El cuento en la literatura española del S. XX

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TRABAJO FIN DE GRADO
Título
El cuento en la literatura española del S. XX
Autor/es
Félix Rubio Muñoz
Director/es
María Isabel Martínez López
Facultad
Facultad de Letras y de la Educación
Titulación
Grado en Lengua y Literatura Hispánica
Departamento
Curso Académico
2012-2013
El cuento en la literatura española del S. XX, trabajo fin de grado
de Félix Rubio Muñoz, dirigido por María Isabel Martínez López (publicado por la
Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.ྀ
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a los
titulares del copyright.
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©
El autor
Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2013
publicaciones.unirioja.es
E-mail: [email protected]
RESUMEN
El cuento, a lo largo de la Historia de la Crítica, ha sido considerado como un
género menor para la mayoría de expertos, existiendo pocas referencias de su evolución
en la Historia de la Literatura. El trabajo que sigue a continuación trata de realizar un
repaso sobre su papel en la literatura española dentro del resto de géneros literarios,
analizando la influencia de los hechos históricos en la producción literaria. Desde la
Crisis de Fin de Siglo, España ha pasado por diferentes acontecimientos que han
marcado el desarrollo de su Historia, siendo una buena muestra de ello la producción
literaria de cada época, desde La G. del 98 hasta los Novísimos, observando las
características propias de cada período y estudiando de forma independiente al cuento.
En definitiva, se trata de demostrar cómo la literatura constituye una forma de expresión
de la ideología humana, fuertemente influida por las condiciones de su entorno.
ABSTRACT
By and large, the story has been considered as a minor genre throughout the
history of the literary criticism by most of the experts. Accordingly, it is hard to find
references of its development in the course of history. The aim of this thesis is not only
revising the importance of this genre within Spanish literature and in relation with the
rest of the literary genres, but analysing also the influence of the historical facts within
the literary production. From the end of century crisis until today, Spain has gone
through several events which have influenced its historical development, as well as the
literary production from La Generación del 98 to the Novísimos. On the whole, this
work shows how literature establishes a way of expression of human ideology, which is
influenced by the context.
[1]
[2]
ÍNDICE
1. Objetivos y metodología……………………………….............................. 4
2. Introducción al concepto de cuento y narrativa breve…………………… 4
3. El cuento español: paso a un nuevo siglo………………………………… 6
3.1 Contexto histórico……………………………………………………… 6
3.2 Panorama literario……………………………………………………… 8
3.3 El cuento español hasta la Guerra Civil………………………………. 13
4. El cuento español tras la Guerra Civil…………………………………….. 16
4.1 Contexto histórico…………………………………………………….. 17
4.2 Panorama literario…………………………………………………….. 20
4.3 El cuento español hasta la Transición………………………………… 21
5. El cuento español contemporáneo………………………………………… 22
5.1 Contexto histórico……………………………………………………. 23
5.2 Panorama literario……………………………………………………. 27
5.3 El cuento español de hoy…………………………………………… 27
6. Textos comentados……………………………………………………… 29
6.1 El miedo, de Ramón del Valle-Inclán ……………………………….. 29
6.2 Y va de cuento, de Miguel de Unamuno…………………………… 30
6.3 La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas…………………….. 31
6.4 Ella acaba con ella, de Juan José Millás…………………………… 32
6.5 El placer de callar. Cuento de Mercedes Abad…………………….. 32
7. Conclusión……………………………………………………………… 33
8. Bibliografía………………………………………………………………. 35
[3]
1. Objetivos y metodología
El objetivo de esta monografía es llevar a cabo un acercamiento al género
cuentístico en la literatura española, centrándonos en la producción surgida durante el
siglo XX.
El método de trabajo empleado ha sido la consulta de
distintos manuales y
antologías ya publicados para, tras recibir y reflejar una noción global de la materia
teórica, así como realizar comentarios de textos representativos del género. Con ello se
intenta aportar tanto una visión teórica del género literario al que nos referimos, como
un apartado de carácter más práctico, con el fin de ser capaces de obtener una
conclusión personal. La motivación de esta dinámica de trabajo está basada en el
estudio teórico-práctico del contenido, pretendiendo demostrar con ello no sólo la
consulta de la bibliografía básica sino también demostrar las competencias adquiridas
para la elaboración de un discurso propio.
Para lograr una mejor clasificación de autores, he dividido la tarea en distintos
períodos representativos correspondiendo a cada uno de ellos uno o más textos a
analizar, extrayendo las características más importantes y entroncándolas en el marco
literario correspondiente. La estructuración del trabajo se divide en un panorama
histórico de cada etapa, un panorama literario y por último un acercamiento a la relación
del género del cuento respecto del resto de manifestaciones literarias. También hay
incluidos comentarios de distintos cuentos que me han gustado especialmente, con el fin
de aportar cierto contenido práctico al trabajo. Mi elección de este género en concreto se
debe a que no había tenido la oportunidad de estudiarlo demasiado a lo largo de mi
formación, por lo que me parecía interesante intentar un acercamiento a su desarrollo en
el siglo XX.
2. Introducción al concepto de cuento
La aproximación a un género como el cuento requiere una serie de consideraciones
previas que debemos tener en cuenta para el análisis de los textos. Es de obligado
cumplimiento una reflexión acerca de qué se considera un cuento y las características
propias de este género.
En primer lugar tenemos que fijarnos en la etimología de la palabra. “Cuento
etimológicamente deriva de computum (cálculo, cómputo) y se relaciona con el hecho
[4]
de recopilar hechos, de hacer un recuento de los mismos1” (Aparte de su acepción
matemática). Asimismo, J. Corominas refuta esta hipótesis, fechando la presencia de la
palabra cuento en la lengua castellana alrededor de 1140, fecha aproximada de
publicación del Cantar de Mío Cid. Mientras el término novela ha pasado a designar la
narración extensa, el de cuento ha quedado relegado sólo para referirse a los relatos
breves.
Dentro de la acepción literaria de cuento, se debe realizar una distinción entre el
cuento popular y el cuento literario. El cuento popular es aquella narración anónima que
se transmite de forma oral a lo largo del tiempo y que entronca con el folklore
tradicional mientras que el cuento literario posee un autor que ha sido el encargado del
proceso de creación de un texto escrito y que no tiene por qué formar parte de la cultura
popular, pudiendo ser simplemente una narración breve, real o ficticia de un tema
determinado.
Un hecho decisivo para la historia de la cuentística fue la recopilación y edición de
los cuentos populares, hecho que se remonta aproximadamente al siglo XIX, teniendo
como pioneros a los hermanos Grimm en Alemania2, cuya recopilación sirvió de
ejemplo a otros autores que también realizaron sus propias ediciones de cuentos
tradicionales, como es el caso de Theodor Benfey, autor que editó en 1859 el
Panchatantra, origen de la mayor parte de los cuentos populares modernos. En el caso
de España, la edición de historias tradicionales se inicia en 1859, con la publicación de
Cuentos y poesías populares andaluzas, de Fernán Caballero (pseudónimo de Cecilia
Böhl de Faber), quién en el prólogo hace alusión al retraso de España, respecto de otros
países europeos, en la edición de cantos, leyendas y cuentos populares.
En cuanto a las modalidades del cuento, destacan en primer lugar los cuentos
entendidos como textos adoctrinadores, que forman parte de una colección y que se
insertan dentro de un marco o pretexto determinado. Por ejemplo encontramos la obra
Calila e Dimna (1251), traducción de la obra árabe Kalila wa-Dimna, que a su vez tiene
su origen en la ya citada obra india, Panchatantra, con lo que se demuestra el vínculo
entre Oriente y Occidente en lo que al origen de la tradición de los cuentos populares se
refiere. En la misma línea está El conde Lucanor (1335) de D. Juan Manuel, que emplea
el recurso del maestro que recurre a las fábulas morales para tratar de educar de forma
1
BAQUERO GOYANES, M. ¿Qué es la novela?¿Qué es el cuento?, Universidad de Murcia, 1998.
(Pág.99)
2
Kinder- und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el hogar), dos volúmenes publicados
en 1812 y 1815.
[5]
correcta a su pupilo. Esta modalidad de cuento adoctrinador se mantiene durante toda la
Edad Media y no es hasta el siglo XIX cuando se produce la independencia estética del
género, en gran medida motivada por el auge de la prensa escrita. Esta nueva relación
entre el relato breve y la prensa imbuye de un nuevo carácter al cuento, encontrando
numerosos textos que refieren a distintos sucesos del momento que al mismo tiempo
podía leerse en los periódicos, dando una opinión propia de los mismos (temas sociales,
políticos, religiosos…) a través de la narración.
En relación a las técnicas narrativas, a priori no debería existir ninguna diferencia
entre los recursos novelísticos y los cuentísticos, pero sin embargo debido a las
singulares características del cuento, no se pueden aplicar del mismo modo. Podría
decirse que si el novelista dispone de un año para temporalizar su novela, el cuentista
debe hacer lo mismo pero una hora, de forma que todos los recursos tiene que
condensarse al máximo para optimizar la narración. No obstante, el autor posee libertad
para recrearse en el uso de un recurso determinado (descripción, diálogo narración…)
generando textos de gran originalidad. Por tanto queda desechado el falso mito de la
supuesta falta de aptitud literaria de los autores de cuentos, ya que como acabamos de
explicar, no es una cuestión de comparar narrativa y narrativa breve sino de ser capaces
de disfrutar de cada género en la medida de sus características.
3. El cuento español: El paso a un nuevo siglo. (1900-1936)
3.1 Contexto histórico
La transición del siglo XIX al XX viene marcada por una serie de hechos
fundamentales que van a condicionar en gran medida la producción literaria de este
tiempo en lo que se denominó la Crisis de fin de siglo.
