a 200 años de la batalla de la victoria

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Rebelde
a 200 años de la batalla
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de la victoria
La Batalla de La Victoria y su lección para la juventud
Inmediatamente, Ribas hizo salir de la posición a ciento
cincuenta hombres al mando de Mariano Montilla, de
los cuales cien de ellos eran de caballería, que rompiendo la línea enemiga, protegieron la entrada de las tropas
que llegaban con Campo Elías. Con este valioso auxilio,
los patriotas emprendieron un duro contraataque que
permitió retomar las posiciones que ocupaba el enemigo. Y a las cinco y media de la tarde, las huestes de Morales escapaban precipitadamente por las montañas en
dirección hacia El Pao. El campo de batalla quedaba
regado de cadáveres y pertrechos. Los patriotas iniciaron la persecución de los derrotados, pero al caer la noche, Ribas ordenó su regreso para reunir a todas las
tropas en la ciudad. Así culminaba la gloriosa hazaña de
La Victoria. Y así, aquellos jóvenes, sellarían para la historia su valiente sacrificio en defensa de la patria.
Los documentos de la época estiman que la mayor
parte de los enemigos murieron en el enfrentamiento.
Por su parte, los patriotas tuvieron unos cien combatientes muertos y más de trescientos heridos. Entre las
bajas podemos contar al valiente coronel Luis María
Rivas Dávila, quien, según aparece publicado el 21 de
febrero de 1814, en el No. 43 de la Gaceta de Caracas,
antes de morir dijo: “Tomad esta bala… (Dixo a un soldado a presencia del Cirujano que se la había extraído)
llevadla a mi esposa y decidle la conserve y se acuerde
que a ella debo el momento más glorioso de mi vida,
aquel en que perecido defendiendo la causa de mi suelo
(…) Muero contento ¡Viva la República!”.
Al día siguiente de la batalla, el 13 de febrero, en las
alturas de Pantanero se presentaron algunos destacamentos realistas para seguir hostigando a los patriotas.
Sin embargo, fueron desalojados del lugar por las tropas republicanas. En esta acción perdió la vida el capitán de cazadores Rudecindo Canelón.
De las acciones militares de nuestra Independencia,
la Batalla de La Victoria ha cobrado tanta importancia
en los anales históricos, que por motivo de aquella
triunfal jornada, obtenida por los patriotas el 12 de febrero de 1814, cada año conmemoramos el día de la
juventud, pues cuando los enemigos crecían en fuerzas
y golpeaban por todas partes el corazón de la patria,
unos jóvenes heroicos se elevaron vencedores en medio
de una guerra sin cuartel y a muerte, dando la mejor
lección de lucha para la posteridad.
Era el año catorce. Pocos meses antes Simón Bolívar
había establecido la Segunda República, luego de su
fulgurante Campaña Admirable el año anterior. Pero
ahora los enemigos de la Independencia acechan a los
patriotas. La guerra se intensifica. Y los pronósticos
para este año no parecen halagadores. Una Legión Infernal se levanta en los llanos occidentales bajo el mando de José Tomás Boves, jefe español temible e implacable, y amenazan los hermosos valles de Aragua. Los
jefes criollos hacen enormes esfuerzos para contener el
peligro inminente. Pero la derrota republicana en el
combate de La Puerta, el 3 de febrero, abre el camino
para que las huestes de Boves avancen hasta La Victoria, donde tendrá lugar la memorable batalla.
Ese doce de febrero, de hace 200 años, las tropas españolas mandadas ahora por Francisco Tomás Morales
—pues Boves había resultado herido en la batalla de La
Puerta—, comenzaron el avance en dos columnas, la
más numerosa intentaba entrar por la zona de Pantane2
ro, al sur de La Victoria, la otra columna, lo hacía por el
camino de San Mateo. Las tropas atacantes contaban
con cerca de 3.500 soldados, y 2.500 de ellos eran jinetes. Los defensores de la ciudad, bajo el mando del general patriota José Félix Ribas, apenas alcanzaban 1.500
soldados, de los cuales, unos 800 formaban la división
organizada en Caracas, llegada a La Victoria el 10 de
febrero con Ribas. Los republicanos, contaban, además,
con cinco piezas de artillería.
El fuego de los fusiles y la artillería resonaba desde las
ocho de la mañana. Así lo dice Ribas en el parte de la
batalla, publicado en el No. 40 de la Gaceta de Caracas.
Y obstinado el enemigo en el avance, ganaba terreno a
los defensores, tomando El Calvario y el Pantanero, cercando así a los jóvenes patriotas en la plaza mayor de la
ciudad, transformada ahora en una trinchera resistente.
Morales insistía en repetidas cargas de caballería contra
los patriotas, esperando con cada choque abrir una brecha en la defensa. Las tropas de Ribas, cada vez más
diezmadas, mantuvieron una actitud firme para detener al enemigo.
