El Fantasma - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"El Fantasma"
(*) Seminario De Eva Lerner. Escuela Freudiana De Buenos Aires
Mónica Morales
Comencemos por la castración. Lacan va a decir que el neurótico retrocede no ante la
castración, sino por hacer de su castración, la propia, lo que le falta al Otro, por hacer de su
castración algo que es la garantía de esa función del Otro… “ese Otro que se escurre en la
remisión indefinida de las significaciones ese Otro donde el sujeto no se ve más que como
destino, pero destino que no tiene término, destino que se pierde en el océano de las historias.
Y qué son las historias sino una inmensa ficción. Qué cosa puede asegurar una relación del
sujeto con ese universo de significaciones sino el hecho de que en alguna parte haya goce. Y
sólo puede asegurarlo por medio de un significante, significante que forzosamente falta”.
Lacan va a decir que la castración está en a estructura, no en el sujeto, en el lenguaje.
El sujeto es llamado a hacer el agregado a ese lugar faltante por medio de un signo que
llamamos de su propia castración.
Y lo hace ofreciéndose como objeto para obturara ese agujero de la estructura.
La castración es simbólica, la verdadera castración, a diferencia de la castración imaginaria.
Castración imaginaria es la que resulta del espejo, no que no pasa del otro lado del espejo, el
–pfi. La castración simbólica es la falta del Otro. Falta constitutiva. Es el trou, el agujero en la
estructura del lenguaje. La falta del Otro. El significante del goce.
La estructura tiene esa falta, y cada cual se acomodará a ella. A modo de la neurosis, de la
perversión o de la psicosis.
El fantasma es la manera que encuentra un sujeto de encontrar su lugar en el Otro. En ese
agujero de la estructura. Como pasa con la religión. Los feligreses encuentran su lugar en
Dios.
Entonces, volvamos a la falta del Otro. El agujero del Otro. La primera incógnita es lo qué
somos para el Otro, y porque existe esa incógnita, el sujeto se pregunta ¿che vuoi? ¿Qué me
quiere?
Recuerden cómo Lacan presenta el deseo del Otro y su correlato, la angustia: la mantis
religiosa.
Fíjense que el me hace al objeto, el objeto directo gramaticalmente hablando… pude haber
encontrado, inventado que el Otro me quiere enfermera. Y lo enuncio mediante un saber
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imaginario. “todos los hombres me hacen hacer siempre de enfermera…” Enunciado desde el
lugar del objeto, como el me de la pregunta. He respondido a la incógnita del deseo del Otro
con una demanda. Ya estoy estabilizada. Sin angustia. Mi vida funciona con ese patrón.
Por eso, Lacan dice que el fantasma es la realidad de un sujeto. La realidad está teñida por el
fantasma. Un analizante hace el relato de la realidad teñido por el color de su fantasma.
Entonces, podemos agregar, que el fantasma es su manera singular de gozar. Esta posición
de enfermera puede manifestarse en muchos momentos de mi vida.
Distintas puntas para pensar el fantasma.
Empecemos por la pulsión, y agreguemos que el fantasma es una manera habitual de
organización de la pulsión. Así dice Lacan. “El fantasma no es más que un montaje gramatical
donde se ordena el destino de la pulsión, de modo tal que no hay otra forma de hacer
funcionar al yo (je) en su relación al mundo que haciéndolo pasar por esta estructura
gramatical”.
La pulsión y su gramática. Se trata del recorrido por los tiempos del verbo que realiza el tour
de la pulsión. Es el texto de Freud de Pulsiones y sus destinos… de 1915, que Lacan trabaja
en los Cuatro conceptos….
Freud dice: pegar, ser pegado (por sí mismo) voz pasiva, tiempo del narcisismo. Tercer tiempo
es hacerse pegar, darse a pegar dice Lacan. Se trata de un tiempo reflexivo, de la voz
intermedia del griego que conlleva una acción donde el sujeto tiene un roll pasivo pero activo a
la vez, ya que otro interviene con una acción que cae sobre el sujeto. Por eso hacerse pegar o
darse a pegar es una mejor traducción que “pegarse”. En el tercer tiempo algo nuevo
aparece, dice Lacan: un nuevo sujeto.
