La atención de enfermería brindada por hombres en Cuba

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La atención de enfermería brindada por hombres en
Cuba
Lic. Eduarda Ancheta Niebla*
*Miembro Titular de la SOCUENF.
Miembro de la Sociedad Historia de la Medicina
Miembro de la AMECA
Miembro de la sección de historiadores de la SOCUENF
Miembro del Consejo Editor de la “Revista Temperamentum. Granada, España”
Miembro del Comité Científico Internacional de la “Revista Uruguaya de Enfermería”
Profesora Auxiliar
Profesora de enfermeria Médico Quirúrgica
Profesora de Historia de la Enfermeria Facultad “Enrique Cabrera”
Candidata a Doctora en Ciencias
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Si no se conoce el pasado, es imposible comprender el presente
El behique
La medicina de los siboneyes “dentro del tipo de medicina parecida a la de cualquier otro pueblo
primitivo” evidenciaba la influencia de una cultura superior; ellos veían la enfermedad como una
concepción mística del castigo divino y le daban participación activa al aparato digestivo en la
génesis de sus enfermedades y como consecuencia practicaban el uso de la medicina adecuada.
Sus purgantes y vomitivos eran numerosos: el polvo de la caoba servía para producir la borrachera
necesaria para sus ritos mágicos, el sasafrás lo usaban para los dolores dismenorreícos, el aceite de
ricino lo sabían preparar igual que recomendaba Dioscórides.
El señor Antonio Bachiller y Morales en su obra “Cuba Primitiva” nos dice: “en el dominio de las
enfermedades de las mujeres tampoco estaban desprovistos de remedios, pues usaban el betún
(nafta) para curar ciertas dolencias del útero y colocarlo en su lugar; el tabaco y el sasafrás para
combatir los dolores dismenorreícos y otras afecciones de la matriz; la cebadilla para expulsar la
placenta retenida en la cavidad uterina y el feto muerto in útero, así como también la xutola, planta
dedicada a las parturientas”.
Los behíques viejos eran los profesores de los muchachos escogidos de sus poblados quienes
andando el tiempo, se convertían en los nuevos behíques. Desde muy jóvenes les enseñaban los
secretos de su magia y de las medicinas. Su educación terminaba en el aislamiento y soledad de los
bosques durante dos años, sin comer cosa de sangre, ni ver mujer, ni siquiera a sus padres, ni salir de
sus chozas o cuevas.
Los behíques eran personas muy respetadas en las tribus, que tenían a su cargo las funciones de
médico y cuidado de los enfermos, farmacéuticos, dentistas, así como jueces y sacerdotes, pues en
esta etapa prehistórica no había división en estas actividades.
A estos behíques se les puede considerar también como los primeros „enfermeros‟, ya que eran los
encargados de aplicar los tratamientos y administrar las „medicinas‟ que indicaban, así como fueron
los primeros „profesores de enfermería‟ que enseñaban a sus sucesores todo lo que sabían
El cuidado a las personas enfermas brindada por los
religiosos
El historiador Isabelo Macías Domínguez relacionado con la fundación del hospital San Felipe y
Santiago dio la siguiente versión de este establecimiento: “El hospital, que desde ese momento la
Población empezó a llamar de San Juan de Dios, no tuvo unos comienzos muy felices, pues el
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obispo Cabezas Altamirano se opuso a la concesión de los dos hospitales (viejo y nuevo) a los
Hermanos de San Juan de Dios. Argumentaba el prelado que la Cédula presentada por los citados
Hermanos solo les concedía poder para pasar a las Indias, pero no para que se les hiciera entrega de
las referidas construcciones; quejándose, además, de que no se había tenido en cuenta su dignidad
eclesiástica. Sin embargo, estaba dispuesto a dar la posesión del nuevo hospital siempre que los
religiosos lo recibieran por su superior y quedara para seminario el edificio antiguo. Aunque aquellos
no aceptaron tal propuesta, el obispo se apropió de dicha casa, donde estableció su pretendido
seminario. Ello no duraría mucho, pues la Corona ordenaba rápidamente su retorno a los frailes”.
La aprobación de la entrega del edificio y huerta se realizó el 29 de septiembre
de 1603, y se hizo efectiva el 14 de octubre de 1603. Los cuatro primeros
Hermanos que tomaron posesión del hospital de La Habana fueron los frailes: Diego de la Fuente,
Andrés Alcaraz, Gonzalo González y Andrés de la Paz.
Con la llegada de estos religiosos se inició la asistencia de enfermería en los hospitales, pues estos
Hermanos tenían preparación para cuidar enfermos.
Esta orden religiosa permanecería hasta 1854 (251 años brindando cuidados de enfermería). El 16 de
enero de 1610 era prior del hospital fray Sebastián de Aragón, según consta en una libranza expedida
por este Hermano en esa fecha.
