081_07 Aju 62-J.Martinez - Sociedad Española de Historia de la

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Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M.
Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, 2007.
Los tratados de arquitectura como fuentes para el estudio
de la escalera renacentista
Jorge Martínez Montero
El análisis detallado de la gestación y posterior evolución de la escalera como elemento constructivo, estructural y funcional en el conjunto de un edificio, ha
sido una constante a lo largo de los últimos años,
siendo objeto de estudio por parte de disciplinas
como la arquitectura y la historia del arte.
Considerado uno de los principales testimonios escritos de información para la historia de la construcción: los tratados de arquitectura nos dan a conocer
de manera directa el punto de partida previo a la proyección arquitectónica, actuando como verdaderos
modelos de inspiración en reconocidos arquitectos y
maestros de obras.
Desde el descubrimiento de un auténtico manual
de arquitectura de la antigüedad, la obra «diez
libros de arquitectura» de Marco Vitruvio Polión
(h. 90–20 a. c.), hasta el final de la Edad Media, con
obras como «de re aedificatoria» de León Battista
Alberti (1404–1472), «el tratado de arquitectura» de
Antonio Averlino Il Filarete (1400–1465), el «tratado de arquitectura, ingeniería y arte militar» de
Francesco di Giorgio Martini (1439–1501); y fundamentalmente en el transcurso del mundo moderno, con los tratados de Giacomo Barozzio da Vignola (1507–1573), «regla de los cinco órdenes de
arquitectura», Andrea Palladio (1508–1580), «cuatro libros de arquitectura», o Sebastiano Serlio
(1475–1553/55), «siete libros de arquitectura»; un
largo número de tratadistas italianos expondrán sus
verdaderos avances sobre el cálculo, dibujo y trazado de las escaleras.
El detallado análisis de los mismos, nos va a permitir adentrarnos en el proceso constructivo de los
máximos exponentes de escaleras renacentistas en
los focos hispano, italiano o francés.1
LA ESCALERA EN LA ARQUITECTURA RENACENTISTA
El origen y desarrollo de un elemento arquitectónico
común a lo largo del mundo artístico del Renacimiento, tiene como punto de partida la presencia
obligada de modelos tomados de la antigüedad.2
Con la llegada del mundo clásico, el empleo de
formas escalonadas se reduce a diversos tipos arquitectónicos, tales como la existencia de imponentes
gradas en teatros o anfiteatros, dedicados al campo
de la representación, circos, como máxima expresión
lúdica del esparcimiento, o estilobatos; estos últimos,
concebidos como robustos basamentos sobre los que
se levantaban un gran número de palacios y templos.
Sin olvidar la existencia, sobre todo en la urbe romana, de simples escaleras de madera, de peldaños macizos, o en voladizo, propias del uso funcional de una
vivienda urbana.
Ya en el medievo, adquiere un cariz mucho más
técnico y unitario, aunque de estricta funcionalidad,
presente en la construcción de angostas escaleras espirales o de caracol, conceptualmente sencillas pero
técnicamente complejas, en edificios defensivos
como torres de castillos, o de carácter religioso,
como iglesias y monasterios.
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J. Martínez Montero
Figura 1
Miguel Ángel Buonarroti. Boceto de escalera para el vestíbulo de la Biblioteca Laurenziana, Florencia. Casa Buonarroti, 92 A r. Escalera de la Capilla de San Pedro en la Catedral de Burgo de Osma, Soria
La transición de los siglos del gótico, deja paso al
resurgimiento de nuevas tipologías de escaleras, el
primero de ellos, muy empleado en la arquitectura
hispana, el tipo calificado como «claustral», por su
primitiva ubicación, cobra mayor fuerza en interiores, mientras que al exterior, se opta por el empleo de
majestuosas escalinatas, elementos de transición entre la arquitectura y el ambiente circundante (Sánchez-Robles Beltrán 1988).
Es ahora, en pleno siglo XVI, cuando da comienzo
la experimentación teórica y práctica de la escalera,
teniendo como principales campos de actuación, tres
focos muy diferenciados: España, Italia y Francia.
Triada de países europeos, entre los que, histórica y
artísticamente, convergían un cúmulo de interconexiones e influencias.
