Rusia: La autocracia Zarista y Revoluvión bolchevique

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TEMA 32. RUSIA: DE LA AUTOCRACIA ZARISTA A LA REVOLUCIÃ N BOLCHEVIQUE.
• La Rusia zarista
A principios del s. XX, Rusia presentaba estas caracterÃ−sticas fundamentales: un paÃ−s económicamente
atrasado, socialmente desequilibrado y polÃ−ticamente anclado en el pasado.
Nicolás II y algunos grandes propietarios acaparaban el 98 % de la tierra. Y aunque la servidumbre habÃ−a
sido abolida en 1861, el rescate que los campesinos habÃ−an de pagar para acceder a la propiedad de la tierra
resultaba inalcanzable para ellos en la mayorÃ−a de los casos. De ahÃ− que hubieran de decidir entre
quedarse en el campo y seguir soportando sus miserables condiciones de vida, o emigrar a la gran ciudad
(Moscú, Kiev, San Petersburgo), para incrementar las desempleadas e irredentas masas proletarias. La
expansión industrial, iniciada a partir de 1880, se hizo principalmente con capitales franceses e ingleses, y
respondÃ−a a unas caracterÃ−sticas muy precisas: se trataba de una industrialización muy rápida (que, al
comenzar el siglo, convirtió al paÃ−s en la quinta potencia industrial), territorialmente muy concentrada
(San Petersburgo, Moscú, Ucrania, Bakú, Urales), estructurada en grandes empresas (con más de 500
obreros) y financieramente dependiente del extranjero. Por ello no resultaba extraño que, ya antes de 1900,
se produjeran huelgas y revueltas que culminaron en los hechos revolucionarios de 1917. Mientras el
campesinado suponÃ−a el 75 % de la población activa, a las clases medias les faltaba solidez,
prácticamente no existÃ−a una burguesÃ−a, y la intelectualidad brillaba como una reducidÃ−sima
minorÃ−a que contrastaba con el generalizado páramo cultural de aquella sociedad. En lo polÃ−tico, la
Rusia zarista de principios de siglo ofrecÃ−a todas las caracterÃ−sticas del poder absoluto y autocrático que
actuaba sin contrapeso y que contaba con el apoyo de tres fuerzas decisivas: la Corona, la Iglesia ortodoxa
(que ejercÃ−a una gran influencia sobre la sociedad rusa) y una enorme burocracia para tan extenso territorio.
Para imponer su voluntad, el sistema se servÃ−a de dos instrumentos eficaces: el ejército, con la nobleza en
los puestos clave, y la policÃ−a (ojrana), fuertemente represiva.
Dos eran las alternativas diferenciadas que se presentaban para terminar con la autocracia zarista:
• la liberal-reformista.- formada por profesionales y empresarios liberales, agrupados en el Partido
Constitucional Demócrata (KD).
• la socialista.- que se divide en: el Partido Socialista Revolucionario (PSR), de matiz campesino, y el
Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), con base en las teorÃ−as de Marx y dividido en
bolcheviques (fracción dura del partido, que propugnaba el establecimiento directo de la dictadura
del proletariado y, en consecuencia, rechazaba toda colaboración con el sistema burgués. Estaba
liderado por Lenin) y mencheviques (moderados y adversarios de las tesis de Lenin, que confiaba en
el establecimiento del socialismo tras un perÃ−odo de gobierno burgués).
Todos pedÃ−an reformas sociales y polÃ−ticas de carácter liberal, en un ambiente de creciente descontento
popular. La agitación social aumentaba, combinándose la acción obrera, las revoluciones agrarias masivas
y la acción clandestina de los municipios.
Mientras tanto, la expansión rusa en el este la enfrentó contra el “enano japonés” por la posesión de
Manchuria. La guerra que empezó en 1904 terminó en el más completo desastre para las tropas zaristas a
causa de su mala organización, pésimo armamento, deficiencias del mando e insuficiencias de transporte.
