Apéndice II LA(S) REVISTA(S) CIENTÍFICAS DE LA SEM: EL

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Guerrero R, López R. 2002. Scientific journals of the SEM. In: García
Mendoza C (coord.). History of the SEM in the XX century. Editorial
Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., pp 143–182
Ricardo Guerrero1 y Rubens López2.
Universidad de Barcelona1, Centro de Investigaciones Biológicas, CSIC, Madrid2
Apéndice II
LA(S) REVISTA(S) CIENTÍFICAS
DE LA SEM:
EL TESÓN DE LO IMPROBABLE
Las revistas científicas
Una revista científica es una publicación periódica ―hasta hace poco
exclusivamente impresa― cuya finalidad es la comunicación y transmisión
del conocimiento científico, especialmente de los avances que se producen en
un determinado campo. Sus características están determinadas por la
comunidad a la que se dirige y por el área temática que cubre. Las primeras
revistas científicas correspondían a campos muy generales que abarcaban lo
que llamamos ciencia en sentido estricto ―las ciencias matemáticas y de la
naturaleza. A partir del siglo XIX aparecieron otras revistas que correspondían a las humanidades ―filosofía, lingüística, sociología, etc.
La primera revista científica de la que tenemos noticia es la francesa
Journal des Savants, fundada en 1665. El mismo año, la Royal Society de
Londres inició la publicación de una revista que aún existe hoy día, The Phylosophical Transactions of the Royal Society. Aquél fue un año fecundo en
la cosecha de la publicación científica, ya que también, recordemos, vio la
luz el libro Micrographia, de Robert Hooke, el acta fundacional de la
microscopia y, por extensión, de la biología. Durante el resto del siglo XVII
y todo el XVIII las diversas revistas que fueron apareciendo eran las publicaciones oficiales de sociedades científicas de prestigio. En la segunda mitad
del siglo XIX surgieron revistas independientes de sociedades, que iban des
– 143 –
tinadas a un sector determinado de científicos. Nature, que no era el órgano
de ninguna institución sabia, fue fundada por Norman Lockyer en 1869 con
el objetivo, entre otros, de publicar las cartas y comunicaciones de Charles
Darwin. La aparición (en 1859) de la obra de Darwin On the Origin of Species by Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the
Struggle for Life actuó de fermento sobre la intelectualidad victoriana de
Gran Bretaña. Nature fue desde el principio una revista independiente que
no tenía el respaldo, ni económico ni científico, de ninguna institución. En
cuanto a la financiación, tuvo sus problemas durante los primeros años. Por
lo que respecta a la garantía científica, desde el principio contó con colaboradores destacados, como John Tyndall o Thomas H. Huxley. Todavía ahora
es una revista dedicada parcialmente al periodismo científico, con secciones
de información general sobre la comunidad científica y los avances de la
ciencia, de opinión, necrológicas, revisiones de libros, etc. Y muchos lectores lo que buscan principalmente son esas páginas. Sin embargo, lo que confiere a Nature el calificativo de “prestigiosa” con que se la suele adjetivar en
los medios ―y, por supuesto, el alto “factor de impacto” que tiene―, es la
sección de artículos de revisión (Review Articles), la de artículos de investigación primaria (Articles) y las comunicaciones (Letters to Nature), que suelen ser artículos cortos. A pesar de su título, Letters no es una sección de cartas de los lectores, las cuales están en la sección Correspondence.
En el siglo XX, además de las revistas publicadas por instituciones
―sociedades científicas, universidades, facultades, organismos gubernamentales de investigación, centros de investigación, etc.―, aparecieron
muchas que dependían de editoriales privadas, solas o en colaboración con
instituciones científicas. Entre las que pertenecen a una institución científica
están Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA
―habitualmente abreviada como PNAS―, publicada por la sociedad norteamericana de su nombre, entidad que es la máxima autoridad científica del
país; Journal of Bacteriology y el resto de las que edita la American Society
for Microbiology; Microbiology, publicada por la Society for General
Microbiology (Reino Unido). Entre las que pertenecen a conocidas editoriales tenemos, además de la ya citada Nature, Virology o Archives for Microbiology (Macmillan, Academic y Springer, respectivamente). Caso especial
es Science; aunque pertenece a la American Association for the Advancement of Science, su difusión, comercialización, prestigio e impacto viven
una vida bastante separada de la de la sociedad que la edita.
Hoy día, muchas de las revistas que tienen prestigio en la comunidad
científica son, independientemente de su calidad intrínseca, un producto de
– 144 –
mercado. Además, para muchas editoriales, un negocio seguro y creciente,
donde con una mínima propaganda se aseguran la venta anual de un producto caro; con unos precios que se pueden “actualizar” sin temor a la competencia y sin posibilidades de protesta por parte del comprador, generalmente sólo instituciones, debido a su precio prohibitivo. Los libros científicos no seriados tradicionales, en cambio, necesitan una propaganda y comercialización específicas para cada caso, quedan anticuados en seguida, no
pueden colocarse en el mercado general y, finalmente, son un engorro para
la editorial al cabo de poco tiempo, por lo que una parte no despreciable de
la edición acaba sus días, a la infantil edad de tres a cinco años, convertida
en pasta de papel. Actualmente, las editoriales científicas más potentes
deben la mayor parte de sus beneficios no a los libros ―como era tradicional―, sino a las revistas, ya que tienen la venta asegurada antes de su aparición porque se distribuyen por suscripción. Además, si “el producto” se
dedica a un campo aplicado, como muchas especialidades de la medicina o
de la ingeniería, se obtienen notables ingresos adicionales por la abundante
publicidad.
Se calcula que en la actualidad existen más de 100.000 revistas científicas. En 1997, cuando uno de nosotros (RG) pidió al Centro de Información
y Documentación del CSIC que mirara cuántas revistas europeas ―sólo―
relacionadas con la microbiología existían, la lista inicial llegó a las 200 (!).
Después de cuidadosa depuración, y de quedarse con las más estrictamente
relacionadas, la lista se redujo a ―sólo― 146 (Ronda & Vázquez 1997). En
la actualidad, muchas revistas están pasando a tener dos ediciones, la habitual en papel y la electrónica. Algunas revistas nuevas se publican ahora
exclusivamente en su versión electrónica y, en muchos casos, su calidad y
rigurosidad están fuera de duda, porque mantienen el sistema de evaluación
y selección de originales que practicarían si se editaran en papel. Microbiologia SEM se publicó en 1996 y 1997―los dos últimos años de su existencia― también en versión electrónica, gracias al empeño de Jesús García-Gil,
de la Universidad de Gerona (Piqueras 1997, García-Gil 1997). International Microbiology está en Internet desde el primer número. Los años
1998–2000, a nuestro cargo, en <www.im.microbios.org>; desde 2001, a
cargo de SpringerVerlag,en <http://link.springer.de/link/service/journals/
10123/index.htm>. De los tres primeros años, los artículos completos son de
libre acceso; a partir de 2001, sólo los índices y resúmenes, pero los socios
de la SEM y los suscriptores de la revista tienen acceso a los artículos
completos.
– 145 –
Revistas, artículos y separatas
Las revistas científicas están subdivididas en unidades llamadas “artículos”. Cada artículo lleva, una vez publicado el número donde ven la luz, una
vida propia. Tienen autores y temas diferentes de los otros trabajos del resto
del número. Una vez impresos en forma separada (“separata”, que si respetásemos más nuestro latín original sería separatum), se distribuyen y citan
de manera totalmente independiente. Tanto, que muchos autores no hemos
visto nunca un ejemplar completo de alguna de las revistas donde hemos
publicado nuestros artículos. Esta vida independiente sólo se ha interrumpido en los últimos tiempos a la hora de citar “el factor de impacto (FI) del
artículo”, concepto equivocado porque se refiere siempre al FI de la revista
en conjunto en el año concreto en el que se publicó el artículo en cuestión
(Guerrero 2001a, Piqueras 2002).
Los artículos de las primeras revistas científicas eran casi exclusivamente descriptivos; sus autores explicaban sus observaciones y, en ocasiones, las
deducciones extraídas. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la experimentación inductiva adquiere gran importancia, y los artículos deben no
sólo exponer las observaciones y deducciones realizadas sino detallar los
métodos empleados, de tal manera que otros investigadores puedan verificar
o falsar las afirmaciones realizadas. En la actualidad, la mayor parte de los
artículos contienen “investigación primaria” y constituyen la primera comunicación completa por escrito de una investigación concreta, con sus precedentes, metodología, resultados y comentarios. La fecha de publicación es
importante, porque, en caso de discusión de la autoría de un descubrimiento
entre dos o más artículos, se respeta la prioridad cronológica. Hay también
“artículos de revisión”, que describen la situación contemporánea de algún
campo de investigación; sus autores pueden ser algunos de los responsables
de esa investigación o bien otros científicos conocedores del tema. La
estructura del número de la revista puede hacerse más compleja e incluir
también “editoriales”, “cartas”, artículos de opinión y perspectiva, revisiones de libros, comentarios de reuniones, etc. (Sharp 2001).
La revista de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), al margen de
diferencias propias de cada época, ha seguido ese esquema: la mayor parte de
los artículos han sido de investigación primaria y de revisión. Estos artículos
son el núcleo fundamental de una revista científica, los que los autores preparan para comunicar su investigación y los colegas buscan para preparar,
mejorar, o justificar la suya. Al aparecer Microbiología Española (1947) se
anunciaba que la revista, principalmente, “estará consagrada a la publicación
– 146 –
de trabajos estrictamente originales, ...” (las cursivas y la falta de ortografía
son del original), pero que “otras secciones estarán dedicadas a bibliografía,
[...] resumen de actas de las sesiones y breves noticias de interés para los
socios [de la Sociedad de Microbiólogos Españoles, que es como empezó llamándose la SEM].” Durante toda su existencia, Microbiología Española
mantuvo esa tónica. La nueva revista, Microbiología SEM, publicó a partir de
1985, además de artículos de investigación primaria, minirrevisiones de temas
de interés general. Finalmente, a partir de 1994 cada número de Microbiología SEM contenía dos tipos de artículos: los que llamábamos “Investigación” (que eran de una a tres minirrevisiones, o “investigación secundaria”,
más un número variable de artículos de presentación de resultados propios, o
“investigación primaria”) y los que agrupábamos bajo el nombre de “Complementos” (que eran editoriales, artículos de opinión y/o perspectivas, recensiones de libros, recuerdo de la vida y obra de científicos españoles o extranjeros, etc.). Estos Complementos enriquecieron la publicación tratando temas
de interés general en microbiología, o temas generales vistos desde la perspectiva de la microbiología, y cumpliendo, una vez más, la vocación generalista y formadora de la SEM. Merecen especial mención los que se dedicaron
a la historia de nuestra Sociedad, a la propia revista y al estado de la microbiología en América Latina (véase la p. 515 de Mas Castellà 1997). Muchos
de esos artículos “complementarios” han sido citados e incluso reproducidos
íntegramente en diversas publicaciones extranjeras, lo que indica que nuestra
revista se lee en diversas partes del mundo. En International Microbiology se
ha mantenido ese esquema general, donde destaca la calidad de los editoriales, que se encargan a distintos expertos para que nos den su visión particular del campo donde trabajan. Estos editoriales no constituyen la opinión de
la revista (ya que son responsabilidad de quienes los firman), ni por supuesto de la SEM, pero son muy coherentes con la idea de nuestra Sociedad de
agrupar opiniones diversas con un objetivo colectivo: el progreso de la microbiología (in pluribus unum).
