Senado de la Nación Secretaria Parlamentaria Dirección General de Publicaciones (S-2524/09) PROYECTO DE DECLARACION El Senado de la Nación DECLARA: Rendir homenaje al Dr. Salvador Allende Gossens, ex Presidente de la República de Chile, al cumplirse el 36 aniversario de su muerte en el marco del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Rubén Giustiniani. – FUNDAMENTOS Señor Presidente: ”¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano”. Salvador Allende, Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973. El 26 de junio de 1908 nace en Valparaíso Salvador Allende, hijo de Salvador Allende Castro de profesión abogado, notario y militante del Partido radical; y doña Laura Gossens Uribe. Entre los años 1920 y 1925 ingresa al Liceo Eduardo de la Barra, donde realiza sus estudios obteniendo excelentes calificaciones. En esos años conoce a Juan Demarchi, viejo anarquista de origen italiano que influye de manera notable en su formación ideológica. En el año 1925, luego de cumplir como voluntario el Servicio militar, ingresa en Santiago a la Universidad de Chile a estudiar la carrera de medicina. Al poco tiempo de su ingreso, preside el Centro de Alumnos de Medicina donde, entre otras actividades organiza a un grupo de compañeros con quienes se reúne periódicamente para leer y discutir sobre las obras de los grandes teóricos del socialismo. Siendo vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile, participa activamente en la lucha contra la dictadura de Carlos Ibañez. Miembro del Consejo Universitario en representación de los estudiantes es temporalmente expulsado, pero en virtud de sus excelentes calificaciones, es reincorporado. En 1932 termina sus estudios y se traslada a Valparaíso, redacta sus memorias sobre Higiene Mental y Delincuencia y hace su práctica profesional. En junio del mismo año se proclama la República Socialista que encabeza Marmaduke Grove. Luego de la fugaz experiencia socialista, el nuevo gobierno desata una feroz represión, y Allende es encarcelado. Ya en libertad, recibe en 1933 el título de médico y participa el 19 de abril del mismo año en el nacimiento del Partido Socialista de Chile, junto a Eugenio Matte Hurtado, Marmaduke Grove, Eugenio González, Oscar Schmake y otros. En julio de 1935 es nuevamente detenido y relegado hasta diciembre del mismo año en el puerto de Caldera. Al poco tiempo participa en la creación del Frente Popular, y asume como presidente provincial de Valparaíso, mientras sus compañeros del Partido Socialista lo eligen Subsecretario General. Entre los años 1940 y 1945, su actividad fue intensa: escribe su libro “La realidad Médico Social de Chile”; organiza la Primera Exposición de la Vivienda; y viaja a Perú invitado por el APRA. Es elegido asimismo Secretario General del Partido Socialista de Chile y Senador por Valdivia, Llanquihue, Chiloé Aysen y Magallanes. Allende se integra al Partido Socialista Popular cuando en 1947 se divide el Partido Socialista. Cuatro años después, al respaldar el Partido Socialista Popular la candidatura de Carlos Ibañez, Allende rompe con él y vuelve a las filas del Partido Socialista de Chile, desde donde impulsa la creación del Frente del Pueblo, junto con el Partido Comunista. Es candidato a Presidente por ese frente y obtiene 52.000 votos en la contienda electoral. La participación en la justa electoral no fue un mero simbolismo, ya que en el centro de la escena histórica comenzaban a tomar posición nuevas fuerzas sociales, que irrumpieron en el sistema político a través de un electorado de masas. En esta coyuntura, Salvador Allende terminó por convertirse en el epicentro de cualquier alianza. Era ya líder natural de los sectores mas relegados de sociedad chilena y un dirigente respetado cuando en 1953 fue elegido senador por Tarapacá y Antofagasta. La elección de 1958, encuentra al socialismo constituyendo una nueva alianza con el Partido Comunista esta vez llamada Frente de Acción Popular (FRAP) que llevó a Allende como candidato, quien resultó derrotado por un escaso margen de votos. Tres años después fue elegido nuevamente senador, esta vez por Valparaíso. Dos años más tarde, la Asamblea Nacional del Pueblo lo proclamó abanderado de las aspiraciones populares, asumiendo por tercera vez la responsabilidad de la candidatura presidencial (1964). Esta vez su adversario fue Eduardo Frei, líder histórico de la Democracia Cristiana. Ante el avance vertiginoso del FRAP, la derecha, profundamente alarmada, optó por entregar sus votos a Eduardo Frei. Entre los años 1966 y 1969, Allende ocupó el cargo de presidente del Senado. A comienzos de la década del setenta se produce en América un fenómeno de gravitantes consecuencias, como fue el triunfo de la revolución cubana, de la que Allende fue un decidido partidario y defensor. En el ámbito de la política internacional, desempeñó un papel destacado al participar en la Conferencia Tricontinental y, posteriormente, en la fundación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). En enero de 1970 fue proclamada su cuarta candidatura a la presidencia. Esta