la cuantificación de los daños morales causados por las

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LA CUANTIFICACIÓN DE LOS DAÑOS MORALES CAUSADOS
POR LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
GABRIEL DOMÉNECH PASCUAL
Universitat de València
I.
INTRODUCCIÓN
Podemos definir los daños morales –o no patrimoniales– como aquellos que implican una
reducción de la utilidad que ni el dinero ni otros bienes intercambiables por éste pueden
compensar1. La determinación de la compensación que en su caso ha de pagarse a las víctimas
de estos daños, también cuando han sido causados por Administraciones públicas, plantea
cuando menos dos grandes problemas.
El primero es que no resulta en absoluto fácil cuantificarlos, ya que no hay un mercado
para los correspondientes bienes dañados que permita asignarles un precio2, un valor aceptable
intersubjetivamente. En este sentido hay que entender las afirmaciones del Tribunal Supremo de
que el daño moral no admite, por definición, una cuantificación según criterios económicos”,
por lo que, “salvo que concurran otras circunstancias que permitan una evaluación distinta, sólo
[cabe] acudir a la prudencia para fijar la indemnización”, es decir, atender a la “experiencia del
propio Tribunal… sobre el valor del padecimiento humano en las distintas situaciones de la
vida”3. Su determinación encierra un “alto componente subjetivo”4, “carece de parámetros o
módulos objetivos”5. “Los daños morales escapan por su naturaleza a toda objetivación
mensurable, por lo que su cuantificación ha de moverse dentro de una ponderación razonable de
las circunstancias del caso, situándose en el plano de la equidad”6.
El segundo problema es que la cuantía de la referida compensación es por definición
inferior a la del daño moral ocasionado. Este es uno de los casos en los que se excepciona el
llamado principio de indemnidad, según el cual la compensación que el responsable civil ha de
pagar a la víctima no es ni inferior ni superior, sino exactamente equivalente, al daño que aquél
le ha ocasionado a ésta7. En virtud de este principio, la magnitud de la correspondiente
indemnización ha de coincidir con la del daño causado; para precisar aquélla “sólo” hay que
cuantificar éste. La compensación por daños morales, en cambio, no puede ser calculada
mediante ese procedimiento tan “sencillo”. Aquí hace falta recurrir a otros criterios, menos
intuitivos que el anterior, que indiquen hasta dónde ha de alcanzar el resarcimiento.
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7
Vid., por ejemplo, Fernando GÓMEZ POMAR, “Daño moral”, InDret, 1/2000, p. 1.
Siebert D. LINDENBERGH y Peter P. M. VAN KIPPERSLUIS, “Non pecuniary losses”, en Michael
FAURE (ed.), Encyclopedia of law and economics. Tort law and economics, Edward Elgar,
Cheltenham, 2009, p. 215.
STS, 3ª, Secc. 6ª, 5.5.2009 (rec. 10374/2004; RJ 5167; ponente: Luis María Díez-Picazo
Giménez).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.4.1997 (rec. 7888/1992, RJ 4307, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.2.1995 (rec. 1902/1991, RJ 1489, ponente: Manuel Goded Miranda).
Vid. Gabriel DOMÉNECH PASCUAL, “Ni más ni menos. El principio de indemnidad y sus
excepciones”, Revista Española de Derecho Administrativo, 156, 2012, pp. 59-86.
II.
JUNTOS Y CON FRECUENCIA REVUELTOS
Un mismo evento –por ejemplo, una operación quirúrgica o la prisión preventiva de una
persona sospechosa de haber cometido un delito– puede causar daños de diversa índole,
patrimoniales y no patrimoniales. En tales circunstancias, muchas veces los Tribunales
competentes tratan de cuantificar esos daños por separado, especificando los criterios que han
seguido y las operaciones que han realizado para cifrar cada uno de ellos8. Sin embargo,
también son relativamente abundantes los casos en que los Tribunales estiman conjuntamente
los diversos perjuicios provocados, estableciendo una cantidad alzada para todos en su
conjunto9.
El primer método es claramente preferible al segundo en aras de la certeza y la
prevención de arbitrariedades, desigualdades y litigios, pues proporciona mayor claridad acerca
de cómo se han valorado los daños considerados e, implícitamente, acerca de cómo hay que
valorar los daños análogos que en el futuro surjan, reduciéndose de esta manera el riesgo de que
las justiciables discrepen sobre este punto o de que los órganos jurisdiccionales que han de
resolver ulteriormente incurran en inconsistencias.
Las Administraciones públicas causan a veces daños patrimoniales que son de muy difícil
acreditación y cuantificación. Ante esas dificultades, en ocasiones los Tribunales otorgan una
compensación sólo por los daños morales causados, que es dudoso se hayan producido
realmente, pero que tienen la “ventaja” de que no necesitan ser probados y, además, pueden ser
fijados de manera prácticamente discrecional.
Puede servir como ejemplo ilustrativo la jurisprudencia del Tribunal supremo relativa a la
responsabilidad del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos por haber denegado
ilegalmente la colegiación a varios solicitantes que habían obtenido su correspondiente título de
ingeniero por la Universidad de Alicante. Los actores exigían una compensación por diversos
conceptos: por el lucro cesante, pues la denegación determinó que durante un tiempo los
solicitantes no pudieran ejercer la profesión para la que estaban titulados; por los gastos
extraprocesales y procesales derivados de la interposición y sostenimiento de las acciones; por
los daños ocasionados a su imagen y carrera profesional; y por los daños morales, en la medida
en que la no colegiación había afectado “a la esfera personal de los titulados y sus familias”.
Denegadas por la Administración las solicitudes de responsabilidad, la Audiencia Nacional
desestimó los subsiguientes recursos contencioso-administrativos, al entender que los actores no
habían probado la existencia de los daños alegados, y que los gastos procesales sólo podían ser
reclamados en caso de condena en costas, que aquí resultaba improcedente.
En casación, el Tribunal Supremo también consideró que los recurrentes no habían
logrado probar el lucro cesante derivado de la denegación de la colegiación, pues se habían
limitado a valorarlo sin justificación alguna, atendidos simplemente los ingresos medios de un
ingeniero de caminos. Ni tampoco habían acreditado los daños extraprocesales y a su imagen y
carrera profesional infligidos por la decisión colegial. Los daños morales, en cambio, sí fueron
considerados indemnizables por el Tribunal Supremo, en tanto que “inmanentes al peregrinaje
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Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 18.6.2009 (rec. 4730/2007, RJ 6741, ponente: Santiago
Martínez-Vares García).
Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.9.2004 (rec. 61/2004, RJ 5978, ponente: Santiago
Martínez-Vares García).
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procesal y frustración profesional que tuvo que sufrir el recurrente hasta que obtuvo en sede
jurisdiccional la satisfacción de su pretensión, que ‘per se’ era conforme a Derecho”10.
Nótese, por lo demás, que la compensación establecida por el Tribunal Supremo en tal
concepto se fijó en una cantidad alzada, que estaba más o menos en relación directamente
proporcional con el periodo durante el cual los solicitantes se habían visto privados ilegalmente
de su condición de miembros del Colegio profesional11. No se aplicó, pues, la llamada doctrina
de la progresión, a la que más adelante nos referiremos.
STS, 3ª, Secc. 4ª
15.7.2011 (rec. 5354/2009)
8.11.2011 (rec. 6281/2009)
8.11.2011 (rec. 6935/2009)
22.12.2011 (rec. 6222/2010)
2.1.2012 (rec. 5367/2010)
17.4.2012 (rec. 975/2010)
24.4.2012 (rec. 6455/2010)
3.5.2012 (rec. 2389/2011)
16.5.2012 (rec. 3600/2011)
22.5.2012 (rec. 4677/2010)
5.6.2012 (rec. 3079/2011)
6.6.2012 (rec. 3713/2011)
11.6.2012 (rec. 4061/2011)
11.7.2012 (rec. 5146/2011)
17.7.2012 (rec. 4066/2011)
20.11.2012 (rec. 3470/2011)
III.
Periodo
¿?
¿?
¿?
113 días
210 días
443 días
356 días
140 días
656
784 días
“poco más de un año”
371 días
172 días
327 días
742 días
665 días
Compensación
30.000 €
30.000 €
30.000 €
3.000 €
6.000 €
15.000 €
11.000 €
5.000 €
20.000 €
25.000 €
11.000 €
11.000 €
7.000 €
11.000 €
24.000 €
22.000 €
Compensación/día
¿?
¿?
¿?
26,55 €
28,57 €
33,86 €
30,90 €
35,71 €
30,49 €
32,89 €
¿?
29,65 €
40,70 €
33,64 €
32,34 €
33,01 €
EL PRINCIPIO DE PLENA INDEMNIDAD O REPARACIÓN INTEGRAL DEL DAÑO MORAL
Algunas Sentencias aducen este principio a la hora de fijar la compensación que las
Administraciones públicas demandadas deben pagar a las víctimas por haberles causado daños
morales12. Debemos reiterar, sin embargo, que esa compensación nunca puede resarcir
integralmente el daño moral causado. No se trata de una indemnización en sentido estricto, dado
que no permite dejar indemne a las víctimas. Ni el dinero ni otros bienes intercambiables por
éste pueden neutralizar la pérdida de utilidad que tales daños encierran.
De hecho, es evidente que las compensaciones que nuestros Tribunales suelen fijar para
los daños considerados son inferiores a la entidad de los mismos. En realidad, cuando el
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12
STS, 3ª, Secc. 4ª, 15.7.2011 (rec. 5354/2009, RJ 6536, ponente: Enrique Lecumberri Martí). Vid.,
también, las SSTS citadas en la tabla del texto.
En concreto, del tiempo que medió entre la denegación ilegal y la ulterior colegiación, que en
varios casos se produjo con carácter cautelar. Dado que en estas Sentencias no siempre se indica
cuáles son las fechas de notificación a los interesados de los acuerdos de denegación y de
colegiación cautelar, hemos tomado como referencia para calcular los correspondientes periodos
las fechas de adopción de dichos acuerdos.
Vid., entre otras, las SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 4.2.1999 (rec. 4614/1995, RJ 1614, ponente: Francisco
González Navarro); 13.7.2002 (rec. 2524/1998, RJ 7655, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate);
21.10.2004 (rec. 2830/2000, RJ 7337, ponente: Agustín Puente Prieto); 18.9.2009 (rec. 604/2007,
RJ 7303, ponente: Juan Carlos Trillo Alonso); 24.11.2009 (rec. 1493/2008, RJ 8084, ponente:
Enrique Lecumberri Martí), y 22.11.2010 (rec. 4674/2006, RJ 8620, ponente: Carlos Lesmes
Serrano).
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Tribunal Supremo, por ejemplo, dice que la correspondiente resolución judicial recurrida no ha
respetado el principio de reparación integral del daño moral está queriendo decir,
probablemente, que la compensación fijada es insuficiente. Lo que no queda en absoluto claro
es con arreglo a qué criterio hay que juzgar esa insuficiencia.
IV.
LA FUNCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR DAÑOS MORALES: LA
NECESIDAD DE PREVENIRLOS
La responsabilidad del Estado por daños patrimoniales –que son aquellos que sí pueden
ser compensados mediante dinero o bienes intercambiables por éste– cumple, mejor o peor,
cuando menos una función reparadora o aseguradora: da cobertura a las potenciales víctimas
frente al riesgo de sufrirlos, devolviéndoles la utilidad perdida en caso de que realmente los
padezcan.
Los individuos son normalmente aversos al riesgo y la utilidad marginal que el dinero les
reporta es decreciente. Éste tiene para ellos mayor utilidad después de sufrir daños patrimoniales
que antes. Cuanto mayor sea la disminución de su patrimonio provocada por el correspondiente
accidente, mayor será la necesidad que de dinero tengan. Es por esta razón que les puede salir a
cuenta asegurarse, pagando una prima justa, contra el riesgo de padecer dichos perjuicios. Cabe
suponer que las personas prefieren transferir dinero desde su situación anterior al accidente a su
situación posterior, es decir, que están dispuestas a pagar ahora una suma de dinero igual a 𝑝 · 𝐷
a cambio del derecho a recibir una cantidad de dinero 𝐷 que les compense íntegramente por los
daños patrimoniales ocasionados por un accidente cuya probabilidad de ocurrir es 𝑝.
La responsabilidad civil del Estado permite asegurar este riesgo. Cabe pensar que los
contribuyentes prefieren que sus impuestos se incrementen en 𝑝 · 𝐷 si de esta manera pueden
obtener del Estado una indemnización 𝐷 que les resarza por completo de los daños causados por
un accidente cuya probabilidad de ocurrir es 𝑝. El Estado, al diseminar entre todos los
contribuyentes el coste de este y otros accidentes, puede considerarse como un sujeto
prácticamente neutral frente al riesgo, por lo que es capaz de soportarlo más eficientemente que
las víctimas.
Si la única función de la responsabilidad civil del Estado fuese la de asegurar y reparar
daños, carecería de sentido establecerla para los de tipo moral, dado que éstos no pueden ser
compensados mediante dinero. En efecto, es razonable transferir dinero desde la situación
anterior al accidente a la posterior cuando aquél es más útil –más “necesario”– en este segundo
momento que en el primero. Pero los daños morales no incrementan la utilidad marginal del
dinero, no aumentan la necesidad que las víctimas tienen de él. Es más, cabe razonablemente
pensar que en muchos casos la reducen. No resulta difícil imaginar, por ejemplo, que uno pueda
disfrutar más del dinero en compañía de sus seres más queridos que después de perderlos a
todos ellos como consecuencia de un accidente. Así las cosas, no parece sensato transferir
dinero desde la situación previa a la aparición del daño moral a la posterior, pues el dinero tiene
igual o incluso mayor valor allí que aquí. Desde este punto de vista, no da la impresión de que
convenga que las víctimas de daños morales causados por el Estado reciban una compensación
por los mismos. El haber sufrido un daño tal no aumenta la necesidad del dinero. Éste no tiene
mayor valor en el bolsillo de esas víctimas que en el del resto de los contribuyentes. Es más,
muchas veces es más valioso en este último lugar.
