¿Ser viejo y ser humano es posible en la posmodernidad?

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¿Ser viejo y ser humano es posible en la posmodernidad?
Vejez y posmodernidad,un acercamiento desde el género a las posibilidades y limitantes de esta
relación
Paula Alejandra Barbosa Ramos
Resumen
Lo que se presenta aquí, es un acercamiento general a los aspectos de la posmodernidad que tienen
injerencia directa con el tema de la vejez y los asuntos que de ella atañen en un plano general para
adentrarse a la cuestión de género. Sus aportes principales residen en la exploración de la
convivencia entre la vejez y algunos de los aspectos más representativos de la posmodernidad.
Palabras-clave: Posmodernidad. Vejez. Género.
1
Introducción
Según algunos teóricos y estudiosos de los procesos histórico / sociales
actualmente vivimos un
post una etapa posterior a la modernidad llamada posmodernidad, esto implica una crisis de la
modernidad pero que no necesariamente indica que se haya dejado de vivir en ella todavía muchas
de sus reglas son vigentes en los sujetos y esto deriva en prácticas que se reproducen de forma
cotidiana .
Este rompimiento con lo moderno tiene un lado positivo, el cual consiste en la liberación de las formas
y los sentidos de ser y estar en la realidad; además surge una nueva forma de diálogo frente a lo que
rodea a los posmodernos, “sin embargo el peligro estaría en la abdicación de la realidad y del
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“hacerse
cargo”
de
ella”
1
,que es donde se centran las críticas a esta época: la critica sin propuesta, la individualización para
quitar responsabilidad social y personal, una línea divisoria confusa entre libertad y libertinaje.
Los viejos, nada nuevo
En esta posmodernidad individualista el tema de los viejos no es nada reciente, pero eso no simplifica
su abordaje. A lo largo de la historia la relación y concepción de los viejos no ha sido siempre
placentera; ese displacer se hace evidente en la dificultad que se tiene para referirse a ellos. ¿Cómo
tratar algo que no gusta y que es inevitable llegar a ser mientras haya vida? Hablar de los viejos de
manera cortés es una inversión en la propia vejez y también las acciones que se realizan para ellos,
todo pensando en la futura vejez que aguarda, aunque aún falta demasiado por pensar (sin miedo),
por hacer (con estructura) y por sentir de los viejos.
Hablar de los viejos
En la cultura occidental el lenguaje tiene un lugar privilegiado como expresión del pensamiento, es
por eso digna de mencionar la manera en que se refieren los posmodernos a los viejos a través del
lenguaje: no saben si llamarlos viejos, ancianos, adultos mayores, tercera edad o abuelos.
Cada uno de los términos anteriores nos hablan de una visión sobre ellos, de una manera de
concebirlos y de apropiárselos o no. Una característica dentro del lenguaje de referencia a los
ancianos es el uso de diminutivos como intento de apropiación o de crear vínculos socio-emocionales
con ellos, o bien para manipular los sentimientos frente a ellos colocándolos como pequeños e
indefensos (de lo cual no hay seguridad, pues los viejos “también” son personas). El discurso anterior
es el que ha sido difundido de manera más frecuente por los mass media, sobre todo los que
pretenden manejar emociones en sus emisiones (resaltando el caso de los noticieros con tintes
sociales); no es extraño escuchar los términos “viejitos” “nuestros abuelitos” o “nuestros ancianitos”
Maestría en Estudios Filosóficos, Universidade de Guadalajara. E-mail: [email protected]
1
Inteligencia sentiente y praxis: una elaboración del concepto de praxis desde la filosofía de Xavier Zubiri/
Jorge Manuel Dávalos Sánchez Madrid, España 1997.Tesis de Doctorado en Filosofía. Universidad Pontificia
Comillas. P 24
2
según el tono que quiera dársele al reportaje.
Así escuchamos en términos de lo políticamente correcto (de moda en las sociedades posmodernas
“tolerantes”) el término “adulto mayor” que está utilizándose gracias al aumento de la esperanza de
vida. Con este aumento del tiempo de vida, la vejez no es un estado transitorio previo a la muerte,
sino un estadio de duración incierta y en aumento. Es esto lo que marca una diferencia radical entre
las imágenes de viejo que se tuvieron en el pasado y ser viejo en la posmodernidad: la vejez ya no es
un estado de paso: sino un lugar en el que se vive o se sobrevive según sea el caso; este tema de la
intransitoriedad de la vejez se trata de manera amplia en el capítulo quinto.
