Geopolítica de la energia

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Geopolítica de la energia
Joan Prats
La construcción de un nuevo orden energético mundial está cada vez más en el centro
de los conflictos característicos de nuestro tiempo. Vivimos los albores de una
transformación radical del modelo energético y todos los actores involucrados en este
gran juego se mueven estratégicamente. Desde el pretendido "nuevo orden" para
Oriente Medio hasta los proyectos del Presidente Chávez de nueva integración
latinoamericana sin olvidar las dificultades europeas en la relación con Rusia o los
objetivos prioritarios de la diplomacia china e india, toda la política internacional más
característica de nuestro tiempo está teñida del olor inquietante del fin de la era de los
combustibles fósiles. El proceso inevitable de sustitución va a tomarse, no obstante, su
buen tiempo y la gobernabilidad de esa transición incierta constituye sin duda uno de
los mayores desafíos de los próximos años. Veamos algunos datos.
Al día de hoy, si no contabilizamos la biomasa tradicional, algo más del 87 % de la
energía primaria consumida en el mundo procede de combustibles fósiles. Las
energías renovables suministran menos del 2% del total. Aún contando con un avance
importante de las energías renovables y de los biocombustibles, se estima que hacia
el 2030 los combustibles fósiles todavía representarán cerca del 80% de la energía
primaria mundialmente consumida. Por consiguiente, en ausencia de una revolución
tecnológica rápida y espectacular, aunque el consumo de combustibles fósiles seguirá
decreciendo en términos relativos, seguirá aumentando en términos absolutos. Visto
desde otra perspectiva: salvo que cambiara súbita y generalizadamente el modo de
vida y el concepto de bienestar, es obvio que durante un buen tiempo vamos a
necesitar más gas, petróleo y carbón. ¿Cuánto más?
La AIE [1] pronostica que entre 2002 y 2030 la demanda global de energía primaria se
incrementará en un 60%. A su vez, más de un 60% de este incremento provendría de
los países en desarrollo (China en posición muy destacada) y sólo un 26% de los
países de la OCDE. Otro 8% del incremento procedería de las economías en
transición (Rusia y países en la órbita de la ex Unión Soviética). De este modo la
demanda de la OCDE pasaría del 52% actual al 43% en 2030 y la de los países en
desarrollo se incrementaría del 37% al 48% durante el mismo período. La demanda de
las economías en transición disminuiría del 10% al 9%.
Los hidrocarburos seguirían siendo la energía estrella pues totalizarían el 85% del
incremento de la demanda de energía primaria previsto hasta 2030. La demanda de
petróleo seguiría incrementándose desde los 77 millones de barriles día (Mb/d) del
2002 hasta los 90 Mb/d del 2010 y los 121 Mb/d del 2030. Su participación relativa en
la demanda mundial total sólo descendería ligeramente del 26% en 2002 al 35% en
2030. Este gran incremento absoluto de la demanda de petróleo procederá en casi sus
dos terceras partes de los países en desarrollo. Más específicamente, el 44% del
incremento procederá de los países asiáticos y un 22% de China. También crecerá
con fuerza la demanda de petróleo en América del Norte (en torno al 20% del
incremento de la demanda global). En los demás países de la OCDE la demanda se
incrementará sólo modestamente. América del Norte seguirá siendo de lejos el mayor
mercado para el petróleo. Señalemos finalmente que dos terceras partes del
incremento de la demanda mundial de petróleo procederá del sector de transportes
pues no se prevé que antes de 2030 ningún otro combustible alternativo pueda
desafiar seriamente el uso de los derivados del petróleo. Se estima así que en 2030 el
transporte consumirá el 54% del petróleo total producido frente al 47% de 2002.
