El marqués de Bradomín : coloquios románticos

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DON
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EL M A R Q U E S DE B R A D O M I N
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OBRAS
FEMENINAS
EPITALAMIO
CENIZAS
DEL
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(agotada).
(agotada)'.
C O R T E DE A M O R
BRADOMIN:
OLOQUIOS
ROMANTICOS:
>R D O N R A M O N
(agotada).
(segunda edición).
JARDÍN N O V E L E S C O
MARQUES
DEL VALLE-
LO L A N
(segunda edición).
S O N A T A DE P R I M A V E R A , I ,
S O N A T A DE E S T Í O , I I ,
SONATA DE O T O Ñ O , I I I ,
(tercera edición).
(tercera edición).
S O N A T A DE I N V I E R N O , I V ,
F L O R DE SANTIDAD
(tercera edición)
(tercera edición)
(segunda edición).
A G U I L A DE BLASÓN.
A R O M A S DE L E Y E N D A .
E L M A R Q U É S DE BRADOMIN.
R O M A N C E DE L O B O S .
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E L MARQUES D E BRADOMIN
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Tipografia de Archivos.
I n f a n t a s . 42.
13.
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diálogos tuvieron
®¡=JÍ hace tiempo vida en el
teatro. Es un recuerdo que me
sonríe al releer estas páginas:
Con ellas envió á Matilde Moreno y á Francisco García
Ortega mi saludo de reconocimiento, de admiración y de
amistad.
» T O S
JORNADA
PRIMERA
m s s ^ Z
N jardín y en el f o n d o u n palacio: El jardín y
el palacio tienen esa vejez señorial y m e l a n cólica d e los lugares p o r d o n d e en otro
t i e m p o pasó la vida a m a b l e d e la galantería y del
a m o r . Sentado en la escalinata, d o n d e verdea el m u s go, u n zagal de pocos años amaestra con los sones
de su flauta, u n a nidada de mirlos prisionera en r ú s tica jaula de cañas. Aquel niño de fabla casi v i s i g ó tica y ojos de cabra triscadora, con s u sayo de e s t a m e ñ a y sus guedejas trasquiladas s o b r e la f r e n t e p o r
t o n s u r a casi monacal, parece el hijo de u n a n t i g u o
siervo de la gleba. La d a m a pálida y t r i s t e , q u e vive
retirada en el palacio, le llama con l á n g u i d o c a p r i cho Florisel. P o r la h ú m e d a avenida de cipreses aparece u n a vieja de aldea: T i e n e los cabellos blancos,
los ojos c o n q u e r i d o r e s y la color b e r m e j a . El m a n t e o ,
de paño sedán, q u e sólo luce en las fiestas, lo trae doblado con p r i m o r y puesto c o m o u n a birreta sobre
la cofia blanca: Se llama Madre C r u c e s .
LA MADRE CRUCES
¿Estás adeprendiéndole la lección á los
mirlos?
FLORISEL
Ya la tienen adeprendida.
LA MADRE CRUCES
¿Cuántos son?
FLORISEL
Agora son tres. La señora m i ama echó
á volar el que mejor cantaba. Gusto que tiene
de verlos libres por los aires.
LA MADRE CRUCES
¡Para eso es la señora! ¿Y cómo está de sus
males?
FLORISEL
¡Siempre suspirando! ¡Agora la he visto
pasar por aquella vereda cogiendo rosas!
LA MADRE CRUCES
Solamente por saludar á esa reina he v e nido al palacio. A encontrarla voy. ¿ P o r
dónde dices que la has visto pasar?
FLORISEL
Por allí abajo.
A M a d r e C r u c e s se aleja en b u s c a d e la s e ñ o r a , y t o r n a á r e q u e r i r su flauta F l o r i s e l .
El sol otoñal y m a t i n a l d e j a u n r e f l e j o d o r a d o e n t r e el v e r d e s o m b r í o , casi n e g r o , d e los á r b o les v e n e r a b l e s . L o s castaños y los c i p r e s e s q u e c u e n t a n la edad del palacio. La Q u e m a d a y M i n g u i ñ a , d o s
m u j e r u c a s m e n d i g a s , a s o m a n en la p u e r t a del j a r d í n ,
u n a p u e r t a de arco q u e t i e n e , l a b r a d o s en la p i e d r a
s o b r e la cornisa, c u a t r o e s c u d o s c o n las a r m a s d e
c u a t r o l i n a j e s d i f e r e n t e s . L o s l i n a j e s del f u n d a d o r ,
n o b l e p o r t o d o s sus a b u e l o s . Las d o s m e n d i g a s a s o man medrosas.
LA QUEMADA
¡A la santa paz de Dios Nuestro Señor!
MINGUIÑA
¡Ave María Purísima!
LA QUEMADA
¡Todas las veces que vine á esta puerta,
todas, me h a n socorrido!
MINGUIÑA
¡Dicen que es casa de m u c h a caridad!
EL
MARQUES
DE
B R A D O M I N
EL
MARQUES
DE
BRADOMIN
FLORISEL
L A QUEMADA
¡Por sabido que no!
N o se ve á nadie...
MINGUIÑA
MINGUIÑA
¡Tal acomodo quisiera yo para un nieto
¿Por qué no entramos?
que tengo!
L A QUEMADA.
FLORISEL
¡Y si están sueltos los perros!
No todos sirven para esta casa. Lo p r i m e r o
MINGUIÑA
que hace falta es muy bien saludar.
¿ T i e n e n perros?
MINGUIÑA
L A QUEMADA
T i e n e n dos, y un lobicán m u y
fiero...
FLORISEL
Mi nieto es p o b r e , pero como enseñado lo
está.
jSantos y buenos días! ¿Qué deseaban?
L A QUEMADA
Venimos á la limosna. ¿ T ú agora sirves
aquí? Buena casa has encontrado. E n los palacios del R e y no estarías mejor.
FLORISEL
¡Eso dícenme todos!
L A QUEMADA
Pues no te engañan.
— 14 —
FLORISEL
Y hace falta lavarse la cara casi que todos
los días.
MINGUIÑA
E n un caso también sabría dar gusto.
FLORISEL
Y dentro del palacio tener siempre la montera quitada, a u n cuando la señora n o se halle presente, y no meter r u i d o con las m a —
iS —
FLORISEL
drefías ni silbar por divertimiento, salvo que
¿Y vienen de muy lejos?
no sea á los mirlos.
MINGUIÑA
L A QUEMADA
De San Clemente de Bradomín.
¿ T ú aquí sirves por el vestido?
LA QUEMADA
FLORISEL
¡Todo por monte!
Por el vestido y por la soldada. G a n o m e dia onza cada año, y á cuenta ya, tengo r e cibido los dineros para m e r c a r esta
flauta.
FLORISEL
Ya sé dónde queda. Allí tiene u n palacio
el más grande caballero de estos contornos.
¿Vostedes es la p r i m e r a vez que vienen á la
MINGUIÑA
limosna?
L A QUEMADA
¡Yo hace muchos años!
MINGUIÑA
Yo es la p r i m e r a vez. Nunca creí verme
en tanta necesidad. F u i criada con el regalo
de u n a reina, y agora no me queda otro triste
remedio que a n d a r por las puertas. Un hijo
tenía, luz de mi tristes ojos, a m p a r o de mis
años, y m u r i ó en el servicio del Rey, adonde
fué por un rico.
¡También es puerta aquella de m u c h a c a ridad! Agora poco hace, llegó el señor mi
Marqués, al cabo de muchos años. Dicen que
viene para hacer u n a nueva g u e r r a por el
Rey Don Carlos, á quien le robaron la c o rona cuando los franceses.
L A QUEMADA
Aquél m u r i ó . El de agora es un hijo.
MINGUIÑA
Hijo ó nieto, es de aquella sangre real.
—,17 —
« la p u e r t a del jardín a s o m a u n a h u e s t e d e
m e n d i g o s . P a t r i a r c a s haraposos, m u j e r e s escuálidas, m o z o s lisiados. R a c i m o de g u s a n o s q u e se a r r a s t r a por el polvo d e los c a m i n o s y se
d e s g r a n a en los m e r c a d o s y feriales de las villas sald a n d o cuitas y p a d r e n u e s t r o s , c a r a v a n a q u e descansa al pie d e los c r u c e r o s , y r e c u e n t a la l i m o s n a d e
m a z o r c a s y m e n d r u g o s de b o r o n a , á la s o m b r a d e los
«
A l a d a r e s flor i d o s d o n d e cantan los P ^
to
á q u i e n e s da n i d o y pan Dios N u e s t r o S e ñ o r E
d o s los casales los c o n o c e n , y ellos c o n o c e n toda las
p u e r t a s d e c a r i d a d . Son s i e m p r e los mismos. El
Marico d e G o n d a r ; el T u l l i d o de « l u g o s ; P a u U la
R e i n a , q u e da d e m a m a r á u n n m o ; la I n o c e n t e d e
B r a n d e s o ; D o m i n g a d e G ó m e z ; el s e ñ o r
A « * l
s e ñ o r C i d r á n el Morcego y la m u j e r del M o r c e g ^
L l e g a n por el c a m i n o aldeano, f r a g a n t e y n e n t e b a j o
el sol m a t i n a l .
EL MANCO DE GONDAR
Rapaz, avisa en la cocina que está aquí el
manco de Gondar, que viene por la limosna.
EL TULLIDO DE CELTIGOS
Y el tullido de Céltigos.
EL MANCO DE GUNDAR
Dile que tenemos de recorrer otras puertas.
EL TULLIDO DE CELTIGOS
No basta una sola para llenar las alforjas.
EL MORCEGO
Los ricos, como no pasan trabajos...
LA MUJER DEI, MORCEGO
Padre nuestro, que estáis en los cielos...
OR un s e n d e r o del j a r d í n a p a r e c e la S e ñ o r a
del palacio, q u e v i e n e c o g i e n d o rosas. A su
lado la M a d r e C r u c e s habla c o n q u e r i d o r a , y
la d a m a s u s p i r a c o n d e s m a y o . Es u n a figura pálida y
blanca, con a q u e l e n c a n t o d e m e l a n c o l í a q u e los
a m o r e s m u e r t o s p o n e n en los ojos y en la s o n r i s a d e
algunas mnjeres.
LA MADRE CRUCES
¡Y cómo me place ver á mi señora con las
colores de una rosa!
FLORISEL
T i e n e dicho Doña Malvina, el ama de llaves, que esperen á reunirse todos.
LA DAMA
De una rosa sin color, Madre Cruces.
—
19 —
L A QUEMADA
LA MADRE CRUCES
Aquí está la señora.
Y todavía no la dije algo que h a b r á de alegrarla. ¡Esperando que me preguntase!
MINGUIÑA
¡Bendígala Dios!
PAULA
L A DAMA
¡Sin preguntarte lo sé!
L A MADRE CRUCES
Y le dé la recompensa de tanto bien como
hace á los pobres.
E L TULLIDO DE CELTIGOS
¿Que lo sabe?
LA DAMA
¡Parece una reina!
L A QUEMADA
¡Ojalá pudiera equivocarme!
L A MADRE CRUCES
¡Parece una santa del cielo!
MINGUIÑA
No es cosa p a r a que suspire. Son nuevas
de un caballero muy galán.
¡Es la misma Nuestra Señora de los Ojos
G r a n d e s que está en Céltigos!
IENDO
l l e g a r Á!a S e ñ o r a la h u e s t e d e m e n d i -
Sixh=s=r.=5S£'
L A DAMA
¿ C ó m o sigue tu marido, Liberata?
L A QUEMADA
¡Siempre lo mismo, mi señora! ¡Siempre
lo mismo!
rados.
t
PAULA
L A DAMA
¡Gracias, mi señora! ¡Mi g r a n señora! ¡La
¿Es tuyo ese niño, P a u l a ?
pobre madre se lo agradecerá en el cielo!
PAULA
L A DAMA
No mi señora. E r a de una c u r m a n a que se
ha muerto. T r e s ha dejado la pobre: éste es
Y á los otros pequeños tráelos también
contigo.
el más pequeño.
PAULA
L A DAMA
Los otros, m a ñ a n a no sé dónde poder h a -
¿ Y t ú lo h a s r e c o g i d o ?
llarlos.
E L SEÑOR CIDRAN
PAULA
L o s otros, aunque cativo, también tienen
L a m a d r e me lo recomendó al m o r i r .
LA
a m p a r o . Los ha recogido B á r b a r a la Prisca,
DAMA
una viuda lavandera que también á mí me
¿Y qué es de los otros dos?
tiene recogido.
PAULA
LA
Por esos caminos andan. El u n o tiene siete
años, el otro n u e v e . . . P e n a da mirarlos desnudos como ángeles del cielo.
¡Pobre mujer!
LA M A D R E CRUCES
Bárbara la Prisca casó con un sobrino de
mi difunto. ¡Es una santa de Dios!
LA DAMA
V u e l v e m a ñ a n a , y pregunta p o r
DAMA
Doña
L A DAMA
La conozco, Madre Cruces.
Malvina.
LA DAMA
d e la vieja c o n q u e r i d o r a la S e ñ o r a del
palacio se aleja l e n t a m e n t e , y á los pocos p a sos, s u s p i r a n d o con fatiga, se sienta á ia
s o m b r a d e los rosales, en u n b a n c o d e piedra c u b i e r t o de hojas secas. E n f r e n t e se a b r e la p u e r t a d e l
l a b e r i n t o misterioso y v e r d e . S o b r e la clave del a r c o
se alzan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s de m u s g o y u n
s e n d e r o s o m b r í o , u n solo s e n d e r o , o n d u l a e n t r e los
m i r t o s . M u y l e j a n o , se oye el c a n t o d e los m i r l o s
guiados p o r la flauta q u e t a ñ e F l o r i s e l .
EGUIDA
LA MADRE CRUCES
No me lo ha dicho nadie; Yo lo sentí d e n tro del corazón, como u n a gran angustia,
cuando te vi llegar. ¡Y no me atrevía á p r e guntarte!
LA MADRE CRUCES
¡Como u n a g r a n angustia! Yo presumo que
el señor m i Marqués viene de tan lejanas tier r a s solamente por ver á mi señora.
Y t o r n a n d o al cuento pasado. ¿Dice que
sabe la nueva?
LA DAMA
Viene porque yo le llamé, y ahora m e a r r e LA DAMA
¡Ojalá me equivocase! T ú traes u n a c a r t a
para mí, Madre Cruces.
LA MADRE CRUCES
piento. A mí me basta con saber que m e
quiere. T e m í a que me hubiese olvidado y le
escribí, y ahora que estoy segura de su c a riño t e m o verle.
¿ C ó m o lo sabe?
LA DAMA
¡No me preguntes cómo lo sé! ¡Lo sé!
LA MADRE CRUCES
¿Quién ha podido decírselo? ¡Si fué u n a
m i s m a cosa e n t r e g a r m e la carta el señor m i
M a r q u é s y p o n e r m e en camino!
A S e ñ o r a del palacio q u e d a u n m o m e n t o c o n
la carta e n t r e s u s m a n o s c r u z a d a s c o n t e m p l a n d o el j a r d í n . En la r o s a pálida d e su boca
t i e m b l a u n a sonrisa, y los ojos b r i l l a b a n c o n d o s
l á g r i m a s r o t a s en el f o n d o . Las flores e s p a r c i d a s s o b r e su falda a r o m a n a q u e l l a s m a n o s b l a n c a s y
t r a n s p a r e n t e s . ¡Divinas m a n o s d e e n f e r m a ! S u s p i r a n d o a b r e la carta. Mientras lee a s o m a en la p u e r t a
— 2 5 -
del j a r d í n u n a n i ñ a d e s g r e ñ a d a , con o j o s d e poseída,
q u e clama llena de un t e r r o r p r o f é t i c o , al m i s m o
t i e m p o q u e se e s t r e m e c e b a j o sus h a r a p o s : E s A d e g a
la I n o c e n t e .
EL SEÑOR CIDRAN
¡La cuitada es inocente! No tiene sentido.
MINGUIÑA
E n t r a , rapaza, que aquí nadie te hará mal.
ADEGA LA INOCENTE
Dame dolor de corazón el v e r l a .
¡Ay de la gente que no tiene caridad! Los
canes y los rapaces c ó r r e n m e á lo largo de
los senderos. Mozos y viejos asoman tras de
las cercas y de los valladares para decirme
denuestos. ¡Ay de la gente que no tiene caridad! ¡Cómo ha de castigarla Dios Nuestro
Señor!
MINGUIÑA
Ya la castiga. Mira cómo secan los casta-
la I n o c e n t e r e s p o n d e l e v a n t a n d o los b r a zos, c o m o si evocase un l e j a n o p e n s a m i e n t o
p r o f é t i c o , y los vuelve á d e j a r caer. D e s p u é s ,
c u b i e r t a la cabeza con el m a n t e o , e n t r a en el j a r d í n
lenta y llena de m i s t e r i o . Así, a r r e b u j a d a , p a r e c e u n a
s o m b r a m i l e n a r i a . T i e m b l a su c a r n e y los ojos f u l g u r a n c a l e n t u r i e n t o s b a j o el capuz del m a n t e o . E n la
m a n o trae un m a n o j o d e y e r b a s q u e e s c o n d e en el
seno con vago gesto de h e c h i c e r í a . E s t r e m e c i é n d o s e
va á s e n t a r s e e n t r e las dos a b u e l a s m e n d i g a s Minguiña y la Q u e m a d a . E n t a n t o , la S e ñ o r a del palacio, allá
en el f o n d o del j a r d í n , sentada en el b a n c o q u e t i e n e
florido e s p a l d a r d e rosales, t e r m i n a d e leer la carta.
DEGA
ñares, m i r a cómo perecen las vides. Esas
LA DAMA
plagas vienen de m u y alto.
¡Qué tortura!
ADEGA LA INOCENTE
Otras peores tienen de venir. Se m o r i r á n
los rebaños sin quedar una triste oveja, y su
c a r n e se volverá ponzoña! ¡Tanta ponzoña
que h a b r á para envenenar siete reinos!
— 26 —
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LA MÁDRE CRUCES
Bien se m e alcanza lo que á mi señora le
acontece. Como no puede retenerle largo
tiempo, teme el dolor de la ausencia.
LA-DAMA.
sin acertar á responderle. Entonces sacó del
¡Lo que yo temo es ofender á Dios! ¡Sólo
bolsillo la carta y me la entregó.
de pensar que puede aparecerse a h o r a mismo
LA
DAMA
tiemblo y desfallezco! ¡Y la idea de no verle
me horroriza! C u é n t a m e qué te dijo. ¿Cómo
¿No te habló más?
LA MADRE C R U C E S
fué el darte esta carta?
Nada más, mi reina.
L A M A D R E CRUCES
LA
Esta m a ñ a n a llegó al molino como de c a cería. Yo, al pronto, le desconocí. T i e n e t o -
¿No te dijo que yo le esperaba?
L A M A D R E CRUCES
dos los cabellos blancos, que parecen de plata.
Quedóse parado en la puerta
mirándome
Nada me dijo.
LADAMA
muy fijo. A n t e un caballero tan lleno de majestad, m e puse de pie, y h a sido cuando me
DAMA
¿Ni de dónde venía?
LA M A D R E CRUCES
habló y le reconocí.
LA
DAMA
Nada.
LADAMA
¿Y qué te dijo?
¿Y tú no le preguntaste?
L A MADRE CRUCES
LA M A D R E C R U C E S
Pues, díjome estas mismas palabras: Ma-
N o m e atreví. El verle aparecer de aquella
d r e Cruces, hace m u c h o que has visto á mi
m a n e r a habíame impuesto. Eso sí, pareció-
pobre Concha? T o d a asombrada quedéme
m e m á s triste.
— 28 —
LA DAMA
¡Dos años hace que no le veo! F u é aquí, en
c r i a t u r a enferma que estuviese pensando en
la otra vida?
LA DAMA
este mismo j a r d í n , donde nos dijimos adiós.
Yo creí m o r i r , pero no es cierto que maten
¡Sigue llamándome su pobre Concha!
las penas.
LA MADRE CRUCES
LA MADRE CRUCES
No mata n i n g ú n mal de este m u n d o . Es
que Dios elige á los suyos.
