamentación en el dominio sobre la naturaleza y del tipo de razón instrumental reificadora que dicha lógica engendra en el hombre. La idea de la emancipación frente a la naturaleza, que enarbola el proyecto de la modernidad, termina cediéndose al dominio de la naturaleza sobre los hombres, el cual se ve reflejado particularmente en el aparato productivo (Sánchez, 1998: 30). En otras palabras, las prácticas de dominio que buscaban liberar al hombre se vuelven en su contra, con lo cual su condición de sujeto de la historia también queda anulado (Horkheimer y Adorno, 1998: 80). Una de las claves del éxito del Iluminismo es, para Horkheimer y Adorno (1998), la mistificación de las masas, en donde la industria cultural desempeña un papel fundamental. Según los autores, ésta posibilita el control del tiempo libre de los individuos, los cuales son considerados por el sistema productivo como consumidores. De esta forma, el valor de uso en la recepción de bienes culturales es sustituido por su valor de cambio: "En la industria cultural el individuo es ilusorio[...]" (Horkheimer y Adorno, 1998: 199). Dicha visión parte de un individuo totalmente inerte ante la máquina cultural que define el sentido del gusto, así como el grado de placer y diversión de los seres humanos, con lo cual éstos no tienen que pensar. En esta medida, el aparato cultural es visto como maestro de orquesta que dirige la masa y reproduce a los individuos en sus costumbres y deseos para controlar sus hábitos de consumo. El pesimismo de la teoría crítica respecto de las prácticas culturales niega la posibilidad de que las personas inmersas en el sistema puedan ejercer agencia. Al contrario, el hecho de que la industria cultural extienda sus tentáculos a todas las esferas de la vida se traduce en la sumisión del individuo sin resistencia a todo lo que ésta le ofrece (Horkheimer y Adorno, 1998: 178). Por ello, no constituye la mejor aproximación al problema de la resistencia que se desarrolla en este texto, aunque los aportes de esta escuela son fundamentales para empezar a recapitular las formas en que el consumo se mezcla con las prácticas culturales. Postmodernismo como lógica cultural del capitalismo avanzado "[... ]la seducción se ha convertido en el proceso general que tiende a regular el consumo, las organizacio- Capitalismo, control y resistencia • 59 nes, la información, la educación, las costumbres " (Lipovetsky, 1986:17). La teoría crítica señala que uno de los espacios principales en los cuales la dominación se ejerce y se perpetua es en el ámbito cultural. Allí, la colonización del ocio y del placer se fundamentan en el control sobre lo que se consume y sobre aquellos valores que subyacen dichas prácticas. El dominio sobre los distintos espacios en los que el desarrollo de los individuos tiene lugar obedece a las necesidades mismas del sistema. Así, como en la Edad Media, el tiempo libre de las personas era manejado por la Iglesia de manera que la disciplina religiosa fuera efectiva, con la modernidad, el advenimiento de una sociedad secularizada y el auge del capitalismo avanzado, el control se extendió al trabajador por medio de nuevas reglas de disciplina laboral y novedosas formas de delimitación y dominación de los ámbitos libres (Harvey, 1990:228). De igual forma, y como otro gran momento del proceso de secularización, los individuos no solo fueron sacados de las iglesias para llevarlos a las fábricas, sino que también se les dio crédito y se les introdujo al centro comercial para que pudieran consumir de inmediato todo lo que quisieran sin necesidad de ahorrar. Esto es, según Gilíes Lipovetsky (1986: 84) el cambio básico que promueven las sociedades modernas: se abre la puerta a "[...]los valores hedonistas que animan a gastar, a disfrutar de la vida, a ceder a los impulsos". El resultado es una cultura centrada en el placer, el individuo, la instantaneidad y la espontaneidad. Con ello, las estrategias de seducción adquieren prelación en tanto mecanismos de poder frente a las prácticas de disciplina características de otros momentos históricos (Lipovetsky, 1986:24). El análisis efectuado por Jean Baudrillard (2001) sitúa esta realidad dentro de la sociedad de consumo y las transformaciones que ésta genera en la relación entre consumidor y objeto consumido. Según el autor, la sociedad de masas se basa en el consumo inducido por la publicidad. El concepto de la marca constituye una de las herramientas principales de las prácticas publicitarias, en la medida en que ésta reemplaza el objeto a ser consumido con las emociones y los imaginarios asociados con un producto dado (Baudrillard, 2001: 20). De allí que el consumo, más que relacionarse con la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano, constituye el "[...] acto sistemático de manipulación de los signos" (Baudrillard, 2001: 25), por medio del cual los individuos consumen las ideas proyectadas por distintos objetos. Para Frederic Jameson (1991), lo descrito constituye una nueva etapa del capitalismo en donde lo cultural adquiere una importancia fundamental. Ésta es catalogada por el autor como el postmodernismo. Uno de los rasgos principales de esta época específica del desarrollo capitalista es el desdibujamiento de los límites entre lo cultural y lo económico, es decir, que el control sobre el ámbito cultural es una condición indispensable para el afianzamiento y la perpetuación del aparato productivo. Como pauta cultural dominante, la postmodernidad se manifiesta en el populismo estético, el pastiche y la nostalgia como moda. Lo primero se asocia con la necesidad de producir grandes cantidades 60 • Colombia Internacional 55 de productos de diversa apariencia a fin de mantener intactos o aumentar los niveles de consumo existentes en la sociedad. En ello, la innovación y la producción estética ocupan un lugar central (Jameson, 1991: 17-18). Lipovetsky (1986) describe esta práctica en términos de la personalización del aparato productivo, la cual busca satisfacer las variadas necesidades de consumo de la sociedad en su conjunto. El pastiche es, según Jameson (1991: 44), "una parodia vacía, una estatua ciega" que se expresa en la imitación mecánica y neutral de prácticas pasadas, en donde la imagen se sobrepone al valor de uso. Ello produce la nostalgia como moda, un intento de reapropiarse un pasado que