La estética del romanticismo

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La estética del romanticismo
Author(s): Noé Jitrik
Source: Hispamérica, Año 26, No. 76/77 (Apr. - Aug., 1997), pp. 35-47
Published by: Saul Sosnowski
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20539982 .
Accessed: 21/01/2014 00:57
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La est?tica del romanticismo
NO?JITRIK
se sabe, lleg? a la cultura europea en una fecha precisa
aunque procedente, eso tambi?n se sabe, de diversas fuentes y circunstancias.
Se menciona, en el primer caso, y en lo literario, a Shakespeare, as? como al
El romanticismo,
convulsivo movimiento
denominado "Sturm und Drang", tambi?n a la novela
a
y
quiz?s
algunos aspectos del barroco espa?ol; en el segundo, desde
g?tica
una mirada sobre la sociedad, se invoca el imponente y terrible sentimiento de
francesa que hab?a
decepci?n que asol? a la generaci?n posrevolucionaria
en
en
luces
viv?a
las
sombras.
No
las
ahora
todo
faltan, en estos ra
y
puesto
zonamientos gen?ticos, las invocaciones al historicismo herderiano que, apo
filos?fico alem?n, busca un fundamento en el
yado en el vasto movimiento
a
un
nuevo
dar
sentido de lo individual, poniendo en tela de
pasado para
lugar
juicio a las capacidades y las virtudes de la omnipotente y soberbia raz?n.
Tambi?n se argumenta, siguiendo a Erich Auerbach, y no sin raz?n, que el
es el veh?culo est?tico de una
romanticismo, que toma forma en Alemania,
en
ascenso, contradictoriamente, puesto que, salvo ciertos novelistas
burgues?a
rom?ntica convicta y confe
del tipo de Georges Ohnet, ninguna manifestaci?n
sa deja de tomar distancia del modo de vida burgu?s: v?ase no s?lo el famoso
Escenas de la vida bohemia, de Henri Murger como ejemplo, donde esto es
m?s que evidente, sino tambi?n Luisa Miller, de Schiller, donde es m?s sutil, o
en Rojo y Negro, de Stendhal, la "repugnancia y el desprecio por lamezquina
burgues?a de parte de Julien Sorel", para emplear t?rminos del mismo Auer
titular en
1928. Fue profesor
Rivera,
Argentina,
Aires
Besan?on
(Francia), El Colegio
(Argentina),
es Director
del Instituto de Literatura
tualmente
las Universidades
de C?rdoba
y la U.N.A.M.
de
Hispanoamericana
de M?xico
y Buenos
(M?xico). Ac
la Facualtad
de
en el Consejo
de Buenos Aires e Investigador
y Letras de la Universidad
Principal
li
1987.Public?
varios
mismo
desde
del
de Investigaciones
Cient?ficas
y Tecnol?gicas
pa?s
La selva luminosa,
de una mirada,
bros sobre literatura
latinoamericana
y Sus
(Historia
son los ?ltimos),
otros tantos sobre aspectos
te?ricos de la literatura
toda certeza
pender
Filosof?a
son Temas de teor?a. El trabajo cr?tico y la cr?tica literaria, Lectura y cultura,
(los ?ltimos
cruz del
e imaginaci?n
adem?s de poemas
El balc?n barroco, Historia
(D?scola
literaria),
sur ?Gu?ame!),
relatos (Fin del ritual), cr?nicas
y novelas
(Limbo, Citas de un
(El callej?n)
literarias
de varias revistas
entre los fundadores,
del sur). Fund?, o estuvo
d?a y Mares
en la actualidad
la
de
dirige sYc,
(Discurso);
latinoamericana)
y/o te?ricas
(Zona
poes?a
en M?xico
el Premio
1974 hasta
1992. En ese pa?s obtuvo
desde
desde
1990. Residi?
en
"Xavier Villaurrutia"
por el libro de relatos Fin del ritual, en 1981 y, recientemente,
1993,
la orden
de "Chevalier
des Arts
et des Lettres",
otorgada
por el Gobierno
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franc?s.
LA EST?TICADEL ROMANTICISMO
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bach; tambi?n es cierto que dicha distancia no lo es de su filosof?a, como lo
probar?a la ?pera de Puccini, La Boh?me, inspirada precisamente en la novelita
de Murger. Auerbach, como se puede ver en su monumental Mimesis, pone en
evidencia estas contradicciones en su trabajo "El m?sico Miller", sobre Schill
er y Goethe: el burgu?s ennoblecido por sus valores propios, trabajo, acumu
laci?n, cualidades individuales, enfrentado con la nobleza de sangre, triunfador
por el esp?ritu en esa contienda que tiene en el amor su campo de lucha. Tal
vez esto se vea a?n con m?s nitidez en Lorenzaccio, de Alfred de Musset, o en
Don Carlos, del mismo Schiller, aunque en esta pieza el conflicto est? inserta
do en el intenso debate que sobre la naturaleza del Estado tuvo lugar durante y
despu?s de la gran aventura napole?nica, sin descartar el dramatismo del tema
en los pa?ses latinoamericanos de reciente formaci?n, de lo cual es testimonio
la obra entera, se dir?a, de Juan Bautista Alberdi.
Tambi?n se sabe que, como movimiento
art?stico, contema las simientes de
su disgregaci?n y que ?sta no tard? en llegar: Las Orientales, de Victor Hugo,
publicada casi en el momento del llamado "triunfo" de Hernani, es al mismo
tiempo la culminaci?n y la ca?da; el romanticismo se hace indispensable pero,
informado de su fertilidad, da comienzo con Te?filo Gautier y, sobre todo con
Baudelaire,
a
algo
nuevo,
el arte moderno,
que
acabar?
con
su est?tica.