Y sin más preámbulo, pasemos a recordar lo que tuvimos, para describir
lo que tenemos. Entre lo que tuvimos, está la historia de la revista, desde
1947 hasta nuestros días, un recorrido en tres etapas muy dispares en carácter y extensión (el primero de 38 años, el segundo de 13, y el actual, de sólo
4). Al final de este trabajo recapitularemos sobre cuatro aspectos que son
esenciales en una revista moderna y que han sido objeto de discusión a la
hora de dirigir y enjuiciar nuestra publicación oficial: la utilización del
inglés, el sistema de evaluación por expertos (peer review), la publicación
electrónica y los índices de citación internacionales (Current Contents, etc.).
– 147 –
La revista Microbiología Española (1947–1986)
Las revistas de la SEM han sido tres: Microbiología Española
(1947–1986), Microbiología SEM (1985–1997) e International Microbiology (desde 1998). Aunque diferentes en presentación, contenido y aspiraciones, constituyen una línea de continuidad que justifica los paréntesis del
título de este trabajo. Dicha continuidad fue claramente descrita en la presentación de la benjamina, International Microbiology, por el entonces presidente de la SEM (Ruiz Berraquero 1998).
Microbiología Española (Fig. 1) se fundó en 1947. Sus avatares, logros
y debilidades han sido narrados en la serie de artículos sobre la historia de
la SEM de Concepción (siempre Conchita) García Mendoza (1995–1996)
reproducidos en este libro, en Isamat et al. (1996) y en Mas-Castellà (1997).
Desde su aparición hasta 1984 fue editada conjuntamente por el Instituto
Jaime Ferrán de Microbiología (del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, CSIC) y por la SEM. Puede sorprendernos que el primer número empezara con la reproducción del texto de una conferencia de Luis Nájera Angulo titulada “La guerra bioparasitológica”, un tema tan desgraciadamente actual todavía. La revista alcanzó cierto prestigio y se citaba en varios
índices internacionales. Le cupo el honor de publicar el artículo que propuso la creación del nuevo género Bordetella. Este articulo (de Manuel Moreno López, Microbiol. Esp. 5:177–181 [1952]) ha sido citado en multitud de
trabajos y libros de taxonomía, entre ellos varias ediciones de los Bergey's
Manual. La época de mayor impulso de la revista fue la década entre los
años 1953 y 1962, llegándose en dos de ellos (1955 y 1956) a publicar más
de 500 páginas. Sin embargo, a partir de entonces fue decayendo lentamente, hasta el punto de que en 1985 la SEM dejó de colaborar con el Instituto
Jaime Ferrán y decidió iniciar por su cuenta la publicación de Microbiología
SEM. El Instituto Jaime Ferrán aún publicó dos números más de Microbiología Española independientemente de la SEM, en los años 1985 y 1986. Los
últimos números tenían un aspecto escuálido, pero sirvieron, una vez
más, para demostrar el tesón de los pioneros: publicaron los últimos artículos a los que se habían comprometido.
El año 1985 se reorganizó el CSIC y desapareció, entre otros, el Instituto Jaime Ferrán. El último número de Microbiología Española, que apareció
en noviembre de 1986, constaba de 5 artículos, sólo 39 páginas y contenía
el epitafio, triste pero digno, de la revista: “[...] El Equipo editorial, al despedirse, quiere hacer constar su agradecimiento a los lectores, muy especialmente, y a todos cuantos con su colaboración en las diferentes tareas,
– 148 –
FIGURA 1. Portadas del primer (1947) y último (1986) número de Microbiología Española
asesoramiento, organización, redacción, imprenta, han permitido la publicación de la revista que, después de treinta y nueve años de existencia, cierra
con este volumen su colección.” Hay que decir a fuer de sinceros, que la
separación de ambas revistas no fue amigable precisamente. Los responsables del Instituto reclamaron ante el Registro de la Propiedad Industrial por
considerar que el nuevo nombre (Microbiología) usurpaba el anterior. Ese
organismo dio la razón a los demandantes, y por ello gozamos ―sin saberlo― de un nombre “ilegal” durante toda la vida de la segunda revista
(1985–1997).
Quedan pocas colecciones completas de Microbiología Española. El
estudio detallado de sus trabajos, temas y autores (Vázquez & Ronda, este
libro) proporcionaría una visión, a veces descorazonadora, a veces esperanzada, de una microbiología autárquica, alejada de las corrientes internacionales. Pero no podemos olvidar que eso era fiel reflejo de la situación de
España en las décadas de 1940 y de 1950. A pesar del aislamiento, se aprecian los tímidos intentos de abrirse al exterior, el interés en convocar científicos extranjeros de reconocido prestigio, para aprender de ellos. Y el esfuerzo de algunos de los microbiólogos jóvenes ―en aquella época― para salir al
extranjero a perfeccionar conocimientos y volver al país a poner en prác
– 149 –
tica lo aprendido. Rodaron por el mundo y volvieron, insuflando aires nuevos en un país de ambiente enrarecido. Puede decirse, viendo la situación
actual, que a pesar de las dificultades pudieron volver; ahora, hubieran tenido muchos obstáculos, porque el aire ha vuelto a enrarecerse. Sin duda, los
fundamentos del magnífico edificio de la microbiología española que se fue
levantando en las décadas de 1970 y 1980 se apoyan en parte en aquellos
cimientos y aires renovadores. Además de otros méritos, no podemos negar
a aquella primera época de la microbiología española los del esfuerzo, la
continuidad y la esperanza.
Microbiología Española se proponía sacar cuatro números individuales al
año, pero eso se logró pocas veces (por ejemplo, en 1953). Cada volumen
(año) tenía oficialmente cuatro números, pero lo más frecuente era que éstos
aparecieran agrupados de dos en dos. De 1947 a 1952 hubo uno o dos números dobles por año (con la excepción de 1948, año en que no se publicó la
revista), que podían ser el 3–4 o el 2–3. Por otra parte, hay dos cosas que
hacen difícil saber cuántas veces por año apareció realmente la revista: la
primera es que las bibliotecas suelen quitar las cubiertas de los números
individuales al encuadernar el volumen anual; la segunda es que entre los
años 1958 y 1967 la revista publicó un único índice, que correspondía a todo
el año. Por ello, en la columna correspondiente de la Tabla 1 se indican 4
números hasta 1976, aunque no tengamos constancia de que siempre fuese
así. A partir de 1976 se hace evidente que la revista tiene serias dificultades
para publicar incluso un solo volumen-número anual. En la Tabla 1 se exponen los años y números de la primera revista y el número de artículos y de
páginas que contenían. Para elaborar esa Tabla contamos en su día (1996)
con la ayuda inestimable de Sara I. Pérez Prieto y de las bibliotecarias del
Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), María Antonia Hermida González y Concepción López Hermida.
La nonata Biología Microbiana y la transición penosa
La idea de lanzar una nueva publicación ya se había discutido, si no
antes, en 1976. En la Junta Directiva de la SEM celebrada con ocasión del
I Congreso de la Federación Española de Sociedades de Biología Experimental (FESBE, Madrid), siendo presidente de la SEM Fernando Baquero,
se decidió publicar una nueva revista. Se acordó llamarla Biología Microbiana, y se nombró editor-jefe (director) de la misma a Jorge López Tello,
que ocupaba el cargo de bibliotecario en la Junta Directiva de la SEM. Dicha
– 150 –
Tabla 1. Volúmenes y números de Microbiología Española
(1947–1986)
Vol.
Núm.
Año
Artículos
Páginas
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29a
30–31b
32–33b
34
35
36
37
38c
39c
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
3
3
2
4
“4”
1
1
1
1
2
1
2
1
1947
1949
1950
1951
1952
1953
1954
1955
1956
1957
1958
1959
1960
1961
1962
1963
1964
1965
1966
1967
1968
1969
1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977–78
1979–80
1981
1982
1983
1984
1985
1986
15
11
16
13
12
17
16
14
26
23
24
23
24
22
23
27
21
16
24
18
20
25
23
24
25
17
19
15
13
15
12
9
6
14
13
15
5
317
283
247
209
213
414
328
523
504
485
431
438
414
268
307
280
254
250
346
250
240
286
306
302
289
199
326
178
156
142
123
90
76
132
119
125
39
a
La indicación “4” señala que parece que se publicaron los cuatro números de una sola vez.
A partir de ese año hemos indicado las veces que se publicó realmente. Los dos números de
cada uno de los anos 1983, 1984 y 1985 fueron dobles.
b
Los volúmenes 30–31 y 32–33 se publicaron en un solo número cada uno, que cubrieron los
años 1977–1978 y 1979–1980, respectivamente.
c
En 1985 y 1986 ya se publicaba Microbiología SEM.