4
Pero la responsabilidad patrimonial del Estado también puede cumplir otras funciones13,
señaladamente la de prevenir daños. Si las Administraciones públicas han de pagar por los que
causan, tenderán a tomar medidas de precaución encaminadas a evitarlos, a menos que lo que
éstas les cuestan exceda de lo que se ahorran en indemnizaciones al tomarlas. Si no responden
de ellos, probablemente adoptarán un nivel de precaución inferior al socialmente óptimo.
Además, el hecho de que no se indemnice a las víctimas de ciertos daños provocados por el
funcionamiento de los servicios públicos puede inducir a éstas a realizar comportamientos
socialmente indeseables14, tales como adoptar niveles de precaución ineficientes o no llevar a
cabo actividades beneficiosas para la comunidad. La responsabilidad civil del Estado previene
tales comportamientos.
Hay por lo tanto una suerte de conflicto entre las funciones aseguradora y preventiva de la
responsabilidad por daños morales. La prevención óptima exige que el causante pague por todos
los que haya ocasionado –si era él quien más eficientemente los podía evitar–, mientras que el
aseguramiento óptimo requiere que no se compense a las víctimas.
A fin de resolver este problema, algunos autores han postulado que la cantidad que el
causante debería pagar por los daños morales a fin de prevenirlos no se entregue a los
perjudicados, sino al Estado en concepto de multa15. Pero esta solución choca con algunas
dificultades prácticas. Una de ellas es que entonces los perjudicados podrían carecer de
alicientes suficientes para poner en marcha los procedimientos legalmente previstos con el
objeto de hacer pagar a los causantes, lo que a la postre podría provocar que éstos se libraran de
pagar. Otra es que si el Estado es el causante de los daños morales, no conviene que la multa
que ha de pagar por ellos le sea entregada a él mismo.
Parece que la jurisprudencia española ha resuelto este dilema de manera salomónica. Los
causantes de daños morales deben pagar a las víctimas una compensación, de la que suele
decirse que ha de repararlos integralmente, pero cuya cuantía es por regla general realmente
inferior a la entidad de los mismos. Tal vez sea una jurisprudencia razonable, en la medida en
que hay otros mecanismos jurídicos –v. gr. las eventuales responsabilidades penal, disciplinaria
y política de los causantes– que también incentivan la adopción de medidas de seguridad
dirigidas a prevenir daños morales.
La cuantía de las compensaciones por daños morales otorgadas en la praxis judicial varía
en función de la entidad de éstos, lo cual resulta obviamente razonable, dado que cuanto
mayores son tales daños mayor es la necesidad de incentivar su prevención, para lo cual mayor
debe ser el coste que soporte el sujeto que los causó a pesar de que podía haberlos prevenido
adoptando medidas de precaución eficientes. Nuestros Tribunales utilizan diversos criterios para
determinar la gravedad de esos daños, en función de su índole.
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14
15
Vid., en general, Giuseppe DARI-MATTIACCI, Nuno GAROUPA y Fernando GÓMEZ POMAR, “State
Liability”, European Review of Private Law, 4, 2010, pp. 793 y ss.
Por ejemplo, la responsabilidad civil del Estado por los daños –morales y patrimoniales–
ocasionados por la prisión indebida puede tener un benéfico efecto disuasorio de la actividad
criminal. Vid. Vincy FON y Hans-Bernd SCHÄFER, “State liability for Wrongful Conviction:
Incentive Effects on Crime Levels”, Journal of Institutional and Theoretical Economics, 163,
2007, pp. 269-284; Gabriel DOMÉNECH PASCUAL y Miguel PUCHADES NAVARRO, “Compensating
acquitted pre-trial detainees”, International Review of Law and Economics.
Vid., por ejemplo, Steven SHAVELL, Economic Analysis of Accident Law, Harvard University
Press, Cambridge, 1987, pp. 233 y 234.
5
V.
LA RELEVANCIA DE LOS PRECEDENTES
El elevado grado de arbitrio de que los Tribunales disponen para cuantificar las
compensaciones por daño no patrimonial es una potencial fuente de inseguridad jurídica,
litigiosidad, desigualdades entre las víctimas y desconfianza de los ciudadanos en el sistema
judicial. De ahí que el Tribunal Supremo haya tratado de reducirlo hasta cierto punto,
desarrollando criterios generales que sirvan de guía para acometer esta tarea. En sus propias
palabras, “si bien el daño moral… tiene un alto componente subjetivo, es preciso… ajustarse a
determinadas pautas que sirvan de orientación a fin de lograr un trato equitativo en cada caso y
evitar desigualdades en la indemnizabilidad del mismo”16.
Una manera de autolimitar esa discrecionalidad judicial es atender a las cantidades fijadas
en casos análogos17, apartándose de las soluciones establecidas en ellos sólo si el caso que ahora
se está considerando presenta singularidades relevantes y sólo si el correspondiente órgano
jurisdiccional motiva debidamente la razón por la cual conviene no seguir los precedentes. Así
lo ha declarado el Tribunal Supremo en alguna ocasión: “el importe de la indemnización ha de
fijarse estimativamente… teniendo en cuenta las cantidades reconocidas en casos análogos”18;
“el derecho a la igualdad en la aplicación de la ley, protegido por el artículo 14 de la
Constitución, relacionado con el principio de interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos, que consagra el artículo 9.3 de ésta, y en conexión también con el derecho a la tutela
judicial efectiva, contemplado por el artículo de la propia Constitución, significa en el ejercicio
de la potestad jurisdiccional que un mismo Juez o Tribunal no puede modificar el sentido de sus
decisiones adoptadas con anterioridad en casos sustancialmente idénticos, a no ser que se aparte
conscientemente de él, ofreciendo una fundamentación suficiente y razonable que motive el
cambio de criterio o, en ausencia de tal motivación expresa, resulte patente que la diferencia de
trato tiene su justificación en un efectivo cambio de criterio por desprenderse así de la propia
resolución judicial o por existir otros elementos de juicio externo que así lo indiquen”19.
Sin embargo, una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. En la práctica, el grado de
coherencia con sus precedentes que muestra la jurisprudencia del Tribunal Supremo es
mejorable, como tendremos ocasión de comprobar.
VI.
LA RELEVANCIA DE LOS BAREMOS
El Anexo del Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el
texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a
motor, establece un baremo con arreglo al cual los Tribunales deben cuantificar las
compensaciones debidas a las víctimas de daños personales y patrimoniales causados no
dolosamente por accidentes de circulación.
16
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18
19
STS 3ª, Secc. 6ª, 26.6.1999 (rec. 2475/1995, RJ 7638, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.1.2009 (rec. 261/2006, RJ 772, ponente: Segundo
Menéndez Pérez), en la que, para decidir el caso y cuantificar el daño moral causado a la
recurrente por la irregular denegación de expedición del título de “Restaurador”, se invoca la STS,
3ª, Secc. 4ª, 19.2.2008 (rec. 2717/2005, RJ 1241, ponente: Segundo Menéndez Pérez), que había
resuelto “un asunto prácticamente idéntico”.
STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.5.2005 (rec. 1241/2001, RJ 4903, ponente: Enrique Lecumberri Martí).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.5.1999 (rec. 1458/1995, RJ 7259, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
6
Los órganos jurisdiccionales de lo contencioso-administrativo han sido proclives a aplicar
orientativamente este baremo a casos análogos, de daños de la misma índole que los
contemplados en él pero que no habían sido causados por accidentes de circulación20. El
Tribunal Supremo ha declarado reiteradamente que estos baremos “tienen una función
orientativa y no vinculante”21. Eso significa que el correspondiente órgano jurisdiccional tiene
la posibilidad de aplicarlos analógicamente en un caso concreto, lo que le permite aligerar el
cumplimiento el deber de motivar la correspondiente sentencia en lo que respecta a la
cuantificación del daño. El hecho de que ésta se ajuste al baremo constituye una razón que en
principio puede esgrimirse para justificarla.
Pero también significa que los Tribunales pueden apartarse del mismo, si consideran que
hay buenas razones para ello. En el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 4ª, 3.12.2012 (rec.
815/2012, RJ 2013, 582, ponente: Ricardo Enríquez Sancho), por ejemplo, la Administración
sanitaria había funcionado incorrectamente, al no haber realizado a una paciente ciertas pruebas
que hubieran permitido detectar el cáncer que ésta padecía e incrementar hasta un 25% sus
probabilidades de supervivencia. El Tribunal de instancia aplicó automáticamente dicho
baremo, fijando para el esposo una indemnización de 108.846,51 € y para la hija una de
18.141,08 €. El Tribunal Supremo, sin embargo, consideró que en este caso “la suma fijada por
el baremo [resultaba] claramente insuficiente… En casos semejantes esta Sala [venía]
reconociendo cantidades que [oscilaban] entre los 500.000 y 600.000 €”. La aplicación
orientativa del baremo no excluye la “necesidad de valorar todas las circunstancias que
concurren en cada caso para lograr la total indemnidad del daño ocasionado”. Aquí se ponderó
especialmente la edad de la fallecida (50 años) y el hecho de que tuviera una menor a su cargo.
Curiosamente, sin embargo, el Tribunal Supremo acabó fijando la misma cantidad establecida
por el Tribunal de instancia, pues consideró que en aplicación de la teoría de la pérdida de una
oportunidad el importe de la indemnización no debía equivaler al daño total producido –como
había entendido el Tribunal de instancia–, sino a éste multiplicado por la probabilidad de que la
víctima hubiese sobrevivido en el hipotético caso de que el servicio sanitario hubiese
funcionado correctamente.
En el caso decidido por la STS 3ª, Secc. 6ª, 18.9.2009 (rec. 604/2007, RJ 7303, ponente:
Juan Carlos Trillo Alonso), el recurrente había perdido a su mujer y a su hija de nueve meses de
edad como consecuencia del impacto de una aeronave militar sobre su vivienda, lo que le había
ocasionado, entre otros daños, un grave trastorno de la personalidad. El Tribunal Supremo
consideró insuficiente la cantidad de 16.424,55 € que el Consejo de Ministros, en aplicación de
los baremos, había fijado por el concepto de daños psicológicos, estableciendo en su lugar una
de 80.000 €. Argumentó para ello lo siguiente:
“[E]l baremo tiene un simple valor referencial u orientativo que requiere su adaptación al caso
concreto. Previsto para determinar la responsabilidad civil derivada de accidentes de circulación de
vehículos a motor, mal cabe su aplicación o al menos sin correcciones al caso de autos, en el
extremo relativo a la indemnización de las secuelas del recurrente. No se puede dejar de valorar
que el fatal desenlace se produce cuando la esposa e hija del recurrente se encontraban en el
domicilio familiar y que el siniestro es contemplado por éste cuando estaba trabajando en el
campo, quien al acudir de inmediato a comprobar lo ocurrido se encuentra con su casa en parte
20
21
Vid., entre otras, las SSTS, 3ª, 16.12.1994 (rec. 11779/1990, RJ 10047, ponente Benito S. Martínez
Sanjuán),
STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.5.2005 (rec. 1241/2001, RJ 4903, ponente: Enrique Lecumberri Martí).
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derrumbada y en parte ardiendo, sin señales de su mujer y de su hija. Y es que las circunstancias
con las que se presentan los acontecimientos, se revelan como especialmente trágicas,
espeluznantes, conmovedoras, y por ello acreedoras de un resarcimiento que, si bien es de muy
difícil valoración, lo que está claro es que no se consigue con la aplicación de un baremo previsto
para acontecimientos menos dramáticos y en atención a las responsabilidades de las compañías
aseguradoras contratantes de seguros de vehículos a motor.
Por otro lado, no parece ocioso recordar los estados de ansiedad, de depresión, de inadaptación, de
trauma y de neurosis y psicopatía que dictamina la psicóloga… [y que] en todo caso revelan como
muy escasa la indemnización reconocida de 16.424,55 euros por las secuelas del recurrente”.
VII. DAÑOS CONTINUADOS: ¿PROGRESIÓN O ADAPTACIÓN?
La producción de algunos daños de los que se hace responder a las Administraciones
públicas se prolonga a lo largo de un determinado periodo tiempo. Así ocurre, por poner varios
ejemplos, cuando se priva a alguien de su libertad como consecuencia de su sometimiento a
prisión preventiva, cuando se declara el desamparo de sus hijos y se le priva de su compañía o
cuando se retrasa indebidamente la resolución de un proceso penal, dilatando así la “pena de
banquillo” del acusado. La magnitud del perjuicio causado está entonces en función del tiempo
que dura la situación dañosa. Cuanto más se prolonga ésta, mayor es el daño, más disminuye la
utilidad de la víctima. Lo que no está claro es si ese daño se incrementa a una tasa creciente,
decreciente o constante según pasa el tiempo.
En una línea jurisprudencial que se inicia con la STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.2.1999 (rec.