Repito, todo eso se sabe, constituye parte de lo elemental que lo caracteriza.
?Habr? algo m?s que decir a su respecto, teniendo en cuenta lo que se sabe?
Antes de internarnos en lugares acaso m?s rec?nditos de su significaci?n,
hay que decir, como juicio de car?cter general, valorando su gesti?n hist?rica
mente, que, como interpretaci?n de las complejas relaciones entre hombre y
naturaleza,
naturaleza
y cultura,
as? como
en
lo relativo
a determinadas
gestua
lidades modales, si una vez lleg? fue para siempre, nunca desapareci? del todo
como program?ti
pese a que haya muerto bastante pronto como movimiento,
ca, y muy pocos se hayan seguido haciendo cargo de su preceptiva. Cuando
esto ocurri?, sea en la literatura o la pintura del "coraz?n" o en cierta penosa
poes?a bastante popular en su momento y hoy olvidada, fue vivido como bas
tardo por esp?ritus m?s exigentes tanto en sus penosos arrastres conocidos
como "posromanticismo"
como en ciertas reminiscencias
inesperadas e indi
rectas.
Lo que quiero decir es que no obstante
vivo como respuesta a preguntas esenciales
gestos y comportamientos pero tambi?n en
inclusive, que lo que m?s mueve en todo
consumen arte, sea lam?sica,
la literatura
su desgaste, el romanticismo sigue
y reaparece hasta la actualidad en
el arte, sobre todo popular; se dir?a,
este siglo a las grandes masas que
o la televisi?n, contiene elementos
rom?nticos imprescindibles, quiz?s externos o minusv?lidos
si se compara
Musset, por ejemplo, o Isaacs, con una telenovela o Chopin con Agust?n Lara.
Consid?rese
si no es rom?ntica la escena de alguien ?como
respondiendo al
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JO? JITRIK
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y no es el ?nico, como Mike Jagger, desgarr?n
t?pico del uno y lamultitud?,
dose de pasi?n frente a miles de conmovidos espectadores. Consid?rese
tam
bi?n lo que implica la lectura desbordada en vol?menes, como cuando se le?an
de a millares los folletines de Eugenio Sue o de Vargas Vila, de Como agua
para chocolate, relato de amores prohibidos y coronados por la muerte, tal
como lo hubieran concebido George Sand o Ignacio Altamirano.
Sin esa perdurable presencia tales manifestaciones ?y
esto ocurri? con el
arte popular tambi?n en todo el siglo XX, en Latinoam?rica por lomenos?
no
no
aun
tomar
forma
es
s?lo
sino
sentido
comunicativo;
podr?an
perder?an
a pesar de la parafernalia tec
de comunicaci?n,
sea
la
v?a
comuni?n
de las almas, si se ad
secunda,
rom?ntica,
nol?gica que
mite que lo que la caracteriza, con predominio de toda otra dimensi?n, es la
relaci?n interindividual.
Tan imprescindible es el vaho rom?ntico, tan internalizado est?, que nutre
posible
que
la idea misma
las indicaciones sobre ejecuci?n musical, interpretaci?n televisiva o estructura
ci?n narrativa y aun alimenta la idea de representaci?n que est? m?s en curso,
desde la formulaci?n del h?roe ambiguo, propia del policial negro, heredero de
ese "h?roe problem?tico" que hab?a definido Luk?cs, hasta la lucha del ideal
que no quiere ser asfixiado por lamaterialidad.
Pero tambi?n perdura en el arte m?s elevado: para algunos, el surrealismo,
por ejemplo, recoge y potencia lo que pudo sentirse como la aparici?n tumul
tuosa del alma rom?ntica, no digamos el dada?smo como regreso a lo elemen
tal, como aspiraci?n al grito, no digamos lo que es la aspiraci?n modernista la
tinoamericana,
la
poes?a
conversacional,
el
realismo
m?gico,
la
novela
hist?rica y hasta el realismo cr?tico, aunque habr?a que hablar m?s en detalle
el romanticismo est?
del modo en que en cada una de estas manifestaciones
presente,
o al menos
algunos
de
sus
elementos
fundamentales.
En esta perduraci?n reside, creo, la clave de su significaci?n hist?rica.
historizable, datado, a fines del siglo
Quiero decir: aparece como movimiento,
e
se
irradia
desde
Alemania
XVIII,
Inglaterra al resto de Europa en las prime
ras d?cadas del XIX y, casi enseguida, a Am?rica Latina; sus alcances son ex
plicables pero lo m?s importante es que pone de relieve algo m?s y m?s pro
fundo: indica que, como movimiento,
interpret? una actitud humana de
siempre, que siempre hab?a dado pruebas de su existencia pero que no ten?a
nombre. Por ejemplo, s?lo despu?s del romanticismo se puede pensar el mar
tirio de Cristo no s?lo como s?mbolo sino como tensi?n ag?nica, la del ser en
pugna con la divinidad, como en los ?ltimos tiempos lo apunt? Jos? Saramago,
y ambiguamente de acuerdo con ella o, esp?ritu rebelde, al fin sometido a ella;
s?lo despu?s del romanticismo se puede entender el sentido de la lucha solita
ria del Quijote as? como el dilema ed?pico y la gesta de la Judith que, b?blica
mente, derrota a Holofernes derrot?ndose. El "alma" sale de su claustro y se
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LA EST?TICADEL ROMANTICISMO
hace semiosis, el sue?o deja de ser el tributo a las sombras y pasa a ser una in
terpretaci?n del estar en el mundo y eso, al menos, no ocurri? s?lo despu?s de
que Herder explicara el historicismo o Th?ophile Gautier, metido en su chale
co rojo, encabezara las huestes que dieran por tierra con el clasicismo sino des
de mucho antes: desde que Espartaco muere en el supremo esfuerzo de la li
en la
bertad; desde que Simone Martini
pint? lo siniestro encubierto
ese
en
otra
n?cleo
invencible
Freud
ver?
