A propósito de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis

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A propósito de los
cuatro conceptos
fundamentales del
psicoanálisis
Luis Carlos H. Delgado
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Introducción
Me propuse comprender y transmitir con fidelidad el pensamiento de
Jacques Lacan a partir del texto establecido por Jacques Alain Miller y editado
por Paidós del Seminario 11, de título muy prometedor: “Los Cuatro Conceptos
Fundamentales del Psicoanálisis”. A propósito de sus contenidos fueron
surgiendo en mí, asociaciones con pensamientos elaborados previamente o
durante el ejercicio de su lectura, los que he incorporado.
En el Epílogo del mismo, refiriéndose a “Escritos” el autor bromea…
cuyo “libro se compra, según dicen, pero no para leerlo.”
La excusa es que lo que él se proponía era un escrito para sí, que por su
dificultad estaba hecho para que no se lo lea.
No es así con el mío; lo ofrezco a la consideración del lector desde la
índole de mí ser docente con el propósito de hacerme entender.
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I
El inconsciente freudiano y el nuestro
Lacan afirma:
“El inconsciente de Freud no es en absoluto el inconsciente romántico de la
creación imaginativa. No es el lugar de las divinidades de la noche. Y no es que
éste carezca enteramente de relaciones con el lugar hacia donde se dirige la
mirada de Freud, pero el hecho de que Jung, punto de relevo del inconsciente
romántico, haya sido repudiado por Freud basta para indicar que el
psicoanálisis introduce algo distinto. Asimismo, para decir que el inconsciente,
tan igual a un desván, un heteróclito, que elaboró durante toda su vida de
filósofo solitario Eduardo Von Hartmann, no es el inconsciente de Freud hay que
andarse con mucho cuidado, ya que Freud, en el capítulo siete de La
interpretación de los sueños, se refiere a él en una nota; eso quiere decir que hay
que ir con mucho cuidado para designar lo que hace que el de Freud sea
diferente.”
A continuación invita a leer en el diccionario de Lalande, entre miles de
variedades, la enumeración que hizo Dwelshauvers (un psicólogo flamenco18761950), adelantando que no le dicen nada a nadie
.
“Las manifestaciones del Inconsciente, aunque designen aspectos diferentes de
nuestra actividad psíquica proceden del mismo centro generador. Indican el
esfuerzo de dicha actividad, su impulsión inagotable. En todas partes esa fuerza
interior está presente. Las formas de que se reviste varían según las relaciones
que debe sostener: organización de los movimientos de adaptación, luego
sistematización de procesos sensitivos y motores, en seguida, tendencias afectivas
sostenedoras a la vez del pensamiento y del acto; en fin, reflexión del
pensamiento sobre sí mismo. En ciertos momentos el conjunto del Inconsciente se
ilumina súbitamente; esos momentos duran poco, y, en el estado actual de nuestro
desarrollo mental, no se mantienen sino por un tenso esfuerzo de la voluntad;
percibimos entonces, como en una visión animada, el mundo innumerable que se
agita dentro de nosotros y los mil lazos que nos unen a los seres y a las cosas.
Desde fines del siglo XVIII los filósofos han empezado a ocuparse de ese extraño
modo de conocer, que pasa sobre la abstracción y las ideas para sumergir una
mirada espiritual dentro del alma. Se le llama intuición. Entre los filósofos
contemporáneos, Enrique Bergson es quién mejor ha hecho comprender su
importancia. Pero ese conocimiento intuitivo, que se parece extrañamente a la
invención del artista y del sabio, no se manifiesta sino a intervalos. Pues nos es
más fácil fijar en ideas el producto de la actividad psíquica y hacer pasar así del
inconsciente a la conciencia lo que es, en sí, esencialmente vivo y correcto. Las
ideas inmovilizan lo que es móvil y la abstracción descolora la realidad. Sin
duda, para que la conciencia delimite sus objetos, es preciso que fije los rasgos
de su panorama. No por eso ayuda menos a la intuición; pues, esta no podría
sostenerse mucho tiempo por sí misma; el hombre de genio, después de haber
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preparado largamente su creación, apercibe de una ojeada el conjunto viviente
de la obra que medita; está ahí, erguida, en todo el imperio de su poder. La visión
dura poco; un instante; el relámpago de la mirada ha penetrado hasta las
profundidades del Inconsciente; y el pensamiento, durante ese momento de
claridad, ha sacado de las ondas que arrastran sus movibles tesoros, todas las
riquezas que dispondrá armoniosamente al realizar su obra. Precisa ahora
líneas, esquemas razonados; pero por debajo, inconscientemente, es la vida quien
lo sostiene; ella secunda la atención por medio del entusiasmo; envía, cuando el
pensamiento vacila, inesperadas sugestiones que, sin embargo, se esperaban;
trabaja en el sueño, en los paseos, en los intervalos de reposo. Colabora en
sordina al canto y lo apoya con su compleja polifonía. A cada instante fecunda la
conciencia. Esta prueba entonces la alegría de conocer su fuerza; siente que no
contiene sólo las pocas ideas que sucesivamente se alinean en el lenguaje. Sin
quererlo, es empujada por una insondable animación, y el movimiento de todo lo
que constituye la actividad psíquica se traduce en su expresión por una variedad
rítmica de incalculable riqueza. Dispone de infinitas combinaciones de sonidos,
de timbres, de matices, de líneas que se cruzan y se enredan de mil modos. Y el
arte que genera ese extraordinario hormigueo, hace pasar el soplo, del ritmo a
través de las ideas y devuelve a estas la vida concreta de que el pensamiento
consciente las había vaciado: es el arte, como Ricardo Wagner lo comprendiera,
quien forma la síntesis superior del saber y de la vida, de la conciencia y del
inconsciente.
Georges Dwelshauerver
La atribución a Leibniz del primer uso de esta noción nos lleva a las
percepciones insensibles o pequeñas percepciones no acompañadas por el
pensamiento o la reflexión y por las cuales se forman impresiones claras en el
conjunto pero confusas en las partes, y que sin embargo imprimen en nosotros un
nexo con el resto del universo.
Schelling aporta la concepción romántica de la cual también reniega Lacan.
“Este eterno inconsciente que como el sol eterno del reino de los espíritus se
esconde en su propia luz serena y que. Si bien no resulta nunca objeto, imprime a
las acciones libres su identidad…”
Más radicalmente Schopenhauer lo identifica con la voluntad de vivir que
constituye el noúmeno del mundo.
Hartmann aúna estas concepciones redactando una “Filosofía del
inconsciente” que coincide con la línea de Bergson, que identificó lo inconsciente
como recuerdo puro, esto es, la corriente de la conciencia o impulso vital. Yendo
con cuidado con Hartmann, como advierte Lacan, éste plantea que el yo no
deriva del ello, sino de un origen más indiferenciado del cual proceden
simultáneamente ambos
Octave Mannoni estableció prolijamente el descubrimiento del
inconsciente por Sigmund Freud, desarrollado a través de su práctica
psicoanalítica que, en los propios términos de su fundador, no era más que
un nuevo procedimiento médico para influir en algunas enfermedades
mentales. Pero no debe encerrarse allí el concepto: aunque médica en su
origen, el analista no se alinea entre las potencias clínicas que implican
clasificaciones y pronósticos. Su originalidad es la certeza de la existencia
del inconsciente.
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Incluso Lacan, contestando a Allain Miller, formula al inconsciente
como pre-ontológico, como que no se presta a la ontología: que no es ni ser
ni no ser, es no-realizado|.
Lo óntico, en la función del inconsciente: “es la ranura por donde ese
algo, cuya aventura en nuestro campo parece tan corta, sale a la luz un
instante, sólo un instante, porque el segundo tiempo, que es de cierre, da a
esta captación un aspecto evanescente.”
A propósito del tema traigo aquí fragmento de una especulación de búsqueda
que incluyera en textos propios. (“Neurofisiología del alma.”)
“… El relato conjetura ahora los pasos del ignoto personaje hasta un
almacén, abigarrado de cosas sin clasificar, falto de tarjetas de
identificación y de palabras plenas.
Vi una lechera blanca enlosada, cascada por un golpe, el mandarino, la
sombra de su copa sobre un cuadrado de arena, una pérgola, un
pisapapeles de cristal con una flor adentro, un cartón vacío de cigarros y
una viejísima e increíblemente sólida máquina de escribir. Un muñeco de
trapo. Una guitarra española con la caja rajada. Un estuche de violín. Una
indescifrable estructura de aluminio, y una lámpara eléctrica con
pantallas de vidrios verdes.
No tenía sentido seguir enumerando este inventario imposible.
Todo permanecía quieto y enmudecido aunque de pronto algún objeto se
animaba estremecido bajo una radiación que caía de alguna parte.
Pensé en el río donde en su contemplación Siddhartha halló la sabiduría;
en el inefable alfabeto de símbolos del Aleph; en el hombrecito del azulejo
que sonriente se puso a hablar. Quizá lo hicieran las otras cosas a su
tiempo, pero por ahora estaban calladas.
En el impreciso centro de aquel almacén, como había presumido, hallé al
sujeto. Visualicé su particular anatomía. El corazón era la entraña más
sensible donde palpitaba la visión del futuro, la sangre corría a su impulso
por complejos y desiguales trochas subterráneas, con energía y regocijo,
alimentándose en la respiración con el aire que llegaba a través de los
bronquios, estrechos corredores de antiguos departamentos de casas bajas,
donde los chicos jugaban para tranquilidad de sus madres sin ir a la calle.
El soplo acompasado que entraba y salía, en su ir y venir, balanceaba un
movimiento de hamaca relajado y tranquilo.
Más profundamente otras vísceras hacían un trabajo armonizado por
milenios de desarrollo y sólo de tanto en tanto atraían mi atención. El
cerebro estaba activo y pendiente de cosas sobre
las cuales
permanentemente proyectaba su luz.
De esta manera el otro captó mi presencia.
Me interrogó que deseaba y tras la insensatez de mis explicaciones y
demandas, aunque no me revelara el misterio de su origen y el deseo,
piadoso terminó prometiéndome seguir alimentando mis sueños.
Nos preguntamos innecesariamente nuestros nombres, el desconocido no
respondió.
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Hacer del otro un enigma insoluble del cual depende mi vida, como sugiere
Guide, es consagrarlo como Dios, exaltar hasta el misticismo la necesidad
del ser, al fin, acceder al conocimiento por el no conocimiento:
“No me queda entonces más que trastocar mi ignorancia en verdad. No es
cierto que cuando más se ama más se comprende; lo que la acción
amorosa obtiene de mí no es más que esta sabiduría: que el otro no es para
conocerlo… ¿Qué es lo que quiero yo que quiero conocerte?” (Barthes)
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II
Estructura del inconsciente
La hiancia domina el texto de Lacan sobre el inconsciente. El
inconsciente como hiancia.
Hiancia: brecha, abertura, ranura, grieta.
Tambiéncomo tropiezo.
Freud introdujo como fenómenos del inconsciente: el sueño, el acto
fallido, la agudeza…
“Lo que se produce en esta hiancia, en el sentido pleno del término
producirse, se presenta como el hallazgo.”
La sorpresa del fenómeno rebasa al sujeto, es un encuentro invalorable,
pero que se escabulle.
Inicia aquí una reflexión encaminada a una mayor comprensión del
concepto de inconsciente, en el sentido que su experiencia introduce el
uno de la hiancia, de la ranura, de la ruptura. La noción de falta que hace
surgir la ausencia y abre la posibilidad de búsqueda como motor de la
pulsión
Lacan lo representa con el caso del olvido, por parte de Freud, del
nombre Signorelli después de su visita a las pinturas de Orvieto.
Así lo transmitía yo en mis clases:
El ejemplo Signorelli: Olvido de los nombres propios
El 31 de agosto de 1899 Freud partió con Marta hacia el Adriático. Y
a la costa Dálmata. Bosnia Herzegovina acababa de ser retirada del
imperio otomano para pasar al protectorado del imperio Austrohúngaro.
Fue la primera vez que viajaban solos a los países del Sur. Freud debió
dejar a Marta, fatigada y con trastornos gástricos en Ragusa (Dubrovsnik)
y continuó hacia Cattaro (Koto). Freud realizó su excursión acompañado
de un abogado berlinés Freyhau. Hablaron de las costumbres de los turcos
que vivían en la región. Freud destacó la confianza que ponían en los
médicos y su resignación ante la muerte; cuando se anuncia a los
familiares que el caso del enfermo es desesperado, responden "Amo Herr),
no hablemos más. Sé que si fuera posible salvarlo, tú lo harías". Freud
pensó entonces en otra anécdota pero la calló a su interlocutor a causa de
su contenido de carácter escabroso. Su pensamiento más o menos era sí:
"esos turcos atribuyen un valor excepcional a los placeres sexuales, a lo
que correspondía la siguiente expresión: "Bien sabes Herr, que cuando eso
ya no marcha la vida no tiene ya ningún valor". Luego la conversación giró
hacia la pintura. Freud habló del Juicio final de Orvieto ("El más
grandioso que haya visto, le había escrito en una carta a Fliess). Pero de
pronto fue incapaz de recordar el nombre del pintor. Se le ocurrieron
Boticelli y Boltrafio, pero no eran acertados. En lugar de obstinarse en
encontrar el nombre dejó a su mente asociar en libertad. Cuando el
verdadero nombre, Signorelli le fue comunicado por otro, lo reconoció en
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el acto y sin vacilación alguna. Con el apellido reapareció en nombre de
pila, Luca.
Freud relató este episodio en dos escritos: en 1899 "Sobre el
mecanismo psíquico del olvido". Y en 1901, en el primer capítulo de la
"Psicopatología de la vida cotidiana"
Explica que al interrumpir la comunicación de sus pensamientos sobre
las costumbres de los turcos -que lo hubieran conducido al tema de la
muerte y la sexualidad- otras asociaciones impidieron que se hiciesen
conscientes; el nuevo tema quedó contaminado y el olvido se produjo en
consecuencia
Se hallaba entonces bajo el efecto de una noticia que pocas semanas
antes había recibido durante una corta estancia en Trafoi: un paciente en
cuyo tratamiento había trabajado mucho y con gran interés, se había
suicidado a causa de una incurable perturbación sexual. En todo su viaje a
Herzegovina no hizo consciente este suceso; sólo a posteriori descubrió su
influencia.
Examinemos ahora con detalle los mecanismos asociativos y
contaminaciones del material lingüístico que lo condujeron al acto fallido:
1. La vinculación Signorelli, Herzegovina, Herr a través del
significado "Señor": Signore, Herr).
2. La vinculación Boticelli, Boltrafio, Bosnia a través de la partícula
"Bo"
3. La vinculación Boltrafio, Trafoi, a través de la homofonía y
similcadencia.
4. La vinculación Signorelli, Boticelli, a través de la partícula "elli".
De esta manera queda revelada la existencia de asociaciones entre las
representaciones determinantes del proceso, sobrecargadas por la
represión y reticencia. La represión, que afecta específicamente a la
representación de cosa (ideas de muerte y sexualidad vinculadas al tema de
los turcos), alcanza también la representación de palabra "Signorelle"
suprimiéndola.
Signore- lli
Bo- tice - lli
Her - zegovina
Bo- l trafio
Bo - snia
Herr
Trafoi
Muerte y sexualidad
Pensamientos reprimidos
¿Qué dice Lacan al respecto
Según su relato es el interlocutor, médico, el cual habló del carácter
dramático que tiene la pérdida de la potencia sexual para quienes habitualmente
son sus pacientes.
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Para el caso, es cierto que el inconsciente de Freud, de una u otra forma,
vacila captándose en algún punto inesperado. El significante como tal es lo
borrado en función de censura, aspecto dinámico del inconsciente. La supresión
o tachadura produce un paso hacia abajo: Signore, el amo absoluto, la muerte,
para decirlo todo, desaparece allí. Por fin Lacan introduce en su interpretación,
el mito del padre, la presencia del deseo, la amenaza de la castración, y suma un
conflicto no resuelto de Freud sobre su relación con la mujer bajo la forma de la
histérica.
El significante introduce a modo de corte la dimensión de lo perdido como
función de búsqueda, trabajo del aparato psíquico en tanto la falta del recuerdo,
trabajo de escritura que recaptura al significante pero no el sentido del olvido.
Un real perdido.
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III
El objeto ausente
Lacan menciona el Ensayo sobre las magnitudes negativas de Kant, para
señalar la precisión con que se discierne la hiancia que desde siempre presenta la
función de la causa a toda aprehensión conceptual. Concepto inanalizable –
imposible de comprender mediante la razón.
El problema que constituye este engorro para los filósofos lo traslada al
campo freudiano donde siempre algo cojea. Siempre que hablamos de causa
hay allí algo anticonceptual, indefinido. Freud, según Lacan, se lava las manos
apelando, por ejemplo, a la espera de algún nuevo conocimiento biológico que
cierre la cuestión.
Sostiene Lacan que con el cierre la neurosis no cura, se hace distinta, se
vuelve a veces cicatriz del inconsciente, algo que pertenece al orden de lo no
realizado, por lo cual critica a la generación de psicoanalistas que se dedicaron
a suturar la hiancia del inconsciente psicologizando la tarea analítica. En verdad
donde una puerta se cierra diez se abren. Es erróneo, además, poner a esta
discontinuidad, el telón de fondo de una totalidad
Queda planteado el inconsciente como hiancia y discontinuidad, sin telón
de fondo como falsa unidad:
“Me concederán que el uno que la experiencia del inconsciente introduce es el
uno de la ranura, del rasgo, la ruptura.
Aquí brota una forma no reconocida del uno… que no es el no concepto sino el
concepto de falta.”
El término falta está relacionado con el deseo. Desde la visión de Sartre, el
deseo es una relación del ser con la falta, la falta de de ser por la cual el ser
existe, el deseo de ser el mismo. Veamos que esto es el núcleo de la experiencia
analítica y la pasión del analizante. Lacan lo resignifica con la demanda de un
objeto faltante, será el falo en el complejo de castración, o la falta de un
significante en el Otro, al fin, la falta es contitutiva del sujeto.
A propósito, introduzco un escrito de Mercedes Ercilia Delgado
El dado transparente
“Eras un niño cuando me ofreciste, aquélla, tu primera prueba de ternura. Tan
sólo un dado transparente que apenas cabía en tu mano. Pero ese día
comprendí que me querías.
Te habías desprendido del mejor de tus juguetes y si embargo me dijiste:
Esto no es nada. También tengo uno verde…
Y revolvimos en su busca toda la casa, hasta que el desencanto cayó sobre
nosotros.
Tu magnífico tesoro no estaba. Lo habías perdido.
Yo me quedé triste, con una particularísima visión de aquel dado en mi alma,
cristalina esmeralda de amor y de bondad.
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Luego crecimos. Juntos marcharon nuestras edades idénticas y nuestros
espíritus hermanos. Hasta esa época en que los sentimientos se entrelazan y
confunden. Pero nuevamente te faltó encontrar algo y me quedé imaginando la
maravillosa palabra perdida en tu corazón.
Después cada uno halló su destino. Pero en mi felicidad tu dado amarillo y
transparente tuvo un lugar.
