Pobreza, mayores y Seguridad Social: una perspectiva económica

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Pobreza, mayores y Seguridad
Social: una perspectiva económica
LUIS AYALA CAÑÓN*
MERCEDES SASTRE GARCÍA**
INTRODUCCCIÓN
E
ntre los rasgos que han contribuido a
conformar la realidad social española en el período reciente uno de los
dominantes ha sido, sin duda, el mantenimiento de tasas de crecimiento económico
relativamente elevadas. Desde mediados de
los años noventa hasta el momento presente,
la economía española registró sistemáticamente tasas anuales de crecimiento superiores a las de la Unión Europea. A diferencia de
lo sucedido en etapas anteriores, la recuperación de la actividad económica ha estado apoyada en una muy notable creación de empleo.
La elasticidad de la ocupación a las variaciones de la producción ha superado la unidad
en varios años, habiéndose invertido la tendencia vigente durante varias décadas. Este
doble impulso ha dado lugar a una progresiva
reducción de las divergencias con la Unión
Europea tanto en renta per capita como en
tasas de desempleo.
cadores que a menudo se utilizan para interpretar los avances o retrocesos en las condiciones de vida de la población. Las estimaciones que cubren el período enunciado revelan
que la extensión de la desigualdad y la pobreza relativa apenas se modificó1. A diferencia
de lo sucedido en los años setenta y ochenta,
cuando a los ciclos económicos expansivos les
acompañó una reducción sistemática de
ambas situaciones, la información disponible
–muy segmentada– para la etapa iniciada en
el ecuador de la pasada década parece revelar
un truncamiento del proceso continuado de
reducción de las diferencias de renta entre los
hogares españoles. Este cambio de tendencia
no significa, en cualquier caso, que la incidencia de la pobreza relativa y la extensión
de la desigualdad hayan aumentado en el
tiempo, sino que ambas situaciones han dejado de reducirse.
La mejora de las condiciones agregadas de
la economía española no parece haber tenido,
sin embargo, un reflejo tan claro en los indi-
La aparente estabilidad de los indicadores
de pobreza y desigualdad no debe ocultar
algunos cambios relevantes en el riesgo de
inseguridad económica de los diferentes grupos de población. Los cambios en la estructura de edades y en la tipología de hogares, la
permanencia de algunos de los rasgos del
* Instituto de Estudios Fiscales. Universidad Rey
Juan Carlos.
** Instituto de Estudios Fiscales. Universidad Complutense.
1
Ver, entre otros, ÁLVAREZ et al. (2002), PASCUAL Y
SARABIA (2004), AYALA Y SASTRE (2005), BÁRCENA Y COWELL
(2006) y AYALA et al. (2006).
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ESTUDIOS
mercado de trabajo más asociados al riesgo
de vulnerabilidad social y las dificultades
para aumentar la intensidad protectora de la
intervención pública han ocasionado que, a
pesar de la mejora media, determinadas
categorías de la población han resultado
menos beneficiadas del crecimiento económico que otras. Tal es el caso, entre otros, de los
hogares monoparentales, con un incremento
continuado de su riesgo de pobreza paralelo a
un creciente peso demográfico, o de los trabajadores de bajos salarios, cada vez más
expuestos a situaciones de insuficiencia de
ingresos. A ello se unen otras nuevas realidades, difícilmente cuantificables a partir de
las encuestas disponibles, como el notabilísimo flujo de población inmigrante y su mayor
riesgo de pobreza respecto a la población
española.
La emergencia de nuevos grupos de riesgo
ha sido compatible con la permanencia de
algunos rasgos tradicionales en la estructura
de la desigualdad y en el patrón de la pobreza
en España. La probabilidad de disponer de
un nivel insuficiente de ingresos sigue siendo
considerablemente mayor en los hogares con
mayor número de miembros, si bien existe un
riesgo creciente entre los hogares unipersonales, categoría que comprende realidades
muy heterogéneas. Persiste también una elevada concentración territorial de la pobreza,
con tasas muy superiores a la media en las
Comunidades Autónomas del Suroeste.
Uno de los grupos de población sobre el que
tenemos un conocimiento menos detallado
sobre lo sucedido en el período reciente es el
de las personas mayores. Mientras que existe
una notable evidencia empírica sobre los
cambios en la situación económica de este
colectivo en etapas anteriores, el cuadro para
los últimos años es menos preciso. Los estudios que analizaron la evolución del patrón
socioeconómico de la pobreza en España
durante los años setenta y ochenta coincidieron en señalar la mejora progresiva de la
situación económica de las personas mayores
durante dicho período. La extensión tanto del
208
sistema de pensiones de la Seguridad Social
como de la protección no contributiva sirvió
para alterar la equivalencia tradicional entre
pertenecer al estrato de mayor edad y tener
un mayor riesgo de pobreza. Las estimaciones realizadas con las primeras olas del Panel
de Hogares de la Unión Europea (PHOGUE)
a mediados de los años noventa revelaron, de
hecho, que por primera vez en varias décadas
las tasas de pobreza de las personas mayores
pasaban a situarse por debajo de las del resto
de la población.
Los datos más recientes parecen dibujar
un panorama menos favorable para las personas mayores. Tanto en las últimas olas del
PHOGUE como en la más reciente Encuesta
de Condiciones de Vida (ECV), el riesgo de las
personas mayores es superior a la media. La
Encuesta Continua de Presupuestos Familiares (ECPF), que permite un seguimiento más
actualizado de los cambios en la distribución
del riesgo de pobreza por grupos de población,
también revela que es en las personas mayores donde más ha crecido la incidencia relativa de la pobreza.
El empeoramiento de la posición relativa
de las personas mayores en el citado contexto
de intenso crecimiento económico suscita
varios interrogantes. El hecho de que las personas mayores vuelvan a convertirse en grupo de riesgo en un período de mejora generalizada de los niveles de renta obliga a reflexionar tanto sobre las posibles dificultades
para una correcta medición de la pobreza y
las condiciones de vida de las personas mayores como sobre la limitada adecuación de la
protección económica destinada a este colectivo.
En relación al primero de estos ámbitos, es
común la crítica a los procedimientos de
medición de la pobreza en términos relativos
y monetarios. Las medidas más frecuentes
tienden a omitir otras dimensiones del bienestar de los hogares, como su equipamiento,
las condiciones de la vivienda o el stock de
ahorro. En el caso de las personas mayores
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resulta fácil intuir que, si se consideraran
estos aspectos, los resultados podrían modificarse. El porcentaje de vivienda en propiedad
suele ser mayor en este grupo que en el promedio de la población, sin las cargas financieras asociadas a la compra de vivienda que
soportan otros colectivos.