nunca existió, con lo cual la historicidad se desvanece y los individuos pierden la capacidad de experimentar la historia de forma activa (Jameson, 1991: 47). La centralidad del pastiche y de la nostalgia en la producción y recepción de imágenes culturales se explica en función de la alteración del espacio-tiempo característico del capitalismo tardío (Appadurai, 1996:30). Las ideas expuestas se relacionan íntimamente con el par consumo-repetición, que se representa en las dinámicas circulares de la moda y de la producción cultural en general. La industria cultural absolutiza la imitación y la repetición (Horkheimer y Adorno, 1998: 175), razón por la cual podríamos explicar el desatino de algunas películas futuristas de los años ochenta, en las que el director de arte en su afán de flirtear con el año 2000, cubría de plástico, aluminio y transparencias a sus personajes sin imaginar que, irónicamente, por estos días las calles de las grandes ciudades estarían habitadas por jóvenes que quizás solo quieren lucir como lo hacía cualquier cantante de una banda de punk en 1982. A partir de esta interpretación, Jameson (1999: 58) aduce que la cultura postmoderna es caracterizada por la homogeneización de patrones culturales a nivel global -la "libertad" de escoger siempre es para lo mismo- la cual posibilita un tipo de intervención en distintas sociedades mucho más honda que cualquier otro tipo de colonialismo o imperialismo del pasado. Transformaciones en el capitalismo global "[...] ya eran casi las diez de la noche, y la conversación, que empezó con algo de interés de mi parte acerca del trabajo que ella tenía encomendado hacer en West Haven, había caído lentamente en un silencio eterno. Sentí un poco de alivio cuando empezaron a aparecer los avisos que anunciaban la cercanía del pueblo; también recordé que no comía nada hacia ya varias horas, 'café caliente a solo cinco millas'... 'Dunkin Donuts le da la bienvenida a West Haven' —¡demonios! Dejé mi cepillo de dientes en el baño del hotel— exclamó con enojo, mientras escarbaba apurada un nessesaire azul claro que llevó en las piernas durante todo el viaje, —no puede ser tan grave— le dije, —realmente lo es, no puedo vivir sin lavarme los dientes por lo menos tres veces al día, así que le agradecería mucho si... -nadie necesita lavarse los dientes tres veces al día-, la interrumpí, —dos veces es más que suficiente—, y con un asomo de rabia en el movimiento de mi mano izquierda, le recalqué: tres veces al día es simplemente caer en la repetición obvia, de un muñeco sin gracia, que lleva puesta una camiseta que dice: Colgate. " (Hutter, 1979). Las reflexiones que se han hecho hasta aquí apuntan a reafirmar la centralidad del consumo como motor del capitalismo. Sin embargo, su manejo ha sufrido transformaciones significativas en la medida en que el capitalismo, por medio de los procesos de globalización, se ha organizado a escala mundial. Capitalismo, control y resistencia • 61 Uno de los factores que permiten entender este fenómeno es la transición del fordismo al postfordismo como forma predominante de organización de la producción. Por producción se entiende: El modo particular de organización de las fuerzas productivas, las relaciones sociales de producción [...] y la ideología [...] que determinará el significado que se le asigna al trabajo (Bernard, 2000: 152). El modelo fordista, que caracterizó las relaciones productivas desde finales del siglo XIX hasta mediados de los años ochenta, se caracterizó por la producción en masa, la integración vertical del proceso productivo en un solo espacio físico, el predominio de mano de obra no especializada, y la organización nacional de estrategias de producción y acumulación de capital (Cox, 1996; Pellerin, 1996). Mientras que el estado desempeñó un papel determinante en la creación de las políticas de regulación de la producción, la clase trabajadora se convirtió en un actor social privilegiado. Con el advenimiento de la crisis económica global de mediados de los setenta, surgió entre los estados y sus respectivos sectores privados la necesidad de inventar formas más competitivas de producción. Así, el postfordismo se fundamentó en la reducción de los costos de producción por medio de la flexibilización, el uso de nuevas tecnologías, y la disminución de las prerrogativas que el sector laboral había adquirido bajo el modelo anterior. Con ello, la territorialidad de la producción cambió dramáticamente (Pellerin, 1996: 84): de las grandes fábricas y bienes estandarizados típicos del fordismo se transitó hacia la producción de una mayor variedad de productos a partir de pequeñas unidades especializadas y disgregadas. Algunos resultados de esta transición fueron la segmentación de los mercados laborales, la creación de una nueva división internacional del trabajo, la descentralización y transnacionalización del proceso productivo, y el desplazamiento del estado y el sector laboral como protagonistas de la producción (Cox, 1996; Pellerin, 1996; Bernard, 2000). Para los propósitos específicos de nuestro análisis, el advenimiento de las marcas fue uno de los resultados más importantes de dicho cambio. Según Naomi Klein (2002: 4), el postfordismo culminó en una nueva forma de organización corporativa fundamentada en la creación de imágenes publicitarias, las cuales suplantaron en gran medida los productos de consumo. Con ello, el objeto a ser vendido al público cambió: en vez de un producto concreto, lo que se vende ante todo en el sistema postfordista son conceptos -el prestigio, la familiaridad, la audacia y el estatus, entre otros- que marcas como Nike, Absolut, Starbucks y Tommy Hilfiger acostumbran evocar (Klein, 2002: 21). La reestructuración del aparato productivo no solo se refleja en la esfera económica, sino que constituye la base para la reorganización de las relaciones de poder político, social y cultural (Bernard, 2000: 153). Leslie Sklair (2000: 1-4) afirma que el postfordismo, en combinación con su engranaje sistémico la globalización- ha dado lugar a prácticas transnacionales que atraviesan las fronteras nacionales y que se originan en el empoderamiento de actores distintos a los estados nacionales. En el ámbito político, la autora afirma que la globalización ha creado las bases para el surgimiento de una clase capitalista transnacional cuyos