Ahora es un sujeto concernido por la demanda. Cuando la pulsión termina su circuito
hablamos de la demanda, y sus significantes. La pulsión se ha acomodado al agujero del
inconsciente de esta manera.
Hay dos fórmulas en la que el sujeto se halla divido: tanto en la fórmula de la pulsión como en
la del fantasma.
Esta vuelta que da la pulsión es su manera de satisfacerse, pero sucede que la satisfacción
es imposible. Como dice lacan: “el camino del sujeto se topa con dos murallas de lo
imposible…” la sexualidad y la muerte.
Al dar la vuelta deja un hueco, un vacío de objeto. Por ejemplo: en la pulsión oral, al dar la
vuelta, la pulsión no se relaciona con el alimento sino que genera su ausencia. Porque ese
hueco que recorta la pulsión es el agujero de la castración. La pulsión gira haciéndose
demanda que recorta un vacío, vacío que da cuenta de la imposibilidad del goce. Fíjense
cómo la pulsión tiene la marca de la castración.
Ahora este vacío será un marco donde la fantasía coloca algo que tapona el agujero de la
castración del Otro. Ese hueco vacío es el lugar donde el fantasma se alojará.
Pero, no olvidemos que la castración también implica el deseo. Ese agujero también causará
mi deseo. Pero la castración, como pérdida de goce, hace que no quede otra alternativa que
gozar en el fantasma.
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Podríamos decir que la pulsión abre un agujero que el fantasma reduce a un mínimo, sin
llegar a anularlo.
Ese objeto a que la pulsión recortó, es un vacío, no es el objeto del fantasma. Justamente el
vacío que corta la pulsión conlleva a la caída del objeto. Así como la pulsión encuentra la
castración que se sufre por ser sexuado, y la encuentra en este goce imposible que recorta, el
fantasma encuentra un objeto que sustituye la pérdida.
El objeto del fantasma es de lo imaginario. El objeto del fantasma participa del circuito
imaginario. Eso quiere decir que está extraído de la imagen especular. Son los objetos –phi de
la castración. Como Lacan los llama en Los cuatro conceptos… Son los semblantes del objeto.
Oral, anal, mirada y voz. Ahora bien, ese objeto podemos ser nosotros. Sin saberlo, de eso se
trata en el fantasma. Si lo somos, y no lo sabemos, todo marcha. Mantenemos “un libreto” en
la vida que conlleva algún deseo, y sobre todo, goce fálico. Podría decir: me hago hacer
mierda en el fantasma. Y esa es mi manera de gozar, como la mierda del Otro.
Para lo cual el sujeto toma el lugar del objeto. Soy la mierda del Otro, la mirada del Otro. Por
eso se dice que el fantasma es un tapón de la castración. Protege al sujeto del encuentro con
lo Real.
Entonces, S <> D es el fantasma operando, S<> a es cuando el sujeto se encuentra con qué
objeto es para el Otro. Son momentos del análisis.
El Sujeto está en el fantasma en relación a la Demanda. S <> D. A medida que recorra un
análisis se situará en relación a un objeto. Sabrá del objeto que es para el Otro, que se hace
hacer para el Otro. Ese a es lo que el neurótico se hace hacer en su fantasma.
La manera, el decir al que el neurótico ha trasladado lo que se hace hacer en el fantasma, es
su demanda. El fantasma permite entonces, con su estabilidad y persistencia, garantizar el
enmascaramiento de la falta.
Decía que funciona sin saberlo porque el fantasma tiene estatuto de “posición del sujeto en el
inconsciente como discurso del Otro”. La complicación aparece si advierto repentinamente
que soy objeto para el otro… ANGUSTIA. Vacilación fantasmática.