6151/1994, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate), el Tribunal Supremo estima que el daño
causado por la prisión indebida aumenta a una tasa creciente:
“Es lógico que la prolongación en el tiempo de la privación de libertad agrave progresivamente
dicho perjuicio, de manera que la fijación de idéntica cantidad por cada día de prisión no parece
acertada, ya que no es lo mismo estar en prisión preventiva una semana, un mes o un año, y, en
consecuencia, se debe incrementar la indemnización progresivamente en lugar de
proporcionalmente, si bien la determinación de cada periodo y el tipo de incremento ha de quedar
al prudente arbitrio del juzgador en cada caso atendiendo a” diversas circunstancias.
Por esta razón, en esta y otras Sentencias el Tribunal Supremo determina la
indemnización multiplicando el número de días de privación de libertad por una cantidad diaria
a la que se aplica un factor de corrección, ora quincenal ora mensual.
Por ejemplo, en el caso resuelto por dicha STS 20.2.1999, en el que la víctima había permanecido
indebidamente 85 días en prisión preventiva, el Alto Tribunal fija discrecionalmente una base
diaria de 4.000 pesetas [24,04 €] y un factor de corrección quincenal del 50%. Así las cosas, la
compensación asciende a 60.000 pesetas [360,61 €] por la primera quincena; 90.000 pesetas
[540,91 €] por la segunda; 135.000 [811,37 €] por la tercera; 202.5000 [12.170,50 €] por la cuarta;
303.750 [1.825,57 €] por la quinta; y 303.720 [1.825,39 €] por los últimos diez días.
El cálculo de la compensación efectuado aquí por el Tribunal Supremo se puede expresar
matemáticamente con la siguiente ecuación:
𝑞
𝐶 = ∑ 𝑏 · 15 · (1 + 𝑓)𝑡−1
𝑡=1
Donde 𝐶 denota la compensación; 𝑞, el número de quincenas durante las cuales se prolongó la
situación dañosa; 𝑏, la base diaria; y 𝑓, el factor de corrección aplicado quincenalmente.
8
No se puede decir que el Tribunal Supremo haya usado consistentemente esta doctrina de
la “progresión”. En primer lugar, porque sólo la ha aplicado a determinados tipos de daños
continuados, como los derivados de la prisión preventiva y las dilaciones procesales
indebidas22, pero no a otros, como los ocasionados por la privación ilícita de la compañía de los
hijos23, la denegación ilegal de la inscripción como miembro de un Colegio profesional durante
un determinado periodo de tiempo24, o los días de baja provocados por lesiones corporales25, sin
explicar las razones por las que estos últimos no son “progresivos”. Y no se adivina la razón que
justifique semejante disparidad. Es cierto que no todos los daños continuados presentan las
mismas características. Como más adelante veremos, el paso del tiempo puede mitigar hasta
cierto punto el sufrimiento derivado de una lesión corporal o de la pérdida de un ser querido,
mientras que el daño causado por la privación de la posibilidad de ejercer una profesión tal vez
pueda permanecer más o menos constante o incluso agravarse en función de diversas
circunstancias, tales como la edad de la víctima, el tipo de actividad de que se trate, su situación
profesional previa a la privación, etc.–. Pero, con todo, no da la impresión de que las referidas
diferencias jurisprudenciales obedezcan, siquiera implícitamente, a un criterio claro.
En segundo lugar, el Tribunal Supremo no siempre utiliza la referida fórmula para cifrar
los daños que alguna vez ha considerado progresivos, o revisar la cuantificación de éstos
efectuada por los Tribunales de instancia. En ocasiones, fija directamente una cantidad alzada
por el periodo que la víctima ha tenido que sufrir la correspondiente situación dañosa26. En
otras, se otorga una compensación proporcional al tiempo transcurrido27, o se establece una
cantidad alzada proporcional a ese tiempo y una cantidad adicional, también alzada, “por la
22
23
24
25
26
27
Vid. las SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto Peces
Morate) y 12.6.1999 (rec. 2039/1995, RJ 7283, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
Vid. la STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.10.2011 (rec. 4161/2009, RJ 2012, 1417, ponente: Enrique Lecumberri
Martí). Algún otro órgano jurisdiccional, en cambio, sí que ha aplicado la doctrina de la progresión
en estos casos. Vid. el AAP Sevilla, Civil, Secc. 6ª, 30.12.2005 (rec. 5785/2005, RJ 2006, 33880,
ponente: Ruperto Molina Vázquez), comentado por Miguel Ángel ROIG DAVISON, “Indemnización
por la privación indebida de la compañía de los hijos”, InDret, 2/2006.
Vid., entre otras muchas, las SSTS, 3ª, Secc. 4ª, 2.1.2012 (rec. 5367/2010, RJ 4, ponente: Santiago
Martínez-Vares García), 22.12.2011 (rec. 6222/2010, RJ 2012, 3003, ponente: Celsa Picó
Lorenzo) y 17.4.2012 (rec. 975/2010, RJ 5836, ponente: Antonio Martí García).
Vid., a título ilustrativo, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.5.2005 (rec. 1241/2001, RJ 4903, ponente: Enrique
Lecumberri Martí), que en relación con los daños que para un menor se derivaron de los días de
baja hospitalaria y no hospitalaria en que tuvo que estar como consecuencia de un grave accidente,
establece “una indemnización por este concepto a razón de un precio unitario por día de 7.368
pesetas [44,28 €] durante su estancia hospitalaria y 3.158 pesetas [18,98 €], durante su estancia no
hospitalaria”.
Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 25.11.2009 (rec. 6998/2005, RJ 8087, ponente: Agustín
Puente Prieto).
Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 4ª, 24.11.2010 (rec. 2430/2008, RJ 4526, ponente: Santiago
Martínez-Vares García), donde se da por válida la compensación previamente fijada por la
Audiencia Nacional, consistente en 3.600 € por cada mes de privación de libertad más 3.000 €
adicionales en atención a las “circunstancias que han podido incrementar el daño moral sufrido por
el recurrente, tales como la especial gravedad y reproche social que genera el delito que se le
imputó –tráfico de drogas–, lo cual provoca un daño moral añadido, y las dificultades para obtener
un permiso de residencia un trabajador inmigrante que intenta regularizar su situación con la lacra
que supone haber estado en prisión por un delito tan grave”. En ningún momento se alude a la
progresión del daño sufrido.
9
progresión” del daño, ahorrándose así las operaciones matemáticas que implica la aplicación de
los referidos factores de corrección28.
En tercer lugar, el Tribunal Supremo no sigue un criterio claro, uniforme y motivado a la
hora de fijar las compensaciones por día y, sobre todo, los factores de corrección pertinentes. Es
más, la única tendencia observable –aunque tampoco de manera muy clara– es que los factores
aplicados suelen ser tanto mayores cuanto más tiempo dura la situación dañosa. El resultado,
paradójicamente, es contradictorio con la motivación de esta jurisprudencia, pues las
compensaciones que se otorgan en los distintos casos, cuando las comparamos entre sí, se
ajustan aproximadamente a un criterio de proporcionalidad, no de progresividad29.
Por último, la premisa de la que parte esta doctrina es muy discutible. No resulta en
absoluto evidente que los daños continuados como los causados por la prisión indebida tengan
un carácter progresivo. Es más, entra dentro de lo plausible estimar que muchas veces sucede
precisamente lo contrario: que la disutilidad o infelicidad que engendra cada día adicional que
se prolonga la situación dañosa es ciertamente positiva, pero decreciente, como consecuencia de
lo que lo psicólogos llaman la “adaptación hedónica” de las personas afectadas30. En el caso
concreto de la privación de libertad, aunque las evidencias todavía no son concluyentes, varios
estudios empíricos indican que los presos se adaptan gradualmente a la misma, tras un periodo
inicial de ajuste especialmente doloroso. El impacto psicológico negativo que sobre una persona
tiene su primer día de cárcel es seguramente muy superior al que tiene el milésimo. Esta
tendencia se invertiría sólo en el periodo final de la condena: parece que los presos toleran cada
vez peor estos últimos días, probablemente porque la creciente cercanía de su liberación les
hace comparar sus circunstancias actuales con los de la vida en libertad que comienzan a
anticipar. Además, hay daños derivados de la estancia en prisión, los que se manifiestan en la
vida posterior a la misma –los derivados de las dificultades para encontrar un trabajo, para
entablar determinadas relaciones personales, el riesgo de padecer determinadas enfermedades,
etc.–, cuya magnitud apenas se incrementa a partir de una determinada duración de la privación
de libertad31.
28
29
30
31
Vid., por ejemplo, las SSTS, 3ª, Secc. 4ª, 31.5.2010 (rec. 3353/2008, RJ 5444, ponente: Celsa Picó
Lorenzo); 3ª, Secc. 6ª, 23.6.2010 (rec. 1640/2006, RJ 5842, ponente: Agustín Puente Prieto), y 3ª,
Secc. 4ª, 19.7.2011 (rec. 353/2010, RJ 6652, ponente: Antonio Martí García), relativas a sendos
casos de prisión indebida, en las que se da por válida la cuantificación efectuada por el Tribunal de
instancia.
Como bien advierte ROIG DAVISON (2006, p. 6).
Vid. Shane FREDERICK y George LOEWENSTEIN, “Hedonic Adaptation”, en Daniel KANEHMAN,
Edward DIENER y Norbert SCHWARZ (eds.), Well-being: The Foundations of Hedonic Psychology,
Rusell Sage Foundation, New Yory, 2003, pp. 302-329; Mandeep K. DHAMI, Peter AYTON y
George LOEWENSTEIN (2007), “Adaptation to imprisonment. Indigenous or Imported?”, Criminal
Justice and Behavior, 34, 2007, pp. 1085-1100. Sobre la relevancia de este fenómeno respecto de
la responsabilidad civil por lesiones graves, vid. Samuel R. BAGENSTOS y Margo SCHLANGER,
“Hedonic Damages, Hedonic Adaptation, and Disability”, Vanderbilt Law Review, 60, 2007, pp.
745-797; Sean Hannon WILLIAMS, “Self-Altering Injury. The Hidden Harms of Hedonic
Adaptation”, Cornell Law Review, 96, 2011, pp. 535-582.
Vid. FREDERICK y LOEWENSTEIN (2003, pp. 311 y 312). Sobre la relevancia para el Derecho penal
de estos estudios, vid. John BRONSTEEN, Christopher BUCCAFUSCO y Jonathan MASUR,
“Happiness and Punishment”, University of Chicago Law Review, 76, 2009, pp. 1037-1081; de los
mismos, “Retribution and the Experience of Punishment”, California Law Review, 98, 2010, pp.
1463-1496.
10
VIII. FALLECIMIENTO DE UN FAMILIAR
En caso de fallecimiento de un familiar, la jurisprudencia viene a considerar
implícitamente que el daño moral está en función de la “cantidad de vida” esperada del fallecido
que la víctima ha perdido como consecuencia del accidente. Cuanto mayor es esta cantidad,
mayor es el daño moral causado. Por esta razón se tiene en cuenta para hacer el cálculo la edad
del fallecido y su estado de salud previo al accidente32. En alguna sentencia se atiende también
a la edad del recurrente33, factor que desde luego cabe considerar relevante, en la medida en
que la pérdida de un ser querido es probablemente tanto más dolorosa cuanto más prolongado es
el periodo de tiempo durante el cual dicho dolor se padece. También se pondera, obviamente, el
grado de parentesco existente entre el recurrente y el fallecido, así como, sobre todo, la
intensidad real de sus relaciones y recíprocos lazos afectivos. Bien mirado, cabe razonablemente
pensar que dicho grado de parentesco funciona en la realidad como un indicio de la referida
afección, la cual constituye a su vez un factor presumiblemente determinante de la intensidad
del daño.
Así, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.2.1995 (rec. 1902/1991, RJ 1489, ponente: Manuel Goded Miranda),
considera razonable una –relativamente modesta– compensación de 1.000.000 pesetas [6.010,12 €]
por los daños morales causados a los actores por el fallecimiento de un pariente, toda vez que “el
fallecido contaba 67 años de edad”, “los parientes que tienen derecho a la indemnización son sus
tres hermanos…, vínculo familiar no tan cercano como el que existe entre padres e hijos; así como
que los referidos hermanos no convivían ni tenían a su cuidado” al difunto. El Tribunal señala,
asimismo, que ésa era la cantidad solicitada por Ministerio Fiscal en el juicio de faltas a que los
hechos habían dado lugar.
En el caso enjuiciado por la STS, 3ª, Secc. 4ª, 4.2.1999 (rec. 4614/1995, RJ 1614, ponente:
Francisco González Navarro), al hijo de los actores se le había practicado en un campamento de
reclutas una exploración mielográfica con el fin de verificar la realidad de la hernia discal que se le
había diagnosticado previamente por médicos civiles. La exploración le causó un shock
anafiláctico que le provocó su muerte dos días después. Tanto la Audiencia Nacional como el
Supremo reconocieron el derecho de los actores a obtener, además de la pensión extraordinaria
derivada del fallecimiento en el servicio militar (20.426 pesetas mensuales: 122,76 €), una
indemnización complementaria a fin de alcanzar la “plenitud de la reparación” de todos los daños
ocasionados, incluidos los morales, que eran los únicos para los que los recurrentes habían
solicitado una compensación. Ésta se cifró en 5.000.000 pesetas (30.050,61 €), “atendiendo a la
edad del fallecido, 27 años, y su condición de único hijo varón” de los actores [la cursiva es
nuestra]. Respecto de esto último, creemos discutible que el sexo del fallecido pueda valorarse por
sí mismo a los efectos de fijar una mayor o menor compensación por este concepto.
