Políticas hacia el pleno empleo

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La necesidad del pleno empleo
Daniel Kostzer* y Marta Novick**
Resumen
A partir de la crisis del petróleo de mediados de los ‘70, pero básicamente con el
modelo de ajuste y revalorización financiera que se consolida en los años ‘90, la
búsqueda del pleno empleo pasa a un segundo plano, no sólo por parte del
pensamiento ortodoxo y dogmático creyente en las bondades del mercado como el
más eficiente asignador de recursos, sino también por parte del pensamiento
heterodoxo, que continúa tratando el factor de producción trabajo como una sola cosa,
homogénea, y que puede presentar problemas de calidad que induzcan al desempleo
involuntario, a pesar de los requerimientos productivos.
Alcanzar el pleno empleo es, además de un imperativo moral de la sociedad que no
debe tolerar los elevadísimos niveles de pobreza y marginalidad que se observan, una
necesidad para la sustentabilidad de un modelo económico más progesivo en el
contexto de un mundo globalizado como el que enfrentamos hoy.
Este análisis requiere un marco conceptual y teórico diferente del tradicional, acerca
de los determinantes de la demanda de trabajo y la forma en la cual se estructuran los
mercados.
En este conjunto de ideas se intentará justificar la necesidad del pleno empleo, hacer
algunas sugerencias que permitan alcanzarlo con la intervención del estado, así como
la aproximación teórica que fundamenta tal estrategia.
Introducción
Desde la crisis del petróleo de mediados de los años 70´s, pero reafirmándose a partir
de los procesos de ajuste estructural y valorización financiera que se consolida
durante los años 90´s, la meta de pleno empleo dejó de ser un valor o una función
objetivo de la política económica. Este es un proceso que se da en nuestro país, pero
que se generaliza a otras latitudes, y casi simultáneamente se erosionan todos los
instrumentos estructurados alrededor del objetivo del pleno empleo, pivotal para la
consolidación del denominado “estado de bienestar”.
Las causas del déficit de empleo, tanto en cantidad como en calidad pueden ser
encaradas según el pensamiento estructuralista desde dos enfoques absolutamente
complementarios: 1. el enfoque keynesiano o de insuficiencia de la demanda y 2. el
enfoque marxista o de insuficiencia en la tasa de acumulación e inversión de la
economía.
* Consultor de la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo,
Empleo y Seguridad Social de la Nación. Docente de Estructura Social Argentina de la FCE de la UBA.
Agradezco los comentarios de los compañeros del Ministerio.
**
Licenciada en Sociología, FFyL, UBA. DEA (Diplôme d’Etudes Approfondies) Universidad París Vll.
Investigadora Conicet (CNRS) en el Instituto de Industria, Universidad de General Sarmiento Argentina.
Docente en la Maestría en Desarrollo Industrial, Universidad Nacional de General Sarmiento.
Subsecretaria de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social.
Ambos enfoques, en el caso de los países periféricos en un mundo globalizado, son
absolutamente complementarios, dado que la desigual distribución de los factores
productivos en el sentido más amplio de la palabra y el sesgo en la apropiación del
excedente social, se complementan para ir erosionando crecientemente la capacidad
de compra de vastos sectores de la población, al tiempo que incrementan la
acumulación en manos de segmentos que no reinvierten o que fugan literalmente los
recursos que deberían destinarse a incrementar la capacidad potencial de producción.
Los dos fenómenos se retroalimentan amplificando los efectos de reducción de la
posibilidad de crear nuevos puestos de trabajo que se podría observar a partir de cada
uno de ellos.
Desarticulación Social
Durante los últimos 20 años y hasta la crisis de 2001-02 consolidó un modelo socio
económico desarticulado en múltiples dimensiones. En este punto consideramos al
concepto de desarticulación del mismo modo que lo hace Teubal 92, a partir de De
Janvry 85 donde se resaltan las contradicciones entre los poseedores de factores
productivos en contraste con lo que sucedía bajo la estrategia anterior de
Industrialización sustitutiva de importaciones (ISI).