A partir de entonces se multiplicaron las revueltas, que desembocaron en la manifestación pacÃ−fica ante el
Palacio de Invierno en San Petersburgo (`domingo rojo'), que pedÃ−a el cambio polÃ−tico y que fue
sangrientamente reprimida. Estalla la revolución de 1905: los obreros respondieron con la huelga general,
constituyéndose los soviets (o consejos obreros). Rápidamente se extendió la revolución al campo, las
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fábricas y el ejército, mientras se levantaban voces independentistas. Finalmente el zar claudicó en
octubre: renunció al poder absoluto, prometió gobernar constitucionalmente y garantizó las libertades
individuales y polÃ−ticas. Pero todo fue un espejismo: los liberales, creyendo el cumplimiento de las
promesas del zar, abandonaron la lucha, dejando solos a socialistas y obreros, cuyos dirigentes fueron
detenidos o huyeron. La revolución de 1905 habÃ−a fracasado por el miedo de los liberales ante los excesos
de los radicales y socialistas. Rusia continuó gobernada por el zar de un modo absoluto, aunque con una
apariencia parlamentaria, pues la Duma, que era una Junta meramente consultiva cuyos dictámenes
podÃ−an o no ser seguidos por el zar, era disuelta por éste cuando no le agradaba su composición.
En 1914, Rusia entró en guerra al lado de Francia e Inglaterra para defender, sobre todo, a su protegida
Serbia. Pese a que los ejércitos rusos habÃ−an mostrado una notable capacidad militar en el frente oriental
y a que el esfuerzo de guerra (producción de armas, munición y material de todo tipo) habÃ−a sido
extraordinario, o precisamente por eso, Rusia estaba exhausta. La movilización de 12 millones de soldados
(que dejaron de trabajar el campo) y la necesidad de abastecer a los frentes provocó el desabastecimiento de
las grandes ciudades. El precio de alimentos y bienes de consumo aumentó entre 1914 y 1916 en un 300-500
%. A finales de 1916, la industria, los transportes y la agricultura estaban al borde del colapso, por lo que el
paÃ−s se vio afectado por una muy grave crisis de subsistencias que se manifestó en una dramática escasez
de alimentos y combustible. En 1916 se produjeron ya más de 1.500 huelgas, en principio espontáneas,
pero a las que el partido bolchevique comenzó a dar orientación polÃ−tica y coordinación desde la
clandestinidad.
El descontento con el curso de la guerra abrió la crisis polÃ−tica. La oposición en la Duma era cada vez
mayor. El zar tomó directamente el mando de la guerra y dejó los asuntos de Estado en manos de la zarina
Alexandra. La crisis era ya incontenible: el zar habÃ−a cambiado hasta tres veces de Primer Ministro entre
febrero de 1916 y marzo de 1917.
A medida que la situación se deterioraba -motines de tropas, deserciones-, la oposición fue creciendo. El
descontento se canalizó hacia la zarina, por su condición de alemana, y hacia su asesor RasputÃ−n, un
campesino intuitivo y audaz, de conducta escandalosa e insolente, incorporado a la Corte en 1905 por su
habilidad para tratar la hemofilia del heredero de la Corona y que ejercÃ−a una enorme influencia en la
zarina. El rumor popular comenzó a acusarles de “traición y complicidad” con Alemania: la opinión iba
volviéndose contra la MonarquÃ−a.
• La Revolución rusa
Entre noviembre de 1916 y marzo de 1917, la crisis se agravó. El asesinato de RasputÃ−n en diciembre de
1916, vÃ−ctima de una conspiración nobiliaria para eliminar a quien se pensaba era causa principal del
desprestigio de la monarquÃ−a, no sirvió para nada. Escasez, carestÃ−a y crisis polÃ−tica se recrudecieron.
• La revolución de marzo de 1917 (â
liberal)
En marzo, San Petersburgo estaba paralizado por las huelgas. El dÃ−a 8 se celebró una manifestación con
motivo del DÃ−a Internacional de la Mujer, que se convirtió en una protesta contra la escasez de alimentos,
a la que se unieron tropas amotinadas. Durante 4 dÃ−as la ciudad vivió una especie de revuelta general
(concentraciones en plazas y calles céntricas, choques callejeros, saqueos...). El gobierno no consiguió
restablecer el orden y ante la negativa del zar a nombrar nuevo gobierno, los liberales que dominaban el
Parlamento eligieron un comité ejecutivo de la Duma para que se hiciera cargo del poder. Pero junto a este
poder parlamentario surgió otro revolucionario, el soviet de Petrogrado (nombre ruso con el que se
rebautizó a la capital desde el comienzo de la guerra), por iniciativa de los mencheviques. Bajo la presión
del soviet de Petrogrado, el comité de la Duma nombró un gobierno provisional formado por los partidos
liberales, pero con Kerenski (vicepresidente del soviet de Petrogrado) como ministro. Se habÃ−a producido
un verdadero colapso de toda autoridad: Nicolás II optó por abdicar en su hermano, el gran duque Miguel,
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que declinó la corona. AsÃ− Rusia se convertÃ−a en una república.
