Cartas encontradas - Ayuntamiento

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Benagéber, a 4 de enero de 1946
Mi querido Luis,
Espero que al recibo de estas letras estés bien, yo así lo estoy, gracias a Dios, aunque me
embargue la pena.
Son muchas las cosas que tengo que decirte y no encuentro las palabras. Quisiera ser como
tú que hablas como los señoritos con estudios. No me canso de leer las cartas que me escribes,
con las cosas tan bonitas que dices, como eso de: “Corazón que siempre amara,/ irradiando
gran bondad, /daría yo la eternidad, /antes de que se truncara/ el amor que yo te siento/ futura
esposa, mi amada”. Sé muy bien que no eres como los demás del pueblo, tú tienes alma de
poeta. Con tus palabras me haces sentir que sigo viva y haces que me emocione al saber de tu
amor en un momento en el que aquí en el pueblo somos ya todos unos fantasmas.
Verás, Luis, aunque parecía que no fuera a ocurrir nunca, el día de marchar ya ha llegado.
Nos obligan a irnos y no sabemos exactamente ni a dónde. Dicen por ahí que no tenemos ni
las casas hechas.
Cuando firmaron el principio de las obras del pantano, aquel fatídico 6 de abril del 1932, se
nos vino el mundo abajo, pero con la guerra y tanta penuria, han ido pasando los años y ahora
¿quién iba a pensar que después de todo lo que hemos sufrido nos quede vivir aún lo peor?
¡Cuánto lloro que hayas tenido que huir tan lejos, la maldita guerra, porque tenerte cerca me
daría más fuerzas para afrontar esta situación tan desgraciada!
¡No puedo dejar de llorar al pensar en tantos recuerdos y vivencias que se quedarán anegados
bajo las aguas!
Nos dicen que no podemos quedarnos aquí más allá de la primavera. Será esta primavera de
1946 la más triste de todas. Dejaremos las casas donde nacimos nosotros y murieron los
nuestros, se desdibujará bajo las aguas el camino que recorríamos cada tarde cogidos de la
mano, la plaza donde jugábamos siendo niños, nuestros campos... ¡Todo lo que forma parte de
nuestra vida!
Yo también siento que me ahogo junto a todo lo que quedará sumergido en el pantano. Me
ahogo en mi llanto y en mi desconsuelo al tener la desgracia añadida de que no puedas estar a
mi lado, mi queridísimo Luis.
Sólo nos queda recoger los cuatro trastos que tenemos y marcharnos. Adiós a nuestra casa, a
nuestro pueblo, a nuestro paisaje, a nuestros muertos, a nuestro primer beso detrás de aquel
árbol, ¿te acuerdas?
Hasta pronto. Siempre tuya, ésta que te quiere
Teresa
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P.D:
El Instituto Nacional de Colonización ha confeccionado 75 lotes compuestos de tierras y casa
para 75 colonos en la Masía de San Antonio y el Pla del Pou. No sé en qué condiciones
podremos acceder a ellas. Espero en la próxima carta poder mandarte una dirección y darte
más detalles de todo.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------Montpellier, 14 de febrero de 1946
Mi querida Teresa:
Siento en lo más profundo de mi alma que estés pasando sola por esta grave penuria. Me
invade la rabia y la tristeza de verte sufrir y no poder abrazarte ni estar a tu lado para afrontar
todo esto juntos.
Pero quiero que recuerdes, querida mía, que nada ni nadie podrá hacer desparecer los
recuerdos ni las vivencias que forman parte de nosotros. Será duro comenzar una nueva vida,
en un nuevo entorno, pero no partimos de la nada porque llevamos con nosotros lo que somos
y hemos sido, la herencia de nuestros antepasados y los recuerdos de toda una vida que nadie
podrá quitarnos, por mucha agua que tenga ese pantano. Claro que recuerdo aquel árbol, sigue
en mi memoria junto al gesto de tu cara al besarte, el olor del campo, el azul del cielo....
Sabes, aquí se celebra hoy el día de los enamorados. Te escribo inspirado en tu sonrisa, tus
ojos, tu valentía, en todo lo que me da fuerzas para seguir lejos de lo que quiero y con la
impotencia de no poder estar con los míos ahora que tanto me necesitan.
