DON iiÁMON L VALI. •: UÇLAN % EL M A R Q U E S DE B R A D O M I N EL ) E OBRAS FEMENINAS EPITALAMIO CENIZAS DEL A U T O R (agotada). (agotada)'. C O R T E DE A M O R BRADOMIN: OLOQUIOS ROMANTICOS: >R D O N R A M O N (agotada). (segunda edición). JARDÍN N O V E L E S C O MARQUES DEL VALLE- LO L A N (segunda edición). S O N A T A DE P R I M A V E R A , I , S O N A T A DE E S T Í O , I I , SONATA DE O T O Ñ O , I I I , (tercera edición). (tercera edición). S O N A T A DE I N V I E R N O , I V , F L O R DE SANTIDAD (tercera edición) (tercera edición) (segunda edición). A G U I L A DE BLASÓN. A R O M A S DE L E Y E N D A . E L M A R Q U É S DE BRADOMIN. R O M A N C E DE L O B O S . B EN PRENSA 2 W m •»"»sm.mé** f ò HERNÁN C O R T É S . PUEYO: AÑO EDITOR: MCMVII: DRID: : : : MA: • "mimnm \qcn E L MARQUES D E BRADOMIN i ! h — Tipografia de Archivos. I n f a n t a s . 42. 13. a • N • H diálogos tuvieron ®¡=JÍ hace tiempo vida en el teatro. Es un recuerdo que me sonríe al releer estas páginas: Con ellas envió á Matilde Moreno y á Francisco García Ortega mi saludo de reconocimiento, de admiración y de amistad. » T O S JORNADA PRIMERA m s s ^ Z N jardín y en el f o n d o u n palacio: El jardín y el palacio tienen esa vejez señorial y m e l a n cólica d e los lugares p o r d o n d e en otro t i e m p o pasó la vida a m a b l e d e la galantería y del a m o r . Sentado en la escalinata, d o n d e verdea el m u s go, u n zagal de pocos años amaestra con los sones de su flauta, u n a nidada de mirlos prisionera en r ú s tica jaula de cañas. Aquel niño de fabla casi v i s i g ó tica y ojos de cabra triscadora, con s u sayo de e s t a m e ñ a y sus guedejas trasquiladas s o b r e la f r e n t e p o r t o n s u r a casi monacal, parece el hijo de u n a n t i g u o siervo de la gleba. La d a m a pálida y t r i s t e , q u e vive retirada en el palacio, le llama con l á n g u i d o c a p r i cho Florisel. P o r la h ú m e d a avenida de cipreses aparece u n a vieja de aldea: T i e n e los cabellos blancos, los ojos c o n q u e r i d o r e s y la color b e r m e j a . El m a n t e o , de paño sedán, q u e sólo luce en las fiestas, lo trae doblado con p r i m o r y puesto c o m o u n a birreta sobre la cofia blanca: Se llama Madre C r u c e s . LA MADRE CRUCES ¿Estás adeprendiéndole la lección á los mirlos? FLORISEL Ya la tienen adeprendida. LA MADRE CRUCES ¿Cuántos son? FLORISEL Agora son tres. La señora m i ama echó á volar el que mejor cantaba. Gusto que tiene de verlos libres por los aires. LA MADRE CRUCES ¡Para eso es la señora! ¿Y cómo está de sus males? FLORISEL ¡Siempre suspirando! ¡Agora la he visto pasar por aquella vereda cogiendo rosas! LA MADRE CRUCES Solamente por saludar á esa reina he v e nido al palacio. A encontrarla voy. ¿ P o r dónde dices que la has visto pasar? FLORISEL Por allí abajo. A M a d r e C r u c e s se aleja en b u s c a d e la s e ñ o r a , y t o r n a á r e q u e r i r su flauta F l o r i s e l . El sol otoñal y m a t i n a l d e j a u n r e f l e j o d o r a d o e n t r e el v e r d e s o m b r í o , casi n e g r o , d e los á r b o les v e n e r a b l e s . L o s castaños y los c i p r e s e s q u e c u e n t a n la edad del palacio. La Q u e m a d a y M i n g u i ñ a , d o s m u j e r u c a s m e n d i g a s , a s o m a n en la p u e r t a del j a r d í n , u n a p u e r t a de arco q u e t i e n e , l a b r a d o s en la p i e d r a s o b r e la cornisa, c u a t r o e s c u d o s c o n las a r m a s d e c u a t r o l i n a j e s d i f e r e n t e s . L o s l i n a j e s del f u n d a d o r , n o b l e p o r t o d o s sus a b u e l o s . Las d o s m e n d i g a s a s o man medrosas. LA QUEMADA ¡A la santa paz de Dios Nuestro Señor! MINGUIÑA ¡Ave María Purísima! LA QUEMADA ¡Todas las veces que vine á esta puerta, todas, me h a n socorrido! MINGUIÑA ¡Dicen que es casa de m u c h a caridad! EL MARQUES DE B R A D O M I N EL MARQUES DE BRADOMIN FLORISEL L A QUEMADA ¡Por sabido que no! N o se ve á nadie... MINGUIÑA MINGUIÑA ¡Tal acomodo quisiera yo para un nieto ¿Por qué no entramos? que tengo! L A QUEMADA. FLORISEL ¡Y si están sueltos los perros! No todos sirven para esta casa. Lo p r i m e r o MINGUIÑA que hace falta es muy bien saludar. ¿ T i e n e n perros? MINGUIÑA L A QUEMADA T i e n e n dos, y un lobicán m u y fiero... FLORISEL Mi nieto es p o b r e , pero como enseñado lo está. jSantos y buenos días! ¿Qué deseaban? L A QUEMADA Venimos á la limosna. ¿ T ú agora sirves aquí? Buena casa has encontrado. E n los palacios del R e y no estarías mejor. FLORISEL ¡Eso dícenme todos! L A QUEMADA Pues no te engañan. — 14 — FLORISEL Y hace falta lavarse la cara casi que todos los días. MINGUIÑA E n un caso también sabría dar gusto. FLORISEL Y dentro del palacio tener siempre la montera quitada, a u n cuando la señora n o se halle presente, y no meter r u i d o con las m a — iS — FLORISEL drefías ni silbar por divertimiento, salvo que ¿Y vienen de muy lejos? no sea á los mirlos. MINGUIÑA L A QUEMADA De San Clemente de Bradomín. ¿ T ú aquí sirves por el vestido? LA QUEMADA FLORISEL ¡Todo por monte! Por el vestido y por la soldada. G a n o m e dia onza cada año, y á cuenta ya, tengo r e cibido los dineros para m e r c a r esta flauta. FLORISEL Ya sé dónde queda. Allí tiene u n palacio el más grande caballero de estos contornos. ¿Vostedes es la p r i m e r a vez que vienen á la MINGUIÑA limosna? L A QUEMADA ¡Yo hace muchos años! MINGUIÑA Yo es la p r i m e r a vez. Nunca creí verme en tanta necesidad. F u i criada con el regalo de u n a reina, y agora no me queda otro triste remedio que a n d a r por las puertas. Un hijo tenía, luz de mi tristes ojos, a m p a r o de mis años, y m u r i ó en el servicio del Rey, adonde fué por un rico. ¡También es puerta aquella de m u c h a c a ridad! Agora poco hace, llegó el señor mi Marqués, al cabo de muchos años. Dicen que viene para hacer u n a nueva g u e r r a por el Rey Don Carlos, á quien le robaron la c o rona cuando los franceses. L A QUEMADA Aquél m u r i ó . El de agora es un hijo. MINGUIÑA Hijo ó nieto, es de aquella sangre real. —,17 — « la p u e r t a del jardín a s o m a u n a h u e s t e d e m e n d i g o s . P a t r i a r c a s haraposos, m u j e r e s escuálidas, m o z o s lisiados. R a c i m o de g u s a n o s q u e se a r r a s t r a por el polvo d e los c a m i n o s y se d e s g r a n a en los m e r c a d o s y feriales de las villas sald a n d o cuitas y p a d r e n u e s t r o s , c a r a v a n a q u e descansa al pie d e los c r u c e r o s , y r e c u e n t a la l i m o s n a d e m a z o r c a s y m e n d r u g o s de b o r o n a , á la s o m b r a d e los « A l a d a r e s flor i d o s d o n d e cantan los P ^ to á q u i e n e s da n i d o y pan Dios N u e s t r o S e ñ o r E d o s los casales los c o n o c e n , y ellos c o n o c e n toda las p u e r t a s d e c a r i d a d . Son s i e m p r e los mismos. El Marico d e G o n d a r ; el T u l l i d o de « l u g o s ; P a u U la R e i n a , q u e da d e m a m a r á u n n m o ; la I n o c e n t e d e B r a n d e s o ; D o m i n g a d e G ó m e z ; el s e ñ o r A « * l s e ñ o r C i d r á n el Morcego y la m u j e r del M o r c e g ^ L l e g a n por el c a m i n o aldeano, f r a g a n t e y n e n t e b a j o el sol m a t i n a l . EL MANCO DE GONDAR Rapaz, avisa en la cocina que está aquí el manco de Gondar, que viene por la limosna. EL TULLIDO DE CELTIGOS Y el tullido de Céltigos. EL MANCO DE GUNDAR Dile que tenemos de recorrer otras puertas. EL TULLIDO DE CELTIGOS No basta una sola para llenar las alforjas. EL MORCEGO Los ricos, como no pasan trabajos... LA MUJER DEI, MORCEGO Padre nuestro, que estáis en los cielos... OR un s e n d e r o del j a r d í n a p a r e c e la S e ñ o r a del palacio, q u e v i e n e c o g i e n d o rosas. A su lado la M a d r e C r u c e s habla c o n q u e r i d o r a , y la d a m a s u s p i r a c o n d e s m a y o . Es u n a figura pálida y blanca, con a q u e l e n c a n t o d e m e l a n c o l í a q u e los a m o r e s m u e r t o s p o n e n en los ojos y en la s o n r i s a d e algunas mnjeres. LA MADRE CRUCES ¡Y cómo me place ver á mi señora con las colores de una rosa! FLORISEL T i e n e dicho Doña Malvina, el ama de llaves, que esperen á reunirse todos. LA DAMA De una rosa sin color, Madre Cruces. — 19 — L A QUEMADA LA MADRE CRUCES Aquí está la señora. Y todavía no la dije algo que h a b r á de alegrarla. ¡Esperando que me preguntase! MINGUIÑA ¡Bendígala Dios! PAULA L A DAMA ¡Sin preguntarte lo sé! L A MADRE CRUCES Y le dé la recompensa de tanto bien como hace á los pobres. E L TULLIDO DE CELTIGOS ¿Que lo sabe? LA DAMA ¡Parece una reina! L A QUEMADA ¡Ojalá pudiera equivocarme! L A MADRE CRUCES ¡Parece una santa del cielo! MINGUIÑA No es cosa p a r a que suspire. Son nuevas de un caballero muy galán. ¡Es la misma Nuestra Señora de los Ojos G r a n d e s que está en Céltigos! IENDO l l e g a r Á!a S e ñ o r a la h u e s t e d e m e n d i - Sixh=s=r.=5S£' L A DAMA ¿ C ó m o sigue tu marido, Liberata? L A QUEMADA ¡Siempre lo mismo, mi señora! ¡Siempre lo mismo! rados. t PAULA L A DAMA ¡Gracias, mi señora! ¡Mi g r a n señora! ¡La ¿Es tuyo ese niño, P a u l a ? pobre madre se lo agradecerá en el cielo! PAULA L A DAMA No mi señora. E r a de una c u r m a n a que se ha muerto. T r e s ha dejado la pobre: éste es Y á los otros pequeños tráelos también contigo. el más pequeño. PAULA L A DAMA Los otros, m a ñ a n a no sé dónde poder h a - ¿ Y t ú lo h a s r e c o g i d o ? llarlos. E L SEÑOR CIDRAN PAULA L o s otros, aunque cativo, también tienen L a m a d r e me lo recomendó al m o r i r . LA a m p a r o . Los ha recogido B á r b a r a la Prisca, DAMA una viuda lavandera que también á mí me ¿Y qué es de los otros dos? tiene recogido. PAULA LA Por esos caminos andan. El u n o tiene siete años, el otro n u e v e . . . P e n a da mirarlos desnudos como ángeles del cielo. ¡Pobre mujer! LA M A D R E CRUCES Bárbara la Prisca casó con un sobrino de mi difunto. ¡Es una santa de Dios! LA DAMA V u e l v e m a ñ a n a , y pregunta p o r DAMA Doña L A DAMA La conozco, Madre Cruces. Malvina. LA DAMA d e la vieja c o n q u e r i d o r a la S e ñ o r a del palacio se aleja l e n t a m e n t e , y á los pocos p a sos, s u s p i r a n d o con fatiga, se sienta á ia s o m b r a d e los rosales, en u n b a n c o d e piedra c u b i e r t o de hojas secas. E n f r e n t e se a b r e la p u e r t a d e l l a b e r i n t o misterioso y v e r d e . S o b r e la clave del a r c o se alzan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s de m u s g o y u n s e n d e r o s o m b r í o , u n solo s e n d e r o , o n d u l a e n t r e los m i r t o s . M u y l e j a n o , se oye el c a n t o d e los m i r l o s guiados p o r la flauta q u e t a ñ e F l o r i s e l . EGUIDA LA MADRE CRUCES No me lo ha dicho nadie; Yo lo sentí d e n tro del corazón, como u n a gran angustia, cuando te vi llegar. ¡Y no me atrevía á p r e guntarte! LA MADRE CRUCES ¡Como u n a g r a n angustia! Yo presumo que el señor m i Marqués viene de tan lejanas tier r a s solamente por ver á mi señora. Y t o r n a n d o al cuento pasado. ¿Dice que sabe la nueva? LA DAMA Viene porque yo le llamé, y ahora m e a r r e LA DAMA ¡Ojalá me equivocase! T ú traes u n a c a r t a para mí, Madre Cruces. LA MADRE CRUCES piento. A mí me basta con saber que m e quiere. T e m í a que me hubiese olvidado y le escribí, y ahora que estoy segura de su c a riño t e m o verle. ¿ C ó m o lo sabe? LA DAMA ¡No me preguntes cómo lo sé! ¡Lo sé! LA MADRE CRUCES ¿Quién ha podido decírselo? ¡Si fué u n a m i s m a cosa e n t r e g a r m e la carta el señor m i M a r q u é s y p o n e r m e en camino! A S e ñ o r a del palacio q u e d a u n m o m e n t o c o n la carta e n t r e s u s m a n o s c r u z a d a s c o n t e m p l a n d o el j a r d í n . En la r o s a pálida d e su boca t i e m b l a u n a sonrisa, y los ojos b r i l l a b a n c o n d o s l á g r i m a s r o t a s en el f o n d o . Las flores e s p a r c i d a s s o b r e su falda a r o m a n a q u e l l a s m a n o s b l a n c a s y t r a n s p a r e n t e s . ¡Divinas m a n o s d e e n f e r m a ! S u s p i r a n d o a b r e la carta. Mientras lee a s o m a en la p u e r t a — 2 5 - del j a r d í n u n a n i ñ a d e s g r e ñ a d a , con o j o s d e poseída, q u e clama llena de un t e r r o r p r o f é t i c o , al m i s m o t i e m p o q u e se e s t r e m e c e b a j o sus h a r a p o s : E s A d e g a la I n o c e n t e . EL SEÑOR CIDRAN ¡La cuitada es inocente! No tiene sentido. MINGUIÑA E n t r a , rapaza, que aquí nadie te hará mal. ADEGA LA INOCENTE Dame dolor de corazón el v e r l a . ¡Ay de la gente que no tiene caridad! Los canes y los rapaces c ó r r e n m e á lo largo de los senderos. Mozos y viejos asoman tras de las cercas y de los valladares para decirme denuestos. ¡Ay de la gente que no tiene caridad! ¡Cómo ha de castigarla Dios Nuestro Señor! MINGUIÑA Ya la castiga. Mira cómo secan los casta- la I n o c e n t e r e s p o n d e l e v a n t a n d o los b r a zos, c o m o si evocase un l e j a n o p e n s a m i e n t o p r o f é t i c o , y los vuelve á d e j a r caer. D e s p u é s , c u b i e r t a la cabeza con el m a n t e o , e n t r a en el j a r d í n lenta y llena de m i s t e r i o . Así, a r r e b u j a d a , p a r e c e u n a s o m b r a m i l e n a r i a . T i e m b l a su c a r n e y los ojos f u l g u r a n c a l e n t u r i e n t o s b a j o el capuz del m a n t e o . E n la m a n o trae un m a n o j o d e y e r b a s q u e e s c o n d e en el seno con vago gesto de h e c h i c e r í a . E s t r e m e c i é n d o s e va á s e n t a r s e e n t r e las dos a b u e l a s m e n d i g a s Minguiña y la Q u e m a d a . E n t a n t o , la S e ñ o r a del palacio, allá en el f o n d o del j a r d í n , sentada en el b a n c o q u e t i e n e florido e s p a l d a r d e rosales, t e r m i n a d e leer la carta. DEGA ñares, m i r a cómo perecen las vides. Esas LA DAMA plagas vienen de m u y alto. ¡Qué tortura! ADEGA LA INOCENTE Otras peores tienen de venir. Se m o r i r á n los rebaños sin quedar una triste oveja, y su c a r n e se volverá ponzoña! ¡Tanta ponzoña que h a b r á para envenenar siete reinos! — 26 — ¿'iíhH- Sísfb •• • ,-¡-'"V. """'V^.fe-y \v -. -• "A s-.'