Siempre que habla de mi señora la n o m b r a así.
LA DAMA
LA DAMA
Di, M a d r e Cruces, por qué te ha parecido
triste?
¡Su pobre Concha!.. Y bien pobre, y bien
digna de lástima. Le quise desde n i ñ a , y
crecí, y fui m u j e r y me casaron con otro
LA MADRE CRUCES
Yo no sé si será aquella cabellera toda
blanca. Y agora recuerdo otras palabras del
señor mi Marqués. ¡Fueron tan pocas!
hombre, sin que él hubiese sospechado nada.
¡Aquellos ojos eran á la vez ciegos y crueles!.. Después, cuando se fijaron en mí, ya
sólo podían hacerme más desgraciada.
LADAMA
¡Tan pocas y aún las olvidas! Repíteme
todo lo que él te dijo.
LA MADRE CRUCES
Pues díjome: ¿Mi pobre Concha sigue
siempre triste? ¿Conserva aquella mirada de
— 3o —
A Y un silencio largo d o n d e se oye el z u m b a r
de u n t á b a n o e n t r e los rosales. La S e ñ o r a del
palacio, con la carta e n t r e las m a n o s , ha
q u e d a d o c o m o a b s t r a í d a : sus ojos, s u s h e r m o s o s
o j o s d e e n f e r m a , m i r a n á lo lejos y m i r a n sin ver. El
t á b a n o revolotea m a r e a n t e y s o ñ o l i e n t o . L a vieja
c o n q u e r i d o r a le s i g u e c o n la m i r a d a . M u c h a s veces
— 3I —
LA DAMA
d e j a d e v e r l e , p e r o el z u m b i d o c o n s t a n t e d e s u s a l a s
le a n u n c i a . L a M a d r e C r u c e s , u n m o m e n t o p e r s i g u e
con la m a n o el v u e l o q u e pasa a n t e s u s o j o s y s o n r í e .
L A MADRE CRUCES
Si cierro los ojos, le veo en medio de u n
camino, pero su cara no la distingo. ¿Dices
que está triste?
Este tábano rojo algo bueno anuncia.
LADAMA
Yo creía que era mal agüero, Madre Cruces.
L A MADRE CRUCES
¡Menos lo estaría si tanto no recordase á
quien le quiere!
L A MADRE CRUCES
LA DAMA
No, mi reina. Mal agüero si fuese negro.
Ese mismo do vide antes.
¿ T ú crees que me haya recordado s i e m pre?
L A DAMA
L A MADRE CRUCES
¿Y qué puede anunciarme?
LA MADRE CRUCEB
Que presto llegará el galán que consuele
Claramente. ¿Pues no ha venido apenas
fué llamado? ¡Y cómo suspiró al d a r m e la
carta!
ese corazón.
L A DAMA
L A DAMA
¡Consuelo! Yo no sé qué es mayor angustia, si saber que está cerca, si llorarle lejos.
¿Por dónde viene?
LA MADRE CRUCES
Por seguro que caminando adonde le esperan.
¡No suspirará más tristemente que suspiro yo!
LA MADRE CRUCES
Pues hace mal mi señora cuando sabe que
es tan bien querida. Y siempre vale mejor
— 33 —
E L
M A R Q U E S
D E
B R A D O M I N
L A MADRE C R U C E S
que pene u n o solo. Viendo triste al buen ca-
Antaño, cuando niños, algunas veces los
ballero decíame entre mí: Suspira, e n a m o -
he visto jugar bajo estas sombras. Apenas si
rado galán, suspira, que todo lo merece
aquella paloma blanca.
L A DAMA
¡Cuánto tarda! ¿Cómo el corazón no le
dice todo mi afán?
recordará.
L A DAMA
¡Me acuerdo tanto! No jugaba conmigo,
jugaba con mis h e r m a n a s mayores, que t e nían su edad. Solía traerlo mi abuelo en su
yegua, cuando volvía de Viana del P r i o r ,
L A MADRE CRUCES
El corazón es por veces tan traidor.
donde estaba con su tío. El viejo Marqués
era tu padrino, verdad, M a d r e Cruces?
L A DAMA
LA MADRE CRUCES
¡El mío es tan leal!
L A MADRE CRUCES
¡Cuitado pajarillo! Mas qué tiene mi reina
que tiembla toda?
LADAMA
Sí, mi reina. P a d r i n o como cumple, de
bautizo y de boda. Un caballero de aquellos
cual no quedan, un g r a n caballero, como lo
era su primo, el señor de este palacio.
L A DAMA
No es nada, madre Cruces.
L A MADRE CRUCES
V a m o s al palacio.
L A DAMA
Quería esperarle aquí, en el jardín donde
nos separamos.
¡Pobre abuelo!
• LA MADRE CRUCES
Mejor está que nosotros, allá en el m u n d o
de la verdad.
— 35 —
EL
MARQUES
'
DE
BRADOMIN
EL
MARQUES
LADAMA
Si viviese no sería yo tan desgraciada.
LA MADRE CRUCES
las cesar.
LA DAMA
P o r q u e nosotros somos cobardes, porque
tememos la muerte.
LA MADRE CRUCES
Yo, mi señora, n o la temo. T e n g o ya tan-
BRADOMIN
LA DAMA
Yo la llamo, pero le tengo miedo. Si no le
tuviese miedo, la buscaría.
Nuestras tribulaciones son obra de Dios, y
nadie en este m u n d o tiene poder para hacer-
DE
LA MADRE CRUCES
¡No diga tal, mi señora, no diga tal!
|N la escalinata, d o n d e verdean y e r b a j o s d e s m e d r a d o s q u e las p a l o m a s p i c o t e a n , a s o m a
u n a vieja a m a d e llaves vestida con h á b i t o
del C a r m e l o . S e llama D o ñ a Malvina. A v e n t a u n p u ñ a d o d e maíz, y las palomas a c u d e n á ella. D o ñ a M a l vina r í e con gritos d e damisela y l l e v a n d o u n a p a l o m a en cada h o m b r o , baja al j a r d í n , alzada m u y
p u l c r a m e n t e la falda para c a m i n a r por los s e n d e r o s ,
y llega a d o n d e está la S e ñ o r a .
tos años que la espero todos los días, porque
m
DOÑA MALVINA
i corazón sabe que no puede t a r d a r .
¡Que la humedad de esos árboles no puede
LA DAMA
Yo también la llamo, m a d r e Cruces.
LA MADRE CRUCES
Mi señora, yo l l a m a r l a , jamás. Podría llegar cuando m i alma estuviese negra de p e cados.
serle buena!
LA DAMA
¡Dentro de un momento acaso llegue aquel
á quien espero hace tanto tiempo!..
DOÑA MALVINA
¡El señor Marqués!
— 36 —
- 3
7
-
LA. DAMA
T ú nunca dudaste que viniese.
siástica s e eleva d e s d e el f o n d o de m i r t o s c o m o u n
canto g r e g o r i a n o . Es la voz del Abad de B r a n d e s o .
El t o n s u r a d o solía r e c a e r por el palacio, t e r m i n a d a
la misa, para t o m a r chocolate con la S e ñ o r a . S u s d o s
galgos le p r e c e d í a n s i e m p r e .
DOÑA MALVINA
EL ABAD
LA DAMA
Concepción Montenegro y Bendaña, Gayoso
Excelentísima señora doña María de la
¡Nunca!
Yo lo dudé, é hice mal.
y Ponte de A n d r a d e .
LA DAMA
DOÑA MALVINA
¿ C u á n d o ha tenido usted noticia de su llegada?
¡Señor Abad, qué olvidado tiene usted el
camino de esta casa!
LA DAMA
Ahora.
EL ABAD
No crea eso, mi buena amiga, p e r o estuve
LA MADRE CRUCES
Yo la truje, Doña Malvina.
LA DAMA
Quería esperarle aquí. Me mata la i m p a -
de viaje. U n a consulta á Su Ilustrísima. P o r
cierto que el señor Provisor me ha dicho que
estaba de vuelta nuestro gran Marqués. El
señor Provisor, que le ha saludado en Roma
cuando fué con la peregrinación, me contó
ciencia.
DOÑA MALVINA
¡Tiene las manos heladas!
x d a m a calla y p a r e c e s o ñ a r . En m e d i o de
a q u e l silencio leve y r o m á n t i c o , r e s u e n a en
el jardín festivo ladrar d e p e r r o s y m ú s i c a de
cascabeles, al m i s m o t i e m p o q u e u n a voz grave y ecle-
— 38 —
que el pelo le ha blanqueado completamente.
¡Pues no tiene años para eso!
LA DAMA
¡Oh, no!
- 3 g -
EL ABAD
EL ABAD
Es un muchacho. ¿Y qué magna empresa
le habrá traído?
Hay que pensarlo, Doña Malvina: ¡Es un
caso de conciencia!
LA DAMA
LA DAMA
¡Señor Abad!
Las dos cosas.
EL ABAD
DOÑA MALVINA
Yo me la figuro. Nuestro ilustre Marqués
trae una misión secreta del Rey.
¿Y cabello de ángel ó dulce de guindas?
LA DAMA
EL ABAD
No creo...
EL ABAD
A mí no me e x t r a ñ a r í a que volviese á estallar una nueva guerra. Yo confieso que la
espero hace mucho tiempo. ¡Quieto, Carabel!
¡Quieto, Capitán!
LA DAMA
Usted tomará chocolate, señor A b a d . Ya
lo sabes, Malvina.
DOÑA MALVINA
¿Prefiere bollos de Viana, ó bizcochos de
las monjas de Velvis?
T a m b i é n le haré honor á los dos. N o le
dije que he tenido el gusto de ver á las niñas.
Ya sé que la visitarán m u y pronto.
de cambiar u n a mirada, se alejan d i s cretas, hacia el palacio la d u e ñ a y la Madre
C r u c e s . Van c o m e n t a n d o en voz baja, y de
tiempo en t i e m p o se detienen en el s e n d e r o de m i r tos, para a r r a n c a r una b r i z n a de yerba ó enderezar
un rosal q u e se deshoja al paso. Los m e n d i g o s que
esperan sentados en la escalinata se i n c o r p o r a n l e n tamente y tienen una salutación de salmodia al verlas
llegar. Doña Malvina, con m o v i m i e n t o s de cabeza,
esos m o v i m i e n t o s graves y pausados de las d u e ñ a s
gobernadoras, les r e c o m i e n d a paciencia, paciencia,
¡JESPUÉS
^QN
LA DAMA
¿Yió usted á mis hijas, señor Abad?
fensor del Rey, y que sólo ha venido aquí
por la causa de la Religión y de la P a t r i a .
EL ABAD
Usted no sabe que yo tengo una h e r m a n a
monja en el Convento de la Enseñanza. Precisamente al e n t r a r en el locutorio lo p r i -
LA DAMA
Señor A b a d , cree usted que haya venido
por eso?
EL ABAD
mero que descubrí tras de las rejas fué á las
dos pequeñas. No sabía que se educasen allí.
Yo, ciertamente.
Su padre estaba visitándolas. ¡Aquí, Carabel!
LA DAMA
¡Aquí, Capitán! L e hallé muy viejo, y sobre
todo desmemoriado. No creía que hubiese
Pero usted no ignora...
quedado tan mal de este último ataque. H e mos hablado de usted.
No, no ignoro.
LA DAMA
¿Sabía la aparición del Marqués?
EL ABAD
Si lo sabía, nada me ha dicho, y yo nada
he podido colegir. Si algo me hubiese dicho,
le habría contestado, como era mi deber, que
el señor Marqués de Bradomín es un leal de- 4 2
EL ABAD
—
LA DAMA
Y usted, qué me aconseja?
EL ABAD
Es tan grave el caso...
LA DAMA
Sólo le veré para suplicarle q u e vuelva á
su destierro, lejos, m u y lejos de mí.
-
4
3 -
le ofreció el don de su cuerpo. ¡Quieto, Cara-
EL ABAD
¿Y tiene usted derecho p a r a hacerlo? Si,
como yo creo, le trae el interés s u p r e m o de
una causa santa...
bel! ¡Quieto, Capitán!
LA DAMA
¡Qué g r a n consuelo me da usted, señor
Abad!
LA DAMA
EL ABAD
¿ O t r a guerra?
¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán!
EL ABAD
Sí, otra g u e r r a . Eso que algunos juzgan
imposible, eso que hasta á los mismos G o biernos liberales hace sonreír, y que, á despecho de la incredulidad de unos y de las
burlas de otros, será.
LA DAMA
Y yo, qué debo hacer?
EL ABAD
Rezar.
Prescindir
de cualquier
interés
mundano. Busque usted ejemplo en la vida
de los santos. María Egipciaca, mirando al
piadoso objeto llegar á Jerusalén, no teniendo
al pasar un río moneda que dar al barquero,
— 44 —
os p e r r o s van y vienen con carreras locas,
p e r s i g u i e n d o sobre la y e r b a la s o m b r a d e
un largo bando de palomas q u e vuela en
torno de la torre señorial. La d a m a y el clérigo conversan en u n banco de piedra, sostenidos por dos grifantes toscamente labrados,á los cuales da un e n c a n t o
de arte el musgo que los c u b r e . La Señora escucha
con los ojos bajos, entretenida en hacer u n gran r a m o
con las rosas. Algunas quedan deshojadas en su falda,
y las r e m u e v e lentamente, h u n d i e n d o en ellas sus
manos de e n f e r m a , q u e parecen más pálidas entre la
sangre de las rosas. La dama solía buscar aquel p a raje del jardín para llorar sus penas. Le placía aquel
r e t i r o d o n d e mirtos seculares d i b u j a b a n los c u a t r o
escudos del f u n d a d o r en torno de u n a f u e n t e a b a n donada. Con lánguido desmayo se i n c o r p o r a , y por
la h ú m e d a avenida de castaños se r e t o r n a al palacio,
seguida del Abad. En la puerta del jardín a s o m a
un ciego sin lazarillo, y los mendigos, al verle, hacen
comentos.
MINGUIÑA
ELECTUS
Ahí está Electus, el ciego de G o n d a r .
Muy poco á poco. C o m o tengo de irme
LA QUEMADA
¡Famoso prosero!
ELECTUS
¡Santa Lucía bendita vos conserve la amable vista y salud en el mundo para ganarlo!
para no tropezar.
MINGUIÑA
Oye una fabla, Electus.
ELECTUS
Dios vos otorgue que dar y que tener. Salud
y suerte en el m u n d o para ganarlo. ¡Buenas
Considera que bajo este peso me doblo.
almas del Señor, haced al pobre ciego un
Deja tú que llegue adonde pueda reposarme.
bien de caridad!
EL MORCEGO
Somos otros pobres, Electus.
ELECTUS
¡Mía fe que os tuve por indianos!
LA QUEMADA
¡Qué g r a n raposo!
EL MANCO DE GONDAR
¿Cómo vienes sin criado?
- 4 6 -
L ciego sacude las a l f o r j a s escuetas, y algún
mendigo, escondida la m a n o e n t r e los h a r a pos, se rasca y ríe. El ciego pone u n a a t e n ción sagaz, p r o c u r a n d o reconocer las voces y las
risas. T a n t e a n d o con el b o r d ó n , busca sitio en el
c o r r o . Es u n viejo jocundo y ladino, q u e arrastra
luenga capa, y c u b r e su cabeza con parda y p u n t i aguda m o n t e r a .
LA QUEMADA
Aquí estamos esperándote con un dosel.
ELECTUS
Pues agora voy á sentarme debajo.
MINGUIÑA
MINGU1ÑA
T ú que andas p o r los caminos y tienes conocimiento en todas las aldeas, para un nieto
mío, no podrás d a r m e razón de una casa
donde m e lo miren con blandura, pues nunca
ha servido?
ELECTUS
¿Qué tiempo tiene?
MINGUIÑA
El tiempo de ganarlo. Nueve años hizo por
el mes de Santiago.
ELECTUS
C o m o él sea despierto, a m o que le m i r e
bieh no faltará.
MINGUIÑA
m e n d i c a n t e p r o s e r o , t i e n e un g r a v e
perfil m o n á s t i c o , p e r o el pico d e su m o n tera p a r d a , y su boca r a s u r a d a y a l d e a n a ,
s e m e j a n t e á u n a gran sandía a b i e r t a , g u a r d a n todavía
m á s m a l i c i a q u e s u s decires, esos a ñ e j o s d e c i r e s d e
los j o c u n d o s a r c i p r e s t e s aficionados al v i n o , y á las
v a q u e r a s , y á r i m a r las coplas. S u c e d e u n m o m e n t o
d e silencio, y el ciego, q u e está s e n t a d o á par d e la
vieja m e n d i g a , alarga el b r a z o hacia el lado o p u e s t o ,
y palpa, q u e r i e n d o a l c a n z a r á la I n o c e n t e .
QUEL
ADEGA LA INOCENTE
Esté quedo, señor Electus.
ELECTUS
¿Quién es?
MINGUIÑA
¡Buen cazallo estás! Y a has venteado que
es una rapaza.
ELECTUS
Dios te oiga.
ELECTUS
Sí que me oirá. A u n cuando es m u y viejo
no está sordo.
Deja las burlerías, Electus.
Y la rapaza, qué hace?
MINGUIÑA
¿Esta rapaza?Esta rapaza n o es sangre mía.
ELECTUS
¿No tienes padres, rapaza?
ADEGA LA INOCENTE
ELECTUS
Válate Dios. Pues hay q u e sacarse de a n d a r
por las puertas. Eso es bueno para nosotros
los viejos, que al cabo de haber trabajado
No, señor.
toda la vida no tenemos otro triste remedio.
ELECTUS
Los mozos débense al trabajo.
¿Y qué haces?
LA QUEMADA
ADEGA LA INOCENTE
Ando á pedir.
ELECTUS
¿Por qué no buscas un amo?
Y n o deben sacar la limosna á los v e r d a deros pobres.
ADEGA LA INOCENTE
¡Pobres! P r o n t o lo serán todos los nacidos.
Las tierras cansaránse de d a r pan.
ADEGA LA INOCENTE
Ya lo busco, mas n o le atopo.
MINGUIÑA
Electus, no eches en olvido á mi rapaz.
LA QUEMADA
ELECTUS
Los a m o s no se atopan andando p o r los
caminos. Así atópanse solamente m o r a s e n
los zarzales.
El r a p a z , como sea despierto, acomodo
habrá de tener, y buen acomodo. A l criado
que tenía enantes abriéronle la cabeza en la
— 5o —
— 5i —
EL TULLIDO DE CELTIGOS
romería de S a n t a Baya, y está que loquea.
¿Y p a r a mí?
A u n q u e yo conozco los caminos mejor que
ELECTUS
muchos que tienen vista, u n criado siempre
es menester. ¡Y ser criado de ciego es acomodo que muchos quisieran!
LA QUEMADA
Y ser ciego con vista mejor acomodo.
T a l que pueda convenirvos, solamente sé
de uno.
EL TULLIDO DE CELTIGOS
¿Dónde?
ELECTUS
ELECTUS
¿Quién habla por ahí?
LA QUEMADA
U n a buena moza.
ELECTUS
P a r a el señor Abade.
LA QUEMADA
P a r a íolgar contigo. El señor Abade ya está
m u y acabado.
E n la villa. Las dos nietas del señor m i
Conde. Dos rosas frescas y galanas. P a r a cada
u n o de vosotros la suya.
E alboroza la hueste y el ciego permanece
atento y malicioso, gustando el rumor de
las risas como ios ecos de un culto, con
los ojos abiertos, inmóviles, semejante á un dios
primitivo, aldeano y jovial. En este tiempo baja la
escalinata y cruza por entre los mendigos, el señor
Abad de Brandeso.
E L ABAD
EL MANCO DE GONDAR
¿Y p a r a mí no sabes de n i n g ú n acomodo?
— 52 —
jAquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán!
— 53 —
ELECTUS
MINGUIÑA
¡Nuestro señor le acompañe!
¿Cómo no lleva compaña?
MINGUIÑA
EL ABAD
No la lleva.
¡Adiós!
ELECTUS
LA QUEMADA
Vos queréis burlar del ciego. ¿Pues no
¡Vaya m u y dichoso!
lleva los canes?