intereses se expresan en términos globales; que buscan ejercer control 62 • Colombia Internacional 55 en el lugar de trabajo, en la política doméstica e internacional, y en las prácticas culturales cotidianas; y cuyas perspectivas sobre los temas económicos, políticos y culturales son más globales que locales (Sklair, 2000: 3-4). De allí que Sklair sugiere que la globalización debe entenderse como una ideología capitalista globalizante, noción que tiene eco en la descripción que Negri y Hardt (2001) hacen de lo que llaman imperio en el orden actual. Los esquemas transnacionales de producción generan la ilusión de que el control local así como la soberanía y la productividad nacionales predominan, generando lo que Appadurai (1996: 41) denomina el fetichismo de la producción: la mentira de que efectivamente desde lo local se pueda ejercer control sobre las fuerzas globales, cuando en realidad el estado, por ejemplo, se ha vuelto un simple instrumento del capitalismo global. Al contrario de las actividades transnacionales características de las esferas económica y política, en donde la inclusión de grupos subalternos es marginal, en el ámbito cultural la meta principal de los actores transnacionales dominantes es la inclusión y la participación. "[...] se proclama, literalmente, que el significado de la vida se sitúa en aquellas cosas que poseemos" (Sklair, 1998:297). Así, la ideología cultural del consumo se fundamenta en la creación de prácticas consumistas que superan las necesidades físicas de las personas, ya que la reproducción del capitalismo en la etapa actual depende de su expansión y repetición. Para ello, nuevamente, las marcas son fundamentales. La proyección de ideas e imágenes como extensiones de éstas, en combinación con el hecho de que las marcas "etiquetan" a los seres humanos, gene- ra tales grados de sinergia con el ámbito cultural que las marcas terminan convirtiéndose en la cultura misma (Klein, 2002: 30). Por su parte, el proceso de personalización (Lipovetsky, 1998: 19) que caracteriza estas nuevas prácticas le da al consumidor una falsa sensación de que quien decide es él, enmascarando así la agencia innegable que ejercen las fuerzas productivas en este proceso. m hí Caracterización del orden global "Junto con el mercado global y los circuitos globales de producción ha emergido un nuevo orden, una nueva lógica y estructura de mando, en suma una nueva forma de soberanía " (Negri y Hardt, 2001:43). Las alteraciones en el aparato productivo, así como en las prácticas sociales y políticas que se desprenden de allí, repercuten directamente en los rasgos particulares del orden global. Para Robert W. Cox (1986), las relaciones sociales a nivel mundial se sustentan en aspectos materiales, ideológicos e institucionales. La interacción entre estos factores constituye la estructura histórica del orden global en un momento temporal específico. Mientras que las capacidades materiales se concentran en el ámbito de la producción, las ideas comprenden significados intersubjetivos e imágenes colectivas del orden social. Por su parte, las instituciones constituyen el vehículo principal por medio del cual las capacidades materiales y las ideas dominantes se canalizan (Cox, 1986: 217-218). Básicamente, hasta aquí hemos descrito el orden global en función de la existencia de un modo de producción de alcance similar que ha sido acompañado de prácticas transnacionales de índole económico, político y cultural. No obstante, la estructura Capitalismo, control y resistencia • 63 histórica actual también se fundamenta en normas universales, instituciones internacionales y otros mecanismos que, junto con el aparato productivo, ayudan a determinar y aplicar las reglas de comportamiento de actores estatales y no estatales. Para detallar dicha estructura, los aportes de Appadurai (1996), y Negri y Hardt (2001) son fundamentales. Según Appadurai (1996), la velocidad, alcance y volumen de las corrientes globales de gentes, finanzas, imágenes e ideas apuntan hacia la disyunción y la desterritorialización como fuerzas centrales del mundo moderno. Así, el orden global actual es descrito por el autor como un conjunto de cinco flujos (o scapes) que evidencian altos niveles de interacción así como formas fluidas e irregulares de movimiento (Appadurai, 1996: 33-41): (1) los ethnoscapes, compuestos por turistas, refugiados, trabajadores temporales y migrantes, entre otros; (2) los mediascapes, las imágenes del mundo creadas por los medios masivos de comunicación, así como los actores que controlan estos últimos; (3) los technoscapes, las configuraciones globales de tecnología; (4) los financescapes, la organización global de capital financiero; y (5) los ideascapes, ideas dominantes y contrahegemónicas sobre temas como la democracia, los derechos humanos, la economía y la libertad y la justicia. La flexibilidad e hibridez características de los flujos descritos por Appadurai constituyen dos de los rasgos principales de lo que Negri y Hardt (2001) denominan imperio. Según los autores, imperio "[...] es un aparato de mando descentrado y desterritorializado que incorpora progresivamente a todo el reino global dentro de sus fronteras abiertas y expansivas" (Negri y Hardt, 2001:44). Su funcionamiento se basa en un engranaje económico, industrial y comuni- cativo, ágil y efectivo. Este nuevo tipo de organización global se manifiesta en un orden jurídico, en donde instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) desempeñan la función primordial de legitimar los valores "universales" del sistema, entre ellos la democracia, los derechos humanos y el libre comercio, y de defender el respeto de éstos, hasta incluso con el uso de la fuerza (Negri y Hardt, 2001: 49-57). La intervención preventiva y represiva, al servicio de la "justicia" y la "paz", constituye una acción normal de la operación del sistema. Por su parte, y haciendo eco de la noción de mediascapes y ideascapes, los medios de comunicación diseminan ideas que sostienen el statu quo. D ISPOSITIVOS DE PODER "el poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes " (Foucault, 1984: 113) La descripción de la naturaleza actual del capitalismo y sus dinámicas principales permite elaborar una visión específica del poder que posteriormente va a fundamentar nuestra discusión sobre los lugares en los que la