Así se prolongó el combate hasta las cuatro y media
de la tarde, cuando desde la torre de la iglesia, se observó una polvareda por el camino de San Mateo, que a lo
lejos anunciaba la llegada de refuerzos para los republicanos. Sin dudar, Ribas supo que se trataba de una división enviada por Bolívar para su auxilio, que en número
de 220 hombres, bajo el mando de Vicente Campo
Elías, llegaban a La Victoria procedentes de La Cabrera.
En el Boletín del Ejército Libertador No. 35, fechado
en el Cuartel General de Valencia el 16 de febrero de
1814, el general Ribas recomienda por su conducta distinguida en la batalla de La Victoria al mayor general
Mariano Montilla, a los tenientes coroneles Vicente
Campo Elías, Antonio Flores, Ramón Ayala, Carlos
Soublette y José Jugo; los capitanes Casimiro Esparragosa y Hermógenes Maza, así como a los soldados Veneno y Huesito. El Libertador, al tener conocimiento
del brillante triunfo, envió desde Valencia una elogiosa
proclama, dirigida el 13 de febrero a los “Soldados del
Ejército Vencedor en La Victoria”, por la cual les dice
haber sido escogidos por “…la Providencia para vengar
la virtud sobre la tierra, dar libertad a vuestros hermanos, y anonadar con ignominia esas numerosas tropas,
acaudilladas por el más perverso de los tiranos”. En esta
proclama, el Libertador confiere a Ribas el título de
Vencedor de los Tiranos en La Victoria”.
La jornada de La Victoria ha dejado para las siguientes generaciones una valiosa lección, una llena
de coraje, entrega, sacrificio y fuerza moral. Y la juventud presente y futura, debe encargarse de cultivar
estos valores dignos de todo revolucionario. En el
campo aleccionador de la historia, el triunfo obtenido
por los jóvenes patriotas aquel 12 de febrero de 1814,
ofrece el mejor ejemplo para alcanzar los ideales que
nos enrumban hacia una gran nación.
Félix Alberto Ojeda Urbáez
Juventud Rebelde
PROCLAMA DEL
LIBERTADOR DIRIGIDA
A LOS HABITANTES DE LA
PROVINCIA DE CARACAS,
FECHADA EN VALENCIA EL
5 DE FEBRERO DE 1814
Habitantes de la Provincia de
Caracas:
Un jefe de bandidos, conocido
por su atrocidad, el perverso Boves
ha podido penetrar hasta la Villa
de Cura, reuniendo esas cuadrillas
de salteadores esparcidos en los
caminos de los Llanos. Ejércitos
disciplinados no han podido
avasallarnos, y sólo han combatido
para su oprobio: ¿y una irrupción
de viles asesinos podría, pueblos
generosos, envilecer vuestro
indómito brío? ¿Podrían ser alguna
vez infamados esos venezolanos
invencibles, terror de la España,
honor de la América, admiración
del mundo? No, vuestra indignación exaltada vuela ya con una
noble cólera, a castigar tantos
ultrajes. Armaos en el instante,
pueblos todos; que un ladrón no
puede desolar ni deshonrar impunemente; corred a presentaros en
La Victoria y Valencia, inflamados
de ese valor sublime que os dio el
imperio de Venezuela.
¡Republicanos impertérritos! Que
en el terrible campo de batalla
vengasteis con tanta gloria las
vejaciones de la España. Hoy la
libertad, el honor y la religión
insultada por la más despreciable
facción, os llaman con sus sagradas
voces. Seguid a vuestro Jefe, que os
ha conducido siempre a la victoria,
y os ha dado la libertad.
Cuartel General de Valencia,
febrero 5 de 1814.
SIMÓN BOLÍVAR.
DOCUMENTO 677. Proclama del Libertador dirigida a
los habitantes de la Provincia de Caracas, fechada en
Valencia el 5 de febrero de 1814. Correspondencia Oficial.
Periodo
od
del 1 de enero al 7 de septiembre de 1814. www.
archivodellibertador.gob.ve
Fotografía tomada de http://lavictoria.victoriacomunal.com/
Calle Real (hoy Rivas Dávila) de La Victoria, en 1906. La foto capta agasajos al general Cipriano Castro.
En esta calle se desarrolló la mayor parte de la batalla del 12 de febrero de 1812.
El llamado al combate
Entre los meses de octubre y diciembre de 1813, el Libertador organizó un plan de defensa que echaría las primeras bases del Ejército de la República. No sólo reglamentaría los
ascensos, los uniformes y los sueldos para la tropa, sino que
también crearía los “Cuerpos Cívicos”, “…para armarlos y formarlos inmediatamente”, destinados al combate.
Así, el 21 de diciembre de 1813, desde el Cuartel de Valencia, escribe, como Ley Marcial del Estado: “Todo individuo
que no haya pasado la edad de quarenta años se presentará en
el momento ante el Comandante Militar del partido —se refiere a los capitulares— a que pertenezca para alistarse en el
Cuerpo-cívico, llevando todas las armas, y caballería que posea sin excepción alguna”.