En el caso enjuiciado por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 5.2.2000 (rec. 8960/1995, RJ 2171, ponente: Jesús
Ernesto Peces Morate), el hijo del actor había muerto como consecuencia de heridas sufridas en el
servicio militar. Para establecer una indemnización de 5.000.0000 pesetas (30.050,61 €), el
Tribunal tiene en cuenta especialmente: en primer lugar, que el fallecido era hijo único del actor, y
que esta “pérdida comporta ineludiblemente la de la asistencia que en el orden afectivo y material
resulta conforme a la naturaleza de la relación paterno filial, que para los progenitores a medida
32
33
Vid., por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 4ª, 7.10.2011 (rec. 6288/2009, RJ 7510, ponente: Antonio
Martí García).
Por ejemplo, en el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 10.10.2000 (rec. 5078/1997, RJ 7804,
ponente: Juan Antonio Xiol Ríos), para fijar la indemnización por los daños patrimoniales y
morales causados, se ponderó, entre otras circunstancias, la edad del paciente al tiempo de su
fallecimiento y la edad de su viuda.
11
que transcurre el tiempo biológicamente considerado se hace más necesario”; en segundo lugar, el
hecho de que el fallecido, antes de incorporarse al servicio militar, “participaba en las tareas
agrícolas de su padre”, lo que constituía un “perjuicio que cabe apreciarlo desde la vertiente
afectiva y del dolor moral indemnizable económicamente”, aunque no pudiera tenerse en
consideración para cuantificar los daños patrimoniales ocasionados, pues en el proceso no se
habían concretado “cuáles fueron económicamente los perjuicios irrogados por esa falta de
prestación en las labores agrícolas y su trascendencia en el presente y en un futuro racionalmente
estimado”; y, en tercer lugar, “la alteración psíquica y trastornos emocionales experimentados por
la madre del difunto”.
IX.
LESIONES
Para valorar los daños morales derivados de lesiones permanentes también se tiene en
cuenta la edad de la víctima34. Cuanto mayor es su juventud, mayor suele ser la compensación.
Las razones subyacentes son probablemente dos: la primera es que cuanto más joven es la
víctima, durante más tiempo habrá de sufrir el daño; la segunda es que la intensidad del mismo
suele aumentar con la juventud, por cuanto determinadas lesiones implican la pérdida de
posibilidades vitales (v. gr. encontrar pareja, acceder a determinados trabajos, tener hijos, etc.)
que tienden desvanecerse con el paso del tiempo. Igualmente se pondera la “pérdida de la
calidad de vida” que ha supuesto la lesión35, lo que implica una comparación entre la calidad
anterior al accidente y la posterior al mismo. En líneas generales, no da la impresión de que la
cuantificación de estos daños difiera sustancialmente de la llevada a cabo cuando el causante no
es una Administración pública.
X.
PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD
El caso típico de responsabilidad civil del Estado por los daños causados al privar
indebidamente a una persona de su libertad es el previsto en el artículo 294.1 de la Ley Orgánica
6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial (en adelante, LOPJ), donde puede leerse que “tendrán
derecho a indemnización quienes, después de haber sufrido prisión preventiva, sean absueltos
por inexistencia del hecho imputado o por esta misma causa haya sido dictado auto de
sobreseimiento libre, siempre que se le hayan irrogado perjuicios”. Menos frecuentes, pero no
inexistentes, son los casos en los que la privación de libertad es fruto de un error judicial –esto
es, de una condena errónea– o de otro tipo de funcionamiento anormal de la Administración de
justicia36.
Por ejemplo, en el asunto enjuiciado por la STS, 3ª, Secc. 3ª, 12.11.2010 (rec. 2801/2006, RJ 8300,
ponente: Juan Carlos Trillo Alonso), un preso “con numerosos antecedentes delictivos y un amplio
y complejo historial carcelario” había sido puesto en libertad con 314 días de retraso respecto de la
fecha debida, como consecuencia de la complejidad de su expediente penitenciario y de la
34
35
36
Vid., por ejemplo, las SSTS, 3ª, Secc. 4ª, 12.11.2010 (rec. 5803/2008, RJ 8291, ponente: Santiago
Martínez-Vares García); 25.5.2011 (rec. 5513/2006, RJ 2012, 415, ponente: Segundo Menéndez
Pérez); y 30.9.2011 (rec. 3536/2007, RJ 2012, 1034, ponente: Segundo Menéndez Pérez).
Vid. la STS, 3ª, Secc. 4ª, 25.5.2011 (rec. 5513/2006, RJ 2012, 415, ponente: Segundo Menéndez
Pérez). La STS, 3ª, Secc. 4ª, 12.11.2010 (rec. 5803/2008, RJ 8291, ponente: Santiago MartínezVares García) tiene en cuenta para fijar la indemnización “los antecedentes clínicos de la
recurrente”.
Ambos casos vienen regulados en los arts. 292 y ss. LOPJ.
12
descoordinación existente entre varios órganos judiciales y administrativos, que debían haber
colaborado para liquidar a tiempo la condena y licenciar puntualmente al afectado.
El artículo 294.2 LOPJ establece, respecto de los casos de prisión preventiva indebida,
que “la cuantía de la indemnización se fijará en función del tiempo de privación de libertad y de
las consecuencias personales y familiares que se hayan producido”. Y cabe entender que estos
mismos criterios son aplicables a los restantes casos de privación indebida de la libertad. El
Tribunal Supremo ha tratado de desarrollar jurisprudencialmente este precepto, estableciendo
“pautas que sirvan de orientación a fin de lograr un trato equitativo en cada caso y evitar
desigualdades en la indemnizabilidad” de los referidos perjuicios”37.
El Tribunal, en primer lugar, ha identificado los diversos daños que puede comportar la
prisión indebida: “a cualquiera le supone un grave perjuicio moral el consiguiente desprestigio
social y la ruptura con el entorno que la prisión comporta, además de la angustia, ansiedad,
inseguridad, inquietud, frustración, fastidio, irritación o temor que suele conllevar”38.
A la pauta de la “progresión del daño” ya nos hemos referido. En algunas sentencias, el
Supremo ha declarado no sólo que la indemnización ha de aumentar cuanto mayor sea el tiempo
que duró la privación indebida de la libertad, sino que ha de hacerlo a una tasa creciente: la
indemnización ha de ser progresiva, “dado que la prolongación indebida de la prisión agrava
gradualmente el perjuicio”. Nos remitimos a lo que antes comentamos a este respecto.
En tercer lugar, el Alto Tribunal ha señalado que son relevantes “las circunstancias de
edad, salud, conducta cívica, hechos imputados, antecedentes penales o carcelarios,
rehabilitación de la honorabilidad perdida, mayor o menor probabilidad de alcanzar el olvido
social del hecho así como la huella que hubiera podido dejar la prisión en la personalidad o
conducta del que la hubiese padecido”39.
Así, por ejemplo, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.6.1999 (rec. 2475/1999, RJ 7638, ponente: Jesús
Ernesto Peces Morate) consideró especialmente las siguientes circunstancias para fijar una
compensación singularmente elevada –120.916,63 €: la mayor en términos absolutos de la que
tenemos noticia respecto de este tipo de casos– por los 401 días durante los cuales el recurrente
había sufrido prisión preventiva como sospechoso de un delito de violación: su juventud, su
inteligencia disminuida, la estrechez de su entorno social, el estigma que conllevan estos delitos
y la grave depresión sufrida y los diversos episodios de autolisis e intentos de suicidio ocurridos
durante su estancia en prisión.
“Al perjuicio moral, que cualquier ingreso en prisión comporta por el desprestigio social y la
ruptura con el entorno además de la angustia y la frustración que conlleva, se añaden en este caso
las circunstancias personal del encausado, quien a la sazón contaba veintiún años, apenas sabía
leer y escribir, presentaba trastornos del lenguaje, tenía una inteligencia en el límite con la
normalidad o disminuida, según el informe psiquiátrico penitenciario, y residía en una población
con escaso número de habitantes, donde resulta muy difícil sustraerse a la presión ambiental (no
por irracional menos real) derivada de habladurías y actitudes vecinales hostiles, que, cuando el
37
38
39
Vid., entre otras, la STS 3ª, Secc. 6ª, 26.6.1999 (rec. 2475/1995, RJ 7638, ponente: Jesús Ernesto
Peces Morate).
Vid., entre otras, las SSTS, 3ª, 6ª, 20.2.1999 (rec. 6151/1994, Jesús Ernesto Peces Morate);
26.6.1999 (rec. 2475/1995, RJ 7638, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
Vid., entre otras, las SSTS, 3ª, 6ª, 20.2.1999 (rec. 6151/1994, Jesús Ernesto Peces Morate);
26.6.1999 (rec. 2475/1995, RJ 7638, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
13
encarcelamiento se ha producido por un hecho delictivo de connotaciones infamantes, deja un
estigma de consecuencias personales, familiares y sociales impredecibles”.
“Por otra parte, la privación de libertad del acusado resultó más insegura e inquietante por el
notorio y atávico prejuicio de los internados en nuestras prisiones hacia los acusados de delitos de
violación, circunstancias todas que explican la grave depresión reactiva que sufrió el recurrente,
diagnosticada y tratada en el Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante, donde permaneció
desde el día 23 de octubre de 1989 hasta el 20 de febrero de 1990, en cuyo Centro, a pesar de estar
sometido a vigilancia y tratamiento médico, ingirió un producto denominado salfumán, lo que
puso en serio peligro su vida por el riesgo de perforación intestinal y determinó que se prolongara
su estancia en dicho Hospital Psiquiátrico Penitenciario… episodio de autolisis el relatado que
tenía precedentes mientras estuvo en el Centro Penitenciario de Fontcalent y en el propio Hospital
Psiquiátrico Penitenciario el día 6 de noviembre de 1989 tragándose pedacitos de cristal”.
En la STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto Peces
Morate) se tuvieron especialmente en cuenta dos factores “que vinieron a hacer [la privación de
libertad] más enojosa, cuales son la edad y la situación profesional del acusado e ingresado en
prisión” por un delito de apropiación indebida que después se declaró inexistente.
La causa penal en la que el actor había sido acusado y absuelto había durado nada menos que 15
años, 11 de los cuales se consideran constitutivos de dilaciones indebidas. El actor, además, había
pasado 445 días en prisión preventiva. El Tribunal Supremo advirtió que “el procesado tenía
sesenta y dos años cuando fue ingresado en prisión, en la que estuvo dieciocho meses, y además
ostentaba un puesto relevante y de gran responsabilidad en la Banca privada cuando fue acusado
de apropiación indebida por haber distraído en su provecho caudales pertenecientes a clientes de la
entidad bancaria y a esta misma”.
A los daños psicológicos acreditados causados por la privación de libertad se les suele dar
un gran peso al objeto de fijar la compensación. Esa es, aparentemente, la razón por la que en el
caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 27.4.2005 (rec. 3986/2001, RJ 4977, ponente: Agustín
Puente Prieto) se concedió una elevadísima indemnización en términos relativos: 10.000 € por
“tan sólo” 9 días de prisión. El Tribunal resaltó el hecho de que la privación de libertad había
causado a la víctima, un policía que había sido acusado y absuelto por tenencia ilícita de armas,
“trastornos psíquicos de cierta relevancia”.
La STS, 3ª, Secc. 6ª, 18.6.2009 (rec. 4730/2007, RJ 6741, ponente: Santiago MartínezVares García) permite ilustrar la relevancia que pueden –y deberían– tener las circunstancias
personales y familiares de las víctimas de prisión indebida.
Faustino y Emiliano eran dos músicos colombianos profesionales que habían venido a España para
iniciar una gira con un grupo por nuestro país y Europa. Dos días después de su llegada acudieron
al aeropuerto de Barajas para recoger una amplificador que se había extraviado y fueron detenidos
al comprobase que en su interior había cocaína. Tras permanecer 391 días en prisión preventiva,
ambos fueron finalmente absueltos. El Tribunal Supremo casó la Sentencia de la Audiencia
Nacional que había declarado que no concurrían los requisitos de la responsabilidad patrimonial
del Estado previstos en el art. 294 LOPJ, y reconoció a los recurrentes las siguientes
compensaciones:
En concepto de perjuicios económicos, la misma cantidad para los dos: 1.500 € por cada uno de
los 13 meses que permanecieron privados de libertad, lo que suponía la cantidad de 190.500, a la
que el Tribunal añadió 2.000 € que consideró dejaron de percibir por no haber podido continuar
con el grupo la gira prevista.
En concepto de “daño moral”, también la misma cantidad: 80 € por cada uno de los 391 días en
que estuvieron privados de libertad, lo que hacía una suma de 31.280 €.
14
En concepto de “daños personales y familiares” [los cuales, en nuestra opinión, eran igualmente
daños morales], por el contrario, diferenció:
Para Faustino, la suma de 50 € diarios por cada día que permaneció privado de libertad, que debía
incrementarse progresivamente en un 10% por cada uno de los meses de prisión, computándose un
mes por cada treinta días continuados en prisión.
Para Emiliano, la suma de 25 € diarios por cada día que permaneció privado de libertad, que debía
incrementarse progresivamente en un 10% por cada uno de los meses de prisión, computándose un
mes por cada treinta días continuados en prisión.
La razón a la que obedecía esta diferencia era bien sencilla: “Faustino [estaba] casado con
Azucena y [era] padre de tres hijos a los que se les [había] privado de su atención, protección,
cuidados y custodia en este tiempo tan necesarios para el desarrollo de su infancia”. Emiliano tenía
novia, pero no hijos.
En esta misma Sentencia ponderó el Tribunal Supremo otra circunstancia agravante del
daño causado: el haber sufrido la privación de libertad en un país extranjero, “lo que comporta
evidentes dificultades para el mantenimiento de las relaciones personales y familiares que con
las limitaciones inherentes que supone el internamiento en un centro penitenciario se acentúan
ante la dificultad de recibir visitas de los familiares y allegados que se encuentran al otro lado
del Atlántico”. El Tribunal, en cambio, rechazó que aquí hubiera “razones que [permitieran]
indemnizar el derecho al honor y a la propia imagen de cada uno de los recurrentes”.