•'•í-'i r. *' '• -'• »í t. LA MÁDRE CRUCES Bien se m e alcanza lo que á mi señora le acontece. Como no puede retenerle largo tiempo, teme el dolor de la ausencia. LA-DAMA. sin acertar á responderle. Entonces sacó del ¡Lo que yo temo es ofender á Dios! ¡Sólo bolsillo la carta y me la entregó. de pensar que puede aparecerse a h o r a mismo LA DAMA tiemblo y desfallezco! ¡Y la idea de no verle me horroriza! C u é n t a m e qué te dijo. ¿Cómo ¿No te habló más? LA MADRE C R U C E S fué el darte esta carta? Nada más, mi reina. L A M A D R E CRUCES LA Esta m a ñ a n a llegó al molino como de c a cería. Yo, al pronto, le desconocí. T i e n e t o - ¿No te dijo que yo le esperaba? L A M A D R E CRUCES dos los cabellos blancos, que parecen de plata. Quedóse parado en la puerta mirándome Nada me dijo. LADAMA muy fijo. A n t e un caballero tan lleno de majestad, m e puse de pie, y h a sido cuando me DAMA ¿Ni de dónde venía? LA M A D R E CRUCES habló y le reconocí. LA DAMA Nada. LADAMA ¿Y qué te dijo? ¿Y tú no le preguntaste? L A MADRE CRUCES LA M A D R E C R U C E S Pues, díjome estas mismas palabras: Ma- N o m e atreví. El verle aparecer de aquella d r e Cruces, hace m u c h o que has visto á mi m a n e r a habíame impuesto. Eso sí, pareció- pobre Concha? T o d a asombrada quedéme m e m á s triste. — 28 — LA DAMA ¡Dos años hace que no le veo! F u é aquí, en c r i a t u r a enferma que estuviese pensando en la otra vida? LA DAMA este mismo j a r d í n , donde nos dijimos adiós. Yo creí m o r i r , pero no es cierto que maten ¡Sigue llamándome su pobre Concha! las penas. LA MADRE CRUCES LA MADRE CRUCES No mata n i n g ú n mal de este m u n d o . Es que Dios elige á los suyos. Siempre que habla de mi señora la n o m b r a así. LA DAMA LA DAMA Di, M a d r e Cruces, por qué te ha parecido triste? ¡Su pobre Concha!.. Y bien pobre, y bien digna de lástima. Le quise desde n i ñ a , y crecí, y fui m u j e r y me casaron con otro LA MADRE CRUCES Yo no sé si será aquella cabellera toda blanca. Y agora recuerdo otras palabras del señor mi Marqués. ¡Fueron tan pocas! hombre, sin que él hubiese sospechado nada. ¡Aquellos ojos eran á la vez ciegos y crueles!.. Después, cuando se fijaron en mí, ya sólo podían hacerme más desgraciada. LADAMA ¡Tan pocas y aún las olvidas! Repíteme todo lo que él te dijo. LA MADRE CRUCES Pues díjome: ¿Mi pobre Concha sigue siempre triste? ¿Conserva aquella mirada de — 3o — A Y un silencio largo d o n d e se oye el z u m b a r de u n t á b a n o e n t r e los rosales. La S e ñ o r a del palacio, con la carta e n t r e las m a n o s , ha q u e d a d o c o m o a b s t r a í d a : sus ojos, s u s h e r m o s o s o j o s d e e n f e r m a , m i r a n á lo lejos y m i r a n sin ver. El t á b a n o revolotea m a r e a n t e y s o ñ o l i e n t o . L a vieja c o n q u e r i d o r a le s i g u e c o n la m i r a d a . M u c h a s veces — 3I — LA DAMA d e j a d e v e r l e , p e r o el z u m b i d o c o n s t a n t e d e s u s a l a s le a n u n c i a . L a M a d r e C r u c e s , u n m o m e n t o p e r s i g u e con la m a n o el v u e l o q u e pasa a n t e s u s o j o s y s o n r í e . L A MADRE CRUCES Si cierro los ojos, le veo en medio de u n camino, pero su cara no la distingo. ¿Dices que está triste? Este tábano rojo algo bueno anuncia. LADAMA Yo creía que era mal agüero, Madre Cruces. L A MADRE CRUCES ¡Menos lo estaría si tanto no recordase á quien le quiere! L A MADRE CRUCES LA DAMA No, mi reina. Mal agüero si fuese negro. Ese mismo do vide antes. ¿ T ú crees que me haya recordado s i e m pre? L A DAMA L A MADRE CRUCES ¿Y qué puede anunciarme? LA MADRE CRUCEB Que presto llegará el galán que consuele Claramente. ¿Pues no ha venido apenas fué llamado? ¡Y cómo suspiró al d a r m e la carta! ese corazón. L A DAMA L A DAMA ¡Consuelo! Yo no sé qué es mayor angustia, si saber que está cerca, si llorarle lejos. ¿Por dónde viene? LA MADRE CRUCES Por seguro que caminando adonde le esperan. ¡No suspirará más tristemente que suspiro yo! LA MADRE CRUCES Pues hace mal mi señora cuando sabe que es tan bien querida. Y siempre vale mejor — 33 — E L M A R Q U E S D E B R A D O M I N L A MADRE C R U C E S que pene u n o solo. Viendo triste al buen ca- Antaño, cuando niños, algunas veces los ballero decíame entre mí: Suspira, e n a m o - he visto jugar bajo estas sombras. Apenas si rado galán, suspira, que todo lo merece aquella paloma blanca. L A DAMA ¡Cuánto tarda! ¿Cómo el corazón no le dice todo mi afán? recordará. L A DAMA ¡Me acuerdo tanto! No jugaba conmigo, jugaba con mis h e r m a n a s mayores, que t e nían su edad. Solía traerlo mi abuelo en su yegua, cuando volvía de Viana del P r i o r , L A MADRE CRUCES El corazón es por veces tan traidor. donde estaba con su tío. El viejo Marqués era tu padrino, verdad, M a d r e Cruces? L A DAMA LA MADRE CRUCES ¡El mío es tan leal! L A MADRE CRUCES ¡Cuitado pajarillo! Mas qué tiene mi reina que tiembla toda? LADAMA Sí, mi reina. P a d r i n o como cumple, de bautizo y de boda. Un caballero de aquellos cual no quedan, un g r a n caballero, como lo era su primo, el señor de este palacio. L A DAMA No es nada, madre Cruces. L A MADRE CRUCES V a m o s al palacio. L A DAMA Quería esperarle aquí, en el jardín donde nos separamos. ¡Pobre abuelo! • LA MADRE CRUCES Mejor está que nosotros, allá en el m u n d o de la verdad. — 35 — EL MARQUES ' DE BRADOMIN EL MARQUES LADAMA Si viviese no sería yo tan desgraciada. LA MADRE CRUCES las cesar. LA DAMA P o r q u e nosotros somos cobardes, porque tememos la muerte. LA MADRE CRUCES Yo, mi señora, n o la temo. T e n g o ya tan- BRADOMIN LA DAMA Yo la llamo, pero le tengo miedo. Si no le tuviese miedo, la buscaría. Nuestras tribulaciones son obra de Dios, y nadie en este m u n d o tiene poder para hacer- DE LA MADRE CRUCES ¡No diga tal, mi señora, no diga tal! |N la escalinata, d o n d e verdean y e r b a j o s d e s m e d r a d o s q u e las p a l o m a s p i c o t e a n , a s o m a u n a vieja a m a d e llaves vestida con h á b i t o del C a r m e l o . S e llama D o ñ a Malvina. A v e n t a u n p u ñ a d o d e maíz, y las palomas a c u d e n á ella. D o ñ a M a l vina r í e con gritos d e damisela y l l e v a n d o u n a p a l o m a en cada h o m b r o , baja al j a r d í n , alzada m u y p u l c r a m e n t e la falda para c a m i n a r por los s e n d e r o s , y llega a d o n d e está la S e ñ o r a . tos años que la espero todos los días, porque m DOÑA MALVINA i corazón sabe que no puede t a r d a r . ¡Que la humedad de esos árboles no puede LA DAMA Yo también la llamo, m a d r e Cruces. LA MADRE CRUCES Mi señora, yo l l a m a r l a , jamás. Podría llegar cuando m i alma estuviese negra de p e cados. serle buena! LA DAMA ¡Dentro de un momento acaso llegue aquel á quien espero hace tanto tiempo!.. DOÑA MALVINA ¡El señor Marqués! — 36 — - 3 7 - LA. DAMA T ú nunca dudaste que viniese. siástica s e eleva d e s d e el f o n d o de m i r t o s c o m o u n canto g r e g o r i a n o . Es la voz del Abad de B r a n d e s o . El t o n s u r a d o solía r e c a e r por el palacio, t e r m i n a d a la misa, para t o m a r chocolate con la S e ñ o r a . S u s d o s galgos le p r e c e d í a n s i e m p r e . DOÑA MALVINA EL ABAD LA DAMA Concepción Montenegro y Bendaña, Gayoso Excelentísima señora doña María de la ¡Nunca! Yo lo dudé, é hice mal. y Ponte de A n d r a d e . LA DAMA DOÑA MALVINA ¿ C u á n d o ha tenido usted noticia de su llegada? ¡Señor Abad, qué olvidado tiene usted el camino de esta casa! LA DAMA Ahora. EL ABAD No crea eso, mi buena amiga, p e r o estuve LA MADRE CRUCES Yo la truje, Doña Malvina. LA DAMA Quería esperarle aquí. Me mata la i m p a - de viaje. U n a consulta á Su Ilustrísima. P o r cierto que el señor Provisor me ha dicho que estaba de vuelta nuestro gran Marqués. El señor Provisor, que le ha saludado en Roma cuando fué con la peregrinación, me contó ciencia. DOÑA MALVINA ¡Tiene las manos heladas! x d a m a calla y p a r e c e s o ñ a r . En m e d i o de a q u e l silencio leve y r o m á n t i c o , r e s u e n a en el jardín festivo ladrar d e p e r r o s y m ú s i c a de cascabeles, al m i s m o t i e m p o q u e u n a voz grave y ecle- — 38 — que el pelo le ha blanqueado completamente. ¡Pues no tiene años para eso! LA DAMA ¡Oh, no! - 3 g - EL ABAD EL ABAD Es un muchacho. ¿Y qué magna empresa le habrá traído? Hay que pensarlo, Doña Malvina: ¡Es un caso de conciencia! LA DAMA LA DAMA ¡Señor Abad! Las dos cosas. EL ABAD DOÑA MALVINA Yo me la figuro. Nuestro ilustre Marqués trae una misión secreta del Rey. ¿Y cabello de ángel ó dulce de guindas? LA DAMA EL ABAD No creo... EL ABAD A mí no me e x t r a ñ a r í a que volviese á estallar una nueva guerra. Yo confieso que la espero hace mucho tiempo. ¡Quieto, Carabel! ¡Quieto, Capitán! LA DAMA Usted tomará chocolate, señor A b a d . Ya lo sabes, Malvina. DOÑA MALVINA ¿Prefiere bollos de Viana, ó bizcochos de las monjas de Velvis? T a m b i é n le haré honor á los dos. N o le dije que he tenido el gusto de ver á las niñas. Ya sé que la visitarán m u y pronto. de cambiar u n a mirada, se alejan d i s cretas, hacia el palacio la d u e ñ a y la Madre C r u c e s . Van c o m e n t a n d o en voz baja, y de tiempo en t i e m p o se detienen en el s e n d e r o de m i r tos, para a r r a n c a r una b r i z n a de yerba ó enderezar un rosal q u e se deshoja al paso. Los m e n d i g o s que esperan sentados en la escalinata se i n c o r p o r a n l e n tamente y tienen una salutación de salmodia al verlas llegar. Doña Malvina, con m o v i m i e n t o s de cabeza, esos m o v i m i e n t o s graves y pausados de las d u e ñ a s gobernadoras, les r e c o m i e n d a paciencia, paciencia, ¡JESPUÉS ^QN LA DAMA ¿Yió usted á mis hijas, señor Abad? fensor del Rey, y que sólo ha venido aquí por la causa de la Religión y de la P a t r i a . EL ABAD Usted no sabe que yo tengo una h e r m a n a monja en el Convento de la Enseñanza. Precisamente al e n t r a r en el locutorio lo p r i - LA DAMA Señor A b a d , cree usted que haya venido por eso? EL ABAD mero que descubrí tras de las rejas fué á las dos pequeñas. No sabía que se educasen allí. Yo, ciertamente. Su padre estaba visitándolas. ¡Aquí, Carabel! LA DAMA ¡Aquí, Capitán! L e hallé muy viejo, y sobre todo desmemoriado. No creía que hubiese Pero usted no ignora... quedado tan mal de este último ataque. H e mos hablado de usted. No, no ignoro. LA DAMA ¿Sabía la aparición del Marqués? EL ABAD Si lo sabía, nada me ha dicho, y yo nada he podido colegir. Si algo me hubiese dicho, le habría contestado, como era mi deber, que el señor Marqués de Bradomín es un leal de- 4 2 EL ABAD — LA DAMA Y usted, qué me aconseja? EL ABAD Es tan grave el caso... LA DAMA Sólo le veré para suplicarle q u e vuelva á su destierro, lejos, m u y lejos de mí. - 4 3 - le ofreció el don de su cuerpo. ¡Quieto, Cara- EL ABAD ¿Y tiene usted derecho p a r a hacerlo? Si, como yo creo, le trae el interés s u p r e m o de una causa santa... bel! ¡Quieto, Capitán! LA DAMA ¡Qué g r a n consuelo me da usted, señor Abad! LA DAMA EL ABAD ¿ O t r a guerra? ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! EL ABAD Sí, otra g u e r r a . Eso que algunos juzgan imposible, eso que hasta á los mismos G o biernos liberales hace sonreír, y que, á despecho de la incredulidad de unos y de las burlas de otros, será. LA DAMA Y yo, qué debo hacer? EL ABAD Rezar. Prescindir de cualquier interés mundano. Busque usted ejemplo en la vida de los santos. María Egipciaca, mirando al piadoso objeto llegar á Jerusalén, no teniendo al pasar un río moneda que dar al barquero, — 44 — os p e r r o s van y vienen con carreras locas, p e r s i g u i e n d o sobre la y e r b a la s o m b r a d e un largo bando de palomas q u e vuela en torno de la torre señorial. La d a m a y el clérigo conversan en u n banco de piedra, sostenidos por dos grifantes toscamente labrados,á los cuales da un e n c a n t o de arte el musgo que los c u b r e . La Señora escucha con los ojos bajos, entretenida en hacer u n gran r a m o con las rosas. Algunas quedan deshojadas en su falda, y las r e m u e v e lentamente, h u n d i e n d o en ellas sus manos de e n f e r m a , q u e parecen más pálidas entre la sangre de las rosas. La dama solía buscar aquel p a raje del jardín para llorar sus penas. Le placía aquel r e t i r o d o n d e mirtos seculares d i b u j a b a n los c u a t r o escudos del f u n d a d o r en torno de u n a f u e n t e a b a n donada. Con lánguido desmayo se i n c o r p o r a , y por la h ú m e d a avenida de castaños se r e t o r n a al palacio, seguida del Abad. En la puerta del jardín a s o m a un ciego sin lazarillo, y los mendigos, al verle, hacen comentos. MINGUIÑA ELECTUS Ahí está Electus, el ciego de G o n d a r . Muy poco á poco. C o m o tengo de irme LA QUEMADA ¡Famoso prosero! ELECTUS ¡Santa Lucía bendita vos conserve la amable vista y salud en el mundo para ganarlo! para no tropezar. MINGUIÑA Oye una fabla, Electus. ELECTUS Dios vos otorgue que dar y que tener. Salud y suerte en el m u n d o para ganarlo. ¡Buenas Considera que bajo este peso me doblo. almas del Señor, haced al pobre ciego un Deja tú que llegue adonde pueda reposarme. bien de caridad! EL MORCEGO Somos otros pobres, Electus. ELECTUS ¡Mía fe que os tuve por indianos! LA QUEMADA ¡Qué g r a n raposo! EL MANCO DE GONDAR ¿Cómo vienes sin criado? - 4 6 - L ciego sacude las a l f o r j a s escuetas, y algún mendigo, escondida la m a n o e n t r e los h a r a pos, se rasca y ríe. El ciego pone u n a a t e n ción sagaz, p r o c u r a n d o reconocer las voces y las risas. T a n t e a n d o con el b o r d ó n , busca sitio en el c o r r o . Es u n viejo jocundo y ladino, q u e arrastra luenga capa, y c u b r e su cabeza con parda y p u n t i aguda m o n t e r a . LA QUEMADA Aquí estamos esperándote con un dosel. ELECTUS Pues agora voy á sentarme debajo. MINGUIÑA MINGU1ÑA T ú que andas p o r los caminos y tienes conocimiento en todas las aldeas, para un nieto mío, no podrás d a r m e razón de una casa donde m e lo miren con blandura, pues nunca ha servido? ELECTUS ¿Qué tiempo tiene? MINGUIÑA El tiempo de ganarlo. Nueve años hizo por el mes de Santiago. ELECTUS C o m o él sea despierto, a m o que le m i r e bieh no faltará. MINGUIÑA m e n d i c a n t e p r o s e r o , t i e n e un g r a v e perfil m o n á s t i c o , p e r o el pico d e su m o n tera p a r d a , y su boca r a s u r a d a y a l d e a n a , s e m e j a n t e á u n a gran sandía a b i e r t a , g u a r d a n todavía m á s m a l i c i a q u e s u s decires, esos a ñ e j o s d e c i r e s d e los j o c u n d o s a r c i p r e s t e s aficionados al v i n o , y á las v a q u e r a s , y á r i m a r las coplas. S u c e d e u n m o m e n t o d e silencio, y el ciego, q u e está s e n t a d o á par d e la vieja m e n d i g a , alarga el b r a z o hacia el lado o p u e s t o , y palpa, q u e r i e n d o a l c a n z a r á la I n o c e n t e . QUEL ADEGA LA INOCENTE Esté quedo, señor Electus. ELECTUS ¿Quién es? MINGUIÑA ¡Buen cazallo estás! Y a has venteado que es una rapaza. ELECTUS Dios te oiga. ELECTUS Sí que me oirá. A u n cuando es m u y viejo no está sordo. Deja las burlerías, Electus. Y la rapaza, qué hace? MINGUIÑA ¿Esta rapaza?Esta rapaza n o es sangre mía. ELECTUS ¿No tienes padres, rapaza? ADEGA LA INOCENTE ELECTUS Válate Dios. Pues hay q u e sacarse de a n d a r por las puertas. Eso es bueno para nosotros los viejos, que al cabo de haber trabajado No, señor. toda la vida no tenemos otro triste remedio. ELECTUS Los mozos débense al trabajo. ¿Y qué haces? LA QUEMADA ADEGA LA INOCENTE Ando á pedir. ELECTUS ¿Por qué no buscas un amo? Y n o deben sacar la limosna á los v e r d a deros pobres. ADEGA LA INOCENTE ¡Pobres! P r o n t o lo serán todos los nacidos. Las tierras cansaránse de d a r pan. ADEGA LA INOCENTE Ya lo busco, mas n o le atopo. MINGUIÑA Electus, no eches en olvido á mi rapaz. LA QUEMADA ELECTUS Los a m o s no se atopan andando p o r los caminos. Así atópanse solamente m o r a s e n los zarzales. El r a p a z , como sea despierto, acomodo habrá de tener, y buen acomodo. A l criado que tenía enantes abriéronle la cabeza en la — 5o — — 5i — EL TULLIDO DE CELTIGOS romería de S a n t a Baya, y está que loquea. ¿Y p a r a mí? A u n q u e yo conozco los caminos mejor que ELECTUS muchos que tienen vista, u n criado siempre es menester. ¡Y ser criado de ciego es acomodo que muchos quisieran! LA QUEMADA Y ser ciego con vista mejor acomodo. T a l que pueda convenirvos, solamente sé de uno. EL TULLIDO DE CELTIGOS ¿Dónde? ELECTUS ELECTUS ¿Quién habla por ahí? LA QUEMADA U n a buena moza. ELECTUS P a r a el señor Abade. LA QUEMADA P a r a íolgar contigo. El señor Abade ya está m u y acabado. E n la villa. Las dos nietas del señor m i Conde. Dos rosas frescas y galanas. P a r a cada u n o de vosotros la suya. E alboroza la hueste y el ciego permanece atento y malicioso, gustando el rumor de las risas como ios ecos de un culto, con los ojos abiertos, inmóviles, semejante á un dios primitivo, aldeano y jovial. En este tiempo baja la escalinata y cruza por entre los mendigos, el señor Abad de Brandeso. E L ABAD EL MANCO DE GONDAR ¿Y p a r a mí no sabes de n i n g ú n acomodo? — 52 — jAquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! — 53 — ELECTUS MINGUIÑA ¡Nuestro señor le acompañe! ¿Cómo no lleva compaña? MINGUIÑA EL ABAD No la lleva. ¡Adiós! ELECTUS LA QUEMADA Vos queréis burlar del ciego. ¿Pues no ¡Vaya m u y dichoso! lleva los canes? EL ABAD LA QUEMADA ¡Adiós! ¡Válate un diaño! EL MANCO DE GONDAR EL MANCO DE GONDAR ¡Páselo m u y bien! ¿Pues no dice?.. EL ABAD sale del palacio a c o m p a ñ a n d o á la d u e ñ a d e los cabellos blancos, cargado con u n a cesta, de d o n d e d e s b o r d a n las espigas del maíz. Aquella es la limosna q u e h a b r á de r e p a r tirse entre la hueste de mendicantes, y todos se a t r e pellan p o r acudir á cobrarla. Doña Malvina alza los brazos con u n susto pueril. LORISEL ¡Adiós! ELECTUS ¡Vaya muy dichoso el señor abade y la su compaña! LA QUEMADA ¡Despacio! ¡Despacio! No lleva compaña. - 5 DOÑA MALVINA 4 - — 55 — ELECTUS P r i m e r o deberíais rezar por todos los d i - ELECTUS V a s á perder las colores. funtos de la señora. ríen los m e n d i g o s . El ciego recibe la limosna antes q u e n i n g u n o , y e n t o n a s u prosa de benditas gracias, con la m o n t e r a colgada en el b o r d ó n . De aquella salmodia sólo se percibe u n grave m u r m u l l o q u e tiene algo de e c l e siástico. La Inocente, olvidada de la limosna, vaga p o r el j a r d í n c o g i e n d o rosas. Doña Malvina alza los b r a z o s y la voz. UEVAMENTE EL MANCO BE GONDAR Eso dices porque te dejemos ir delantero. LA QUEMADA ¡Condenado raposo, cuántas m a ñ a s sabe! DOÑA MALVINA ELECTUS ¡Eh!... T ú , rapaza, no a r r a n q u e s las flores. ¿Quién habla que parece el canto de u n ADEGA LA INOCENTE pájaro del cielo? LA QUEMADA ¡No! ¡No! DOÑA Ya te dije enantes que u n a buena moza. MALVINA Luego se enoja la señora. ELECTUS ADEGA LA INOCENTE Y yo te dije que fueses adonde el señor Sí... sí... L a señora las cuida con las sus Abade. LA QUEMADA Déjame reposar p r i m e r o . — 56 — manos blancas, y solamente ella puédelas - ... 