5. Medidas cautelares personales adoptables

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5. Medidas cautelares personales
adoptables
5.1. Introducción.
El legislador en el art. 28 de la LORRPM regula las medidas cautelares que pueden acordarse por parte del Juez de
Menores. Dichas medidas consisten en el internamiento en un
centro en el régimen adecuado, en la libertad vigilada, en la
prohibición de aproximarse o comunicarse con la víctima o
con aquellos de sus familiares u otras personas que determine
el Juez y en la convivencia con otra persona, familia o grupo
educativo.
El principio de legalidad implica que el legislador ha previsto unos requisitos para que se acuerden las distintas medidas cautelares existentes. Al mismo tiempo, se desprende del
contexto legal que el legislador reserva ante la comisión de un
hecho punible grave la medida privativa de libertad del internamiento cautelar, mientras que si los hechos cometidos por el
menor no son graves podrá acordarse cualquiera de las otras
medidas cautelares previstas. En ambos casos se observa que
la medida se adopta en beneficio e interés del menor.
Las medidas cautelares que vienen reguladas en la LORRPM limitan en mayor o menor medida la libertad del menor
dependiendo de las necesidades del proceso. Estas medidas
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
se clasifican en medidas privativas de libertad, que comprenden el internamiento en el régimen adecuado, y en medidas
restrictivas de libertad que son la medida de libertad vigilada,
la medida de prohibición de aproximarse o comunicarse con
la víctima o con aquellos de sus familiares u otras personas
que determine el Juez y la medida de convivencia con persona, familia o grupo educativo. La anterior clasificación se
desprende del propio RLORRPM, en que dispone que las medidas no privativas de libertad son las siguientes: tratamiento
ambulatorio, asistencia a un centro de día, libertad vigilada,
convivencia con otra persona, familia o grupo educativo, prestaciones en beneficio de la comunidad y realización de tareas
socioeducativas. En cambio, en dicho reglamento al referirse
a las medidas privativas de libertad únicamente incluye las
distintas clases de internamiento. En la próxima reforma del
reglamento el legislador debe añadir dentro de las medidas no
privativas de libertad la medida de prohibición de aproximarse
o comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares
u otras personas que determine el Juez.
Con respecto a dichas medidas, la doctrina realiza diversas clasificaciones. La clasificación similar a la anterior
viene prevista por CERVELLÓ DONDERIS que delimita entre
medidas privativas de libertad y medidas restrictivas de libertad, siendo estas últimas la libertad vigilada y la convivencia
con otra persona, familia o grupo educativo427. Asimismo, estas últimas vienen designadas por ABEL SOUTO428, CADENA
427. CERVELLÓ DONDERIS, V. COLÁS TURÉGANO, A. “La responsabilidad penal del menor de edad”. Op. cit. págs. 124 y 125.
428. ABEL SOUTO, M. “Las medidas del nuevo Derecho penal juvenil (Consideraciones en
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SERRANO429, CEZÓN GONZÁLEZ430, MORA ALARCÓN431 y ORNOSA FERNÁNDEZ432, como medidas restrictivas de derechos
o como indica DOLZ LAGO433 como medidas no privativas de
libertad. Incluso AGUILERA MORALES434 y GÓMEZ RECIO
435
exponen que tanto la medida cautelar de la libertad vigilada
como la medida cautelar de convivencia con persona, familia o
grupo educativo, tienen un contenido asistencial y tuitivo que
no hacen viable su adopción como medidas cautelares personales, aseverando el segundo de los autores que la medida de
convivencia se puede adoptar en cualquier proceso civil. Finalmente, cabe remarcar que ORNOSA FERNÁNDEZ, dentro de la
anterior clasificación, todavía designa como medida asistencial de protección del menor la convivencia con otra persona,
familia o grupo educativo. Ante las anteriores clasificaciones,
aunque se comparte que la medida de internamiento es privativa de la libertad se debe discrepar de la naturaleza otorgada
a la medida de libertad vigilada y de convivencia con persona o
torno al artículo 7 de la Ley penal del menor)”. Actualidad Penal núm. 6, febrero de 2002.
pág. 107.
429. CADENA SERRANO, F.A. “Las medidas previstas en la LORRPM”, en AAVV La responsabilidad penal de los menores. El Justicia de Aragón. 2003. pág. 72.
430. CEZÓN GONZÁLEZ, C. “La nueva ley Orgánica reguladora de la responsabilidad penal
de los menores”. Op. cit. pág. 52.
431. MORA ALARCÓN, J.A. “Derecho Penal y Procesal de Menores”. Op. cit. pág. 162.
432. ORNOSA FERNANDEZ, Mª R. “Derecho penal de Menores”. 2 ed. Op.cit. pág. 193.
433. DOLZ LAGO, M.J. “La nueva responsabilidad penal del menor”. Op. cit. pág. 95.
434. AGUILERA MORALES, M. “Las medidas cautelares en la Ley de Responsabilidad Penal
del Menor (o crónica de un despropósito)”.Tribunales de Justicia núm. 3, marzo 2003. pág.
22.
435. GÓMEZ RECIO, F. “Medidas cautelares en la Ley Reguladora de la Responsabilidad
Penal de los menores”, en Estudios Jurídicos del Ministerio Fiscal núm. 1/2002.pág. 628.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
grupo educativo. Estas últimas son medidas que penetran en
la esfera individual del menor afectando a la libertad personal
de éste, protegida como derecho fundamental por el art. 17 de
la CE, alterando su vida cotidiana y familiar, siendo más acertado considerarlas medidas restrictivas de libertad436.
5.2. El internamiento cautelar.
El legislador ha decidido que el internamiento cautelar
se decrete según el régimen más adecuado para el menor, art.
28.1 de la LORRPM. El anterior precepto dispone que dicho
internamiento se puede acordar en cualquiera de los tres regímenes previstos en el art. 7.1 de la LORPPM, apartados a),
b) y c), como son el cerrado, el semiabierto y el abierto. En el
art. 29 del RLORRPM el legislador vuelve a hacer mención a
los tres regímenes, pero remite a los preceptos que desarrollan
su cumplimiento definitivo sin poner atención a la situación
cautelar.
No obstante, en la mayoría de ocasiones se va a limitar
a la adopción del internamiento cautelar en régimen cerrado,
condicionado por la aparición del periculum libertatis. Tanto el régimen semiabierto como el abierto sólo son adecuados
en sede de medidas cautelares personales si existe un buen
control por parte de la Administración que debe colaborar en
que la medida se cumpla en sus términos. A mi juicio, deben acordarse más frecuentemente el régimen semiabierto y el
436. Este término también es utilizado por MORA ALARCÓN para designar a las medidas
privativas de libertad de internamiento y de convivencia con persona familia o grupo educativo. MORA ALARCÓN, J. A. “Derecho Penal y Procesal de Menores”. Op. cit. pág. 162.
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abierto, porque sólo implica que, mientras exista la pendencia
del proceso, las actividades de resocialización se efectúan parcialmente fuera del centro bajo la supervisión de un educador
que, a su vez, desempeña las funciones de vigilancia437.
La medida de internamiento al ser tan gravosa para el
menor debe ser acordada por el Juez de Menores como última
solución438. El legislador, siendo consciente de que la medida tiene el efecto de separar al menor de su núcleo familiar,
exige que el hecho delictivo que se le atribuya a éste sea grave, tomando en consideración las circunstancias personales y
sociales del menor, el peligro de fuga y la comisión por parte
del mismo de otros hechos punibles graves de la misma naturaleza.
Tal como señala la STC 233/93, de 12 de julio de 1993,
Ponente Don Rafael Mendizábal Allende, se puede prever por
ley la posibilidad de que se acuerde una medida tan severa de
privación de libertad, si una vez valoradas las circunstancias
personales del menor y el hecho punible que se le imputa, se
hace compatible con un método pedagógico adecuado para el
mismo.
437. Ver Auto núm. 8 de 16 de enero de 2006, de la AP de Almería y Auto núm. 182 de 21
de septiembre de 2005 de la AP de Madrid, Sección 4ª, Ponente Doña Mª Pilar de Prada
Bengoa.
438. CADENA SERRANO, F.A. “Las medidas de la Ley reguladora de la responsabilidad
penal del menor”, en AAVV El nuevo derecho penal juvenil. Op.cit. pág. 100.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
5.2.1. Presupuestos específicos.
El legislador considera que para decretar el internamiento cautelar el fumus comissi delicti consiste en la certeza cualificada de que el menor haya perpetrado una acción delictiva
grave, tomar en consideración si el menor ha ejecutado con
anterioridad hechos graves de la misma naturaleza, la valoración de las circunstancias personales y sociales del menor, así
como la existencia de un peligro cierto de fuga.
5.2.1.1. La gravedad del delito.
El legislador entiende que si el hecho cometido por el
menor es grave, es necesario acordar dicha medida privativa
de libertad que comporta la separación del menor tanto de su
núcleo familiar como de su ámbito social habitual.