El primero de ellos, cumbre del movimiento renaciente, es Italia. Su precoz evolución en el terreno de
la experimentación arquitectónica, hará que influya de
manera directa a un gran número de escaleras, aspecto
que se hace extensible a muchas de las construcciones
contemporáneas. Valgan como muestra, algunas de las
escaleras italianas más significativas, entre las que se
encontraría la escalera que proyecta Bramante para el
Cortile del Belvedere (1503–1512), en Roma, que serviría de modelo a otras tantas españolas, como la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos (1519–1523),
obra paradigmática del renacimiento hispano en la que
se quiere ver una cierta vinculación con la escalera de
la Capilla de San Pedro, en la catedral soriana de Burgo de Osma (1530–1541), atribuida al maestro Pedro
de la Piedra. Tal afirmación, (Wethey 1964; Bustamante García 1985) queda refrendada por la hipótesis
de un posible modelo de inspiración en los bocetos
que Miguel Ángel realiza en 1524 para la escalera del
vestíbulo de la Biblioteca Laurenziana (fig. 1).
La interrelación entre ambos focos es doble, si
apreciáramos una cierta analogía, por ejemplo, entre
las gradas convexas y volutas cartilaginosas, de acceso a la obra siloesca, y las de la escalera miguelangelesca, posterior en el tiempo, de la citada Librería
Laurenziana, en Florencia, proyectada por Miguel
Ángel y no materializada hasta 1558 (fig. 2).
El propio Miguel Ángel, diseña en el año 1539,
una magnífica escalinata monumental para la remo-
Figura 2
Diego de Siloe. Escalera Dorada en la Catedral de Burgos
(detalle). Miguel Ángel Buonarroti. Escalera del vestíbulo
de la Biblioteca Laurenciana, Florencia (detalle)
Estudio de la escalera renacentista
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Figura 4
Casa de la virtud y del vicio, en la ciudad de Sforzinda. Libro XVIII, Tav. 108, fol. 144 r (Filarete 1972). Escalera del
ala de Francisco I en el Castillo de Blois
Figura 3
Primer estudio para la escalinata capitolina, Florencia. Casa
Buonarroti, 19 F r. Vista actual de la escalinata del Palacio
del Senado, Roma
delación del edificio del Senado, en la Plaza del Capitolio en Roma; elemento de clara inspiración bramantesca, que no se materializará hasta años más tarde, formando parte de un emergente espacio urbano,
al que se accede por una nueva rampa, conocida
como cordonata (fig. 3).
Otro tipo de escaleras a tener en cuenta; las adscritas al foco genovés, muy evolucionadas, de trazado
ancho, ascensión ligera y espaciosa, son algunas de
las características que comparten ejemplos tan reseñables como la escalera del Palacio Carrega-Cataldi
(1564), obra del genial Giambattista Castello «el
Bergamasco», o la escalera del Palacio del Municipio (1568), de Doménico y Giovanni Ponzello (Maniglio Calcagno 1970). Esta última, copia las escaleras imperiales hispanas del Alcázar de Toledo y del
Viso del Marqués, en Ciudad Real.
En el caso de Francia, notables son las escaleras
del ala de Francisco I (1515–1525) del Castillo de
Blois, y la escalera emplazada en la sala central del
Castillo de Chambord (1519–1547) (Guillaume
1985). La primera de ellas, tiene como fuente de inspiración el modelo de la casa de la virtud y del vicio
Figura 5
Esquema de escalera helicoidal doble. Fol. 69 r (Da Vinci
1990). Escalera de la sala central del Castillo de Chambord
extraído del tratado de arquitectura de Filarete, mientras que la segunda rememora a la traza experimental
que Leonardo da Vinci realiza en sus escritos de escalera de caracol doble para el interior de una fortaleza militar hacia 1487–1489 (figs. 4 y 5).
En último término, uno de los mayores avances en
la evolución tipológica de la escalera renacentista,
viene de la mano de un tipo de escalera que surgirá en
los últimos coletazos del Renacimiento, denominada
con el nombre de «imperial», permitirá la adquisición
de nuevas concepciones espaciales y funcionales, que
posibilitarán la plasmación del dinamismo en la ar-
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J. Martínez Montero
quitectura a través del movimiento, convirtiéndose en
uno de los elementos protocolarios de poder más característicos de los insignes palacios barrocos (Ureña
Uceda 2002).