Un día te asomaste a ella y lo viste, fiel y resplandeciente sobre mi mesa de
noche. Como si el tiempo no hubiese pasado, como si fuésemos aún niños. Y con
los ojos fijos en su fina transparencia, como si ya nada importara. Tu voz volvió
a repetir aquello:
_ ¡Yo tenía uno verde!...
Lacan ilustra con la metáfora de un mito, el hallazgo a través de la hiancia
del fenómeno del inconsciente, dispuesto a escabullirse de nuevo, instaurando la
dimensión de la pérdida: Eurídice dos veces perdida:
“Orfeo, hijo del rey tracio Eagro y de la musa Calíope, fue el poeta y músico más
famoso de todos los tiempos. Apolo le regaló una lira y las musas le enseñaron a
tocarla. Con ella amansaba a las bestias salvajes y sorteaba mil peligros. Se casó
con Eurídice, quien pisó una serpiente y murió a causa de la mordedura. Orfeo
descendió al Tártaro esperando recuperarla y llevarla de vuelta con los vivos. A
su llegada no sólo encantó al barquero Caronte, al can Cerbero, y a los jueces de
los muertos con su melancólica música, sino que consiguió que se suspendieran
temporalmente las torturas a los condenados. Y de tal modo ablandó el duro
corazón de Hades, que éste le permitió rescatar a Eurídice y llevarla de vuelta al
mundo superior. Tan sólo le puso una condición: que Orfeo no mirara atrás hasta
que ella estuviera a salvo bajo la luz del sol. Eurídice siguió a Orfeo por el
oscuro pasadizo guiada por los sonidos de su lira, pero cuando llegaron a la luz
él se volvió para comprobar si ella le seguía, y entonces la perdió para siempre.
Graves, Robert Los Mitos Griegos.
Dice Lacan“… se me permite añadir una ironía. El inconsciente se encuentra en
la orilla estrictamente opuesta al amor, que como todos saben, es siempre único
y la fórmula donde una puerta se cierra diez se abren, encuentra en él su mejor
explicación”
Rasgo de humor que ingresa a la escena, para modificar la ferocidad
superyoica produciendo un movimiento particularmente emancipador.
Mónica Marciano
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IV
Red de significantes y el sujeto de la certeza
Al leer a Lacan nos antecede desde un principio su afirmación que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje. Antes de la formación del
sujeto la naturaleza proporciona significantes que organizan las relaciones
humanas de manera inaugural, dan las estructuras de estas relaciones y las
modelan.
Retrocedamos a trabajos de Freud muy anteriores para estimar la proximidaddistancia con la concepción lacaniana:
Desde lo biológico el joven Freud postuló una serie de argumentos que
merecen nuestra atención:
Todo organismo tiende a mantener un nivel óptimo de excitación.
Ante el incremento de excitación, el organismo tiende a la descarga.
La estimulación sigue la vía de la sensibilidad y la descarga la vía de
la motricidad. De esta manera, según el modelo del arco reflejo, logra
mantener su nivel tensional.
Las estimulaciones internas, como la sed y el hambre, no se resuelven
con la simple descarga motriz. Requieren una satisfacción específica por
la adecuación de un objeto determinado, como la que puede brindar el
agua o el alimento para la sed y el hambre.
Mediante esta adecuación se logra una descarga de la tensión, lo que
corresponde psíquicamente a una experiencia de satisfacción.
La necesidad de búsqueda o espera de ese objeto específico obliga al
organismo a sostener la carga y soportar su incremento, hasta que se
cumpla el encuentro con el objeto que cumpla las condiciones de
adecuación a la demanda.
Lo motivacional se vincula con el desarrollo total del individuo, que
incluye el pensamiento, la conciencia, el lenguaje.
En función de la pulsión logra el desarrollo de capacidades de análisis
perceptivo y exploratorio en conjunción de sus descargas instintuales y
motricidad, con las respuestas dadas por otro ser humano. Interacciones
que a través de la reproducción de sucesos semejantes posibilita la
incipiente reflexión que hará del recién nacido un observante judicativo
capaz de manipular datos y huellas mnémicas para la dirección más
efectiva de sus demandas. La vinculación del motivo con el pensamiento y
la memoria en la estructuración del deseo, es una de las contribuciones
fundamentales del psicoanálisis. Tales procesos significan en última
instancia un trabajo adaptativo que tiene la particularidad de enlazar la
conducta instintiva motriz con la exploración del objeto específico; por lo
tanto se puede hablar de una percepción que, cuando se acompaña de
satisfacción, inducirá una acción imitativa y simpatética así como en el
caso del displacer, un movimiento defensivo y antitético.
Si tomamos en cuenta que todo esto está sucediendo en el comienzo
de la vida en interacción con otros seres humanos parlantes (relaciones
objetales) y sobre las propias experiencias corporales con ellos, se hace
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fácil entender el desarrollo del lenguaje. Sobre todo en lo que concierne al
valor imitativo y simpatético que implica una tendencia hacia la imitación
en el ajuste de los actos a sus logros.
El ser humano ingresa por el nacimiento a un mundo plagado de
estímulos. Lo que será realmente nuevo en la vida postnatal se refiere a
un sistema de necesidades no reguladas de una manera automática como
lo fuera en la época prenatal durante la cual el suministro umbilical
aportara en forma inmediata a sus requerimientos.
Escribe S. Freud
“Supongamos que el objeto que proporciona la percepción se parezca
al sujeto: un congénere humano. Si es así, el interés teórico que se
toma en él se explica por el hecho de que es un objeto satisfacedor del
sujeto y además su primer objeto hostil, así como la única fuerza que
lo ayuda. Por esta razón un ser humano aprende a conocer en relación
con un congénere humano”.
Establece entonces la forma en que la relación objetal resuelve la
transición da la necesidad al principio de realidad, prefigura el más
importante concepto de la psicología interpersonal y la noción del
desarrollo anaclítico (de apoyo) del lenguaje.
“El organismo humano es, en principio, incapaz de llevar a cabo la
acción específica, realizándola por medio de la existencia ajena, al
llamar la atención de una persona experimentada sobre el estado en
que se encuentra el niño, mediante la conducción de la descarga por la
vía de la alteración interna (por ejemplo, mediante el llanto). Esta vía
de descarga adquiere así la importantísima función secundaria de la
comprensión (comunicación con el prójimo), y la indefensión original
del ser humano conviértese así en la fuente primordial de todas las
motivaciones morales”.
Los puntos anteriores son coincidentes con el “Proyecto de una
psicología científica” redactado por Sigmund Freud en 1895 y
publicado postmorten en 1950
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Esquema de la hipótesis freudiana según “el proyecto …”:
Necesidad como motivación
(pulsión)
La motricidad como vía de descarga
(acción instintiva)
El hecho objetivo de una
respuesta (prójimo-objeto)
relativa a un cambio
(satisfaccióninsatisfacción)
Hecho perceptivo
Hecho perceptivo
Hecho perceptivo
ANALISIS PERCEPTIVO
(momento exploratorio)
Aspecto desiderativo
(motivo)
Aspecto crítico y teórico
(pensamiento)
Existencia de huella mnémicas
(memoria)
REPRODUCCION
(reflexión)
Observante judicativo
Manipulación de datos Interacciones con el
Objeto
Efectividad de las operaciones
VALOR IMITATIVO Y SIMPATETICO:
satisfacción o
VALOR ANTITETICO Y DEFENSIVO:
vinculado
a
vinculado a la insatisfacción
la
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Volviendo a Lacan y admitiendo su distanciamiento de lo biológico, vemos
que no habría, en principio, contradicción con la descripción freudiana, que
tempranamente, dice Lacan: “en el sujeto algo se sitúa en él que cuenta, es
contado y en este contado ya está el contador.” Se refiere al lenguaje.
Conviene destacar ahora que al re hablar del sujeto lo consideramos como
sujeto de relación profunda, inicial, inaugural del inconsciente con los
significantes, que entonces le son negados a la conciencia.
Recordemos la función pulsativa del inconsciente, la característica de
evanescencia que le es inherente. Se obra con verdadera osadía Cuando se busca
la comprensión y la razón o confirmación clínica, en el campo de los fenómenos
inconscientes, como el olvido, los actos fallidos, los sueños. El inconsciente, por
esencia, le es negado a la conciencia. De allí el concepto posterior de sujeto
barrado (S) que supone el sujeto del inconsciente.
Todo esto está asociado con la dilucidación de los conceptos de verdad y
certeza
Al analista le interesa el tejido que envuelve los mensajes, la red donde
eventualmente algo queda prendido, la constelación de los significantes, para
intentar alcanzar la verdad y la certeza en sus hipótesis de trabajo.
En el camino de conclusiones Lacan utiliza diversos elementos filosóficos:
Aristóteles, Kant, Descartes, Nitzsche, y la “Interpretación de los sueños”. De
esos sueños aborda en el Seminario uno en especial:
Dice Freud: “Las condiciones previas de este sueño paradigmático son las
siguientes. Un padre asistió noche y día a un hijo mortalmente enfermo.
Fallecido el niño se retiró a una habitación vecina a fin de poder ver desde su
dormitorio la habitación donde yací el cuerpo de su hijo rodeado de velones.
Un anciano, a quien se le encargó vigilarlo, se sentó próximo al cadáver,
murmurando oraciones. Luego de dormir algunas horas el padre sueña que el
hijo está de pie junto a su cama. Le toma del brazo y le susurra este
reproche.”Padre, entonces ¿no ves que estoy ardiendo?
El padre despierta, observa un resplandor que viene de la habitación vecina, se
precipita hacia allí y encuentra al anciano guardián adormecido, y la mortaja y
el brazo del cadáver querido quemados por una vea que le ha caído encima”
Lacan enfatiza el tema del sueño en torno al misterio más angustioso de un
mundo más allá que une al padre con el cadáver de su hijo El niño se está
quemando en lo real, en el cuarto de al lado. El calco exacto de esa realidad
parece arrancar al soñador de su sueño. Lacan habla de secretos compartidos, el
peso de los pecados del padre que lleva el espectro en el mito de Hamlet y
Edipo. Dice Lacan
“El Nombre del Padre sostiene la estructura del deseo junto con la ley – pero
la herencia del padre, Kierkegaard nos la designa: es su pecado.”
EL trabajo analítico que Freud desatiende para referirse al problema del
olvido del sueño, sin sacarle todo el provecho al análisis, deja al alcance de la
mano sus contenidos. Lacan los vincula al modo de obrar cartesiano. Alcanza
aquí la posesión de la verdad y la certeza. Del sujeto de la certeza en
Descartes y Freud se acercan y convergen, pero también se diferencian.
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Descartes nos dice: Estoy seguro, porque dudo, de que pienso… por pensar
soy, existo…
Freud, como cualquiera puede dudar de sus sueños, pero Freud aunque
dude de sus sueños está seguro que en ese lugar hay un pensamiento. Que ese
pensamiento es inconsciente, lo cual quiere decir que se revela como ausente.
Pero con todo, el sujeto del inconsciente se manifiesta, importa que piensa,
antes de entrar en la certeza.
No hay remedio que al llamarnos “sujetos” debemos admitir, la barra, el
estar barrados porque el verdadero sujeto es el inconsciente.
Y de aquí Lacan hace surgir las correlaciones con un Otro engañoso y un
Otro engañado.
El engaño no perturbaba a Freud en la experiencia del análisis. El
inconsciente puede ejercerse en el sentido del engaño, y para Freud esto no tiene
ningún valor de objeción.
En efecto ¿puede no haber una verdad en la mentira? Lacan, aludiendo al
análisis de Dora y de una homosexual señala, que por esta formulación Freud
falló. Con esto pretende distinguir la función del sujeto de la certeza con
respecto a la búsqueda de La verdad.
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V
De la repetición
“A propósito, escuchen lo que me pasó el sábado.
Viajaba en el subterráneo cuando mi mirada se cruza con un sujeto del que
fui vecino en mi viejo barrio. Ambos hubiéramos querido evitar el encuentro
pero estábamos muy cerca y no pudo ser. No se trataba de un verdadero
amigo pero por doce años nos habíamos saludado a diario y en muchas
oportunidades se acercó a la barra; nos obligó el tributo de nostalgia a
nuestra juventud.
Conocía por otros la reciente pérdida de su hermano en circunstancias
trágicas y a la molestia de un pésame tardío se unía el movilizar una historia
vergonzosa relacionada con él, que no es oportuno traer aquí. Así que sin
más trámite me propuse excluir el tema durante la conversación que
sostendríamos.
- ¿Qué tal, Eduardo? – Saludé y me acerqué a su lado forzando una sonrisa.
Me puse a hablar cuidándome de no tocar ningún asunto conectado con el
hermano ni sugerir lo que sabía. Mi propósito era apurar esas cuatro o cinco
estaciones sin que ninguno de los dos lo recordáramos.
- Sí, trabajando Eduardo – y ya estaba instalado en el curso de una
conversación por mi parte animada y trivial. Sin embargo, a medida que
discurría, percibía en los ojos de mi acompañante una sombra de melancolía
y dolor que se me antojaba debió existir en las largas horas de tragedia y
duelo. Así, sin lágrimas, lo habría sentido y llorado.
Yo continuaba mi charla en la procura de llevarlo a temas cotidianos; pero
en vano. Allí estaba esa claridad vidriosa de su mirar a través del cual
parecía contemplar la otra escena. Por fin tuvimos que separarnos y por
última vez:
- Hasta siempre, Eduardo
Descendió, lo vi alejarse sin dedicarme un último saludo. Fue en el preciso
momento en que se cerraba la puerta automática y el coche arrancaba que
comprendí lo ocurrido. Su nombre no era Eduardo. Lo había estado tratando
reiteradamente con el nombre del hermano muerto.
Fragmento de “El personaje excluido” en “La tensión flotante”.
Luis Carlos H, Delgado
Freud vincula la repetición con la pulsión de muerte, una compulsión
básica a repetir. Sobre todo la tendencia del sujeto a exponerse una y otra vez
a situaciones angustiantes. Por los años 50 Lacan la asocia como
automatismo de repetición, según los conceptos de su maestro Clérambault.
Luego lo expresará como la insistencia del significante, o insistencia de la
cadena del significante o la insistencia de la letra. Ciertos significantes
persisten en retornar a la vida del sujeto a pesar de las resistencias que los
bloquean… (En la década de estos textos la repetición es relativa con el
retorno del mero goce, un exceso de goce que vuelve una y otra vez para
transgredir los límites del principio de placer y buscar la muerte. (Dylan
Evans)
18
Para Clérambault, referente de Lacan:
“el automatismo de repetición es el síndrome nuclear de la Psicosis; es
la aparición automática de una actividad involuntaria, perfectamente neutra
y atemática.
Clerembault sostiene que en el síndrome del automatismo mental, el
delirio ocupa poco lugar y casi todo el lugar psìquico se halla ocupado por
la alucinación.
Dentro del automatismo mental (luego llamado "síndrome de pasividad),
analiza los fenómenos sutiles y los fenómenos ideo-verbales
.
• Fenómenos sutiles: son fenómenos de interferencia que perturban el
curso del pensamiento pero que no tienen contenido. Henry Ey los
llama "interceptaciones".
• Fenómenos ideo-verbales: cuyo modelo lo constituye el eco del
pensamiento y que también son neutros, atemàticos: el pensamiento
adelantado, eco del pensamiento y de la lectura, enunciación de gestos
y de intenciones, comentarios de actos, alusiones, preguntas (palabras
raras, trastornos del lenguaje).
•
Se constituye así el "Gran automatismo" o "Triple automatismo",
porque es; mental, motor y sensitivo. El cuadro terminal es un sujeto
que no cesa de hablar, en una total desconexión con el otro. Hay una
ruptura de la noción de conversación, es decir, no sólo rompe el
diálogo interno, sino además con el otro. (es como una catarata de
palabras.”
Una catarata de significantes, dirá Lacan, salen de algún lado, caen como
cascada y no pueden parar)
¿Hasta qué punto pueden relacionarse los conceptos del maestro con las
elaboraciones de Lacan sobre la repetición?
En el capítulo cuatro del libro de la física, Aristóteles examina a la suerte
y la causalidad para pensar que lugar tienen entre las causas. Las cuatro
causas por él establecidas son la causa material, la formal, la causa eficiente y
la causa final: las que corresponde respectivamente a “lo de qué algo está
hecho”, “la forma o el modelo”,” la definición de esencia y “aquello para lo
cual es algo.”
De sus reflexiones desemboca en Tyché”, lo divino, que los romanos
tradujeron por “fortuna”, y “automaton”, la trama de las causas y concausas
que lo producen de suyo. Se habla de fortuna cuando se está en presencia de
un hecho que no se produce siempre ni la mayor parte del tiempo, una rareza
temporal.
Tyché y automatón son dos conceptos que Lacan vincula a la
repetición. Básicamente la diferencia está en que automatón es la repetición
de la cadena significante, su insistencia, es el automatismo del procesamiento
inconsciente. La tyché va más allá del automatón, es el fenómeno
inconsciente propiamente dicho, es el encuentro con lo real, que como tal es
siempre un encuentro fallido, allí donde no hay significante posible. Estos
conceptos son difíciles de entender y explicar, por lo cual avanzaremos
cautelosamente.
19
En el comienzo de su seminario Lacan ya advirtió que por más que Kant
inscriba la causa como modalidad de las categorías de la razón, cuando
hablamos de causa siempre hay algo anticonceptual, indefinido. Y a
continuación nos dijo que el inconsciente nos muestra la hiancia por donde la
neurosis empalma con un real. La hiancia causal está ubicada en el centro de
la estructura del inconsciente, algo que pertenece al orden de lo no realizado.
“El inconsciente se manifiesta primero como algo que está a la espera, en el
círculo, diría yo, de lo no nacido. No es extraño que la represión eche cosas
allí…
Esta dimensión ha de evocarse, con toda seguridad, en un registro que nada
tiene de irreal o de real., pero sí de no realizado”
Nos preguntamos ahora a que se refiere Lacan cuando nos habla de “lo
real”
Los diccionarios ayudan a develar estas cuestiones, sobre todo porque
simplifican el rastreo de la evolución del concepto en su obra:
"Lo real está más allá del automaton, del retorno, del regreso, de la
insistencia de los signos, a que nos somete el principio de placer".
Extraído del Diccionario introductorio del análisis lacaniano”de Dilan
Evans: Lo real
En principio parece implicar una noción simplista de realidad objetiva
externa, sustrato material que existe por sí mismo, independiente de
cualquier observador.
Esta concepción es subvertida por la oposición de una realidad material y la
realidad psíquica (alucinaciones, sueños traumáticos)
Hay una ambigüedad en Lacan entre su modo intercambiable de los
términos “real” y “realidad”
En su forma más consistente y sistemático, lo real, más allá de lo imaginario
y lo simbólico, no puede ser conocido, es como la “cosa en sí” kantiana, una
x incognoscible. Lacan define la realidad como una mueca de lo real.
Lo real es el objeto de la angustia, no tiene ninguna mediación posible, y es
por tanto “el objeto esencial que ya no es un objeto, sino ese algo enfrentado
con lo cual todas las palabras cesan y todas las categorías fracasan. El
objeto de la angustia por excelencia.
Lo real está fuera del lenguaje y es inasimilable
a la simbolización.
Lo real es lo imposible, porque es imposible de imaginar. Esta imposibilidad
a lo imaginario y a la simbolización es lo que presta a lo real su cualidad
esencialmente traumática.