Este criterio introducido por el legislador es novedoso,
dado que en sede de prisión provisional siempre se ha relacionado la posibilidad de solicitar la misma, atendiendo al hecho
delictivo presuntamente cometido, con la penalidad que éste
lleva aparejada. Así se preveía, por parte del legislador, que a
partir de cierta penalidad que llevase la infracción cometida se
pudiese solicitar la prisión provisional. De este modo, el legislador ha decidido poner una expresión en blanco remitiéndose a la gravedad del hecho que deberá ser revisada caso por
caso, sin pensar en la posibilidad de fijar una lista de delitos
que serían susceptibles de solicitar el internamiento del menor
creando, al mismo tiempo, una seguridad jurídica. Ante esta
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situación, como indica AGUILERA MORALES439, parece que se
deje margen al órgano jurisdiccional para poder determinar,
caso por caso, qué acciones se consideran graves. Esto mismo
se refleja en la sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección 3ª, de 19 de enero de 2004, Rollo de Apelación
núm. 5/2004, Ponente Doña Roser Bach Fabregó, en que resuelve dejar sin efecto la medida de internamiento cautelar
atendiendo al criterio de la gravedad del hecho delictivo. En
dicha resolución se dispone que los principios que rigen a la
prisión provisional son los mismos que deben presidir el internamiento cautelar y, en este caso concreto, el menor perpetró
un delito de robo con intimidación sin utilización de violencia,
que conllevaba como máximo una pena de 2 años de prisión,
siendo ésta una pena que no se podía considerar grave y, por
ello, no se podía privar de libertad al menor de forma cautelar.
En ningún caso este auto hace mención a la necesidad de que
exista el presupuesto del periculum libertatis como condición
para acordar la institución cautelar.
La gravedad del delito aparece en Alemania en el art.
112 del STPO, die Schwere des Delikts, que a través del art.
71 del JGG se tiene en consideración para decretar una medida privativa de libertad en su Jurisdicción de Menores. En
dicho artículo se designa que se adopte la prisión provisional
ante la gravedad del hecho, considerando que está presente
en los delitos de asesinato, homicidio, genocidio y los cometidos de forma dolosa con sustancias explosivas que pongan
439. AGUILERA MORALES, M. “Las medidas cautelares en la Ley de Responsabilidad Penal
del Menor (o crónica de un despropósito)”.Tribunales de Justicia núm. 3, marzo 2003. pág.
18.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
en peligro la vida o integridad física de las personas. Como es
lógico, aparte de haber cometido el delito, para poder adoptar
la situación de privación de libertad del presunto culpable, se
exige la existencia probable de peligro de fuga o de obstrucción
a la acción de la justicia440.
El art. 28.2 de la LORRPM no anuncia qué hechos pueden ser considerados graves y susceptibles de solicitar el internamiento cautelar, debiendo acudir a la actual regulación del
art. 9.2 de la LORRPM. En este último precepto se dispone en
qué actuaciones punibles se podrá aplicar la media de internamiento en régimen cerrado. Esta situación acaece si concurren
tres parámetros que denoten que la conducta del menor puede
ser merecedora de ser considerada grave. El primer elemento
que determina la gravedad de la conducta del menor es ver
si la misma se encuentra incluida como grave por el CP y las
leyes penales especiales, art. 9.2 a) de la LORRPM. El segundo
elemento consiste en advertir si la actuación perpetrada por el
menor ha causado un riesgo para la integridad de la víctima
o perjudicado, art. 9.2 b) de la LORRPM. Por ende, el tercer
elemento aparece si el menor ha ejecutado la acción punible
actuando en grupo o de manera individual, pero en este último
caso formando parte de una asociación mafiosa o grupo organizado, art. 9.2 c) de la LORRPM. Estas dos últimas circunstancias acreditan que el menor está adquiriendo unas pautas
sociales peligrosas que facilitan que su actividad penal pueda
quedar impune, toda vez que la acción punible queda protegi-
440. ROXIN, K. “Derecho procesal penal”. Op. cit. pág. 261. FARALDO CABANA, P. “La
prisión provisional en España, Alemania e Italia: un estudio derecho comparado”. Derecho
penal. Aranzadi 2002. núm. 7. pág. 28.
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da por los medios que le ofrecen el grupo u organización.
El art. 9.2 apartado a) de la LORRPM permite determinar
si estamos en presencia de un delito grave, a través de la pena
en abstracto, que se le atribuye a la actividad desplegada por
el inculpado y que viene tipificada en el CP. En dicho código no
se establece una lista cerrada de delitos graves, pero el legislador, a través de la naturaleza del hecho típico, le atribuye una
pena en abstracto que puede ser grave, menos grave o leve. Es
por ello que todas aquellas conductas típicas que lleven aparejadas alguna de las penas del art. 33.2 del CP pueden ser
consideradas graves. Sin embargo, en los apartados b) y c) del
art 9.2 de la LORRPM permiten que el órgano jurisdiccional
que decrete la medida cautelar personal considere, por medio
de una valoración subjetiva y provisional, si el menor forma
parte de un grupo organizado o si su actividad punible viene
desarrollada en el sí de un grupo criminal organizado. A mi
juicio, el legislador debería haber incluido una lista cerrada
de actividades punibles que ante su comisión, una vez constatado el periculum libertatis, permitiera la medida cautelar de
internamiento en el régimen adecuado.
Igualmente, dicha medida de internamiento en régimen
cerrado podrá decretarse en aquellos supuestos en que exista una certeza cualificada de que el menor haya perpetrado
alguna acción de las previstas en el art. 10.2 de la LORRPM.
Estas acciones se consideran por parte del legislador de extrema gravedad y comprenden: el homicidio, art. 138 del CP,
el asesinato, art. 139 del CP, la violación del art. 179 del CP,
las conductas agravadas tanto de la agresión sexual como de
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
la violación del art. 180 y, por ende, los delitos de terrorismo
y los actos que pudieran favorecer y apoyar la actividad de
bandas o grupos terroristas (arts. 571 al 580 del CP). No existe
ninguna explicación por la que el legislador ha dejado de considerar como acto de extrema gravedad la agresión sexual.
5.2.1.2. Haber cometido otros hechos graves de la
misma naturaleza.
El presente presupuesto ha sido incluido en la LO
8/2006, de 4 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora la de responsabilidad
penal de los menores, sin que dicho concepto resulte novedoso en la LORRPM, dado que ya existe un referente similar en
el momento en que el Ministerio Público decide si se incoa el
expediente del menor. El art. 18 in fine de la LORRPM dispone que el Ministerio Público viene siempre obligado a incoar
un expediente frente a un determinado menor por un hecho
punible, si se tiene constancia que este menor ha perpetrado
con anterioridad otros hechos punibles de la misma naturaleza aunque por la levedad del hecho cometido podría desistirse
por motivos de oportunidad reglada.
El legislador, con la introducción de este presupuesto,
para decretar en alguna de sus clases la medida cautelar de
internamiento vuelve a vislumbrar la voluntad de que el órgano jurisdiccional valore elementos que son propios de la
antijuricidad y ajenos a la tutela cautelar. El avance que el
legislador ha realizado con esta última reforma, eliminando
presupuestos propios de la punición que han estado vigentes
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durante más de cinco años, consistentes en la alarma social y
la repercusión en la comisión del hecho, se desvanece al introducir el actual presupuesto.
Tanto la alarma social como la repercusión fueron introducidos por el legislador para que el órgano jurisdiccional
pudiera acordar la medida cautelar de internamiento, con la
finalidad de preservar la paz social de la población. El concepto de la alarma social tiene sus orígenes en la novela alemana
de 1935, de la época nacional socialista, que regula la prisión
provisional mediante la introducción de las expresiones die
Erregung in der Öffentlichkeit y Fortdauernde Gefährlichkeit,
las cuales perduraron hasta el año 1945441. Dichas expresiones se utilizaban porque el hecho punible cometido por la
gravedad del mismo alteraba la población produciéndose una
exaltación de la misma, es decir, un trastorno en la sociedad
que precisaba que la persona que hubiera sido presunta autora del mismo se le recluyera de forma anticipada en la cárcel.
Dicho concepto estuvo presente en la LECrim para acordar
la prisión provisional hasta que el legislador, por medio de la
LO 13/2003, de 24 de octubre, suprimió dicha regulación442.
441. ASENCIO MELLADO, J.M. “La prisión provisional”. Op. cit.pág. 128. BARONA VILAR,
S. “Prisión provisional y medidas alternativas”. Op. cit. pág. 61. “Prisión provisional: una medida cautelar (Reflexiones ante la doctrina de TEDH y del TC (en especial de la STC 46/2000
de 17 de febrero)”. Op. cit. pág. 903. ORTELLS RAMOS, M. “Para una sistematización de las
medidas cautelares en el proceso penal”. Op. cit. pág. 457.
442. En España el legislador introdujo el concepto de alarma dentro de los motivos legítimos
para adoptar la prisión provisional a través del Decreto Ley de 22 de marzo de 1957 en el
art. 503 de la LECrim de 1882, con la finalidad de atender a las necesidades de la sociedad
con independencia del delito cometido. Dicha declaración se volvió a realizar por parte del
legislador en el art. 9 de la Ley del Tribunal de Orden Público, de 2 de diciembre de 1963,
que podían coartar la libertad de los ciudadanos mientras no se modificase la situación que
producía un estado de irritación a la población. La situación se mantuvo una vez aprobada
la CE, mediante la Ley 16/80, de 22 de abril, con la finalidad de encontrar un concepto útil
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
Este cambio surgió sobre todo a raíz de la STC 47/2000 de
17 de febrero de 2000, Ponente Don Tomás Vives Antón, donde se afirmaba la posible inconstitucionalidad del precepto,
estableciendo que la alarma social y la penalidad que llevase
aparejado el posible delito cometido no eran finalidades por sí
solas legítimas constitucionalmente para poder someter a una
persona a la prisión provisional. Asimismo, en un voto particular el Magistrado Don Manuel Jiménez de Parga Cabrera, en
la STC 66/97, de 7 de abril de 1997, Ponente Don Carles Viver
Pi-Suñer, estableció que la única alarma que puede producir
un delito grave es la alteración que puede existir en la sede
del propio juzgado viendo la gran cantidad de gente que puede
acercarse al mismo.