El primer aspecto es la inestabilidad política en la que se hallaba sumido el país
desde la segunda mitad de siglo. La Revolución del 68, conocida como La Gloriosa,
trajo consigo la implantación de la I República (con su correspondiente Carta Magna) y
el desarrollo económico motivado por el auge de la clase burguesa en un país con una
economía basada fundamentalmente en la agricultura. A finales del año 1874 tiene lugar
la Restauración Borbónica tras un levantamiento militar (Golpe de Pavía), lo que no es
más que un símbolo de la complicada situación política del momento, con la sucesión
de conflictos armados como la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Alfonso XII,
proclamado
como
monarca,
intentará
encauzar
este
complicado
panorama,
estableciendo la denominada como “alternancia de poderes” , un sistema aparentemente
[6]
democrático en el que los políticos de uno y otro bando, liberales y conservadores, se
iban turnando en el poder, denostando aún más la ya deteriorada imagen política,
teniendo en la figura del Rey el punto de unión de la nación. En las regiones rurales, los
caciques, propietarios de grandes parcelas agrarias, ostentaban el poder, siendo muy
común el fenómeno del “pucherazo”, que es tal y como se llamó a las diferentes
elecciones fraudulentas en las que los resultados eran alterados para que saliera elegido
un determinado individuo.
En el ámbito territorial, se produce un auge de los nacionalismos, aunque el
regreso de la monarquía apacigua en cierta medida estas reivindicaciones que llegaban
sobre todo desde Cataluña, País Vasco y Galicia (dentro del mapa peninsular) y también
desde las colonias ultramarinas. A finales de siglo comienza a sentirse la necesidad de
un cambio, debido a la imposibilidad del sistema político de contentar a todos sus
contendientes (movimientos obreros, regionalistas, republicanos) que tendrá su
respuesta con la crisis estallada en 1898 a consecuencia de la pérdida de las últimas
colonias españolas, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en el contexto de la Guerra contra los
Estados Unidos por el control de las mismas. Esta crisis tiene representación a todos los
niveles del país tanto a nivel social, con los ya citados movimientos nacionalistas y
obreros, a nivel económico, por la pérdida de dos fuentes de ingresos importantes como
las colonias, y también a nivel ideológico, que termina por demostrar lo que ya se intuía
desde hacía tiempo: el fracaso de la Restauración.
Tras el desastre colonial, se intentó desde el gobierno dar un nuevo impulso al
país a través de medidas como la reorganización del Ejército, el intento de acabar con el
fraude electoral, la puesta en marcha de proyectos como las líneas secundarias de
ferrocarril o la especialización de los cultivos. Asimismo, tuvo lugar la ocupación del
norte de África, en connivencia con Francia e Inglaterra, posiblemente como una
especie de compensación por la derrota sufrida en las colonias ultramarinas. Estos
nuevos territorios supusieron una gran fuente de beneficios económicos, pero también
acarreó una serie de conflictos a nivel nacional. El más significativo fue la conocida
como la “Semana trágica de Barcelona”, que estalló en 1909 en protesta contra el envío
de reservistas al frente marroquí, que se saldó con el fusilamiento de varios detenidos y
con la aplicación de medidas de represión avaladas por Antonio Maura, presidente de
marcado carácter conservador y principal actante político del Regeneracionismo junto a
intelectuales como Joaquín Costa. Lo que esta “doctrina política” perseguía era la
consecución de un sistema político justo, el fin del caciquismo, y la resolución de los
[7]
problemas del país tomando como ejemplo a las grandes naciones europeas que habían
sido capaces de triunfar. Para ello se hace patente la necesidad de un líder capaz de
llevar al país a la situación que merece. Sin embargo el desastre de las colonias y la
conflictividad social existente hicieron imposible el desarrollo de una teoría que
abogaba por el cambio desde el poder para así lograr una mejora sustancial de la
situación nacional.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), España se beneficia
de su posición neutral, convirtiéndose en proveedor de recursos para ambos bandos y
experimentando debido a ello un auge económico. Sin embargo tras el conflicto tiene
lugar una desaceleración económica que unida a la mala gestión de las colonias en
Marruecos (con desastres como la Batalla de Annual, 1921) sume al país en una nueva
crisis que se saldó con la instauración del régimen liderado por Miguel Primo de Rivera,
quién recibió el apoyo de Alfonso XIII, que a su vez quería evitar rendir cuentas de su
dudoso liderazgo. Pese a que se consiguen recuperar las colonias marroquíes, la
situación fue tensándose por momentos, sucediéndose enfrentamientos con distintos
colectivos como los mineros o los partidos de izquierdas que consiguen que el rey
obligue a dimitir a Primo de Rivera ante su incapacidad de sacar al país de la grave
crisis económica en que se encuentra sumido. Las elecciones celebradas en 1931
proclaman como vencedor a una coalición republicano-socialista, por lo que Alfonso
XIII se ve obligado a abandonar el país, proclamándose la II República española.
3.2 Panorama literario.
En la entrada al nuevo siglo localizamos dos tendencias fundamentales. Por un
lado el Modernismo y por el otro la Generación del 98. Ambas corrientes fueron fruto
de la denominada Crisis de fin de siglo, e iniciadoras de la Edad de Plata de las letras
españolas que llegó a su apogeo con la Generación del 27. Las causas que produjeron
dicho florecimiento son diversas pero los críticos coinciden en que contribuyó
especialmente “el que entre el nutrido grupo de escritores se dieran posiciones y
actitudes muy distintas ante la convulsa situación histórica que les tocó vivir, así como
ante los movimientos artísticos que se estaban difundiendo en Europa: el Modernismo
primero y todos los ismos vanguardistas después”3. Por otra parte esta diversidad de
3
Rodríguez, 2009, p. 217
[8]
promociones literarias hace difícil explicar las directrices de la producción de esta etapa.
Por ello realizaré una síntesis de cada movimiento explicando el origen del mismo, sus
características más importantes y por último la nómina de autores.
La Generación del 98 es la denominación aplicada al grupo de escritores que
vivieron de forma consciente el desastre colonial español de fin de siglo y que sufrieron
en primera persona la decepción por el incumplimiento de las expectativas de la
Revolución del 68. El término fue acuñado por el escritor José Martínez Ruiz, Azorín,
en una serie de artículos publicados en el diario ABC sobre 1913, sintiéndose parte de
este grupo de autores que en muchos casos habían abrazado la ideología
regeneracionista. El primer punto de unión es la exposición del conocido como
problema de España, formulado en términos similares por Unamuno, Maeztu, Baroja y
Azorín, en referencia a la falta de conciencia colectiva y de conciencia histórica, así
como a la pervivencia de tradicionalismos herederos de otro tiempo muy anterior. En
este punto es fácil establecer un vínculo entre este conjunto de ideas y el propugnado
tiempo atrás por Cadalso, Jovellanos o Larra, ya que fueron fuentes de inspiración para
todos los autores a los que estamos haciendo referencia. Si bien la Generación del 98 se
escucha al unísono que el Modernismo, siendo considerados por algunos expertos como
un único movimiento, podría decirse que en líneas generales, son dos ramas que
pertenecen a una motivación común, la ruptura con lo establecido, sólo que a través de
caminos diferentes, la Generación del 98 a través de la novela y el Modernismo
mayoritariamente a través de la poesía.
Las influencias principales de este grupo se relacionan con las del
Regeneracionismo (krausismo, ginerismo), pero se amplían además a la filosofía
alemana (Nietzche, Shopenhauer y a autores como Montaigne o Flaubert, configurando
una ideario que no se conforma y que busca mejorar las condiciones de su entorno,
protestando contra las costumbres decadentes de la sociedad española y proponiendo
una reforma total de la sociedad.
Las principales preocupaciones de estos autores son la búsqueda del sentido de
la vida y la configuración de una idiosincrasia de España, una esencia de su país que
van a encontrar a través de tres elementos: el paisaje, la historia y la literatura. Se
idealiza el paisaje castellano como símbolo nacional para a partir del análisis de este
escenario llegar a captar su verdadera naturaleza. Al mismo tiempo ponen el foco no en
la historia de las grandes batallas sino en la historia dentro de la Historia, es decir, la
[9]
intrahistoria, término acuñado por Unamuno para referirse a la vida cotidiana y las
costumbres del pueblo. En el aspecto literario hay una fijación por rescatar a autores que
habían quedado relegados al olvido como Berceo, Manrique, Góngora.
El estilo y la técnica vienen definidos por la repulsa hacia la grandilocuencia,
enarbolando la sencillez,
el uso de un lenguaje
despojado de cualquier adorno
insustancial, pero sin perder la fuerza expresiva. En vez de analizar el ambiente y
plasmarlo, como hacía el Realismo, los noventayochistas expresan las sensaciones que
las cosas provocan en ellos, es decir, que parte de una perspectiva subjetiva. El relato se
centra un personaje que focaliza toda la acción mediante un estilo sobrio. El tema
principal es la visión de la realidad que tiene el autor y los asuntos que quiere reflejar.
Los autores de esta corriente son muchos pero destacan por encima del resto
Ramón María del Valle Inclán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y José Martínez Ruiz,
Azorín. Como ya hemos mencionado, estamos ante un grupo de autores que se centra en
la novela como medio de expresión, no siendo inmunes a las influencias de otras
corrientes, como comprobaremos a continuación.
