XI DOMINGO ORDINARIO "C" 11 y 12 de Junio de 2016 En la

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XI DOMINGO ORDINARIO "C"
11 y 12 de Junio de 2016
En la familiar historia del Evangelio de hoy, en donde la mujer penitente viene sin
previo aviso, y aún sin ser invitada a la cena en que Jesús estaba compartiendo en la casa de
uno de los jefes fariseos, llamado Simon, y ella se colocó detrás de Jesús y procedió con el
rito de lavarle sus pies con sus lágrimas y luego en ellos le vierte un expensivo perfume; en
este relato hay una línea que siempre me conduce a una contemplación: Jesús se dirige a
Simón y le pregunta: ¿Ves a esta mujer? (Lc. 07:44)
Simon "ve" a esta mujer. Simón, que era un hombre que cumplía y observaba la religión.
Simón el "pilar" de la sinagoga local. El Evangelio nos relata que Simon la "vio" a ella y
que él sabía que clase de persona ella era, una "mujer pecadora", lo que tradicionalmente es
interpretado como una prostituta. Simon también "ve" a Jesús como alguien que debería
saber quién y qué clase de mujer era ella. Jesús al aceptar que ella se le acercara, y mucho
menos que realizara un acto casi cercano ni menos a una provocación sexual, Jesús, que al
no condenar inmediatamente la “ocupación” de esta mujer, es también por lo menos
culpable de violar la ley religiosa al no despedirla públicamente.
Sin embargo, Jesús también "ve" a esta mujer. Jesús ve más allá de su mala reputación
pública; más allá, tal vez, de su propia auto-culpabilidad. Jesús ve a una niña de Dios que
está herida, una niña que está conmovida por amor y arrepentimiento. Sucintamente Lucas,
en el Evangelio, lo resume diciendo que Jesús ve cuando se vuelve hacia Simon y sus
invitados, y les dice: "Por lo cual, yo te digo: sus muchos pecados, que son muchos, le han
quedado perdonados, porque ha amado mucho". (Lc 7:47).
En la liturgia de hoy, a nosotros se nos hace la misma pregunta: ¿Ves tu? Las banderitas
que hay a la entrada de la nave principal de la Iglesia contienen palabras del Papa Francisco
relacionadas a este año jubilar extraordinario de la Misericordia: Nadie puede ser excluido
de la misericordia de Dios. ¿Vemos si estas palabras pueden ser aplicadas a nosotros?
¿Vemos con estas palabras a los otros en nuestra familia, en la parroquia, en la comunidad,
en la sociedad en general? ¿Veo con los ojos de Simón? O ¿Veo con los ojos de Jesús?
Con mucha frecuencia, al igual que Simón, podemos estar ciegos por nuestra propia
presumida bondad y santidad. A veces he escuchado a personas que me dicen: "Bueno,
Padre. Soy una buena persona. Nunca he matado a nadie". Pero la pregunta que siempre se
me viene a la mentee es: "¿Has juzgado a otros? Aunque no físicamente se ha matado a
alguien, ¿he dado por perdido a alguien como 'sin esperanza’? "Oh, tu sabes sobre ella, ella
engañó a su marido". O, "Tu sabes, que él fue despedido de su trabajo porque malversó todo
ese dinero". Como Simón, ¿no permitimos la posibilidad de conversión de una persona, o de
alguien que salga debajo del peso de su real o presunto pecado? O bien, en nuestra propia
vida, ¿permito que un pecado pasado determine mi auto-imagen o mi entendimiento de
cómo Dios me ve, como un ser imperdonable, digno de no ser amado?
En su homilía diaria del Martes 19 de Enero de este año, el Papa Francisco reflexionó
sobre la historia de la confrontación del rey David con el profeta Natán, que es la primera
Lectura de hoy tomada del segundo libro de Samuel. David, que después de haber cometido
adulterio con Betsabé, la esposa de su principal general del ejército Urías Hitte, conjura y
conspira un plan, y que lo lleva a cabo para cubrir su pecado, haciendo poner a Urías a la
vanguardia en una batalla de la que David está seguro que Urías va a ser matado. Y así
sucede. Confrontado por el profeta, el rey admite de esto, y se arrepiente de su pecado.
Al comentar sobre el rey David, el Papa Francisco dice: "David fue un santo y un
pecador. Fue un "hombre que fue elegido y ungido rey por Dios, capaz de unir el reino, de
llevar hacia adelante al pueblo de Israel", pero también fue un hombre que 'tenía
tentaciones' y que cometía pecados. ..." El rey David fue un "gran pecador, pero también un
pecador penitente. La vida de este hombre me conmueve y me hace pensar en nosotros
mismos. Todos hemos sido elegidos por el Señor en el Bautismo, para estar dentro de su
gente, sus santos''. ‘Todos nosotros hemos sido consagrados por el Señor, en este camino a
la santidad', sin embargo, concluyó el Papa, que al leer la historia del rey David que es
una persona que hizo muchas cosas buenas y otras no tan buenas, ‘yo he llegado a pensar
que en el camino cristiano, en el camino que el Señor nos llama a hacer, "no hay santos sin
un pasado, ni pecadores sin un futuro"’. En estos últimos meses, en mis oraciones
personales, he pasado mucho tiempo meditando sobre estas palabras en lo que se refiere a
mi propia vida, y en lo que se refiere de cómo veo a los otros.
Nos reunimos de nuevo aquí para cenar en la mesa del Reino de Dios, seguros de que
nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios. NO HAY SANTOS SIN UN
PASADO, NI PECADORES SIN UN FUTURO. Es una manera de cómo vemos la
cuestión: con los ojos de Simon o con los ojos de Jesús.
Padre Jim Secora
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