En enero de 1814, con Boves agrupando fuerzas en los Valles de Aragua, el Libertador ordena la construcción de una
ciudadela militar en Caracas para refugio de la población civil
y de los valores, para las provisiones y los materiales de guerra
y, sobre todo, para resistir ante el avance realista. Juan Bautista Arismendi, Coronel de los Ejércitos Nacionales, refleja lo
que se respiraba entonces: “Que a las doce de esta tarde deberán hallarse en la Plaza de la Catedral todos los individuos,
desde la edad de doce años hasta la de sesenta, sin excepción
alguna, con las armas que cada uno tenga […] para formar
compañías, y establecer un plan de defensa en esta Capital,
con advertencia que el que no cumpliere esta orden, será tratado como reo de Lesa-Patria, y por lo tanto en el mismo día
juzgado militarmente”.
Carlos Alfredo Marín
José Félix Ribas y la imperiosa movilización
El panorama era terrorífico: el 3 de febrero de 1814, el general republicano Vicente Campo Elías era derrotado en La
Puerta por las tropas de Boves; en esta perspectiva, Caracas
se colocaba como presa fácil para los 12 mil hombres del
ávido asturiano. Boves organizaría sus huestes en Villa de
Cura disponiéndolas en tres columnas: una quedaría allí
como reserva; otra marcharía a Caracas por los Valles del
Tuy al mando de Francisco Rosete; la otra estaría bajo las
órdenes de Francisco Tomás Morales con un fin eminente:
cortar las comunicaciones entre Bolívar y Ribas, el primero
en Valencia y el segundo en Caracas. Frente a esto, la
labor de Ribas —ascendido a general de división de
los Ejércitos de Venezuela en octubre de 1813—
era, con orden expresa del Libertador, defender la
consolidación de la República en la región central.
Estratega incansable, veremos a Ribas, desde el 12 de enero hasta el 7 de febrero de 1814, reclutando, entrenando, administrando y disciplinando a los nuevos combatientes, moviéndose entre Caracas y La Guaira. Carteles y efusivos
bandos aparecían pegados en todas las esquinas; los toques
de corneta hacían temblar a mujeres y hombres; y en las plazas públicas los pelotones de fusilamiento efectuaban la ejecución de los que se negaban a enlistarse. Ribas, ante la poca
afluencia de voluntarios, advirtió categóricamente: “Se repetirá pues, el toque de alarma a las 4 de la tarde de este día, y
todo aquel que no se presente a la Plaza Mayor o el Cantón
de Capuchinos, y se le encontrase en la calle o en su casa sea
de la edad o condición que fuese será pasado por las armas
sin más que tres horas de capilla, ni otra justificación que la
bastante para ser constancia su inasistencia”.
Carlos Alfredo Marín
Croquís de la batalla. Tomado de Héctor Bencomo Barrios,
El general en jefe José Félix Ribas.&DUDFDV2¿FLQD7pFQLFDGHO0LQLVWHULRGHOD'HIHQVD
Los estudiantes dan el paso decisivo
Iglesia matriz Nuestra Señora de Guadalupe. Entre las instalaciones de esta iglesia y las
casas circundantes, los jóvenes estudiantes de las milicias cívicas de Ribas se atrincheraron
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A pesar de que el Rector de la Universidad de Caracas, Gabriel Lindo, estuvo en contra de la decisión, 85
estudiantes universitarios respondieron al llamado
urgente del General Ribas. Para aquella época la población estudiantil no pasaba de 100 matriculados,
debido al pésimo estado de las instalaciones que dejara el terremoto de 1812 y dada la escasez de docentes.
Entre los 12 y los 19 años oscilaba la edad del grupo
de adolescentes que cambiaban el libro por el fusil y la
lanza, y la apacibilidad del aula por la ferocidad del
campo de batalla. Ribas personalmente les enseñaría
a sujetar los rifles, sostener el machete, armar las barricadas y otras claves para el combate. “Todos marchan contentos; diríase que están de vacaciones ¡Pobres niños! ¡Ligero bozo sombrea apenas la sangre
generosa de sus padres que sienten correr ardiente
por las venas, y ya van a derramarla! ¡La Patria lo reclama!”, comentará Eduardo Blanco muchos años
después en su Venezuela Heroica.
Dionisio Centeno Mejía, de 17 años de edad, sería
uno de estos valientes mozos. Estudiante del Seminario al momento en que fue reclutado, Centeno
Mejía es tan sólo un caso luminoso de los tantos que
nutrían aquel grupo: combatiría en Vigirima, en El
Salado y en Maturín, y llegaría a obtener el rango de
Capitán de Milicia. Así, pues, el General Ribas, en la
mañana del 8 de febrero de 1814, partió con sus
1500 combatientes y cinco piezas de artillería hacia
la población aragüeña de La Victoria —localidad
donde confluyen el camino de Valencia hacia Caracas y el sendero de los llanos—, sitio escogido por él
para frenar el avance de Boves. El Libertador, desde
el Cuartel General de Valencia, lanzó una fulgurante
proclama en apoyo a la tropa de Ribas, horas antes
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de la batalla: “Hoy la Libertad, el Honor y la Religión
insultada por la más despreciable facción, os llaman
con sus sagradas voces. Seguid a vuestro Jefe, que os
ha conducido siempre a la Victoria, y os ha dado la
Libertad”. 12 de febrero de 1814: “Necesario es vencer. ¡Viva la República!”