A propósito:
La cosa
Desorientado, tras describir angustiado su irresuelta problemática, el
paciente exclama: “¿Qué se yo?”
20
Ambos tropezamos con este escollo aparentemente insuperable del
desconocimiento, pero respondo bromeando:
“¡Ganó el premio:“Quéseyo” es el nombre del virtual emperador de la
dinastía consultada !”
Su exclamación fue un acierto: así se llamaba el emperador ignorado del
supuesto concurso.
El chiste libera la tensión, aunque la plenitud de la cosa eludida permanece
rehusada. El enigma se ha resuelto con un ingenio.
¿Qué otro medio pudo intentarse para salvar el obstáculo de la falta de
aquello que conformase plenamente la necesidad del sujeto?
La esencia del problema ignoto que lo aqueja parece ser extraña al mundo
ya que no se le puede aportar una exacta respuesta. No se puede dotar a la
razón de su angustia una consistencia mundana.
Sin embargo, aun fuera del mundo, la cosa de su falta es un real.
La frustración del sujeto se ha generado frente a un ideal de
completamiento y satisfacción que la vida no le aporta.
La cosa que falta y la falta que angustia, ambas son una: un rasgo unario
en el neurótico. Un desgarramiento de su ser, un término imposible de
alcanzar que le hizo exclamar impotente, como renuncia y resignación ese
“¿Qué se yo?”.
Dolor por un límite infranqueable que el humor del terapeuta hizo
transitoriamente tolerable. Pero el problema subsiste.
¡Cuánta sencillez de presencia hay en la expresión: “¡Tengo que decirte
una “cosa”!
Pero las palabras que la significan no aparecen.
Entonces, dos cuestiones:
¿Qué es la cosa?
¿Cuál es el remedio verdadero?
Bien vista, la emergencia de la cosa es fantasmal; no está atenida al mundo
ni al ser en el mundo y sin embargo está entera para el sujeto en su presencia
sensible. Prima la forma de relacionarse con su aparición.
No es transmisible porque no es la unidad de una diversidad de
propiedades que pudiera enunciarse.
Llama a un nombre pero éste está del otro lado de la nominación.
Sólo puede detenerse en la cosa un pensamiento que no conciba el tiempo a
partir del mundo.
Nombrar al fantasma sería obligarlo a volver a la tumba o incorporarlo al
mundo.
La presencia de la cosa persiste por su inaccesibilidad.
El remedio transitorio que apliqué como terapeuta fue un propósito de
lozana aceptación de la imposibilidad.
Platón, Hegel, Kant, Freud, Henry James, John Carpenter, Heidegger,
Lacan, se ocuparon de distinta manera de” la cosa” ajena al mundo.
Platón con el Topus Uranus: "Mientras el mundo de la realidad material es
apariencia, el mundo de las ideas es la única existencia auténtica y verdadera;
es el mundo de las existencias ideales, de las creencias puras sin espacio ni
tiempo, de los arquetipos perfectos y paradigmas únicos de la realidad, de las
21
entidades incorpóreas, absolutas y eternas; es el lugar celeste más allá del
tiempo y el espacio, residencia inmarcesible de la eternidad.
Para James de “Otra vuelta de tuerca” son fantasmas acosadores.
Para Carpenter, una criatura alienígena.
Para Freud, representaciones reprimidas, de las que se deduce lo factible
del inconsciente.
Kant dice, que no es posible conocer a las cosas tal como son. Lo que llama
"la cosa en sí", "das Ding an sich" no se puede conocer; porque yo conozco "la
cosa en mí". Lo que yo conozco, lo conozco sometido a mí; sometido a mi
espacio, a mi tiempo, a mis categorías. Esto es la "cosa en mí". Que él llamará
"fenómeno", oponiéndolo al "noúmeno", la cosa en sí.
Para Hegel el concepto cosa es eminentemente contradictorio, porque en
su metafísica la unidad da la esencia permaneciendo a través del tiempo
independientemente de la diversidad sensible; por otro lado, las propiedades
cada vez son las cosas. La cosa como tal es entonces superada.
Llegamos por este camino a Heidegger y a Lacan, que supuestamente van
más allá de, este último con su teoría del significante. El real de la cosa
padece de significante.
La cosa no desprecia el nombre y hasta quiere ser nombrada, surge en el
tiempo real pero propone también la temporalidad imaginaria del mundo.
Mi paciente contabiliza lo perdido y lo no logrado, Desarrolla mecanismos
para no confrontar o se sumerge en el duelo y la insatisfacción. Un resto de
vitalidad lo conforma en la ignorancia del merecimiento. “¿Qué se yo?” Alude
a lo que debiera haber sido. A la cosa inapresable o indefinible de su deseo. A
un real.
[Lacan nos hace recordar que Ana Freud, cuando dice “qué sé yo” si torta,
fresa, huevos, y otras golosinas de esta índole en la alucinación de un sueño,
nos dice: “la alucinación sólo es posible debido a la sexualización de estos
objetos- porque como se podrá observar, la pequeña Ana sólo alucina objetos
prohibidos.]
Volviendo a Lacan, tras el examen realizado para nuestra comprensión,
concretamente define la Tyche, como el encuentro fallido con lo real, que está
detrás del automaton, fenómeno del inconsciente, del retorno, del regreso, de
la insistencia de los signos. Lo real yace siempre tras el automaton y es
inaccesible
La repetición es uno de los cuatro conceptos del seminario de 1964, junto al
inconsciente, la transferencia y la pulsión. Con respecto a repetición:
"No se trata sólo de una red formada de asociaciones al azar y por contiguidad.
Los significantes sólo pudieron constituirse en la simultaneidad en razón de una
estructura muy definida de la diacronía constituyente. La diacronía está
orientada por la estructura Esta orientación viene dada por la "hiancia causal"
ubicada en el centro de la estructura del inconsciente. Este es el punto de
articulación del inconsciente con la repetición: La noción misma del campo del
inconsciente se asegura con la función del retorno.”
“Toda la historia del descubrimiento freudiano de la repetición como función se
define acotando así la relación entre el pensamiento y lo real.”
22
Repasemos: la repetición, así como los sueños y los actos fallidos, son
fenómenos del inconsciente, (automaton), producidos a través de su hiancia, pero
el desvelamiento de lo real (tyche) es imposible: Es un encuentro fallido.
Retomando un párrafo del texto transcripto anteriormente:
“…Me interrogó que deseaba y tras la insensatez de mis explicaciones y
demandas, aunque no me revelara el misterio de su origen y el deseo,
piadoso terminó prometiéndome seguir alimentando mis sueños.
Nos preguntamos innecesariamente nuestros nombres, el desconocido no
respondió.
Hacer del otro un enigma insoluble del cual depende mi vida, como sugiere
Guide, es consagrarlo como Dios, exaltar hasta el misticismo la necesidad
del ser, al fin, acceder al conocimiento por el no conocimiento:
“No me queda entonces más que trastocar mi ignorancia en verdad. No es
cierto que cuando más se ama más se comprende; lo que la acción
amorosa obtiene de mí no es más que esta sabiduría: que el otro no es para
conocerlo… ¿Qué es lo que quiero yo que quiero conocerte?” (Barthes)
Lacan en esta clase vuelve al análisis del sueño: ¿Padre no ves que
ardo?.. Previo comentario de un sueño suyo. Bajo el golpe del despertar la
conciencia se restituye y recobra su representación onírica. El despertar nos
vuelve a situar en una realidad constituida y representada. Lo real hay que
buscarlo más allá del sueño, en lo que el sueño ha recubierto, envuelto,
escondido tras la representación… Ese real, más que cualquier otro,
gobierna nuestras actividades y nos lo designa el psicoanálisis.
Habla Freud del ombligo de los sueños para designar el último
término, el centro desconocido, esa hiancia de la que henos hablado; la
función pulsativa del inconsciente destinada a escabullirse y desaparecer lo
que se asoma en su ranura.
En este punto Lacan expresa la esperanza de una ciencia conjetural del
inconsciente.
Por fin Lacan reintroduce el concepto de “repetición” sintetizando un
texto de Kierkegaard escrito bajo el seudónimo de Constantin Constantius:
“… quien hizo pasar ese encanto (el del amor) por exaltación de otro,
haciéndolo prisionero de esta exaltación, su desaliento –quien con el otro
23
creó la demanda más falsa, la de la satisfacción narcisista ya sea el ideal
del yo o la del yo que se toma por ideal.”
Y en un estilo admirable continúa, refiriéndose a Freud, Kierkegaard,
el juego del carretel y a su propia experiencia observando a un niño.
Pero vayamos por parte.
En el concepto de Kierkegaard, la repetición supuestamente es diferente al
eterno retorno de Niestsche, en el cual los mismos acontecimientos,
pensamientos, sentimientos, ideas se repiten en el mismo orden sin posibilidad
de variación.
En Kierkegaard, su posición existencial opone al orden de lo real la
superación trascendente de la subjetividad afirmada en Dios; se enlaza
entonces lo eterno y contingente, superando el determinismo fatalista,
asegurando una presencia eterna que sostiene el orden real.
En tanto determinación ético-metafísica de la libertad, la regeneración
espiritual es esencial para sostener la vida.
La repetición implica la recreación del espíritu libre. En este sentido la
vida es una repetición y la repetición es y siempre será una trascendencia,
“De aquí que su paradigma sea Job, quien supo esperar contra toda
esperanza. Cuando lo inmediato le aseguraba una pérdida total, Job creyó
en otra posibilidad, y por su fe recuperó más de lo perdido.”
Para Freud como para Kierkegaard la repetición exige lo nuevo. Lacan
suma conceptos de Wallon para reafirma el acierto de que, la repetición es
imposible
Pero ya que Lacan aconseja la lectura de Kiergegaard demoremos nos en
detalles del relato.
El autor se pregunta al principio de la obra estas dos cuestionnes: ¿Es
posible en la experiencia humana la repetición? ¿Y qué implica ésta y
significa.
En opinión de Constantius, es feliz sólo el amor como repetición,
mientras que el amor como reminiscencia es fuente de sufrimientos, en
cuanto el acto de recordar está ligado a la melancolía de echar de menos
Resuelve entonces realizar una experiencia: Irá a Berlín a buscar de
nuevo impresiones agradables de un viaje precedente. Su experiencia de
retorno dará un resultado negativo.
Desarrolla luego un personaje que vive una historia que concluye en
frustración y conduce a una nueva reminiscencia culposa y dolorosa,
frustrada aún más su posibilidad de corrección o enmienda por el abandono
al que es sometido. Tras la lectura del libro de Job vuelve a ser dueño de sí
mismo. Se reconcilia con el Señor recuperando con creces lo que había
perdido. Sólo la repetición, asegurando la eternidad, puede hacer feliz al
hombre, mientras que la reminiscencia lo hacía infeliz.
La repetición se revela en su verdadero sentido; es posible sólo como una
reanudación, como un impulso de dedicación a lo desconocido y eterno.
La obra influyó en Heidegger quien trasladó el concepto del plano
religioso al lógico metafísico fundando la trascendencia, llamando así al
acto por el cual el hombre, tomando sobre sí su propia culpa y su propio ser
finito, logra salirse del estado de dispersión para alcanzar el verdadero ser.
24
“Sí, otra vez soy yo mismo. Poseo nuevamente, como si acabara de nacer, mi
propio yo, este pobre «yo» que hace bien poco tiempo yacía tirado en la
cuneta del camino y nadie se dignaba recogerlo. La discordia que reinaba en
mí ser ha cesado y ahora reina la paz. Me encuentro otra vez íntegro y
compacto. Los tormentos de la compasión humana, que un día se nutrieron
como parásitos a costa de mi propio orgullo y sentido del honor, ya no me
chupan la sangre separando y dividiendo las energías de la personalidad.
¿No es esto acaso una repetición? ¿No he recibido duplicado todo lo que
antes poseía? ¿No he vuelto a ser yo mismo de tal suerte que hoy puedo
conocer doblemente el significado y valor inmensos de mi propia
personalidad? ¿Y qué vale una repetición de todos los bienes materiales y
terrenos, indiferentes para el espíritu, comparada con una repetición de los
bienes espirituales?”
…
Kierkegaard. “La repetición.”
25
VI
Análisis y verdad
Vuelve Lacan al tema de la verdad y la certeza.
Descartes nos dice: Estoy seguro, porque dudo, de que pienso… por
pensar soy, existo…
Su punto de partida ha sido la duda metódica, por aplicación de su
método alcanza en realidad, no a la verdad, sino a la certeza, pero lo
verdadero le ha obligado a cuidarse de otro engañoso, por lo que pone ese
Otro, en este caso, en un Dios perfecto. En cambio Freud cuando duda
está seguro que en ese lugar hay un pensamiento, que es inconsciente, lo
cual quiere decir que se revela como ausente. Pero con todo, el sujeto del
inconsciente se manifiesta, piensa, antes de entrar en la certeza.
Y desestima que ese Otro pueda ejercerse en el sentido del engaño.
Lo hemos visto.
La verdad del sujeto, según hasta aquí, sólo puede decirse a medias,
porque existe una diferencia entre la representación de esa verdad en el
discurso, implícita o explícita, y la intencionalidad de hacerla manifiesta
en la enunciación. En realidad la distinción va más lejos, porque para el
psicoanálisis no es sólo cuestión de la opacidad significante, sino además
de la reticencia consciente, y de la represión inconsciente.
El Otro, del lado de la escucha, el lugar evocado en el recurso de la palabra;
se lo conceptualiza como:
Quien sanciona el mensaje.
Alteridad radical.
Alteridad no personal. Sitio.
El lugar donde el mensaje es leído y sancionado como mensaje.
Tesoro del significante y reglas de su empleo.
La lengua materna que la madre encarna.
El Otro de la primera dependencia.
El lenguaje que siempre viene del otro.
Encuentro con el significante de la madre.
La ilusión de una relación intersubjetiva.
Hay más con respecto al Otro.
En principio veamos, que el sujeto de la enunciación es gracias a su
enunciación y enunciado, susceptible de interpretación profunda. Adviene
como sujeto por el lenguaje, su advenimiento se produce en el acto
mismo de la articulación significante por la enunciación. Pero en cuanto
ese sujeto aparece gracias al lenguaje pierde dentro de él la verdad de
serlo, puesto que sólo aparece representado. Sin embargo, es por la misma
enunciación que puede atisbarse su verdad, y no solamente en el
contenido del discurso, sino curiosamente, en los silencios y puntuaciones,
en sus tropos y fallidos. Digámoslo de esta manera: el sujeto del
inconsciente puede ser localizado al nivel del sujeto de la enunciación
Una consecuencia terapéutica: el psicoanalista es un profesional
receptivo a los significantes que llegan a través del decir del enunciante,
más allá de los significados que se organizan en lo dicho. Se separa de
26
esta manera su intervención de la comprensión material que el paciente
aporta o de una construcción a elaborar a partir de ello. El psicoanalista
evita la interpretación explicativa. Se limita a puntuar el decir del paciente
por medio de una escansión que, en el mismo lugar de la enunciación,
liberará la abertura significante que se deja oír cuando se espera que se
cierre al llegar a la finalización de un enunciado.
La intervención analítica tiene la categoría de una operación del
lenguaje que se produce bajo la forma de un corte significante en el orden
de lo dicho para liberar al “lenguaje primero” del significado inconsciente
que se articula en el decir.
El trabajo del analista se limita al vacío, al corte, a ese lugar que le deja
al sentido que en ese intersticio se sitúa. En el corte está la dimensión del
acto fallido que cortando el vínculo con la cosa, conecta las palabras con
otras palabras para producir un efecto sobre el sujeto.
Para el analista sujeto del inconsciente es el sujeto del deseo; es decir:
el sujeto, en la verdad de su deseo, es considerado como sujeto del
inconsciente, y articula en el habla, en el desfiladero de la palabra,
permanentemente, sin que él mismo lo sepa, algo de su deseo.
Entonces: ¿De qué se habla cuando se habla? ¿Quién es el que habla?
En relación a ello podemos comenzar estableciendo distinciones entre:
La enunciación: acto individual del habla que da por resultado un
enunciado.
El enunciado: serie acabada de palabras emitidas por un locutor.
Sujeto del enunciado: puesta en escena del sujeto en su enunciado.
Sujeto de la enunciación: el locutor como lugar y agente de la producción
de los enunciados.
Me disculpo por demorar al lector con el siguiente galimatías que en su
momento me sirvió para expresar provisionalmente lo anterior:
“Es cierto que cuando hablo me constituyo en mi enunciado ante la escucha
de otro que toma al sujeto de mi discurso como mi propio yo. Pero mi yo está
alienado en la cadena de significantes de mi discurso, con el que intento
constituirme mediante la enunciación.
Hay por lo tanto un efecto de mi acción como sujeto, en lo que digo; pero en
verdad cuando pongo en palabras implico mi corte con el goce, que es la
sustancia cierta de mi yo en cuanto anhelo.
El goce ha caído y allí me pongo a hablar, a enunciar significantes que son
metáforas y metónimos de mi deseo. Es posible que, al dirigir mi discurso al
otro, busco en realidad al Otro Primordial, significarlo para mí en función
de mí deseo. Sólo hay demanda en mi discurso. Ya no tengo el objeto de mi
satisfacción ni soy para el otro objeto de goce.
El otro también adolece de una caída, de una falta, y sin embargo hacia él
conduzco mi demanda. Disimulo tal vez o disfrazo inconscientemente un
deseo que pese a todo se manifiesta en los tropos de mi discurso sin que yo
lo sepa o pueda evitarlo.
Soy para el otro el significante o los significantes en que me he construido,
al menos que alcance la palabra plena. ¿Existe la demanda transparente y
efectiva por el goce?
27
En general la cosa queda frustrada como expresión. No he logrado ser más
que un significante para el otro, el cual, a su vez, por estar alienado en el
lenguaje, es también un significante para mí. Cadenas que de pronto se
quiebran, muestran su falla. Y en esa falla aparece el sujeto del inconsciente,
lo que transforma al discurso en verdad, pero un tipo de verdad eludida que
por sí sola acusa su ausencia.”
Y ahora tratemos de entender como Lacan lo hace:
En principio expone un artículo de Nünberg donde se pregunta ¿Qué
lleva al paciente a recurrir al analista para pedirle algo que llama Salud,
cuando sabemos -la teoría lo dice- que su síntoma está hecho para
proporcionales ciertas satisfacciones?
Aquí nos topamos con dos caras de la dimensión de la verdad como
algo que se instaura con cierta mentira.
Entonces Lacan destaca que es primordial la relación del sujeto con el
significante. Emprende luego un análisis racional sobre el enunciado
paradojal “yo miento” aplicando luego un deslizamiento al cogito
cartesiano.
Toda enunciación habla del deseo y es animada por él.
En el vocabulario lacaniano se simboliza con una S barrada (S) al
sujeto en tanto constituido como segundo respecto al significante. Lo
ilustra con el rasgo unario donde la muesca lo marca como primer
significante instalando al sujeto con respecto a la realidad que supone nos
constituye.
La experiencia nos lleva a promover la función del objeto interno.
Este objeto interno, ¿es un objeto de percepción? ¡Cómo abordarlo?
¿De dónde adviene? ¿Cómo se ha de concebir en el análisis de la
transferencia?