2SSS» MINGUIÑA E L TULLIDO DE CELTIGOS ¡Pobre rapaza! A la cuitada acúdela por ¿Y cómo has venido á servir en el palacio? veces u n r a m o cativo, y mete dolor de c o r a zón verla c o r r e r por los caminos, cubierta de polvo, con los pies sangrando. OÑA Malvina, desde lo alto de la escalinata, vigila el r e p a r t o de la limosna. Los mendigos, d e s p u é s de recibirla, salmodian u n rezo. Florisel va de u n o en otro l l e n a n d o las alforjas. Las dos viejas, Minguiña y la Q u e m a d a , la reciben j u n t a s y besan las espigas. FLORISEL L a señora es mi m a d r i n a . Yo m e llamo Florisel. ADEGA LA INOCENTE ¡Florisel! ¡Qué lindo pudo ser el santo que tuvo ese n o m b r e , que mismo parece cogido en los jardines del cielo! MINGUIÑA Sé buen cristiano, mi hijo; que en buena casa estás. FLORISEL A mí paréceme que la conozco. ¿Vostede n o me dijo que era de San Clemente? MINGUIÑA «L Marqués de B r a d o m í n , llega á caballo, y se detiene en la puerta b a j o el arco q u e tiene cimeros c u a t r o blasones de piedra. Piafa el potro q u e m o n t a , y sobre la losa del u m b r a l , que parece u n a sepultura, los h e r r a d o s cascos r e s u e n a n fanfarrones, valientes y marciales, con el n o b l e e s trépito de las espadas y de los broqueles. La hidalga figura del jinete desaparece b a j o u n capote de cazador, y u n a boina de terciopelo c u b r e su guedeja r o mántica, que comienza á ser de plata. De allí soy, y allí tengo todos mis d i DOÑA MALVINA funtos. FLORISEL Yo soy poco desviado. — 58 — ¡El señor Marqués! T e n l e el estribo, F l o risel. - 5 g - E L MARQUÉS DE BRAD0MÍN ADEGA LA INOCENTE ¡Quiera Dios que encuentre á la señora con ¿ T a n e n f e r m a está? los colores de u n a rosa! ¡Así la e n c u e n t r e como u n a rosa en su rosal! DOÑA MALVINA Muy e n f e r m a , señor. No se la conoce. DOÑA MALVINA ADEGA LA INOCENTE ¡Páguele Dios el haber venido! Ahora verá Cuando se halle con la señora m i Conde- á la señorita. ¡Cuánto tiempo la pobre sus- sa póngale, sin que ella lo vea, estas yerbas pirando por verle! No quería escribirle. bajo la almohada. Con ellas sanará. Las al- Pensaba que ya la tendría olvidada. Yo he mas son como los ruiseñores, todas quieren sido quien la convenció de que no. ¿Verdad volar. Los ruiseñores cantan en los jardines, que no, señor M a r q u é s ? pero en los palacios del rey se mueren poco EL MARQUÉS DE BRADOMIN á poco. DOÑA MALVINA No... Pero dónde está? DOÑA MALVINA Quiso esperarle en el jardín. E s como los ¡No haga caso, señor! ¡La pobre es i n o cente! ELECTUS niños, ya el señor lo sabe. C o n la impacien- Rapaces, que tocan las doce, y es cuando cia temblaba hasta batir los dientes, y t u v o Nuestro Señor se sienta á la mesa y bendice á que echarse. toda la Cristiandad. — 61 — AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y rez a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a rece en lo alto d e la escalinata. LA DAMA ¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que no vinieses, y no verte más! E L MARQUÉS D E BRADOMÍN ¿Y ahora? LA DAMA ¡Ahora soy feliz! ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA JORNADA SEGUNDA AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y rez a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a rece en lo alto d e la escalinata. LA DAMA ¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que no vinieses, y no verte más! E L MARQUÉS D E BRADOMÍN ¿Y ahora? LA DAMA ¡Ahora soy feliz! ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA JORNADA SEGUNDA illll i i i . L Ll ili! • 1 HUI' ilBI 4 I I Mil L sol poniente dora los cristales del m i r a d o r . Es un m i r a d o r tibio y fragante: Gentiles arcos cerrados por vidrieras de colores le flanquean con ese artificio del siglo galante, que imaginó las pavanas y la gavotas. En cada arco las vidrieras forman tríptico, y puede verse el jardín en medio de una tormenta, en medio de una nevada y en medio de un aguacero. Aquella tarde el sol de otoño penetra hasta el centro, triunfante, como la lanza de un arcángel. El Marqués de Bradomín lee un libro. Florisel, con la montera entre ambas manos, asoma en la puerta. FLORISEL M ¿Da su permiso? EL MARQUES DE BRADOMIN Adelante. FLORISEL FLORISEL Dice la señorita mi a m a que me m a n d e Y puede que lo parezca, sí, señor. en cuanto se le ofrezca. E L MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN ¿ T ú sirves aquí en el palacio? ¿Fué la señorita quien te ha m a n d a d o v e nir? FLORISEL Sí, señor. FLORISEL Sí, señor. Hallábame yo en la solana ade- EL MARQUES DE BRADOMIN prendiéndole la riveirana á los mirlos n u e vos, que los otros ya la tienen bien adepren- ¿Hace mucho tiempo? dida, cuando la señorita bajó al jardín y m e FLORISEL mandó venir. V a para dos años. EL MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN ¿ T ú aquí eres el maestro de los mirlos? ¿Y qué haces? FLORISEL FLORISEL Sí, señor. Pues hago todo lo que me m a n d a n . E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Pareces un filósofo estoico! — 66 — EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Y ahora, además, eres mi paje? - 6 7 - FLORISEL FLORISEL Allí enseñaba al h u r ó n . Sí, señor. E L MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Otro cargo palatino! ¡Altos cargos! FLORISEL FLORISEL Sí, señor. Sí, señor. EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Y cuántos mirlos tiene la señorita? ¿Y cuántos años tienes? FLORISEL Paréceme, p a r é c e m e que han de ser doce, FLORISEL T a n siquiera uno. Son míos... Cuando los tengo bien adeprendidos, se los vendo. pero no estoy cierto. EL MARQUES DE BRADOMIN Antes de venir al palacio, dónde estabas? FLORISEL Servía en la casa de Don J u a n Manuel Montenegro, que es tío de la señorita. E L MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN ¿A quién se los vendes? FLORISEL Pues á la señorita, que me los merca todos. ¿No sabe que los quiere p a r a echarlos á volar? L a señorita desearía que silbasen la riveirana sueltos en el jardín, pero ellos se ¿Y qué hacías allí? — 68 - 6 9 — v a n lejos. Un domingo, por el mes de San J u a n , venía yo acompañando á la señorita. Pasados los prados de L a n t a ñ ó n , vimos un E L MARQUES DE BRADOMIN ¿Y cómo has dejado el servicio de Don J u a n Manuel Montenegro? m i r l o q u e muy puesto en las ramas de un cerezo, estaba cantando la riveirana. Acuérdame que entonces dijo la señorita: Míralo, adónde se ha venido el caballero. FLORISEL Porque ya tiene muchos criados. ¡Qué gran caballero es Don Juan Manuel! Dígole, que en el Pazo todos los criados le tenían miedo. Don Juan Manuel es mi padrino, y E L MARQUES DE BRADOMIN Es u n a historia digna de un r o m a n c e . T ú mereces ser paje de una reina y cronista de fué quien me trujo al palacio para que sirviese á la señorita. E L MARQUES DE BRADOMIN un reinado. ¿Y dónde te iba mejor? FLORISEL FLORISEL Hace íalta suerte, que yo no tengo. Al que sabe ser humilde, en todas partes le E L MARQUES DE BRADOMIN Di, qué es más honroso, enseñar nes, ó mirlos? huro- E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Es u n a réplica calderoniana! ¡También FLORISEL T o d o es igual. va bien. sabes decir sentencias! Ya no puede dudarse de tu destino: H a s nacido para vivir en un — 71 — palacio, educar mirlos, amaestrar los h u r o nes, ser ayo de un príncipe y f o r m a r el cora- E L MARQUES DE BRADOMIN Parece bautizado por las hadas. zón de un g r a n rey. LA DAMA FLORISEL Yo soy su m a d r i n a . P a r a eso, además de suerte, hacen falta FLORISEL muchos estudios. ¿Qué me mandaba? o s la a v e n i d a de m i r t o s llega u n a s o m b r a blanca: s u s m a n o s d e f a n t a s m a tocan en los cristales del m i r a d o r . El j a r d í n s e e s f u m a en la vaga l u z del c r e p ú s c u l o . L o s cipreses y los l a u r e l e s c i m b r e a n con a u g u s t a m e l a n c o l í a s o b r e las f u e n t e s a b a n d o n a d a s , a l g ú n tritón c u b i e r t o de h o j a s b o r b o tea á i n t e r v a l o s su risa q u i m é r i c a , y el a g u a t i e m b l a en la s o m b r a c o n latido d e vida m i s t e r i o s a y e n c a n t a d a . Se oye u n a risa d e plata q u e p a r e c e t i m b a r s e c o n el r u m o r d e la f u e n t e . LA DAMA Que subas estas rosas. T o d a s son p a r a ti, Xavier. JA. s o m b r a , q u e se e s f u m a d e t r á s d e los c r i s t a les, m u e s t r a su falda d o n d e las rosas d e s b o r d a n c o m o el f r u t o ideal d e u n o s a m o r e s q u e sólo floreciesen en los besos. LA DAMA EL MARQUES D E BRADOMIN ¿Tienes ahí á Florisel? Estás desnudando el jardín. EL MARQUES D E BRADOMIN LA DAMA ¿Florisel es el paje? LA DAMA Algunas se han deshojado. ¡Míralas, qué lástima! Sí. —72 — - 7 3 - E L MARQUES DE BRADOMIN Es el otoño que llega. E L MARQUES DE BRADOMIN Es más poético que un convento. LA DAMA LA DAMA ¡Ah, qué fragancia! en a q u e l l a f r e s c u r a a t e r c i o p e l a d a s u s mejillas pálidas, y alza la cabeza y r e s p i r a c o n delicia, c e r r a n d o los o j o s y s o n r i e n d o , c u b i e r t o el r o s t r o d e r o c í o , c o m o o t r a rosa, u n a r o s a b l a n c a . A m o d o d e lluvia a r r o j a s o b r e el M a r q u é s d e B r a d o m í n las r o s a s d e s h o j a d a s en su falda. UNDE E L MARQUES DE BRADOMIN V o l v e r e m o s á recorrer juntos el jardín y No te burles de m i pena, Xavier. E L MARQUES DE BRADOMIN No m e b u r l o , Concha: solamente me sonrío, y una sonrisa es á veces más triste que las lágrimas. LA DAMA Yo sé eso. En esta hora de la tarde el j a r dín parece lleno de recogimiento. el Palacio. LA DAMA C o m o en otro tiempo, cuando éramos niños. E L MARQUES D E BRADOMIN El jardín y el palacio tienen esa vejez señorial y melancólica E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Hermosos y lejanos recuerdos! LA DAMA C u a n d o te fuiste, yo elegí este retiro para de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida a m a b l e de la galantería y del a m o r . Bajo la f r o n d a del laberinto, sobre las terrazas y en los salones, han florecido las risas y los madrigales, cuando las manos blancas que en los viejos toda m i vida. SSSSSZ 322- retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje iban deshojando las margaritas LA DAMA que Como en otro tiempo, cuando yo te guiaba g u a r d a n el càndido secreto de los corazones. para que jugásemos, unas veces en la t o r r e , LA DAMA ¡Mis manos también las han deshojado! EL MARQUES DE BRADOMIN Y las hojas, al volar, te han dicho cuánto otras en la biblioteca, otras en aquel mirador ya derruido que daba sobre las tres fuentes. ¡Tiempos aquellos en que nuestra risas locas y felices t u r b a b a n el recogimiento del palacio, y se desvanecían por los corredores oscuros, por los salones, por las antesalas. yo te quería. EL MARQUES DE BRADOMIN LA DAMA Me h a n engañado. EL MARQUES DE BRADOMIN Y al abrirse lentamente las puertas de floreados herrajes, exhalábase del fondo de los salones el aroma lejano de otras vidas. LA DAMA ¡Divinas m a n o s de Dolorosa! LA DAMA M a n o s de m u e r t a . EL MARQUES DE BRADOMIN Manos de princesa encantada, que han de g u i a r m e en una amorosa peregrinación á través del palacio y del jardín. - 7 6 - ¡Tú también te acuerdas! ¿Y te acuerdas de un salón que tiene de corcho el estrado? Allí nuestras pisadas no despertaban r u m o r alguno. E L MARQUES DE BRADOMIN En el fondo de los espejos el salón se p r o longaba hasta el ensueño, como en u n lago — 77 — encantado, y los personajes de los retratos mente la dama alza su mano diáfana como mano d e fantasma y toca la mano del Marqués de Bradomín. parecían vivir olvidados en u n a paz de siLA DAMA glos. LA DAMA ¿En qué piensas, Xavier? ¿ T e acuerdas? ¿Y te acuerdas cuando nos cogíamos de la m a n o p a r a saltar delante de las consolas y ver estremecerse los floreros EL MARQUES DE BRADOMIN E n el pasado, Concha. cargados de rosas, y los fanales adornados con viejos ramajes y los candelabros?.. LA DAMA T e n g o celos de él. EL MARQUES DE BRADOMIN ¡También m e acuerdo, Concha! Mi alma está cubierta de recuerdos, como ese viejo EL MARQUES DE BRADOMIN Es el pasado de nuestros amores. jardín está cubierto de hojas. Es el otoño que llega para todos. Concha, tú sonríes y en tu sonrisa siento el pasado, como un a r o m a entrañable de flores marchitas que trae alegres ¡Qué triste pasado! F u é allá, e n el fondo del laberinto, donde nos dijimos adiós. EL MARQUES DE BRADOMIN y confusas memorias. AY un silencio. En las voces apagadas canto sentimental, el misterio de los rostros LA DAMA la p e n u m b r a de la tarde tienen un p r o f u n d o e n y en la oscuridad crece y de las sonrisas. L e n t a - - 7 8 - Y, como ahora, los tritones de la fuente borboteaban su risa, a u n q u e entonces tal vez nos haya parecido que lloraban. - 7 9 - LA DAMA T o d o el jardín estaba cubierto de hojas y el ríen, con su risa de cristal, sin alma y sin edad. viento las a r r a s t r a b a delante de nosotros con LA DAMA un largo susurro. L a s últimas rosas de otoño empezaban á m a r c h i t a r s e y esparcían ese a r o m a indeciso que tiene la melancolía de los recuerdos. Nos sentamos en un banco de piedra. Ante nosotros se a b r í a la puerta del laberinto, y u n sendero, un solo sendero, ondulaba entre los mirtos c o m o el camino de una vida solitaria y triste. ¡Mi vida desde entonces! EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Nuestra vida! LA DAMA Y todo permanece lo mismo y sólo nosotros T e escribí que vinieses, porque entre nosotros ya no puede haber más que un cariño ideal... Y enferma como estoy, deseaba verte antes de m o r i r . Y ahora me parece una felicidad estar enferma. ¿No lo crees? E s q u e tú no sabes cómo yo te quiero. las últimas palabras como si fuesen suspiros, y con una mano se cubre los ojos. El Marqués de Bradomin besa aquella m a n o sobre el rostro, y después la aparta dulcemente. Los ojos, los hermosos ojos de e n f e r m a , llenos de a m o r , le miran sin hablar, con u n a larga mirada. P o r la vieja avenida de mirtos que parece flotar en el r o sado vapor del ocaso se ve venir al señor Abad de Brandeso. XHALA EL ABAD hemos cambiado. ¡Vamos, Carabel! ¡Vamos, Capitán! EL MARQUES DE BRADOMIN No hemos podido ser como los tritones de la fuente, que en el fondo del laberinto aún -8o — LA DAMA Aquí tenemos al Abad de Brandeso. EL ABAD EL ABAD Saludo á m i ilustre feligresa y al no menos ilustre Marqués de Bradomín. Ya no soy aquel que era. Los años q u e b r a n t a n peñas: C u a t r o anduve por las m o n tañas de N a v a r r a con el fusil al h o m b r o , y EL MARQUES DE BRADOMIN Señor Abad, cuántos años sin vernos. Yo le hacía á usted cuando menos canónigo. EL ABAD De esta madera se hacen, señor Marqués. EL MARQUES DE BRADOMIN Y los papas también. hoy me canso apenas salgo á dar un paseo con la escopeta y los perros. ¿Y qué se ha hecho el señor Marqués d u r a n t e tantos años por esas tierras extranjeras? ¿Cómo no ha pensado en escribir un libro de sus viajes? EL MARQUES DE BRADOMIN Ya escribo mis memorias. EL ABAD Los papas yo no diré tanto. ¡Quieto, G a r a - EL ABAD ¿Serán m u y interesantes? bel! ¡Quieto, Capitán! EL MARQUES DE BRADOMIN Y qué, hay todavía muchas perdices por esta tierra? . LA DAMA L o más interesante no lo dirá. EL MARQUES DE BRADOMIN Digo sólo mis pecados. EL ABAD T o d a v í a hay algunas. EL MARQUES DE BRADOMIN Usted siempre tan incansable cazador. — 82 — EL ABAD De nuestro ilustre Marqués se cuentan cosas verdaderamente extraordinarias. Las — 83 — confesiones, cuando son sinceras, encierran siempre u n a g r a n enseñanza: recordemos Viva la bagatela, como nuestro ilustre M a r qués. EL MARQUES DE BRADOMIN las de San Agustín. EL MARQUES DE BRADOMIN Yo no aspiro á enseñar, sino á divertir, señor A b a d . T o d a mi doctrina está en una sola frase. ¡Viva la bagatela! P a r a mí la mayor conquista de la humanidad es haber aprendido á sonreír. LA DAMA Yo creo que h a b r e m o s sonreído siempre. EL MARQUES DE BRADOMIN Es una conquista. D u r a n t e muchos siglos, los hombres fueron absolutamente serios. E n Y en cambio cuando llegaba la ocasión, c a n t a b a n , bailaban y tocaban el a r p a . EL ABAD Señor Marqués de B r a d o m í n , procure u s ted no condenarse por bagatela, LA DAMA E n el infierno debió haberse sonreído siempre. ¿No se dice sonrisa