El 10 de febrero llega el ejército de Ribas a La Victoria. La estrategia sería, sobre todo, defensiva: el
ejército realista lo triplicaba en número. Después de
algunas escaramuzas iniciales, en las poblaciones de
San Mateo y Pantanero, con la tropa enemiga dirigida por Morales —Boves, herido, se había quedado
en Villa de Cura—, Ribas retrocede al casco interior
de la ciudad. Allí, en la plaza central, organiza una
táctica en cuadrícula: los hombres más experimentados ocupan los sitios más visibles, mientras que
los jóvenes se atrincheran en improvisados muros y
paredones, entre las instalaciones de la iglesia y las
casas circunvecinas.
Paciente, la milicia heroica de Ribas sólo esperaba
la acometida salvaje, pero contando con algo a su favor: el atrincheramiento tenaz hacía dif ícil el ataque
de la caballería, y los escombros y las barricadas desesperarían al enemigo.
La tierra se estremeció al amanecer del 12 de febrero. Justo al ver la cabalgata asesina que se aproximaba
a pocos kilómetros de distancia, Ribas eleva su espada y grita: “Soldados: lo que tanto hemos deseado va
a realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces mayor es
el ejército que trae a combatirnos; pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del
furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor
de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostradles
vuestra omnipotencia. En esta jornada que ha de ser
memorable, ni aun podemos optar entre vencer o
morir: necesario es vencer. ¡Viva la República!”. Todo
ardería: cañones, fusilería, bayonetas, lanzas y cuchillos; los gritos pavorosos de los soldados caídos y el
resuello de los caballos espantados abundaron en
aquella escena sangrienta.
La táctica de Ribas estaba resultando efectiva: Morales, el jefe de la operación realista, imbuido en la
superioridad numérica de su tropa, mandaba a sus
jinetes y soldados ciegamente al callejón de la muerte.
Había que resistir. Y así lo hicieron: por cada cinco
realistas, moría un republicano.
A las cuatro de tarde, cuando ya las fuerzas atrincheradas de los independentistas rayaban en la desesperación, apareció por entre la tormenta de humo y
tierra el refuerzo tan esperado de Vicente Campo
Elías y Antonio Ricaurte, con 400 hombres de caballería, desde las afueras de San Mateo. Aprovechando
esto, Ribas, con sus 100 mejores hombres, procedió a
cubrir al refuerzo y a romper las líneas enemigas con
irrefutable bizarría: no había lugar para los prisioneros y todo el que caía en manos adversarias era ejecutado sin compasión. A las siete de la noche, en medio
de aquel océano de sangre, los realistas huyeron despavoridos en el desorden. Así cumplía el ejército de
Ribas con la Patria.
Carlos Alfredo Marín
Juventud Rebelde
José Félix Ribas: el vencedor de los tiranos
Corría el mes de septiembre del año 1775 y en la casa
de los Ribas, se afinaban los últimos detalles para recibir con gran júbilo la llegada del nuevo miembro del
clan. Sus padres, don Marcos Ribas y doña Petronila
de Herrera, felices con el nacimiento del último de sus
once hijos, decidieron darle el nombre de José Félix.
Durante su juventud forjó una personalidad rebelde
e impetuosa, dispuesta a luchar por la defensa de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano difundidos en
territorio americano por los primeros rebeldes que alzaron su voz en contra del monarca español. Seducido
por estos ideales, se sumó al grupo de jóvenes que en
reuniones clandestinas planificaba las estrategias para
derrumbar las bases del sistema colonial.
Desde temprana edad el ilustre representante de los
pardos tuvo una destacada participación en las campañas militares lideradas por Francisco de Miranda y
Simón Bolívar. En 1812, el general veterano demandó
su presencia en la contraofensiva dispuesta para acabar
con las tropas de Monteverde, sin embargo, triunfaron
los realistas y cientos de criollos fueron condenados al
destierro.
Tras la derrota, Ribas marchó al exilio con rumbo hacia Nueva Granada, tierra de reencuentros; allí volvería
a reunirse con Simón Bolívar quien repuesto y decidido,
tomó la determinación de marchar sobre territorio venezolano en un esfuerzo titánico para liberarlo del yugo
español. En 1813 se les ve juntos combatiendo al lado
de destacados personajes como Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, Rafael Urdaneta y Luciano D’Elhuyar.
En el mes de julio, el hijo de Caracas se alzó con el
triunfo en la batalla de Niquitao (02/07/1813) y en la
batalla de los Horcones (22/07/1813); en el mes de diciembre es condecorado con la recién creada Orden de
los Libertadores y para comienzos del año 1814, está
presto a continuar la lucha contra las fuerzas realistas
ostentando el cargo de general de división, no obstante,
el periodo que comienza está signado por la ferocidad
de los ataques del temido José Tomás Boves y sus aguerridas huestes. Los primeros enfrentamientos no se hacen esperar.