Ramón María del Valle Inclán, es uno de los escritores más originales de este
grupo. Su prosa está fuertemente influenciada por el estilo modernista en sus inicios,
aunque terminará por desembocar hacia una prosa muy personal e innovadora, el
esperpento. De su producción destacan como primera gran obra las Sonatas (19021905), que presentan las memorias del Marqués de Bradomín a través de una prosa
modernista en la que aspectos como la sensualidad, el amor y la muerte son temas
principales. Entre el resto de sus obras destaca la novela Tirano Banderas (1926), visión
del final de una dictadura latinoamericana imaginaria o El ruedo ibérico (1927), una
trilogía de temática histórica que quedó incompleta. También debemos reconocer su
producción teatral, en la que sobresalen las Comedias bárbaras (1907-1909) e
indiscutiblemente Luces de bohemia (1920), primera obra aparecida con la etiqueta del
esperpento, símbolo de un teatro de escenarios múltiples, juegos de luces y sombras y
otros muchos efectos más propios del cine, además de las acotaciones.
Miguel de Unamuno es considerado como el escritor más peculiar del grupo, por
su carácter crítico e independiente. Su obra posee un sentido unitario, basado en su
preocupación por España y también por temas de carácter filosófico como la existencia,
la muerte, Dios, la razón o la fe. Si tenemos que destacar una obra que caracterizara su
personalidad como escritor ésa sería Niebla (1914) en la que ejemplifica su concepto de
[10]
la novela o como él decía, nivolas, en las que los personajes se revelaban del yugo del
autor, mostrando la angustia de la existencia humana.
Pío Baroja es un exponente del escritor al que no agrada el entorno que le rodea,
por lo que el tono agrio y pesimista es una constante en él. El tema principal de sus
obras es la crítica social, la crítica de la hipocresía, de la injustica y del acomodamiento
de un país que parece disfrutar de su retraso respecto del resto de Europa. El árbol de la
ciencia (1912) es el exponente de una novela que ha sido acusada de descuidada y
carente de calidad, cuando en realidad es un ejemplo de espontaneidad y reflejo de la
sociedad de su tiempo.
Por último, José Martínez Ruiz, Azorín, pretende que sus novelas sean una
muestra delicada de la esencia de la realidad. Por ello se le considera como el escritor
del detalle, desarrollando una técnica descriptiva muy sutil que da cuerpo a una prosa
triste que siempre está intentando conseguir delimitar en palabras el concepto de la
realidad. Entre sus obras destacan La voluntad
(1902), Antonio Azorín (1903) o
Confesiones de un pequeño filósofo (1904).
Para terminar con el desarrollo de la novela antes de la Guerra Civil tenemos que
hacer referencia al Novecentismo o Generación del 14, un grupo de escritores que
alcanza su máximo esplendor en la segunda década del siglo XX. Entre ellos se incluye
a Eugenio D´Ors, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Gómez de la Serna y
Ramón López de Ayala. Estos autores comparten con la Generación del 98, su inquietud
por el problema de España, aunque frente a la visión pesimista y subjetiva de sus
predecesores, su postura es más abierta, más intelectual.
Si hasta el momento habíamos centrado el foco en el desarrollo de la novela, en
este punto debemos dejar un espacio para tratar el desarrollo del Modernismo en
España, corriente que toma la poesía como medio fundamental de su expresión literaria.
Esta corriente llega a nuestro país de la mano de Rubén Darío, a raíz de la publicación
de su obra, Prosas profanas (1896). Pese a que su auge sólo duraría hasta mediados de
la segunda década del siglo, su papel fue decisivo para la evolución de la lírica
española, ya que supuso una renovación total. Con el Modernismo se abren a España
los movimientos vanguardistas extranjeros como el Parnasianismo y el Simbolismo,
además de acercar la obra de los autores decadentistas como Oscar Wilde. La literatura
va a adquirir un nuevo aire aristocrático, consagrándose a la expresión de la belleza
como fin último. El escritor se convierte en un ser que se refugia en su propio mundo,
alejado de lo mundano. En esta vida bohemia los cafés, tertulias y otros ambientes
[11]
nocturnos son los lugares comunes para los autores modernistas. Los temas que van a
desarrollar en sus obras son principalmente dos, una temática de evasión en la que se
busca la huída de la realidad hacia lugares y épocas lejanas, al estilo del Romanticismo,
y otra línea centrada en el reflejo de lo íntimo, plagada de referencias simbólicas en
elementos como el paisaje y con una predominancia del tono melancólico y nostálgico.
Los poetas más relevantes del Modernismo español son Salvador Rueda, considerado
como precursor, y Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, como principales figuras.
Estos dos últimos son un claro ejemplo de evolución literaria dentro de una misma
trayectoria.
Tras el esplendor modernista, las revistas toman un papel importante en la
difusión de las principales teorías vanguardistas del momento. Las nuevas corrientes
son muy bien recibidas por autores como Ramón Gómez de la Serna, quién a través de
la revista Prometeo y de obras como
Ismos (1931), recoge las tendencias más
importantes como el Futurismo, el Dadaísmo o el Surrealismo, además de realizar su
propia aportación a través de sus famosas greguerías. Tal fue el éxito del Vanguardismo
en España que incluso se fundaron dos nuevos movimientos: el Creacionismo y el
Ultraísmo. El primero defendía la creación estética como una acción autónoma alejada
de la imitación de la naturaleza, de la mano de autores como Vicente Huidobro o
Gerardo Diego y el segundo la ruptura con la anécdota y la disposición tradicional de
los versos, contando con una revista propia, Ultra, mediante la que transmitían sus
nuevas propuestas artísticas.
Finalmente, no se podría cerrar este panorama literario anterior a la Guerra Civil
sin aludir a la Generación del 27. Este grupo posee autores de edades similares, con una
formación cultural amplia y que comparten inquietudes. Se caracterizarán por combinar
lo moderno y lo tradicional, creando un lenguaje poético propio en el que la imagen
pasa a ser la base expresiva en la que tienen cabida nuevas estrofas como el verso libre.
La importancia de la producción de este grupo de autores fue tal que son considerados
como integrantes de la “Edad de Plata” de la poesía española.
[12]
3.3 El cuento hasta la Guerra Civil.
La primera apreciación que debemos hacer al enfrentarnos al estudio de un
género como el cuento es que, como bien se afirma en El cuento español en el siglo
XX4:
“La historia del cuento español en las primeras décadas del siglo XX, desde
principios de siglo hasta la Guerra Civil, está aún por escribir ya que no existen
trabajos de conjunto que aborden con rigor y precisión la evolución del género a lo
largo de estas cuatro décadas y los estudios monográficos destinados a analizar la
narrativa breve de tal o cual autor continúan siendo relativamente escasa”.
Considero que la afirmación a la que acabamos de aludir está estrechamente
relacionada con la opinión generalizada que concibe relato breve como un subgénero
narrativo menor, hecho que se mantiene hasta no hace demasiado tiempo. Sin embargo
a pesar del poco prestigio del cuento, observaremos como su presencia en la literatura
española es constante, constituyendo el material de lectura de muchísimos lectores que
no podían permitirse el lujo de adquirir un libro pero sí leer un periódico, medio
empleado por muchos autores para publicar sus textos y que tuvo una importancia
capital en el desarrollo del relato breve desde mediados del siglo XVIII, con
cultivadores tan ilustres como Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán o Benito
Pérez Galdós.
A finales de siglo XIX el género cuentístico en España goza de una gran
vitalidad que, unido a su crecimiento en las publicaciones periódicas, hacen de él un
auténtico fenómeno editorial. El auge sufrido por el sector periodístico a partir de la
segunda mitad de siglo, hacen que publicaciones como Blanco y negro, La Esfera, La
España Moderna, La Ilustración Artística, El Heraldo o El Imparcial ofrezcan al
cuento la posibilidad de constituir un espacio propio, organizándose además distintos
certámenes para favorecer el desarrollo de nuevos textos y también publicándose
diversas colecciones literarias en las que el relato breve estaba ampliamente
representado. En este sentido, es obvia la influencia de la prensa sobre el relato breve,
ya que entre ellos se produce una especie de simbiosis motivada por la adecuación de la
brevedad de los relatos (respecto a la novela) a la prensa escrita. Sin embargo como bien
apunta Ángeles Ezama en su tesis doctoral5, existe una preocupación por parte de
autores de fin de siglo como Clarín quién afirma acerca de la tendencia hacia la
4
5
DÍAZ y GONZÁLEZ Pág. 54. 2002.
El cuento de la prensa y otros cuentos, Universidad de Zaragoza, 1990. p.26.
[13]
brevedad del relato “es una preocupación a la que no deben contribuir los directores de
los periódicos, […] la de escribir cuentos muy cortos. Pocas veces son tan buenos,
aunque claro es que los hay excelentes y brevísimos. Más, por lo general, cuando
pluma que no sea maestra en tal arte, aspira esa telegráfica concisión de la idea y el
estilo, resulta el asunto oscuro, frío, sin interés, deficiente, y el estilo tirante, falso,
desabrido, algebraico” Como podemos observar, este autor critica la tendencia a acortar
el relato ya que según él es una tarea no destinada a autores poco doctos en la materia
que únicamente exhiben sus carencias literarias al intentar reducir tanto la extensión de
sus textos.
Como ya se ha mencionado, la producción de narrativa breve a principios de s. XX
era muy prolífica. Autores consagrados como Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez
Galdós, José Ortega Munilla, Leopoldo Alas Clarín o Juan Valera, son colaboradores
habituales de periódicos y revistas, publicando un gran volumen de relatos. El tipo de
textos que se cultiva puede denominarse como realista-naturalista, eludiendo cualquier
innovación que pusiera en peligro este modelo. El objetivo es llegar a los lectores y para
ello ofrecen un producto fácil, que puede ser leído y comprendido por todos los lectores.