El segundo punto de reflexión guarda relación con la capacidad de las prestaciones
sociales dirigidas a las personas mayores
para aliviar sus problemas de insuficiencia
de ingresos. La evidencia empírica para el
conjunto de países industrializados muestra
que, entre todos los instrumentos de actuación del sector público, las pensiones son el
principal instrumento redistributivo (Ross y
Smeeding, 2001). Sus efectos en la reducción
de la pobreza y la desigualdad son notablemente mayores que los de otras prestaciones
específicamente dirigidas a la población con
menores recursos. Esa misma evidencia se
repite en el caso de España, donde los estudios disponibles confirman la mayor capacidad redistributiva de las pensiones sobre el
resto de prestaciones, considerando conjuntamente la doble vertiente contributiva y no
contributiva (Ayala et al., 2003). Dado el crecimiento en el tiempo del número de pensiones y que sus cuantías se han revalorizado
por encima de la inflación, la pérdida de posición relativa de las personas mayores en la
escala de rentas debería obedecer o a una
reducción progresiva de la intensidad protectora del sistema y/o a una creciente dificultad
para que dichas prestaciones para que dichas
prestaciones sigan el ritmo de crecimiento de
la renta media de la población.
Este trabajo trata de ofrecer una visión
general de los cambios de la pobreza en las
personas mayores a partir de las diferentes
fuentes de información disponibles. Concretamente, se pretende caracterizar la pobreza
en las personas mayores, así como evaluar
hasta qué punto el sistema de prestaciones
sociales está resultando eficaz en la reducción de sus diferentes formas de pobreza.
Para ello se revisan, en primer lugar, las
principales tendencias de la pobreza de las
personas mayores y se comparan sus tasas
con las de otros grupos de población. En un
segundo apartado, se examinan las principales características socioeconómicas de la
pobreza en este grupo de edad. En tercer
lugar, se analizan algunos de los elementos,
como el ahorro o la vivienda, que pueden complementar las mediciones de la pobreza realizadas con criterios estrictamente monetarios.
En cuarto lugar, se examina la capacidad del
sistema de prestaciones sociales para reducir
la pobreza en las personas mayores. El trabajo se cierra con una breve relación de conclusiones.
LA POBREZA EN LAS PERSONAS
MAYORES: UNA VISIÓN GENERAL
Cualquier intento de examinar las tendencias seguidas por las cifras de pobreza en el
colectivo mayor de 65 años remite al análisis
previo de la evolución del problema para el
conjunto de la población. En etapas anteriores, la tendencia mostrada por las tasas
específicas de este colectivo fue, en términos
generales, similar a la seguida por la incidencia de la pobreza en la sociedad española. Así,
en la década de los ochenta, la tasa de pobreza experimentó una notable caída, reduciéndose además las distancias con el promedio
europeo. Durante ese mismo período, el riesgo de pobreza de las personas mayores disminuyó sustancialmente, superando incluso la
reducción experimentada por el conjunto de
la sociedad española2.
Son varias las razones habitualmente
esgrimidas para explicar esa mejora de la
situación económica de las personas mayores,
relacionadas mayoritariamente con factores
institucionales y, más concretamente, con el
2
Según los datos de las Encuestas de Presupuestos
Familiares, la tasa de pobreza de los hogares con un sustentador principal con 65 ó más años se redujo en los
años ochenta cerca de diez puntos porcentuales.
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ESTUDIOS
fuerte impulso cobrado por el sistema de pensiones de la Seguridad Social. El incremento
del gasto público dirigido a este colectivo tuvo
un doble origen en el crecimiento del número
de beneficiarios y de las cuantías medias de
las prestaciones. Si bien en el primero de esos
componentes tuvo un papel determinante el
progresivo envejecimiento de la sociedad
española, fueron también relevantes los cambios legislativos, como la inclusión entre los
beneficiarios de personas con períodos mínimos de jubilación. Las políticas de revalorización de las pensiones también contribuyeron
a incrementar su efecto distributivo. El resultado fue una mejora progresiva de la situación económica de las personas mayores y
una reducción del diferencial respecto a la
media de la población3. A comienzos de los
años noventa entró en vigor la nueva Ley de
Pensiones no Contributivas, que extendía el
ámbito de protección a personas mayores sin
derecho a percibir prestaciones contributivas.
Este proceso homologaba a España con
buena parte de las sociedades occidentales,
en las que durante varias décadas las personas mayores habían experimentado una
mejora sustancial de su posición relativa,
pasando de suponer uno de los principales
grupos de riesgo a ser mucho menos vulnerables que la media de la población4. La mejora
de la posición económica de las personas
mayores supuso incluso cambios importantes
en la producción informal de bienestar. Si
hasta entonces la segunda generación había
3
La primera ola realizada del Panel de Hogares de la
Unión Europea revelaba que después de un largo período en el que la tasa de pobreza de las personas mayores
se situaba sistemáticamente por encima de la media, por
primera vez se invertía esta relación.
4
La reducción de la pobreza de las personas mayores durante los años ochenta no fue un proceso universal en los países de la OCDE. En algunos países nórdicos,
las reformas de los sistemas de protección social dieron
lugar a cierto aumento de su vulnerabilidad, aunque
conservaron tasas de pobreza menores que en otros países.
210
sido tradicionalmente en España la principal
institución proveedora de bienestar, contribuyendo al mantenimiento de las rentas de
las personas mayores y a su cuidado, a finales
de los años ochenta comenzó a invertirse tal
proceso. Aumentó la contribución económica
de las personas mayores al sostenimiento
económico de sus descendientes y las personas mayores comenzaron a jugar un papel
mucho más relevante en la prestación de servicios de apoyo familiar.
La evidencia disponible para el período
reciente es, como se ha señalado, más limitada, pese a la relevancia social que puede
tener el aumento del riesgo de inseguridad
económica en las personas mayores, dado el
proceso de envejecimiento de la sociedad
española. La reducción de la tasa de mortalidad, el alargamiento de la esperanza de vida
y el continuado descenso de la natalidad de la
población española, han dado forma a una
acelerada transición demográfica, cuya
manifestación más visible es el aumento
notable de la cúspide de la pirámide de población. Las cifras del Panel de Hogares de la
Unión Europea, referentes al período 19942001 reflejan un proceso de cambio en la distribución por edades, al alza en el caso de los
mayores de 64 años y a la baja en los niños.
Los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005 elaborada por el INE
muestran que el colectivo de mayores de 64
años representa cerca del 16,6% de la población, apenas un punto porcentual por debajo
de los menores de 18 años, que suponen el
17,6% de la población española. La aparición
de nuevas necesidades sociales y las dificultades para el necesario ajuste de las políticas
sociales tradicionales, abren numerosos interrogantes. El principal es si la ganancia de
peso demográfico de los mayores en el conjunto de la población ha estado acompañada o no
de cierta continuidad en la reducción del riesgo de pobreza de este colectivo.