resistencia puede tomar lugar. Robert Cox (1986; 1996) ofrece una de las primeras pistas para describir los dispositivos de poder que se evidencian en el sistema global. Para ello, el autor recurre a la idea de hegemonía de Gramsci (1971). La hegemonía es un estado dinámico que permea todas las esferas de la vida. Al contrario de la dominación, ésta se basa en la negociación y renegociación entre grupos dominantes y subordinados acerca de las reglas de juego que priman en la sociedad. La hegemonía global se manifiesta en las esferas económica, política y social; sin la existencia de las 64 • Colombia Internacional 55 tres no puede ser considerada como tal (Cox, 1996: 137). Las instituciones internacionales legitiman en términos ideológicos las ideas hegemónicas, ya que éstas se presentan como "universales", al tiempo que encarnan las reglas que facilitan la expansión del orden hegemónico. A su vez, absorben y amortiguan posibles tendencias contrahegemónicas. Como dijera Cox (1996: 139), "[l]a hegemonía es como una almohada: absorbe golpes, pero tarde o temprano el oponente descubrirá que es cómodo descansar sobre ella". La visión que tienen Negri y Hardt (2001) sobre el orden global complementa esta caracterización de Cox. De la misma forma que la hegemonía no es igual a la dominación, imperio no es equivalente a imperialismo. Se refiere, más bien, a una nueva estructura de autoridad global que ha reemplazado al estado-nación, y que se fundamenta, como en el caso de la hegemonía global, en el control totalizador sobre los espacios económico, político, cultural e institucional. Los autores, sin embargo, incorporan a su análisis el papel crucial que desempeña la producción biopolítica (que se resume en la producción de la vida social misma) en la perpetuación del sistema. Imperio, en últimas, constituye una forma paradigmática de biopoder que, a partir de la penetración de la mente y el cuerpo de los individuos, fluye por el terreno social en su totalidad (Hardt y Negri, 2001: 45). El dispositivo del biopoder, en particular, permite que el sistema global caracterizado como imperio sea autorreferencial, en el sentido de que al controlar la vida misma éste contiene mecanismos que le permiten adaptarse y enfrentarse a las amenazas a su estabilidad. Extiende sus tentáculos a todas las esferas de la vida cotidiana, reduciendo sustancialmente los espacios y las formas disponibles para discrepar de las ideas y los valores que sustentan su funcionamiento. En este sentido, el consumo como eje de la fuerza material en el capitalismo tardío representa un tipo privilegiado de poder, dado que permite la generalización de mecanismos de disciplina y control en la sociedad. Para profundizar en las dinámicas que genera la situación descrita es importante tener en cuenta algunos aportes de Michel Foucault, los cuales parten del supuesto de que en la modernidad el poder soberano de los estados ha sido reemplazado por redes disciplinarias y regulativas en la sociedad. El concepto foucauldiano de poder se fundamenta en varias proposiciones (Foucault, 1984: 114-119): (1) el poder no es algo que se posee sino que éste se ejerce a través de múltiples puntos; (2) las relaciones de poder son extensivas a todo tipo de interacción humana; (3) si bien el poder es intencional, en el sentido de que se ejerce en función de objetivos específicos, no es ejercido por ningún sujeto en particular; (4) el poder existe en relación con múltiples puntos de resistencia en la sociedad, con lo cual donde hay poder hay resistencia, la cual nunca está "fuera" del poder. Para Foucault, los discursos constituyen un aspecto táctico importante en el fortalecimiento de las relaciones de poder (Rouse, 1994: 92). El poder produce efectos de verdad que, a su vez, reproducen el poder: "[n]o puede existir ningún ejercicio posible del poder sin una cierta economía de discursos de verdad que opera por medio de y sobre la base de dicha asociación" (Foucault, 1980a: 93). Las reglas legales, consistentes en las Capitalismo, control y resistencia • 65 leyes, las instituciones y los mecanismos encargados de su aplicación, transmiten y operacionalizan las relaciones de poder, y tienen el efecto de constituir a los sujetos en la sociedad. Foucault plantea que existen tres dispositivos para convertir a los seres humanos en sujetos "objetificados", a saber: las prácticas de división; la clasificación científica; y la subjetivización (Rabinov, 1984: 7-11). Las primeras están representadas por el aislamiento de los enfermos, los locos, los pobres y los marginados en general, como una técnica de dominación. Del proceso de clasificación de la actividad humana surgen mecanismos de disciplinamiento y vigilancia, como aquellos que se observan en las cárceles, los hospitales y los centros educativos. La subjetivización hace de la construcción del sujeto un proceso reflexivo y dinámico, en la medida en que la interiorización de los primeros dos dispositivos es tal que el ser humano empieza a participar de manera activa en su propia autodisciplina y control. Por ello, "[l]os individuos son los vehículos del poder, y no su punto de aplicación (Foucault, 1980a: 98). En otras palabras, el ser humano no es el vis-a-vis del poder sino uno de sus efectos principales. El poder sobre la vida, o el biopoder, es el resultado de este tipo de prácticas. Foucault (1984: 170) afirma que el biopoder es indispensable para la expansión del capitalismo, dado que permite una "[...] inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción". El panoptismo, cuya práctica fuera observada por Foucault en distintas instituciones sociales (1980c), posibilita el ejercicio permanente del poder en la sociedad, así como la generalización de la disciplina dentro de ella. Sin embargo, la trascendencia del poder no sólo se explica en función de su naturaleza omnipresente y microscópica, sino en el hecho de que éste no se base exclusivamente en la represión. "El poder debe ser considerado como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social, mucho más que una instancia negativa cuya función es la represión" (Foucault, 1980b: 119). Según Stephen Gilí (2002: 22), la economía política global consiste en dos estructuras principales: el neoliberalismo disciplinario y un nuevo constitucionalismo. Lo anterior hace eco de la apreciación de Foucault