Semblanza de don José Manuel Marroquín

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SEMBLANZA
DE DON JOSE MANUEL
MARROQUIN
LEIDA EN LA 'UNTA PUBUCA
QUE PARA CELEBRAR EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
VERIFICO LA ACADEMIA COLOMBIANA DB HISTORIA EN LA
NOCHE
DEL.
DE AGOSTO
1927
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Excelentísimo señor:
I
NTIMA
satisfacción y consuelo debió de ser
para don José Manuel Marroquín en sus últi·
mas años el pensar que de la administración ejecutiva, azarosa y atormentada
como ninguna,
que sin el menor asomo de ambición suya, y antes con sacrificio hecho a Dios y a la Patria
de su reposo y más caras aficiones, le cupo en
suerte presidir en las agonías del pasado siglo
y comienzo·s del presente, quedaba, como se·
reno monumento de blanco mármol erigido so• 7 •
bre un campo de escombros esta Academia Colombiana de Historia, tan simpática para él, como encargada de custodiar, aquilatãndolas, las
memorias y reliquias de aquel tiempo viejo en
que tan buen recuerdo dejaron sus antecesores
peninsulares y criollos.
Por deber y por derecho corresponde primero que a nadie a esta Academia, familia espiritual del señor Marroquin, celebrar como digna de registrarse en los anales patrios la fecha centenaria de su fundador, reconociendo
una vez más su propia deuda y la que obliga
a la República para con uno de sus más insignes educadores,
de sus más sinceros y efica-
ces aunque no siempre más visibles servidores,
cuya persona brilla en aquella pléyade que le
conquistó a Colombia el dictado de nación inteligente y cultísima.
No sé por qué misterioso de,ignio, de esos
que desconciertan los cálculos humanos, tocó al
señor Marroquin, como quien dice, al más be-8-
névolo de los hombres, al más apacible de los
caracteres, al colombiano más ajeno a las luchas y manejos de la política, al que no conoció la ambición de mando, al que hizo del ejercicio de la caridad una profesión, gobernar la
Repúblíca en los dias más turbulentos y calamitosos de nuestra historia; como si siendo demasiada para un mortal.. .. trop pour qui doit
mourir, en expresión de Lamartine, la felicidad
estudiosa, la amena laboriosidad, entre letrada
y campesina, entre académica y labriega, en
que había vivido lo más de sus años, hubiera
debido pagada con inauditas contradic~iones;
como si la fe y la confianza en Dios, el amor
al prójimo, la ecuanimidad y templanza, y todas
aquellas virtudes de que fuera apologista doctrinario y modelo vivo en una larga serie de
pesares domésticos, hubieran debido ser sometidas en la vida pública al crisol de terribles y
no imaginadas pruebas; como si en fuerza de
cierta arcana ley de reparación, que para sa- 9 -
tisfacer por ciertos delitos sociales eXIgIera el
holocausto de víctimas no contaminadas con
ellos, cumpliese al colombiano pacífico por excelencia expiar en su persona una centuria de
contiendas civiles. Hombre de arraigadas convicciones, de las que se mostró siempre celoso defensor y propagandista, y muy caracterizado miembro de un partido politico, era sinembargo, por su índole, profesión y festivo
talento, bienquisto de todos los partidos. Quién
dudaría de la sinceridad con que dos años antes de la guerra escribía a un distinguido politico:
"Como en la Junta que ha de formarse se
tratará principal, y acaso exclusivamente, de la
cuestión electoral que agita al país, juzgo oportuno declarar, como sinceramente lo declaro,
que, si para el logro del mil veces laudable objeto de conciliar intereses y opiniones, ha de
convenir que mi nombre deje de sonar en d
debate electoral, estoy dispuesto a renunciar
- 10-
el alto honor que muchos de mis conciudadanos han querido dispensarme proponien~o mi
candidatura para la Vicepresidencia d<1I~República."
"Si se prescinde de mi nombre, no sólo no
se me dará que sentir, sino que se hará cesar
la inquietud que me perturba desde que miro
como no imposible el que caiga sobre mi la
carga del Gobierno con sus innúmeras responsabilidades. "
"Harto notorio es que carezco de ambición.
Ahora quisiera haberla tenido para que esta
declaración mia fuera un sacrificio meritorio
hecho por el bién público, y un ejemplo saludable de patriotica abnegación."
Desencadenadas las pasiones con estrépito
de guerra civil inminente, muchas voces llegaron hasta su retiro en demanda de su intervención conciliadora. Sorprendido con tal novedad y como azorado en su modestia, no cedió a tan angustiosos
llamamientos sino con
- II -
la esperanza de lograr mediante sus esfuerzos
el beneficio inmenso de la paz, y cuando se hubo persuadido de que su apartamiento mismo
de las contiendas
políticas y el ascendiente
que tal circunstancia y su innata benevolenda
le granjeaban entre todos los colombianos le
ponían ahora en la obligación ineludible de sacrificarse al bién público. Habló, escribió, instó, hizo cuanto estuvo a su alcance por conseguir el apaciguamiento de los ánimos. Al encargarse por primera vez de la Presidencia de
la República, habló así ante el Congreso:
c·A que la nueva Administración pueda Ber
tiempo de tregua, espero que contribuya el hallarse al frente de ella un hombre cuyos días
están contados
j
que nada ambiciona; que, gra-
cias a la obscuridad en que ha vivido, no tiene enemigos, y que cuenta con no tener en adelante otros que los que lo sean de la Patr'ia.
"Tiempo de tregua quiero que sea el de mi
Administración. Nadie más que yo apetecería
- 12 -
dar lustre a Colombia. Cuando abri los ojos,
ráfagas de gloria cruzaban todavía nuestra atmósfera recién conmovida por el estruendo de
gloriosas batallas. Mamé con la leche la admiración por los hechos de nuestros padres, y
aprendí temprano a enorgullecerme de tener en
mis venas sangre suya. Nadie más que yo ha
soñado con grandezas para la Patria. Los años
han depositado nieve en mi cabeza, pero no me
han enfriado el corazón.
"y sin embargo, hoy, hoy que, elevado a la
primera Magistratura, pudiera verme tentado a
procurarle a Colombia lustre y gloria, no apetezco para ella sino calma restauradora y saludable descanso."
¿Imaginaría quien de tan elocuente manera
expresaba sus anhelos de paz, que ya se cernía sobre la patria la más tremenda de las tempestades y que era él el destinado a hacerle
frente?
Probando a conjurar la tormenta se halló en- 13·
vuelto en ella; y supo entonces arrostrarla sin
perder ni un solo momento su genial serenidad
ni querer aliviar la carga de horribles contrariedades con explosiones de coraje ni desahogos de maledicencia. Impávido en medio de las
zozobras de la guerra, digno sin petulancia,
enérgico sin odio y sin ira, incontrastablemente fiel a sus convicciones y a sus promesas,
pudo satisfacerse de haber con la ayuda de la
Divina Providencia vencido la más tenaz y asoladora de las revoluciones. No le concedió el
cielo que su administración fuese aquel descanso restaurador tan apetecido y suspirado; pe··
ro sí, lo que es sin medida más meritorio, el
cerrar con ella y por obra suya, esperemos que
para siempre, la éra luctuosa de las guerras civiles.