Ser viejo o verse viejo
Ser viejo en la posmodernidad abre una puerta por demás interesante :“no llegar a ser viejo“, “ no
verse viejo“ “ no aparentar edad“, este hecho de pensar en “no llegar a serlo” nos habla ya de su
presencia inquietante.
Esto plantea un enfrentamiento al SER como la expresión del ideal (ser viejo vs. ser joven, o bien que
ser joven pueda ser un estado permanente hasta la muerte) y a lo que el sujeto ES, como expresión
de la realidad del individuo (un ser humano que va siendo en su tiempo y etapas).
La respuesta más frecuente
de la posmodernidad en cuanto al SER, se concentra en las
posibilidades que existen de comprar; la posmodernidad ha colocado a un nivel igual ser y tener,
como manifestaciones de existencia (no sólo como formas). Si bien este tener = ser ha estado
presente a lo largo de la historia, la posmodernidad le ha incluido nuevos matices.
Los posmodernos son lo que tienen y su potencial de ser radica en su capacidad de comprar, además
de los espacios y marcas en la que esta compra se realice, curiosamente es más importante la
realización de las condiciones anteriores que la calidad o el material de los objetos, este es uno de los
matices posmodernos que se mencionaban en el párrafo anterior: la marca de la imagen, no la
calidad; lo que importa es lo se dice de la marca, no lo que en realidad el objeto es.
¿Caben los viejos en el bolsillo?
Las inquietudes posmodernas y la conformación de identidades parecen encontrarse en todas sus
variedades en los escaparates de las tiendas. Los centros comerciales, (además las ventas por
internet) ofrecen infinidad de opciones para elegir o mezclar y la felicidad parece estar siempre en lo
que una tarjeta de crédito puede dar, pues las formas de pago marcan ya una diferencia de estatus.
3
El crédito es la fuente de la felicidad (aunque ahora sea plástico o electrónico pero lo que hay en el
bolsillo tiene esa potencialidad). Por esto los posmodernos al relacionarse con otros seres humanos,
y la forma de desarrollar estas relaciones humanas se vuelven de bolsillo también.
Gracias a la forma de “bolsillo” en las relaciones humanas existe una dificultad enorme para
relacionarse con los ancianos, pues en esta relación necesariamente habrá un encuentro con el otro,
que no es tan otro en realidad: yo puedo no ser pobre, y nunca lo seré, o puedo no ser hombre y
naturalmente siempre seré mujer; sin embargo ser viejo, es una de las potencias de la condición de
ser humano y eso implica que el otro no sea tan otro, como se quisiera.
Lo anterior da al encuentro entre el viejo y el posmoderno un nivel de igualdad difícil de reconocer
entre otro tipo de relaciones posmodernas con excepción de las que el sujeto considera entre iguales.
Al relacionarse con un viejo, se relaciona directamente con su vejez, sea cual sea la forma en algún
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momento se perderá la “conciencia y la claridad” , de esta capacidad de no involucrarse depende la
felicidad en las relaciones de bolsillo. Ver al otro como un posible "yo" puede causar una pérdida de
control sobre las emociones que genera el otro en mi, este no es un riesgo que los posmodernos
estén decididos a correr.
Los viejos son extraños por que no son iguales a los posmodernos y no quieren ser iguales a ellos,
los viejos son los diferentes. ¿Por qué no pueden ser como ellos? ¿Por qué los jóvenes posmodernos
tienen que ser como ellos? “El extraño es la variable desconocida de todas las ecuaciones calculadas
cuando se intenta decidir qué hacer y cómo comportarse. De modo que incluso cuando los extraños
no se convierten en objeto de agresiones directas ni padecen las consecuencias de un resentimiento
activo, su presencia dentro del campo de acción sigue siendo inquietante, ya que dificulta la
predicción de los efectos de una acción y sus alternativas de éxito fracaso”
3
El encuentro con el viejo resulta complejo, pues no es sencillamente un “otro” con el que se choca,
sino un posible “yo” que revela una parte tan humana como lo es el miedo (otra condición que los
posmodernos quieren exterminar) a la muerte, a la enfermedad, a la vejez y en muchos caso a la
soledad.