mefistofélica? EL MARQUES DE BRADOMIN El diablo ha sido siempre un ser superior. LA DAMA la Historia hay épocas enteras en las cuales No le admiremos demasiado señor M a r - no se recuerda ni una sola sonrisa célebre. qués. Ese es el maniqueísmo. Ya se m e a l - E n la Biblia, Jehová n o sonríe, y los patriar- canza que usted adopta ese hablar cas y los profetas tampoco. para ocultar mejor sus propósitos. EL ABAD Ni falta que les hacía. Los patriarcas y los profetas por seguro que no habrían dicho - 8 4 - EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Mis propósitos? ligero E L ABAD E L ABAD L a misión secreta que trae del Rey n u e s tro señor. Pues entonces... EL MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN ¿Una misión secreta? ¿De veras sospecha Señor Abad, yo soy carlista por estética. El carlismo tiene para mí la belleza de las grandes catedrales. Me contentaría con que usted eso? E L ABAD lo declarasen m o n u m e n t o nacional. Y conmigo, muchos. Yo comprendo que ciertas negociaciones deben ser reservadas, pero, á fe, no creía que eso rezase con u n viejo veterano. E L ABAD Confieso que n o conocía esa clase de carlistas. EL MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Pero, señor Abad, cómo imagina usted que yo ande en u n a aventura tan loca? Los carlistas se dividen en dos grandes bandos: uno, yo, y el otro, los demás. L A DAMA LA DAMA P o r lo mismo que es loca. E L ABAD ¿No sigue usted fiel á la Causa? ¡Uno, tú! EL MARQUES DE BRADOMIN Y tú... E L ABAD Señor Marqués, usted está tocado de ese EL MARQUES DE BRADOMIN Sí. terrible gusano de la burla. ¡Volterianismos! - 8 7 - EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Volterianismos de la Francia! P a l a b r a de h o n o r , señor M a r q u é s , no trae usted u n a Sí, ya le veo. misión del Rey? LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN Es el tío Don Juan Manuel. Palabra de h o n o r , señor Abad, no la traigo. EL MARQUES DE BRADOMIN EL ABAD Sin duda tienen razón los q u e dicen que el ¡El magnífico hidalgo del Pazo de L a n tañón! Abad de B r a n d e s o es un iluso. LA DAMA tristemente el blanco fantasma de la e n f e r m a . Se aparece allá en el fondo del mirador, con las manos cruzudas: Mira hacia el camino, un camino aldeano, solitario y luminoso bajo el sol q u e m u e r e . Con romántica fatiga levanta su m a n o de sombra y señala á lo lejos. ONRÍE ¡Pobre señor! Estoy segura q u e viene á verte. EL MARQUES DE BRADOMIN Se ha detenido y nos saluda quitándose el LA DAMA chambergo. Xavier, m i r a allá u n jinete. EL MARQUES DE BRADOMIN N o veo nada. LA DAMA A h o r a pasa L a Fontela. k figura del hidalgo se alza en medio del camino con el montecristo flotante. El caballo relincha noblemente, y el viento mueve sus crines venerables. Es un caballo viejo, p r u d e n t e , reflexivo y grave como un pontífice. Don Juan Manuel se levanta sobre los estribos y deja oir su voz de tronante fanfarria que despierta un eco lejano.. - 8 9 - DON JUAN MANUEL ¡Sobrina! ¡Sobrina! Manda a b r i r la c a n cela del jardín. LA DAMA Míralo, se inclina acariciando el cuello del caballo. LA DAMA Xavier, dile tú que ya van. DON JUAN MANUEL ¡Sobrina! ¡Sobrina! EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Ya van! ¡Ya van!... No me ha oído. E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Es magnífico! EL ABAD El privilegio de hacerse entender á tal distancia es suyo n o más. LA DAMA Vuelve el caballo hacia el camino, y se va... EL MARQUES DE BRADOMIN EL ABAD ¡Ya van! LA DAMA Calla, porque jamás confesará que te oye. E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Ya v a n ! E L ABAD Es inútil. Sin duda le ha parecido que n o acudían á franquearle la entrada con toda la presteza requerida. DON JUAN MANUEL ¡Sobrina! No puedo detenerme... Voy á Viana del Prior... Tengo que apalear á un escribano. E L ABAD EL MARQUES DE BRADOMIN ¡De veras que es magnífico! Ya le tenía T a m b i é n hace sus visitas á la rectoral. Ata casi olvidado. ¡Y qué arrogante, á pesar de su caballo á la puerta, y éntrase dando voces. los años! Se hace servir vino, y bebe hasta d o r m i r s e E L ABAD Se conserva c o m o cuando servía en la Guardia N o b l e de la Real P e r s o n a . LA DAMA Y si supieses qué existencia arrastra: Está casi en la miseria. en el sillón. C u a n d o se despierta, sea día ó noche, pide el caballo, y dando cabeceos sobre la silla, se vuelve á su Pazo de L a n t a ñón. E L MARQUES DE BRADOMIN Don Juan Manuel Montenegro es el últim o superviviente de u n a gran raza. • EL ABAD Pero es siempre un gran señor. Vive r o deado de criados que no puede pagar, haciendo la vida de todos los mayorazgos campesinos: C h a l a n e a n d o en las ferias, jugando en las villas y sentándose á la mesa de los curas en todas las fiestas. EL ABAD Sí que lo es. E L MARQUES DE BRADOMIN H e r m a n o espiritual de aquellos a v e n t u r e ros hidalgos que se enganchaban lances de a m o r , de espada y de fortuna. LA DAMA Desde que yo habito en este destierro es frecuente verle aparecer... — 92 en — los tercios d e Flandes ó de Italia por buscar LA DAMA T ú también eres de aquéllos. E L MARQUES DE BRADOMIN Yo pude serlo, si no hubiera tenido la manía de leer. Los muchos libros son como sermones. T e n g o encargo de predicar en la fiesta de Santa María de A n d r a d e , que este a ñ o se celebra con g r a n solemnidad. los m u c h o s desengaños: no dejan nada en el corazón. LA DAMA L a biblioteca entera está á su disposición. LA DAMA E L ABAD Dejan al menos los recuerdos, porque tú ¡Gracias! ¡Mil gracias! estás aquí. E L ABAD jCarabel! ¡Capitán! LA DAMA ¿Nos abandona usted, señor Abad? EL ABAD P o r breves momentos, contando con su venia. Esta visita no es solamente para salu- L Abad sale s e g u i d o de sus galgos c o m o d e dos acólitos, y en el c o r r e d o r , ya o s c u r o , s e d e s v a n e c e n el b a l a n d r á n y el c l o q u e o c a m p e s i n o d e sus z u e c o s . Un reloj d e cuco da las seis. E L MARQUES DE BRADOMIN Ese reloj, sin duda, acuerda el tiempo del f u n d a d o r . LA DAMA ¡Qué t e m p r a n o anochece! Las seis todavía. d a r á nuestro ilustre Marqués, lo es también para t o m a r u n libro q u e recuerdo haber visto en la biblioteca del Palacio: «El Florilegio de Nuestra Señora»: una colección de — 94 — L M a r q u é s de B r a d o m í n se acerca á la s o m bra r o m á n t i c a q u e se destaca s o b r e el f o n d o l u m i n o s o d e u n a v i d r i e r a , y en s i l e n c i o le besa u n a m a n o . S e oye u n t e n u e s u s p i r a r . EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Lloras! días con una sonrisa triste y lloran de noche en la oscuridad. LA DAMA LA DAMA No debimos volver á vernos. ¡Es cierto! EL MARQUES DE BRADOMIN L o que n u n c a debimos fué separarnos. LA DAMA T ú , cuándo tienes que irte? EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Yo? ¡Cuando tú me dejes! LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN Y si yo te contase la mía. LA DAMA T ú no tienes que contarme la tuya. Mis ojos la han seguido desde lejos, y la saben toda. ¡Qué vida, Dios mío! Aquel pelo tan negro ya es todo blanco. ¡Ay!... C u a n d o yo te deje. No te dejaría n u n c a . Si supieses la soledad de mi vida d u rante esos u n o s tan largos que estuvimos E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Ay, Concha, son las penas! sin vernos. LA DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Mi pobre Concha! Una de esas vidas silenciosas y resignadas que m i r a n pasar los No, no son las penas..! Otras cosas son' T u s penas no pueden igualarse á las mías, y yo n o tengo blanca la cabeza. - 9 6 - — 97 — EL MARQUES DE BRADOMIN 8 5 - ^ 8 ON u n a mano a t l i filerón d a m a , y la ola los h o m b r o s . b l a n d u r a lema, de caricia sensua , a del Marqués de Bradomín retira el a l de oro q u e sujeta la c r e n c h a de la de seda olorosa y negra r u e d a sobre ¿Pero tiene hijas Isabel? LA DAMA No, son mis hijas. EL MARQUES DE BRADOMIN A h o r a tu frente brilla como un astro bajo la crencha negra. ¿ T e acuerdas cuando que- EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Tus hijas!.En otro tiempo me querían mucho. ría que me azotases con la madeja de tu pelo? LA DAMA L A DAMA Y tú también las querías. Me acuerdo de todas tus locuras... Xavier, he recibido una carta, tengo que e n s e ñ á r t e l a . EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Qué tienes? EL MARQUES DE BRADOMIN ¿ U n a carta? ¿De quién? LA DAMA Nada. LA DAMA De tu p r i m a Isabel. Viene con las niñas. EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Lloras? LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN JIsabel Bendaña? No. EL MARQUES DE BRADOMIN Sí. LA DAMA Las pequeñas están con su padre. — 99 — L A DAMA. No. Las tengo educándose en el convento de la E n s e ñ a n z a . berte escuchado cuando me suplicaste que te olvidase y que no te viese más. No c o m prendo como obedecí tu ruego. F u é sin duda porque vi tus lágrimas. E L MARQUES DE BRADOMIN LA Ya serán unas mujeres. L A DAMA Sí, están m u y altas. DAMA No quieras e n g a ñ a r m e una vez más. Yo c r e í siempre que volverías. EL MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN Antes eran preciosas. No sé ahora. L A DAMA Como su m a d r e . ¿Por qué entonces me suplicaste que me fuese? L A DAMA No sé... T a l vez por eso. E L MARQUES DE BRADOMIN No, como su m a d r e , n u n c a . LA DAMA Tienes razón. No quiera Dios hacerlas tan desgraciadas. EL MARQUES DE BRADOMIN Y no volví porque esperaba que tú me llamases. ¡Ah!... El demonio del orgullo. LA DAMA No, no fué el orgullo. F u é otra m u j e r . Ha- E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Qué distinta pudo haber sido nuestra vidal Hoy siento un cruel remordimiento por ha— IOO — cía m u c h o tiempo que me traicionabas con ella. ¡Cuando lo supe creí morir! EL MARQUES DE BRADOMIN No. E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Sin embargo, qué segura has estado siempre de mi cariño y cómo lo dice la carta con que m e has llamado! LA DAMA Sí que te ofendes. Desde ayer estoy d u dando, sin atreverme á decírtelo. L A DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN No era de tu cariño, era de tu compasión. ¿Y tú crees que engañaremos á Isabel? ¡Qué pena c u a n d o adiviné por qué no habías vuelto! Pero no he tenido para ti u n solo día de rencor. L A DAMA No lo hago por Isabel, lo hago por mis pequeñas, que son unas mujercitas. E L MARQUES D E BRADOMIN Ya nada podrá separarnos. EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Y después, qué será lo que nos separe? LA DAMA L A DAMA Nada... P e r o tenemos que ser prudentes. ¡Mi muerte! ¡Nada más que m i muerte! X a v i e r . Si viene Isabel con mis hijas, sólo te T u amor tiene en mi alma raíces tan profun- pido que á su llegada no te hallen aquí. Yo das como esos árboles que vemos les diré que estás en L a n t a ñ ó n cazando con aquí. N a d a podrá separarnos, Xavier, nada, nuestro tío. T ú vienes u n a tarde, y sea por- si n o es tu olvido. que hay t o r m e n t a , ó porque le tenemos miedo á los ladronee, te quedas aquí, como nuestro caballero. No te ofendes, verdad? E L MARQUES DE BRADOMIN Desgraciadamente no sé olvidar. — io3 — desde FLORISEL ¿ T i e n e pensado ir allá el señor mi M a r qués? DON JUAN MANUEL ¿Dónde se halla el Marqués de Bradomín? Mala tarde, sobrino. EL MARQUES DE BRADOMIN HoyJ mismo. EL MARQUES DE BRADOMIN FLORISEL ¡Mala, tío! ¡No estará como en el Pazo de Brandeso! DON JUAN MANUEL Cierto que en toda esta tierra no se halla un caballero como el señor padrino. ¿ T ú leyendo? Sobrino, lo mejor p a r a quedarse ciego. ¡Sabes que es nieve lo que cae! EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Pues entonces?.. FLORISEL ¿Llegó usted hasta Viana? Pero no hay allí un h o r n o de pan siempre lleno. EL MARQUES DE BRADOMIN E r e s u n sabio, Florisel. Vete. DON JUAN MANUEL No. Llegué hasta mis molinos, que están ahí cerca. Recordé que tenía que sacar de pila á u n o de los hijos del molinero. C o n ese ¡|L Marqués d e B r a d o m í n , con u n a vaga s o n r i s a en los labios i r ó n i c o s , coge el l i b r o d o n r- d e leía al c o m i e n z o d e la t a r d e , y se sienta cerca d e la l á m p a r a . F l o r i s e l , sale a p a g a n d o el r u i d o de s u s m a d r e ñ a s , y al a b r i r la p u e r t a s u r g e en la s o m b r a la p r ó c e r figura del viejo Mayorazgo d e L a n tañón. son cincuenta y siete los ahijados que tengo. — 106 — — ¡07 — EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Al escribano de Viana n o le ha visto usted? á r e s o n a r en el c o r r e d o r las m a d r e ñ a s del p a j e , q u e a p a r e c e todo t r é m u l o , con un j a r r o t a l a v e r e ñ o q u e coloca s o b r e la m e s a . Don J u a n M a n u e l se d e s p o j a del m o n t e c r i s t o , y t o m a a s i e n t o en u n sillón. LA DAMA UELVEN DON JUAN MANUEL ¿ T ú vas á catarlo? EL MARQUES DE BRADOMIN El tío Don Juan Manuel quiere que le acompañes. ¿ T e lo ha dicho? M a ñ a n a es la fiesta del Pazo, San Rosendo de L a n t a ñ ó n . Dice el tío que te recibirán con palio. DON JUAN MANUEL Ya sabes que desde hace tres siglos es p r i vilegio de los Marqueses de Bradomín ser Ya lo he catado. DON JUAN MANUEL recibido con palio en las feligresías de San Rosendo de L a n t a ñ ó n , Santa Baya de C r i s - ¿Y cuál es tu opinión? EL MARQUES DE BRADOMIN tanilde y San Miguel de Deiro. Los tres c u ratos son presentación de tu casa. ¿ M e equivoco, sobrino? ¡La de usted! DON JUAN MANUEL Muchos así debía beberse m i sobrina. No estaría entonces como está. ¿La h a b r á s h a llado m u y acabada? L M a r q u é s d e B r a d o m í n i n s i n ú a u n gesto sent i m e n t a l , y el viejo l i n a j u d o vuelve á llenars e el vaso. Casi al m i s m o t i e m p o u n a m a n o i n v i s i b l e e m p u j a la p u e r t a , q u e se a b r e l e n t a m e n t e , y s o b r e la n e g r u r a d e l f o n d o albea el r o p ó n m o n a c a l d e la S e ñ o r a del Palacio. — i io — EL MARQUES DE BRADOMIN No se equivoca usted, tío.LA DAMA N o le pregunte usted. Es un dolor, pero el último Marqués de Bradomín no sabe una palabra de esas cosas. DON JUAN MANUEL Eso lo sabe. Debe saberlo. LA DAMA Estoy segura que ni siquiera conoce el origen de la casa de Bradomín. DON JUAN MANUEL No hagas caso. T u prima quiere i n d i g narte. LA DAMA ¡Supiera al menos cómo se compone el blasón de la noble casa de Montenegro! también es m u y antiguo. Pero entre todos los títulos de tu casa, Marquesado de San Miguel, Condado de Barbanzón y Señorío de Padín, el más antiguo y esclarecido es el señorío. Se remonta hasta Don Roldán, u n o de los doce pares. Don Roldán ya sabéis que no m u r i ó en Roncesvailes, como dicen las Historias. EL MARQUES DE BRADOMIN Yo-confieso que no sabía nada. DON JUAN MANUEL ¡Eso lo saben los niños más pequeños! EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Como que es el más ilustre de los linajes españoles! LADAMA Sí, señor. EL MARQUES DEBRADOMIN ¡Ah! ¿ T ú lo sabías? Es sin duda un secreto de familia. DON JUAN MANUEL Españoles y tudescos, sobrino. Los M o n tenegros de Galicia descendemos de una emperatriz alemana. Es el único blasón español que lleva metal sobre metal: espuelas de oro en campo de plata. El linaje de B r a d o m i n LA DAMA ¡Naturalmente! DON JUAN MANUEL Como yo también desciendo de Don R o l d á n , por eso conozco bien esas cosas. Don — II3 — LA DAMA Roldán pudo salvarse, y en u n a barca llego hasta la Isla de Sálvora, y atraído por una ¡Adiós, tío! ¡Xavier, hasta cuándo? Sirena, naufragó en aquella playa, y tuvo de la Sirena un hijo que, por serlo de Don Roldán, se llamó P a d í n , y viene á ser lo mismo E L MARQUES DE BRADOMIN T ú que me destierras debes decirme cuándo puedo volver. que Paladín. Ahí tienes por qué una Sirena a b r a z a y sostiene tu escudo en la iglesia de L a n t a ñ ó n . Puesto que tienes la m a m a de leer LA DAMA Si ellos llegan hoy, tú m a ñ a n a mismo. Ya lo sabes. en el Pazo te daré un libro antiguo, pero de letra grande y clara, donde todas estas historias están contadas muy por largo. Pero, si hemos de irnos, vámonos aprove- s a l i d o el v i e j o l i n a j u d o , y la d a m a , f u r tiva y a m o r o s a , se alza en la p u n t a de l o s p i e s p a r a a l c a n z a r los l a b i o s d e l M a r q u é s d e Bradomín. ABÍA chando este claro del tiempo. EL MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN - ¡Mi vida! No sé si está mi yegua ensillada. ¿Usted LA DAMA ¿Vendrás mañana, Xavier? m