Contagian de tristeza estas palabras, dirigidas a un amigo, cuando ya habían cesado las
batallas :
••....Admití la candidatura para la Vicepresi- 14·
dencia, haciendo un sacrificio el más doloroso,
renunciando a una vida que puedo llamar feliz, conforme con mis hábitos y con mi carácter, condenándome a mí y condenando a mi familia a continua intranquilidad, echando sobre
mis hombros fatigosísimas tareas y responsabilidades abrumadoras, y exponiéndome a vivir entre agitaciones penosísimas, capaces de
privar de la vida o del juicio a hombres de la
más privilegiada constitución.
"En mi primera administración mi anhelo de
unir nuestro partido me mantuvo en lucha incesante, no con enemigos, sino con amigos que
pugnaban unos con otros, cada uno de loscuales se empeñaba en obligarme a proceder según su dictamen y favoreciendo sus intereses
políticos; de modo que yo no podía dar paso
ninguno, de grande o de pequeña importancia,
sin descontentar a muchos amigos ni sin promover resistencia.
"En mi segunda administración mi tarea ha
• 15 •
sido debelar la rebelión más poderosa y más
tenaz de cuantas han afligido a los países amt:ricanas.
"¿Habiéndose conseguido el triunfo sobre ella,
no habré satisfecho todas mis deudas para con
la Patria y para con nuestro partido?
"No he intervenido de un modo directo en
la dirección de la guerra ni he tomado parte
en los combates; agentes escogidos por mí han
tenido a su cargo aquella dirección, y han combatido; pero para escoger esos agentes, par~1
sostenerlos en sus puestos y para conservar en··
tre ellos la necesaria armonía, he sostenido luchas continuas, más serias y penosas, si cabe,
que las que han sostenido nuestros soldados
en las batallas.
"Gracias a todo esto he perdido la estimación de gran número de compatriotas míos y
el cariño de infinitos amigos; y en vez de esperar, como antes lo esperaba, que después de
mis días mi memoria fuese cara para muchos
- 16-
y que los más de mis compatriotas, ignorando
mi nombre, nada tuviesen qué pensar ni qué
deci~ contra mí, me veo ahora lleno de enemigos y detractores."
¿Es errado creer que Ia tardia experiencia de
acontecimientos para siempre dolorosos y el
mejor estudio de sus causas y antecedentes han
venido inclinando más y más favorablemente el
juicio público hacía el gobernante integérrimo
que se vio en la precisión de afrontar, yafrontó con denuedo y delicada visión, dentro de la
más impropicia de las épocas, el más trascendental de nuestros problemas internacionales?
La ocasión y el lugar presentes excluyen disquisiciones de carácter político; y si se tratara
de fallos de esa clase respecto del señor Marro=Iuin, la persona que ahora se honra en hablaras tendría que declararse incompetente para dictarlos.
Otro es el encargo que me corresponde
i
y
yo lo desempeño no sólo con gusto sino su- 17 -
perabundando en sentimientos de gratitud y de
respetuoso cariño, y como quien entiend(~ que
la Academia de Historia ejecuta esta noche,
interpretando a la nación colombiana, un acto
de desagravio que se ha dilatado en demasia.
Disipadas del todo, a Dios gracias, las nieblas sanguinosas que velaron el cielo de la Patria, serenados los ánimos por una larga paz,
fecunda en bienes y que data de aquella gobernación combatida, reaparece la noble y castiza figura de don José Manuel Marroquin en
su propio ambiente de universal simpatía.
Dentro de ella vivirá para siempre en la memoria de cuantos colombianos sepan mantenerse fieles al culto de nuestras más legítimas glorias el patricio santafereño, el amigo todo lealtad y consecuencia, el hidalgo de cepa castellana, de ingénita sencillez y elegancia, en quien
la cortesia era reflejo de la bondad, el gestor
incansable de San Vicente Paul, el espontáneo
filólogo y sagaz preceptista de la ortografia,.
- 18 -
el maestro de muchas generaciones, el prosador de pulcritud y aticismo inimitables, connaturalizado desde la primera niñez con el habla de
Cervantes y Quevedo, el poeta festivo que dejó
una obra maestra en cada una de sus fábulas,
el tertulio prohombre de El Mosaico, el gran
señor de Yerbabuena, patriota de corazón en la
politica y en las letras, académico sabanero, delicioso pintor de nuestra naturaleza y costumbres populares, en cuyos escritos se halla concentrado para nosotros todo el sabor de la tierruca.
Fue el señor Marroquin en la mayor fuerza de
la palabra un hombre representativo j y lo fue
de una raza y clase, de que por desdicha no
sobreviven muchos ejemplares, de gentilísimos
caballeros que, aunque chapados a la antigua
y penetrados hasta los tuétanos del espíritu de
la patria vieja, se hallaban muy bien dispuestos para recibir cuanto de más selecto y verdaderamente progresivo pudieran comportar los
• 19-
tiempos nuevos; hombres de gran carácter, sinceros hasta la ingenuidad, leales hasta el sacrificio, más cuidadosos del fondo que de las
apariencias, acostumbrados a decir la verdad,
tan graves como festivos, capaces de convertir
en cualquier momento su sencillez en heroismo,
provistos de sólida. si no siempre muy variada
cultura, adquirida con profundos estudios en medio del sosiego colonial. hechos lo mismo a las
asperezas del campo que a las vigilias del
pensamiento. y en quienes el amor a la tradición corria parejas con el anhelo por adelantos
de toda especie: tales los Gutiérrez y Morenos.
los Osoríos y Ricaurtes. los Vergaras y Restrepos, los Pariees y Tovares, los Vélez y Madrides, lOll Cayeedos y Ortices. los Herranes y
Manriques, los Ortegas y Carrasquillas: los que,
procedentes de las diversas comarcas neogranadinas y vaciados en el molde de esta capital hidalga y meditabunda hicieron enérgicamente original y muy digno de estudio el tipo santafereño.
- 20 -
Pero en el señor Marroquín se reunieron condiciones que hicieron de la suya, sin él pretenderlo, una personalidad excepcional. Hijo único de padres ilustres por la sangre y por la
educación, huérfano desde la primera niñez con
circunstancias misteriosamente trágicas, criado
en un ambiente de aristocracia melancólica, bajo la sombra de una de las más distinguidas
casas de Santafé, nutrido con los más sanos
principios religiosos y morales, aleccionado por
tempranas tristezas, y al mismo tiempo con sorprendentes dotes para la observación y el "análisis sicológico" y una propensión irresistible a
ver el lado cómico o ridículo de todas las cosas, su carácter se nos presenta con ~ierta complejidad curiosa, cuya resultante es una exquisita caballerosidad y benevolencia.
¿ Quién después de leer aquella literatura de
que son muestras características los Estudios sobre la historia romana, La Perrilla, La serenata,
y otras composiciones por el estilo, hubiera creí- 21 -
do que su autor fuese un hombre profundamente grave y sin ilusiones del mundo, "habituado a mirar con seriedad-son
palabras suyas-
todo lo serio," anheloso de "ganar y conservar
reputación de sesudo y circunspecto, cumplido y exacto hasta la extravagancia"? ¿No parece extraño que aquel joven, educado en la soledad y el ascetismo, aquel a manera de príncipe huérfano, criado entre viejos, lector asi.
duo de rancios pergaminos, andando los años
tuviese que declarar haber sido "su vocación
la de parodiar, la de sacar partido de la literatura para jugar con ella misma, la de producir
cosas grotescamente monstruosas, como, según
había oído decir, lo hacía su cuasi-comprofe.
sor Goya," y confesase las mil travesuras de
su inventiva y ciert0s arrojos de su musa colegialesca y desenfadada?
