MARÍA VILLELLAS Revolución pacífica en Birmania B irmania, ausente de los medios de comunicación durante muchos años y olvidada por gran parte de la comunidad internacional a pesar de la trágica situación que diariamente vive la población víctima de una férrea y cruel dictadura que se aferra al poder desde 1962, ha pasado a ocupar algunas páginas de la prensa internacional en los últimos días gracias a la silenciosa pero elocuente presencia de miles de monjes budistas en las calles del país. La subida del precio de los carburantes y de otros bienes esenciales en agosto ha servido de detonante para que a las pacíficas protestas de los monjes se hayan sumado activistas de la oposición democrática en el país y ciudadanos en general. La acción pacífica y no violenta de una población extenuada por una dictadura a la que no le tiembla el pulso reprimiendo cualquier intento de aperturismo político, ha logrado la atención necesa- MARÍA VILLELLAS, investigadora de la Escola de Cultura de Pau ria para contener, al menos momentáneamente, la reacción violenta con la que la junta militar suele responder a cualquier contestación a su autoridad. Muestra de ello son las 3.000 muertes que ocasionó la represión a las protestas también de carácter pacífico que tuvieron lugar en 1988. La historia de la oposición al régimen dictatorial en Birmania es en gran parte la historia de la opción por la no violencia como estrategia. La premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, vencedora en 1990 de unas elecciones cuyo resultado nunca fue aceptado por la junta militar, es la figura más emblemática, pero en estas décadas la oposición política ha optado en gran número de ocasiones por cuestionar al régimen sin blandir las armas o utilizar la violencia. Sin olvidar que desde los años cuarenta en Birmania existen infinidad de grupos armados (la mayoría de adscripción étnica) que se oponen a las políticas homogeneizadoras del Gobierno, la fuerza que en los últimos días parece haber adquirido la oposición pacífi- EL PAÍS VIVE UN momento único para poner fin a un régimen despótico que gobierna sin tibiezas ca al régimen podría ofrecer un punto de inflexión que no debería pasar inadvertido. Tres factores parecen conjugarse en un momento único para poner fin a un régimen despótico que perdió hace demasiado tiempo el respeto por la población a la que gobierna sin tibiezas. En primer lugar, la presencia pacífica de decenas de miles de personas reclamando mejores condiciones de vida y apertura política en las calles de Rangún y otras importantes ciudades del país. En segundo lugar, los esfuerzos diplomáticos internacionales que en los últimos meses parecen haberse intensificado no sólo en la persona del enviado especial del secretario general de la ONU, Ibrahim Gambari, sino también desde organizaciones internacionales como Asean y países como Gran Bretaña y EE.UU. Finalmente, el apoyo a las protestas pacíficas que algunos de los más emblemáticos grupos armados han ofrecido a los monjes y a la oposición política, que permitiría vislumbrar algunas posibilidades de pacto entre oposición política y armada, tal y como sucedió exitosamente en Nepal hace poco. Las posibilidades de que Birmania pueda transformarse en un país democrático e incluyente, en el que las diferentes opciones políticas puedan encontrar su espacio en la arena pública y en el que los diferentes grupos étnicos puedan canalizar sus aspiraciones de ciudadanía por una vía distinta a la de las armas, son reales. Hace falta que estos anhelos del pueblo birmano estén acompañados por la comunidad internacional para que no se deje pasar una oportunidad única y difícilmente repetible a corto plazo.c