Entre triunfos y derrotas
Corren los primeros meses del año 1814 y las fuerzas de Boves se recuperan con rapidez. Ante este panorama, en el mes de febrero Ribas toma la batuta y
decide levantar “una columna en Caracas, arsenal de
valientes, y se lanza a la Victoria para obstruir el paso
de las bandas vencedoras [...] Acometida el día 12 de
por 7.000 hombres, a las órdenes de Morales, la plaza
de la Victoria, que apenas defendían 2.000 jóvenes, sufrió un ataque que hará época en los anales del furor.”
En este episodio, cientos de estudiantes y seminaristas
pintaron con su sangre el campo de batalla. En el parte
oficial, Ribas afirmó: “La jornada ha sido larga y cruel,
pero gloriosa.”
En los meses sucesivos, continúa sus acciones para
frenar el avance de las tropas de Boves. Nombrado
general en jefe, se une a Bolívar en la primera Batalla
de Carabobo (28/05/1814) y junto a otros oficiales,
vencen al mariscal de campo Juan Manuel Cajigal; sin
embargo, los esfuerzos de los patriotas no logran frenar la arremetida del enemigo.
En el mes de julio, miles de caraqueños fijan su rumbo hacia el oriente del país huyendo de las atrocidades
cometidas por los realistas y una vez instalado en el
punto de encuentro, Ribas reagrupa sus tropas con el
objetivo de reducir las fuerzas leales al asturiano, pero
con la repentina marcha de Bolívar la situación se sale
de control y comienzan a manifestarse los síntomas que
anuncian la caída de la Segunda República.
Un trágico final
El hombre que recibe el año de 1815, está enfermo y
agotado. Al retirarse del escenario bélico, es víctima de
una emboscada en Tucupido. Su cuerpo fue vejado y
mutilado. En la mañana del 14 de marzo, su cabeza fue
colgada en la entrada de la ciudad de Caracas ante la
mirada sorprendida de los habitantes que se reunieron
alrededor de la plaza mayor para disfrutar del grotesco
espectáculo. Juan Vicente González, reproduce así la
nota publicada en la Gaceta:
A las doce del mismo día, formados en la plaza mayor los
batallones del Rey y la Corona, dos escuadrones de Caballería y una brigada de Artillería, se colocó en la horca
la cabeza del llamado general José Félix Ribas, llegada la
noche antes de Barcelona, puesto en ella el mismo gorro
encarnado con que se hizo aquí distinguir en el tiempo de
su triunvirato.
Neruska Rojas
José Tomás Boves: el terror de la república mantuana
Sin embargo, las noticias ofrecidas por Boves son tomadas como sediciosas y es encarcelado nuevamente.
Las autoridades lo sentenciaron a pena de muerte.
Sólo gracias a una nueva intervención de Juan Germán Roscio y a las relaciones previas sostenidas con
Juan Vicente Delgado, Teniente Justicia Mayor del
pueblo, ahora sólo debía servir como soldado en las
tropas dirigidas por Francisco de Miranda en los valles de Aragua. Boves obtiene su libertad a mediados
de mayo de 1812, gracias a la entrada del capitán realista Eusebio Antoñanzas, quien puso en libertad a los
presos, instándoles a seguir la causa justa del Rey. Inmediatamente, José Tomás se alista, y como Oficial
de Urbanos, maneja una pequeña partida. Logra capturar a Diego Alzuru y a Andrés Narvarte, también
asesina a Diego García, todo sin haber transcurrido
siquiera dos semanas de su liberación.
Su discurso radical tuvo una gran acogida entre la
población llanera. A decir de su capellán José de las
Llamozas, Boves había prometido exterminar a todos
los blancos, e inaugurar una nueva hegemonía entre
los negros, pardos e indios que le seguían. El mecanismo funcionó a la perfección, de sólo 700 efectivos
en agosto de 1813, el Ejército Real de Barlovento pasa
a 3000 combatientes en diciembre. Con un ejército
bastante sólido, Boves vence a Tomás Montilla el 13
de septiembre de 1813 en Santa Catalina, pero seguidamente es derrotado en Mosquitero por Vicente
Campo Elías (18 de octubre de 1813). Esta acción va a
tener una gran importancia en el devenir de Boves.
Luego de salir bastante debilitado, se dirige llano
adentro con unos pocos sobrevivientes y se instala en
el alejado pueblo de Guayabal, al que conocía muy
bien por sus andanzas contrabandistas. Guayabal le
presta una valiosa ayuda. Boves sale fortalecido con
muchos soldados y pertrechos, no sin antes reavivar
sus proclamas reivindicativas a través de un polémico
bando, donde reafirmaba sus intenciones de hacer la
guerra a muerte. De allí en adelante, el asturiano y sus
tropas serían casi invencibles.
La figura de este asturiano nacido en Oviedo el 18
de septiembre de 1782, será de vital importancia en el
proceso independentista venezolano. La infancia de
José Tomás Boves estuvo signada por muchas complicaciones económicas y familiares. Cuando apenas
tenía cinco años falleció su padre Manuel Boves, dejando sin protección a su madre y a sus dos hermanas, que se dedicaron a trabajar como criadas, cosiendo para familias ricas. Este duro contexto le hizo
ingresar en el Real Instituto Asturiano en 1794. Allí
estudia arduamente durante 4 años, graduándose de
piloto de segunda clase de la marina mercante hacia
1798. Inmediatamente, comienza sus andanzas por el
Mediterráneo, para luego trabajar al servicio de los
numerosos buques-correos que hacían viajes entre
España y América.