Dicha expresión era un concepto jurídico indeterminado
y abstracto sin definición legal que se utilizaba por el Juez de
Menores con fines de prevención general. Así pues, se permitía
su utilización para decretar el internamiento cautelar, como
se desprende del auto de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa
de 8 de marzo de 2001, núm. 30/2001, Ponente Don C. Cillán
García de Yturrospe, en que se expone que existe alarma social
por la repercusión que tiene para la sociedad en el supuesto
de que un menor haya intentado matar y agredir sexualmen-
para poder frenar la delincuencia y el incremento de la seguridad ciudadana. Posteriormente, hubo una reforma por medio de la LO 7/83, de 23 de abril, donde se suprimió dicho
concepto. Pero el legislador, debido a la gran inseguridad ciudadana existente, a través de
la LO 10/84, de 26 de diciembre, provocó una contrarreforma introduciendo el concepto
definitivo de alarma social. Dicho concepto sobrevivió a la modificación que se produjo en la
LO 5/95 donde se introdujo el art. 504 bis 2 con la finalidad de implantar una convocatoria,
consistente en una comparecencia contradictoria a petición del Ministerio Público si este
órgano solicitaba la prisión provisional.
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te a otro menor443. Es por ello, que la doctrina representada
por AGUILERA MORALES444, HERNÁNDEZ GALILEA445, HUETE PÉREZ446, ORNOSA FERNÁNDEZ447 y TOMÉ GARCÍA448, no
alcanzaban a comprender que el legislador hubiera permitido
la incorporación de dicho concepto. Igualmente, los anteriores
autores expusieron que el legislador, al introducir el concepto
de la repercusión sin que en ningún momento se hubiera descrito su alcance, suponía una redundancia con respecto del
presupuesto de la alarma social.
La valoración que debe realizar el órgano jurisdiccional
para apreciar si el menor ha perpetrado hechos graves de la
misma naturaleza, se asemeja al presupuesto existente en la
prisión provisional de valorar los antecedentes penales del im443. Sentencia de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa de fecha 8 de marzo de 2001. “La
alarma social que puede surgir en la sociedad si se suprime esta medida cautelar de internamiento puede ser per se el fundamento exclusivo por el mismo en un centro en régimen
cerrado, pero si conjugado a que se trata de una menor la víctima en la que presuntamente
se han realizado los actos delictivos ya mencionados de homicidio en tentativa, agresión
sexual y detención ilegal se puede producir una alarma. La sociedad española en general
los ciudadanos si están alarmados en el momento actual ante tales hechos delictivos que se
cometen muy a menudo y se repiten muchas veces por no haberse adoptado dichas medidas cautelares, en relación con menores y mujeres, habiendo llegado a unos números que
sobrepasan los doscientos”.
444. AGUILERA MORALES, M. “Las medidas cautelares en la Ley de Responsabilidad Penal
del Menor (o crónica de un despropósito)”.Tribunales de Justicia núm. 3, marzo 2003. pág.
18.
445. HERNÁNDEZ GALILEA, J.M. AAVV. El sistema español de justicia juvenil. Op. cit. pág.
181.
446. HUETE PÉREZ, L. “El procedimiento de menores”, en la Responsabilidad penal de los
menores. Ed Universidad de Castilla-La Mancha. Op. cit. pág. 52.
447. ORNOSA FERNANDEZ, Mª R. “Derecho penal de menores”. 2ª Ed. Op. cit. pág. 315.
448. TOMÉ GARCÍA, J.A. “El procedimiento penal del menor. Tras la ley 38/2002 de Reforma
parcial de la Ley de Enjuiciamiento Criminal”. Ed. Thomson Aranzadi 2003. Op. cit. pág.
136
337
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
putado para acreditar su peligrosidad449. En la última reforma
de la LECrim, efectuada por medio de la LO 13/2003, de 24
de octubre, en su art. 503.2 se determina que dichos antecedentes deben ser valorados para concluir si el imputado suele
cometer frecuentemente hechos punibles o pertenece a una
banda organizada. A mi juicio, el legislador con el traspaso de
esta situación a la Jurisdicción de Menores permite que el juzgador valore si el menor está inmerso en una espiral de comisión de delitos graves para conocer la peligrosidad real de sus
actos frente a la sociedad. De esta manera, con independencia
de la eficacia del proceso pendiente, se dispone la necesidad
de efectuar una intervención sobre el menor a partir de una
medida cautelar privativa de libertad.
La expresión de haber perpetrado con anterioridad hechos graves de la misma naturaleza debe interpretarse, para
preservar la presunción de inocencia del art. 24.2 de la CE, en
el sentido de que exista al menos más de una sentencia que
decrete la responsabilidad penal del menor, asemejándose dicha expresión a la reincidencia. Sin embrago, la reincidencia
no deja de ser una agravante de carácter personal que debe ser
apreciada en una sentencia definitiva, penalizando de forma
más gravosa a la persona que vuelve a delinquir. Actualmente
viene prevista en el art. 22.8 del CP, como circunstancia subjetiva que agrava la pena siempre que se acredite que dicha
persona ha sido condenada ejecutoriamente, con anterioridad
a la última sentencia, por un delito de la misma naturaleza y
449. Ver el art. 504 de la LECrim a través de las reformas de la prisión provisional por medio
de Ley 16/80, de 22 de abril de 1980, (R 935), la LO 7/83, de 23 de abril de 1983, (R. 802)
y la LO 10/84, de 26 de diciembre de 1984 (R. 4).
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comprendido en el mismo título del CP. Por ello, MUÑOZ CONDE indica que su fundamento se encuentra en la recalcitrante
actitud del sujeto pasivo en quebrantar las normas penales
perturbando la paz social450. Pero aún así, el legislador para
adoptar el internamiento cautelar deja indeterminado cuantos
hechos deben considerarse suficientes para poder decretar dicha medida.
El TEDH se ha pronunciado en sede de prisión provisional en los casos Lettelier de 26 de julio de 1991 (una mujer
encarga a un sicario matar a su marido), Tomassi de 27 de
agosto de 1992 (delito de terrorismo) y Kemmache de 27 de noviembre de 1991 (delito de falsificación de moneda), todos ellos
contra Francia, en favor de adoptar dicha medida tan gravosa
para la libertad personal ante la aparición de situaciones que
implican una perturbación para la comunidad social. La misma posición mantiene GÓMEZ RECIO451, que expone que el
legislador introdujo los conceptos de alarma social y repercusión dirigidos a aquellos supuestos en que los hechos punibles
revistieran extrema gravedad a consecuencia de asesinatos y
violaciones.
No obstante, como expone DE LEO452, la aplicación de
conceptos propios del marco punitivo no es acertada en sede
450. MUÑOZ CONDE, F. y GARCÍA ARAN, M. “Derecho Penal - Parte General”. Ed. Tirant lo
Blanch. Valencia. 2004 sexta edición. pág. 490.
451. GÓMEZ RECIO, F. “Medidas cautelares en la Ley Reguladora de la Responsabilidad
Penal de los menores”, en Estudios Jurídicos del Ministerio Fiscal núm. 1/2002. págs. 624
a 626.
452. DE LEO, G.“La justicia de menores”. Ed. Teide.1985. pág. 37.
339
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
de proceso de menores. Dicho autor comenta que estos conceptos abarcan la incomodidad y la preocupación que existe
en la sociedad sobre la posibilidad de que un menor pueda cometer hechos delictivos, estando además, desarraigado de su
familia y vagabundeando por la calle. En ningún caso se pregunta la sociedad las veces que determinadas circunstancias
familiares conducen a que el menor se vea abocado a ejecutar
conductas punibles, por no contar con recursos económicos
suficientes a consecuencia de políticas sociales.
En definitiva, se puede entender que la razón de introducir por parte del legislador la posibilidad de valorar la actividad
delictiva del menor obedece a criterios de prevención especial.
En ningún caso deberían valorarse los expedientes que al menor le constan abiertos o las veces que éste ha sido detenido,
sino que debe hacerse un estudio por parte del equipo técnico
de las medidas educativas que se han acordado sobre el menor
a consecuencia de los expedientes en que se haya acreditado
su responsabilidad penal. La situación prevista por el legislador favorece el que ante la mayor actividad delictiva del menor
se le puedan imponer cada vez medidas más restrictivas de
su libertad personal. Al ser las medidas educativas cada vez
más graves permite reconducir la situación social y personal
del menor y efectuar más contención sobre el mismo. Esta
situación es la que ha defendido el Sr. López Aguilar, Ministro
de Justicia durante el debate de la última reforma celebrado
en fecha 23 de marzo 2006, como uno de los motivos que han
llevado al legislador a reformar la actual LORRPM. Ahora bien,
también puede acontecer que la medida que se acordó en un
primer momento sobre el menor no fuera la idónea.
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5.2.1.3. Circunstancias personales y sociales del menor.
Las circunstancias personales del menor sirven para hacer un juicio de valor sobre la medida más adecuada a adoptar
para que la reinserción social sea efectiva. Dichas circunstancias personales del menor han de ser analizadas por el equipo
técnico, en virtud de un informe detallado que se introduce,
verbalmente o por escrito, el día de la comparecencia para que
se pueda acordar la medida cautelar más idónea, valorando
el ámbito individual, familiar y social del menor, siendo este
informe fundamental para acordar dicha medida453.