De estirpe de próceres batalladores en la guerra magna, el nació y fue siempre pacífico, bíen
así, según el símil de Pamba, como sale "la
- 22 -
suave vaselina del incendiario petróleo,
y el
témpano de hielo del hierro puesto al rojo." El
mismo gran poeta, estudiando el contraste entre aquel fondo melancólico y desengañado y
aquel ingenio retozón y festivo, lo compara con
"un ataúd cubierto de flores."
CI señor Marroquin observaba muy bien en
si propio esa especie de antinomia, pero disimulándola por temor de singularizarse, de parecer afectado, solía describirla con graciosa
modestia, como en aquel autorretrato
que le
dio ocasión y pretexto para salvar muchos recuerdos de su juventud y familia, y en el que
dice: "A fuerza de ser como todos, y aun de
ser majadero, he venido a ser un personaje enigmático. Quién me tiene sólo por hombre de
negocios, y aun de los más avisados, porque
habiendo tenido noticia de alguno que he hecho
y que no ha salido mal, no ha tenido noticia
de los cien mil que he dejado de hacer j quién,
viendo que no gasto lujo, a pesar de mis re- 23 -
laciones con muchos que lo gastan, me califi..
ca de sabido; quién, al ver que suelo rozarme
con gentes que hacen papel, imagina que yo
pudiera hacerlo, pero que por una especie de
filosofía, me agacho y me mantengo procul negotiis .... De mis amigos y conocidos, unos me
oyen como a un oráculo, teniéndome por hombre de consejo, cuerdo y prudente
como un
Fernández Madrid, otros que no pienso sino en
volverlo todo mecha y en observar ridiculeces
para escribir cosas divertidas. No es extraño:
yo soy inclinado a la frivolidad y me alampo
por un buen chiste o por unos versos chuscos.... Los principios cristianos se arraigaron en
mí tan hondamente, merced a las enseñanzas,
al ejemplo y a la atmósfera moral que, en lo
doméstico, me rodeaba, que las peores amistades en que caí en una parte de mi juventud.
no me hicieron vacilar jamás por un instante
en materia de creencias .... De joven sobresalía
en algunos ejercicios y era excelente jinete. Y
24 •
al mismo tiempo no podía bajarme sin que me
ayudaran de una ventena a donde me hubiera
subido, ni entrar en agua que me diera arriba
de la rodilla .... Creo que forma parte de mi carácter cierto candor o candidez que muy pocos o ninguno habrán sospechado en mí. He
tenido más propensión a creer en la buena fe
de los demás de lo que en estos tiempos conviene tener .... Mi temperamento nervioso, mi
gran propensión a la melancolía, y sobre todo
el haber sido criado como niño mimado, me
han hecho sentirme en la mitad de mi vida como un hombre desgraciadisimo .... En cuanto al
valor para resistir la desgracia, puedo decir que
lo poseo para lo grande y que me falta para
lo pequeño .... No obstante mi candor, creo que
no habrá nadie que esté más libre que yo de
las i1u3iones de otro linaje. En todas las cosas
veo la parte real y positiva; sobre todo la parte que pueda tener la flaqueza humana. La parte ridícula de las pasiones humanas se me pre- 2; -
senta tan pronto. que si yo fuera escritor o poeta satírico, o si tuviera lengua maldiciente, sería un azote de la sociedad. Por fortuna no sólo carezco de dotes que hagan temibles mí ingenio y mi lengua, sino que a esa fácil percepción de lo ridículo se une en mí un sentimiento mezclado de lástima y de vergüenza por
los demás, que me hace mirar como una indignidad aun formular para mí solo la sátira o la
zumba."
Por la línea paterna el señor Marroquin pertenecía a la raza de aquellos montañeses del
norte de España que en nuestro tiempo exhibe ejemplares tales como Amós de Escalante.
Pereda y Menéndez Pelayo. Quizás la nerviosidad y melancolía de nuestro
personaje, de
que éstos, principalmente los dos primeros. a
pesar de su recia contextura moral y física. de
Su brava condición
I}
ánimo altivo.
adolecian, sea vestigio del elemento céltico pre- 26 -
dominante en aquella noble raza. Repetidas ve.
ces han sido notadas ya las muchas analogias
existentes entre el señor de la Torre de Provedaño y el caballero de Yerbabuena. Algunos tipos de las novelas de Pereda, como el antedicho señor, el don Germán Pérez de la Llosía de
Gonzalo González de la Gonzalera, el don Celso
Ruiz de Bejos de Peñas Arriba, los Pedro Mortera y Juan de Prezales de El sabor de la tierruca,
y Pereda más que nadie, parecen hermanos gemelos de nuestro literato sabanero: aquéllos y
éste, prácticos y sinceros fieles cristianos, hidalgos de la mejor cepa, generosos y serviciales para con todo el mundo, llanos de palabra
y de obra y apegados a la familia, a la tradición de la comarca y a la casa solariega "como la hiedra al morio," según decia el solitario de Tablanca. No siempre hay, tal vez, en
el estilo del señor Marroquin la recia pujanza,
el brioso colorido, la abundancia léxica y sintáctica del Hornero de Cantabria, condiciones
• 27 •
modificadas aqui por las múltiples influencias
del medio; pero en lo fundamental y más ca·
racterístico, en la firmeza de las ideas, elevacíón de efectos, agudeza observadora, apego a
las cosas del propio solar, sentimiento de la na·
turaleza y compenetración del alma con el paisaje, y en la gentileza y sabrosura española de
la expresión, las afinidades entre los dos escritores son evidentes. En la semblanza que de
su paisano el novelista y poeta Escalante escribió Menéndez, con llpasionado cariño a su tierra y mar de Cantabria, y en la que a menudo se menciona con el elogio que era de esperarse al estupendo artista de Polanco, hay muchos trazos del uno y del otro que parecen inspirados por la fisonomía de nuestro compatriota. Allí se dice, por ejemplo: "Hay en la historia y en el carácter de los montañeses, aun
los más humildes, cierto sentimiento nobiliario;
un apego a la familia, al solar, al blasón, que
persistiendo hasta los tiempos de la decaden- 28 •
cia, vino a degenerar en superstición y nos valió de los poetas cómicos zumbas y caricaturas." y en otro lugar: "Pereda sentía vigorosamente la tradíción, como si de ella formase
parte;
no la aprendía, sino que la veía, en sí
mismo primeramente, y en todo el círculo de
sus ideas y afectos. Era el fondo de su vida
psicológica, y dondequiera la encontraba reflejada."
Compárense estos pasajes con los siguientes
de nuestro hacendado académico: "De tal modo me domina el respeto y el amor a mis mayores, que creo sentír que ellos son los que viven en mí o que yo soy un sér en quien ellos
se han transfundido. No me hallo en mi centro sino viviendo donde ellos vivieron y usando de las cosas de que ellos usaron. Quisíera
que en mi casa todo fuera reproducción o copia fiel de lo que era la casa de mis abuelos ....
Cuando en algún rato me siento bien desocupado, bien dueño de mi tiempo y de mi per- 29 -
sana, lo que me pide el cuerpo y realmente me
pongo a hacer muchas veces, es repasar papeles antiguos de la familia, sobre todo las cartas que se han conservado. Con ese entretenimiento me harto de la melancolía a que soy
tan inclinado, y satisfago ese deseo de sentirme como si viviera con mis antepasados."
Hermanas son también de gran parecido, salvas las diferencias de ambiente, y como dos ramas de un mismo tronco milenario, la "casona"
santanderina metida allá arriba de los manantiales del Ebro, y la hacienda de las orillas de:!
