Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público Curso OCW, Universidad de Murcia Cesáreo Gutiérrez Espada, María José Cervell Hortal TEMA 10 LAS CONSECUENCIAS DEL HECHO ILÍCITO (B. LA RESPONSABILIDAD Y LOS MODOS DE HACERLA EFECTIVA) La responsabilidad internacional de Estados y Organizaciones internacionales y los modos de hacerla efectiva. 1. La obligación general primera que se deriva para un sujeto internacional, Estado u organización, que ha cometido una violación del Derecho internacional es (en su caso) la de poner fin a su conducta y ofrecer (si las circunstancias lo exigen) seguridades y garantías adecuadas de no repetición; así como, desde luego, la de reparar íntegramente el perjuicio causado (artículos 30 y 31 tanto del Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado de 2001 como del aprobado en segunda lectura sobre la de las organizaciones internacionales [2011]) (el texto del Proyectro de 2001 así como los relativos a las organizaciones de 2009, primera lectura, y el aprobado en 2011 en segunda lectura pueden consultarse en los Documentos 2, 3 y 4 del Capítulo 9). A la hora de concretar estos principios generales, cabe dos ideas: Primera, la reparación del perjuicio ocasionado debe ser íntegra, lo que implica que en Derecho internacional no existe, como regla general al menos, el concepto de limitación económica de la responsabilidad y, asimismo, que la reparación debe englobar no sólo los daños materiales ocasionados sino también y en su caso el daño moral (artículo 31.2 de ambos Proyectos); y segunda, en el Derecho internacional contemporáneo (en el que existen normas bilaterales y multilaterales así como dispositivas e imperativas) la obligación de reparar que nace para un Estado que ha cometido un hecho ilícito puede surgir sólo respecto de otro sujeto, de varios, o incluso para con la comunidad internacional en su conjunto (artículo 33.1 de ambos Proyectos). Hecha esta última consideración, parece conveniente distinguir los casos de violaciones sin más del Derecho internacional de aquellas que suponen la violación Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia grave de obligaciones derivadas de normas imperativas de Derecho Internacional general: A) El Estado u organización internacional lesionados por un hecho ilícito, es decir, aquellos a los que la violación cometida "afecta especialmente" (Artículos 42.b.i) del Proyecto de 2001 y 43.b.i) del Proyecto sobre las organizaciones de 2011), puede ante todo exigir del culpable, en su caso, que ponga fin a la ilicitud y ofrezca seguridades y garantías adecuadas de no repetición si las circunstancias lo exigen (artículo 30 de ambos Proyectos). Se trata de cuestiones relacionadas porque ambas se refieren al restablecimiento de la relación jurídica afectada por la violación, pero al mismo tiempo distintas: el "cese" se conecta en concreto con los hechos ilícitos de carácter continuo, a cuya manifestación pretende poner fin; las “seguridades y garantías”, por su parte, cumplen más bien una misión que mira al futuro, preventiva, intentando reforzar el cumplimiento de la obligación en el tiempo por venir. a) El cese y las seguridades y garantías de no-repetición se consideran como una consecuencia del ilícito, sin duda, aunque se tratan con carácter previo a y separadamente de la reparación en sentido propio. La inclusión, por lo demás, de la obligación de ofrecer seguridades y garantías de no repetición que fue criticada por algunos Gobiernos en relación con la responsabilidad del Estado, destacando la acrimonia con la que la trató el de Estados Unidos, para el que no había práctica significativa que la sustentase (A/CN.4/515, p. 37), se tomó en consideración en todo caso por la CDI ya cuando aprobó en 1996 y en primera lectura el texto completo de su Proyecto (artículo 10-bis), dando más tarde útiles explicaciones sobre su alcance y contenido: “Las seguridades suelen darse verbalmente, mientras que las garantías de no repetición entrañan algo más, por ejemplo, la adopción de medidas preventivas por el Estado responsable para evitar una repetición de la violación”. En lo que respecta al tipo de garantías, y examinando la práctica internacional existente, la CDI destaca la exigencia de que "se impartan instrucciones específicas" o de la "revocación de la ley que permitió la violación” (comentarios 12-13 y 11 respectivamente al artículo 30 del Proyecto de 2001). 2 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia De la aplicación de ambas obligaciones por la jurisprudencia internacional contemporánea1, posterior a la fecha de aprobación del Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado (2001), pueden extraerse dos conclusiones: primera, se trata de consecuencias del ilícito plenamente aptas para su integración en la práctica contemporánea y si el artículo que las regula es, se ha dicho, un mero desarrollo progresivo, pronto dejará de serlo; segunda, parece desmentirse la creencia, mantenida por la CDI en la primera lectura de su Proyecto de artículos, de que esta forma de reparación era "aplicable únicamente en supuestos de hechos ilícitos de una cierta gravedad". Por si quedara alguna duda acerca del valor jurídico de estas concretas consecuencias del ilícito, la CDI ha remachado el clavo al ratificarse en ellas en su Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones (2011) (artículo 30). b) Pero las consecuencias jurídicas que, en sentido estricto, se derivan de la comisión de un hecho ilícito han sido reguladas en el Derecho Internacional de acuerdo con el principio que determina, a cargo del Estado o de la organización internacional autores del mismo, la obligación de reparar el perjuicio causado al Estado u organización lesionados: "El principio esencial, que emana de la noción misma de hecho ilícito… es que la reparación debe borrar, en lo posible, todas las consecuencias del hecho ilícito y restablecer la situación que hubiera existido probablemente de no haberse cometido". La CDI, en el artículo 31 de sus Proyectos (2001 y 2011), sienta una regla básica bien conocida ya por la jurisprudencia internacional: 1 En el asunto Avena y otros nacionales mejicanos (2004), la CIJ concedió a Méjico que Estados Unidos, como una de las modalidades de reparación de la violación cometida al no informar a sus cincuenta y dos nacionales de su derecho a ser asistidos por el cónsul así como al no permitir (por aplicación de su Derecho penal interno) que dichas personas invocasen tales derechos, tenía la obligación de "prestar seguridades y garantías apropiadas de que tomarán las medidas suficientes para asegurar el cumplimiento” de dicha obligación (sentencia de 31 de marzo de 2004, párrafo 144); también en el más reciente caso sobre las actividades armadas en el territorio del Congo (2005) la Corte entendió que Uganda debía prestar, como una de las consecuencias del ilícito cometido contra la República Democrática del Congo, garantías y seguridades de no repetición (sentencia de 19 de diciembre de 2005, párrafos 255-257). No se concedido, por el contrario, a Bosnia, Estado demandante, su petición de que Serbia prestase “seguridades y garantías de no repetición” y que la Corte determinara sus modalidades en el asunto sobre la aplicación del Convenio del genocidio (2007), al considerar el Tribunal, que los “hechos recientes inquietantes sobre la desaparición real en Serbia y Montenegro de movimientos que llaman al genocidio” alegados por el consejero del demandante no estaban suficientemente claros para exigir dichas garantías. La Corte entendió que su declaración (como forma de “satisfacción apropiada”) de que Serbia y Montenegro debían transferir al TPIY a las personas acusada de genocidio (en particular al general Ratko Mladic) constituía una forma suficiente de reparación del hecho ilícito cometido por el demandante (sentencia de 26 de febrero de 2007, párrafos 466, 465 y 448). 3 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia “1. El Estado [o la organización internacional] responsable está obligado a reparar íntegramente el perjuicio causado por el hecho internacionalmente ilícito. 2. El perjuicio comprende todo daño, tanto material como moral, causado por el hecho internacionalmente ilícito del Estado”. La obligación de reparar en su totalidad el perjuicio podrá hacerse efectiva, ya de manera única o combinada, mediante las formas clásicas: la restitución obliga al autor de la violación "a restablecer la situación que existía antes de la comisión del hecho ilícito", la indemnización implica su deber de pagar una determinada cantidad de dinero, y mediante la satisfacción, a través, a su vez, de modalidades diversas, el culpable responde por los perjuicios (no materiales) causados al Estado lesionado (artículos 34-37 de ambos Proyectos) . Lo importante, a la hora de saber cual de estas formas de reparación es la pertinente, es tener en cuenta dos ideas: una, que de acuerdo con la jurisprudencia internacional la forma de reparación elegida debe ser “la adecuada” al caso y la segunda que la reparación debe ser íntegra, lo que puede hacer necesario más de una de estas formas de reparación En su sentencia sobre el fondo en el asunto relativo a la aplicación del Convenio sobre el genocidio (2007), la CIJ afirma expresamente que “el principio que rige la elección del modo de reparación consiste” en que esta borre en lo posible todas las consecuencias del hecho ilícito. Y si esto es así, ninguna de las modalidades de reparación (la restitución, la indemnización y la satisfacción) tendrá preferencia sobre otra necesariamente; será la que mejor alcance ese resultado, lo cual puede suceder (o no) con la restitución, con la indemnización (o no), con la satisfacción (o no) o con algunas de ellas a la vez. En el caso en cuestión, la Corte, siguiendo su propia argumentación, consideró que ni la restitución ni la indemnización podrían eliminar de modo adecuado todas las consecuencias del hecho ilícito cometido por Serbia y Montenegro (su incumplimiento de la obligación que el convenio sobre el genocidio de 1948 establecía de prevenir y reprimir la comisión de dicho crimen), y que era una satisfacción apropiada la que podría hacerlo (sentencia de 27 de febrero de 2007, párrafos 460-465). Y en el asunto sobre la orden de arresto de 11 de abril de 2000 (2002), tras decidir que el reconocimiento formal en su sentencia del carácter ilícito que la orden de arresto del Ministro congoleño de Asuntos Exteriores emitida por un juez belga constituía una satisfacción adecuada al daño moral sufrido por la República 4 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Democrática del Congo, la Corte considera que esa sola decisión "no borraría todas las consecuencias del hecho ilícito", por lo que ordenó a Bélgica la anulación de su orden de arresto e informar de ello a las autoridades a las que se había comunicado (sentencia de 14 de febrero de 2002, párrafos 75-77). B) El Derecho Internacional contemporáneo reconoce la existencia de normas que protegen intereses esenciales de la comunidad internacional en su conjunto. Este es el caso sin duda de las llamadas normas imperativas o de ius cogens. La Comisión aceptó su existencia por lo que tuvo que tenerlas en cuenta a la hora de regular la responsabilidad internacional. Así, cuando un Estado o una organización internacional cometen la "violación grave de obligaciones que emanan de normas imperativas de Derecho internacional general” (artículo 40.1 del Proyecto sobre responsabilidad del Estado y 41.1 del relativo a la de las organizaciones internacionales), terminología directamente inspirada en el artículo 53 de la CV (1969) sobre el Derecho de los Tratados, incurre en un régimen especial de responsabilidad. El texto adoptado en el 2001 para el Estado, fielmente recogido en el Proyecto de 2011 sobra la responsabilidad de las organizaciones internacionales, no sigue el modelo del texto sobre responsabilidad del Estado en primera lectura (1996) y que daba ejemplos concretos de “crímenes” (artículo 19), de modo que es lícito preguntarnos ¿cuáles son estas normas imperativas cuya violación grave constituirá, según la Comisión reconoce, una categoría especial de hechos ilícitos? La jurisprudencia del TIJ nos ha proporcionado ya indicaciones preciosas al respecto2 y la misma Comisión sí se ha referido en los comentarios a algunas de ellas (sobre las que, dice, “parece haber un amplio acuerdo”): la prohibición de la agresión, del genocidio, de la esclavitud y la discriminación racial, el derecho de libre determinación de los pueblos coloniales, la prohibición de la tortura, las normas básicas del Derecho internacional aplicable a los conflictos armados. En cuanto a la "gravedad" se refiere, la violación será grave "si implica el incumplimiento flagrante o sistemático de la obligación por parte del Estado responsable" (artículo 40.2 del Proyectos de 2001 y 41.2 del relativo a las 2 Sentencia de 5 de febrero de 1970, asunto de la Barcelona Traction, CIJ Recueil 1970, pág. 32 (párrafos 33 y 34); sentencia de 30 de junio de 1995, asunto de Timor Oriental, CIJ Recueil 1995, pág. 102 (párrafo 29); sentencia de 11 de julio de 1996, asunto de la aplicación del Convenio para la prevención y represión del crimen de genocidio, CIJ Recueil 1996, pág. 616 (párrafo 31). 