EL ABAD
LA QUEMADA
¡Adiós!
¡Válate un diaño!
EL MANCO DE GONDAR
EL MANCO DE GONDAR
¡Páselo m u y bien!
¿Pues no dice?..
EL ABAD
sale del palacio a c o m p a ñ a n d o á la
d u e ñ a d e los cabellos blancos, cargado con
u n a cesta, de d o n d e d e s b o r d a n las espigas
del maíz. Aquella es la limosna q u e h a b r á de r e p a r tirse entre la hueste de mendicantes, y todos se a t r e pellan p o r acudir á cobrarla. Doña Malvina alza los
brazos con u n susto pueril.
LORISEL
¡Adiós!
ELECTUS
¡Vaya muy dichoso el señor abade y la su
compaña!
LA QUEMADA
¡Despacio! ¡Despacio!
No lleva compaña.
-
5
DOÑA MALVINA
4
-
— 55 —
ELECTUS
P r i m e r o deberíais rezar por todos los d i -
ELECTUS
V a s á perder las colores.
funtos de la señora.
ríen los m e n d i g o s . El ciego recibe
la limosna antes q u e n i n g u n o , y e n t o n a s u
prosa de benditas gracias, con la m o n t e r a
colgada en el b o r d ó n . De aquella salmodia sólo se
percibe u n grave m u r m u l l o q u e tiene algo de e c l e siástico. La Inocente, olvidada de la limosna, vaga
p o r el j a r d í n c o g i e n d o rosas. Doña Malvina alza los
b r a z o s y la voz.
UEVAMENTE
EL MANCO BE GONDAR
Eso dices porque te dejemos ir delantero.
LA QUEMADA
¡Condenado raposo, cuántas m a ñ a s sabe!
DOÑA MALVINA
ELECTUS
¡Eh!... T ú , rapaza, no a r r a n q u e s las flores.
¿Quién habla que parece el canto de u n
ADEGA LA INOCENTE
pájaro del cielo?
LA QUEMADA
¡No! ¡No!
DOÑA
Ya te dije enantes que u n a buena moza.
MALVINA
Luego se enoja la señora.
ELECTUS
ADEGA LA INOCENTE
Y yo te dije que fueses adonde el señor
Sí... sí... L a señora las cuida con las sus
Abade.
LA QUEMADA
Déjame reposar p r i m e r o .
— 56 —
manos blancas, y solamente ella puédelas
-
...
2SSS»
MINGUIÑA
E L TULLIDO DE CELTIGOS
¡Pobre rapaza! A la cuitada acúdela por
¿Y cómo has venido á servir en el palacio?
veces u n r a m o cativo, y mete dolor de c o r a zón verla c o r r e r por los caminos, cubierta
de polvo, con los pies sangrando.
OÑA Malvina, desde lo alto de la escalinata, vigila el r e p a r t o de la limosna. Los mendigos,
d e s p u é s de recibirla, salmodian u n rezo.
Florisel va de u n o en otro l l e n a n d o las alforjas. Las
dos viejas, Minguiña y la Q u e m a d a , la reciben j u n t a s
y besan las espigas.
FLORISEL
L a señora es mi m a d r i n a . Yo m e llamo
Florisel.
ADEGA LA
INOCENTE
¡Florisel! ¡Qué lindo pudo ser el santo que
tuvo ese n o m b r e , que mismo parece cogido
en los jardines del cielo!
MINGUIÑA
Sé buen cristiano, mi hijo; que en buena
casa estás.
FLORISEL
A mí paréceme que la conozco. ¿Vostede
n o me dijo que era de San Clemente?
MINGUIÑA
«L Marqués de B r a d o m í n , llega á caballo, y se
detiene en la puerta b a j o el arco q u e tiene
cimeros c u a t r o blasones de piedra. Piafa el
potro q u e m o n t a , y sobre la losa del u m b r a l , que parece u n a sepultura, los h e r r a d o s cascos r e s u e n a n
fanfarrones, valientes y marciales, con el n o b l e e s trépito de las espadas y de los broqueles. La hidalga
figura del jinete desaparece b a j o u n capote de cazador, y u n a boina de terciopelo c u b r e su guedeja r o mántica, que comienza á ser de plata.
De allí soy, y allí tengo todos mis d i DOÑA MALVINA
funtos.
FLORISEL
Yo soy poco desviado.
— 58 —
¡El señor Marqués! T e n l e el estribo, F l o risel.
- 5 g -
E L MARQUÉS DE BRAD0MÍN
ADEGA LA INOCENTE
¡Quiera Dios que encuentre á la señora con
¿ T a n e n f e r m a está?
los colores de u n a rosa! ¡Así la e n c u e n t r e
como u n a rosa en su rosal!
DOÑA MALVINA
Muy e n f e r m a , señor. No se la conoce.
DOÑA MALVINA
ADEGA LA INOCENTE
¡Páguele Dios el haber venido! Ahora verá
Cuando se halle con la señora m i Conde-
á la señorita. ¡Cuánto tiempo la pobre sus-
sa póngale, sin que ella lo vea, estas yerbas
pirando por verle! No quería escribirle.
bajo la almohada. Con ellas sanará. Las al-
Pensaba que ya la tendría olvidada. Yo he
mas son como los ruiseñores, todas quieren
sido quien la convenció de que no. ¿Verdad
volar. Los ruiseñores cantan en los jardines,
que no, señor M a r q u é s ?
pero en los palacios del rey se mueren poco
EL MARQUÉS DE BRADOMIN
á poco.
DOÑA MALVINA
No... Pero dónde está?
DOÑA MALVINA
Quiso esperarle en el jardín. E s como los
¡No haga caso, señor! ¡La pobre es i n o cente!
ELECTUS
niños, ya el señor lo sabe. C o n la impacien-
Rapaces, que tocan las doce, y es cuando
cia temblaba hasta batir los dientes, y t u v o
Nuestro Señor se sienta á la mesa y bendice á
que echarse.
toda la Cristiandad.
— 61
—
AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad
del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y rez a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á
lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n
c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a rece en lo alto d e la escalinata.
LA
DAMA
¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que
no vinieses, y no verte más!
E L MARQUÉS D E BRADOMÍN
¿Y ahora?
LA
DAMA
¡Ahora soy feliz!
ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA
JORNADA
SEGUNDA
AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad
del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y rez a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á
lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n
c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a rece en lo alto d e la escalinata.
LA
DAMA
¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que
no vinieses, y no verte más!
E L MARQUÉS D E BRADOMÍN
¿Y ahora?
LA
DAMA
¡Ahora soy feliz!
ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA
JORNADA
SEGUNDA
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• 1 HUI' ilBI 4 I I
Mil
L sol poniente dora los cristales del m i r a d o r .
Es un m i r a d o r tibio y fragante: Gentiles arcos cerrados por vidrieras de colores le flanquean con ese artificio del siglo galante, que imaginó
las pavanas y la gavotas. En cada arco las vidrieras
forman tríptico, y puede verse el jardín en medio de
una tormenta, en medio de una nevada y en medio
de un aguacero. Aquella tarde el sol de otoño penetra hasta el centro, triunfante, como la lanza de un arcángel. El Marqués de Bradomín lee un libro. Florisel, con la montera entre ambas manos, asoma en la
puerta.
FLORISEL
M
¿Da su permiso?
EL MARQUES DE BRADOMIN
Adelante.
FLORISEL
FLORISEL
Dice la señorita mi a m a que me m a n d e
Y puede que lo parezca, sí, señor.
en cuanto se le ofrezca.
E L MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿ T ú sirves aquí en el palacio?
¿Fué la señorita quien te ha m a n d a d o v e nir?
FLORISEL
Sí, señor.
FLORISEL
Sí, señor. Hallábame yo en la solana ade-
EL MARQUES DE BRADOMIN
prendiéndole la riveirana á los mirlos n u e vos, que los otros ya la tienen bien adepren-
¿Hace mucho tiempo?
dida, cuando la señorita bajó al jardín y m e
FLORISEL
mandó venir.
V a para dos años.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿ T ú aquí eres el maestro de los mirlos?
¿Y qué haces?
FLORISEL
FLORISEL
Sí, señor.
Pues hago todo lo que me m a n d a n .
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Pareces un filósofo estoico!
—
66
—
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Y ahora, además, eres mi paje?
- 6 7 -
FLORISEL
FLORISEL
Allí enseñaba al h u r ó n .
Sí, señor.
E L MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Otro cargo palatino!
¡Altos cargos!
FLORISEL
FLORISEL
Sí, señor.
Sí, señor.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Y cuántos mirlos tiene la señorita?
¿Y cuántos años tienes?
FLORISEL
Paréceme, p a r é c e m e que han de ser doce,
FLORISEL
T a n siquiera uno. Son míos... Cuando los
tengo bien adeprendidos, se los vendo.
pero no estoy cierto.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Antes de venir al palacio, dónde estabas?
FLORISEL
Servía en la casa de Don J u a n Manuel
Montenegro, que es tío de la señorita.
E L MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿A quién se los vendes?
FLORISEL
Pues á la señorita, que me los merca todos. ¿No sabe que los quiere p a r a echarlos á
volar? L a señorita desearía que silbasen la
riveirana sueltos en el jardín, pero ellos se
¿Y qué hacías allí?
— 68
- 6 9 —
v a n lejos. Un domingo, por el mes de San
J u a n , venía yo acompañando á la señorita.
Pasados los prados de L a n t a ñ ó n , vimos un
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿Y cómo has dejado el servicio de Don J u a n
Manuel Montenegro?
m i r l o q u e muy puesto en las ramas de un
cerezo, estaba cantando la riveirana. Acuérdame que entonces dijo la señorita: Míralo,
adónde se ha venido el caballero.
FLORISEL
Porque ya tiene muchos criados.
¡Qué
gran caballero es Don Juan Manuel! Dígole,
que en el Pazo todos los criados le tenían
miedo. Don Juan Manuel es mi padrino, y
E L MARQUES DE BRADOMIN
Es u n a historia digna de un r o m a n c e . T ú
mereces ser paje de una reina y cronista de
fué quien me trujo al palacio para que sirviese á la señorita.
E L MARQUES DE BRADOMIN
un reinado.
¿Y dónde te iba mejor?
FLORISEL
FLORISEL
Hace íalta suerte, que yo no tengo.
Al que sabe ser humilde, en todas partes le
E L MARQUES DE BRADOMIN
Di, qué es más honroso, enseñar
nes, ó mirlos?
huro-
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Es u n a réplica calderoniana! ¡También
FLORISEL
T o d o es igual.
va bien.
sabes decir sentencias! Ya no puede dudarse
de tu destino: H a s nacido para vivir en un
— 71
—
palacio, educar mirlos, amaestrar los h u r o nes, ser ayo de un príncipe y f o r m a r el cora-
E L MARQUES DE BRADOMIN
Parece bautizado por las hadas.
zón de un g r a n rey.
LA DAMA
FLORISEL
Yo soy su m a d r i n a .
P a r a eso, además de suerte, hacen falta
FLORISEL
muchos estudios.
¿Qué me mandaba?
o s la a v e n i d a de m i r t o s llega u n a s o m b r a
blanca: s u s m a n o s d e f a n t a s m a tocan en los
cristales del m i r a d o r . El j a r d í n s e e s f u m a en
la vaga l u z del c r e p ú s c u l o . L o s cipreses y los l a u r e l e s
c i m b r e a n con a u g u s t a m e l a n c o l í a s o b r e las f u e n t e s
a b a n d o n a d a s , a l g ú n tritón c u b i e r t o de h o j a s b o r b o tea á i n t e r v a l o s su risa q u i m é r i c a , y el a g u a t i e m b l a
en la s o m b r a c o n latido d e vida m i s t e r i o s a y e n c a n t a d a . Se oye u n a risa d e plata q u e p a r e c e t i m b a r s e
c o n el r u m o r d e la f u e n t e .
LA DAMA
Que subas estas rosas. T o d a s son p a r a ti,
Xavier.
JA. s o m b r a , q u e se e s f u m a d e t r á s d e los c r i s t a les, m u e s t r a su falda d o n d e las rosas d e s b o r d a n c o m o el f r u t o ideal d e u n o s a m o r e s q u e
sólo floreciesen en los besos.
LA DAMA
EL MARQUES D E BRADOMIN
¿Tienes ahí á Florisel?
Estás desnudando el jardín.
EL MARQUES D E BRADOMIN
LA DAMA
¿Florisel es el paje?
LA DAMA
Algunas se han deshojado. ¡Míralas, qué
lástima!
Sí.
—72
—
- 7 3 -
E L MARQUES DE BRADOMIN
Es el otoño que llega.
E L MARQUES DE BRADOMIN
Es más poético que un convento.
LA DAMA
LA DAMA
¡Ah, qué fragancia!
en a q u e l l a f r e s c u r a a t e r c i o p e l a d a s u s
mejillas pálidas, y alza la cabeza y r e s p i r a
c o n delicia, c e r r a n d o los o j o s y s o n r i e n d o ,
c u b i e r t o el r o s t r o d e r o c í o , c o m o o t r a rosa, u n a r o s a
b l a n c a . A m o d o d e lluvia a r r o j a s o b r e el M a r q u é s d e
B r a d o m í n las r o s a s d e s h o j a d a s en su falda.
UNDE
E L MARQUES DE BRADOMIN
V o l v e r e m o s á recorrer juntos el jardín y
No te burles de m i pena, Xavier.
E L MARQUES DE BRADOMIN
No m e b u r l o , Concha: solamente me sonrío, y una sonrisa es á veces más triste que
las lágrimas.
LA DAMA
Yo sé eso. En esta hora de la tarde el j a r dín parece lleno de recogimiento.
el Palacio.
LA DAMA
C o m o en otro tiempo, cuando éramos
niños.
E L MARQUES D E BRADOMIN
El jardín y el palacio tienen esa vejez señorial y melancólica
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Hermosos y lejanos recuerdos!
LA DAMA
C u a n d o te fuiste, yo elegí este retiro para
de los lugares por
donde en otro tiempo pasó la vida a m a b l e de
la galantería y del a m o r . Bajo la f r o n d a del
laberinto, sobre las terrazas y en los salones, han florecido las risas y los madrigales,
cuando las manos blancas que en los viejos
toda m i vida.
SSSSSZ
322-
retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje iban
deshojando las margaritas
LA DAMA
que
Como en otro tiempo, cuando yo te guiaba
g u a r d a n el càndido secreto de los corazones.
para que jugásemos, unas veces en la t o r r e ,
LA DAMA
¡Mis manos también las han deshojado!
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y las hojas, al volar, te han dicho cuánto
otras en la biblioteca, otras en aquel mirador
ya derruido que daba sobre las tres fuentes.
¡Tiempos aquellos en que nuestra risas locas
y felices t u r b a b a n el recogimiento del palacio, y se desvanecían por los corredores oscuros, por los salones, por las antesalas.
yo te quería.
EL MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
Me h a n engañado.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y al abrirse lentamente las puertas de floreados herrajes, exhalábase del fondo de los
salones el aroma lejano de otras vidas.
LA DAMA
¡Divinas m a n o s de Dolorosa!
LA DAMA
M a n o s de m u e r t a .
EL MARQUES DE BRADOMIN
Manos de princesa encantada, que han de
g u i a r m e en una amorosa peregrinación á
través del palacio y del jardín.
- 7 6 -
¡Tú también te acuerdas! ¿Y te acuerdas
de un salón que tiene de corcho el estrado?
Allí nuestras pisadas no despertaban r u m o r
alguno.
E L MARQUES DE BRADOMIN
En el fondo de los espejos el salón se p r o longaba hasta el ensueño, como en u n lago
— 77 —
encantado, y los personajes de los retratos
mente la dama alza su mano diáfana como mano d e
fantasma y toca la mano del Marqués de Bradomín.
parecían vivir olvidados en u n a paz de siLA DAMA
glos.
LA DAMA
¿En qué piensas, Xavier?
¿ T e acuerdas? ¿Y te acuerdas cuando nos
cogíamos de la m a n o p a r a saltar delante de
las consolas y ver estremecerse los
floreros
EL MARQUES DE BRADOMIN
E n el pasado, Concha.
cargados de rosas, y los fanales adornados
con viejos ramajes y los candelabros?..
LA DAMA
T e n g o celos de él.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡También m e acuerdo, Concha! Mi alma
está cubierta de recuerdos, como ese viejo
EL MARQUES DE BRADOMIN
Es el pasado de nuestros amores.
jardín está cubierto de hojas. Es el otoño que
llega para todos. Concha, tú sonríes y en tu
sonrisa siento el pasado, como un a r o m a entrañable de flores marchitas que trae alegres
¡Qué triste pasado! F u é allá, e n el fondo
del laberinto, donde nos dijimos adiós.
EL MARQUES DE BRADOMIN
y confusas memorias.
AY un silencio. En
las voces apagadas
canto sentimental,
el misterio de los rostros
LA DAMA
la p e n u m b r a de la tarde
tienen un p r o f u n d o e n y en la oscuridad crece
y de las sonrisas. L e n t a -
- 7 8 -
Y, como ahora, los tritones de la fuente
borboteaban
su risa, a u n q u e entonces tal
vez nos haya parecido que lloraban.
- 7 9 -
LA DAMA
T o d o el jardín estaba cubierto de hojas y el
ríen, con su risa de cristal, sin alma y sin
edad.
viento las a r r a s t r a b a delante de nosotros con
LA DAMA
un largo susurro. L a s últimas rosas de otoño
empezaban á m a r c h i t a r s e y esparcían ese
a r o m a indeciso que tiene la melancolía de
los recuerdos. Nos sentamos en un banco de
piedra. Ante nosotros se a b r í a la puerta del
laberinto, y u n sendero, un solo sendero, ondulaba entre los mirtos c o m o el camino de
una vida solitaria y triste. ¡Mi vida desde entonces!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Nuestra vida!
LA DAMA
Y todo permanece lo mismo y sólo nosotros
T e escribí que vinieses, porque entre nosotros ya no puede haber más que un cariño
ideal... Y enferma como estoy, deseaba verte
antes de m o r i r . Y ahora me parece una felicidad estar enferma. ¿No lo crees? E s q u e tú
no sabes cómo yo te quiero.
las últimas palabras como si fuesen suspiros, y con una mano se cubre los ojos. El
Marqués de Bradomin besa aquella m a n o
sobre el rostro, y después la aparta dulcemente. Los
ojos, los hermosos ojos de e n f e r m a , llenos de a m o r ,
le miran sin hablar, con u n a larga mirada. P o r la
vieja avenida de mirtos que parece flotar en el r o sado vapor del ocaso se ve venir al señor Abad de
Brandeso.
XHALA
EL ABAD
hemos cambiado.
¡Vamos, Carabel! ¡Vamos, Capitán!
EL MARQUES DE BRADOMIN
No hemos podido ser como los tritones de
la fuente, que en el fondo del laberinto aún
-8o —
LA DAMA
Aquí tenemos al Abad de Brandeso.
EL ABAD
EL ABAD
Saludo á m i ilustre feligresa y al no menos
ilustre Marqués de Bradomín.
Ya no soy aquel que era. Los años q u e b r a n t a n peñas: C u a t r o anduve por las m o n tañas de N a v a r r a con el fusil al h o m b r o , y
EL MARQUES DE BRADOMIN
Señor Abad, cuántos años sin vernos. Yo
le hacía á usted cuando menos canónigo.
EL ABAD
De esta madera se hacen, señor Marqués.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y los papas también.
hoy me canso apenas salgo á dar un paseo
con la escopeta y los perros. ¿Y qué se ha
hecho el señor Marqués d u r a n t e tantos años
por esas tierras extranjeras? ¿Cómo no ha
pensado en escribir un libro de sus viajes?
EL MARQUES DE BRADOMIN
Ya escribo mis memorias.
EL ABAD
Los papas yo no diré tanto. ¡Quieto, G a r a -
EL ABAD
¿Serán m u y interesantes?
bel! ¡Quieto, Capitán!
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y qué, hay todavía muchas perdices por
esta tierra? .
LA DAMA
L o más interesante no lo dirá.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Digo sólo mis pecados.
