Ser semejante a Cristo (1 Parte) Cómo tener la mente de Cristo Según el Nuevo testamento la meta más importante de todo cristiano es ser semejante a Cristo: “Porque a los que antes escogió, también los predestinó a ser de la misma forma de la imagen de su hijo…” (Ro. 8: 29). Asimismo el apóstol Pablo a los Efesios les dijo la meta: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (4: 13). Richard Foster dice que el objetivo supremo de la vida cristiana es: “Una formación cada vez más profunda de la personalidad interior para que refleje la gloria y la bondad de Dios, en conformidad cada vez más radiante con la vida, la fe, los deseos y los hábitos de Jesús” (pág. 94, Ríos de Agua Viva) Un área a considerar para lograr este propósito es la mente. Pablo le dice a los Corintios que los creyentes “tenemos la mente de Cristo” (2: 16). Aquí el griego usa la palabra “s” que se traduce mente, pensamiento, actitud, intención o entendimiento. También a los filipenses le invita a: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (2: 5). “Sentir” se deriva del verbo griego y significa: tener los pensamientos de; tener la mente controlada por; vivir en armonía, tener los mismos sentimiento de”. El primer texto es un verbo indicativo “tenemos” y señala que los creyente ya poseemos por la obra del Espíritu la capacidad de desarrollar la manera de pensar de Cristo (cf. 1 Co. 2: 15). El segundo texto es un verbo imperativo y se nos ordena que mantengamos un proceso continuo de identificarnos con los mismos pensamientos y actitudes de Cristo (cf. Fil. 2: 6-11). ¿Cuáles son las características de una mente como la de Cristo? 1. Es una mente controlada por el Espíritu Santo. “Porque los que viven según la carne, tiene la mente en las cosas de la carne, pero los que viven según el Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la manera de pensar de la carne es muerte, pero la manera de pensar del Espíritu, es vida y paz” (Ro. 8: 5-6). Note que el control de la mente por el Espíritu tiene consecuencias prácticas: Hay verdadera vida y paz. Dios nos ha dado la mente para que por medio de su Espíritu podamos conocer la verdad y vivir como Cristo. 2. Es una mente que mantiene absoluta fidelidad a Cristo. “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, así sean desviados vuestros pensamientos de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11: 3). Una mente como la de Cristo tiene lealtad, devoción exclusiva a las enseñanzas de Cristo. Se cuida de las falsas enseñanzas de ministros fraudulentos. 3. Es una mente pura. “Todas las cosas son puras para los puros, pero para los impuros e incrédulos nada es puro, pues sus mentes y sus conciencias han sido contaminadas” (Tít. 1: 15). Para el que es limpio, todo es limpio, pero para el que tiene su mente contaminada todo es corrompido (cf. Mt. 15: 18-19). 4. Es una mente sensible a la Palabra de Dios. “Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras” (Lc. 24: 45). El creyente que tiene la mente de Cristo tiene la iluminación necesaria para entender la revelación divina (Cf. Ef. 1: 18). 5. Es una mente humilde. “Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino con humildad, considerándoos los unos a los otros como superiores a vosotros mismos” (Fil. 2: 3). La exigencia es a prestar el debido respeto y consideración de los demás sin exigir para nosotros lo mismo. ¿Cómo mantener una mente como la de Cristo? 1. Apártate del pecado. El pecado afecta nuestra manera de pensar. El apóstol Pablo muestra como el pecado incapacita nuestra capacidad de razonar correctamente “…no os conduzcáis más como se conducen los gentiles, en la vanidad de sus mentes, teniendo el entendimiento entenebrecido, alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón” (Ef. 4: 17-18). La iniquidad afecta nuestra manera de pensar: La endurece, la corrompe y la vuelve tonta (cf. 2 Co. 3: 14; 1 Ti. 6: 5; Ro. 1: 21). El pecado ultraja la razón. El pecado nos hace actuar irracionalmente, locamente: “Más el que comete adulterio es falto de entendimiento” (Pr. 6: 32) cf. Pr. 7: 22-23; Nm. 12: 11; 1 S. 13: 13-14 2. Toma la decisión de pensar a la manera de Cristo. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación; si hay alguna virtud, si hay algo digno de alabanza, es eso pensad” (Fil. 4: 8). El modo pensar espiritual requiere que se valore apropiadamente todo para determinar si algo es válido o no. El apóstol Pablo establece un sistema de evaluación del pensamiento que tiene como base los pensamientos que son valiosos, buenos y excelentes : Pensamientos verdaderos: ¿Es real? ¿Es auténtico? ¿Es conforme a la realidad? Lo contrario es fantasía, ficción, falsedad, hipocresía, supersticiones, temores, incredulidad, indecisión. La verdad para el cristiano es Cristo y su Palabra (Jn. 8: 31-32; Sal. 119: 11) Pensamientos honorables: ¿Es digno? ¿Es respetable? ¿Es decoroso? Lo contrario es indigno, vergonzoso, degradante. La respuesta está en la vida en el Espíritu. Pensamientos justos: ¿Es equitativo? ¿Es imparcial? ¿Es correcto? Lo contrario es ilícito, inmoral, injusto. “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, 3. 4. 5. 6. 7. sino sed niños en la malicia, pero sed maduros en modo de pensar” (1 Co. 14: 20). Pensamientos puros: ¿Es limpio? ¿Es honesto? ¿Es transparente? Lo contrario es indecente, inmundo, perverso. La voluntad de Dios es que nos mantengamos puros (1 Ti. 4: 14; 2 Co. 7: 1). Pensamientos amables: ¿Es agradable? ¿Es grato? ¿Beneficia a otros? Lo contrario es amargado, grosero, rudo, antipático (Fil. 4: 5) Pensamientos de buena reputación: ¿Es digno de elogio? ¿Se habla bien de eso? Lo contrario es tiene mala fama, es indigno que se piense en eso. Dios desea una transformación completa de la vida del cristiano que avance hacia un modo de pensar como el de Cristo (Ef. 4: 17-24). Renueva tu mente constantemente. “No os adaptéis al mundo, sino sed transformado por la renovación de la mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: Lo bueno, lo aceptable y lo perfecto” (Ro. 12: 2). “pero renovaos en el espíritu de nuestra mente” (Ef. 4: 23). Se requiere que eliminemos constantemente los pensamientos fundamentados en los esquemas de este mundo y llenemos la mente de las verdades de la Palabra de Dios: “Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra” (Col. 3: 2, NTV). Mantén la mente lista para pensar y actuar correctamente. “Por lo cual habiendo ceñido los lomos de vuestro entendimiento…” (1 P. 1: 13). La exhortación del apóstol es a mantener la mente en estado de alerta, activa para discernir el propósito de Dios y conducirnos conforme a su voluntad. Resiste los pensamientos negativos. “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas. Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co. 10: 4- 5). Nos oponemos intencionalmente a todo pensamiento de orgullo, de acusación, de culpa o de mentira que se resista a los propósitos de Dios. Usa tu mente en la comprensión más profunda de Dios que te sea posible. Trabaja intensamente en la lectura y reflexión de la Biblia que es la máxima revelación que tenemos de la persona de Dios. Aprende a sacarle provecho al estudio de los textos bíblicos por medio del hábito de hacerle pregunta al texto y la meditación (Jos. 1: 8). Apunta al infinito valor de conocer la gloria y la belleza de Cristo de manera que lo valores, lo aprecies y te deleites en él como tu máximo valor en la vida (Fil. 3: 8). Crece en el uso de tu mente hasta que puedas amar a Dios con toda tu mente (Mt. 22: 37). Esto significa que te desarrolles al punto de hacer tu mayor esfuerzo posible en usar tu mente para conocer y expresar el amor a Dios. Pr. Aner González 05 de marzo de 2012