El gas natural será el combustible fósil cuya demanda experimentará el mayor
crecimiento llegando a doblarse entre 2002 y 2030. Las nuevas plantas de generación
eléctrica, especialmente las de ciclo combinado con turbina de gas, serán las
responsables del 60% de este incremento. Su porcentaje sobre el total de la energía
primaria consumido en el mundo pasará del 21% en 2002 al 25% en el 2030. El
incremento de la demanda de gas natural vendrá de todas las regiones del mundo
pero sobre todo de América del Norte, Europa, China y Asia del Sur.
La demanda de carbón también se incrementará, pero su porcentaje sobre el total de
la energía primaria descendería del 23% en 2002 al 22% en 2030. Los dos tercios de
este aumento procederán de China e India, que disponen de grandes recursos a bajo
precio, de manera que en 2030 estos dos países contabilizarán el 45% de la demanda
global frente al 35% de 2002. La mayor parte de este incremento se destinará a la
generación energética, sector en el que el carbón continuará siendo el combustible
más utilizado.
Ante estas previsiones la primera pregunta obligada es ¿existen recursos y reservas
para satisfacerla? ¿Dónde se hallan? ¿Qué cuestiones plantean de extracción,
transporte y seguridad de suministro? Es obvio que las estrategias de gobernabilidad
vienen muy condicionadas por la respuesta.[2]
La AIE descarta las posiciones pesimistas y en base a datos coherentes con los del
Servicio Geológico de los Estados Unidos estima que los recursos y las reservas de
petróleo son suficientes para cubrir la demanda prevista para 2030. Pero la AIE
advierte que esta estimación sólo vale teniendo en cuenta que: (1) las reservas y
recursos se encuentran muy concentrados en Oriente Medio pues allí están el 60% de
las reservas probadas y el 40% de los recursos que quedan por descubrir; (2) que los
recursos y reservas son con todo limitados y la extracción de petróleo tendrá que
iniciar un declive lento e inexorable entre el 2020 y el 2050, y (3) que todo lo anterior
está condicionado a que en las próximas dos décadas se desarrolle un esfuerzo
inversor sin precedentes para concretar nuevos descubrimientos y reemplazar los
volúmenes de crudo producidos. Difícil parece, en efecto, que la nueva demanda
pueda cubrirse sin invertir grandes sumas en investigación y desarrollo tecnológico
para rebajar los costos de perforación y exploración y para trabajar en campos tan
difíciles como el Ártico o los grandes fondos marinos.
De todo lo anterior se deriva un primer problema de gobernabilidad: cómo conciliar los
intereses de los países propietarios de los recursos y reservas que en gran parte son
del Sur y con regímenes políticos autoritarios y de baja estabilidad con la capacidad
inversora y tecnológica que en gran parte es del Norte y que necesita garantías
duraderas de recuperación de inversiones y de beneficios. La peor situación parece
ser la que en parte hemos vivido hasta hoy: las "libres fuerzas del mercado" han
configurado una gobernanza del petróleo que ha fomentado el autoritarismo y la
corrupción en el Sur y el abuso por las transnacionales y el consumo poco
responsable en el Norte. Pero sigamos con los datos.
Las estimaciones de la AIE son que la extracción de petróleo convencional pasará de
75 Mb/d en 2002 a 111 Mb/d en el 2030. La extracción seguirá concentrada en un
pequeño número de países: los países de la OPEP y especialmente los de Oriente
Medio incrementarán sus porcentajes de extracción. Fuera de la OPEP, a partir de
2010, sólo experimentarán un auge significativo en la extracción de crudo Rusia,
Kazakhstan, Azerbaitjan, Brasil y Angora y ello a condición de realizar fuertes
inversiones en tecnología de extracción y en oleoductos para la exportación cosa difícil
sin acuerdos de financiamiento y regímenes regulatorios y fiscales estables. Ante
estas dificultades es de esperar que recaiga una mayor presión extractora sobre los
países que cuentan con las mayores reservas, que incluyen Arabia Saudita, Irak, Irán,
Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Nigeria y Venezuela, países éstos que no porque
sí se encuentran hoy en el ojo del huracán de la política internacional.