o n t a un caballo? DON JUAN MANUEL Sí p e r o n o te asustes por eso. Mi caballo E L MARQUES DE BRADOMIN Sí. lo tu'vo catorce años el Abad de Andrade, y cumple el voto de castidad mejor que su a n tiguo a m o . ¡Adiós, sobrina! — 114 — LA DAMA ¿Me lo juras? EL MARQUES DE BRADOMIN EL ABAD Después de mucho revolver, al cabo di con él. Sí. RAS los cristales del m i r a d o r , el jardín a p a rece lleno de s o m b r a , y en el cielo, triste y otoñal, se perfila la l u n a c o m o borrosa m o neda de plata. Al pie de la f u e n t e , u n c n a d o espera con los caballos del diestro. Se ve la figura de Don Juan Manuel q u e baja por u n t o r t u o s o camino de mirtos. El "Marqués de Bradomín se d e s p r e n d e b l a n damente de la d a m a y sale. La dama, apoyada en el arco de la p u e r t a , le despide agitando su m a n o blanca. Después, c u a n d o la s o m b r a se desvanece en la noche del jardín, sale á la escalinata para seguir viéndola un m o m e n t o m á s . E n la otra puerta a q u e lla que c o m u n i c a con el palacio, aparece el Abad de Brandeso. EL ABAD LA DAMA ¿No se lo lleva usted? EL ABAD Solamente quería compulsar una cita. LADAMA ¡Yo suponía que se había usted ido c u á n t o hace! EL ABAD ¡Cómo, sin despedirme de usted y de nuestro Marqués! LA DAMA ¿Da su permiso mi ilustre amiga doña ¡Nuestro Marqués es el que acaba de irse! María de la Concepción? ¿Da su permiso mi Mañana es San Rosendo de L a n t a ñ ó n , y el ilustre..? tío Don Juan Manuel vino á invitarle. LA DAMA Adelante, señor Abad. ¿Por qué se detiene EL ABAD ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Ese viaje en la puerta? ¿Ha encontrado usted el libro me afirma en mis sospechas, porque yo creo que buscaba? siempre que t r a e una misión del Rey. - 117 — LA DAMA ¿No le ha oído usted? EL ABAD A pesar de sus protestas. ¿Usted lo duda? LA DAMA No lo dudo... L o sé. EL ABAD LA DAMA C u a n t o usted pueda decirme, cuanto m e he dicho yo. Pero le quiero, él es m i vida, y su ausencia me mataba. He p r o c u r a d o olvidarle. Hubiera querido envejecer en una noche, despertarme un día a r r u g a d a , caduca, de cien años, con el corazón frío! Y mi p o bre corazón, cada amanecer más lleno de su a m o r , sólo vivía de recuerdos!... ¡Que la trae! LA DAMA Que no, señor Abad. EL ABAD E n tal supuesto... LA DAMA Sé todo lo que va usted á decirme. EL ABAD Ya no es un caso de conciencia donde el bien de la Iglesia debe considerarse antes que ninguna otra cosa. La estancia del señor Marqués de Bradomín en el palacio de Bran- EL ABAD Y después de haber sufrido y resistido tanto, bastó una hora de depresión a p r o v e chada por Satanás... LA DAMA No, después de haber sufrido tanto, quise ser feliz, y ahora nada hay que pueda h a cerme renunciar á mi a m o r . DOÑA MALVINA Señorita, la noche se queda muy oscura. ¿Le parece que vaya alguno de los criados deso... — 119 — EL MARINERO con un farol al desembarcadero del río, para ¡Hagan favor de atar el perro! esperar á las niñas? LA DAMA. ¿A qué h o r a llegará la barca? DOÑA MALVINA Ayer llegó m u y de noche. EL ABAD T i e n e mejor viento que ayer. ¿Vienen hoy las niñas? DOÑA MALVINA ¿Quién es? EL MARINERO Abelardo, el patrón de la barca. LA DAMA ¿Quién ha dicho? ¡Ya están ahí!... DOÑA MALVINA No vienen las niñas. LA DAMA Hoy las espero. Hace ya dos días que están en Viana con su padre. E oyen los ladridos de un perro, y se divisa una sombra que adelanta por el jardín. Trae un farol en la mano, y la humosa llama de aceite tras los vidrios empañados, ilumina con temblona claridad aquel sendero entre viejos mirtos, y los pies descalzos del h o m b r e que llega. Es una ügura negra que apenas se destaca sobre el fondo misterioso del jardín. Los ladridos del perro le hacen detenerse, y explora en torno con el farol en alto. T o d a la figura se ilumina: El t r a j e de aguas y el sudeste coa q u e cubre su cabeza le anuncian como un marinero. — 120 — EL ABAD H a b r á n temido al mal tiempo. EL MARINERO ¡Santas y buenas noches tenga la señora y la compañía! LA DAMA ¿Cómo no h a n venido mis hijas? EL MARINERO Cuando ya Íbamos á largar llegó un criado mozo con esta carta. L mismo tiempo que habla, el marinero se descubre y del sudeste saca la carta q u e e n trega á la señora. Doña Malvina acerca el velón, y a l u m b r a mientras lee la dama. LA DAMA LA DAMA Quiero ir yo. DOÑA MALVINA ¡Usted, señorita! « M a m á Concha: No vamos, p o r q u e está papá muy grave, que le ha repetido el ataque y dicen que no debemos abandonarlo en estos momentos. Nosotras, las dos, tenemos muchos deseos de verte. Como aquí estamos solas, y ni siquiera conocemos á los criados, no hacemos sino llorar. Papa no habla, y dicen que no conoce á nadie; pero á nosotras nos m i r a con unos ojos tan tristes que parece que nos conoce.» ¡Pobres h i jas' ¡Lo que estarán sufriendo, allí solas las dos! ¡Mis ángeles queridos! ¿Cuándo sales con la barca? EL MARINERO Ahora. Apenas si nos queda m a r e a . EL ABAD Es un deber de madre, y también de esposa. LA DAMA ¿Y acaso puedo yo volver á e n t r a r en aquella casa? ¡Qué hacer, Dios mío!.. ¡Pobres hijas, solas al lado de su padre que se muere! ¡Y tal vez maldiciéndome! Iré, iré, aun cuando hayan de a r r o j a r m e los criados. ALE en medio de un aguacero, cubierta con largo capuchón. T o d o s la siguen, y como una procesión de sombras se les ve alejarse por el jardín, entre los altos mirtos. Desaparecen con la luz del farol, y el perro sigue ladrando en la noche. DOÑA MALVINA ¿Quiere usted que vaya yo al lado de las niñas. ASÍ TERMINA LA JORNADA SEGUNDA J O R N -ADA T E R C ERA f P p p l j L viejo jardín en u n a tarde otoñal y dorada, ü P a ' o m a s searrullan posadas en la piedra ' de armas, y los vencejos, que revolotean sobre la torre señorial, trazan en el azul signos de q u i m e r a con la punta negra del ala. De tiempo en tiemp o , u n estremecimiento recorre el jardín y luego todo vuelve á quedaren silencio de misterio: El misterio de los mirtos centenarios, de las fuentes abandonadas, •de las rosas que se deshojan en los rosales... Doña Malvina, la dueña, hace calceta sentada en un banco de piedra y atisba por encima de los espejuelos hacia la puerta del jardín, donde acaba de aparecerse el señor Abad de Brandeso. EL ABAD A c a b a n de contarme que llegó esta m a ñ a n a toda la familia. ¿Cómo han sido esas paces, Doña Malvina? — 127 — DOÑA MALVINA Dios Nuestro Señor que dispone todas las cosas. Y a conoce aquella súbita resolución que tomó la señorita al leer la carta de las niñas. Llegamos á Viana caladas de agua y DOÑA MALVINA Llegó, le besó las manos de rodillas, y entonces p 0 r p r i m e r a y e z U ó r . Las niñag también lloraban, como si las inocentes comprendiesen. muertas de miedo. Yo d u r a n t e el camino n o hice otra cosa que rezar... Las olas montaban E L ABAD ¿Y el marido? por encima de la barca. ¡Y qué serenidad la señorita! Solamente la vi temblar cuando llegamos á la puerta de su casa. Estaba pá- DOÑA MALVINA No la conoció. lida como una m u e r t a . Pensé que iba á caerE L ABAD se. Sin p r o n u n c i a r una sola palabra subió las escaleras y abrazó á las niñas, que salieron á recibirla. Crea que me daba miedo verla tan T>Y ahora? DOÑA MALVINA pálida, con los ojos secos. T o m ó á las niñas de la m a n o y siguió con ellas... E L ABAD ¡El trance h a b r á sido al entrar en la alcoba donde estaba el m a r i d o enfermo? — 128 — Lo mismo. Solamente conoce al criado que le acompañaba siempre. E L ABAD Ya llevaba mucho tiempo desmemoriado. Ultimamente habrá tenido noticia de la llegada del ilustre Marqués de Bradomín. — 129 — E L MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES BRADOMIN DOÑA MALVINA DOÑA. MALVINA A u n cuando no lo dice, ese remordimiento DE tiene la señorita. Siete días estuvo á su c a - Si vuelve... Como ahora no hacen sufrir á nadie. becera, día y noche, velándole. A todos nos EL ABAD tenía pasmados que tuviese tuerzas estando Pero ofenden á Dios, Doña Malvina. c o m o está tan delicada. ¡Y ahora le cuida y sirve con un a m o r ! EL ABAD ¿Y el ilustre Marqués, no ha vuelto á mostrarse? DOÑA MALVINA ¡o* un sendero del jardín vienen dos niñas que parecen dos princesas infantiles, pintadas por el Tiziano en la vejez. Las dos son muy semejantes, rubias y con los ojos de oro. La mayor se .lama María Fernanda, la pequeña María Isabel Llegaban sofocadas de sus juegos, y la onda p r i m a veral de sus risas se levantaba armónica entre los U4 viejos mirtos. MARIA ISABEL Mis ojos no le han visto más. EL ABAD Hace dos días continuaba en el Pazo de ¡Señor abad! MARIA FERNANDA ¡Don Benicio! Lantañón. DOÑA MALVINA Entonces allí seguirá. EL ABAD ¿Y si vuelve? EL ABAD ¡Señoritas! ¡Qué altas y qué preciosas! MARIA FERNANDA M a r í a Isabel no ha crecido. ¡Yo sí! — I3I — EL FI. M A R Q U E S D E MARQUES DE BRADOMIN B R A D O M I N MARIA ISABEL MARIA ISABEL ¡Yo también! T ú has crecido más, pero yo tamb.én E L ABAD crecí. MARIA F E R N A N D A ¿Y además entiendes las cuentas? T e sirven todos los vestidos que tenías. EL ABAD MARIA ISABEL Eso no... Yo á las dos las encuentro hechas unas MARIA F E R N A N D A mujeres. Las cuentas no las entiende n i n g u n a niña. DOÑA MALVINA ¡Todavía han de pasar muchos años! En el convento somos quince educandas y sólo una las entiende. E L ABAD ¿Cuál es la más aplicada? E L ABAD Pues ya hay una. MARIA F E R N A N D A Yo las cuentas no las entiendo, pero la Historia Sagrada la sé toda. MARIA ISABEL Pero en cambio, Sor María Salomé, que tiene cerca de ochenta años, siempre que nos castigan por no saberlas, nos trae dulces á E L ABAD ¿Y tú María Isabel? — I3A — escondidas. — 133 — E L ABAD MARIA FERNANDA P o r q u e dice que á ella las cuentas t a m - ¿Cómo l a r á n , larán? poco le han entrado nunca en la cabeza. ¡Y tiene cerca de ochenta años! MARIA ISABEL jLarán! ¡larán! EL ABAD EL ABAD ¿Y la d o c t r i n a , la sabéis? ¡Ah! Sí, el sexto, ¡larán! ¡larán! ¿Y vuestra madre, dónde está? MARIA FERNANDA MARIA FERNANDA Sí, s e ñ o r . Antes estaba en la capilla. E L ABAD EL ABAD ¿Cuántos son los mandamientos de la ley ¿Y ahora? de Dios? MARIA FERNANDA MARIA FERNANDA Ahora... Los mandamientos de la ley de Dios, son diez: El p r i m e r o , a m a r á Dios sobre todas las cosas; el segundo, no jurar su santo n o m b r e DOÑA MALVINA Véala allí, caminando detrás de la litera donde pasean al enfermo. en vano; el tercero, santificar las fiestas; el EL ABAD cuarto, h o n r a r padre y m a d r e ; el quinto, n o m a t a r ; el sexto, ¡larán! liarán! — >34 — ¿Una litera? — 135 — EL MARQUES DOÑA DE BRADQMIN MALVINA U n a litera que había en el palacio, del tiempo de los abuelos... F u é idea del señor EL MARQUES E L ABAD V a m o s á saludarla. L Abad se aleja p o r la h o n d a a v e n i d a de c a s t a ñ o s q u e c o m i e n z a á c u b r i r s e d e hojas, y allá en el f o n d o , d o n d e casi se d e s v a n e c e su b a l a n d r á n flotante, t r o p i é z a s e con u n a d a m a q u e baja la escalinata del palacio. E s u n a d a m a alta y r u bia, de b u e n d o n a i r e y d e b u e n seso, q u e ostenta un h e r m o s o n o m b r e d e r i c a - h e m b r a . Se llama Isabel Bendaña. ISABEL BENDAÑA ¡Señor A b a d de Brandeso! E L ABAD ¡Doña Isabel de Bendaña, m i buena amiga! N o sabía que se hospedase aquí tan ilustre señora. ¿ C u á n d o ha llegado usted? — I36 — BRADOMIN ISABEL BENDAÑA Hoy he llegado acompañando á mi p r i m a Concha. Marqués para que la señorita pasease por el jardín, u n a vez que estuvo m u y delicada. DE EL ABAD A saludarla iba. ISABEL BENDAÑA E n el jardín está. S i e m p r e al lado de su m a r i d o , no se aparta un momento, y le cuida con una especie de fiebre amorosa. El está que parece un niño... E L ABAD Es edificante... Pero temo... E alejan j u n t o s , p o r los s e n d e r o s del a b a n d o n a d o j a r d í n , y se p i e r d e n e n t r e el f o l l a j e d o rado y otoñal d e los castaños. L o s m i r l o s cantan en las r a m a s y s u s c a n t o s se r e s p o n d e n e n c a d e n á n d o s e en un r i t m o r e m o t o , c o m o el m u r m u llo d e las f u e n t e s q u e en la s o m b r a de los viejos m i r t o s r e p i t e n el c o m e n t a r i o v o l u p t u o s o q u e p a r e cen h a c e r á t o d o s ios p e n s a m i e n t o s d e a m o r , s u s v o ces e t e r n a s y j u v e n i l e s . El sol p o n i e n t e d e j a un r e flejo d o r a d o s o b r e los cristales d e la t o r r e , c u b i e r t a d e n e g r o s v e n c e j o s , y en el silencio d e la t a r d e a q u e l i a r d í n l l e n o d e v e r d o r u m b r í o y de r e p o s o s e ñ o r i a l , j u n t a la voz d e s u s f u e n t e s con la voz d e las m n a s q u e r o d e a n el b a n c o d o n d e hace calceta la d u e ñ a d e los e s p e j u e l o s d o c t o r a l e s . DOÑA MALVINA Yo la vi siendo una niña como vosotras. La dama estaba sentada al pie de la fuente, peinando los largos cabellos con peine de oro. MARIA. F E R N A N D A al b a n c o se ha d e t e n i d o F l o r i s e l , q u e pasaba con la j a u l a de s u s m i r l o s . Al oir las p a l a b r a s d e la d u e ñ a , s u s ojos b r i l l a n l l e n o s de curiosidad. RÓXIMO P u e s si no sabes el cuento de las tres p r i n cesas encantadas, cuéntanos el de los siete enanos, q u e ése lo sabes. FLORISEL Sería una princesa encantada. MARIA ISABEL Y sino, cuéntanos el del gigante m o r o . DOÑA MALVINA E r a la reina m o r a que un gigante tiene prisionera. DOÑA MALVINA ¡Dios me dé paciencia con vosotras! Os contaré la historia de una d a m a e n c a m a d a que se aparece al borde de u n a fuente que hay cerca de aquí. MARIA F E R N A N D A ¿ T ú la viste? MARIA ISABEL ¿Y era muy guapa? DOÑA MALVINA ¡Muy guapa, muy guapa! MARIA F E R N A N D A ¿Ásí como m a m á ? - I 3 9 - EL MARQUES DE BRADOMIN DOÑA MALVINA Muy semejante. A su lado, sobre la yerba, tenía abierto un cofre de plata lleno de ricas joyas que rebrillaban al sol. El camino iba muy desviado, y la dama, dejándose el peine de oro preso en los cabellos, me llamó con EL MARQUES BRADOMIN quedan presos en el encanto. Para desencantar á la reina, y casarse con ella, bastaría con decir: E n t r e tantas joyas, sólo á vos quiero, señora reina. Muchos saben esto, pero cegados por la avaricia, se olvidan de decirlo, y pónense á elegir entre las joyas. su mano blanca que parecía una paloma en el aire. Yo, como era una niña, tomé miedo, DE FLORISEL ¡Si á mí quisiese aparecerse! y dime á correr, á correr... DOÑA MALVINA FLORISEL ¡Si á mí quisiese aparecerse! ¡Desgraciado de ti! El que ha de romper el encanto no ha nacido todavía. DOÑA MALVINA Cuántos se acercan, cuántos perecen e n cantados. Vosotras no sabéis que para encantar á los caminantes, con su gran hermosura los atrae, y con la riqueza de las joyas que les muestra, los engaña: Les pregunta Bendaña y el tonsurado, reaparecen dando compañía á la Señora del Palacio. C a minan lentamente, acompasando su a n d a r al de la dama que de tiempo en tiempo se detiene y alienta con fatiga. Ante la escalinata, cerca del banco donde la dueña refiere á las dos niñas sus cuentos d e abuela, hacen el último alto. SABEL cuál de entre todas sus joyas les place más, y ellos, deslumhrados al ver tantos broches y cintillos y ajorcas, pónense á elegir, y asi — 140 — ISABEL BENDAÑA ¿No pasa usted Don Benicio? — 141 — EL MARQUES DE BRADOMIN E L ABAD P e r d o n e n que no les haga más larga visita. EL MARQUES DE BRADOMIN Sumiller, descubrimos un bando de perdices. Díganle que á ver cuándo le caemos encima. Resérvenlo al Sumiller si viniese por el palacio. Me ha encargado el secreto. ¡Aquí, LA DAMA Carabel! ¡Aquí, Capitán! Señor Abad, que mañana celebra usted la DOÑA MALVINA misa en nuestra capilla. No lo eche usted en ¡Qué gran raposo! Sóbrale de saber dónde olvido. E L ABAD está el señor Marqués. ¿Adonde vais, niñas? No lo echo en olvido, no lo echo en olvido. ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Díganle al MARÍA F E R N A N D A Vamos con Florisel á ver los otros mirlos. ilustre Marqués de Bradomin... LA DAMA El Marqués de Bradomin, no está en el palacio de Brandeso. OÑA Malvina s u b e la escalinata con las d o s niñas d e la m a n o . El Abad d e s a p a r e c e en el f o n d o d e la a v e n i d a s i l b a n d o á s u s galgos, c o n el b a l a n d r á n flotante y el c h a m b e r g o en la m a n o por r e f r e s c a r la asoleada y varonil cabeza, d o n d e la t o n s u r a a p e n a s se e s b o z a s o b r e el gris a c e r a d o del cabello. L a s d o s p r i m a s q u e d a n solas. DOÑA MALVINA LA DAMA Ya lo sabe. E L ABAD Xavier llegará dentro de un m o m e n t o . ISABEL BENDAÑA E n el supuesto de que recaiga por aquí, díganle que hace pocos días, cazando con el — 142 — ¡Xavier! E L MARQUES DE BR A D O M I N EL MARQUES DE RRANNWR» LA DAMA LA DAMA ¡ T e m o tanto verle! T e m o el encanto d e Ñ o l a comprenderá... Y yo quiero ser fiel sus palabras, t e m o que sus ojos me miren, a esa pobre sombra, detenida por un milagro temo que sus manos se apoderen de las delante de la muerte. Quiero ser su esclava mías... ahora que nada puede exigir de mí. Cuando ISABEL BENDAÑA me sonríe, con su sonrisa de e n f e r m o que vuelve á ser niño, cuando posa sobre mí sus P e r o no... ojos llenos de indecisión, tristes ojos sin LA DAMA ¡Volverá á enloquecerme y volveré á caer en sus brazos! T ú , qué me aconsejas Isabel? ISABEL BENDAÑA Si es así que no le veas... LA DAMA pensamiento, el dolor de haberle ofendido se levanta dentro de mí como una ola, como un gran sollozo. Algunas veces cuando m o m e n t o de lucidez, y me maldiga, y m e arroje de su lado. ¡ T ú no sabes cómo esa idea me hace sufrir! ¿Y puedo negarme á decirle adiós, cuando ISABEL BENDAÑA es por toda la vida! ISABEL BENDAÑA ¿Y Xavier te ha escrito que venía? Xavier no intentará separarte de tu m a rido. Xavier, mejor que nadie, debe c o m prender la grandeza de tu sacrificio. —144 — estoy sola con él, temo que de pronto tenga un LA DAMA E L - ' - " T 1 T . S D E B R A D O M i N EL MARQUES DE BRADOMTM ISABEL B E N D A Ñ A I S A B E L BEN DAÑ A Es algo fatal. ¿Cómo lo sabes? LA DAMA L A DAMA á Lo presiento. Xavier vendrá, y yo volveré caer en sus brazos, sin que n a d a pueda salvarme. ISABEL BENDAÑA T ú debes luchar contra esa idea. ¡Fatal! Y prefiero estar prevenida. Yo sé como puedo defenderme, y cómo puedo conseguir que se aleje de mí para siempre. Me bastaría pronunciar algunas palabras, pero me falta valor para hacerlo. Yo puedo r e nunciar á Xavier, no á que me recuerde sin carino. Q u i e r o vivir siempre en su corazón. L A DAMA ISABEL BENDAÑA ¡No puedo! ¡Y el remordimiento me m a j á ! ¡Mi falta, mi adulterio ahora, s e n a mas ¡Me das pena!.. cobarde, más infame que nunca! Si le dijese: Xavier, tuve otro amante. L A DAMA ISABEL BENDAÑA Yo en tu caso no vería á Xavier. L A DAMA No le conoces. Se aparecería cuando yo ISABEL B E N D A Ñ A ¿Cuándo? LA DAMA ¡Nunca! ¿Quién has creído que soy y o > Ni otro amante, ni otro amor que Xavier. menos lo esperase. — 146 — — ' 4 7 - EL MARQUES DE B R A n n u r , ISABEL BENDAÑA DON JUAN MANUEL P u e s n o se lo digas. LA DAMA ¿A ti te asusta? ¡"Adiós sobrino! Que me tengan avillado un j a r r o de La A m e l a . LA DAMA ¡Ahí está! ISABEL BENDAÑA ISABEL BENDAÑA Sí E s un sacrificio demasiado cruel. Y , además, quién sabe si eso le alejaría para siempre. ¿Adonde vas? LA DAMA ¡Adonde mi ánimo se fortalezca! ¡Adonde esta vivo mi remordimiento! Í E v S n h d n l a la P U e m d e l I a b e r i n t o - donde vigilan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s d e m u s g o , SGnder entre l o s m . Y t ' ° q u e s e <*esenvueFve Í I ? c e n t e n a r i o s d e s a p a r e c e . El M a r q u é s a e u r a d o m i n se acerca, c a m i n a l e n t a m e n t e baio los sombra! ^ ^ * ~ - X ^ DON JUAN MANUEL Llego hasta mis molinos. V o l v e r é á bus- E L MARQUES DE BRADOMIN Prima y señora. carte. EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Adiós tío! ISABEL BENDAÑA No esperaba verte aquí. ¿Don Juan M a nuel no venía contigo? E L J I A R Q U E S J ^ E L MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES D E BRADOMIN ISABEL BENDAÑA aqlii para hacerla más lenta y mas crue!. E L MARQUES m jHablas BRADOMW de Concha? Eres injusta conmigo, H&stssss: w nue en eso no haces m i s que segutr l a , los corazones!... ISABEL BENDAÑA ,1o F r e s el más admirable de los J ^ r s e n t i m e n t a l , — i5o — célico. Isabel, eres injusta conmigo, mi presencia aquí es tan sólo una prueba de mi amor por Concha. Con la cabeza llena de canas no puede serse Don Juan. Hoy sólo me está bien con las mujeres la actitud amable de un santo prelado confesor de princesas y teólogo de amor. La pobre Concha es la única que me quiere todavía: ¡Sólo su amor me queda en el mundo! Lleno de desengaños, estaba en Roma pensando en hacerme fraile, cuando recibí una carta suya: Era una carta llena de afán y de tristeza, perfumada de violetas, y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé: Concha, al cabo de tantos años, me escribía, me llamaba á su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos traían la huella de sus lágrimas: Me hablaba de la tristeza de su vida en el retiro de este viejo palacio, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, sus — j 51 — EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIM E L MARQUES DE BRADOMIN manos, que yo a m é siempre tanto, volvían á escribirme como otras veces. Sentí que los N o existió jamás... Isabel, tú bien sabes ojos se m e llenaban de lágrimas. Yo siempre que hay tálamos fríos como los sepulcros, y había esperado en la resurrección de nues- maridos que d u e r m e n como las estatuas y a - tros amores, era una esperanza que llenaba m i vida con un aroma de fe. ¡Era la quimera centes de granito, maridos que ni siquiera pueden servirnos de precursores, y bien sabe Dios que la perversidad, esa rosa sangrienta, del porvenir! es una flor que nunca se abrió en mis a m o ISABEL BENDAÑA ¿Y si Concha te suplicase ahora?.. EL MARQUES DE BRADOMIN res. Yo he preferido siempre ser el Marqués de Bradomín á ser ese divino Marqués de Sade. Esa ha sido la causa de pasar por s o berbio entre algunas mujeres. ¿Que me fuese? Sería entristecer dos vidas. ISABEL BENDAÑA Concha tampoco tiene otro amor que yo. ISABEL BENDAÑA ¿Y sus hijas? E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Pobres niñas! ISABEL BENDAÑA ¿Y su marido? Xavier, yo te suplico que te vayas. EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Tú? ISABEL BENDAÑA E n n o m b r e de Concha. EL MARQUES DE BRADOMIN Creía merecer que ella me lo di/ese. — r 53 — EL ISABEL BENDAÑA ¿Y ella, pobre mujer, no merece que tes ese dolor? EL MARQUES DE BRADOMIN Si hoy atendiese su ruego, mañana volver á l l l a r m e . ¿Crees ^ ^ ^ tiana que ahora la arrastra hacia su m a n d o , r r e e s que después de mar. durará siempre? ¿Crees qu F tirizarse un día y otro día no hara esteril ese martirio otra carta suya? T ú sabes que a m bién fué una ola de misticismo lo que antes nos separó. ¿Recuerdas sus terrores religioceleste aparición que le f ^ a c o c a d a hallándose dormida? Concha e . t a b a « d l a berinto, sentada al pie de la fuente y llorando sin consuelo: En esto sele apareció u n A r « m gel: no llevaba espada ni broquel, era canu d o y melancólico como un lirio. Concha comprendió que aquel adolescente n o v e , á pelear con Satanás, y le s o n r i ó á través de -í5 4 - MARQUES DE BRADOMIN las lágrimas, y el Arcángel extendió sobre ella sus alas de luz y la guió. El laberinto, según parece, era el pecado en que Concha estaba perdida, y el agua de la fuente eran todas las lágrimas que había de llorar en el Purgatorio. A pesar de nuestros amores, Concha no se condenaría; yo sí. El Arcángel, después de guiarla á través del laberinto, en la puerta agitó las alas para volar. Concha, arrodillándose, le preguntó si debía entrar en un convento; el Arcángel no respondió. Concha, retorciéndose las manos, le preguntó si iba á morir; el Arcángel no respondió. C o n cha , arrastrándose sobre las piedras, le preguntó si debía deshojar en el viento la flor de nuestros amores; el Arcángel t a m poco rospondió; pero Concha sintió caer dos lágrimas en sus manos: Las lágrimas le r o daban entre los dedos como dos diamantes. Entonces Concha comprendió el misterio de aquel sueño. ¡Era preciso separarnos! • „ vv 'HííÑ* í : itj LA DAMA ISABEL BENDAÑA ¿Y os separasteis? T a n t o como tu a m o r . ¡Xavier, tú no sabes cuánto he sufrido desde aquella noche en que nos separamos! EL MARQUES DE BRADOMIN Sí: estaba como loca. ISABEL BENDAÑA Acaso ahora lo esté también, pero su locura es bien hermosa. EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Y tú crees q u e durará siempre? L blanco fantasma de la dama solloza en la puerta del laberinto. Está allí desde hace u » momento, y por sus labios pasa el temblor de un rezo, al m i s m o tiempo que sus ojos y su alma vuelan hacia el Marqués de Bradomín. LA DAMA Sí, Xavier. ¡Siempre! EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Más q u e mi a m o r ? — ,56 — EL MARQUES DE BRADOMIN Con la promesa de volver á vernos. os dos se contemplan mirándose en el f o n d o de los ojos, con esa intensidad atravente y dolorosa que tienen los abismos y los d e s tinos trágicos. Isabel Bendaña se aleja lentamente, y cuando desaparece bajo la dorada y otoñal avenida de viejos castaños, el Marqués de Bradomín intenta besar las manos de la dama, aquellas manos olorosas y ardientes q u e deshojan el amor como un lirio rústico. La dama retrocede, y sus ojos brillan con dos lágrimas rotas en el fondo. LA DAMA ¿ T ú vienes á exigirme que abandone á un pobre ser enfermo? ¡ T ú quieres que le deje en manos mercenarias,-y eso, jamás, jamás, jamás! ¡Sería en mí una infamia! EL E L MARQUES DE BRADOMIN Son las infamias que impone el amor, pero desgraciadamente ya soy viejo para que nin- MARQUES DE BRADOMIN LA DAMA T ú quieres decirme que el sacrificio debió ser para no engañarle. guna mujer las cometa por mi. EL MARQUES DE BRADOMIN LA DAMA ¿Por qué me dices eso cuando sabes que no puedo dejar de quererte? X a v i e r , vieses un duelo, te batirías a pesar de mis r á oesar de mis lágrimas, aunque súplicas, a pesar u* , c n r P f i e es e vieses morir. L o que á mi me sucede m " o parecido. Hay momentos en que una ^ e r no debe retroceder, ni s i q u i e r a ^ ¡Las mujeres no se baten,pero se sacrifican... EL MARQUES DE BRADOMIN Acaso hubiera sido mejor, pero al culparte á ti, me culpo á mí también. Eramos jóvenes y ninguno de los dos supo sacrificarse... ¡Esa ciencia sólo se aprende con los años, cuando se hiela el corazón! LA DAMA ¡Xavier, es la última vez que nos vemos, y qué recuerdo tan amargo me dejarán tus palabras! Hay sacrificios tardíos, Concha. LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN ¿ T ú crees que es la última vez? Yo creo que no. Mi pobre Concha, si accediese á tu ruego, volverías á llamarme. ¡Eres cruel! ¿Cruel? -158 - - i 5 9 - LA DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Por qué me lo dices! Y si yo fuese tan cobarde que volviera á llamarte, tú n o ven- Mi pobre Concha, cuánto sufres y cuánto me haces sufrir con tus escrúpulos. drías. Este a m o r nuestro es imposible ya. LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Vete! ¡Vete...! ¡No me digas nada! ¡No quiero oirte! Yo vendría siempre. LA DAMA ¡Dios mío, y acaso llegará un día en que EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Divinos escrúpulos de santa! ¡Cuántas no- mi voluntad desfallezca, en que mi cruz m e ches, al entrar en tu tocador, donde m e dabas canse! cita, te hallé llorando de rodillas..! Sin h a E L MARQUES DE BRADOMIN blar, levantabas los ojos hacia m í indicándome silencio, y las cuentas del rosario pasaban Ya llegó. LA DAMA con lentitud devota entre tus dedos pálidos. ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Antes que eso sucediese...! ¡No! ¡No!.. LA DAMA ¡Calla! EL MARQUES DE BRADOMIN ¿Por qué tiemblas? ¿Qué dudas? Y a llegó. LA DAMA ¡Vete, Xavier...! ¡Vete! —160 — EL MARQUES DE BRADOMIN Algunas veces, sin esperar á que concluyeras, me acercaba y te sorprendía, y tú volviéndote más blanca, te tapabas los ojos — 161 — la EL MARQUES DE , manos Yo amaba locamente aquella BRADOMIN ¿Quiénes fueron tus amantes? contraídos, helados como los de una muerta. LA LA DAMA DAMA Se ha muerto ya. Xavier, voy á causarte una gran p e n a ' Y o ambicioné que tú m e quisieses P ' novias de los quince años. ¡Pocomo a esas novias de lo q ^ lo u,« Wa< Y te oculte mi viaa, y w ¿ me h a s preguntado, y ahora, Q e g u é cuando me h a s pr , adi_ ahora..! T ú m e adivinas, Xavier, tu t a s , y no m e dices que me perdonas!.. • C a l l a ' E L MARQUES DE T e adivino. ¿Has BRADOMIN querido á otros?.. LA EL MARQUES DE BRADOMIN ¿ U n o nada más? LÁ DAMA Nada más. E L MARQUES DE BRADOMIN Y conmigo, dos. Ese amante, mi sucesor sin duda... LA DAMA DAMA No. Sí. E L MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN Siempre es un consuelo. Hay quien p r e - ¡Y m e lo dices! LA DAMA ¡Para que me desprecies» —162 — fiere ser el primer a m o r , yo he preferido siempre ser el último. ¡Pero, acaso lo seré? - I63 — DE E L BRADOMIN L A DAMA único! E L MARQUES DE BRADOMIN que MARQUES DE BRADOMIN LA DAMA ¡Xavier, mi Xavier, el último y ¿ P o r q u é EL E L MARQUES DE BRADOMIN reniegas del pasado? ¿Imaginas eso puede consolarme? M o d o s a ¡Cuánto me desprecias! ¡Es mi penitencia! hu- Despreciarte, no. T ú fuiste como todas las mujeres, ni mejor ni peor. ¡Adiós, Concha! bieras sido callando. LA DAMA LA DAMA ¿Qué hice yo? Xavier, olvida cuanto dije... Perdóname... ¡No, no |debes< olvidar m per- donarme! EL MARQUES DE BRADOMIN Si todas las mujeres son como tú me j u z gas, yo tal vez no haya sido como ellas. ¡Xavier, mi Xavier, déjame que me vea en tus ojos! ¡Es la última vez! ¡Compadéceme, no me guardes rencor! ¿ H e de ser menos generoso que tu m a E L MARQUES DE BRADOMIN rido? LA DAMA ¡Qué crueles son tus palabras! E L MARQUES DE BRADOMIN ¡Qué cruel es la vida cuando no caminamos por ella como niños ciegos! — 164 — _ N o e s r e ° c o r lo que siento, es la melancolía del desengaño, una melancolía como si el crepúsculo cayese sobre mi vida, y mi vida, semejante á un triste día de otoño, se acabase para volver á empezar con un a m a n e cer sin sol. EL PAPOUES DE BRADOMIN £ L £ Í L BRADOMIN LA DAMA T ú t e n d r á s el a m o r de otras mujeres. EL MARQUES DE BRADOMIN T e m o que reparen demasiado en mis c a bellos blancos. Sida i del iThp S nta ? ?Sa ' e n el b a n C 0 7 a m e SUS q u e tiene °j0S se abre flor¡ la r nada P r ssendero e ñ d t umbrío, k - C O un ° solo °sendero, ' a s d o s ondula entreY los el m.rtos como el camino misterioso de una vida LA DAMA LA DAMA ¡Qué hice yo, Dios mío!.. ¡Y si á pesar de todo volviese! ¿Qué importan tus cabellos blancos? Yo los buscaría para quererlos m á s . ¡Xavier, adiós p a r a toda la vida! EL MARQUES DE BRADOMIN ¡Quién sabe lo que g u a r d a l a vida! ¡Adiós, Concha! L do esP^rta Marqués de Bradomín se aleja y la dama tiende hacia él los ojos m u d o s y ^ s e s p e - dos. En el silencio de aquel jardín d e m i r tpan su risa quimérica, y las a 0 uab uc ^ con juvenil m u r m u l l o por las barbas limosas d e los ASI T E R M I N A LA JORNADA T E R C E R A E L O G I O DE D O N RAMÓN MARÍA DEL VALLI:-!NCI.AN LO ESCRIBIÓ VARGAS VILA EN E S T E A Ñ O DE M C M V Ì I EGUROS de que serán gratas á nuestros lectores, publicamos aquí páginas donde el admirable escritor americano admirable loa al escritor de Cas- tilla. ( N O T A DEL E D I T O R . ) Mi l S 1 HI las — Lo ilimitado está en el Arte, como en el Espacio; una condensación de Infinito, eso es una: Obra de Arte; crear, es condensar el Misterio, en formas visibles á los ojos espirituales; inextricablemente complexo, el Arte, es, como un Universo en gestación: creador eterno de bellezas; las formas varían: el Arte, es, Uno; llenar estas f o r m a s en Armonía y Belleza Superior, es, ser: Artista; ELOGIO DEL AUTOR encarnar musicalmente la Vida Interior de una época y de un país; ser el Poeta y el Profeta, incompatible con su tiempo, é incomprensible para su tiempo; aislarse en el Evangelio de la Belleza y de la V e r d a d , que guarda la gran palabra i n a r ticulada que ha de salvar la T i e r r a ; decir las cosas profundas en el canto insondable de u n pensamiento musical, raro, como una revelación de Gloria; dar á la frase inusitada la intensidad y el poder pictural de un fresco eterno, que no han de afrentar los siglos; - p o r q u e la E t e r nidad no se hizo para el insulto del Genio, sino para su consagración; — ELOGIO D E L A U T O R mano sufre la cecidád y la mudez producidas por la lejanía del Ideal, y, el olvido de la comunión con lo Bello-Infinito; — única Eucaristía de las almas; ser la profundidad inagotable, donde m a ñana, las generaciones, sitibundas vengan á apagar su sed de Belleza, apurando la onda negra, permanecida pura en la Soledad; ser un gran Evocador y un gran Creador; ser el Sacerdote melodioso de un culto que la apostasía condenó al Olvido, y, la Gloria volverá al sereno esplendor de su Belleza; he ahí el Deber, he