de que el biopoder descansa sobre dos pilares complementarios, las disciplinas del cuerpo y los controles a la población. En el caso de las primeras, Gilí (2002) observa que el panoptismo ha sido adoptado como práctica institucionalizada de vigilancia dentro del capitalismo avanzado con el fin de reducir el riesgo dentro del sistema, de maximizar la ganancia y de preservar el orden. Para este autor, el concepto del panóptico se relaciona directamente con la idea de "transparencia" que subyace el discurso capitalista, en el sentido de que las redes de información transnacionales que sostienen las prácticas económicas y políticas actuales constituyen formas de vigilancia y clasificación, en particular de los países de la periferia (Gilí, 2002: 12). Entre las ideas "universales" que el nuevo constitucionalismo promueve se encuentran los derechos de propiedad intelectual, los cuales se identifican de forma creciente como un bien transable (Gilí, 2002: 5). Jameson (1998: 61) afirma que lo anterior es un producto natural de la cosificación de lo cultural propia del capitalismo tardío, y que se evidencia en la creciente promulgación de leyes que abogan por la libertad de las ideas. A pesar de ello, la "libertad, las "prácticas justas" y la "transparencia" constituyen simples consignas que posibilitan la ex- 66 • Colombia Internacional 55 pansión de prácticas de dominación a escala global. Tanto el neoliberalismo disciplinario así como el nuevo contitucionalismo tienen como objetivo principal la generación de prácticas de consumo conducentes a la expansión capitalista, para lo cual la conversión de los productos culturales y de todas las demás esferas de la vida cotidiana en bienes comerciales se vuelve fundamental (Jameson, 1998: 70). M ECANISMOS DE RESISTENCIA " ...las profundidades del mundo moderno y sus pasadizos subterráneos se han vuelto superficiales en la postmodernidad" (NegriyHardt, 2001:95). Como han señalado algunos de los autores mencionados previamente, entre ellos Horkheimer y Adorno, y Foucault, la construcción del conocimiento es en sí misma un ejercicio tautológico que se relaciona estrechamente con el poder. Por ello, la definición de la resistencia puede caer fácilmente en la misma lógica con que opera la constitución de otros discursos "universales". Esta es la dificultad principal que reviste cualquier intento por clasificar diversas expresiones sociales como acciones de resistencia. A pesar de esta salvedad, lo que se ha demostrado a lo largo del texto es que la conformación de un sistema determinado se manifiesta en patrones políticos, económicos, sociales y culturales específicos. Lo anterior supone procesos de acción, dominación y reacción, y por tanto, resistencia. La discusión presentada en esta última sección se circunscribe a la exploración de una de las formas principales en que la resistencia puede manifestarse dentro del sistema actual, es decir, en la cotidianidad. El discurso oculto El trabajo de James Scott (2000) es pionero en la conceptualización de las acciones contestatarias de los grupos subordinados, al tiempo que ofrece una revaloración del peso político de aquellos espacios privados supuestamente ajenos al control y vigilancia ejercida por las redes de poder. Para este autor, las enormes asimetrías que caracterizan a las relaciones entre grupos dominantes y dominados en diferentes contextos históricos y geográficos impiden la posibilidad de que la oposición se pueda expresar abiertamente. No obstante, la ausencia de declaraciones públicas y abiertas de resistencia no significa que ésta no existe. Lo que Scott llama la "infrapolítica" de los grupos subordinados es precisamente una manera de nombrar a las distintas formas de resistencia que se recrean en los espacios inasibles, alejadas del ojo vigilante. Así, hacer una definición de resistencia no exige necesariamente esperar al acto de rebeldía abierto o la protesta social pública (Scott, 2000:44). Los límites que imponen las concepciones tradicionales acerca de los actos políticos no permiten una aproximación adecuada al accionar de los grupos subordinados, ya que dichas definiciones parten de aquellos ámbitos en los cuales el poder es visible operativo. Dentro de éstas existe una construcción discursiva que delimita y clasifica aquello que constituye un acto político, con lo cual el sentido político de otras expresiones y actitudes que se escapan de las definiciones predominantes queda desconocido (Scott, 2000:42). En la práctica, sin embargo, las redes de control no abarcan todos los espacios de una Capitalismo, control y resistencia • 67 determinada sociedad. Por lo tanto, el discurso público totalizante tiene una contrapartida privada, que nace de la necesidad de expresión, y de la consecuente lucha por la construcción de una actitud paralela al poder: "[...] en el discurso oculto, fuera del escenario, donde los subordinados se reúnen lejos de la mirada intimidante del poder, es posible el surgimiento de una cultura política claramente disidente" (Scott, 2000:43). El análisis de Scott se centra en los discursos ocultos que nacen de las relaciones de dominación más aparentes, como la esclavitud y la servidumbre, para mostrar la manera en que éstos se convierten en formas cotidianas de resistencia. Pero al mismo tiempo, sus reflexiones sirven para revalorar el accionar de las resistencias dentro del nuevo orden global. A pesar de que las formas de expresión disidente siempre han existido, sin el consentimiento público y sin revestirse de un estatus político formal, las acciones privadas han alcanzado una mayor relevancia dentro del sistema actual, dado que, como se ha discutido en páginas anteriores, éste ha adquirido un carácter global y desterritorializado. Así, "...ni las formas cotidianas de resistencia, ni la insurrección ocasional se pueden entender sin tener en cuenta los espacios cerrados en los cuales esa resistencia se alimenta y adquiere sentido"(Scott, 2000:45). El discurso oculto opera de distintas maneras: se desliza por debajo de la relación aparente entre el señor y su subdito, el patrón y el empleado, y por qué no, para empezar la discusión que nos interesa, entre el consumidor y el aparato productivo. Estas relaciones no se pueden separar de la lógica de subordinación que caracteriza los procesos de explotación material. Para cada uno de los casos existe un sistema de dominación que se basa en la apropiación y una reacción que trata de contrarrestarla. El engaño constituye una de las formas en que se materializa el discurso oculto. Este también puede darse mediante acciones que afectan el pacto implícito entre subordinado y dominador: en el caso de los esclavos[...] sobre todo el robo, la sisa, la ignorancia fingida, el ausentismo, la labor descuidada o morosa, el mercado negro y la producción para venta clandestina; también el sabotaje de las cosechas, el ganado y la maquinaria[...]"