Anunciaci?n,
que
luego
parte pero
tambi?n en el campo del sue?o que, a su vez, es el albergue del deseo; desde
que Diderot percibi? y escribi? las contradicciones entre el deseo y el deber.
En ocasiones, la aparici?n del romanticismo es presentada como fruto de un
cansancio cultural; una relaci?n distorsionada entre signos y cosas genera una
radical a
fatiga existencial y social, una desaz?n profunda, un descreimiento
causa de que la perspectiva que brindaba el primer racionalismo ha sido susti
tuida por una repetici?n infinita; aunque nunca tal relaci?n entre signos y cosas
hubiera sido arm?nica en ning?n orden, puesto que no es concebible una epis
temolog?a de un acuerdo perfecto entre ambos t?rminos, hip?tesis que, en un
desaf?o al pensamiento conceptista, pudo haber postulado la literatura pastoril,
la idea del cansancio es fruct?fera para explicar c?mo toma forma el romanti
cismo en su momento, as? sea porque esa idea se recuesta en las observaciones
hegelianas sobre el tedio como generador de las formas nuevas de la historia.
La frecuente invocaci?n al tedio de vivir, las operaciones que realiza en las
representaciones de conflictos el aburrimiento, la imagen del "h?roe cansado",
las consignas baudelerianas sobre el
para recordar otra vez m?s a Auerbach,
"du luxe, du calme et de la volupt?", que Byron logr?, quiz?s, llevar a cabo en
sus melanc?licos
viajes, el gesto aband?nico de Rimbaud, lamirada metaf?sica
de
Echeverr?a sobre la llanura, parecen avalar esta idea que, en
y desesperada
todo caso, se manifestar?a sobre todo en la literatura narrativa y po?tica, plaga
da de figuras cuya marca b?sica es no s?lo un inexplicable cansancio, o el ele
gante "spleen", sino una vocaci?n suicida, indiferencia y rechazo del aire libre
y de todo entusiasmo vital.
Pero, en todo caso, visto m?s all? de los personajes, en lo que significa, ese
cansancio es cr?tico y productivo si no nos quedamos tan s?lo en lo psicol?gico
y lo consideramos como instancia del enfrentamiento con el febril utilitarismo bur
gu?s; as?, pues, si dicho cansancio tiene que ver con el desgaste del lenguaje y
de los c?digos y su pobreza interpretante de una inquietud informulada, vaga y
dispersa pero potent?sima, es leg?timo conjeturar que eso despierta un imagi
nario, hace brotar una nueva er?tica del hacer que se traduce en lo que se suele
denominar la revoluci?n rom?ntica, o sea la lucha contra las tres unidades,
tiempo, espacio y acci?n, que reglamentaban de manera paralizante y opresiva
la construcci?n de la verosimilitud. Y si de c?digos o de lenguaje se trata, es
posible pensar en enmarcar la relaci?n entre signos y cosas, que en definitiva
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?se es el problema, en otros campos, por ejemplo en la naturaleza, que eso es
lo que postula la ling??stica nodierista de la onomatopeya, seg?n la cual las pa
labras son producto de los sonidos que emiten las cosas, no de operaciones
racionales que regulan la arbitrariedad, como ir?a a postularlo Ferdinand de
Saussure cuando la raz?n volvi? por sus fueros a imponer sus explicaciones.
Habr?a que considerar la aventura intelectual de Charles Nodier no como una
de lo que el cansancio pudo
caprichosa locura sino como una manifestaci?n
haber engendrado.
En las explicaciones acerca de c?mo toma forma el romanticismo se invoca,
como
se dijo, antecedentes, precursiones y, por supuesto, la extraordinaria
fuerza fundadora de la filosof?a alemana, pero se omite se?alar que, dejando de
lado de qu? modo interpreta un sentimiento del mundo propio de una ?poca, el
romanticismo es el resultado de una simple, pero fundamental, alteraci?n en
las jerarqu?as del pensamiento iluminista. En efecto, para el pensamiento de las
tarea iniciada
luces la liberaci?n del sujeto individual de las trabas medievales,
es el tema de los "derechos del
por Descartes y reformulada por Locke ??ste
hombre" que anim? y dio gran parte de su sentido a laRevoluci?n Francesa?,
es prioritario, el hombre es el protagonista absoluto, el humanismo la teolog?a
y el l?mite; pero ni siquiera en el humanismo el hombre est? solo; lo rodea,
acecha y condiciona la naturaleza a la que, tambi?n desde las luces, no s?lo se
empieza a interrogar filos?fica y cient?ficamente sino que se plantea, Adam
Smith es quien lo hace, el problema de su dominio; es la llamada "fisiocracia"
que prepara el terreno para la gran empresa de explotaci?n de recursos natura
les
as? como
para
todas
las gestas
de
conquista
de
territorios
que
van
a carac
terizar, desde Napole?n en adelante, las guerras de Independencia latinoameri
del oeste, la
canas, Bol?var y San Mart?n, la conquista norteamericana
colonizaci?n de Africa y Oriente.