Lacan afirma que la transferencia es una vía muy precaria para alcanzar
el inconsciente
“Si la transferencia no es más que repetición, será siempre repetición
del mismo malogro”… la transferencia no es por sí sola un modo
operatorio suficiente si se la confunde con la eficacia de la repetición, la
restauración de lo que está contenido en el inconsciente y aún con la
catarsis de los elementos inconsciente”
28
VII
La transferencia
La enamorada del muro - Estela Figueroa
La enamorada del muro no sabe cómo es el muro. Pero seguro siente su
humedad cuando ha llovido. Su aridez en tiempo seco. La enamorada del muro
depende del muro. A él se aferra. Si el muro cae ella se desparrama como una
cabellera sin cabeza. A veces es tímida y cubre sólo la base como una mujer
arrodillada que abrazara las piernas de un hombre. Y a veces —qué deseo y
qué orgullo caben en ella— cubre no sólo el muro sino toda la casa.
Todo amor nace a partir de una pequeña confusión. Nadie puede decir con
certeza si es el muro el que sostiene a su enamorada o es la enamorada la que
sostiene al muro. Y todo amor crece a partir de pequeñas carencias: la
enamorada del muro no florece. Tampoco el muro.
Visto desde afuera la impresión general es de una gran belleza. ¿Pero quién
puede alejarse para mirar cuando está enamorado? El muro no ve el hermoso
conjunto. Ve pequeños tentáculos que se clavan en él. La enamorada ve el
muro descarnado. “Él es el hueso que me da forma. Yo soy la carne que le da
vida”.
Vampiro en el jardín Ningún jardinero la recomendaría. La enamorada del
muro tan pródiga con el muro tiene un rol muy cruel en el jardín. Está en su
naturaleza apropiarse de toda la humedad del terreno. De modo que mientras
ella se expande y se demora tiernamente en el abrazo las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle? Una mujer enamorada es capaz de atravesar sin ver
una ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los labios de su amor. No hay culpa en la pasión. “No
permitiré que nada ni nadie te haga daño amor mío”. En sí misma Sólo una
loca pudo enamorarse de un muro. Un muro no habla. No escribe cartas. No
florece. Cubierto totalmente por las hojas deja de ser visible. Hasta se puede
dudar de su existencia. “No es eso hija lo que te enamora. No es el muro. Es tu
esplendor”.
Me ubico ahora en el estudio de la transferencia, postergando capítulos
anteriores. En la exposición electiva de sus conceptos fundamentales, Lacan
los asoció por pares: inconsciente y repetición, pulsión y transferencia. Esta
última, para él, se relaciona y diferencia con la repetición. Es cosa frecuente
escuchar que la transferencia es una repetición, porque el concepto de
repetición surgió de la experiencia de la transferencia. Para Lacan no son, sin
embargo, en absoluto la misma cosa.
Con Freud se interpretaba la transferencia como una resistencia donde en
determinado momento del tratamiento el paciente dejaba de recordar para
repetir con el profesional aquellos aspectos relacionados con su conflicto. La
transferencia sería repetición de la neurosis infantil y la cura de la neurosis de
lograba la cura de la neurosis.
Los analistas ortodoxos desarrollan el fenómeno con interpretaciones
autorreferenciales forzadas
En la opinión de Lacan, no se puede crear en su totalidad el fenómeno
transferencial contando que fuera de ella, ya están presentes posibilidades que
29
proporcionan su composición. La transferencia puede existir aún en ausencia
del analista.
De los varios usos del término
en orientaciones postfreudianas,
rescatamos:
Para Otto Rank la transferencia no es de naturaleza sexual sino una
reproducción de la primitiva unión con la madre. El paciente está educado de
tal manera que teme la separación y tiende a desarrollar un sentimiento de
culpabilidad cada vez que trata de afirmarse y mantenerse independiente.
Sandor Ferenczi señaló que tanto el terapeuta como el paciente pueden
experimentar sentimientos auténticos no transferenciales.
Wilhelm Stekel, que el analista debe ser amigo del paciente. Afirmaba que si
el analista puede sentir afecto simpatía por el enfermo como persona, es
razonable que el paciente sienta también afecto y simpatía por el analista,
por lo que no es forzoso que esos sentimientos sean en todos los casos
transferenciales. El terapeuta puede ayudar mucho al paciente si admite que
las reacciones del analizado hacia el analista, son reales y no
transferenciales.
Puntualiza que el analista es un ser humano y como tal puede equivocarse y
cometer errores. Si se equivoca, debe reconocerlo ante el paciente para
evitarle dos conflictos: que dude de su propio juicio y que llegue a pensar que
sus percepciones reales son producto de anormalidades, pudiendo ocurrir
que por el proceder contrario de negación del error, el paciente vea en el
analista un calco de las actitudes arbitrarias paternas resultantes de la
premisa "los padres siempre tienen razón" recayendo en una situación
infantil de sometimiento o rebeldía.
Que el analista debe ser amigo del paciente, es para muchos transformar el
tratamiento en una terapia de apoyo que impide el análisis de la
transferencia.
Las ideas de Wilhelm Reich sobre el carácter traducidas a la técnica,
planteaban el problema de que lo que el terapeuta debe interpretar es la
tendencia del ello y enfocar el aspecto de la resistencia que está más
íntimamente relacionado al yo consciente, a las defensas del yo y al rechazo.
Postula que toda defensa termina en una transferencia negativa y que el
carácter, como asimismo la coraza del yo, bebe ser revelado y descubierto.
Un hito decisivo necesario para un análisis exitoso es la explosión
emocional o la agresividad activa en el sentido de transferencia negativa. Al
observar en un paciente un rasgo importante de la coraza caracterológica,
por ejemplo la falta de afecto y la indiferencia, trabajará continuamente en él
excluyendo prácticamente todo otro tipo de interpretación. El paciente tendrá
entonces que elegir entre la interrupción de la terapia o la movilización de
una reacción contra la provocación terapéutica repetitiva dirigida a su
coraza. Cuando se ha producido el desbloqueo de los afectos, el paciente se
vuelve analizable.
Para Franz Alexander el conocimiento de la contratransferencia llegó a
tener una importancia decisiva pero aplicó modificaciones, advirtiendo su
30
importancia como herramienta para la empatía, la comprensión y el manejo
de la situación terapéutica. Utilizó los nuevos conocimientos de la
comunicación no verbal y de los niveles e índices subliminales destacando
que existen muchos modos de comunicación aparte de la verbal.
Para Heinz Hartmann el terapeuta debe ocupar el lugar del Yo fuerte al que
el paciente quiere asemejarse para conquistar su autonomía.
En Karl Meninger los conceptos de trasferencia positiva y negativa
tienen que ver con afectos que facilitan o dificultan la continuación del
análisis.
Lacan inicia su clase sobre la transferencia, señalando que la transferencia
positiva es caracterizada de un modo aproximativo al amor: un falso amor o la
sombra de amor.
Un paciente en transferencia está estructurado sobre este centro,
determinado por la función que tiene en una praxis. La propia presencia del
analista es una manifestación del inconsciente, a lo cual no desmiente la
actitud de rechazo, y desde donde puede captarse las pulsaciones temporales
del inconsciente del sujeto barrado.
Pero también el psicoanalista debe incluirse en la rúbrica de lo psíquico,
por lo que la transferencia consiste en la estructura de una relación
intersubjetiva, situada en lo simbólico.
Lacan cita, con todos los recaudos de su estilo, a Thomas S .Szasz quien
considera la transferencia como una defensa del analista, siendo a su vez el eje
sobre la cual descansa la estructura entera del tratamiento psicoanalítico. De
allí que, según este autor, “sólo la integridad del analista y de la situación
analítica puede salvarnos de la extinción del diálogo único entre el analista y
el analizado”
Subraya Lacan, la apelación supuesta por Szasz de una parte sana del yo,
apta para juzgar la realidad y acabar con la ilusión. Vista de esta manera el
análisis de la transferencia es un campo de puro riesgo, sin control.
“¡Puede haber mejor manera de reafirmar el punto sobre el cual uno se
engaña que la de convencer al otro de la verdad de lo que uno afirma! ¿No es
ésta una estructura fundamental de la dimensión del amor, que la
transferencia nos da la oportunidad de ilustrar? Persuadiendo al otro de que
tiene lo que puede completarnos, nos aseguramos precisamente de que
podremos seguir ignorando qué nos falta. El círculo del engaño, en tanto hace
surgir el amor en el momento preciso, nos servirá de puerta ejemplar, la
próxima vez, para mostrar en qué consiste su lazo.”
Traemos a cuenta escritos previos en los cuales la transferencia está
implícita en los actos del habla, que supone un intercambio de signos que
transforman al emisor y al oyente, o sea transferencia simbólica. En su aspecto
simbólico la transferencia contribuye al progreso de la cura al revelar los
significantes de la repetición. En cambio, el aspecto imaginario de los afectos,
actuaría como resistencia.
En este Seminario de 1964, tras recordar que Freud nos dice: “Lo que no
puede ser rememorado se repite en la conducta”, conducta que se ofrece a la
31
reconstrucción del analista, Lacan resalta la transferencia como el límite de la
rememoración, en definitiva, el cierre del inconsciente, pulsación temporal que
lo hace desaparecer en cierto punto de su enunciado. Esencialmente resistencia.
El inconsciente se vuelve a cerrar. Es paradójico que el analista espere la
transferencia para comenzar a interpretar. Y agrega:
“Y aquí se revela la crisis conceptual permanente que existe en el análisis,
respecto a cómo conviene concebir la función de la transferencia.”
El discurso del Otro, el del inconsciente, si bien en un sentido se cierra,
con su aparición evanescente ya está afuera y pide por boca del analista que
realice la captación para volver abrir la hiancia por la cual se ha asomado.
Contradicciones del fenómeno de la transferencia configuran un nudo que
lo apremia dar cuenta de él, y aquí Lacan nos recuerda consideraciones
topológicas previas.
32
VIII
La sexualidad en desfiladeros del significante
“El inconsciente es los efectos que ejerce la palabra sobre el sujeto, es la
dimensión donde el sujeto se determina en el desarrollo de los efectos de la
palabra y, en consecuencia, el inconsciente está estructurado como un
lenguaje”
Con estas palabras Lacan comienza la clase, y continúa:
“Esta es aparentemente, la dirección indicada para evitar que cualquier
aprehensión del inconsciente tenga como mira una realidad que no sea la
constitución del sujeto.”
A propósito [Apuntes, L.C.H. Delgado]
“El punto de partida del recién nacido es una vivencia de desamparo
absoluto: un organismo inerme frente a la necesidad de aliviar y calmar la
excitación interna. La incapacidad para sobrevivir por su cuenta lo consagra
a la muerte. Solo un Otro podrá salvarlo y de ello derivará su “oscura
autoridad”, no habría podido subsistir sin ese Otro que interpreta su llanto o
su grito.
El vínculo fetal con la madre pudiera ser la representación inicial de “la
cosa”, el recuerdo del paraíso perdido, la supuesta felicidad del útero
materno.
La Cosa es lo que queda en el sujeto como huella de lo que ya nunca
habrá.
Concebimos a la madre gozando luego en la manipulación del niño e
iniciándolo en el goce. La hipótesis es fuerte: el deseo de la madre conduce a
un goce, implica e inscribe al hijo en él.
Titular a este goce como fálico es apelar a un significante y significarlo
como el objeto primordial del goce. Pero aquél goce del niño antecede a la
adquisición del lenguaje. Su goce de la cosa es aquello de lo real que carece
de significante; durante este tiempo es atravesado por palabras que aun no
comprende. El momento de la cosa antecede a la adquisición del lenguaje…
El goce cae. La madre ha efectuado su deriva hacia el padre. El Nombre
del Padre es un nuevo significante que mantiene la creencia en la existencia
del goce, por el padre ahora apropiada. Con ello se da la aparición
propiamente del sujeto hijo dentro de la triada, la determinación del valor
significante del falo y la función del Nombre del Padre. Hablar, pensar, son
los efectos del destierro de la cosa; de la insatisfacción.
En el principio era el goce, pero de ese goce no se sabe sino a partir de su
pérdida. Con esa caída se forma el inconsciente, constituido por las palabras
que han atravesado al niño y que ahora acceden al lenguaje. Característica
fundamental del momento lógico donde se estructura el inconsciente como un
lenguaje. La Cosa sigue implicada en aquello de lo Real que padece de
significante. Entonces puede decirse: el inconsciente es un trabajo cuya
materia prima fue el goce y su producto un discurso que sucede a los
momentos del significante puro.
33
Un cuerpo que habla es cabalmente un sujeto…
Corresponde aquí una reflexión:
¿De dónde parte la palabra del enseñante?
“Estamos todos, aun quien enseña, en una relación con la realidad del
inconsciente que nuestra intervención no sólo saca a luz, sino también la
engendra hasta cierto punto.”
A continuación Lacan se plantea la afinidad entre los enigmas de la
sexualidad y el juego del significante, ¿Si la sexualidad es la realidad del
inconsciente? Dicho de otra manera: si la pulsación del inconsciente está
vinculada con la realidad sexual. Ese punto nodal se llama deseo.
“La función del deseo es el residuo último del efecto de significante en el
sujeto.”
… el deseo se sitúa en la dependencia de la demanda, que por articularse con
significantes, deja un resto metonímico que se desliza bajo ella…”
“… el peso de la realidad sexual se inscribe en la transferencia.”
Lacan cierra el párrafo complicando más el tema al adelantar que el
deseo en cuestión, es el deseo del analista y que toda la teoría de la
transferencia no es más que una defensa del analista
Para ilustrar su aserto toma el caso de Ana O.
J.A Miller, al finalizar la clase, retorna a conceptos previos, vertidos por
Lacan durante la charla, aspectos que aluden al concepto de ciencia. Partiendo
de la libido freudiana ha ironizado sobre el desarrollo del conocimiento del
sexo realizando un desplazamiento desde la ciencia primitiva hasta la genética
moderna y subrayando la subsistencia de la supervivencia de las especies
gracias a la existencia de la copulación. Alude al cómo operan las células
sexuales y concluye con el juego de los significantes y cómo el progreso de los
signos constituyen la historia, sin dejar de introducir su original perspectiva
contra la tradición secular empeñada en caracterizar como polo macho y polo
hembra.
A su vez trae a cuenta el estructuralismo moderno que sostiene la
cuestión de la alianza, opuesto al de la generación natural y al del linaje
biológico. Miller dice:
“Surge la pregunta acerca de la relación específica entre estos dos discursos,
el discurso científico y el discurso del Otro, o sea el inconsciente. A diferencia
de los discursos que preceden su surgimiento, la ciencia no se funda en la
combinatoria inconsciente.
La ciencia se instaura por establecer con el
inconsciente una relación de no relación. Está desconectada. Pero no por ello
desaparece el inconsciente y sus incidencias siguen repercutiendo en la
ciencia. Tal vez la reflexión sobre la cientificidad del análisis que usted
postula conduzca a la escritura de una nueva historia del pensamiento
científico. Me gustaría saber que piensa al respecto.”
34
XI
La pulsión
El texto “Desmontaje de la pulsión” del Seminario 11 editado por Paidós
abunda en términos alemanes que dificultan la lectura de corrido, algunos no
traducidos. Intento solucionar esto con una pobre investigación idiomática,
pero útil al menos como mayor aproximación al significado.
Trieb
Jenseits des Lustptinzips
Die Äunsserung der Trägheit
Drang
Einführung
Einführung zum Narzissmus
Triebe und Triebschicksale
Triebwanf-lungen
Schiscksal
Quelle
Objekt
Ziel
Grundbegriff
Starrheit
Konvention
Entwurf
Reiz
Hunger
Durst
Ich
Real icht
Triebreiz
Triebbesetzt
Kostante Kraft
Momentane Stosskraft
choque
Stoskraft
Befriedigung
Zilgehenmt
Not del Bedürfnis
Tour
Turn
Trick
Umwelt
Sexualstrebuung
Pulsión
Más allá de los
El principio de inercia
Empuje
Introducción
Introducción al narcisismo
Brotes y signos de disparar
Avatares
Aventura, vicisitud
La fuente
El objeto
La meta
Concepto fundamental
Fascinación
Convención
Diseño
Excitación
Hambre
Sed
Yo/ me
Obligación real
Unidad de estímulo
Coche ocupado
Fuerza constante
Momentánea
fuerza
de
Fuerza de choque
Satisfacción
Inhibida
No es necesario del…
Tour
A su vez
Juego de manos
Medio ambiente
Sexuals trebung
En realidad Lacan recomienda leer los textos freudianos en alemán, renegando
de la traducción francesa e inglesa.
35
Tras el equívoco de las traducciones que no diferencian la terminología de
Freud entre “Trieb” e “Instink” , Lacan desmontará los términos de la pulsión:
Fuente, Empuje, Objeto y Meta.
La pulsión es uno de los conceptos fundamentales de la teoría psicoanalítica
El término ha venido para quedarse. Freud lo ha tomado de nociones de su
época, tanto de la fisiología como de la física. “Fuerza y energía” tienen un
poder fascinante, contra lo cual nos advierte Freud que “El progreso del
conocimiento no tolera ninguna fascinación de las definiciones.”
De allí parte Lacan para desmontar el concepto tradicional de pulsión,
tratando de fundamentar un antecedente no contradictorio con los asertos del
maestro. Modalidad de estudio que alguna vez le llevó a afirmar “Yo soy el
único que ha leído a Freud.”
Trieb no se trata de la presión de una necesidad ni de una energía cinética.
Nos sitúa en el terreno de una energía potencial, una fuerza constante, no
momentánea. La constancia nos significa que la pulsión no tiene ni día ni noche,
ni primavera ni otoño, ni alza ni baja. Esta fuerza constante se mantiene como un
enigma.
No tiene tampoco un objeto de satisfacción que la redefina, a lo sumo le da
vuelta al objeto, lo cual se concibe como estructura de borde. La cuestión,
entonces, parte de la pregunta: ¿Qué quiere decir la satisfacción de la pulsión?
En su análisis Lacan plantea la paradoja de que el psicoanalista trata con
gente no satisfecha con lo que son, lo que sus síntomas les hacen vivir pero que
sin embargo se contentan; lo que implica que por la vía del displacer encuentran
una satisfacción de esta índole; por este pesar han encontrada su meta.
El analista interviene pretendiendo rectificar ese estado de satisfacción a
nivel de la pulsión. [¿Lo llamamos satisfacción o deformación masoquista?]
Deberíamos volver al texto para discernir toda una secuencia de
información clínica. Lacan promete hacernos vislumbrar algo de la pulsión en
próximas clases; al cerrar su exposición el auditorio bulle en preguntas.
36
X
La pulsión parcial y su circuito
Esta segunda clase sobre la pulsión se inicia motivada por una
afirmación de Lacan según la cual “la transferencia es lo que manifiesta
en la experiencia la puesta en acto de la realidad del inconsciente en tanto
ella es sexualidad” E inmediatamente se plantea si representa el amor el
punto culminante, el momento logrado, el factor indiscutible y si se
presenta la sexualidad en la transferencia.
Tras la vertiente del desmontaje de la pulsión examinará el das lieben,
el acto de amor.
A propósito del tema transcribo la siguiente página de Excesos, obra
de mi autoría, en que se cuestiona el problema de la fe.
“Me había adherido a sentencias:
“¿Qué es el amor, mi amor?”