5 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia organizaciones de 2011]). “Flagrante” o “sistemático”, no siendo preciso pues que aquella se quebrante permanente y generalizadamente, pudiendo bastar, parece, su incumplimiento manifiesto, imperdonable, indiscutible: a) Todo hecho ilícito genera para el Estado que lo ha cometido la obligación de cesar en su conducta (si es que continúa), ofrecer, si las circunstancias lo exigen, garantías y seguridades de no repetición y, en todo caso, la obligación de reparar el perjuicio causado al Estado u organización internacional víctima del mismo. La reparación debe ser íntegra y llevarse a cabo, en forma única o combinada, a través de las modalidades clásicas: restitución, indemnización y satisfacción. b) Pero la violación grave de normas imperativas de Derecho internacional general genera asimismo, además de obligar a su autor a reparar genera consecuencias adicionales; por eso constituye un hecho ilícito específico y de ahí que se entienda que la responsabilidad internacional a este tipo de violaciones asignada representa una “categoría” propia de responsabilidad. Estas consecuencias adicionales se concretan en el nacimiento de las que se han llamado "obligaciones de solidaridad": no reconocer, no ayudar ni asistir, cooperar para poner fin a la violación (artículo 41 del Proyecto de 2001 y 42 del adoptado en segunda lectura en el 2011): (i) No reconocer” las situaciones generadas por la violación grave de normas imperativas y “no ayudar o asistir” a su autor al mantenimiento de la violación son dos de las obligaciones establecidas. En los sucintos comentarios de la CDI en su Proyecto en primera lectura sobre la responsabilidad internacional del Estado (1996), se mencionaban para ilustrar estas la práctica del Consejo de Seguridad en los asuntos de Rhodesia del Sur (1965-1966) y Kuwait (1990-1991), cuando este órgano adoptó resoluciones obligatorias exigiendo de los miembros de la Organización conductas precisamente de ese tipo; casos a las que, por lo demás, cabría añadir otros, como el generado por la proclamación unilateral de independencia de la zona norte de Chipre (1983), ocupada desde 1974 por Turquía. Las obligaciones de "no reconocer" y "no asistir ni ayudar" pretenden, jurisprudencialmente hablando, reflejar situaciones del tipo de la de Namibia, aclaró por su parte el Presidente del Comité de Redacción: y es que, en su dictamen consultivo de 1971, el TIJ estimó existente la obligación para todo Estado, miembro o no de Naciones Unidas, de no reconocer la presencia ilegal de África del Sur en Namibia ni ayudar o asistir a ese país a 6 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia mantenerla; pero pueden ponerse ya ejemplos más recientes, pues en el asunto sobre las consecuencias jurídicas de la edificación de un muro en territorio (palestino) ocupado (2004), la Corte, tras calificar de obligaciones erga omnes las violadas por Israel, mantuvo que todos los Estados: "tiene la obligación de no reconocer la situación ilegal resultante de la construcción del muro [y]... no prestar ayuda ni asistencia para el mantenimiento de la situación creada por tal construcción" (opinión consultiva de 9 de junio, párrafos 155-159, 159).. El reconocimiento, a nivel del Derecho internacional en general, de estas obligaciones a cargo tanto de los Estados como de las organizaciones internacionales en casos de la violación grave de normas imperativas constituye, seguramente, un progreso que debería destacarse. Y hemos escrito también “a cargo de las organizaciones internacionales”: es cierto, como la CDI afirma en sus comentarios al Proyecto en primera lectura sobre la responsabilidad de éstas entidades (2009), que hasta hoy no se demandado nunca a organización alguna por violación grave de una norma imperativa, pero también lo es sin duda que dicha situación no quiere decir exactamente que no pudiesen haberse producido (…). De particular interés resulta a estos efectos el pasaje del dictamen de la CIJ, en el asunto de las consecuencias jurídicas de la construcción de un muero en territorio palestino ocupado (2004) en el que tras proclamar que todo Estado tiene el deber de no reconocer la situación ilegal resultante de la construcción del muro y de no prestar ayuda o asistencia para el mantenimiento de la situación por esta creada, añadió (repárese, con referencia a una organización internacional): “las Naciones Unidas, y en especial la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, deberían considerar qué medidas adicionales son necesarias para poner fin a la situación ilegal resultante de la construcción del muro y el régimen conexo, teniendo debidamente en cuenta la presente opinión consultiva” (opinión consultiva de 9 de junio, párrafos 160, 163). (ii) Por lo que se refiere a la obligación de cooperar para poner fin a la violación grave, la CDI hace en sus comentarios una distinción entre estas obligaciones de abstención (no reconocer y no asistir o ayudar) y la que implica un deber positivo de cooperar. Aquéllas (en particular la de no reconocer), afirma, “ya cuenta con apoyo en la práctica internacional y en las decisiones de la CIJ”, pero respecto de ésta (obligación de cooperar) la CDI plantea el que: 7 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia “pueda discutirse si en la actualidad el Derecho internacional general prescribe un deber positivo de colaboración, y a este respecto el párrafo 1 puede reflejar el desarrollo progresivo del Derecho internacional”. Cuando se presta atención a la práctica contemporánea en la que están en juego, sin duda, normas imperativas en un contexto de prolongación de una situación que aparentemente las ignora (derecho de libre determinación de los pueblos coloniales en el caso del Sahara Occidental, por ejemplo) o en el marco de un intento de forzar el que una secesión ilegal se consolide por razones políticas (en contra también del principio de libre determinación de los pueblos y el de la salvaguardia de la integridad territorial del Estado, supuesto de la declaración unilateral de independencia de la autodenominada República de Kosovo), la opinión de la CDI no parece desacertada. Y en una vuelta de tuerca de los calificativos, casi podría pensarse en su corrección absoluta si giramos la vista hacia Irak, porque ¿cuántos Estados u organizaciones internacionales intentaron cooperar para poner fin a la ocupación de ese país fruto de una guerra ilegal? (...); o si lo hacemos hacia la suerte que sigue corriendo la decisión de la CIJ en el asunto del muro (2004) y su petición de que la Organización de Naciones Unidas, por medio de su Asamblea General y Consejo de Seguridad, tomase las medidas necesarias para acabar con la situación que el mismo crea (… )- Las obligaciones adicionales que genera la violación grave de una norma imperativa, en particular la que ahora examinamos, “quedan en buena medida indeterminadas”. En particular no parece resuelta con claridad la interrogante siguiente: dado que el artículo 41.1 establece a cargo de todo Estado y organización internacional en disposición de hacerlo la obligación de cooperar para poner fin a las violaciones graves, ¿no ampararía esta disposición ampararía la pretensión de Estados y organizaciones terceros, cuando las mismas resultaran ser el único medio para lograrlo, de adoptar contramedidas?; más aún, y puesto que hablamos en términos de “deber”, ¿cabe deducir la obligación (y no ya la facultad) de adoptar contramedidas por parte de los Estados y organizaciones internacionales que puedan hacerlo?. En todo caso, como el representante de España ante la Sexta Comisión, Sr. Pérez Giralda, dijera en su día, la regulación aprobada solo debe entenderse: 8 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia “como medio de obtener una solución provisional... que recoge el mínimo común denominador de las posiciones gubernamentales" (A/C.6/56/SR.12, p. 9). En todo caso, La CDI ha dejado prudentemente abierta la posibilidad de que la evolución del Derecho internacional asigne en el futuro otras consecuencias para estos hechos ilícitos de especial gravedad: “El presente artículo se entenderá sin perjuicio de las demás consecuencias enunciadas en esta parte y de toda otra consecuencia que una violación a la que se aplique el presente Capítulo pueda generar según el Derecho internacional" (artículo 41.3 del Proyecto de 2001 y 42.3 del relativo a las organizaciones de 2011). En el texto aprobado en primera lectura de su Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones (2009), la Comisión reconoce que quizás sea menos probable que violaciones graves de normas imperativas se cometan por éstas y admite que la práctica no ofrece ejemplos de caso alguno en que las disposiciones que se establecen en sus artículos 40 y 41 (41 y 42 del Proyecto en segunda lectura de 2011) se hicieran valer respecto de las mismas. Pero también considera que: “el riesgo de que tal violación se produzca no puede ser totalmente excluido. Si se produce una violación grave, sus consecuencias tienen que ser las mismas que en el caso de los Estados” (comentario 1 al artículo 40 y 5 al artículo 41). 2. Aunque la responsabilidad nace para el autor de un hecho ilícito ipso iure, para que ésta pueda hacerse efectiva en la práctica debe ser invocada formalmente, diríamos en términos generales, por el perjudicado frente a o contra el sujeto al que pueda ser imputado un comportamiento contrario a sus obligaciones internacionales en vigor. El acto de invocación de la responsabilidad genera varias interrogantes por aclarar: primera, ¿quién puede efectuarla?; segunda, ¿con qué requisitos formales y/o de admisibilidad?; tercera, ¿qué consecuencias puede provocar y, más en concreto, quid si el autor del ilícito se niega a aceptar su responsabilidad o se niega a hacer lo propio con las consecuencias que ésta implica?; y cuarta, ¿pueden sujetos distintos del lesionado por un hecho ilícito, esto es, terceros, hacer algo para forzar al autor del mismo, que se resiste a hacer frente a su responsabilidad, a que lo haga?: A) En 1969, el CV sobre el Derecho de los Tratados reconocía la existencia de normas (a las que llamó imperativas o de ius cogens) cuyo respeto se entendía fundamental 9 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia para la comunidad internacional en su conjunto y consideró susceptibles de provocar la nulidad o la terminación (artículos 53 y 64) de todo tratado internacional que entrase en contradicción con ellas. En 1970, el TIJ en un pasaje de su sentencia sobre el fondo en el asunto de la Barcelona Traction, que en absoluto se refería a estas cuestiones (pues se planteaba en él si Bélgica podía asumir la protección diplomática de los accionistas belgas de una empresa de nacionalidad canadiense sita en España), creyó oportuno seguramente remachar el clavo e incluyó un dictum que ha alcanzado tanta notoriedad como el concepto mismo de ius cogens: en él, mantiene que en el Derecho internacional las obligaciones erga omnes generan en todo Estado el interés jurídico de verlas respetadas y cumplidas (sentencia de 5 de febrero de 1970, párrafos 33-34); con posterioridad, el Tribunal ha renovado, como sabemos, su reconocimiento de este tipo de obligaciones. En 1976, la CDI da un nuevo paso y, en el marco del Derecho de la responsabilidad de los Estados por hechos internacionalmente ilícitos, sienta las bases para extraer en su día todo el jugo que las obligaciones erga omnes escondían: los hechos ilícitos pueden ser de diverso tipo, según la naturaleza de la obligación lesionada, pues si ésta es de importancia fundamental para la comunidad internacional será un crimen internacional, siendo, en otro caso, un simple delito (artículo 19 de su Proyecto). Ius cogens, obligaciones erga omnes, crímenes internacionales, ríos los tres cuyas fuentes afloran en parajes distintos pero nacen de la misma corriente subterránea3; por ejemplo, la CDI ha afirmado tajantemente que las obligaciones erga omnes que ejemplificó la Corte de La Haya en el asunto de la Barcelona Traction “se refieren todas a obligaciones que, según se acepta generalmente, dimanan de normas imperativas de Derecho internacional general” (comentario 7 de los introductorias al capítulo III de la Segunda Parte de su Proyecto de 2001). La CDI, en fin, reconoce (asimismo en 1976) que no tendría sentido establecer, con base en la naturaleza de la obligación violada, una distinción entre delitos y crímenes de no proyectar ésta sobre el contenido de la responsabilidad. Los crímenes se definieron en el artículo 19 de su Proyecto (1996) como la violación grave: 3 Las normas imperativas, siendo las que la comunidad internacional considera fundamentales, generan obligaciones erga omnes, aunque estas no tienen por qué ser imperativas; el crimen internacional es la vulneración de una norma imperativa y de obligaciones erga omnes, pero no toda violación de una de estas normas y obligaciones es un crimen, sólo lo son las violaciones graves como tal reconocidas. La CDI destaca también como “diferencia” entre obligaciones erga omnes y las que dimanan de normas imperativas su distinto enfoque o “centro de atención”: aquellas orientadas a la invocación de la responsabilidad por Estados no lesionados, éstas al contenido, al alcance, a la “mayor gravedad de la responsabilidad internacional” (comentario 7 a la Introducción al Capítulo III del Proyecto sobre la responsabilidad del Estado de 2001). 