No puede ser una cordialidad mecánica o una indiferencia disfrazada de tolerancia; el encuentro se
vuelve humano y por lo tanto hace que la felicidad ya no esté solamente en la capacidad individual de
alcanzarla sino en lo que el otro -el anciano en este caso- aporte al encuentro.
En esta posmodernidad de “todas las posibilidades posibles”, no son los viejos los interrogados por
ella, sino los viejos que con su presencia la cuestionan. En ella se hace constantemente una
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3
Ver : Bauman, Zygmunt. “Amor líquido”. Fondo de Cultura Económica. Argentina. 2000
Ibid .p14
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evaluación costo-beneficio que incluye a la vejez: ¿Qué se le invierte a una relación con un anciano?
¿Qué “me” aporta? En este tipo de evaluaciones la balanza va a lo negativo en cuanto a los viejos, ya
que esta relación implica compromiso, gratuidad, amor (no del líquido, sino del que permanece) y
dinero debido a los gastos planeados y no planeados que se generan alrededor de un anciano, pero
en casi todos los casos, el uso de estos recursos es imprescindible para mantener la vida.
La posmodernidad, promueve un mínimo de inversión con mucha ganancia, promete resolver todas
las frustraciones presentes a través de un futuro construido por los comerciales.
Los posmodernos son personas que viven no sólo en el mañana sino del mañana. Es el futuro que
aún no llega lo que les da fuerza y sentido (llegar al viernes, llegar a las vacaciones) pero más allá de
ese futuro está la vejez, el verdadero futuro al que al parecer nadie esta ansioso por llegar. Los viejos
son la contraparte a esa cultura del mañana promovida por la posmodernidad.
Los ancianos no se salvan del efecto homogenizador de los mass media, ellos también son
despersonalizados
y
clasificados
según
los
intereses
de
aquellos;
curiosamente,
esta
homogenización ha venido a sustituir a la solidaridad, con el disfraz de una búsqueda de igualdad
para todos los seres humanos pero con contenidos muy diferentes.
La pregunta, es si los viejos desde su experiencia personal e historia, comparten con los
posmodernos este gusto por el consumismo; si para ellos comprar tiene el mismo significado de
estatus y poder que para los primeros; además no se puede dejar de lado que esta vejez en la
posmodernidad, no es en forma ni en contenido la vejez que en su juventud se les prometió.
La vejez desencantada
Durante la modernidad la vejez tenía cierto grado de poder social, y mucho poder dentro de la propia
familia, así como de tranquilidad económica en vista de un patrimonio construido , también de
dignidad y respeto obtenidos simplemente por el atributo de los
años (“hay que respetar a los
mayores”) , los niños de aquel entonces generaron con las expectativas que la convivencia cotidiana
con esa vejez les generó , sin embargo ese lugar de la vejez se vio modificado y como muchas otras
incertidumbres de la posmodernidad, carece de un significado universal y claro; por lo anterior la
vejez en la posmodernidad es fragmentada y dependiente de la historia personal y social del grupo al
que pertenecen.
Es por lo anterior que ser viejo en la posmodernidad es también un desencanto para ellos, esto es
grave, pues la posmodernidad vive desencantada por la sombra de la vejez y los viejos viven
desencantados en y de la posmodernidad que no les otorga lo que la modernidad, en la que nacieron,
les prometió,
5
Ética, posmodernidad y viejos
La crisis de los jóvenes con los viejos durante la adolescencia es un conflicto de valores e intereses.
Si se hace una comparación entre las edades del hombre y los momentos históricos de la humanidad,
esta posmodernidad (hija de la modernidad) ha tomado vida propia, y ahora como hija adolescente,
cuestiona lo que su padre la modernidad hizo; cuestiona sus valores por las posibilidades que estos
crearon: la razón y el deber no los hicieron felices, ni los libraron de las crisis ni de las guerras. Bajo
esta visión se remplazan los valores modernos por otros “menos” pretenciosos, ya que son
fragmentados en individuos, esta división no es menos peligrosa y puede resultar profundamente
fundamentalista o bien demasiado permisiva.
