CAPÍTuLo TERCERo, dE LA EXToRSIón

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TÍTULO XII. Delitos contra el patrimonio y
contra el orden socioeconómico.
CAPÍTULO TERCERO, DE LA EXTORSIÓN.
Artículo 243.
El que, con ánimo de lucro, obligare a otro, con violencia o intimidación, a realizar u omitir un acto o
negocio jurídico en perjuicio de su patrimonio o del de un tercero, será castigado con la pena de prisión de uno
a cinco años, sin perjuicio de las que pudieran imponerse por los actos de violencia física realizados.
1.- Bien jurídico protegido.
Se configura como un delito autónomo diferenciando su consideración como una subespecie de robo, que era como venía configurado en el código penal anterior, con ello se
ha aproximado al tipo de las coacciones. El bien jurídico protegido es la integridad del
patrimonio tal como lo acredita el hecho de estar incluido en el Título XIII entre los delitos
patrimoniales.
Es un ataque violento o intimidatorio destinado a que otra persona haga algo concreto,
que es realizar u omitir un acto jurídico perjudicial para su patrimonio o para él de un tercero, ello con el propósito de obtener un lucro por parte del sujeto activo. Pero es un delito
pluriofensivo, ya que la acción típica lesiona la libertad personal del sujeto pasivo a quien
necesariamente ha de alcanzar la violencia intimidación.
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2.-Tipo objetivo
La conducta típica se caracteriza por dos acciones distintas: la acción instrumental que
consiste en la violencia o intimidación y la acción principal o acción condicionada, que
consiste en la realización (u omisión) de un acto o negocio jurídico.
Un acto jurídico es toda manifestación de voluntad con relevancia jurídica y el negocio
jurídico es una declaración de voluntad, que crea y regula una relación jurídica. Son elementos normativos del tipo, a los que se les debe atribuir el sentido que les corresponde
en la dogmática jurídica, quedando reducido su ámbito a aquellos actos y negocios dispositivos o creadores de obligaciones, que suponen un desplazamiento patrimonial generador
del perjuicio.
Las similitudes con el robo violento estriban en la utilización de la violencia, pero se
diferencian en que el objeto del robo es una cosa mueble, mientras que en la extorsión, el
objeto es que se haga un acto jurídico perjudicial para su patrimonio (otorgar o entregar
una escritura pública o documento, o entrega de cantidades pecuniarias). Cualquier otro
objetivo de la extorsión, que no revista el contenido de detrimento patrimonial que ha de
sufrir el extorsionado, podrá constituir otro delito, normalmente el de coacciones, pero no
el de extorsión.
Comienza el recurrente negando que concurran los elementos integradores del delito
de extorsión alegando que la doctrina jurisprudencial exige que la violencia o intimidación
se emplee para obligar a alguien a suscribir un documento, señalando que en el caso actual
solamente en uno de los hechos enjuiciados, el de la venta de acciones, se podría aplicar el
tipo, dado que en los demás no se suscribió documento alguno.
Pero lo cierto es que olvida el recurrente que dicha doctrina jurisprudencial se refiere a
la redacción del tipo en el CP anterior, que efectivamente exigía la suscripción de una escritura pública o documento, mientras que en el tipo actual la extorsión se comete siempre
que se emplee violencia o intimidación para obligar a otro a realizar u omitir algún acto o
negocio jurídico en perjuicio de su patrimonio o de un tercero, sin necesidad de que suscriba documento alguno, por lo que los actos declarados probados tienen perfecto encaje
en el tipo. STS Sala 2ª de 26 abril 2002.
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Se parece al chantaje (Artículo 171. 2 código penal), en cuanto que se fuerza la voluntad
de otro para que haga algo que no desea, que puede ser incluso entregar una cosa mueble
o realizar u omitir un acto o negocio jurídico, pero se diferencia en que el objetivo es secundario (el chantaje es un delito contra la libertad) y esa amenaza no llega a constituir la
violencia o intimidación propias de esta infracción, que son las mismas que determinan el
robo.