10 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia “de una obligación internacional…esencial para la salvaguardia de intereses fundamentales de la comunidad internacional”. De este modo, y en el ámbito concreto de la responsabilidad, la CDI ratificaba, seis años más tarde, la existencia de obligaciones que la Corte, en el asunto de la Barcelona Traction calificó de erga omnes y consideró debidas, por contraposición a las de carácter bilateral, a la comunidad internacional en su conjunto; pasaje de la sentencia de la Corte que a su vez recordaba la noción de normas de ius cogens (artículo 53 del CV de 1969). Obligaciones bilaterales y erga omnes omnes, por decirlo así; de ahí a caer en la cuenta de que existen también los términos medios y por tanto obligaciones debidas a algunos (o muchos) Estados (partes, por ejemplo, en un tratado multilateral), solo había un paso. Y, naturalmente, si existen obligaciones de distinto alcance y aun naturaleza es forzoso interrogarse sobre si las consecuencias del hecho ilícito, en síntesis la obligación de reparar, alcanzan por igual a todos los sujetos implicados en la obligación, sea esta bilateral, multilateral o debidas a la comunidad internacional en su conjunto. Esto explica por qué cuando la CDI aprobó su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) y cuando, en el 2011, ha hecho lo propio con el relativo a la de las Organización incluyó una disposición del siguiente tenor: "Las obligaciones del Estado [de la organización internacional] responsable enunciadas en la presente parte pueden existir con relación a otro Estado [o a otra organización o varias organizaciones internacionales], a varios Estados [u organizaciones internacionales] o a la comunidad internacional en su conjunto, según sean, en particular, la naturaleza y el contenido de la obligación internacional violada y las circunstancias de la violación" (artículo 33.1 de ambos Proyectos). Cuando en 1970, el TIJ sostuvo que las obligaciones para con la comunidad internacional en su conjunto generaban el interés jurídico de todos los Estados en verlas respetadas, sentó un importante desarrollo progresivo del Derecho internacional que planteaba a su vez no pocas interrogantes: ¿debía entenderse, que la violación por un Estado de una de las normas fundamentales a las que la Corte se refirió, generaba para cualquier otro el derecho de “protestar” ante el autor de esa conducta?, ¿podía, incluso, presentar contra él una demanda formal de responsabilidad ante un tribunal internacional?, ¿daba igual entonces a estos efectos que el Estado demandante hubiese sido o no afectado directamente por la violación cometida? En 11 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia suma, ¿estaba la Corte reconociendo la existencia de una actio popularis en el Derecho internacional? La CDI ha aceptado, tanto en la regulación de la responsabilidad de los Estados (2001) como de las organizaciones internacionales (2011) que debe diferenciarse en esta cuestión entre los sujetos lesionados y lo no lesionados pero habilitados para invocar la responsabilidad: a) Estados u organizaciones internacionales lesionados son los que resulten "afectados especialmente por la violación" de una obligación que se tenía para con ellos (bilateral) o para con un grupo de Estados u organizaciones internacionales del que el Estado o la organización afectados por el hecho ilícito forman parte o respecto de la comunidad internacional en su conjunto. También lo son aquellos sujetos que forman parte de un grupo de Estados u organizaciones y se incumple una obligación debida a ese grupo (o a la comunidad internacional en su conjunto) que aunque no les afecta “especialmente” es de tal naturaleza que su violación por uno de los sujetos por ella obligados modifica radicalmente la situación respecto a su ulterior cumplimiento de todos los demás Estados y organizaciones internacionales con los que existe esa obligación; es el caso de las llamadas obligaciones integrales de las que (además de los de desarme) se han mencionado como ejemplo las incluidas en los tratados sobre protección de los derechos humanos o del medio ambiente, es decir, repárese, se trata de acuerdos que se adoptan para la protección de intereses colectivos4. b) Los Estados u organizaciones internacionales no lesionados pero habilitados para invocar la responsabilidad son los obligados por normas que se establecen “para la protección de un interés colectivo” y son objeto de violación por un Estado u organización internacional. Y también lo son todos los Estados cuando la violación se produce respecto de una obligación existente con relación a la comunidad internacional en su conjunto, así como (repárese la limitación respecto de la regulación sobre los Estados) aquellas organizaciones internacionales que tienen entre sus funciones la salvaguardia de los intereses de la comunidad internacional en su conjunto protegidos por la obligación violada (artículo 48.1.b del Proyecto de 2001 y 4 Como ejemplos de tratados que protegen un "interés colectivo" la CDI menciona en sus comentarios al Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) el caso del Convenio sobre Derecho del mar de 1982 (BOE de 14 febrero 1997) al regular en su artículo 194 la contaminación en alta mar; y respecto, en concreto, de los que establecen obligaciones “integrales” menciona el caso de “un tratado de desarme, un tratado sobre una zona libre de armas nucleares, o cualquier otro tratado en el que el cumplimiento por cada una de las Partes está condicionado efectivamente por el cumplimiento de los demás y lo requiere” (comentarios núm. 12 y 13 al artículo 42 del Proyecto de 2001). En cuanto a las organizaciones internacionales se refiere, la CDI se remite a los ejemplos apuntados en su Proyecto de 2001 (comentario núm. 4 al artículo 42, que ha pasado a ser el 43 en el texto defintivo). 12 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia 49.1.b del relativo a lase organización es de 2011). La “habilitación” que permitirá a un Estado u organización internacional no directamente perjudicado invocar la responsabilidad del culpable aparece, pues, en dos hipótesis: en las normas que tutelan intereses colectivos y en las que generan obligaciones para la protección de los intereses esenciales de la comunidad internacional; y obsérvese también que la invocación por Estados u organizaciones terceros de la responsabilidad no se limita únicamente a los casos de violación grave de normas imperativas sino que se extiende a los de violación (grave o no) de obligaciones colectivas y de violación sin más (ordinaria o común) de normas imperativas (artículo 48 de 2001 y 49 del texto definitivo sobre las organizaciones). A la hora de concretar las capacidades respectivas de Estados u organizaciones lesionados y no lesionados, la CDI decidió que los sujetos meramente habilitados para invocar la responsabilidad podían ejercer su interés jurídico demandando per se y en su propio nombre el cese del ilícito y, en su caso, exigiendo al responsable seguridades y garantías de no repetición, pero, por lo que a la reparación strictu sensu se refiere sólo “en interés del Estado lesionado [o la organización internacional lesionada] o de los beneficiarios de la obligación violada” podían demandar el cumplimiento de la obligación de reparar5 Piénsese en las ventajas que una disposición de este tipo representa para las víctimas en los casos en los que los perjudicados por el incumplimiento que una organización internacional o un Estado llevan a cabo de una norma imperativa no son otros sujetos del Derecho Internacional (a los que este Ordenamiento reconocerá en principio plena capacidad procesal parta defender sus derechos ante los órganos o jurisdicciones competentes) sino seres humanos corrientes y molientes, personas físicas (como en un genocidio pongo por caso) cuyo acceso a la justicia internacional para defender su caso (pues ¿acaso encontrarán comprensión en sus propios tribunales?) les obligaría a emprender una largo y doloroso via crucis. 5 Artículo 48.2 y 49.4, respectivamente, de los Proyectos sobre la responsabilidad del Estado (2001) y de las Organizaciones internacionales (2011). Por ejemplo, en el asunto del Wimbledon, el Japón que no tenía interés económico en ese viaje (atravesar el canal en cuestión...) pretendía sólo una declaración, mientras que Francia, cuyo nacional había tenido que soportar la pérdida, pidió y obtuvo una indemnización por daños (CPJI, 1923, Série A, núm. 1, p. 30); y en el caso del territorio del Sudoeste africano, Etiopía y Liberia sólo trataron de lograr declaraciones de la posición jurídica, asunto en el que como señalara la Corte, "la entidad lesionada" era el pueblo del África sudoccidental (CIJ Recueil 1962, p. 139; CIJ Recueil 1966, p. 6; CIJ Recueil 1971,p. 56). 13 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Es interesante advertir que la CDI establece una sutil diferencia entre el derecho de los terceros a pedir el cese o a reclamar garantías y seguridades y su derecho a exigir (en nombre del directamente perjudicado) la reparación strictu sensu: el primero se recogía en la letra a) del párrafo 2 del artículo 48 de su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) (artículo 49.4.a del que atiende a la de las organizaciones de 2011) mientras que el segundo en su letra b); la Comisión creyó conveniente afirmar en sus comentarios expressis verbis (únicamente, repárese, con referencia a la letra b), no a la letra a): “Este aspecto…entraña una medida de desarrollo progresivo, que está justificada ya que es un 6 medio de proteger el interés comunitario o colectivo en juego” . La CDI ignoró una propuesta austriaca, que reclamaba una actuación coordinada de los terceros (A/CN.4/515, p. 77), de modo que no resulta preciso un acuerdo previo entre ellos o una especie de reclamación conjunta para que, en los casos de habilitación de varios Estados u organizaciones, pueda invocarse la responsabilidad del culpable7. El reconocimiento que la CDI hace de que en ciertos casos Estados u organizaciones no directamente lesionados por el ilícito de otro tienen un interés jurídico que les habilita para demandar del responsable el cese y seguridades y garantías de no repetición, así como (pero sólo en interés del lesionado o de los beneficiarios de la obligación) que acate su obligación de reparar, implica, respecto de las obligaciones que emanan de normas imperativas, importantes consecuencias: a) En el caso de los Estados, supone en cierto modo la aceptación de una actio popularis, una acción pública internacional (pues se habilita a todos los Estados existentes). Claro que, podría matizarse, lo que la CDI reconoce, en definitiva, es una actio popularis embrionaria, en agraz, pues la CIJ dejó claro en el asunto de Timor 6 Comentario núm. 12 al artículo 48 de su Proyecto de 2001 (no se hace mención alguna de esta cuestión en los comenrtarios del de 2009 (primera lectura) sobre las organizaciones, lo que unido a la reserva con que la CDI se refiere en cuanto al derecho a invocar la responsabilidad de organizaciones internacionales no lesionadas, lo que la ha llevado incluso a limitar el tipo de organizaciones que podrá hacerlo, no me permite considerar que el mismo argumento sea claramente aplicable cuando quien invoca la responsabilidad sea una organización internacional). 7 Comentario 4 al artículo 48 del Proyecto de 2001 (Informe CDI… A/56/10 cit. [nota 5], pág. 350). Aunque el texto aprobado en primera lectura sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales no contienen en sus comentarios al artículo 48 (el 49 del texto definitivo) un pasaje similar, nada parece impedir el que se considere también aplicable a estas. 14 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Oriental (1995) que ni siquiera la naturaleza erga omnes de una obligación internacional bastaría para capear el principio de que su jurisdicción es voluntaria8. Dicho de otro modo, ni siquiera en el caso de obligaciones erga omnes reconocidas por la CIJ (que para la CDI tienen asimismo naturaleza imperativa) deja de aplicarse el principio según el cual ésta sólo puede conocer de los conflictos entre dos o más Estados respecto de los que todos ellos se hayan sometido a su jurisdicción de acuerdo con las normas del Derecho internacional. En el asunto sobre las actividades armadas en el territorio del Congo (nueva demanda: 2002) (RDC v. Rwanda) (competencia y admisibilidad) (2006), la Corte se ha ratificado en la idea9. ¿De qué sirve entonces declarar que todo Estado puede invocar la responsabilidad del autor de la violación grave de una norma imperativa si un tribunal sólo podrá conocer del caso si ese Estado, si ambos Estados, ha(n) aceptado su jurisdicción? Aun así, hay algo positivo en todo esto: no se tratará de una genuina actio popularis, pero sí desde luego de un avance en el desarrollo progresivo del Derecho Internacional; y es que, según lo dispuesto en el Proyecto, siempre que haya una conexión con la Corte u otro Tribunal, la invocación por Estados no lesionados de la responsabilidad de quien incumple gravemente una norma imperativa es posible, lo que acaso dejará más claro por qué hay Estados que piensan que los artículos aprobados han ido demasiado lejos (como China o el Reino Unido, A/CN.5/515, pp. 72, 76). b) Para las organizaciones internacionales la cuestión es distintas, pues no todas ellas estarán legitimadas para invocar la responsabilidad del Estado u organización internacional que haya violado gravemente una norma imperativa. Volveremos con más calma sobre este punto más adelante. 