Ruta “MARCHENILLA, CASTILLO Y MOLINOS” Guía: Fecha: 07 DE OCTUBRE DE 1995 Lugar: Alcalá de Guadaíra Distancia: 4 km. lineal. Duración: 3 a 4 horas. Dificultad: Baja Calificación: sobresaliente. Descripción: Habíamos quedado el la venta de “El Junco”, lugar que se encuentra en las proximidades del castillo de Marchenilla. Tras una breve espera, más de cuarenta personas acudieron en esta ocasión a realizar la ruta. Nuestra intención era llegar hasta el molino de La Boca y dirigirnos desde allí hacia el castillo, donde habíamos solicitado el correspondiente permiso para visitarlo. Comenzamos la ruta atravesando el arroyo, por una pasada que hoy día no existe, buscando el camino que bordea la fábrica de Tableros del Sur. El primer molino, el de Pedro o Pared Alta, apareció rápidamente ante nosotros, tras el picadero de El Junco. Una atarjea de gran longitud daba paso al edificio que servía de vivienda y molino harinero. Este molino se encontraba en muy buenas condiciones de conservación, no hay duda que el hecho de estar habitado ha influido en su mantenimiento. El arroyo fluye a la izquierda y acompañándolo unos metros más abajo vimos unos viejos sauces mimbreras y, entre ellos, los restos del molino de Cañiveralejos. El molino se reducía a la atarjea y los cubos. El agua se precipitaba desde la atarjea formando una pequeña charca bajo los cubos. El arroyo se desvía hacia la izquierda alejándose del camino, quedando entre ambos una pradera donde unas vacas pastaban tranquilamente. En el arroyo pudimos, ver entre otras especies de plantas, un gran cañaveral y unas grandes matas, que nacían en el mismo cauce, con hojas en forma de orejas de elefantes, se trataba de la Colocasia Esculenta o Capa de la reina, una arácea que proviene del sudeste asiático y se ha naturalizado en el suroeste de la península Ibérica. Continuamos la marcha y dejamos a tras una vaqueriza, lo que queda del antiguo molino de Pasadilla. Si nos acercamos por su parte trasera, podremos ver aún la atarjea. El camino va girando hacia la derecha, al igual que el arroyo, y junto al camino vemos unas casuarinas, entre las que volvemos a ver otro molino, se trata del molino de Granadillo. Este molino también se encuentra en muy buen estado de conservación, pues sus dueños viven en él todo el año. Junto al molino pudimos ver una pequeña huerta, unos olivos y algunos frutales. Algunos animales de granja correteaban por los alrededores. Los restos del molino de Hornillo se encontraban a continuación, del que destacaba un gran contrafuerte. Nos acercamos a ellos. Subimos a su atarjea y nos acercamos hasta los cubos. Algunos entraron entre las ruinas y visitaron la sala de la molienda, en la planta baja. Sin duda este molino tuvo gran porte, pero el paso de los años y el abandono están dando buena cuenta de él. Abandonamos el camino y seguimos ahora el arroyo por su margen izquierda. Vemos el molino de San José y su atarjea, aún en bastante buen estado a pesar de ser usado como vaqueriza y, por último, ya junto al río llegamos a los restos del molino de La boca, del que destaca su fuerte atarjea que defendía al molino de las crecidas del Guadaíra. Entramos en el molino y fuimos hacia la sala de molienda y todavía pudimos ver varias piedras usadas muchos años tras en el duro trabajo del molinero. Abandonamos el molino y nos fuimos paseando río arriba, entre eucaliptos, hacia la desembocadura del arroyo de Marchenilla. Cruzamos el arroyo sin problemas y tras un breve descanso, nos dirigimos hacia nuestra próxima visita, el castillo de Marchenilla. Acompañamos el arroyo hasta el molino de Pasadilla y allí tomamos un camino hacia la entrada del castillo, para lo cual hay que acercarse a la carretera de Alcalá-Morón. Llegamos a las puertas del castillo y accedimos a una terraza exterior. La puerta, que da acceso al patio interior donde abundaban las flores, se encontraba abierta, y un gran mastín hacía de guardián. Llamamos y apareció rápidamente un empleado que, tras una breve presentación, nos invitó a entrar y realizó las labores de guía. Primero conocimos el hermoso patio, que contaba con un pozo con brocal, a cuyo alrededor se disponían los edificios más singulares del castillo, la torre del homenaje, la vivienda de los señores y la capilla. Subimos a la torre, con más de 16 metros de altura y, desde ella pudimos tener unas magníficas vistas de todas las tierras cercanas, las Majadillas, donde una cantera estaba destrozando el alcor, Marchenilla, el Rincón de Alcalá, Trujillo, etc. Esta torre posee en sus mechinales una de las colonias más importante de cernícalos primillas de Andalucía. Bajamos de la torre y, traspasar por un pasillo, accedimos a un nuevo patio, bastante mayor, que servía para dar cobijo a algunos animales. Este patio está rodeado de fuertes muros y unas torres cilíndricas, con arcos polilobulados, destacan sobre ellos. Volvimos al patio principal para visitar la iglesia y en ese momento vimos como un señor alto y muy mayor nos esperaba, se trataba del dueño del castillo. El fue el que nos enseñó la pequeña capilla, algo abandonada, donde sólo quedaban algunos libros religiosos y algunos recuerdos familiares. Tras la visita a la capilla nos detuvimos un momento en el patio despidiéndonos de sus moradores y agradeciéndoles la acogida que nos habían brindado. Abandonamos el castillo y nos dirigimos de vuelta a la venta de El Junco. Dejamos atrás la fuente de Cañiveralejos, unos chalets y, ya en la Venta, dimos por acabada la ruta, aunque muchos nos dispusimos a descansar un rato en este lugar, tomandonos unos refrescos y compartir la experiencia vivida durante la jornada.