El comercio neto interregional del petróleo aumentará pasando de 32 Mb/día en 2002
a 65 Mb/d en 2030. La dependencia de las importaciones de petróleo será dramática
para los países europeos de la OCDE (pasará del 54% en 2002 al 86% en 2030) y
para China (que en 2030 tendrá que importar el 74% de su demanda). Como el
correspondiente incremento de las exportaciones procederá mayoritariamente de
Oriente Medio aumentará el riesgo de interrupción de suministros por causa de
inestabilidad política o por los cuellos de botella representados por los Estrechos de
Ormuz, el Golfo Pérsico y de Malaca.
La AIE cifra en 7'3 billones de m3 el incremento en la extracción del gas natural que
será necesario para cubrir la demanda global que se prevé que se duplique entre 2002
y 2030. Se estima que la extracción de gas acumulada hasta hoy sólo representa el
12% de los recursos finales. Las reservas probadas de gas se han duplicado en los
veinte últimos años. Casi la mitad de esas reservas se concentran en Rusia e Irán.
Una tercera parte de estas reservas se encuentra no obstante "bloqueada" pues al
hallarse en suelos árticos o en fondos marinos difíciles los costes de extracción
resultan demasiado elevados. Teniendo en cuenta los costes y la seguridad del
transporte, se estima que aunque la extracción aumentará rápidamente en África y
América Latina, el mayor esfuerzo extractor tendrá que hacerse en las economías en
transición y en Oriente Medio, para lo que se requerirán grandes esfuerzos inversores
en instalaciones de extracción y en infraestructura de transporte.
La dependencia de los países desarrollados se incrementará también en materia de
gas natural. Los países europeos de la OCDE pasarán de tener que importar un 36%
en 2002 a un 65% en 2030. Esta dependencia se dará en relación a extracciones en
Oriente Medio, Rusia y Norte de África principalmente. Los países de América del
Norte que hoy soy autosuficientes necesitarán importar en 2030 hasta el 18% de su
consumo. Estas importaciones serán principalmente de gas natural licuado (GNL)
procedente de Oriente Medio, América Latina y Asia. China e India se convertirán a
medio plazo en importadores de gas natural procedente principalmente de Oriente
Medio y más adelante de Rusia. Los gaseoductos seguirán constituyendo las
principales vías de transporte de gas a América del Norte, Europa y América Latina.
Se requerirá la construcción de gaseoductos submarinos y de larga distancia para
responder a la expansión prevista del comercio de GNL.
La demanda de carbón crecerá pero menos que la de petróleo y de gas natural. Las
reservas mundiales de carbón son enormes y con un distribución geográfica menos
concentrada. Al ritmo actual de extracción tendríamos carbón asegurado por 200 años,
lo que hace que el futuro de este recurso no sea tan negro. Estados Unidos, Rusia,
China e India, por este orden, totalizan más del 61'5% de las reservas mundiales, más
de la mitad de las cuales, a diferencia de lo que sucede con el gas y el petróleo están
localizadas en países OCDE. Las previsiones son de grandes inversiones en
infraestructura de extracción y transporte, especialmente en China e India que harán
del carbón el motor de su desarrollo.
Si se cumplieran todas estas previsiones de demanda, extracción y consumo, la AIE
estima un aumento del 1'7% anual de las emisiones globales de dióxido de carbono en
la atmósfera, lo que equivale a decir que en 2030 habríamos añadido a la atmósfera
un 62% más del que soportaba en 2002. Lo que entre 2002 y 2030 cambiará
fuertemente es el origen de las emisiones que seguirá reflejando no obstante una
fuerte desigualdad: el en 2002 los países OCDE totalizaron el 54% de las emisiones
mundiales, las economías emergentes el 10% y los países en desarrollo el 36%. En
2030 estos porcentajes se estima que pasarían a ser del 42%, 9% y 49%
respectivamente. Una cuarta parte del incremento de las emisiones se deberá sólo a
China. La mitad de las emisiones globales provendrá de la generación de energía y
cerca de la cuarta parte provendrá del transporte repartiéndose el resto los sectores
residenciales, comerciales e industriales.