El 28 de mayo de 1666 era prior del hospital fray Francisco de Sosa y el 22 de agosto de 1692, fray
Diego de Gusquita. En 1704 lo era fray Francisco Barradás.
El 8 de marzo de 1736, el Cabildo de La Habana procedió al examen y concesión del título y licencia
de cirujano al Hermano de la orden de San Juan de Dios, José Coimbra de San Antonio.
En 1761, se desencadenó una fuerte epidemia de fiebre amarilla al parecer como consecuencia de la
llegada a La Habana de un grupo de galeotes procedentes de México. Los Hermanos acogieron en el
hospital a los afectados de la epidemia.
Con ocasión de esta epidemia fue habilitado un hospital provisional (con el nombre de “San Carlos
de la Caridad” o también Hospital de “La Carraca”) en las inmediaciones del Astillero y Factoría de
Tabacos, para que sirviera a los enfermos de marina y donde se habilitarían hasta 300 camas,
también bajo el cuidado de los Hermanos; hubo que ampliar con casas existentes en las
inmediaciones del hospital para curar a los soldados del ejército. Los Hermanos que hicieron frente a
esta epidemia fueron los frailes: Alejandro de Fleites, prior; Miguel Barroso y Reyes, Francisco
Cardoso, Marcos de Aguiar, Gabriel Ballejos, Simón Pérez, Juan Antonio Mena, Nicolás Medina,
Esteban Pérez, José de Zamora y Miguel Más.
El 1 de junio de 1787, el Vice Real Patrono y diocesano nombró un administrador en este hospital
con carácter de síndico y un mayordomo depositario de las rentas. El nombramiento recayó en
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Tomás Mateo Cervantes el 21 de mayo de 1793, quien terminó la iglesia e introdujo otras mejoras y
ampliaciones notables como un segundo claustro de celdas y otras dos salas de enfermería.15 En
1795, era enfermero mayor y cirujano Tomás Álvarez y Mauricio Oduardo segundo enfermero.
En 1819, se declaró una nueva epidemia de fiebre amarilla y viruela en La Habana. El Hospital de “
San Ambrosio” no fue suficiente para acoger a los militares afectados por la epidemia y fue este
hospital el que habilitó salas provisionales para atender a los contagiados. Estas salas permanecieron
abiertas desde el 4 de septiembre hasta el fin de año (en esta época el hospital estaba en manos de
autoridades civiles); los Hermanos siguieron atendiendo a los ingresados.
En el mes de abril de 1854, encontré documentada la muerte del que fue el último Prior del
Convento Hospital de La Habana Fray Francisco Pacheco en el libro 10 de defunciones de blancos
(1851-1861) folio 109 de la Iglesia del Santo Ángel Custodio (Fig.2.2).
Esta es la última cita y fecha de la estancia de algún Hermano al servicio de este hospital. Las
consecuencias del cese obligatorio de los Hermanos Hospitalarios las menciona César Mena
refiriéndose al historiador Mario del Pino y de la Vega:
“......y al fin, el remedio resultó peor que la enfermedad que se pretendía curar, pues el estado del
hospital fue tan lamentable y la falta de atención y limpieza tan acusadas, que los vecinos de La
Habana rehuían acercarse al viejo caserón porque por encima de sus tapias, se expandía una
pestilencia insoportable”. Hasta nuestro patriota y novelista Cirilo Villaverde, en su novela
costumbrista “Cecilia Valdés”, describe prudentemente estos hechos: “Por las altas y cuadradas
ventanas, siempre deja salir el vaho caliente de los enfermos
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Certificado de defunción del último prior del hospital de San Juan de Dios.
En 1795 aparece en la Guía del Forastero una lista con los principales empleados del hospital San
Ambrosio:
Cayetano Reyna Inspector
Baltasar Velásquez Contralor.
Bartolomé Parraga Segundo Contralor
Doctor Diego Carrillo Capellán Mayor
Melchor Rivero Segundo Capellán
Francisco Figueroa Mayordomo.
Doctor José Caro Medico Principal por MS.
Doctor Nicolás del Valle - Medico segundo
Doctor José Julián Ayala - Medico tercero.
Doctor Lorenzo Hernández - Practicante Mayor
Ldo Francisco de Córdova Cirujano Mayor.
Br Miguel Suárez Cirujano segundo.
Br Joaquín Muñoz Cirujano tercero.
Ignacio Puentes Practicante Mayor.
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Francisco Potestad Practicante segundo.
Rafael Pérez Inspector de medicinas,
Casimiro Flores Enfermero mayor.
Mariano Blanco Enfermero segundo y siete
Practicantes
En 1857 se declaró hospital de primera clase y se amplió el personal facultativo y administrativo;
entre otros cargos se encontraban:
1 Médico Mayor con 2 400 pesos fuertes de salario, 15 primeros médicos con 2 100 pesos fuertes, 1
ayudante inamovible con 960 pesos fuertes, 7 médicos con 825 pesos fuertes, 25 practicantes de
primera clase con 408, 40 Hermanas de la Caridad con 240 cada una, 2 cabos enfermeros 408
uno y otro 240, y enfermeros menores 290 pesos fuertes.