Déjame que te diga estos versos que he hecho para ti: “Frases no encuentro, cariño,/en que yo
pueda expresar,/lo mucho que te puedo amar,/igual que le pasa a un niño./ Sabes que te quiero
bien, /que orgulloso estoy de ti,/ que te echo mucho en falta/y sufro de verte sufrir./ Eres tú mi
vida entera/ me lo dicta el corazón./ Jamás dejaré de amarte, /tú serás siempre mi amor”.
Piensa en esto cuando abandones el pueblo. Nosotros nos encargaremos de no olvidar lo que
dejamos atrás. Pero hay que seguir adelante, luchar por sacar provecho de las nuevas tierras,
hacer de las casas que nos den, un hogar. Nos costará muchas lágrimas, pero hay que ser
fuertes porque no hay marcha atrás. Será como dices una triste primavera la del 1946, pero
llegarán otras mejores ... Para nuestros hijos su hogar estará en el pueblo que entre todos
formemos, hay que mirar al futuro por ellos.
Sabes que te quiero así como eres, con tus miedos y con tus esperanzas. Juro que lucharé para
conseguir estar pronto a tu lado, quiero serte útil. Jamás dejaré de quererte y de demostrártelo
y nunca me cansaré de repetirte lo feliz que me haces.
Con todo mi amor, Luis.
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---------------------------------------------------------------------------------------------------------------Teresa y Luis tardaron más de cinco años en poder reunirse. Los primeros años fueron
especialmente duros para todos por la baja rentabilidad de las tierras recientemente puestas en
producción, las continuas averías del pozo de riego, las viviendas sin terminar...
El día 27 de mayo de 1952 se efectuó la entrega de llaves de las nuevas viviendas a los
colonos. Teresa y Luis volvían a tener una casa.
El día 5 de agosto de 1957, en el Boletín Oficial del Estado núm. 199, apareció el Decreto del
día 11 de julio del mismo año por el que se constituye San Antonio de Benagéber en Entidad
Local Menor dependiente del municipio de Paterna. Teresa y Luis ya eran padres de dos hijos.
El día 8 de Abril de 1997 se publicó el decreto nº 147/97 en el Diario Oficial de la Generalitat
Valenciana por el que se declaraba a San Antonio de Benagéber municipio independiente.
Teresa y Luis lo pudieron celebrar junto a su familia.
Yo soy nieta de Teresa y Luis. Mi abuela me encomendó un baúl con sus pertenencias poco
antes de morir. Contenía unas pocas joyas, ropa de ajuar y una caja de cartón con sesenta y
dos cartas. Son las cartas que mis abuelos se escribieron mientras estuvieron separados, entre
las que están estas dos que he dado a conocer. Gracias a ellas he sabido los muchos
sacrificios, desdichas y sufrimientos que causó no solo la guerra, sino también la marcha
forzada de Benagéber. Pero, sobre todo, he sabido del amor que siempre se han tenido el uno
al otro. Porque en cada una de las cartas, aunque hablaran de desgracias, de hambre, de
penurias... siempre encontraban un lugar para declararse su amor: el abuelo añadía sus versos
de rima fácil y algo rudimentarios, inspirados en ella, y la abuela, simplemente, le decía lo
mucho que le quería y lo insoportable que era la vida sin él.
Puedo deciros que Teresa y Luis sintieron como suyo el nuevo pueblo de San Antonio desde
el instante en que nació su primer hijo. Pero también tengo que decir que fueron muchos los
momentos de nostalgia que guardaron para ellos. Mi abuela recordaba a menudo la vena
poética del abuelo y, en momentos de confidencias, me recitaba esos versos que, de tanto
haber leído, se sabía de memoria.
Por su parte, el abuelo cumplió con la promesa de seguir adelante sin olvidar lo que dejaron
atrás. Tanto es así, que su último poema lo tituló: “El primer beso”. Hablaba de la cara de
sorpresa de la abuela cuando la besó por primera vez detrás de aquel árbol, del olor del
campo, del color tan azul del cielo... y se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar aquel
árbol sepultado, junto a todo un pueblo, en el fondo del pantano.
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