LOS TRATADOS DE ARQUITECTURA Y LA ESCALERA
RENACENTISTA
La tratadística renacentista, es considerada una de
las principales aportaciones al campo de la arquitectura en la Edad Moderna, su incipiente desarrollo
por parte de un gran número de teóricos del arte de
edificar, permitió el conocimiento y posterior experimentación directa de consagrados arquitectos y
maestros de obras. Como fuentes documentales, recogen en algunos de sus apartados, reglas u órdenes, aspectos alusivos a la construcción de escalas,
gradas o escaleras, permitiendo con ello un acercamiento al proceso evolutivo de sus diferentes tipologías.
El primero en estudiar estas cuestiones, será el arquitecto e ingeniero romano Vitruvio, quien en el siglo I antes de nuestra era, expondrá en sus «diez libros de arquitectura» (35–25 a. c.), las reglas de
dimensionamiento de las escaleras (fig. 6).
La regla perteneciente a escaleras de un tramo,
consistía en dividir la altura a salvar en tres partes
iguales, llevando cuatro veces una de esas partes en
planta, dando como resultado cinco unidades en rampa, mera aplicación del teorema de Pitágoras, las
cuales se organizaban en una, dos o tres rampas sucesivamente:
Figura 6
Teorema pitagórico del cuadrado de la hipotenusa aplicado
al trazado de las escaleras. Lámina IX, fol. CXLV v (Cervera Vera 1978)
Esta invención, al paso que es útil en las dimensiones y
otras muchas cosas, es expedita para la construcción de
las escaleras en los edificios, a fin de darlas la mas cómoda proporción de peldaños; porque dividiendo en tres
partes la altura que hay desde el filo superior del alto
hasta el suelo, cinco de ellas será la longitud inclinada de
los maderos: pues contando cuatro partes iguales a las
primeras, desde el perpendículo adelante, allí vendrán a
caer los labios interiores de los pies de los maderos. De
esta conformidad saldrá proporcionada la elevación de
peldaños y escaleras (Vitruvio 1987. Libro IX, capítulo II).
En relación a la construcción de gradas en los templos, insistía en la construcción de un número impar
de las mismas, de acuerdo a unas medidas muy concretas de la huella y tabica de los peldaños:
Las gradas en la frente se harán siempre impares, para
que empezándolas a subir con el pie derecho, sea este el
que primero llegue al llano del templo. La elevación de
las gradas juzgo no debe ser mayor de diez pulgadas, ni
menor de nueve, pues así no será dura la subida. La huella de las mismas no será menos de pie y medio, ni más
de dos. Si a los otros tres lados del templo hubiere también gradas, se harán como las de la frente, pero si se cerraren de podium, se harán de modo que su zócalo, basa,
dado, corona y gola coincidan con los tales miembros del
pedestal que está debajo de la basa de cada columna (Vitruvio 1987. Libro III, capítulo III).
Muchos de estos aspectos tan relevantes, serán retomados por quienes trataron de interpretar a Vitruvio a través de las múltiples ediciones latinas de su
obra, como la de 1511 de Fra Giocondo de Verona
en Venecia, o la de 1521 de Césare Cesariano en
Como; testimonios ilustrados todos ellos, que servirán de modelo y fuente de inspiración para el trazado
de las escaleras durante toda la Edad Moderna (Cervera Vera 1978; Ciaponni 1984).
Paralelamente a la eclosión del vitruvianismo, e
incluso mucho antes de las citadas versiones impresas, va a surgir un novedoso tratado de arquitectura
elaborado por el sienés Francesco di Giorgio Martini
bajo el epígrafe «tratado de arquitectura, ingeniería y
arte militar». Elaborado entre los años 1470 y 1490,
se preocupa por dar a conocer el trazado planimétrico de numerosas escaleras en algunas de sus láminas
«piante di abitazioni, piante di case private o piante
di case private di varia foggia». En todas ellas se reconoce el valor específico de la escalera, formando
Estudio de la escalera renacentista
663
Otro de los tratadistas a tener en cuenta en la evolución de la escalera del Renacimiento, es el vanagloriado León Battista Alberti, quien en sus diez
libros de arquitectura, conocidos como «De Re Aedi-
parte de un conjunto, en este caso, a la hora de diseñar una serie de plantas para habitaciones, palacios o
casas privadas, pertenecientes a artistas, mercaderes
o estudiantes de la Italia quattrocentista (fig. 7).