– 151 –
revista podría aparecer después del siguiente congreso nacional (en Santiago de Compostela, 1977; véase García Mendoza 1995, Parte II). Se trató de
nuevo el tema en ese congreso. Varias personas intervinieron en esta fase de
preparación; entre ellas, podemos destacar a Antonio Portolés, director de
tesis de uno de nosotros (RL). El nombre de Biología Microbiana llegó a
registrarse oficialmente. Pero, debido principalmente a la falta de originales,
la nueva publicación no llegó a hacerse realidad. Como último recurso, se
pensó en fusionarla con el Boletín Informativo, que, por iniciativa de Julio
R. Villanueva, ayudado por Federico Uruburu, había comenzado a publicarse en Salamanca en diciembre de 1972.
Al no haberse podido plasmar la idea de esta nueva revista, la Junta
Directiva de la SEM decidió en 1980 seguir colaborando con el Instituto
Jaime Ferrán en la publicación de Microbiología Española. Se acordó que,
decisiones que se tomasen. Pero a partir de 1984 la situación a partir de
entonces, la SEM debería formar parte tanto del Consejo de Dirección
como del Comité de Redacción, y que participaría en todas las de
coedición de Microbiología Española se hizo insostenible, por lo que se
decidió, esta vez con éxito, lanzar la nueva revista. A última hora, se
cambió el nombre de Biología Microbiana (que a algunas personas de la
Junta les pareció demasiado “básico” y poco clínico), por el más general de
Microbiología. Este nombre también se intentó ―fallidamente― registrar,
con la fuerte oposición de algunas personas del Instituto Jaime Ferrán y con
las consecuencias que hemos visto.
Dado que el nombre se prestaba a confusión, porque había en el mundo
otras revistas con ese mismo título ―llegamos a contar hasta siete―, a
veces se le añadían las siglas de la Sociedad, que aparecían ―verdad es que
a una considerable distancia― en la portada. Incluso la tipografía de los primeros años fue errática, ya que podemos leer tanto MICROBIOLOGÍA,
como M ICROBIOLOGÍA (parece lo mismo, pero no lo es; las segundas son
letras versales), y también Microbiología.SEM (adelantándonos con ello
muchos años a la “sintaxis” de la actual separación de dominios en Internet).
A partir de 1994, Ricardo Guerrero fijó el nombre “ilegal”, y pasamos a la
nomenclatura binomial y cursiva (Microbiología SEM) siempre que la citábamos, aunque en la portada seguía manteniéndose una prudente separación
entre la denominación “genérica” y la “específica”, y las letras seguían siendo de tipo “redondo” y “de palo recto” (sans serif). El nombre no debía de
ser tan malo porque finalmente la prestigiosa Society for General Microbiology nos lo “usurpó” en 1994, cuando cambió el nombre de su revista oficial (Journal of General Microbiology) al de Microbiology. O sea, que desde
– 152 –
FIGURA 2. Carta de la SGM a Microbiología SEM en 1997
1994 a 1997 disfrutamos de un nombre no solamente ilegal en España sino
compartido internacionalmente por un “gran hermano” británico (el cual,
por cierto, tiene nuestra misma edad) (Fig. 2), y con un hermano ruso (la tradicional Microbiologyia de Moscú), que es anterior y con la cual nos confundieron a veces.
– 153 –
La revista Microbiología SEM. Primera y segunda etapa (1985 a 1993)
Los tres directores (o editores coordinadores, o editores-jefe, que de todas
estas maneras se han llamado) que tuvo Microbiología SEM fueron: Rubens
López (1985–1989), José Antonio Ordóñez (1990–1993) y Ricardo
Guerrero (1994–1997). La idea de la nueva revista se hizo realidad gracias
a los esfuerzos coordinados de César Nombela, por aquel entonces presidente de la SEM, y de Rubens López y su equipo. Se inició un poco como
una aventura, ya que era un reto empezar una revista partiendo casi de cero.
Tras muchas discusiones, se decidió que fuera bilingüe: se podrían publicar
artículos en inglés o en español. Esto suponía una ruptura con respecto a la
anterior revista, donde los artículos en una lengua extranjera fueron excepción (Vázquez & Ronda, este libro). Se decidió también redactar unas normas para los autores y que el director fuera reelegible cada cuatro años. Se
nombró un Consejo Editorial y se escogieron expertos en cada especialidad,
para que fuesen coordinadores de cada grupo específico. Cada número
incluiría, como mínimo, una “minirrevisión”, generalmente en inglés, sobre
algún tema de interés microbiológico. Los originales se someterían a evaluación por el sistema de revisión por expertos” (peer review). El diseño y
formato de cada número de Microbiología SEM era el habitual en revistas
similares del momento y fue pensado y ejecutado por la empresa a la que
encargamos la publicación, Editorial Garsi (Fig. 3).
A uno de nosotros (RL) le cupo el honor de ser el primer director de
Microbiología SEM, cargo que desempeñó de 1985 a 1989. Particularmente
decisiva para la elaboración de cada ejemplar resultó la ayuda recibida de
Ernesto García, de Pedro García y de Concha Ronda, tanto al aplicar sus
muchos saberes para cuidar el contenido científico de los artículos como su
infinita paciencia para soportar que el “despacho” que compartíamos en el
CIB ―que bien merecería ser llamado galguera― se convirtiera en flamante Redacción. Aquel pequeño cubículo tuvo que multiplicar increíblemente
su espacio, hasta convertirse en un remedo del camarote de los hermanos
Marx, rebosante no de camareros, platos y flores, sino de archivadores, carpetas, originales de artículos, gráficas y fotos.
El primer número tuvo, muy humanamente, una gestación de unos nueve
meses y salió mellizo (apareció en septiembre de 1985 y fue un número
doble, vol. 1, núms. 1 y 2 juntos). El recién nacido llenó de gozo tanto a sus
progenitores directos (RL y su equipo), como a los padrinos (la SEM) y, por
qué no decirlo, a los esforzados autores ―que en este tipo de paternidad no
hay exclusivismo― de los diez primeros artículos, que eran
minirrevisiones.
– 154 –
FIGURA 3. Portada del primer número de Microbiología SEM (1995)
Por su carácter fundador, mencionaremos los nombres y centros (abreviados) de los autores “senior” o “correspondientes” de cada uno de los artículos: G. Larriba (Microb., Univ. Extremadura), C. García Mendoza (J. Ferrán,
CSIC), F. Rodríguez-Valera (Microb., Univ. Alicante), R. López (Inmunol.
Biol. Microb., CSIC), J. L. García (Antibióticos, Madrid), R. Guerrero
(Microb., Autón. Barcelona), B. Gómez-Miranda (Inmunol. Biol. Microb.,
– 155 –
CSIC), J. Barbé (Microb., Autón. Barcelona), A. Ramos Cormenzana
(Microb., Univ. Granada) y M. López-Brea (Hptal. de la Princesa, Autón.
Madrid). Esos autores, y sus coautores, tuvieron la osadía ―o no pudieron
resistir el ardiente acoso del director― de enviar un artículo para el número
pionero y aceptaron publicar en una revista no solamente “mala por definición, ya que era española” ―como se oía a veces―, sino además novel. No
suficientemente agotados por el esfuerzo del parto, el año 1986 continuamos
“produciendo” dos números, prole que aumentó en los dos años siguientes a
tres números por año.
Desde el principio, el núcleo “duro” del primer Consejo Editorial que
dirigí (RL), entendió que nos daríamos por satisfechos si durante aquellos
primeros años lográbamos sustentar las bases que permitieran dar un salto
cualitativo en la forma y en el fondo de lo que queríamos que fuera el estilo
de una revista digna de la SEM. En este sentido, la labor de José Antonio
Ordóñez, el segundo director de la revista, se podría calificar de continuadora y necesaria para que fraguara el trabajo desarrollado en los primeros
cinco años. La novedad más destacada del período de José Antonio Ordóñez
fue el inicio de la publicación de números monográficos. Los números
monográficos, que desde entonces han tenido mucho éxito, han sido una
característica de nuestra revista (Tabla 2).
Ya desde el principio era evidente el cambio total de aspecto y contenido
de Microbiología SEM con respecto a Microbiología Española. También en la
lengua de los artículos: 6 de los 10 trabajos antes mencionados estaban en
inglés. En los años siguientes se publicaron de dos a tres números por año,
que contenían generalmente 7 u 8 artículos cada uno. El número total de
páginas por año fue de 116 a 201 (Tabla 3). No obstante, publicar en una
revista nacional seguía estando “mal visto” por algunas personas y organismos, que no comprendían ―y lo peor es que siguen sin comprenderlo― que
si un país quiere tener una ciencia fuerte, además de competir en las revistas internacionales importantes, debe publicar y elevar el nivel de las propias
―pocas, pero buenas―, para hacerlas también internacionales.
Durante el período 1990–1993 aparecieron normalmente dos números
por año, que contenían de 6 a 9 artículos cada uno. El número de páginas por
año, que estaba entre 110 y 133, llegó en 1993 a 262, con 31 artículos en
total, debido a que aquel año, además de dos números normales, se publicó
el primer número monográfico de la revista, dedicado a microbiología de los
alimentos (véase la Tabla 3). Esta reducción en el número de artículos y de
páginas se debía a que llegaban menos originales y a que bastantes de los
recibidos, aproximadamente el 45%, no eran aceptados. Como se ha dicho,
– 156 –
TABLA 2. Números monográficos publicados en la revista de la SBM (período 1985–2001)
Temática
Volumen/año
Editor responsable
VIII Reunión Científica de
Microbiología de los Alimentos
9(Extra) 1993
J.A. Ordóñez
XIV Congreso Nacional de
Microbiología
10 (1–2)1994
R. Gómez-Lus
IX Congreso de Microbiología
de los Alimentos
11(1)1995
J.A. Ordóñez y V. Sanchis
Origen de la vida, ISSOL
11(2)1995
J. Oró y A. Lazcano
Molecular pathogenesis of
bacterial infections
12(2)1996
J.A. Vázquez Boland
Frontiers in antimicrobial
resistance
13(3)1997
M. Viñas
Perspectives in non-conventional
fungi research
1(2)1998
E. Herrero y
R. Santandreu
Ten years of CIBE-Symposia
1(4)1998
S. Mochales
Microbial pathogenesis
2(3)1999
J.A. Vázquez Boland,
M. Suárez y R. Rotger
Protistology today
4(3) 2001
J.C. Gutiérrez
Microbiología SEM
International Microbiology
todos los números incluían como mínimo una minirrevisión, que generalmente tenía que pedirse a los autores, ya que la calidad de las que llegaban
espontáneamente no siempre era la adecuada. En septiembre de 1992 se
publicó el Directorio de socios de la SEM, de 106 páginas y con el mismo
formato que la revista. Este Directorio, que fue una idea entusiasta del
entonces presidente, Francisco Ruiz Berraquero, supuso un esfuerzo encomiable tanto de Concepción García Mendoza, secretaria de la SEM, como
de Isabel Perdiguero, secretaria administrativa de la Sociedad desde 1987, y
a quien tanto debemos los socios. El Directorio ha sido por muchos años un
elemento insustituible para facilitar la comunicación entre los socios. Esperemos que pronto pueda ser continuado por una versión “en línea” que supla
y mejore sus funciones.