Es importante mantener en todo momento la verosimilitud, con una tendencia al reflejo
de ambientes urbanos, siendo la burguesía la clase social más representada. Poco a poco
esta tendencia comenzará a transformarse poco a poco hacia otros terrenos debido a la
sucesiva irrupción de nuevos autores. Esta nueva estética abandona en cierta medida el
didactismo del cuento anterior para ofrecer textos más centrados en la intimidad, en los
sentimientos y percepciones individuales. Suzanne Ferguson extrapola algunas de estas
características de la nueva estética del cuento, destacando “el abandono de la
omnisciencia narrativa y el punto de vista limitado, la insistencia en la presentación de
sensaciones y experiencias interiores, la supresión de los elementos propios del
argumento tradicional, el recurso a la metáfora y la metonimia en la presentación de
acontecimientos, rechazo de la lógica temporal, economía formal y estilística y por
último, la presencia de una voluntad de estilo latente en el texto”6
Tras el impacto generado en el mundo de las letras por la aparición de las sucesivas
obras de autores como Valle-Inclán, Unamuno o Baroja, una serie de intelectuales,
posteriormente denominada como Grupo o Generación del 14, encabezados en el
6
FERGUSON, SUZANNE, pp. 219, 1994.
[14]
mundo literario por Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró o un joven Juan Ramón
Jiménez comenzarán a colaborar en distintas revistas y periódicos como España,
publicando relatos con cierta asiduidad. Pese a que compartían un mismo ideario
respecto a temas como la política, la cultura, o la europeización de España,
literariamente cada uno de ellos conformaba un universo propio, de forma que no
podemos afirmar que existan elementos comunes en sus textos, más allá de su vocación
pedagógica muy influenciada por la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza.
Además de los escritores que acabamos de mencionar, tiene lugar el cultivo del relato
que busca únicamente entretener a una sociedad que continúa sin poder permitirse
adquirir grandes colecciones de novelas pero que sí puede comprar una revista semanal.
En este tipo de almanaques encontraremos gran parte de la producción cuentística de
este primer tercio de siglo, siendo El cuento semanal, una de las fundamentales. En esta
apuesta por la narrativa breve hallamos autores menos conocidos como Luis S. Granjel
o Federico Carlos Sáinz, cuya contribución al género también es digna de ser
referenciada. Su producción no pretende innovar, ni siquiera maravillar, simplemente
conocen los gustos de sus lectores y se centran en proporcionarles historias que sean
capaces de entretener.
La llegada de los movimientos vanguardistas a España también tuvo su
representación en el género del cuento. Tuvo lugar una difuminación del término
cuento, rompiéndose los moldes tradicionales. La motivación para ello es la búsqueda
de la belleza a través de las letras, con una constante persecución de la perfección
formal, en la que el estilo toma un papel predominante frente a la narración, que queda
en un segundo plano. Algunos autores destacados son Ernesto Giménez Caballero o
Alberto Espina, quiénes publicarán la mayoría de sus relatos a través de revistas, en lo
que ya podemos decir, es la tónica habitual del género hasta el momento. Frente a estos
autores más innovadores, el cuento “tradicional” siguió cultivándose de la mano de
autores como Pedro Salinas, José Moreno Villa o Benjamín Jarnés.
Como ya hemos comentado en el panorama literario, la experiencia vanguardista en
España fue más bien efervescente, y tras su auge, se vuelven a emplear fórmulas
narrativas tradicionales más sencillas. Desde mi punto de vista este hecho pudo deberse
tanto al obvio agotamiento del vanguardismo como al interés de los escritores por
regresar al cuento sencillo que es el que había funcionado y el que había agradado a
una muestra de lectores muy definida, para los que difícilmente los cambios radicales,
como los sufridos por la literatura durante el período vanguardista, podían ser de su
[15]
agrado. Se trata reubicar los conceptos de forma y contenido adecuándolos a los nuevos
tiempos. En este sentido la proclamación de la II República tras las elecciones de 1936,
influenció con su ideario la literatura, demandando un tipo de relato más comprometido
con la sociedad.
4. El cuento español: Guerra Civil y dictadura franquista (1936-1975)
4.1 Contexto histórico
Tras la proclamación de la II República se abre un tiempo de apertura y cambio
para España. Sin embargo, lo que se inició como un gobierno democrático prometedor
en sus dos primeros años fue derivando hacia un país marcado por las luchas internas
entre los seguidores de uno y otro partido, perdiéndose gran parte de la voluntad
renovadora inicial. No obstante, la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936,
coalición de la izquierda, pareció por fin terminar con la fragmentación de votantes,
pero el Golpe de Estado por parte de una facción del Ejército liderada por Franco desde
África, asestó el mazazo definitivo al ilusionante gobierno republicano, que tuvo que
hacer frente como pudo a un conflicto bélico para el que no estaba preparado ya que
pese a contar con ayuda militar de la U.R.S.S, no tuvo ninguna opción contra los
facciosos, quiénes incluían entre sus aliados a italianos y alemanes, que vieron en esta
guerra la oportunidad de probar la eficacia de su armamento. Finalmente, en Julio de
1936 el bando franquista dio por ganado el conflicto, instaurando una dictadura militar e
iniciando una dura represión para todos aquellos que apoyaron o simpatizaron con el
gobierno anterior, produciéndose miles de ejecuciones de individuos que fueron
condenados sin ninguna garantía y sin ni siquiera tener un juicio previo. Por otro lado,
miles de españoles se vieron obligados a emigrar para evitar ser encarcelados, huyendo
a países como Méjico, Cuba, Argentina o Inglaterra. Entre ellos estaban gran parte de
los intelectuales, quiénes se vieron seriamente amenazados bien por su adhesión anterior
a la II República o simplemente por tener unas ideas contrarias a la nueva clase
gobernante. Autores como Max Aub, Arturo Barea, Rafael Alberti o Antonio Machado,
entre otros muchos, salieron de su país en lo que se ha denominado como el Exilio
literario español. Franco pasó a ser el jefe de gobierno con carácter vitalicio, teniendo
que sufrir el aislamiento internacional de los primeros años pero que poco a poco supo
congraciarse con las principales potencias internacionales y con el final de la II Guerra
Mundial, iniciar una apertura al exterior, experimentando un desarrollo económico y
mejorando las condiciones de vida de la población pero permaneciendo inmersa en el
[16]
autoritarismo y la falta de libertad. En estas condiciones se continuará hasta 1975, año
de la muerte de Franco y final de su longeva dictadura, que abre el inicio a una nueva
etapa, la Transición democrática.
4.2 Panorama literario
El conflicto bélico español segregó la sociedad en dos partes, los partidarios de
defender un gobierno democrático y los partidarios de la rebelión. En el mundo literario
sucede algo similar. La mayoría de los autores se adscribe a uno u otro bando
participando incluso en la propaganda correspondiente.
La situación de la narrativa española tras la Guerra Civil revela una imagen bastante
desoladora, ya que el conflicto bélico no sólo enfrentó a los bandos de uno y otro
ejército sino que también dividió a todo el país. En el ámbito literario sucede lo mismo,
unos autores que apoyaron al bando nacional y que posteriormente formaron parte del
aparato propagandístico del Régimen y otros que apoyaron al bando republicano y tras
el conflicto o bien se exiliaron fuera del país o bien se quedaron renunciando a la
posibilidad de seguir creando con libertad (por las posibles represalias y la asfixiante
presión de la Censura). La nueva producción novelística tras el conflicto caracteriza por
ser heredera de la representación realista del entorno (influencia del Realismo
Decimonónico) pero aportando su propio estilo, a partir de tres corrientes fundamentales
que se dan en las tres siguientes décadas:
-
La novela existencial: Se inaugura en 1942 con la publicación de La familia
de Pascual Duarte, iniciadora del tremendismo (subcorriente de la novela
existencial). Son novelas que muestran una sociedad quebrada entre
vencedores y vencidos, con un tono bastante pesimista. Encontramos una
serie de personajes hiperbólicos cuya conducta tiene una gran influencia el
entorno que les rodea. Lo importante no es la trama, el qué sino el cómo, el
transcurso de la vida de los personajes y sus situaciones que dan fe de una
triste realidad. Aparte de Camilo José Cela, otros autores imprescindibles de
esta novelística son Carmen Laforet (Nada, 1944) y Miguel Delibes (La
sombra del ciprés es alargada, 1948).
-
La novela social: Surge a partir de los años 50 y defiende el compromiso
entre el escritor y la sociedad a través de rasgos como el protagonismo
colectivo que tienen como fin extraer una imagen objetiva de la realidad del
momento (se continúa con el neorrealismo). Su iniciador vuelve a ser Cela
[17]
con La Colmena (1951), con la presencia de otras obras imprescindibles
como El Jarama (1955), o Entre visillos (1957).
-
La novela experimental: Frente al realismo social de los 50, a partir de los
años 60 muchos autores optan por la creación de novelas en las que el reflejo
del entorno pierde progresivamente su importancia, pasando desde un relato
utilitarista que tenía como fin servir a la sociedad hacia otro que si bien sigue
interesado por la situación que le rodea, intenta alejarse de lo colectivo para
centrarse más en lo individual (como símbolo de autonomía artística),
mediante el empleo de diversos recursos como el lenguaje repleto de
neologismo y cultismos, una forma de expresión de los acontecimientos muy
personal y la introducción de técnicas como el flashback. Todo ello habría
sido imposible sin la publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de Luis
Martín Santos, obra que inaugura esta corriente, sirviendo de guía para otros
cultivadores como Cela (San Camilo 1936), Juan Benet (Volverás a Región),
J. Goytisolo (Últimas tardes con Teresa) o Gonzalo Torrente Ballester (Saga
y fuga de J.B).
Por último no podemos olvidar a los autores que se vieron obligados a exiliarse tras
la Guerra Civil. Este grupo tiene una producción muy heterogénea que manifiesta a
través de sus obras su tristeza por el abandono de la patria y la imposibilidad del
regreso. Entre los más destacados están algunos autores como Arturo Barea, Benjamín
Jarnés, Francisco Ayala, Max Aub o Ramón Sender.