EL ABAD
T o d a v í a hay algunas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Usted siempre tan incansable cazador.
— 82 —
EL ABAD
De nuestro
ilustre Marqués se cuentan
cosas verdaderamente extraordinarias. Las
— 83 —
confesiones, cuando son sinceras, encierran
siempre u n a g r a n enseñanza: recordemos
Viva la bagatela, como nuestro ilustre M a r qués.
EL MARQUES DE BRADOMIN
las de San Agustín.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Yo no aspiro á enseñar, sino á divertir,
señor A b a d . T o d a mi doctrina está en una
sola frase. ¡Viva la bagatela! P a r a mí la
mayor conquista de la humanidad es haber
aprendido á sonreír.
LA DAMA
Yo creo que h a b r e m o s sonreído siempre.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Es una conquista. D u r a n t e muchos siglos,
los hombres fueron absolutamente serios. E n
Y en cambio cuando llegaba la ocasión,
c a n t a b a n , bailaban y tocaban el a r p a .
EL ABAD
Señor Marqués de B r a d o m í n , procure u s ted no condenarse por bagatela,
LA DAMA
E n el infierno debió haberse sonreído siempre. ¿No se dice sonrisa mefistofélica?
EL MARQUES DE BRADOMIN
El diablo ha sido siempre un ser superior.
LA DAMA
la Historia hay épocas enteras en las cuales
No le admiremos demasiado señor M a r -
no se recuerda ni una sola sonrisa célebre.
qués. Ese es el maniqueísmo. Ya se m e a l -
E n la Biblia, Jehová n o sonríe, y los patriar-
canza que usted adopta ese hablar
cas y los profetas tampoco.
para ocultar mejor sus propósitos.
EL ABAD
Ni falta que les hacía. Los patriarcas y los
profetas por seguro que no habrían dicho
- 8 4 -
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Mis propósitos?
ligero
E L ABAD
E L ABAD
L a misión secreta que trae del Rey n u e s tro señor.
Pues entonces...
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿Una misión secreta? ¿De veras sospecha
Señor Abad, yo soy carlista por estética.
El carlismo tiene para mí la belleza de las
grandes catedrales. Me contentaría con que
usted eso?
E L ABAD
lo declarasen m o n u m e n t o nacional.
Y conmigo, muchos. Yo comprendo que
ciertas negociaciones deben ser reservadas,
pero, á fe, no creía que eso rezase con u n
viejo veterano.
E L ABAD
Confieso que n o conocía esa
clase de
carlistas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Pero, señor Abad, cómo imagina usted
que yo ande en u n a aventura tan loca?
Los carlistas se dividen en dos grandes
bandos: uno, yo, y el otro, los demás.
L A DAMA
LA DAMA
P o r lo mismo que es loca.
E L ABAD
¿No sigue usted fiel á la Causa?
¡Uno, tú!
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y tú...
E L ABAD
Señor Marqués, usted está tocado de ese
EL MARQUES DE BRADOMIN
Sí.
terrible gusano de la burla. ¡Volterianismos!
- 8 7 -
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Volterianismos de la Francia! P a l a b r a de
h o n o r , señor M a r q u é s , no trae usted u n a
Sí, ya le veo.
misión del Rey?
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
Es el tío Don Juan Manuel.
Palabra de h o n o r , señor Abad, no la traigo.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL ABAD
Sin duda tienen razón los q u e dicen que el
¡El magnífico hidalgo del Pazo de L a n tañón!
Abad de B r a n d e s o es un iluso.
LA DAMA
tristemente el blanco fantasma de la e n f e r m a . Se aparece allá en el fondo del mirador, con las manos cruzudas: Mira hacia el
camino, un camino aldeano, solitario y luminoso
bajo el sol q u e m u e r e . Con romántica fatiga levanta
su m a n o de sombra y señala á lo lejos.
ONRÍE
¡Pobre señor! Estoy segura q u e viene á
verte.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Se ha detenido y nos saluda quitándose el
LA DAMA
chambergo.
Xavier, m i r a allá u n jinete.
EL MARQUES DE BRADOMIN
N o veo nada.
LA DAMA
A h o r a pasa L a Fontela.
k figura del hidalgo se alza en medio del camino con el montecristo flotante. El caballo
relincha noblemente, y el viento mueve sus
crines venerables. Es un caballo viejo, p r u d e n t e , reflexivo y grave como un pontífice. Don Juan Manuel
se levanta sobre los estribos y deja oir su voz de tronante fanfarria que despierta un eco lejano..
- 8 9 -
DON JUAN MANUEL
¡Sobrina! ¡Sobrina! Manda a b r i r la c a n cela del jardín.
LA DAMA
Míralo, se inclina acariciando el cuello del
caballo.
LA DAMA
Xavier, dile tú que ya van.
DON JUAN MANUEL
¡Sobrina! ¡Sobrina!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Ya van! ¡Ya van!... No me ha oído.
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Es magnífico!
EL ABAD
El privilegio de hacerse entender á tal distancia es suyo n o más.
LA DAMA
Vuelve el caballo hacia el camino, y se
va...
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL ABAD
¡Ya van!
LA DAMA
Calla, porque jamás confesará que te oye.
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Ya v a n !
E L ABAD
Es inútil.
Sin duda le ha parecido que n o acudían á
franquearle la entrada con toda la presteza
requerida.
DON JUAN MANUEL
¡Sobrina! No puedo detenerme... Voy á
Viana del Prior... Tengo que apalear á un
escribano.
E L ABAD
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡De veras que es magnífico! Ya le tenía
T a m b i é n hace sus visitas á la rectoral. Ata
casi olvidado. ¡Y qué arrogante, á pesar de
su caballo á la puerta, y éntrase dando voces.
los años!
Se hace servir vino, y bebe hasta d o r m i r s e
E L ABAD
Se conserva c o m o cuando servía en la
Guardia N o b l e de la Real P e r s o n a .
LA DAMA
Y si supieses qué existencia arrastra: Está
casi en la miseria.
en el sillón. C u a n d o se despierta, sea día ó
noche, pide el caballo, y dando cabeceos
sobre la silla, se vuelve á su Pazo de L a n t a ñón.
E L MARQUES DE BRADOMIN
Don Juan Manuel Montenegro es el últim o superviviente de u n a gran raza. •
EL ABAD
Pero es siempre un gran señor. Vive r o deado de criados que no puede pagar, haciendo la vida de todos los mayorazgos campesinos: C h a l a n e a n d o en las ferias, jugando
en las villas y sentándose á la mesa de los curas en todas las fiestas.
EL ABAD
Sí que lo es.
E L MARQUES DE BRADOMIN
H e r m a n o espiritual de aquellos a v e n t u r e ros hidalgos
que se enganchaban
lances de a m o r , de espada y de fortuna.
LA DAMA
Desde que yo habito en este destierro es
frecuente verle aparecer...
— 92
en
—
los
tercios d e Flandes ó de Italia por buscar
LA DAMA
T ú también eres de aquéllos.
E L MARQUES DE BRADOMIN
Yo pude serlo, si no hubiera tenido la
manía de leer. Los muchos libros son como
sermones. T e n g o encargo de predicar en la
fiesta de Santa María de A n d r a d e , que este
a ñ o se celebra con g r a n solemnidad.
los m u c h o s desengaños: no dejan nada en
el corazón.
LA DAMA
L a biblioteca entera está á su disposición.
LA DAMA
E L ABAD
Dejan al menos los recuerdos, porque tú
¡Gracias! ¡Mil gracias!
estás aquí.
E L ABAD
jCarabel! ¡Capitán!
LA DAMA
¿Nos abandona usted, señor Abad?
EL
ABAD
P o r breves momentos, contando con su
venia. Esta visita no es solamente para salu-
L Abad sale s e g u i d o de sus galgos c o m o d e
dos acólitos, y en el c o r r e d o r , ya o s c u r o , s e
d e s v a n e c e n el b a l a n d r á n y el c l o q u e o c a m p e s i n o d e sus z u e c o s . Un reloj d e cuco da las seis.
E L MARQUES DE BRADOMIN
Ese reloj, sin duda, acuerda el tiempo
del f u n d a d o r .
LA DAMA
¡Qué t e m p r a n o anochece! Las seis todavía.
d a r á nuestro ilustre Marqués, lo es también
para t o m a r u n libro q u e recuerdo haber
visto en la biblioteca del Palacio: «El Florilegio de Nuestra Señora»: una colección de
— 94 —
L M a r q u é s de B r a d o m í n se acerca á la s o m bra r o m á n t i c a q u e se destaca s o b r e el f o n d o
l u m i n o s o d e u n a v i d r i e r a , y en s i l e n c i o le
besa u n a m a n o . S e oye u n t e n u e s u s p i r a r .
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Lloras!
días con una sonrisa triste y lloran de noche
en la oscuridad.
LA DAMA
LA DAMA
No debimos volver á vernos.
¡Es cierto!
EL MARQUES DE BRADOMIN
L o que n u n c a debimos fué separarnos.
LA DAMA
T ú , cuándo tienes que irte?
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Yo? ¡Cuando tú me dejes!
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y si yo te contase la mía.
LA DAMA
T ú no tienes que contarme la tuya. Mis
ojos la han seguido desde lejos, y la saben
toda. ¡Qué vida, Dios mío! Aquel pelo tan
negro ya es todo blanco.
¡Ay!... C u a n d o yo te deje. No te dejaría
n u n c a . Si supieses la soledad de mi vida d u rante esos u n o s tan
largos que estuvimos
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Ay, Concha, son las penas!
sin vernos.
LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Mi pobre Concha! Una de esas vidas silenciosas y resignadas que m i r a n pasar los
No, no son las penas..! Otras cosas son'
T u s penas no pueden igualarse á las mías,
y yo n o tengo blanca la cabeza.
- 9 6 -
— 97 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
8 5 - ^ 8 ON u n a
mano
a t l i filerón
d a m a , y la ola
los h o m b r o s .
b l a n d u r a lema, de caricia sensua , a
del Marqués de Bradomín retira el a l de oro q u e sujeta la c r e n c h a de la
de seda olorosa y negra r u e d a sobre
¿Pero tiene hijas Isabel?
LA DAMA
No, son mis hijas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
A h o r a tu frente brilla como un astro bajo
la crencha negra. ¿ T e acuerdas cuando que-
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Tus hijas!.En otro tiempo me querían
mucho.
ría que me azotases con la madeja de tu pelo?
LA DAMA
L A DAMA
Y tú también las querías.
Me acuerdo de todas tus locuras... Xavier,
he recibido una carta, tengo que e n s e ñ á r t e l a .
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Qué tienes?
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿ U n a carta? ¿De quién?
LA DAMA
Nada.
LA DAMA
De tu p r i m a Isabel. Viene con las niñas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Lloras?
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
JIsabel Bendaña?
No.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Sí.
LA DAMA
Las pequeñas están con su padre.
— 99 —
L A DAMA.
No. Las tengo educándose en el convento
de la E n s e ñ a n z a .
berte escuchado cuando me suplicaste que te
olvidase y que no te viese más. No c o m prendo como obedecí tu ruego. F u é sin duda
porque vi tus lágrimas.
E L MARQUES DE BRADOMIN
LA
Ya serán unas mujeres.
L A DAMA
Sí, están m u y altas.
DAMA
No quieras e n g a ñ a r m e una vez más. Yo
c r e í siempre que volverías.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
Antes eran preciosas. No sé ahora.
L A DAMA
Como su m a d r e .
¿Por qué entonces me suplicaste que me
fuese?
L A DAMA
No sé... T a l vez por eso.
E L MARQUES DE BRADOMIN
No, como su m a d r e , n u n c a .
LA DAMA
Tienes razón. No quiera Dios hacerlas tan
desgraciadas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Y no volví porque esperaba que tú me llamases. ¡Ah!... El demonio del orgullo.
LA DAMA
No, no fué el orgullo. F u é otra m u j e r . Ha-
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Qué distinta pudo haber sido nuestra vidal
Hoy siento un cruel remordimiento por ha— IOO
—
cía m u c h o tiempo que me traicionabas con
ella. ¡Cuando lo supe creí morir!
EL MARQUES DE BRADOMIN
No.
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Sin embargo, qué segura has estado siempre de mi cariño y cómo lo dice la carta
con que m e has llamado!
LA DAMA
Sí que te ofendes. Desde ayer estoy d u dando, sin atreverme á decírtelo.
L A DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN
No era de tu cariño, era de tu compasión.
¿Y tú crees que engañaremos á Isabel?
¡Qué pena c u a n d o adiviné por qué no habías
vuelto! Pero no he tenido para ti u n solo día
de rencor.
L A DAMA
No lo hago por Isabel, lo hago por mis pequeñas, que son unas mujercitas.
E L MARQUES D E BRADOMIN
Ya nada podrá separarnos.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Y después, qué será lo que nos separe?
LA DAMA
L A DAMA
Nada... P e r o tenemos que ser prudentes.
¡Mi muerte! ¡Nada más que m i muerte!
X a v i e r . Si viene Isabel con mis hijas, sólo te
T u amor tiene en mi alma raíces tan profun-
pido que á su llegada no te hallen aquí. Yo
das como esos árboles que vemos
les diré que estás en L a n t a ñ ó n cazando con
aquí. N a d a podrá separarnos, Xavier, nada,
nuestro tío. T ú vienes u n a tarde, y sea por-
si n o es tu olvido.
que hay t o r m e n t a , ó porque
le tenemos
miedo á los ladronee, te quedas aquí, como
nuestro caballero. No te ofendes, verdad?
E L MARQUES DE BRADOMIN
Desgraciadamente no sé olvidar.
— io3 —
desde
FLORISEL
¿ T i e n e pensado ir allá el señor mi M a r qués?
DON JUAN MANUEL
¿Dónde se halla el Marqués de Bradomín?
Mala tarde, sobrino.
EL MARQUES DE BRADOMIN
HoyJ mismo.
EL MARQUES DE BRADOMIN
FLORISEL
¡Mala, tío!
¡No estará como en el Pazo de Brandeso!
DON JUAN MANUEL
Cierto que en toda esta tierra no se halla un
caballero como el señor padrino.
¿ T ú leyendo? Sobrino, lo mejor p a r a quedarse ciego. ¡Sabes que es nieve lo que cae!
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Pues entonces?..
FLORISEL
¿Llegó usted hasta Viana?
Pero no hay allí un h o r n o de pan siempre
lleno.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E r e s u n sabio, Florisel. Vete.
DON JUAN MANUEL
No. Llegué hasta mis molinos, que están
ahí cerca. Recordé que tenía que sacar de
pila á u n o de los hijos del molinero. C o n ese
¡|L Marqués d e B r a d o m í n , con u n a vaga s o n r i s a en los labios i r ó n i c o s , coge el l i b r o d o n r- d e leía al c o m i e n z o d e la t a r d e , y se sienta
cerca d e la l á m p a r a . F l o r i s e l , sale a p a g a n d o el r u i d o
de s u s m a d r e ñ a s , y al a b r i r la p u e r t a s u r g e en la
s o m b r a la p r ó c e r figura del viejo Mayorazgo d e L a n tañón.
son cincuenta y siete los ahijados que tengo.
— 106 —
— ¡07 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Al escribano de Viana n o le ha visto usted?
á r e s o n a r en el c o r r e d o r las m a d r e ñ a s
del p a j e , q u e a p a r e c e todo t r é m u l o , con un
j a r r o t a l a v e r e ñ o q u e coloca s o b r e la m e s a .
Don J u a n M a n u e l se d e s p o j a del m o n t e c r i s t o , y t o m a
a s i e n t o en u n sillón.
LA DAMA
UELVEN
DON JUAN MANUEL
¿ T ú vas á catarlo?
EL MARQUES DE BRADOMIN
El tío Don Juan Manuel quiere que le
acompañes. ¿ T e lo ha dicho? M a ñ a n a es la
fiesta del Pazo, San Rosendo de L a n t a ñ ó n .
Dice el tío que te recibirán con palio.
DON JUAN MANUEL
Ya sabes que desde hace tres siglos es p r i vilegio de los Marqueses de Bradomín ser
Ya lo he catado.
DON JUAN MANUEL
recibido con palio en las feligresías de San
Rosendo de L a n t a ñ ó n , Santa Baya de C r i s -
¿Y cuál es tu opinión?
EL MARQUES DE BRADOMIN
tanilde y San Miguel de Deiro. Los tres c u ratos son presentación de tu casa. ¿ M e equivoco, sobrino?
¡La de usted!
DON JUAN MANUEL
Muchos así debía beberse m i sobrina. No
estaría entonces como está. ¿La h a b r á s h a llado m u y acabada?
L M a r q u é s d e B r a d o m í n i n s i n ú a u n gesto sent i m e n t a l , y el viejo l i n a j u d o vuelve á llenars e el vaso. Casi al m i s m o t i e m p o u n a m a n o
i n v i s i b l e e m p u j a la p u e r t a , q u e se a b r e l e n t a m e n t e ,
y s o b r e la n e g r u r a d e l f o n d o albea el r o p ó n m o n a c a l
d e la S e ñ o r a del Palacio.
— i io —
EL MARQUES DE BRADOMIN
No se equivoca usted, tío.LA DAMA
N o le pregunte usted. Es un dolor, pero el
último Marqués de Bradomín no sabe una
palabra de esas cosas.
DON JUAN MANUEL
Eso lo sabe. Debe saberlo.
LA DAMA
Estoy segura que ni siquiera conoce el origen de la casa de Bradomín.
DON JUAN MANUEL
No hagas caso. T u prima quiere i n d i g narte.
LA DAMA
¡Supiera al menos cómo se compone el
blasón de la noble casa de Montenegro!
también es m u y antiguo. Pero entre todos
los títulos de tu casa, Marquesado de San
Miguel, Condado de Barbanzón y Señorío de
Padín, el más antiguo y esclarecido es el señorío. Se remonta hasta Don Roldán, u n o de
los doce pares. Don Roldán ya sabéis que no
m u r i ó en Roncesvailes, como dicen las Historias.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Yo-confieso que no sabía nada.
DON JUAN MANUEL
¡Eso lo saben los niños más pequeños!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Como que es el más ilustre de los linajes
españoles!
LADAMA
Sí, señor.
EL MARQUES DEBRADOMIN
¡Ah! ¿ T ú lo sabías? Es sin duda un secreto
de familia.
DON JUAN MANUEL
Españoles y tudescos, sobrino. Los M o n tenegros de Galicia descendemos de una emperatriz alemana. Es el único blasón español
que lleva metal sobre metal: espuelas de oro
en campo de plata. El linaje de B r a d o m i n
LA DAMA
¡Naturalmente!
DON JUAN MANUEL
Como yo también desciendo de Don R o l d á n , por eso conozco bien esas cosas. Don
— II3 —
LA DAMA
Roldán pudo salvarse, y en u n a barca llego
hasta la Isla de Sálvora, y atraído por una
¡Adiós, tío! ¡Xavier, hasta cuándo?
Sirena, naufragó en aquella playa, y tuvo de
la Sirena un hijo que, por serlo de Don Roldán, se llamó P a d í n , y viene á ser lo mismo
E L MARQUES DE BRADOMIN
T ú que me destierras debes decirme cuándo puedo volver.
que Paladín. Ahí tienes por qué una Sirena
a b r a z a
y sostiene tu escudo en la iglesia de
L a n t a ñ ó n . Puesto que tienes la m a m a de
leer
LA DAMA
Si ellos llegan hoy, tú m a ñ a n a mismo. Ya
lo sabes.
en el Pazo te daré un libro antiguo,
pero de letra grande y clara, donde todas estas historias están contadas muy por largo.
Pero, si hemos de irnos, vámonos aprove-
s a l i d o el v i e j o l i n a j u d o , y la d a m a , f u r tiva y a m o r o s a , se alza en la p u n t a de l o s
p i e s p a r a a l c a n z a r los l a b i o s d e l M a r q u é s d e
Bradomín.
ABÍA
chando este claro del tiempo.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
-
¡Mi vida!
No sé si está mi yegua ensillada. ¿Usted
LA DAMA
¿Vendrás mañana, Xavier?
m o n t a un caballo?
