Rosalind Franklin

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ROSALIND FRANKLIN, LA MADRE DE LA GENÉTICA
La corta vida de Rosalind Franklin estuvo llena de obstáculos. La primera mujer en fotografiar la molécula del
ADN y descubrir la estructura de nuestra composición genética, murió sin ser reconocida por sus logros. En
1962, cuatro años después de su muerte y durante la entrega de los premios Nobel a la medicina, el nombre de
Franklin brilló por su ausencia. Curiosamente, su trabajo fue decisivo en el descubrimiento del ADN en 1953.
Pero Rosalind tuvo dificultades para obtener lo que quería desde el principio. A pesar de haber nacido en una
familia adinerada de Londres, la científica tuvo que luchar con los problemas de ser mujer a principios del
siglo XX. Rosalind nació en 1920, en el seno de una dinastía judía que decían ser orgullosos descendientes del
Rey David.
Los parientes de Rosalind acogieron durante el régimen y la ocupación Nazi a muchos judíos refugiados. En
una ocasión, la joven compartió su habitación con un jovencito cuyos padres habían sido enviados a campos
de concentración.
A los quince años, Franklin decide estudiar ciencias y toma el examen para entrar a la Universidad de
Cambridge. Lo pasó con honores. Sin embargo, su padre no aprobaba que las mujeres fueran a la universidad
y se negó a pagar sus estudios. Por suerte, una tía lo desafió y decidió encargarse de las
cuentas. Al final, la tía junto a la madre de Rosalind convencen al padre, quien no sólo paga por sus estudios
sino que se convierte en el confidente de su hija. Ella le escribiría, en el verano de 1940: "la ciencia y la vida
diaria no pueden ni deben ser separadas. La ciencia, para mí, provee una explicación parcial de la vida. Hasta
donde puedo observar, está basada en los hechos, la experiencia y el experimento".
Rosalind se graduó en 1941 y enseguida comenzó un doctorado. Su especialidad residía en la química y la
física molecular. Antes de cumplir 26 años ya había publicado cinco experimentos sobre la composición
molecular del carbón y la mejor forma de usarlo durante la guerra. Los que la conocieron dicen que adoraba
los hechos. Era terca, directa, rápida y no vacilaba para tomar una decisión.
Al finalizar la guerra en Europa, Franklin se va a Francia donde permanece tres años hasta que es invitada por
la Universidad de King para que continúe con sus trabajos sobre el ADN. La ciencia de la genética estaba por
nacer. Sin embargo, la estadía de Rosalind en la universidad británica no comenzó con buen pie.
Un malentendido administrativo originó una antipatía con su compañero de trabajo, Maurice Wilkins.
Rosalind pensaba que el proyecto era solo de ella, Maurice sostenía que él estaba a cargo. Ella lo trataba como
a un asistente mientras él intentaba tomar las riendas.
Franklin ya había realizado uno de los descubrimientos más importantes del siglo. En febrero de 1953 escribió
en sus cuadernos que la estructura del ADN estaba compuesta por dos cadenas. Además, Franklin tomó la
primera radiografía de la famosa doble hélice y notó que los grupos de fosfatos iban por fuera y que el ADN
existía en dos formas. Rosalind también había medido de manera precisa la unidad celular más pequeña de
cristal de ADN.
Pero Franklin no estaba cómoda en King. Se llevaba mal con Wilkins y se sentía aislada por ser judía en una
universidad predominantemente católica. Parte de la población en King estaba compuesta por estudiantes
seminaristas de la iglesia. Además, sólo ocho mujeres más estudiaban ciencias en todo el lugar, ninguna de
ellas era judía. A punto de terminar el proyecto, Rosalind
lo abandonó todo para instalarse en otra universidad.
Pero otros dos químicos, James Watson y Francis Crick, estaban a punto de descubrir lo que Franklin no sólo
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sabía sino que también había observado. Watson viajó a la Universidad de King en esa semana. Allí, Wilkins
le mostró los apuntes de Rosalind y la radiografía del ADN. Watson diría más tarde que al ver aquello, "el
corazón comenzó a latirle rápidamente".
Semanas después, Watson, Crick y Wilkins, publicaban los estudios que le ganarían el premio Nobel en
Medicina. Mientras, Rosalind se instalaba en la Universidad en Birckbeck, donde pasaría felices momentos
estudiando virus.
Hasta el momento, no existe evidencia alguna de que Rosalind se enterara posteriormente que Watson y Crick
habían visto su trabajo a través de Wilkins y Max Perutz del Laboratorio Cavendish, antes de publicar sus
experimentos.
Curiosamente, Franklin, Watson y Crick se hicieron buenos amigos. Los tres científicos comenzaron a
colaborar luego de que se publicaran los estudios sobre el ADN en la revista científica Nature. Más tarde
viajarían juntos por Europa y Rosalind se refugiaría en la casa de Crick en los peores momentos de su
enfermedad. Pero ellos nunca le agradecieron directamente por su trabajo ni mencionaron haberlo visto antes
de publicar los suyos.
Irónicamente, la Universidad de King, el lugar donde Rosalind pasó sus peores momentos, le ha dedicado un
edificio a la científica. El plantel se llama Franklin−Wilkins, en honor a la "pareja−dispareja".
Pero los homenajes al trabajo de Franklin llegaron muy tarde. La madre de la genética murió en 1958 de
cáncer en el ovario. Tenía 37 años.
Cuatro años más tarde, tres hombres disfrutarían del premio más alto a la labor científica gracias a ella. Pero
nadie mencionó entonces su nombre. Las leyes del premio tampoco permitían que lo recibieran científicos
después de morir. Sólo años después de la muerte de la mujer, Watson y Crick
confesarían, durante entrevistas y biografías, que sin el trabajo de Rosalind Franklin les hubiese sido
imposible publicar sus experimentos tan rápidamente.
No obstante, para Rosalind el estudio de la estructura del ADN nunca se trató de una carrera. No sabía que
otros luchaban por llegar primero a una meta que ella había decidido guardar en una maleta y posponer su
búsqueda hasta conseguir sentirse más cómoda con su vida.
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