La poesía, al igual que el resto de géneros, sufre el éxodo de autores que se ven
obligados a marchar al exilio como Juan Ramón Jiménez, León Felipe y la mayoría de
integrantes de la Generación del 27 (a excepción de Vicente Aleixandre, Dámaso
Alonso y Gerardo Diego). Los poetas vuelcan en sus obras sus sentimientos más
profundos como la angustia existencia, el dolor causado por la muerte de seres cercanos
y la conciencia del paso del tiempo.
El panorama lírico en España tiene a los garcilasistas como primer grupo poético,
denominado así por la reunión de distintos autores alrededor de la revista Garcilaso. Es
una poesía sentimentalista y perfectamente formal pero carente de contenido en cuanto
los temas sociales. Entre los autores más representativos destacan Luis Felipe Vivanco,
Leopoldo Panero o Luis Rosales. Sin embargo a partir de 1944, tiene lugar un cambio
fundamental auspiciado por la publicación de dos obras fundamentales a cargo de
[18]
autores de la Geneneración del 27. La primera es Hijos de la ira, de Dámaso Alonso,
una obra que alberga una poesía existencial repleta de angustia y agresividad que será el
germen de la denominada como poesía desarraigada. Prácticamente al mismo tiempo se
publica Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, que plasma el dramatismo causado
por la realidad inmediata al autor y su visión idílica. Se forman grupos poéticos
alrededor de revistas como Espadaña, (caldo de cultivo de la posterior poesía social) o
Cántico, de carácter neobarroco. También se da, antes de finalizar la década de los 40,
un movimiento conocido como Postismo, heredero del surrealismo francés, aunque se
movió sobre todo en ambientes minoritarios.
A partir de 1952, surge la poesía social que había estado madurándose años
anteriores, defendiendo el compromiso de los poetas con la sociedad, pasando de una
lírica en la que predominaba lo íntimo y lo subjetivo a otra en la que lo que prevalece es
el reflejo de la realidad, atendiendo a los problemas sufridos por la población. Entre sus
autores destacan Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro…
Sin embargo frente a esta corriente surge la poesía de la Generación de los 50, que
unida por el rechazo hacia la poesía social, defendía una lírica más centrada en lo
subjetivo, en la intimidad, en la individualidad del hombre, eso sí, sin dejar de lado los
problemas sociales. La poesía es para ellos una forma de conocimiento. Entre los
autores destacados, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral
(Escuela de Barcelona), Ángel González, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente José
Manuel Caballero Bonald (núcleo madrileño). Muestran una predilección por la obra de
Antonio Machado y para ellos la poesía es una forma de conocimiento. Esta agrupación
de autores seguirá publicando y constituirá el paradigma de la poesía de los años
posteriores hasta llegar a los años 60, cuando comienza un período de constante
experimentación, con la ruptura con la tendencia social y el auge de la prosificación.
Entre sus autores los más destacados aparecen en la antología de Castellet Nueve
novísimos poetas españoles (1970) que comprende a Félix de Azúa, Pere Gimferrer,
Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix, Leopoldo María Panero y
Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez. Estos
autores a los que posteriormente se unen otros como Luis Alberto de Cuenca, Antonio
Colinas o Luis Antonio de Villena, se sienten fascinados por los mundos exóticos y las
viejas culturas, defendiendo la autonomía del género.
El teatro va a sufrir una crisis producida por varios causas, como la situación de
grave crisis económica tras el conflicto, la caída de espectadores por la irrupción de
[19]
otros medios de entretenimiento como el cine y también por la ruptura producida con
autores de la etapa anterior que se había visto obligados a exiliarse (Max Aub) o
murieron antes de poder hacerlo (Lorca). Esta ruptura afecta sobre todo al teatro más
renovador. En cuanto al teatro comercial, continúa su actividad ya que no compromete a
nadie ideológicamente y por tanto, no es un peligro para el Régimen.
La primera etapa considerada por la Crítica es la que trascurre entre 1939 y 1955,
denominada como teatro de posguerra, encontrando comedias que continuaban la
tradición benaventina (la comedia burguesa) cuyo contenido ideológico era nulo,
apoyando los valores más tradicionales, un teatro de humor de autores como Jardiel
Poncela y Mihura y un teatro existencialista dividido en dos corrientes. La primera tiene
a Buero Vallejo (Historia de una escalera, 1949) como ideólogo y es el posibilismo
ideológico que introduce la denuncia social de forma indirecta para así evitar conflictos
con la censura. La segunda es la denuncia política llevada a cabo de forma directa,
representada por autores como Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte, 1953).
Tras el teatro de posguerra, comenzará a cultivarse un teatro que aumenta su
compromiso con la sociedad, recogiendo el testigo de Buero y Sastre, llevando a escena
una serie de obras que utilizan el realismo como óptica de una sociedad injusta, aún
pobre, sin libertad de expresión, etc. Ello se debe en gran medida al cultivo del género
por parte de una nueva generación de jóvenes que con el desarrollismo de los 60 acude a
la universidad, que está formada y quiere ver un teatro que refleje la verdadera realidad.
Poco a poco se van a ir introduciendo elementos renovadores del teatro europeo a través
de autores como Bretch, y también empleando recursos como la representación
esperpéntica de los personajes y la deformación de la realidad y en el apartado técnico,
un considerable avance en lo que a las prestaciones se refiere. A finales de los años 60
irán apareciendo autores como Fernando Arrabal y diferentes grupos procedentes del
teatro alternativo, como principales representantes del teatro más innovador (Els
Comediants, Els Joglars).
4.3 El cuento hasta la Transición
Para realizar un repaso completo al género del cuento tras la Guerra Civil,
debemos atenernos a dos frentes distintos. Por un lado, el de los escritores que
permanecen en nuestro país tras el conflicto y por el otro, los autores que tienen que
huir al extranjero por su ideología en el llamado Exilio literario.
[20]
La narrativa de Posguerra está precedida por unos años de sequía literaria
producidos por las consecuencias del enfrentamiento, teniendo como una de las obras de
cabecera a La familia de Pascual Duarte (1942), que constituye en cierta medida la
iniciadora del canon narrativo del tiempo. Este canon no puede definirse como
novedoso, ya que es una continuación de la narrativa anterior a la Guerra, pero sí son
apreciables ciertos aspectos que puede que estén agudizados por las experiencias
vividas en este tiempo, como la presencia del dolor, la violencia y la desubicación. De
los primeros años posteriores a la Guerra Civil se conservan pocos cuentos debido a que
a consecuencia de la acción de la Censura y el exilio y fallecimiento de muchos
escritores. Los pocos textos conservados proceden de algunas antologías como las de
Medardo Fraile y Francisco García Pavón7. En el aspecto estilístico la tendencia podría
definirse como una continuación del estilo decimonónico, con una preferencia por la
subcorriente inaugurada por Cela, el tremendismo, con una preferencia por personajes
marginados y desubicados de la realidad que les ha tocado vivir, así como marcados
profundamente por la dureza del entorno y las circunstancias. Es notoria la ausencia de
relatos mínimamente reivindicadores o meramente informativos de la sociedad del
momento, a causa de la ya nombrada Censura. Lo que sí encontramos es una
intencionalidad moralizante y por qué no decirlo, política, sobre todo desde la Prensa,
bastión muy importante de la Dictadura.
El cuento se organiza de forma sencilla,
para sorprender al lector en la parte final, siguiendo las pautas realistas. También
abundan relatos acerca de temas amorosos y asuntos banales como los de Elena Fortún.
Los autores de relatos más destacados de esta década, siguen muy apegados a su
producción novelística, destacando Camilo José Cela, Miguel Delibes y Álvaro
Cunqueiro, peculiar este último por escribir gran parte de sus textos en gallego.
En los años 50, la narrativa breve se adscribe mayoritariamente a la corriente del
realismo social. Los relatos buscan reflejar las condiciones del pueblo llano. Los autores
apoyan mayoritariamente el compromiso de la Literatura con la sociedad, su labor no
sólo es crear belleza a través de la palabra, sino además dejar constancia en los textos de
la problemática social del momento. En su mayoría, se trata de autores que han vivido la
Guerra Civil siendo niños, intentando en su época adulta dar respuesta a los duros
sucesos vividos durante su infancia. Los autores más importantes para el género son los
de la G. del Medio Siglo, que ven en el cuento, por su brevedad y su barata distribución
7
NAVARRO, GONZÁLEZ, 2002. Pág. 120.
[21]
el vehículo perfecto para reivindicar la situación del país. Estos escritores abandonan la
concepción del cuento como un texto artificioso para convertirlo en una herramienta
testimonial. Para ello la acción se desarrolla en períodos cortos de tiempo como un día o
unas horas y los personajes presentan al lector el amplio abanico social del momento.
Los nombres más destacados son Juan Marsé, Jesús López Pacheco, Jesús Fernández
Santos, Ignacio Aldecoa o Ana María Matute. En este período se empieza a apreciar un
aumento de las publicaciones de distintas colecciones de cuentos, tanto de un autor
concreto como antologías de distintos autores. Es un síntoma del crecimiento del
mercado editorial. El relato breve comienza a no depender tanto de la prensa como
medio de difusión, un hecho importante que demuestra el progresivo desarrollo del
género.
