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Las Cláusulas Abusivas en la Contratación con Consumidores
en la Legislación Argentina
Estigarribia Bieber, María Laura
Facultad de Ciencias Económicas - UNNE.
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ANTECEDENTES
El consumo es un fenómeno muy particular por la diversidad de aristas que supone; es, así, que afecta a todos los
seres humanos, quienes lo disfrutan y lo sufren y es abarcado por distintas disciplinas. Las mayores
interrelaciones se dan entre Economía y Derecho.
En este sentido, “El “Derecho del Consumidor” no puede desconocer que las relaciones económicas del
Mercado, de producción, distribución y consumo, tiene un “orden natural”, una impronta, que se orienta a la
eficiencia, el lucro, la productividad. Y las “relaciones económicas del Mercado” no pueden dar la espalda al
contenido ético del Derecho que está dado por el respecto a la dignidad de la persona humana, cualquiera sea
ella. Ya no corresponde predicar del negocio efectos puramente jurídicos -el contrato destinado a “reglar
derechos”-, minimizando los efectos económicos -instrumento para la satisfacción de las necesidades-. ... La
Economía, como ciencia de las necesidades y del modo de satisfacerlas, como un saber relacionado con la
escasez, tiene que decir sus verdades. El Derecho, como ciencia y arte de la convivencia, tanto en la sociedad
civil como en el Mercado -en toda situación o relación de alteridad- tiene también las suyas” ( Mosset Iturraspe,
Jorge, 1996).
La relación jurídica de consumo tiene como elementos subjetivos al consumidor y al proveedor -en sentido latode bienes o servicios.
En ese orden, corresponde definir a los protagonistas de esta problemática, tomando los conceptos que nos
brinda la ley 24240 que, en su artículo 1º, dice: ” ... Se consideran consumidores o usuarios, las personas físicas
o jurídicas que contratan a título oneroso para su consumo final o beneficio propio o de su grupo familiar o
social”. En su artículo 2º se refiere a los Proveedores: “... todas las personas físicas o jurídicas, de naturaleza
pública o privada que, en forma profesional, aún ocasionalmente, produzcan, importen, distribuyan o
comercialicen cosas o presten servicios a consumidores o usuarios. ...”.
Su aspecto objetivo está constituido por los Contratos de consumo, celebrados entre consumidores y
proveedores. En general, este tipo de contratación se perfecciona a través de contratos de adhesión a condiciones
generales, predispuestos por una sola de las partes, el empresario, y al que el consumidor sólo puede adherir,
viéndose absolutamente alterada la autonomía de su voluntad y, consecuentemente, su posibilidad de negociar
las condiciones negociales, eliminándose la etapa de las tratativas.
Es así que nos encontramos con una parte fuerte, constituida por el experto – proveedor - predisponente, y una
parte débil, encarnada por el profano – consumidor – adherente. Esta disparidad de fuerza es la que pone de
manifiesto la necesidad de la función tuitiva del Estado, a efectos de restituir, de algún modo, el equilibrio del
sinalagma contractual
En reconocimiento de la vulnerabilidad del consumidor, y como pauta del sistema de protección, se establece el
principio “in dubio pro consumidor”, que significa que en caso de duda sobre los alcances de las obligaciones
pactadas en un contrato, se estará a la interpretación más favorable al consumidor, en contra del predisponente,
que ha sido quien tuvo a su alcance la posibilidad de establecer las mismas, a su exclusivo arbitrio. Esto en
aplicación de otro principio elemental en el derecho de contratos, cual es el de la Buena Fe; que si bien es
exigible a ambas partes, lo es con más rigor al empresario – productor, de quien cabe esperar una conducta leal,
teniendo presente su mayor conocimiento y posibilidades de predisponer las cláusulas.
Tomando especialmente en cuenta esta modalidad de contratación a través de cláusulas predispuestas, resulta
necesaria la existencia de una legislación adecuada, a efectos de mantener el llamado “orden público económico
de coordinación“ (Alterini, 1998) mediante el cual el Estado cumpla la función de tutela que es imprescindible
en la economía de mercado, a efectos de proteger a la parte débil de esta contratación, el consumidor, velando
con ello, por el mantenimiento del equilibrio de las posiciones contractuales.