No hacía falta que el legislador para adoptar la medida
de internamiento cautelar, además de acreditar provisionalmente la existencia de la gravedad del hecho, el peligro de fuga
y corroborar si el menor ha participado anteriormente con actos graves de la misma naturaleza, introdujera la valoración de
las circunstancias personales y sociales del menor, dado que
para decretar cualquier medida no se podrá ir en contra de su
interés. Dicha expresión ha sido mantenida por el legislador
porque sigue asimilando dicha institución a una medida de
seguridad de carácter predelictual. De esta forma, a partir de
la situación social y personal del menor, que describe el equipo
técnico, se valora si éste precisa más o menos contención con
independencia de la actividad punible desplegada. Por consiguiente es una valoración que debe corresponder a la Adminis-
453. CALATAYUD PÉREZ, E. “Medidas cautelares personales en el procedimiento de enjuiciamiento de menores infractores”, en Manual Práctico de medidas cautelares personales. Ed.
Comares 2000. pág. 485.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
tración, no para conocer la etiología delictiva del menor sino
para determinar si existe una situación de desamparo sobre el
mismo y decretarle una medida de protección.
5.2.1.4. Existencia de un peligro cierto de fuga.
Con la inclusión específica del presente presupuesto, el
legislador dispone que se decrete la medida de internamiento
cautelar si, además de existir la certeza cualificada de que el
menor es responsable de una actuación punible grave, aparece el presupuesto del periculum libertatis. La inclusión de este
presupuesto, específicamente en la medida de internamiento
cautelar, se ha efectuado para que la misma no se identifique
ni se confunda con una medida de seguridad o una medida de
carácter predelictual.
El legislador con el adjetivo “cierto” indica que esta situación de sustraerse de la acción de la justicia debe ser una
probabilidad real. No obstante, sería obligado que el legislador
concretase, de forma más precisa, si para valorar el presente
presupuesto se debe tener en cuenta la edad de la persona inculpada para conocer su autonomía y el grado de contención
que se le puede ofrecer desde su núcleo familiar. La actual
expresión del legislador, a mi juicio sólo es idónea para apreciar el presente presupuesto en aquellas personas mayores de
edad que están inmersas en procesos incoados según las disposiciones de la LORRPM por hechos cometidos durante su
minoría de edad.
La STEDH de 27 de junio de 1968, caso Wemhoff, es-
342
José Portal Manrubia
tima que es legítimo acordar una situación de privación de
libertad durante la pendencia del proceso si se observa, por
actos externos, que la conducta social del acusado va dirigida
a eludir la acción de la justicia. Esta misma opinión es la que
expone ASENCIO MELLADO454 en sede de prisión provisional,
que para apreciar el peligro de huida dispone que no basta la
gravedad del delito sino que debe examinarse, caso por caso,
la probabilidad concreta de los medios que ostenta a su alcance la persona imputada para este fin.
La cuestión es valorar la necesidad del legislador de volver a incluir de forma específica dicho presupuesto para decretar la medida cautelar de internamiento. El art. 28.1 de la
LORRPM establece que para apreciar el periculum libertatis de
cualquier medida cautelar personal, se precisa tanto la probabilidad de que aparezca un riesgo de elusión de la justicia
como la obstrucción de la misma que alcanza al peligro de
colusión. Por consiguiente, el legislador de forma innecesaria
ha reiterado otra vez dicho presupuesto. A mi juicio, la única
explicación posible para que el legislador efectúe dicha reiteración es concienciar a los órganos jurisdiccionales que con
la nueva redacción se deja de lado la posibilidad de acordar la
presente medida cautelar sólo con la concurrencia de la comisión de un delito grave.
454. ASENCIO MELLADO, J.M. “Los presupuestos de la prisión provisional”, en Seminario
sobre detención y Prisión Provisional. Publicación de la Xunta de Galicia. Santiago de Compostela. 1995. pág. 105.
343
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
5.2.2. Clases de internamiento.
El legislador designa en el art. 28.1 de la LORRPM que
se puede decretar de forma cautelar el internamiento en el
régimen que se estime más adecuado. En ningún momento el
legislador define qué debe entenderse por el régimen de internamiento cautelar más adecuado, por lo que se debe acudir a
lo dispuesto en el art. 7.1 apartados a) b) y c) de la LORRPM y a
los arts 24, 25 y 26 del RLORRPM. Examinados los anteriores
preceptos dicha medida cautelar de internamiento se puede
acordar según los siguientes regímenes: cerrado, semiabierto
y abierto.
Con esta decisión, el legislador flexibiliza una medida
tan severa a las condiciones personales y necesidades de cada
menor sin que, necesariamente, se pueda decretar únicamente
el internamiento cautelar en régimen cerrado. Por ello, se permite que el menor se vaya integrando en la sociedad de forma
paulatina con aprendizaje y tratamiento, intentando desechar
su conducta antisocial sin estigmatizarlo455.
En el internamiento en régimen cerrado se pretende que
el menor esté viviendo en el centro que disponga la Administración adecuado a sus necesidades, con la finalidad de que
desarrolle todas las actividades educativas, sociales y laborales que se le impongan y, finalmente, se integre de forma obligatoria en el centro, conviviendo con los educadores y con los
otros menores que están internados, desarrollando el menor
455. VIZCARRO MASIÀ, C. “La ejecución de las medidas de internamiento y de medio abierto”, en La responsabilidad de los menores. Universidad de Castilla-La Mancha. pág. 153.
344
José Portal Manrubia
una conducta ética.
En el internamiento en régimen semiabierto se procura
que el menor siga residiendo en el centro de internamiento,
pero condicionado a que algunas de las actividades del programa que debe cumplir se puedan realizar fuera del mismo o
a través de los locales que tengan las entidades colaboradoras
y en compañía siempre de personal responsable del centro.
De este modo, se pretende que el menor se vaya responsabilizando de sus actividades volviendo al centro al terminarlas,
preparándose de esta forma para el retorno a la libertad en el
momento en que la medida se alce.
Finalmente, con el internamiento en régimen abierto se
pretende que el menor vaya a almorzar y a pernoctar en el centro, realizando la totalidad de actividades planificadas fuera
del mismo. Así, el menor tendrá un contacto más directo con
su familia y, aunque su actividad esté controlada por los profesionales del centro, su ámbito social o familiar no se altera
de forma drástica. Igualmente, en el art. 26 del RLORRPM se
prevé que en régimen abierto el menor realice las actividades
fuera del centro siempre que permanezca en éste al menos
ocho horas diarias.
La realidad es que el legislador impone la obligación de
que la medida pueda decretarse en cualquiera de las tres clases atendidas las características del menor. Debemos tener
presente que tanto la medida de internamiento en centro cerrado como la de los regímenes semiabierto o abierto han de
ser compatibles con una medida cautelar personal. La anterior
345
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
afirmación viene corroborada por la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 4, de 8 de septiembre de
2003, Ponente Don Pascual Fabra Mir, en que se decreta para
una menor, que vivía en un carromato con unos familiares y
con una documentación inexacta, la medida de internamiento
cautelar en régimen seamiabierto. En este supuesto existe una
necesidad de que la menor quede sometida al proceso y con
esta medida no se rompe, de forma brusca, la situación que
mantenía con anterioridad a la adopción de la misma.
El presupuesto objetivo que debe observarse en la medida cautelar personal es el riesgo de eludir la acción de la
justicia. Por ello, el legislador en el RLORRPM no efectúa una
regulación extensa de las clases de medidas de internamiento
cautelar y el Ministerio Público, en la práctica habitual, solicitará ante el órgano jurisdiccional sólo la medida de internamiento en régimen cerrado por el peligro de que pueda fugarse
del centro. Las infraestructuras de la Administración Estatal y
Autonómica no permiten que cada menor tenga, de forma exclusiva, un educador que le pueda controlar en todo momento
una vez salga del mismo para seguir su resocialización, pudiendo ser un obstáculo para poder acordarla. Pero, al mismo
tiempo, el legislador ha establecido que la medida sea decretada en el régimen adecuado, exigiendo que si se adapta a la
necesidad del menor éste pueda desarrollar sus actividades al
aire libre. Por consiguiente, deben promoverse los mecanismos
suficientes para que el menor no vea alteradas sus tareas educacionales, estableciendo un control que posibilite el desarrollo de dichas actividades fuera del centro.
346
José Portal Manrubia
Ante esta situación, lo correcto hubiera sido que el Reglamento hubiera desarrollado las posibles clases de internamiento cautelar existentes, proponiendo un régimen propio
para cada uno atendiendo al plazo del internamiento cautelar,
separando a los menores que están en régimen cautelar de los
que están cumpliendo una medida definitiva e incluso creando
centros específicos para los menores que deben cumplir una
medida cautelar.
5.2.3. Temporalidad.
El legislador impone un plazo de caducidad a la medida
de internamiento cautelar al advertir que la misma es muy
gravosa para el menor, dado que se le separa del núcleo familiar y le obliga a convivir en un centro con otros menores y
personas ajenas sin conocer la certeza de su responsabilidad
penal. De esta manera, se modifica la regla general consistente en que la medida cautelar personal se mantiene hasta que
exista sentencia firme, art. 28.1 in fine de la LORRPM.
En el art. 28.3 de la LORRPM, el legislador dispone un
plazo de caducidad de seis meses para mantener la medida
de internamiento cautelar, prorrogables por otros tres meses
más como máximo456. Este plazo es superior al que establecía
primero la LORLTTM, que sólo autorizaba el internamiento por
el plazo de un mes sin la posibilidad de prórroga. A su vez, el
legislador en el momento de promulgar la presente LORRPM
456. La enmienda núm. 168 del Grupo Parlamentaria Popular disponía que la duración del
internamiento cautelar debe tener una duración de seis meses y se podrá prorrogar por seis
meses más. Serie A núm. 76-7. Enmiendas de 29 de marzo de 2006. pág. 94.