8 Así, ésta pese a reconocer que el derecho de los pueblos a su libre determinación genera obligaciones erga omnes se negó a considerar el fondo del asunto y resolver la acusación de Portugal (antigua Potencia metropolitana) contra Australia (que había concertado un tratado con Indonesia, ocupante ilegal de Timor, sobre la exploración de los recursos naturales de la plataforma continental de éste) de violar el componente económico del derecho de libre determinación de dicho pueblo; según la Corte, hacerlo hubiera implicado valorar jurídicamente el comportamiento de Indonesia, que no había aceptado su jurisdicción (CIJ Recueil 1995, p. 105, párrafo 32). Portugal estudió en un principio actuar contra Indonesia, pero no encontró base jurídica: ni por la vía del artículo 36.2 del Estatuto ni por la del 36.1 A partir de los ochenta circularon proyectos tendentes a someter el tema a la jurisdicción consultiva de la Corte, pero nada se hizo. La Corte aplicó en el asunto su doctrina de la sentencia de 15 de junio de 1954, en el asunto del oro amonedado, CIJ Recueil 1954, pp. 21 ss. 9 Sentencia de 15 de junio de 1954, CIJ Recueil 1954, 32; sentencia de 3 de febrero de 2006, párrafos 64-70 y 73 (la Corte, a la que la República Democrática del Congo pedía declarase que Rwanda había violado ciertos artículos de la Convención sobre el genocidio de 1948, basando la competencia de la misma en el caso en el artículo IX del mismo referente a la intervención de la CIJ, consideró que carecía de jurisdicción habida cuentas de la reserva que Rwanda había efectuado a dicho artículo, observando además que en todo caso la naturaleza erga omnes de las obligaciones por hipótesis violadas o la naturaleza imperativa de la prohibición, en definitiva, del genocidio no podían por sí mismas subsanar su falta de jurisdicción al no haber sido esta aceptada por demandante y demandado). 15 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Si aceptamos con todo que la existencia de un régimen específico de responsabilidad para los casos de violación grave de normas imperativas es hoy objeto de acuerdo y creemos a la CDI cuando afirma que, si no todas, algunas al menos de las consecuencias derivadas de dicho régimen están avaladas ya por la práctica y la jurisprudencia internacionales, ¿no nos empujaría el efecto útil de ambos aspectos a defender la conveniencia de que el derecho de invocación de la responsabilidad por parte de Estados terceros en estos casos formara parte cuanto antes del Derecho internacional contemporáneo?. Si recordamos lo expuesto unos párrafos más arriba, la misma CDI, con referencia concreta al derecho de los terceros a invocar la responsabilidad del Estado que viola una norma que protege un interés colectivo o de la comunidad internacional en su conjunto, parecía creer que el derecho de dichos Estados a exigir al menos el cese del comportamiento antijurídico y, cuando proceda, seguridades y garantías de no repetición forma parte ya del Derecho internacional general; item más, el juez Simma, matizando en su Opinión individual la decisión de la CIJ de no aceptar la protección diplomática por Uganda de sus nacionales maltratados en el aeropuerto de Ndjli por soldados congoleños sobre la base de que su nacionalidad ugandesa no se había probado, sostuvo (apoyándose expresamente en el artículo 48 del Proyecto de la Comisión) que, con independencia de cual fuera la nacionalidad Uganda tenía el derecho e incluso el deber de invocar las violaciones cometidas del Derecho internacional humanitario y de sus derechos humanos (párrafo 35). No parece que pueda afirmarse con la misma rotundidad lo acabado de exponer respecto del derecho de las organizaciones internacionales no lesionadas a invocar la responsabilidad de Estados u organizaciones por violación grave de normas imperativas. La cautela de la CDI en sus comentarios al respecto en el Proyecto de artículos en primera lectura (2009) nos invitan a ser prudentes en esta cuestión10. Cautela, por lo demás, que se ha proyectado igualmente en el texto mismo del Proyecto definitivo (2011), en el que, como se recordará, no bastaba para que una 10 Vid. comentarios núm. 7-10 al artículo 48 (el 49 en el texto definitivo). Por ejemplo, en el comentario núm. 7 la CDI revela que “aunque no se expresaron dudas en la Comisión con respecto al derecho de un Estado a invocar la responsabilidad en el supuesto de la violación de una obligación internacional para con la comunidad internacional en su conjunto, algunos miembros manifestaron su inquietud acerca de que se considerase que también las organizaciones internacionales, incluidas las organizaciones regionales, tenían ese derecho”; y en el núm. 9, la CDI precisa: “la práctica a este respecto no es muy reveladora (…). Las organizaciones internacionales cuando reaccionan a las violaciones cometidas (…), a menudo actúan solamente sobre la base de sus reglas respectivas. Sería difícil inferir de esta práctica la existencia de un derecho general de las organizaciones internacionales a invocar la responsabilidad”. 16 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia organización internacional no lesionada por un hecho ilícito pudiese invocar la responsabilidad de su autor que la obligación violada existiese respecto de la comunidad internacional en su conjunto (como en el caso del Estado), sino que era preciso además que la salvaguardia de los intereses de la comunidad internacional en que se fundamentaba la obligación incumplida formase parte de las funciones de dicha organización (artículo 49.3). B) El acto de invocación de responsabilidad precisa de un comportamiento concreto y decisivo por decirlo así, esto es, exige la presentación expresa de una reclamación o la interposición de una demanda ante un tribunal u otro tipo de órgano internacional; no basta que el Estado u organización internacional perjudicados por el comportamiento antijurídico de otro o el tercero habilitado en su caso critique o proteste por tal conducta sin llevar a cabo actos prácticos adicionales que reflejen ese malestar. Por lo que a sus requisitos de forma se refiere, el Derecho internacional no exige que la notificación de reclamación se redacte por escrito; el artículo 43 de los Proyectos sobre la responsabilidad del Estado (2001) y del relativo a la de las organizaciones internacionales (2011) no lo pide y en los comentarios al mismo la Comisión lo aclara11. Es usual, sí, que el sujeto que la realiza indique al autor del ilícito de qué manera consideraría preferible recibir la reparación a la que conforme al Derecho internacional tuviera derecho, aunque se trata sin duda de una indicación que no es vinculante para el culpable. Y es que, como sabemos, la CIJ parece haber defendido la tesis en el asunto Avena y otros nacionales mejicanos (2004) o en el relativo a la aplicación del Convenio sobre el genocidio (2007) de que la forma de la reparación que un hecho ilícito dado merece depende en realidad de la que según las circunstancias del caso resulte adecuada, lo que parece excluir, de una parte, el carácter prevalente de la restitución y, de otra, que sea el lesionado quien tenga derecho a elegir cual sea la modalidad que debe utilizarse (sentencia de 31 de marzo de 2004, párrafos 119-120 y, respectivamente, sentencia de 27 de febrero de 2007, párrafos 460-465). Nos preguntamos si a la postre la misma CDI no ha apoyado esta 11 Comentario 3 al artículo 43 de su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001). En el caso de las organizaciones internacionales, la CDI afirma expresamente: “en lo que respecta a la notificación de la reclamación por la que se invoca la responsabilidad internacional de una organización internacional, no hay muchos motivos para prever modalidades diferentes de las que son aplicables cuando un Estado lesionado invoca la responsabilidad de otro Estado. Además, la misma norma debería aplicarse tanto si la entidad que invoca la responsabilidad es un Estado como si es una organización internacional” (comentario núm. 1 al artículo 43, el 44 del texto definitivo de 2011). 17 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia idea porque pese a haber sostenido que “en general, el Estado lesionado tiene derecho a elegir entre las distintas formas de reparación existentes”, concluye en sus comentarios al Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) que ese derecho encuentra en la práctica importantes limitaciones lo que justifica, afirma, el que: “el artículo 43 no enuncia un derecho absoluto de elección sino que proporciona al Estado lesionado una pauta acerca del tipo de información que debería incluir en la notificación de su reclamación”; “puede ser útil al Estado responsable saber qué sería satisfactorio para el Estado lesionado, lo cual facilitaría la solución del litigio” (comentarios 7 y 6 al artículo 43). En términos similares aunque más sucintos se manifiesta la CDI en sus comentarios en el Proyecto en primera lectura sobre la responsabilidad de las organizaciones (comentario 2 al artículo 43, que es el 44 en el texto definitivo de 2011). Si la reclamación se acepta por el Estado u organización internacional contra el que se dirige y estos se avienen a lo que en ella el demandante pretende, ahí se acabó el problema. Si no es así, nace una controversia que deberá resolverse, como es sabido, pacíficamente. Desde esta perspectiva, debe señalarse que el Derecho internacional ha previsto casos en los que la demanda de responsabilidad es inadmisible: a) En el marco de la invocación de responsabilidad por un Estado de la de otro o de una organización internacional12 así ocurriría (cuando una persona física o jurídica a la que un Estado ha causado un daño en violación del Derecho internacional es objeto de protección jurídica [protección diplomática] frente al causante de éste por otro Estado) si se incumpliesen las normas internacionales referidas a la nacionalidad de las reclamaciones o al agotamiento de los recursos internos13. Aunque las exigencias referidas (tanto las procesales como las de admisibilidad) para la invocación formal de la responsabilidad afectan tanto al Estado lesionado como al meramente habilitado para efectuarla (artículos 48.3 en relación con el 44 y comentario núm. 14 al primero de ellos de la CDI en su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado de 2001), su aplicación a las reclamaciones presentadas por un Estado no lesionado sólo es 12 La CDI precisa en el Proyecto en primera lectura sobre la responsabilidad de las organizaciones (2009), que un Estado también puede ejercer la protección diplomática con respecto a una organización (“por ejemplo, cuando una organización despliega fuerzas armadas en el territorio de un Estado y el comportamiento de esas fuerzas da lugar a la violación de una obligación en virtud del derecho internacional relativa al trato de las personas”, comentario 2 al artículo 44, el 45 del texto de 2011). 13 Artículo 44 de los Proyectos sobre la responsabilidad del Estado (2001) y del relativo a la de las organizaciones internacionales (2009). 18 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia posible aceptando ciertas modulaciones: así, será difícilmente exigible la regla “de la nacionalidad” y por lo demás, habida cuenta de la naturaleza de las violaciones respecto de las que Estados no lesionados podrán invocar la responsabilidad del culpable (vga. genocidios...), difícilmente procederá el requisito del agotamiento de los recursos internos. b) Cuando, quien invoca la responsabilidad internacional, por el contrario (ya de un Estado ya de otra organización), es una organización internacional) la inadmisibilidad de la misma solo procedería respecto de las reglas que exigen el previo agotamiento de los recursos internos, pero no de la que se refiere a la nacionalidad de las reclamaciones, pues “ese requisito es manifiestamente no pertinente” respecto de las organizaciones internacionales (artículos 48.5 en relación con el 44 y comentario núm.12 al primero de ellos de la CDI en su Proyecto en primera lectura de 2009). Y es que, en efecto, en ciertos casos, la invocación de la responsabilidad se lleva a cabo por medio de figuras como la protección diplomática o la protección funcional: (i) La figura de la protección diplomática se aplica, como hemos apuntado, cuando la víctima del ilícito cometido por un Estado o una organización internacional es una persona, física o jurídica, nacional de otro y tiene una larga historia no exenta, por lo demás, de conflictos. Pero finalmente, la CDI adoptó, el 8 de agosto de 2006, un Proyecto de artículos sobre la protección diplomática, recomendando además a la Asamblea General de conformidad con el artículo 23 de su Estatuto “la elaboración de una convención”. La Asamblea, sin embargo, decidió no apresurarse: su resolución 61/35, de 4 de diciembre de 2006, se limita a tomar nota del proyecto, invitando a los Gobiernos a que formulen observaciones sobre la recomendación de la CDI; su resolución 62/67, de 6 de diciembre de 2007, da un paso más y recoge el texto del proyecto como anexo y seguir debatiendo, en el seno de un grupo de trabajo en su Sexta Comisión, la utilidad de contar con “una convención sobre la protección diplomática” (párrafo 4). La conexión formal entre el Proyecto sobre la protección diplomática (2006) y los que regulan la responsabilidad internacional del Estado (2001) o la de las organizaciones internacionales (2011) viene de la mano, como apuntábamos, del artículo 44 (Proyecto 2001) y del artículo 45 (Proyecto 2011), en lo que se precisa que en ciertos supuestos la reclamación que un Estado o una organización internacional víctimas del hecho ilícito plantean contra su autor debe 19 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia respetar ciertas reglas (sobre la nacionalidad de las reclamaciones y al agotamiento de los recursos internos)14, que pueden consultarse, con sus comentarios, en el Proyecto sobre la protección diplomática adoptado por la CDI. (ii) Por otra parte, si la protección diplomática es obra del Estado, con la llamada protección funcional una organización internacional asume como propio el perjuicio sufrido en violación del Derecho Internacional por alguno de sus agentes en el ejercicio de sus funciones. En el asunto sobre la reparación de los daños sufridos al servicio de Naciones Unidas (1949), el TIJ permitió a la ONU reclamar a Israel, que no había impedido un atentado terrorista contra una misión de la Organización lo que originó a ésta importantes desembolso (médicos y de ayuda a los familiares de las víctimas), el importe de los perjuicios que los daños causados le habían ocasionado (dictamen de 11 de abril de 1949, CIJ Recueil 1949, pp. 17s ss.). Repárese en que la protección funcional de las organizaciones no se extiende al caso de los daños que puedan sufrir sus agentes o funcionarios al margen de su actividad profesional. Protección diplomática y funcional son semejantes en parte y en parte distintas: la primera pretende obtener la reparación de un perjuicio sufrido por el nacional de un Estado, la segunda atiende más bien al buen funcionamiento de la Organización. La CDI ha prescindido de ella pero no sin recordar un pasaje del caso sobre la reparación por daños… (1949) en el que la CIJ no vio necesidad de establecer prioridades entre el derecho del Estado a ejercer la protección diplomática de sus nacionales (sean o no agentes de una organización internacional) y el de las organizaciones a hacer lo propio con sus funcionarios y agentes (“las partes interesadas…podrían hallar soluciones inspiradas por la buena voluntad y el sentido común”, CIJ Recueil 1949, pp. 174, 185186). Finalmente, la renuncia a invocar la responsabilidad a que se tiene derecho o la aquiescencia a la extinción del mismo serían también causas de inadmisibilidad, tanto en el caso de los Estados como en el de las organizaciones internacionales (artículos 45 y 48.3 del Proyecto sobre la responsabilidad del Estado y 46 y 49.3 del texto defiitivo sobre la de las organizaciones). Debe tratarse, claro es, de una renuncia o, en su caso, de una aquiescencia “válidas”. 