Los primeros datos de la nueva Encuesta
de Condiciones de Vida parecen dibujar, después de los intensos cambios económicos y
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sociales registrados durante los años noventa, un cuadro muy diferente del anterior5. Las
tasas de pobreza para las personas mayores
que pueden extraerse de dicha fuente son sistemáticamente superiores a las del resto de la
población (Gráfico 1 y Cuadro 1). La pobreza
afectaría a casi un tercio de los mayores de 65
años, porcentaje que duplica la tasa de pobreza de los adultos con edades inferiores a ese
límite. Las diferencias se acrecientan ligeramente cuando centramos la atención en los
hogares sustentados por una persona mayor
de 65 años. En este caso la pobreza afecta a
algo más de un tercio de los mismos mientras
que la tasa de pobreza en los otros estratos de
edad, como el colectivo de edades intermedias
o el estrato anterior a la edad de jubilación, se
sitúa en torno al 15%. Se trataría, por tanto,
del grupo con mayor riesgo, lo que recuperaría una forma tradicional de pobreza en la
sociedad española, que había ido limitando
su incidencia progresivamente6.
La información más reciente pone de manifiesto, por tanto, que cuando se aplican los
procedimientos habituales de medición de la
pobreza, con criterios relativos, el problema es
mayor para las personas con edades superiores a los 65 años. Es posible reconstruir también las tendencias y observar si las cifras han
evolucionado al alza. Los datos del Panel de
Hogares de la Unión Europea revelan que la
incidencia de la pobreza no sólo es más visible
GRÁFICO 1. TASAS DE POBREZA SEGÚN LA EDAD DEL INDIVIDUO
CON DIVERSOS UMBRALES DE POBREZA
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
Las estimaciones de pobreza que se presentan han
sido realizadas tomando como umbrales el 60 y el 25%
de la renta mediana por adulto equivalente (escala de la
OCDE modificada). Los umbrales resultantes con la
línea del 60% son 539 euros mensuales para las personas solas y 808 para los hogares formados por dos adultos. Con el umbral del 25% las cantidades son 224 euros
mensuales para las personas solas y 337 euros para los
hogares formados por dos adultos.
5
Cabe recordar que la forma en que se presenta la
información, según las características del sustentador
principal, limita la consideración como jóvenes a aquellos que son cabezas de familia, lo que deja fuera de las
estimaciones de pobreza a la amplia proporción de
jóvenes con notables dificultades económicas para independizarse, a los que se les asigna la renta media de su
hogar.
6
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ESTUDIOS
CUADRO 1. TASAS DE POBREZA (TP) E INCIDENCIA DE LA POBREZA (IR)
POR GRUPOS DE SEXO Y EDAD DEL SUSTENTADOR PRINCIPAL
CON DIVERSOS UMBRALES
IR: Tasa pobreza grupo/Tasa de pobreza total
U60: Umbral pobreza 60% renta mediana equivalente.
U25: Umbral pobreza 25% renta mediana equivalente.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
en el caso de las personas mayores, sino que
en éstas el riesgo ha crecido más que la media
(Gráficos 2 y 3)7. El crecimiento de la pobreza
relativa ha mostrado una tendencia común en
los varones y las mujeres mayores de 65 años.
El Cuadro 1 recoge de manera sintética la
incidencia o riesgo relativo de pobreza según
el sexo y edad del sustentador principal, mos-
Los datos para la primera ola del PHOGUE que
aparecen en los gráficos 2 y 3 se han obtenido con las
muestras entregadas por el INE al término de la realización de dicha encuesta (ocho olas). Esta muestra no es la
misma que la difundida al realizarse la primera ola, en la
que, como se ha comentado, la incidencia de la pobreza de las personas mayores era inferior a la media de la
población.
7
212
trando los resultados que los hogares encabezados por mujeres siguen presentando tasas
de pobreza notablemente superiores a las de
los varones en el mismo segmento de edad. En
esta evolución influyó el alejamiento progresivo de las cuantías de las pensiones de viudedad de la renta media de la población –tendencia que se ha tratado de corregir en el
período posterior al que cubren los datos utilizados–, dada la persistente dependencia de
este colectivo de dicha fuente de renta. La
amplia brecha entre las rentas de varones y
mujeres mayores de 65 años también guarda
relación con la mayor presencia de historiales
laborales incompletos entre las mujeres y
unas bases de cotización históricamente más
bajas.
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GRÁFICO 2. TASAS DE POBREZA DE LAS PERSONAS MAYORES (VARONES)
(Umbral: 60% renta mediana disponible)
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel de Hogares de la Unión Europea.
GRÁFICO 3. TASAS DE POBREZA DE LAS PERSONAS MAYORES (MUJERES)
(Umbral: 60% renta mediana disponible)
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel de Hogares de la Unión Europea.
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ESTUDIOS
Especialmente importantes son las diferencias entre las tasas de pobreza de las personas mayores y las correspondientes al
estrato inmediatamente anterior de edad.
Las tasas de pobreza de los mayores de 65
años más que duplican las del grupo entre 50
y 64 años. Siendo varias las razones de la evolución mucho más positiva del segundo grupo, cabe destacar la mayor dependencia de
éstos del ciclo económico. La mejoría en los
niveles de empleo y en las rentas del trabajo y
la propiedad tienen un peso determinante en
la explicación del aumento de la brecha entre
los dos grupos.
Un último ingrediente para completar el
cuadro general de la pobreza de las personas
mayores en España procede del análisis comparado con otros países europeos. El carácter
homogéneo de la información ofrecida por el
Panel de Hogares de la Unión Europea permite trazar un cuadro ajustado de las diferencias en la incidencia de la pobreza en las
personas mayores en la UE-15 (Gráfico 4). Un
rasgo más positivo que los enunciados anteriormente es la posición media de España en
lo que a tasas de pobreza de los mayores se
refiere en el marco de los países considerados,
a diferencia de lo que sucede con la tasa de
pobreza para el conjunto de la población, que
se sitúa muy por encima del promedio europeo. Destaca, en general, que el mayor riesgo
de pobreza de los mayores es un hecho casi
universal, al superar las tasas específicas del
colectivo la media de la población en casi
todos los países considerados.
Existen, en cualquier caso abundantes singularidades en los países para los que se dispone de información que contribuyen a dibujar un variado mosaico de experiencias. No
existe, por ejemplo, una relación lineal entre
el nivel medio de renta del país y la tasa de
pobreza registrada, aunque, en general, los
países con menor renta media suelen presentar elevadas tasas de pobreza de los mayores.
Tampoco parece existir un vínculo muy estrecho entre las características de la protección
GRÁFICO 4. TASAS DE POBREZA EN LA UNIÓN EUROPEA
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel de Hogares de la Unión Europea, 2001.