Lacan en sus últimos seminarios hablará de lo insabido, lo Real primero, es en ese lugar
donde el fantasma se construye. Pero con un trabajo sobre las formaciones del inconsciente.
Ejemplo clínico: un joven es invitado a menudo por una pareja a quedarse en su casa. La
joven mujer coquetea con él, él está enamorado de ella. Comparte veladas con el matrimonio:
charlan, comen, él se queda a dormir en el cuarto del bebé de la pareja. Un día los escucha
tener sexo. Angustia. “¿Pero entonces, me invitaban para que yo los escuchara? ¿se
calentarán con eso?” Se descubre como objeto. Yo diría: mirada, ya que se puede espiar con
las orejas.
Cuando un sujeto pone en juego en el tratamiento lo que constituye su fantasma, lo expresa
mediante una fórmula notable por su imprecisión, dejando abiertas preguntas que sólo
responde con gran dificultad. En realidad, de entrada no puede dar muchas respuestas,
porque no puede decir mucho más para caracterizar ese fantasma. Además, no lo trae sin
mostrar una especie de aversión, de vergüenza. Ya Freud observaba que la fantasía de
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Pegan a un niño, que él había encontrado en varios pacientes, no era un enunciado integrado
a la textura de un discurso sino que se destacaba por su formato de confesión; sin variaciones
retóricas sino una forma de irrupción de la fantasía en el discurso común. La formulación de la
fantasía se enuncia con cierta fijeza acompañada de vergüenza y culpa. El fantasma puede
estar ahí paseándose con el privilegio de ser el más inconfesable. Sin embargo, aparece bajo
la forma de escenas. El fantasma se muestra. Aparece en escenas, hay una escenificación de
la neurosis por medio del fantasma. Recortar las escenas en las que el fantasma se muestra
es resultado del trabajo analítico. El fantasma tiene que ser primero reconocible y luego
construido. Se requiere tiempo en el recorrido de un análisis para que las representaciones
fantasmáticas que acompañan la vida cotidiana de un analizante estén enmarcadas.
El fantasma recién se ha construido cuando la abundancia de las representaciones en lo
cotidiano se reduce a un esquematismo sencillo y repetitivo. Este pequeño secreto aislado
que el analizante cree comprender, despierta la dimensión del deseo, y es lo que centra el
mundo del sujeto neurótico.
Una niña es mirada
"Salía de noche al jardín y tenía miedo de darme vuelta. Parecían pasos siguiéndome... una
mirada que se me clavaba en la espalda..." Dice Lacan: “la mirada me sorprende, no es una
mirada vista sino imaginada en el campo del Otro, remite a un ruido, a unos pasos. La mirada
me sorprende y me reduce a una cierta vergüenza. La mirada es presencia del otro como tal.
"Siempre me miraba... Una vez me sorprendió masturbándome, me miró como acusándome y
sentí tanta vergüenza... y rabia. Me abría la puerta del baño para ver que estaba haciendo....
Recorría nuestras habitaciones para saludarnos... de pronto, me levantaba la sábana para
descubrirme..." En la dimensión escópica, el objeto en juego, es la mirada. La mirada es ese
objeto perdido y de repente reencontrado en la propia vergüenza frente a la aparición del otro.
Lucía es la hija menor de una familia muy católica. Su hermana mayor es la preferida del
padre. Su segunda hermana es la más buena, Su hermano es el brillante, médico como su
padre. Y ella, solo la más linda.
Su demanda de análisis se anuda a una confesión. Confesión llena de pudor que da cuenta
de un síntoma que se articula a la transferencia. Síntoma como manera de presentar al
analista lo real de un goce.
Lucía no podía abandonar sus prácticas masturbatorias. Sentía vergüenza por ello. Sus
relaciones sexuales... no sabía lo que era el orgasmo. Suponía que era algo que ella no
alcanzaba, algo que sentían otras mujeres. No estaba segura de "acabar", y no "acababa" por
pensar en que tenía que "acabar". Entonces tenía que masturbarse porque a solas con uno
mismo es más fácil...