Funza, ambas con "solana, balcones, ancho soportal, huerta al costado, pozo y lavadero en
la corralada y hasta su poco de escudo blasonado en la fachada principal;" fondo las do~;
en que se destacan dos figuras "rematadamente españolas y cervantescas"
que reclaman el
jubón, la golilla y los gregüescos acuchillados;
teatro una y otra de escenas patriarcales d,~
rústica brega y regocijo, como el acaldo de las
- 30 -
mieses y la cacería del oso pirenaico, o la
cosecha de los maíces y la amansa dura del
moro sabanero; allá los personajes se llamarán
Facia y Pito Salces, y acá don Bernabé y la señá Pioquinta ,0 el blasón de la fachada tablanquesa mostrará en sus cuarteles yelmos, castillos y alabardas, y el de la portada sobreandina un rejo de enlazar, un sombrero de jipijapa
y unos estribos colgando de sus aciones; pero el parentesco entre las dos casas es tan sensible, el común aire de familia es tan evidente, que recorriendo uno los pasillos y corralejas o leyendo las crónicas de Yerbabuena, exclama como por instinto: I Esto es Tablanca I,. y creo
que si uno de nosotros, de los pocos santafereños sobrevivientes, golosos de memorias y antigüedades, va y se entra por los parajes soledosos de Tablanca, suspirará al punto: I Esto es
Yerbabuena I,. y que si desde uno de los cerros que
por el lado de oriente la resguardan se pone
a contemplar a las luces de un crepúsculo de
- 31 -
enero las lejanías de la gran sabana melancólica, sentirá que el corazón le dice: Así como ésta será la tristeza del mar de Cantabria.
No lo vió nunca ni ningún otro mar, en toda su
vida el señor Marroquin; y por eso, y por aquel
apego al terruño natal que, según la célebre redondilla-fórmula
de don Ricardo Carrasquilla,
era uno de los distintivos del santafereño clásico,
y que no le permitió ir más allá de la otra Santafé, la severa y linajuda ciudad de Tunja, donde es fama que le provocó seguir viviendo, llegó una vez a decir que su deseo era, "si Dios
le daba vida, salud y licencia para ello. morir
sin conocer el mar;" chanza que en ningún siglo le hubieran perdonado sus inmortales paisanos por origen el creador de Sotileza. el lírico de las Marinas y Ave maris stella. y el cantor de La galerna del sábado de gloria, los cuales con el bardo de Childe Harold y El Corsario,
son de los más altos poetas del mar que ha conocido el mundo. ¿ No recordáis lo que en 1877
. 32·
cantaba el prodigioso jovencito Menéndez Pelayo?
No es el risueño Egeo que circundan
Cual ceñidor las Cíciadas marmóreas;
Ni el golfo que con dórica armonía
De Nápoles arrulla a la Sirena
Cabe la sacra tumba de Virgilio;
Ni el vago azul de la marina Jonia;
Sino el Ponto que azota o Caledonia.
y roto entre las Hébridas resuena,
Titán cerúleo que a la yerta gente
Hace temblar en la postrera Tyle.
y cabalga entre nieblas y borrascas
Sobre el inmenso Leviathán. que nutre
Con pestífero aceite la candela
Del céltico arponero. Ni cien carros
De guerra hicieran tan horrible estruendo
En torno de Ilión, como esas olas
Cuando las peñas de Cantabria hieren.
Si una vez leisteis nunca habréis olvidado
- 33 -
la página entre virgiÜana y cervantina en que
Pereda describe "la cajiga aquella de Cumbrales. soberbio ejemplar de su especie: personaje bravío de la selva montañesa.
indómito y
desaliñado. que nace donde menos se le espera: entre zarzales. en la grieta de un peñasco.
a la orilla del río. en la sierra calva. en la loma del cerro. en el fondo de la cañada. en
cualquiera parte." Pues una semilla del roble
de Vasconia. traída por manos cariñosas a impulsos de caros afectos de família, vino hasta
aqui. y plantada entre la margen oriental del
Funza y el cerro paramoso de Pan de azúcar.
a corta distancia de la ciudad que fundaron andaluces y castellanos, produjo otro magnifieo
ejemplar de la especie suya. para que en estas alturas andinas simbolizara por luengos siglos. como el árbol sagrado de Guernica. las
tradiciones de la más viril y caballeresca de
las razas.
Cuando. treinta y dos años hace, llegaron a
- 34 -
Bogotá en buena hora los pocos primeros ejemplares de Peñas arriba, fui yo de los que an·
siosos se adelantaron a comprar uno. Lo lei, lo
devoré con avidez leyendo de claro en claro,
y de turbio en turbio. Lo di a mi madre, que
hizo de él hasta el dia postrero su libro favorito. Aquello me pareció una revelación y una
resurrección, un coloquio con mis antepasados:
como si se despertaran en mi reminiscencias
de cosas que yo había visto y hondamente sentido en mi propia casa y dentro de los térmiminos de mi tierra, en la que también hay sauzales y robledas, casonas campestres con hastiales y solanas, valles acotados con setas de
rosales y zarzamoras, y si no grandiosidades
oceánicas, si perspectivas de lagos misteriosos
que gimen a sus horas con la infinita tristeza
de las soledades marinas; como si los patriarcas que en aquel libro hablaban fueran del número de mis viejos conocidos; como si aquel
lenguaje suyo, tan cariñoso en su rudeza mon·35 -
taraz, remedase el que primero me había hecho
a mi vibrar el corazón y arder la fantasia. En
las vacaciones de ese año tuve la buena suerte
de encontrar al señor Marroquín un dia domingo en la plaza de Chía, lugar a donde él había
ido con su familia para oír misa. No bien hecho el saludo, le pregunté:-¿Qué
Peñas
arriba?-Hombrel-me
dice usted de
contestó
nando con inusitada vehemencia-iel
accio-
libro más
grande que el siglo XIX le va a legar al XXI"
Claro!
ahí estaban
retratados
o "pintipara-
dos," como viene al caso decirlo, él y su raza
con todas sus grandezas y todas sus ingenuidades. iMisteriosas correspondencias entre las
almas! Así hacían eco en el corazón del montañés andino. originario del valle de Laredo,
las armonías lejanas de las montañas cantábricas.
Hablámos aquél dia, él con su autoridad, su
amena autoridad y exquisito lenguaje académico sabanero, salpicado de gracejos, yo con la
- 36 -
curiosidad y el embeleso de un tímido aprendiz, hablámos, como era regular, de varias sabrosísimas cosas, conforme iban saltando a la
conversación, entre otras que recuerde, de Rinconete y Cortadillo y el Coloquio de los perros,
(de donde talvez saldria la primera sugestión
para escribir El Moro), del Carnero y otros libros de nuestras añejas crónicas, de Fute. La
Conejera. Canoas y demás famosas haciendas
de la Sabana, con sus rodeos y cacerias de venado, de la Academia Colombiana y del importantísimo oficio que le correspondía en el fomento de la cultura patria, de los buenos tiempos de El Mosaico. de cómo nacieron de éste
María y La Manuela, los criollos marqueses de
Gachamá, el niño Agapito, el maestro Julián y
toda esa galería de personajes de Vergara, Silva, Guarín y Eugenio Diaz; de la riqueza de nuestras costumbres tradicionales como cantera artística; de la literatura como medio de unificación
nacional, y de las coplas populares, en cuyo
- 37 -
tesoro muchas, tal vez la mayor parte, son españolas más o menos modificadas, pero hay no
pocas de indudable cuño indígena, como la siguiente, que aprendí de mi ilustre interlocutor,
para nunca olvidaria, y que por la condensación dramática
y el sentimiento es una obra
maestra digna de figurar en la mejor antología
griega:
Yo ensillando mi caballo
Mi chatica echó a llorar,
Y !JO llorando con ella
Lo volví a desensillar.