Si bien los dos temas se hab?an reflexionado por separado, es evidente que
se integran pero, para el iluminismo, la jerarqu?a no ofrece dudas: es el hombre
reci?n liberado, ser sobre todo racional, quien logra respecto de la naturaleza
frutos que antes no consegu?a arrancar, m?s bien la naturaleza lo avasallaba sin
que comprendiera por qu?. El romanticismo se constituye invirtiendo esa jerar
qu?a: la naturaleza empieza a ser la gran preocupaci?n y la del hombre aparece
subordin?dose a ella. En el Facundo de Sarmiento, en ese sentido un libro
que
rom?ntico, y ya se sabe cuales fueron las consecuencias
org?nicamente
tuvo, que empieza por la descripci?n del territorio para seguir luego con la
biograf?a del h?roe negativo, tenemos un ejemplo latinoamericano de ese cam
bio; pero un esquema para nada opuesto es el que hallamos en La vor?gine, de
m?s exquisitas del romanti
Jos? Eustasio Rivera, una de las manifestaciones
cismo americano, as? como lo fue la obra de James Fenimore Cooper, El ?lti
mo de los mohicanos y, hasta podr?amos decir, el perfil de la gesta que em
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LA EST?TICADEL ROMANTICISMO
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prendi? Benito Ju?rez, el modo en que, frente al mito de la naturaleza, la en
frent? y la venci? en singular y educativo combate y le confiri? una forma hu
mana y civil.
En el marco de este cambio, y en virtud de una creciente y generalizada
desconfianza en el poder de la raz?n, que se fisura con el debilitamiento de las
monarqu?as, la naturaleza comienza a desempe?ar un papel activo, interact?a
con los humanos, sus formas encarnan formas humanas y, a la vez, modos de
ser humanos guardan una estrecha relaci?n con los hechos naturales. Si en la
y
prestigiosas, Corneille
tragedia cl?sica, para hablar de representaciones
Racine, la naturaleza es un tel?n de fondo convencional, como lo fue en gran
parte de la pintura renacentista, frente al cual las pasiones de los reyes y los
dioses dirimen, de cara al p?blico y en un primer plano, sus debates y conflic
tos, en las obras de Schiller, Los bandidos, por ejemplo, los personajes emer
gen de grutas, tienen el aspecto de las fieras que las habitan, lo mismo que ve
mos en Los bandidos del R?o Fr?o, de Manuel Payno, hombres como fieras, o
en Zarco, de Altamirano. Retirado del comercio humano, el ni?o encerrado en
el fondo del bosque se convierte en animal, nada hay en ?l que, en s?mismo, lo
humanice, lo que quiere decir que la naturaleza domina siempre que no se lo
oponga un l?mite. La leyenda del "ni?o salvaje", que elabor? Aloysius
trand
y que
hace
unas
d?cadas
retom?
Werner
Herzog,
muestra
Ber
magistralmente
esta relaci?n y le confiere tama?o de mito.
En virtud de esta alteraci?n se empieza a descubrir y a valorar otros resortes
en silencio: la sensibilidad,
mentales hasta entonces reprimidos o mantenidos
la belleza de las cosas, el mundo de las mujeres, el recuerdo y el sue?o, la
imaginaci?n, la rebeld?a, los sonidos y los trazos que evocan lo incomprensible
e incognoscible que, porque suscita todo eso, empieza a importar de manera
soberana. La naturaleza es sentida y vivida como secreto y misterio del cual
depende el secreto y el misterio del ser humano, tal como lo formula Esteban
Echeverr?a en La cautiva, el hombre como inerme pero tembloroso, capaz de
desear su liberaci?n pero a trav?s de una comprensi?n de las leyes naturales.
Primera conclusi?n, el hombre es m?s natural de lo que se postulaba y es una
m?nima parte de esa majestuosa
realidad, no su dominador; segunda con
clusi?n, conserva en s?mismo cualidades que son f?ciles de determinar en la
naturaleza, el misterio, lo inexplicable, el temor, lamuerte, la fuerza, la pasi?n;
tercera conclusi?n: esta relaci?n hace surgir dos situaciones que ser?n rasgos
fuertes del romanticismo: por un lado se revela que existe algo que liga al
hombre con el secreto de todas las cosas, es el alma, que si bien puede seguir
siendo lo que quieren las religiones que sea es tambi?n un lugar en el que re
side un sentido, donde est? la clave de su origen y la cifra de su relaci?n con
todo lo dem?s; por el otro, el hombre no sale de la nada sino de una entidad
mayor, anterior y posterior a ?l, que lo engendra y le confiere una fisonom?a,
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es el pueblo quien imprime su marca en la historia de su alma, una entidad
mayor que ha engendrado los rasgos que lo hacen reconocible a partir de las
relaciones de dependencia que ha trabado y mantenido con lo que lo rodea y
determina.