– 157 –
TABLA 3. Volúmenes y números de Microbiología SEM (1985–1997)
Año
Vol.
Núm.
Artículos
Páginas
1985a
01
2
10
94
1986
02
2
14
119
1987
03
3
20
201
1988
04
3
19
170
1989
05
2
15
116
1990
06
2
13
110
1991
07
2
15
133
1992
08
2
14
126
1993b
09
3
31
262
c
10
4
44
462
1995d
11
4
59
532
1996
12
4
76
688
1997
13
4
66
556
1994
a
En 1985 la SEM pasó a editar Microbiología SEM y la numeración empezó de nuevo. El primer año sólo se publicó un número, que fue doble.
b
El primer número que se publicó ese año fue extraordinario (febrero 1993), dedicado monográficamente a alimentos. Se basaba en la VIII Reunión de Microbiología de los Alimentos (Cáceres, 1992).
c
El primer número de 1994 fue doble y se dedicó al XIV Congreso Nacional (Zaragoza, 1993). Los números de
1994 a 1997 fueron publicados puntualmente, dentro del trimestre al que correspondían.
d
En 1995, el primer número (marzo) fue una monografía sobre alimentos, basado en el IX Congreso de Microbiología de los Alimentos (Lérida, 1994). El segundo (junio) fue también monográfico, dedicado al origen y evolución
temprana de la vida. El tercero (septiembre), que se entregó al empezar el XV Congreso Nacional (Madrid, 1995),
contenía además de 8 artículos de longitud normal, 11 miniartículos (de 3 ó 4 páginas) correspondientes a algunas
ponencias que se iban a presentar en el Congreso.
– 158 –
La última etapa de Microbiología SEM (1994–1997) y la transición
prometedora
En 1994, Ricardo Guerrero se encargó de la agradable, pero absorbente
tarea de tomar el relevo en la dirección de la revista. Desde el principio tratamos de optimizar la publicación por Editorial Garsi. Pusimos en claro el
estado de las suscripciones, coste de la revista y gestión de los anuncios que
proporcionaba Editorial Garsi. Vimos, también desde el principio, que la
cogestión con la editorial era muy difícil. Era una empresa que tenía más de
cuarenta revistas médicas, y la nuestra no era precisamente la que reportaba
más anuncios (la principal fuente de ingresos para la editorial). Aunque,
como se vio después, fue la que llegó a alcanzar más prestigio. No podíamos
cambiar ni el tipo de papel (couché, que era el mismo que en las restantes
revistas), ni el tamaño (que se había quedado anticuado), para poder hacer
más atractivas las separatas, que es lo que queda a los autores, y les sirve de
comunicación con sus colegas. También vimos que no estaban capacitados
para publicar en inglés, porque no tenían personal que supiera ni cómo separar las palabras (con reglas totalmente distintas de las del castellano), ni
entendiera las correcciones hechas a mano sobre las galeradas por autores y
editores. O sea que, por una parte, cambiamos todo lo que pudimos por dentro (dos columnas para meter más texto, distribución agradable de figuras y
tablas, reelaboración de figuras para que tuvieran un aspecto uniforme y
moderno, etc.), sin poder modificar lo más mínimo el aspecto externo. Para
ello, tuvimos que aprender muchas cosas de ese arte tan bello y casi olvidado que es la tipografía (sorprende saber que existen tres clases de guiones,
que hay muchos tipos de “«‘comillas’»”, y que hay “familias” de letras con
“patitas” [remate o serif] y otras sin ellas). También tuvimos que recordar
constantemente que “el ordenador no es una máquina de escribir” (si, ese
instrumento antiguo que se parecía a un ordenador, pero sin monitor).
En esa última etapa de Microbiología SEM conté (RG) con la ayuda
constante e inestimable de tres personas que han dedicado a la revista
muchas horas y esfuerzos, durante ocho años: Carmen Chica, Mercè Piqueras y Jordi Mas Castellà. Después de un intenso aprendizaje “on the job”,
como dicen los ingleses, preparábamos la revista totalmente, desde la
corrección inicial al maquetado final; la editorial recibía el número acabado
en disco, y no tenía más que imprimirlo. Con eso conseguimos que la revista saliera puntual y regularmente (casi siempre dentro del trimestre que indicaba la portada), una de las condiciones exigidas por el Institute for Scientific Information (ISI) para poder incluirla en el Current Contents. De mante
– 159 –
ner la calidad de los artículos seleccionados se encargaban los miembros del
Comité Editorial y los diversos evaluadores externos (revisión por expertos).
En todo ese período contamos siempre con la colaboración de Juan Antonio
Leal, como secretario de la SEM, y de su esposa, Begoña Gómez Miranda,
que tenía una gran capacidad para corregir textos en inglés, y una enorme
perspicacia para detectar los numerosos pequeños errores que se crían, casi
por generación espontánea, en las pruebas de imprenta. El resultado fue
halagüeño y la respuesta de los socios casi inmediata. Empezaron a llegar
más originales, hasta una media de aproximadamente 100 por año, con lo
que se pudo seleccionar el material y elevar la calidad de lo publicado hasta
un nivel internacionalmente aceptable (véase la Tabla 3).
También en esa etapa se impuso definitivamente el uso exclusivo del
inglés para aumentar su proyección internacional, se aumentaron las
minirrevisiones, se realizó un esfuerzo por conseguir puntualidad en la
salida de la revista (y el esfuerzo dio fruto), se informatizó su elaboración y
se introdujeron otras mejoras que establecían los pilares de una nueva y
muy prometedora revista.
Las relaciones contractuales con Editorial Garsi se remontan al año 1985,
cuando se firmó el contrato para la publicación y distribución de la revista.
En la época que va de 1993 a 1998, sin embargo, se fue haciendo cada vez
más evidente que, aunque Editorial Garsi tenía interés en nuestra publicación, era muy poco lo que iban a hacer para promover su proyección internacional y por conseguir más publicidad. Fueron muchas las reuniones que
mantuvimos a lo largo de todo ese período y exhaustiva la información que
les proporcionamos sobre casas comerciales, proveedores habituales de
material de microbiología, etc. Por otro lado, comparativamente los costes
no eran bajos, ya que les dábamos cada número de la revista acabado y listo
para su reproducción. Además, Editorial Garsi, por contrato, tenía un poder
absoluto sobre la revista. En el último período, viendo que no podíamos
mejorar con esa empresa, iniciamos una prospección en busca de una editorial que pudiera satisfacer nuestras aspiraciones sin que se interrumpiera la
publicación de la revista de la SEM. A diferencia de la muerte por agotamiento de la primera, la segunda revista tuvo un final brillante y vigoroso,
que dio vida a un nuevo producto, atractivo y eficaz.
– 160 –
FIGURA 4. Portadas de International Microbiology del período 1998–2000
International Microbiology. Los primeros cuatro años
Entre las diferentes editoriales con las que se estableció contacto, se vislumbraron tres posibilidades: Elsevier, Chapman & Hall y Springer-Verlag.
La primera de ellas, Elsevier, ofrecía la filial española (Elsevier Prensa, SA)
que, aunque tenía experiencia y profesionalidad, estaba enteramente dedicada a revistas técnicas, especialmente de mecánica. Con Chapman & Hall se
estuvo a punto de llegar a un acuerdo. Ricardo Guerrero, por indicación de
Remedios Melero, directora de una revista del IATA (Valencia) que estaba
editada por ellos, los visitó en Londres en abril de 1997. Ofrecían condicio
– 161 –
nes favorables, era una editorial de prestigio y tenía una larga tradición (“We
published Dickens's novels”, nos espetaron a modo de presentación). Manifestaron que el enfoque generalista de la revista encajaba en su política editorial y se mostraron de acuerdo con nuestras expectativas de difusión en
América Latina. Sin embargo, el contrato no llegó a firmarse y, tras un inexplicable y prolongado silencio por su parte supimos que, en una cadena de
absorciones y compras en las que intervinieron Elsevier y Kluwer, la vieja
Chapman & Hall de Dickens había sido adquirida por Thomson Corporation. Nunca dieron explicaciones y se supone que en un momento de cambios empresariales y de renovación total de ejecutivos optaron por no llevar
adelante operaciones inconclusas.
La filial española de Springer-Verlag, sita en Barcelona, fue la opción
elegida. Entre sus ventajas se pueden citar unas condiciones económicas
ventajosas (a cambio de hacer nosotros parte del trabajo) y un trato muy afable, que permitía preparar el número en estrecha connivencia con un excelente profesional, Reinhoid Rensen. Montserrat Fontboté, directora entonces
de la empresa, creyó desde el principio en la idea de hacer una revista visualmente atractiva, con una presentación de calidad y con un contenido científicamente correcto. El presidente de la SEM, Francisco Ruiz Berraquero,
estimuló todo el proceso y firmó rápidamente el contrato, que tenía una
duración de dos años. La nueva revista, International Microbiology, tenía un
aspecto, formato, color y nombre nuevos (Fig. 4). En esta etapa era Springer
quien, a partir del disquete, hacía la maquetación. La proximidad de la editorial permitía la rápida solución de cualquier duda antes de la impresión,
aunque para acabar el número había que desplazarse al taller tipográfico
(que estaba a unos 40 km de Barcelona, y donde contábamos con la amable
condescendencia del dueño de la empresa, Albert López Casanovas).
En esta época, y también para ahorrar tiempo y dinero, se realizó la distribución desde Barcelona. Se buscó una distribuidora, LetterGraphic, que se
encontraba en Badalona, a unos 10 km de distancia. Cada tres meses, Carmen Chica, cargada con una mochila como un escolar, se desplazaba hasta
allí provista de unas 2000 fajas (de la revista); viajaba en metro y caminaba
un kilómetro y medio hasta una inmensa nave industrial. Por otra parte, después de innumerables trámites, se logró de Correos el precio especial para
publicaciones periódicas (que afectaba solamente a la distribución terrestre
y por tanto era adecuada para España y el resto de Europa, pero no para Estados Unidos y América Latina). Posteriormente la revista volvió a distribuirse desde Madrid, esta vez por la misma empresa que venía haciéndolo satisfactoriamente con el Boletín de la SEM.
