Los efectos de la crisis aún golpean a Estados Unidos

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Estados Unidos post-recesión: caída de la renta,
creciente cohabitación y menos nacimientos
Uno de los resultados más llamativos de la Investigación sobre la Comunidad
Estadounidense de la Oficina del Censo de EEUU, publicados a finales de
septiembre, trata sobre el índice de pobreza. En comparación con el año pasado,
actualmente se sitúa en un 14,3% de la población, o un total de 43,6 millones de
personas. Esto significa que uno de cada siete americanos vive en la pobreza —el
mayor número registrado hasta hoy desde que comenzaron a hacerse las
estimaciones en los años 60, según la información de los responsables de los
datos estadísticos de la oficina.
Los medios informativos de todo el país reprodujeron rápidamente los resultados
de la investigación, sensibilizando a muchos americanos. La Gran Recesión puede
haber terminado de forma oficial después de dos años, o a mediados de 2009,
pero el índice de desempleo continúa siendo alto, poco menos del 10%, y las
familias que antes eran razonablemente prósperas, ahora se preocupan porque
les falta poco para formar parte de esas estadísticas.
Combinadas con otros resultados de la investigación de la Oficina del Censo, las
estadísticas del índice de pobreza ayudan a delinear el panorama actual de EEUU
post-recesión. En primer lugar, la fuerza de trabajo local está ganando menos. La
investigación constató que la renta media de las familias, en 2009, era de US$
50.211, lo que equivale a una caída del 2,9% en relación a 2008 (en dólares de
2009), lo que le convierte en el índice más bajo desde 1997. En segundo lugar, la
población está experimentando un cambio de estilo de vida que puede impactar
en la vida de las personas en el futuro. Un ejemplo: el número de adultos casados
entrevistados es el menor registrado, mientras que el número de compañeros no
casados y de no parientes que viven juntos ha aumentado poco a poco, pero de
forma constante, respecto a los niveles cotejados en el periodo anterior a la
recesión. Además de eso, un número menor de mujeres tuvo hijos en 2009, lo
que representa un descenso del 2,2% respecto a 2008.
"La crisis fue severa, y la reacción frente a ella fue excepcionalmente fuerte,
sobre todo en la constitución de los hogares", observa Peter Cappelli, profesor de
Gestión de Wharton y director del Center for Human Resources de la institución.
Pero Cappelli y otros observadores cuestionan hasta qué punto la crisis económica
habría influido en esas tendencias. A fin de cuentas, desde hace varios años el
número de americanos que se casan es menor y por varios motivos, no sólo a
causa de la crisis. Los especialistas, sin embargo, coinciden en señalar que,
directa o indirectamente, varios de esos factores podrían influir en la velocidad y
la fuerza de la recuperación del país y, tal vez, afectar la dinámica demográfica a
largo plazo.
Definiendo la pobreza
La investigación de la Oficina del Censo suele levantar sospechas en diferentes
círculos académicos, políticos y empresariales, no necesariamente a causa de los
resultados de las estadísticas, sino a causa de la metodología empleada. Veamos
el ejemplo de los números relativos a la pobreza. Al calcular el límite de la media
ponderada de la pobreza en 2009 —US$ 21.756, en el caso de una familia de
cuatro personas, y de US$ 11.161 para un individuo con menos de 65 años,
según datos de la Oficina del Censo—, los estadísticos basaron sus cálculos en los
ingresos antes de impuestos, y no tomaron en cuenta la ayuda a la alimentación y
otras ayudas no monetarias concedidas por el Gobierno. Los críticos dicen
también que la medición de la pobreza necesita ser actualizada para reflejar las
condiciones económicas actuales de los americanos de renta baja, en vez de usar
la misma forma de medición de hace 40 años.
Sea cual sea la metodología, los resultados de la oficina sirven de base para la
adjudicación de más de US$ 400.000 millones de fondos federales y provinciales
todos los años. Además, "esos datos son útiles no sólo para los investigadores,
sino también para empleados de los gobiernos provinciales y locales y para la
industria privada", dice Irma Elo, profesora de Sociología de la Universidad de
Pensilvania y directora del Centro de Estudios de Población.
Desde el punto de vista de una política futura, los últimos resultados sobre el
nivel de pobreza pueden enseñarnos algunas lecciones. "El índice de pobreza ha
subido sólo un 1% [desde un 2008]. Se trata de un impacto sorprendentemente
pequeño teniendo en cuenta la recesión", observa Justin Wolfers, profesor de
Políticas Públicas y corporativas de Wharton e investigador asociado de la Oficina
Nacional de Investigaciones Económicas de Cambridge, Massachusetts. Él señala
que el índice de pobreza de 2009 no ha sido tan elevado como después de la
última gran recesión, a principios de los años 80, cuando llegó a un 15,2%. "Esto
significa que la 'red de seguridad' —representada, por ejemplo, por la ampliación
del seguro de desempleo por el Gobierno federal— "ha tenido un mejor
rendimiento en la última recesión que en las anteriores", resalta Wolfers.