“Mi amada amada, no usaré la palabra amor excepto para decirte que te
amo.”
“Quién camina una legua sin amor camina amortajado a su propio
funeral.”
De la primera no recordaba el origen, su resonancia redundante satisfacía
la expresión de un anhelo y del sentirme misteriosamente preso de su
necesidad. La segunda provenía de un film bélico, donde un soldado
intenta hacer llegar un postrer sentimiento a quién esperará inútilmente su
retorno.
La última era de Walt Withmann, solía utilizarla como admonición.
Ciertamente creía imposible vivir sin amor. Todas las sentencias trataban
del amor humano.
Existían otras.
“Amaos los unos a los otros.”
“Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
“Ama a tu prójimo como yo los amé.”
“Ámame porque yo te amo.”
“No tendrás otro Dios más que a mí”
A pesar de la exacta comprensión del clamor celestial, mi alma no
terminaba de encontrar allí su ruta, Cumplía con el prójimo pero el amor
profano me distanciaba de una conformidad con el amor divino,
experimentando la tensión de ese alejamiento.
Negar a Dios era un a priori que mi razón no permitía. Me bastaba pensar
que si existiese, habría de tener bien maquinada la complejidad del
Universo.
Como hijo estaba reconciliado, por lo que no me resultaría difícil
acomodarme a la magnificencia de un padre semejante.
Lo que disparaba mi incredulidad era la sospecha por el exceso con que
nos carga la vida en su indudable designio de perseverar y acrecentar
mecanismos de perdurabilidad, no de sus criaturas o formaciones
individuales, sino de ella misma; en un sentido antropomórfico figurado:
ciega, sorda y muda a intereses particulares que no le competen ni le
37
importan. La vida sería simplemente un hallazgo cósmico de estabilidad y
posterior acrecentamiento contra el caos iniciático.
A nivel humano son obvios sus recursos de anudamiento en prosecución de su
marcha: exceso de sexualidad, erotismos, ternuras, enamoramientos,
dependencias, rivalidades, solidaridad; su notable exuberancia habría
conducido también a que el individuo, asimilado al imperio de sobrevivir, se
preocupara por las acciones negativas de sus semejantes e impusiera, como
resguardo de la continuidad, el imperativo de una organización social, ya sea
mediante la pacificación instintiva, el control de bienes, la sanción por la
sexualidad disolvente y la agresividad destructiva. Recursos inconsecuentes
para la configuración estable de la cultura, de lo que resultan estallidos que
se achacan a la volubilidad e imperfección de la naturaleza humana librada a
su albedrío
Las funciones del poder y la Ley implicaron el filicidio y el parricidio, el tabú
del incesto, la castración, la circuncisión, la potestad paterna; códigos,
penalidades y en sus formas domésticas el culto, la función pastoral, la del
docente laico y la del positivista.
La prodigalidad de lo vital, avanzando con un único propósito generativo,
complica la trama vincular y hace sospechosa de inanidad la relación humana,
como no sea para satisfacer el designio evolutivo, independiente de algún
derecho o posibilidad instituido por los individuos para trascender.
Estaba convencido que la Vida reedita con exceso la pulsión que perpetúa
especies y que con ello frecuenta la muerte, que es su pivote de ensayo,
cambio y evolución.
De allí que concluyera que tal programa, por énfasis y exceso, fuera perverso:
desprovisto de miramientos o clemencia por la conmoción que promueve en
cada sujeto cuya existencia lanza al mundo, maleando la orientación amorosa
hacia el otro en el breve instante de su vivir. Fugitiva la ocasión de gozar y ser
gozado, que es al fin, perdido el goce, desear o ser deseado. Constructora de
instantes de individualidad e intersubjetividad perturbados por
la
improvisación, que apenas hay lapso para un aprendizaje o adecuación, ya
que rápido nos devora el tiempo.
…
A contramano de la circunstancia de caducidad, habrían nacido, como
rebeliones humanas, la creatividad y el arte, con la tragedia, el drama, la
lírica, la comedia, los buceos filosóficos, la deriva religiosa, la leyenda.
Pulsiones de trascendencia circunscribiendo espacios-tiempo particulares,
relatos, historias clínicas, sucesos reales o imaginarios, vínculos abstractos,
creaciones artísticas para protagonismo del sí mismo y del otro, aspiraciones
de ser amado y de fervor por el ser-amado, en el fugaz período de nuestras
existencias.
…
No obstante, el problema de la fe debiera ser descartado si nos
enfrentamos al enigma de la pulsión humana. Descartar también el instinto
cuya concepción es absolutamente biológica. Por tanto la finalidad biológica
de la sexualidad, a saber la reproducción, no es en definitiva la pulsión, que es
proceso de la realidad psíquica.
38
La referencia al objeto de satisfacción, también se agota en el nivel
teórico, si bien la pulsión asociada al principio de placer, funciona como un
sistema destinado a asegurar cierta homeostasis de las tensiones internas.
La pulsión es el montaje a través de la cual participa la sexualidad en la
vida psíquica, conformada con la estructura de hiancia característica del
inconsciente.
A su vez y por todo ello, el término último de la pulsión es la muerte, a la
cual está ligada.
Al diferenciar radicalmente la pulsión del instinto, Lacan introduce
modificaciones del concepto freudiano, o más bien, quiere llamar la atención
sobre el contenido de sus conceptos.
Esencialmente, la pulsión nunca puede ser satisfecha, girando en torno a
los objetos, no encontrando la fuente real del goce, sin alcanzar su destino
final, insistiendo en el movimiento repetitivo de ese círculo cerrado.
En “tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad” Freud supo postular la
sexualidad como especialmente polimorfa, aberrante, rompiendo el encanto de
la supuesta inocencia infantil. Lacan apoya este criterio estableciendo que la
sexualidad se manifiesta en forma de pulsiones parciales no alineadas
evolutivamente y no necesariamente integradas por la etapa genital. La pulsión
puede satisfacerse sin haber alcanzado aquello que, desde un punto de vista de
una totalización biológica de la función, satisface su fin reproductivo. Su meta
no es otra que ese regreso en forma de circuito, a la postre, en torno de un
hueco, de un vacío; objeto perdido representado por el “objeto a”.
Lacan introduce metáforas de Freud respecto al factor constante de la
pulsión y que incluyo aquí para pensar su enigma: un brote de lava, emisión
material de la deflagración energética que se produce en diversos tiempos
sucesivos que completan, por venir uno detrás de otro, esa forma de trayecto de
retorno.
Lo asocio con erupción volcánica y volcanes apagados, el paseo del
montañista entorno de una latente explosión, o en torno a una tumba. El objeto
que sólo puede ser contorneado puede aplicarse a esta estructura del borde de
algo que puede duplicar la emergencia de su estructura cerrada, o plantea al
menos lo términos de la tensión de las hiancia del inconsciente y de la muerte.
A propósito, recuerdo borrosamente un
expresaba:
haiku, que más o menos
“He pasado toda la noche caminando alrededor de la fuente de mi jardín, sin
llegar a ningún lado.”
39
XI
Del amor a la libido
Carl Gustav Jung, concibió una sola energía vital de naturaleza sexual, la
libido, contra la dualidad de Freud que sostenía entonces, la existencia de otra
energía más, opuesta a la libido sexual como energía no sexual.
Su metapsicología sostenía el concepto económico con respecto a la
naturaleza de la libido.
Dejando de lado las explicaciones religiosas y posturas filosóficas sobre la
continuidad de la vida humana, la psicología profunda recala en los arquetipos de
evolución junguianos o en la concepción de Freud sobre principios vitales.
A propósito, con Excesos” podemos demorarnos en mis especulaciones
literarias relativas al tema, para continuar luego interiorizándonos con el texto de
Lacan.
“Examinaba opciones disponibles:
Acaso la Vida fuera lanzada por un Alfa que nos recoge en su Omega de infinitud,
para juzgarnos, corregirnos, reprendernos o perdonarnos.
O que su objetivo fuera, agotar hasta el infinito la aparición de nuevas formas.
Puede que el Eterno haya deseado completar su creación con criaturas,
productos azarosos de metamorfosis consentida, fuera de su predestinación.
O pudiera ser la dádiva concedida a un rebelde de las internas angelicales, que
intenta probar al Creador la inutilidad cósmica de la existencia.
Puede que, simplemente le hicieran felices los niños, como imaginó Par
Lagerkvist. Y que fuese capaz de amor, como nosotros mismos, y haya puesto
como exigencia y condición de su obrar, el ser por nosotros amado, la comunión
con él, y en su defecto, la condenación o aniquilamiento eterno
Razonaba, al fin, que una deidad de inconmensurable autonomía no necesitaría
del amor humano, no podía adolecer de esta falta, a menos de ser un
desamparado o haberlo sido durante su Encarnación en la Tierra.
O aún, que el tiempo o la historia que nos constituye fueran sólo una ilusión
concedida por su magnanimidad y que recién acabara de crear el mundo…
Después de todo Lacan apela a la buena fe:
“No puedo pedirles a todo los presentes conformarse enteramente [con lo que
digo]
Pero su presencia aquí responde a cierta confianza, confianza en lo que llamaré,
teniendo en mientes el papel que desempeño para ustedes- el papel del Otro- , la
buena fe. Se trata de una buena fe, sin duda precaria, supuesta, ya que al fin y al
cabo ¿dónde termina esa relación del sujeto con el Otro.”
Concepto esencial del pensamiento lacaniano: El sujeto como tal está en la
incertidumbre debido a que está dividido por efecto del lenguaje, y se realiza cada
vez más en el Otro en quien está implícita la misma dificultad respecto a las vías
del deseo.
40
Lacan cree oportuno, a la vez, representar el inconsciente como una caverna,
evocando a Platón:
A propósito, de Carlos Joaquín Delgado transcribo unos
periagogé del espectador cinematográfico”:
párrafos de
“La
“Platón ubica en su caverna a hombres engrillados obligados desde niños a una
pantalla donde un fuego proyecta un pésimo film. Quien es liberado, descubre la
fuerte luz del fuego, encegueciéndose más que frente al mismo sol. No sabe aún
que lo que creía real son sombras, pero siente compasión. El dar la vuelta,
hacia la luz es doloroso, la periagogé implica la verdadera vocación de una
verdad, pero enceguecido por la luz hace el ridículo con sus compañeros que
desconocen los fantasmas de sombra de esa irrealidad que los contiene.
Freud dice que las pulsiones parciales y el amor no son lo mismo. Para
referirse al amor hay que referirse a otro tipo de estructura que la de la pulsión.
El Yo del conocimiento, de la conciencia, determinado por el lenguaje y la
palabra, empieza en el lugar del Otro, en tanto es el lugar donde surge el primer
significante, y cada significante está relacionado con otros significantes. El sujeto
con su nacimiento justo antes no era nada, y apenas aparece queda fijado como
significante. De esta conjunción de la pulsión del sujeto en el campo del Otro, de
ese esfuerzo por alcanzarse uno al otro, allí está presente la relación de los sexos
en el inconsciente. Aquí Lacan ubica la idea de la laminilla, la que sobrevive a
todas las divisiones sin detener su carrera. Ese órgano es la libido como pura
pulsión de vida, irreprimible, indestructible. Es precisamente lo que se sustrae al
ser viviente por ser sometido al ciclo de la reproducción sexual y sirve para
simbolizar el más recóndito de los objetos perdidos.
Reitero
“La Vida reedita con exceso la pulsión que perpetúa especies y
frecuenta la muerte, que es su pivote de ensayo, cambio y evolución.”
con ello
41
XII
El campo escópico
El tema de las pulsiones parciales nos conduce ahora al campo escópico, ya
que Lacan suma a las pulsiones oral y anal, la pulsión escópica y la invocante.
Hemos visto que la pulsión se origina en una zona erógena, gira en torno al objeto
y vuelve a la zona erógena.
Este circuito está estructurado por las tres voces gramaticales:
1. La voz activa (por ejemplo ver
2. La voz reflexiva, por ejemplo verse
3. La voz pasiva, por ejemplo ser visto.
Los dos primeros tiempos son autoeróticos, se relacionan con la demanda,
les falta un sujeto nuevo, el Otro. El segundo par se relaciona con el deseo. Con
todo el deseo es uno e indiviso y las pulsiones los aspectos parciales en los cuales
el deseo se realiza.
He pergeñado una breve ficción para introducirnos en el tema del campo
escópico.
La señora Juana se demoraba en sacar la ropa tendida en la soga de su jardín.
Su vida era solitaria y su carácter hosco. El temor lo provocaba la sensación que
al realizar esa tarea, alguien la espiaba a través del seto vegetal. El terreno
vecino estaba habitado pero era tan amplio como para permitir que un intruso
se ubicara allí, a las horas del anochecer, sin ser visto por los ocupantes de la
casa, O tal pudiera ser que fuera alguno de ellos.
Juana solía percibir un rumor, un silbido una respiración, que intensificó su
convicción y pánico. Paradójicamente se retrasaba tanto que llegaba a estar
oscuro cuando se decidía a salir. Entonces descolgaba la ropa rápida y
desprolijamente en su afán de volver a resguardarse en su encierro. El fenómeno
se repetía y ahora era suficiente una ráfaga, un aroma, el susurro entre las hojas
que denunciaban esa furtiva mirada. Alguien realmente habría podido verla,
cuando al cargar con sus sábanas éstas la envolvían dándole una apariencia
fantasmal.”
Lacan, en este capítulo, “La esqizia de la mirada” acude a los escritos
deMaurice Marleu-Ponty y de Jean Paul Sartre, pero al fin se diferencia de ellos
con una afirmación original, según la cual el ojo pertenece al sujeto y la mirada
al objeto. Trataremos de seguirlo para cuya interpretación he presentado el
relato anterior.
42
“Sólo veo desde un punto pero en mi experiencia soy mirado desde todas partes”
“El ojo y la mirada, ésa es para nosotros la esquizia en la cual se manifiesta la
pulsión a nivel del campo escópico”
A propósito incluyo los siguientes trabajos para aproximación al tema.
“Supe de un hombre que antes de concebir un hijo viajó largo tiempo visitando
museos con el propósito de recrear su alma con las imágenes de ángeles y los
semblantes más bellos de niños y niñas, hombres y mujeres, esculpidos en
mármoles o representados en telas. Era para los demás un hombre muy feo que
había, por extraña fortuna, desposado una hermosa mujer, de allí su razón. Por
los desfiladeros del espíritu pudo haber incorporado, textualmente corporizado,
querubines, vírgenes y Adonis, germinando en sus entrañas aquellas visiones
apropiadas en claustros y galerías.
No puede establecerse si en verdad la criatura fue bella por designio o por
diseño, pero sí que la esposa reconoció en la mirada del hombre las huellas de
aquél empeño y no necesitaron ya de la oscuridad para encubrir sus facciones,
desvanecidas al fin en ternura y pasión.”
Luis Carlos H. Delgado, recreación de una vieja película francesa protagonizada
por Michel Simón.
“Belleza y fealdad parecieron siempre depender de la visión. Aún aludiendo la
sensibilidad del invidente que recorre con sus dedos los rasgos del sujeto, que se
presta confiado o avergonzado al reconocimiento. Más allá de la voz y del aroma,
el silencio pausado que supone la ciencia de aquél que a través de las manos
mira, la mirada siempre, discerniendo la apariencia.
Supe de una madre alucinada que tuvo un niño muy agraciado. Todos lo
confirmaban, pero aún no dudando de ello, su afección no le permitía ver más
que monstruos. Su percepción estaba enferma y cada vez que miraba a su hijo
sólo el espantajo creado por la mente se le hacía visible. En vano intentaba
apropiarse de la armonía del rostro que sabía perfecto, ya que siempre se le
imponía la visión de la monstruosidad. Su sufrimiento fue atroz, no sólo por el
horror que le producía lo que no podía dejar de ver sino por el dolor de serle
negada la visión de lo amado.
No es ésta una historia moral. El hombre, la mujer, el niño y la loca existen y se
cuelan por el portal de mis sueños.
Luis Carlos H. Delgado, de “La tensión flotante”
Cuesta penetrar en este capítulo abandonando los tradicionales conceptos de
evolución pico-sexual como apoyo de funciones biológicas progresivas de
autoconservación. Freud nos legó un texto cercano a la psicosomática,
“Trastornos neuróticos de la visión”, donde claramente se refiere a la doble
pertenencia de la vista a la función biológica y adaptativa, y por otra parte a la
función sexual. No se puede servir a dos amos sin interferencia.
Pero ahora se trata de entender las pulsiones parciales independientemente
de lo genético, estructural y organizativo. Lacan cuestiona la organización genital,
porque, según él, sólo representa la sexualidad parcialmente, y en la dimensión
del goce.|
43
Cierto que Freud estableció que todo el cuerpo puede funcionar como una
zona erótica y. previamente en “Tres ensayos… se refirió a la forma polimorfa y
anárquica de la sexualidad infantil
Lacan plantea las pulsiones parciales no alineadas evolutivamente y no
necesariamente integradas por la etapa genital, cuyas metas no son otra cosa que
el regreso en forma de circuito, en torno a un objeto perdido representado por el
“objeto a” .
El ojo y la mirada es para él la esquizia en la cual se manifiesta la pulsión a
través del ampo esópico.
Nos refiere una interesante anécdota de su juventud:
Navegando en una barca de pescadores, probablemente bizarro entre todos
ellos, uno le señaló una pequeña lata flotando entre las olas, y le dijo en tono de
broma
¿”Ves esa lata, la ves? Pues bien ¡ella no te mira!”
Reflexiona que él era una mancha en el cuadro de ese grupo de trabajadores
pero concluye para sí, contrariamente al señalamiento del pescador, que “Lo que
es luz me mira y, gracias a esa luz, en el fondo de mi ojo algo se pinta…ella es
más bien lo que se apodera de mí, la que me solicita a cada instante y hace del
paisaje algo diferente de una perspectiva, algo diferente de lo que llamé el
cuadro.”
De estos capítulos plenos de significación pueden puntearse algunos
detalles; pero he intentado conformar al lector con el sentido de mis propios
cuentos.
Y no puedo reprimir ahora un poema de Antonio Machado, circuito
melancólico del deseo:
Los ojos en el espejo
Son ojos ciegos que miran
Los ojos con que los veo.
Puntuaciones para una mayor investigación:
Maurice Merlau Ponty, “Lo visible y lo invisible.
“Fenomenología del a percepción”
Jean Paul Sartre: “El ser y la nada”
Caillois: “Medusa y compañía”
Valery: “La Joven Parca”
Cuang-tzú: El sueño de la mariposa
Freud: El hobre de los lobos
Elsa de Aragón; “Contrechant”
Hans Holbein: “El cuadro de los embajadores”
Anamorfosis.
Diderot; “Carta sobre los ciegos para uso de quienes ven”
Salvador Dalí
Cornelius Agripa
Fenómenos del mimetismo
Raymund Ruyer: Neofinalismo
Zeuxis y Parrhasios: Las uvas y los velos
¿Qué es un cuadro?
La ópera de Pekin.
44
XII
El campo del otro
La función de la reproducción no está representada en el psiquismo. No hay
nada que permita al sujeto representarse como ser macho o como ser hembra.
Freud incorpora la polaridad de la pasividad y de la actividad. Con Lacan, lo que
hay qué hacer como hombre o como mujer aparece en la trama del campo del
Otro.