– 162 –
Se ha explicado brevemente el problema que comporta la aplicación de
los criterios de calidad. En primer lugar, el rechazo de una gran cantidad de
artículos, en muchas ocasiones de los propios colegas. El enojo que provoca ese rechazo es comprensible y se notó en la disminución del número de
artículos que llegaban a la redacción. Sin embargo, una vez que la revista de
la SEM consolidó su estatus de publicación modesta pero rigurosa, el flujo
de artículos aumentó, permitiéndonos ese nivel de calidad exigible a toda
publicación científica moderna. Persiste, sin embargo, un problema que
afecta al estado en que se envían los trabajos y que supone un considerable
esfuerzo y dedicación por parte de quienes preparamos cada número. Resulta incomprensible que autores que realizan un gran esfuerzo en la presentación de sus trabajos para las revistas “importantes”, no tengan el mismo cuidado cuando los envían a revistas modestas. Errores en la bibliografía, tablas
y figuras con la misma información, ilustraciones penosas y un inglés pésimo son frecuentes. Si se trata de autores jóvenes, es hora de pensar en enseñarles que además de investigar hay que comunicar lo que se investiga, lo
cual se hace principalmente mediante la comunicación escrita. Después de
diseñar un experimento y de obtener los resultados, es imprescindible saber
explicar el trabajo, respetar las diferentes partes del artículo, y no hacer saltos y trasvases inexplicables en el texto. No obstante, comprobados el interés y la calidad de un artículo, de acuerdo con el criterio de los revisores,
International Microbiology no puede permitirse el lujo de rechazarlo por la
descuidada presentación en forma y contenido. El trabajo que esto supone
para la Redacción (especialmente para Mercè Piqueras y para Carmen
Chica, que son quienes llevan la voz cantante en ese tema) resulta difícil de
evaluar y debería ser reconocido, en primer lugar, por los propios autores
que, en numerosas ocasiones, ven mejorado considerablemente el artículo
que han sometido a la revista.
Durante los primeros cuatro años de International Microbiology se han
publicado 16 números, con un total de 180 artículos y 1156 páginas (Tabla 4).
Finalmente, el mayor tamaño de las páginas y la nueva maquetación y
tipografía permiten poner aproximadamente 900 palabras ―unos tres folios
de ordenador― en cada página, lo que ha supuesto un gran ahorro de papel
y la optimización del espacio de la revista. Los artículos no sólo han venido
de España, sino que han tenido como autores a grupos de diversos países
(Tabla 5).
– 163 –
Tabla 4. Detalle de los números de International Microbiology publicados en el período
1998–2001
Año
1998
Vol.(Núm)
1(1)
66
10
14
6
40
2(1)
56
10
58
14
2(3)
64
12
2(4)
66
14
244
50
3(1)
58
12
3(2)
56
12
3(3)
56
12
3(4)
Total
80
272
2(2)
46
22
216
58
4(1)
44
14
4(2)
46
20
4(3)
50
14
4(4)
76
12
216
60
Total
Pág. año
Artículos
312
52
294
46
274
44
10
48
Total
2001
78
1(3)
1(4)
2000
Núm pág AC*
1(2)
Total
1999
Núm pág AI*
276
38
*AI: Artículos de “Investigación” (de revisión o de investigación primaria).
*AC: Artículos “Complementos” (Editoriales, Opinión, Perspectivas, Biografías, Revisiones de libros, etc.).
Características físicas de la revista
El aspecto de la revista ha experimentado diversos cambios desde su inicio hasta nuestros días. En sus cuatro primeros años, 1947 a 1951, la portada tiene el árbol luliano del CSIC (véase García Mendoza 1995, p. 361). A
partir de 1952, muestra el rostro de perfil del Dr. Ferrán (como hemos visto,
uno de los dos coeditores era el Instituto de ese nombre), y esa figura se
– 164 –
TABLA 5. Países, además de España, de los que se ha publicado artículos en International
Microbiology en el período 1998–2001
Estados Unidos
Alemania
Francia
Canadá
Argentina
México
Rusia
Venezuela
Brasil
Holanda
Italia
Reino Unido
Chile, Colombia, Cuba, Israel,
Japón, Nigeria, Noruega, Chequia,
Suiza, Sudáfrica
22
14
11
7
5
5
5
4
3
2
2
2
1
mantendría hasta el fin de la primera revista, en 1986. La cubierta era de cartulina de color crudo y tenía un tamaño de 17 x 24 cm. En 1982 cambió la
presentación: la cubierta se hizo algo más dura, plastificada y de color amarillo brillante, con distinta tipografía; el papel mejoró; el perfil del Dr. Ferrán
se mantuvo, aunque un poco desplazado hacia la parte inferior. El tamaño
siguió siendo el mismo (véase la Fig. 1).
Al preparar el primer número de Microbiología SEM, pensamos (RL) en
el diseño y formato habituales en revistas similares del momento. El cambio
con respecto a la anterior (pero, recordemos, aún existente) revista fue total:
desapareció la imagen del Dr. Ferrán (ya no la editaba el Instituto de su nombre) y la cubierta pasó a ser de color azul turquesa. El tamaño aumentó (19
x 26 cm). La elección de la portada fue de fácil consenso: sobre un fondo
azul, que incorporaba en su parte inferior el afortunado y reciente anagrama
de la SEM, aparecía la palabra MICROBIOLOGÍA (véase la Fig. 3). No
obstante, las limitadas disponibilidades económicas nos llevaron a utilizar
impresores más voluntariosos que capacitados. El mejor ejemplo de todo
ello se reflejó en que el color que servía de fondo a la portada mostraba en
el conjunto de los números que salieron a la luz toda una gama de diferentes tonos de azul (cual mancha de sangre del fantasma de Canterville) que
nunca se repetían de número a número.
– 165 –
En 1998, cuando International Microbiology inició su andadura, cambiamos (RG) por completo el formato (que pasó a ser de 28 x 21 cm, es decir,
“DINA4 menos un centímetro”, como el de muchas revistas internacionales), el color se convirtió en un rojo conspicuo y se modernizó totalmente la
tipografía. Se empezaron a publicar ilustraciones en color dentro del número, que iban a cargo de los autores. La portada pretendía expresar la voluntad integradora de la SEM: estaría dividida en cuatro cuadrantes, que mantendrían la misma imagen los cuatro números del año, y en el centro, en un
círculo cuyo diámetro era exactamente el de una placa de Petri estándar (9,5
cm), se pondría una figura destacada del número. La figura central sería a
todo color, y desde el principio nos propusimos que los colores y figuras
centrales de los cuatro números del año constituyeran un conjunto armónico. Los cuatro cuadrantes de fondo representarían los cuatro grandes grupos
de microorganismos: virus (en la parte superior izquierda), procariotas (bacterias o arqueas, en la parte superior derecha), protistas (en la parte inferior
izquierda) y hongos (en la parte inferior derecha) (véase la Fig. 4). Finalmente, Ricardo Guerrero dedicó una gran atención al título de la revista.
Después de considerar docenas de posibilidades (muchas precedidas por
“Journal”, algunas acabadas en “Acta”), y después de abandonar una que
nos parecía adecuada al contenido, “Basic and Applied Microbiology” (pensada, todo hay que decirlo, con la sana intención de aparecer en las listas
alfabéticas en uno de los primeros lugares), nos decidimos por un nombre
corto y sugerente, el que ahora tenemos. Curiosamente, al menos por lo que
pudimos averiguar, a nadie se le había ocurrido antes un nombre tan evidente. Y podríamos preguntarnos cómo íbamos a llamar “International” a
una revista de una sociedad nacional. Pero la SEM, desde su fundación, ha
querido proyectarse en ámbitos internacionales, especialmente en América
Latina. Finalmente, gracias a la constancia de Sara I. Pérez Prieto, entonces
tesorera de la SEM, se inscribió el nombre en el Registro de la Propiedad
Industrial. Lo intentamos en otros países, pero el precio era prohibitivo y
cejamos en el empeño.
Además del elemento esencial constituido por los trabajos de investigación, que en una publicación de microbiología cubren quizá una de las áreas
científica más extensas, otros componentes diversos han contribuido a perfilar, desde sus inicios, la personalidad de nuestra revista. Por ejemplo, su
temprana apertura internacional, que queda plasmada en la designación de
miembros de honor de la SEM a reconocidos microbiólogos. Más recientemente, la inclusión de secciones con artículos generales, Editoriales, Opinión, Perspectivas y Revisiones de Libros ha permitido afianzar esa perso
– 166 –
nalidad a la que nos referimos. La revista ha recogido aportaciones sobre
temas no estrictamente microbiológicos, pero si relacionados con aspectos
de la ciencia que interesa conocer y valorar. Han sido temas de política científica, aplicaciones controvertidas de la ciencia, cuestiones terminológicas,
enfoques científicos, y muchos otros. El afán de dar a conocer la situación
de la ciencia y la microbiología, en particular en los países de América Latina, llevó a la publicación de una serie de editoriales por parte de expertos
(Guerrero & Chica 1999). La historia de la SEM, como ya se ha dicho,
quedó recogida en seis artículos sucesivos de Conchita García Mendoza.
También la propia trayectoria de la revista quedó documentada. Ambos
temas forman parte ya de la historia de la microbiología española. Y así, la
revista incluye en esas secciones breves biografías de personas con una destacada dedicación a la microbiología, o a la ciencia en general. Algunos
mantuvieron el reconocimiento hasta el fin de sus días, otros fueron postergados, unos merecieron más que otros ese reconocimiento o el lugar que
ocuparon, pero todos aportaron su grano de arena al gran edificio que ha llegado a ser la microbiología en nuestro país. Finalmente, la edición y la
comunicación científica han sido también temas ampliamente tratados entre
los Complementos de la revista. Tenía que ser así por la atención que cada
vez más despiertan. Por ejemplo, son varios los congresos que se celebran
periódicamente sobre ambos temas y cada día aumenta el número de asociaciones internacionales dedicadas a los aspectos editoriales y a la difusión
de la ciencia en un intento comprensible de hacerla accesible al ciudadano.
Ciertamente esos intentos son interesados (relacionar la obtención de recursos con la divulgación) y pueden llegar a situaciones aberrantes si no se
mantiene un equilibrio entre comunicación y producción efectiva de ciencia,
y si no se determinan con claridad los objetivos en cada caso.