El nuevo modelo se presenta primeramente desarticulado desde la esfera social, ya
que lejos de constituir la demanda doméstica dinamizadora de la economía
característica del esquema de la ISI, las remuneraciones al trabajo pasan a ser
consideradas un mero costo de producción. El salario, en el marco de una economía
desregulada y globalizada se convierte en la única variable de ajuste para obtener
competitividad internacional. El capital y el trabajo tienen menos puntos de
convergencia en un esquema de crecimiento económico. La protección del trabajo no
constituye un factor de amortiguación del ciclo económico, sino por el contrario, una
limitante al proceso de acumulación capitalista. Simétricamente, los beneficios y
promociones a la inversión se basan en un avance sobre las conquistas de los
trabajadores de más de un siglo.
Desarticulación Sectorial
Otra de las características del modelo de ISI eran los encadenamientos hacia delante
y hacia atrás que implicaron el desarrollo de actividades, con establecimientos de los
más diversos tamaños e importancia, muchas veces promovidos por el propio estado,
generando insumos para la producción, al mismo tiempo que demandaba empleo en la
dimensión más agregada.
2
Es también cierto que muchas veces la presencia de mercados cautivos o la
dependencia tecnológica redundó en situaciones de atraso relativo, ganancias
extraordinarias, impactos negativos en la balanza comercial sectorial y hasta fugas de
divisas que el estado no pudo controlar.
No obstante, estas articulaciones se expresaron en un sinnúmero de actividades que
redujeron la dependencia de productos importados del país, algo que se reafirmó
inclusive durante la mayor apertura externa y apreciación cambiaria, donde el PBI
explicado por las actividades externas siguió siendo mínimo.
Desarticulación Regional
Posiblemente lo más grave de las políticas del ajuste y revalorización financiera lo
constituyó la desarticulación regional que esta generó. En un país grande como
Argentina, con especialización productiva espacial, las articulaciones bosquejadas
anteriormente se reproducen en el ámbito local, tal como se observa en el modo en el
que se definió a lo largo de un siglo la geografía del país.
Los innumerables pueblos o localidades mono firma o mono productoras que
sobrevivieron justamente gracias a los efectos multiplicadores generados en lo
espacial, vieron a lo largo de los 90´s el cierre de fábricas o la pérdida de
competitividad de ciertas actividades, con el consiguiente incremento del desempleo y
deterioro de los indicadores sociales. Todo al tiempo que los gobiernos locales perdían
grados de libertad para la intervención política, no solo por los ajustes presupuestarios,
sino también por la carencia de herramientas de intervención específicas.
Nuevo contexto macroeconómico
La crisis de 2001-2002, con la salida desordenada y forzada de la convertibilidad y el
consiguiente impacto sobre las diferentes variables de la economía, define un nuevo
contexto macroeconómico con algunas características centrales que se deben
destacar.
•
El tipo de cambio relativo protege de facto la producción doméstica, tanto en
términos de promoción de exportables como de sustitución de importaciones.
•
En términos de mix tecnológico, no se privilegian las tecnologías importadas con
bajo contenido de mano de obra.
•
Se instauran algunas herramientas de política económica con carácter progresivo,
como las retenciones a las exportaciones.
•
Se agregan instrumentos tributarios que incrementan los ingresos fiscales en un
contexto de contención del gasto salarial del gobierno.
3
•
Se generó un colchón que permitió hacer políticas de ingresos que generaron
efectos dinamizadores en la economía doméstica.
Hasta este punto, todo parecería girar alrededor de un círculo virtuoso, que trasciende
el marco del mero rebote técnico, aunque con un horizonte temporal limitado, si no se
defienden ciertos logros.
En este sentido, casi por primera vez en décadas, Argentina ve resuelto el problema
de las tres brechas que tradicionalmente condicionaron a la economía:: la brecha de
las divisas, con una balanza comercial superavitaria en el corto y mediano plazo;
excedente de ahorro básicamente doméstico e impulsado por el propio estado, a lo
que se agrega un superavit fiscal que permite encarar algunas iniciativas interesantes.2
Los desafíos actuales
Casi como pívot del patrón de crecimiento está el factor del sostenimiento de un tipo
de cambio competitivo y estable en el largo plazo, como herramienta de promoción de
la inversión en transables y que permita una tasa de crecimiento razonable.3
Obviamente esto no es suficiente. Sostener el crecimiento y la competitividad
internacional basados en bajos salarios relativos constituye una herramienta efímera,
ya que la misma se pierde de la noche a la mañana con la sola devaluación de los
socios comerciales o los competidores, tanto en los mercados internacionales como
los domésticos.