Un grave montañés amasado con un chispeante andaluz, como harina del mejor candeal
de Castilla con añejo vino de Jerez, asi me figuro yo la complexión del señor Marroquin.
El montañés daba muestra de si, pero sin
separarse de su coingrediente sevillano, en el
hombre sesudo, práctico, laborioso y muy de
consejo, amantisimo de su casa y familia; en
• 38 -
el hacendado emprendedor, inseparable del literato; en el maestro de Yerbabuena y El Chicó,
inventor de procedimientos didácticos y disciplinales traidos aqui más tarde (son palabras
suyas), "como invenciones alemanas;" en el macizo escritor de asuntos sociales y apologista
de la verdad católica; en el sagaz observador
de los hechos fonéticos y de los usos gráficos
de nuestra lengua, aficionado a las obras "en
que entra por algo el ingenio y que exigen al
mismo tiempo una labor prolija," como quien
dice, la clasificación de las palabras según la
grafia y su ordenamiento en sonoros pelotones
de romances, seguidillas y octavas reales, por
via de recurso mnemotécnico; recurso éste no
por mecánico menos útil, venerable por antecedentes históricos en que figuran nombres como los de los escolásticos versificadores de las
reglas de la proposición y el silogismo, los
de la Schola
salernitana,
los
de Nebrija y
Lancelot, y no más merecedor de zumbas y
. 39 -
dicterio! que otros aceptados por la moderna pedagogía. Ni menos que en el paciente
lexicógrafo y en estas alturas original cultivador de la ciencia de Bopp y Max Müller, dígno colega de Bello, Cuervo, Caro, González
Manrique y Suárez, aparece el hombre del norte en el estadista sereno y de larga visión, cuyas alocuciones y mensajes vivirán en nuestra
literatura política como dechados de sencilla
elocuencia y sobriedad de estilo.
Atribulado muchas veces pero siempre tranquilo, desengañado pero sin pesimismo, el s'~'
ñor Marroquín, naturaleza benévola y generosa como pocas, fiel a sus antecedentes familiares de la más aristocrática gentileza, y propenso, como se ha dicho. a descubrir el lado cÓmico y extravagante de las cosas, miraba la
Ut°o
dimbre de miserias y contradicciones humanas
con cierta irónica sonrisa, con cierta habitual .'I
delicada malicia, más bien juguetona que agresíva, cuya expresión artística era el desenlace del
- 40 -
chasco: y esa disposición le valió en ocasiones, aun de personas ilustradas
pero no bas-
tante conocedoras de su carácter, el dictado de
escéptico y aun de 'lJolteriano,' nota de que le
redimen cumplidamente su profundo respeto a
todo lo respetable, su generosidad sin limites.
que le hizo uno de los profesionales de la ca.
ridad y beneficencia entre nosotros, y aquellas
sus arraigadisimas convicciones religiosas y filosóficas, que mantuvo y defendió por cuantos
medios pudo toda su v~da, Su "escepticismo"
sólo era decepción de las cosas humanas, que
lo afianzaba mejor en las eternas; su ironia,
forma de agudeza de ingenio, iba moderada por
la caridad y buena crianza, y casi siempre dirigida a ridiculizar defectos y extravagancias
sociales, nunca a zaherir a las personas: su fino talento observador no se empleó jamás, como, por ejemplo, el del famoso maldiciente y
"envidioso universal de los aplausos ajenos" (1).
(1) Men~ndez Pelayo.
- 41 -
Cristobal Suárez de Figueroa, autor de El Pasajero, en verter crueles sátiras y venenosas frases contra los coetáneos ilustres; sino en pintar
graciosos cuadros de la naturaleza y de las costumbres, o en fábulas y epigramas de primorosa travesura. La solución del chasco, para él
tan socorrida, era quizás la fórmula risueña y
benévola del desengaño. ¿ Conocéis el en otro
tiempo tan celebrado Album literario o colección
de chistes, agudezas 9 bellas artes, hoy curiosidad bibliográfica, que en sus niñeces aprendían
de memoria los de la generación a que yo pertenezco?
Escribiéronlo en sus ratos de mejor
humor los contertulios de El Mosaico. presididos por Marroquín y Vergara, y es libro que
pinta ciertos interesantes aspectos de una sociedad y una época: libro ilustrado, de sátira
literaria antirromántica, en el cual las ilustraciones no corresponden a los asuntos que ilustran Iii el índice a ninguna de las piezas que
lo componen. y cuya fe de erratas nO es fe, y
- 42 -
comete saladísimas erratas. Fue ahi donde CarrasquilIa publicó una vista de la tijera de la
Parca, y en la siguiente página una copia de
.la misma, y en la otra una copia de la copia
anterior; ahí donde Vergara escribió aquellos
sáFicos adónicos de ultrarromanticismo desesperado, que comienzan:
Rómpe, tirana, del amor los lazos,
Tórna en pedazos nuestra fe la envidia,
Tánta perfidia el universo sepa,
Rómpelos, Chepa;
ahi, donde el Formalísimo patriarca don Germán Malo, con la noble preocupación gramatical entonces dominante, puso esta proverbial
receta de castiza conjugación:
Por las velas, el pan 9 el chocolate
Yo combato, tú combates, él combate;
y por tener segura mazamorra
- 43 -
Yo ahorro, tú ahorras, él ahorra.
Con la edad perderemos los cabellos
Yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos,
(ellas para el femenino).
Pues Marroquin escribió el prólogo para est:
Album, en un largo párrafo que rompe grandi.
locuente y pomposo, como si remedara la introducción del célebre Discurso sobre la Historia Universal de Bossuet, y remata con el aviso
de que la de César Cantú, en 40 tomos en 8.~
se halla de venta a 12 reales el tomo en la librería de don Francisco Ramirez Castro: el caso de Horacia:
lnceptis gravibus plerumque et magna professis
Purpureus
Adsuitur pannus
unus et alter
;
y en seguida refirió en endechas reales cómo
estando un inocente jilgueríllo al vaivén de una
rama en un hermoso día de prímaver!l
- 44 •
Ensayando
de amor blandas querellas,
un alevoso cazador se puso a acecharlo: y de
pronto,
hallándose el aria en lo más fino, el
tal cazador
Acércase en silencio,
Alza la bodoquera,
Infla entrambos carrillos,
Lanza el fatal bodoque y •... no le pega.
Otros documentos del escepticismo 'Uolteriano
del señor Marroquin:
Es Quiteria una purista
Cual pocas puristas hay,
Que al piano llama pe-a-no
Ya su primo Juan Jo-án,
Amarros a los zamarras
Y, en fin, al petróleo, gas ...
Recordad el apólogo de Las tijeras, modelo
perfecto de aticismo, y, como dice Pombo, de
sobriedad y exactitud "matemática:"
- 45 -
Cada pieza de metal
De las dos de una tijera
Le embiste a su compañera
Sin hacerle nunca mal.
Cuando la una a la otra ataca,
Lo que entre ellas se coloque
Es lo único que del choque
Todo el detrimento saca.
Pues de no distinta suerte
Los señores abogados
Cuando alegan en estrados
Parecen batirse a muerte.
Pero pasa el alegato
y.... tan amigos como antes:
Los señores litigantes
Son los que pagan el pato.