Otros especialistas concuerdan. "Los programas más importantes para combatir
los aumentos potencialmente elevados del índice de pobreza fueron la Seguridad
Social, Medicaid, el seguro de desempleo y la ayuda a la alimentación", y no el
plan de empleo y de incentivo a la inversión del Gobierno Obama, según mucha
gente cree, dijo Ron Haskins, investigador senior de estudios económicos de
Brookings Institution de Washington, D.C., en una reciente presentación. "El año
pasado, gastamos US$ 132.000 millones en el seguro de desempleo, casi US$
270.000 millones con Medicaid y US$ 50.000 millones con la ayuda a la
alimentación. La eficacia del Seguro Social, de Medicaid, del seguro de desempleo
y de la ayuda a la alimentación contra la pobreza es significativa incluso sin las
ampliaciones añadidas por la Ley Americana de Recuperación y Reinversión".
Contando los niños
Pero los resultados de la investigación del censo muestran que hubo un segmento
de la sociedad que no se vio tan beneficiado como debería: los niños. Entre 2008
y 2009, el índice de pobreza de los americanos de menos de 18 años pasó del
19% a un 20,7%. Es un gran aumento, dice Elo. "Uno de cada cinco niños vive
ahora en la pobreza. No es un buen preludio para la erradicación futura de la
pobreza".
El aumento tiene lugar en una época en que el coste de criar los hijos es
considerable en todas las familias. Según un informe de 2009 del Departamento
Americano de Agricultura (USDA) titulado "Gastos en niños por familias": en las
familias formadas por marido, mujer y dos hijos, los gastos anuales por cada hijo
pasaron de US$ 8.330 a US$ 9.450 de media [...] en los hogares de ingresos
inferiores a US$ 56.670 antes de impuestos. Los gastos pasaron de US$ 11.650 a
US$ 13.530 en las familias de ingresos entre US$ 56.670 y US$ 98.120 (antes de
impuestos), y de US$ 19.380 a US$ 23.180 en las familias de ingresos (antes de
impuestos) superiores a US$ 98.120.
¿Si los ingresos continúan cayendo, eso afectará la decisión de las parejas de
tener hijos? El último sondeo de la Oficina del Censo mostró que 4,3 millones de
mujeres habían tenido hijos antes de la investigación de 2009, mientras que, en
2008, ese número había sido de 4,4 millones; por encima, sin embargo, de los
4,2 millones durante los dos años anteriores.
Está claro que esos resultados no dicen cómo influyen los factores externos en las
parejas, principalmente a causa del intervalo de nueve meses entre la concepción
y el nacimiento. Pero un estudio de ámbito nacional publicado en abril por Pew
Research Center, una empresa de servicios de consultoría de opinión pública de
Washington, D.C., mostró una correlación entre la caída de las tasas de
nacimiento y las dificultades económicas cada vez mayores en EEUU. "Se constató
la existencia de un vínculo muy fuerte entre la magnitud de la variación del índice
nacional de natalidad de 2007 a 2008 y la magnitud de la variación de la renta
per cápita del año anterior en relación a la variación del precio de la vivienda",
informaba el estudio.
Kristen Harknett, profesora de Sociología de la Universidad de Pensilvania, cita un
estudio hecho en Europa, en lo cual ella trabajó, que muestra la relación entre
bajas tasas de fertilidad, incertidumbres económicas y desempleo y que, según la
profesora, puede ser aplicado igualmente al contexto americano. El índice de
matrimonios cae durante las crisis económicas; de igual modo, "las personas
aplazan la decisión de tener hijos, y cuando la incertidumbre económica es mayor,
ellas acaban postergando tanto esa decisión que, al final, tienen menos hijos de
los que habían planeado al principio", dice ella.
Además de tener menos hijos, las parejas están casándose menos hoy en día. De
acuerdo con Cappelli, de Wharton, "las opciones de matrimonio están influidas por
muchas cosas, inclusive por la economía". El coste de una boda, por sí sólo,
puede ser suficiente para disuadir a las personas. La consultoría Wedding Report,
de Arizona, que monitoriza la industria de bodas de EEUU, dice que el coste medio
del evento está subiendo. En el primer semestre del año costaba US$ 23.867,
frente a US$ 19.581, en 2009, y US$ 21.814, en 2008.
Samuel Preston, profesor de Estudios demográficos de la Universidad de
Pensilvania, dice que la cuestión no se resume sólo a cuando casarse —sino
también con quién—, lo que normalmente está definido por la estabilidad de la
economía. Él no se sorprende por la decisión de las personas de aplazar ese gran
cambio de vida. "La boda es parte de una unión económica, y es más fácil
constituir una relación estable cuando hay una fuente de renta regular", dice él.