Obviamente, esta modalidad de contratación es campo propicio para la existencia de cláusulas de tipo abusivas,
incorporadas por el proveedor prevaleciéndose de su situación de preeminencia respecto de la otra parte,
alterándose la equivalencia de las prestaciones. “Precisamente una de las cuestiones que plantean estas
modernas formas de contratación es el de las limitaciones que se les debe imponer para resguardar la buena fe
negocial”. ( Vázquez Ferreyra – Romera, 1994). La transgresión es llevada a cabo, por lógica, por el
predisponente, quien posee el poder para definir el contenido contractual.
El Proyecto de Nuevo Código Civil, unificado con el de Comercio, redactado por la Comisión designada por
Decreto 685/95, en su artículo 920, establece: “Las partes deben comportarse de buena fe para no frustrar
injustamente las tratativas contractuales, aunque todavía no haya sido emitida una oferta. El incumplimiento de
este deber genera responsabilidad por daño al interés negativo”.
Refiriéndose al rol de la buena fe, el Dr. Roberto A. Vázquez Ferreyra manifiesta: “ Entre sus funciones, la
buena fe, cumple un papel integrador con fuerza jurígena, ampliando el conjunto de obligaciones propias de
todo negocio jurídico en particular. (...) De esta forma, la buena fe, en su función que analizamos, acuerda al
consumidor o usuario el derecho a exigir no sólo las calidades propias genéricas del bien o servicio de que se
trate, sino también todo lo que se ha ofrecido en la actividad promocional, aunque no se haya particularizado
individualmente en el contrato”( Vázquez Ferreyra, Roberto A., 1991) .
Surge palmariamente, por tanto, la necesidad de establecer medidas tuitivas para el consumidor, determinando
consecuencias jurídicas que eviten el abuso que pretenden cometer los proveedores, a través del establecimiento
de las llamadas cláusulas abusivas.
A priori, podemos sostener que una cláusula predispuesta es abusiva cuando, contrariando el principio de la
buena fe, da origen a un desequilibrio significativo, en detrimento del consumidor.
“El punto de equilibrio queda desplazado y el contrato se transforma -vía cláusulas abusivas-, en potencial
instrumento de opresión que ejerce el polo dominante ( predisponente) sobre le parte débil ( adherente),
fracturándose indirectamente el principio conmutativo de distribución de sacrificios. (Stiglitz, Rubén y Gabriel
A. Stiglitz, 1992). Se plasma, así “.. una situación de abuso que, por debilitar la posición contractual de una
parte, y potenciar la restante, desestabiliza la relación sinalagmática”. (Josserand, L., 1946).
Si bien la Ley 24240 no brinda una definición de cláusulas abusivas, se refiere a ellas en el capítulo IX “De los
términos abusivos y cláusulas ineficaces”, artículos 37,38 y 39.
Artículo 37: “Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no convenidas:
a) las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños;
b) las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen los derechos
de la otra parte;
c) las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la prueba en
perjuicio del consumidor.
La interpretación del contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando existan dudas
sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa....”.
La Ley argentina adopta un criterio amplio y generalista, al describir sólo tres tipos de cláusulas que considera
abusivas y, por tanto, ineficaces.
Se ratifica, en el artículo 37, el principio “In dubio pro consumidor”, establecido en la última parte del artículo
3º de la Ley 24240, que brinda “pautas específicas de interpretación de su texto, a la par de las que contienen
los principios generales, que informan a todo el orden jurídico como un todo unitario y coherente. (...) Por
último, sentando como principio general el in dubio pro consumidor” que adquiere su mayor vigor en el
artículo 37, que sanciona con la ineficacia las cláusulas o los términos abusivos en los contratos que contienen
las relaciones jurídicas amparadas por la ley (art. 1), muy particularmente en los catalogados como contratostipo o de adhesión”. (Vázquez Ferreyra - Romera, 1994).
La Jurisprudencia Argentina ha aplicado este criterio, aún antes de la sanción de la ley 24240, en fallos referidos
a contratos con cláusulas predispuestas, que mantuviera posteriormente, aún con más énfasis y mejor
fundamento, aplicando lisa y llanamente, el texto legal vigente.
Por otra parte, debe bregarse por la seguridad negocial, encarnada en la perdurabilidad del contrato celebrado, en
aquella parte que respeta el equilibrio de las prestaciones. Es decir que le corresponde al Estado velar por el
mantenimiento o restablecimiento del carácter conmutativo de dichos contratos.