Un recuerdo : "Siempre me gustó bailar frente al espejo. De chica jugaba a que era una
vedette y me ponía plumas de colores y me desnudaba frente al público... a veces pensaba
que me veían por la ventana."
En otro momento me relata, también a modo de confesión, su fantasía. La fantasía que
convoca para "acabar". "Es una escena en la que voy a ser penetrada... desde atrás, como si
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me fuesen a someter..."
Poco después, tiene un sueño. Es como la escena que la excita, pero algo más... una mujer
mirando. El hombre es un médico, por eso hay cierto temor respecto de lo que va a pasar.
Mientras me lo cuenta, advertimos algo tan obvio... su padre es médico, proctólogo.
Lucía es profesora de Educación Física. No le gusta mucho su trabajo. Estudió esa carrera al
igual que una de sus hermanas. Era una carrera corta, adecuada para una mujer, había
sugerido su padre. A ella le gustaba la pintura, el psicoanálisis, y otras cosas.
Luego de un tiempo de análisis, comienza a ir a un taller de pintura. Pinta un cuadro. Me
habla de él y en algún momento, me lo muestra. Son dos niños sentados de espalda.
Lucía sigue pintando cuadros. Y me habla de ellos. Colores y trazos. Abstractos. Ya no pinta
como su maestro, tiene algo de estilo propio.
"No me gusta volver sobre los cuadros que ya terminé... podría descubrir que no están
"acabados"... como cuando volvemos a un tema que yo daba por cerrado... me irrita que UD.
me haga volver... es una decepción..."
Más adelante, se le hace claro que lo que desea es pintar. Ya no trabajará más en Educación
Física. Produce varios cuadros. Aparece la idea de exponer. Es un anhelo cargado de
angustia. Exponer es "exponerse". Los amigos, los críticos, la familia...
En los últimos tiempos del análisis toma el riesgo: decide exponer... pero no su cuerpo. Dar a
ver sus cuadros.
El pintor da a mirar su obra. Al ojo le da un alimento. Pero invita a aquel a quien presenta el
cuadro a deponer ahí su mirada. Como se deponen las armas. Se le da algo al ojo y aparece
en la mirada, la pacificación. La pintura es un "domeña- mirada". El que mira se ve llevado a
bajar la mirada.
Lucía se despide de mí dejándome un regalo: su pintura más querida. En esta cura, una
escena insistía con la monotonía de un fantasma. Luego se produce el sueño. A partir de ahí,
surgen los significantes que dan cuenta de los modos de relación de este sujeto al Otro y del
goce que lo habita. Detrás del fantasma, yacía la pulsión escópica.
La pulsión escópica traza su recorrido. Antiguos y nuevos significantes dan voz a la gramática
pulsional y a su goce mudo. Ver su propio cuerpo, ser vista, darse a ver. Es esta una manera
de tramitar el goce. Pasar el goce al inconsciente. Es abordar esa hiancia que se abre entre el
saber y el goce.
El procesamiento del goce permite el desanudamiento del síntoma. Síntoma que acompañó
su demanda de análisis. Síntoma como nudo de significantes que permitió ubicar un lazo entre
su goce solitario y el analista. Lucía se encaminó de la elección del ello al inconsciente, de la
gramática a la retórica del inconsciente. "yo no pienso" al "yo no soy". Lacan llama a este
movimiento en la cura, operación de verdad. El síntoma como ser de verdad es inseparable de
esta operación. Y en el límite de su metáfora: lo real como imposible del sexo.
Al final de esta elección, se encuentra, como única realización del sujeto, la experiencia de la
castración.
Lucía acepta lo "inacabado". Y la experiencia de la castración le permite un más allá: la
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creación. La creación, destino privilegiado de la pulsión.