Convalecencia de “Nuestra Señora de Belén”
Según el padre Ismael Testé y Pérez su primera actuación fue en un hospital bajo el título de
“Nuestra Señora de Belén”, pero con la denominación de Convalecencia, esta característica estuvo
motivada por el gran interés de su fundador (el padre Compostela), al ver las recaídas y la mala
suerte de los enfermos que no bien salidos de la enfermedad eran puestos en la calle sin lugar ni
método para su convalecencia.
Esta institución se levantó a finales del siglo XVII por el obispo Diego Hurtado (conocido por Diego
de Compostela por ser oriundo de esa provincia española) en el lugar conocido por “la huerta de
San Diego“, en una pequeña ermita erigida por este obispo, quien murió sin ver logrado su
propósito. Los frailes betlemitas que él hizo venir a La Habana con ese objetivo lograron la
terminación de la edificación de la vasta obra; se debió especialmente a la munificencia del alférez de
las milicias de La Habana, Juan Francisco Carballo, que era además un rico comerciante. Desde
alrededor de 1720 este lugar no solo sirvió para el fin creado por el obispo, sino también para obras
benéficas: diaria distribución de alimentos
a los elementos más necesitados de la población y enseñanza gratuita a los niños pobres.
En tiempos de guerra, los betlemitas ayudaron notablemente al cuidado y hospitalización de los
heridos militares; y según Pezuela:
“Durante el sitio de La Habana, desde el 6 de Junio hasta el 13 de Agosto de
1762, ni un solo betlemita abandonó su puesto, y todos prodigaron su asistencia
a los heridos de la guarnición, pasando de 300 los que salieron curados de sus manos”.
En 1842 por los decretos de secularización, desapareció, con el convento de betlemitas, el Hospital
de “Convalecientes”, que según el mismo Pezuela, era “cómodo, ventilado y espacioso”.Esta
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edificación estaba situada en la Habana Vieja, en el lugar conocido como el Arco de Belén, donde
hoy esta la iglesia del mismo nombre
Otros hospitales en el interior de país
Camaguey Hospital de San Lázaro
En 1813 llegó a Puerto Príncipe procedente de Trinidad, fray José de la Cruz Espí, destinado al
lazareto de “San Lázaro”. El padre Valencia se dispuso a terminar el trabajo y muy pronto se notó el
cambio. El 11 de agosto de 1815 se iniciaron las obras de construcción del nuevo lazareto, pero
hubo que detenerlas
El padre Valencia (le llamaban así por ser natural de esa provincia española), fue capellán del “San
Lázaro” desde el 16 de mayo de 1816 y cuentan los que lo conocieron que al anochecer invitaba a
los enfermos al santo rosario y a veces, ya entrada la madrugada se le veía recorriendo las celdas de
los enfermos ya dormidos musitando su habitual jaculatoria: “Da mihi animas, coetera tibi tolle”
(Dadme almas: lo demás déjalo para ti). El padre Valencia falleció en olor de santidad el 2 de mayo
de 1838. Con la muerte del padre Valencia se trastocó el ritmo económico del hospital y en pocos
años se redujeron los lazarinos hasta su desaparición y su sustitución por dementes. Al finalizar el
siglo XIX, estaba extinguido el hospital
Hospital Militar
En 1822 empezó a utilizarse en este hospital una de las dos enfermerías levantadas por Gaspar
Betancourt y Cisneros para alojamiento de los militares enfermos,
El hospital empezó a funcionar con el personal militar necesario y bajo la denominación de Hospital
Militar disponía de un contador, un mayordomo, un médico y la servidumbre necesaria; a este
personal facultativo había que agregar practicantes de enfermería.
Hospital de “San Juan de Dios”
En 1756, el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y Lora, realizó una visita eclesiástica a
Puerto Príncipe, durante ella dijo: …. “El hospital que avía en esta Villa, era una hermita con algunas
pocas oficinas para enfermos. El Revdo. Obispo Don Gerónimo Valdés con acuerdo del Capitán
General y Oficiales Reales de La Habana, lo encomendó a los Religiosos de San Juan de Dios. Esto
sucedió por el año 1728, desde entonces corren con la administración, y al presente tratan de
establecerse con formalidad: el número ordinario se reduce a seis o siete con el prior que los
gobierna”.