También es cierto que luego del impacto negativo que generó en los sectores más
vulnerables del país la devaluación, con su efecto sobre precios e ingresos relativos y
nominales, un proceso acelerado de apreciación de la moneda, no solo que no
beneficia a aquellos de ingresos fijos, ya que los precios son inflexibles a la baja, sino
que paulatinamente erosiona las bases del crecimiento del empleo en los sectores
manufactureros y competitivos de la economía, acelerando las presiones sobre el
sector externo.
La evolución del empleo y el poder de compra de los salarios a partir de la devaluación
deben ser mirados desde una óptica dinámica, y no estáticamente, sino se puede
incurrir en errores profundos como pensar que la recuperación del poder de compra de
los salarios proviene de la mejora de los salarios domésticos en términos de divisas.
La experiencia ha mostrado las limitaciones de esta estrategia.
2
3
Sobre este tema ver Frenkel (2002, 2004)
Rodrick, D. 2003
4
Algunas de las dificultades estructurales que persisten
Sin dudas, no se han resuelto aún muchos de los problemas estructurales que
enfrenta la economía argentina y que han sido el centro del ritmo de stop and go con
que se ha movido en los últimos 70 años la misma, a partir de la salida del modelo
agro-exportador.
En primer lugar la dinámica principal de la economía se explica por el mercado
doméstico. Esto no es un defecto, ya que permite intervenciones específicas que
pueden dinamizar el crecimiento de modo un tanto auto-centrado, pero requiere una
atención particular para evitar que los shocks externos profundicen el ciclo.
El segundo aspecto está dado por la vulnerabilidad que genera la excesiva
dependencia de exportaciones de base primaria, casi de mono cultivo, muy centrada
en recursos naturales y renta, más que en ventajas competitivas dinámicas, que
ayuden a definir estrategias de crecimiento más estables y armónicas con los
requerimientos de un mundo globalizado.
De todos modos, tener la “bendición” de suelos fértiles y de un clima benévolo, que
relaja la restricción externa y de divisas que tienen gran parte de las economías del
mundo, requiere básicamente una artillería de políticas sectoriales específicas y
tributarias, tendientes a que el excedente generado en forma de renta sea
parcialmente apropiado de manera social. Esto implica la persistencia de la
retenciones sobre las exportaciones con los objetivos originales que las mismas
tuvieron:
i)
apropiación social del excedente,
ii) garantía de provisión al mercado doméstico a precios compatibles con el poder de
compra local,
iii) amortiguador de las fluctuaciones externas o shocks de precios.
En lo más específico sectorial, es fundamental defender y proteger actividades que
generan mayor cantidad de empleo y efectos multiplicadores nacionales y locales, del
avance coyuntural de ciertos cultivos muy dependientes del comercio exterior y de
paquetes tecnológicos controlados por las multinacionales.
Problemas estructurales nuevos
Luego de los años 90´s, en que se multiplicaron las cifras del desempleo, la pobreza y
la indigencia, así como se incrementó de manera notable la desigualdad, la economía
presenta algunas características estructurales que hacen mucho más compleja la
intervención tendiente a mejorar los indicadores sociales en general.
Un primer dato a tomar en cuenta es que indicadores tales como la elasticidad ingreso,
distribución y salario de la pobreza, entendidas como la variación en el número de
5
pobres ante variaciones del PBI, del coeficiente de Gini y de los salarios, que muestran
valores desalentadores, aunque recuperándose.