14 En el caso de las organizaciones internacionales, solo se alude, claro es, a la regla del agotamiento de los recursos internos pero no a la de la nacionalidad de las reclamaciones (artículo 44.2 y comentarios 4 y 5 al mismo; el 45 del texto definitivo de 2011). 20 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Tanto una como otra figuras son aplicables a las organizaciones internacionales del mismo modo que a los Estados, pero sí es cierto, como la misma CDI reconoce en sus comentarios, que en el caso de las últimas puede ser difícil saber cual es el órgano competente para renunciar a una reclamación en nombre de la organización o, incluso, si esta se ha allanado o no con su comportamiento a la extinción de la reclamación. Es posible también que, en el caso de las organizaciones, la aquiescencia necesite, para ser aceptada como tal un tiempo más largo del necesario para los Estados (comentario 2 al artículo 45 del Proyecto de 2009 el 46 del texto en segunda lectura de 2011]g; recuérdese que el Proyecto sobre la responsabilidad del Estado [2001] eliminó la formulación sugerida por el Relator Crawford de entender que la aquiescencia debía haber tenido lugar durante un “plazo razonable” [comentarios 6-11 al artículo 45). C) Si el autor de un ilícito, una vez invocada formalmente su responsabilidad, se negara a admitir ésta, el Derecho internacional proporciona al Estado u organización internacional lesionados y acaso a Estados u organizaciones terceros, como veremos, instrumentos jurídicos capaces de ejercer la presión suficiente para que sus derechos sean respetados. Es el caso de las contramedidas (llamadas en el pasado represalias). Durante muchos años, las relaciones internacionales se desarrollaron en un contexto de ausencia de instituciones centrales capaces de imponer coercitivamente, llegado el caso, el cumplimiento del Derecho y sus principales sujetos, los Estados, autoprotegían sus derechos y aun sus meros intereses, empleando para ello los procedimientos que estimaban más convenientes a sus propósitos. En algunos casos, esto les llevaba a incumplir el Derecho internacional en perjuicio de otro Estado que había, a su juicio, vulnerado esos derechos o intereses sin que ello implicara recurso alguno por su parte a la fuerza armada (por ejemplo, expulsando a sus nacionales de su territorio); pero en otros, las represalias consistían en el uso contra el Estado en cuestión de medios militares, un empleo de la violencia contenido, temporal pero uso de la misma al fin y al cabo. Las represalias podían, así, dividirse en armadas y no armadas, pues el uso de la fuerza no era sino una más de las herramientas con que los Estados contaban para la defensa de lo que creían sus derechos o sus intereses nacionales, al menos hasta 1928; el asesinato en Grecia del general italiano Tellini, miembro de una comisión enviada por la SdN para delimitar con claridad las fronteras entre Grecia y Albania, que dio lugar finalmente a represalias italianas contra Grecia 21 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia con el bombardeo del puerto de Corfú (1923) y el debate que sobre éstas tuvo lugar en el marco de la Sociedad de Naciones probablemente apoyan la ida de que represalias de esa naturaleza no resultaban contrarias al Pacto (1919). Sabemos ya que tras la Primera Guerra Mundial se inicia un proceso que prohíbe con claridad, ya en 1928, la guerra, pero que no es tan cierto en la erradicación de los usos limitados de la violencia, como las represalias. Un famoso caso de la jurisprudencia arbitral de la época, el asunto Nauliaa (1928) referido precisamente a esta figura, sobre la que insistiré después, parece demostrarlo15. La Carta, que crea la Organización de Naciones Unidas, tras la Segunda Guerra Mundial (1919-1945), estableció un auténtico sistema de seguridad colectiva apoyado en dos columnas: por un lado, la prohibición del uso unilateral de la fuerza armada en las relaciones internacionales "salvo" en genuina y estricta legítima defensa y "sólo hasta" la intervención de Naciones Unidas (artículos 2.4 y 51); y por otro el establecimiento de un dispositivo de reacción institucional contra el Estado que quebrantare injustificadamente esa prohibición (capítulo VII: artículos 39-51), regido orgánicamente por el Consejo de Seguridad que ejerce la "responsabilidad primordial" en este tema y puede adoptar "decisiones" jurídicamente obligatorias (artículos 24 y 15 Al estallar la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a Alemania con casi medio mundo, Portugal se mantuvo neutral. Fuerzas armadas alemanas, provenientes de su colonia del Sudoeste africano (hoy Namibia), llegaron a Angola (colonia portuguesa) para entrevistarse en el puesto de Nauliaa con las autoridades lusas a fin de negociar la importación de alimentos así como el establecimiento de relaciones postales entre ambas colonias que permitieran la comunicación entre el Sudoeste africano y la Madre Patria. Debido a la incompetencia del intérprete alemán, el encuentro acabó en un malentendido que originó la muerte de varios integrantes del destacamento germano. Como represalia, tropas alemanas destruyeron varios puestos portugueses en Angola matando a cierto número de sus soldados. El tribunal arbitral que tiempo después (1928) acordaron establecer ambos países para resolver el conflicto precisó la situación jurídica de las represalias a la luz del Derecho entonces vigente, destacando la relación que efectuó de las condiciones jurídicas que vertebraban su ejercicio dentro de la legalidad: - Primera, se trataba de conductas que hubieran sido ilegales de no constituir la reacción al hecho ilícito previo cometido por otro Estado. Segunda, estaban limitadas, en su puesta en práctica, por consideraciones de humanidad y el principio de buena fe. Tercera, no debían ser excesivas, aunque no era preciso que fuesen estrictamente proporcionales al perjuicio sufrido previamente. Cuarta, debían ir precedidas de una solicitud de arreglo pacífico del problema. Quinta, su objetivo no podía ser otro que el de obligar al Estado culpable a reparar el hecho ilícito previamente cometido, forzarle a reintegrarse en la legalidad e impedir que reincidiese... El tribunal entendió que las represalias alemanas habían sido ilegales por tres razones (repárese en que se hace completa abstracción de su naturaleza armada): Portugal no había cometido ilícito alguno en perjuicio de Alemania, pues la muerte de sus soldados se debió a un, aunque lamentable, fortuito incidente; Alemania no había intentado antes de atacar los puestos portugueses arreglo pacífico alguno; y sus actos fueron desproporcionados al incidente de Nauliaa (sentencia de 31 de julio de 1928, asunto "Nauliaa", RIAA/RSA, II, pp. 1026-1029). 22 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia 25). El nuevo Sistema sustituye, en el ámbito para el que la Carta lo creó, con el régimen basado en la autotutela del Derecho internacional clásico. Sólo la legítima defensa como respuesta a un ataque armado justifica el empleo unilateral de la fuerza militar por los Estados y en todo caso únicamente hasta el momento en que el Consejo de Seguridad adoptase las medidas adecuadas para el mantenimiento o la preservación de la paz (artículos 2.4 y 51 de la Carta). El Derecho internacional contemporáneo sigue amparando la legalidad de las represalias (hoy llamadas contramedidas), esto es, de comportamientos contrarios al Derecho internacional llevados a cabo por uno de sus sujetos contra otro que ha vulnerado sus legítimos derechos; a cambio ha condicionado y limitado severamente en forma y fondo su aplicación: a) El Proyecto sobre la responsabilidad del Estado por hechos ilícitos adoptado por la CDI (2001) consideró que las contramedidas eran una causa de exclusión de la ilicitud (artículo 22), reconociendo que el comportamiento antijurídico de un Estado A para obligar a otro Estado B a que repare el perjuicio que le ha causado pierde su carácter ilícito por ser una contramedida admitida (artículo 49.1). La Comisión rechazó de este modo la posición de alguno de sus miembros y de ciertos Estados que, por razones diversas, proponían la eliminación o la reducción al mínimo de las represalias por ver en ella un instrumento que favorecía a los Fuertes (México). No cabe confundir esa concepción con la de aquellos Gobiernos (Estados Unidos, Reino Unido, Japón...) que deseaban reducir al mínimo la regulación de las contramedidas en el Proyecto con otros fines; éste, a juicio de dichas delegaciones, limitaba en exceso (respecto de la lex lata) la posibilidad de adoptarlas. Afortunadamente, creemos, la Comisión se resistió al argumento. Que las contramedidas constituían una figura inquietante del Derecho internacional es claro, pero que las mismas no eran sino una consecuencia directa de la estructura de la sociedad internacional contemporánea también. La doctrina, la práctica y la jurisprudencia internacionales confirman su vigencia. Y el más sano de los realismos lejos de incitar a la expulsión de las contramedidas del Ordenamiento, propicia más bien regular su uso, condicionándolo y limitándolo. b) Por lo demás la CDI ha considerado, en los comentarios a su Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales en primera lectura (2009), “que 23 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia no existe ninguna razón de peso para excluir” el que una organización internacional pueda adoptar contramedidas o que una organización responsable sea objeto de las mismas; del mismo modo que ha entendido que en cuanto al objeto y límites de éstas “no hay nada que justifique distinguir a este respecto entre las contramedidas adoptadas contra organizaciones internacionales y las dirigidas contra Estados” (comentarios 1 y 5 al artículo 50, el 51 tras su segunda lectura, en el 2011). Ya en 1996, al aprobar en primera lectura su Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado , la CDI se decantó por una concepción de las contramedidas “instrumental” y no “punitiva”; y un año después, en el asunto Gabcíkovo-Nagymaros, el TIJ remachó la idea al darla por hecho en la regulación que el Derecho vigente hacía de las mismas (sentencia de 25 de septiembre de 1997, párrafo 87). La CDI hizo suyo este planteamiento tanto en el Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) como, en el año 2011, al aprobar en segunda lectura ya el relativo a la responsabilidad de las organizaciones internacionales: “el Estado lesionado [o la organización internacional lesionada] solamente podrá adoptar contramedidas contra el Estado [o la organización internacional] que sea responsable de un hecho internacionalmente ilícito con el objeto de inducirlo[a] a cumplir las obligaciones que le incumben de acuerdo con lo dispuesto en la segunda parte” (artículo 49.1 del Proyecto sobre la responsabilidad del Estado y 51.1 del relativo a la de las organizaciones internacionales), esto es, la obligación de reparar. Descarta así la Comisión la tesis, presente en una fase anterior de sus trabajos, de que las represalias podrían jugar, respecto de ciertos ilícitos, una función punitiva desde la comisión misma de la violación (Anuario CDI 1979, II, Segunda parte, pp. 138-139, 145), idea mantenida en su día por el Relator del tema Roberto Ago y defendida aún por algunos internacionalistas. El efecto cumulativo de las posiciones mantenidas por la CDI (1996, 2001 y 2009) y el TIJ (1997) parece determinante a fin de entender que la posición que ve en las contramedidas un “modo de hacer efectiva la responsabilidad” y no una de las consecuencias que genera la comisión de un hecho ilícito, es la que refleja la opinión general sobre el estado actual del Derecho. En suma, las contramedidas son una reacción, contraria en principio al Derecho internacional, que este “justifica” con el fin de que los Estados u organizaciones internacionales lesionados por un hecho ilícito (y 24 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia en ciertos supuestos también Estados u organizaciones terceros) fuercen al culpable a pechar con las consecuencias que el Derecho internacional reserva para quienes quebrantan sus normas. Naturalmente, la conexión de las contramedidas con el