(Scott, 2000: 222). Las acciones pueden ser baladíes a la totalidad de la producción de una fábrica o una plantación, y en efecto ésta es una crítica que se le podría hacer a la valoración de Scott a este tipo de prácticas. Pero es evidente que la generalización de actos así descritos puede tener un efecto devastador en la economía y en la política: "en condiciones adecuadas, la acumulación de actos insignificantes logra, como los copos de nieve en la pendiente de una montaña, provocar una avalancha"(Scott, 2000:227). Teniendo en cuenta esta valoración de los espacios alternos a las relaciones típicas de dominación ¿cuál es entonces la forma de actuar del consumidor ante la lógica de disciplinamiento, control y explotación que impone el capitalismo? ¿Es acertada la descripción hecha por la teoría crítica de la inercia del individuo y la imposibilidad de acción ante un aparato de control cada vez más abarcante y simbólico, o por el contrario, pueden los individuos, aún en las condiciones descritas, encontrar formas de desviar el poder y crear lugares comunes de disentimiento? 68 • Colombia Internacional 55 Lo que nos permite el trabajo de Scott es desenterrar la lógica silenciada de los sujetos subordinados y valorar las formas en que sus acciones pueden afectar las relaciones de dominación. Por tanto, y de acuerdo con la descripción hecha anteriormente del orden global, la interrupción en la cadena legítima hegemónica de producción, o la desviación de las dinámicas de control en la biopolítica, significaría un punto de quiebre, un momento de resistencia. Es por esta razón que algunas prácticas de consumo, catalogadas simplemente como actos ilegales o ilegítimos que operan en contra del orden establecido, adquieren relevancia por su desviación y redireccionamiento de los flujos normales con los que opera el proceso productivo. Un ejemplo de esto puede ser el auge en los últimos años, principalmente en los países en vía de desarrollo, de la utilización de los bienes de consumo por fuera de las leyes nacionales e internacionales, que restringen su uso comercial al pago de impuestos por derechos de autor. Es decir, la piratería y el contrabando. Públicamente, siempre serán actos condenados desde el poder por su ilegalidad, pero en aquellos espacios fuera de los límites del sistema, éstos se convierten en un discurso oculto de muchas personas que sólo pueden acceder a la producción cultural, y al reto del consumo, de esa forma. También están los individuos que lo hacen por convicción, y además, promueven dichas prácticas, como es el caso de cada navegante de internet que se inscribe dentro de los portales que comparten distintos archivos, para uso de la comunidad que acceda a ese espacio. La preocupación por parte de los productores no se ha hecho esperar, y las políti- cas de derechos de autor se han convertido en una normatividad regular e internacionalizada desde las instancias institucionales más importantes (Jameson, 1998; Gilí, 2002). Éstas amenazan a los países infractores con la pérdida de ventajas en otros puntos del intercambio a razón del incumplimiento en la aceptación de tales medidas o la tolerancia de los centros de ilegalidad. Dichas políticas han sido impuestas con mayor insistencia a los países en vía de desarrollo, ya que es allí en donde el comercio por fuera de la ley ha encontrado más espacios de acción. Las leyes mencionadas se conectan con otras, que para el caso de países como México, Perú y Colombia, buscan restringir el uso del espacio público, por detectarse que es éste el principal escenario de la ilegalidad. Para ello, se elaboran campañas culturales y simbólicas que relacionan conceptos nacionales de pertenencia con respecto a las maneras de consumir, tales como "comprar correctamente" y "aportarle al país". También se construyen formas de nombrar y entender a quienes se dedican a este tipo de prácticas, de forma que la persecución, que se ha vuelto penal, sea al mismo tiempo de aceptación por parte de la comunidad, y la condena pase a ser paralelamente, el rechazo social. Lo importante del análisis de prácticas como la piratería recae sobre la apropiación de las estrategias de producción y consumo, así como la descolonización de espacios legitimados por las élites. Como se afirmó anteriormente, la hegemonía del estado-nación ha cedido su lugar a una comunidad imaginada, constituida por valores universales, que abarca un territorio sin límites, y que se reproduce en cualquier espacio a través de un televisor -labor que cumpliera específicamente la imprenta en la consoli- Capitalismo, control y resistencia • 69 dación del imaginario nacional (Anderson, 1998)- o cualquier otro medio del capitalismo electrónico. Esto trae como resultado la producción de distintas subjetividades que se representan en las nuevas formas que los individuos adquieren para imaginarse y para imaginar los mundos en los que viven (Appadurai, 1996:3). El marketing millonario que, en palabras de Hakim Bey (1991), se ha vuelto más peligroso que la religión, ha llenado las calles de las ciudades de colores llamativos e iluminado los cuartos oscuros de noches eternas frente al televisor. Los individuos no son seres inertes; las consecuencias de la disciplina mediática se hacen evidentes en discursos disidentes y, en contraposición al pensamiento de la Escuela de Frankfurt, en la posibilidad de agencia. Así, lo que en ciudades postindustriales se recrea en posiciones estéticas de reapropiación, con collages que destruyen la armonía de los avisos publicitarios, en intentos anarquistas de los autodenominados "artistas guerrilleros" (Klein, 2002: 279-297), en los países en vía de desarrollo no necesita de tanta justificación retórica neo punk, y va directamente al flujo regular de la producción económica