Principalmente la permisividad, como esa posibilidad de justificar las acciones que se realizan con
cualquier justificación, y el relativismo al establecer y llevar a cabo las normas son los modos vigentes
de vivir la moral posmoderna.
El placer es la guía más importante para establecer y construir relaciones y crear nuevos proyectos
de vida. Lamentablemente, estar con el otro no siempre será placentero, los posmodernos no están
listos para aguantar al otro pero s para desear ser aceptados; quieren cambiar el tipo de relaciones
para mejorar su estado pero no buscan ser cambiados por algo mejor, ahí reside el dolor de la
posmodernidad y su mayor temor: la soledad.
Desde este tipo de relaciones es interesante observar la perspectiva de los grandes valores de la
posmodernidad. Frente a una cultura de imagen y simulacro, la imagen de los viejos no es agradable
pues puede contener deficiencias físicas (que van desde las arrugas, a deterioro de miembros físicos)
así como deficiencias mentales (desde los olvidos más sencillos, hasta la pérdida completa de
impulsos).
¿Qué clase de convivencia puede tenerse en la posmodernidad con los viejos? Si los vínculos reales
y emotivos se han vuelto tan difíciles con los iguales para los posmodernos, ¿como no habrían de
serlo con esos otros (no tan otros) extraños (pero humanos) y amenazantes (en la medida de los
miedos de cada sujeto) que son los viejos?
Llama la atención que en la medida en que han ido evolucionando las relaciones humanas, estas se
han ido haciendo más habituales y superficiales, con grados fuertes de intimidad fragmentada y sobre
todo más intensas y breves, de esta manera se dificulta crear vínculos entre las personas.
Los posmodernos más que relacionados con otros seres humanos pareciera que como sus máquinas
están solamente conectados, como circuitos que prenden y apagan, coincidiendo en pequeñas partes
que no les piden convivencia ni les involucran; sólo los llevan a coincidir en pequeños momentos en
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que se encuentran con el otro, esos encuentros han de ser cortos pues se utilizan solo para resolver
el asunto que haya llevado a esa reunión.
Los posmodernos han encontrado formas de comunicarse con los más lejanos, pero esto no ha
logrado ponerlos más cerca del otro. Se conectan como las computadoras, con la libertad de
desconectarse en el momento en el que “yo” quiera poner distancia. Aparentemente no pasa nada,
están distanciados sin consecuencias, como si realmente pudieran desconectarse sin consecuencias
de los otros seres humanos.
Por lo anterior frente a la vejez no se puede simular que los seres humanos sean “omnipotentes”, al
contrario, la vejez devela a los sujetos su propia vulnerabilidad, la lucha por no envejecer a través de
el simulacro nunca cambiará la realidad de un cuerpo viejo completamente.
Los posmodernos esperan no llegar a la vejez, desean vivir mucho tiempo pero sin la frontera de la
vejez; se entienden como sujetos, se auto conciben como individuos constituidos por un cuerpo con
necesidades que deben ser satisfechas constantemente y que, al mismo tiempo, se consumen
irremediablemente, aunque una batería de terapias logre demorar la vejez.
Los roles de la vejez en la posmodernidad
Si bien hace algunos siglos el tema de los viejos era también una cuestión de parentesco; es decir
que la familia establecía el lugar del viejo y qué hacer con él, con la fragmentación de los modelos
familiares, parece que pasan de ser cabezas de familia a desechos de ellas. Los padres ya no se
vuelven “los abuelos”, sino “los viejos” y si quieren seguir permaneciendo dentro del grupo de la
familia será necesario que justifiquen su permanencia.
El parentesco como vínculo no logra sobreponerse a la tendencia de la posmodernidad. Hay una
lucha constante entre unir y separar que agota al vínculo; la afinidad ya no es vigente por que tiene
miras a establecer parentescos y estos -aunque preciosos para los posmodernos por ser escasosson de poco interés por el tiempo que lleva su construcción. Esto no discrimina en los posmodernos
un anhelo nostálgico de parentesco, pero no se asume un trabajo continuo para su realización.
Los lazos van más allá del placer momentáneo que se busca (se comprende claramente que estos
lazos son sólidos) y por eso se enfrentan con lo líquido de la posmodernidad. Así, ella y los lazos
presentan una confusión entre el por qué de las relaciones y el para qué de ellas.