DON JUAN MANUEL
Sí
p e r o
n o
te asustes por eso. Mi caballo
E L MARQUES DE BRADOMIN
Sí.
lo tu'vo catorce años el Abad de Andrade, y
cumple el voto de castidad mejor que su a n tiguo a m o . ¡Adiós, sobrina!
— 114 —
LA DAMA
¿Me lo juras?
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL ABAD
Después de mucho revolver, al cabo di
con él.
Sí.
RAS los cristales del m i r a d o r , el jardín a p a rece lleno de s o m b r a , y en el cielo, triste y
otoñal, se perfila la l u n a c o m o borrosa m o neda de plata. Al pie de la f u e n t e , u n c n a d o espera
con los caballos del diestro. Se ve la figura de Don
Juan Manuel q u e baja por u n t o r t u o s o camino de
mirtos. El "Marqués de Bradomín se d e s p r e n d e b l a n damente de la d a m a y sale. La dama, apoyada en el
arco de la p u e r t a , le despide agitando su m a n o
blanca. Después, c u a n d o la s o m b r a se desvanece en
la noche del jardín, sale á la escalinata para seguir
viéndola un m o m e n t o m á s . E n la otra puerta a q u e lla que c o m u n i c a con el palacio, aparece el Abad de
Brandeso.
EL ABAD
LA DAMA
¿No se lo lleva usted?
EL ABAD
Solamente quería compulsar una cita.
LADAMA
¡Yo suponía que se había usted ido c u á n t o
hace!
EL ABAD
¡Cómo, sin despedirme de usted y de nuestro Marqués!
LA DAMA
¿Da su permiso mi ilustre amiga doña
¡Nuestro Marqués es el que acaba de irse!
María de la Concepción? ¿Da su permiso mi
Mañana es San Rosendo de L a n t a ñ ó n , y el
ilustre..?
tío Don Juan Manuel vino á invitarle.
LA DAMA
Adelante, señor Abad. ¿Por qué se detiene
EL ABAD
¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Ese viaje
en la puerta? ¿Ha encontrado usted el libro
me afirma en mis sospechas, porque yo creo
que buscaba?
siempre que t r a e una misión del Rey.
-
117 —
LA DAMA
¿No le ha oído usted?
EL ABAD
A pesar de sus protestas. ¿Usted lo duda?
LA DAMA
No lo dudo... L o sé.
EL ABAD
LA DAMA
C u a n t o usted pueda decirme, cuanto m e
he dicho yo. Pero le quiero, él es m i vida, y
su ausencia me mataba. He p r o c u r a d o olvidarle. Hubiera querido envejecer en una noche, despertarme un día a r r u g a d a , caduca,
de cien años, con el corazón frío! Y mi p o bre corazón, cada amanecer más lleno de su
a m o r , sólo vivía de recuerdos!...
¡Que la trae!
LA DAMA
Que no, señor Abad.
EL ABAD
E n tal supuesto...
LA DAMA
Sé todo lo que va usted á decirme.
EL ABAD
Ya no es un caso de conciencia donde el
bien de la Iglesia debe considerarse antes que
ninguna otra cosa. La estancia del señor
Marqués de Bradomín en el palacio de Bran-
EL ABAD
Y después de haber sufrido y resistido
tanto, bastó una hora de depresión a p r o v e chada por Satanás...
LA DAMA
No, después de haber sufrido tanto, quise
ser feliz, y ahora nada hay que pueda h a cerme renunciar á mi a m o r .
DOÑA MALVINA
Señorita, la noche se queda muy oscura.
¿Le parece que vaya alguno de los criados
deso...
— 119 —
EL MARINERO
con un farol al desembarcadero del río, para
¡Hagan favor de atar el perro!
esperar á las niñas?
LA DAMA.
¿A qué h o r a llegará la barca?
DOÑA MALVINA
Ayer llegó m u y de noche.
EL ABAD
T i e n e mejor viento que ayer. ¿Vienen hoy
las niñas?
DOÑA MALVINA
¿Quién es?
EL MARINERO
Abelardo, el patrón de la barca.
LA DAMA
¿Quién ha dicho? ¡Ya están ahí!...
DOÑA MALVINA
No vienen las niñas.
LA DAMA
Hoy las espero. Hace ya dos días que están
en Viana con su padre.
E oyen los ladridos de un perro, y se divisa
una sombra que adelanta por el jardín. Trae
un farol en la mano, y la humosa llama de
aceite tras los vidrios empañados, ilumina con temblona claridad aquel sendero entre viejos mirtos, y
los pies descalzos del h o m b r e que llega. Es una ügura
negra que apenas se destaca sobre el fondo misterioso
del jardín. Los ladridos del perro le hacen detenerse, y explora en torno con el farol en alto. T o d a la
figura se ilumina: El t r a j e de aguas y el sudeste coa
q u e cubre su cabeza le anuncian como un marinero.
— 120 —
EL ABAD
H a b r á n temido al mal tiempo.
EL MARINERO
¡Santas y buenas noches tenga la señora y
la compañía!
LA DAMA
¿Cómo no h a n venido mis hijas?
EL MARINERO
Cuando ya Íbamos á largar llegó un criado
mozo con esta carta.
L mismo tiempo que habla, el marinero se
descubre y del sudeste saca la carta q u e e n trega á la señora. Doña Malvina acerca el
velón, y a l u m b r a mientras lee la dama.
LA DAMA
LA DAMA
Quiero ir yo.
DOÑA MALVINA
¡Usted, señorita!
« M a m á Concha: No vamos, p o r q u e está
papá muy grave, que le ha repetido el ataque
y dicen que no debemos abandonarlo en estos momentos. Nosotras, las dos, tenemos
muchos deseos de verte. Como aquí estamos solas, y ni siquiera conocemos á los
criados, no hacemos sino llorar. Papa no
habla, y dicen que no conoce á nadie; pero
á nosotras nos m i r a con unos ojos tan tristes que parece que nos conoce.» ¡Pobres h i jas' ¡Lo que estarán sufriendo, allí solas las
dos! ¡Mis ángeles queridos! ¿Cuándo sales con
la barca?
EL MARINERO
Ahora. Apenas si nos queda m a r e a .
EL ABAD
Es un deber de madre, y también de esposa.
LA DAMA
¿Y acaso puedo yo volver á e n t r a r en
aquella casa? ¡Qué hacer, Dios mío!.. ¡Pobres hijas, solas al lado de su padre que se
muere! ¡Y tal vez maldiciéndome! Iré, iré,
aun cuando hayan de a r r o j a r m e los criados.
ALE en medio de un aguacero, cubierta con
largo capuchón. T o d o s la siguen, y como
una procesión de sombras se les ve alejarse
por el jardín, entre los altos mirtos. Desaparecen
con la luz del farol, y el perro sigue ladrando en la
noche.
DOÑA MALVINA
¿Quiere usted que vaya yo al lado de las
niñas.
ASÍ TERMINA LA JORNADA SEGUNDA
J O R N -ADA
T E R C ERA
f P p p l j L viejo jardín en u n a tarde otoñal y dorada,
ü
P a ' o m a s searrullan posadas en la piedra
' de armas, y los vencejos, que revolotean sobre la torre señorial, trazan en el azul signos de q u i m e r a con la punta negra del ala. De tiempo en tiemp o , u n estremecimiento recorre el jardín y luego todo
vuelve á quedaren silencio de misterio: El misterio de
los mirtos centenarios, de las fuentes abandonadas,
•de las rosas que se deshojan en los rosales... Doña
Malvina, la dueña, hace calceta sentada en un banco
de piedra y atisba por encima de los espejuelos hacia
la puerta del jardín, donde acaba de aparecerse el
señor Abad de Brandeso.
EL ABAD
A c a b a n de contarme que llegó esta m a ñ a n a toda la familia. ¿Cómo han sido esas
paces, Doña Malvina?
— 127 —
DOÑA MALVINA
Dios Nuestro Señor que dispone todas las
cosas. Y a conoce aquella súbita resolución
que tomó la señorita al leer la carta de las
niñas. Llegamos á Viana caladas de agua y
DOÑA MALVINA
Llegó, le besó las manos de rodillas, y entonces p 0 r p r i m e r a y e z U ó r .
Las
niñag
también lloraban, como si las inocentes comprendiesen.
muertas de miedo. Yo d u r a n t e el camino n o
hice otra cosa que rezar... Las olas montaban
E L ABAD
¿Y el marido?
por encima de la barca. ¡Y qué serenidad la
señorita! Solamente la vi temblar cuando
llegamos á la puerta de su casa. Estaba pá-
DOÑA MALVINA
No la conoció.
lida como una m u e r t a . Pensé que iba á caerE L ABAD
se. Sin p r o n u n c i a r una sola palabra subió las
escaleras y abrazó á las niñas, que salieron á
recibirla. Crea que me daba miedo verla tan
T>Y ahora?
DOÑA MALVINA
pálida, con los ojos secos. T o m ó á las niñas de
la m a n o y siguió con ellas...
E L ABAD
¡El trance h a b r á sido al entrar en la alcoba
donde estaba el m a r i d o enfermo?
— 128 —
Lo mismo. Solamente conoce al criado
que le acompañaba siempre.
E L ABAD
Ya llevaba mucho tiempo desmemoriado.
Ultimamente habrá tenido noticia de la llegada del ilustre Marqués de Bradomín.
— 129 —
E L
MARQUES
DE
BRADOMIN
EL
MARQUES
BRADOMIN
DOÑA MALVINA
DOÑA. MALVINA
A u n cuando no lo dice, ese remordimiento
DE
tiene la señorita. Siete días estuvo á su c a -
Si vuelve... Como ahora no hacen sufrir á
nadie.
becera, día y noche, velándole. A todos nos
EL ABAD
tenía pasmados que tuviese tuerzas estando
Pero ofenden á Dios, Doña Malvina.
c o m o está tan delicada. ¡Y ahora le cuida y
sirve con un a m o r !
EL ABAD
¿Y el ilustre Marqués, no ha vuelto á mostrarse?
DOÑA MALVINA
¡o* un sendero del jardín vienen dos niñas que
parecen dos princesas infantiles, pintadas
por el Tiziano en la vejez. Las dos son muy
semejantes, rubias y con los ojos de oro. La mayor
se .lama María Fernanda, la pequeña María Isabel
Llegaban sofocadas de sus juegos, y la onda p r i m a veral de sus risas se levantaba armónica entre los
U4
viejos mirtos.
MARIA ISABEL
Mis ojos no le han visto más.
EL ABAD
Hace dos días continuaba en el Pazo de
¡Señor abad!
MARIA FERNANDA
¡Don Benicio!
Lantañón.
DOÑA MALVINA
Entonces allí seguirá.
EL ABAD
¿Y si vuelve?
EL ABAD
¡Señoritas! ¡Qué altas y qué preciosas!
MARIA FERNANDA
M a r í a Isabel no ha crecido. ¡Yo sí!
— I3I —
EL
FI.
M A R Q U E S
D E
MARQUES
DE
BRADOMIN
B R A D O M I N
MARIA ISABEL
MARIA ISABEL
¡Yo también!
T ú has crecido más, pero yo tamb.én
E L ABAD
crecí.
MARIA F E R N A N D A
¿Y además entiendes las cuentas?
T e sirven todos los vestidos que tenías.
EL ABAD
MARIA ISABEL
Eso no...
Yo á las dos las encuentro hechas unas
MARIA F E R N A N D A
mujeres.
Las cuentas no las entiende n i n g u n a niña.
DOÑA MALVINA
¡Todavía han de pasar muchos años!
En el convento somos quince educandas y
sólo una las entiende.
E L ABAD
¿Cuál es la más aplicada?
E L ABAD
Pues ya hay una.
MARIA F E R N A N D A
Yo las cuentas no las entiendo, pero la
Historia Sagrada la sé toda.
MARIA ISABEL
Pero en cambio, Sor María Salomé, que
tiene cerca de ochenta años, siempre que nos
castigan por no saberlas, nos trae dulces á
E L ABAD
¿Y tú María Isabel?
— I3A —
escondidas.
— 133 —
E L ABAD
MARIA FERNANDA
P o r q u e dice que á ella las cuentas t a m -
¿Cómo l a r á n , larán?
poco le han entrado nunca en la cabeza. ¡Y
tiene cerca de ochenta años!
MARIA ISABEL
jLarán! ¡larán!
EL ABAD
EL ABAD
¿Y la d o c t r i n a , la sabéis?
¡Ah! Sí, el sexto, ¡larán! ¡larán! ¿Y vuestra madre, dónde está?
MARIA FERNANDA
MARIA FERNANDA
Sí, s e ñ o r .
Antes estaba en la capilla.
E L ABAD
EL ABAD
¿Cuántos son los mandamientos de la ley
¿Y ahora?
de Dios?
MARIA FERNANDA
MARIA FERNANDA
Ahora...
Los mandamientos de la ley de Dios, son
diez: El p r i m e r o , a m a r á Dios sobre todas las
cosas; el segundo, no jurar su santo n o m b r e
DOÑA MALVINA
Véala allí, caminando detrás de la litera
donde pasean al enfermo.
en vano; el tercero, santificar las fiestas; el
EL ABAD
cuarto, h o n r a r padre y m a d r e ; el quinto, n o
m a t a r ; el sexto, ¡larán! liarán!
— >34 —
¿Una litera?
— 135 —
EL
MARQUES
DOÑA
DE
BRADQMIN
MALVINA
U n a litera que había en el palacio, del
tiempo de los abuelos... F u é idea del señor
EL
MARQUES
E L ABAD
V a m o s á saludarla.
L Abad se aleja p o r la h o n d a a v e n i d a de c a s t a ñ o s q u e c o m i e n z a á c u b r i r s e d e hojas, y
allá en el f o n d o , d o n d e casi se d e s v a n e c e su
b a l a n d r á n flotante, t r o p i é z a s e con u n a d a m a q u e
baja la escalinata del palacio. E s u n a d a m a alta y r u bia, de b u e n d o n a i r e y d e b u e n seso, q u e ostenta un
h e r m o s o n o m b r e d e r i c a - h e m b r a . Se llama Isabel
Bendaña.
ISABEL BENDAÑA
¡Señor A b a d de Brandeso!
E L ABAD
¡Doña Isabel de Bendaña, m i buena amiga!
N o sabía que se hospedase aquí tan ilustre
señora. ¿ C u á n d o ha llegado usted?
— I36 —
BRADOMIN
ISABEL BENDAÑA
Hoy he llegado acompañando á mi p r i m a
Concha.
Marqués para que la señorita pasease por el
jardín, u n a vez que estuvo m u y delicada.
DE
EL ABAD
A saludarla iba.
ISABEL BENDAÑA
E n el jardín está. S i e m p r e al lado de su
m a r i d o , no se aparta un momento, y le cuida
con una especie de fiebre amorosa. El está
que parece un niño...
E L ABAD
Es edificante... Pero temo...
E alejan j u n t o s , p o r los s e n d e r o s del a b a n d o n a d o j a r d í n , y se p i e r d e n e n t r e el f o l l a j e d o rado y otoñal d e los castaños. L o s m i r l o s
cantan en las r a m a s y s u s c a n t o s se r e s p o n d e n e n c a d e n á n d o s e en un r i t m o r e m o t o , c o m o el m u r m u llo d e las f u e n t e s q u e en la s o m b r a de los viejos
m i r t o s r e p i t e n el c o m e n t a r i o v o l u p t u o s o q u e p a r e cen h a c e r á t o d o s ios p e n s a m i e n t o s d e a m o r , s u s v o ces e t e r n a s y j u v e n i l e s . El sol p o n i e n t e d e j a un r e flejo d o r a d o s o b r e los cristales d e la t o r r e , c u b i e r t a
d e n e g r o s v e n c e j o s , y en el silencio d e la t a r d e a q u e l
i a r d í n l l e n o d e v e r d o r u m b r í o y de r e p o s o s e ñ o r i a l ,
j u n t a la voz d e s u s f u e n t e s con la voz d e las m n a s
q u e r o d e a n el b a n c o d o n d e hace calceta la d u e ñ a d e
los e s p e j u e l o s d o c t o r a l e s .
DOÑA MALVINA
Yo la vi siendo una niña como vosotras.
La dama estaba sentada al pie de la fuente,
peinando los largos cabellos con peine de oro.
MARIA. F E R N A N D A
al b a n c o se ha d e t e n i d o F l o r i s e l , q u e
pasaba con la j a u l a de s u s m i r l o s . Al oir las
p a l a b r a s d e la d u e ñ a , s u s ojos b r i l l a n l l e n o s
de curiosidad.
RÓXIMO
P u e s si no sabes el cuento de las tres p r i n cesas encantadas, cuéntanos el de los siete
enanos, q u e ése lo sabes.
FLORISEL
Sería una princesa encantada.
MARIA ISABEL
Y sino, cuéntanos el del gigante m o r o .
DOÑA MALVINA
E r a la reina m o r a que un gigante tiene
prisionera.
DOÑA MALVINA
¡Dios me dé paciencia con vosotras! Os
contaré la historia de una d a m a e n c a m a d a
que se aparece al borde de u n a fuente que
hay cerca de aquí.
MARIA F E R N A N D A
¿ T ú la viste?
MARIA ISABEL
¿Y era muy guapa?
DOÑA MALVINA
¡Muy guapa, muy guapa!
MARIA F E R N A N D A
¿Ásí como m a m á ?
- I 3
9
-
EL
MARQUES
DE
BRADOMIN
DOÑA MALVINA
Muy semejante. A su lado, sobre la yerba,
tenía abierto un cofre de plata lleno de ricas
joyas que rebrillaban al sol. El camino iba
muy desviado, y la dama, dejándose el peine
de oro preso en los cabellos, me llamó con
EL
MARQUES
BRADOMIN
quedan presos en el encanto. Para desencantar á la reina, y casarse con ella, bastaría
con decir: E n t r e tantas joyas, sólo á vos
quiero, señora reina. Muchos saben esto,
pero cegados por la avaricia, se olvidan de
decirlo, y pónense á elegir entre las joyas.
su mano blanca que parecía una paloma en
el aire. Yo, como era una niña, tomé miedo,
DE
FLORISEL
¡Si á mí quisiese aparecerse!
y dime á correr, á correr...
DOÑA MALVINA
FLORISEL
¡Si á mí quisiese aparecerse!
¡Desgraciado de ti! El que ha de romper el
encanto no ha nacido todavía.
DOÑA MALVINA
Cuántos se acercan, cuántos perecen e n cantados. Vosotras no sabéis que para encantar á los caminantes, con su gran hermosura los atrae, y con la riqueza de las joyas
que les muestra, los engaña: Les pregunta
Bendaña y el tonsurado, reaparecen
dando compañía á la Señora del Palacio. C a minan lentamente, acompasando su a n d a r
al de la dama que de tiempo en tiempo se detiene y
alienta con fatiga. Ante la escalinata, cerca del banco
donde la dueña refiere á las dos niñas sus cuentos d e
abuela, hacen el último alto.
SABEL
cuál de entre todas sus joyas les place más, y
ellos, deslumhrados al ver tantos broches y
cintillos y ajorcas, pónense á elegir, y asi
—
140
—
ISABEL BENDAÑA
¿No pasa usted Don Benicio?
— 141 —
EL
MARQUES
DE
BRADOMIN
E L ABAD
P e r d o n e n que no les haga más larga visita.
EL
MARQUES
DE
BRADOMIN
Sumiller, descubrimos un bando de perdices. Díganle que á ver cuándo le caemos encima. Resérvenlo al Sumiller si viniese por
el palacio. Me ha encargado el secreto. ¡Aquí,
LA DAMA
Carabel! ¡Aquí, Capitán!
Señor Abad, que mañana celebra usted la
DOÑA MALVINA
misa en nuestra capilla. No lo eche usted en
¡Qué gran raposo! Sóbrale de saber dónde
olvido.
E L ABAD
está el señor Marqués. ¿Adonde vais, niñas?
No lo echo en olvido, no lo echo en olvido.
¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Díganle al
MARÍA F E R N A N D A
Vamos con Florisel á ver los otros mirlos.
ilustre Marqués de Bradomin...
LA DAMA
El Marqués de Bradomin, no está en el
palacio de Brandeso.