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GRÁFICO 5. TASAS DE POBREZA EN LA UNIÓN EUROPEA POR GRUPOS DE EDAD
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel de Hogares de la Unión Europea, 2001.
social y la incidencia de la pobreza. Los países
que cuentan con sistemas de pensiones con
cuantías fijas, complementados generalmente con planes ocupaciones obligatorios, representan los extremos del rango de variación de
las tasas. Así, Holanda presenta la tasa más
baja entre todos los países considerados,
mientras que Dinamarca e Irlanda se sitúan
en el extremo opuesto. El caso de este último
país es ciertamente ilustrativo, al tratarse,
como es conocido, del lugar donde más intenso ha sido el crecimiento económico en la última década. No obstante, la tasa de sustitución de las pensiones en Irlanda es una de las
más bajas de la Unión Europea, sin que
dichas prestaciones sean complementadas
por otras fuentes de renta procedentes del
sector público.
de una mayor focalización del gasto en determinadas categorías. En países como Dinamarca, la incidencia de la pobreza es mucho
menor en los niños que en las personas mayores (Gráfico 5). Lo contrario sucede en Holanda, donde el riesgo de pobreza es decreciente
con la edad. Suecia y España se alejan de
ambas experiencias, pero con patrones de
riesgo muy diferentes. Así, mientras que en
España la pobreza afecta más a los niños y a
las personas mayores que al resto de adultos,
en Suecia existe una notable uniformidad en
el riesgo de pobreza, generalmente bajo en
todos los estratos de población.
Cada país ha escogido, en términos generales, una fórmula diferente de reparto del
riesgo de pobreza entre los distintos grupos
de población. La dificultad para aumentar los
niveles de gasto social ha reforzado procesos
El resultado constatado de una mayor
tasa de pobreza de las personas mayores
puede esconder algunas diferencias relevantes en las situaciones de inseguridad económica dentro de este segmento de población.
EL PATRÓN DE POBREZA
DE LAS PERSONAS MAYORES
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ESTUDIOS
Son varias las fuentes de heterogeneidad que
propician que el riesgo de pobreza varíe
entre las personas mayores. Una de las cuestiones más relevantes en la construcción del
patrón de pobreza en las personas mayores
es la existencia o no de diferencias significativas en las tasas de pobreza según el grado
de envejecimiento. Dentro del proceso de crecimiento continuo del porcentaje de personas
mayores de 65 años puede hablarse incluso
de «envejecimiento» dentro del colectivo, al
haberse registrado un incremento notable
del peso relativo del estrato con edad más
elevada. Los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida parecen revelar que este crecimiento ha sido paralelo al aumento de la
incidencia de la pobreza en las personas de
mayor edad (Gráfico 6). A partir del estrato
de entre 50 y 59 años, las tasas tienden sistemáticamente al alza, llegando a afectar a
más de una de cada tres personas mayores de
75 años.
Destaca, sin embargo, la asimetría entre
los perfiles de la pobreza por edades según se
considere un criterio de medición más (25%
de la renta mediana) o menos restrictivo (60%
de la renta mediana). Si la atención se fija en
conceptos más severos de pobreza, siempre
en términos monetarios, la linealidad se
invierte, pasando las personas mayores a
ocupar una posición más favorable que el resto de grupos. En este hecho influye, sin duda,
la importancia del sistema de prestaciones
sociales en el sostenimiento de las rentas de
las personas mayores. Si bien el aumento en
las cuantías de las prestaciones y la extensión de la cobertura de la protección no ha
resultado suficiente para acercar las rentas
de las personas mayores a la media de la
población, ha contribuido a reducir sustancialmente las situaciones de pobreza más
severa en las personas mayores, habiéndose
casi eliminado por completo en los tramos de
mayor edad.
Un segundo ámbito desde el que se pueden
extraer algunos de los rasgos más determinantes de la pobreza en las personas mayores
es el referido a las tipologías de hogares. La
mayoría de los mayores de 65 años conviven
con su pareja o viven solas. Se trata éste, sin
duda, de uno de los datos más relevantes de
cara a la posible articulación de políticas de
servicios y prestaciones sociales específicamente destinadas a aliviar la pobreza de las
GRÁFICO 6. TASA DE POBREZA POR GRUPOS DE EDAD Y DISTINTOS UMBRALES
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
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CUADRO 2. TASAS DE POBREZA (TP) E INCIDENCIA DE LA POBREZA (IR)
POR TIPO DE HOGAR PARA DIVERSOS UMBRALES
IR: Tasa pobreza grupo/Tasa de pobreza total
%P: Porcentaje sobre la población pobre
U60: Umbral pobreza 60% renta mediana equivalente.
U25: Umbral pobreza 25% renta mediana equivalente.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
personas mayores. La incidencia de los programas de transferencia de rentas en las personas solas está limitada por la necesidad de
acompañar, en muchos casos, las prestaciones monetarias con diferentes tipos de servicios sociales específicos.
Los datos disponibles parecen mostrar que
dentro del riesgo diferencial que sufren las
personas mayores existen diferentes categorías para las que la probabilidad de permanecer en situación de pobreza es mayor. Se
trata, sobre todo, de las personas que viven
solas, para las que las tasas alcanzan valores
superiores a los de las parejas de personas
mayores. La mayor vulnerabilidad de las personas solas mayores de 65 años es especialmente acusada en el caso de las mujeres, al
revelar los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida que una de cada dos tiene rentas
inferiores al umbral de pobreza. Se trata de
un colectivo, por tanto, para el que las posibilidades de focalización de la intervención
pública son muy claras, dada la insuficiencia
tradicional de las prestaciones sociales –fundamentalmente, pensiones de viudedad–
recibidas. En este sentido parecen apuntar
las últimas iniciativas políticas adoptadas, si
bien el margen de mejora es todavía muy
grande.
Un tercer plano relevante para el análisis
desagregado de las situaciones de pobreza
en las personas mayores es el que se refiere
a su distribución territorial. Desde la perspectiva de la intervención pública, la existencia de necesidades sociales de las personas mayores muy diferentes en las distintas
zonas del territorio podría suponer un argumento a favor de diseños de las prestaciones
sociales que incorporaran un cierto grado de
descentralización. Como es conocido, el sistema español de pensiones de la Seguridad
Social, tal como sucede en todos los países
con alto grado de descentralización, aplica
una normativa única para el conjunto del
territorio. Ha sido intenso, sin embargo, el
debate sobre las posibilidades y límites de
hipotéticas reformas que cedieran un mayor
protagonismo a las administraciones territoriales.
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ESTUDIOS
GRÁFICO 7. TASAS DE POBREZA POR TIPOS DE HOGAR
PARA DIVERSOS UMBRALES
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
Contamos con abundante información
sobre el amplio rango de variación de las
cuantías medias de las pensiones entre
Comunidades Autónomas. Esta dispersión
está aumentando, además, en los últimos
años. Detrás de este proceso subyace la acusada heterogeneidad en las pautas de especialización productiva en las diferentes zonas
del territorio nacional, que ha impuesto en el
tiempo bases de cotización y cuantías distintas a lo largo del territorio. Aunque de forma
matizada por la existencia de límites correctores mínimos y máximos, en las regiones con
mayor crecimiento de la actividad económica,
con mayor renta media y salarios más elevados, las pensiones presentan valores superiores a los de otras zonas con menor dinamismo.