Sobre los viejos pesa el estigma de ser una población “desprotegida”; dicho estigma les “otorga” el
derecho de recibir asistencia social , con la diferencia de que el caso específico de los viejos que
requieren este apoyo son vistos como un gasto indefinido (no como por ejemplo el caso de los niños
7
en que los recursos que se utilizan se ven como una inversión) y gastar en circunstancias que no
beneficien al sujeto que está gastando no es una idea afín con los posmodernos, y no se puede
olvidar que la afinidad es la que facilita que se den los vínculos entre los sujetos.
Vejez y familia
Existen en relación a los vínculos dos tipos de familia uno , la llamada familia extensa “que
4
comprende a varias generaciones de la misma familia que conviven en el mismo domicilio” y dos la
familia nuclear que es el modelo más promovido en México de los años setenta hasta la fecha; esta
familia está “formada por la pareja y los hijos , esta puede ser nuclear sola o con agregado (
5
habitualmente un abuelo ) completa o incompleta ( con un solo padre /madre) ” ; hay también otras
formas de familia: personas solteras o sin familia o algunas veces con miembros que ocupan otros
roles dentro de ella.
Tomando en cuenta lo anterior la familia tiene hacia dentro de sí un propio ciclo, que consistiría más o
menos en lo siguiente: primero tiene un proceso de formación como familia, este punto de partida es
el matrimonio; Posteriormente vendría una etapa conocida como extensión (segunda etapa), que va
desde el nacimiento del primogénito hasta el nacimiento del último hijo; Una tercera etapa de este
proceso interno es la extensión completa que es desde que nació el último hijo hasta que el
primogénito abandona la casa paterna, ya sea por estudio, matrimonio u otras circunstancias que los
lleven a salir de ella. Viene después un proceso de contracción (cuarta etapa), que abarca el periodo
en el que los hijos, (del primogénito al último) dejan el hogar; todo esto para llegar a un periodo de
contracción completa (quinta etapa) que va desde que el último hijo abandona el hogar hasta la
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muerte del esposo o esposa y en la sexta etapa se da una disolución de esa familia .
El viejo, está comprendido en las etapas cuarta, quinta y sexta; es decir durante el abandono de los
hijos de la casa paterna y la disolución de esta familia de origen. Obviamente las edades irán
variando, por ejemplo en el caso norteamericano el abandono de los hijos se da generalmente a los
18 años, cuando los hijos van a la universidad, era poco probable hasta fechas recientes que los
hijos regresaran de la universidad al hogar paterno. En el caso mexicano el ingreso a la universidad,
no implica necesariamente el abandono de la casa paterna, puede darse el caso de que haya viejos
en la familia sin que necesariamente los hijos hayan abandonado el hogar.
El ingreso de viejos a la familia a la que dieron origen, puede darse durante la disolución de la familia
de origen de uno de los padres, es decir que muriendo uno de los cónyuges el otro llegue a vivir al
domicilio de uno de sus hijos.
4
“Anciano y familia. Una relación en evolución.” P Buil , J Diez Espino publicado en
http://www.cfnavarra.es/salud/anales/textos/vol22/suple1/suple2.html
5
Ibid
6
Ibid
8
La jubilación de los padres se da entonces durante el periodo en que los hijos dejan la casa paterna,
en este periodo se presentan nuevas carencias para esta familia (que ya está formada en el domicilio
solo por la pareja que dio el origen a la familia).Algunos de los nuevos retos a los que se enfrentará
esta familia después de la jubilación, son la disminución de los ingresos que entran al hogar, aunque
es probable que esta familia ya tenga un patrimonio (por ejemplo una casa) , esto hace que su
situación no sea necesariamente precaria ; lo que sí podría ocurrir, sería una pérdida de estatus para
los sujetos, viejos pues es probable que al dejar el trabajo sus relaciones sociales disminuyan,
además que no se puede ignorar el hecho de la pérdida de compañeros y amigos .La jubilación tiene
otro contra importante que es la carencia de una ocupación fija, lo cual puede ayudar al deterioro del
sujeto así como del sentimiento de pérdida en el recién jubilado.