“En cuanto a los hechos que son incardinados en el tipo penal que define el delito de
extorsión, previsto y penado en el Artículo 243, introducido en el vigente Código Penal
de 1995, no cabe duda que la conducta mantenida por los autores de los indicados actos,
incardinados en el tipo penal que los define iba dirigida, primordialmente, a obtener mediante la utilización del elemento tipificador de violencia o intimidación sobre la víctima
en el comportamiento del agente y, como corresponde a la inclusión del delito en el título
de delitos contra la propiedad, la existencia de ánimo o propósito de conseguir un lucro
lícito o la obtención de un beneficio no debido. Para la existencia del delito es preciso la
concurrencia de un ánimo de lucro patentizado en la pretensión de obtener una ganancia
económica, que no era debida por razón alguna válidamente exigible, la utilización de
violencia e intimidación como medio para la consecución de la misma. Y, en fin, y como
consecuencia de aquella violencia o intimidación la realización, en estos supuestos, del acto
de disposición patrimonial por parte de la víctima en perjuicio de su patrimonio, que daría
lugar a su forma acabada, quedando en grado de tentativa en el supuesto de no conseguirlo, Artículo 16.1, como sucede en algunos de los supuestos en los que será de aplicación lo
dispuesto en el Artículo 62, ambos del CP. Queda establecida la existencia de un delito de
extorsión del apartado A), de la propia declaración del perjudicado, quien como declaró en
la fase de instrucción a presencia judicial, y después lo mantuvo en el acto del juicio oral se
vio compelido al pago de las cantidades establecidas como consecuencia de las amenazas
de que fue objeto por los acusados mencionados, so pretexto de la pérdida de un reloj en
una pelea mantenida con otras personas en el local, entregando las cantidades mencionadas, lo que es ratificado por T-28.” AP. Almería S.17-04-2000.
La lectura completa del “factum” pone de relieve que los acusados a finales de mayo de
1996: habían interceptado a Luis cuando viajaba en su automóvil, obligándole a entregarles,
dado su actitud de rodearlo, presionándole, el dinero que llevaba consigo. Proponiéndole
además el recurrente que les comisionara para el cobro de la deuda que la “Cooperativa
M.” tenía con el mentado Luis (Hecho i/). Y que un mes más tarde -mediados del mes de
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junio (hecho j/)- Luis fue requerido por los coacusados Pedro y Francisco, cuando salía
del “Banco P.”, para acompañarlos a las oficinas de “Gestión de cobros G.”, para tratar del
pago de la deuda y allí fue conminado por el acusado Antonio, repetidamente, en presencia
de los otros dos, para que firmara un documento de gestión de cobro, de la deuda de la
Cooperativa, a lo que se negó Luis, quien logró darse a la fuga aprovechando un descuido
de los acusados.
Dicho relato resulta paradigmático de una situación extorsionante que no llega a consumarse precisamente por la precipitada fuga de la víctima. En aquella concurren los elementos del peculiar tipo descrito en el precitado Artículo 243 del C. Penal pues -tal como
señala el fundamento jurídico segundo de la combatida en pura correspondencia con el
contenido de la primera premisa del silogismo judicial- con evidente ánimo de lucro, los
acusados emplearon intimidación para obligar a Luis a que firmara un documento de concesión de gestión de cobro. Lo que integraba un negocio jurídico perjudicial para su patrimonio, al verse Luis forzado, por un lado, a conceder la gestión, con la consiguiente
pérdida de facultades de cobrar por sí y ahorrarse una comisión. Y por otro lado, a aceptar
las condiciones que se le impusieran. Si además, la intimidación provocada por el temor
producido por la actitud de los acusados de la cual es consecuencia natural y demostrativa
de su realidad, la huida del referido Luis, estaba sobradamente justificada por el episodio
conminativo ocurrido con los mismos protagonistas una semana antes y al que ya hemos
hecho referencia, pierden toda virtualidad los argumentos exculpatorios con los que eufemísticamente se intenta transmutar las evidencias fácticas de los resolutivos métodos
empleados por los acusados y la finalidad lucrativa última perseguida por ellos. STS Sala 2ª
de 16 diciembre 1999.