La década de los 60, supone un cambio trascendental para toda la narrativa, con
la llegada de la novela experimental. El cambio no sólo se produce en el orden temático
sino también en el estético. Los autores demandan una reinterpretación de la función de
la Literatura ya que opinan que ha habido un descenso en la calidad de los textos en
virtud de primar el compromiso social. Para ello el relato se despoja del objetivismo,
tomando el narrador un papel fundamental en la perspectiva a partir de la que se toma la
historia, además del uso de un lenguaje más cuidado, empleado con una clara voluntad
de estilo, para diferenciarse de la generación anterior. Sin embargo el cambio de estilo
no es homogéneo, lo que resulta un problema para analizar esta etapa. En líneas
generales, se pasa de un cuento que pretende reflejar la sociedad a otro más centrado en
la representación del individuo y sus propios conflictos. Ello hará del relato un texto
más complejo, lo que producirá un descenso del número de lectores.
Antes de dar por terminada la trayectoria cuentística de este período tenemos
que hacer referencia a la producción procedente de los autores exiliados. Las
características de sus textos se relacionan con las de la novela, siendo la Guerra Civil un
tema recurrente para algunos pero al mismo tiempo un tabú para otros. Un rasgo común
es la búsqueda de la España que dejaron atrás, un lugar para la evocación de lo que pudo
haber sido y no fue. Entre los autores más representativos destacan Arturo Barea, Max
Aub, Paulino Masip, Rosa Chacel o Francisco Ayala.
5. El cuento español contemporáneo (1975-
)
5.1 Contexto histórico
La muerte del General Franco supuso el principio del fin de un régimen con más
de tres décadas de duración. En este punto el país tenía dos opciones; salir a la calle y
[22]
reivindicar todas las consignas prohibidas durante todo este tiempo o quedarse en casa y
esperar y tratar de resolver la situación de una forma menos conflictiva. La solución
elegida fue la segunda; a partir de este momento se inició un proceso denominado
Transición Democrática (1975-1982), en el que pacíficamente y sin juzgar a los
responsables del anterior gobierno, se inauguró una nueva etapa consistente intentar
crear un sistema democrático, con sufragio universal y todas las libertades de las que se
había privado al pueblo hasta ese momento. El gran artífice de ello fue Adolfo Suárez,
un hombre perteneciente al antiguo régimen, que se comprometió a hacer de España un
país democrático. Hemos de reconocer su éxito en un tiempo complicado por el clima
de tensión que se vivía a consecuencia del terrorismo. Recordemos que en 1973, Luis
Carrero Blanco había fallecido en un atentado orquestado por ETA. La Constitución,
aprobada en 1978, dio el espaldarazo definitivo a la nueva España, pese a los intentos
por desarticularla, como el fallido golpe de estado del 23 de Febrero de 1981.
A partir de 1982 suceden hechos de vital importancia para el desarrollo del país
como la entrada en la OTAN, la reforma educativa y un auge de los nacionalismos, que
vieron su opción de consolidarse en el panorama nacional. El drama del terrorismo
siguió azotando duramente a la nación, con desastres como el GAL, que hicieron ver
que el camino para derrotar el terrorismo no era la violencia. En los años posteriores,
hasta bien entrada la década del 2000, la banda terrorista ETA seguirá siendo una
amenaza constante, a la que se unirá el terrorismo islamista tras los atentados del 11 de
Marzo de 2004.
A nivel mundial suceden hechos como la caída del Muro de Berlín, la disolución
de la URSS, la proliferación del SIDA y en otro sentido, la incorporación de la mujer al
mundo laboral. El fenómeno de la globalización es ya un hecho, síntoma del mundo que
se está construyendo. También debemos aludir a la lucha por la protección del medio
ambiente, surgida a finales de los noventa por los alarmantes estudios acerca del cambio
climático, el efecto invernadero o la destrucción de la capa de ozono. Por último, la
masificación de Internet hizo posible el inicio de la era de la comunicación, que como
veremos, afectó a todos los ámbitos,
5.2 Panorama literario
En este ambiente de inseguridad y cambios, los escritores también tienen que
adaptarse a los nuevos tiempos aunque en este caso, este período de apertura fue más
una oportunidad que un hándicap ya que por fin tienen la oportunidad de publicar con
[23]
libertad en España, cosa que hasta entonces no habían podido hacer por el férreo control
impuesto por la Censura sobre cualquier texto que quisiera publicarse. Contribuyó a la
mejora de la situación la aprobación de la conocida como Ley del Libro (1975) que
sirvió para aplicar una nueva regulación al mercado editorial, actualizando una industria
anquilosada y dejando paso al desarrollo de nuevas editoriales.
Antes de entrar en los géneros, a nivel general hay un cambio sustancial en lo
que a toda la literatura se refiere, dándose un claro cambio en la mentalidad de la
población, que ve en la Transición una vía para cerrar una dolorosa etapa. En este
sentido podría decirse que la literatura sigue un camino similar ya que mientras las
generaciones de autores anteriores se tomaban muy en serio su compromiso social
llevado a cabo a través de sus obras, los nuevos autores van a querer alejarse un poco de
esa perspectiva, teniendo un gran protagonismo la individualidad, el reflejo del
personaje como un ente que refleja los síntomas de toda la sociedad, y no al contrario,
como sucedía antes, donde la sociedad era tomada a partir de recursos como el
protagonismo colectivo. Por tanto, a tenor de lo dicho, la literatura española actual se
dirige hacia lo general a través de lo particular tomando historias muy personales con
las que en ocasiones, se quiere plasmar un concepto, una idea.
Comenzaré en este repaso por los géneros literarios por la narrativa. Lo primero
que me ha llamado la atención de este género en este período es que tiene lugar la
recuperación de un subgénero al que las letras españolas habían dejado un poco de lado
hasta el momento e incluso habían infravaloradoi: el cuento. Se cuenta con una gran
nómina de escritores, destacando algunos que ya eran veteranos de las letras como
Ignacio Aldecoa o Ana María Matute (G. 50) y también nuevos autores como José
María Merino, Luis Mateo Díez, Cristina Fernández Cubas, Juan José Millás Julio
Llamazares, Eduardo Mendoza, Elvira Lindo o Javier Marías. Lo que caracteriza al
cuento y a la novela es la diversidad de géneros, temas y tonos, pero sobre todo el
distanciamiento con la literatura anterior que como ya se ha comentado, estaba muy
apegada al entorno mientras que en la literatura más actual encontraremos desde el
cuento fantástico, pasando por el misterio, el género policíaco… contando con una gran
variedad de autores. En muchas ocasiones encontramos un tratamiento de lo surrealista
tratado de forma realista, es decir, el autor introduce en la trama un elemento de fantasía
pero todo el entorno reacciona ante él del mismo modo que podría reaccionar ante algo
cotidiano, provocando la sorpresa y en ocasiones hasta el humor.
[24]
Otras características destacables de este género son la libertad estética (ya
perfilada), la consagración definitiva de algunos autores que empezaron a publicar a
finales del franquismo (Juan Benet, Juan Goytisolo, Gonzalo Torrente-Ballester), el
reverdecimiento de géneros como los libros de viajes, el artículo periodístico y el ya
citado relato y también una progresiva relación entre las nuevas formas de
comunicación de masas y la literatura a nivel general. Encontramos multitud de autores
cuyas novelas son llevadas al cine, influenciando por tanto el lenguaje cinematográfico
al literario. En las nuevas publicaciones nos damos cuenta de que los en
teoría
herederos de la novela existencial, la novela social y la novela experimental deciden dar
un cambio de rumbo optando por otro tipo de historias en las que el protagonista toma
una importancia mayor respecto del entorno, mostrándosenos todo tipo de detalles
respecto al él, teniendo por tanto el narrador una función clave dentro de la obra.
Por último me gustaría reseñar un hecho que se ha venido produciendo de un
tiempo a esta parte en la literatura española: se dan una serie de autores como Carlos
Ruiz Zafón, Pérez-Reverte, Vázquez Montalbán, Almudena Grandes, cuyas obras han
tenido una gran acogida entre los lectores. Si bien entre los anteriores encontramos
cierta calidad, no es menos cierto que también aparecen otros textos de mucho menos
valor pero que pese a ello obtienen un tremendo éxito, en gran medida por las
mastodónticas campañas de promoción de las editoriales que a fin de cuentas, son las
que manejan los hilos hasta el momento, y digo hasta el momento porque gracias a
internet, está experimentando un gran crecimiento la autoedición de textos para su
posterior venta de forma autónoma en la red. Lo que resulta imposible es elaborar una
lista de nombres ya que la producción es tan amplia y diversa que es difícil de abarcar.
Tras la narrativa, es el turno de repasar el género teatral. Si bien el teatro,
exceptuando espectáculos como la alta comedia (Alfonso Paso, J.M Pemán) o el teatro
humorístico
(Jardiel-Poncela, Mihura), era un género bastante minoritario, con la
Transición, el Estado toma las riendas iniciando una época de mecenazgo institucional
que durará hasta no hace tanto tiempo, ligada a la creación de diferentes grupos teatrales
subvencionados como la Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Centro Dramático
Nacional. Contrariamente a lo que se podría pensar lo que comenzó como una gran
iniciativa terminó siendo algo contraproducente por dos razones: en primer lugar porque
el mecenazgo acabó por ser una especie de censura gubernamental que impedía
prosperar a los nuevos autores y en segundo lugar porque el género adoleció de cierto
acomodo producido en gran medida por la seguridad laboral que proporciona tener tan
[25]
poderoso patrocinador. Durante los años anteriores al mecenazgo se crearon compañías
de teatro independiente como Els Joglars y Les Comediants, y también otras alrededor
de las universidades, creando y representando obras
que solían tener bastantes
problemas con la Censura., por lo que resulta bastante paradójico que los que antes
luchaban con la Censura, tuvieron que seguir al margen del teatro de masas al ser
incompatible con el canon teatral impuesto por las instituciones. En los últimos tiempos
el teatro sigue sufriendo la conocida como “mala salud de hierro”, producida por la
pérdida de la noción del teatro como un espectáculo de masas con el consiguiente
descenso del número de espectadores.