El fantasma está más estrechamente que todo el resto del inconsciente, estructurado como un
lenguaje; ya que se trata de una frase con una estructura gramatical, que parece articular la
lógica del fantasma Y estructura lógica, no es nada más que el soporte de la pulsión. Lacan,
Jacques: La Lógica del fantasma. Inédito. Versión de circulación interna de la EFBA..
En su artículo Pegan a un niño (1919), Freud despliega esta frase -que describe una escena
imaginada como soporte de la satisfacción masturbatoria- y se examinan sus relaciones con el
sadismo y el masoquismo, el complejo de Edipo y las cuestiones de la ubicación del sujeto en
esa escena. Freud analiza esta fantasía referida al deseo de recibir una satisfacción sexual y
amorosa por parte del padre- a través de una serie de sustituciones de los personajes (del
soñante y del padre) y una serie de inversiones gramaticales, revelando que la frase que
describe la escena que acompaña al onanismo: "pegan a un niño", tan enigmática al principio,
está vinculada con dos pasos previos: uno, susceptible de ser recordado, "el padre pega a un
niño"; el otro, inconsciente y reprimido, tiene un carácter masoquista, "yo soy pegado por el
padre". Ese "ser pegado" está cargado de culpa. Esta fase intermedia reprimida e
inconsciente sólo puede ser reconstruida en el análisis. La estructura de la frase un niño es
pegado no se comenta, se muestra. No hay ninguna physis que pueda dar cuenta de que un
niño es pegado, dice Lacan en la Lógica del fantasma.¿Qué significa el fantasma que se
enuncia en su formulación típica Pegan a un niño? Freud nos brinda lo que su experiencia le
ha mostrado en este sentido.
El progreso del análisis muestra según Freud que este fantasma ha sido sustituido mediante
una serie de transformaciones por otros fantasmas, los cuales han tenido un papel muy
comprensible en algún momento de la evolución del sujeto.
El primer fantasma que se puede encontrar, dice Freud, al analizar este hecho, tome la
siguiente forma —Mi padre pega a un niño que es el niño a quién odio. Este fantasma aparece
más o menos vinculado en la historia del sujeto con la introducción de un hermano o de una
hermana, de un rival que en algún momento, tanto por su presencia como por los cuidados
que recibe, frustra al niño del cariño de sus padres. Se trata aquí muy especialmente del
padre. Aún sin insistir en este punto, hemos de señalar que se trata de una niña implicada en
un momento determinado en el que ya esta constituido el complejo de Edipo y la relación con
el padre esta instituida.
Lo importante es que aquí nos acercamos al inicio de una perspectiva histórica que es
retroactiva. El sujeto fórmula y organiza una situación primitiva dramática a partir del punto en
que nos encontramos en el análisis, de una forma que se inscribe en su palabra actual y su
poder de simbolización presente. Así, con el progreso del análisis nos encontramos con algo
que se presenta como la cosa primitiva, la organización primordial más profunda.
La situación fantasmática tiene la manifiesta complejidad de constar de tres personajes —está
el agente del castigo, esta el que lo sufre y esta el sujeto. El que lo sufre es en particular un
niño odiado por el sujeto y a quien ve caído de la preferencia paterna que está en juego, y él
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se siente privilegiado al perder el otro tal preferencia.
Hay pues una noción de miedo, es decir una especie de anticipación, de dimensión temporal,
de tensión hacia adelante, introducida como un motor en el interior de la situación triple. Y hay
una referencia al tercero como sujeto, dado que el sujeto ha de creer o inferir algo de
determinado comportamiento que afecta al objeto segundo. Este último es tomado en este
caso como instrumento de la comunicación entre los dos sujetos, que a fin de cuentas es una
comunicación de amor, porque si se le declare a él, el sujeto central, lo que recibe, o sea la
expresión de su anhelo, de su deseo de ser preferido o amado, es a expensas del segundo.