ahí la Misión de esa Personalidad Exótica, de ese Hijo del Misterio, de esa Figura Heroica del Dolor, que es, u n : ARTISTA. ser la omnividencia maravillosa y la e x presión armónica de una hora ciega y áfona, de un m o m e n t o histórico brutal, de u n o de esos momentos en que el pensamiento h u — 174- . . . E l corazón del Artista, no es el corazón de un hombre: es, el corazón del Hombre; ELOGIO el corazón de todos gime en ese corazón único, hecho de sinceridades radiosas; el corazón del Artista, es hecho de f r a t e r nidades; y, ningún Simulacro t u r b a su voz confusa, que viene del p r o f u n d o Infinito; su misma teatralidad, es sincera, porque es la exteriorización de su fastuoso sueño; DEL AUTOR hoy, la vil Estulticia, la enemiga del Genio, no se llama: Muchedumbre; se llama: k Crítica; ya no se lapida al Genio con guijarros: se le lapida con vocablos; los semi-intelectuales verbalizan contra él, sentencias de proscripción, y, en n o m b r e del el Artista, n o finge: expresa; Diccionario, insultan lo Sublime E x t r a o r d i - su Visión, es vivida; nario; el más a b s u r d o sueño, f u é Vida, en él; porque su vida es una centuplicación de cuando el salvaje elemento de la Envidia, cree haberlo consumido, organiza en su h o nor, los grandes funerales del Silencio; pero, el Genio, como el Mar, es más grande siglos; lo Eterno, está e n él; su palabra es un viático misericordioso, que alimenta las almas en su peregrinación á que el Silencio; y, lo ahoga con sus clamores; y, hace sonoro al Silencio; sonoro, como la F a m a ; y, hace que el alma invisible y gigante del lo Desconocido; todo Genio es un Profeta; la lapidación es su destino; — 1 7 6 — Silencio, toque para él, las mil trompetas del Renombre; y K1.0010 el DEL AUTOR _ de mármol, de lienzo, de hierro, de cristal, Genio, es siempre vencido por la Suerte; toda obra del Genio, es Verbo; no es nunca vencido por la C r i o » ; en manos del Artista todo canta; El, mismo es un cántico; puede ser reducido a l a impotencia; no es nunca reducido al Silencio; ta voz del Genio es la pesadilla de los me- el Artista excelso, es, el Artista raro, aquel, cuya maravilla de creación, escapa á diocres; , , W no darla, la afonía, cenagosa d los pantanos, por reducir al silencio la la comprensión de la Muchedumbre, al gusto del rebaño letrado de su tiempo; B lor,a la antimonia entre su individualismo y, el estruendosa de los Mares? ¿ q u é no darían los mediocres, por reducir medio ambiente, es lo que caracteriza al Genio; el Artista Verdadero, el Artista raro, no es el Genio á la mudez? el pantano es el eterno envidioso del Océa- tolerado nunca, y, atrae la execración, del no, como el crítico, es el eterno enemigo del colectivo animal que lo rodea; Genio; . , cólera viene de su impotencia; el a ma su de ambos es verde, verde como el limo, lleno su grandeza lo aisla tanto como su v o luntad; de reptiles enormes;... ' _ .'..Todacreactón de Arte, es una Palabra, el Grande escritor de quien vengo á h a blaros, es un Extraño y un Aislado; en el Pórtico del Ideal, que es su templo, aparece así, Enigmático y Taciturno, escol- dicha; — 179 — ELOGIO tado por dos efigies: el Silencio y el Ensueño; Valle-Inclán, no es un escritor popular, m siquiera un escritor, célebre, es simplemente, DEL AUTOR cultiva la Belleza; he ahí por qué, en la literatura de su tiempo, es un Extraño y un Aislado. cuando se es un Artista puro, u n Artista un escritor glorioso; la Gloria no se dicierne, la Gloria se posee; apasionado y verdadero, se tiene el derecho Valle-Inclán, no colinda por ningún lado de estar orgulloso de esa forma sagrada del suplicio, que es: la Soledad; con la popularidad; no cultiva el género chico, que hace veinte la aparente Iniquidad de los hombres, llena años triunfa en España, y, educa y divierte una tarea divina: aislando al Artista, lo su- el alma heroica y triste de ese pueblo; no es un profesor de hilaridad; blimiza; confinándolo en su Reino, le vuelve su So- no cultiva tampoco el enojo, que los escri- beranía Absoluta; y, extasiado por su Belle- tores graves de su país, estilan en sus libros, za, el Artista entra en el Heroísmo de su ese enojo mortal, capaz de hacer dormir de Destino, y cumple su Misión: Crear en Be- pie, á u n neurótico en cólera; lleza; los libros de Valle-Inclán, no son un éxito de librería, son simplemente una victoria del Arte; él, no cultiva el Suceso —180 — así la Obra de ese gran Solitario, de ese Excelso Impopular, que es Valle-Inclán. ¿Habéis visto el toro Farnesio, alzarse bajo la luz pausilípea, en su simplicidad deseo- turaleza, poderosa, arrogante y terrible. leyendo á Homero, decía Miguel Angel, se mira uno, para ver si tiene quince codos de munal? ¿no os parece al mirarlo en la vastitud de la sala blanca, sin p e n u m b r a s , que las entrañas del Pentélico se han abierto para dar paso á ese cornúpeto enorme, pronto á lanzar sus mugidos contra el cielo y á escalar los astros para pisotearlos, con sus pezuñas, vírgenes del polvo de la T i e r r a ? se diría que en la obscura virilidad de sus alto, como los héroes del P o e m a ; la familiaridad con lo grande; engrandece; es un fenómeno de óptica moral; saliendo de las representaciones de Esquilo, donde las mujeres en cinta daban á luz y la epilepsia, se desarrollaba en los niños; los mozos golpeaban enardecidos, sus escudos contra las estatuas, gritando: ¡Patria! ¡Patria!.. ojos ausentes, d u e r m e todo el vértigo enloquecido, de.la Noche; que en su garganta d u e r m e el crepitamiento de un m a r y se le miran los lomos enormes, por ver si brotan de ellos las alas descomunales, que se despliegan bajo las crineras de oro de los bueyes taciturnos una fiebre heroica los poseía, como si los muertos de Maratón, gritasen todos, por sus bocas; el contagio del Genio los ganaba; es lo propio de toda Obra de Arte: insuflaron un soplo, haceros vivir su vida, daros su del Apocalipsis; es la F u e r z a , la F u e r z a enorme de la N a — 182 — propio espíritu; y, ese contagio de emoción, intenso y co- yo, no he leído, otro escritor peninsular, municativo, lo sentiréis, leyendo los extra- que represente en más alto grado y más per- ños libros de don R a m ó n del Valle-Inclán, fectamente, el alma de su Patria, y cuyos llenos del vértigo enloquecido del Dolor y de cuadros tengan en tonos más acentuados: el la M u e r t e : color del Alma Española; este raro Escritor posee como nadie ese privilegio misterioso de captación del ánimo, de hipnotización sortíleja, imperativa y vidente; <¿el color del Alma? Sí; el alma española es, negra y roja; tiene el color de sus grandes cuadros, el bajo el influjo de aquel espíritu de monje color querido á sus pintores, que más profun- soñador y legendario, sentiréis revivir en damente la han interpretado: negro con G o - vosotros, los ya olvidados miedos de la i n - ya; rojo y negro con Velázquez; negro-lívido, fancia... con Rivera; muertos y aparecidos, brujas y endriagos, negro y rojo, como sus poemas, sus d r a - toman bajo aquella pluma medio-eval y c a - mas, toda su poesía y su prosa heroica, antes balística, nuevas formas de vida, de una per- de la anemia claustral que la enervó y de la sistencia enorme, y, pueblan y obsesionan y aparición de esa literatura delicuescente y torturan el ánimo, moviéndose en un campo pálida, que marcó el cénit de su decadencia, caliginoso de Visión; en la postrera mitad del siglo último; - I85 — el alma española, es, heroica y claustral; zados por un terrible Ideal, impulsados por monástica y bélica; al fanatismo religioso y llevados por él á tra- el poema rojo de la guerra y el salmo n e gro del monasterio, se unen en ella y la mo- vés de la Historia, como por un huracán, estéril y fatal; esa supervivencia de idolatría á r a b e , he delan ; sido el Alfa y el Omega de la Historia de ese su Epopeya, es, un grito enorme de V i o lencia y de Fe; pueblo á través de los siglos, y ha hecho el alma nacional, roja, como las arenas del de- lo heroico reside en ella en dosis inverosímiles, y, lo piadoso es una inmensidad; lo trágico está en el fondo de su vida, un 'trágico de Atridas, que hace retroceder el alma asombrada, á los más remotos horizontes de la Historia; sierto, negra, como la sombra de una m o n taña, en la noche; alma de Kalifa y de Monje; Sacerdotal y marcial; O m a r y Loyola; bajo cada héroe hay un fraile, bajo cada Dios, llena toda la historia de aquel pueblo, con el m i s m o soplo de Heroicidad y de fraile hay un h é r o e ; en todos esos guerreros y esos monjes, que Ferocidad, con que llena Jeh'ová las páginas llenan las historias, las comedias y las pintu- sonoras de la Biblia; ras, délos siglos florecientes del alma española, hay una extraña similitud, entre estos dos ¿qué nota impera? la nota roja; la nota negra; pueblos, guerreros tenaces y rapaces, fanati- —186 — . 8 7 - ELOGIO esos Señores, con gorguilla y ferreruelos que en el Museo del P r a d o , emergen de las telas negras, sus cabezas pálidas y a n o r m a les, como obsesionados de un tenaz sueño de rapiña y de gloria, tuvieron el alma roja, roja como las manos: fueron los h o m b r e s de Flandes y de América; guerreros y c o n quistadores; h o m b r e s de presa; hombres de sangre; D E L A U T O R yo no he visto alma más dolorosa, que esa grande y noble alma española; toda la tristeza árida de sus campos castellanos se conglomera en ella, inconsolable y austera; aun en su carcajada es triste; ¿hay algo más melancólico, que la alegría que se desprende del Quijote? el Quijote, bien leído, hace llorar; y, en él reside el alma española, toda el y, esos obispos, esos abades, esos frailes, que en el Silencio de las sacristías, destacan de las telas mal pintadas y del gris opaco de sus sayales, sus cabezas de buitres pensativos, con miradas torvas de asesinos: todos ellos tuvieron el alma negra; fueron los hombres de la Inquisición; alma española, heroica y creyente; desmesuradamente triste... esa es el alma que gime y canta y pasa como un fantasma en campos de desolación por los libros de Valle-Inclán; ¡alma radiosa y misteriosa, en paisajes de opacidad; el rojo de la espada; es verdad, que un ligero azul, tiñe á veces los lo negro de la cruz; cielos, de esos cuadros, llenos de una m a n s e - he ahí el alma hispana; —189 — r88 — — ejfctt*® d u m b r e de Infinito, diáfanos al nacer el Alba: pasead por el Jardín novelesco; los m u e r - tos os hablan, los duendes os persiguen, las pero, pronto se obscurecen; brujas os acechan, Gomo en Shakespeare; el azul, es un color italiano; sus campos esmeraldean en ocasiones, con un frescor de primavera, donde florece Una hasta los niños que m u e r e n en la cuna, parecen expirar bajo una maldición; los campesinos que allí hablan, no saben alegría de rosas; pero, p r o n t o se descoloran, se entenebre- sino de leyendas medrosas, de historias de asesinatos, de cuentos de aparecidos, de n a - cen, entran en la sombra; rraciones de milagros; el verde es un color holandés; Su cultura varía, su pasión de Arte, da á veces á esos cielos tonos delicuescentes de un hablan en el silencio de la noche, con v o ces miedosas, en torno á la hoguera intermitente que finge alucinaciones; y, tiemblan, lila pálido; pero pronto se diluyen y se esfuman; mue- como bajo el resplandor de un puñal; aquellas almas, no ven sino rojo y negro; ren bajo la noche; lo negro de su ignorancia, lo rojo de su p a - el lila, es un color francés; sión salvaje: ¿cuál es el alma del Marqués deBradomin? el alma de un m o n j e conquistador: roja y negra; en: Flor de Santidad, el paisaje se aclara á veces, hasta ese gris verdoso-acuático, que priva en los cuadros del Grecco, y, bajo ese — 191 — cielo con las tonalidades de un sayal, las figuras, se m u e v e n , espectrales y d i f u s a s , en porque ya os lo he dicho: el alma de ValleInclán, es la de un monje guerrero; una vaguedad de limbo, inconsolables ó si- es un místico-bélico; niestras, criminales ó miserables: negras y místico, quiere decir: del Misterio; rojas; en ese sentido, Valle-Inclán, es, un místico; cuando habéis leído este Escritor, extraño y, con él, todos los poetas obsesionados de Infinito; y prodigioso, sentís, tal tristeza en el ánimo, tal b r u m a de desolación, que vuestra alma, parece como hundida en esos mismos paisajes m u e r t o s , en que aquella fantasía, hosca y pero, místico, n o quiere decir, precisamente, católico; el misticismo y, el catolicismo, pueden genial, evocó é hizo gritar, la taciturna é i n - hermanarse y se h e r m a n a n , como en el consolable alma española; Dante, con una violencia sombría, que es y, es, que, Valle-Inclán, como todos los escritores de raza, pone toda su alma en sus como una epilepsia del Dogma; pero, se puede ser místico y a n t i c a t ó l i c o , como H u g o ; místico y panteísta, libros; y, su alma es: negra y roja; ¡negra y roja: como la agonía de un c r e púsculo en el m a r ; alma de meditación y alma de acción; —192 — como Goethe, porque esas almas, inquietas y tenebrosas, volotean en el dintel del Misterio, como las águilas del polo, en las riberas del m a r glacial, insondable, impenetrable; el Misterio, será siempre la atracción s u - hay de ascetismo puro, en la vida intelectual de Valle-Inclán, en su a m o r fosco y apa- p r e m a de las grandes almas; el Arte, es como u n culto del Misterio, del cual la Belleza, es la Esencia Revelatriz; sionado por la Belleza, en su culto al Arte, en el ardor con que lo defiende; en ia devo- la Ortodojia, no implica el Misticismo, n i ción con que trabaja la h e r m o s u r a arquitec- la Heterodojia lo excluye; porque ninguna de t u r a l de sus frases, su m o d o maravilloso de las dos, es fin y esencia del Arte; ni indican expresión, y, el grito de su elocuencia veraz f o r m a s a p r o x i m a b a s , reales ni metafísicas y difusa, llena de un sublime dolor, noble- de la Belleza, que se transparenta del fondo mente cantado, como en el motivo de una sinfonía coral: dolor de H u m a n i d a d , e n o r - del Misterio; Valle-Inclán, es un místico, como H u y s m a n , pero, sin ardores de sectario; es, uno, como Revenant del Renacimiento, un h e r m a n o de Vinci, con el cual guarda múltiples puntos de contacto; y, como todos los artistas de aquella época iluminada y bravia, es tan pronto á la inspiración como al combate; y, cerca á su pluma austera, está su sable desnudo; m e , sereno, diáfano como un cielo de Estío; Valle-Inclán, como toda la juventud intelectual de España, desprecia la política y los políticos y se aisla de ellos, como de una l e pra contagiosa; y, yo, hallaría razón, á aquellos Caballeros del Ideal, desarzonados p o r el huracán del pesimismo, sí n o viera, que confunden lamentablemente, los hombres, con las ideas, —195 — ELOGIO y , castigan, á éstas, q u e son inocentes, con el odio q u e m e r e c e n aquéllos, q u e son c u l - D E L A U T O R prosa lapidada y abrillantada, prosa de u n benedictino que fuese u n Poeta, y, decidme si la h a y m á s perfecta y, m á s sonora; pables... en la osatura m o r a l , alta y recia de ValleInclán, n o h a y elementos para u n político: siendo p o r su e s f u e r z o de indagación, un a m a d o r de f r a s e s arcaicas y un hacedor m a ravilloso de ellas, sabe sin e m b a r g o , t o m a r carece de v é r t e b r a s ; es u n idealista, meditativo y tenaz, casi u n del m o d e r n i s m o u n a t e r s u r a de r i t m o s y u n a iluminado, consciente de su sagrado deber elasticidad de prosodia, que dan á su estilo, d e Iniciador, seguro de q u e todo A r t i s t a , es u n a novedad d e n t r o d e la tradición, q u e n o u n Apóstol, por el esfuerzo p r o f u n d o , y el se ve, en escritor algotro de su lengua; candor colérico de su F e ; p a r a m í , el T r i n o m i o del A r t e L a t i n o , en E u r o p a , lo f o r m a n h o y , estos tres n o m b r e s : él, ha logrado hacer, con lingotes de viejo o r o español, el m á s bello sagrario á la m o dernidad; D ' A n n u n z z i o , en Italia; Mseterlinck, (*) en F r a n c i a ; y, Valle-Inclán, en E s p a ñ a ; leed la prosa impecable de este ú l t i m o , esa ... Si sois un espíritu fatigado, en ansia de reposo, n o leáis los libros d e Valle-Inclán: su t u m u l t o e x t r a ñ o exasperará v u e s t r a s neu- (*) Se me dirá que M s t e r l i n c k es belga. Sea. Pero tiene u n alma latina. Escribe en francés y su arte y su c u l t u r a , francesas son. — 196 — rosis; en aquel torrente, n e g r o c o m o la n o c h e , — 197 — ELOGIO DEL AUTOR las estrellas no brillan fraternales, sino c o m o r o s t r o s de M é n a d e s , vistas en el a n t r o p r o - E L O G I O DEL A U T O R