En abril de 1835 llegó a la ciudad de Camagüey fray José Olallo Valdés, junto con los frailes José de
la Luz Valdés, José Escobedo, Agustín González y José Saldivar que vivían conjuntamente con una
comunidad de franciscanos
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El padre José Olallo Valdés a partir de esta fecha comenzó a laborar como enfermero, trabajando
hasta su muerte ocurrida en 1889 En este año, el hospital contaba con 100 camas
El Padre Olallo y su relación con El Mayor
René Ibáñez Varona cuenta la siguiente versión de una anécdota del padre Olallo durante la Guerra
de los Diez Años: “Al amanecer del día 12 de mayo de1873, una columna española se detiene en la
plaza del Hospital de San Juan de Dios, para dejar algunos heridos, y a la vez trae un cadáver
atravesado y amarrado sobre el lomo de una bestia, que por los documentos que se le han ocupado
en una cartuchera creen que es el cabecilla Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz. Dos
soldados desamarran las sogas y casi dejan caer al suelo el jinete inerte (.....) Expuesto a la vista de
todos los vecinos y curiosos ha quedado en el suelo, hasta que la bondad cristianísima de Fray Olallo
Valdés facilita una camilla y es llevado por dos esclavos al interior del hospital para su identificación
(....). Pero como el cadáver estaba con el rostro ensangrentado y algo enlodado de la tierra de
Jimaguayú, fray Olallo extrajo un pañuelo de su bolsillo y limpió el rostro al patriota inmaculado”.
“La suerte determinó que el padre José Olallo Valdés fuera de los pocos cubanos que tuvieron
acceso al cadáver de El Mayor, así como Esteban del Castillo y Varona, empleado del hospital, que
pudo cortar unos mechones de los largos cabellos del héroe y los hizo llegar a doña Filomena
Loynaz, Amalia Simoni y Ángela del Castillo. Precisamente esta última mostró a José Martí dicha
reliquia”.
El padre Olallo murió a las 9 de la noche del 7 de marzo de 1889. La ciudad de Puerto Príncipe
siente por él una veneración extraordinaria. A partir de su muerte los Hermanos de San Juan de Dios
ya no prestaron más servicios en Cuba. Hasta 1840 en que vuelven y prestan sus cuidados en las
instituciones siguen La haba Hogar se Ancianos San Rafael Hospital San Juan De Dios y en
Camagüey en el Hogar de Ancianos San Juan de dios La partida eclesiástica de defunción del 8 de
marzo de 1889 está registrada en el Libro 13 de Defunciones de Blancos, en el folio 21, partida 120,
Parroquia Mayor de Camagüey; el certificado de defunción civil está en el tomo XIII folio 113,
inscripción número 3221 y la constancia de enterramiento está en el tomo I, Bóveda 49, Nicho 3, del
10 de marzo de 1889
Hombres que se dedicaron a cuidar enfermos
Es de suponer que en los primitivos hospitales tuvo que haber hombres dedicados a cuidar
enfermos, pero no encontré sus nombres en los documentos revisados.
Desde que se construyó el primer hospital tenía que haber personas que cuidaran a los enfermos;
estos primeros hospitales eran dirigidos y administrados por religiosos por lo que ellos mismos
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ejercían esa función; posteriormente cuando se empezaron a construir hospitales militares fueron los
soldados quienes tuvieron a su cargo la labor de cuidar a los enfermos.
El historiador César Mena en su libro “Historia de la Medicina en Cuba” menciona que en la
provincia Pinar del Río, en el Hospital Militar, trabajaba Juan Díaz como mayordomo y enfermero
mayor en 1860 y en ese mismo año menciona que también Manuel Pérez Girón trabajaba como
enfermero mayor junto con tres enfermeros más; en el Hospital de “Santa Susana” trabajaba como
enfermero practicante M. Iturraldes y en Isla de Pinos el enfermero mayor Bartolomé Jauco con
cuatros enfermeros más.
En 1795, estaban de enfermeros de este hospital el Br. Tomás Álvarez como enfermero mayor y
cirujano y como segundo enfermero el Br. Mauricio Oduardo, en 1842 era enfermero mayor
Francisco de Paula Escarrá y como segundo enfermero Manuel Pitt.
Nuestro Héroe Nacional José Martí Pérez actuó como enfermero en la guerra de 1895, de esta
experiencia dijo: “ y cuando dieron la orden de dormir y reposar, hurgué en mi jolongo y saqué de él
medicinas, a uno que del jugo del tabaco de apretar tanto el cabo en la boca, se le habían
desprendido los dientes, le di un sorbo de marrasquino. Cuando llega el agua fresca con Paquito
Borrero, de tierna ayuda, me puse a curar de un soldado la herida narigona. La bala le había entrado
en el pecho y le había salido por la espalda. En una de las bocas, la de entrada, le cabía un dedal; en
la otra la de salida una avellana, se la lavé y le apliqué yodoformo y algodón fenicado. Habilidades de
médico me habían salido, y por piedad y por casualidad se me habían juntado en el bagaje más
medicinas que ropas, no para mi, pues nunca me sentí más sano sino para los demás, y en las curas
tuve aciertos por lo que gané un poco de reputación, sin mas que llevar conmigo el milagro del
yodo y el del cariño, que es otro milagro, el que apliqué con mucho tacto y con rienda severa, no
fuera a parecer lo humanitario vergonzosa adulación, aunque no era rara la claridad del alma, y como
finura en el sentir que embellecía por entre las palabras y disputas y fritos y guisos aquella vida del
campamento”.
