A.U.P.C.V. Seminario: “Lo vincular: Conceptos básicos y diferencias con el enfoque individual” Docente: Ana Mokszanski Autor: Juan Andrés Janzich Chizmich Julio – Agosto 2013 Daremos apertura a este trabajo a partir de un dialogo entre un hombre y una mujer: Céline: “Siempre siento la presión de ser el ideal de mujer fuerte e independiente y que no parezca que toda mi vida gira alrededor de algún tipo. Pero amar a alguien y ser amada realmente es importante para mí. Siempre me burlo de todo el asunto pero, ¿qué no todo lo que hacemos es una manera de que nos amen un poco más?...” Jesse: “No sé. A veces sueño con ser un buen padre y un buen esposo. Y a veces creo que estoy realmente cerca. Pero, otras veces me parece tonto, como que arruinaría toda mi vida. Y no es solo un temor a comprometerme o que sea incapaz de ser cariñoso o de amar, porque sí puedo. Es que si soy totalmente honesto conmigo mismo creo que preferiría morir sabiendo que fui bueno en algo y que he destacado de alguna manera antes que haber estado simplemente en una linda relación amorosa.” Céline: “Trabajé para un hombre mayor y una vez me dijo que se pasó su vida pensando en su carrera y en su trabajo. Tenía 52 años y de pronto se dio cuenta: En realidad nunca había dado nada de sí mismo. Su vida era para nadie y para nada. Casi lloraba mientras decía eso. Creo que si existiera algún dios no estaría en ninguno de nosotros ni en ti ni en mí sino en este pequeño espacio intermedio. Si existe alguna magia en este mundo, debe ser en el intento de comprender a alguien que comparte algo. Lo sé, es casi imposible lograrlo, pero ¿a quién le importa en realidad? La respuesta debe estar en el intento.” Fragmento de dialogo, extraído de la película “Before Sunrise” (E.E.U.U., 1995) Es a partir del citado texto, que trataremos de elaborar algunas líneas de articulación respecto a la producción conceptual de Isidoro Berenstein, produciendo a su vez, algunas otras. Es también, a la luz del enfoque vincular, que nos interesa poder pensar y re-pensar (en tanto repetición pero que genera siempre algo nuevo) éste dialogo y por tanto a los sujetos que lo producen. Lo llamativo de este fragmento de conversación entre un hombre y una mujer es su carácter de singular y universal, a la vez. En tanto problemas que se plantea ésta pareja pero que asimismo se podría plantear cualquier otra, dejando en un plano secundario la importancia que pudiese tener donde se desarrolla o en qué contexto. Esto nos remite a pensar en las identificaciones que se activan a partir de este – llamémosle – disparador (textual). Es inevitable verse identificado/a con algunas de las premisas que plantean los personajes de dicha escena. De esta manera, nos mueve a empezar articulando con Berenstein, en lo que él llama los mecanismos constitutivos del sujeto. Estos son los mecanismos de la identificación y de la imposición. El primero, largamente desarrollado y ya trabajado por Freud (1921), remite a aquellos aspectos del otro que el sujeto incorpora (sea parcial o totalmente), tomándolos como modelo y transformándose a partir de éstos. Aquí puede surgir la interrogante de ¿con qué aspectos uno se identifica cuando surge un dialogo de pareja que plantea problemáticas existenciales? Esto en tanto, los personajes plantean disyuntivas que determinan los modos de ser y actuar en el mundo, atravesados por sus ¿propios? ideales de lo que deben ser, como hombres o mujeres. Concretamente lo podemos observar en la afirmación que dice Céline “Siempre siento la presión de ser el ideal de mujer fuerte e independiente y que no parezca que toda mi vida gira alrededor de algún tipo”. O también cuando Jesse comenta “A veces sueño con ser un buen padre y un buen esposo. (…) Pero, otras veces me parece tonto, como que arruinaría toda mi vida”. Ambas afirmaciones nos hablan de los conflictos que transitan los personajes, ‘las presiones’ a las que se ven sometidos/as como sujetos inmersos en un ámbito socio-cultural. Por otra parte, Berenstein (2004) describe y profundiza en el mecanismo de la imposición. Entendiendo dicho mecanismo como “aquel por el cual los sujetos vinculados se instituyen a partir de inscribir su pertenencia a la relación y de aceptar que se es instituido por ella” (p.31). Aquí es importante precisar qué entendemos por vínculo, según este marco teórico ya que es un concepto de amplias significaciones. Cuando Berenstein refiere a vínculo, nos habla de “una situación inconsciente que, ligando a dos o más sujetos, los determina en base a una relación de presencia” (2004: 29). Este concepto es una base para pensar el mundo intersubjetivo y lo que ocurre en ese “entre” los sujetos. Ya que, como señala el autor, en las relaciones es donde se obtiene la fuerza necesaria para la constitución de las marcas y de las inscripciones vinculares. Entonces, cuando hablamos de una relación vincular hablamos de lo que se liga, de lo que se une (entre dos o más sujetos). A su vez, a través de esta relación de presencia, como condicionante para que ocurra, el otro se nos impone. Podemos pensar que nos impone sus diferencias, su ajenidad (como lo conceptualiza Berenstein, en tanto aspecto irrepresentable del otro) y también nos impone algo novedoso que nos atrae, en tanto nos enriquece y nos cambia. Es decir, genera marcas. En este punto podemos pensar el primer dialogo de Céline, previamente citado, donde existe un intento de ir en contra del ideal de ‘mujer fuerte e independiente’ y no quedar “ligada” a un tipo/hombre. ¿Es acaso el temor a la descentración y que el otro sea mi centro? En tanto refiere a “que no parezca que toda mi vida gira alrededor de algún tipo”, este girar en torno a… determina un centro y una periferia, corre al sujeto del centro ‘fuerte e independiente’. Es interesante tomar a Berenstein en el sentido que les da a estos dos mecanismos constitutivos del sujeto: identificación e imposición; se construyen con y desde el otro. Esto tal vez logra descentrarnos y poder pensar desde otro lugar. Me identifico con tal fragmento del dialogo citado y desde ese otro que lo enuncia. Ese fragmento toma lugar de significante, que nos puede generar múltiples significaciones a su vez. Al respecto, Berenstein produce en torno a la marca y la inscripción que genera ese otro en mi (y viceversa), enunciando dos caminos posibles. Por un lado el de la representación inconsciente y por el otro, el de la simbolización. La primera hace referencia a lo que se recrea del otro, en tanto objeto interno y que asegura la ausencia del otro – en tanto representación – “y especialmente se erige como defensa ante la ajenidad del otro, aquello que no podrá representar” (Berenstein; 2004: 108). La simbolización, por otra parte, es tomada en tanto metáfora y en tanto elemento sustitutivo de otro ausente, es decir, lo reemplaza. Volviendo al dialogo enunciado primeramente, nos parece relevante destacar el lugar que se le da al amor ¿o será al enamoramiento? A continuación de la exposición de ideales (pautados social y culturalmente) y los conflictos que estos conllevan, el personaje de Céline enuncia “Pero amar a alguien y ser amada realmente es importante para mí. (…) ¿Qué no todo lo que hacemos es una manera de que nos amen un poco más?”. Seguramente con esta afirmación y posterior interrogación, podríamos basarnos para desarrollar toda nuestra producción pero trataremos de pensarlo a luz de lo anterior y de lo que sigue. Algunos de los conceptos que tal vez sería oportuno desarrollar aquí, sería la importancia del narcisismo y también de la autoestima, en ese “ser amada” (sin proponernos aquí abordar una visión de género). Desde Berenstein, tal vez esto nos puede llevar a la postura del Uno y del Dos. En este sentido, el autor diferencia estas dos posturas en la forma de construir, pensar, visualizar y actuar en el vínculo (de pareja en este caso). Pensar desde el Dos, implica pensar desde ese “hacer entre”, pensar en la construcción con otro, diferente a mí o como señala Berenstein (2007) es lo