Trasladémonos por un instante, contemporáneos míos que estuviereis oyéndome, a los años
de la escuela primaria, recitando aquel otro
- 46 -
exquisito modelo de pureza y precIsion de estilo. la graciosa fábula del tigre y el conejo:
Yendo un conejo extraviado
Una noche muy oscura
Por medio de la espesura
De cierto bosque intrincado,
Se entra en la cueva de un tigre
El más feroz, con el cual
No hay en la selva animal
Cuya vida no peligre.
Al sentir el barbarote
Que un viviente se le arrima,
La mano le pone encima,
Relamiéndose el bigote.
Nuestro conejo malicia
(Fácil maléciarlo era)
Que es la tan temida fiera
Quien le hace aquella caricia,
- 47 -
y, haciendo a fuerza de miedo
Un esfuerzo exorbitante,
Dice con voz arrogante:
••Hola ¿quién me coge un dedo?"
El tigre que oye tal cosa,
Dice en sus adentros: "Tate!
Antes que el monstruo me mate,
Pongo pies en polvorosa."
Cuántos rasgos de denuedo.
y proezas encomiadas
Son puras fanfarronadas
Hijas de un heroico miedo I
Quienes juzgando por las apariencias
notan
al señor Marroquin de escéptico y volteriano,
seguramente no lo conocían como amigo, amigo de ricos y de pobres, como confidente de
la naturaleza campesina, como hombre de hogar; no leyeron las páginas en que vertió sus
recuerdos
y las intimidades
de su amargura
cuando desapareció de su lado la admirable mu- 48 -
jer que fue compañera de su vida y siempre
señora de sus pensamientos; soliloquio ese que
bien se diria el esbozo en prosa del Ama
de
Gabriel y Gaáln.
Nuestro literato habia leido al amargo y sombrio Larra, y con predilección a los grandes
satíricos y maestros de la novela popular de
nuestra lengua, tan desemejantes de aquél, tan
regocijados, y muchas veces ingenuamente excesivos en sus libertades picarescas, pero en
todo caso profundos creyentes y sencillos cristianos; ¿leeria en sus mocedades, como era frecuente en esos años entre los jóvenes de distinguida posición, como probablemente lo había
hecho don Ignacio Gutiérrez Vergara, según lo
insinúa su ilustre hijo biógrafo, el Diccionario
Filosófico y otros libros de los entonces todavía flamantes enciclopedistas del siglo XVIII?
Bien pudo ser; pero si los leyó sabemos ya
que, gracias a su excelente educación cristiana, no hicieron mella ninguna en sus creen·49 -
cias, como no la hicicl"On en las del hijo de
mártircs, un día venerable gobernador de Cun··
dinamarca. Ni consiste precisamente
el va/te ..
rianísmo en la disposición satírica de los Horacios y Lucianos, Juvenales
y Erasmos, dis-
posición nacida del temperamento
humorísti-
co, del ingenio gOYC3CO,
penetrante
y regoci-
jado, y que con el fondo de una conciencia
recta y un corazón sano puede muy bien, y debe en ocasiones, aplicarse a combatir las insolencias del mal y al triunfo del bién, como supieron aplicarIa con gloria y provecho ilustres
escritores de diversas nacionalidades
en cuyo
número figuran, por ejemplo, el Padre Isla, Forner y Jovellanos, E/ Filósofo Rancio, Luis Veuillot, Selgas, Pereda,
Vergara,
Carrasquilla
y
otros beneméritos paladines de muy nobles causas. En lo que el volterianismo consiste esencialmente es en la ligereza burlona convertida en instrumento del odio satánico y personal a la Verdad y a quien encarnado la personifica y repre• 50·
senta, en la teofobia, en la rabia demoledora disfrazada de risa, risa maligna de aquellos labios
contraídos como un resorte listo a dispararse
en sarcasmos y blasfemias (según la enérgica expresión de José de Maistre).
Era el señor Marroquin un temperamento
apacible como ninguno y perfectamente equilibrado; de hombre práctico, tomada esta palabra en su mejor sentido, no en la acepción
mercantilista hoy en boga; temperamento que
da propensión a ver con fria y mesurada exactitud la realidad de las cosas, sin más ni menos de lo que tienen, y que no será el que mejor pábulo suministre a los ardientes arrebatos
y transportes de la poesía, pero sí ciertamente
el más apto para cierto género de observación
minuciosa del hombre y de la naturaleza y para el prudente manejo de los negocios de)a
vida ordinaria. Era naturalísimo
que todo lo
excesivo, lo falso, lo extravagante, lo cursi, lo
"afectado", hiriese al punto su atención y pro- SI -
vocase la vena de sus epigramas. Su fina e
instantánea percepción de lo ridiculo, nunca di··
simulada, y aquella irresistible afición a la pa ..
radia, de que él mismo nos habla. y que se
compadece bien con ese temperamento y habilidades. dieron ocasión a la malevolencia, pero sólo cuando la vida del egregio escritor tuvo la desdicha de enredarse con la política, para graduarle de burlador empedernido. de cínico, de volteriano. de calculador y hasta de maquiavélico. capaz de meditar fríamente y ejecutar sin escrúpulo manejos por el estilo de los
que aconsejaba o describía el secretario florentino. Entonces las antiguas santafereñas chanzas, las inocentes parodias que. sin dejar nunca de ser joyas de estilo, servian de pasatiempo a los lectores del Mosaico, La Caridad y el
Papel Periódico, los chascarrillos y gracejos con
que sazonaba la vida el pedagogo
de Yerba-
buena e incansable socio de San Vicente, y algunas imaginaciones y comentos de Blas Gil
- 52 -
fueron traídos como capítulos del proceso abíerto ante el tribunal de la pasión política para
acreditar la remota y como fatalística premeditación de futuras proditorias maquinaciones,
y para que el supuesto planeador de ellas fuese entregado sin más trámites a la execración
pública!
¿Y qué decir de la afición a la parodia? No
seré yo quien haga la apología de ésta como
sistema o género literarío, "género mal nacido
y desgraciado", para el gusto de don Miguel
Antonio Caro, y sobre el cual deja caer de paso airada centella Macaulay en su estudío sobre Milton. Diré sólo que, si mal no lo entíendo, este tal género, como los otros sus análogos, el epigrama, la sátira, la fábula y el apólogo, la novela y el cuento, la comedia y el
poema burlesco o heroico-cómico, a estilo de
los de Lope de Vega, Berni, Boileau, y Batres,
no son recomendables o vituperables de plano
y en absoluto, sino sólo atendidos los objetos
- 53 -
que traten y el ingenio con que los traten. Diré también que la parodia es forma, o ejercicio, o género antiquísimo, en que han brillado
escritores excelsos de varias nacionalidades y
entre cuyos cultivadores hay que contar a Hornero, si es suya la admirada Batracomiomaquia,
que no desdeñó traducir a su lengua en esculturales sextinas el estupendo poeta de Recanati. Añadiré que las parodias que del señor Marroquín conoce el público, señaladamente el sabanero disfraz de romanos raptantes y sabinas
raptadas, a nadie ofenden, y por la honda cultura e ingenio que revelan son harto dignas de
su celebridad. Ni negaré, finalmente, que por
su indole sea la parodia "género" peligroso,
ocasionado a irreverencia s y tal vez a ejercer
por eso mismo cierto mal influjo sobre las facultades morales y las estéticas, dándoles
un
sesgo inconveniente de ligereza burlona; ni que
pueda servir de fácil arma para los asaltos de
la envidia impotente, anhelos a de ridiculizar y
- 54 -
envilecer las obras que no acierta a ajecutar;
razones por las cuales, como también por no ser
de todos los días hallarse ingenios tan ricos,
penetrantes y moralmente equilibrados como el
del señor Marroquin. no es la parodia ejercicio
de los que yo recomendaría
de preferencia a
la actividad de mis jóvenes compatriotas.