Ante esta jubilación los cambios se dan también hacia dentro de la pareja, que sufren el llamado
“síndrome del nido vacío” un situación en la que la pareja se encuentra de nuevo sola en su hogar,
como en el origen de la familia. la pareja puede reconstruir su relación como tal, o puede enfrentarse
a una situación en la que ya no exista nada en común o bien darse una separación, al ser los hijos el
único vinculo entre ambos cónyuges.
Después de la jubilación el momento más importante se registra durante la muerte de uno de los
cónyuges, la cual puede ser avasalladora, pues se experimenta un sentimiento de soledad , al ver
cambiadas sus relaciones humanas y también con el espacio físico en que viven ( generalmente los
viejos dejan de vivir en la casa de la familia para trasladarse a la de un familiar ) esta modificación
que viene con la muerte requiere de un ajuste total hacia dentro de la familia , tanto de la de origen
como las ahora familias de los hijos.
Vejez y género
La cuestión de género es determinante para la adaptación del abuelo a otra familia (generalmente la
de uno de sus hijos): mientras que las madres parecen adaptarse de manera más sencilla a la
pérdida del cónyuge (incluso aun cuando se permanezca en el domicilio conyugal y no en casa de
alguno de los hijos); los padres tienden a morir de manera más pronta en relación a la muerte de su
7
cónyuge, mueren aproximadamente 6 meses después que enviudan .
Este contacto del padre sobreviviente con la familia del hijo, es determinante para la percepción que
se adquiera de la vejez y para la creación de una imagen positiva de los abuelos; esta imagen que se
construya con el abuelo tiene mucho que ver el como se relaciona esta figura respecto a los padres,
la presencia del viejo puede ser muy benéfica para complementar la educación de los nietos, pues
aportan a una formación que contenga tradición y apego.
7
“Anciano
y
familia.
Una
relación
en
http://www.cfnavarra.es/salud/anales/textos/vol22/suple1/suple2.html
evolución”
publicado
en:
9
En México resulta interesante el caso urbano en el que, hasta principios de los años 60 el papel de
los abuelos era de jefes de la familia, pero con la reducción de los núcleos familiares, los viejos se
vieron relegados dentro de esta sociedad dejando de lado su papel de jefes de familia;
esta
modificación de la familia fue corta y por este motivo no tuvo alcance en todos los espacios del país
(en las zonas rurales por ejemplo es un modelo que nunca ha perdido vigencia).
Con las crisis económicas acaecidas en el país con mayor peso a partir de los años ochenta, las
abuelas han retomado el lugar de las matriarcas, gracias a que las madres han tenido que
incorporarse a la vida laboral para cubrir las necesidades económicas de su familia, es así como al
trabajar tanto el padre y la madre, son las abuelas quienes toman a su cargo el cuidado de los nietos
pequeños, mientras los adultos económicamente activos trabajan. De esta manera la figura de la
abuela ha retomado impulso dentro de la sociedad mexicana, en contraparte, la figura del abuelo no
es muy clara en la vejez ya que el rol de proveedor que tenía cuando era padre se ve modificado por
la edad.
En general el contacto con los nietos es muy provechoso para los viejos, pues tienen un contacto
garantizado al menos con un mínimo de los cambios que los jóvenes están generando y viviendo, los
vuelve menos “obsoletos”. Esta posibilidad puede hacer enormemente rica la convivencia entre viejos
y jóvenes, pues mientras que los abuelos dotan a sus nietos de vínculos a sus raíces y pasado, los
jóvenes vinculan a los viejos con el presente.
Si bien los que se mencionan en el párrafo anterior pueden ser los beneficios de la convivencia con
los viejos, no podemos negar que estará en gran medida determinada por la salud del anciano, ésta
puede en gran medida requerir de cuidados especiales y tener exigencias de tiempo y dinero de la
familia. Los viejos en caso de enfermedad son cuidados en un primer momento por su cónyuge, luego
por uno o varios de sus hijos, dependiendo no solamente de estos sino de sus familias nucleares, lo
cual puede acarrear problemas entre la pareja pues existe una modificación de la dinámica familiar.