347
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
reguló que el plazo fuera de tres meses prorrogables por tres
meses más. Si el legislador hubiera adecuado la infraestructura de la Administración de Justicia a las necesidades de la LORRPM con más medios materiales se hubiera podido mantener
el plazo de un mes, toda vez que no se puede fijar un plazo en
atención al posible recargo de trabajo existente en el Juzgado.
Sin embargo, se ha seguido el criterio reclamado por AGUILERA MORALES457, GÓMEZ RECIO458 y TOMÉ GARCÍA459, los
cuales afirman que ante determinados delitos graves es recomendable modificar el precepto, puesto que la duración del
proceso podía superar los seis meses.
Este plazo de seis meses prorrogable por otros tres meses más no se debe agotar de forma obligatoria, dado que la
medida de internamiento cautelar sólo permanecerá si cumple
la función de preservar la eficacia del proceso. Esto mismo
es lo que viene a determinar el legislador en sede de prisión
provisional en el art. 504.1 de la LECrim, que establece que la
misma no se mantendrá más del tiempo imprescindible. Esta
obligación ya viene prevista en el art. 5.3 del CEDH, que dispone que la privación de libertad ante iudicum sólo se mantendrá
por un plazo razonable en atención a la complejidad del caso
y teniendo presente si la defensa del imputado, mediante la
457. AGUILERA MORALES, M. “Las medidas cautelares en la Ley de Responsabilidad Penal
del Menor (o crónica de un despropósito)”.Tribunales de Justicia núm. 3, marzo 2003. pág.
21.
458. GÓMEZ RECIO, F. “Medidas cautelares en la Ley Reguladora de la Responsabilidad
Penal de los menores”, en Estudios Jurídicos del Ministerio Fiscal núm. 1/2002.pág. 630.
459. TOMÉ GARCÍA, J.A. “El procedimiento penal del menor. Tras la ley 38/2002 de Reforma parcial de la Ley de Enjuiciamiento Criminal”. Ed. Thomson Aranzadi 2003. Op. cit. pág.
137.
348
José Portal Manrubia
presentación de recursos, ha dilatado de forma maliciosa el
proceso460. Esta última expresión, como señala SERRA DOMÍNGUEZ461 no es nada pacífica, toda vez que si estos medios
de impugnación vienen previstos por el legislador pueden ser
utilizados en toda su extensión para que no se infrinja el derecho a recurrir, sin considerar que éstos han contribuido a
alargar el proceso. Por consiguiente, a mi juicio, el plazo de
caducidad que señala el legislador para el internamiento cautelar no debe agotarse nunca, sino que estará a expensas de
las necesidades del proceso, a tenor del art. 5.3 del CEDH.
Asimismo, si hacemos una interpretación literal del art.
28.3 de la LORRPM, se puede considerar que el internamiento cautelar en el régimen adecuado sólo podrá solicitarse dos
veces, con independencia de que no alcance el plazo máximo
previsto por el legislador. De esta forma, si el órgano jurisdiccional al decretar por primera vez la medida de internamiento
cautelar introduce un plazo inferior a seis meses, sólo podrá
solicitar una única prórroga de tres meses.
No cabe duda, que la temporalidad viene presidida también por aquellas circunstancias que acaecen durante el transcurso del proceso, que pueden hacer alzar la medida cautelar
porque ésta no cumpla la función. Estas circunstancias, que
460. Dichos supuestos vienen acogidos por nuestro Alto Tribunal, como se desprende de las
SSTC 206/91 de 30 de octubre de 1991, Ponente Don Vicente Gimeno Sendra, 2/94 de 17
de enero de 1994, Ponente Don Rafael Mendizábal Allende, 13/94 de 17 de enero de 1994
y 241/94 de 20 de julio de 1994, Ponente Don Miguel Rodríguez Piñeiro y Bravo-Ferrer,
41/96 de 12 de marzo de 1996, Ponente Don Alberto Rodríguez Bereijo, y 272/2000 de 13
de noviembre de 2000, Ponente Don Pedro Cruz Villalón.
461. SERRA DOMÍNGUEZ, M. “Prisión provisional: aspectos procesales y recursos”. Op. cit.
págs. 198 y 199.
349
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
posibilitan que se pueda alzar la medida del internamiento
cautelar consisten en los supuestos legales de la terminación
del proceso, así como en aquellos hechos nuevos que inciden
en la variación de los presupuestos, facilitando que la medida
cautelar se alce y se deje el proceso sin protección, acordando
si es conveniente otra medida cautelar de distinta naturaleza.
5.2.3.1. Prórroga.
La solicitud de prórroga del internamiento cautelar implica que, debido al retraso que existe para concluir el proceso,
si no se vuelve a acordar una nueva medida cautelar personal
de internamiento éste perderá su eficacia. Dicha prórroga debe
solicitarse antes de que haya expirado el plazo temporal que
fije el auto y siempre que el internamiento cautelar no se haya
solicitado dos veces. Por lo tanto, la única posibilidad que existe para seguir asegurando la eficacia del proceso pendiente, en
el caso de que se haya decretado dos veces, es la adopción de
alguna de las otras medidas cautelares personales que vienen
previstas en la LORRPM. La prórroga se acuerda por auto motivado y esto significa que, en ningún momento, se prorrogará
la misma de forma automática, art. 28.3 de la LORRPM462.
tivos
para
tinta
sede
El legislador en ningún momento ha facilitado los mopor los que se puede acordar la prórroga. No obstante,
poder decretar dicha prórroga se debe respetar la disjurisprudencia que viene estableciendo nuestro TC en
de prisión provisional por ser dicha institución afín al
462. Esta situación ya sucede en el caso que se quiera prorrogar la prisión provisional según
la STC 98/98 de 4 de mayo de 1998, Ponente Don Vicente Gimeno Sendra.
350
José Portal Manrubia
internamiento cautelar. Dicho Tribunal expone que para poder ordenarla se deberá estar a la complejidad de la causa, a
la actividad del abogado recurrente para ver si ha dilatado de
forma maliciosa el proceso y, finalmente, si la actividad del órgano jurisdiccional ha sido la correcta sin que se constate que
ha habido una dejadez en la instrucción que haya comportado
una dilación del proceso463.
Respecto a los anteriores presupuestos, si bien pueden
aplicarse al proceso de menores en casos extremos, es difícil que se encuentren en la práctica, dado que los procesos
contra un menor deben ser ágiles y rápidos para adoptar, si
es necesaria, una medida definitiva lo más pronto posible. Al
mismo tiempo, en la mayoría de ocasiones, por el tipo de delito
que perpetra el menor no será muy complicado que antes de
seis meses, si la Administración de Justicia dispone de medios
materiales suficientes, concluya el proceso. Sin embargo, las
resoluciones dictadas durante estos años, para poder acordar la prórroga del internamiento cautelar, descansan en la
persistencia del peligro de fuga y la posibilidad de que si se
alza la medida cautelar el menor pueda reiterar dichos hechos
punibles464.
Igualmente, como establecen las SSTC 62/96 de 15 de
abril de 1996, Ponente Don Vicente Gimeno Sendra y 142/98
463. SSTC 206/91 de 30 de octubre de 1991, Ponente Don Don Vicente Gimeno Sendra,
2/94 de 17 de enero de 1994, Ponente Don Rafael Mendizábal Allende, 13/94 de 17 de enero
de 1994 y 241/94 de 20 de julio de 1994, Ponente Don Miguel Rodríguez Piñeiro y BravoFerrer, y 272/2000 de 13 de noviembre de 2000, Ponente Don Pedro Cruz Villalón
464. Ver Auto núm. 193, de 11 de octubre de 2005, AP de Madrid, sección 4ª, Ponente Doña
María Pilar de Prada Bengoa.
351
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
de 29 de junio de 1998, Ponente Don Tomás Vives Antón, en
sede de prisión provisional se puede mantener la privación de
libertad si la medida cautelar va a alzarse y existe una sentencia de condena recurrida. En este supuesto, además de poder
solicitar que la prórroga se mantenga, es posible plantear incluso una nueva solicitud, ya que existe un hecho nuevo como
es la responsabilidad penal acreditada después de practicada
la prueba, siempre que aparezca la probabilidad de que el acusado intente evitar el cumplimiento de la misma. En sede de
menores, sólo podemos solicitar la medida de internamiento
dos veces, por lo que dicha regla se utiliza si se solicita el internamiento cautelar por segunda vez y existe una sentencia
impugnada ante el órgano ad quem que atribuye la responsabilidad penal al menor expedientado, siempre que no se hayan
alcanzado los plazos máximos previstos por el legislador. Sólo
queda el riesgo de que la medida de internamiento cautelar se
alce sin que exista una sentencia firme dentro los nueve meses previstos por el legislador para mantener el internamiento
cautelar, porque dicha resolución del Juez de Menores haya
sido impugnada ante el órgano ad quem que no es un órgano
especializado y recibe asuntos en función de las normas de
reparto que ostente en las distintas audiencias provinciales.
En definitiva, el factor que determina que los procesos se
alarguen es el volumen de trabajo de los juzgados y una de las
posible soluciones es que se hubiera creado un proceso más
ágil para las faltas que el proceso normal e incluso un cauce
específico para poder celebrarlas de forma inmediata, así como
la creación de un órgano jurisdiccional especializado para resolver únicamente las apelaciones. Cabe pensar que, para que
352
José Portal Manrubia
la ley sea efectiva, entre el hecho punible cometido por el menor y la respuesta del Estado debe transcurrir el mínimo tiempo posible porque el menor está en constante evolución.