En efecto, según estudios del Ministerio de Trabajo, muestran los siguientes valores:
Cuadro Nº1: Principales indicadores de Pobreza y Distribución del Ingreso
Ingreso nominal medio de los hogares (U)
1993
1998
2003
$ 1.137.90
$ 1.183.60
$ 892.00
4%
-25%
Variación Porcentual del ingreso(U)
Mediana del ingreso
$ 800
$ 800
$ 600
Coeficiente de Gini (G)
0.455
0.472
0.482
Hogares bajo la línea de la pobreza (H)
13.6%
17.7%
42.6%
$ 424.70
$ 495.30
$ 720.10
17%
45%
Valor de la línea de la pobreza (LP)
Variación Porcentual LP
Relación entre el ingreso medio y la LP
2.68
2.39
1.24
Elasticidad Ingreso de la pobreza
-2.23
-2.13
-1.42
Elasticidad distribución de la pobreza
3.74
2.96
0.34
Fuente: Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales sobre datos de la EPH.
En el cuadro Nro. 1 se observa como a medida que cae la relación entre el ingreso
medio de la población y la línea de la pobreza la elasticidad ingreso de la pobreza, o
sea cuanto varía la incidencia de la pobreza ante variaciones del ingreso medio4 pasa
de -2.23 en el año 1993 a -1.42 en el año 2003.5
Esto significa que por cada punto en que se incrementaba el PBI o el ingreso medio de
los hogares, la pobreza en 1993 se reducía en 2.23%, mientras que esta relación en
2003 se reduce a -1.42, implicando que el esfuerzo social que se debe hacer para
reducir la población bajo la línea de la pobreza es mucho mayor que en la década
pasada.
La importancia de este análisis está dada por que la reducción de la pobreza depende,
no solo de cuanto crece el PBI, sino también de la distribución inicial del mismo,
definida a los efectos prácticos como el coeficiente de Gini.6
4
Obviamente esta es una relación inversa, ya que se espera que la pobreza se reduzca ante crecimientos
en el ingreso medio o en el PBI.
5
Se realizó el cálculo al año 2003 para mantener la fuente de información de la EPH puntual y evitar
posibles impactos debido al cambio metodológico de la misma. De todos modos queda claro el cambio
estructural que implica.
6
El coeficiente de gini puede ser interpretado en términos probabilísticas. 1-gini es la probabilidad de
recibir el ingreso medio. Cuanto más bajo el gini, o sea más equitativa la distribución del ingreso, mayor la
6
(1)
∆p = (1 − gini )∆pbi
Esto implica que la contribución del crecimiento a la reducción de la pobreza está
determinada por la distribución del PBI entre los hogares o perceptores de ingreso.
En este sentido se puede aislar el efecto distribución a partir del cálculo de la
elasticidad distribución de la pobreza, asumiendo una mejora simétrica en la curva de
Lorenz, lo cual da cuenta de la mejora en la pobreza ante mejoras en la distribución
del ingreso.
El cálculo que consta en el cuadro nro. 1 muestra que en 1993 una reducción en el
coeficiente de gini de 1% podría reducir el número de pobres 3.74%, este coeficiente
se redujo a 2.96 en 1998, pero en 2003 dramáticamente el mismo llega a 0.34. Esto es
resultado, por un lado del mayor número de pobres, pero también de la distancia que
tienen los mismos de la línea de la pobreza (brecha o intensidad de la pobreza) lo cual
implica que la transferencia de recursos de los deciles más altos debe ser mucho
mayor que 10 años atrás, para reducir la pobreza.
Por su parte, la elasticidad salario de la pobreza, que como en los casos anteriores
muestra la relación entre la reducción de la pobreza y los incrementos de los salarios,
sufre también una drástica reducción, básicamente como producto de la baja de las
remuneraciones relativas a la línea de la pobreza, del aumento de la tasa de
desempleo, y de la precariedad laboral.
Todo este contexto hace que solamente el pleno empleo no alcance para superar
otros problemas que históricamente se resolvían con el acceso al trabajo de los
individuos, tal como era en el pasado.
La precariedad laboral, el acortamiento en la duración promedio de los contratos, la
subocupación horaria entre otros, reduce el impacto del empleo y de los aumentos de
salarios en la reducción de la pobreza.