Hay un campo último de la realización sexual que el inocente desconoce.
Lacan evoca el viejo cuento de Dafnis y Cloe, novelista del siglo II, Longo
de Lesbos. Sobre una pareja de jóvenes que amándose transita su sexualidad por
las pulsiones parciales.
“Lycenia, una mujer con experiencia enseñará a Dafnis cómo tener relaciones
sexuales con una mujer, anticipándole que a Cloe le dolería un poco debido a su
doncellez pero que sin embargo lo disfrutaría. Dafnis se dejó seducir por ella y
aprendió muy bien lo que le inculcara. Cloe llega virgen al matrimonio y
Dafnis hizo con ella lo que le habían enseñado. Cloe reconoció entonces, la
simplicidad y niñería de sus experiencias pasadas.”
(Durante el desarrollo de los cuatro conceptos Lacan ha dado respuesta a una
pregunta sobre el tiempo lógico:
“El tiempo lógico está constituido por tres tiempos. Primero el instante de ver,
que no deja de ser misterioso. Pero que se define bastante bien en esa
experiencia psicológica de la operación intelectual que es el insight. Luego el
tiempo para comprender. En fin, el momento de concluir…”)
A propósito de esto y de la afirmación de lo que hay qué hacer como hombre o
como mujer aparece en la trama del campo del Otro, incluyo aquí un trabajo de
Graciela Verónica García sobre un cuento de Abelardo Castillo “La madre de
Ernesto” relacionado con “El tiempo lógico y el aserto de incertidumbre
anticipada, Un nuevo sofisma” de Jacques Lacan.
El trabajo de la autora se titula “El nuevo sofisma adolescente analizado en el
cuento “la madre de Ernesto” de Abelardo Castillo1 ; del mismo transcribo su
última parte
“Contexto previo: Tres muchachos están esperando en un prostíbulo por su debut
sexual en una sala anterior a la entrada de la habitación de la nueva prostituta del
pueblo, que creían conocerla de su infancia, como la madre de Ernesto.
“Me dolía el estómago y tenía la garganta seca. De la risa, creo. Pero de pronto
quedamos serios. El que estaba adentro salió. Era un hombre bajo, rechoncho;
tenía aspecto de cerdito. Un cerdito satisfecho. Señalando con la cabeza hacia la
habitación, hizo un gesto: se mordió el labio y puso los ojos en blanco.
1
Abelardo Castillo, Buenos Aires, año: 1935. Op. Cit.
45
Julio preguntó:
-¿quién pasa?
Planteo del problema lógico: atrás, bajo escaleras, quedaba la cárcel, la infancia.
Los tres individuos en la sala con los pasaportes colgando a sus espaldas.
Tendrían que dar cuenta de quién es “adolescente”. En la puerta: la mujer y la cara
de satisfacción del hombre prometen la libertad, la vida, el debut sexual.
“Nos miramos. Hasta ese momento no se me había ocurrido, o no había dejado
que se me ocurriese, que íbamos a estar solos, separados-eso: separados-delante
de ella. Me encogí de hombros.
El instante de la mirada: “estando ante (al menos) dos niños; se sabe que se es
adolescente”.
-Qué se yo. Cualquiera.
No aparece el aserto subjetivo anticipante: “un adolescente sabe lo que no es
adolescente” y “los adolescentes se reconocen entre ellos por ser adolescentes”.
La duda, suspende el acto de arrojo. En esa suspensión crece la tensión…
suspensión del acto de comprender. No hay anticipación de la acción vista en los
otros.
-¿bueno?
Su voz, inesperada, me sobresaltó: era la misma.”
Dialéctica de retorno al momento previo donde se ubica el planteo del problema
lógico: aparece nuevamente la niñez, la cárcel; el lugar de donde deben partir
siendo “adolescente”, dando cuenta de ello. . Ese valor instantáneo de la
evidencia, tiempo de relámpago de darse cuenta de un solo golpe que se es
“adolescente”, se dilata
“Por la puerta a medio abrir se oía el ruido del agua saliendo de una canilla.
Lavatorio. Después, un silencio y una luz que nos dio en la cara; la puerta
acababa de abrirse del todo. Ahí estaba ella. Nos quedamos mirándola,
fascinados. El deshabillé entreabierto y la tarde de aquel verano, antes, cuando
todavía era la madre de Ernesto y el vestido se le separó del cuerpo y nos decía si
queríamos quedarnos a tomar la leche. Sólo que la mujer era rubia ahora. Rubia
y amplia. Sonreía con una risa profesional: una sonrisa vagamente infame.”
Capturados por la imagen de la mujer, no aparece el Momento ontológico de la
angustia. Lejos está el tiempo de comprender.
“Algo, sin embargo, había cambiado en ella, en la voz. La mujer volvió a sonreír
y repitió “bueno”,
El tiempo de comprender que llega mediante la inercia de su semejante no aparece
como la clave de su saberse “adolescente”. El tiempo se prorroga entre los dos
momentos de invitación de la mujer. La evidencia de ese momento lógico en
ellos, supone la duración de un tiempo de meditación para cada uno de los
individuos. Éste sería el momento en que alguno de ellos debería comprender que
si fuesen “adolescente”, por lo menos uno de ellos ya hubiera hecho la movida del
avance hacia la invitación de la mujer, y en forma presurosa. Esta dilación supone
que por lo menos alguno de ellos o todos son “niño”.
46
“…y era como una orden; una orden pegajosa y caliente. Tal vez fue por eso que,
los tres juntos, nos pusimos de pie. “
Esta tardanza en la cual llegan a ponerse de pie todos juntos, rompe con el punto
cero y el momento de comprender no llega. Sigue confirmándose que no saben
cada quién, qué son (si “adolescente” o “niño”) pues no se distingue entre ellos
uno que avance primero.
En ese tiempo de detención que parece infinito, la evidencia de este momento
lógico, supone la duración de un tiempo de meditación de cada uno de los
individuos en el que debe comprobar que si fuese “adolescente”, quien lo supiera
con acierto, hubiera salido sin esperar un instante, y que en contrapartida, la
cadenciosa meditación de todos no les permite concluir: “que al menos uno de
ellos es adolescente”. Segundo momento de suspensión y no sucede nada. Están
en un momento transitivista, donde el sujeto allí es impersonal e indefinido por la
reciprocidad de sus pares.
La segunda referencia, que se expresaría en el mirarse a los otros, es decir,
cuando deberían reconocer-se “el uno al otro”, introduce la fórmula del “otro en
cuanto tal”, como pura reciprocidad, pues el que acierta que es “adolescente” no
se descubre más que en el otro, y no descubre el atributo “adolescente” que es
suyo, sino y tan sólo en la equivalencia del tiempo propio de los otros dos. Esto,
no ocurre. Quedan detenidos: petrificados.
Ni el personaje “Julio” ni los otros dos pueden arribar así a concluir que son
“adolescente”: Ni Julio ni los otros se distinguen como tales en la parada y
detención al unísono. Nadie da cuenta de sí, ya que no les aparece inscrito la
identidad “adolescente”
“como si los hubiera visto escritos en un banderín”… de un solo golpe.
Su deshabillé, me acuerdo era oscuro, casi traslúcido.
-voy yo-murmuró Julio, y se adelantó resuelto.
Tarde.
Alcanzó a dar dos pasos: nada más que dos. Porque ella entonces nos miró de
lleno, y él, de golpe, se detuvo.
Otra vez: tarde. La suspensión del acto pone de manifiesto la angustia generada
por el retraso subjetivo dado por los otros sujetos semejantes. No apareció la
urgencia lógica del momento de concluir que son “adolescentes”, todos. Julio no
pudo apropiarse de la verdad de su condición “adolescente” pues pudo más el
recuerdo de la infancia en el mirarse de lleno a los ojos.
Se detuvo quién sabe por qué: de miedo o de vergüenza tal vez, o de asco. Y ahí
se terminó todo.
Momento de concluir: son todos “niños” aún.
El autor da sinónimos a una angustia que los desborda, la llama “miedo” o
“vergüenza” o “asco”. Momento de la segunda suspensión como angustia de un
individuo indefinido e impersonal. El momento lógico de comprender pasó
demasiado lento, muy lento. Esto determinó que ese momento lógico perdiera su
sentido.
“Porque ella nos miraba y yo sabía que, cuando nos mirase, iba a pasar algo.
Los tres nos habíamos quedado inmóviles, clavados en el piso; y al vernos así,
titubeantes, vaya a saber con qué caras, el rostro de ella se fue transfigurando
47
lenta, gradualmente, hasta adquirir una expresión extraña y terrible. Sí. Porque
al principio, durante unos segundos, fue perplejidad o incomprensión. Después
no. Después pareció haber entendido oscuramente algo, y nos miró con miedo,
desgarrada, interrogante,”
La mujer concluye, no ellos. Les devuelve en espejo, que los tres son “niño”.
“Entonces lo dijo. Dijo si le había pasado algo a él, a Ernesto”.
Momento de transitividad entre los personajes, donde el sujeto es impersonal e
indefinido, donde el Je es psicológico. Momento de pura reciprocidad donde el
individuo no se descubre más que en el otro. La mujer descubre que son niños, los
amigos de su hijo. Ellos traen el inconsciente: sexualidad y muerte. La parada de
los dos muchachos y la detención del avance de Julio arriban al mismo tiempo con
la mujer; y en forma simultánea aparecen la comprensión y la conclusión para
ellos tan temida: son “niño”.
El sujeto del aserto conclusivo nunca arribó, el je psicológico no pudo
desprenderse de un transitivismo especular indeterminado, el arranque de uno de
ellos hacia la mujer no fue por competencia con los otros.
No apareció entonces la tercera afirmación que reza: “un adolescente afirma ser
“adolescente”, por temor a que los otros adolescentes lo convenzan que no lo es”.
El arranque de Julio no fue de celos, de competencia; sino que lo hizo con una
posición de “pseudo-adolescente”. No hubo un pasaje de 2 (especular: Yo
psicológico) a 3 (prójimo: no-Yo). No apareció la descarga de esa tensión, no
hubo economía libidinal que aparece cuando el je lógico adviene en el tercer
momento de concluirse “adolescente”. En el cuento, la cara que descubre la mujer
en los chicos le hace acordar a su hijo y lo traduce como muerte o algo de temer
para una madre.
Como ninguno de los tres individuos allí frente a ella embanderan la noticia de
haber arribado ser “adolescente”; se coagula en la mujer una intuición subjetiva
con rasgos de muerte, pero no de sexualidad.
La asumisión de la adolescencia como identidad vendría acompañada con un
momento de relajación del cual se infiere dicha asumisión: portaría al menos uno
de ellos la antorcha encendida del adolescente.
Es bajo la urgencia lógica la que precipita el movimiento lógico como el sujeto
precipita a la vez su juicio y su partida y el sentido etimológico del verbo, la
cabeza por delante, da la modulación en que la tensión del tiempo se invierte en la
tendencia al acto que manifiesta a los otros que el sujeto ha concluido2”. Es una
tensión temporal, la que culmina allí; y es el momento del relajamiento. Todo
esto sucede con el momento del aserto conclusivo: soy éste”
“Cerrándose el deshabillé lo dijo.”.
2
Lacan, J. ídem anterior. Pg: 201.
48
XIII
La alienación
Creo necesario dividir el capítulo en dos partes. El contenido del aporte de
Graciela V. García es de análisis suficientemente profundo como para cederle un
espacio propio. Lo es también el cuento de Abelardo Castillo, acotado a su final.
Avanzo entonces con Lacan que instaura la sexualidad en el sujeto por vía
de las faltas. Una se trata del avenimiento del sujeto en la relación con el Otro; la
segunda se sitúa en el advenimiento del ser viviente, o sea la reproducción
sexuada. El ser viviente por estar sujeto al sexo queda sometido a la muerte
individual.
Es inevitable frente a este aserto establecer, para el sujeto de la lectura,
asociaciones con las renovaciones generacionales, ya que el ser sexuado ha de
brindar el pasaje a su descendencia, constatando en su experiencia concreta lo
que manifiestan los siguientes versos:
“Hecatombes
A mi espalda,
Por delante
La marcha
Sobre un campo
Minado
Hecatombes
A mi derecha,
A mi izquierda
Y la ventura
De seguir
Andando”
O en las coplas de Manrique a la muerte de su padre:
… vino la muerte a llamar a su puerta diciendo:
“Buen caballero,
Dejad el mundo engañoso
Y su halago, vuestro corazón de acero
Muestre su esfuerzo famoso
En este trago,
Pues de la vida y salud
Hiciste tan poca cuenta
Por la fama, esfuércese la virtud
Para sufrir esta afrenta
Que os llama.”
Pero Lacan, probablemente quiera significar otra cosa. Pues veamos. Con
respecto a la falta del avenimiento del sujeto en la relación con el Otro, resulta
ilustrativa la cuestión del terapeuta con relación al autista.
49
Se está ante el autista [o frente al recién nacido [frente a un sujeto sin
sujeto, del que habrá que hacer surgir al sujeto, al acceso al vínculo, al lenguaje,
al desarrollo de la propia identidad y reconocimiento de los otros. Que el sujeto
devenga, requiere operar un desplazamiento en que el sentido de la conducta y
de la palabra se integre en una interacción progresivamente asumida y
desarrollada en el vínculo. Se trata de reubicar al niño en el oscuro profundo de lo
interior materno. Tal concepción pone en marcha la dialéctica del adentro y del
afuera, de la completud monádica y de la falta. Operar un desplazamiento en que
el sentido de la conducta y de la palabra se integre en una interacción
progresivamente asumida y desarrollada en el vínculo. El Otro está ubicado en el
punto de una espera desde la cual convocar la demanda aún no conocida de un ser
humano, y siempre dispuesto a realizar modificaciones y ajustes. Una actitud de
espera, de escucha, y de creación de un contexto conveniente para que esta
palabra surja.
Para el sujeto a devenir el Otro es un significante.
En cuanto a la segunda falta, vuelve a ser el Otro quien lo inscribe en la
cuestión biológica de la reproducción, en la organización fálica y su destino.
Las pulsiones parciales, en este seminario, son también concebidas como
pulsiones de muerte, ya que todas ellas persiguen su extinción, yendo más allá del
principio del placer, al goce excesivo
Retorna aquí al mito de la laminilla, que desasigna la libido no como un
campo de fuerzas, sino como un órgano. Nos dice: La libido es un órgano esencial
para comprender la naturaleza de la pulsión. Este órgano es irreal, articulado con
lo real de un modo que no podemos aprehender, pero así y todo encarnado.
No podemos nombrar el misterio de la vida y su continuidad como la
división eterna de una ameba, de lo cual ya tomamos cuenta por elaboraciones de
Sigmund Freud, en “Más allá del principio del placer”, sobre la realidad concreta
de la extinción de cada individuo particular. Lacan simplifica el problema con una
broma:
“Las tortillas no se hacen sin romper huevos,” y nos dice a continuación:
“Cada vez que se rompen las membranas del huevo de donde va a salir el
feto que ha de convertirse en recién nacido, imagínense que de él se escapa algo,
es decir que con un huevo se puede hacer un hombre y también la hombreleta o la
laminilla,
La laminilla es una cosa extra-plana como la amiba, sólo que el asunto es
más complicado, pero es algo que anda por todas partes… sobrevive a todas las
divisiones… y su carrera no se detiene.”
“La laminilla, este órgano cuya característica es no existir, pero que no por
ello deja de ser un órgano, es la libido.”
“Y es justamente lo que se sustrae al ser viviente por estar sometido al
ciclo de la reproducción sexual.”
A propósito traigo aquí esta poesía de Antonio Machado.
Cantar conmigo en coro: Saber, nada sabemos
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
Tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
50
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
Aunque quede sin develar el por qué de la existencia, del deseo y de la muerte;
el hombre puede responder, de suyo, con vocación de bien.
Y de esto son los representantes, los equivalentes de todas las formas
enumerables del objeto a.
La relación del sujeto con el significante se engendra toda en un proceso de
hiancia.
Lacan señala la insuficiencia de la psicología, la sociología y hasta de la
filosofía a falta de una definición satisfactoria del inconsciente. Los hechos de la
psicología humana no son concebibles si está ausente la función del sujeto
definido como efecto del significante. Introduce entonces el algoritmo del
rombo, y con él al “vel”, la primera operación esencial que funda al sujeto,
operación que puede llamarse alienación.
Construye a través del pensamiento lógico, la lógica simbólica, la teoría de
los conjuntos y la topología, el vel de la alienación, cuya última instancia es que
el legítimo objetivo de la interpretación, no son las significaciones, sino la
reducción de los significantes a su sin sentido.
A continuación desarrolla unos ejemplos
“¡La bolsa o la vida!
¡”¡La libertad o la vida!
“¡Libertad o muerte!
Situaciones que incluyen la peculiaridad de un factor letal, y requieren una
lectura cuidadosa.
51
XIV
El rombo
El rombo surge como apoyo topológico de la relación de borde, proceso circular,
operatorio de la relación del sujeto con el Otro. Algoritmo que utiliza además en el
Grafo.
Es un borde funcionando en dirección vectorial contrario a las agujas del reloj. Lo
asocia con la escritura que se lee de izquierda a derecha, pero podría expresar el
movimiento que significa lo que le viene inicialmente al sujeto desde el Otro.
Su mitad inferior simboliza la primera operación, que denomina vel, en tanto
implica la alienación del sujeto en el campo del Otro, como sentido producido
por el significante.
Otra manera de emplear el vel es como obligación de escoger.
La lógica simbólica, la teoría de los conjuntos, esclarece con el concepto de
reunión algo muy distinto de la suma de los objetos.
La elección, en relación a esa lógica, solo consiste en saber si uno se propone
conservar una de las partes, ya que la otra desaparecerá como consecuencia.
.
“La bolsa o la vida, Si elijo la bosa pierdo las dos, Si elijo la vida, me queda
la bolsa sin la vida, o sea, una vida cercenada.”
Una primera elección constituye la realización del sujeto en el inconsciente.
El ser del sujeto y el sentido del Otro conjugan una alienación y opción que
implica, en la zona de intersección, el sin sentido. “Ni lo uno ni lo otro”
La propia función del significante induce a la desaparición del ser.
Una consecuencia clínica: el objetivo de la interpretación en la terapia no es
tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin sentido, para así
encontrar los determinantes de la conducta del sujeto.
El primer tiempo del rombo se basa entonces en la estructura de la reunión, el
segundo tiempo, en la sub-estructura denominada intersección o producto.
A propósito vuelco aquí un fragmento de mi libro “Excesos”, que bien puede
asimilarse a lo redactado:
El espejo
“Un no-alemán es imposible que se pueda formar una idea de la
situación en que se encuentra un judío alemán. Judío alemán: tome Ud.
estas dos palabras con todo énfasis. Tómelas Ud. como el despliegue
final de un laborioso curso evolutivo. Con su doble amor y su lucha
contra dos frentes, he sido empujado muy cerca de la sima de la
52
desesperación. El alemán y el judío: he soñado una vez una parábola,
pero no sé si la misma es comprensible. Yo puse las placas de dos
espejos una contra la otra, y tuve una impresión como si las imágenes
humanas contenidas y conservadas en ambos espejos debieran
lacerarse mutuamente. " Jacob Wasserman.