La evidencia empírica disponible no parece ser suficiente, sin embargo, para validar
completamente la hipótesis de una relación
lineal entre las cuantías de las pensiones y la
renta media autonómica8. Algunas Comunidades Autónomas no presentan en los valores
de la pensión media los resultados esperables
8
218
Véase AYALA, RUIZ-HUERTA y DÍAZ-PULIDO (2003).
según su distancia respecto a la media nacional en cuanto a riqueza o renta per cápita. En
ello influye la propia complejidad del sistema
de pensiones, al estar asociadas las citadas
diferencias en la estructura productiva al
mantenimiento de regímenes especiales que
acompañan al régimen general. En las Comunidades con mayor nivel de renta (Madrid,
País Vasco, Cataluña y Navarra) tiene más
peso el régimen general, mientras que la incidencia del régimen especial agrario es mayor
en determinadas regiones (Extremadura,
Galicia, Castilla-La Mancha, Castilla y León,
Murcia y Andalucía). En otras destaca el peso
de regímenes muy específicos, como es el caso
de Asturias y el régimen especial del carbón.
Dada la existencia de niveles de protección
muy diferentes según regímenes, esta diversidad territorial hace que las cuantías de las
pensiones difieran considerablemente en
cada territorio y con ello, presumiblemente,
los niveles de pobreza.
Las tasas de pobreza para las personas
mayores en las distintas Comunidades Autónomas que se deducen de la Encuesta de Condiciones de Vida (Gráfico 8) parecen confirmar los comentarios anteriores. Aunque la
pobreza de las personas con edades superio-
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GRÁFICO 8. TASAS DE POBREZA POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS
(umbral: 60% de la renta mediana)
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
res a los 65 años es mayor, en general, en las
regiones con menor nivel de renta, existen
efectos individuales que alejan el patrón territorial de un único determinante. Se trata,
además, de un cuadro de resultados que
muestra un alto nivel de concentración. Las
cuatro regiones con mayores tasas de pobreza
(Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía y Castilla y León) acumulan casi la
mitad de las personas mayores pobres. En el
extremo opuesto se sitúan Asturias, donde la
renta media de las personas mayores se sitúa
muy por encima de la media nacional debido
a la elevada cuantía media de las pensiones
del régimen del carbón, Navarra y Cantabria.
En todas las regiones la tasa de pobreza de
los mayores de 65 años es sistemáticamente
mayor que la de las personas con edades por
debajo de ese límite. No obstante, existen
notables diferencias entre las Comunidades
Autónomas, que impiden hablar, de nuevo,
de situaciones uniformes. En Asturias, por
ejemplo, la citada singularidad del régimen
de la Seguridad Social hace que la distancia
relativa entre los dos grupos de población sea
reducida. Aunque el diferencial es mayor, en
la Comunidad Autónoma con una mayor incidencia de la pobreza en las personas mayores
(Extremadura) la tasa específica de este gru-
po se acerca más a la del resto en términos
relativos que en la mayoría de las regiones.
En otros casos se da un cuadro muy diferente,
como en Madrid, Castilla-La Mancha o
Aragón, donde existe una brecha muy notable entre las dos tasas, indicativa, en general,
de un alejamiento sustancial de las rentas de
las personas mayores de las rentas del trabajo y de la propiedad.
Un último comentario, como en el análisis
de las diferencias por grupos de edad, surge
cuando se comparan los resultados comentados con los que se obtienen al pasar a un
umbral de pobreza más severa (25% de la
renta mediana por adulto equivalente). La
ordenación de las Comunidades Autónomas
cambia drásticamente, sin un patrón dominado por las diferencias interregionales de
renta, si bien entre las regiones con mayores
tasas de pobreza de las personas mayores se
encuentran algunas de las que tienen menores niveles de renta. Destaca, como rasgo más
relevante, la inversión completa del panorama anterior. Cuando la pobreza se interpreta
como una situación especialmente grave de
insuficiencia de rentas, las personas mayores
presentan sistemáticamente una mejor posición que la del resto de la población. Este
resultado, presente en todas las Comunida-
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219
ESTUDIOS
GRÁFICO 9. TASAS DE POBREZA POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS
(umbral: 25% de la renta mediana)
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
des Autónomas, confirmaría, de nuevo, el
efecto decisivo de las prestaciones sociales en
la contención de la pobreza severa de las personas mayores.
AHORRO Y CONDICIONES DE VIDA
DE LAS PERSONAS MAYORES
Las estimaciones de pobreza de las personas mayores revisadas en los dos apartados
anteriores están sujetas a la utilización de los
ingresos como criterio de medición. La pobreza se interpretaba como la imposibilidad de
alcanzar un umbral determinado, fijado como
un porcentaje de la renta media de la población. Esta interpretación de la pobreza de las
personas mayores ha sido tradicionalmente
objeto de críticas, debido a diversos motivos.
Uno de ellos es el aumento casi automático de
la pobreza relativa de las personas mayores
en las fases expansivas del ciclo económico.
Como es bien conocido, las pensiones se
actualizan anualmente teniendo en cuenta la
previsión de inflación para el ejercicio
siguiente. En las fases de crecimiento económico, crecen los salarios y las rentas de los
220
individuos activos, dando lugar a aumentos
automáticos del umbral de pobreza. Si las
pensiones no pueden seguir el crecimiento del
resto de rentas, aunque crezcan igual o más
que los precios, puede tener lugar una
ampliación de los diferenciales de renta de
las personas mayores respecto a la media de
la población y, con ello, de su riesgo relativo
de pobreza. El resultado natural es el aumento de las tasas de pobreza de las personas
mayores, incluso en contextos en los que
aumenta la capacidad adquisitiva de las pensiones.
Otro límite en la interpretación de la
pobreza de las personas mayores radica en
que el procedimiento habitual de medición
basado en criterios monetarios obvia las posibles diferencias en el endeudamiento de los
diferentes grupos de edad. La inclusión de los
niveles de ahorro en la definición de los niveles de bienestar de los hogares resulta fundamental para comprender la diferente capacidad de cada individuo u hogar para mantener
en el futuro los niveles habituales de renta.
Lamentablemente, las encuestas a los hogares disponibles no permiten contar con un
retrato ajustado de las diferencias en los
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GRÁFICO 10. NIVELES ANUALES DE AHORRO DE LAS PERSONAS MAYORES
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares.
niveles de ahorro por grupos de edad. Tanto
el Panel de Hogares de la Unión Europea
como la Encuesta de Condiciones de Vida sólo
recogen información sobre las rentas corrientes de hogares e individuos.
La única fuente donde se incluyen datos de
ingresos y gastos de los hogares es la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares.