La utilización del inglés
La decisión de la lengua de publicación no es una cuestión baladí y, como
se ha dicho, Rubens López introdujo el inglés teniendo en cuenta las ventajas y a pesar de los inconvenientes. Si entre los objetivos de un investigador
y de su grupo se encuentra dar el mayor alcance posible a su trabajo, es necesario optar por la lengua inglesa; también el idioma facilita la difusión de la
propia publicación. Los principales beneficiados son la revista y los propios
autores, que logran que su trabajo trascienda el área local, y sea conocido y
citado por un mayor número de investigadores. La dinámica científica actual
– 167 –
no justifica el mantenimiento de un producto que no resulta de utilidad para
una mayoría de la comunidad que lo sustenta, y esto se refiere tanto al contenido como al idioma en que se expresa.
Cuando empezamos Microbiología SEM aspirábamos a publicar una
revista con exigencias científicas razonables que terminara teniendo todos
sus trabajos en el lenguaje universal de la ciencia, el inglés. Este requisito
chocó con la incomprensión de algunos socios. Por otra parte, la crítica razonada de evaluadores expertos que condujera al rechazo de un manuscrito nos
llevaba, casi inexorablemente, a una protesta airada y a una amenaza de no
recibir más trabajos del grupo así vejado. Esto generaba una delicada situación, ya que el soporte inicial de la revista tenía que basarse principalmente
en los trabajos que enviaran los socios de la SEM. Todos éramos conscientes de que nuestros grupos reservaban sus mejores “productos científicos”,
que naturalmente escribían en inglés, para aquellas revistas ya consagradas,
pero aspirábamos a captar trabajos con unos requisitos mínimos de calidad.
Esta exigencia habria de abrir el camino de una revista que paulatinamente
fuese más competitiva, para así poder incorporar, en años sucesivos, entre
sus autores a microbiólogos de ámbito internacional. De nuevo, la decisión
de favorecer el inglés como vehículo de comunicación trajo consigo una
resistencia que confiamos que haya sido orillada en estos días, ya que es
indudable que con el empleo de esta lengua sólo se trataba de conceder carta
de naturaleza a un hecho aceptado por la comunidad científica internacional.
En la última etapa de Microbiología SEM Ricardo Guerrero ya consiguió
que todos los artículos de investigación” (revisiones más artículos de investigación primaria) estuvieran en inglés. Después de pequeñas dudas iniciales, International Microbiology ha pasado a publicarse íntegramente en
dicha lengua.
El sistema de revisión por expertos. Pros y contras
El auge de la publicación electrónica va a cambiar con toda probabilidad
un sistema que a muchos autores se les antoja contradictorio y que no responde a la finalidad que bondadosamente se le atribuye. Ésta es garantizar
que el trabajo sometido a evaluación cumpla los requisitos de originalidad
(que no haya sido publicado previamente), de calidad y de rigor científico en
la ejecución y exposición del trabajo realizado. El sistema de revisión por
expertos (peer review) tiene tal trascendencia que un potente grupo de publicaciones, entre las que se encuentran el Journal of the American Medical
– 168 –
Association (JAMA) y el British Medical Journal, organiza cada cuatro años
un congreso dedicado íntegramente a ese tema, aplicado a la publicación
médica. Se analizan tendencias en la autoría, conflictos de intereses, propuestas para mejorar el sistema, sesgos y prejuicios (transculturales y geográficos, entre otros). En general, los debates buscan la mejora del sistema,
para evitar los ejemplos indeseados de plagio, prepotencia, juicios contradictorios, subjetividad, etc. Sin embargo, y manteniendo nuestra creencia en
la necesidad del proceso, ha habido serias y fundamentadas críticas al proceso mismo (Semir 1996, Piqueras 2001b) y a la organización y desarrollo
de esos congresos, ya que “el gremio [las revistas organizadoras] se defiende bien, lógicamente al tratarse de una corporación que tiene sus propios
intereses y sus serias amenazas, como las derivadas de las crecientes críticas
a la arbitrariedad del proceso editorial o las debidas a la aparición de revistas electrónicas insumisas al peer review” (Camí 1998).
No obstante, el evaluador es esencial para mantener la calidad de una
revista. Por su tarea no recibe compensación económica alguna y son
muchas las ocasiones en que un articulo se ha podido publicar y/o mejorar
gracias a las orientaciones y críticas de los revisores. Se puede discutir sobre
la eficacia y hasta honradez de cualquier sistema de evaluación, pero nunca
hay que desestimar su importancia y consecuencias.
Revistas “en línea” y publicación electrónica
En uno de los mencionados congresos de peer review en la publicación
médica (Praga, 1997), Ronald Laporte anunció la muerte de las revistas
impresas e incluso se aventuró a dar un año ―el 2020― para su completa
desaparición. La predicción de Laporte parece un tanto exagerada (Sharp,
2000). Es cierto que la publicación electrónica ha revolucionado el mundo de
la edición ―científica o no científica― y que, con la misma, algunas publicaciones han disminuido sus ingresos por suscripciones. Sin embargo, la
publicación electrónica se vislumbra como un complemento de la impresa, a
la que en muchos casos refuerza. La consulta única de revistas “en línea” (on
line) hace que en muchas ocasiones el investigador busque solamente los
artículos más relacionados con su trabajo, y pierda la oportunidad de “mirar”
los diversos artículos de una revista impresa, lo que podría aportarle ideas
para su trabajo especifico o enriquecer su preparación microbiológica ―en
nuestro caso― general. Por ello, en International Microbiology insistimos en
la necesidad de las dos versiones, electrónica y sobre papel. Los socios recib
– 169 –
ben esta última en casa y cada número trata de ser no la mera yuxtaposición
de artículos sin conexión, sino una exposición equilibrada de los diversos
campos de interés para autores y lectores. Los artículos se colocan en cada
número de International Microbiology en un determinado orden, y se procura que los Complementos sean adecuados e interesantes. Esa lectura en papel
hace que todavía muchos investigadores de todo el mundo sigamos recibiendo la versión impresa de revistas como Science y Nature, y que del hojeo y
ojeo más o menos reposado de sus páginas podamos obtener una visión
general de la marcha de la ciencia. Esa lectura, por supuesto, suele seguir a
la consulta rápida de los contenidos recibidos previamente por Internet (Guédon, 2000).
Como hemos dicho, la revista de la SEM hizo sus pinitos en el ciberespacio en 1996, de la mano de Jesús García-Gil. En un artículo de nuestra
revista (García-Gil 1997) se describe aquel primer paso como un experimento “modesto cuya finalidad es acercar la revista oficial de la SEM a los
profesionales de la microbiología en España”. El desarrollo de Internet en la
última década ha sido vertiginoso y hoy en día toda publicación que se precie tiene un lugar en el ciberespacio. Los aún no cinco años transcurridos
desde aquella primera incursión de Microbiología SEM en la telaraña mundial nos parecen un largo tramo de tiempo; en menos de un año, el “modesto” experimento acercó la revista a lectores de más de 60 países (García-Gil
1997). Una de las principales ventajas de la publicación electrónica es la
rapidez del proceso de edición, que prescinde de la impresión y la distribución. Eso hace que la versión en línea de International Microbiology esté
disponible mucho antes que la versión impresa. Y algunos de los inconvenientes es que este hecho parece que retrasa ―y no tendría por qué hacerlo― la aparición de la versión en papel, que es todavía la única que ven
muchos socios. Por otra parte, las editoriales potentes (entre ellas Springer)
han desarrollado un sistema de corrección y publicación electrónica muy
elaborado, con el cual un particular no puede competir. Es cada vez más
necesario que algunas instituciones o países (como ha hecho Brasil) pongan
a disposición de las revistas modestas (nacionales) los medios técnicos
(informáticos) necesarios para poder competir con las grandes editoriales.
Publicar en Internet no es difícil. Por una parte, muchos servidores facilitan espacios para alojar las webs de sus clientes, incluso gratuitamente.
Además, las versiones más recientes de los programas de edición de textos
permiten la construcción de archivos en el lenguaje HTML (hypertext markup language). Dado que cualquier persona o entidad con acceso a Internet
podría publicar “su” revista, la edición científica electrónica ha de contar
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con mecanismos que garanticen la fiabilidad de los contenidos de las publicaciones que se encuentran en el ciberespacio, especialmente cuando no
existe la versión impresa equivalente. Uno de ellos es la revisión previa por
expertos. De todos modos, como se ha mencionado, este tipo de revisión está
en entredicho. Se ha propuesto que Internet pueda ser un nuevo medio de
publicación de los resultados de la investigación sin revisión previa ―pero
aclarando este particular a los lectores― para que sea la propia comunidad
científica, con sus comentarios, quien dé validez a los resultados o los descalifique. Por supuesto, International Microbiology sigue manteniendo el
criterio de la revisión por expertos previa y teniendo como objetivo final la
producción de una revista en papel de presentación agradable. El contenido
de cada número no es una serie deslavazada de artículos individuales, sino
que se procura que sea un conjunto de artículos (de investigación y complementarios) presentados con un determinado orden.
El Institute for Scientific Information, el Current Contents
y el “Factor de impacto”
Los conceptos “factor de impacto” (FI) e “índice de citación científica”
(Science Citation Index, SCI), que tanto preocupan hoy en día a la mayoría
de los investigadores, son relativamente recientes y son un “invento” de
Eugene Garfield, fundador del Institute for Scientific Information (ISI) en
1958. En el campo de las leyes y el derecho, en el siglo XIX ya existía un
índice bibliográfico. Además, durante muchos años, en las bibliotecas se
habían evaluado revistas teniendo en cuenta la citación de sus artículos en
otras publicaciones. En la década de 1950, el joven Eugene Garfield buscaba la manera de aplicar las citas bibliográficas como un medio para indexar
la literatura en los diferentes campos de la ciencia sin intervención de indexadores humanos (Piqueras 2001a). Garfield desarrolló el SCI, y las revistas
que tienen el título general de Current Contents, principalmente con finalidades informativas. Sin embargo, sus bases de datos de índices, que son
cuantitativas, tienen unas características que las hacen muy adecuadas como
indicadores de ciencia y tecnología. Por una parte, son multidisciplinares:
abarcan prácticamente todos los campos de las ciencias experimentales y de
las ciencias sociales. También son exhaustivas, ya que incluyen, además de
los artículos de investigación primaria, todo tipo de artículos contenidos en
una publicación, como editoriales, artículos de revisión, necrológicas, revisiones de libros, correcciones, y otros. Los estudios de impacto demuestran
q
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que estos otros tipos de artículos merecen ser tenidos en cuenta, ya que su
impacto puede ser grande y que, además, proporcionan enlaces útiles para
localizar debates y discusiones sobre un tema determinado en diferentes
publicaciones. Finalmente, cada ítem indexado incluye todos los datos del
artículo que cita y del citado (autores, instituciones, dirección, etc.). Esto da
un gran margen de variabilidad a los estudios analíticos, que pueden centrarse en una subespecialidad minoritaria o buscar una perspectiva total de
la ciencia (Garfield 1992, 1994a).
