Fragilidad, vulnerabilidad, contingencia y finitud humana, Por

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Fragilidad, vulnerabilidad, contingencia y finitud humana, Por: Célida Godina
LECCIONES DE ÉTICA NEGATIVA 5
“Hemos conquistado la realidad y perdido el sueño―
Robert Musil
Para hacer una descripción de la realidad observamos que distintos campos del conocimiento hablan de vulnerabilidad.
Palabra con un amplio significado. AsÃ- podemos observar que vulnerabilidad abraca también: riesgo, crisis,
contingencia, tensión, convulsiones, presión, estado de indefensión, exposición fÃ-sica al riesgo de catástrofes, falta
de capacidad y acceso a recursos, desprotección social, debilidad…Sin embargo, la vulnerabilidad es una dimensión
relativa, es decir, todos los seres humanos somos vulnerables de distinta manera, por ejemplo, de acuerdo a nuestras
circunstancias socioeconómicas y condicionantes personales.
Este importante concepto constituye una dimensión nueva para tratar los problemas humanos, o bien, como algunos la
llaman un enfoque o instrumento de análisis dentro del sistema tecnoeconómico que padecemos. Los “expertos―
sostienen que vulnerabilidad es exposición fÃ-sica al riesgo de catástrofe, de falta de capacidades y de acceso a los
recursos (pobreza, inseguridad del sistema de sustento familiar), de indefensión personal o falta de capacidades
personales (falta de capacidades fÃ-sicas y psicológicas, falta de conocimientos y de cualificaciones técnicas, falta de
capital social, dificultad para ejecutar estrategias de afrontamiento), de indefensión o desprotección social (falta de
protección por parte de la comunidad, falta de protección por parte del Estado), sólo por mencionar algunas. Cuando
nos formamos una idea de todo lo que abarca la vulnerabilidad en el lenguaje tecnocrático viene a nuestra mente que lo
propio de la condición humana es la vulnerabilidad, la fragilidad, la contingencia y la finitud. Podremos escuchar
discursos que son el reverso de la vulnerabilidad: seguridad, estado de bienestar, control, desmitologización,
absolutismo de la realidad (en el sentido del filósofo Blumenberg) a través del poder tecnocientÃ-fico, fundamentalismo
cientÃ-fico, velocidad, en una palabra, la tecnologÃ-a como sistema social, como forma de vida, como concepción del
mundo.
Desde una ética negativa nuestra situación existencial fundamental es la vulnerabilidad. La esperanza en esta ética se
encuentra anclada en la experiencia histórica del mal radical, de aquello que deseamos no exista, que no se repita, que
la lógica del presente, totalmente pervertida, ve como lugar común, pero que una ética negativa anhela un futuro
imposible, un futuro que tan sólo puede describir negativamente. Por esta razón recordamos a millones de personas
que padecen hambre, que no tienen acceso a un sistema de salud digno, que se quedaron sin trabajo y dentro de poco
sus hijos se quedarán sin educación. Antes la tradición indicaba el norte, actualmente se ha vuelto la espalda a
ella…vivimos en la cultura del olvido de las tradiciones, de la memoria histórica, de hombres y mujeres ejemplares, se ha
dado paso a la fetichización del presente, del progreso, del éxito, de la innovación y del cambio. Pensar hoy no es
negado por el ruido, por falta de tiempo, parece hecho a propósito. Se niega la contingencia humana y se abre paso al
ideal de objetividad y de perfección. Si queremos hablar de ética tenemos que mostrar que no se enseña a través de
proposiciones y teorÃ-as, sino solamente a través del testimonio. La tarea de la ética es negarse a aceptar la realidad. La
ética quiere ser, paradójicamente, antirreal. Su función no es, de ninguna manera, ratificar la naturaleza, sino más bien
contradecirla, desmentirla, negarla. En la lógica de la burocracia y de la razón instrumental mencionar problemas de la
existencia cotidiana de los “hombres sin atributos― es “decir― números, estadÃ-sticas y cifras. La ética negativa d
deferencia al otro, ese otro que muere de hambre o por violencia familiar y social, que no tiene acceso a educación,
que es recurso de pederastas, traficantes de órganos o de explotación, que es convertido en función. La vida humana
es contingente y por tanto en ella es posible la catástrofe. Dar testimonio de los acontecimientos deshumanizantes de
los que tenemos memoria y experiencia vivida es nuestro deber. El acontecimiento me apela, me desafÃ-a, me pone en
cuestión, me pide una respuesta, es lo que provoca una relación ética. Por eso no puedo callar ante imágenes donde
niños han perdido todo a consecuencia de un magno temblor. Me horroriza ver cómo un camión de volteo con
escombros, lleno de cadáveres, echa todo a una fosa común allá en HaitÃ- tras el temblor del martes 12 de enero. No
puedo callar ante el acto bárbaro de violar y matar a una bebé de un mes de nacida, por un drogadicto de 17 años de
edad. No puedo callar ante la frecuencia de robos de infantes en la puerta de su casa o arrancados de la mano de su
madre. No puedo callar que en un cerro de Amozoc, Puebla, hay cientos de paracaidistas que se han asentado con sus
familias…que los niños corren casi desnudos a mi encuentro para que les regale un peso para pan. Es necesario, creo
yo, resignificar la palabra educación para que sea nuevamente educación formadora, educación que al formar
transforma y permite al alumno pensar, reflexionar, sobre todo ser ético y crÃ-tico. No al adoctrinamiento, caracterÃ-stica
de la sociedad moderna, sÃ- a la educación que toma en cuenta al otro, se preocupa por el otro.
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