Cuando vamos a escribir sobre las personas que se dedican a la profesión de cuidar a los
necesitados de Atención de Salud no me gusta hacer separación entre sexo pues la enfermeria es una
sola no importa si la brinda un hombre o una mujer.
Formación de enfermeros
Aunque no se menciona en esta lista oficial la escuela del Hospital de Dementes, esta fue fundada en
1900 y era de ambos sexos; en la Oficina del Historiador de la Salud Pública existe un documento
sobre la biografía de Isolina Fontanills Ugarte donde dice que se matriculó en esa escuela en
diciembre de 1900. También encontramos que Rafael Yánez y Oliva se graduó el 7 de julio de 1903
en el Hospital para Enajenados
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El director del Hospital “Número Uno” solicitó en 1902 se creara una escuela para enfermeros en
ese hospital; la Junta acordó pasarlo a la Comisión respectiva, no apareció posteriormente ningún
documento para saber si se autorizó o no abrir dicha escuela
Creación de las escuelas libres de enfermeros
Según aparece en el folleto “Historia del Centro La Covadonga”, en 1910, se abrió en ese centro de
salud una escuela libre de enfermeros, por la necesidad que tenían de que fueran hombres los que
atendieran a los enfermos ingresados, ya que en las Sociedades que tenían los españoles residentes en
Cuba no estaba permitido el ingreso de mujeres.
Fundación de la Asociación Nacional de Enfermeros de Cuba
El 31 de enero de 1912 se fundó la Asociación Nacional de Enfermeros de Cuba, cuyo primer
presidente fue Ramón Contín y se eligió como secretario a Alberto Ojeda; aunque no fue hasta 1913
en que verdaderamente empezó a funcionar esta Asociación, por lo que volvieron a realizarse
elecciones y se eligió a Ramón Torrado (tuve la oportunidad de entrevistarme con su hija) quien se
graduó en “La Purísima Concepción” en 1908, nótese que si la carrera duraba tres años el ingreso de
el fue en 1905 en esa escuela y esto demuestra que aunque no tenían oficialización pues esta ocurre
en 1915, los enfermeros que se graduaban recibían sus títulos
La Asociación estuvo analizando la
problemática de los enfermeros empíricos que trabajaban en los centrales azucareros, las fábricas y
los centros particulares, pues eran plazas que debían ocupar los enfermeros graduados
Publicaciones de enfermería
La Asociación Nacional de Enfermeros comenzó a publicar la revista “El Enfermero Cubano” en
1926, pero actualmente solo se conservan a partir de 1929. Su objetivo fundamental era dar a
conocer las actividades que realizaban los enfermeros y alumnos sobre todo en las escuelas libres, las
graduaciones y las dificultades que tenían, también abogaban por que se cumpliera el plan de estudio
y el reglamento que no se respetaba como estaba establecido; además trataban temas de cursos de
superación, pues se quejaban de la mala preparación que recibían en las escuelas; también publicaban
temas científicos, para la superación de los graduados y problemas laborales, sobre todo los
relacionados con el empirismo que había en fábricas, centros de trabajos e instituciones privadas.
Esta revista, en 1930, recibió la Medalla de Plata en la Exposición Iberoamericana en España.
En las escuelas libres de enfermeros no se quería reconocer el carácter oficial que tenía desde 1902 la
escuela de enfermeros del Hospital de “Dementes”; esta se regía por el reglamento y plan de estudio
de la escuela de enfermeras de ese hospital y ellos querían que se rigiera por los documentos de sus
escuelas que se habían oficializado en 1915
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Las escuelas libres de enfermeros que funcionaban en los distintos centros de salud de asociaciones
españolas y en las que estudiaban sus miembros o sus hijos no cumplían con lo establecido para este
tipo de enseñanza, ya que los alumnos se ubicaban en una sala o departamento (consulta externa,
laboratorio, salón de operaciones), y allí permanecían los tres años de la carrera, lo que les impedía
adquirir otros conocimientos o prácticas, así como hábitos y destreza necesarios para una vez
graduados poder trabajar en cualquier especialidad, la dirección no tenia interés en su ubicación en
otros servicios, pues una vez graduados serian empleados por ellos Esto ocurría porque a dichos
centros les convenía que un estudiante se entrenara solo en un servicio, para no tener que adiestrar
cada cierto tiempo a otro, es decir que no pensaban en los estudiantes sino en sus intereses; con ello
demostraban la poca visión futura de lo que sería este estudiante una vez graduado y que tuviera que
prestar servicio en una especialidad para la cual no fue entrenado.
