LAS ENTRAÑAS MATERNALES DE NUESTRO PADRE DIOS

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La conversión desde la mirada de un niño pobre
Provincia NORANDINA
Ecuador, 19-23 de febrero
LAS ENTRAÑAS MATERNALES
DE NUESTRO PADRE DIOS
Salve
Lectura del calendario
1.
Texto Bíblico:
Las extrañas maternales del Padre
Lc 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores
para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este
acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola.
Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre:
"Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les
repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y
La Parábola del
se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como
Hijo Pródigo
un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema
en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los
ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar
su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando
en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras
que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé
contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su
padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo:
"Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un
anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y
comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en
el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando
a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu
padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería
entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te
sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para
tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado
tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo,
tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y
alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba
perdido, y ha sido hallado."
2. Momento de Meditación
Te proponemos interiorizar esta Palabra de Dios con una metodología que sugiere el
Cardenal Martini:
 Lo primero, pregúntate: ¿qué es lo que se dice en este trozo?
Frecuentemente nosotros saltamos estos escaloncitos, sobre todo si nos encontramos
ante páginas que ya conocemos (la parábola del buen samaritano o
del hijo pródigo, una narración de los milagros de Jesús), pensando
que no hemos de encontrar nada nuevo. Si, por el contrario, nos
esforzamos en releer con atención la página, descubrimos
significados, valores que no habíamos notado.
Personalmente uso siempre el método que os sugiero: me pongo
frente a un texto como si no lo conociese y, con el lápiz en mano, subrayo los personajes, las acciones, las palabras clave.
 En la segunda experiencia, la pregunta es la siguiente: ¿qué me dice a mí el trozo
en cuestión?
Aquí acaece aquel descubrimiento que estremece el corazón y que muchos han vivido
con estupor y maravilla: esta Palabra habla de mí, me explica, me sacude, me perturba,
me lleva a comprender qué es lo que necesito ahora, aclara la confusión que llevo dentro,
me interpela, quizá me llama, me ofrece perdón, paz, confortación.
La Escritura es, en suma, una interpelación del Espíritu a cada uno que la lee.
 Por fin, sugiero verificar la experiencia de consuelo
Quien se dedica con atención a la palabra de Dios contenida en la Biblia se siente
confortado, consolado, empujado a caminar adelante, a resistir en circunstancias difíciles,
advierte algo del misterio de la presencia de Jesús que está a nuestro lado.
Lo experimentaba también santa Teresa del Niño Jesús señalando los «perfumes de la
vida de Jesús»: «Apenas pongo la vista en el santo evangelio, enseguida respiro los
perfumes de la vida de Jesús y sé hacia dónde caminar».
Así, pues, la Escritura ilumina, orienta, conforta, consuela.
3. Proclamación comunitaria
En forma comunitaria, y a dos coros, recitamos estos textos bíblicos que nos refuerzan
la imagen del Dios compasivo:
Coro 1: “El Señor pasó ante Moisés proclamando: El
Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente,
rico en bondad y lealtad, que conserva la misericordia
hasta la milésima generación, que perdona culpas,
delitos y pecados”… (Ex 34,6)
Coro 2: “Porque el Señor, tu Dios, es un Dios compasivo: no te dejará ni te destruirá, ni
olvidará el pacto que juró a tus padres” (Dt 4,31)
Coro 1: “Rasguen los corazones y no los vestidos; conviértanse al Señor su Dios; que es
compasivo y clemente, paciente y misericordioso, y se arrepiente de las amenazas” (Jl
2,13)
Coro 2: “¡Ah, Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a
huir a Tarsis, porque sé que eres un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso,
que te arrepientes de las amenazas”. (Jo 4,2)
Coro 1: “Voy a recordar la misericordia del Señor, las alabanzas del Señor: todo lo que hizo
por nosotros el Señor, sus muchos beneficios a la casa de Israel, lo que hizo con su
compasión y su gran misericordia”. (Is 63,7)
Coro 2: “Observa desde el cielo, mira desde tu morada santa y gloriosa: ¿dónde está tu
celo y tu valor, tu entrañable ternura y compasión? No la reprimas, que tú eres nuestro
padre”. (Is 63, 15)
Coro 1: Respóndeme, Señor, por tu bondadoso amor, por tu inmensa ternura vuelve tus
ojos a mí” (Sal 69,17)
Coro 2: “Dios mío, inclina tu oído y escúchame; abre los ojos y mira nuestra desolación y la
ciudad que lleva tu Nombre; porque al presentar ante ti nuestra súplica no confiamos en
nuestros méritos, sino en tu gran misericordia” (Dn 9, 18)
Coro 1: “No pasaran hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los
conduce el Compasivo y los guía a manantiales de agua” (Is 49,10).
Coro 2: “El señor es compasivo y clemente, lento a la ira, rico en amor”. (Sal 103,8)
Todos: “Acaso no es Efraín mi hijo amado? ¿Acaso no es mi niño preferido? Cada vez que
lo reprendo, vuelvo a acordarme de él. Por él mi corazón se conmueve; por él siento mucha
compasión -afirma el Señor–. (Jeremias 31:20)
4. Canto Final
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