En la STS, 3ª, Secc. 3ª, 12.11.2010 (rec. 2801/2006, RJ 8300, ponente: Juan Carlos Trillo
Alonso), antes citada, relativa a un caso en que el actor había sufrido indebidamente 314 días de
privación de libertad adicionales como consecuencia del torpe funcionamiento de los órganos
judiciales encargados de liquidar su condena, se tuvo en consideración como único criterio para
fijar la compensación [de 20.000 €, que cabe estimar anormalmente baja si la comparamos con
las otorgadas en los supuestos típicos de prisión preventiva seguida de absolución] el hecho de
que el perjudicado tenía “un amplio historial de condenas”. Parece apuntarse, pues, que la
privación indebida de libertad causa menos daño a las personas que de alguna manera ya están
acostumbradas a la misma que a las que no lo están, por lo que la compensación debe ser
correlativamente menor en el primer caso.
En otros asuntos en los que la indemnización otorgada era también anormalmente magra
se observa una nota común: la absolución de los acusados que habían sufrido prisión preventiva
se produjo como consecuencia de la anulación judicial de las pruebas incriminatorias, de
resultas de haber sido obtenidas ilícitamente, con vulneración de derechos fundamentales.
En el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 14.2.2007 (rec. 6378/2002, RJ 2303, ponente: Agustín
Puente Prieto), el actor había permanecido nada menos que 705 días en prisión preventiva y, tras
anularse la prueba de cargo –el hallazgo en una habitación de un apartotel de un estupefaciente
escondido dentro de los pañales del hijo de su compañera–, fue absuelto. El Tribunal Supremo
declara su derecho a ser indemnizado conforme al artículo 294 LOPJ, pues, al haberse declarado
nula dicha prueba [por haberse obtenido sin autorización judicial] había de partirse de la propia
inexistencia del hecho que dio lugar a la instrucción de la causa penal. Para valorar el daño, el
Tribunal consideró que había de “estarse al tiempo de privación de libertad y a las consecuencias
personales y familiares producidas, teniendo en cuenta que el recurrente exclusivamente [hacía]
referencia a ese daño moral que [cuantificaba] en la cantidad de 14 millones de pesetas y que la
Sala, ante la ausencia de otros elementos que [permitieran] valorar en cantidad distinta dichos
perjuicios, [estimó] suficientemente valorado en la cantidad de 6.000 €”.
15
En el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.10.2010 (rec. 3605/2006, RJ 7415, ponente:
Agustín Puente Prieto), el actor había sido absuelto de un delito contra la salud pública como
consecuencia de la declaración de nulidad de las diligencias probatorias, practicadas vulnerando el
derecho al secreto de las comunicaciones. El Tribunal, “tomando en consideración el tiempo de
duración de la prisión preventiva [308 días], así como las circunstancias personales y de todo
género concurrentes para evaluar la aflicción que comporta la prisión en el presente caso, [valoró]
dicho daño moral en la cantidad de 10.000 €”.
Es posible que, en el momento de fijar la compensación, el Tribunal Supremo fuera
incapaz de borrar totalmente de su mente la existencia de elementos probatorios que acreditaban
la culpabilidad de los acusados, por muy nulos que aquéllos hubieran sido declarados. Sea como
fuere, el criterio aparentemente aplicado en estas Sentencias menoscaba la finalidad de
protección de los derechos fundamentales que justifica la invalidez de las pruebas que han sido
obtenidas vulnerándolos.
STS, 3ª, Secc. 6ª
10.6.1997 (rec. 905/1993)
21.1.1999 (rec. 5264/1994)
20.2.1999 (rec. 6151/1994)
29.3.1999 (rec. 8172/1994)
3.5.1999 (rec. 1073/1995)
29.5.1999 (rec. 1458/1995)
26.6.1999 (rec. 2475/1995)
30.6.1999 (rec. 3901/1995)
13.11.2000 (rec. 5003/1995)
20.1.2003 (rec. 7499/1998)
26.1.2005 (rec. 4928/2001)
27.4.2005 (rec. 3986/2001)
21.3.2006 (rec. 263/2002)
20.9.2006 (rec. 4882/2002)
6.10.2006 (rec. 1892/2002)
14.2.2007 (rec. 6378/2002)
22.5.2007 (rec. 5771/203)
18.6.2009 (rec. 4730/2007)
25.11.2009 (rec. 6998/2005)
24.3.2010 (rec. 2430/2008)
31.5.2010 (rec. 3353/2008)
23.6.2010 (rec. 1640/2006)
28.9.2010 (rec. 3292/2006)
5.10.2010 (rec. 6417/2008)
8.10.2010 (rec. 4723/2006)
Días
Base diaria
(€)
46
561
85
445
329
329
401
234
28
946
237
9
151
23
183
705
306
391
–
–
24,04
9,02
24,04
36,06
36,06
24,04
60,10
12,02
36,06
–
–
–
–
–
–
“Daños
personales y
familiares”:
Faustino: 50
Emiliano: 25
“Daño moral”
80
–
–
–
–
–
–
–
463
233
740
541
170
204
M.A.:
141
C.:
57
16
Incremento
progresivo
mensual
–
–
125%
25%
25%
25%
25%
25%
125%
10%
25%
–
–
–
–
–
–
“Daños
personales y
familiares”:
10%
“Daño moral”
–
–
–
–
–
–
–
–
Total (€)
Compensación
(€) /día
2.936,06
12.020,24
6.580,90
90.470,84
30.697,14
46.050,27
120.916,63
14.309,46
2.073,49
66.938,59
20.923,46
10.000
30.050,61
3.000
9.000
6.000
54.091,19
Faustino:
68.064,07
63,83
21,43
77,41
203,3
93,30
139,97
301,54
61,15
74,05
70,76
88,28
1.111,11
199,01
130,43
49,18
8,51
176,77
Faustino:
174,08
Emiliano:
49.672,03
Emiliano:
127,04
75.000
33.600
111.300
77.800
30.000
24.000
Marco A.:
50.000
Cándida:
25.000
161,99
144,20
150,40
143,80
176,47
117,65
Marco A.:
354,61
Cándida:
438,60
20.10.2010 (rec. 3605/2006)
3.11.2010 (rec. 3857/2006)
12.11.2010 (rec. 2801/2006)
19.7.2011 (rec. 353/2010)
XI.
308
11
314
553
–
–
–
–
–
–
–
–
10.000
3.000
20.000
94.000
32,47
272,73
63,70
169,98
PRIVACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE LOS HIJOS
Las Administraciones públicas pueden tomar medidas que suponen para los padres la
pérdida temporal o incluso permanente de la compañía de los hijos. En el caso de que tales
medidas se hayan adoptado ilegalmente, puede surgir la responsabilidad patrimonial de la
Administración autora de las mismas40, cuando menos si su actuación fue irrazonable, fruto de
una “flagrante desatención normativa”41.
Los Tribunales suelen tener en cuenta diversos criterios para fijar la correspondiente
compensación. El primero es el del número de hijos de cuya compañía se priva a la víctima. No
causa el mismo dolor perder a uno que a dos. ¿O sí?
La STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.10.2011 (rec. 4161/2009, RJ 2012, 1417, ponente: Enrique Lecumberri
Martí) falló sobre un caso en el que la madre y la abuela de dos menores de edad se habían visto
privadas de la compañía de éstas (1.971 días respecto de la primera y 2.081 días respecto de la
segunda) como consecuencia de una declaración administrativa de desamparo y acogimiento
preadoptivo. El TSJ de Andalucía había fijado una indemnización de 40.000 € para la madre,
40.000 € para cada una de las hijas y 20.000 para la abuela. El Tribunal Supremo casó la sentencia
recurrida, elevando la indemnización de la madre hasta los 80.000 €. En la motivación de la STS
puede leerse que “la sentencia de instancia recoge una indemnización para la recurrente… sin
especificar y determinar si ese daño moral por el padecimiento de la pérdida de relación con sus
hijas menores ha de circunscribirse a ambas conjuntamente o a una sola. Bien es cierto, y debe
tenerse en cuenta a efectos de fijación del ‘quantum indemnizatorio’ que ambas hijas fueron
separadas del entorno familiar biológico y, a su vez, separadas ambas, puesto que cada una siguió
un itinerario distinto que motivó a la madre un padecimiento específico por cada una de ellas, y sin
duda, doble, por poder recuperar a ambas que se encontraban en situaciones distintas. La sentencia
40
41
Vid. Ignacio MARÍN GARCÍA y Daniel LÓPEZ RODRÍGUEZ, “Indemnización del daño moral por la
privación indebida de la compañía de los hijos en el orden civil y en el contenciosoadministrativo”, InDret, 2/2010. Es obvio que la Administración no responde si las medidas
adoptadas eran conformes a Derecho. Vid., en este sentido, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.11.2012 (rec.
4321/2010, ponente: Carlos Lesmes Serrano); la STSJ Cataluña, Cont.-Adm., Secc. 4ª,
12.12.20012 (rec. 94/2009, JUR 2013, 196381, ponente: Joaquín Borrell Mestre), y la STSJ
Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 23.5.2013 (rec. 217/2011, JUR 306257, ponente: Juan
Pedro Jiménez Jiménez).
De acuerdo con la jurisprudencia dominante, para que surja la responsabilidad patrimonial
derivada de un acto administrativo ilegal, no basta la mera ilegalidad del mismo, sino que se exige
además que ésta sea fruto de una “flagrante desatención normativa”, de una aplicación irrazonable
del Derecho. Vid. Gabriel DOMÉNECH PASCUAL, “Responsabilidad patrimonial de la
Administración por actos jurídicos ilegales”, Revista de Administración Pública, 183, 2010, pp.
179-231. Así, la STSJ Galicia, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 22.11.2005 (rec. 8013/2003, JUR 2005,
123942, ponente: Gonzalo de la Huerga Fidalgo) declara la no responsabilidad de la Xunta de
Galicia por los eventuales daños ocasionados al declarar en situación de desamparo a un menor, a
la vista de que “tal resolución administrativa, declarada efectivamente después improcedente en
proceso civil seguido al respecto, pudo tener un apoyo al menos defendible para haber sido
adoptada en su momento, vistos los elementos y circunstancias [obrantes en el expediente]; que si
bien no fueron aceptados en dicho proceso como bastantes al efecto, tampoco se podría decir ahora
que adolecieran de toda racionalidad y sentido”.
17
no entra a argumentar este elemento, sin duda relevante, para poder determinar que el daño moral
de la madre fue mucho mayor y que se ha de estimar doble, a razón de cada una de sus hijas”.
Análogo cálculo subyace implícitamente en la STSJ Cataluña, Cont.-Adm., Secc. 4ª, 21.3.2012
(rec. 103/2009, JUR 209584, ponente: Joaquín Borrell Mestre), que otorgó a una mujer una
compensación de 18.000 € y a cada uno de sus tres hijos menores de edad una de 6.000 € por
haber sido privados de su mutua compañía durante cinco meses.
La STSJ Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 7.11.2007 (rec. 15/2003, RJCA 2008, 195,
ponente: Joaquín Sánchez Ugena) fijó una indemnización de 24.000 € para los padres de cinco
hijos a los que la Junta de Andalucía había declarado ilegalmente en situación de desamparo y
separado de sus progenitores durante 49 días [tomamos como referencia la fecha en la que se
ordena judicialmente su inmediata devolución].
En un caso en el que los dos progenitores se habían visto privados durante 55 días [aunque la
duración de esta privación no aparece del todo clara en la exposición de los hechos] de la
convivencia con su hijo recién nacido, la STSJ Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 5.4.2006
(rec. 1160/2001, JUR 2007, 108690, ponente: Ruperto Martínez Morales) reconoció una
indemnización de 12.000 € para cada uno de los progenitores.
En el caso decidido por la STSJ País Vasco, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 16.11.2006 (rec. 2253/2000,
JUR 2007, 90500, ponente: Ricardo Lázaro Perlado), la Diputación Foral de Vizcaya había
privado a la demandante de la custodia de sus dos hijos menores mediante sendos actos
administrativos, ante la sospecha de que las heridas que presentaba uno de ellos eran el producto
de malos tratos domésticos. La reclamante solicitaba la anulación de ambas resoluciones y una
indemnización de 4.471,53 € por los 186 días que sus hijos habían permanecido fuera de su hogar.
El TSJ consideró ajustada a Derecho la resolución relativa al menor que presentaba las heridas,
pero “precipitada y desproporcionada” la relativa al otro. Sin embargo, el TSJ fijó una
indemnización de 4.471,53 €, argumentando que “tampoco puede colegirse que la estimación
parcial del recurso conduce a una división automática de la indemnización en función del número
de hijos a la hora de determinar el quantum indemnizatorio del daño moral”. La razón fundamental
por la que se reconoció tal cantidad, no obstante, era de índole procesal y tenía que ver con el
llamado principio dispositivo. Es muy probable que la indemnización hubiera sido más elevada si
la víctima así lo hubiera reclamado. Así lo advirtió el TSJ: “el petitum de la parte demandante
actúa por ministerio de la Ley como límite superior, infranqueable por este Tribunal”.
También suele tomarse en consideración para moderar –a la baja– la indemnización el
hecho de que el progenitor que se vio ilegalmente privado de la compañía del menor lo
desatendiera antes o incluso después de la privación y/o no llevara a cabo puntual y
diligentemente las acciones pertinentes dirigidas a recuperarla.