5.2.4. Cumplimiento.
El cumplimiento de la medida cautelar personal de internamiento viene regulado en varios preceptos de la LORRPM. Los arts. 46 y 55 disponen cómo deberá llevarse a cabo
el cumplimiento de dicha medida y, a la vez, que ésta sea útil
para que el menor pueda resocializarse. Igualmente, los arts.
54, 56 y 57 de la LORRPM exponen cómo debe ser tratado el
menor en los centros donde esté internado, los derechos que
le amparan y los deberes que tiene que atender mientras esté
en el mismo.
El legislador en el art. 1.2 de la LORRPM determina que
la normativa de la misma sea completada por lo dispuesto en
la CE, en la LOPJM, en las disposiciones contenidas en la Convención sobre los Derechos del Niño o en otros Tratados sobre
la materia en que España sea parte y, por último, debe añadirse en su Reglamento. Dicho Reglamento no entró en vigor
hasta el 1 de marzo de 2005, después de haber transcurrido
cuatro años de la vigencia de la LORRPM. Ante esta situación
creada por el legislador, se advirtió la posible aplicación supletoria de la LOGP y de su Reglamento en el cumplimiento de
la medida educativa privativa de libertad en los centros465. A
mi juicio, dicha posición no facilitaba que se solventaran las
465. PARÉS GALLÉS, R. “La ejecución de las medidas”, en Justicia de Menores una justicia
mayor. Op. cit. pág. 284.
353
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
posibles lagunas, toda vez que no se aplicaba una ley especial
para los menores.
Actualmente, para colmar las lagunas del RLORRPM, en
fase de cumplimiento del internamiento cautelar, se estará a
las directrices previstas en las Reglas de las Naciones Unidas
para la protección de los menores privados de libertad, adoptadas por la Asamblea General por resolución núm. 45/113, de
11 de diciembre de 1990. No obstante, con la novedad prevista
por el legislador en el art. 14.2 de la LORRPM, las personas
que alcancen la mayoría de edad cumpliendo la medida, si se
ordena que sigan su cumplimiento en un centro penitenciario,
se aplicará el régimen previsto en la LOGP. Seguramente esta
situación la ha previsto el legislador porque conoce la dificultad que existe muchas veces en encontrar un centro para el
menor, dado que suelen estar saturados.
5.2.4.1. Resocialización.
La resocialización implica que todas las actuaciones del
menor deben ir encaminadas a que pueda reinsertarse en la
sociedad. Dichas actuaciones deben respetar la dignidad del
menor pero deben conseguir que se responsabilice de los actos
reprobables que ha perpetrado.
Los arts. 55 de la LORRPM y 6 del RLORRPM definen que
el menor debe cumplir la privación de libertad sin que vea perjudicado su desarrollo, facilitando, si es menester, el contacto
354
José Portal Manrubia
con el mundo exterior466. La Ley sólo establece que debe desarrollarse un régimen de permisos de salida que puedan preparar la libertad del menor si está cumpliendo una sentencia que
le imponga una medida en régimen semiabierto o abierto, art.
45.1 del RLORRPM. Aunque en sede de internamiento cautelar en régimen cerrado no estén previstos estos permisos, el
legislador en próximas reformas debería prever una serie de
salidas de carácter excepcional ante determinadas situaciones
personales, como pudieran ser defunciones o enfermedades
graves de los progenitores o allegados del menor internado.
La Recomendación núm. 87, de 17 de septiembre de
1987, sobre Recomendaciones Sociales ante la delincuencia
juvenil, en el punto 13 declara que mientras que el menor esté
privado de libertad debe facilitarse el contacto con su familia y
en su punto 17 decreta que deben fomentarse las tareas educativas para que éstas sirvan de apoyo a su reinserción social.
La STC de 13 de enero de 1997, Ponente Don Julio Diego González Campos, establece que la función de reinserción social
prevista en el art. 25 de la CE constituye un mandato del legislador que, a su vez, articula por medio del tratamiento una
serie de mecanismos, como son los permisos de salida para
que la persona tenga vínculos con la familia, desarrollando su
personalidad y su responsabilidad.
No cabe duda que es aconsejable, si existe la posibilidad,
de que el menor desarrolle la actividad educativa y formativa
que efectuaba cuando se encontraba en libertad. Ahora bien,
466. GIMÉNEZ-SALINAS COLOMER, E. “La nueva ley de justicia juvenil en España”, en Legislación de menores en el s. XXI. Estudio de derecho comparado. CGPJ 2000. pág. 136.
355
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
la mayoría de menores que suelen internarse son personas
que no tienen ninguna actividad laboral y que han dejado los
estudios, por ello es necesario que el centro realice una evaluación del menor atribuyéndole una tarea adecuada a su condición personal. La resocialización del menor en el internamiento cautelar debe comprender la realización de una serie
de tareas educativas y formativas encaminadas a paliar sus
carencias sociales.
5.2.4.2. Lugar del cumplimiento
En fase de ejecución general hemos visto que los arts.
46.3 de la LORRPM y 10.1 del RLORRPM fijan que, siempre
que existan plazas disponibles, el menor se internará en un
centro que esté cerca de su domicilio familiar. La anterior declaración se debe respetar, ya que de esta forma la sociedad
tiene la obligación de preservar el contacto del menor con su
familia, como se refleja en el art. 6 apartados f) y g) del RLORRPM. Asimismo, en ningún caso se desvinculará al menor de
las posibles particularidades religiosas y culturales que pueda
tener éste y su familia.
Nunca a los menores que estén cumpliendo un internamiento cautelar se les puede tratar como responsables de una
actividad delictiva por parte del personal del centro y todas las
conversaciones que se realicen por su parte con dichos trabajadores serán del todo confidenciales, arts. 12.5 y 29.2 de
la RLORRPM. Esto es muy importante que se pueda cumplir,
dado que el menor va a pasar mucho tiempo en el centro y
debe tener un trato constante con los educadores, encontrán-
356
José Portal Manrubia
dose en un ambiente propicio para confesarse responsable del
proceso del que pende la medida cautelar personal que está
cumpliendo o, incluso, la atribución de otros hechos que se
estén investigando.
Finalmente, el legislador tampoco ha previsto ni en la
LORRPM ni en su Reglamento que los menores que estén cumpliendo el internamiento cautelar estén separados de los menores a quienes se les ha impuesto una medida definitiva. Los
arts. 54.3 de la LORRPM y 33 del RLORRPM exponen sólo la
organización de los centros con la particularidad de que sean
adecuados a la edad de los menores y a las circunstancias
personales de ellos. El Reglamento sólo prevé la separación de
aquellos menores que requieren una atención especial, previa autorización judicial, pero sin determinar los supuestos en
que se puedan dar dichas situaciones.
La realidad es que los centros clasifican los menores
en atención a la edad y los distribuyen en tres módulos, dependiendo de las posibilidades que tienen de poder salir en
libertad. El legislador olvida que al unir tantos menores en
un mismo recinto, con diferentes hechos punibles y distintos
grados de participación, posibilita que algunos menores constituyan influencias negativas sobre los otros. Existe el peligro
de que al tener que compartir un mismo módulo los menores
que tengan la misma edad, se puedan juntar un menor que ha
sido responsable de un homicidio con un menor que ha sido
presuntamente responsable de un delito de robo con intimidación.
357
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
5.2.4.3. Derechos del menor internado cautelarmente.
Los derechos del menor vienen recogidos en el art. 56 de
la LORRPM, los cuales se pueden dividir en dos grupos: unos
que son los objetivos, los cuales deben ser cumplidos por la
Administración y, otros, que son los subjetivos, que afectan
directamente al bienestar del menor.
A) Objetivos
Los derechos objetivos vienen descritos en el art. 56.2
de la LORRPM y para su correcta interpretación debe seguirse lo dispuesto en el RLORRPM, sin olvidar que para colmar
las posibles lagunas debe estarse a las pautas prevista en las
Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre de 1990. Dichos
derechos consisten en la obligación de la entidad pública de
mantener al menor en perfecto estado para evolucionar según sus particularidades, en posibilitar la existencia de plazas
para éste en el centro más próximo a su residencia, en poner
en conocimiento de la autoridad competente cualquier queja
que tenga y, por último, en comunicar a los representantes
legales del menor las incidencias que el mismo tenga en dicho
centro, art. 32.6 del RLORRPM.
El menor debe estar sometido a un tratamiento individualizado, como indican los arts. 56.2 g) de la LORRPM y puntos 30 y 35 de las Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre
de 1990. Se indica para ello que deberá ser internado en un
centro que contenga un número reducido de menores, con la
358
José Portal Manrubia
finalidad de que los responsables del centro les presten toda la
atención que requieran durante su cumplimiento. Esta decisión permite que se haga comprender al menor, lo antes posible, las pautas de comportamiento que existen en nuestra sociedad. Aunque el menor se traslade al centro con un informe
efectuado por el equipo técnico que ha servido para definir la
medida aplicable, es aconsejable que en el centro se le efectúe
otro informe psicológico para poder ejecutar el programa de
manera más adecuada a sus necesidades y posibilidades.
Los responsables de la Administración tienen la obligación de comunicar a los familiares del menor todas las incidencias que a éste le puedan acontecer en el centro, tal como
indica el art. 56.2 m) de la LORRPM y puntos 56 y 57 de las
Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre de 1990. Esto
abarca el estado de salud del menor, art. 38.3 del RLORRPM,
y cualquier cambio que se produzca en su situación personal,
art. 56.3 del RLORRPM. Al mismo tiempo, este derecho debe
ser recíproco y el centro debe informar al menor de todas las
circunstancias que sucedan a sus progenitores y familiares.