Recibían el título al igual que los demás, algo que preocupaba mucho, sobretodo a las enfermeras,
pues mientras ellas recibían un salario de $30,00; $40,00 y $50,00, ellos eran empleados por estos
centros y ganaban $80,00 y $100,00; ya desde esta etapa se pedía que este tipo de escuelas fueran
cerradas.
La Asociación Nacional de Enfermeros a través de la revista “El Enfermero Cubano” convocaba a
cursos que se impartían en la misma Asociación o en otros lugares, como por ejemplo el que se
realizó por los hermanos Pedro y Luís Fariñas, en la especialidad de rayos X del cual se graduaron
nueve enfermeros.
Al mismo tiempo invitaban a los alumnos a los distintos cursos sobre Anatomía, Vendajes, Ética
profesional y especialidades medicoquirúrgicas que no recibían en las escuelas.
El Colegio Nacional de Enfermeros analizó la necesidad de volver a publicar una revista que se
encargara de orientar a sus afiliados y en 1939 se empezó a publicar “El Auxiliar Médico” con el
mismo perfil de la anterior, que se estuvo publicando hasta finales de la década del 1950
Cambio de nombre de las Asociaciones Nacionales de Enfermería
Estas asociaciones a partir de 1932 y 1933 por el Decreto Ley # 2990 comenzaron a llamarse
Colegio Nacional de Enfermeras de Cuba y Colegio Nacional de Enfermeros de Cuba, los dos
trabajaban como organizaciones independientes, aunque siempre por parte de los enfermeros
solicitaban que se unieran, pero las dirigentes de enfermería no aceptaron nunca esta condición
Modificaciones en el plan de estudio
En la entrevista que realicé a la enfermera Ada Ríos Álvarez me dio esta información:
“Desde el inicio de la carrera, los documentos rectores seguían sin modificaciones sobre todo el de
los requisitos para el ingreso, donde se exigía una mediana instrucción como escolaridad; ante la
necesidad de una mejor preparación académica, pues los adelantos científicos eran muchos y por lo
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tanto, exigían un grado de instrucción mayor, se empezó a pedir el octavo grado o el ingreso al
bachillerato para poder comenzar la carrera de enfermería a partir de 1938. Se convocaba a los
jóvenes que deseaban estudiar esta carrera para que presentaran el certificado acreditativo porque en
este tiempo todavía no se exigía
el examen de ingreso, ni había una fecha fija para comenzar los estudios, sino como decía el
reglamento, cualquiera en cualquier fecha del año era admitido”(Fig.9.1).
Como ya se habían graduado un grupo de profesoras, la asignatura Disciplina Profesional l se
cambió por Enseñanza Práctica de Enfermería impartida por una de profesora de enfermería y no
por la superintendente, como se establecía en el reglamento.
En entrevista con Olivia Amor Medina me dijo:
“A partir de 1944 empezaron los “Cursillos de Aspirantes” previos al ingreso a la escuela. También
en esta etapa comenzaron los exámenes de ingreso que tenían un carácter secreto y consistían en la
presentación de los documentos exigidos (chequeo médico, carta de moralidad, solicitud de ingreso,
certificación de escolaridad) y concurrir al examen citado; si resultaba aprobada, se escogían de
acuerdo con un escalafón la cantidad de estudiantes que tenía asignada cada escuela para comenzar
este cursillo; las aspirantes seleccionadas comenzaban y se les impartían clases teórico- prácticas de
enfermería durante tres meses, rotando por diferentes salas para adquirir habilidades y hábitos; una
vez concluido este cursillo se citaba a un nuevo examen donde estaban presentes: la superintendente
de la escuela, la profesora de enfermería y un profesor designado por el claustro de profesores. Si el
alumno resultaba aprobado se escogía por orden de escalafón el número de plazas que la escuela
tenía asignado y se conformaba el grupo de estudiantes que comenzaba la carrera. Se graduaban tres
años después de su fecha de ingreso. Se fijaba el mes de julio como comienzo del curso escolar, pero
todo comenzaba en el mes de septiembre del año anterior a la fecha de ingreso. El examen de grado
era realizado en la Escuela de Medicina de la
Universidad de La Habana, (se pagaba este examen que su costo era de $5.00) , que expedía el título;
todo este proceso se estuvo efectuando hasta 1961, en que se produjeron una serie de cambios en la
enseñanza de enfermería Esto era valido tanto para las escuelas de mujeres como para la de
hombres.