En sentido negativo:“ No constituyen los hechos un delito de extorsión; el Artículo
243 del Código Penal exige como requisitos el ánimo de lucro y que se obligue a otro,
con violencia o intimidación, a realizar u omitir un acto o negocio jurídico en perjuicio
de su patrimonio o del de un tercero; el T.S. vino a establecer que lo decisivo para que se
produzca la aparición del tipo específico del delito mencionado, es que exista un ánimo o
propósito de obtener un lucro ilícito, es decir, la obtención de un beneficio no debido, y
por tanto ilícito; y por último, otro elemento tipificador es la violencia o intimidación en
el comportamiento del agente activo -S. T.S. 10-4-90, respecto al Artículo 503 del Código
Penal de 1973-; en el presente caso el ánimo de lucro está claro, pero no lo está el empleo
de violencia o intimidación por parte de los procesados para conseguir el otorgamiento de
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escritura pública a favor de uno de ellos, pues como ya se dijo las declaraciones del testigo
son contradictorias, pues ya en fase sumarial no hizo alusión alguna a que el procesado
Enrique, ni por supuesto al otro procesado al que solo achaca que figura como comprador,
utilizara violencia o intimidación para vencer su voluntad, y si solo aludió a que le inspiraba temor o miedo, pero en este caso tal estado de ánimo sería atribuible a una sensación
subjetiva si dicho Enrique no le golpeó ni amenazó para conseguir su propósito, y si solo
le dijo que: “tenía que hacer papeles para reconocer esa deuda y que cuando la deuda fuese
satisfecha tales papeles serían rehechos” a su favor, por lo que parece más una obligación
que asumía el coprocesado que, está claro, nunca cumplió ni tampoco el otro procesado;
y es precisamente en el plenario cuando manifestó por vez primera, como ya se dijo, que
el citado Enrique le amenazó de muerte si no otorgaba la escritura; tales declaraciones
contradictorias llevan a la Sala una duda racional y fundada acerca de cual fue la causa que
impulsó al testigo a otorgar la escritura, la cual ha de resolverse a favor de los procesados
en virtud del principio “in dubio pro reo”, no estando, en consecuencia, pues suficientemente
acreditado el requisito que examina y siendo esencial, para dar vida al tipo penal del que
se acusa, procede absolver de dicho delito a los procesados, sin perjuicio de las acciones
civiles de que se crea asistido Leonardo a ejercitar ante la jurisdicción civil.” AP Granada,
S 27-11-2000.
Absuelve por el delito de extorsión, ubicado en el Artículo 503 del antiguo C.P. de 1973,
al estimar esta Sala que no ha quedado suficientemente acreditado que se cometieran actos
intimidatorios y violentos contra su persona, suficientes para doblegar la voluntad de la
víctima, y todo ello a pesar de que en algún momento manifestó en su declaración sentirse
coaccionada y amenazada por el acusado, sino que tal como manifestó la perjudicada en el
acto del juicio oral “se encontraba abandonada de cariño, y que el acusado le dijo que era
su familia que se fiara de ellos y cayó como un cordero en las redes de estos”, estimando
esta Sala que esta fue la causa que impulsó a la testigo a disponer de su patrimonio a favor
del acusado (se condena por estafa). AP Málaga, sec. 1ª, S 14-7-2004.
3. Tipo subjetivo
Es un delito doloso en el que tiene que concurrir el ánimo de lucro entendido como
aquel ánimo encaminado a obtener cualquier utilidad o ventaja. Cualquier otro objetivo de
la extorsión, que no revista el contenido de detrimento patrimonial que ha de sufrir el extorsionado, podrá sin duda constituir otro delito, normalmente de coacciones, o amenazas
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lucrativas pero no el de extorsión.
se alega indebida aplicación del Artículo 243 C.P. porque no consta ánimo de lucro en
el recurrente, como elemento integrante del tipo delictivo.