Es así que, detectada la cláusula abusiva, el Juez deberá decretar la nulidad de la misma, al “tenerla por no
escrita”. A pesar de ello, y teniendo presente el principio de conservación del contrato, aún para no frustrar la
intención del consumidor, corresponde integrar el contrato, teniendo presente las reglas de equidad. En estos
casos, “lo que debe guiar al Juez es el mantenimiento del propósito práctico, de la finalidad subjetiva
perseguida. La doctrina está conteste en que este elemento en el negocio no es un asunto irrelevante. Aunque
hay diferencias en cuanto a la caracterización de este elemento, lo cierto y concreto es que el ordenamiento
tiende a su protección. En los contratos de consumo se ve con malos ojos la frustración y con ello que el
consumidor no obtenga al bien. La finalidad defensiva de la ley se aprecia claramente en este tema al
desarrollarse una serie de instrumentos que permiten la obtención del propósito práctico que guió al
consumidor hacia la contratación”. ( Lorenzetti, Ricardo Luis, 1996).
La problemática planteada desde el punto de vista jurídico tiene implicancias de contenido económico y social
de vital importancia, especialmente en una economía de mercado, tal la establecida en el país, con las incidencias
del mundo globalizado, atento la íntima correlación de los aspectos considerados por las distintas disciplinas.
Los Dres. Alterini, López Cabana y Stiglitz, autores del proyecto que diera origen a la ley 24240, expresan que
las bases conceptuales tuvieron en cuenta que “se trata de eliminar los excesos”, de alentar la competencia leal y
descalificar el juego sucio: “Así como en la competición deportiva las reglas del juego deben ser establecidas y
respetadas, en la competición económica deben ser especialmente desterradas la publicidad falsa o que pueda
inducir en error, y las técnicas de comercialización que atentan contra el discernimiento, la dignidad, la
personalidad del consumidor”. Para ello son necesarias “precauciones legislativas” cuyo propósito no es afectar
sino “restaurar la libertad del lado donde es amenazada”, en función de tutela del débil jurídico. ( López
Cabana, 1996).
Por último, resulta imprescindible la difusión de los derechos del consumidor y la formación del ciudadano como
tal. Esto se encuentra dispuesto en el artículo 60 de la Ley 24240, cuando establece: “Incumbe al Estado
Nacional, las Provincias y Municipalidades, la formulación de planes generales de educación para el consumo y
su difusión pública, fomentando la creación y el funcionamiento de las asociaciones de consumidores y la
participación de la comunidad en ellas, debiendo proponer a que dentro de los planes oficiales de educación
primaria y media se enseñen los preceptos y alcances de esta ley”.
El Maestro Morello, expresa al respecto: “mientras los ciudadanos no lleguen a un eficaz conocimiento de lo que
el mundo jurídico les reconoce como derechos y les demanda como obligaciones, la ausencia de ese especial
presupuesto les impedirá a su vez protegerse de las amenazas, perturbaciones o violaciones que tales
pretendidos pero ignorados derechos puedan experimentar”. (Morello, Augusto, 1987).
Esta es una tarea a encarar primordialmente por el Estado tanto desde el sistema educativo cuanto de los medios
de difusión, con la intervención de organizaciones no gubernamentales, con excelentes resultados.
MATERIALES Y METODOS
En cuanto a materiales, se ha procedido al análisis crítico de la legislación vigente en la materia; la doctrina y la
jurisprudencia nacional. Se aplican métodos de carácter teórico: análisis – síntesis; histórico – lógico.
DISCUSION DE RESULTADOS
Teniendo presente que el plan de investigación ha sido aprobado en el mes de marzo del corriente año, aún no
puede brindarse discusión de resultados, atento que se encuentra en etapa de exploración.
CONCLUSIONES
Como conclusiones, absolutamente provisorias dado el escaso tiempo de desarrollo de la tarea de investigación,
puede anticiparse que la legislación argentina en materia de cláusulas abusivas en la contratación con
consumidores es de carácter amplia y abarcativa . Teniendo presente los casos presentados y resueltos por la
Jurisprudencia; así como el estado de la doctrina nacional; que esta última se ha ocupado escasamente del tema y
que es una materia que aún no se encuentra adecuadamente instalada en la sociedad, lo que se ve reflejado en la
pequeña cantidad de reclamos, enfocadas desde el ángulo de lo dispuesto por la Ley 24240, sobre todo en sede
judicial, en proporción a la gran cantidad de conflictos generados.
Resultaría imprescindible la mayor difusión de los derechos del consumidor, a efectos que, una vez conocidos,
los mismos sean ejercidos en plenitud por sus destinatarios.
BIBLIOGRAFIA
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