Castillo de Puerto Cabello se encargarían de mostrarle su peligrosidad. Inicialmente, Boves no contaba con mayor apoyo, por lo tanto, su estadía en los
pontones se avizoraba larga y profunda. Sólo la insistencia de los Jovés, corresponsales de Pla y Portal
en Venezuela, hicieron desistir a las autoridades,
luego de una defensa impecable de su abogado Juan
Germán Roscio. Una mezcla de agradecimiento con
los deseos de tener a un comerciante talentoso presto a ayudarles en cualquier momento, les hizo convencer a los tribunales de que sería mejor destinarlo
al alejado pueblo de Calabozo, donde seguramente
purgaría mejor sus penas.
Luego de obtener su licencia en 1803, recibe la
confianza de la marca comercial Pla y Portal. Sus
dueños, Lorenzo y Joaquín García Jove, fueron grandes amigos de Manuel Boves y creyeron redimir su
memoria, ofreciéndole una oportunidad a José Tomás, quien ya mostraba grandes facultades para los
acuerdos comerciales lícitos y también para los no
tan lícitos, facultad que no le caía mal a ninguna
casa mercante.
Estalla la guerra y cualquier rumor es tenido como
el peor de los delitos. Pese a las creencias, los linderos entre realistas y patriotas se hallaban todavía
muy endebles, lo que potenciaba las denuncias sobre espionaje, traición y deserción. En uno de sus
numerosos viajes a través de llanura caraqueña, José
Tomás Boves, quien en un principio se había declarado seguidor de la causa patriota, quiso fungir de
mensajero, pero las cosas le salieron mal. Estaba en
San Carlos por abril de 1812 cuando observó las acciones del realista Domingo Monteverde, motivo
por el cual fue aprehendido.
El contrabando sería una acusación perenne durante toda su vida, e inicialmente, las Bóvedas del
Luego de ser liberado regresó a Calabozo, entre
otras cosas, para hablar sobre todas sus experiencias.
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Hace estragos en San Marcos el 8 de diciembre de
1813, reafirmando sus intenciones de llegar a Caracas para acabar con la República. Aunque Vicente
Campo Elías en la primera Batalla de La Puerta, y
José Felix Ribas en La Victoria habían frenado momentáneamente su avance para febrero de 1814,
José Tomás seguiría cosechando triunfos, no sin antes dejar su fidelidad hacia la política de tierra arrasada, tal como lo practicó en Ortiz y San Juan de los
Morros hacia junio de 1814. Finalmente, obtiene su
esperada venganza con la Segunda Batalla de la
Puerta (15 de junio de 1814), donde destruye a las
tropas republicanas que mandaba Simón Bolívar,
para dejar libre el camino a la capital. Entra a Valencia a comienzos de julio y finalmente el 7 de ese mes
a Caracas, donde una asustada multitud había iniciado un largo y peligroso recorrido que les llevaría
a tierras orientales. Preferían morir en un camino
incierto antes que ser víctimas de la furia de Boves.
Pese a los triunfos, arrecian las rencillas con José
Tomás Morales y Juan Manuel Cagigal. Boves encontraría la muerte en la batalla de Urica, el 5 de
diciembre de 1814, cuando quiso extinguir los focos
insurgentes en el oriente venezolano.
Neller Ochoa
Juventud Rebelde
Los Protagonistas
Vicente Campo Elías
roica pero adversa Batalla de La Victoria (12 de febrero de 1814) donde la inferioridad numérica de
los patriotas, y la inexperiencia de los seminaristas
hicieron más épica La victoria, encontró la muerte
Rivas Dávila.
Este militar español nacido en Castilla la Vieja hacia 1759 pero radicado en América desde temprana
edad, jugaría un papel fundamental durante el proceso independentista venezolano. Se puede decir
que su periplo revolucionario comenzó en 1810
cuando apoyó la Junta revolucionaria de Mérida. Sin
embargo, luego del fracaso de la Primera República,
se ve en la necesidad de refugiarse en las montañas
andinas, lugar de donde saldría para incorporarse a
la “Campaña Admirable” promovida por Simón Bolívar desde Nueva Granada. Ya con el grado de Capitán, se viste de gloria en Niquitao, Los Horcones,
Bárbula, enfrentamientos importantes para la consolidación de la Segunda República. Campo Elías es
hijo de la “guerra a muerte”, dado que pese a su origen español, no dudó en azuzar las tensiones étnicas
y sociales. Le infringe una gran derrota a las tropas
de Boves en la batalla de Mosquitero (14 de octubre
de 1813), acción donde casi extermina a las tropas
del intrépido asturiano.