Muchos países desarrollados que han firmado el Protocolo de Kyoto van a tener serias
dificultades para cumplirlo. Se estima que para 2010 los países europeos de la OCDE
experimentarán un incremento del 9% superior a los objetivos fijados en el Protocolo,
porcentaje que alcanzaría el 30% si se consideran todos los países de la OCDE
comprometidos con el Protocolo.
Sin energía no hay desarrollo. El orden energético actual no es ni justo ni seguro.
Muchos de los conflictos actuales no pueden entenderse sino como posicionamientos
en relación al control duradero de los recursos y reservas. Los problemas de
gobernabilidad que se derivan exigirán renovados mecanismos de cooperación entre
los actores en juego: estados, transnacionales, empresas nacionales, movimientos
sociales... y la opinión pública irá entrando progresivamente en el tema. El Comité de
Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas ha incluido la cuestión energética como
uno de sus temas centrales de trabajo para el bienio 2006/2007.
América Latina no está en posición de influir significativamente en el orden energético
mundial a pesar de la importancia de Venezuela en la OPEP, aunque sí debe tomar
decisiones estratégicas para su integración energética. Los esfuerzos puestos en
marcha para interconectar las redes de energía y gas de los países de la región deben
ser fortalecidos y ampliados con la perspectiva de que, con el correr de los años,
pudiera afianzarse una red y un mercado común energético latinoamericanos.
Expertos de la Organización Latinoamericana de la Energía (OLADE) estiman que la
integración energética permitiría ahorrar entre 4.000 y 5.000 millones de dólares por
año. El proyecto de Venezuela de construir el gran gasoducto del Sur está siendo
evaluado en su viabilidad económica y técnica. Por supuesto que mucho de estos
movimientos están cargados de intencionalidad política: las compañías de petróleo y
de gas insisten en que se separe la cuestión energética de la política y que se les
permita construir conductos y centrales eléctricas según criterios económicos sin la
obligación de respetar las fronteras. Pero este reclamo, al que se suma la exigencia de
una "carta sudamericana de la energía" va a encontrar dificultades ante el hecho de
que para algunos países el control político de los recursos y reservas energéticas es la
única pieza que pueden mover para su futuro económico y para su inserción
estratégica en la integración latinoamericana y en el orden global. No hay sin embargo
solución individual: los países latinoamericanos tomados uno a uno son demasiado
débiles. Sin integración no habrá soberanía digna de ese nombre. Y la integración real
exige integración energética, económica e institucional. Soberanía y desarrollo están
vinculados siempre a energía: la Unión Europea también comenzó con un acuerdo
energético: el Tratado sobre la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.
______________________________
[1]
La Asociación Internacional de la Energía fue fundada en 1974 como reacción a la
crisis energética de 1973, en el marco de la OCDE, con la finalidad de diseñar y poner
en práctica un programa energético internacional, está integrada por 26 países que
son todos los de la OCDE menos Eslovaquia, Islandia, México y Polonia.
[2]
Las estimaciones sobre los recursos finales de petróleo almacenados en el subsuelo
difieren en función de que se incluyan o no los petróleos no convencionales (petróleos
pesados o muy viscosos, arenas asfálticas y pizarras bituminosas), el petróleo del
subsuelo de áreas marinas profundas o en zonas árticas, los conocidos como
condensados (hidrocarburos gaseosos en el subsuelo pero que se pueden recuperar
en forma líquida a boca de pozo), y según se integren o no los efectos del previsible
progreso tecnológico en relación principalmente a los costes de extracción, refino y
transporte
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