Se trata pues de una formación ya dramatizada y reactiva, surgida de una situación compleja,
que supone la referencia ínter subjetiva triple, con todo lo que introduce como referencia
temporal y de escansión. La situación ternaria instaurada en el fantasma primitivo lleva en sí
misma la marca de la estructura intersubjetiva que constituye toda palabra
consumada.Pasemos ahora a la segunda etapa. Esta representa con respecto a la primera
una situación reducida, de forma muy particular, a dos personajes. Sigo el texto de Freud,
que, lo explica o más bien lo describe como una etapa reconstruida, indispensable para
comprender la motivación de lo que se produce en la historia del sujeto.
Esta segunda etapa produce el fantasma Mi padre me pega. La segunda etapa es dual, con
toda la problemática que suscita en el plano libidinal. El sujeto se ve incluido con el otro en
una relación dual y por lo tanto ambigua. Encontramos aquí ese o bien, o bien fundamental
de la relación dual. Esta etapa, nos dice Freud, casi siempre nos vemos obligados a
reconstruirla, de tan fugaz que es. Por su fugacidad, tan característica, la situación se precipita
muy rápidamente hacia la tercera etapa.
En el tercer tiempo, el sujeto se ve reducido a su punto más extremo. Volvemos a encontrar
aquí al sujeto en una posición tercera bajo la forma de un puro y simple observador, como en
la primera etapa.
Tras la reducción de la primera situación intersubjetiva, con su tensión temporal, y el paso a la
situación segunda, dual y recíproca, se llega a la situación desubjetivada que es la del
fantasma terminal, a saber, Pegan a un niño.
En este Pegan, impersonal, se encuentra vagamente la función paterna, pero en general el
padre no es reconocible, sólo se trata de un sustituto. Por otra parte, Freud quiso respetar la
fórmula del sujeto, pero a menudo se trata no de un niño, sino de varios. La producción
fantasmática lo hace estallar y lo multiplica por mil ejemplares, poniendo así de manifiesto la
desubjetivación esencial que se produce en esta relación.
Lo que queda es en efecto una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el
sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo, es decir lo que
caracteriza siempre, en el límite, al llegar a la última reducción, a toda clase de objeto. Para
verlo, es preciso no siempre un sujeto, pero sí al menos un ojo, que puede ser únicamente
una pantalla sobre la que se instituye el sujeto.
Esto que esta excluido, que no esta presente en la neurosis, pero por otra parte se manifiesta
indirectamente en todos sus síntomas constitutivos, se encuentra en un elemento del cuadro
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clínico, que es el fantasma.
Este fantasma, ¿cómo se presenta? Contiene el testimonio, todavía muy visible, de los
elementos significantes de la palabra articulada en el plano de este trans-objeto, si así
podemos llamarlo, que es el Otro con mayúscula, el lugar donde se articula la palabra
inconsciente, el S como palabra que es, como historia, memoria, estructura articulada.
Hay aquí como una reducción simbólica que ha eliminado progresivamente toda la estructura
subjetiva de la situación para dejar subsistir tan sólo un residuo, completamente desubjetivado
y a fin de cuentas enigmático, porque conserve toda la carga —pero una carga no revelada, sin
constituir, no asumida por el sujeto, de lo que en el Otro constituye la estructura articulada en
la cual el sujeto esta implicado.
Con el fantasma, nos encontramos ante algo semejante, que fija, reduce al estado de lo
instantáneo la curva de la memoria, detenido así en aquel punto llamado recuerdo pantalla.
Piensen en un movimiento cinematográfico que se desarrolla rápidamente y se detiene de
pronto en un punto, inmovilizando a todos los personajes. Esta instantaneidad es
característica de la reducción de la escena plena, significante, articulada entre sujeto y sujeto,
a lo que se inmoviliza en el fantasma, quedando este cargado con todos los valores eróticos
incluidos en lo que esa escena había expresado —ahora es su testimonio y su soporte, el
último soporte que queda.
Se trata de la imagen como ultimo testimonio privilegiado de algo que, en el inconsciente,
debe ser articulado, y vuelto a poner en juego en la dialéctica de la transferencia, o sea que
debe recobrar sus dimensiones en el interior del diálogo analítico.
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