que se construye en esa ‘relación entre otros’ (logrando así un descentramiento del yo). Podría surgir la interrogante aquí si ese “…que nos amen un poco más” que refiere Céline estará ligado a esa ilusión ¿casi universal? de unidad en la pareja. Este amar más al otro y viceversa, podría aludir a una visión de ligazón mayor, de vínculo más fuerte. Habrá que cuestionar(se) si esta ligazón a la que refiere vínculo implica estar más unidos (metafórica y figuradamente). Resulta esclarecedor el rastreo que hace Berenstein (2004) del término vínculo, que remite al latín vincire, que a su vez significa atar. ¿El ideal del amor y por tanto del ‘ser en pareja’ estará basado en la significación atribuida a esta palabra, en tanto atar o unir? Seguramente el asunto sea más complejo. Siguiendo esta línea de abordaje, podemos pensar lo que plantea Berenstein respecto al sentimiento de empatía (valorado socialmente), el cual se encuentra unido a la creencia de semejanza entre los sujetos y a la identificación entre éstos. De esta manera se “…habilita la fantasía de que los significados se trasladan de uno a otro. Son dos que sienten como uno y en ello, en el enamoramiento, se apoya la idea romántica del amor,…” (Berenstein; 2004: 119). Entonces, si ese ‘amar y que nos amen más’ en la misma medida (si esto es posible y cuantificable), tal vez no tenga que remitir a una mayor unidad en la pareja, entendiendo la unidad como aquello que anula las diferencias y la diversidad. Esa lucha constante entre la representación que cada uno tiene y lo que el otro nos presenta se impone desafiándonos constantemente. Me parece acertada en este sentido, la definición que brinda Berenstein de amor, según este entendido. El autor nos dice: Sugiero otra manera de pensar el amor: una acción basada en lo sexual y en relaciones de poder de dos que sienten como dos, teniendo que hacer algo distinto de aquello que hacen cuando son uno. El amor ha de ser considerado como un trabajo a realizar, no sólo por lo que encuentran sino por lo que producen. (Berenstein; 2004: 120) Es a partir de esta producción de a dos y desde el Dos, y en las relaciones de poder que se establecen, es donde el otro debe aprender a tolerar esa diferencia y más aún la ajenidad del otro. Berenstein al respecto señala que si el sujeto logra iniciar el camino de la desilusión (en tanto ese otro no es como yo me lo represento y la diferencia se hace explícita en la presencia), ahí se instaura la posibilidad de establecer un lugar diferente. Es así que, desde la marca que instaura el otro en mí y viceversa, desde allí se genera lo novedoso. Dicho juicio de presencia, que excede la representación que cada uno tiene de ese otro, da lugar al ‘hacer entre’ con otro. Ésta importancia de hacer con otro y de establecer vínculos, se ve reflejada en el dialogo entre los personajes de Jesse y Céline, cuando ésta menciona aquel hombre que había dedicado su vida al trabajo, agregando que “Su vida era para nadie y para nada”. Esto da cuenta del lugar que se le da al otro en tanto subjetivante y en tanto sujetos sociales que somos. Esta marca que nos impone el otro y que imponemos sobre éste, si bien es inconsciente en tanto su significación, es suplementaria del deseo del yo. Pensar desde el Dos también es pensar en (al menos) dos deseos, que se suplementan y aquel del otro nos resulta enigmático y aguardando ser significado. Ya cerca del final, tanto en el dialogo citado como en nuestra producción, podemos ver en qué deriva este pensar de “una vida sin objeto”, cuando no hay vínculos que la sostengan, cuando no hay objetos de amor. Céline plantea – en un planteo sorprendentemente cercano a Berenstein - que “si existiera algún dios no estaría en ninguno de nosotros, ni en ti ni en mí sino en este pequeño espacio intermedio”. Referencia casi obligatoria al ‘entre’ conceptualizado por I. Berenstein. Lo que es pensado como una ‘divinidad’ por el personaje de Céline, hace referencia a algo similar desde la mirada del autor. Eso que se