Dicha encuesta, como las encuestas básicas
que tradicionalmente se elaboraban decenalmente, tiene como principal objetivo la estimación de las pautas de consumo de los hogares, lo que permite tener una información
muy detallada de los gastos realizados. En el
caso de los ingresos, la información de la
Encuesta Continua de Presupuestos Familiares es mucho más limitada, sin posibilidad de
desagregación por fuentes de renta y con
algunos problemas de calidad. Al tradicional
problema de subestimación, habitual en este
tipo de encuestas, se añade en el caso de la
ECPF la forma de recogida de los datos. Los
entrevistados pueden consignar, alternativamente, su cifra de ingresos o situarlos dentro
de un intervalo, lo que obliga al INE a reali-
zar un porcentaje muy alto de imputaciones
para corregir el posible sesgo que la segunda
opción impone.
Con las suficientes cautelas y siguiendo un
procedimiento muy rudimentario de medición del ahorro –la diferencia entre los gastos
y los ingresos monetarios anuales–, es posible
una primera aproximación al posible comportamiento diferencial de la población mayor de
65 años. Los resultados muestran un panorama muy definido, del que destaca que los
niveles de ahorro de las personas mayores
son muy superiores a los del resto de la población (Gráfico 10). Este diferencial aumenta,
además, con la edad y parece agudizarse con
el paso del tiempo, con una marcada ampliación de la brecha al aumentar el ahorro de las
personas mayores y tender el resto de la
población a presentar un saldo negativo. Este
panorama lo corrobora parcialmente la Contabilidad Nacional y está relacionado con el
notable endeudamiento de la sociedad
española durante los últimos años, ligado al
abaratamiento de la financiación y a la necesidad creciente de recurrir a créditos para
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
221
ESTUDIOS
acceder a bienes duraderos y, muy especialmente, a la adquisición de viviendas. Con los
límites señalados, por tanto, la consideración
del ahorro revelaría la necesidad de modificar las medidas de bienestar de las personas
mayores si se quisiera incorporar una perspectiva intertemporal. Los mayores niveles
de ahorro podrían interpretarse como una
mayor capacidad de mantener o mejorar en el
futuro los actuales niveles de consumo.
Además de las cuestiones citadas, la
dimensión más relevante para una medición
adecuada de las situaciones de necesidad de
las personas mayores, y que se omite casi sistemáticamente en las estimaciones de pobreza monetaria, es la consideración de diferentes indicadores sobre el equipamiento y la
vivienda de los hogares. La insatisfacción
general que produce la medición de la pobreza con indicadores estrictamente monetarios
ha dado lugar al desarrollo de nuevos enfoques y procedimientos de medición que descansan en una consideración multidimensio-
nal del fenómeno de la pobreza. Una cuestión
recurrente ha sido la búsqueda de resultados
homogéneos en las estimaciones de las necesidades sociales con el doble criterio de indicadores monetarios de insuficiencia de ingresos e indicadores de privación múltiple. La
coherencia de resultados permitiría hablar
inequívocamente de hogares desaventajados
o pobres consistentes.
Se trata éste de un tema clave no sólo
para una correcta interpretación de la situación socioeconómica de las personas mayores sino también para una asignación más
eficiente de los recursos públicos. La traducción de los indicadores de pobreza o privación en indicadores operativos para el diseño
de las políticas públicas podría generar problemas de asignación imperfecta o ineficiente si existen diferencias importantes entre
ambos tipos de indicadores. En términos
generales, las incoherencias que pueden
aflorar de la consideración estricta de criterios monetarios podrían subsanarse al optar
GRÁFICO 11. RÉGIMEN DE TENENCIA DE LA VIVIENDA EN LAS PERSONAS
MAYORES POR GRUPO DE EDAD
Fuente: Censo de Población y Vivienda, 2001.
222
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LUIS AYALA CAÑÓN Y MERCEDES SASTRE GARCÍA
por un sistema de indicadores más directos
de bienestar.
Dentro de este ámbito, una de las cuestiones más controvertidas en relación a las personas mayores ha sido la interpretación de la
vivienda como un indicador de bienestar
material. La vivienda es la inversión más
importante que realiza cualquier hogar y ha
sido tradicionalmente interpretada como una
fuente generadora de servicios de bienestar,
si bien la transformación de este bien de capital en renta corriente no siempre es fácil9. En
los últimos años han aflorado nuevos instrumentos de financiación de las personas mayores utilizando como base del crédito las
viviendas en propiedad. Tal es el caso de las
fórmulas de renta vitalicia o de hipoteca
inversa.
Los datos del Censo de 2001, aunque ya
lejanos en el tiempo, muestran que las personas mayores disfrutan, mayoritariamente, de
viviendas en propiedad y que sólo en porcentajes muy reducidos –inferiores al 10% del
total– recurren al alquiler. Este recurso es
algo mayor, aunque las diferencias son muy
moderadas, cuanto más avanzada es la edad.
En ello puede influir la pervivencia de situaciones contractuales todavía afectadas por el
antiguo sistema de arrendamientos urbanos.
Los mayores niveles de ahorro de las personas mayores y el mayor disfrute de vivienda en propiedad podrían interpretarse, por
tanto, como señales de niveles de bienestar
superiores a los que pueden inferirse de la
estricta consideración de la renta. En la práctica, sin embargo, resulta difícil poder afirmar que ambos datos conducen automáticamente a una mejor situación económica.
Parece razonable el supuesto de que, por diferentes circunstancias, las personas mayores
9
La evidencia disponible parece apuntar que en la
mayoría de los países de la Unión Europea, las personas
mayores que tienen vivienda en propiedad tienen un
riesgo de pobreza considerablemente inferior a las que
viven en régimen de alquiler. Ver ZAIDI et al. (2006).
tienen dificultades apreciables para mantener las viviendas y su equipamiento en condiciones adecuadas. La insuficiencia de las pensiones, en algunos casos, y las carencias físicas y relacionales, en otros, constituyen
importantes barreras para que las personas
mayores, sobre todo las de edad más avanzada, mantengan unos niveles mínimos de adecuación de sus viviendas.
La evidencia disponible confirma las
mayores dificultades de las personas mayores para escapar del riesgo de sufrir distintas
condiciones de privación en la vivienda
(carencia de agua caliente o calefacción y presencia de problemas de goteras, humedades,
hacinamiento y podredumbre) (Cuadro 3). De
todos los grupos de edad, es el que presenta el
mayor riesgo de verse afectado por todos
estos problemas, especialmente la carencia
de agua caliente, salvo en el caso lógico del
hacinamiento, dado que se trata de hogares
de reducida dimensión (personas solas o
parejas, mayoritariamente). Tales resultados
limitan, por tanto, las posibles inferencias
lineales para las personas mayores entre
gozar de una vivienda en propiedad y disfrutar de un mejor servicio en términos de bienestar.