Como se menciona anteriormente, las viejas y las nuevas características estructurales
de la economía, sumadas a la necesidad de un nuevo enfoque, implica que se deban
encarar políticas e intervenciones diferenciales. La bala de plata, capaz de solucionar
todos los problemas no existe. La problemática es compleja y las soluciones no
pueden ser simples o fáciles. Esto también implica un cambio metodológico en la
forma en la cual se comprende al mercado de trabajo.
probabilidad de que el ingreso medio sea apropiado en igual forma por todos los perceptores. Cuanto
mayor gini, es más baja esta probabilidad, recibiendo una mayor proporción del crecimiento los que más
tienen.
7
Las visiones estructuralistas del desempleo en la actualidad
Como se plantea en la introducción del trabajo, el desempleo se lo puede evaluar a
partir de los dos enfoques estructuralistas de la insuficiencia de demanda, lo cual lo
convierte en más o menos coyuntural y de corto plazo, o de manera más estructural
debido a la insuficiencia de inversión, lo cual no aumenta el potencial productivo para
emplear a la totalidad de la población en edad de trabajar.
El déficit de demanda se soluciona a partir del gasto público y la redistribución de los
ingresos, para lo cual debe haber, además del desempleo, capacidad instalada ociosa,
o sea que el stock de capital supere las necesidades de la demanda efectiva. En este
caso el papel del estado, en sus diferentes jurisdicciones, es central.
Por su parte si el déficit de empleo está dado por una insuficiencia crónica de
inversión, o sea de la ampliación de este stock de capital, la única forma de expandir la
capacidad de empleo de la economía, es a través de una elevada tasa de inversión,
para lo cual, nuevamente, el estado tiene un rol central que cumplir.
Allí viene el viejo debate acerca del modo en el cual se induce la inversión, lo cual
lleva a alternativas muchas veces conflictivas: inversión nacional o capital extranjero?,
industrias básicas o productos diferenciados?, para promoción de exportaciones o
sustitución de importaciones?, bienes de consumo o bienes de capital? En definitiva,
las preguntas sobre el camino del desarrollo y el patrón de crecimiento que la
economía debe tener.
Estas alternativas a veces implican decisiones sin retorno en el corto plazo, y salvo
que se tenga en claro sus implicancias inmediatas, se pueden cometer muchos
errores.
Si se piensa que no hay posibilidades de incrementar la capacidad instalada si no es a
partir de la inversión extranjera directa (IED), se centra la política económica alrededor
de los ejes que mostraron sus limitaciones en los años 90s: apertura de la cuenta de
capital, estabilidad cambiaria (cuando no seguro de cambio y apreciación de la
moneda), libre disponibilidad de las divisas, entre otros factores, que llevaron al espiral
implosivo que desencadenó la crisis.
Si se plantea inversión doméstica, pero los capitalistas son “rentistas” se cae en
distorsiones de la economía, que rápidamente encuentran límites concretos, que
muchas veces se transforman en extorsiones a los gobiernos y el público. Atraso
tecnológico, presiones inflacionarias, desabastecimientos, etc. son experiencias que
se han vivido en nuestro país.
De todas formas, cualquiera de estas dos visiones acerca de las causas del
desempleo, y que no son del todo independientes entre ellas, requiere de un cambio
8
en la forma en que se concibe al mercado de trabajo para la definición de políticas
activas y pasivas tendientes a alcanzar el pleno empleo.
Diferencias entre la oferta de trabajo y de puestos de trabajo
La teoría económica ortodoxa toma a la oferta de trabajo, como aquellos individuos
que están en el mercado buscando una ocupación –por no hablar solo de empleopara ganar un ingreso y así satisfacer sus necesidades. Por su parte, la demanda la
constituyen las empresas que a un precio determinado, contratan a quienes ofertan su
fuerza de trabajo. En definitiva parecería un mercado como cualquier otro, donde hay
precios que lo equilibran.
Este esquema toma a los oferentes como agentes racionales que optan entre ocio y
“negocio”, mientras que los empresarios demandan de manera casi homogénea y con
muy poca diferenciación. En todo caso, cuando se discrimina entre trabajadores
calificados y no calificados se trata de mercados diferenciados y distintos.