Current Contents es la publicación más conocida del ISI. Contiene los
índices de los últimos números de muchas revistas de un campo científico
determinado y proporciona una serie de datos sobre las principales revistas
y libros en diferentes disciplinas. En la publicación se puede encontrar también la dirección de los autores de los artículos, por si el lector quiere ponerse en contacto con ellos. Actualmente existen siete Current Contents, dedicados a: (1) agricultura, biología y ciencias ambientales, (2) arte y humanidades, (3) ciencias sociales y de la conducta, (4) medicina clínica, (5) ciencias de la vida, (6) física, química y geología, y (7) ingeniería, informática y
tecnología. De cada una de las revistas incluidas en su base de datos (7500
en 2001), se indexan los artículos, revisiones, editoriales, etc. Además,
incluye la información bibliográfica completa, como los resúmenes de la
propia revista, las palabras clave y el ISSN (International Standard Serial
Number) de la publicación. En su versión original impresa, Current Contents era una publicación de aspecto muy modesto, de papel e impresión sencillas, y de medidas reducidas, que permitían llevarla en el bolsillo para consultarla en cualquier momento del día. Hacia 1990 empezó a publicarse también en versión electrónica, en disquete. Pareció un gran avance, pero su
consulta sólo podía hacerse si se disponía de un ordenador. Posteriormente,
apareció también en CD-ROM, con el mismo inconveniente. EL ISI fue más
allá en la publicación del Current Contents y ahora es una base de datos presente en Internet, con el nombre de ISI Current Contents®Connect. Actualmente son 85 las revistas de microbiología incluidas en el Current Contents/Agriculture, Biology & Environmental Sciences (entre un total de 1040
publicaciones indexadas). La mayoría son revistas publicadas en los Estados
Unidos (34), seguidas de las del Reino Unido (21), Holanda (13), Alemania
y Japón (4 cada uno), Francia (2) y Austria, Canadá, Dinamarca, Eslovaquia,
Italia, Chequia y Suiza (1 cada uno) [Listado disponible en el web del ISI:
http://www.isinet.com/cgi-bin/jrnlst/].
En 1997, la base de datos de ISI comprendía más de 8000 revistas. Aunque el número parezca muy alto, es sólo una parte de las revistas que se
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publican. Incluirlas todas sería económicamente inviable e innecesario para
analizar la literatura científica. Actualmente, unas 150 revistas contienen
aproximadamente el 50 por ciento de los artículos que se citan y un 25 por
ciento de los artículos que se publican; un conjunto de unas 2000 revistas
contiene aproximadamente el 95 por ciento de los artículos que se citan y un
85 por ciento de los artículos que se publican. Sin embargo, este conjunto no
es estático y su composición básica cambia constantemente (Testa 1997).
El ISI realiza una evaluación de las nuevas revistas e incluye en su base
de datos aquellas que pueden ser útiles para sus suscriptores; al mismo tiempo, elimina las que ―según su criterio― han perdido utilidad. Cada año se
evalúan unas 2000 nuevas publicaciones, de las cuales sólo se seleccionan
de un 10 a un 12 por ciento. En la evaluación se tienen en cuenta factores
cualitativos y cuantitativos. Los principales son:
(a) Las características estándar de la publicación. Se tiene en cuenta la frecuencia de publicación ―la puntualidad es uno de los criterios básicos
en el proceso de evaluación―; la conformidad con las convenciones
internacionales de publicación; el uso del inglés, al menos en los títulos,
resúmenes y palabras clave; y la aplicación de la revisión por expertos
que garantice la calidad de la investigación descrita en los artículos y la
idoneidad de las referencias.
(b) El contenido. El director de ISI determina si el contenido de una nueva
publicación enriquece la base de datos de ISI o si ya se encuentra suficientemente cubierto.
(c) Internacionalidad de la publicación. Por una parte, se tiene en cuenta la
diversidad geográfica de autores y citas, que pueda satisfacer al conjunto de sus suscriptores. Por otra parte, también se consideran las mejores
revistas en cada categoría dentro de ámbitos regionales.
(d) Análisis de citaciones. Los evaluadores tienen en cuenta las citas que han
tenido los artículos de la revista que se evalúa, así como el campo del
conocimiento (hay áreas que generan menos citas o en las que se precisa más tiempo para que un artículo sea muy citado). Para este análisis se
recurre a la frecuencia total de citas, al FI y al “índice de inmediatez”
(immediacy index). Si se trata de revistas nuevas, se considera el historial de los autores y de los miembros del Comité Editorial.
La evaluación de una revista suele hacerse por petición de los propios
editores de la publicación, pero no es la única manera. El ISI acepta las sugerencias y recomendaciones de evaluación de terceras personas, a las que
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solicita que les proporcionen los datos completos de la revista y, si es posible, una copia del último número y de los siguientes dos o tres, a medida que
se publiquen (Testa 1997).
El FI es una herramienta cuantitativa que sirve para evaluar la calidad de
una revista en relación con la de otras publicaciones. Mide la frecuencia con
la que el artículo medio de una revista ha sido citado en un período de tiempo determinado. El FI de una revista, que recoge anualmente el Journal
Citation Reports (otra publicación del ISI), es una relación entre las citas y
los ítems citables de un período determinado. Se calcula dividiendo el número de citas que durante el año considerado han recibido los artículos publicados en la revista considerada durante los dos años anteriores, por el número total de artículos publicados en dicha revista durante esos dos años.
Son varias las aplicaciones que se han dado al FI de las revistas. La más
frecuente es de tipo comercial: para los propios editores, que pueden así
conocer la posición que su revista ocupa en relación a otras de la misma
especialidad; y para los anunciantes, que exploran el mercado potencial de
sus productos. Es muy útil también en la planificación de las bibliotecas para
decidir las revistas que conviene adquirir. Pero, desde hace algún tiempo, el
FI se está empleando también para evaluar la producción científica, a partir
del prestigio de las publicaciones donde los investigadores publican sus artículos. Si este sistema de “evaluación” sustituye a cualquier otro, se comete
un profundo error, ya que no se pueden aplicar los mismos criterios en la
evaluación de los diferentes tipos de publicaciones y materias. Por tanto, no
debería usarse para evaluar el trabajo individual de los investigadores, ni
para comparar publicaciones de campos científicos diferentes (Garfield
1994b, Guerrero 2001b, Editorial Nature 2002). El “análisis cuantitativo y
objetivo” de la valía científica de un candidato suele hacerse mediante la adición de los “FI de los distintos artículos”, cosa que hemos visto que es un
error, porque el FI que se utiliza habitualmente se refiere sólo a la revista en
conjunto, y no a los artículos individuales que la componen. Los evaluadores no deberían usar los mismos criterios para estimar el significado de la
investigación realizada en campos muy diversos. Los investigadores, por su
parte, no deberían intentar aumentar el número de citaciones de sus artículos mediante la autocita, ni escoger las revistas solamente en función del FI.
La evaluación correcta de la calidad individual de la producción científica
de un investigador sólo puede conseguirse mediante la lectura de cada artículo individualmente, y este es un sistema que requiere tanto capacidad científica en ese campo concreto como tiempo suficiente, dos cosas de las que
muchos evaluadores carecen (Guerrero 2001b).
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Vocación internacional de la revista de la SEM
No sabemos si los responsables de Microbiología Española solicitaron
en algún momento la inclusión de la revista en el Current Contents. Rubens
López si lo hizo (en 1986) para Microbiología SEM ; pero la petición no fue
aceptada. En 1999, International Microbiology solicitó ser considerada para
su inclusión en un próximo futuro, después de la evaluación pertinente, que
llevaría, como mínimo, dos años. En julio de 2000, en el transcurso de una
visita al ISI, en Filadelfia, Ricardo Guerrero tuvo la impresión de que la
incorporación de la revista a esos buscados índices no tenía que representar
mayor problema, tras un período de seguimiento y control. International
Microbiology estaba siendo seguida por el ISI y pudimos apreciar un fuerte
aumento en el número de citas que recibíamos (Fig. 5).
FIGURA 5. Análisis del crecimiento de la citación de la revista de la SEM realizado por el
ISI en julio de 2000
De esa visita se obtuvo abundante información de la visibilidad de la
revista, ya que el ISI recoge ese tipo de información en sus estudios estadísticos. Sin embargo, las cosas no son tan claras y la experiencia enseña que es
ingenuo pensar que el ISI sea ajeno a la gestión por parte de los grandes grupos
editoriales que actúan como grupos de presión y cuya influencia está
directamente relacionada con su capacidad económica. La revista Nature en
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su editorial del 10 de enero de 2002 denunció algunos errores en los índices
de citación del ISI. Si bien no puede responsabilizarse al ISI (que ahora
depende de un potente grupo editorial [Thomson Corporation] y es de hecho
una empresa) del uso que se haga de sus estadísticas, dicha empresa sí que
es responsable del rigor y veracidad de los datos que publica. En las estadísticas del ISI, el artículo de Nature dedicado a la secuenciación del genoma humano había alcanzado un índice de citación tan bajo que no se encontraba entre los artículos de mayor impacto e influencia (conocidos como hot
papers) en biología. Estudios estadísticos realizados por la propia revista
Nature revelaron que el número de citaciones dado por ISI era muy inferior
al número real. ISI reconoció su error y, cuando corrigió sus datos, el artículo en cuestión pasó a ocupar el primer lugar de la lista (Editorial Nature
2002). En nuestra revista, López Piñero ya denunció en 1996 que las
deficiencias técnicas de los métodos empleados en estos estudios estadísticos basados en las citas originaban una media de un 25 por ciento de errores (López Piñero 1996).