cumplimiento por el autor del ilícito de las normas secundarias que generan para él las nuevas obligaciones (cese, seguridades, reparación) da lugar a dos cuestiones adicionales: si las contramedidas tienen por objeto inducir al culpable a que acate sus obligaciones según las normas establecidas, resulta obvio que cumplidas éstas deben cesar (temporalidad pues) y, más aún, todo debe volver a la normalidad lo que exige que las contramedidas sean reversibles (artículos 49.2-3 del Proyecto sobre los Estados y 51.2-3 del que regula la responsabilidad de las organizaciones) El Derecho internacional acoge esta figura, por lo demás, con el cuidado de mantener un equilibrio entre su aceptación (como reflejo de una innegable realidad e instrumento que puede coadyuvar a la aplicación efectiva de las normas primarias y aun de las secundarias, del Derecho internacional) y la conveniencia de evitar abusos en su aplicación. Impone por ello al Estado u organización lesionados (y, en su caso, a los terceros habilitados al efecto que piensen desencadenarlas) el cumplimiento de toda una serie de condiciones o requisitos de tipo “procesal” así como de ámbitos prohibidos a su acción: a) Pese a propuestas más valientes que había aceptado en el texto de su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado en primera lectura (1996) (artículos 47-50 y 58.2), la CDI se ha decantado finalmente, tanto en su regulación definitiva de la responsabilidad del Estado (2001) como en el dedicado a la de las organizaciones (2011) por una concepción más conservadora en el diseño de las contramedidas: (i) Así, y en cuanto a las exigencias previas a su adopción, debe remarcarse ante todo que éstas sólo pueden ir dirigidas contra el autor del hecho ilícito que causó un perjuicio a quien las desencadena, no contra terceros. Un Estado o una organización internacional que quieran adoptar contramedidas contra otro Estado u organización deben, en primer lugar, requerirle para que haga frente a su responsabilidad, notificarle que de no hacerlo tomará represalias, y ofrecerle negociaciones (artículo 53.1-2 del Proyecto de 2001 y 55.1-2 del aprobado en el 2011 para las organizaciones). 25 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia Si la oferta de negociación no es atendida, se abre la puerta a la adopción de contramedidas. Incluso mientras se negocia, aquéllas son posibles. El intento de algunos miembros de la CDI de que se prohibieran, durante las negociaciones, todo tipo de represalias fue rechazado sobre la base de que esta posición no se había aceptado por el tribunal arbitral en el asunto relativo al Acuerdo sobre los servicios aéreos (sentencia de 9 diciembre 1978, párrafo 91). En suma, la Comisión descartó ir más allá de lo que el Derecho internacional general establece, negándose a prohibir las represalias mientras dos sujetos (Estados u organizaciones internacionales) están negociando para resolver el asunto que dio lugar a las mismas; pudiendo adoptarse incluso cuando las partes han sometido su conflicto a un tribunal capacitado para resolverlo de manera jurídicamente obligatoria pero este aún no ha tomado decisión alguna (ni provisional o cautelar ni definitiva) (artículos 52-3-4 del Proyecto de 2001 y 55.3-4 del de 2011). (ii) El condicionamiento formal o procesal de las contramedidas en el Derecho internacional contemporáneo no se reduce a una serie de exigencias previas a su desencadenamiento sino que opera también en cuanto a la forma de ejercerlas in actu. El texto en primera lectura del Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (1996) determinaba que “no debían ser desproporcionadas” en relación tanto con la "gravedad del hecho internacionalmente ilícito” como de sus “efectos sobre el Estado lesionado”. Todos los Gobiernos apoyaron su inclusión en el Proyecto y su naturaleza de codificación del Derecho existente. La CDI ha exigido en el texto de su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001) (artículo 51) y del relativo a las organizaciones (2011) (artículo 54) tres criterios para medir la proporcionalidad: el perjuicio sufrido, la gravedad del hecho ilícito y el impacto de la contramedida sobre “los hechos de que se trate”, explicándose respecto de esta última frase que con ella se recogen los términos empleados por el Corte en el asunto Gabcíkovo (1997) y que alude tanto a los derechos del Estado (o en su caso organización internacional) lesionado como a los del Estado (u organización) autor del hecho ilícito, pudiendo abarcar además los derechos de otros Estados (u organizaciones) susceptibles de ser afectados. En el caso de las organizaciones internacionales, si el hecho ilícito lesiona directamente a la organización internacional como tal, es ésta (y no sus miembros) la que puede adoptar contramedidas; pero si resultaron lesionados tanto la organización como sus Estados y organizaciones internacionales miembros, la regla de la proporcionalidad debe aplicarse igualmente, lo que llevaría a evitar “reacciones 26 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia excesivas” (comentarios 3 y 4 al artículo 53 del gtexto adoptado en el 2009, el 54 de la segunda lectura). b) Ni por Estados ni por organizaciones internacionales, cabe la adopción de contramedidas, dicho lisa y llanamente que impliquen desconocer la prohibición del uso de la fuerza armada en las relaciones internacionales, las obligaciones establecidas para la protección de los derechos humanos fundamentales, las de carácter humanitario que prohíben las represalias, ni, en general, las que supongan desconocer cualquier obligación imperativa (artículo 50.1 y comentarios 2-10 del Proyecto de 2001 y artículo 52.1 y comentario 1 del Proyecto en primera lectura de 2009, ya artículo 53 en según da lectura). Jurisprudencia internacional contemporánea ha ratificado con rotundidad, en alguno de sus elementos, esta disposición en su aplicación entre Estados16. Tampoco puede un Estado o una organización internacional suspender, ni siquiera como contramedida: (i) De un lado, las obligaciones que tuvieren en virtud de cualquier procedimiento de arreglo de controversias con el Estado o la organización internacional autores del hecho ilícito previo. Esta disposición se refiere en particular a los procedimientos de arreglo relacionados con la controversia en cuestión y no con otros problemas que pudieran enfrentar a los Estados u organizaciones internacionales implicadas y no tuviesen conexión con el conflicto en concreto que da lugar a las contramedidas. Dichos procedimientos serían aplicables pues y pertinentes tanto respecto de la controversia inicial sobre un hecho ilícito como en relación con el tema de si las contramedidas adoptadas como respuesta a éste son o no legítimas. (ii) Y, de otro, tampoco pueden incumplirse, ni siquiera como contramedidas, las obligaciones a cargo del Estado o de la organización internacional lesionados que 16 Así, el TPIY, en el asunto Kupresic y otros (2000) señaló expresamente con referencia a uno de ellos: “las represalias que consisten en la matanza de personas inocentes elegidas al azar, sin pruebas de su culpabilidad ni juicio alguno, son sin duda una violación fragrante de los principios más básicos relativos a los derechos humanos” (sentencia 14 enero 2000, párrafo 529). En el caso de los Prisioneros de guerra (Comisión de Reclamaciones entre Etiopía y Eritrea), también se hizo lo propio incluso con mayor concreción: “La suspensión por Etiopía de los intercambios de prisioneros de guerra no puede justificarse... como contramedida..., ya que, como destaca el artículo 50 de los artículos de la Comisión de Derecho Internacional..., dichas medidas no pueden afectar a ‘las obligaciones establecidas para la protección de los derechos humanos fundamentales’ ni a ‘las obligaciones de carácter humanitario que prohíben las represalias’” (laudo de 1 julio 2003, párrafo 159). 27 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia protejan la inviolabilidad de las misiones diplomáticas o consulares del Estado y su personal o la de los agentes, locales, archivos y documentos de la organización internacional autores del ilícito. Si se pudieran adoptar contramedidas contra los agentes diplomáticos o consulares, los locales o archivos de la misión, éstos se convertirían en rehenes del Estado u organización internacional que pretende responder al hecho ilícito previo cometido por otro, resultando así perjudicada la institución misma de las relaciones diplomáticas y consulares que, por su importancia y función, debe preservarse siempre. Por lo demás, y aunque está claro que en su tenor literal esta restricción sobre el derecho a la adopción de represalias que tienen Estados y organizaciones internacionales “es claramente inaplicable a las organizaciones internacionales” el razonamiento de fondo en que la misma se basa sí, de modo que la CDI ha entendido igualmente que un Estado o una organización no pueden, como contramedida, dejar de cumplir las obligaciones sobre la inviolabilidad de los agentes de una organización internacional, sus locales, archivos y documentos que respecto de ella tengan (artículos 50.2.a-b del Proyecto de 2001 sobre los Estados y 53.2.a-b del que regula la responsabilidad de las organizaciones de 2011). La naturaleza particular, en cuanto sujetos del Derecho Internacional, de las organizaciones internacionales, supone, de una parte, que estas van a beneficiarse de ciertas limitaciones que a los Estados y organizaciones lesionados por el hecho ilícito de una organización internacional se les imponen en cuanto a su derecho a adoptar contramedidas contra ella; pero también, y de otra, que el derecho de una organización internacional lesionada por el hecho ilícito de un Estado u otra organización a la adopción contra estos de contramedidas se verá limitado respecto del que los Estados tienen. Volveré sobre ello más adelante. En suma, a la luz de la doctrina sentada por la CDI en sus Proyectos sobre la responsabilidad de los Estados (2001) y de las organizaciones internacionales (2011), así como por la CIJ en el asunto Gabcíkovo-Nagymaros (sentencia de 25 septiembre 1997, párrafos 83-87), las contramedidas se caracterizan en el Derecho Internacional contemporáneo por las siguientes notas: - Se trata de comportamientos contrarios prima facie al Derecho internacional que se adoptan como respuesta a un hecho ilícito previo. - Su única finalidad es la de incitar al autor del mismo a que cumpla las obligaciones que el Derecho Internacional de la Responsabilidad le impone, 28 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia por lo que deben ir precedidas de un requerimiento al efecto al Estado responsable; las contramedidas, pues, deben ser reversibles, para que una vez el Estado responsable haya hecho frente a su deber pueda ser restablecida la situación anterior a la violación. - Salvo las estrictamente provisionales y urgentes para la preservación de sus derechos, no pueden adoptarse contramedidas sin el requerimiento y la oferta de negociación apuntadas, no siendo por lo demás posibles (y de haberse desencadenado ya deben suspenderse) desde que el asunto se encuentre en manos de un tribunal capacitado para adoptar decisiones vinculantes y este ha decidido ya medidas cautelares o provisionales asimismo obligatorias. - Las contramedidas deben ser proporcionales al perjuicio sufrido. - No pueden en ningún caso lanzarse contramedidas que impliquen el incumplimiento de las que la CDI denominó “obligaciones sacrosantas” que se recogen en el Proyecto sobre la responsabilidad de los Estados (2001) y en el que regula la de las organizaciones internacionales (2011) (comentario 1 al artículo 50 del Proyecto sobre de 2001; y artículo 53 del Proyecto de 2011 sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales). En el Derecho internacional clásico, las represalias sólo podían adoptarse por un Estado lesionado, esto es, el afectado directamente por el hecho ilícito de otro, pero el Derecho internacional contemporáneo cuenta, como sabemos, y además de las obligaciones “bilaterales” con aquellas que sus sujetos contraen para con un “grupo de Estados” o para con la “comunidad internacional en su conjunto” (artículo 33.1 de los Proyectos de 2001 sobre el Estado y de 2011 sobre las organizaciones internacionales). Siendo esto así, la violación de estas obligaciones no genera las mismas consecuencias que las derivadas de las que ligan a dos sujetos únicamente del Derecho internacional. La clave es el artículo 48 del Proyectos de la CDI sobre la responsabilidad del Estado (2001) (corresponde al artículo 49 del aprobado en segunda lectura sobre la de las organizaciones internacionales): en ambos, se faculta a Estados u organizaciones internacionales no lesionados a invocar la responsabilidad del autor de un ilícito si la obligación incumplida es “colectiva” o existente “con relación a la comunidad internacional en su conjunto”. Será conveniente tratar por separado ambos Proyectos. 