El nuevo gobierno concedió amnistÃ−a general, proclamó las libertades de expresión, reunión,
asociación y huelga, y prometió convocar elecciones a una Asamblea constituyente. Esas libertades
permitieron el regreso a Rusia de los lÃ−deres bolcheviques (â los alemanes facilitaron el regreso a Rusia,
en un tren blindado que partió de Suiza, de Lenin). Kámenev y Stalin, redactores del periódico
bolchevique “Pravda” (= La Verdad), siguieron la lÃ−nea general mantenida por el soviet de Petrogrado y
reclamaron apoyo para el nuevo régimen siempre y cuando su polÃ−tica no entrara en conflicto con los
fines de la revolución. A la formación del soviet de Petrogrado siguió la de otros muchos en distintas
ciudades rusas, con lo que en Rusia quedó establecido lo que se ha definido como “doble poder”: el
Gobierno provisional y los Soviets.
En abril de 1917, Lenin consiguió llegar a Petrogrado y expuso las llamadas “Tesis de abril”, en las que
declaró que los bolcheviques no apoyarÃ−an al Gobierno provisional y exponiendo la idea de que la única
forma de que triunfara la revolución socialista era que Rusia abandonara la lucha en Europa y los
bolcheviques se mantuvieran independientes, evitando alianzas con otros partidos, especialmente con la
mayorÃ−a menchevique del Soviet de Petrogrado. Durante los meses siguientes, la propaganda de los
bolcheviques, fortalecidos tras el regreso del exilio de Trotski, promovió constantemente esta idea, por lo
que fueron el soviet de Petrogrado y el Gobierno provisional los que quedaron aislados a mediados del verano,
frente a las fuerzas que reclamaban el fin de la lucha en Europa.
Mientras el Gobierno provisional intentaba seguir fiel a su polÃ−tica de continuar la guerra y mantener sus
pactos con las potencias aliadas -actitud que le supuso el desprecio del pueblo, que le consideraba el heredero
del zar-, los bolcheviques continuaban su campaña derrotista.
En el frente, el ejército ruso carecÃ−a ya de disciplina interna y de moral de combate, por lo que el
Gobierno provisional, tras la dimisión de los ministros de Guerra y de Asuntos Exteriores, nombra al
socialista Kerenski presidente. Se dio entonces una definitiva inclinación hacia la república de izquierda,
que intentó controlar y a la vez contentar a las masas. Sin embargo, Lenin continuó reclamando todo el
poder para los soviets, a la vez que atacaba a los socialistas que habÃ−an sido seducidos por el poder.
Kerenski estaba convencido de que la supervivencia de la democracia en Rusia dependÃ−a del Ejército y
de que éste recobrara la moral y la disciplina: recorrió los frentes galvanizando a los soldados con sus
discursos y diseñó para la segunda mitad de junio una gran contraofensiva en el frente austrÃ−aco.
Continuar la guerra tuvo muy graves consecuencias polÃ−ticas. Como respuesta, los bolcheviques
desencadenaron, bajo unos eslóganes simples y de gran eficacia (“paz, tierra, pan y libertad”), las llamadas
“jornadas de julio”, un verdadero ensayo de asalto insurreccional al poder: unos 30.000 hombres
protagonizaron manifestaciones, concentraciones y disturbios violentos en el centro de Petrogrado, de cara a
la toma del poder por el Soviet. Consecuencia de ello fue la detención de los dirigentes bolcheviques
(Trotski fue detenido mientras que Lenin huyó a Finlandia).
Kerenski nombró comandante en jefe del Ejército al general Kornilov, un militar de gran valor y prestigio,
que no habÃ−a ocultado que deseaba el restablecimiento de la disciplina militar y la militarización de la
industria y de la producción de cara al esfuerzo bélico, y que creÃ−a preciso poner fin a la dualidad de
poder gobierno-soviet.