Contamos también con información suficiente para confirmar que este cuadro negativo se mantiene cuando además de la vivienda
se consideran otros indicadores representativos de las condiciones de vida. Es el caso, por
ejemplo, de bienes y necesidades básicas, bienes duraderos, las ya citadas instalaciones de
la vivienda, los problemas en las condiciones
generales de ésta, las dificultades en el entorno y los problemas financieros. Cuando se
construyen índices sintéticos de privación
que reúnen todas estas dimensiones es precisamente el grupo de personas mayores
–exceptuando el caso de los hogares monoparentales– aquél donde la incidencia de la privación multidimensional es más acusada
(Gráfico 12). Los problemas, de nuevo, son
más intensos cuando se trata de personas
mayores que viven solas.
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223
ESTUDIOS
CUADRO 3. PORCENTAJE DE HOGARES QUE SUFREN PRIVACIÓN
EN VIVIENDA SEGÚN LA EDAD DEL SUSTENTADOR PRINCIPAL. AÑO 2001
IR: (porcentaje de hogares afectados por la privación en la condición i / porcentaje total de hogares).
Fuente: Navarro, C. (2006): La exclusión en vivienda en España. Un análisis económico de su extensión, dinámica y efectos sobre el bienestar. Madrid: Consejo Económico y Social.
GRÁFICO 12. BAJA RENTA Y PRIVACIÓN SEGÚN EL TIPO DE HOGAR
Año 2000
Fuente: Ayala, Martínez y Sastre (2006).
La consideración, por tanto, de otras
dimensiones distintas de la renta no cambia
sustancialmente el cuadro general de una
224
posición desfavorable de las personas mayores en el conjunto de la sociedad española.
Los mayores niveles de ahorro de este colecti-
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vo y el mayor porcentaje de individuos con
vivienda en propiedad no parecen compensar
la mayor incidencia de los problemas de insuficiencia de rentas, viviendas en condiciones
deficientes y otras formas de privación múltiple. El progresivo alejamiento, además, de las
cuantías de las prestaciones sociales de los
niveles medios de renta de la población
estaría agrandando este diferencial.
PRESTACIONES SOCIALES
Y POBREZA DE LAS PERSONAS
MAYORES
La constatación de una mayor y creciente
vulnerabilidad de las personas mayores, en
los diferentes planos de análisis revisados,
obliga a reflexionar sobre la capacidad de las
políticas públicas para detener un proceso
que en etapas anteriores de la sociedad
española parecía contenerse gradualmente.
El sistema de pensiones contributivas de la
Seguridad Social ha tratado de desempeñar
progresivamente la función de sustitución de
rentas del mercado de trabajo en colectivos
que, por diferentes razones, han dejado de
percibir regularmente este tipo de ingresos.
Se trata de personas mayores (pensiones de
jubilación), inactivas como resultado de accidentes de trabajo o enfermedades comunes o
profesionales (incapacidad permanente),
determinados familiares de un trabajador o
pensionista al fallecimiento de éste que se
benefician de prestaciones de forma incondicional (viudedad y orfandad) o carencia de un
nivel mínimo de ingresos (pensiones a favor
de familiares). El grueso de estas prestaciones son las que tratan de cubrir el riesgo de
retiro de la actividad económica, si bien otras
prestaciones, como las de viudedad o incapacidad permanente dan cobertura a cerca de
un millón de beneficiarios.
Los datos disponibles sobre la evolución de
las cuantías medias de las pensiones contributivas y de las prestaciones asistenciales
destinadas a las personas mayores no pare-
cen mostrar una tendencia decreciente, con
una ganancia clara de capacidad adquisitiva
a lo largo del tiempo. Este proceso ha estado
acompañado, además, de un notable crecimiento de las cifras de la población acogida al
sistema, que ha estado determinado tanto
por el envejecimiento progresivo de la población como por la sucesión de diferentes decisiones normativas que han aumentado el
número de personas beneficiarias. No obstante, el aumento de la cobertura global ofrecida
no parece haber sido suficiente para que las
rentas de los pensionistas pudieran seguir el
ritmo de crecimiento de las rentas de la
población activa.
La cuestión clave es hasta qué punto el
aumento de esta brecha está determinando
que las prestaciones actuales sean insuficientes para reducir la pobreza de las personas
mayores. Toda la evidencia conocida para
etapas anteriores coincide en identificar las
pensiones como el instrumento de la intervención pública con mayores efectos redistributivos y mayor capacidad para reducir la
pobreza en la sociedad española. Otras prestaciones son todavía más progresivas, como
los programas de asistencia social, pero su
limitada incidencia sobre las rentas de los
hogares y su reducida cobertura poblacional
determinan que su efecto redistributivo sea
considerablemente más limitado.
Una forma sencilla de medir el efecto de
las prestaciones sociales sobre la pobreza de
las personas mayores es comparar la diferencia entre la tasa de pobreza resultante con la
renta disponible –es decir, una vez que el sistema de impuestos y transferencias ha corregido las rentas primarias de los hogares– y la
que se derivaría de una hipotética distribución de ingresos sin tener en cuenta la actuación del sector público. En ausencia de prestaciones sociales, los hogares únicamente
recibirían rentas de origen privado, procedentes del trabajo, el capital o transferencias
de otros hogares. En presencia de políticas de
transferencias de rentas, la renta final o renta disponible de un hogar es la suma de las
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225
ESTUDIOS
GRÁFICO 13. EFECTO ACUMULATIVO DE LAS PRESTACIONES SOBRE
LA POBREZA EN DISTINTOS TIPOS DE HOGAR (UMBRAL=60% DE LA RENTA
POR ADULTO EQUIVALENTE)
Nota: RMDO: rentas de mercado, PENS: pensiones, DES: prestaciones por desempleo, ENF: enfermedad, RESTO:
otras prestaciones sociales, FAM: prestaciones familiares; ASIS: prestaciones asistenciales, RD: renta disponible.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
rentas primarias o de mercado menos los
impuestos pagados por el hogar más las prestaciones monetarias recibidas. En el caso de
las fuentes utilizadas en las estimaciones de
los apartados anteriores, como el PHOGUE y
la ECV, no puede realizarse el ajuste de los
impuestos, limitándose las posibilidades a
considerar diferentes conceptos de renta
según se resten de la renta disponible los
diferentes tipos de prestaciones sociales.
La diferencia entre las tasas resultantes
ofrece una medida habitualmente utilizada
de la capacidad reductora de la pobreza de las
distintas prestaciones sociales. El problema
de este método de estimación es, lógicamente,
que la hipótesis de que los impuestos y las
prestaciones sociales no afectan a la tasa de
pobreza que se obtendría si los hogares sólo
dispusieran de rentas primarias es poco realista, dado que se alteraría el comportamiento de los individuos. En el caso de las personas mayores este problema es especialmente
relevante, dado que la fuerte dependencia de
las prestaciones sociales y, muy especialmen-
226
te, de las pensiones de jubilación, hace que en
el contrafactual propuesto casi todas las personas mayores sean, por definición, pobres.