La censura carece de todo fundamento. La Sala de instancia considera la existencia de
una evidente relación de causa-efecto entre las amenazas efectuadas por Andrés y la entrega de dinero por la extorsionada, y esta conclusión se encuentra plena de racionalidad y
lógica a tenor del relato histórico, debiendo subrayarse que debe entenderse por ánimo de
lucro cualquier provecho o utilidad que pretenda obtener el sujeto activo de la infracción,
tanto sea para sí mismo como para un tercero, por lo que habiéndose ejercido las coacciones para que la víctima entregara el dinero reclamado a su propia esposa Evaristo, es clara
la concurrencia del componente anímico del delito.
Y ello se predica tanto de las intimidaciones realizadas mientras la víctima ejercía la
prostitución como después de que ésta abandonara tal actividad, pues aún cuando se estimara que las extorsiones se llevaron a cabo únicamente en este segundo supuesto y que,
en tal caso, no se habría conseguido la entrega de los 10.000 dólares que se le exigían a la
víctima de las amenazas, también se habría cometido el delito, ya que la obtención efectiva
del lucro pertenece a la fase de agotamiento y no a la consumación delictiva. STS Sala 2ª
de 8 junio 2005.
Cabe la aplicación de la agravante de abuso de superioridad en relación con el delito de
extorsión puesto que es aplicable en delitos contra el patrimonio, y se aplica a delitos de
robo sobre ancianos.
Concurriendo los requisitos de desequilibrio de fuerzas por la diferencia de edades y
la situación de garantes en la que se encontraban (los condenados regentaban una residencia de ancianos y la víctima era un residente de la misma), así como la disminución de
las posibilidades de defensa debido al miedo por la violencia e intimidación ejercida y el
aprovechamiento de dicha situación para arrebatarle todo el patrimonio a Claudio, concurre la citada circunstancia modificativa de responsabilidad criminal SAP Zaragoza de 17
noviembre 2003
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4. Consumación
Se consuma cuando se ha realizado el acto o negocio jurídico, aún cuando no se haya
conseguido el dinero (puede ocurrir que la víctima disponga de tiempo suficiente para
dejar sin efecto el acto al que con violencia le han obligado). Cabe la tentativa si no se ha
llegado a ejecutar el acto pese a la violencia. La obtención de lucro corresponde a la fase
de agotamiento de la acción.
Conducta extorsionante: Existe violencia e intimidación, ánimo de lucro, realización de
un negocio jurídico en perjuicio del patrimonio del denunciante, por lo demás concurren
así todos los elementos de la figura delictiva que han señalado las sentencias de 25 de
octubre y 11 de noviembre de 1982, 16 de octubre de 1986, 16 de febrero de 1988, 13 de
abril de 1992, 1504/1992, de 27 de junio y 717/1993, de 25 de marzo -violencia e intimidación- era suficiente una sola, pero han concurrido ambas- la finalidad defraudatoria, el
ánimo de lucro y que se consuma una vez ejercitadas la violencia o intimidación y lograda
la suscripción del documento y ello a diferencia de lo que ocurre en los robos por la consumación del lucro pertenece no a la consumación delictiva, sino al agotamiento como señala
la sentencia 1982/1994, de 15 de noviembre. STS Sala 2ª de 18 septiembre 1998.
El negocio jurídico otorgado, conforme al artículo 1265 del Código civil, al haber
sido realizado con el consentimiento viciado, es nulo. Las tercerías de buena fe respecto
de las cosas o derechos procedentes de la extorsión, quedan sin excepción sometidas a
lo dispuesto en el Artículo 111.1º del C.P. que declara la procedencia de la restitución de
todas las cosas procedentes de delitos aun cuando estén en poder de terceros que las hayan
adquirido legalmente, dejando a un lado su derecho de repetición.
Como reparación civil se debe decretar la nulidad de los actos jurídicos otorgados.
Cabe la indemnización por daños morales:
Se impugna también que al tratarse de un delito patrimonial que se otorgase el daño moral. El motivo debe perecer. La sentencia de 20 de julio de 1998 (Aranzadi 6171) determina
que las consecuencias civiles de la infracción, en un delito de apropiación indebida, deben
ser deducidas del artículo 104 del Código Penal, hoy 113, que establece claramente que
la responsabilidad civil derivada del delito comprende la indemnización de los perjuicios
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tanto materiales como morales, manifestando que ninguna norma legal se ha infringido
condenando a los autores del delito de apropiación indebida a la indemnización de daños
morales y a la declaración de responsabilidad civil subsidiaria respecto de esos daños.