En otoño, la decadencia económica era ya catastrófica: escasez de vÃ−veres, devaluación de la moneda,
alza de los precios, parálisis de los transportes y cierre de fábricas se combinaban para aumentar aún
más la miseria, multiplicar las huelgas y los conflictos y fomentar una impresión de inseguridad e
inestabilidad cuyos efectos eran desastrosos para el Gobierno provisional. En el Ejército, entonces ya
prácticamente descompuesto, se habÃ−a multiplicado el número de deserciones. Como culminación de
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esta situación, desastrosa para el Gobierno provisional, el general Kornilov, con el fin de frenar el
movimiento revolucionario en Petrogrado, marchó al frente de una división de cosacos sobre la capital.
Ante la idea de que el general preparaba un golpe de estado al servicio de una contrarrevolución zarista,
Kerenski tuvo que apoyarse en las fuerzas de izquierdas para contenerlo y destituirlo.
El “affaire Kornilov” desacreditó totalmente a Kerenski, probó que el verdadero poder eran el Soviet y las
masas, y provocó el reforzamiento de los bolcheviques. Lejos de procesarlos por su actuación en las
jornadas de julio, el Gobierno, presionado por el Soviet, excarceló a los principales dirigentes bolcheviques
(â Era lógico: los militantes de base del partido bolchevique habÃ−an constituido el núcleo principal de
las unidades y comités revolucionarios creados para combatir a Kornilov).
La debilidad del Gobierno era evidente. La desintegración de la autoridad era casi absoluta: ni en Petrogrado,
ni en Moscú, ni en ninguna parte parecÃ−a existir poder público alguno; la disciplina militar sencillamente
no existÃ−a (deserciones, soldados que ignoraban las órdenes de sus superiores...); los trabajadores habÃ−an
impuesto en fábricas y talleres una especie de poder obrero asambleario; los campesinos se apropiaban de
millones de hectáreas de tierra de propiedad bien comunal, bien privada.
• La revolución de octubre
En estas circunstancias, agravadas por el avance militar de los alemanes, la dirección del partido bolchevique
(Lenin ya habÃ−a regresado clandestinamente de Finlandia) optó por la organización de un movimiento
insurreccional para la toma del poder. Se fijó el 25 de octubre para el alzamiento (para hacerlo coincidir con
el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, a fin de que el Congreso, con mayorÃ−a bolchevique, aprobase y
legitimase el golpe).
La revolución de octubre no fue ni una revolución de obreros y campesinos, ni una revolución de masas.
Fue la obra de una minorÃ−a: la Guardia Roja bolchevique (formada a consecuencia del asunto Kornilov),
grupos de soldados y marineros de regimientos simpatizantes (un total de unos 10.000 hombres), que fueron
ocupando los puntos clave de la ciudad (estaciones, puentes, centrales de teléfonos, edificios oficiales...) y
finalmente el Palacio de Invierno (fue ocupado, no asaltado). Kerenski habÃ−a huido (â El golpe de estado
se produjo en una situación de vacÃ−o de poder y descomposición del Estado. El gobierno no pudo utilizar
el Ejército, puesto que habÃ−a perdido su apoyo ante el arresto de Kornilov). En la misma noche, Lenin se
presentó ante el II Congreso de los Soviets y anunció ya la formación de un nuevo gobierno, integrado
exclusivamente por bolcheviques. Las primeras medidas que tomó el nuevo gobierno fueron: anunciar el
propósito de firmar la paz; decretar la expropiación inmediata y sin indemnización de los grandes
latifundios, que serÃ−an entregados a comités campesinos; nacionalización de los bancos; conceder el
control de la producción a los trabajadores y declarar el derecho de autodeterminación de todas las
nacionalidades del antiguo imperio (lo que abrÃ−a la posibilidad de que las nacionalidades que habÃ−an sido
integradas por la fuerza en el imperio zarista pudieran separarse voluntariamente). Tras la ocupación de
Petrogrado, los bolcheviques procedieron a la toma del poder en toda Rusia, a través de los soviets locales.
Encontraron resistencia en Moscú, donde tropas leales al Gobierno combatieron a la revolución durante
unos 15 dÃ−as (â en Petrogrado, la revolución bolchevique habÃ−a triunfado sin sangre, pero no
sucedió lo mismo en Moscú, donde la lucha serÃ−a sangrienta).