29 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia a) Dado que la CDI aceptó, en su Proyecto de artículos de 2001, que Estados no afectados directamente por un ilícito ven (como los que lo son) conculcados también sus derechos por la violación de ciertas obligaciones internacionales y puesto que, como sabemos, los Estados directamente lesionados pueden, si el responsable no quiere hacer frente a sus obligaciones, aplicarle contramedidas (artículos 49 a 53), surgió inevitablemente la duda de si el Derecho internacional permitiría a los Estados no directamente afectados por el ilícito cometido por otro, que es renuente a purgar éste jurídicamente, la adopción de contramedidas; el supuesto límite, claro, era el de la violación de una norma imperativa puesto que éstas podrían ser, en caso tal, universales. La CDI contestó afirmativamente dicha interrogante en el texto del Proyecto de artículos que aprobó provisionalmente en agosto del 2000 (A/CN.4/L.600, 21 de agosto de 2000, artículo 54). La hostilidad, sin embargo, de algunos de sus miembros a esta disposición fue tan notoria como la de varios Gobiernos en la Sexta Comisión de la Asamblea General de Naciones Unidas, forzando a la Comisión a renunciar a la decisión tomada. La CDI, finalmente, vino a decir: si según el Derecho internacional del momento, los Estados no directamente lesionados por un ilícito pueden adoptar contramedidas en interés de los beneficiarios de la obligación pues que lo hagan, pero si no es así no podrán hacerlo… Esto es, a la postre, lo que transmite el artículo 54 del Proyecto definitivo de artículos (2001): “Este Capítulo no prejuzga el derecho de cualquier Estado [u organización internacional], facultado por el párrafo 1 del artículo 48 para invocar la responsabilidad de otro Estado, a tomar medidas lícitas contra este Estado para asegurar la cesación de la violación, y la reparación en interés del Estado lesionado o de los beneficiarios de la obligación violada". En suma, la CDI sustituyó su intento por ofrecer de lege ferenda una regulación que buscara un equilibrio entre la conveniencia de no desarrollar demasiado progresivamente el Derecho de la Responsabilidad y la necesidad de asumir que las consecuencias de la violación de obligaciones multilaterales, en especial las debidas a la comunidad internacional en su conjunto, no pueden ser las mismas que las que se derivan de la de una obligación bilateral, sustituyó, digo, ese intento por una cláusula de salvaguardia (idea propuesta por el Reino Unido), con la que la Comisión se lava las manos respecto de esta particular cuestión. La decisión, en una oportunidad crítica como ésta y después de tantos años de trabajo, de posponer el paso adelante que 30 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia hubiera iluminado el tema de las contramedidas de terceros en caso de violación grave del Derecho internacional, ya respecto de un Estado ya en relación con víctimas no estatales (como los seres humanos y sus derechos), no nos parece acertada. ¿No era acaso posible decir en un texto de esta naturaleza lo que hace casi veinte años reconoció el Instituto de Derecho Internacional?, esto es, que en el supuesto de violaciones gravísimas por un Estado de los derechos humanos, otros pueden adoptar contramedidas no armadas (resolución de Santiago de Compostela de 13 de septiembre de 1989 sobre la protección de los derechos humanos y el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados, artículo 2, párrafos 2º y 3º, Annuaire de l'IDI. Résolutions 1957-1991, París, Pédone, 1992, pp. 207-212); ¿no era posible, dicho esto, exigir una mínima coordinación? ¿Es mejor callar, y que una situación incierta regule los hechos? Tal vez es cierto, sí, que la práctica existente no resultaba totalmente definitiva. El examen que el Relator, profesor James Crawford, llevó a cabo sobre la adopción de "medidas" que Estados no directamente lesionados hubiesen podido desencadenar contra otro al que se considera culpable de violar obligaciones establecidas para con la comunidad internacional en su conjunto, la condujo a una valoración cautelosa básicamente por tres razones: primera, la práctica estaba dominada, parece creer, por un grupo de Estados (el occidental); segunda, era selectiva pues en casos similares a los que provocaron la "intervención" nada se hizo; y, en tercer lugar, no siempre era posible entender o justificar las reacciones de los Estados terceros como "contramedidas", sino más bien como actos de mera "retorsión" o, incluso, cobijándose bajo la figura del "cambio de circunstancias" como causa de denuncia, terminación o suspensión de los tratados. Para la CDI misma, esta práctica es "incierta", "escasa y concerniente a un número limitado de Estados" (comentarios 3 y 4 al artículo 54 de su Proyecto de 2001); de ahí que la Comisión concluya entendiendo que: "en la actualidad no parece reconocerse claramente el derecho de los Estados mencionados en el artículo 48 a adoptar contramedidas en interés colectivo", por lo que "en consecuencia, no es apropiado incluir en los presentes artículos..." (comentarios 3 y 6 al artículo 54). Hay quien ha apoyado esta decisión, considerando que sería peligroso codificar las que este autor llama "medidas de solidaridad" en un mundo fragmentado, pues "daría a los actores poderosos demasiado fácilmente la posibilidad de regularizar como policial su posición". Bastaría, a juicio del internacionalista que cito, con tolerar el que 31 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia un Estado recurra a medios formalmente ilegales para responder a violaciones ominosas de intereses comunitarios importantes, pero sin "juridificar" la tolerancia; de este modo, sería la reacción de la comunidad ante una práctica, que seguiría siendo formalmente ilegal, la que fuera depurando qué conviene codificar y qué no17. Nosotros creemos, por el contrario, que lo que la CDI ha hecho en este tema es huir hacia delante (…). Existe hoy una tendencia clara y, con toda probabilidad, no únicamente tan "occidental" como la CDI afirma, que defiende el derecho de Estados y organizaciones terceros (al menos de los primeros) a adoptar contramedidas en casos de violaciones flagrantes o sistemáticas de normas de importancia fundamental para la comunidad internacional en su conjunto, por lo que la conveniencia de regular de lege ferenda esta zona gris parecía razonable. Dado que en relación con las crisis humanitarias más graves no podemos ver en Naciones Unidas un socio (siempre) fiable, el cese de genocidios o limpiezas étnicas hubiera podido encontrar en una regulación de las contramedidas un arma considerable, capaz acaso de provocar la reacción institucional, preferible sin duda, de la ONU, sobre todo ahora que parece que el reconocimiento hecho en el 2005 por los Jefes de Estado y de Gobierno de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la existencia de una obligación internacional de proteger, a cargo incluso llegado el caso de la comunidad internacional en su conjunto, que habilitara a esta a adoptar las medidas necesarias, por medio del Consejo de Seguridad de dicha Organización, para impedir catástrofes humanitarias del tipo de los genocidios o las “limpiezas étnicas”, se va disolviendo como un castillo de arena en la playa mojado por las susurrantes olas (…). Más aún, si, como apuntamos en su momento, el artículo 41.1 impone a todos el deber de cooperar para poner fin, por medios lícitos, a una violación grave de obligaciones emanadas de normas imperativas del Derecho internacional general (a las que se refiere el artículo 40), ¿no tendrían, entonces, todos los Estados en disposición de hacerlo que adoptar contramedidas (no armadas) si ello resultase necesario para conseguirlo? En todo caso, parece razonable defender que si es para poner fin a una violación grave de obligaciones emanadas de normas imperativas todos ("terceros" Estados incluidos) los que estén en disposición de hacerlo al menos podrían adoptar las medidas necesarias (contramedidas en su caso) ex artículo 41.1. 17 KOSKENNIEMI, M.: "Solidarity measures: State responsability as a new international order", The British Yearbook of International Law, LXXII (2001), pp. 337-356 (pp. 355-356). 32 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia b) En el Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales (2011), la CDI ha mantenido la regulación prevista para los Estados en esta cuestión con relación a las organizaciones internacionales, estableciendo que sus disposiciones no prejuzgan el derecho de los Estados y organizaciones internacionales no lesionados, en los casos de violación de obligaciones colectivas o para con la comunidad internacional en su conjunto (artículo 48 de ambos Proyectos), para adoptar contramedidas contra el estado u organización autores de tal violación (artículo 57). La opción de no prejuzgar la cuestión, en este supuesto, se adopta sobre la base de que no hay, en rigor, práctica existente que pueda citarse; desde este punto de vista, su decisión de no comprometerse en la formulación de una regla puede entenderse mejor que la adoptada en el caso de los Estados. De hecho, la CDI precisa que ésta: “no ofrece ejemplos de contramedidas tomadas por Estados u organizaciones internacionales no lesionados contra una organización internacional responsable” (aunque sí aporta uno en el que una organización internacional no lesionada tomó represalias contra un Estado) (comentario 2 al artículo 56 del texto aprobado en primera lectura, que se ha convertido en el artículo 57 en el definitivo). Lo cual no impide el que la Comisión afirme lo siguiente: “la ausencia de práctica en materia de contramedidas no puede llevar a la conclusión de que la adopción de contramedidas por Estados u organizaciones internacionales no lesionados sería inadmisible” (ibidem). Todo esto nos deja sin embargo con la espina de la duda, generada ya por el Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001), tan clavada o más en la garganta. ¿Cómo debemos valorar o entender jurídicamente ese aserto de que “la ausencia de práctica… no puede llevar a la conclusión” de que la adopción de contramedidas por sujetos terceros “sería inadmisible”…?. Si la ausencia de práctica (se refiere claro al caso de las organizaciones pues en el de los Estados esta existe con claridad) no justifica per se la inadmisibilidad de las contramedidas de terceros, ¿no hubiera sido lógico el que la Comisión hubiera regulado la cuestión mediante una disposición en la que, advirtiéndose con todas las señales luminosas por usar, su naturaleza de desarrollo progresivo se hubiese establecido una norma clara al efecto? Y aún es 33 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia probable incluso que me quede corto en esta petición (y en la valoración que en ella subyace de que la prudencia nos aconseja ser cautelosos en esta particular cuestión (…). Pero esto merece alguna consideración más que sirva de conclusión de este capítulo. El estudio que de la práctica llevó a cabo la CDI, en el marco de su Proyecto sobre la responsabilidad del Estado (2001), acerca de las contramedidas de terceros en el caso fundamentalmente de violación grave de normas imperativas y que, al enjuiciarla de “escasa” y “embriónica” (sic) (“por embrionaria”), concluyó con una doble negativa por su parte, la de ver en ella una norma de Derecho Internacional así como la proponer al respecto y con base en aquella una norma de lege ferenda, ha sido reiniciado y profundizado posteriormente por la doctrina, que ha extendiendo, además, su análisis a supuestos y casos adicionales a los que la Comisión consideró18. Estos trabajos argumentan a nuestro juicio de modo convincente para poder afirmar que la tendencia que la CDI reconociera, por la que Estados no lesionados directamente por la violación de normas de importancia fundamental para la comunidad internacional se consideraban legitimados para adoptar contramedidas, ha proseguido con claridad particularmente después de que la Comisión incluyera en su Proyecto de artículos (2001) disposiciones especiales sobre la violación de obligaciones erga omnes. De modo que la práctica ya no puede decirse que sea “escasa” ni “embriónica” (sic) ni tampoco exclusivamente “occidental”; decisiones y recomendaciones en este sentido de la OEA, la UA (OUA antes) o la Liga de Estados Árabes lo prueba. El análisis de la práctica llevado a cabo muestra también otros dos datos de sumo interés: uno, sólo excepcionalmente, los terceros que recurren a contramedidas en tales situaciones han intentado justificar estas con consideraciones (no jurídicas) sino de tipo político y/o moral; dos, práctica esta que, como regla general y salvo excepciones aisladas, no ha generado protestas generalizadas por parte del resto del mundo. En suma, que parece posible afirmar la existencia de práctica reiterada, constante y uniforme llevada a cabo y aceptada en términos generales con el convencimiento de su obligatoriedad jurídica, en apoyo del derecho al menos de los Estado no directa 18 Vid. KATSELLI PROUKAKI, E.: The problem of enforcement in International Law. Countermeasures, the non-injured State ant the idea of international community, Routledge, Londres-Nueva York, 2010, pp. 90201 y 201-209. 34 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia mente afectados por la violación inequívoca de obligaciones derivadas de normas imperativas a lanzar contramedidas (que respeten los límites y condiciones que para las mismas determina el Derecho Internacional) contra el autor de aquellas para obligarle a cesar en su conducta, a que, en su caso, preste garantías y seguridades de no repetición y, además, a que repare al Estado u organización internacional lesionados o, en su caso, a los beneficiarios de la obligación violada por los perjuicios causados. Diferencias que se detectan entre la Regulación de la responsabilidad Internacional de los Estados (2001) y la de las Organizaciones internacionales (2009). 