No obstante, la comparación de la pobreza
antes y después de prestaciones, aunque no
pueda ofrecer una medida exacta del efecto
real de las políticas, sí puede servir como
indicador de las diferencias en el tratamiento
que reciben diferentes grupos de población.
La aplicación del procedimiento de estimación comentado a los datos de la última
Encuesta de Condiciones de Vida permite
apreciar que la eficacia reductora de la pobreza de las prestaciones sociales varía notablemente entre los distintos grupos de población. La eficacia de las prestaciones para
reducir la pobreza es muy elevada en el caso
de las personas mayores, que es el colectivo
donde mayor es la distancia entre la pobreza
resultante de las rentas de mercado y la que
realmente sufren los hogares cuando entra en
juego la intervención pública. Para las personas mayores, las pensiones de jubilación son
responsables de la mayor parte de esta reduc-
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LUIS AYALA CAÑÓN Y MERCEDES SASTRE GARCÍA
GRÁFICO 14. EFECTO ACUMULATIVO DE LAS PRESTACIONES SOBRE
LA POBREZA EN DISTINTOS TIPOS DE HOGAR (UMBRAL=25% DE LA RENTA
POR ADULTO EQUIVALENTE)
Nota: RMDO: rentas de mercado, PENS: pensiones, DES: prestaciones por desempleo, ENF: enfermedad, RESTO:
otras prestaciones sociales, FAM: prestaciones familiares; ASIS: prestaciones asistenciales, RD: renta disponible.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida 2005.
ción, siendo muy marginal la contribución de
otras prestaciones. El efecto de las pensiones
es, sin embargo, insuficiente para conseguir
que las tasas de pobreza se acerquen a las del
resto de la población.
El panorama cambia, de nuevo, cuando se
consideran umbrales más estrictos de pobreza. Con el umbral del 25% de la renta por
adulto equivalente, que refleja formas de
pobreza más severas, las tasas de pobreza de
las personas mayores se sitúan sistemáticamente por debajo de las de otros grupos de
población, dado que prácticamente desaparecen. El contraste de los resultados con los dos
umbrales de pobreza confirma, por tanto, la
permanencia de uno de los hechos estilizados
de la protección social en España: el diseño
del sistema de pensiones contribuye a reducir
sustancialmente la pobreza moderada y a eliminar prácticamente la pobreza severa, aunque resulta insuficiente para acercar las
tasas de los mayores a las de otros grupos de
la población. En caso de mantenerse la dis-
tancia actual entre las rentas de los pensionistas y la renta media de la población persistiría la mayor incidencia del riesgo de inseguridad económica entre las personas mayores,
si bien se trata de una pobreza de reducida
intensidad.
CONCLUSIONES
El intenso proceso de crecimiento económico registrado por la sociedad española durante la última década ha propiciado una mejora
importante de la renta media de la población,
que ha contribuido a reducir las distancias
con los países más ricos de la Unión Europea.
Esta mejora de la renta media no parece
haberse traducido, sin embargo, en grandes
ganancias en términos de bienestar cuando al
crecimiento económico se le añaden consideraciones de equidad. Las diferentes fuentes
disponibles parecen indicar que las medidas
habituales de desigualdad y pobreza, aunque
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227
ESTUDIOS
no muestran una tendencia al alza, no han
registrado grandes cambios.
La ausencia de grandes variaciones en las
tasas medias de pobreza de la población
española esconde, sin embargo, algunos
comportamientos diferenciales de determinadas categorías de la población. Las estimaciones realizadas en este trabajo revelan
que las tasas de pobreza de las personas
mayores en España superan la media de la
población y son crecientes, además, en el
tiempo. Este dibujo contrasta con el que
parecía perfilarse en décadas anteriores,
sobre todo en los años ochenta, período en el
que el riesgo de pobreza de las personas
mayores registró una importante caída hasta acercarse a los valores medios de la sociedad española.
Las estimaciones realizadas han permitido diferenciar algunas categorías dentro de
las personas mayores en las que la incidencia
de la pobreza es especialmente acusada. Persiste, entre otros rasgos, una notable diferenciación interna por sexos dentro de los mayores de 65 años, al presentar las mujeres tasas
significativamente superiores a las de los
varones. Tal realidad está ligada a la diferente intensidad protectora de las prestaciones
que reciben ambos colectivos, lo que constituye un elemento de reflexión sobre la efectividad de la intervención pública. La mejora
reciente de las pensiones de viudedad debería
suponer un avance en la reducción de esta
brecha, si bien los márgenes de mejora son
todavía muy amplios. Nuestros datos apuntan también que existe un alto grado de concentración territorial de esta forma de pobreza y que afecta, sobre todo, a las personas de
edad más avanzada dentro del colectivo de los
mayores de 65 años y a las que viven solas.
Ambos datos sugieren una cierta focalización
de determinadas prestaciones y servicios
específicos.
Son varios, sin embargo, los datos que cualifican la valoración general de una mayor
incidencia de la pobreza en las personas
228
mayores. En primer lugar, encontramos un
cuadro muy diferente según cuál sea el criterio de medición. Mientras que la pobreza
parece una realidad más extendida entre las
personas mayores que en el resto su intensidad es menor que la que afecta al conjunto de
la población. Tal dato está ligado, sin duda, a
las características de la protección económica
recibida, que, habiendo aumentado sus niveles de cobertura, consigue eliminar prácticamente la pobreza más severa entre las personas mayores a la vez que reduce sustancialmente otras formas más moderadas, aunque
sigue siendo insuficiente para rebajar la
mayor vulnerabilidad del colectivo estudiado.
En segundo lugar, nuestros datos también
revelan que los niveles de ahorro y de vivienda en propiedad son más altos en las personas mayores. Estos dos aspectos de la realidad no se traducen, sin embargo, en mejores
condiciones de vida de las personas mayores
que la media de la sociedad española. Sus
viviendas están afectadas por mayores carencias y el equipamiento del hogar resulta insuficiente en muchos casos.
Nuestros resultados, en síntesis, refuerzan la idea de que los grandes avances logrados en el tiempo por las personas mayores no
han sido suficientes para equiparar su riesgo
de pobreza al de otros grupos de la población.
En el período reciente, han sido varios los
procesos que han determinado un alejamiento progresivo de las rentas de las personas
mayores de la media de la sociedad. Si bien
existen algunas singularidades de los procedimientos de medición que matizan algunos
de los resultados descritos quedan pocas
dudas de que las personas mayores no han
sido las grandes beneficiadas del proceso
expansivo de la economía española. Puesto
que un porcentaje importante de sus posibles mejoras de bienestar depende de las
transferencias sociales y no de las rentas de
mercado es desde este ámbito donde deben
darse las condiciones para que este diferencial respecto al resto de la sociedad tienda a
reducirse.
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LUIS AYALA CAÑÓN Y MERCEDES SASTRE GARCÍA
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