Como aportación más relevante, introduce dos escaleras totalmente innovadoras para su época, la primera de ellas es la que él califica como escalera de
caracol de planta cuadrada, no es más que una escalera claustral de tres tramos de caja abierta, modelo
que tomarán muchos ejemplos hispanos del primer
renacimiento, como las escaleras toledanas del monasterio de San Juan de los Reyes (1526–1534) o del
hospital de la Santa Cruz (1521–1522), en las que
bajo las trazas de Enrique Egas, se advierte la presencia del arquitecto Alonso de Covarrubias.
El segundo de los modelos que introduce el italiano, será el calificado por el teórico Nikolaus Pevsner
(1994, 240–241) como escalera de planta en forma
de T, empleado por Bramante en su ya citada escalera del Patio Belvedere del Vaticano, y que servirá de
inspiración según Wethey (1943, 328) a una de las
escaleras paradigmáticas en el corpus hispano, la ensoberbecida Escalera Dorada (fig. 8). La misma tipología, aparece de manera testimonial en el contemporáneo «tratado de arquitectura» escrito entre los años
1461 y 1464, del florentino Antonio Averlino Filarete, a la hora de escoger un sistema ascensional en el
castillo de la ciudad ideal de Sforzinda (fig. 9).
Figura 8
Modelos de escalera de caracol de planta cuadrada, en planta de habitación principesca. Tav. 208, fol. 24 v (inferior izquierda). Modelo de escalera en forma de T, en planta palaciega (superior izquierda) y del Palacio de la República
(derecha). Tav. 32, fol. 18 v y Tav. 206, fol. 23 v (Giorgio
Martini 1967)
Figura 7
Modelos de plantas para casas privadas de artistas y mercaderes. Tav. 192, fol. 16 v y Tav. 193, fol. 17 r (Giorgio
Martini 1967)
Figura 9
Modelos de escaleras para pórtico y torre del castillo de la
ciudad de Sforzinda. Libro VI, Tav. 15, fol. 38 v y Tav. 17,
fol. 39 v (Filarete 1972)
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ficatoria» y redactados entre 1442 y 1452, aborda de
manera testimonial y sucinta el proceso constructivo
de las escaleras en los edificios:
pies. En el conjunto del edificio las escaleras serán tanto
más prácticas cuanto menor sea su número y menos superficie ocupen (Alberti 1991. Libro I, capítulo XIII).
La construcción de escaleras es una empresa más ardua
de lo que serías capaz de hacer sin una reflexión madurada y reposada . . . dicen que las escaleras son un obstáculo en el diseño de edificios. Pero quienes quieren que las
escaleras no sean un obstáculo, que no pongan obstáculos a las escaleras. En efecto, deberán reservar un lugar
determinado y exclusivo de la superficie, a través del
cual haya un acceso expedito y sin obstáculos hasta la techumbre que está al aire libre. Y que no te preocupe el
hecho de que se ocupe un espacio tan grande de la superficie con las escaleras: en efecto, serán de bastante utilidad en aquel lugar, mientras que no serán una molestia
para las restantes partes del edificio (Alberti 1991. Libro I, capítulo XIII).
En pleno siglo XVI, la llegada de la obra de los
tratadistas del clasicismo italiano, marcará un antes y
un después en la gestación de la escalera renacentista, sus tratados y estudios de arquitectura, fueron
consultados por afamados arquitectos, deseosos de
proyectar novedosas escalinatas en sus nuevas construcciones. Es ahora cuando se introducen nuevos
conceptos, referentes a la comodidad, amplitud e iluminación de las escaleras, su carácter presencial y escenográfico se hace visible en los exteriores de las
casas, villas o palacios.