Posiblemente, no haya sido siempre así, ni era ésa la idea de Eugene Garfield, líder de la información científica, cuando en 1955 se propuso recoger
la literatura científica en una base de datos. Hoy esa base de datos es la más
importante del mundo y entrar en ella el sueño o la pesadilla de un buen
número de editores y publicaciones. Pero es bien sabido que, de un tiempo
acá, el mundo editorial ha experimentado unas sacudidas que han dado al
traste con las formas tradicionales. Antes, el contenido y la calidad del producto que se quería comercializar eran la base del negocio, y el lógico beneficio empresarial no se ceñía a criterios exclusivamente mercantiles. Si alguna vez esa utopía existió, y parece que sí, hoy ya descansa en el limbo de las
criaturas malogradas.
Las líneas maestras que han marcado unos requisitos mínimos para mejorar el nivel de calidad de la revista se han mantenido desde 1985, y llevamos
con ellas diecisiete años. Pensamos que la calidad de una revista no depende del lugar de publicación, ni de la procedencia geográfica de los autores.
Una revista que no pertenezca a los países más potentes científicamente
también puede aspirar a alcanzar un nivel internacional. El artículo individual (antes, la separata) puede llegar a sitios impensables para la revista
completa. A los dos autores de este capitulo siempre les ha sorprendido que
dos trabajos que muchos calificarían de “menores” por haberse publicado
en la revista de la SEM, fueran mencionados en las mejores publicaciones.
Rubens López encontró un trabajo suyo sobre producción bacteriana de polisacáridos de Microbiología Española (López & Becking, Microbiol. Esp.
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21:53–75 [1968]) citado en sucesivas ediciones de los Bergey's Manual.
Ricardo Guerrero ha encontrado en importantes revistas la cita de un artículo sobre densidad específica que escribió ―a petición del director (RL)―
para el primer número de Microbiología SEM (Guerrero et al., Microbiol.
SEM 1:53–65 [1985]).
El empeño que tantas personas han dedicado a la revista de la SEM
escondía aspiraciones y dificultades que pensamos que deben quedar reflejadas en este libro para orientación de los colegas que ahora asumen responsabilidades en nuestra Sociedad. La historia de la revista, que con todos
sus altibajos ha llegado a la respetable edad de 55 años, no puede quedar al
albur de algunas personas que piensen que no es rentable económicamente
(evidentemente, si sólo hiciéramos lo que es rentable económicamente, no
existiría la SEM). Y no debemos olvidar que el esfuerzo de los que “hacen”
la revista (que son tanto los editores como los miembros de los distintos
comités, los evaluadores y también los autores que confían sus artículos a la
revista de la SEM, “aunque no esté en el Current Contents”) no cae en saco
roto si la revista es leída y apreciada por los socios; si transmite a los miembros de la SEM la voluntad generalista de la Sociedad y su visión de la
microbiología como una ciencia integradora, donde todos los aspectos de
investigación, de tecnología, de docencia y de cultura van indisolublemente
unidos; y si sirve de vehículo de presentación de la existencia y actividad de
la SEM a escala internacional.
Cualquier lugar es bueno, y éste también, para agradecer la labor de los
revisores, necesariamente anónimos, según el modelo (“revisión por expertos”) que hemos escogido, pero reconocidos por la ayuda que sus opiniones
y orientaciones aportan a la continuación y mejora de la revista. Otro elemento importante es el Comité de Redacción, que de una forma discreta
colabora desde 1993 en la orientación de la revista, la promoción de artículos y editoriales, y en la sugerencia de temas monográficos, entre otras
tareas. También tenemos un Comité Editorial de gran calidad y de procedencia diversa, lo que permite evitar los defectos de las “influencias”. La
diversidad institucional y geográfica se vislumbra además como promotora
de una mayor visibilidad internacional. Y tenemos obviamente los autores,
materia prima, bruta algunas veces, sin cuyo concurso todo lo dicho y lo
hecho simplemente no existiría.
El lugar que ocupa una publicación en el conjunto, inmenso en el caso de
las revistas de microbiología, no es sólo resultado de la buena voluntad de
los editores y del Comité Editorial, ni de la sociedad científica que en
muchos casos, como el nuestro, la respalda. En el estatus e incluso en la
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supervivencia intervienen factores como la competitividad con otras publicaciones similares, razón de más para optar por la calidad y por la principal
lengua de difusión de la ciencia.
La inclusión en los índices del ISI (aparecer en el famoso Current Contents, y tener un FI, aunque sea bajito) es una aspiración irrenunciable, por
más que costosa en el aspecto económico y de esfuerzo personal. Económica porque a estas alturas nadie que conozca mínimamente, sin necesidad de
ser experto, el mundo editorial ignora esa premisa. No basta la calidad de los
artículos, aunque es necesaria; no basta la puntualidad en la aparición, aunque es imprescindible; no basta la corrección gramatical en una lengua que
nos sigue costando, aunque es una exigencia; no basta un comité editorial
formado por expertos nacionales e internacionales, aunque es altamente
recomendable. A todos esos requisitos, comprensibles para cualquiera, y que
se tienen que dar a la vez, hay que añadir la calidad de reproducción de textos y figuras, el diseño atractivo de la portada, un formato adecuado y un tipo
de papel de características determinadas. Conseguir todo eso es caro, en
dinero y esfuerzo. Para llevar adelante un proyecto así hace falta, además,
apoyo moral, empuje y reconocimiento por parte de los principales destinatarios, los socios de la SEM, que son además los principales provisores del
material imprescindible, los artículos.
La revista es leída también por personas que no pertenecen a la SEM. Y
en muchos casos su lectura es el único nexo que tienen con nuestra Sociedad. Microbiología SEM, gracias a la mediación de Ediciones Garsi, aparecía citada en diversos índices internacionales (Biosis, Chemical Abstracts,
Medline, Index Medicus y Excerpta Medica, que sepamos). La gestión de
Springer-Verlag, como editorial de prestigio, puede ser decisiva para hacer
que International Microbiology sea citada en esos y otros índices. Tras una
espera prudencial, en la que por nuestra parte cumplamos los requisitos
sobradamente conocidos de calidad, continuidad, puntualidad, etc., podremos ver si conseguimos nuestro objetivo o estamos en camino de hacerlo.
Pero tanto si se logra como si no en un plazo corto, muchas cosas van a ir
cambiando al amparo de la publicación electrónica y de la difusión científica a través de Internet, que van a afectar a mayor o menor plazo al propio
FI, y a la revisión por expertos. Hasta hace poco, muchas revistas únicamente permitían a sus suscriptores el acceso al contenido completo de su
versión en línea. El resto de “visitantes” podían sólo leer los resúmenes de
los artículos. Ahora empiezan a darse cuenta de que mantener esta política
de acceso restringido (que es lo que hace Springer-Verlag) es tirar piedras a
su propio tejado, ya que están frenando la posible citación de sus artículos
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por parte de investigadores que no pueden consultar la versión impresa.
Esto, unido a la petición firmada el 2001 por varias decenas de miles de
científicos que solicitaban el acceso libre a los contenidos en línea de las
revistas en un plazo no superior a los seis meses de su publicación, empieza
a surtir efecto. De todos modos, es posible que no afecte mucho a determinadas editoriales médicas que imprimen separatas de algunos artículos no ya
por decenas o por algunas centenas, sino por centenares de miles (subvencionadas, todo hay que decirlo, por la industria que financió la investigación) (Piqueras 2001b).
El FI puede verse afectado por el número de “visitas” a las páginas web
de las diferentes publicaciones que se realizan desde distintos y muy distantes lugares. Desde muchos de ellos, hasta ahora no se tenía acceso a la publicación en papel. Es de prever que la fácil cuantificación de esas visitas, consultas y citas va a influir sobre el modo de establecer la importancia del artículo y de la revista. International Microbiology tiene ante sí el futuro que las
circunstancias le deparen, pero esas circunstancias serán un reflejo visible de
la actitud y aptitud de quienes crean y apoyen su continuidad y crecimiento
(¿otros 50 años, por lo menos?). Esa actitud y aptitud tendrán sin ninguna
duda un gran valor a la hora de superar los obstáculos impuestos por factores externos, como la competitividad y orientación comercial propia de toda
empresa, editoriales incluidas. Y también para vencer los obstáculos internos, que es la poca consideración que a veces tenemos por lo nuestro, en este
caso, la revista. En nuestros viajes por el extranjero, nunca hemos oído que
la revista fuera “mala”; generalmente, era totalmente desconocida, pero,
cuando alguien tenía algún trabajo (separata o artículo “bajado” de Internet)
de ella, tenía muy buen concepto de esa revista desconocida que publicaba
artículos de calidad y bien presentados. Por otra parte, varias de las revistas
científicas que todavía sobreviven en España, tienen en gran aprecio la nuestra, tanto por su presentación como por su nivel científico.
En este capítulo hemos pretendido narrar la historia del conjunto de
revistas de SEM, pero también rendir homenaje de un modo discreto ―cual
fue la dedicación de los responsables― a quienes durante años dedicaron un
enorme esfuerzo, consumieron horas, aguantaron berrinches y, por qué no
decirlo, sufrieron la incomprensión de muchos de sus colegas, para que, cincuenta y cinco años después, todavía tengamos una publicación digna, un
vehículo para expresar la vocación generalista e integradora de la SEM y,
finalmente, una carta de presentación internacional de la que nuestra Sociedad puede sentirse orgullosa. Al tesón de tantas personas, a su capacidad de
convertir lo improbable en posible, y lo posible en realidad, a su ilusión por
s
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superar lo que claramente excedía sus recursos, debemos lo que tenemos.
Según escribió el poeta valenciano Ausias March (1397–1459) “lo que no se
hace por potencia / ni por gracia, ni saber / se hace sin resistencia / por fuerza de un buen querer”.
Agradecimientos
Este trabajo de pseudohistoriadores aficionados no se podría haber escrito sin la ayuda de las diversas personas que nos han aportado sus datos, buscado información y orientado de muy diversas maneras. A todos ellos, hayan
sido o no nombrados específicamente en el capítulo, les expresamos nuestro
sincero agradecimiento, en especial a Ernesto García, Mercè Piqueras y Carmen Chica, que tanto han hecho por la revista a lo largo de muchos años de
dedicación diestra, callada (a veces) y eficaz.
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