Las escuelas libres de enfermeros persistían en no reconocer la escuela de enfermeros del hospital de
Dementes aunque se les reiteró su carácter legal desde 1902. En el file “Enfermería” de la Oficina
del Historiador de la Salud Pública, aparece un escrito de 1937 en el que se menciona una resolución
ministerial sin número, donde se disponía la no admisión de alumnos en las escuelas libres de
enfermeros con el fin de hacerlas
Apertura de la Escuela Nacional de enfermeros
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Las escuelas libres de enfermeros persistían en no reconocer la escuela de enfermeros del hospital de
Dementes aunque se les reiteró su carácter legal desde 1902. En el file “Enfermería” de la Oficina
del Historiador de la Salud Pública, aparece un escrito de 1937 en el que se menciona una resolución
ministerial sin número, donde se disponía la no aEn 1937 cuando se organizó la Escuela Nacional de
Enfermeros de la que su primer director fue Apolonio Cepero, estuvo como superintendente miss
Elizabeth Walker y como profesora de Enseñanza Práctica de Enfermería, Crispina Moran.
En 1939, al producirse la primera graduación de la escuela nacional de enfermeros del Hospital de
Dementes de Cuba invitaron al presidente del Colegio Nacional de Enfermeros para que formara
parte del tribunal de examen
En 1930, se abrió una escuela libre de enfermeros en Cienfuegos, pero solo se conserva el dato de
que dos de sus estudiantes visitaron en La Habana la Asociación de Enfermeros.
Demandas laborales
Los enfermeros cubanos desde que se constituyeron en Asociación comenzaron a demandar de los
organismos laborales varias exigencias: el fin del intrusismo en las instituciones privadas así como en
fábricas y centrales azucareros. Además desde aproximadamente 1938 pedían el pago del sueldo
mínimo de $60,00, sobre todo por parte de las enfermeras que ganaban sueldos irrisorios de $30.00
mensuales. A este efecto se nombró una comisión que fue recibida por el secretario de Sanidad y
Beneficencia, pero no se logró tan justo reclamo hasta 1940 en que esta batalla fue ganada por los
enfermeros en general.
Los dos colegios reclamaron, ante los organismos superiores la “Ley de Retiro”, pero a la Cámara de
Representantes le fue muy difícil legislar para abrir dos cajas de retiro para un mismo gremio. Este
reclamo tan necesario, no fue logrado hasta 1953, después de muchas vicisitudes y reuniones en que
ambos colegios se pusieron de acuerdo para que existiera una sola “Caja de Retiro” y se aprobara
dicha ley.
Se volvió a reclamar el cierre de las escuelas libres de enfermeros, refiriéndose
a ellas como “un atentado a la enseñanza de Enfermería”.
La Asociación Nacional de Enfermeros estaba muy preocupada por la formación de los estudiantes
en las escuelas libres y solicitó a los enfermeros de las salas que cumplieran con lo establecido en el
artículo 44 del reglamento de estas escuelas referente a que los jefes de salas estaban obligados a
enseñar a sus alumnos todos los conocimientos prácticos que correspondían en donde estuvieran
situados, siguiendo las instrucciones del jefe de enfermeros. Esta petición se hacía pues en estas
escuelas nunca hubo instructores de enseñanza de enfermería y aunque se graduaron hombres como
instructores, no existen datos que confirmen que alguno estuvo situado en ellas
Cursos posbásicos
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El Instituto Finlay, que se había fundado el 1 de abril de 1927, se encargaba de impartir cursos para
médicos y enfermeros y en 1938 se ofrecían las siguientes especialidades: dietética y alimentación,
higiene infantil y escolar, enfermeras sanitarias visitadoras, estudios de laboratorios y rayos X, estos
últimos eran los que con mas frecuencia realizaban los enfermeros
Congreso de enfermería
En 1944, se celebró el I Congreso Cubano de Enfermería; desde que se iniciara la carrera de forma
profesional, no se había celebrado ningún congreso y los días 14, 15, 16 y 17 de diciembre del
referido año se convocó para tan magna cita. Participaron en la organización de este foro Alberto
Rodríguez Sust, Jorge Refa Lias, José Lueje Alea, José Vila Doval, Dionisio Collazo y Froilán
Duranza.
A este congreso asistieron las enfermeras unidas a los enfermeros y se presentaron temas de interés
para el desarrollo de la profesión. En el acto de clausura usó de la palabra Lázaro Peña, Secretario
General de la CTC, quien habló a nombre de la clase obrera.
Curso posbásico
Después de 1932 no se volvieron a realizar más cursos de instructoras y ya algunas de ellas se
estaban retirando, por lo que los enfermeros solicitaron que se volviera a impartir, así que en 1946, la
jefa del Negociado de Enfermería, Hortensia Pérez Llerena, convocó a este curso en el que se
matricularon: Elvira Guin-Achao Sandoval, Aurora Sánchez Pérez, Ester Alfonso Castellanos,
Andrea Nardo y los enfermeros Hidalgo y Laudeiro de quienes tenemos solamente sus apellidos y
carecemos de información sobre si trabajaron después en alguna escuela de enfermeros o no. Este
curso no volvió a impartirse hasta el triunfo de
la Revolución.