La comprobación de Jacob Wassermann de la oposición especular de su yo
alemán y su yo judío es aún más dramática por cuanto es primigenia y
universal de la organización paranoica de la génesis mental del hombre.
Antes que las experiencias con el propio cuerpo hayan integrado la unidad
del mismo el descubrimiento de la propia imagen en el espejo prematuriza
el esquema corporal hasta entonces fragmentado.
Frente al espejo se logra la percepción de un todo al precio de una
alienación y de una tensión agresiva constitutiva a la vez del lazo social.
Desde el momento que hay una imagen para dos se da una relación de
exclusión recíproca. De quién es esa imagen? ¿Soy yo o soy el otro?
Según la parábola de Wassermann: ¿Soy el alemán o soy el judío?”
Esta descripción con la alienación en el primer significante de la
constitución del sujeto coincidente con la especular, entiendo que ayuda a
comprender el texto de Lacan y la introducción de ese algo tan peculiar,
que es el factor letal. Lacan lo lleva a la metáfora de la combinación
cromosómica, juego de significantes que vemos actuar en el propio centro
de la vida.
El sujeto encuentra una falta en el Otro con su discurso. En sus
intervalos surge la perplejidad sobre una falta ¿Qué vuole? El sujeto
aprehende el deseo del Otro en lo que no encaja en las fallas del discurso
del Otro, y todos los ¿por qué? del niño surgen de una avidez por la razón
de las cosas, surge así el mayor enigma del deseo del adulto.
Lo cierto es que de la intersección del significante del otro con el
significante del sujeto surge una zona que Lacan designa como el sinsentido.
“El primer objeto que propone a ese deseo parental cuyo objeto no
conoce, es su propia pérdida -¿puede perderme? El fantasma de su muerte,
de su desaparición, es el primer objeto que el sujeto tiene para poner en
juego en esta dialéctica y, en efecto” lo hace, como sabemos, por
muchísimos hechos, la anorexia mental por ejemplo. Sabemos que el niño
evoca comúnmente el fantasma de su propia muerte en sus relaciones de
amor con sus padres.”
A propósito, de mi libro “Neurofisiología del alma” extraigo de un
capítulo, “Gourmet” que puede llevarnos a una concepción, quizá
fantástica, pero cuestionadora:
“Había tenido la oportunidad de ver y comprender profundamente una película
danesa escrita y dirigida por Gabriel Axel “La fiesta de Babbet”, interpretada
en el papel central por Stephane Audran. Ganó el Óscar de 1987 a la mejor
película de habla no inglesa y el Premio Especial del Jurado en Cannes. No voy
53
a narrarla, cada vez que lo hago no puedo evitar, al final del relato, una
sacudida de emoción.
Entre sus mensajes, la comunión con el otro, la fiesta de estar juntos y disfrutar
de una buena cena, pone el toque de alegría y sensualidad a una comunidad
danesa luterana y puritana, cerrada y muy austera, que al principio, tiene
miedo de dañar a la ley divina al aceptar una cena francesa; pero la delicia de
los platos provocan que los invitados ya no puedan cumplir, como habían
pactado para no desairar a la generosa anfitriona, aceptar, pero no degustar de
ellos: "cenar como si no tuvieran sentido del gusto" .
Un general ya maduro y su madre, jerarcas del pueblo, asisten a la cena que
conmemora los 100 años del nacimiento del "pastor" (fallecido a la sazón) que
condenó a sus dos bellas hijas a la soltería porque "el matrimonio es cosa de
poco valor"... Ellas son Martina (por Lutero) y Philipa (por Melanchton) las
que aceptan que su afortunada sirvienta, que ha ganado algo así como una
lotería, les organice el festín como prueba de su gratitud por haberla acogido.
Contrariamente a lo previsto la cena despierta en sus almas reconciliaciones,
alegría, profunda ternura y caridad, reconocimiento, amor a la vida. Todo
muy sobrio, sin ninguna lujuria. Sólo se empiezan a ver algunos colores en las
caras de la gente, algunas sonrisas, casi se siente el olor de los manjares, el
gusto del vino.
El menú que eligió Babette para agasajar a sus invitados es exótico: sopa de
tortuga, codornices rellenas con foie gras y salsa de trufas, tarta de higos
frescos al ron, frutas frescas Todo acompañado con champagne Veuve Cliquot,
con vino Château Clos de Vougeot de 1845,con jerez, con oporto dependiendo
del plato.
Y he aquí el brindis de aquel general que debió renunciar al amor de una de
ellas para, en compensación, realizar su carrera, y que tras muchos años asiste a
la cena con el secreto propósito de confrontar el valor de su antigua decisión:
Dice así
“La misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la dicha se besan
mutuamente; en nuestra ternura, debilidad y miopía creemos que deberemos
hacer una elección en nuestras vidas y temblamos ante el riesgo que corremos;
nuestra elección no importa nada, llega un tiempo en el que se abren nuestros
ojos y llegamos a comprender que la Gracia es infinita, y lo maravilloso, lo
único que debemos hacer, es esperar con confianza y recibirla con gratitud. La
Gracia no pone condiciones y mirad, lo que hemos logrado nos es concedido. Y
lo que rechazamos nos es dado, incluso se nos devuelve aquello que tiramos;
porque la misericordia y la verdad se han encontrado y la justicia y la dicha se
besarán”
En Kierkegaard, vimos, que su posición existencial opone al orden de lo
real la superación trascendente de la subjetividad afirmada en Dios; se enlaza
entonces lo eterno y contingente, superando el determinismo fatalista,
asegurando una presencia eterna que sostiene el orden real. Lacan, con su
inclusión, alude a ello.
En tanto determinación ético-metafísica de la libertad, la regeneración
espiritual es esencial para sostener la vida.
La repetición implica la recreación del espíritu libre. En este sentido la
vida es una repetición y la repetición es y siempre será una trascendencia.
54
XV
De la interpretación de la transferencia
Lacan nos remite a su artículo de 1957, “La instancia de la letra en el
inconsciente” donde se emplea la condensación del significante como efecto de
metáfora, como en cualquier metáfora poética. Toma el ejemplo de “Booz
dormido” de Víctor Hugo porque supone que en su lengua prácticamente es por
todos conocidos. Entre nosotros mucho no, razón por la cual incluyo el poema
completo para luego trabajar sobre él:
Booz se había acostado, rendido de fatiga;
Todo el día había trabajado sus tierras
y luego preparado su lecho en el lugar de siempre;
Booz dormía junto a los celemines llenos de trigo. Ese anciano poseía campos de
trigo y de cebada;
Y, aunque rico, era justo;
No había lodo en el agua de su molino;
Ni infierno en el fuego de su fragua.
Su barba era plateada como arroyo de abril.
Su gavilla no era avara ni tenía odio;
Cuando veía pasar alguna pobre espigadora:
"Dejar caer a propósito espigas" -decía.
Caminaba puro ese hombre, lejos de los senderos desviados,
vestido de cándida probidad y lino blanco;
Y, siempre sus sacos de grano, como fuentes públicas,
del lado de los pobres se derramaban.
Booz era buen amo y fiel pariente;
aunque ahorrador, era generoso;
las mujeres le miraban más que a un joven,
pues el joven es hermoso, pero el anciano es grande.
El anciano que vuelve hacia la fuente primera,
entra en los días eternos y sale de los días cambiantes;
se ve llama en los ojos de los jóvenes,
pero en el ojo del anciano se ve luz.
2
Así pues Booz en la noche, dormía entre los suyos.
Cerca de las hacinas que se hubiesen tomado por ruinas,
los segadores acostados formaban grupos oscuros:
Y esto ocurría en tiempos muy antiguos.
Las tribus de Israel tenían por jefe un juez;
la tierra donde el hombre erraba bajo la tienda, inquieto
por las huellas de los pies del gigante que veía,
estaba mojada aún y blanda del diluvio.
3
Así como dormía Jacob, como dormía Judith,
55
Booz con los ojos cerrados, yacía bajo la enramada;
entonces, habiéndose entreabierto la puerta del cielo
por encima de su cabeza, fue bajando un sueño.
Y ese sueño era tal que Booz vio un roble
que, salido de su vientre, iba hasta el cielo azul;
una raza trepaba como una larga cadena;
Un rey cantaba abajo, arriba moría un dios.
Y Booz murmuraba con la voz del alma:
"¿Cómo podría ser que eso viniese de mí?
la cifra de mis años ha pasado los ochenta,
y no tengo hijos y ya no tengo mujer.
Hace ya mucho que aquella con quien dormía,
¡Oh Señor! dejó mi lecho por el vuestro;
Y estamos todavía tan mezclados el uno al otro,
ella semi viva, semi muerto yo.
Nacería de mí una raza ¿cómo creerlo?
¿Cómo podría ser que tenga hijos?
Cuando de joven se tienen mañanas triunfantes,
el día sale de la noche como de una victoria;
Pero de viejo, uno tiembla como el árbol en invierno;
viudo estoy, estoy solo, sobre mí cae la noche,
e inclino ¡oh Dios mío! mi alma hacia la tumba,
como un buey sediento inclina su cabeza hacia el agua".
Así hablaba Booz en el sueño y el éxtasis,
volviendo hacia Dios sus ojos anegados por el sueño;
el cedro no siente una rosa en su base,
y él no sentía una mujer a sus pies.
4
Mientras dormía, Ruth, una Moabita,
se había recostado a los pies de Booz, con el seno desnudo,
esperando no se sabe qué rayo desconocido
cuando viniera del despertar la súbita luz.
Booz no sabía que una mujer estaba ahí,
y Ruth no sabía lo que Dios quería de ella.
Un fresco perfume salía de los ramos de asfodelas;
los vientos de la noche flotaban sobre Galgalá.
La sombra era nupcial, augusta y solemne;
allí, tal vez, oscuramente, los ángeles volaban,
a veces, se veía pasar en la noche,
algo azul semejante a un ala.
La respiración de Booz durmiendo
se mezclaba con el ruido sordo de los arroyos sobre el musgo.
Era un mes en que la naturaleza es dulce,
y hay lirios en la cima de las colinas.
Ruth soñaba y Booz dormía; la hierba era negra;
Los cencerros del ganado palpitaban vagamente;
Una inmensa bondad caía del firmamento;
Era la hora tranquila en que los leones van a beber.
Todo reposaba en Ur y en Jerimadet;
Los astros esmaltaban el cielo profundo y sombrío;
56
El cuarto creciente fino y claro entre esas flores de la sombra
brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,
inmóvil, entreabriendo los ojos bajo sus velos,
qué dios, qué segador del eterno verano,
había dejado caer negligentemente al irse
esa hoz de oro en los campos de estrellas.
Con respecto a metáfora sabemos que se clasifica tradicionalmente
dentro de los tropos del discurso como una figura de estilo que se funda en
relaciones de similaridad y de sustitución; mecanismo del lenguaje que tiene
lugar sobre el eje sincrónico (paradigmático) es decir sobre el eje del léxico o
de la lengua. Por lo demás, es un proceso de enriquecimiento del léxico,
como lo muestra el hecho de que una gran cantidad de sentidos figurados no
son más que antiguas metáforas.
Recordemos que el principio de la metáfora consiste en designar algo a
través del nombre de otra cosa. Se trata, entonces, en el verdadero sentido del
término, de una sustitución significante.
En la medida en que la metáfora muestra que los significados sacan su
propia coherencia de la red de significantes, el carácter de la sustitución
significante demuestra la autonomía del significante con respecto a su
significado, y por lo tanto su supremacía. El analista pone a trabajar el saber
textual del inconsciente
“que se articula en cadena de letras tan rigurosas que bajo la condición de
no perder ninguna, lo no sabido se ordena como el armazón del saber”.
Queda claro que el discurso referencial pleno de sentido de la
comunicación pone en juego un sin sentido del significante entre lo real y lo
simbólico
De hecho la significación que resulta de la asociación originaria de S1
con s1 en la que actúa como significado metafórico, no es una simple permuta
de significantes. La cadena de los significantes gobierna el conjunto de los
significados. Inversamente, los significados sacan su propia coherencia de la
red de los significantes.
La chispa creadora de la metáfora brota entre dos significantes de los
cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante,
mientras que el significante oculto sigue presente por su conexión
(metonímica) con el resto de la cadena.
“Una palabra por otra, tal es la fórmula de la metáfora, y si sois poeta,
produciréis como por juego, un surtidor continuo, incluso un tejido
deslumbrante de metáforas.”
En el proceso no hemos asistido a una simple permuta de significantes,
lo que sería otro signo y no una metáfora. La cadena de los significantes
gobierna el conjunto de los significados. Inversamente, los significados sacan
su propia coherencia de la red de los significantes
57
En Booz dormido, Lacan parte del sentido metafórico de: Su gavilla no
era avara ni tenía odio. Nos dice que lo introdujo en este artículo en el
momento en que estaba introduciendo también la metáfora paterna
Volviendo al poema
“Cómo saldrá de mí, un anciano, una descendencia”
A propósito:
“En todo, el poder de Dios es esencial y tuvo que limitarlo para no caer en
los argumentos del demonio sobre lo inservible de la creación del hombre:
“Todo merece irse a pique y el amor es un imposible.”
CRECED Y MULTIPLICAOS…
“… fue la forma de reparación y de perdón de la especie humana y su
contexto. Para la multiplicación otorgó poderosa fertilidad a los hombres
ofreciéndoles vientres para sus hijos y hasta curó la esterilidad de sus
esposas.
El crecer implica un desarrollo espiritual basado en el libre albedrío.
Sara se rió cuando Dios anunció a Abraham que tendrían un hijo. Él pensó
“¿Se puede tener un hijo a los cien años? Y Sara a los noventa podrá dar a
luz?” Sara se dijo: “Con lo vieja que soy ¿Volveré a experimentar placer?
¡Además mi marido es tan viejo!”
….
Booz, cargado de años preñará a Ruth, pero Lacan metaforiza una imagen
del padre en la imagen de la hoz de oro, lo que ligado a la gavilla no avara y sin
odio, cuyas espigas deja caer y reparte como esperma para la fecundidad
natural, expresa como padre o como Dios la capacidad de su creación desde la
nada, instituyendo la Ley y la castración como segador divino, que habría dejado
caer negligentemente esa hoz de oro en los campos de estrellas.
A su vez nos advierte de lo que ocurre cuando un significante sustitutivo ha
ocupado el lugar de otro significante para constituir el efecto de metáfora. Es
falso considerar que la interpretación esté abierta a todos los sentidos. La
interpretación es una significación que no es una significación cualquiera.
“Esta significación no es esencial para el advenimiento del sujeto. Es esencial
que el sujeto vea, más allá de esta significación, a que significante –sin sentido,
irreductible, traumático, está sujeto como sujeto.”
58
XVI
Del sujeto que se supone saber
A propósito y a modo de introducción rescato algunas reflexiones previas de
mi trabajo, “Psicoterapias de orientación psicoanalítica”:
“En función de síntesis didáctica, este artículo ofrece una serie de cuadros con
valor testimonial y evocador de la ruta recorrida por el psicoanálisis durante
un Siglo, sugiriendo la complejidad y vicisitud de su construcción como sistema
y la profusa bibliografía disponible. Los particulares aspectos biográficos, de
los que no podremos ocuparnos ahora, son a la vez interesantes e ilustrativos
de como se han construido las redes del sistema analítico, ya que sus
protagonistas están enlazados no solamente por circunstancias étnicas,
históricas e institucionales, sino por la intimidad de sus vidas expuestas en
autoanálisis y tratamientos; tramas lineales y cruzadas por la necesidad de
cura y formación. Factores estos de influencia y orientación que incluyen
ligámenes, encadenamientos, lealtades, afectos, acatamientos, rupturas
apasionadas, competitividad, confrontaciones, sufrimientos, duelos y
esperanzas, que obra todo ello como pautas indelebles de formación y
certidumbres de todos los afectados por la experiencia ”
Lacan inicia esta clase declarando que lo que sigue siendo el objeto de su
enseñanza es formar analistas; sin embargo, señala, que los principios de
esta formación son esquivados en la literatura analítica.
Inmediatamente se cuestiona sobre la confianza de un sujeto que se
atiene a la técnica, pero advierte que este aspecto debe ser elidido para
ocuparse del analista, al cual refiere el deseo: el deseo del analista.
De hecho, la transferencia es el fenómeno esencial a analizar, ligado al
deseo como fenómeno nodal del ser humano.
La clase introduce “El sujeto que se supone saber”:
Freud es el sujeto esencial del supuesto saber sobre el inconsciente; en
realidad no supuesto: él sabía y nos ha dado este saber en forma indestructible.
Fuera de él: ¿Quién puede sentirse investido este saber para asumir el
tratamiento de un paciente?
Función encarnada por algún profesional de lo cual resulta el ser
consultado. Al ser consultado la transferencia ya está instalada, No importa,
entonces, el saber real de ese analista. Habrá en todo caso, dos personas, una
que habla, el analizante y la otra que escucha, el analista. Con respecto al
saber supuesto, el analista aparece como elemento ordenador de las
observaciones freudianas otorgándole un
valor
estructurante a la
transferencia
Ahora bien: no ha de haber en la transferencia analítica pretensión de
intersubjetividad la que consiste, en realidad, en la búsqueda incesante de
realizar la metáfora del amor intercambiando el lugar del objeto a.
59
Años más tarde reformulará estos conceptos, por lo que vale la pena
adelantar algo de ello para superar algunas ambigüedades del texto analizado.
Establecerá que no hay un sujeto anterior al desarrollo transferencial, sino
un efecto de la misma sobre ese sujeto y sobre la propia función del analista.
Va a proponer en lugar de la intersubjetividad, la intersignificancia,
entendiendo a la significancia como la capacidad de los significantes para
entrar en discurso y combinarse entre ellos, sin la necesidad real de algún
procedimiento para que esto se realice. El despliegue de ambos goces y deseos
posibilita el advenimiento del sujeto y el despliegue de los significantes
reprimidos.
“La presencia del analista, incentivando a la pulsión, y la interdicción de la
puesta en acto de su goce (siempre y cuando no ceda a la tentación de arrojar
al analizante por la ventana o de tomarlo entre sus brazos) dan lugar al
despliegue del discurso en el cual se encuentra capturado el analizante.”
Alejandro Del Carril
Apelo al aporte de “La enamorada del muro”, para ilustrar, con su
interpretación, lo formulado.
… “Todo amor nace a partir de una pequeña confusión. Nadie puede decir
con certeza si es el muro el que sostiene a su enamorada o es la enamorada la
que sostiene al muro…
En este Seminario 11 Lacan suscita consecuencias relativas al engaño
que involucran al analista y al analizante y provee toda clase de experiencias
para dar cuenta de ello. Me detengo en la del fort-da:
En su comentario Lacan reduce el juego del niño al no dominio de una
elección, que por otra parte ningún sujeto puede realizar ni captar su articulación.
De lo que concluye, que el supuesto dominio de la elección se ejercita, según este
caso, por la fantasía de un carretel que significa el objeto a, lo que saca a luz una
vacilación radical del sujeto, el cual no puede constituirse en una función de
dominio.
El ejercicio con este objeto se refiere a una alienación y la realización del
deseo queda incumplida, condenada a una repetición indefinida.
Asocio a propósito, un pequeño poema surgido como comentario a un
artículo de Eduardo Said.