Lo que sí debe recomendarles quien para
ello tenga autoridad, y recomendárselo con vivo encarecimiento, como parte de régimen profiláctico y curativo contra la corrupción del
gusto, como medio de reconstituir y tonificar
la literatura nacional, es que. junto con los de
aquellos otros egregios patriotas de la pluma
que brillaron en la época de oro del colombianismo sincero y gozoso de sí mismo. lean
y relean los escritos del señor Marroquin, en
cuya prosa, espontáneamente
castiza, fluída.
diáfana y exquisita como agua del páramo que
domina a Yerbabuena. vean por lección objeti
va y práctica
"todo el partido
- 55 -
que se puede
sacar de ese pequemslmo instrumento de mano que se llama la pluma" (1). observen cómo la mayor naturalidad es la mayor elegancia, cómo se aviene la solidez del pensamiento
con la gracia de la expresión. y se convenzan
para siempre de que sin necesidad de acudir
a petulantes exotismos y rebuscamientos, esta
caudalosa herencia de nuestra lengua castellana que supieron cultivar con filial esmero los
próceres santafereños,
la de Santa Teresa y
Malón de Chaide, la de Sigüenza y Mariana,
la -.lelRomancero y la novela picaresca. la de
Donoso y Balmes. la de Alarcón y Pereda, les
basta y les sobra para todas las honduras y
sublimidades de Ia psicología, para todas Ias
efusiones de la elocuencia. para todas las excursiones de la fantasia.
No sé si de algún otro de nuestros escritores ilustres se podría afirmar con tánta razón
(1) Saintc-Bcuvc, Etude sur Virgile.
- 56 -
como del autor del Moro, que cumplió a maravilla el consejo de Sainte-Beuve, de "procurar cuanto sea posible escribir como hablamos,
pero sin empeñarnos demasiado en hablar como escribimos." Acudo a los recuerdos de los
presentes que tuvieron la satisfacción de oírle,
quienes ponderarán qué tan fácil, pintoresca y
sabrosa corría su conversación familiar, cómo
se deslizaba por toda ella el gracejo, qué tan
simpático era el gesto miope y escudriñador
de su fisonomía, llena de inteligencia y benévola travesura, y cómo provocaba ir recogiendo ya por escrito 10 que sin tropiezos ni alardes ningunos de purismo le fluía correctísimo
de los labios. Bien se echaba de ver que la
esmerada educación doméstica recibida de aquellos inolvidables tíos Marroquines lo habia envuelto en un aristocrático ambiente de noble estilo castellano, haciéndole adquirir
desde l:)s
primeros años, como quería para su orador er,
cierne el autor de las lnstitlltiones oraloriae.y
• 57 -
como se cuenta de Montaigne, el hábito del
buen hablar como una segunda naturaleza. [\;0
hay otro de nuestros escritores
ca tánto a sus escritos,
que se parez-
en quien sea tánta
verdad que el estilo es el hombre. En aquella
prosa se compenetran de una manera inimitable
la gravedad y la llaneza, la Academia y la
Sabana;
el chiste es muchas veces un argu-
mento. Si algún empeño se nota alii, es el de
que todo cuanto se quiere decir aparezca bien
claro, prefiriéndese a ciertos adjetivos y participios enérgicos y a ciertos valientes giros
elípticos las proposiciones con quees relativos
y anuncia tivos, y deslizándose armonioso y sereno como quebrada mansa el raudal de la frase. Diriase que en esa prosa se refleja la gentil caballerosidad y danosa agudeza de los hi:roes contertulios de )a Patria Boba. Ese es un
estilo de casta de hidalgos, de garbosa capa
española y mesurado andar santafereño. Retaría yo a cualquiera de los que con menos ea• 58 -
riño hayan juzgado al señor Marroquín desde
la política para acá, sin descontar los años que
si ha descontado la muerte, a que señalen en
sus escritos una sola página, una sola frase,
entre tántas de observación
y critica de cos-
tumbres, en que se sienta el escozor de la malevolencia o de donde brote
como enconos a
espina el sarcasmo o la amarga ironia.
Por los años de 1890 a 92, una mañana de
las invitadoras del mes de agosto, cuando rumorean por las vegas los maíces adultos
en
punto de mazorca, y en las laderas ondulan ya
próximos a granazón los trigos y alverjales, viniendo yo de los lados del norte hacia Bogotá,
acerté a encontrarme con el señor
don José
Manuel, que en traje de carácter de rico hacendado, ruana de paño azul, alto jipijapa de lo
más fino, zamarros de cuero de león y guantes de gamuza, y caballero en un gran castaño de hermosísima estampa con intachables ape·
ros y delgado rejo de enlazar sobre la izquier• 59·
da del galápago, se di.-igia a paso largo a su
hacienda de Yerbabuena, seguido por un muchacho sirviente, de la misma, que montado a
la pura sabanera, en silla de retranca y cabestros de cerda, sobre una anchurosa yegua de
buen andar, hacía tras de su amo el oficio de
palafrenero o espolique, yo diría con más gusto, de escudero. Iba el ilustre jinete
fumando
un cigarro de exquisito aroma. El saludo fue
breve y tan expresivo como a mi respeto y a
su bondad correspondía, pocas y al grano las
preguntas y respuestas, como para encuentro
de pasada, y la despedida cordial, pero corta
de palabras, ya que a don José Manuel le disgustaban
con gracioso disgusto, como vanos,
mentirosos y de perversa literatura, los rodeos
de la cortesía melosa y aquellas sus manoseadas fórmulas, ¡Encantado
de verlo/, me permito
preguntarle cómo se ha conservado, hágame el favor
de conservarse bien 9 contento, déjese ver pronto
9 no se me pierda tánto/ Pude saber entonces
,60·
que la pluma del hacendado se hallaba en actividad noveladora.
Con todas
esas circuns-
tancias y pormenores, la figura del hidalgo campesino se destacó aquel dia ante mi espíritu,
y hoy aparece con más vigor todavía, como
el símbolo de una cultura de inestimable precio y de una época gloriosa para Colombia.
El señor Marroquín supo sentir, amar y saborear con entrañable afecto, con apasionado regodeo la patria nativa;
decido sentimiento
supo gozar con agra-
de los tesoros que Dios
depositó en ella, diciéndose en la familiar expansión de su casa solariega, Deus nobis haec
otia fecit. Trataba con intimidad y llaneza de
amigo, él, tan delicado en sus maneras, a los
labriegos y a toda clase de personas, a cuyos
intereses atendía como si fuesen propios. Como quien estaba identificado con su coterráneo el pueblo, asistía entre los parroquianos
más alegres a las diversiones populares, y presidía, en calidad de patrón y de artista las fae·61 -
nas campestres de las labranzas y rodeos, donde hallaba cantera inagotable para la explotación literaria. Erale "insoportable pensar que
con él se perdiera la memoria" de tántas eximias virtudes sociales y domésticas de que habia sido testigo y cuyo influjo habia recibido;
y para que asi no sucediera, escribió tan sentidas páginas de recuerdos y tan animadas biografías. Y como tampoco se resignaba a que
desapareciendo las usanzas tradiciones para él
tan caras y mudándose las costumbres
popu-
lares que habían sido suyas no dejasen huella
de sí, tomó traslado
de ellas en sus cuadros
y novelas; por donde su arte literario es una
forma de patriotismo.