El salario, libre de intromisiones, debería ser la productividad marginal del factor
productivo. El desempleo, básicamente un problema de “matching” entre oferta y
demanda. Las soluciones al problema, las de siempre, desregulación, flexibilización
baja de costos, capacitación de los individuos, en resumen, ofertismo.
Por su parte el pensamiento keynesiano tradicional, tal vez un poco estático y pensado
solo en una coyuntura de desempleo involuntario, también considera al trabajo como
un factor homogéneo, que no llega a explicar, no solo diferenciales de salarios,
aunque las productividades crezcan de manera similar, sino diferenciales de
desempleo por calificaciones o destrezas. De algún modo, e intentando integrar la
teoría de la demanda, la oferta de trabajo está definida por la intersección entre la
función de demanda agregada y la oferta agregada, con rendimientos decrecientes a
escala (Ingrid Rima 2000).7
El enfoque “ecléctico” que sugiere Rima, podría integrar “la visión fundamental de
Keynes que encadena empleo, demanda efectiva, producción, y las ganancias
resultantes de ventas”. Dentro de este esquema el volumen de empleo que las firmas
requieren, o sean los puestos de trabajo, de las diferentes calificaciones y
remuneraciones que se ponen en el proceso productivo para que la operación
comercial sea rentable, depende básicamente de la demanda efectiva. Esta curva de
oferta de puestos de trabajo está estrechamente vinculada, no a los costos
laborales, sino al gasto total de la economía, o sea el nivel de la demanda.
7
Rima, Ingrid (2000) Pectoral Changes in Employment: an eclectic perspective on good jobs and poor
jobs Review of Political Economy, Vol. 12, #2.
9
Este concepto es central para entender los diferenciales de salarios entre los empleos,
así como las articulaciones entre sectores formales e informales de la economía, lo
cual dista mucho de las interpretaciones de las teorías del capital humano, basadas en
las decisiones de los individuos, en tanto oferentes de fuerza de trabajo. Los
empleadores ofrecen puestos basados en sus expectativas de realizar las ganancias.
Para que esto suceda las firmas deben tener capacidad instalada excedente para ser
utilizada, o invertir en ampliar el stock de capital. Ambas decisiones, con matices,
dependen de la expectativa de realización de ganancias y obviamente de la demanda
del público.
Las diferencias sectoriales de remuneraciones dependen, de acuerdo a Rima, de las
oportunidades que tienen las firmas de diferentes sectores de beneficiarse de las
respuestas de los consumidores a los nuevos productos, las cuales requieren de una
pirámide de destrezas de los trabajadores diferentes.
En definitiva, los diferenciales sectoriales de remuneraciones dependen la capacidad
que tienen los formadores de precios (sectoriales o individuales) de capturar los
beneficios de economías de escala en los sectores avanzados tecnológicamente. De
no haber cambios en esta dirección, las demandas de calificaciones permanecerían
estables, así como los diferenciales de remuneraciones.
NAIRU vs. NAICU
Para el pensamiento ortodoxo existe una vinculación simplista entre la oferta y la
demanda agregada que hace emerger algunos temas como limitantes al pleno
empleo. Este es el denominado NAIRU o tasa de desempleo de no aceleración
inflacionaria, o sea que existe una tasa de desempleo en las economías que no
genera inflación. Este opera de manera sintética a partir de la demanda agregada,
dada la inflexibilidad de los salarios a ajustar a la baja, y por lo tanto ajustando por
cantidades. Este valor es definido casi como una variable estructural, al margen de
otras consideraciones económicas e institucionales que operan en la economía.
Obviamente este mecanismo opera bajo los supuestos de una oferta de trabajo
“tradicional”, en mercados más o menos competitivos de bienes y servicios, pero no en
lo que hace a la mano de obra.
Si se asume el criterio de análisis a partir de la oferta de puestos de trabajo planteada
en la sección anterior, casi como casilleros de diversas categorías y remuneraciones,
que son ocupados por los trabajadores, el concepto de NAIRU difícilmente se sostiene
de manera elegante. O en todo caso, se estaría en presencia de un problema de falta
de inversión por factores ajenos a la demanda agregada, una insuficiencia de
10
recursos, ya sean externos o domésticos, o condiciones políticas que afectan el
crecimiento del stock de capital.