Prestigio de los enfermeros cubanos
La Clínica “Hermanos Mayo” de Manchester, era muy famosa ya en 1930 y como conocían la alta
calificación técnica y científica de las enfermeras y enfermeros cubanos cubanas, solicitó a través de
las Asociación Nacionales el envió de personal calificado para trabajar en esta prestigiosa institución
en la década de 1950 uno de los enfermeros que laboro en esta institución fue Jorge Vellido de Luna
Cierre de las escuelas de enfermeros y de las escuelas libres de
enfermeros
Por decreto ministerial # 4 del 14 de febrero de 1962, y publicado en la Gaceta Oficial el 16 de
febrero de 1962, página 2109, fueron suspendidas las escuelas de enfermeros y las escuelas libres de
enfermeros, por lo que quedó derogada la orden militar # 2 del 3 de enero de 1902 y también el
decreto 1465 de 1915 de estas escuelas.
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Otros cursos posbásicos
Por resolución ministerial # 163, del 10 de agosto de 1962, se autorizó a la dirección de Docencia y
Perfeccionamiento en el Instituto “Carlos J. Finlay” para impartir un curso para enfermeros
graduados de auxiliares de anestesiología
Cursos de enfermería naval
En 1970, se iniciaron los cursos de enfermería naval, por la necesidad que tenía el ministerio de
Marina Mercante y Puertos de que las tripulaciones de la flota cubana estuvieran atendidas por un
personal calificado. La encargada de confeccionar el plan de estudio para esta especialidad fue la
enfermera Natividad Rojas Vega, así como de los programas de las diferentes especialidades. Para
asesorar estos cursos, la empresa de Navegación Mambisa envió a enfermeros graduados que ya
trabajaban desde hacía varios años navegando en los barcos y sabían la problemática que se podía
presentar en alta mar, uno de ellos fue Manuel Blanco Martín que trabajaba en coordinación directa
con la responsable del curso
Apertura de los cursos de enfermería para varones
Desde 1962 en que se cerró la escuela nacional de enfermeros no se impartían cursos para varones.
A finales de la década del 70 volvieron a impartirse en las mismas escuelas de enfermeras, con el
mismo plan de estudio y los mismos requisitos así como el mismo reglamento
Graduación de los primeros licenciados de enfermería
En 1980, se graduaron los primeros licenciados en enfermería, junto con los demás estudiantes de la
Facultad de Ciencias Médicas, ellos fueron: Gladys Pérez Suárez, quien resultó el primer expediente
del grupo; Sara Rodríguez Díaz; Nancy Yenochik Luna; Gladys González; Eduarda Ancheta Niebla;
Anaida Varela Cárdenas, Yamina Marrero Herrera, María Fenton Tait; Gloria Popoca Ortega y el
único varón del grupo Néstor Núñez Blanco
Licenciatura en enfermería para egresados de preuniversitario
Se inició la elaboración de un nuevo plan de estudio de licenciatura en enfermería de nivel
universitario con cinco años de duración para alumnos provenientes de preuniversitario sin estudios
previos de enfermería. Este plan se implantó de forma experimental en el Centro Nacional de
Perfeccionamiento Técnico y Profesional (CENAPET) “Dr. Fermín Valdés Domínguez” en el curso
escolar 1987-1988 y en el curso siguiente se trasladó a la Facultad de Ciencias Médicas “Julio Trigo”
del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, extendiéndose posteriormente a los
institutos de Villa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. Los primeros 40 estudiantes de este plan de
estudio regular diurno se graduaron en el mes de agosto del año 1992; extendiéndose dicho plan al
resto del país desde el curso 1989-1990.
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Se elaboró un nuevo plan de estudio de Licenciatura en Enfermería en el ámbito universitario por
cursos por encuentros para trabajadores; es decir, para enfermeros técnicos en ejercicio de la
profesión, con duración de cuatro años, y posteriormente se aumentó a cinco años, extendiéndose
este plan de estudio a todos los Centros de Educación Médica Superior.
Tanto al Curso Regular Diurno como al de trabajadores (C P T ) tenia derecho al ingreso a los
mismos tanto hombres como mujeres.
Perfeccionamiento y superación
En esta década la superación del personal de enfermería se intensifica grandemente con la
realización de Diplomados y Maestrías en diferentes ramas de especialidades pedagógicas y de la
salud, además se logró poner al alcance de los licenciados en enfermería la Maestría de su propia
especialidad. Como un logro de trascendental importancia en el 2006 fue aprobado el Doctorado en
Enfermería y que ya existe un pequeño grupo de licenciadas en enfermería que han hecho el
doctorado en otras ciencias, entre ellas las Licenciadas Dalila. y Marisela Torres Esperón que recién
recibió el título de Doctora en Ciencias de la Salud, .posteriormente lo recibiría el licenciado Carlos
León Román
Como punto de espera para siguientes investigaciones citamos una carta de nuestro Apóstol de
enero de 1890 dirigida a Gonzalo de Quesada:
“La más noble de las ocupaciones, y quien sabe si la más grata es la
de Enfermero”.
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19
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