El cambio de residencia, a la casa de uno de los hijos es indiscutiblemente también muy difícil para
los viejos, pues tienen que modificar toda su estructura de vida para intentar encajar en esta nueva
dinámica, es muy probable que dentro de la familia del hijo o hija con la que se viva, no se tome al
viejo como una persona pensante y con voluntad, incluso negándosele la posibilidad de decidir sobre
su propio patrimonio, o la forma en que quiere actuar y vivir.
En el caso de los ancianos enfermos mentalmente, esta situación es tremendamente dolorosa pues
implica su descalificación hacia dentro y fuera la familia; esta exclusión puede no ser en todos los
casos intencionada pero esto no significa que no ocurra, se necesita de una relación tremendamente
respetuosa para que los hijos no traten a sus padres como discapacitados.
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Este punto hay que resaltarlo, los posmodernos necesitan aprender que los viejos, no son
discapacitados por el simple hecho de su vejez, y esto hay que modificarlo desde el discurso
“incluyente” que de manera continua iguala a la tercera edad con la discapacidad.
Continuando con el tema de la transición de los padres a la casa de los hijos, cabe mencionar que en
el caso femenino la adaptación resulta más sencilla pues si el estado de salud se los permite, es
probable que aporten mucho al trabajo doméstico; en el caso de los hombres, lo más seguro es que
la manera en que aporten al nuevo hogar sea a través del dinero que reciban a través de la pensión.
Pero esta imagen del abuelo o la abuela es solo una cara de las que la vejez propone; además, que
el abuelo sigue siendo otro, no yo, y la idea de la propia vejez es mucho más complicada de asimilar;
más allá de la familia, el viejo tiene una imagen la cual será establecida en el medio social, siendo
este medio social el que hace, que los atributos que tiene el viejo sean o no apetecibles , las
características de los viejos pueden ser las mismas, pero no necesariamente es la misma reacción
que se tienen ante ella.
¿Espera algo la posmodernidad de los viejos? Tomando como base, lo que se ha dicho
anteriormente, la respuesta que puede darse es que la posmodernidad espera que la vejez no se
manifieste y que los viejos que lo sean por edad cronológica lo escondan lo mejor que puedan.
Resulta cruel que al parecer en la posmodernidad se espera nunca llegar a la vejez, que la ciencia
avance de tal manera que los individuos permanezcan jóvenes o al menos ocultando la vejez lo mejor
posible, esto es la misma antigua búsqueda de la fuente de la eterna juventud
¿Hay algo que ellos puedan aportar a la posmodernidad? Lo deseable sería que sí, de no ser de esta
manera, desde el pensamiento utilitario, estaríamos condenando a los viejos y viejas a la basura, al
zapping, junto con los pobres y con las personas “con capacidades especiales”; esto revela
claramente que la condición de los viejos, no dista mucho de los que son débiles y hace pensar que
su condición de excluidos se deba más a su debilidad que a su vejez. En este caso se puede hacer
una distinción en la forma de envejecer, pues envejecer no es sinónimo de decrepitud o inutilidad, de
nuevo hay que señalar que pese a que los viejos vean disminuida su capacidad física respecto a su
juventud, no implica que no mantenga o incluso aumenten otras capacidades.
Uno de los retos de la posmodernidad es aprender a vivir con los viejos que produce, como se vio en
la introducción, las culturas de tradición oral, dan un lugar privilegiado a los viejos, mientras que las
que pueden acumular conocimiento por otros medios tienden a separarlos del grupo, en este
momento posmoderno y según la concepción de cuerpo, de belleza, de lo valioso, los viejos no
encajan, sin embargo, por los avances de la técnica serán la mayoría de la población. Es un reto
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social grande sin duda, frente al cual no se puede mantener una actitud ignorante, como tampoco se
puede ser ciego al hecho de la cercanía con la propia vejez, cada día se está a un paso más cerca de
alcanzarla, tal vez, por eso existe una negación sistemática de un trato abiertamente cruel.
La vejez tiene ese encanto de ser tan cercana que aterroriza, pero también esa idea de convertirse en
“viejitos” tiene la ventaja de al menos por un tiempo poder dejarla para mañana, y mientras los
posmodernos se consuelan en sus pensamientos individualistas y tratan de pensar en su importancia
para tranquilizar sus miedos, tal vez el destino de estos posmodernos sea diferente o al menos así lo
piensen.
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