B) Subjetivos
Los derechos subjetivos que deben propiciar el bienestar
del menor los podemos dividir en: el derecho que protege su
desarrollo en el centro, el derecho que puede ayudar a desarrollar el programa que debe cumplir y el derecho a facilitarle,
en todo momento, el conocimiento de su situación procesal.
Es por ello, que para el internamiento cautelar en régimen cerrado debería preverse, por parte del legislador, la posibilidad
359
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
de que al menor se le concedieran permisos de salida extraordinarios en los supuestos de fallecimientos de familiares o de
allegados, así como ante el nacimiento de un hijo.
a’) Desarrollo del menor en el centro
El derecho de que se preserve la dignidad e intimidad del
menor mientras está privado de libertad se regula en los arts.
56.2 c) de la LORRPM y 6. b) del RLORRPM y punto 35 de las
Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre de 1990. El concepto de intimidad consiste en el espacio físico que se le otorga al menor para que pueda guardar sus efectos personales,
como pueden ser recuerdos y juguetes, sin que de esta forma
pueda romperse, de forma tan repentina, el paso del ámbito
familiar al centro de internamiento. En cambio, el concepto de
dignidad comprende la obligación de que se le designe con su
nombre y apellidos y a facilitarle la posibilidad de que pueda
ir vestido con las ropas y calzado que utilizaba de forma habitual y que, a su vez, le podrá facilitar su familia. El art. 30. 2.
d) del RLORRPM admite la posibilidad de que el menor pueda
tener dinero, cuya cantidad máxima viene estipulada por el
centro, pero no se le permite la tenencia de tabaco, mechero,
instrumentos peligrosos, alcohol o drogas. En la actualidad
el funcionamiento interior de dichos centros no dista de los
centros de reclusión para jóvenes. Igualmente, los menores al
estar en constante crecimiento deben disponer de un tiempo
para hacer ejercicio al aire libre, así como proporcionarles una
educación física adecuada.
Por último, en los arts. 56.2 de la LORRPM en sus puntos
360
José Portal Manrubia
h) y n) y 40 y 34 del RLORRPM permiten al menor el contacto
con sus familiares y en el caso de que sea una joven que haya
sido madre le permiten tener en presencia a su hijo siempre
que éste no alcance los tres años de edad. El art. 40.1 del RLORRPM, como sucede en el 45 del RP467, posibilita que el menor
reciba visitas, tanto de sus familiares como de sus allegados.
El centro debe tener una habitación concreta para poder desarrollar dichas visitas y crear desde esta distancia un ámbito
familiar. Respecto a la posibilidad de que la madre pueda tener
a su hijo menor de tres años en el centro de menores, es una
reproducción de lo que viene dispuesto en el RP, dado que en
los primeros años de la vida del recién nacido debe permitirse
que éste tenga contacto con su madre. El criterio que debe
seguirse, tanto para poder tener al recién nacido en el centro
así como la posibilidad de que el menor pueda recibir visitas,
es que se acredite con una prueba documental la relación familiar existente con el menor.
b’) Actividad del menor con relación al programa
De forma general, la Ley establece que a todos los menores internados se les otorga la sanidad gratuita por cualquier
contingencia que sobrevenga durante el internamiento y una
formación continua, laboral o académica, según arts. 56.2. g)
y j) de la LORRPM y 37 y 53 del RLORRPM y puntos 31 y 42
de las Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre de 1990.
Dicho precepto establece lo que viene reflejado en los arts. 26
467. En dicho precepto se establece la posibilidad de que los centros tengan un lugar específico para que el interno reciba visitas. Los internos podrán recibir como mínimo una
comunicación al mes, la duración de la cual no podrá ser inferior a tres horas.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
y 27 de la LGP, los cuales disponen que el trabajo no tiene
carácter aflictivo, adaptándose a sus necesidades formativas.
En sede de menores es obligatorio el estudio o la formación
profesional que pueda escoger el menor internado, siendo uno
de los elementos indispensables para que el mismo se adapte
a las pautas sociales, dado que es un derecho fundamental
consagrado en el art. 27 de la CE. Por consiguiente, se pretende que el menor adquiera una formación integral durante el
tiempo que dure su internamiento.
Los trabajos que se pongan a disposición del menor no
deberán implicar ningún trato degradante, consistiendo en actividades artesanales que supongan un trabajo ocupacional no
productivo, similar a lo que dispone el art. 153 del RP468. Así
pues, al menor se le hará más corta la estancia, pudiendo disfrutar del trabajo sin que pueda considerarlo como un castigo.
La problemática surge si durante el internamiento cautelar,
en que rige la presunción de inocencia, debe desempeñarse de
forma obligatoria la actividad escolar o laboral expuesta anteriormente. A mi juicio, la respuesta debe ser afirmativa, ya
que durante el cumplimiento de dicha medida se pretende que
el menor no pierda el ritmo de desarrollo personal que ostenta
cualquier menor que no esté privado de libertad.
En un primer momento el legislador decidió en el art. 39
de la Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales,
Administrativas y de Orden social, que la relación especial de
468. En dicho precepto, a diferencia de lo que ocurre en Jurisdicción de Menores, no son
considerados como una relación laboral de carácter especial y no gozan de la acción protectora de la Seguridad Social.
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José Portal Manrubia
los menores que trabajasen en los centros de internamiento
quedase sometida a las previsiones legales de la LORRPM. Estos menores que desarrollaban una actividad laboral tenían
la consideración de empleados de la entidad pública o de la
entidad colaboradora, siendo ésta responsable de la Seguridad
Social del menor. Actualmente, el legislador ha recogido esta
situación en el art. 53.4 del RLORRPM.
c’) Derechos del menor con respecto a su proceso
El menor tiene derecho a poder informarse de su situación procesal a través de su letrado, a tenor de lo dispuesto en
los arts. 56.2 i) de la LORRPM y 41.1 y 2 del RLORRPM punto
24 de las Reglas de Riad 45/113, de 14 de septiembre de 1990.
El art. 51.4 del LGP permite que la comunicación con el letrado pueda ser telefónica, método idóneo en sede de menores
dado que no es conveniente que reciba muchas visitas de su
letrado porque puede truncar las actividades formativas que le
pueda impartir el centro y, al mismo tiempo, pensar en el presunto hecho punible que se le imputa. El art. 42 del RLORRPM
decreta que las comunicaciones se llevarán a cabo con sus familiares y allegados dentro del horario establecido en el centro
y en caso de que no sean familiares deben ser autorizados por
dicho centro, con una limitación de dos comunicaciones por
semana de una duración máxima de 10 minutos cada una. El
centro debe respetar el secreto de la comunicación telefónica
que efectúe el menor con sus familiares u otras personas. En
el supuesto en que se pretenda que dicha comunicación del
menor sea intervenida, como indica la STC 169/2003 de 29 de
setiembre de 2003, Ponente Don Guillermo Jiménez Sánchez,
363
Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
debe conseguirse una autorización de un órgano jurisdiccional
y especificarse qué tipo de comunicación es objeto de intervención, si la enviada por el menor al exterior o la recibida por
éste en el centro.
El menor se puede quejar de cualquier incidencia que
ocurra en el centro mientras dure su internamiento, según
disponen los arts. 56.2 l) de la LORRPM y 57 del RLORRPM.
Así pues, desde el centro se le debe facilitar que formule las
quejas que tenga por conveniente, ya sean por escrito o de
palabra. Todas las quejas que realicen los menores deben ser
registradas y trasladadas al director del centro. Las resoluciones que desestimen las quejas de los menores pueden ser
recurridas ante el órgano jurisdiccional, que en la LORRPM
corresponde al Juez de Menores o al Juez Central de Instrucción de Menores.
Para agilizar las peticiones y las quejas del menor debería existir la posibilidad de que se presentasen directamente
ante el órgano jurisdiccional. Por ello, dicho órgano dependiendo del número de incidencias que existan puede observar
las necesidades del menor acordando un cambio de centro o
de actividad. El problema fundamental estriba en que no se ha
previsto la creación de unos Juzgados específicos de menores
para poder llevar a cabo el cumplimiento de las medidas definitivas y cautelares, así como sus incidencias. Así pues, el
Juez de Menores debe celebrar los juicios, las comparecencias
del art. 28.2 de la LORRPM, ejecutar las sentencias y autos,
y ocuparse de su cumplimiento, creándose una saturación de
asuntos en dichos juzgados.
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José Portal Manrubia
5.2.4.4. Deberes del menor internado cautelarmente.
Los deberes que establece el art. 57 de la LORRPM reproducen fielmente lo previsto en el art. 5 del RP469.
El primer deber que se observa es la obligación del menor
de permanecer en el centro a disposición de la autoridad judicial que haya decretado su internamiento hasta que la medida
termine. Ante este deber se debería informar al menor de las
consecuencias que conlleva el quebrantamiento de la medida
cautelar de internamiento, así como de la medida definitiva. El
art. 50.3 de la LORRPM dispone que se mandará testimonio al
Ministerio Fiscal competente para que, si lo estima oportuno,
se incoe expediente por el hecho punible.
El segundo deber que tiene el menor es recibir la enseñanza básica obligatoria y las actividades formativas, educativas y laborales para preparar su vida en libertad. Actualmente,
es muy difícil que los centros estén preparados para impartir
dicha actividad, pensando además de que es probable, salvo
excepciones, que el internamiento cautelar deba alzarse en un
período corto de tiempo y, en el supuesto de un internamiento
definitivo, es probable que si el menor evoluciona se pueda
proponer su terminación anticipada, en virtud del art. 13.1 de
la LORRPM.