Como novedad, Sebastiano Serlio, en el libro II de
sus «siete libros de arquitectura» (1556) partiendo
como premisa de la necesidad de las escaleras en los
edificios, representa en escorzo, de perfil y en perspectiva, diferentes tipos de escaleras en voladizo
(fig. 10). Vignola, sin embargo, a pesar de eludir el
estudio de la escalera en su obra «regla de los cinco
órdenes de arquitectura» (1562), va a imprimir un
marcado movimiento y predominio de la línea curva
en imponentes escalinatas de las villas palaciegas,
como la Villa Farnese en Caprarola (1559–1573).
Andrea Palladio, en cuyo tratado «cuatro libros de
arquitectura» (1570), se aprecia una profunda influencia Albertiana, dedica íntegramente el capítulo
Influido por las imperantes directrices vitruvianas,
establece una aplicación de las escaleras meramente
funcional, acorde a valores como la practicidad, comodidad y dignidad de las mismas en el conjunto de
los edificios.
Las pendientes acostumbraron a construirlas nuestros antepasados . . . según he constatado a partir de sus edificios, consideraron que eran suficientemente cómodas
aquellas que hubieran sido construidas de modo que la
vertical de la altura fuera igual a la sexta parte de la longitud total de la escalera. En cuanto a los peldaños, lo
que mejor les pareció es que fueran impares, sobre todo
los de los templos: en efecto, dicen que de ese modo se
consigue que entremos en el templo con el pie derecho,
hecho que consideran relacionado con el ritual. Y me he
percatado de que los buenos arquitectos tuvieron por
norma no construir casi nunca escaleras de más de siete
o nueve peldaños sin interrupción, creo que por imitar el
número de los planetas o de los cielos. Pero intercalaban
muy acertadamente un rellano cada siete o nueve escalones, para que las personas débiles tuvieran donde descansar del esfuerzo realizado al subir y pudieran hacerlo
poco a poco, y para que, si por azar se daba el caso de
que rodaran los que subían, tuvieran un lugar donde se
detuviera su caída y pudieran recuperarse.
Y a mí mismo me parece pero que muy bien que las escaleras estén interrumpidas por sus rellanos, y que sean
luminosas y sean anchas y espaciosas en función de la
dignidad del edificio. Por otro lado, consideraban que
había que diseñar los escalones de forma que no superaran los tres cuartos de pie ni tuvieran menos de la sexta
parte de un pie de altura, y de forma que su profundidad
no fuera de menos de un pie y medio ni de más de dos
Figura 10
Tipos de escaleras en escorzo, de perfil y en perspectiva.
Libro II, fig. 41–42 (Serlio 1986)
Estudio de la escalera renacentista
665
(1634), ya que el diseño de las análogas escaleras de
caracol de varias rampas que propone había sido
construido décadas antes en el citado Castillo de
Chambord (figs. 11 y 12).
En último término y a modo de conclusión, se han
de reseñar las aportaciones de prolíficos teóricos del
renacimiento italiano, como Bartolomeo Ammannatti
(1511–1592) o Vincenzo Scamozzi (1552–1616),
quienes sucumbieron a la ineludible presencia de la
escalera en sus más conocidas vertientes tipológicas
(Ammannati 1970; Scamozzi 1982).
NOTAS
1.
Figura 11
Modelos de escaleras de caracol de planta circular, ovalada
y cuadrada. Libro I, capítulo XXVIII. (Palladio 2003)
2.
Para un mayor acercamiento al papel de la escalera en
la tratadística, véase: Gambardella (1993) y Ureña Uceda (2007).
Para ahondar en el estudio de la escalera en la antigüedad occidental, dejando a un lado el mundo de las culturas mesoamericanas, véase: Valenzuela Montalvo
(1998).
LISTA DE REFERENCIAS
Figura 12
Escalas en caracol del castillo de Chambord. Libro I, capítulo XXVIII. (Palladio 2003)
XXVIII a la construcción de escaleras, sus diversos
tipos, número y tamaño de los peldaños. Su principal
aportación residirá en la creación de un tipo de escalera de caracol de forma oval que constituirá un nuevo referente en el diseño de escaleras, adoptándose
como solución arquitectónica años más tarde en el
Palacio Barberini de Roma por Carlo Maderno
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