Raciocinio y emoción: claves de la inteligencia Margarita Olmedo nos habla de Inteligencia Emocional En los años 90 empieza a introducirse en el concepto de inteligencia otros factores de tipo emocional que están más ligados a la personalidad y que interactúan con lo que podemos decir que es el raciocinio humano. En esa época, ya se empieza a hablar en revistas científicas y libros de alta divulgación, recordemos a Daniel Goleman, de inteligencia emocional como una suma de raciocinio y emoción. Así, la inteligencia emocional viene a corregir las deficiencias que venía arrastrando el concepto de CI (cociente intelectual) a lo largo del siglo XX. Lo que tradicionalmente entendíamos por inteligencia, venía cargado de sesgos y resultaba escasamente predictivo para la adaptación escolar y el éxito profesional de las personas. Es decir, una persona podía ser muy brillante, tener unas puntuaciones estupendas e incluso considerarse superdotado pero, después, fracasaba tanto en el ámbito académico como en el profesional. La inteligencia emocional engloba cinco dimensiones. Para empezar y absolutamente primordial, es el reconocimiento de las propias emociones, ya que si no sabemos qué emociones nos embargan en cada momento, es muy difícil que podamos controlarlas. Cuenta Margarita que cuando empezó a trabajar con adolescentes, comprobó que les costaba trabajo reconocer y poner nombre a lo que sentían. Que no iban más allá del “me siento mal o me siento bien”, que carecían de las palabras necesarias para describir correctamente lo que estaban sintiendo. El primer paso para entrenar este tipo de inteligencia, sería proporcionarles un lenguaje con el que puedan describir aquello que les pasa. Una vez reconocidas las emociones, hay que saber controlarlas, adecuarlas al momento y a la situación apropiada sin sacar las cosas de quicio, ese sería el segundo paso, saber llevar lo racional a lo emocional. La tercera, es la motivación a largo plazo, porque el control de los impulsos es una estrategia de ganadores. A los niños pequeños no les puede decir te compro o te llevo a este sitio dentro de una semana, para ellos, el tiempo es muy difuso y quieren todo ahora y ya. Tenemos que enseñarles desde pequeñitos a demorar las gratificaciones, a saber esperar y controlar sus emociones en este sentido. Un niño que sepa hacerlo tiene muchas más probabilidades de ser un adolescente y un adulto adaptado. Al hablar de inteligencia emocional también hacemos referencia a la manera que tenemos de relacionarnos con los demás. Es lo que llamamos empatía, las personas que saben escuchar, comprender cómo se siente el otro, tienen muchas más posibilidades de relacionarse de forma adecuada con los demás. Y por último, además de reconocer las emociones ajenas hay que saber llevarse bien con ellas, disponer de buenas habilidades sociales para obtener de esas emociones una relación positiva. La buena noticia es que la inteligencia emocional es susceptible de ser entrenada, no es como el CI tradicional, como se decía “naces tonto y te mueres tonto”, sino que es factible trabajar ésta dimensión desde la más temprana edad para que la persona vaya desarrollando ese tipo de habilidades. Hay que dar herramientas a los docentes para que no solamente velen por la educación académica, sino también, en aspectos que tienen más ver con la personalidad, tal y como figura en ley de educación del 2002. Y prueba de ello es que el alto índice de fracaso escolar no se produce por falta de inteligencia, sino porque hay mucos niños que no saben manejar sus emociones, que se quedan en blanco en los exámenes, niños que ven enemigos por todos lados… y todo esto les está impidiendo un buen aprendizaje. En la medida en que el docente sepa manejar y entrenarles en estas habilidades, conseguirá que los niños saquen lo mejor de si mismos potenciando su aprendizaje. Sol Polo Curso: Problemas conductuales y emocionales en los niños: causas prevención y tratamiento. Sede: El Barco de Ávila