El artículo 113 del vigente Código Penal señala que la indemnización de perjuicios
materiales y morales comprenderá no solo los que se hubieren causado al agraviado, sino
también los que se hubieren irrogado a sus familiares o a terceros.
Otra cosa es como se calculan. La Sentencia de 5 de marzo de 1991 afirma que el daño
moral no puede calcularse sobre la base de criterios predeterminados más o menos precisos como los que corresponden a los daños materiales, en los que existen una serie de
puntos de vista referidos a los gastos de reparación, de reposición, a los intereses, el lucro
cesante, entre otros. El daño moral por el contrario, sólo puede ser establecido mediante
un juicio global basado en el sentimiento social de reparación del daño producido por la
ofensa delictiva.
En todos los casos de daño moral, el criterio es mucho menos preciso que en el supuesto del daño material. La indemnización de los daños morales, por su propia naturaleza,
carece de toda posible determinación precisa. El Tribunal sentenciador, en todo caso, debe
atender para fijarla, a muy diversas circunstancias, especialmente la naturaleza y gravedad
del hecho teniendo en cuenta las demandas de los interesados, atemperadas a la realidad
socio-económica de cada momento histórico (Tribunal Supremo Sentencia 3 noviembre
1993, 26 septiembre 1994).
La sentencia ha determinado la naturaleza y gravedad del hecho y ha fundamentado correctamente la cantidad basándose en el deterioro de salud que sufrió la víctima y en la apropiación y destrucción de muchos de los objetos que formaban parte de la vida y recuerdos
del perjudicado, víctima de un delito de extorsión. SAP Zaragoza de 17 noviembre 2003
5. Concursos
Los actos de violencia física que ocasionen muertes o lesiones se castigarán como delitos en régimen de concurso. Las amenazas inmediatas quedan absorbidas por la propia
extorsión, en cuanto a las amenazas de futuro, condicionales o no, pueden a su vez constituir un delito adicional de amenazas.
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Se alega, en defensa del motivo, que la sustracción del dinero y el hecho de que la obligaran a firmar un reconocimiento de deuda, precisó de la privación de libertad de la denunciante por lo que se debe excluir la existencia de un delito de detención ilegal por operar
el concurso ideal recogido en el artículo 77. En consecuencia la detención fue un medio
para consumar la sustracción de dinero y la extorsión, de modo que nos encontramos ante
un concurso ideal de delitos y habrá que establecerse la condena de aquel con pena más
elevada en su mitad superior.
En modo alguno la privación de libertad, atendida su prolongada duración, aparece
necesaria ni medio indispensable para la comisión de las otras figuras delictivas.
Esta Sala tiene declarado, respecto a la relación del delito de detención ilegal con el
delito de robo con violencia o intimidación, como son exponentes las sentencias de 11
de septiembre de 1998 y 6 de julio de 1998, entre otras, que el delito de robo entraña y
absorbe la pérdida momentánea de la libertad cuando se realiza durante el episodio central
del hecho y que no se cumplen los elementos tendenciales de la figura de detención ilegal
al estar comprendida dentro de la normal dinámica comisiva del robo con violencia o intimidación, siempre que quede limitada al tiempo estrictamente necesario para efectuar el
despojo según el “modus operandi” de que se trate (Sentencia de 23 de mayo de 1996).