vez conto con el apoyo del tronco radical y con la especial adhesión de actores de raíz cristiana que dieron una peso peculiar a la alianza esta vez denominada Unidad Popular. El 4 de septiembre se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en un clima de tensión. En la madrugada del 5 de septiembre el triunfo de Salvador Allende era una realidad. El 24 de octubre de 1970 el Congreso en Pleno proclama a Salvador Allende Presidente electo, cargo que asume el 3 de noviembre. Profundas reformas políticas y económicas comienzan a realizarse en Chile: la nacionalización de áreas claves de la economía, como la gran minería de cobre y el sistema financiero, acompañados por aumentos masivos de sueldos y salarios, controles sobre los precios y políticas de erradicación de latifundios. Los resultados del primer año de gobierno fueron auspiciosos, al comprobar que se había logrado elevar la tasa de crecimiento económico y bajar el desempleo. Sin embargo, variables de orden externo, como la caída del precio promedio internacional del cobre o el bloqueo de las exportaciones de este mineral a Europa y el cierre de las fuentes de financiamiento externo en Estados Unidos, deterioraron la balanza comercial. En cuanto a políticas internas, varias de las valiosas e imaginativas reformas en el sistema tributario y en el área de propiedad social quedaron trabadas en la confrontación política entre el Congreso y el Ejecutivo. La Central de Inteligencia norteamericana y la Internacional Telephone Telegraph (ITT) nuclearon y coordinaron los pasos del capital extranjero destinados a desestabilizar la economía chilena en primer lugar y el gobierno democrático como objetivo final. Sabotaje, obstrucción y provocación son los términos que sintetizan los principales cursos de acción seguidos por grupos de ultraderecha civiles y militares. Una ofensiva política de tipo sedicioso combinó propaganda y movilización desde los medios de comunicación para provocar actos de desobediencia civil y sabotaje en la distribución y abastecimiento de alimentos y productos de consumo masivo. El 29 de junio de 1973 la sublevación de un regimiento blindado, hecho reconocido como “el tanquetazo”, puso en evidencia, dentro de un ejército que a diferencia de otros de la región carecía de un asiduo comportamiento golpista, que la oficialidad rebelde marcaba el camino hacia el golpe de Estado. En agosto de 1973 Pablo Neruda escribía a Margarita Aguirre: “Yo he llamado, a lo que pasa en Chile, un Vietnam silencioso en que no hay bombardeos, en que no hay artillería. Fuera de eso, fuera del napalm, se están usando todas las armas, del exterior y del interior, en contra de Chile. En este momento, pues, estamos ante una guerra no declarada. La derecha –acompañada por sus grupos de asalto fascistas y por un parlamento insidioso, venenoso, una mayoría parlamentaria completamente opositora, adversa, estéril y enemiga del pueblo, con la complicidad de los altos tribunales de justicia, de la Contraloría y los caballos de Troya que tiene dentro de la administración y que se han tolerado hasta ahora, de la gran prensa chilena– está tratando de provocar una insurrección criminal de la cual deben tomar inmediato conocimiento los pueblos de América latina… Es verdad que hemos tenido un triunfo popular extraordinario, es verdad que el presidente Allende y el gobierno de la Unidad Popular han encabezado de una manera valiente un proceso victorioso, vital, de transformación de nuestra patria. Es verdad que hemos herido de muerte a los monopolios extranjeros, que por primera vez, fuera de la nacionalización del petróleo de México y de las nacionalizaciones cubanas, se ha golpeado en la parte más sensible a los grandes señores del imperialismo que se creían dueños de Chile y que se creen dueños del mundo. Es verdad que podemos decir con orgullo que el presidente Allende es un hombre que ha cumplido su programa, es un hombre que no ha traicionado en lo más mínimo las promesas hechas ante el pueblo, que ha tomado en serio su papel de gobernante popular. Pero también es verdad que estamos amenazados. Yo quiero que esto lo sepan y lo recuerden mis amigos, mis compañeros, mis colegas de toda América latina”. La brillante pluma de Pablo Neruda describe con claridad la situación que la hermana República de Chile vivía en esos días, los últimos del gobierno de Salvador Allende. El 11 de septiembre de 1973 el ejército, tras exigirle su renuncia, atacó con tanques y aviones el Palacio de la Moneda. Salvador Allende pagó con su vida su inquebrantable lealtad con el pueblo y su profunda vocación democrática. Recordar las últimas palabras de Salvador Allende hacia su pueblo es el mejor homenaje a su trayectoria y al honor de las vidas que junto a él cayeron: “…Yo no voy a renunciar. Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tiene la fuerza. Podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos… ”Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.” Por las razones expuestas, solicitamos la aprobación del presente proyecto de declaración. Rubén Giustiniani. -