En el caso decidido por la STSJ Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 30.9.2010 (rec.
801/2008, JUR 2012, 6405, ponente: Victoriano Valpuesta Bermúdez), el padre de un menor había
sido privado ilegalmente [sin haberle dado audiencia previa] de la compañía de un menor durante
1450 días. El Tribunal tuvo en cuenta, para fijar una compensación de 15.000 €, que el actor “no
sólo no [había prestado] la adecuada asistencia material al menor, sino que tampoco lo [había
hecho] en el aspecto moral a tenor de sus irregulares contactos con el mismo” como consecuencia
de sus problemas con el alcohol y sus ingresos en prisión, y también que había tardado cuatro años
en iniciar el procedimiento dirigido a recuperar la guarda y custodia del menor.
Las indemnizaciones otorgadas por la pérdida permanente son obviamente superiores a
las que se dan por la privación temporal. Y la duración de la privación se pondera, si bien
normalmente no de manera explícita y explícita, pues las compensaciones suelen fijarse en una
cantidad alzada.
18
La STSJ Andalucía, Granada, Cont.-Adm., Secc. 1ª, 30.9.2013 (rec. 1971/2007, JUR 375632,
ponente: Beatriz Belindo Sacristán), fijó una indemnización conjunta de 150.000 € para una mujer
y sus tres hijos por la privación temporal de las mutuas relaciones materno-filiales y por la pérdida
definitiva de tales relaciones respecto de otro hijo. Para cuantificar el daño, se entendió iniciado el
periodo de la privación no en el momento en el que se había producido la declaración de
desamparo y la constitución del acogimiento –pues éstas medidas eran inicialmente válidas–, sino
en aquel en el que la Administración competente, debiendo haberlas revisado y modificado, no lo
había hecho.
Debe señalarse, finalmente, el hecho de que algunas sentencias hayan fijado
compensaciones extraordinariamente elevadas, muy superiores incluso a las que se reconocen
en caso de fallecimiento de un hijo. Da la impresión de que estas generosas “indemnizaciones”
esconden en realidad una sanción a la Administración por una actuación que los Tribunales
estiman particularmente reprochable.
El AAP Sevilla, Civil, Secc. 6ª, 30.12.2005 (rec. 1160/2001, JUR 2007, 108690, ponente: Ruperto
Molina Vázquez) fijó una indemnización de 1.400.000 € por la privación a una madre de la
compañía de sus dos hijos menores de edad durante siete años y medio y nueve años y medio,
respectivamente42.
La STSJ Cataluña, Cont.-Adm., Secc. 4ª, 30.4.2010 (rec. 730/2006, JUR 299140, ponente : María
Abelleira Rodríguez)43 resolvió sobre un caso en el que la Administración demandada había
actuado inicialmente conforme a Derecho, al declarar en situación de desamparo al hijo recién
nacido de una pareja de drogadictos que a la sazón no podían hacerse cargo del menor. Sin
embargo, en opinión del TSJ, la Administración demandada había incurrido posteriormente en
negligencia [al actuar “con excesiva celeridad, sin datos objetivos de valoración, o con datos
insuficientes, y con el prejuicio más absoluto de que se trataba de dos progenitores drogadictos de
muy larga duración… y sin posibilidad razonable de rehabilitación”], impidiendo que se pudiera
establecer un vínculo afectivo entre el menor y sus padres biológicos y restantes hermanos. Para
calcular los daños, el TSJ dijo aplicar orientativamente el “Baremo de Circulación” [pero no
explicó cómo se aplicó44], fijando una cantidad alzada en concepto de indemnización para los
padres de 980.000 €, pero no para los hermanos biológicos del menor, “por cuanto ni [había]
habido convivencia ni relación alguna” con éstos últimos. Resulta llamativo que el TSJ
considerara que “no [cabía] imputar a los padres la ruptura del vínculo” familiar con el menor, ni
siquiera a los efectos de moderar la compensación, a pesar de que era “cierto que en los primeros
siete meses [éstos se encontraban] incapacitados para la [sic] ejercicio de la tutela, más tarde se
[encontraban] impedidos por un internamiento para deshabituación… y luego [carecían] de una
estructura social, familiar y económica que [pudiera] facilitar el cumplimiento pautado y rígido de
las mismas” [sic]. De hecho, esa resolución fue casada luego por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.11.2012
(rec. 4321/2010, RJ 2013, 461, ponente: Carlos Lesmes Serrano), en primer lugar, porque “los
progenitores… tenían por razón de su propia situación, en modo alguno provocada por la
Administración, el deber de soportar la pérdida de la custodia del hijo al no poder atenderlo
mínimamente, y el riesgo, posteriormente concretado, de que dicha pérdida se convirtiera en
definitiva” y, en segundo lugar, porque la actuación administrativa cuestionada sí se había ajustado
a Derecho en todo momento.
42
43
44
Comentado por ROIG DAVISON (2006).
Comentada por Esther FARNÓS AMORÓS, “Sentencia TSJ Cataluña de 30 de abril de 2010”,
Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil, 86, 2011, pp. 717-748.
Como advierte FARNÓS AMORÓS (2011), es dudoso que aquí el TSJ aplicara realmente el baremo:
de haberlo hecho, la cantidad resultante hubiese sido mucho menor.
19
La STSJ Andalucía, Granada, Cont.-Adm., Secc. 1ª, 21.1.2013 (rec. 515/2004, JUR 183565,
ponente: José Pérez Gómez) reconoció a la actora una compensación de 400.000 € por haber sido
privada de su hija como consecuencia de la “actuación negligente” de los órganos administrativos
de la Junta de Andalucía, que primero recogieron ilegalmente [antes del parto, en vez de hacerlo
transcurridos treinta días desde el mismo, como dispone el art. 177.2 CC] el consentimiento de la
afectada para la adopción, y luego, cuando a los pocos días del nacimiento la madre inició las
gestiones pertinentes para recuperar a su hija, adoptaron una “actitud obstruccionista incompatible
con el art. 39.2 CE” y un “celo desorientado” para conseguir la adopción, viéndose obligada por
ello la recurrente a un “peregrinaje administrativo y judicial de muy larga duración” que le supuso
un “auténtico calvario” y que además no le sirvió para recobrar la compañía de la menor. El TSJ
advierte que “la indemnización no puede quedar limitada por el baremo de indemnizaciones en
materia de tráfico que habitualmente, aunque no de manera preceptiva, es utilizado por la
Jurisdicción Contencioso Administrativa… Ninguno de los supuestos en el baremo antedicho
descritos, ni aun el fallecimiento del hijo… puede encuadrarse en el supuesto como el que nos
ocupa”.
Sea como fuere, lo cierto es que en casos análogos se han otorgado indemnizaciones
sustancialmente más reducidas.
En el caso decidido por la STSJ Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 22.10.2009 (rec.
28/2005, JUR 2010, 79135, ponente: Eloy Méndez Martínez) 45, el actor, como consecuencia de
diversas medidas adoptadas por la Junta de Andalucía, había perdido la guardia y custodia –si bien
conservaba un amplio derecho de estancia, visita y comunicación– respecto de sus dos hijos
mellizos, cuya madre murió poco después de dar a luz. El TSJ consideró “ilegítima” la actuación
de la Junta, que había obrado “con una celeridad inusitada en el dictado de sus resoluciones
protectoras; sin audiencia del padre y desconociendo su existencia, pese a ser conocido de los
servicios sociales e, incluso, pretendiendo privarle de la patria potestad, cuando, por otra parte,
cuidaba de otra hija”. El TSJ acabó fijando una indemnización de 60.000 €, en atención a diversas
circunstancias: el hecho de que los niños nacieran con síndrome de abstinencia y opiáceos en
orina; el hecho de que la Junta actuara a instancia de los servicios sociales del hospital; la
existencia de antecedentes similares en relación con otros hijos de la pareja; la circunstancia de
que ningún familiar se interesara por los menores tras su nacimiento; la dejación del padre en la
inscripción de sus hijos en el Registro Civil; la existencia de varios informes que consideraban que
el padre no reunía las necesarias condiciones para el ejercicio de una patria potestad responsable; y
el que los Tribunales hubieran mantenido la guardia y custodia de los padres acogedores,
finalmente con asentimiento de todas las partes.
En el caso enjuiciado por la STSJ Andalucía, Sevilla, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 7.2.2008 (rec.
1221/2003, JUR 245529, ponente: Victoriano Valpuesta Bermúdez), la Administración había
privado al actor de la compañía de sus dos hijos menores, al constituir ilegalmente un acogimiento
preadoptivo después de que aquél recuperara judicialmente su guarda y custodia, lo que generó
una situación de hechos consumados que aconsejaba mantener a los niños en el seno de la familia
acogedora. El TSJ cifró la indemnización en 60.000 €, en atención a la circunstancia de que el
propio actor había contribuido a la producción del resultado dañoso: “todo arranca de una
declaración de desamparo de los menores sin que el padre ahora reclamante se hiciera cargo de sus
hijos en ese primer momento”.
45
El recurso de casación interpuesto contra esta resolución fue desestimado por la STS, 3ª, Secc. 6ª,
21.5.2012 (rec. 6950/2009, RJ 6900, ponente: José Mª del Riego Valledor).
20
XII. DILACIONES INDEBIDAS
Las dilaciones procesales indebidas son uno de los típicos casos de funcionamiento
anormal de la Administración de justicia que pueden dar lugar a la responsabilidad patrimonial
del Estado, de acuerdo con lo establecido en los artículos 292 y siguientes LOPJ. Además de
daños patrimoniales, dichas dilaciones también pueden causar otros de carácter no patrimonial.
Pueden incrementar la angustia, la inseguridad, el menoscabo de la reputación que para
determinadas partes conlleva su intervención en un proceso.
Es razonable pensar que el retraso causa daños morales particularmente intensos cuando
tiene lugar en una causa penal, al dilatar la llamada “pena de banquillo” que la acusación
conlleva. De hecho, en la mayoría de los casos en los que se reclama y obtiene una
indemnización por los daños no patrimoniales engendrados por estas dilaciones la víctima había
sido acusada en un proceso penal o cuasi penal –por ejemplo, en un procedimiento contenciosoadministrativo donde impugnaba una sanción disciplinaria grave46–. El Tribunal Supremo ha
dejado sentado al respecto que el daño moral sufrido por el acusado en un proceso penal en el
que se producen dilaciones indebidas “no necesita prueba”; “no es preciso demostrar su
existencia”47; “el insólito retraso constituye por sí solo un evidente perjuicio moral”48.
El Alto Tribunal ha declarado, en cambio, que no pueden deducirse tales daños de la
mera tardanza en la tramitación de un proceso civil:
“Desde la perspectiva… de los daños morales es obvio que no cabe equiparar las dilaciones en la
tramitación de un proceso penal con aquellas que puedan generarse en la tramitación de un proceso
civil como el ahora contemplado. En los procesos penales… una duración indebida de un proceso
puede comportar consecuencias tales como un desprestigio social o una carga patente de angustia
y frustración, circunstancias estas que no parecen ineludiblemente unidas a los procesos civiles,
por lo que será necesario valorar de forma individualizada las circunstancias concurrentes en
cada caso” [la cursiva es nuestra]49.
En la jurisprudencia del Tribunal Supremo se ponderan varios factores a fin de cuantificar
la compensación por estos daños. El primero es, obviamente, la magnitud de las dilaciones.
Debe notarse, a este respecto, que el tiempo que se tiene en consideración no es el de la
46
47
48
49
Vid. la STS, 3ª, Secc. 6ª, 12.7.2005 (rec. 552/2004, RJ 5123, ponente: Santiago Martínez-Vares
García).
Vid. las SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 16.12.2004 (rec. 2764/2001, RJ 2005, 682, ponente: Santiago
Martínez-Vares García) y 15.3.2006 (rec. 2710/2002, RJ 5236, ponente: Agustín Puente Prieto).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto Peces Morate).
STS, 3ª, Secc. 6ª, 3.5.2007 (rec. 1316/2003, RJ 3159, ponente: Margarita Robles Fernández). El
actor había interpuesto demanda en el año 1995 por “cumplimiento de obligación de hacer, acción
de nulidad y cancelación de asientos registrales y acción de reclamación de cantidad” en relación
con un contrato de compraventa. La STC 160/1999 declaró que se había vulnerado el derecho del
actor a un proceso sin dilaciones indebidas. En el ulterior procedimiento de exigencia de
responsabilidad, aquél alegaba que las dilaciones le habían generado cierto sufrimiento por la
incertidumbre relativa a la ejecución de la hipoteca, y que su honor, imagen y prestigio social
también se habían visto menoscabados. El Tribunal Supremo no estimó acreditados los daños
morales aducidos, pues entendió que la incertidumbre relativa a la ejecución de la hipoteca no
podía considerarse derivada de la dilación, ni tener gran entidad.
21
duración total del proceso, sino sólo el que constituye la dilación indebida, el que excede del
que puede considerarse normal y ordinario para la tramitación del procedimiento50.
Algunas Sentencias, en segundo lugar, estiman que este daño tiene carácter progresivo,
por lo que la misma índole ha de tener la correspondiente indemnización51, aunque en la
jurisprudencia más reciente ya no se sostiene esta tesis. Es más, en alguna Sentencia se advierte
respecto del desprestigio que al acusado puede ocasionar la tramitación de un proceso penal que
“el mantenimiento de las causas penales en el tiempo a veces produce el efecto contrario de
diluir la alarma social generada en su inicio”52. De todos modos, nos remitimos a lo que sobre el
particular expusimos anteriormente.