Rudecindo Canelón
Nació un 2 de marzo de 1788 en El Tocuyo. Era
hijo de don Gerónimo Canelón y de doña Rosa Escalona. No es mucho lo que se sabe sobre este personaje, cuyos datos de mayor importancia se agolpan
en 1814. Se dice que en la reunión del 2 de enero de
ese año, donde Simón Bolívar realiza una asamblea
ciudadana en el templo de San Francisco, se le encomienda a Canelón la ardua tarea de perseguir a José
Tomás Boves. Su muerte ocurrida el 13 de febrero
de 1814, durante la Batalla de Pantanero, es lamentada por el alto mando militar patriota, quienes el 28
de marzo de 1814 le dedican una nota necrológica
en la Gaceta de Caracas. Cabe destacar que la acción donde pereció Canelón, buscaba rechazar a los
hombres de Boves, quienes se proponían contraatacar un día después de su derrota en La Victoria.
Posteriormente, es derrotado por José Tomás Boves en la primera Batalla de La Puerta desarrollada
el 3 de febrero de 1814, acción que dejó muy debilitadas a las tropas republicanas. No obstante, esto no
le impidió luchar fervientemente durante la cruenta
Batalla de San Mateo, lugar donde luego de casi un
mes de lucha, muere el 17 de marzo de 1814.
Francisco Tomás Morales
Este canario que nació un 20 de diciembre de 1781
o 1783 -pues no se tiene muy claro- fue un personaje destacado en la guerra independentista venezolana. Su nombre empieza a resonar cuando en 1813 se
incorpora como segundo al mando en el ejército de
José Tomás Boves, aunque ya para 1812 se desempeñaba en el cargo de capitán. Francisco Tomás Morales también era pulpero, oficio que le permitió establecer fructíferas relaciones sociales, políticas y
comerciales. Durante 1814 estuvo muy activo en el
campo de batalla, participando en la Primera Batalla
de La Puerta, la batalla de La Victoria, la Batalla de
San Mateo y la batalla de Bocachica.
Mariano Montilla
Este notable caraqueño nacido el 8 de septiembre
de 1782 tuvo desde temprano una envidiable formación militar, pues hacia 1801 ya luchaba en la
guerra entre España y Portugal. En 1810, imbuido
del espíritu insurgente del nuevo gobierno, desempeña importantes funciones políticas y diplomáticas. Se integra a la Campaña Admirable luego de
haber pasado dos años en Filadelfia. A pesar de ser
protagonista de varias acciones entre 1813 y 1814,
tuvo que salir exiliado hacia Cartagena luego de la
caída de la Segunda República, plaza que defendió
de Pablo Morillo hasta 1815. Durante este período
entabla una salvaje rivalidad con Simón Bolívar que
se evidenció con mayor fuerza durante la Expedición de Los Cayos. Vuelve a los Estados Unidos en
1817, y regresa en 1820 para hacerse cargo de la legión irlandesa. Durante los años de la República de
Colombia, desempeña importantes cargos de alto
gobierno.
Hacia 1832 es designado como “enemigo de la patria” por apoyar un movimiento acaudillado por Rafael Urdaneta; sin embargo; se las arregla para salir a
Europa sin menoscabo de sus intereses. Finalmente,
muere en Caracas el 22 de noviembre de 1851.
Antonio Ricaurte
Bizarro combatiente neogranadino que nació en
Villa de Leyva el 10 de julio de 1786 bajo el amparo de
una influyente familia. No obstante, esto no le impediría participar en los movimientos revolucionarios
de julio 1810 en Bogotá. Esa misma determinación lo
llevó a apoyar a Antonio Nariño durante la guerra civil neogranadina; experiencia que le serviría de mucho durante su actuación en tierras venezolanas. A
Ricaurte se le recuerda por su participación en los
Juventud Rebelde
combates de La Grita, Niquitao, Taguanes. Pero su
valía fue puesta a prueba durante el sitio que José Tomás Boves hizo a San Mateo a partir de febrero de
1814. Encargado Ricaurte del parque de guerra existente en el Ingenio de esa localidad que servía de base
de operaciones patriota, decidió prenderle fuego e
inmolarse un 25 de marzo de 1814 antes de que las
fuerzas realistas lo tomaran.
Luis María Rivas Dávila
El estudio del derecho no sería la principal actividad de este merideño nacido un 19 de agosto 1778,
pese a que en 1801 se traslada hacia Caracas con el
objetivo de licenciarse en leyes. El empuje que puso
en las jornadas de 1810 cuando todo era confusión,
casi lo pierde gracias a una fiebre que estuvo a punto
de matarlo en Barinas. Seguidamente, ayuda a Francisco de Miranda con la sublevación de Valencia y
funge como Secretario del Tribunal Revolucionario,
todo en 1812. Su arrojo marcó la diferencia en la Batalla de Bárbula (30 de septiembre de 1813), así
como en Araure (5 de diciembre de 1813). En la he-
Luego de la muerte de Boves en diciembre de 1814,
Morales se hace cargo de sus tropas; pero este nombramiento no le duraría mucho, pues Pablo Morillo
acabó con esta estructura, y Morales tuvo que servirle de lugarteniente. La resistencia de Francisco
Tomás Morales le llevó a luchar hasta los últimos
años de la independencia, así lo muestran sus acciones sobre Puerto Cabello en 1822, y su capitulación
en Maracaibo en 1823. Morales muere un 5 de octubre de 1845 en Islas Canarias.