469. En este precepto se prevé que el interno colabore en todo momento con la comunidad
penitenciaria. Deberá permanecer en el centro hasta su liberación y estar siempre a disposición de la autoridad judicial, utilizar de forma adecuada los servicios que se pongan a su
disposición, acatar las normas de régimen interno, guardar la higiene y participar en las
actividades formativas y educativas del centro.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
No obstante, la decisión de llevar a cabo actividades formativas, educativas y laborales es del todo correcta, puesto
que son actividades de corta duración en menores que están
desestructurados que pueden facilitarles una ocupación a la
salida del centro. En ningún momento, como establecen las
Reglas mínimas para el Tratamiento de los reclusos aprobadas
por la resolución núm. 5 de 19 de enero de 1973 del Comité de
Ministros del Consejo de Europa, se podrá exigir al menor que
desempeñe una actividad laboral retribuida sin su consentimiento, ya que la finalidad es que encuentre una ocupación
que le sea útil para su futuro y que no la considere como un
castigo.
Finalmente, el tercer deber que se observa en el precepto es la obligatoriedad de que el menor internado tenga una
convivencia ordenada en el centro, con una actitud de respeto
hacia las personas que convivan con él, preservando las pautas de comportamiento social y sanitario. En caso de incumplimiento de dichas normas, se establece un régimen sancionador para garantizar las condiciones mínimas de convivencia
en el centro.
De los anteriores deberes que se le imponen al menor
sólo tienen una limitación, como es la de tener presente su
capacidad particular para recibir la información y el ámbito en
que con anterioridad desarrollaba su actividad social. De este
modo, se debe exigir la conducta debida y el cumplimiento de
cada deber, tomando en consideración los hábitos de cada menor, valorando su esfuerzo y su postura en el centro.
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José Portal Manrubia
5.2.4.5. Régimen disciplinario.
El legislador ha previsto en el art. 60 de la LORRPM y
desde el art. 59 al 84 del RLORRPM un procedimiento sancionador pensado para el menor que esté cumpliendo una medida
en un centro de internamiento. Ahora bien, ciertamente en
España hasta el 1 de marzo de 2005 los centros para menores
han estado sin un reglamento que pudiera imponer un orden
y una disciplina en los mismos.
En su momento la CFGE 1/2000 indicó que, a falta de
desarrollo legislativo, no era partidaria de que se impusieran
sanciones a los menores. Pero, al mismo tiempo, debe existir
una normativa que delimite el comportamiento de los menores
en los centros, garantice la seguridad en éstos y, al mismo
tiempo, sea útil para que el menor consiga asimilar unas pautas de comportamiento ordenadas durante el cumplimiento de
la medida470, como indica el propio art. 59.1 del RLORRPM,
situación similar a la prevista en el art. 41.1 de la LGP. Sin
embargo, existe una excepción que impide que se aplique dicho reglamento a los menores que estén sometidos a un internamiento terapéutico, art. 59.3 del RLORRPM. Esta postura
del legislador es criticable porque determina que los menores
a quienes se les imponga una medida terapéutica cumplirán
la misma en idéntico centro en el que se desarrolla el internamiento en alguno de sus regímenes. Ciertamente, el legislador
debería haber dispuesto que, con independencia de la medida
acordada, si la infracción se hubiera cometido bajo un estado
470. CERVELLÓ DONDERÍS, V. “Derecho penitenciario”. Ed. Tirant lo blanch. Valencia.
2001. pág. 241.
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
de anomalía o de alteración psíquica debería desistirse de su
incoación.
Este procedimiento sancionador se fundamenta en tres
principios, tales como: el principio de legalidad, el principio
de culpabilidad atemperado con el de proporcionalidad y el
derecho de defensa. A tenor de la STC 170/96 de 29 de octubre, Ponente Don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera, podemos aseverar que la actividad sancionadora de los centros está
destinada a una sujeción especial que debe ser controlada por
el órgano jurisdiccional y dedicada a reinsertar a la persona
privada de libertad, estableciendo una similitud entre la vida
en el centro y la vida en libertad, art. 55 de la LORRPM. Esta
sujeción especial consiste en la potestad que tiene el órgano
jurisdiccional de someter a las personas que ya están privadas de libertad a un régimen disciplinario determinado, con la
única limitación de hacerla compatible con los derechos fundamentales471. Por lo tanto, se podrá suspender la ejecución
de la sanción impuesta si no es conveniente para los fines de
reinserción social, art. 82.1 del RLORRPM.
El principio de legalidad consiste en que el legislador tipifique una serie de conductas realizadas por los menores en
el centro que pueden ser merecedoras de sanciones. La ley
prevé que se dividan en tres tipos de conductas, las cuales
merecerán ser sancionadas con falta muy grave, falta grave o
falta leve, art. 61 del RLORRPM. Como establece el art. 232.3
del RP las conductas que el legislador prevé en la Ley deben
471. TORRES ANDRÉS, J.M. en AAVV. “Ley de la responsabilidad penal de los menores”.
Op. cit. pág. 467.
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José Portal Manrubia
estar perfectamente delimitadas porque no se podrá imponer
una sanción por una conducta análoga.
En los arts. 62, 63 y 64 del RLORRPM se establecen las
posibles conductas sancionadas con faltas muy graves, graves
y leves. Estas actuaciones del menor consisten en agresiones
y amenazas a cualquier persona del centro, introducción de
armas, alcohol o substancias psicotrópicas, haber intentado
evasiones y llevado a cabo motines, o, incluso, sancionar en
el caso de que el menor se llegue a autolesionar como medio
de reivindicación. El legislador con dicha previsión legal ha
cerrado las posibles conductas que son reprobables creando
seguridad jurídica.
Se debe tener presente que no es aconsejable que estando el menor en un centro se le apliquen sanciones disciplinarias, porque a partir de las sanciones que se le impongan a
éste puede rehusar permanecer en el centro y no cooperar con
los educadores del mismo. Debería ser posible obviar las sanciones y dialogar con el menor para que recapacite sobre su
actuación, así como los motivos que le han impulsado a realizar aquella particular conducta dentro del centro, art. 60.5
del RLORRPM. Ciertamente, es criticable que en el art. 85 del
RLORRPM se contemple la posibilidad de dar incentivos y beneficios al menor en virtud de su comportamiento, creando
ciertas desigualdades ente los menores de un mismo centro.
El segundo principio que concurre es de la culpabilidad.
El menor debe ser considerado inocente mientras no sea firme
la sanción, declarando su culpabilidad tras acreditar su ac-
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Medidas cautelares personales en el proceso penal de menores
tuación y su intencionalidad en infringir las normas de comportamiento previstas en el centro. Sin embargo, debe valorarse si han existido motivos objetivos que le hayan impedido una
conducta distinta, como pudiese ser el error y en caso de que
se le imponga una sanción deberá atemperarse con el principio de proporcionalidad.
El legislador determina que en sede de régimen disciplinario se seguirán, de forma supletoria, las normas previstas
en la Ley 30/92, de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. El principio de proporcionalidad viene anunciado en el art. 131 de
dicha Ley. De esta manera, para la imposición de la sanción se
debe tener en cuenta la intencionalidad de la acción, los perjuicios ocasionados, en nuestro caso concreto en el centro, y la
posible reiteración. Ante esta situación sería conveniente haber adoptado como supletorio el art. 234 del RP, bajo el epígrafe de graduación de las sanciones, que indica que para adoptar
la sanción deberá tenerse en cuenta la gravedad del daño, la
naturaleza de la infracción y el grado de ejecución alcanzado.
Por ello, para imponer la sanción se debe valorar la necesidad
de su idoneidad, sus consecuencias sobre el menor y, si es
posible, que mediante una función pedagógica de comprensión
por parte del equipo técnico pueda evitarse la misma.
El legislador ha regulado dos procedimientos disciplinarios, uno para faltas graves regulado en el art. 71 al 81 del
RLORRPM y otro denominado procedimiento abreviado para
las faltas leves previsto en el art. 79 del RLORRPM. En ambos procedimientos se ha obviado el derecho de defensa, que
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José Portal Manrubia
deberá consistir en que el menor sepa qué sanción se le va a
imponer, así como que pueda tener el derecho a la asistencia
letrada durante todas las fases del proceso y en todas sus incidencias. Como indican las SSTC 97/95 de 20 de julio, Ponente
Don Javier Delgado Barrio, y 39/97 de 27 de febrero, Ponente
Don Pedro Cruz Villalón, no es posible imponer una sanción a
una persona sin que se le haya ofrecido la posibilidad de que
haya optado por escoger la defensa técnica por medio de la
asistencia letrada. La anterior aseveración parece que no se
contemple ni en el art. 72. 2. b) del RLORRPM, que dispone de
forma potestativa que un letrado asesore al menor para llevar
a cabo su impugnación, ni en el art. 79 del mismo, en que no
se prevé dicha posibilidad. Ambos preceptos son inconstitucionales, dado que infringen el derecho de defensa establecido
en el art. 24.2 de la CE. A mi juicio, el derecho a la autodefensa no alcanza a posibilitar que la persona sin asesoramiento
jurídico efectúe dicha impugnación, no siendo el menor la persona más indicada para combatir legalmente una resolución
pensando, además, que se le ha facilitado abogado desde el
primer momento en que toma contacto con la Jurisdicción de
Menores.
472. En el Proyecto de Ley de Tribunales para niños, de 1 de noviembre de 1915, se introdujo en el art. 12.5 dicha medida con la finalidad de que se designe un individuo que permita
controlar la conducta del menor infractor, manteniéndose la misma redacción en la Ley de
25 de noviembre de 1918. En el art. 17 de la LTTM y en el art. 37 de su Reglamento se con-
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