El toque breve en la barbilla
Conjugando
Un primer temblor y el azoro de la mirada
Con la señal musical para el goce nuevo
Del el ajó – ajó
Amante detenida invitando
Al ensayo
De un coro de voces alternas
Con quiebre narcisista
Por un anhelo de sumisiones y aprobación
Que inicie las variaciones infinitas
Del fort – da
60
Epílogo personal
Como conclusión de mi trabajo deseo editar otras reflexiones surgidas de la
lectura de la obra de Lacan, que considero válidas, por su sencillez y hasta su
inocencia, con las que, a través del tiempo, he entrado y salido de sus escritos
Desde el diván un paciente contabiliza lo perdido y lo no logrado,
desarrolla mecanismos para no confrontar o se sumerge en el duelo y la
insatisfacción. Un resto de vitalidad lo conforma en la ignorancia del
merecimiento, con el. “¿Qué se yo?” Alude a lo que debiera haber sido. A la
cosa inapresable o indefinible de su deseo.
No costará admitir que el niño viene al mundo por el deseo de la madre, si
es que su boca de cocodrilo no lo devora.
El punto de partida del recién nacido es una vivencia de desamparo
absoluto: un organismo inerme frente a la necesidad de aliviar y calmar la
excitación interna. La incapacidad para sobrevivir por su cuenta lo consagra
a la muerte. Solo un Otro podrá salvarlo y de ello derivará la oscura autoridad
y dependencia, no habría podido subsistir sin ese Otro que interpreta su llanto
o su grito. El vínculo fetal con la madre pudiera ser la representación inicial
de “la cosa”, la supuesta felicidad del útero materno o los brazos acogedores.
La Cosa podría ser la añoranza del paraíso perdido, lo que queda en el
sujeto como huella de lo que ya nunca habrá. Falso, porque la satisfacción
plena es sólo uno de los afectos que marcan el inicio de la vida. Junto con
ello, también existió el enojo y la depresión…. vivencias instauradas por el
alejamiento de la madre…
Concebimos a la madre gozando en la manipulación del niño e
iniciándolo en el goce. La hipótesis es fuerte: el deseo de la madre conduce a
un goce, implica e inscribe al hijo en él.
Este goce del niño antecede a la adquisición del lenguaje. Su goce de la
cosa, su momento, es aquello de lo real que carece de significante;…durante
este tiempo es atravesado por palabras que aún no comprende.
Pero el goce cae: la madre mira hacia otro lado, ha efectuado su deriva
hacia el padre, el niño ya no es el objeto de su goce.
El Nombre del Padre es el nuevo significante que mantiene la creencia en
la existencia del goce ahora apropiada por él. Con esta frustración de lo
imaginario surge la función del padre en lo simbólico, la aparición del propio
nombre del sujeto hijo, dentro de la triada, la determinación del valor
significante.
Hablar, pensar, son los efectos del destierro de la cosa; de la
insatisfacción.
En el principio era el goce, pero de ese goce no se sabe sino a partir de
su pérdida. Según la hipótesis, con esta caída se forma el inconsciente,
constituido por las palabras que han atravesado al niño que ahora accede al
lenguaje. Característica fundamental del momento lógico donde se estructura
el inconsciente como un lenguaje. Pero la Cosa sigue implicada en aquello de
lo Real que padece de significante y que se anhela. Entonces puede decirse: el
inconsciente es un trabajo cuya materia prima fue el goce y su producto un
discurso que sucede a los momentos de aquel imposible significante puro.
61
El significante puro del goce
Transcribo:
“En la Antigüedad el falo designaba la representación figurada, pintada,
esculpida, etc. del órgano viril, objeto de veneración que desempeñaba un
papel central en las ceremonias de iniciación. El falo en erección
simbolizaba la potencia soberana, la virilidad trascendente, mágica y
sobrenatural , la esperanza de la resurrección y la fuerza que puede
producirla, el principio luminoso que no tolera sombras ni multiplicidad y
mantiene la unidad que eternamente emana del ser -y no la variedad priápica
del poder masculino”
El falo erecto a la larga se desentumece; la tensión sexual se agota tras
el orgasmo: es una pequeña muerte. Nadie posee el falo como objeto
absoluto, ni aún el padre.
Respecto a la oposición de géneros, no es entre dos términos que
designan dos realidades anatómicas como son el pene y la vagina, sino entre
la presencia o la ausencia de un solo término. La alternativa que se ofrece al
sujeto consta de: tener el falo o estar castrado.
La organización fálica sostenida por Freud como fase de evolución de la
libido en ambos sexos, corresponde al complejo de castración e impone el
planteamiento y resolución del complejo de Edipo. Aunque el complejo de
castración adopte diferentes modalidades en el niño y en la niña, en ambos
casos continúan centrados alrededor del fallo, el cual es concebido como
separable y con el poder de circular de una persona a otra.
Sorteada la aprensión de poner al hombre al borde de la castración y a la
mujer en la envidia del pene, se concibe a la madre gozando en la
manipulación del niño como si fuera su falo e iniciándolo en el goce. Titular a
este goce como goce fálico es apelar a un significante y significarlo como el
objeto primordial del goce.
Para el niño, la castración simbólica, implica la esperanza en la promesa
de ser alguna vez de otro modo, como el padre o la madre.
Si no se acepta surge la neurosis, la perversión o la psicosis. Con el
goce del síntoma el paciente elude la castración y el desengaño. Placer
mortífero, cuya obstinación puede situarlo en las puertas mismas de la locura
o la muerte.
El goce es la sustancia vital que se “retuerce” en su insatisfacción, que
pugna por realizarse, sin tomar en cuenta al otro y la ley.
El neurótico sostiene una estructura respecto a la cosa fálica.
El paciente que asume un análisis habla y espera porque supone una
respuesta reparadora del analista.
El hombre o mujer que están sólo tras su goce no han pasado por la
“castración”, que es la incorporación de la ley. Se trata de la aceptación de
que no podemos tenerlo absolutamente todo. Y aunque parezca aceptarlo, no
se conforman con la falta de la cosa.
El esfuerzo energético que ese realiza para compensarlo y los
mecanismos que se utilizan, generan síntomas. Nadase sabe de la fantasía
que los sostiene. Se ha transformado en una sustancia ávida, por lo cual la
ética desaparece de su horizonte
Los síntomas son las primeras cuestiones que le plantea al analista.
62
La cura psicoanalítica le habilita el camino de la palabra. El goce
encapsulado se convierte en un decir en torno a ese goce. El goce perdido
logra llegar al habla, pero es desplazado al campo de lo posible: el deseo. El
sueño es alucinación del goce, descifra al goce.
Con la demanda el sujeto da prueba de su ingreso al universo del deseo,
el cual se inscribe en el tiempo del lenguaje, entre la demanda y la necesidad.
En general, la demanda siempre está formulada y dirigida al prójimo. Más
allá de la demanda de satisfacción de la necesidad, se perfila la demanda de
algo extra, que es ante todo demanda de amor y conocimiento. Ese deseo de
de ser el deseo del Otro, cuando el sujeto ingresa en el lenguaje, se encarna
en el deseo de un re-encuentro con la satisfacción originaria en donde el niño
recibió satisfacción bajo la forma del goce sin haberlo pedido ni esperado.
Aquel cuerpo infantil que deviene por el deseo de la madre se transforma
en sujeto; un cuerpo que habla es cabalmente un sujeto. El sujeto surge de la
articulación entre el cuerpo y el Otro, está invadido por el Otro por la
persistencia de la palabra que lo habita, es una escultura cincelada por el
lenguaje. Pero es un sujeto barrado por su inaccesibilidad al sujeto del
inconsciente.
No obstante, el goce recurre como tentación y realidad.
El psicoterapeuta calla porque descree del discurso y de la persuasión.
Con la ley de la castración se desplegaría el mundo que lo organizara.
El sujeto verdadero lo recibe como si le estuviera destinado por el Otro
absoluto: padre simbólico y significante supremo.
El paciente, sólo dejando de lado su fantasma, desprendiéndose de querer
ser algo para el Otro, podrá alcanzar verdaderamente la perspectiva del
analista.
El deseo del analista es no querer ser nada para el analizante sino puro
vacío de saber y de ser, al servicio de su deseo. En suma, identificado a la
barra misma que tacha al Otro, lugar de la falta radical, lugar de la causa y de
la imposibilidad, es como el analista podrá ejercer ese oficio que consiste en
demostrar las imposibilidades del vivir, a fin de volver posible la vida en lo
poco que ésta lo sea.
Atravesar el fantasma que sostiene ese deseo es la posibilidad de la cura
y aún en la formación profesional, el pase de analizado a analista.
A propósito
La superficie espejada del mar hiere la vista, una corteza de sol se
extiende entre el agua y el aire a través de la cual la barca se desliza
irisada en luz. No muy lejos están las rocas y aunque no se divisen las
sirenas se oyen sus cantos a los cuales nos hemos acostumbrado sin torcer
la ruta.
Yo conozco, por ella, los secretos de esa extraña especie, pero su
situación particular me abruma más que las historias vertidas en nuestro
lecho de amantes. Ha de ser terrible andar por el mundo con dos piernas
y dos pies, confundida entre extraños, exiliada de aquella ribera plagada
de acechanzas. Mi puerto es un refugio para los proscriptos, fosa común
de seres alados que han perdido los miembros, expulsados o en fuga de su
reino, con un corazón todavía angelical aunque entristecido y de
estremecidas esperanzas.
63
Por ello, cuando la barca pasa indiferente frente a la escondida playa
de los cantos seductores, pienso en nuestros encuentros en la habitación
que suele albergarnos y reflexiono sobre su deformidad, esas largas y
blancas piernas en las que enlazo las mías, en la dorada arena que
encontré en su pubis, la sal de sus lágrimas y el inquietante mordisco en
mi hombro, desmayado vestigio de aquella fiera estirpe que en su plenitud
hubiera podido devorarme.
“El amor en el exilio”
L.C.H.D.
El Fantasma
Se opone a realidad, sostiene el deseo del sujeto, impregna su vida
entera. Pasado, presente, futuro, están modulados y modelados por la
función del fantasma.
El fantasma es una manera de ser del sujeto respecto al Otro en la
medida que no conforma el deseo de éste.
Es como preguntarse: “¿Qué soy para el deseo del Otro?”
El fantasma es una respuesta al ser por la vía problemática de responder
al deseo del Otro.
Ya sabemos que el primer Otro de la lengua queda soportado para el
niño en la figura de la madre. En lo que dice una madre siempre hay algo
incomprensible. Un deseo enigmático. “Me dice esto, ¿pero qué quiere?".
La madre mira hacia otro lado, se esfuma, no responde.
La imagen del cuerpo queda implicada en el fantasma: el cuerpo como
falo imaginario viene a formular la pregunta: ¿qué soy para el deseo del Otro?
¿Fue realmente mi cuerpo el objeto de su goce, aquello que vino a paliar su
incompletud?
Tras la deriva de la madre, la pregunta por lo que ella es, resulta
inconsistente como consecuencia de la inconsistencia de la lengua. Un
significante sólo se define por su relación a otro significante, sin que haya un
último significante que sea la garantía de la significación.
¿Conformo a ese Otro cuyo deseo se escurre en la remisión indefinida de
las significaciones?
En otras palabras: no hay significación sino ausencia. No hay Otro del
Otro.
A través de este filtro, de esta opacidad, el sujeto fabrica su realidad.
Dicho de otro modo, elabora una composición enmarcada por el
fantasma, que no es lo real, es una fantasmatización de lo real; una
construcción del sujeto de su relación con el mundo.
De ahí que ese ser o no ser, es una pregunta sin salida porque cada vez
que el sujeto quiere asegurarse de que es el falo, no lo puede certificar,
porque el falo no es sino un ser de imagen, es algo a lo que se aspira, sólo
funciona como algo imaginado y que en lo real no se puede certificar. Lo
único que podrá hacer es elucubrar en la pura ensoñación imaginaria que
podría darle un lugar en el Otro.
El neurótico obtiene un ser de goce en el fantasma, pero se angustia por
esto y además de angustiarse forma síntomas. El fantasma oculta su angustia
ante el deseo del Otro. De lo que se trata, entonces, es de poder ubicar el
fantasma que sostiene estos deseos.
64
A propósito
El Ciudadano Kane
El cuento “La carta robada” de Edgar Allan Poe” ha sido objeto de una
clásica exposición de Lacan para ejemplificar la función del significante.
Quién quiera ahondar sobre esto puede remitirse al escrito correspondiente.
Para nuestro texto ejemplificaremos con el film de Orson Welles “El
Ciudadano”.
El Ciudadano está construido como un rompecabezas. La vida de Kane es
rearmada a través de las indagaciones de un periodista, abriéndose y
cerrándose con un enigma no resuelto. Su última palabra al morir fue
"Rosebud" he aquí el significante que conduce a la investigación periodística.
El significado convencional de esta palabra es "pimpollo" "niño o niña que se
distingue por su belleza". Vemos aquí como una palabra que implica
convencionalmente significante y significado es en realidad un significante
cuyo significado se desconoce.
El niño Kane hereda una fabulosa fortuna a serle entregada a sus 25 años
a condición de que el Banco se haga cargo de su educación. Para ello es
obligado a dejar su hogar, del cual el film nuestra un paisaje nevado, juegos
en la nieve, un padre inestable, una madre afectuosa que rechaza y descalifica
a su cónyuge. El deseo del niño es permanecer junto a su madre en aquel lugar
y la actitud hacia el emisario o tutor es violenta.
El espectador sabrá al final del film que Rosebud es la palabra escrita
sobre el trineo con el cual jugaba en la infancia y que en la última escena
aparece como un objeto de desecho perdido en un abarrotamiento de
esculturas, cajas, embalajes, que bien puede metaforizar la cadena de
significantes que han alienado al protagonista del goce infantil, que es al fin,
el significado profundo, evasivo e inhallable para los que investigaron a
Kane.
Que el protagonista aparezca como adulto joven reclamando la dirección
de un periódico puede interpretarse como el acceso de lo imaginario a lo
simbólico y opaco de las palabras.
Reforzando la idea de una alienación en el lenguaje lo expresamos en el
impulso que da el protagonista al periódico Inquirer a base de la adulteración
de la noticia.
La reducción del signo lingüístico a la categoría de significante está
relacionada con la actividad de un yo (moi) inconsciente que tiende a regular
y moderar las pulsiones instintivas que no serán reconocidas por la
conciencia. En términos freudianos se trata de los mecanismos de defensa
propios del yo. Si no alcanzara una normalización de satisfacción aceptable y
una regulación de la angustia conforme a la vez a las funciones del
inconsciente y a las exigencias de la realidad, se vería precisado a encontrar
mecanismos transaccionales o derivados que protegiesen al sujeto de mayor
dolor psíquico. Tal la formación de síntomas y signos enigmáticos reveladores
del conflicto. El deseo del sujeto accede al lenguaje enajenando su expresión
en la misma cadena de recursos encubridores perdiéndose la claridad de sus
demandas en las relaciones lingüísticas entre sus contenidos y la expresión
resultante. Relaciones verbales siempre. Aún la memoria, que a través de
65
recuerdos encubridores, conduce a lo profundo del deseo humano que yace en
el inconsciente.
El deseo y la demanda
Ese deseo del deseo del Otro, cuando el sujeto ingresa en el lenguaje, se
encarna en el deseo de un re-encuentro con la satisfacción originaria en donde
el niño recibió satisfacción bajo la forma del goce sin haberlo pedido ni
esperado y cuando cumplió función de objeto de completud.
De hecho, el carácter de este goce proviene de su inmediatez con
respecto a la experiencia primera de satisfacción no mediatizada por una
demanda. A partir de la segunda experiencia de satisfacción, la mediación de
la demanda confronta al niño con el orden de la pérdida. Algo falló, en efecto,
en la diferencia que se establece entre lo que se da al niño inmediatamente,
sin mediación psíquica y aquello que se le da mediatamente, como si debiera
ser pedido.
Con la demanda el niño da prueba de su ingreso al universo del deseo, el
cual se inscribe en el tiempo del lenguaje, entre la demanda y la necesidad.
La demanda, como expresión del deseo, es doble. Más allá de la demanda de
satisfacción de la necesidad, se perfila la demanda de algo extra, que es ante
todo demanda de amor. En general, la demanda siempre está formulada y
dirigida al prójimo, y en el caso primigenio del bebé, dirigida a la madre, que
es precisamente el lugar del código o tesoro de los significantes. Aunque se
refiera a un objeto de necesidad es siempre “inesencial” porque se trata de
una demanda de amor en la que el niño quiere ser el único objeto del deseo
del Otro que satisface sus necesidades, el Otro de la madre.
A propósito
No es que tus mirar sea
La realidad de mi demanda
Ni que en tus ojos vea
Reflejadas
Las ilusiones soñadas
Ni que revierta
En el recuerdo seductor
Las añoranzas
Que si lo fueron
Lo han sido
Por ser nada.
No es porque sí
Que se acomode
En tu mirar
Tanta bonanza
O se detenga
Benevolente
El curso
De la esperanza
66
En su suspenso
Mi corazón
Niega la falta
E intenta en vano
La concordancia
De su deseo
Con su fantasma
L,C.H.Delgado Poemas
La dirección de la cura
(Lacan, 1958)
La palabra tiene en la cura todos los poderes.
Lacan se opone a la concepción del psicoanálisis como una “reeducación
emocional del paciente” y a la impostura de la contratransferencia y el ejercicio
de poder que le confiere a la praxis; también el pretensioso afirmar que el
analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es.
Dirigir la cura no es lo mismo que dirigir la conciencia del paciente. Se
está muy lejos de cumplir regla general de dirigir al sujeto hacia la palabra plena,
ni siquiera hacia el discurso coherente. Se lo deja libre de intentarlo.
Esta libertad es lo que más cuesta tolerar.
La dirección de la cura consiste en primer lugar en hacer aplicar la regla
analítica, la que sin embargo no puede formularse sobre una línea de
comunicación unívoca.
El psicoanalista debe cuidarse de actuar como un oráculo y articularlo a
su capricho.
Tampoco es el análisis una situación entre dos, concepto que articula los
principios de una domesticación. Nadie se engañe con la metáfora del espejo en
virtud de que conviene a la superficie lisa que presenta al paciente el analista.
Yendo más lejos el analista es aún menos libre en estrategia y táctica; haría
mejor ubicarse por su falta de ser que por su ser.
La interpretación ocupa un lugar mínimo en la actualidad psicoanalítica.
Sí importa el significante en la localización de la verdad.
Puesto que no se pone ningún obstáculo a la confesión del deseo, es hacia
eso donde el sujeto es dirigido e incluso canalizado.
No hay otra resistencia al análisis que la del analista mismo.
Cuando la transferencia se desarrolla no es el que está a nuestra proximidad
a quien uno se dirige, de allí el negar la entrevista cara a cara.
La demanda es propiamente lo que se pone entre paréntesis en el análisis,
puesto que está excluido que el analista satisfaga ninguna de ellas. Se siente aquí
la ardiente tentación del analista responder por poco que sea a la demanda.
Más aún ¿cómo impedir que el sujeto impute cualquier respuesta a su
demanda, conforme al horizonte de un discurso que imputa tanto más derecho
que la autoridad que el analista haya asumido.
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