p o n e r alas en los espíritus, esta facultad de abrir en lo desconocido, h o r i z o n t e s incitativos al vuelo; fundo; esa ampliación ilimitada, de la óptica espi- Valle-Inclán, c o m o todos los escritores, geniales y p r o f u n d o s , es u n gran Incitador; su m é r i t o m a y o r n o está en lo q u e os dice, sino en lo q u e os sugiere; simbolista nato, y, d e alta escuela, él, o s entrega á lo I g n o t o , a b r e con m r no violenta, las p u e r t a s del Misterio; y, os hace e n t r a r en E l , ritual, es privilegio exclusivo de aquellos seres r a r o s y fugitivos, q u e tienen en su m a n o la a n t o r c h a del Genio, esa a n t o r c h a inseparable, que t e r m i n a por a r d e r y calcinar la m i s m a m a n o que la levanta en la n o c h e ; esa facultad de h a c e r n o s sentir, lo que n o nos h a n dicho, y, no nos dirán jamás, y, de hacernos p r o s t e r n a r ante el V e r b o virgen, v u e s t r o s ojos, ávidos, buscan; y, seguís el a l m a del A u t o r , y , esa alma se os escapa, c o m o u n a s o m b r a , b o r r a d a en la v e t u s t a palidez d e u n m u r o ; ella, t a m b i é n es, u n Símbolo; y, v u e s t r o sueño, comienza, d o n d e el Sueñ o del A u t o r acaba; el ú l t i m o e s ú i e r z o del A r t e , es, este s u g e rimiento d e la Belleza Interior, este don de — 198 — q u e yace en el labio m u d o , es, la m á s alta aptitud de los Escritores O p t i m o s , de aquellos cuyo p e n s a m i e n t o vive en la n u b e vertiginosa del Símbolo, cercano á la tenebrosa o b s curidad del Misterio; y, Valle-Inclán, posee esa aptitud, en enormidad; ELOGIO el pavor que se siente, mirando ese río de tinieblas, que es la Poesía Hebraica, os asalta DEL A U T O R libros de Iniciación; libros de Vida espiritual, donde el miraje se cristaliza, y la V i sión, se hace cíclica; leyendo los vastos poemas de Valle-Inclán, llenos de u n esplritualismo vehemente; de imperiosa y singular, compleja y luminosa la Obra de Valle-Inclán, es como su alma: un acre deseo de Infinito; u n a de las más raras y más grandes, que h a es como u n Isaías, sin cóleras, coronado de rosas de Israel; yan aparecido en la agonía lamentable del siglo último y brillado en el alba incierta de los nardos de sus prosas, os embriagan, os s u m e n en soñaciones y añoranzas; la emoción personal, intensa y dolorosa, se oculta bajo la frase altanera, como el r o s tro de un hidalgo, bajo el embozo de la capa; pero, los ojos, los terribles ojos obsesionantes del espíritu, quedaban allí, brillando como soles: este nuevo siglo, lleno de misteriosas renovaciones; y, es, por su rareza, que m e atrae; por su rareza, y por su profundidad; ondulante, cambiante, borrascoso; pesado de Misterio; un lago en la montaña; negro bajo las estrellas;... esa alma medio-eval, mezcla de Vinci y sólo Mzeterlinck tiene ese poder de ideación, y, os deja esta impresión inaccesible é inexplicable despótica y dulce á la vez, que os dejan los libros de Valle-Inclán; — 200 — de Savonarola, llena de germinaciones de Arte, y, de Obsesiones de Muerte; ese escritor con alma de conquistador; tan — 201 — apto para manejar la pluma de Dante, como Cautivo de su Libertad, Valle-Inclán, es para ceñirse la espada del Cid; monje letrado como todos los grandes escritores, un Sobe- y turbulento, muy superior á Tolstoy, del rano de la Impopularidad; cual no tiene la mentirosa simplicidad, y, m u y semejante á Josephin Peládan, del cual nb tiene, la desesperante comicidad; el vulgo iletrado lo ignora, el vulgo letrado, quisiera ignorarlo el gusto profano y profanador de la b u r - ese soñador brumoso y a u d a z , lleno de guesía intelectual, no a m a , no puede amar, prestigios interiores, rico en la maravilla de la noble Metafísica y la elegante estética, de sus creaciones superiores, ha de atraer sobre este Novalis peninsular, tan lleno de miste- si, en hora no muy remota, la entusiasta é imperativa admiración, del mundo latino-in- rioso encanto;. la prueba de la Soledad, esa prueba que enamoradas consagra al Genio, la ha sufrido Valle-Inclán, de la pura Belleza Espiritual, y del encanto en España, y, ha de sufrirla en América, por infinitamente subtil de las ideas; parte de aquellos atrofiados, sin otro presti- telectual, de las almas de élite, actuando en u n campo absolutamente r e - gio que el de su propia incapacidad; belde al Arte, Nuevo, Valle-Inclán, no triun- pero, hallará allí, un grupo mayor de al- fará en España, pero, está llamado á triunfar mas, mejor preparadas para percibir y reci- en América, y, á regir el imperio de la bella bir esa irradiación de Belleza que surge de prosa hispana, más allá del mar; las obras singulares, las obras inquietantes, — 202 — — 203 que escapan á la comprensión de los mediocres; la juventud intelectual de América, ya tan exquisitamente cultivada, esa juventud innovadora, que ha hecho del Arte, una como Teología de la Belleza, esa, acogerá á ValleInclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á Valle-Inclán, como á un Maestro, como al m á s alto y p u r o Maestro, que el Renacimiento de la España literaria, puede ofrecer á la inquietud ávida de sus almas, enamoradas de un severo Ideal. VARGAS V I L A . P a r í s , I9O7. INDICE que escapan á la comprensión de los mediocres; la juventud intelectual de América, ya tan exquisitamente cultivada, esa juventud innovadora, que ha hecho del Arte, una como Teología de la Belleza, esa, acogerá á ValleInclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á Valle-Inclán, como á un Maestro, como al m á s alto y p u r o Maestro, que el Renacimiento de la España literaria, puede ofrecer á la inquietud ávida de sus almas, enamoradas de un severo Ideal. VARGAS V I L A . P a r í s , I9O7. INDICE Págs. DEDICATORIA EL MARQUES G DE BRADOMIN JORNADA PRIMERA G JORNADA SEGUNDA JORNADA TERCERA ELOGIO DEL AUTOR 1 •. . . IA5 L 6 G OBRAS MODERNAS EN PROSA DS INTERESANTE LECTURA ACEB \ L ( rancisco) Pesetas Huella de Almas (novela) D e .ni rincón... 3 ° 75 ALARCÓA (Mariano) Obras de tea e r o . - T o m o I: Moisés coníem•i oran 'o. Contiene este tomo Jas si guientes obras: El éxodo (drama en cuatro act o s ) . - E n el desierto (drama en cuatro act o s - L a tierra de promisión (drama en cu.Uro actos) 5 T a ñ o II. l)el dolor al olvido. Contiene e , t e tomo las siguientes obras: Rescatada (drama en tres a c t o s ) . - R a y o de s o l (drama en un acto). La fuerza de la c o m e n t e (La sinfonía de las aguas), drama en cuatro actos A R C E (Francisco de) Pasionales (cuentos) La calafrava (novela) Imprenta de Arróyave y González, Pizarro. 15- A R É V A L O (Joaquín) Misterios del lupanar (novela) 2 r 4 CATÁLOGO D E 0 B K A S MODERNAS EN PROSA LIBRSRÍA DE G . PTJEYO .5 Pesetas Pesetas B A R K (Ernesto) Filosofía del placer L a Invisible (novela contemporánea) G O N Z Á L E Z B L A N C O (Edmundo) Las iglesias del Estado 3 3 B A R R I O B E R O Y H E R R Á N (Eduardo) C e r v a n t e s de levita (crítica social) Misterios del mundo (Filosofía del suicidio) D o n Q u i j o t e d e la Mancha (comedia lírica sobre la b a s e de la obra del inmortal Cervantes) G u e r r e r o y algunos episodios d e su vida milagrosa (novela documentaría) B U E N O (Manuel) Almas y paisajes (cuentos) A ras de tierra •• 1 i ^ A toda máquina 2 H O Y O S Y V I N E N T (Antonio) Frivolidad (novela) Mors in v i t a (novela) 5o 3 50 4 H U E R T O S (Luis G.) H a m p a (novela) R e r u m (prosas) 2 3 ^ D I C E N T A (Joaquín) ••• 3 2 (Eugenio) L a muerte de Isidro Nonell arbitrarias) 1 50 1 D A R I O (Rubén) Azul T i e r r a s solares D'ORS 3 50 3 3 3 2 H E R E D I A (Rafael) 2 CAMBA (Francisco) Camino adelante (novela) D e piedra á piedra (cuentos) Crónicas i H É C T O R A B R E U (Manuel) Aves d e paso (novela) Novelerías Amazona (novela) El Espada (novela del toreo) Dominio de faldas (psicología m a s c u l i n a ) . . (Narraciones G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador) Rebelión (novela) Los alquimistas. Estudiq sobre la alquimia y sus adeptos 3 3 5o 2 I G L E S I A V A R O (Antonio de la) Angustias Salazar (novela) 3 2 .... 3 L A R R U B I E R A (Alejandro) Camino del pecado (novela) 2 L E Y V A (Nicolás) Cuentos en papel de oficio. 3 L Ó P E Z D E H A R O (Rafael) E n un lugar de la Mancha(novelamanchega) Dominadoras (novela madrileña) 2 3 MARTIN R U I Z (Leocadio) Tierra sultana (prosas) 1 50 M A R T i N E Z - R U I Z (José) «Azorín» Los hidalgos (La vida en el siglo XVII) 1 50 6 LIBRERÍA Df¡ G. PUEYO CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS FN PR' SA Pesetas M A R T I N E Z S I E R R A (Gregorio) Teatro de Ensueño Motivos . L a t r i s t e z a del Q u i j o t e . Sol d e la t a r d e H a m l e t y el c u e r p o d e S a r a h B e r n a r d Pascua Florida Diálogos fantásticos L a feria d e Neuilly Aldea ilusoria...' M U Ñ O Z (Isaac) V i d a (novel V) V o l u p t u o s i d a d (idem) A l m a i n f a n z o n a (ídem) MURGER Y BARRIERE L a b o h e m i a ( c o m e d i a e n c u a t r o actos) Ñ E R V O (Amado) A l m a s q u e p a s a n ( ú l t i m a s prosas) . . . . . . O t r a s v i d a s (novelas c o r t a s ) ,. 4 5 4 3 5° 2 2 4 4 1 3 3 2 35° 3 5o 3 R O D E N A S (Miguel A . ) Tierras de paz R U S I Ñ O L (Santiago) Pájaros de b a r r o . ! D e s d e el molino ( i m p r e s i o n e s d e a r t e ) Pesetas D e s d e el molino (edición e c o n ó m i c a ) V i d a y d u l z u r a (comedia) B u e n a g e n t e (comedia e n c u a t r o actos).— El e n f e r m o c r ó n i c o ( c o m e d i a en un acto). L a fea (drama e n t r e s actos).—El b u e n p o licía (comedia e n dos actos) i 2 5 5 3 R A M O S ( F e r n a n d o ) y B R A V O (Marcelino) A l m a y c a r n e (novela e x t r e m e ñ a ) R É P I D E ( P e d r o de) La enamorada indiscreta.—Agua en cesti11o.—No h a y f u e r z a c o n t r a el a m o r . (Tves n o v e l a s e n u n tomo) 7 3 5 5 S A L A Z A R (Rodolfo). R e m e d i e t s y F r a s q u i t e t a (novela alicantina) R i s i s y l á g r i m a s ( n o v e l a en c u a t r o c a p í tulos) O 50 S A S S O N E (Felipe) Malos a m o r e s (novela) A l m a s d e f u e g o (novelas c o r t a s ) D e mi c a r i ñ o ( p r o s a s í n t i m a s ) 1 3 1 S A W A (Miguel). A v e fémina 1 O 50 S I L E S (José d e ) L a n o v i a de L u z b e l 1 L a c a s a d e la a l e g r í a 1 El lobo y la o v e j a 1 El d r a m a del C a l v a r i o ( l e y e n d a s m í s t i c a s ) . . 1 Boda buena y boda mala 1 El cincel y la p a l e t a 1 A c u a r e l a s del r e d o n d e l ( n a r r a c i o n e s t a u r i nas) i Cielos y a b i s m o s 1 Memorias de un patriota r L a estatua de nieve x La copa de veneno 1 El p a r a í s o d e los p o b r e s 1 L a hija del f a n g o (novela) 1 if' -M • ti-V 8 CATÁLOGO DE OBHAS MODERNAS EN PROSA LIBRERÍA DE G. PUEYO Pesetas Historias de amor El asesino de Lazara L a p i c a r a Cornelia (novela p i c a r e s c a ) El b a r ó n d e C h i c h a y n a b o (id.) L a n i ñ a del fraile (id.) 1 I I i * m S U A R E Z D E P U G A (Antonio) P a n de c e n t e n o (novela gallega) 2 T R I G O (Felipe) L a s i n g e n u a s (novela pasional), dos t o m o s . L a sed d e a m a r (novela) A l m a en los labios (novela) D e l frío al f u e g o (ellas á bordo), n o v e l a L a a l t í s i m a (novela) El amor e n la v i d a y en los libros Socialismo individualista, 7 3 3 3 3 3 3 5o 5o 50 5o " V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del) S o n a t a d e P r i m a v e r a (novela) 2 S o n a t a d e E s t í o (id.) 3 5° S o n a t a d e O t o ñ o (id.) 3 5° S o n a t a d e I n v i e r n o (id.) 3 5o E l o r d e S a n t i d a d (id.) 2 A g u i l a d e B l a s ó n (id.) 3 5° • J a r d í n novelesco.—Historias de santos: de a l m a s e n p e n a : d e d u e n d e s y d e l a d r o n e s 3 50 0 Jardín umbrío 75 El Marqués d e B r a d o m í n ( n o v e l a ) 3 5o Historias perversas 2 V I D A L (Pepita). C o s a s q u e p a s a n (prosa ligera) 2 50 Z A M A C O I S (Eduardo) Río abajo P u n t o n e g r o (novela) 3 3 • D e s d e el a r r o y o T i k - N a y . El p a y a s o i n i m i t a b l e L a c i t a (novela d e El Cuento Semanal)... Pesetas j 3 o 30 • 3 Z A Y A S (Antonio) Ensayos de crítica histórica y literaria 3 50 w m% « C U Q U E R E L L A (Félix) D 1 amor 2 C H O C A N O (José S a n t o s ) Lus c o n q u i s t a d o r e s ( d r a m a heroico en t r e s actos) 2 D A l í I O (Rubén) OBRAS M93EM1S M ' .'tiros d e v i d a "y e s p e r a n z a P r o s a s profanas DIEZ CAÑEDO A B R I L (Manuel) ¿ora r o m á n t i c a 2 G A R C Í A V A L E N Z U E L A (G.) •••• Rumor de notas B R E N E S M E S E N (Roberto) 2 G I L A S E N S I O (Federico) • • C o m o la v i d a . j G O D O Y Y S O L A ( R a m ó n de) B R I G A (Augusto) Aspiraciones Mundanas 2 G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador) C A R R E R E (Emilio) Medallones Románticas El c a b a l l e r o d e la m u e r t e <. C a n t o s sin eco (prólogo d e Manuel R e i n a ) . 2 2 50 J I M É N E Z ( J u a n R.) C A S T R O (Cristóbal d e ) El a m o r q u e p a s a CATARINEU Estrofas 3 2 N (Fernando) '-i B A R R A N T E S (Pedro) E n el silencio 2 . er or „muamente B A C H I L L E R C A N T A C L A R O (El) L o s señores d i p u t a d o s , 4 ° ° sexnb' v e r s o , con un prólogo d e G a l d ó s T i e r r a y cielo (Enrique) Vers ;s d e las h o r a s • v ;:A (Niio) C a n c i o n e s del corazón y d e la vida. 5 5 ••• Ninfeas.. Jardines l e j a n o s . . . . ! Rimas A l m a s d e violeta 5 3 gQ 2 2 50 12 CATÁLOGO DE OBRÀS MODERNAS E S VERSO P6^0t88 R O S A D O V E G A (Luis) Pesetas LÓPEZ A L A R C Ó N Alma y s a n g r e Sensaciones Libro d e e n s u e ñ o y d e dolor (Enrique) Constelaciones 3 L L A N O S (Américo) A flor d e a l m a M A C H A D O (Antonio) Soledades-Galerías-Otros poemas MACHADO 2 S A L A Z A R (Rodolfo de) Ecos del a l m a 2 3 S A N C H E Z R O D R I G U E Z (José). Alma andaluza 2 S H É R I t t (Leonardo) V e r s o s d e Abril 2 S I L E S (José de) Los f a n t a s m a s del m u n d o El diario d e u n p o e t a Musa r e t o z o n a El c a r n aval e t e r n o 1 1 1 1 5 5 V A L (Mariano Miguel de) Edad dorada 3 50 2 V A L E N Z U E L A ( J o s é de) Almas y Cármenes 6 V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del) Aromas de leyenda 3 VARIOS AUTORES. L a c o r t e d e los p o e t a s . — F l o r i l e g i o d e ritmas modernas.—Forma un elegante tomo d e 348 p á g i n a s y c o n t i e n e 173 composiciones e n v e r s o d e los m e j o r e s p o e t a s modernos españoles é hispano-americanos.. 4 (Manuel) Alma-Museo-Los cantares Caprichos L a fiesta n a c i o n a l 3 3 ° 75 C A M P O (Marqués d e ) 2 Estampas Ñ E R V O (Amado) Poemas Perlas negras O R T I Z D E P I N E D O Gosé) Dolorosas Poemas breves Huerto humilde ORY 2 3 ( E d u a í d o de) La primavera canta El p á j a r o azul •• 1 5o 5o 1 P U J O L (Juan) Ofrenda á Astartea 2 R É P I D E ( P e d r o de) Las c a n c i o n e s Libertad Las c a n c i o n e s d e la s o m b r a 8 3 6 3 1 3 V E R D U G O (Manuel) Hojas 2 14 CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS EN VERSO ¡'eses-s V I D A L (Pepita). Lira andaluza Cosas que p a s a n Vibraciones •.... 3 50 2 50 1 3 de E s p e r a n t o V I L L A E S P E S A (Francisco). Tristiti® rerum L a s c a n c i o n e s del c a m i n o Carmen Rapsodias 3 3 2 2 ZÁV" ' i Z A Y A S (Aotonio de). Joyeles bizantinos Retratos antiguos Paisajes N o c h e s blancas Leyenda 4 3 3 4 4 •• "• s Pesetas ' V" k r e s t o m a t i o d e la linguo E s p e 6 VILLANUEVA Esperanto-Español y Españjl- ; ÍN. > 6 VILLANUEVA . . .1 . e ercicios d e la l e n g u a i n t e r n a c i o ,J.»I E s p iranto 3 DLJ**üS S E D Ó é I N G L A D A O R S C u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o , lecciones g r a d ú a ¡as y e j e r c i c i o s p a r a a p r e n d e r sencil l a m e n t e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l 3 DUYOS SEDÓ é INGLADA ORS C l a v e d e los t e m a s y ejercicios contenidos e n el c u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o . . . o 75 GUINART G r a m á t i c a d e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l a u x i liar E s p e r a n t o Diccionario Esperanto-Español de Raíces.. o 75 1 X6 CATÁLOGO DE OBRAS DE RSPERASfTO Pesetas CART P r i m e r a s lecciones d e E s p e r a n t o H i s p a n a Jarlibro Esperantista (anuario e s - ° 75 ^ perantista) para ° 5 Verba amuzajo E n u m e r a c i ó n y significado de los afijos . . o 25 Ekzerco je tradukado, ejercicio de traduc- ^ ^ ción ••/•. „ Cent dek T r i humorajoj verkitaj au Espe. . • . . . o &o ; Provo de Esperanta Nomigado de personaj nom °j ; Clave Esperanto : ^ ^ 0x0