OÑA Malvina s u b e la escalinata con las d o s niñas d e la m a n o . El Abad d e s a p a r e c e en el
f o n d o d e la a v e n i d a s i l b a n d o á s u s galgos,
c o n el b a l a n d r á n flotante y el c h a m b e r g o en la m a n o por r e f r e s c a r la asoleada y varonil cabeza, d o n d e
la t o n s u r a a p e n a s se e s b o z a s o b r e el gris a c e r a d o del
cabello. L a s d o s p r i m a s q u e d a n solas.
DOÑA MALVINA
LA DAMA
Ya lo sabe.
E L ABAD
Xavier llegará dentro de un m o m e n t o .
ISABEL BENDAÑA
E n el supuesto de que recaiga por aquí, díganle que hace pocos días, cazando con el
— 142 —
¡Xavier!
E L
MARQUES
DE
BR A D O M I N
EL
MARQUES
DE
RRANNWR»
LA DAMA
LA DAMA
¡ T e m o tanto verle! T e m o el encanto d e
Ñ o l a comprenderá... Y yo quiero ser fiel
sus palabras, t e m o que sus ojos me miren,
a esa pobre sombra, detenida por un milagro
temo que sus manos se apoderen de las
delante de la muerte. Quiero ser su esclava
mías...
ahora que nada puede exigir de mí. Cuando
ISABEL BENDAÑA
me sonríe, con su sonrisa de e n f e r m o que
vuelve á ser niño, cuando posa sobre mí sus
P e r o no...
ojos llenos de indecisión, tristes ojos sin
LA DAMA
¡Volverá á enloquecerme y volveré á caer
en sus brazos! T ú , qué me aconsejas Isabel?
ISABEL BENDAÑA
Si es así que no le veas...
LA DAMA
pensamiento, el dolor de haberle ofendido se
levanta dentro de mí como una ola, como un
gran sollozo. Algunas veces cuando
m o m e n t o de lucidez, y me maldiga, y m e
arroje de su lado. ¡ T ú no sabes cómo esa
idea me hace sufrir!
¿Y puedo negarme á decirle adiós, cuando
ISABEL BENDAÑA
es por toda la vida!
ISABEL BENDAÑA
¿Y Xavier te ha escrito que venía?
Xavier no intentará separarte de tu m a rido. Xavier, mejor que nadie, debe c o m prender la grandeza de tu sacrificio.
—144
—
estoy
sola con él, temo que de pronto tenga un
LA DAMA
E L
- ' - " T 1 T . S
D E
B R A D O M i N
EL
MARQUES
DE
BRADOMTM
ISABEL B E N D A Ñ A
I S A B E L BEN DAÑ A
Es algo fatal.
¿Cómo lo sabes?
LA DAMA
L A DAMA
á
Lo presiento. Xavier vendrá, y yo volveré
caer en sus brazos, sin que n a d a pueda
salvarme.
ISABEL
BENDAÑA
T ú debes luchar contra esa idea.
¡Fatal! Y prefiero estar prevenida. Yo sé
como puedo defenderme, y cómo puedo conseguir que se aleje de mí para siempre. Me
bastaría pronunciar algunas palabras, pero
me falta valor para hacerlo. Yo puedo r e nunciar á Xavier, no á que me recuerde sin
carino. Q u i e r o vivir siempre en su corazón.
L A DAMA
ISABEL BENDAÑA
¡No puedo! ¡Y el remordimiento me m a j á ! ¡Mi falta, mi adulterio ahora, s e n a mas
¡Me das pena!..
cobarde, más infame que nunca!
Si le dijese: Xavier, tuve otro amante.
L A DAMA
ISABEL BENDAÑA
Yo en tu caso no vería á Xavier.
L A DAMA
No le conoces. Se aparecería cuando yo
ISABEL B E N D A Ñ A
¿Cuándo?
LA DAMA
¡Nunca! ¿Quién has creído que soy y o > Ni
otro amante, ni otro amor que Xavier.
menos lo esperase.
— 146 —
—
' 4 7 -
EL
MARQUES
DE
B R A n n u r ,
ISABEL BENDAÑA
DON JUAN MANUEL
P u e s n o se lo digas.
LA DAMA
¿A ti te asusta?
¡"Adiós sobrino! Que me tengan avillado
un j a r r o de La A m e l a .
LA DAMA
¡Ahí está!
ISABEL BENDAÑA
ISABEL BENDAÑA
Sí E s un sacrificio demasiado cruel. Y ,
además, quién sabe si eso le alejaría para
siempre.
¿Adonde vas?
LA DAMA
¡Adonde mi ánimo se fortalezca! ¡Adonde
esta vivo mi remordimiento!
Í E
v S n h d n l a la P U e m d e l I a b e r i n t o - donde
vigilan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s d e m u s g o ,
SGnder
entre l o s m . Y t '
° q u e s e <*esenvueFve
Í
I
?
c e n t e n a r i o s d e s a p a r e c e . El M a r q u é s
a e u r a d o m i n se acerca, c a m i n a l e n t a m e n t e baio los
sombra!
^
^
*
~
-
X
^
DON JUAN MANUEL
Llego hasta mis molinos. V o l v e r é á bus-
E L MARQUES DE BRADOMIN
Prima y señora.
carte.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Adiós tío!
ISABEL BENDAÑA
No esperaba verte aquí. ¿Don Juan M a nuel no venía contigo?
E L J I A R Q U E S J ^
E L MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES D E BRADOMIN
ISABEL BENDAÑA
aqlii
para hacerla más lenta y mas crue!.
E L MARQUES m
jHablas
BRADOMW
de Concha? Eres injusta conmigo,
H&stssss:
w
nue en eso no haces m i s que segutr l a ,
los corazones!...
ISABEL BENDAÑA
,1o F r e s el más admirable de los
J ^ r s e n t i m e n t a l ,
— i5o —
célico.
Isabel, eres injusta conmigo, mi presencia
aquí es tan sólo una prueba de mi amor por
Concha. Con la cabeza llena de canas no
puede serse Don Juan. Hoy sólo me está bien
con las mujeres la actitud amable de un santo
prelado confesor de princesas y teólogo de
amor. La pobre Concha es la única que me
quiere todavía: ¡Sólo su amor me queda en
el mundo! Lleno de desengaños, estaba en
Roma pensando en hacerme fraile, cuando
recibí una carta suya: Era una carta llena de
afán y de tristeza, perfumada de violetas,
y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé: Concha, al cabo de tantos años,
me escribía, me llamaba á su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos
traían la huella de sus lágrimas: Me hablaba
de la tristeza de su vida en el retiro de este
viejo palacio, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, sus
— j 51 —
EL
MARQUES
DE
BRADOMIN
EL
MARQUES
DE
BRADOMIM
E L MARQUES DE BRADOMIN
manos, que yo a m é siempre tanto, volvían á
escribirme como otras veces. Sentí que los
N o existió jamás... Isabel, tú bien sabes
ojos se m e llenaban de lágrimas. Yo siempre
que hay tálamos fríos como los sepulcros, y
había esperado en la resurrección de nues-
maridos que d u e r m e n como las estatuas y a -
tros amores, era una esperanza que llenaba
m
i vida con un aroma de fe. ¡Era la quimera
centes de granito, maridos que ni siquiera
pueden servirnos de precursores, y bien sabe
Dios que la perversidad, esa rosa sangrienta,
del porvenir!
es una flor que nunca se abrió en mis a m o ISABEL BENDAÑA
¿Y si Concha te suplicase ahora?..
EL MARQUES DE BRADOMIN
res. Yo he preferido siempre ser el Marqués
de Bradomín á ser ese divino Marqués de
Sade. Esa ha sido la causa de pasar por s o berbio entre algunas mujeres.
¿Que me fuese? Sería entristecer dos vidas.
ISABEL BENDAÑA
Concha tampoco tiene otro amor que yo.
ISABEL BENDAÑA
¿Y sus hijas?
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Pobres niñas!
ISABEL BENDAÑA
¿Y su marido?
Xavier, yo te suplico que te vayas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Tú?
ISABEL
BENDAÑA
E n n o m b r e de Concha.
EL MARQUES DE BRADOMIN
Creía merecer que ella me lo di/ese.
— r 53 —
EL
ISABEL BENDAÑA
¿Y ella, pobre mujer, no merece que
tes ese dolor?
EL MARQUES DE BRADOMIN
Si hoy atendiese su ruego, mañana volver á
l l l a r m e . ¿Crees ^
^
^
tiana que ahora la arrastra hacia su m a n d o
, r r e e s que después de mar.
durará siempre? ¿Crees qu
F
tirizarse un día y otro día no hara esteril ese
martirio otra carta suya? T ú sabes que a m bién fué una ola de misticismo lo que antes
nos separó. ¿Recuerdas sus terrores religioceleste aparición que le f ^ a c o c a d a
hallándose dormida? Concha e . t a b a « d l a berinto, sentada al pie de la fuente y llorando
sin consuelo: En esto sele apareció u n A r « m
gel: no llevaba espada ni broquel, era canu d o y melancólico como un lirio. Concha
comprendió que aquel adolescente n o v e ,
á pelear con Satanás, y le s o n r i ó á través de
-í5
4
-
MARQUES
DE
BRADOMIN
las lágrimas, y el Arcángel extendió sobre
ella sus alas de luz y la guió. El laberinto,
según parece, era el pecado en que Concha
estaba perdida, y el agua de la fuente eran
todas las lágrimas que había de llorar en el
Purgatorio. A pesar de nuestros amores,
Concha no se condenaría; yo sí. El Arcángel,
después de guiarla á través del laberinto, en
la puerta agitó las alas para volar. Concha,
arrodillándose, le preguntó si debía entrar en
un convento; el Arcángel no respondió. Concha, retorciéndose las manos, le preguntó si
iba á morir; el Arcángel no respondió. C o n cha , arrastrándose sobre las piedras, le
preguntó si debía deshojar en el viento la
flor de nuestros amores; el Arcángel t a m poco rospondió; pero Concha sintió caer dos
lágrimas en sus manos: Las lágrimas le r o daban entre los dedos como dos diamantes. Entonces Concha comprendió el misterio de aquel sueño. ¡Era preciso separarnos!
• „ vv 'HííÑ* í :
itj
LA DAMA
ISABEL BENDAÑA
¿Y os separasteis?
T a n t o como tu a m o r . ¡Xavier, tú no sabes
cuánto he sufrido desde aquella noche en
que nos separamos!
EL MARQUES DE BRADOMIN
Sí: estaba como loca.
ISABEL BENDAÑA
Acaso ahora lo esté también, pero su locura es bien hermosa.
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Y tú crees q u e durará siempre?
L blanco fantasma de la dama solloza en la
puerta del laberinto. Está allí desde hace u »
momento, y por sus labios pasa el temblor
de un rezo, al m i s m o tiempo que sus ojos y su alma
vuelan hacia el Marqués de Bradomín.
LA DAMA
Sí, Xavier. ¡Siempre!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Más q u e mi a m o r ?
— ,56 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
Con la promesa de volver á vernos.
os dos se contemplan mirándose en el f o n d o
de los ojos, con esa intensidad atravente y
dolorosa que tienen los abismos y los d e s tinos trágicos. Isabel Bendaña se aleja lentamente, y
cuando desaparece bajo la dorada y otoñal avenida
de viejos castaños, el Marqués de Bradomín intenta
besar las manos de la dama, aquellas manos olorosas
y ardientes q u e deshojan el amor como un lirio rústico. La dama retrocede, y sus ojos brillan con dos
lágrimas rotas en el fondo.
LA DAMA
¿ T ú vienes á exigirme que abandone á un
pobre ser enfermo? ¡ T ú quieres que le deje
en manos mercenarias,-y eso, jamás, jamás,
jamás! ¡Sería en mí una infamia!
EL
E L MARQUES DE BRADOMIN
Son las infamias que impone el amor, pero
desgraciadamente ya soy viejo para que nin-
MARQUES
DE
BRADOMIN
LA DAMA
T ú quieres decirme que el sacrificio debió
ser para no engañarle.
guna mujer las cometa por mi.
EL MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
¿Por qué me dices eso cuando sabes que
no puedo dejar de quererte? X a v i e r ,
vieses un duelo, te batirías a pesar de mis
r á
oesar de mis lágrimas, aunque
súplicas, a pesar u*
,
c n r P f i e es
e
vieses
morir.
L
o
que
á
mi
me
sucede
m
" o parecido. Hay momentos en que una
^ e r no debe retroceder, ni s i q u i e r a ^ ¡Las mujeres no se baten,pero se sacrifican...
EL MARQUES DE BRADOMIN
Acaso hubiera sido mejor, pero al culparte
á ti, me culpo á mí también. Eramos jóvenes y ninguno de los dos supo sacrificarse...
¡Esa ciencia sólo se aprende con los años,
cuando se hiela el corazón!
LA DAMA
¡Xavier, es la última vez que nos vemos,
y qué recuerdo tan amargo me dejarán tus
palabras!
Hay sacrificios tardíos, Concha.
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿ T ú crees que es la última vez? Yo creo
que no. Mi pobre Concha, si accediese á tu
ruego, volverías á llamarme.
¡Eres cruel!
¿Cruel?
-158 -
- i 5
9
-
LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Por qué me lo dices! Y si yo fuese tan cobarde que volviera á llamarte, tú n o ven-
Mi pobre Concha, cuánto sufres y cuánto
me haces sufrir con tus escrúpulos.
drías. Este a m o r nuestro es imposible ya.
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Vete! ¡Vete...! ¡No me digas nada! ¡No
quiero oirte!
Yo vendría siempre.
LA DAMA
¡Dios mío, y acaso llegará un día en que
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Divinos escrúpulos de santa! ¡Cuántas no-
mi voluntad desfallezca, en que mi cruz m e
ches, al entrar en tu tocador, donde m e dabas
canse!
cita, te hallé llorando de rodillas..! Sin h a E L MARQUES DE BRADOMIN
blar, levantabas los ojos hacia m í indicándome silencio, y las cuentas del rosario pasaban
Ya llegó.
LA DAMA
con lentitud devota entre tus dedos pálidos.
¡Nunca! ¡Nunca! ¡Antes que eso sucediese...! ¡No! ¡No!..
LA DAMA
¡Calla!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Por qué tiemblas? ¿Qué dudas? Y a llegó.
LA DAMA
¡Vete, Xavier...! ¡Vete!
—160
—
EL MARQUES DE BRADOMIN
Algunas veces, sin esperar á que concluyeras, me acercaba y te sorprendía, y tú
volviéndote más blanca, te tapabas los ojos
— 161 —
la
EL MARQUES DE
, manos Yo amaba locamente aquella
BRADOMIN
¿Quiénes fueron tus amantes?
contraídos, helados como los de una muerta.
LA
LA
DAMA
DAMA
Se ha muerto ya.
Xavier, voy á causarte una gran
p e n a ' Y o ambicioné que tú m e quisieses
P
'
novias de los quince años. ¡Pocomo a esas novias de lo q
^ lo
u,« Wa< Y te oculte mi viaa, y w
¿ me h a s preguntado, y ahora,
Q e g u é cuando me h a s pr ,
adi_
ahora..! T ú m e adivinas, Xavier, tu
t a s , y no m e dices que me perdonas!..
• C a l l a '
E L MARQUES DE
T e adivino.
¿Has
BRADOMIN
querido á otros?..
LA
EL MARQUES DE
BRADOMIN
¿ U n o nada más?
LÁ
DAMA
Nada más.
E L MARQUES DE
BRADOMIN
Y conmigo, dos. Ese amante, mi sucesor
sin duda...
LA
DAMA
DAMA
No.
Sí.
E L
MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
Siempre es un consuelo. Hay quien p r e -
¡Y m e lo dices!
LA
DAMA
¡Para que me desprecies»
—162 —
fiere ser el primer a m o r , yo he preferido
siempre ser el último. ¡Pero, acaso lo seré?
-
I63 —
DE
E L
BRADOMIN
L A DAMA
único!
E L MARQUES DE BRADOMIN
que
MARQUES
DE
BRADOMIN
LA DAMA
¡Xavier, mi Xavier, el último y
¿ P o r q u é
EL
E L MARQUES DE BRADOMIN
reniegas del pasado? ¿Imaginas
eso puede consolarme? M o d o s a
¡Cuánto me desprecias! ¡Es mi penitencia!
hu-
Despreciarte, no. T ú fuiste como todas las
mujeres, ni mejor ni peor. ¡Adiós, Concha!
bieras sido callando.
LA DAMA
LA DAMA
¿Qué hice yo? Xavier, olvida cuanto dije...
Perdóname... ¡No, no
|debes<
olvidar m per-
donarme!
EL MARQUES DE BRADOMIN
Si todas las mujeres son como tú me j u z gas, yo tal vez no haya sido como ellas. ¡Xavier, mi Xavier, déjame que me vea en tus
ojos! ¡Es la última vez! ¡Compadéceme, no
me guardes rencor!
¿ H e de ser menos generoso que tu m a E L MARQUES DE BRADOMIN
rido?
LA DAMA
¡Qué crueles son tus palabras!
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Qué cruel es la vida cuando no caminamos por ella como niños ciegos!
— 164 —
_ N o e s r e ° c o r lo que siento, es la melancolía del desengaño, una melancolía como si el
crepúsculo cayese sobre mi vida, y mi vida,
semejante á un triste día de otoño, se acabase para volver á empezar con un a m a n e cer sin sol.
EL
PAPOUES
DE
BRADOMIN
£ L £ Í L
BRADOMIN
LA DAMA
T ú t e n d r á s el a m o r de otras mujeres.
EL MARQUES DE BRADOMIN
T e m o que reparen demasiado en mis c a bellos blancos.
Sida i
del iThp
S nta
?
?Sa '
e n el b a n C 0
7
a m e
SUS
q u e tiene
°j0S
se
abre
flor¡
la
r nada P r
ssendero
e ñ d t umbrío,
k - C O un
° solo °sendero,
' a s d o s ondula entreY los
el
m.rtos como el camino misterioso de una vida
LA DAMA
LA DAMA
¡Qué hice yo, Dios mío!.. ¡Y si á pesar de
todo volviese!
¿Qué importan tus cabellos blancos? Yo
los buscaría para quererlos m á s . ¡Xavier,
adiós p a r a toda la vida!
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Quién sabe lo que g u a r d a l a vida! ¡Adiós,
Concha!
L
do esP^rta
Marqués de Bradomín se aleja y la dama
tiende hacia él los ojos m u d o s y ^ s e s p e - dos. En el silencio de aquel jardín d e m i r
tpan su risa quimérica, y las a 0 uab uc ^
con juvenil m u r m u l l o por las barbas limosas d e los
ASI T E R M I N A LA JORNADA T E R C E R A
E L O G I O DE D O N
RAMÓN
MARÍA DEL VALLI:-!NCI.AN
LO ESCRIBIÓ VARGAS VILA
EN E S T E A Ñ O DE M C M V Ì I
EGUROS
de que serán
gratas á nuestros lectores, publicamos
aquí
páginas donde el
admirable
escritor
americano
admirable
loa al
escritor de Cas-
tilla.