Una vez que los bolcheviques se hicieron con el poder, el nuevo gobierno puso fin a la participación de
Rusia en la I Guerra Mundial a través de la firma de la Paz de Brest-Litovsk, en marzo de 1918. De acuerdo
con lo establecido en este tratado, los rusos se vieron obligados a entregar Finlandia, Polonia, Ucrania y las
repúblicas bálticas (â Rusia perdió asÃ− a casi la cuarta parte de su territorio, de su población y de su
producción industrial y agrÃ−cola).
Las circunstancias en que los bolcheviques llegaron al poder y la situación verdaderamente calamitosa y
adversa en que se hallaba sumido el paÃ−s, hacÃ−a inevitable que el régimen desembocara, de forma casi
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inmediata, en un Estado totalitario y represivo (â la centralización del poder apareció como una
necesidad inevitable para la reconstrucción del paÃ−s). Por ello, restablecieron los dos instrumentos
básicos de coerción y defensa del Estado: la policÃ−a polÃ−tica (la Cheka) y el Ejército Rojo.
Introdujeron un conjunto de medidas económicas para relanzar la economÃ−a, asegurar el abastecimiento de
la población y del Ejército y contener la inflación (requisa de la producción agraria, se fijaron cuotas de
producción a todas las unidades rurales, se impuso un Código de Trabajo que asignaba trabajos
especÃ−ficos a toda la población industrial y penalizaba severamente los bajos rendimientos...). Es lo que se
llama “comunismo de guerra”.
La dureza con que se implanta el comunismo de guerra aumenta la oposición al nuevo régimen: los
socialrevolucionarios de izquierda (SR), que combaten la polÃ−tica agraria de Lenin, agrupan a los
descontentos. La guerra civil estalló en la primavera-verano de 1918 y tomó las más diversas formas:
desde el sabotaje en los servicios públicos a la huelga de los técnicos o funcionarios, pasando por los
complots, los motines, las traiciones y la represión. Se producen atentados mortales (el embajador alemán,
el jefe de la Cheka en Petrogrado) e incluso Lenin sufre uno en Moscú. A raÃ−z de esto, el gobierno
desencadenó lo que Lenin mismo definió como “terror rojo” (detenciones y ejecuciones en masa se
extendieron por todas las provincias, la Cheka creó campos de concentración para presos polÃ−ticos y la
ejecución de la familia real en pleno y varios de sus servidores en Ekaterimburgo el 16 de julio de 1918 por
miedo a que el soberano fuera liberado por los contrarrevolucionarios `blancos').
Al acabar la Primera Guerra Mundial tras la derrota de los alemanes, se produce la intervención extranjera en
la guerra civil, que deseaban el hundimiento del sistema socialista que habÃ−a desposeÃ−do a todos los
propietarios extranjeros y se negaba a pagar las deudas contraÃ−das por el régimen zarista en el exterior.
Además temÃ−an que la implantación y el triunfo de un Estado socialista fomentase los movimientos
revolucionarios en occidente (de hecho, estallaron revoluciones comunistas en Alemania, HungrÃ−a y
Austria). Sin embargo, las potencias extranjeras se mostraron incapaces de mantener una polÃ−tica de
coherencia. En cambio, el Ejército Rojo, organizado por Trotski, aumentó sus efectivos al sustituir el
servicio voluntario por el reclutamiento, restableciendo una disciplina rigurosa para luchar contra las
deserciones (en 1920 son 3 millones de hombres, de los cuales 300.000 pertenecen al partido bolchevique).
La victoria bolchevique se produjo en 1920 y fue posible, en primer lugar, por la desunión de las fuerzas
contrarrevolucionarias (“el Ejército Blanco”), pero también por la ayuda de los campesinos a quienes
favorecÃ−an los repartos de tierras decretados por los bolcheviques. Aparte, claro está, la actuación
implacable del Ejército Rojo.
AsÃ−, la Revolución se consolidó sobre todo por la victoria del Ejército Rojo en la guerra civil. En
diciembre de 1922, la nueva Rusia (menos extensa que el Imperio) se transforma en la URSS al unirse en una
federación Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia (Armenia, Georgia, Azerbaiján). El Partido
Comunista -único poder en todas las repúblicas y nacionalidades- se convertÃ−a en fundamento y
garantÃ−a de la unidad del paÃ−s.
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