De aqu? se desprende que el arte haya tratado de capturar todos estos regis
tros; en el retrato, el aleteo del alma en reposo; en la representaci?n de las
la lucha desigual del
grandes tragedias humanas, como las obras de Delacroix,
hombre contra su destino; en el costumbrismo y el folklore lo que es propio de
la idiosincracia de un pueblo; en el paisajismo y la poes?a y aun lam?sica,
las
en
una
una
el
de
estudio
de
la
historia
los
de
naturaleza;
rasgos
particularidades
naci?n. As?, si sigui?ramos estas l?neas podr?amos tal vez ver y comprender to
das las opciones rom?nticas, desde las europeas hasta las americanas, desde las
tragedias de Schiller y lam?sica de Beethoven y Schubert hasta el acuarelismo
costumbrista en Am?rica Latina durante el siglo XIX pasando por las novelas
con nombre de mujer, como Amalia (M?rmol), Mar?a (Isaacs), Soledad (Mi
tre), Clemencia
(Altamirano), Esther (Ca??), Julia (Cisneros), Ang?lica (Or
tiz), Luc?a (Guerrero), Sara (Guadalajara), Josefina (Salas), Elvira (Echeve
rr?a), Carmen (Castera), Angelina (Delgado), hasta las autobiograf?as, como
la poes?a l?rica, como la de Victor Hugo y la de
Recuerdos de Provincia,
Acu?a y as? siguiendo.
En este modo de dar cuenta del resultado de procesos, establezco, me doy
cuenta, un continuo, una especie de tr?nsito suave entre lo europeo y lo ameri
cano; es como si lo esencial del gesto rom?ntico se hubiera transferido en su
momento
rindiendo frutos de parecido sentido en ambos lugares y clasifi
cables, por lo tanto, en conjunto.
Esto plantea un problema que las historias de la literatura no han dejado de
considerar: el romanticismo naci? en Europa, por lo tanto qu? signific? su im
plantaci?n en Am?rica. Hay, por cierto, quienes invocan la noci?n de modelo
para explicarla, lo que indicar?a no s?lo cierto servilismo cultural, tanto o m?s
que un sistema de intercambios, sino una superposici?n un tanto facticia de
tendencias que, es una sospecha, pudo haber alterado una producci?n propia y
locales. Vale la pena
espont?nea de formas determinadas por condiciones
se?alar que tales condiciones locales no exist?an en Am?rica Latina en virtud,
primero, de la violenta implantaci?n europea que implic? el hecho colonial y,
luego, del uso de una lengua com?n a Europa y Am?rica, el espa?ol, el portu
gu?s, el franc?s y el ingl?s, sin contar con que los elementos culturales pre-eu
ropeos fueron neutralizados, eliminados y, en el mejor de los casos, puestos en
que les impidi? dar lugar a realizaciones libres
del influjo europeo.
M?s ?til, creo, ha de ser considerar de qu? modo el romanticismo introduci
do tempranamente en nuestros pa?ses desempe?? un papel en el proceso cul
una situaci?n de hibernaci?n
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rural que se iniciaba y qu? clase de papel fue ?se. Sin ir demasiado lejos en el
tambi?n lo que se sabe, se puede afirmar que per
an?lisis, y para mencionar
miti? "ver" el paisaje propio, entendi?ndose por paisaje todo el entorno, f?sico
y humano local, interpretarlo y traducirlo a t?rminos de construcci?n cultural
en todos los ?rdenes. Ese reordenamiento de lamirada permiti? concebir una
legislaci?n propia y descubrir lo que estaba oculto por el menosprecio y el sen
timiento des?rtico de desnudez, abri? el camino para hallar la cifra de una ori
ginalidad posible en la revaloraci?n de tipos y lenguajes, en la forja de una
nacional sin la cual todo arte patalea en el vac?o, no encuentra suelo
donde hincar sus ra?ces.
El hecho de que haya reproducido la ret?rica a que estaba condenado,
llev?ndola en ocasiones hasta el l?mite de lo abominable ?no
hay m?s que ver
el sentimen
lo hondo que cal? la poes?a de juegos florales en toda Am?rica?,
talismo de la poes?a l?rica, el populismo de un folklore o de una jerga t?pica
conciencia
con la exaltaci?n
de tipos y costumbres caracter?sticos, el descriptivismo exal
tado pero inerte, no disminuye su papel liberador; es m?s, se puede pensar que
ciertos extremos del arte latinoamericano, pongamos por caso, en literatura, el
Is
Mart?n Fierro, Los bandidos del R?o Fr?o, la pol?mica Bello-Sarmiento,
en
el
de
los
Nocturno
Jos?
Asunci?n
Silva;
maelillo, Mar?a,
pintura
paisajes de
Fern?ndez Cavada y de Esteban Chartrand, que descubren el tr?pico cubano, y
car
las telas de Jos? Mar?a Velazco;
la formaci?n de las formas musicales
ibe?as y criollas, las d?cimas populares, el refinamiento artesanal mexicano y
colombiano, resultan de ese proceso de implantaci?n.
Se podr?a objetar que era impropio o prematuro condenar el imperio de la
raz?n, que dio lugar a la Independencia, digamos el pensamiento de Bol?var,
Sim?n Rodr?guez, Mariano Moreno, Fray Servando, cuando todav?a no hab?a
siquiera empezado a dar sus frutos, pero tambi?n es cierto que con la indepen
dencia se desencadenaron procesos complejos y turbulentos, todo estaba mez
clado y no se avistaba en el horizonte ni siquiera la sombra de un sistema pro
ductivo que ordenara el caos del que las guerras civiles eran s?lo una muestra
y los enfrentamientos entre liberales y conservadores, federalistas y centralis
tas, caudillos y te?ricos, un modo de la idiosincracia. Se dir?a que el romanti
cismo entr? en esa complejidad por simpat?a, quiso ver aqu?, de manera volun
tarista, lo que en Europa
saturado de trascendentes
iba de suyo porque ven?a de un pasado milenario,
sugerencias, pero, al mismo tiempo, al verlo de ese
modo, lo rescat? y lo puso a un nivel simb?lico que jam?s se logr? en lo pol?ti
co ni en lo econ?mico. Dicho de otro modo, el salvajismo subsistente mostraba
su riqueza, la majestuosidad
de las monta?as y los campos pod?a encerrar el
secreto de la creaci?n del mismo modo que las enormidades geogr?ficas que
deslumhraban a Chateaubriand o a Byron; en las embrionarias ciudades pod?an
ocultarse
pasiones
de un voltaje
similar al que asolaba el alma inspirada de
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seres ficticios
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como
Julien Sorel o Tosca
y las turbas miserables
o Jean Valjean; los tipos propios,
de las campi?as, los gauchos, los
los caudillos
los negros encerraban en sus
llaneros, los j?baros, las gauchos, los mulatos,
una
modos ?nicos el secreto de
nacionalidad.