( N O T A DEL E D I T O R . )
Mi l S
1
HI
las
— Lo ilimitado está en el Arte, como en el
Espacio;
una condensación de Infinito, eso es una:
Obra de Arte;
crear, es condensar el Misterio, en formas
visibles á los ojos espirituales;
inextricablemente complexo, el Arte, es,
como un Universo en gestación: creador
eterno de bellezas;
las formas varían: el Arte, es, Uno;
llenar estas f o r m a s en Armonía y Belleza
Superior, es, ser: Artista;
ELOGIO
DEL
AUTOR
encarnar musicalmente la Vida Interior de
una época y de un país;
ser el Poeta y el Profeta, incompatible con
su tiempo, é incomprensible para su tiempo;
aislarse en el Evangelio de la Belleza y de
la V e r d a d , que guarda la gran palabra i n a r ticulada que ha de salvar la T i e r r a ;
decir las cosas profundas en el canto insondable de u n pensamiento musical, raro,
como una revelación de Gloria;
dar á la frase inusitada la intensidad y el
poder pictural de un fresco eterno, que no
han de afrentar los siglos; - p o r q u e la E t e r nidad no se hizo para el insulto del Genio,
sino para su consagración; —
ELOGIO
D E L
A U T O R
mano sufre la cecidád y la mudez producidas por la lejanía del Ideal, y, el olvido de la
comunión con lo Bello-Infinito; — única Eucaristía de las almas;
ser la profundidad inagotable, donde m a ñana, las generaciones, sitibundas vengan á
apagar su sed de Belleza, apurando la onda
negra, permanecida pura en la Soledad;
ser un gran Evocador y un gran Creador; ser el Sacerdote melodioso de un culto que
la apostasía condenó al Olvido, y, la Gloria
volverá al sereno esplendor de su Belleza;
he ahí el Deber, he ahí la Misión de esa
Personalidad Exótica, de ese Hijo del Misterio, de esa Figura Heroica del Dolor, que es,
u n : ARTISTA.
ser la omnividencia maravillosa y la e x presión armónica de una hora ciega y áfona,
de un m o m e n t o histórico brutal, de u n o de
esos momentos en que el pensamiento h u — 174-
. . . E l corazón del Artista, no es el corazón
de un hombre: es, el corazón del Hombre;
ELOGIO
el corazón de todos gime en ese corazón
único, hecho de sinceridades radiosas;
el corazón del Artista, es hecho de f r a t e r nidades; y, ningún Simulacro t u r b a su voz
confusa, que viene del p r o f u n d o Infinito;
su misma teatralidad, es sincera, porque
es la exteriorización de su fastuoso sueño;
DEL
AUTOR
hoy, la vil Estulticia, la enemiga del Genio,
no se llama: Muchedumbre; se llama:
k
Crítica;
ya no se lapida al Genio con guijarros: se
le lapida con vocablos;
los semi-intelectuales verbalizan contra él,
sentencias de proscripción, y, en n o m b r e del
el Artista, n o finge: expresa;
Diccionario, insultan lo Sublime E x t r a o r d i -
su Visión, es vivida;
nario;
el más a b s u r d o sueño, f u é Vida,
en él;
porque su vida es una centuplicación de
cuando el salvaje elemento de la Envidia,
cree haberlo consumido, organiza en su h o nor, los grandes funerales del Silencio;
pero, el Genio, como el Mar, es más grande
siglos;
lo Eterno, está e n él;
su palabra es un viático misericordioso,
que alimenta las almas en su peregrinación á
que el Silencio; y, lo ahoga con sus clamores;
y, hace sonoro al Silencio; sonoro, como
la F a m a ;
y, hace que el alma invisible y gigante del
lo Desconocido;
todo Genio es un Profeta;
la lapidación es su destino;
— 1 7 6 —
Silencio, toque para él, las mil trompetas del
Renombre;
y
K1.0010
el
DEL
AUTOR
_
de mármol, de lienzo, de hierro, de cristal,
Genio, es siempre vencido por la Suerte;
toda obra del Genio, es Verbo;
no es nunca vencido por la C r i o » ;
en manos del Artista todo canta; El, mismo
es un cántico;
puede ser reducido a l a impotencia; no es
nunca reducido al Silencio;
ta voz del Genio es la pesadilla de los me-
el Artista excelso, es, el Artista raro,
aquel, cuya maravilla de creación, escapa á
diocres;
, ,
W
no darla, la afonía, cenagosa d los
pantanos, por reducir al silencio la
la comprensión de la Muchedumbre, al gusto
del rebaño letrado de su tiempo;
B lor,a
la antimonia entre su individualismo y, el
estruendosa de los Mares?
¿ q u é no darían los mediocres, por reducir
medio ambiente, es lo que caracteriza al Genio;
el Artista Verdadero, el Artista raro, no es
el Genio á la mudez?
el pantano es el eterno envidioso del Océa-
tolerado nunca, y, atrae la execración, del
no, como el crítico, es el eterno enemigo del
colectivo animal que lo rodea;
Genio;
.
,
cólera
viene
de
su
impotencia;
el
a
ma
su
de ambos es verde, verde como el limo, lleno
su grandeza lo aisla tanto como su v o luntad;
de reptiles enormes;...
'
_
.'..Todacreactón de Arte, es una Palabra,
el Grande escritor de quien vengo á h a blaros, es un Extraño y un Aislado;
en el Pórtico del Ideal, que es su templo,
aparece así, Enigmático y Taciturno, escol-
dicha;
— 179 —
ELOGIO
tado por dos efigies: el Silencio y el Ensueño;
Valle-Inclán, no es un escritor popular, m
siquiera un escritor, célebre, es simplemente,
DEL
AUTOR
cultiva la Belleza;
he ahí por qué, en la literatura de su tiempo, es un Extraño y un Aislado.
cuando se es un Artista puro, u n Artista
un escritor glorioso;
la Gloria no se dicierne, la Gloria se posee;
apasionado y verdadero, se tiene el derecho
Valle-Inclán, no colinda por ningún lado
de estar orgulloso de esa forma sagrada del
suplicio, que es: la Soledad;
con la popularidad;
no cultiva el género chico, que hace veinte
la aparente Iniquidad de los hombres, llena
años triunfa en España, y, educa y divierte
una tarea divina: aislando al Artista, lo su-
el alma heroica y triste de ese pueblo;
no es un profesor de hilaridad;
blimiza;
confinándolo en su Reino, le vuelve su So-
no cultiva tampoco el enojo, que los escri-
beranía Absoluta; y, extasiado por su Belle-
tores graves de su país, estilan en sus libros,
za, el Artista entra en el Heroísmo de su
ese enojo mortal, capaz de hacer dormir de
Destino, y cumple su Misión: Crear en Be-
pie, á u n neurótico en cólera;
lleza;
los libros de Valle-Inclán, no son un éxito
de librería, son simplemente una victoria del
Arte;
él, no cultiva el Suceso
—180
—
así la Obra de ese gran Solitario, de ese
Excelso Impopular, que es Valle-Inclán.
¿Habéis visto el toro Farnesio, alzarse bajo
la luz pausilípea, en su simplicidad deseo-
turaleza, poderosa, arrogante
y
terrible.
leyendo á Homero, decía Miguel Angel, se
mira uno, para ver si tiene quince codos de
munal?
¿no os parece al mirarlo en la vastitud de
la sala blanca, sin p e n u m b r a s , que las entrañas del Pentélico se han abierto para dar
paso á ese cornúpeto enorme, pronto á lanzar sus mugidos contra el cielo y á escalar
los astros para pisotearlos, con sus pezuñas,
vírgenes del polvo de la T i e r r a ?
se diría que en la obscura virilidad de sus
alto, como los héroes del P o e m a ;
la familiaridad con lo grande; engrandece;
es un fenómeno de óptica moral;
saliendo de las representaciones de Esquilo, donde las mujeres en cinta daban á luz y
la epilepsia, se desarrollaba en los niños; los
mozos golpeaban enardecidos, sus escudos
contra las estatuas, gritando: ¡Patria! ¡Patria!..
ojos ausentes, d u e r m e todo el vértigo enloquecido, de.la Noche; que en su garganta d u e r m e el crepitamiento de un m a r y se le miran
los lomos enormes, por ver si brotan de ellos
las alas descomunales, que se despliegan bajo
las crineras de oro de los bueyes taciturnos
una fiebre heroica los poseía, como si los
muertos de Maratón, gritasen todos, por sus
bocas;
el contagio del Genio los ganaba;
es lo propio de toda Obra de Arte: insuflaron un soplo, haceros vivir su vida, daros su
del Apocalipsis;
es la F u e r z a , la F u e r z a enorme de la N a — 182 —
propio espíritu;
y, ese contagio de emoción, intenso y co-
yo, no he leído, otro escritor peninsular,
municativo, lo sentiréis, leyendo los extra-
que represente en más alto grado y más per-
ños libros de don R a m ó n del Valle-Inclán,
fectamente, el alma de su Patria, y cuyos
llenos del vértigo enloquecido del Dolor y de
cuadros tengan en tonos más acentuados: el
la M u e r t e :
color del Alma Española;
este raro Escritor posee como nadie ese
privilegio misterioso de captación del ánimo,
de hipnotización sortíleja, imperativa y vidente;
<¿el color del Alma?
Sí;
el alma española es, negra y roja;
tiene el color de sus grandes cuadros, el
bajo el influjo de aquel espíritu de monje
color querido á sus pintores, que más profun-
soñador y legendario, sentiréis revivir en
damente la han interpretado: negro con G o -
vosotros, los ya olvidados miedos de la i n -
ya; rojo y negro con Velázquez; negro-lívido,
fancia...
con Rivera;
muertos y aparecidos, brujas y endriagos,
negro y rojo, como sus poemas, sus d r a -
toman bajo aquella pluma medio-eval y c a -
mas, toda su poesía y su prosa heroica, antes
balística, nuevas formas de vida, de una per-
de la anemia claustral que la enervó y de la
sistencia enorme, y, pueblan y obsesionan y
aparición de esa literatura delicuescente y
torturan el ánimo, moviéndose en un campo
pálida, que marcó el cénit de su decadencia,
caliginoso de Visión;
en la postrera mitad del siglo último;
-
I85 —
el alma española, es, heroica y claustral;
zados por un terrible Ideal, impulsados por
monástica y bélica;
al fanatismo religioso y llevados por él á tra-
el poema rojo de la guerra y el salmo n e gro del monasterio, se unen en ella y la mo-
vés de la Historia, como por un huracán, estéril y fatal;
esa supervivencia de idolatría á r a b e , he
delan ;
sido el Alfa y el Omega de la Historia de ese
su Epopeya, es, un grito enorme de V i o lencia y de Fe;
pueblo á través de los siglos, y ha hecho el
alma nacional, roja, como las arenas del de-
lo heroico reside en ella en dosis inverosímiles, y, lo piadoso es una inmensidad;
lo trágico está en el fondo de su vida, un
'trágico de Atridas, que hace retroceder el
alma asombrada, á los más remotos horizontes de la Historia;
sierto, negra, como la sombra de una m o n taña, en la noche;
alma de Kalifa y de Monje;
Sacerdotal y marcial;
O m a r y Loyola;
bajo cada héroe hay un fraile, bajo cada
Dios, llena toda la historia de aquel pueblo, con el m i s m o soplo de Heroicidad y de
fraile hay un h é r o e ;
en todos esos guerreros y esos monjes, que
Ferocidad, con que llena Jeh'ová las páginas
llenan las historias, las comedias y las pintu-
sonoras de la Biblia;
ras, délos siglos florecientes del alma española,
hay una extraña similitud, entre estos dos
¿qué nota impera? la nota roja; la nota negra;
pueblos, guerreros tenaces y rapaces, fanati-
—186
—
. 8 7 -
ELOGIO
esos Señores, con gorguilla y ferreruelos
que en el Museo del P r a d o , emergen de las
telas negras, sus cabezas pálidas y a n o r m a les, como obsesionados de un tenaz sueño de
rapiña y de gloria, tuvieron el alma roja,
roja como las manos: fueron los h o m b r e s
de Flandes y de América; guerreros y c o n quistadores; h o m b r e s de presa; hombres de
sangre;
D E L
A U T O R
yo no he visto alma más dolorosa, que esa
grande y noble alma española;
toda la tristeza árida de sus campos castellanos se conglomera en ella, inconsolable y
austera;
aun en su carcajada es triste;
¿hay algo más melancólico, que la alegría
que se desprende del Quijote?
el Quijote, bien leído, hace llorar;
y, en él reside el alma española, toda el
y, esos obispos, esos abades, esos frailes,
que en el Silencio de las sacristías, destacan
de las telas mal pintadas y del gris opaco de
sus sayales, sus cabezas de buitres pensativos, con miradas torvas de asesinos: todos
ellos tuvieron el alma negra; fueron los hombres de la Inquisición;
alma española, heroica y creyente; desmesuradamente triste...
esa es el alma que gime y canta y pasa
como un fantasma en campos de desolación
por los libros de Valle-Inclán;
¡alma radiosa y misteriosa, en paisajes de
opacidad;
el rojo de la espada;
es verdad, que un ligero azul, tiñe á veces los
lo negro de la cruz;
cielos, de esos cuadros, llenos de una m a n s e -
he ahí el alma hispana;
—189
—
r88
—
—
ejfctt*®
d u m b r e de Infinito, diáfanos al nacer el Alba:
pasead por el Jardín
novelesco; los m u e r -
tos os hablan, los duendes os persiguen, las
pero, pronto se obscurecen;
brujas os acechan, Gomo en Shakespeare;
el azul, es un color italiano;
sus campos esmeraldean en ocasiones, con
un frescor de primavera, donde florece Una
hasta los niños que m u e r e n en la cuna, parecen expirar bajo una maldición;
los campesinos que allí hablan, no saben
alegría de rosas;
pero, p r o n t o se descoloran, se entenebre-
sino de leyendas medrosas, de historias de
asesinatos, de cuentos de aparecidos, de n a -
cen, entran en la sombra;
rraciones de milagros;
el verde es un color holandés;
Su cultura varía, su pasión de Arte, da á
veces á esos cielos tonos delicuescentes de un
hablan en el silencio de la noche, con v o ces miedosas, en torno á la hoguera intermitente que finge alucinaciones; y, tiemblan,
lila pálido;
pero pronto se diluyen y se esfuman; mue-
como bajo el resplandor de un puñal;
aquellas almas, no ven sino rojo y negro;
ren bajo la noche;
lo negro de su ignorancia, lo rojo de su p a -
el lila, es un color francés;
sión salvaje:
¿cuál es el alma del Marqués
deBradomin?
el alma de un m o n j e conquistador: roja y
negra;
en: Flor de Santidad,
el paisaje se aclara
á veces, hasta ese gris verdoso-acuático, que
priva en los cuadros del Grecco, y, bajo ese
— 191 —
cielo con las tonalidades de un sayal, las figuras, se m u e v e n , espectrales y d i f u s a s , en
porque ya os lo he dicho: el alma de ValleInclán, es la de un monje guerrero;
una vaguedad de limbo, inconsolables ó si-
es un místico-bélico;
niestras, criminales ó miserables: negras y
místico, quiere decir: del Misterio;
rojas;
en ese sentido, Valle-Inclán, es, un místico;
cuando habéis leído este Escritor, extraño
y, con él, todos los poetas obsesionados de
Infinito;
y prodigioso, sentís, tal tristeza en el ánimo,
tal b r u m a de desolación, que vuestra alma,
parece como hundida en esos mismos paisajes m u e r t o s , en que aquella fantasía, hosca y
pero, místico, n o quiere decir, precisamente, católico;
el misticismo y, el catolicismo,
pueden
genial, evocó é hizo gritar, la taciturna é i n -
hermanarse y se h e r m a n a n , como en el
consolable alma española;
Dante, con una violencia sombría, que es
y, es, que, Valle-Inclán, como todos los
escritores de raza, pone toda su alma en sus
como una epilepsia del Dogma;
pero, se puede ser místico y a n t i c a t ó l i c o ,
como H u g o ; místico y panteísta,
libros;
y, su alma es: negra y roja;
¡negra y roja: como la agonía de un c r e púsculo en el m a r ;
alma de meditación y alma de acción;
—192
—
como
Goethe, porque esas almas, inquietas y tenebrosas, volotean en el dintel del Misterio,
como las águilas del polo, en las riberas del
m a r glacial, insondable, impenetrable;
el Misterio, será siempre la atracción s u -
hay de ascetismo puro, en la vida intelectual de Valle-Inclán, en su a m o r fosco y apa-
p r e m a de las grandes almas;
el Arte, es como u n culto del Misterio, del
cual la Belleza, es la Esencia Revelatriz;
sionado por la Belleza, en su culto al Arte,
en el ardor con que lo defiende; en ia devo-
la Ortodojia, no implica el Misticismo, n i
ción con que trabaja la h e r m o s u r a arquitec-
la Heterodojia lo excluye; porque ninguna de
t u r a l de sus frases, su m o d o maravilloso de
las dos, es fin y esencia del Arte; ni indican
expresión, y, el grito de su elocuencia veraz
f o r m a s a p r o x i m a b a s , reales ni metafísicas
y difusa, llena de un sublime dolor, noble-
de la Belleza, que se transparenta del fondo
mente cantado, como en el motivo de una
sinfonía coral: dolor de H u m a n i d a d , e n o r -
del Misterio;
Valle-Inclán, es un místico, como H u y s m a n , pero, sin ardores de sectario;
es, uno, como Revenant
del Renacimiento,
un h e r m a n o de Vinci, con el cual guarda
múltiples puntos de contacto;
y,
como todos los artistas de aquella época
iluminada y bravia, es tan pronto á la inspiración como al combate; y, cerca á su pluma
austera, está su sable desnudo;
m e , sereno, diáfano como un cielo de Estío;
Valle-Inclán, como toda la juventud intelectual de España, desprecia la política y los
políticos y se aisla de ellos, como de una l e pra contagiosa;
y, yo, hallaría razón, á aquellos Caballeros del Ideal, desarzonados p o r el huracán
del pesimismo, sí n o viera, que confunden
lamentablemente, los hombres, con las ideas,
—195 —
ELOGIO
y , castigan, á éstas, q u e son inocentes, con
el odio q u e m e r e c e n aquéllos, q u e son c u l -
D E L
A U T O R
prosa lapidada y abrillantada, prosa de u n
benedictino que fuese u n Poeta, y, decidme
si la h a y m á s perfecta y, m á s sonora;
pables...
en la osatura m o r a l , alta y recia de ValleInclán, n o h a y elementos para u n político:
siendo p o r su e s f u e r z o de indagación, un
a m a d o r de f r a s e s arcaicas y un hacedor m a ravilloso de ellas, sabe sin e m b a r g o , t o m a r
carece de v é r t e b r a s ;
es u n idealista, meditativo y tenaz, casi u n
del m o d e r n i s m o u n a t e r s u r a de r i t m o s y u n a
iluminado, consciente de su sagrado deber
elasticidad de prosodia, que dan á su estilo,
d e Iniciador, seguro de q u e todo A r t i s t a , es
u n a novedad d e n t r o d e la tradición, q u e n o
u n Apóstol, por el esfuerzo p r o f u n d o , y el
se ve, en escritor algotro de su lengua;
candor colérico de su F e ;
p a r a m í , el T r i n o m i o del A r t e L a t i n o , en
E u r o p a , lo f o r m a n h o y , estos tres n o m b r e s :
él, ha logrado hacer, con lingotes de viejo
o r o español, el m á s bello sagrario á la m o dernidad;
D ' A n n u n z z i o , en Italia; Mseterlinck, (*) en
F r a n c i a ; y, Valle-Inclán, en E s p a ñ a ;
leed la prosa impecable de este ú l t i m o , esa
... Si sois un espíritu fatigado, en ansia de
reposo, n o leáis los libros d e Valle-Inclán:
su t u m u l t o e x t r a ñ o exasperará v u e s t r a s neu-
(*) Se me dirá que M s t e r l i n c k es belga. Sea.
Pero tiene u n alma latina. Escribe en francés y su
arte y su c u l t u r a , francesas son.