No menos estimador de la vivifica tradición castiza, base y principio de todo progreso, que cuidadoso de los grandes intereses de
lo porvenir, hizo en sus últimos años activas
diligencias para el restablecimiento de la Academia Colombiana, vínculo espiritual con aque- 62 -
lia alma máter de donde con la lengua nos
vino toda la civilización.
Cuando en la noche del 29 de noviembre de
1881, celebrándose el centenario del nacimiento de don Andrés Bello, patriarca de las letras
hispanoamericanas,
leyó como Director de la
Academia la alocución del caso, en este mismo sitio en que ahora nos hallamos, expresó
su españolismo por media de breves frases que
ahora reproduzco y que resonarán como el eco
solemne de las palabras que oyeron estos muros hace ya tántos años:
"La Academia Colombiana consignará en sus
anales y estimará eternamente como glorioso
título el que en una solemnidad por ella celebrada hayan vuelto a verse juntas la bandera
española y nuestra bandera. Más de sesenta
años hace, se vieron juntas muchas veces, pero
sin que su unión simbolizara amistad y concordia: juntábalas en las batallas el valor de los
campeones que las empuñaban. Su unión en es- 63 -
ta noche. que será memorable. significa el abrazo en que se estrechan una madre y una hija
que han podido hallarse divididas y desacordes
temporalmente. pero que nunca fueron capaces
de ahogar los afectos naturales. ni de renegar
de los sagrados vínculos que sólo pereciendo
ellas podrían quedar deshechos.
"La lengua ha sido uno de los lazos principales que han mantenido la antigua unión. A
la lengua. representada por el Cuerpo literario
que vela por ella. tocaba en justicia la honra
de hacer patente por primera vez y de un modo sensible la reconciliación del pueblo español con el pueblo colombiano", (1)
Os regalaréis esta noche oyendo de labios de
quien es orgullo del arte de Máiquez y de Calvo
(2) algunos fragmentos en prosa y en verso de las
(1) Repertorio
Colombiano
N,o XLII, diciembre
(2) Don Ernesto Vilches. director de la Compañía
de 1881.
dramática
de su nombre. que actúa en Bogotá (agosto de 1927). leyó un
capítulo
de El Moro y
\05
Estudios
sobre la hi.loria romana.
obras de nuestro insigne fundador, las que, a
juicio del poeta del Niágara, confirmado por
muchos otros no menos respetables, son de los
títulos mayores por donde puede con verdad
y con honra llamarse Bogotá la Atenas de Suramérica.
Salvar la lengua nacional es salvar el tesoro de ideas, de sentimientos y de tradiciones
a que ella ha servido de instrumento; es salvar toda una civilización. La obra de conservación y lustre del idioma castellano en Hispanoamérica y en general
la gran causa del
hispanoamericanismo, esperanza en todo sentido
de los pueblos que en uno y otro hemisferio hablan la lengua de Cervantes, deben al tratadista
de la Ortografía y autor de La Perrilla, como deben a Bello, Caro, Cuervo y Suárez servicios
de valor incalculable. Marroquín enseñó con el
precepto y con el ejemplo. Pensó con solidez,
observó con profundidad, imaginó con gracia,
sintió con delicadeza, habló con verdad, escri- 65 -
bió con sencillez y soltura, con aquella perfecta naturalidad
que es el colmo de la elegan-
cia y del arte. Lo mismo en su estilo que en
su vida se mostró digno de su apellido, buen
español, fiel colombiano, cumplido caballero,
verdadero cristiano. Su afán como escritor no
era parecer elegante sino ser castiza mente daro, fácilmente entendido por todos, como si tuviese a cada hora presente aquella sentencia
que en el prólogo de su Gramática hace suya
Salvá con autorizada cita de Quintiliano: "no
basta que nos entiendan: hemos de explicarnos de manera que no puedan dejar de entendemos: Quare non ut intelligere possit (judex),
sed ne omnino possit non intelligere, curandum."
Tuvo si un odio: el de la afectación, a la que
marcó con el hierro candente de esta invectiva
que todos debiéramos llevar escrita en nuestra
cartera, todos, sin distinción de estados, sexos
ni condicones, asi para efectos de literatura como para los de las modas y el trato
- 66 -
social:
"¿Por qué se escribirá, se predicará y se legislará tánto contra el asesinato, la calumnia y
el robo, al mismo tiempo que no se chista palabra contra la afectación?"
Una juventud
juventud.
bien vivida es una perpetua
Asi fue joven hasta avanzados los
ochenta años el señor Marroquín, a pesar de
estropeos y decepciones de todo linaje. Con to·
da esa carga supo mantenerse hasta el último
dia benévolo, emprendedor y estudioso, realizando la ideal figura trazada por el orador fi·
lósofo romano en el diálogo consolatorio
De
Senectute, pero sublimándola como éste no podía imaginarse: con la cristianisima muerte de
un perfecto santafereño (1).
La ciudad capital de los virreyes y los liber(1) Sed videU.• ul .eneelu. non modo languida alque (ners
non .(1, verum eliam sft operosa el semper agem allquid el
mol/ens, laie sc/lice! quale cujusque
slud(um (n super/ore lIila
fuil.
Cie. De Senec/. C. VIII.-Qyid
en(m e.1 jueund{us
seneclule .lipola .Iudas juvenluliÛ
Id. C. IX.
- 67 -
tadores se ufana y gloria del hijo que le fue
dado hoy hace un siglo, por feliz coincidencia en
la fecha misma de su cumpleaños; y para celebrar ambos acontecimientos mira hacia la casona aquella de Yerbabuena, solar de nobleza
impregnado de aromas antiguos y palpitante de
recuerdos, a cuya sombra tántas sabrosas crónicas se escribieron, y a donde, a satisfacerse
la petición dirigida por cierto soldado manco
al rey de las Españas, se hubiera recogido para escribir su libro inmortal el Ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes
Saavedra. Vigebat
in il/a domo mos patrius et disciplina.
¡Deme Dias licencia de concluir, no para instrucción ni aviso de nadie sino para desahogo
mio, la narración de cómo vi yo en sueños salir una tarde de aquella dicha casa, con aire de
mucha congoja y pesadumbre, a un sujeto seco de carnes, enjuto de rostro, avellanado, caballero en un desmedradisimo caballo; de cómo vi a don Quijote en la sabana, sin compa- 68 -
ñía de escudero, muy ensimismado y pensativo sobre el empeño que aqui toman algunos
para borrar con pestífero aceite el sello que a
nuestra nacionalidad pusieron con firme cuño
nuestros padres!
En cada nación el afecto patrio designa y consagra ciertos lugares donde el espíritu público se
retempla y aviva en las fuentes de la tradición.
La vida y la casa de don José Manuel Marroquín interesan a nuestra historia no sólo por
el valer del buen patriota en muchos conceptos ilustre, sino porque ellas representan y como que encarnan nuestra persona, carácter y
costumbres en cuanto tienen de más castizo y
más digno de estudiarse y conservarse. Estemos ciertos de que Colombia afirma briosamente su personalidad
y se mantiene fiel a ella
mientras los colombianos gustemos de recrearnos y paladeemos a los que van viniendo con
el sabor de Yerhahuena.
6 de agosto de 1927. 41/2 de la tarde .
• 69 .
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