y cultural. Sin tener que jugar a ser rebeldes, se crean comunidades imaginadas enteras del contrabando y la ilegalidad. El papel de la imaginación En todo este proceso la imaginación desempeña un papel fundamental. Según Appadurai (1996: 4-6), ésta constituye un hecho colectivo en el mundo actual, dado que la pluralidad de mundos imaginados propicios para repensar la resistencia surge de allí. La imaginación se caracteriza por: (1) no pertenecer al ámbito del arte, el mito, ni el ritual, como puede haber sido concebida esta figura anteriormente, sino a la vida cotidiana misma; (2) ser impulsada por las imágenes que muestran los medios de comunicación, y cuyo consumo puede producir ironía, ira, resistencia, y hasta agencia. Así, los bienes culturales y los medios masivos de consumo no constituyen un simple opio de las masas, como dirían Horkheimer y Adorno, lo cual no significa que el consumidor sea un agente libre. Pero, Appadurai (1996: 7) afirma que donde hay consumo hay placer, y donde hay placer la imaginación puede abrir espacios de agencia. Para Appadurai (1996: 31), este nuevo papel de la imaginación se fundamenta en tres factores: las imágenes producidas por los medios; las comunidades imaginadas; y lo que el autor llama los imaginarios, un paisaje construido sobre los deseos colectivos de diversas comunidades. En su análisis de la función social del cricket, en el caso de la India, el autor demuestra la forma en la que la dominación que ejercen las prácticas culturales puede ser interrumpida por medio de la vernaculización, o sea, la colocación del producto dentro del contexto cultural local (Appadurai, 1996: 110-113). Según Appadurai, dicho proceso genera las bases para una comunidad imaginada, así como para la experimentación del placer de la agencia dentro de ésta. La imaginación se convierte en un arma para todos aquellos que desean entrar dentro de esa nueva modernidad que se les ofrece, aunque cada quien lo hace imponiendo sus respectivas condiciones económicas y preceptos culturales. En un ejemplo de esto, espacios tan grandes como la Guajira, un departamento en la punta norte de Colom- 70 • Colombia Internacional 55 bia, enlazan una cultura del cacicazgo indígena que ni siquiera ha pasado por el enrolamiento de la primera modernidad, y saltando tantos años de "progreso" industrial se insertan en el mercado mundial con sus propias reglas. La Guajira es el paraíso de la ilegalidad y el de todo tipo de artículos de consumo. Es completamente normal ver en el Cabo de la Vela a un indio wuayyú remontando dunas por el desierto en una Cheroke venezolana nueva, con cajas de whiskey de primera y cigarrillos recién llegados de containers asiáticos. Las artes de hacer La idea de la descolonización de los flujos culturales es complementada por la perspectiva de Michel de Certeau (1996). Éste parte de la aceptación, como en el caso de la mayoría de los autores discutidos en este texto, de un sistema totalizador caracterizado por el flujo masivo de bienes de consumo, así como de mecanismos de control. A pesar de lo anterior, la obra del autor resalta la naturaleza tenue de este orden disciplinante, dada su coexistencia con múltiples y diferenciadas prácticas cotidianas del hombre común (Crang, 2000: 149). Para ello, centra su análisis en el lugar cardinal ocupado por el uso que los individuos dan a los bienes culturales, a fin de volver visibles aquellas prácticas consumistas que otras corrientes de pensamiento, como el marxismo, habían asociado simplemente con procesos de masificación y cosificación en la sociedad. Según de Certeau, los consumidores interactúan con la economía cultural dominante y la transforman conforme a sus intereses y necesidades. Así, las sociedades no se reducen al simple seguimiento de los patrones de conducta imperantes, sino que las diversas maneras de "hacer" "[...] forman la contrapartida, del lado de los consumidores, de los procedimientos mudos que organizan el orden sociopolítico" (de Certeau, 1996: XLIV). La transformación de los significados y de las prácticas impuestos por medio de situaciones específicas de poder no constituye una práctica nueva, sino que es el producto natural de cualquier encuentro cultural (García Canclini, 1989; Bhabha, 1994). En el mundo contemporáneo, de Certeau argumenta que de la misma forma en que la interacción entre colonizadores y colonizados durante la colonia española y portuguesa arrojó prácticas de reapropiación religiosa y cultural de parte de las comunidades indígenas, el uso que el televidente hace, por ejemplo, de las imágenes de la TV no es lineal. Al contrario, las formas en que el individuo "fabrica" posteriormente lo que absorbe está sujeto a la interpretación propia (de Certeau, 1996: 37). Las prácticas cotidianas del "hacer", tales como el hablar, leer, circular, cocinar y comprar, son representativas de lo que de Certeau (1996: 43) denomina "tácticas", entendidas como acciones que se dan dentro de aquellos espacios controlados por los sujetos dominantes. Así, las tácticas constituyen prácticas de adaptación (y resistencia) de aquellos actores que no tienen poder. Al contrario de las "estrategias" -término utilizado originalmente por Foucault- que son empleadas por los que tienen poder y que operan por medio de la organización y el control sobre lugares específicos (de Certeau, 1996: 42), las tácticas atraviesan el espacio sin ocuparlo (Crang, 2000: 50), formando así ejercicios de movimiento y de "no poder". A pesar de que las tácticas, al igual que los discursos ocultos descritos por Scott, parecen ser actos insignificantes e inconexos, Capitalismo, control y resistencia • 72 su invisibilidad es engañosa, dado que desembocan en lo que de Certeau (1996) describe como "trayectorias indeterminadas" cuyo efecto acumulativo es romper con la coherencia aparente del sistema. Así, una de las críticas más importantes que realiza de Certeau al análisis foucauldiano del biopoder tiene que ver con el funcionamiento de los procedimientos y dispositivos de éste en la sociedad. El autor muestra que si bien existen algunas instituciones sociales y ámbitos en donde la coherencia de los dispositivos del poder es total, la operatividad de muchos otros no es ni fluido ni coherente (de Certeau, 1996: 56). Al caracterizarse este segundo tipo de espacio por la ausencia de "[...] un