— 196 —
rosis;
en aquel torrente, n e g r o c o m o la n o c h e ,
— 197 —
ELOGIO
DEL
AUTOR
las estrellas no brillan fraternales, sino c o m o
r o s t r o s de M é n a d e s , vistas en el a n t r o p r o -
E L O G I O
DEL
A U T O R
p o n e r alas en los espíritus, esta facultad de
abrir en lo desconocido, h o r i z o n t e s incitativos al vuelo;
fundo;
esa ampliación ilimitada, de la óptica espi-
Valle-Inclán, c o m o todos los escritores, geniales y p r o f u n d o s , es u n gran Incitador;
su m é r i t o m a y o r n o está en lo q u e os dice,
sino en lo q u e os sugiere;
simbolista nato, y, d e alta escuela, él, o s
entrega á lo I g n o t o , a b r e con m r no violenta,
las p u e r t a s del Misterio; y, os hace e n t r a r
en E l ,
ritual, es privilegio exclusivo de aquellos seres r a r o s y fugitivos, q u e tienen en su m a n o
la a n t o r c h a del Genio, esa a n t o r c h a inseparable, que t e r m i n a por a r d e r y calcinar la
m i s m a m a n o que la levanta en la n o c h e ;
esa facultad de h a c e r n o s sentir, lo que n o
nos h a n dicho, y, no nos dirán jamás, y, de
hacernos p r o s t e r n a r ante el V e r b o virgen,
v u e s t r o s ojos, ávidos, buscan; y, seguís el
a l m a del A u t o r , y , esa alma se os escapa, c o m o
u n a s o m b r a , b o r r a d a en la v e t u s t a palidez d e
u n m u r o ; ella, t a m b i é n es, u n Símbolo;
y, v u e s t r o sueño, comienza, d o n d e el Sueñ o del A u t o r acaba;
el ú l t i m o e s ú i e r z o del A r t e , es, este s u g e rimiento d e la Belleza Interior, este don de
— 198 —
q u e yace en el labio m u d o , es, la m á s alta aptitud de los Escritores O p t i m o s , de aquellos
cuyo p e n s a m i e n t o vive en la n u b e vertiginosa del Símbolo, cercano á la tenebrosa o b s curidad del Misterio;
y, Valle-Inclán, posee esa aptitud, en enormidad;
ELOGIO
el pavor que se siente, mirando ese río de
tinieblas, que es la Poesía Hebraica, os asalta
DEL
A U T O R
libros de Iniciación; libros de Vida espiritual, donde el miraje se cristaliza, y la V i sión, se hace cíclica;
leyendo los vastos poemas de Valle-Inclán,
llenos de u n esplritualismo vehemente; de
imperiosa y singular, compleja y luminosa
la Obra de Valle-Inclán, es como su alma:
un acre deseo de Infinito;
u n a de las más raras y más grandes, que h a es como u n Isaías, sin cóleras, coronado
de rosas de Israel;
yan aparecido en la agonía lamentable del
siglo último y brillado en el alba incierta de
los nardos de sus prosas, os embriagan, os
s u m e n en soñaciones y añoranzas;
la emoción personal, intensa y dolorosa,
se oculta bajo la frase altanera, como el r o s tro de un hidalgo, bajo el embozo de la capa;
pero, los ojos, los terribles ojos obsesionantes del espíritu, quedaban allí, brillando como
soles:
este nuevo siglo, lleno de misteriosas renovaciones;
y, es, por su rareza, que m e atrae;
por su rareza, y por su profundidad;
ondulante, cambiante, borrascoso; pesado
de Misterio; un lago en la montaña; negro
bajo las estrellas;...
esa alma medio-eval, mezcla de Vinci y
sólo Mzeterlinck tiene ese poder de ideación, y, os deja esta impresión inaccesible é
inexplicable despótica y dulce á la vez, que
os dejan los libros de Valle-Inclán;
—
200
—
de Savonarola, llena de germinaciones de
Arte, y, de Obsesiones de Muerte;
ese escritor con alma de conquistador; tan
— 201 —
apto para manejar la pluma de Dante, como
Cautivo de su Libertad, Valle-Inclán, es
para ceñirse la espada del Cid; monje letrado
como todos los grandes escritores, un Sobe-
y turbulento, muy superior á Tolstoy, del
rano de la Impopularidad;
cual no tiene la mentirosa simplicidad, y,
m u y semejante á Josephin Peládan, del cual
nb tiene, la desesperante comicidad;
el vulgo iletrado lo ignora, el vulgo letrado, quisiera ignorarlo
el gusto profano y profanador de la b u r -
ese soñador brumoso y a u d a z , lleno de
guesía intelectual, no a m a , no puede amar,
prestigios interiores, rico en la maravilla de
la noble Metafísica y la elegante estética, de
sus creaciones superiores, ha de atraer sobre
este Novalis peninsular, tan lleno de miste-
si, en hora no muy remota, la entusiasta é
imperativa admiración, del mundo latino-in-
rioso encanto;.
la prueba de la Soledad, esa prueba que
enamoradas
consagra al Genio, la ha sufrido Valle-Inclán,
de la pura Belleza Espiritual, y del encanto
en España, y, ha de sufrirla en América, por
infinitamente subtil de las ideas;
parte de aquellos atrofiados, sin otro presti-
telectual, de las almas de élite,
actuando en u n campo absolutamente r e -
gio que el de su propia incapacidad;
belde al Arte, Nuevo, Valle-Inclán, no triun-
pero, hallará allí, un grupo mayor de al-
fará en España, pero, está llamado á triunfar
mas, mejor preparadas para percibir y reci-
en América, y, á regir el imperio de la bella
bir esa irradiación de Belleza que surge de
prosa hispana, más allá del mar;
las obras singulares, las obras inquietantes,
—
202
—
— 203
que escapan á la comprensión de los mediocres;
la juventud intelectual de América, ya tan
exquisitamente cultivada, esa juventud innovadora, que ha hecho del Arte, una como
Teología de la Belleza, esa, acogerá á ValleInclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á
Valle-Inclán, como á un Maestro, como al
m á s alto y p u r o Maestro, que el Renacimiento de la España literaria, puede ofrecer
á la inquietud ávida de sus almas, enamoradas de un severo Ideal.
VARGAS V I L A .
P a r í s , I9O7.
INDICE
que escapan á la comprensión de los mediocres;
la juventud intelectual de América, ya tan
exquisitamente cultivada, esa juventud innovadora, que ha hecho del Arte, una como
Teología de la Belleza, esa, acogerá á ValleInclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á
Valle-Inclán, como á un Maestro, como al
m á s alto y p u r o Maestro, que el Renacimiento de la España literaria, puede ofrecer
á la inquietud ávida de sus almas, enamoradas de un severo Ideal.
VARGAS V I L A .
P a r í s , I9O7.
INDICE
Págs.
DEDICATORIA
EL
MARQUES
G
DE
BRADOMIN
JORNADA PRIMERA
G
JORNADA SEGUNDA
JORNADA TERCERA
ELOGIO DEL AUTOR
1
•.
.
.
IA5
L 6 G
OBRAS MODERNAS EN PROSA
DS
INTERESANTE
LECTURA
ACEB \ L ( rancisco)
Pesetas
Huella de Almas (novela)
D e .ni rincón...
3
° 75
ALARCÓA (Mariano)
Obras de tea e r o . - T o m o I: Moisés
coníem•i oran 'o. Contiene este tomo Jas si guientes obras: El éxodo (drama en cuatro act o s ) . - E n el desierto (drama en cuatro act o s - L a tierra de promisión (drama en
cu.Uro actos)
5
T a ñ o II. l)el dolor al olvido. Contiene
e , t e tomo las siguientes obras: Rescatada (drama en tres a c t o s ) . - R a y o de s o l
(drama en un acto). La fuerza de la c o m e n t e (La sinfonía de las aguas), drama
en cuatro actos
A R C E (Francisco de)
Pasionales (cuentos)
La calafrava (novela)
Imprenta de Arróyave y González, Pizarro. 15-
A R É V A L O (Joaquín)
Misterios del lupanar (novela)
2
r
4
CATÁLOGO D E 0 B K A S MODERNAS EN PROSA
LIBRSRÍA DE G . PTJEYO
.5
Pesetas
Pesetas
B A R K (Ernesto)
Filosofía del placer
L a Invisible (novela contemporánea)
G O N Z Á L E Z B L A N C O (Edmundo)
Las iglesias del Estado
3
3
B A R R I O B E R O Y H E R R Á N (Eduardo)
C e r v a n t e s de levita (crítica social)
Misterios del mundo (Filosofía del suicidio)
D o n Q u i j o t e d e la Mancha (comedia lírica
sobre la b a s e de la obra del inmortal Cervantes)
G u e r r e r o y algunos episodios d e su vida
milagrosa (novela documentaría)
B U E N O (Manuel)
Almas y paisajes (cuentos)
A ras de tierra
••
1
i
^
A toda máquina
2
H O Y O S Y V I N E N T (Antonio)
Frivolidad (novela)
Mors in v i t a (novela)
5o
3 50
4
H U E R T O S (Luis G.)
H a m p a (novela)
R e r u m (prosas)
2
3
^
D I C E N T A (Joaquín)
•••
3
2
(Eugenio)
L a muerte de Isidro Nonell
arbitrarias)
1 50
1
D A R I O (Rubén)
Azul
T i e r r a s solares
D'ORS
3 50
3
3
3
2
H E R E D I A (Rafael)
2
CAMBA (Francisco)
Camino adelante (novela)
D e piedra á piedra (cuentos)
Crónicas
i
H É C T O R A B R E U (Manuel)
Aves d e paso (novela)
Novelerías
Amazona (novela)
El Espada (novela del toreo)
Dominio de faldas (psicología m a s c u l i n a ) . .
(Narraciones
G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador)
Rebelión (novela)
Los alquimistas. Estudiq sobre la alquimia
y sus adeptos
3
3 5o
2
I G L E S I A V A R O (Antonio de la)
Angustias Salazar (novela)
3
2
....
3
L A R R U B I E R A (Alejandro)
Camino del pecado (novela)
2
L E Y V A (Nicolás)
Cuentos en papel de oficio.
3
L Ó P E Z D E H A R O (Rafael)
E n un lugar de la Mancha(novelamanchega)
Dominadoras (novela madrileña)
2
3
MARTIN R U I Z (Leocadio)
Tierra sultana (prosas)
1 50
M A R T i N E Z - R U I Z (José) «Azorín»
Los hidalgos (La vida en el siglo XVII)
1 50
6
LIBRERÍA Df¡ G. PUEYO
CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS FN PR' SA
Pesetas
M A R T I N E Z S I E R R A (Gregorio)
Teatro de Ensueño
Motivos
. L a t r i s t e z a del Q u i j o t e .
Sol d e la t a r d e
H a m l e t y el c u e r p o d e S a r a h B e r n a r d
Pascua Florida
Diálogos fantásticos
L a feria d e Neuilly
Aldea ilusoria...'
M U Ñ O Z (Isaac)
V i d a (novel V)
V o l u p t u o s i d a d (idem)
A l m a i n f a n z o n a (ídem)
MURGER Y BARRIERE
L a b o h e m i a ( c o m e d i a e n c u a t r o actos)
Ñ E R V O (Amado)
A l m a s q u e p a s a n ( ú l t i m a s prosas) . . . . . .
O t r a s v i d a s (novelas c o r t a s )
,.
4
5
4
3 5°
2
2
4
4
1
3
3
2
35°
3 5o
3
R O D E N A S (Miguel A . )
Tierras de paz
R U S I Ñ O L (Santiago)
Pájaros de b a r r o . !
D e s d e el molino ( i m p r e s i o n e s d e a r t e )
Pesetas
D e s d e el molino (edición e c o n ó m i c a )
V i d a y d u l z u r a (comedia)
B u e n a g e n t e (comedia e n c u a t r o actos).—
El e n f e r m o c r ó n i c o ( c o m e d i a en un acto).
L a fea (drama e n t r e s actos).—El b u e n p o licía (comedia e n dos actos)
i
2
5
5
3
R A M O S ( F e r n a n d o ) y B R A V O (Marcelino)
A l m a y c a r n e (novela e x t r e m e ñ a )
R É P I D E ( P e d r o de)
La enamorada indiscreta.—Agua en cesti11o.—No h a y f u e r z a c o n t r a el a m o r . (Tves
n o v e l a s e n u n tomo)
7
3
5
5
S A L A Z A R (Rodolfo).
R e m e d i e t s y F r a s q u i t e t a (novela alicantina)
R i s i s y l á g r i m a s ( n o v e l a en c u a t r o c a p í tulos)
O 50
S A S S O N E (Felipe)
Malos a m o r e s (novela)
A l m a s d e f u e g o (novelas c o r t a s )
D e mi c a r i ñ o ( p r o s a s í n t i m a s )
1
3
1
S A W A (Miguel).
A v e fémina
1
O 50
S I L E S (José d e )
L a n o v i a de L u z b e l
1
L a c a s a d e la a l e g r í a
1
El lobo y la o v e j a
1
El d r a m a del C a l v a r i o ( l e y e n d a s m í s t i c a s ) . . 1
Boda buena y boda mala
1
El cincel y la p a l e t a
1
A c u a r e l a s del r e d o n d e l ( n a r r a c i o n e s t a u r i nas)
i
Cielos y a b i s m o s
1
Memorias de un patriota
r
L a estatua de nieve
x
La copa de veneno
1
El p a r a í s o d e los p o b r e s
1
L a hija del f a n g o (novela)
1
if'
-M • ti-V
8
CATÁLOGO DE OBHAS MODERNAS EN PROSA
LIBRERÍA DE G. PUEYO
Pesetas
Historias de amor
El asesino de Lazara
L a p i c a r a Cornelia (novela p i c a r e s c a )
El b a r ó n d e C h i c h a y n a b o (id.)
L a n i ñ a del fraile (id.)
1
I
I
i
*
m
S U A R E Z D E P U G A (Antonio)
P a n de c e n t e n o (novela gallega)
2
T R I G O (Felipe)
L a s i n g e n u a s (novela pasional), dos t o m o s .
L a sed d e a m a r (novela)
A l m a en los labios (novela)
D e l frío al f u e g o (ellas á bordo), n o v e l a
L a a l t í s i m a (novela)
El amor e n la v i d a y en los libros
Socialismo individualista,
7
3
3
3
3
3
3
5o
5o
50
5o
" V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del)
S o n a t a d e P r i m a v e r a (novela)
2
S o n a t a d e E s t í o (id.)
3 5°
S o n a t a d e O t o ñ o (id.)
3 5°
S o n a t a d e I n v i e r n o (id.)
3 5o
E l o r d e S a n t i d a d (id.)
2
A g u i l a d e B l a s ó n (id.)
3 5°
• J a r d í n novelesco.—Historias de santos: de
a l m a s e n p e n a : d e d u e n d e s y d e l a d r o n e s 3 50
0
Jardín umbrío
75
El Marqués d e B r a d o m í n ( n o v e l a )
3 5o
Historias perversas
2
V I D A L (Pepita).
C o s a s q u e p a s a n (prosa ligera)
2 50
Z A M A C O I S (Eduardo)
Río abajo
P u n t o n e g r o (novela)
3
3
•
D e s d e el a r r o y o
T i k - N a y . El p a y a s o i n i m i t a b l e
L a c i t a (novela d e El Cuento Semanal)...
Pesetas
j
3
o 30
•
3
Z A Y A S (Antonio)
Ensayos de crítica histórica y literaria
3 50
w
m%
«
C U Q U E R E L L A (Félix)
D 1 amor
2
C H O C A N O (José S a n t o s )
Lus c o n q u i s t a d o r e s ( d r a m a heroico en t r e s
actos)
2
D A l í I O (Rubén)
OBRAS M93EM1S M '
.'tiros
d e v i d a "y e s p e r a n z a
P r o s a s profanas
DIEZ CAÑEDO
A B R I L (Manuel)
¿ora r o m á n t i c a
2
G A R C Í A V A L E N Z U E L A (G.)
••••
Rumor de notas
B R E N E S M E S E N (Roberto)
2
G I L A S E N S I O (Federico)
• •
C o m o la v i d a .
j
G O D O Y Y S O L A ( R a m ó n de)
B R I G A (Augusto)
Aspiraciones
Mundanas
2
G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador)
C A R R E R E (Emilio)
Medallones
Románticas
El c a b a l l e r o d e la m u e r t e
<.
C a n t o s sin eco (prólogo d e Manuel R e i n a ) .
2
2 50
J I M É N E Z ( J u a n R.)
C A S T R O (Cristóbal d e )
El a m o r q u e p a s a
CATARINEU
Estrofas
3
2
N (Fernando)
'-i
B A R R A N T E S (Pedro)
E n el silencio
2
. er or
„muamente
B A C H I L L E R C A N T A C L A R O (El)
L o s señores d i p u t a d o s , 4 ° ° sexnb'
v e r s o , con un prólogo d e G a l d ó s
T i e r r a y cielo
(Enrique)
Vers ;s d e las h o r a s
• v ;:A (Niio)
C a n c i o n e s del corazón y d e la vida.
5
5
•••
Ninfeas..
Jardines l e j a n o s . . . . !
Rimas
A l m a s d e violeta
5
3 gQ
2
2 50
12
CATÁLOGO DE OBRÀS MODERNAS E S VERSO
P6^0t88
R O S A D O V E G A (Luis)
Pesetas
LÓPEZ
A L A R C Ó N
Alma y s a n g r e
Sensaciones
Libro d e e n s u e ñ o y d e dolor
(Enrique)
Constelaciones
3
L L A N O S (Américo)
A flor d e a l m a
M A C H A D O (Antonio)
Soledades-Galerías-Otros poemas
MACHADO
2
S A L A Z A R (Rodolfo de)
Ecos del a l m a
2
3
S A N C H E Z R O D R I G U E Z (José).
Alma andaluza
2
S H É R I t t (Leonardo)
V e r s o s d e Abril
2
S I L E S (José de)
Los f a n t a s m a s del m u n d o
El diario d e u n p o e t a
Musa r e t o z o n a
El c a r n aval e t e r n o
1
1
1
1
5
5
V A L (Mariano Miguel de)
Edad dorada
3 50
2
V A L E N Z U E L A ( J o s é de)
Almas y Cármenes
6
V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del)
Aromas de leyenda
3
VARIOS AUTORES.
L a c o r t e d e los p o e t a s . — F l o r i l e g i o d e ritmas modernas.—Forma un elegante tomo
d e 348 p á g i n a s y c o n t i e n e 173 composiciones e n v e r s o d e los m e j o r e s p o e t a s modernos españoles é hispano-americanos..
4
(Manuel)
Alma-Museo-Los cantares
Caprichos
L a fiesta n a c i o n a l
3
3
° 75
C A M P O (Marqués d e )
2
Estampas
Ñ E R V O (Amado)
Poemas
Perlas negras
O R T I Z D E P I N E D O Gosé)
Dolorosas
Poemas breves
Huerto humilde
ORY
2
3
( E d u a í d o de)
La primavera canta
El p á j a r o azul
••
1
5o
5o
1
P U J O L (Juan)
Ofrenda á Astartea
2
R É P I D E ( P e d r o de)
Las c a n c i o n e s
Libertad
Las c a n c i o n e s d e la s o m b r a
8
3
6
3
1
3
V E R D U G O (Manuel)
Hojas
2
14
CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS EN VERSO
¡'eses-s
V I D A L (Pepita).
Lira andaluza
Cosas que p a s a n
Vibraciones
•....
3 50
2 50
1
3 de E s p e r a n t o
V I L L A E S P E S A (Francisco).
Tristiti® rerum
L a s c a n c i o n e s del c a m i n o
Carmen
Rapsodias
3
3
2
2
ZÁV" '
i
Z A Y A S (Aotonio de).
Joyeles bizantinos
Retratos antiguos
Paisajes
N o c h e s blancas
Leyenda
4
3
3
4
4
•• "•
s
Pesetas
'
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k r e s t o m a t i o d e la linguo E s p e 6
VILLANUEVA
Esperanto-Español y Españjl-
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ÍN.
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6
VILLANUEVA
. . .1 . e ercicios d e la l e n g u a i n t e r n a c i o ,J.»I E s p iranto
3
DLJ**üS S E D Ó é I N G L A D A O R S
C u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o , lecciones g r a d ú a ¡as y e j e r c i c i o s p a r a a p r e n d e r sencil l a m e n t e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l
3
DUYOS SEDÓ é INGLADA
ORS
C l a v e d e los t e m a s y ejercicios contenidos e n el c u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o . . .
o 75
GUINART
G r a m á t i c a d e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l a u x i liar E s p e r a n t o
Diccionario Esperanto-Español de Raíces..
o 75
1
X6
CATÁLOGO DE OBRAS DE RSPERASfTO
Pesetas
CART
P r i m e r a s lecciones d e E s p e r a n t o
H i s p a n a Jarlibro Esperantista (anuario e s -
° 75
^
perantista) para
° 5
Verba amuzajo
E n u m e r a c i ó n y significado de los afijos . . o 25
Ekzerco je tradukado, ejercicio de traduc- ^ ^
ción
••/•.
„
Cent dek T r i humorajoj verkitaj au Espe. . •
. . . o &o
;
Provo de Esperanta Nomigado de personaj
nom
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Clave Esperanto
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