En el supuesto que examinamos, el Tribunal de instancia razona con acierto, en el
cuarto de sus fundamentos jurídicos, que la figura de detención ilegal fluye de manera
indudable en cuanto la denunciante permaneció retenida contra su voluntad y sin poder
abandonar el domicilio de la calle B. de Ibiza, por impedírselo los acusados, que ejercieron
diversos actos de violencia contra su persona, la ataron de las manos y cerraron con llave
la puerta de la calle para impedir que se pudiera escapar, situación en la que permaneció
desde las cinco horas del día 27 de noviembre hasta las veinte horas, es decir quince horas
que en modo alguno pueden considerarse necesarias para cometer los delitos de robo y extorsión, en cuanto dicha privación de libertad excedía en mucho del tiempo que fue preciso
para efectuar la sustracción del dinero de la cartilla de que era titular y ceder a estampar su
firma, como se le exigía en un documento por el que se comprometía a pagar una importante suma de dinero. Ha habido, pues, supresión dolosa de la libertad de movimientos de
la perjudicada, con una importante duración temporal que permite afirmar su autonomía
con relación a los delitos de robo y extorsión, en los que no ha quedado subsumida esa
ilegítima privación de libertad.STS Sala 2ª de 20 abril 2002.
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6.- Diferencias con otras figuras.
En el C.P. de 1995, el delito de extorsión, contemplado en el Artículo 243, ha pasado a
integrar un capítulo independiente, respondiendo, con ello, a una opinión que vino entendiendo que se trataba de una especie propia y, por ello, criticaba su ubicación en el antiguo
C.P. de 1973, en que el Artículo 503, antecedente más inmediato del actual Artículo 243, se
encontraba dentro del capítulo dedicado a los robos, como dando a entender que era una
modalidad más de ellos.
La razón de que haya cobrado tal autonomía resulta de que en el delito de extorsión,
cuya semejanza con el delito de robo es innegable, también inciden notas características
del delito de estafa, del de coacciones o de las amenazas condicionales, lo que plantea un
concurso aparente de normas penales, que ha de resolverse por el principio de especialidad, habida cuenta que la extorsión, por sí sola, engloba los requisitos de los demás delitos
citados, en cuanto la misma persigue una finalidad defraudatoria, para cuya consecución se
vale el agente, no ya de engaño, sino de medios coactivos o amenazadores.”
No obstante, visto todo el material probatorio obrante en la causa se colige sin género de
dudas que concurren los requisitos para que se dé el tipo del injusto del artículo 243 del CP:
por un lado, violencia e intimidación y por otro, ánimo de lucro. De todo ello, se concluye
que ambos acusados llevaron a cabo el ilícito penal imputado con finalidad defraudatoria y
violencia e intimidación en Claudio quien movido por el temor que sentía, presenciado por
la asistencia social y el policía local de forma directa, realizó los actos de acción de poderes,
etc. reseñados en hechos probados. SAP Zaragoza de 17 noviembre 2003.
Los hechos probados condenan al que movido por un ánimo de obtener un beneficio
patrimonial efectuó dos llamadas telefónicas a la sede social de la empresa alimentaria “D.,
S.A.”, y tras ponerse en contacto con el Jefe de Relaciones Públicas de la misma, requirió le
fuese entregada la cantidad de cien millones de pesetas, manifestando que en caso contrario procedería a adulterar sus productos y dar publicidad a través del Ministerio de Sanidad
y Fuerzas del orden Público. El acusado fue detenido días después mientras entablaba
contacto telefónico para concretar detalles de la entrega.
Se alega que podrían constituir un delito de amenazas condicionales del Artículo 169.1°
del CP siendo competente para conocer de dicho delito el Tribunal del Jurado se constata
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María Luisa Calabuig Costa
que el mal con que se amenaza a “D., S.A.” no es ningún delito de homicidio lesiones
aborto, contra la libertad la libertad, torturas y contra la integridad oral la libertad sexual la
intimidad el honor del patrimonio y el orden socioeconómico -a que se refiere el Artículo
169.1° CP - sino un delito contra la salud pública, que no se halla mencionado en dicho
precepto por lo que claramente los hechos de la presente causa no pueden ser subsumidos
en el Artículo 169.1° CP. Pero es que además el delito de extorsión es ley especial frente al
delito de amenazas.
Los hechos declarados probados son constitutivos de un delito de extorsión en grado de tentativa del artículo 243 del Código penal en relación con el artículo 16 de dicho
cuerpo legal. Dicho delito es un delito contra el patrimonio que exige que el sujeto utilice
violencia o intimidación para obligar a otro a realizar u omitir un acto o negocio jurídico
en perjuicio de su patrimonio con el correspondiente ánimo de lucro como elemento
subjetivo del injusto.