El romanticismo, en suma, se integr? al proceso de formaci?n de nuestras
sociedades y nuestras culturas, les exigi? hallar o configurar lo que Henr?quez
como
llamar?a "nuestra propia expresi?n", contribuyendo con una est?tica
adecuada para comprender lo proceloso de un presente imperfecto y lo fugitivo
de un ideal de soberan?a y de existencia legitimada por los grandes sacu
dimientos del esp?ritu.
Pero, ?en qu? consiste esa est?tica? Quiz?s la pregunta no sea la acertada
Ure?a
ante todo y en primer lugar porque, por definici?n, el romanticismo exalta la
creatividad individual y, en consecuencia, permite a sus adh?rentes que per
filen, cada uno, sus propios principios est?ticos. Por esa raz?n, Schubert es tan
diferente de Schumann y de Beethoven, Delacroix de Jos? Mar?a Velazco, Sil
va de Espronceda, Jos? Hern?ndez de Antonio Lussich y Alfredo de Musset de
Schiller y de Mart?n Coronado. Sin embargo, se dir?a que, no obstante lasm?l
tiples y riqu?simas realizaciones individuales, las b?squedas persiguen elemen
tos que refieren una experiencia com?n de las formas. En suma, que hay un
trazo rom?ntico, proteico, diferenciado en la formulaci?n pero animado de un
sistema pulsional. Y no s?lo en lo representado, donde los valores es
tablecidos por el romanticismo aparecen sin duda, por ejemplo el sentimenta
el hero?smo, la belleza, el sue?o y el delirio, la exal
lismo, el nacionalismo,
del culto a la
taci?n de la mujer, herencia, seg?n Eduardo L?pez Morales,
Virgen Mar?a pasado por el ideal caballeresco y pastoril, el sacrificio, lam?sti
ca, la pugna contra el destino, el ascenso social y el tributo que se paga por
como conflicto binario entre el
ello, sino tambi?n en el trasfondo filos?fico,
mismo
bien y el mal, Dios y sat?n, la salud y la enfermedad, pero tambi?n en la se
miosis. Tal vez haya que hablar s?lo de esto para dar una idea de esa est?tica
proteica pero reconocible, incorporada a lasm?s caras tradiciones culturales de
occidente.
En principio, si en la literatura bast? poner en cuesti?n las unidades cl?sicas
pero sin fracturar f?rreos criterios de argumentaci?n y estructuraci?n, en la
se
m?sica,
respetando las articulaciones, o sea los llamados "movimientos",
trat? de introducir en el esquema matem?tico predominante matices expresi
vos, que brotaran no de las reglas sino de otra parte, esa zona oscura tra?da al
pentagrama por una fuerza que podemos denominar "inspiraci?n". Si lam?si
ca, previamente, en los cl?sicos franceses e ingleses, en los barrocos alemanes
y en los italianos y a?n en los m?s cercanos al fin del siglo XVIII, pon?a en
evidencia el poder de los c?digos, dejando entrar lo que podemos llamar "la
experiencia personal del mundo" s?lo por alusiones u obsesiones de recurren
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LA EST?TICADEL ROMANTICISMO
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es
cia ?que
la idea
de
"tema"
que
se
puede
ver
en
las variaciones
de
Purcell,
Bach y aun Haydn?
ahora, desde ciertas intuiciones mozartianas y, luego, en
Beethoven y en Schubert, no puede acallar el brote de la inspiraci?n que apa
rece como una necesidad; el artista, por lo tanto, se enfrenta arduamente con
los rigores del c?digo y exige de los instrumentos que se plieguen al discurso
que les brota de su relaci?n con su subjetividad primero y con el mundo
l?gica que el desarrollo musical, a partir de
despu?s. Parece una consecuencia
una idea, construya una suerte de narraci?n que se tratar? de que canalice o in
La narratividad, entonces,
y maravillado.
terprete un "decir" vehemente
deviene principio est?tico. Pero qu? se narra: todo eso que el hombre rom?nti
co alberga en su interior y que intenta trasmitir; no ser?a extra?a a esta situa
ci?n la extraordinaria expansi?n de las estructuras, los conciertos, en las que un
"solo", el "uno", ocupa el frente de la escena, subordinando a la multitud, la
orquesta, el instrumento ?nico a cargo del relato de un alma perpleja y en du
das, siempre a punto de naufragar en la persecuci?n de lo imposible, reconver
si?n sonora de la tragedia, con protagonista y coreutas que lo comentan.
Los conciertos
ge,
se parecen
dable,
para un instrumento proliferan y ?stos, en lo que se les exi
cada
vez
a
m?s
la voz,
"dicen"
cada
vez
m?s.