lugar propio sobre el cual pueda funcionar la maquinaria panóptica" (de Certeau, 1996: 57), se abre la posibilidad de que el ejercicio de la resistencia por medio de las prácticas del hacer tenga un efecto práctico en la sociedad. A MANERA DE CONCLUSIÓN "Pocas veces el sistemafue tan vulnerable" (Bey, 1991) "La pasión por la destrucción es también una pasión creadora " (Bakunin) En este texto hemos pretendido analizar la reorganización de la resistencia (y del poder) en relación con el consumo cultural; para ello, hemos argumentado que la resistencia halla sus condiciones de posibilidad en las transformaciones que ha sufrido el sistema capitalista durante el último siglo, aproximadamente. Éstas se resumen en la globalización del capitalismo, así como la homogeneización de patrones políticos, sociales y culturales a escala mundial. La cohesión de esta estructura radica, entre otros, en la creciente incorporación de los seres humanos dentro de un sistema único de consu- mo que no es de su libre elección. Sin embargo, la naturaleza híbrida, desterritorializada y descentrada de los flujos globales también contribuye a su oblicuidad (García Canclini, 1989: 324), la cual precluye en muchos sentidos el ejercicio tradicional del poder. Ante la imposibilidad de construir un orden distinto, erigimos en los mitos [...] desafíos enmascarados. La lucha [...] es, la mayor parte de los días, una lucha metafórica. A veces, a partir de las metáforas, irrumpen, lenta o inesperadamente, prácticas transformadoras inéditas (García Canclini, 1989: 326). El consumo cultural tiene, entonces, distintos tipos de interpretación, de la misma forma que se yergue la imposibilidad objetiva del texto, del cual surgen múltiples significados que se renuevan en cada lectura. "Barthes lee a Proust en el texto de Sthendal, el televidente lee el paisaje de su infancia en el reportaje de actualidad" (de Certeau, 1996:187). El texto social que produce el consumo puede ser releído o reescrito, de igual forma que Pierre Menard reescribe El Quijote en el cuento de Borges. Así, como la traducción de un texto puede ser buenamente abusiva (Derrida, 1989) la deconstrucción de la lógica del consumo también plantea una revaloración de sus propósitos, y puede llegar a operativizarse dentro del mismo sistema para devolver el discurso desde abajo. Sin lugar a dudas, fue este el éxito de la estrategia utilizada por el subcomandante Marcos para construir todo el imaginario zapatista alrededor del mundo. Marcos replanteó la forma de enfrentar el consumo cultural, recurriendo a una política de mercadeo llena de símbolos que se consumieron de forma entusiasta en las principales ciudades del mundo. Camisetas, broches, calcomanías; la gente se acerca e interactúa 72 • Colombia Internacional 55 con el ideal revolucionario de la misma forma que compran el afiche del Che Guevara o el disco de Ibrahím Ferrer, es decir, muchas veces sin entender el mensaje o la letra. Marcos vendió un producto sin importar su contenido, de la misma forma que las canciones en inglés se mezclan en las emisoras de países que hablan lenguas distintas a éste. Con respecto a esta práctica, se afirma que "[...] el papel del mito instantáneo [...] es una de las bases del éxito de la propuesta del zapatismo. El mito es un referente simbólico de consumo, de uso" (Montalban, 1999:145). Para Marcos es muy claro que la política es un mercadeo y, que por consiguiente, la lucha por un lugar en ese espacio depende de la habilidad para hacerse consumir. Pero si bien esa es su gran cualidad dentro del mundo mediático, también es la debilidad de desgaste, como le sucede a cualquier ídolo pop que no renueva conceptualmente para estar a la altura de las cambiantes exigencias del marketing. La institucionalización de la resistencia ha definido de antemano hasta dónde se puede llegar en pro de las supuestas luchas emancipadoras, como si un acto de rebeldía de frente al control pudiera medirse en intensidad y mucho menos en grados de legitimidad. Es precisamente a esos aspectos que renuncia una acción disidente. Como diría Félix Guattari (1994: 15), el sistema ha convertido a Marx o Freud en "papilla dogmática", y de esta forma ya no generan éstos ningún riesgo a su estabilidad: El marxismo y el freudismo, cuidadosamente neutralizados por los cuerpos constituidos del movimiento sicoanalítico y de la universidad, no solamente no perturban a nadie, sino que se han vuelto los garantes del orden establecido. Así como los mecanismos de control, disciplinamiento y vigilancia se han fortalecido en el orden global actual, los espacios paralelos también se han hecho más latentes. Éstos se caracterizan por tener la forma de un rizoma (Deleuze y Guattari, 2000), la cual supera el orden dicotómico del sistema al estar hechos de dimensiones y direcciones en constante movimiento. Cada uno de los nuevos elementos que le da sentido a los mecanismos de dominación crea un flujo que permite oponerlo, esquivarlo o reapropiarse de él. Así como la información salta de un portal a otro, los espacios de ilegalidad se reproducen y cambian de orden, las jugadas se repiten y las tácticas abren un sendero distinto. Muchas veces es espontáneamente, y otras el mismo aparato cultural o el consumo abren estos espacios, jugando contra sí mismos. La resistencia cada vez es un acto más natural. De la misma forma que el agua de una represa reclama su curso normal, las acciones de los individuos se cuelan entre las rendijas del control. El término que acuñó Hakim Bey (1991) para definir los espacios anárquicos de la internet, los cuales constituyen el núcleo de una teoría que se perdió en su propio romanticismo emancipatorio -la retórica rebelde de la red fue demasiado explícita y visible como para no poder ser captada en poco tiempo-, puede ser rescatado para definir los lugares en los que las acciones de los individuos se paran frente al poder protegidos por la latencia de lo que el autor llama las "zonas autónomas temporales". Zonas en las que se desarrolla toda una comunidad al servicio de la ilegalidad, que ofrecen un camino para revaluar o cuestionar los valores y prácticas "universales" o donde simplemente se esconde la punción sexual de un niño dibujando escenas obscenas en la última página de su libro de historia. 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