En este sentido, ante la presencia de presiones inflacionarias en la economía, hay que
pensar en que hay una capacidad ociosa en el aparato productivo a nivel del stock de
capital, que es el que evita la inflación, ya que al aproximarnos al límite de la
capacidad instalada, pude haber presiones a la suba de precios. Este valor, que tiene
fuertes diferencias sectoriales y a nivel de empresas debido al grado de monopolio
(Kalecki 1956), puede variar de manera significativa a lo largo del tiempo. Este
fenómeno, que podemos denominar NAICU, en relación a la capacidad instalada
utilizada, es lo que en definitiva, y de manera no lineal, define el comportamiento de
los precios, mucho más que las supuestas presiones de los trabajadores y los salarios
sobre las ganancias de las empresas.
Esta distinción no es un ejercicio de mero ocio especulativo. En el está el centro de las
políticas que tienden al pleno empleo a partir de la redistribución del ingreso en la
economía. Si se adopta el enfoque NAIRU, se asumiría que la inflación es el resultado
de aumentos salariales que presionan sobre los costos de las empresas, y que una
vez trasladados a los precios, son convalidados por una demanda creciente.
Concordante con esa idea, siempre hay una tasa de desempleo compatible con una
baja inflación. La pregunta del millón está en saber cuan alto y cuan sustentable es el
costo político (y social) del mismo. Aceptar este planteo, a su vez, implica líneas de
acción concretas para controlar la demanda, y a su vez los precios, absolutamente
incompatible con el pleno empleo, salvo que exista un shock de inversión, sin importar
el origen, que amplíe la capacidad instalada de manera tal que permita absorber un
supuesto excedente de mano de obra, sin por ello empujar los precios. Obviamente
este fenómeno encontraría otros problemas adicionales que no se enumeran aquí.
En cambio, cuando la visión que se asume es la de la oferta de puestos, y que las
empresas fijan sus precios con un mark-up a la vez que “convocan” o “licitan” sus
puestos de trabajo, las alternativas para controlar la inflación son absolutamente
compatibles con pleno empleo, siempre que se encaren políticas macroeconómicas y
de ingresos armónicas con esta función objetivo.
Crecimiento, distribución y pleno empleo
Como se menciona a lo largo de este diagnóstico, la forma estructural en que se
interpreta el mercado de trabajo obliga a realzar la importancia de la vinculación del
pleno empleo y la distribución del ingreso con el crecimiento.
Si bien no todos los pobres son desempleados en nuestro país, todos los
desempleados son pobres, lo cual suena a verdad de Perogrullo, e implica una
11
condición de sub-consumo que reduce el potencial de la demanda agregada, y por lo
tanto de crecimiento de la economía y la generación de nuevas inversiones y puestos
de trabajo.
Dentro de este contexto no caben dudas que el pleno empleo es una condición
necesaria, aunque no suficiente,8 para reducir los déficit de satisfacciones de
necesidades básicas de los individuos y los hogares. Esto implica que las empresas
ofertarán menos puestos de trabajo de los que se podría, como producto de este
déficit de demanda, y por lo tanto se estaría en presencia de un espiral implosivo,
como el que ocurrió en el último tercio de los 90s y comienzo de esta década, donde
las expectativas empresarias se ajustaron a mercados cada vez más limitados y
segmentados.
Nada mejor que el pleno empleo para conseguir el pleno empleo...
Puede que el título de la sección resulte a un tautología en el sentido más valorativo
de la palabra, pero no lo es. Si el objetivo es el pleno empleo, sin lugar a dudas el
estado tiene un rol activo que cumplir en esta dirección y considerar la posibilidad de
convertirse en empleador de última instancia (EUI) para poder sostener de manera anti
cíclica los niveles de demanda agregada de forma tal que se estabilicen las
expectativas empresarias y se pueda poner a disposición de la economía el número de
puestos de trabajo necesarios para mantener a todos lo que así lo desean empleados
o con trabajo.