En cuanto a las líneas temáticas, el fin del franquismo da lugar al realismo
teatral, de la mano de un autor fundamental como Buero Vallejo que tendrá su
continuidad en otros como Alfonso Sastre o Lauro Olmo, quiénes además aportan un
toque más combativo frente al posibilismo de Buero. El realismo sigue muy presente
durante todo el resto de siglo, a través de nuevos autores como José Sanchis Sinisterra,
Fermín Cabal, José Luis Alonso de Santos, Ana Diosdado quiénes emplean el teatro
como un medio de crítica social, destacando a través de sus obras distintos problemas
como la drogadicción, la delincuencia o la situación de los barrios periféricos y otros
muchos aspectos sociales. Sobre el teatro de los últimos años, cabe destacar la ya citada
reducción del mecenazgo institucional, la aparición de pequeños teatros, muy
importantes para los autores noveles, y acerca de rasgos característicos de las obras, la
pervivencia del realismo como lente fundamental así como la búsqueda del rigor léxico.
Entre estos nuevos autores destacan algunos como Paloma Pedrero, Ignacio del Moral,
Juan Mayorga o Paco Bezerra. Otra tendencia más minoritaria fue la del teatro del
absurdo abanderada por Fernando Arrabal.
El último género que nos queda por “desentrañar” es el de la poesía. El
panorama poético previo a la Transición era una mezcla entre aquellos que había huido
al Exilio y otros que se había quedado dedicándose a una lírica de evasión. El panorama
actual tiene como punto de inflexión la publicación de la antología Nueve novísimos
poetas españoles (1970), que incluye a Manuel Vázquez Montalbán, Pedro Gimferrer,
Félix de Azúa, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Vicente Molina Foix, Guillermo
Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Otros autores que serán relevantes
son Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena o Luis García Montero. No obstante ya
había algunos autores como Ángel González o Benjamín Prado que permanecerán
publicando hasta prácticamente nuestros días.
[26]
Lo que define a esta nueva poesía (la más reciente) queda bastante bien reflejado
en el artículo de Luis Gª Montero, La otra sentimentalidad, en el que reivindica el deber
de los poetas de reinventar el canon estético para así evitar la pérdida de valor del
contenido por el uso continuado de los mismos tópicos. Los nuevos poetas, pese a que
valoran a los autores anteriores, quieren desligarse de la producción precedente,
defendiendo la autonomía de su poesía así como enfocándola más hacia el yo individual
que hacia la sociedad y su problemática. Los temas están relacionados con lo subjetivo,
con lo urbano, pero también con lo cotidiano. También tiene lugar un cambio de
paradigma respecto del lenguaje poético. Mientras que la lírica más clásica ha buscado
siempre un lenguaje muy cuidado, la poesía actual emplea frecuentemente un lenguaje
más cercano, más descuidado en comparación con la poesía más ortodoxa. El humor
también tiene cabida en esta nueva poesía si bien es cultivado en menor medida. La
narratividad inunda los nuevos poemas que en algunas ocasiones sabemos que lo son
por su autor y no tanto por su contenido, dominado por el prosaísmo (ausencia de
estrofas y de rima).
En conclusión, lo que define la literatura española actual es en primer lugar su
intencionado alejamiento de la literatura anterior, siendo un símbolo de independencia y
de un nuevo tiempo, la influencia de los medios de comunicación de masas, así como de
internet, y también el enaltecimiento de la literatura como instrumento de
entretenimiento más que como un prisma de la sociedad.
5.3 El cuento después de la dictadura franquista
Tras la dictadura franquista, la característica principal que define el relato breve
es la diversidad. Tras unas décadas en las que primero la sociedad y luego el individuo
habían predominado como temas principales, en las últimas décadas los autores de
cuentos se abren a todo tipo de temas, destacando el género policíaco, el género
fantástico, el relato psicológico, una amplia amalgama de temas y motivos que hacen de
de la narrativa breve algo inclasificable, tanto por el creciente número de autores como
por la falta de perspectiva temporal. Hasta dentro de unos cuantos años no se podrá
establecer un canon literario de esta etapa pero sí podemos esbozar los factores y
características esenciales de este nuevo tiempo.
En primer lugar debemos destacar la presencia en las últimas décadas de un
amplio número de mujeres al ámbito de la escritura. Este hecho es una demostración
más de cómo la Literatura es un espejo de la sociedad, ya que la incorporación de la
[27]
mujer al trabajo se impone a nivel global en la población española. Autoras como Esther
Tusquets, Cristina Fernández Cubas, Soledad Puértolas, Elvira Lindo o Almudena
Grandes se unen a las pioneras como Ana María Matute.
La llegada de las nuevas tecnologías provoca un cambio radical en la difusión de
textos. Progresivamente la información pasa de ser un elemento de carácter local a
tener una proyección global, fundamentalmente por el desarrollo de Internet. Si antes,
los relatos publicados en los periódicos eran la alternativa económica a las novelas, las
páginas web y los blogs consiguen que cualquier persona que se lo proponga pueda
disponer de un espacio visible para todos y en cualquier lugar. Sin embargo la sobre
abundancia de relatos puede tener consecuencias negativas para la literatura, siendo
imposible abarcar tantísimos documentos por la inexistencia de un mecanismo de
clasificación. Por ello serán necesarios unos cuantos años para poder realizar una
clasificación exhaustiva del género.
Como ya hemos señalado anteriormente, la heterogeneidad es el calificativo más
adecuado para el cuento contemporáneo, siendo posible encontrar en la producción de
un mismo autor textos totalmente distintos entre sí tanto en contenido como en forma.
Entre los autores masculinos más relevantes se encuentran Javier Marías, Luis Mateo
Díez, Julio Llamazares, Álvaro Pombo y por encima de todos ellos José María Merino,
autor de una de las más importantes antologías de cuentos8.
Dentro de las últimas tendencias de la narrativa breve, el microrrelato es una de
las manifestaciones más originales. Se caracteriza por reducir el texto a la mínima
expresión, siendo el elemento fundamental la evocación de sensaciones en el lector.
Entre los cultivadores destaca Juan José Millas, autor de los articuentos, textos
publicados en periódicos a caballo entre el artículo periodístico y el relato breve. Todos
ellos pueden encontrarse en la página web del autor y también en su propia antología9.
6. Textos comentados
Comentario del relato El miedo, de Ramón del Valle-Inclán
8
MERINO, José María, Cien años de cuentos (1898-1998) Antología del cuento español en castellano,
Alfaguara, Madrid, 1998.
9
MILLÁS, Juan José, Articuentos completos, Seix Barral, Barcelona, 2011.
[28]
Este texto fue publicado en 1902 en distintos periódicos e incluido en la obra del
autor, Jardín Umbrío (1903), recopilación de algunos de sus relatos y novelas cortas de
la etapa modernista del autor.
La historia se centra en un joven va a formar parte del Regimiento Real, como
etapa obligada para cualquier noble de la época. Antes de unirse, acude a una capilla
junto con su madre y sus hermanas para ser confesado por el Prior, y allí de repente
ocurre algo inesperado y aterrador, han oído cómo se movían los huesos depositados
dentro de uno de los sepulcros de la capilla. Invadido por el pánico, espera la llegada de
su superior, quién le tranquiliza y le hace ver que su temor era totalmente infundado ya
que lo que provocaba aquel extraño sonido en el interior de la tumba era un nido de
culebras. Como dice al final el narrador, este suceso fue clave en su vida ya que le
demostró que no debía tener miedo ante nada ni nadie.
La primera característica que observamos de este cuento es que se trata de contar
una historia del pasado desde la perspectiva de un personaje del presente. El narrador
recurre a un suceso de su infancia para explicar la sensación del miedo. La estructura es
simple pero muy efectiva. Consta de una primera parte en la que se pone en
antecedentes al lector acerca de la historia que le va a ser contada, una segunda parte en
la que se inicia la narración de la anécdota y por último una tercera parte en la que se
resuelve la trama. En las dos primeras partes, introducción y nudo, la narración lleva el
peso del relato ya que el diálogo es casi inexistente. Por tanto, el narrador lleva el peso
de la historia, es el encargado de hacernos partícipes de un hecho pero sólo lo hace a
través de su propia perspectiva. Al final del nudo, encontramos un elemento clave para
la historia; el movimiento de uno de los sepulcros. Lo que había comenzado como el
relato de una anécdota de la infancia se convierte de golpe en un relato de terror. En este
punto es clave la aparición del Prior, quién actúa como un pacificador, calmando al
protagonista y demostrándole que no debe hacer caso de lo que parece sino descubrir lo
que realmente es.
En cuanto a las características técnicas del relato debemos referirnos a la
utilización de un narrador protagonista, que cuenta su historia en tercera persona a partir
del recurso de la introducción del recurso autobiográfico en el relato. Acerca del
lenguaje debemos señalar la presencia de un lenguaje lírico con presencia de abundantes
metáforas y personificaciones con la intención clara de ambientar el escenario de la
[29]
historia para así introducirnos poco a poco en ella, sorprendernos en su ecuador y
finalmente desvelando el misterio. El elemento clave de este cuento es que consigue
atraparnos desde el primer momento, describiendo con profusión todos los detalles para
después, una vez ya captados, mantener la tensión argumental hasta el desenlace, con un
magistral golpe definitivo a modo de moraleja.
Comentario del relato Y va de cuento, de Miguel de Unamuno.