1. No se detectan en la regulación que de la responsabilidad de las organizaciones internacionales se hace en el Proyecto de la CDI (2011), particularidades aplicables a su caso. En cuanto a las consecuencias de los hechos ilícitos cometidos, pues, organizaciones y Estados, se encuentran obligados por las mismas normas tanto en lo que se refiere a las violaciones del derecho ordinarias o comunes cuanto a las que suponen la violación grave de normas imperativas, por un régimen común en definitiva al que ya he tenido oportunidad de referirme. Sólo hay una cuestión que conviene apuntar. Las organizaciones internacionales, como la CDI reconoce en los comentarios a su Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de las mismas (2009) “poseen una personalidad jurídica internacional distinta de la de sus miembros”, lo cual en principio supone, como la CDI acepta también, que ellas “son, en principio, los únicos sujetos para los que nacen las consecuencias jurídicas de sus hechos internacionalmente ilícitos” (comentario 1 al artículo 39, [artículo 40 al aprobarse el Proyecto en segunda lectura]). Y sin embargo sería absurdo cerrar los ojos al hecho de que las organizaciones internacionales no podrían cumplir cometido alguno sin los medios financieros que sus miembros les aportan. Habida cuenta de ello, la CDI ha querido dejar claro en la regulación que de la responsabilidad de estos sujetos hace que cuando una organización es responsable de la comisión de un hecho ilícito debe hacer frente a la obligación de reparar que la misma comporta y que, por lo común, ello supondrá para sus miembros el deber de procurarlo los medios necesarios (afirma la CDI muy gráficamente que el cumplimiento por una organización internacional dada de su obligación de reparar, “en la mayoría de 35 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia los casos eso significará pedir contribuciones de los miembros…”, comentario 3 al artículo 39). A tal efecto, la Comisión incluye en su Proyecto el artículo 40 cuyo irreprochable en principio tenor literal nos parece a la postre desvirtuado por los comentarios que del mismo se hacen. Si por una parte, el artículo 40 parece imponer a los miembros de una organización autora de un hecho ilícito la obligación de hacer posible, con la aportación financiara que sea necesaria en su caso, el que la misma pueda hacer frente a su responsabilidad19, por otra la Comisión deja claro (comentarios 2, 5 y 7 al artículo 39, el 40 tras la segunda lectura) que el artículo 40 del Proyecto de la CDI es en el mejor de los casos una mera propuesta de lege ferenda, pero que hoy por hoy si una organización internacional responsable de un hecho ilícito no tiene con qué, los sujetos lesionados no pueden aspirar a que los miembros que la componen tengan algo que ver en el asunto (…). Salvo, claro, pero es otra cuestión a la que aludiremos en su momento, que los Estados u organizaciones internacionales miembros de una organización internacional autora de un hecho internacionalmente ilícito asuman su responsabilidad o hayan inducido con su comportamiento en el sujeto lesionado la confianza de que ellos se harían cargo en su caso del pago de los daños. 2. La regulación que de las contramedidas como modos de hacer efectiva la responsabilidad de un Estado u organización internacional autores de un hecho internacionalmente ilícito ha llevado a cabo la CDI en su Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones (2011) no se aparta en su esencia de la que el Derecho Internacional tiene establecida para los Estados. Sí se detecta, con todo, algún matiz al respecto, que pasamos a analizar en el parágrafo siguiente. De algún modo, las organizaciones internacionales autoras de un hecho ilícito ven limitada la posibilidad de tener que soportar contramedidas por parte de un Estado u otra organización. Estas limitaciones al derecho a la adopción de contramedidas para sujetos lesionados por el comportamiento de una organización internacional, y que juegan en beneficio de ésta, tienen que ver directamente con su naturaleza particular, muy diferente a la del Estado, como sujetos del Ordenamiento jurídico internacional. 19 Pues dice así: “Los miembros de la organización internacional responsable adoptarán todas las medidas apropiadas que las reglas de la organización puedan requerir para que esta pueda cumplir efectivamente las obligaciones que le incumben en virtud del presente capítulo” (artículo 40.2) 36 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia A) Por una parte, la Comisión ha considerado que a la hora de adoptar contramedidas contra una organización, estas: “En lo posible, (…) se tomarán de manera que limite sus efectos en el ejercicio por la organización responsable de sus funciones” (artículo 51.4). La CDI ha pretendido evitar con esta regla, sin por ello excluir totalmente la adopción contra las organizaciones internacionales de contramedidas, que la práctica de estas pudiera obstaculizar seriamente el funcionamiento de la organización responsable y en consecuencia poner en peligro el cumplimiento por la misma de sus objetivos y funciones. La norma propuesta es genérica pero la CDI argumenta, plausiblemente, que resultaba difícil precisar más al respecto en cuanto a las funciones que pudieran ser o no objeto de contramedidas. Parece claro que según la organización de que se trate el ejercicio por su parte de ciertas funciones podrá ser más relevante para ella y para los Estados que la crearon y, acaso, para la misma comunidad internacional. Esto podrá tenerse en cuenta, debería tenerse en cuenta (la Comisión no parece ser taxativa en cuanto a este deber: “no obstante, se puede considerar que esto supone una evaluación cualitativa de las funciones que resultarían más probablemente afectadas”, comentario 7 al artículo 50 [que ha pasado a ser el 51 en la segunda lectura]), por el sujeto que adopta las contramedidas, de modo que en lo posible estas no impidiesen el que las funciones más relevantes de la organización quedasen salvaguardada (la Comisión utiliza incluso el término “interés vital”: “el ejercicio de determinadas funciones por una organización internacional puede revestir un interés vital para sus Estados miembros y, en algunos casos, para la comunidad internacional”, comentario 7 al artículo 50). B) En virtud del principio de cooperación leal que debe presidir en toda organización las relaciones entre esta y sus miembros, algún miembro de la Comisión estimaba que estos no pueden adoptar contramedidas contra una organización de la que forman parte. No estuvo de acuerdo, a nuestro juicio con razón, la mayoría de los miembros de la CDI, pero sí entendieron estos, creemos que de nuevo acertadamente, el mensaje que las observaciones de alguna organización internacional sobre esta particular cuestión en el sentido de que el principio de lealtad que vincula a organización y miembros debería llevar a establecer ciertas restricciones al derecho de aquellos Estados u organizaciones miembros que se viesen obligados a imponer 37 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia contramedidas a la organización que crearon (UNESCO por ejemplo, comentario núm. 3 al artículo 51 [el 52 del texto definitivo de 2011]).. Así, y en el caso de las que las reglas de la organización no hayan regulado la cuestión de la adopción de contramedidas entre organización y sus miembros, pues si es así a estas habrá que estar, las contramedidas que estos decidan no puedan ser incompatibles con las reglas de la organización, ni podrían adoptarse de existir “medios adecuados para inducir de otro modo a la organización responsable a cumplir las obligaciones que le incumben” (artículo 52, a y b). La expresión “medios adecuados” se refiere, precisa la Comisión en sus comentarios: “a los medios lícitos que son proporcionales y ofrecen una expectativa razonable de inducir al cumplimiento en el momento en que el miembro se dispone a tomar contramedidas” (comentario 5 al artículo 51). También por su naturaleza particular como sujeto del Derecho Internacional, las organizaciones internacionales se ven limitadas (y no solo beneficiadas en cuanto a tener que soportar contramedidas por las limitaciones que al efecto hemos visto se imponen a Estados y organizaciones lesionados por un hecho ilícito por ellas cometido) en su derecho a adoptarlas contra un Estado u organización cuando sean ellas las lesionadas. El tema se plantea respecto de las contramedidas a adoptar por una organización contra Estados u organizaciones miembros de la misma, siendo este supuesto “el caso inverso” al examinado en el parágrafo anterior. Como en éste, las reglas de la organización serán a este respecto decisivas: - Por una parte en el sentido de que prohibiesen o limitase la aplicación de represalias contra los sujetos miembros; si tal fuera el caso, no habría más que hablar. - Por otra, debe tenerse en cuenta que si las reglas de una organización han previsto la imposición por la misma en ciertas circunstancias de sanciones a sus miembros por el incumplimiento que estos hicieran de sus disposiciones o del Derecho Internacional, tales medidas no podrían considerarse ilícitas ni siquiera prima facie, por lo que no podrían desde un punto de vista técnico jurídico ser calificadas de contramedidas; la propia CDI lo ha reconocido así expresamente: 38 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia “Las sanciones que una organización puede estar facultada para adoptar contra sus miembros conforme a las reglas de la organización son medidas lícitas de por sí y no se pueden asimilar a contramedidas”(comentario 3 al artículo 21, el 22 tras la segunda lectura del Proyecto). El problema se plantea, en realidad, cuando las reglas de la organización no han contemplado ni explícita ni implícitamente el que la organización en cuestión pueda adoptar contramedidas contra alguno de sus Estados u organizaciones miembros. Aunque un miembro de la CDI entendía que una organización internacional no podía en tal caso adoptar represalia alguna contra sus miembros, la Comisión ha entendido más juiciosamente que no había razón para adoptar esa opinión, bastando, sí, que la regla que estableciese la posibilidad de hacerlo fuese lo suficientemente prudente para que el derecho de la organización a exigir del miembro responsable que hiciese frente a su responsabilidad con la presión que las contramedidas causasen no supusiese una amenaza para la estabilidad de la organización misma y del cumplimiento de sus funciones. Y así lo ha hecho, al exigir a la organización que pretende adoptar contramedidas contra uno de sus miembros, y además del cumplimiento de los requisitos de fondo y forma aplicables a esta figura, que se asegura que las misma “no sean incompatibles con las reglas de la organización” y que, además, “no existan [otros] medios adecuados para inducir de otro modo al Estado o la organización internacional responsables a cumplir sus obligaciones en materia de cesación de la violación y de reparación” (comentario 6 al artículo 21, 22 en el texto definitivo de 2011). 3. El Proyecto de la CDI sobre responsabilidad de las organizaciones internacionales (2011), en fin, se ha ocupado, asimismo, de clarificar una de las cuestiones más debatidas: ¿deben los miembros de una Organización (Estados u otras organizaciones) considerarse responsables también de los ilícitos cometidos por ella? Es el tema más difícil e interesante en el campo de la responsabilidad de las organizaciones internacionales. La participación de los Estados miembros en la toma de decisiones de la organización o la dependencia financiera y material de ésta última respecto de aquellos los primeros, entre otras causas, dificultan la labor de identificación en no pocas ocasiones del titular de la obligación de reparar. La jurisprudencia que trata la responsabilidad de los Estados miembros por su condición de miembros por el ilícito de la organización es escasa. Los dos principales 39 Introducción doctrinal pero sobre todo documental al Derecho Internacional Público C. Gutiérrez Espada y María José Cervell Hortal OCW Universidad de Murcia precedentes proceden de tribunales nacionales que deciden fundamentalmente aplicando su Derecho interno (aunque hacen sí ciertas observaciones sobre el Derecho Internacional). En todo caso, parece haber unanimidad doctrinal en que “las decisiones adoptadas en estos dos casos no condujeron a ninguna solución clara”20. La CDI participa de esta opinión21 . La doctrina no mantiene sobre esta cuestión una actitud uniforme. Hay autores que se decantan por la responsabilidad de los Estados miembros, en cuanto tales, por los hechos internacionalmente ilícitos cometidos por la organización internacional de la que forman parte. Otros la niegan rotundamente, aunque admiten excepciones. La CDI, en su Proyecto sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales (2011), ha llegado a la conclusión, como hiciera el IDI en 199622, de que en el Derecho Internacional contemporáneo los miembros de una organización internacional (Estados u otros organizaciones) no son responsables por los hechos internacionalmente ilícitos por esta cometidos, salvo que “acepten la responsabilidad de ese hecho” o hayan inducido “a la parte perjudicada a confiar en su responsabilidad” (artículo 62.1 a y b). Asimismo, la Comisión considera razonable que, en los dos casos mencionados, la responsabilidad de los miembros de la organización sea siempre supletoria o subsidiaria respecto de la misma (comentario 13 al artículo 61 aprobado en primera lectura, el 62 en 2011). 20 D’ ASPREMONT, J.: “Abuse of the Legal Personality of International Organizations and the Responsibility of Member States”, International Organizations Law Review, 2007, pp. 91-119 (p. 94). 21 Se trata de los casos de la Westland Helicopters c. La Organización Árabe para la Industrialización y del asunto sobre el Consejo Internacional del Estaño, que la CDI comenta en sus líneas esenciales. 22 Resolución sobre las consecuencias jurídicas para sus Estados miembros derivadas del incumplimientos de sus obligaciones internacionales por una Organización (Annuaire de l’IDI, 66-II, 1996, p. 445); también: Annuaire de l’ IDI, vol. 66, tomo I, Sesión de Lisboa, 1995, pp. 415-418 y 462. 40