Indudablemente, ante la perspectiva de que las fluctuaciones de la economía no van a
impactar de manera negativa en la demanda de bienes y servicios con la severidad
que marcan los ciclos económicos en nuestro país, las empresas pueden encarar
alternativas de inversión con mayor previsibilidad que en caso de no ser así, donde
siempre operan en condiciones sub óptimas.
La idea es crear lo que se denomina un “buffer stock” o amortiguador a los ciclos,
donde todos aquellos que desean trabajar a una remuneración fijada, lo más cerca
posible del Salario Mínimo Vital y Móvil, puedan hacerlo. De este modo se garantiza la
estabilidad del sistema.
Por su parte, el estado puede utilizar esta mano de obra para objetivos sociales o
productivos, apoyando en actividades, como lo hace ahora el Plan Jefes de Hogar,
comunitarias, vecinales, municipales, etc. a las personas, o directamente haciendo las
obras de inversión necesarias para ampliar la capacidad productiva del sector privado.
8
La insuficiencia está dada por los salarios bajos. Si los salarios superan la línea de la pobreza, esta
condición es cubierta.
12
Estas comprenden sistemas de irrigación y desagües en las zonas rurales,
construcción y mantenimientos de caminos, obras de electricidad, etc. que en definitiva
redundan en ampliación del potencial productivo.
Nuevas relaciones institucionales
Más allá de las críticas que se le pueden hacer al Plan Jefes de Hogar, si alguna
enseñanza dejó, es el hecho de haber promovido una nueva institucionalidad, donde
las actividades públicas convergieron hacia intereses de los individuos, en especial los
más necesitados, generando un proceso de apropiación de los bienes y servicios allí
generados por parte de los mismos.
Este bosquejo de nueva institucionalidad se debe ampliar y reproducir entre las
diferentes jurisdicciones del estado nacional, provincial y municipal, ya que es la única
forma de evitar abusos, generar participación y desarrollo de un capital social, que
luego se transforma en beneficios para todos.
La asignación de un derecho de inclusión laboral redefine las responsabilidades del
estado hacia los ciudadanos, y la existencia de objetivos y contraprestación lo hace en
el modo en que los ciudadanos se relacionan con los gobernantes. La legitimidad de
las políticas económicas y sociales depende de estos factores.
Insuficiencia ante la gravedad de la situación
Sin lugar a dudas, con un tercio de la población bajo la línea definida por la canasta
básica y en un proceso crónico de reproducción intertemporal de la pobreza, pensar
que con el solo empleo se resuelven los problemas, es un tanto cándido. Es
fundamental inducir a otros tipos de intervenciones de políticas, que se articulan con la
anterior, a la vez que restauran articulaciones a nivel comunitario que vienen siendo
agredidas y desmanteladas desde la dictadura militar hasta nuestros días.
Es central establecer un esquema amplio de universalización de las asignaciones
familiares, medida de claro impacto redistributivo, y que ayuda a superar la pobreza,
para todos los niños que habitan en el país. Esto no significa abandonar las
reivindicaciones retributivas de las que hoy gozan los trabajadores registrados, sino
que es un ampliación de las mismas, y que por ser universal, debería estar a su vez,
deducido para los que tienen ingresos más altos, del impuesto a las ganancias.
También para cortar la reproducción de la pobreza es central el proceso educativo.
Este requiere, entre otros temas que serán discutidos en los ámbitos pertinentes, un
sistema de becas de retención escolar, complementario del esquema anteriormente
planteado de las asignaciones familiares, que permita asistir a la educación formal,
13
que es el mejor ámbito de entrenamiento para los jóvenes, y finalizar los estudios a
aquellos que son la base de la fuerza de trabajo en los años por venir.
Finalmente, no solo como estricta justicia distributiva, sino también como factor de
peso económico a nivel macro, y también de las regiones y los hogares, es central un
sistema de protección social para los adultos mayores que perdieron la seguridad
social por los desarrollos negativos que tuvo el mercado de trabajo en las últimas
décadas.
14
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