Este texto es un claro ejemplo de cómo un autor es capaz de innovar en la
producción literaria a todos los niveles narrativos. Unamuno, frente a la forma
tradicional de novelar, en la que la trama y aspectos como el espacio y el tiempo tenían
un papel clave, propone un nuevo género, que denominó nivola, como una forma de
enfrentarse a esa concepción narrativa. Para ello el foco se centró en el comportamiento
de los personajes más allá de su pertenencia a un ambiente o a un tiempo concreto,
dejando paso a la interacción del autor con sus personajes, entrando en el campo de la
metaliteratura, la ficción que trata acerca de la propia ficción. Por extensión, esta forma
de escribir se aplica también a los cuentos de este autor que como bien dice José María
Merino en su antología Los mejores relatos españoles del siglo XX (1998), podrían
denominarse cuontes, o algo similar, teniendo en cuenta que el contraste es el mismo
que el que sucede con la novela respecto al resto de publicaciones.
El relato ya comienza de un modo poco habitual, tratando acerca de Miguel, un
escritor al que le han encargado la escritura de un cuento. Esta forma de presentarnos al
personaje, tiene mucho de metaliterario ya que debemos ser conscientes de la existencia
de dos planos; en primer lugar el plano del autor, Unamuno, y en segundo lugar el plano
el personaje, Miguel. A lo largo del texto, la escritura del relato por parte del
protagonista, quién no sabe de qué escribir el cuento, es el motivo principal, que es
aprovechado por Unamuno para introducir una serie de digresiones y reflexiones
propias acerca de la literatura. Es decir la forma que Unamuno tiene de desarrollar este
relato es similar a la del Soneto de repente, de Lope de Vega, en el sentido de que el
tema del cuento es la escritura del propio cuento, valga la redundancia. Hallamos una
referencia directa a este poema ([…]y estoy a mitad de otro cuarteto[…]) por lo que la
intención de homenajear a Lope parece obvia. Volviendo a las reflexiones, destacan
algunas, como el concepto de héroe, la importancia de la trama dentro de la narración, la
el debate acerca de la necesidad de desenlace en el relato o la finalidad de la narrativa.
[30]
También abundan las referencias a otros autores como el ya citado Lope de Vega,
Flaubert, Cervantes, o d´Ennery.
En cuanto a la forma de contar, Unamuno se prácticamente se interpone entre el
lector y el personaje, interrumpiendo constantemente la narración hasta el punto de
emplearla solo como un pretexto para reflexionar. Es por tanto una narración en tercera
persona, teniendo Unamuno un rol claramente dominador. La estructura es muy simple,
el autor un personaje al lector para después inmiscuirse en su trama y terminar por ser el
auténtico protagonista del relato. La moraleja final es la que nos explicita la intención
del autor con este texto, la necesidad de crear una literatura edificante que no sea un
mero entretenimiento, aludiendo a que la paciencia de los lectores podrá terminarse en
algún momento.
Comentario del relato La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas
Manuel Rivas, a través de este cuento nos ofrece la posibilidad de observar el
estallido de la Guerra Civil a través de los ojos de un niño, Moncho. Este personaje es el
encargado, a través de una narración en primera persona, de relatar tanto la situación
durante los últimos tiempos de la República como los hechos sucedidos tras el
Alzamiento franquista. Lo que más me ha llamado la atención de este relato es cómo el
autor es capaz de reflejar una serie de hechos históricos pero desde la perspectiva de un
personaje infantil. El otro personaje fundamental de esta narración es el maestro, un
republicano convencido, símbolo del conocimiento pero también de valores como el
respeto, la tolerancia y sobre todo la defensa de unas ideas que defenderá hasta su
muerte. Mientras que el padre de Moncho, también declarado republicano, se apresura,
a instancias de su mujer, a quemar todos aquellos documentos que le pudieran
comprometer con la República, el maestro permanece fiel a sí mismo hasta el final,
pagando con su propia vida por haber tenido una ideología propia. En el fondo, desde
mi punto de vista, la intencionalidad del relato es mostrarnos la incongruencia de la
Guerra. El niño no entiende cómo su maestro, hasta entonces considerado una
institución en el pueblo pasa a ser un paria para todos. Es una muestra más de cómo la
violencia y la represión sacan a relucir lo peor de las personas, quiénes al final
únicamente se preocupan de sí mismos, una especie de sálvese quien pueda que deja ver
la miseria del ser humano. Sin embargo Moncho se siente incapaz de increpar a don
Gregorio, la persona que tanto le había enseñado. En relación al lenguaje y la
representación
de
los
ambientes
es
destacable
[31]
la
influencia
del
lenguaje
cinematográfico. Esta obra fue llevada al cine en 2003 por José Luis Cuerda y si uno ve
la cinta y luego lee el libro, o viceversa, se percatará de que hay escenas de la película
cuyo guión parece sacado de forma literal de los relatos de Rivas, de ahí la manifiesta
relación del autor con el mundo del Cine, ejemplificada no sólo a través de La lengua de
las mariposas, sino también en otras obras como El lápiz del carpintero, o más
recientemente Todo es silencio (2012).
Comentario del relato Ella acaba con ella, de Juan José Millás.
Este relato nos presenta un universo propio formado por dos personajes, la mujer
protagonista y la casa familiar que acaba de heredar, éste ultimo presentado a lo largo de
todo el cuento como un ente dotado de vida propia, capaz de hacer regresar a la
protagonista a tiempos pasados de los que ésta quiere liberarse. Esa lucha entre el
pasado, simbolizado por el piso, y el presenta la vamos a encontrar en todo el relato,
funcionando como eje vertebrador del mismo. La protagonista va a intentar hacer suya
su nueva vivienda, encontrando siempre la oposición de la misma a ser cambiada.
Inicialmente, tras cambiar los muebles, parece que ha conseguido vencer al pasado pero
una de las estancias, el cuarto sin ventanas permanecerá con su espíritu inicial,
atrayéndola hacia sí y generando una dependencia alarmante. Ello se plasma en el hecho
de que la protagonista parece empezar a desarrollar una doble personalidad debido a la
influencia del espacio. Por este motivo se decide a alejarse de la habitación iniciando
una especie de período de desintoxicación que culminará en su decisión de tapiar el
cuarto. Sin embargo esa intención no llegará a buen término ya que se autoempareda en
la estancia, lo que le ocasiona un terror insoportable que termina derivando en un ataqué
al corazón que le produce la muerte, símbolo de la derrota en su lucha contra el
inmueble y sus connotaciones.
Por último, en cuanto a los elementos técnicos destaca la narración en primera
persona y la ausencia de diálogo, lo que otorga una importancia extra al narrador, ya
que sólo contamos con su perspectiva para analizar la historia.
Comentario del relato El placer de callar. Cuento de Mercedes Abad.
Este cuento es un texto con un obvio contenido humorístico y también con ciertos
rasgos paródicos.
[32]
Inicialmente topamos con u personaje cuyo objetivo es el éxito social. Sin embargo
encuentra una billetera, lo que ocasiona un tremendo cambio en él, ya que pasa de ser
un hombre muy sociable a una especie de individuo ajeno a los convencionalismos y
que actúa según su propio criterio, pese a entrar en contradicción con la conducta
socialmente establecida.
Entre los temas destacan el conflicto entre lo que somos y lo que queremos ser; el
desdoblamiento del yo, el perspectivismo, la alienación de la sociedad sobre el
individuo, valores sociales como la hipocresía, la honestidad y la fama, los problemas
cotidianos y el tópico del destino.
En cuanto a la estructura narrativa, se constituye a través de la presentación del
personaje, la introducción de un incidente incitador como el hallazgo de la billetera y
por último el desenlace final.
Se emplea durante todo el relato la estructura condicional (“Y si…”) de forma que
apreciamos la influencia de la sociedad sobre el individuo, que se da cuenta de que su
conducta está totalmente condicionada por ellos. El autor tiene una forma de contar muy
cuidada, reflexiva aunque intercalada en ocasiones con expresiones coloquiales. Es
importante papel del narrador pero también encontramos presencia de diálogos.
Por último, también es importante señalar la presencia de la Tradición literaria a
través de distintos motivos como la conciencia del ser humano como una marioneta del
destino, el tema de la identidad, el fuego y la resurrección y la tentación como símbolo
de una lucha constante entre lo que se debe hacer y lo que se hace.
7. Conclusión
Con este trabajo, a partir de la narrativa, he pretendido hacer una revisión de
distintos conocimientos adquiridos durante mi formación, centrándome en un género
ligeramente marginado por la Crítica. Con ello se intentan demostrar la competencia de
elaboración de un discurso crítico propio, formada a través de la superación de distintas
asignaturas. El cuento, ha sido un género que ha pasado por distintas etapas desde su
auge en las primeras décadas de siglo, pasado por momentos de menor producción,
como en los años cincuenta, y por último una recuperación que ha tenido lugar en los
últimos años. En segundo lugar debemos considerar a la Prensa como factor
fundamental para la difusión de los cuentos, ya que pese a la publicación de antologías,
el relato breve siempre ha estado muy ligado a las publicaciones periódicas, con una
[33]
especial mención a las primeras décadas, en las que eran el único canal que poseían
muchos lectores para poder leer. En los últimos años Internet y las nuevas tecnologías
han provocado un fuerte impacto para el sector editorial, ampliando exponencialmente
el número de textos y permitiendo que cualquier persona pueda poseer su propio
espacio literario. Finalmente, en cuanto a la creencia general de que el cuento es un
género menor respecto a otros como la novela, considero que es algo infundado y que
no se corresponde con la realidad ya que de la misma forma que un autor debe
cumplimentar una serie de pasos para lograr escribir una novela, lo mismo sucede con el
cuento, sólo que con una serie de peculiaridades que lo hacen único pero en ningún caso
inferior al resto de manifestaciones literarias.
[34]
BIBLIOGRAFIA
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[35]
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