Un factor que parece tenerse muy presente, aunque no siempre se diga, es el de si el
acusado fue finalmente absuelto o condenado. Las compensaciones son, como fácilmente puede
imaginarse, más elevadas en el primer caso que en el segundo. Se presupone implícitamente
que, ceteris paribus, la dilación causa mayor daño a un inocente que a un culpable.
La SAN, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 18.5.2004 (rec. 1380/2002, JUR 246224, ponente: José Luis
Terrero Chacón), confirmada por la STS, 3ª, Secc. 3ª, 19.9.2008 (rec. 7412/2004, RJ 7100,
ponente: Margarita Robles Fernández), advierte que se “condenó al acusado como autor de los
delitos de falsedad y estafa y, aunque no hay datos en la causa que permitan entender que la
reducción de la pena solicitada por el Fiscal se debiera a la excesiva duración del proceso, lo cierto
es que el propio acusado aceptó la responsabilidad, lo que indudablemente ha de ser uno de los
elementos a considerar para fijar la indemnización; es cierto por otra parte que tan desmesurada
duración constituye en sí misma un perjuicio, incluso en casos en que el sometido a enjuiciamiento
sea considerado culpable, ya que, entre otras cosas, se retrasan las posibilidades de aplicación de
las normas penales y penitenciarias que tienen por objeto la reinserción social de los
condenados”53.
Salta a la vista, en cuarto lugar, que el daño causado por estas dilaciones se considera, en
términos relativos, inferior al ocasionado por la prisión indebida54. Puede observarse que las
compensaciones por día de retraso son mucho más bajas que las compensaciones por día de
privación de libertad.
Las circunstancias personales de la víctima –edad, salud, situación profesional, etc.– y las
limitaciones de su libertad que se le hayan impuesto en el curso del procedimiento penal –
fianzas, obligaciones de presentarse ante un órgano jurisdiccional, prohibiciones de ausentarse,
embargos, etc.– también han de ponderarse.
La STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto Peces Morate),
por ejemplo, enjuicia un caso en el que la causa penal en la que el actor había sido acusado y
absuelto había durado 15 años, 11 de los cuales se consideran constitutivos de dilaciones
50
51
52
53
54
Vid., entre otras, las SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto
Peces Morate); 12.6.1999 (rec. 2039/1995, RJ 7283, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate), y
26.9.2007 (rec. 4767/2003, RJ 7458, ponente: Agustín Puente Prieto).
SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto Peces Morate) y
12.6.1999 (rec. 2039/1995, RJ 7283, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
SAN, Cont.-Adm., Secc. 3ª, 10.11.2005 (rec. 219/2004, JUR 2006, 122154, ponente: Isabel García
García-Blanco).
Vid., en el mismo sentido, la STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.9.2007 (rec. 4767/2003, RJ 7458, ponente:
Agustín Puente Prieto).
Así lo señala la STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999 (rec. 8172/1994, RJ 3783, ponente Jesús Ernesto
Peces Morate).
22
indebidas. El actor, además, había pasado 445 días en prisión preventiva. El Tribunal Supremo
declara, con carácter general, que al igual que en el caso de la responsabilidad por la privación de
libertad, aquí hay que tener en cuenta diversos factores: “la circunstancia de la edad del sometido
[al proceso penal] o su salud agravan extraordinariamente el daño moral, y lo mismo las
limitaciones impuestas, tanto personales como patrimoniales: presentaciones y prohibiciones de
ausentarse, fianzas, embargos o avales, pueden incrementar ostensiblemente el perjuicio moral del
procesado o acusado”.
El Tribunal estima que hay que tener presente para fijar la indemnización: en primer lugar, “la
edad del procesado, que cuando fue definitivamente juzgado contaba ya con setenta y siete años”;
en segundo término, “la indudable repercusión social y profesional que una causa criminal por los
expresados hechos [se le acusaba de apropiación indebida por haber distraído en su provecho
caudales pertenecientes a clientes de la entidad bancaria y a esta misma”] hubo de tener para una
persona dedicada a los negocios bancarios”; y, por último, que no se habían acreditado “otras
especiales circunstancias personales o patrimoniales… como necesidad de presentarse ante el Juez
o Tribunal, imposibilidad de ausentarse, embargos, fianzas o avales”.
Compensación (€)
Compensación
(€)/día de
proceso
13,81
¿?
9,02 por día durante los
primeros cuatro años,
incrementada en un 25%
durante los tres siguientes,
incrementada en un 50%
respecto de la anualidad
anterior durante los tres
últimos años
Total: 75.631,08
12,02 por día durante los
primeros cuatro años,
incrementada en un 25%
durante los tres siguientes
Total: 34.002,26
12.020,24
“casi 11
años”
¿?
4.000
0,75
9,61 años
¿?
12.020,24
3,43
11,47
años
“más de 4
años y
medio”
¿?
3.000
0,72
No se aprecia daño moral
resarcible. Sólo se
compensan los gastos de
asistencia técnica en el
recurso de amparo
–
STS, 3ª, Secc. 6ª
Posición de la
víctima
Duración
total del
proceso
29.3.1999
(rec. 8172/1994)
Absuelta en un
proceso penal
15 años
Duración
de la
dilación
indebida
11 años
12.6.1999
(rec. 2039/1995)
Absuelta en
proceso penal
10 años
7 años
16.12.2004
(rec. 2764/2001)
12.7.2005
(rec. 552/2004)
Absuelta en
proceso penal
Absuelta en
proceso
contenciosoadministrativo
de revisión de
sanción
disciplinaria
Absuelta en
proceso penal
Absuelta en
proceso penal
9,61 años
Vencedora
parcialmente en
proceso civil
6,66 años
15.3.2006
(rec. 2710/2002)
14.2.2007
(rec. 6378/2002)
3.5.2007
(rec. 1316/2003)
23
9,32
3,43
26.9.2007 (rec.
4767/2003)
1.2.2008
(rec. 4075/2003)
22.4.2008
(rec. 4569/2003)
19.9.2008
(rec. 7412/2004)
9.3.2009
(rec. 8546/2004)
14.5.2010
(rec. 650/2006)
Condenada en
proceso penal
Condenada en
proceso penal
Acusadora en
proceso penal
prescrito
Condenada en
proceso penal
Condenada en
proceso penal
Absuelta en
proceso penal
“más de
17 años”
17,12
años
20 años
“alrededor
de 5 años”
“alrededor
de 5 años”
“más de 7
años”
13 años
3.000
0,48
3.000
0,48
6.010,12
0,82
3.000
0,63
15 años
“alrededor
de 5 años”
¿?
2.000
0,37
10 años
8 años
4.000
1,10
XIII. DAÑOS AL HONOR
No es frecuente, pero a veces ocurre que una Administración pública causa daños
indemnizables al honor55. Un caso típico es el de las notas informativas. La STS, 3ª, Secc. 6ª,
7.2.2007 (rec. 6246/2002, RJ 1745, ponente: Agustín Puente Prieto), por ejemplo, resolvió un
caso en el que el Servicio de Prensa del Ministerio de Interior había emitido una nota por la que
se informaba de la incautación policial de una edición fraudulenta de discos compactos y de la
imputación del actor como autor de un delito, del que no llegó a ser juzgado, pues el juez
instructor archivó las diligencias previas incoadas, por no ser los hechos constitutivos de
infracción penal. Tras diversas vicisitudes procesales, el Tribunal Supremo consideró que la
nota había vulnerado el derecho al honor del demandante, al contener descalificaciones
innecesarias a efectos informativos y que luego fueron contradichas por el Juez penal. El
Tribunal Supremo entendió que los daños materiales sufridos por el actor a raíz de los hechos
descritos no eran indemnizables, pues no nacían de la nota informativa, “sino más bien de la
propia mecánica del mercado y de las reglas de competencia empresarial o, en todo caso, de la
existencia de la denuncia y del procedimiento penal, cuyas actuaciones serían inmediatamente
conocidas por las empresas dedicadas a la misma actividad de la demandante y en competencia
con ella y también por los clientes de dichas empresas”. En cambio, fijó una indemnización de
40.000 € por el daño al honor.
Otro caso típico es el de la imposición ilegal de sanciones que conllevan un reproche
social, un cierto deshonor. En la STS, 5ª, 9.5.1998 (rec. 100/1997, RJ 4950, ponente: José María
Ruiz-Jarabo Ferrán), se declaró el derecho del actor, un comandante de infantería, a ser
indemnizado por el daño moral que le había causado una sanción de cuatro días de arresto
domiciliario impuesta con fundamento en unos hechos que luego se revelaron inexistentes. El
Tribunal Supremo consideró que el arresto, aun siendo por una falta leve, le infligió “una
innegable aflicción moral y un perjuicio y descrédito en la situación profesional del
indebidamente sancionado, que [era] evidente que en aquel momento incidía negativamente en
su honorabilidad como militar al que se le imputaba un comportamiento negligente o
indisciplinado”.
55
Vid. José Luis BERMEJO LATRE, “La Administración y el derecho al honor”, Revista de
Administración Pública, 175, 2008, pp. 396 y ss.
24
Una cuestión interesante que aquí se plantea es la relevancia que para cuantificar la
correspondiente compensación –o incluso la existencia misma de un daño indemnizable– tiene
la repercusión pública que alcanzó la actuación administrativa lesiva del honor.
En la citada STS, 5ª, 9.5.1998, se declara que “la cuantificación de la indemnización hay
que limitarla, única y exclusivamente, a la producida por la anulación de la resolución
sancionadora, sin referencia alguna a la publicidad que dicha resolución haya podido tener en
los medios de comunicación, que no puede determinar un incremento de la indemnización, pues
dicha publicidad es circunstancia ajena a la Administración Militar sancionadora, o al menos
ninguna prueba existe sobre que dicha Administración haya tenido relación alguna sobre las
informaciones que en relación con la sanción en cuestión se produjeron” [la cursiva es nuestra].
En otras Sentencias, en cambio, sí se tiene en cuenta la trascendencia pública de la
actuación administrativa. En la STS, 3ª, Secc. 6ª, 2.11.2006 (rec. 164/2005, RJ 7708, ponente:
Agustín Puente Prieto), por ejemplo, se trataba de un caso en el que se había anulado la sanción
de advertencia impuesta a un magistrado por el Pleno del Consejo del Poder Judicial, sin que
éste hubiese procedido a cancelar la anotación de la sanción en su expediente personal. El
Tribunal Supremo consideró que estos hechos habían causado al actor un daño moral, mas no
indemnizable, principalmente por “el límite de personas a las que pudo trascender la
improcedente constancia de la sanción, el carácter reservado de dicha documentación y el hecho
de que en cualquier caso el expediente en que se hizo constar dicha sanción no produjo efecto
ninguno”. En el fallo puede leerse que “la presente sentencia constituye en sí misma una
satisfacción equitativa suficiente por el eventual daño moral”.
XIV. LA (INEXISTENTE) DEFERENCIA DE LOS TRIBUNALES RESPECTO DE LAS DECISIONES
ADMINISTRATIVAS PREVIAS
Los casos de responsabilidad civil de las Administraciones públicas –o, más exactamente,
aquellos de los que conocen los órganos jurisdiccionales de lo contencioso-administrativo–
tienen una peculiaridad respecto de aquellos en los que el daño ha sido causado por otro sujeto.
Antes de poder acudir a los Tribunales, las víctimas deben reclamar la indemnización ante la
Administración en cuestión, a través de un procedimiento administrativo que ha de servir para
garantizar el acierto y la legalidad de la decisión que se adopte al respecto56, en el que
normalmente emite su opinión un órgano consultivo –supuestamente– independiente57 y que
termina con un acto administrativo por el que se declara o no la existencia de la responsabilidad
y en su caso se determina la compensación procedente, acto que goza de “presunción de
validez” y produce inmediatamente efectos jurídicos vinculantes58. Si los interesados no están
de acuerdo con esta resolución, corren con la carga de impugnarla en vía judicial.
En otros ámbitos, los Tribunales suelen mostrar una cierta deferencia hacia las decisiones
administrativas impugnadas por los afectados. Reconocen a las Administraciones públicas un
56
57
58
Vid. los arts. 142 y 143 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (en adelante, LRJAPPAC).
En el procedimiento ordinario, es preceptivo el dictamen del Consejo de Estado o, en su caso, del
órgano consultivo de la Comunidad Autónoma equivalente cuando las indemnizaciones
reclamadas son de cuantía igual o superior a 50.000 € o a la que se establezca en la
correspondiente legislación autonómica (art. 142.3 LRJAPPAC).
Art. 57.1 LRJAPPAC.
25
cierto margen de discrecionalidad o apreciación para decidir en el caso concreto, normalmente
en aplicación de una disposición normativa que contiene conceptos indeterminados –tales como
“valor real”, “oferta económicamente más ventajosa”, etc.–, de manera que sólo declaran
inválidas sus decisiones cuando resulta suficientemente evidente que han rebasado dicho
margen. Dicha deferencia surge típicamente cuando las Administraciones autoras de los actos
impugnados están mejor situadas –por sus procedimientos de actuación o sus recursos
personales y materiales– que los Tribunales para resolver de la manera más acertada posible un
problema singularmente complejo, y los incentivos de las autoridades administrativas decisoras
para apartarse de la solución que más conviene al interés general son relativamente débiles.