Soledad
inson
tal como suena en Schumann, en Chopin y en
y aun en Sch?nberg en su Noche transfigurada.
?ngel ca?do, que se verifica en el brillo de la
a s?mismo pese a la fuerza de su reclamo a la
necesita del di?logo con otras voces tambi?n demandantes y eso es
s?plica desesperada,
Brahms, hasta en Chausson
Pero as?, solitariamente, el
ejecuci?n, no se encuentra
divinidad,
lo que
ocurre
en
las obras
de
c?mara,
sonatas,
tr?os,
cuartetos
y quintetos
que,
por obra y gracia del di?logo entre instrumentos, permite salirse de la sombr?a
estaci?n humana para elevarse hacia una regi?n de belleza que los cl?sicos no
hubieran so?ado que exist?a.
La narratividad, el mon?logo y el di?logo aparecen, de este modo, en virtud
de este an?lisis, como fundamentos de una est?tica. Pero toda esta gen?tica est?
encerrada en el aspecto individual del romanticismo. Quiero referir una
experiencia cuya lecci?n sutura el hueco, me refiero a lo social. Se sabe que un
tema no menor es el de la recuperaci?n del folklore en lam?sica culta; Brahms
muy
lo hizo, por cierto, Mozart tambi?n lo hab?a hecho; eso, seguramente, desenca
den? un fen?meno, el nacionalismo musical, que tuvo impresionantes realiza
ciones en Rusia, en Finlandia, en Espa?a y tambi?n en M?xico y laArgentina,
a comienzos de este siglo; baste mencionar
la obra de Moncayo y la de Juli?n
Aguirre, respectivamente, para entender un proyecto musical que tend?a a sa
tisfacer una idea rom?ntica casi en estado puro. En estas tentativas se trata de
un proceso en tres momentos: primero, sensibilizarse a las expresiones popu
lares e investigarlas;
cero,
alcanzar
un
segundo, trasladarlas a los c?digos de lam?sica
concepto,
el de un
continuo,
como
si ciertas
culta; ter
estructuras
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y aun
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ciertos temas atravesaran las barreras y aparecieran, a lamanera de los mitos
levistraussianos, en una y otra esfera. En un caso, al menos, se da la tercera
instancia sin pasar por las otras dos: en la Sonata para piano No. 958, en Do
menor, de Schubert, se puede escuchar un tema que aparece muy familiar a un
o?do argentino: es igual, o muy semejante, a una obra de Juli?n Aguirre, que
tiene la forma de un triste o de una vidala, versi?n culta de un aire criollo, y un
similar tono nost?lgico, recogido, por lo que sepamos, de la tradici?n folkl?rica.
Se ve a qu? estoy aludiendo: Schubert habr?a celebrado esta empresa, no
habr?a cre?do que lo glosaban o lo robaban sino que lamelod?a ven?a del m?s
profundo arcano de la historia y que hab?a atravesado tiempos y distancias
como una estructura mitol?gica
tan invencible como los pueblos mismos.
Si observamos la pintura, desde Gericault y Delacroix, pasando por Goya y
los acuarelistas ?Rugendas,
Pellegrini, Palli?re, entre otros? que recorrieron
el continente rescatando tipos y costumbres populares, hasta los paisajistas cu
banos y mexicanos, no podremos dejar de advertir un gran trazo, una pincelada
nerviosa que parece vibrar junto con el referente que intenta reproducir; esa
mano persigue una forma y una explicaci?n y los colores a veces sombr?os a
los que recurre traducen una inquietud; por eso prefieren representar ya sea los
paisajes solitarios en los que el alma se pierde y se reencuentra, ya aconteceres
dram?ticos en los que un h?roe en pugna con el destino se debate, clamante y
id?licos en los que el valor su
abandonado, contra su suerte, ya momentos
con
o
con
encuentro
el
el amor, se revisten de belle
la
comuni?n
Dios
premo,
za o de
calma.
Los elementos b?sicos de esta est?tica, narratividad, mon?logo y di?logo, a
los que hay que a?adir una deliberada b?squeda de expresividad ?que
pro
duce, fuera de control, el ?nfasis y la solemnidad, tan ridiculizadas por el teatro
de bulevar, encarnados en la actualidad por el costado histri?nico de un Pa
varotti a quien Sartre habr?a aludido en su recuperaci?n de Kean, el actor que
conmov?a a Par?s, o de Garrick, a quien alude Mark Twain burl?ndose despia
dadamente
de
sus
imitadores?,
sin contar
con
otros
accesorios
m?s
invocados,
como el color local, tambi?n recorren la literatura menos en los estereotipos
de la que, como
que crea, belleza ang?lica e inocencia suprema ?oposici?n
anticip?ndose, hab?a hecho cruel?sima mofa el Marqu?s de Sade?, que en las
de hechos en cada uno de los
estructuras de secuencias y encadenamientos,
se
dirimen todos los conflictos del origen y
cuales, tom?ndolos como n?cleos,
la filiaci?n que el romanticismo sac? al exterior y tematiz?. Bien pudiera ser
que esto que se ve sin recato en las telenovelas y que el cine tambi?n asume
como modo ineludible de narrar se encuentre ya, muy definido, en las novelas
de Victor Hugo y tambi?n en las que escribieron Gertrudis G?mez de Avella
neda en Cuba, Vicente Riva Palacio o el m?s pudoroso Ignacio Altamirano en
M?xico o Juana Manuela Gorriti en la Argentina o el propio Jorge Isaacs, por
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LA EST?TICADEL ROMANTICISMO
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no hablar del intento de ruptura que, en las im?genes que produce ese modo de
secuencia, hizo bastante despu?s Teresa de la Parra aunque todav?a en ese es
p?ritu.