Francisco Rosete
El temible Rosete nació en las Islas Canarias en
1775. Poco se conoce de sus primeros años, pero se
sabe que a partir de 1812 se desempeñaba como pulpero del pueblo de Taguay (Edo. Aragua), oficio que
le permitió mantener importantes relaciones con
autoridades, contrabandistas y bandidos. Aunque su
accionar adquiere mayor importancia a partir de
1814, ya en 1812 se le había conferido la autoridad
del pueblo de Camatagua. Luego de la victoria que
obtiene Boves el 3 de febrero de 1814 en La Puerta,
éste comisiona a Rosete para actuar sobre los Valles
del Tuy, sitio donde comete toda clase de tropelías y
violaciones para hacerse más temible, y formar parte del imaginario sangriento de la independencia.
Luce imbatible y marcha hacia Caracas, pero es detenido por José Félix Ribas el 20 de febrero. Muere el
27 de septiembre de 1816 en la Batalla de El Juncal.
Neller Ochoa
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Estencil realizado por el Comando Creativo.
LA BATALLA
PARTE DE LA CAMPAÑA
BOLETÍN DEL EJÉRCITO LIBERTADOR
DE VENEZUELA. N° 34.
Fechado en Valencia el 13 de febrero de 1814.
El 3 del corriente atacó el español Boves, con todos
los bandidos de Venezuela, nuestra División del Llano apostada en San Juan de los Morros, el enemigo
obtuvo la ventaja, debida a no estar reunida toda la
División y al excesivo número de la caballería de Boves; nuestros restos replegaron al Consejo. Los días
desde el 4 hasta el 9 se reunieron y pusieron en marcha las tropas de Caracas y Valencia. El 10 llegaron las
primeras a La Victoria a las órdenes del General Ribas, y desde el 7 se hallaban las de esta ciudad en la
Cabrera al mando del Comandante Elías, e Inspector
Aldao, ambos cuerpos con suficiente número de piezas de artillería.
El día 12 a las ocho de la mañana atacó Boves con
todas sus fuerzas a La Victoria defendida por la División de Caracas y cinco cañones al mando del Gene-
ral Ribas; el ataque se verificó por el Pantanero, camino principal, y Calvario, y los enemigos obstinados
habían ocupado ya las calles. A las cuatro y media de
la tarde, que aún se mantenía un fuego horroroso por
ambas partes, se observó desde la plaza el polvo que
levantaba la caballería de Elías, cuyo Jefe marchaba
con toda su división desde la Cabrera a incorporarse
con el General Ribas; no dudó este previsivo Jefe ser
de los nuestros el cuerpo que se avistaba, y haciendo
proteger su entrada con cincuenta cazadores y cien
caballos, reforzó considerablemente su ejército y logró derrotar al enemigo completamente, quedando el
campo cubierto de cadáveres. Artillería, municiones,
armamento, caballos, equipajes, y hasta los libros de
órdenes de Boves cayeron en nuestro poder, no habiendo hecho ningún prisionero, porque la atroz conducta de este tirano, hizo que nuestras tropas no diesen cuartel.
La mayor parte de los enemigos han sido muertos,
y se horroriza la humanidad al leer los detalles de la
acción; los restos han sido perseguidos hasta el exterminio. Por nuestra parte tuvimos cerca de cien muertos, y más de trescientos heridos, siendo de los primeros el intrépido Coronel Comandante de Soberbios
Dragones Luis María Rivas Dávila, el Teniente de caballería Ron, y Subteniente Picón; y de los segundos
los Capitanes Pierret, Rouquets, Juan Salias, de Cazadores, Francisco Mora, Vicente Malpica, edecán del
Comandante General, Casimiro Esparragoza Félix
Alvarez, José de la Plaza y José Acosta, Capitán que
fue del Regimiento de Granada; los Tenientes Pedro
Correa, y Basilio Alvarez, y los Subtenientes José
Ruiz, Ulpiano Díaz. Manuel María España, Tomás
Muñoz, José Alvarez, Ciríaco Carreño, y N. Ribón,
igualmente que el guarda almacén Julián Ruyer. El
General Ribas perdió dos caballos, pero afortunadamente no padeció lesión alguna.
Toda la oficialidad y tropa han mostrado el mayor
valor, dando a conocer cuan inútiles son los esfuerzos
de los tiranos contra los defensores de la Libertad.
Cuartel General de Valencia, febrero 13 de 1814. 4° y
2°. Por el Mayor General,
TOMÁS MONTILLA,
Secretario de guerra.
DOCUMENTO 691. Parte de la campaña, fechado en Valencia el 13 de febrero
de 1814. Correspondencia Oficial. Periodo del 1 de enero al 7 de septiembre de 1814.
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Diseño y diagramación: Gabriel Serrano (GASS) / Iconografia: Osman Hernández, Willmar Rodríguez.
RIF: G-20008479-0
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