En el caso de autos el acusado utilizó intimidación pues consiguió amedentrar a los
directivos de la empresa “D., S.A.” al conminarla con alterar mediante productos nocivos
para la salud del consumidor-entre los que figuran principalmente los niños- sus productos,
quienes acudieron a la policía para descubrir al autor de las llamadas telefónicas e impedir
así dicha alteración de sus productos de no entregar los cien millones de pesetas exigidos
que podría considerarse jurídicamente dicha entrega de dinero como un acto jurídico.
Es constante la jurisprudencia que estima que la intimidación surge cuando se inspira al
receptor un sentimiento de temor o angustia ante la contingencia de un daño real o imaginario a través de la exteriorización del propósito de causarlo si el amenazado no se aviene a
practicar la conducta que de él pretende el sujeto activo y que será la realización u omisión
de un acto o negocio jurídico en perjuicio de sí mismo o de un tercero En la sentencia de
5 de noviembre de 1990 se afirma que el termino ha de entenderse en sentido amplio y
comprensivo bastando las frases amenazadoras o intimidantes precisándose a demás que
los sentimientos de temor y angustia derivados de la intimidación pueden producirse sin el
empleo de medios físicos ni uso de armas bastando las palabras o actitudes conminatorias.
El delito de extorsión es un delito que exige para su consumación la realización u omisión por el sujeto de un acto o negocio jurídico mediante el obligar a ello al sujeto pasivo
utilizando violencia o intimidación.
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La jurisprudencia (SS de 16 de octubre de 1986, 3 de junio de 1988, 27 de junio de 1992
, 25 de marzo de 1993 y 15 de noviembre de 1994) lo ha entendido también así al declarar
que la consumación se produce tan pronto como se obtiene la suscripción otorgamiento o
entrega del documento -hoy el actuar jurídico o su omisión- con el ánimo de lucro pero sin
ulteriores exigencias y aunque no se consiga ese lucro pretendido o como pone de relieve
la S. de 23 de enero de 1996 aunque pueda quedar obstaculizado por cualquiera óbices
jurídicos inherentes a la conducta impuesta a la víctima por lo que los actos posteriores
que tiendan a asegurar u obtener aquel lucro, o a neutralizar a la víctima, pertenecen a la
fase de agotamiento y pueden constituir delitos independientes que no quedan absorbidos
por la extorsión.
En el caso de autos al haber sido detenido el acusado antes de poder producirse dicho
acto jurídico- la entrega de los cien millones de pesetas que constituye claramente un acto
de disposición- por parte de “D., S.A.” debe considerarse el delito de extorsión en grado
de tentativa. SAP Barcelona, Sec. 8ª, de 22 mayo 2002.
Ciertamente también que el delito de extorsión, como figura anómala y atípica, báscula entre el delito de robo con intimidación, las defraudaciones e, incluso, las amenazas
condicionales en lo económico. Pero mantiene sin embargo una fisonomía propia e independiente, como delito de “resultado cortado, en el que la consumación se produce
tan pronto se consigue la realización u omisión del acto o negocio jurídico, con animo
de lucro y propósito defraudatorio, aunque cualquier episodio posterior ha de pertenecer
no al tracto comisivo de la infracción sino a su fase de agotamiento. Es desde luego muy
discutida su naturaleza jurídica (ver las Sentencias de 13 de abril de 1992 y 10 de abril de
1990), si bien, quizás, podría encontrarse su carácter diferenciador en que en esta infracción, además del ánimo de lucro, existe una violencia o intimidación directa o inmediata
en el comportamiento del sujeto activo. Como se exige una directa colaboración del sujeto
pasivo, se denomina también delito de encuentro, porque la infracción supone esa decisiva
colaboración, inherente al encuentro de los afectados por el delito.
En el delito de amenazas se dan evidentemente muchas y cariadas connotaciones, aunque la intimidación, por supuesto que con ánimo de lucro en algún caso, es una acción más
“a distancia.” Es delito de mera actividad también aunque con un más amplio espectro.
STS Sala 2ª de 29 septiembre 1999.
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