Sin embargo, según dice Wolfers, los índices de matrimonios han estado cayendo
en los últimos 30 años, incluso durante los periodos de prosperidad de la
economía. Él dice que la boda se vuelve más atractiva en los malos momentos de
la economía, porque funciona como una especie de "póliza de seguro". Así, si un
cónyuge fuera despedido, puede sobrevivir con la renta del otro. "Analizando la
institución del matrimonio desde el punto de vista de la economía, me sorprende
que el índice de bodas no haya aumentado durante la recesión", dice Wolfers.
Cuando una pareja decide casarse, la economía pasa a jugar un papel importante
en la longevidad de la unión. De acuerdo con una investigación del Censo, un
52% de los adultos que se habían casado continuaban estándolo. Harknett cita un
estudio en que trabajó durante las últimas dos décadas haciendo un seguimiento
de la dinámica de 5.000 familias en áreas urbanas. De acuerdo con el estudio, las
parejas que experimentaron caídas significativas de renta durante la recesión
registraban índices más elevados de divorcio. Además de eso, las parejas
procedentes de partes del país donde las ejecuciones hipotecarias y el desempleo
eran altos también se divorciaban más que aquellos de regiones más estables.
Uniendo recursos
Otra investigación de la Oficina del Censo esclarece un poco más la economía de
las relaciones. Entre enero de 2009 y julio de 2010, la Investigación sobre la
Población Actual del Censo constató que el número de parejas heterosexuales no
casadas que conviven aumentó un 13%. La Oficina del Censo no se sorprendió de
esa tendencia, que fue publicada en un documento de trabajo en septiembre
después de explorar más a fondo los resultados para saber si las dificultades
económicas, como el desempleo prolongado, tendrían algo que ver con el
aumento de esos casos. El resultado sugirió que sí.
De acuerdo con el estudio, ambos compañeros de una pareja que acaba de
empezar a convivir presentaban un porcentaje menor de empleo (un 39%) que
otras parejas (un 50%). Además de eso, las parejas de unión más reciente
también eran más jóvenes, siendo un 37% de ellos hombres y 45% mujeres entre
15 y 29 años, frente a un 23% y un 32%, respectivamente, en el caso de parejas
juntas hace más tiempo. Pertenecían también a familias mayores —un 24% vivían
en hogares con cinco o más miembros, frente a un 15% en el caso de parejas
juntas desde hace más tiempo. Este último resultado corresponde a otros
resultados de la Oficina del Censo en que tanto el número de personas viviendo
en familias como el número de no parientes viviendo en esos hogares
aumentaron.
Elo dice que si las personas no estuvieran viviendo con amigos y parientes, el
índice de pobreza tal vez fuera mucho mayor. "Ese indicador muestra, con
seguridad, de qué manera las personas están lidiando con la economía".
De acuerdo con Preston, el aumento creciente de las familias es previsible
siempre que el índice de pobreza aumente. Él dice que hace 100 años, cuando
más de la mitad del país vivía en la pobreza, las personas formaban parte de
familias mayores porque había muchas familias viviendo juntas. Las personas
acogían a los vecinos, y así varias familias vivían bajo el mismo techo. "Ya se ha
demostrado incontables veces que cuando la renta aumenta, las personas
prefieren vivir en viviendas menores", dice Preston.
¿Pero esos cambios demográficos afectarán a la economía? Wolfers dice que la
tendencia de la cohabitación tiene implicaciones específicas para el mercado de la
vivienda. "Es, desde luego, la cifra más impresionante de la investigación", dice
él. "El declive actual de ese mercado se explica por el gran número de casas
disponibles en relación al número de familias. El índice creciente de cohabitación y
el aumento del número de personas viviendo juntas deben contribuir al
empeoramiento de ese escenario, ya que la población está organizándose en
núcleos familiares aún menores", añade Wolfers.
Con relación a otros resultados de la Oficina del Censo, Harknett no espera una
repercusión significativa en los niveles de renta y de pobreza. Después de la
recesión de los años 80, fueron necesarios cinco años para que los índices de
pobreza volvieran a los niveles anteriores a la recesión. "Todo depende de cuanto
tiempo dure la recuperación".
Los índices de pobreza cambiarán rápidamente cuando el mercado de trabajo
mejore, prevé Cappelli. Otras tendencias indirectamente relacionadas con la
economía, como el número de bodas y de nacimientos, tardarán más en
aumentar. "Las personas probablemente están esperando que el mercado de
trabajo y la economía mejoren antes de tomar alguna decisión importante", dice
él. "Pero esa espera tiene un límite, y puede ser que ellas decidan arriesgarse,
aunque las cosas no mejoren".
Informe realizado por la Wharton School, de la Universidad de
Pennsylvania, y otorgado por Universia
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