Hay que hacer, sin embargo, una distinci?n:
as exaltan
casi
sin variantes
el pasado,
cuando
las novelas
se
salen
rom?nticas europe
como
hacen,
es
el caso
realismo cr?tico; las latinoameri
de Stendhal y aun de Balzac y de Dickens,
canas tienden a profetizar un porvenir m?s venturoso y en ese gesto establecen
un acuerdo importante con la prosa que podemos llamar program?tica, que es
tar?a ya en Bol?var y en Sim?n Rodr?guez pero aun m?s rom?nticamente clara
en Echeverr?a, Sarmiento, Hostos y Alberdi. ?Qu? hacer con el futuro?
Creo haberlo se?alado ya, al pasar: esas nociones, que podemos llamar "es
t?ticas" s?lo por un abuso del lenguaje, tienen un suelo de donde brotan, en es
pecial la expresividad: se trata del binarismo distributivo, el bien y el mal, Dios
y sat?n, lo diurno y lo nocturno, como nociones de una filosof?a reactiva pero
no tan primaria como muchos lo imaginaron; la idea misma del "Esp?ritu" he
geliano, a la que no se puede acusar de simplista, cuya persecusi?n del "bien"
la L?gica misma, des
organiza la historia y hasta el Estado, por no mencionar
cansa sobre ese principio maniqueo; tiene, a su vez, diversas prolongaciones de
todas las vertientes y para todos los gustos, incluido el marxismo,
cuyas
acerca de la sociedad sin clases, siendo las clases del mismo
predicciones
en tanto
modo depositar?as de valores opuestos, s?lo superan el hegelianismo
una
a
dial?ctica de la producci?n de valores que permite de
funcionar
empieza
jar atr?s las oposiciones y reconocer que, en el curso de su dominio, algo que
se encarna en el principio del mal, digamos la explotaci?n, sirve en definitiva
para consolidar lo que va a coronar el triunfo del bien, la sociedad desalienada,
sin opresi?n.
El ingreso en el universo del romanticismo no es simple ni puede ser sim
plificado; varios cap?tulos quedan por escribir; cada uno de ellos dar?a lugar a
un examen no s?lo del romanticismo sino del lugar en el que estamos parados,
tanto desde la perspectiva de la deuda que la cultura y la civilizaci?n en
vivimos le han contra?do como del modo en que se ha podido pasar
cosa, un sistema que permita vivir en un mundo atormentado y confuso
de los instrumentos y nociones que el romanticismo engendr?.
En cuanto al primer aspecto mucho se ha dicho y yo lo he reiterado:
manticismo modific? un modo de ver el mundo y ya no se puede volver
en cuanto al segundo es menos n?tido lo que podamos afirmar, por m?s
la que
a otra
fuera
el ro
atr?s;
que la
como
de la representaci?n
aparici?n del arte abstracto y el cuestionamiento
modo de organizar el universo simb?lico hayan recortado grandemente su do
minio en el campo, al menos, de la gran cultura. Y digo que es menos n?tido
porque si ese intento superador fue afiliado a lo que se llam? "modernidad" ya
el elenco
de
sus nociones
entraron
en
cierto
descr?dito,
con
una
tendencia
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a re
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gresar al viejo caos, a las viejas oposiciones. Es claro que el resultado no se
puede todav?a aquilatar: la desaz?n, porque pocas o ninguna utop?a encuentran
crudo en los directores de la
asidero, ha dado lugar a un pragmatismo
econom?a y la pol?tica, con sus gritos estridentes de entusiasmo por sus frutos
pero no ha cubierto a toda la sociedad; en las capas y sectores a los que el
pragmatismo no les va ni les viene, excluidos del progreso naturalista, que ya
no puede sostenerse ni siquiera invocando la revoluci?n tecnol?gica, no queda
otra que incubar en el imaginario el regreso de la eterna lucha entre el bien y el
mal. Porque el mal, pese a todo lo que se ha dicho, existe y dista mucho de
haber sido derrotado.
Ramiro
Emilio Bejel
Fern?ndez
(Wake Forest University)
(University of Florida)
La subversi?n de la semi?tica
estructural de textos hisp?nicos
An?lisis
Este
libro se centra
en el progreso
novelas
dramas,
te?rico -con
y narraciones
la semi?tica
que
a
las correspondientes
aplicaciones
la "ling??stica
m?ticasque va desde
cuentos,
poemas,
a partir de ella
se fue desarrollando
hasta
de Saussure
estructurar
a Greimas.
hasta
Br?mond
con Jakobson,
otros,
llegar
Souriau,
y
Propp,
las teor?as
de signo seg?n
Este estudio parte con un itinerario sobre el concepto
intelectual europea antes de Saussure,
la escena
que dominaron
HngQ?stico-filos?ficas
a
y en el ?ltimo cap?tuloofrece dos de las corrientes intelectualesque han aspirado
fundamentales:
desde
saussuriana
ta semi?tica
por un lado, el lla
?ngulos
Derrida como figura prominente
con Jacques
y, por otro,
"deconstruccionismo",
esta vez representado
del neomarxisnno,
una de las vertientes
por Frederic Jameson.
subvertir
mado
ISBN: 0-935318-15-1
270 p.
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