produce en el ‘entre’, implica un pensar desde allí, desde lo que se genera en ese intersticio y al igual que en la voluntad hecha acción de un dios, éste hacer es evanescente. No se puede capturar en tanto algo que se percibe y se materializa. Berenstein (2007) al respecto nos dice que “Pensando desde el ‘entre’, ese hacer produce en presente, no reconoce antecedentes, y el registro que deja no tiene forma de recuerdos de lo que ocurrió,…” (p.22). Se produce en el aquí y en el ahora y no se puede dar cuenta cabal de esto a posteriori. Justamente, en la riqueza contenida de ese ‘hacer entre’ y del trabajo conjunto de hacer con otro/s, es que ocurre la transformación, ocurre el “devenir otro con otro(s)”, según dice Berenstein (2004). También es importante señalar que ese ‘hacer entre’ y esa producción desde el Dos, conlleva la condición de la presencia. Es decir, es en la experiencia vincular y ante la presencia del otro con su carácter de discontinuidad, que surge lo novedoso y hay producción de subjetividad. Por último, asociada a ese hacer con otro, a esa producción dada en ese “entre” inaprehensible realmente es que igualmente surge la ilusión de entender y comprender al otro. Acaso ¿no es posible producir desde la diferencia? En el dialogo inicial, Céline marca la dificultad de comprender a ese otro e igualmente señala de una forma un tanto romántica (¿ideales que se reproducen en las películas acaso?), “Si existe alguna magia en este mundo, debe ser en el intento de comprender a alguien que comparte algo”. Por un lado, ante dicha afirmación surge pensar que dicho intento de comprender no es universal. Trato de comprender al otro en tanto este se torna significativo para mí así como yo lo puedo ser para él/ella y que desea compartir conmigo/otro. Por otro lado, nos remite al aspecto económico de la pulsión, pensando desde el psicoanálisis, en tanto el esfuerzo y desgaste que implica comprender al otro y que cada sujeto selecciona con quien realizarlo y con quien no, al igual que el compartir. De cualquier manera, este comprender al otro en tanto entendimiento, puede resultar engañoso. De forma similar que con el termino de empatía, previamente analizado, este remite a suavizar las diferencias propias y del otro y “resulta del deseo de coincidencia con la representación, (…) con lo cual la relación entre dos otros deja de ser tal para ser repensada desde lo Uno” (Berenstein; 2004:51). Tal vez podamos diferenciarlo de la empatía, en tanto no remite específicamente a ‘ponerse en el lugar del otro’ pero que igualmente implica un corrimiento de posiciones. Es justamente desde una figura topográfica que podríamos pensar el intento de entender al otro. El desafío sería que, mientras se le haga un lugar al otro y a lo que éste propone, siempre diferente a nuestra representación, habrá posibilidad de entendimiento. Igualmente Berenstein señala que “entenderse con otro es una tarea compleja y permanente de ajuste (…). Es un arduo trabajo psíquico” (2004: 51). Ante la interpelación del otro con su ajenidad y sus diferencias que se hacen presencia, surge la imposición y esa doble inscripción en esa relación de otros, que resulta siempre originaria. Es entonces, a través de ese encuentro con el otro y a partir de eso que se inaugura en ese ‘entre’ que se produce el sujeto múltiple y quizás ese “arduo trabajo psíquico” del que habla Berenstein se vea justificado por el final del dialogo enunciado por el personaje de Céline que nos dice “La respuesta debe estar en el intento”. Intento de entenderse desde el Dos, de producir desde el entre y de amar desde lo diferente y hacia lo nuevo y singular… Bibliografía Berenstein, I. (2004) “Devenir otro con otro(s). Ajenidad, presencia, interferencia”. Editorial Paidós, Buenos Aires. Berenstein, I. (2007) “Del ser al hacer. Curso sobre vincularidad”. Editorial Paidós, Buenos Aires. Walker-McBay, A. (productor) & Linklater, R. (director). (1995). “Before Sunrise” [Cinta cinematográfica]. E.E.U.U.: Columbia Pictures.