A falta de un estudio empírico sobre el particular, no da la impresión de que los
Tribunales reconozcan a las Administraciones públicas demandadas una deferencia tal a la hora
de apreciar su responsabilidad y fijar la indemnización correspondiente, al menos de manera
explícita. La cuantificación del daño moral constituye ciertamente un problema complejo, pero
no parece que las Administraciones públicas estén significativamente mejor situadas que los
Tribunales para resolverlo. Y, desde luego, resulta obvio que las autoridades administrativas
competentes tienen fuertes alicientes para tomar decisiones sesgadas, tendentes a negar
indebidamente la responsabilidad patrimonial de la Administración, y a otorgar compensaciones
inferiores a las procedentes. Aunque dichas autoridades disparan con pólvora de rey, pagar
indemnizaciones tiene para ellas un importante coste de oportunidad, pues el dinero que
emplean aquí ya no pueden destinarlo a otros usos políticamente más rentables.
XV. LA REVISIÓN EN CASACIÓN DE LA CUANTIFICACIÓN DEL DAÑO MORAL
El Tribunal Supremo es muy reticente a revisar la cuantificación de las compensaciones
por daños morales efectuada por los Tribunales de instancia, lo cual se corresponde con la
deferencia que muestra hacia éstos a la hora de valorar las pruebas59, a la vista de las cuales
dichos daños se evalúan. En sus propias palabras:
“La fijación de la cuantía de la indemnización por los perjuicios morales sufridos, dado su
componente subjetivo, queda reservada al prudente arbitrio del Tribunal de instancia, sin que sea
revisable en casación siempre que éste haya observado los criterios jurisprudenciales de
reparabilidad económica del daño moral y de razonabilidad en su compensación, ya que dicho
recurso de casación… tiene como finalidad someter al conocimiento del Tribunal competente el
examen de la interpretación y aplicación de las normas y de la jurisprudencia realizados por el
Tribunal de instancia, tanto en relación con el proceso cuanto con la cuestión debatida en el mismo
por motivos tasados”60.
La razón que subyace en esta jurisprudencia es que cabe presumir que los Tribunales de
instancia están mejor situados que el Supremo para apreciar las particulares circunstancias
fácticas de cada caso, de las que fundamentalmente depende la cuantificación de los daños:
59
60
Vid. Andrés BETANCOR RODRÍGUEZ, La revisión casacional de la prueba en el contenciosoadministrativo, Civitas, Madrid, 2012.
STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.10.2001 (rec. 5096/1997, RJ 10094, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
Vid. también, entre otras muchas, las SSTS, 3ª, Secc. 6ª, 10.10.2000 (rec. 5078/1997, RJ 7804,
ponente: Juan Antonio Xiol Ríos); 14.3.2007 (rec. 8017/2002, RJ 1750, ponente: Margarita Robles
Fernández); 1.2.2008 (rec. 4075/2003, RJ 954, ponente: José Manuel Sieira Míguez); 22.4.2008
(rec. 4569/2003, RJ 2040, ponente: Margarita Robles Fernández); 19.9.2008 (rec. 7412/2004, RJ
7100, ponente: Margarita Robles Fernández); 3.7.2009 (rec. 334/2009, RJ 6897, ponente: Juan
Carlos Trillo Alonso).
26
En el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.10.2001 (rec. 5096/1997, RJ 10094, ponente: Jesús
Ernesto Peces Morate), la hija de la actora había fallecido al arrojarse desde la ventana de la
habitación que ocupaba en una residencia pública de incapacitados. La recurrente alegaba que la
compensación otorgada por el TSJ de Asturias (2.000.000 pesetas, 12.020,24 €) era
“manifiestamente insuficiente en comparación con lo que el Tribunal Supremo había considerado
razonable para reparar el pretium doloris por la muerte de un hijo en otros casos. El Tribunal
Supremo desestima el recurso, advirtiendo que “aunque el Tribunal de Casación tenga un criterio
distinto al de instancia respecto de la cuantía de la reparación de un concreto perjuicio moral, no
le está permitido corregir la evaluación que hubiese efectuado el Tribunal sentenciador si éste ha
respetado ese único requisito controlable en casación, que es la razonabilidad y la ponderación
de la indemnización fijada en atención a los hechos declarados probados por la propia Sala de
instancia, que en este caso declara… que la hija fallecida se encontraba internada, dada su
oligofrenia severa, en un Centro Psiquiátrico desde el año 1982 cuando contaba con dieciséis años
hasta su fallecimiento en julio de 1993 cuando iba a cumplir los veintiocho, y, si bien es cierto que
quien, al parecer, acudía a visitarla a dicho Centro era sólo la madre, también le ha sobrevivido el
padre, siendo aquélla exclusivamente quien en su propio nombre y derecho ejercita la acción
resarcitoria al estar separada del progenitor de la fallecida, con lo que, por más que esta Sala del
Tribunal Supremo haya señalado en otras supuestos análogos indemnizaciones superiores a la
ahora determinada por la Sala de instancia, hemos de aceptar que la decisión recurrida ha sido
adoptada ponderando las circunstancias concurrentes” [las cursivas son nuestras].
El Tribunal Supremo sólo corrige la cuantificación impugnada cuando la considera
irrazonable, errónea o incoherente con los hechos considerados probados en la propia sentencia
recurrida o estima que vulnera los criterios legales o jurisprudenciales eventualmente
aplicables. Tal ocurre muy de vez en cuando, en “supuestos excepcionales”61, por lo general a
favor de la víctima.
Es, por ejemplo, el caso resuelto por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.5.2005 (rec. 1241/2001, RJ 4903,
ponente: Enrique Lecumberri Martí). Un niño de seis años había sufrido un accidente al caer de un
muro cuando jugaba al “pilla pilla” con un compañero en un colegio, sufriendo graves secuelas
físicas que le producían un grado de invalidez casi absoluta. Para fijar una indemnización de
90.000.000 pesetas (540.910,89 €), el Tribunal de instancia había tomado como referencia
orientativa los baremos establecidos en la legislación de seguros, si bien también había
considerado que algunos de los conceptos previstos en éstos –como los días en que el menor había
estado de baja– no resultaban procedentes en el caso enjuiciado. El Tribunal Supremo estimó
parcialmente el recurso de casación, por entender que los perjuicios derivados de los días de baja
del menor sí debían tenerse en cuenta para cuantificar la indemnización por daño moral,
incrementándola por ello en la cantidad resultante de multiplicar 7.368 pesetas (44,28 €) por día de
baja hospitalaria y 3.158 (18,98 €) por día de baja no hospitalaria.
En el caso enjuiciado por la STS, 3ª, Secc. 6ª, 13.7.2002 (rec. 2524/1998, RJ 7655, ponente: Jesús
Ernesto Peces Morate), la Audiencia Nacional había reconocido una indemnización de 750.000
pesetas (4.507,59 €) en concepto de daños psíquicos causados por la imposición a un militar de
una sanción ilegal de cambio de destino, que le había ocasionado un severo cuadro depresivo por
el que había estado de baja médica durante 679 días. El Tribunal Supremo estimó que la
indemnización no era ponderada y razonable, “pues [resultaba] a razón de 1.104,56 pesetas [6,64
€] por día de baja, lo que no [tenía] parangón con las que de ordinario [señalaban] los Tribunales
de Justicia por día de baja a consecuencia de una enfermedad”. Esta compensación estaba “en los
confines entre lo simbólico y lo real, más próxima a lo primero que a lo segundo, de modo que
[podía] calificarse de inusual y desacostumbrada sin que [existiesen] circunstancias que lo
61
STS, 3ª, Secc. 6ª, 13.7.2002 (rec. 2524/1998, RJ 7655, ponente: Jesús Ernesto Peces Morate).
27
[justificasen], salvo la declaración hecha en la sentencia… de que junto al expediente sancionador
pudo haber otras causas determinantes del desequilibrio psíquico sufrido por el recurrente, pero,
aun aceptando la concurrencia de otras causas en ese resultado, la moderación impuesta por ello,
según lo declarado por la doctrina jurisprudencial… no [permitía] reducir a esa cifra de 750.000
pesetas la indemnización por una enfermedad psíquica tan grave como [era] la depresión, padecida
durante casi dos años al haber sido víctima de una sanción contraria a derecho, aunque otras
circunstancias hubiesen cooperado al desencadenamiento de esa situación patológica de tan larga
duración”.
En el caso decidido por la STS, 3ª, Secc. 4ª, 24.11.2009 (rec. 1493/2008, RJ 8084, ponente:
Enrique Lecumberri Martí), a la actora, como consecuencia de complicaciones ocurridas en el
curso de una interrupción voluntaria del embarazo por malformación grave del feto, se le había
tenido que practicar una histerectomía. El Tribunal de instancia había apreciado un funcionamiento
anormal del servicio sanitario por ausencia del debido consentimiento informado, fijando una
compensación de 6.000 €. El Tribunal Supremo declara que aunque en casación no cabe
“modificar el quantum indemnizatorio fijado por la Sala de instancia, salvo que concurran
especialísimas circunstancias demostrativas de un ostensible y manifiesto error del Tribunal, en el
supuesto que enjuiciamos la indemnización señalada por la sentencia recurrida por el daño moral
es a todas luces insuficiente, pues no comprende o incluye, a fin de obtener una reparación
integral, los perjuicios ocasionados a la recurrente por no concebir más hijos y los sufrimientos
padecidos por aquélla al verse sometida ante tal angustiosa situación”, y establece una
indemnización de 60.000 €.
La STS, 3ª, Secc. 4ª, 12.11.2010 (rec. 5803/2008, RJ 8291, ponente: Santiago Martínez-Vares
García) resolvió otro caso de responsabilidad civil por falta de consentimiento informado en la
asistencia sanitaria. La actora había sido intervenida por una lumbociática y, tras diversas
complicaciones, terminó sufriendo pérdida de sensibilidad en los miembros inferiores, afectación
esfinteriana, canal estrecho lumbar y síndrome de cola de caballo. El TSJ de Madrid había fijado
una indemnización de 6.000 €. El Tribunal Supremo estimó que “la Sentencia [impugnada
incurría] en arbitrariedad porque [carecía] de la menor explicación acerca del por qué de la
cantidad fijada como indemnización” y porque se alejaba “de los criterios establecidos para
supuestos similares” por la jurisprudencia. Teniendo en cuenta las circunstancias del caso y, en
particular, “la trascendencia que para la paciente supuso la ausencia del consentimiento”, “los
antecedentes clínicos de la recurrente y su edad [59 años cuando ocurrieron los hechos]”, cifró la
indemnización en 30.000 €.
Véase, también, la arriba citada STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.10.2011 (rec. 4161/2009, RJ 2012, 1417,
ponente: Enrique Lecumberri Martí), relativa a un caso en el que la madre y la abuela de dos
menores de edad se habían visto privadas de la compañía de éstas.
Véase, asimismo, la STS, 3ª, Secc. 4ª, 3.12.2012 (rec. 815/2012, RJ 2013, 582, ponente: Ricardo
Enríquez Sancho), ya citada, en relación con la relevancia de los baremos y la pérdida de una
oportunidad.
XVI. CONCLUSIÓN
No puede afirmarse que el Tribunal Supremo emplee para cuantificar las compensaciones
por daños morales causados por las Administraciones públicas criterios sustancialmente
distintos a los utilizados cuando semejantes daños han sido ocasionados por sujetos privados.
Cabe sostener, antes bien, que aquí no existen diferencias sistemáticas en uno u otro sentido. En
ambos tipos de casos se observan parecidas prácticas, tendencias y factores, empezando por el
anchísimo margen de discrecionalidad que los jueces suelen auto-concederse a la hora de
28
acometer esta tarea. Ni siquiera cuando se trata de daños que sólo pueden haber sido provocados
por los poderes públicos, como los derivados de la prisión preventiva seguida de absolución, se
aprecian diferencias notables. Las aportaciones creativas puntualmente efectuadas por los
magistrados del orden jurisdiccional contencioso-administrativo respecto de algunos de esos
supuestos, tales como, por ejemplo, la de la “doctrina de la progresión”, no han terminado de
consolidarse como reglas jurisprudenciales aplicables específicamente sólo en este ámbito. Es
probable que ello obedezca a la circunstancia de que la naturaleza administrativa o pública de la
organización causante de un daño moral no justifica que la cuantificación del mismo deba
someterse a un régimen jurídico especial.
XVII. TABLA DE SENTENCIAS
Sentencia
Referencia
Aranzadi
Número de recurso
Magistrado Ponente
STS, 3ª, Secc. 3ª, 16.12.1994
11779/1990
RJ 10047
Benito S. Martínez Sanjuán
STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.2.1995
1902/1991
RJ 1489
Manuel Goded Miranda
STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.4.1997
7888/1992
RJ 4307
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 10.6.1997
905/1993
RJ 4638
Pedro Antonio Mateos García
STS, 5ª, 9.5.1998
100/1997
RJ 4950
José María Ruiz-Jarabo Ferrán
STS, 3ª, Secc. 6ª, 21.1.1999
5264/1994
RJ 937
Francisco González Navarro
STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.2.1999
4614/1995
RJ 1614
Francisco González Navarro
STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.2.1999
6151/1994
RJ 3016
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.3.1999
8172/1994
RJ 3783
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 3.5.1999
1073/1995
RJ 4790
Francisco González Navarro
STS, 3ª, Secc. 6ª, 29.5.1999
1458/1995
RJ 7259
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 12.6.1999
2039/1995
RJ 7283
Jesús Ernesto Peces Morate
STS 3ª, Secc. 6ª, 26.6.1999
2475/1995
RJ 7638
Jesús Ernesto Peces Morate
STS 3ª, Secc. 6ª, 30.6.1999
3901/1995
RJ 6336
Francisco González Navarro
STS, 3ª, Secc. 6ª, 5.2.2000
8960/1995
RJ 2171
Jesús Ernesto Peces Morate
STS 3ª, Secc. 6ª, 13.11.2000
5003/1995
RJ 2001, 142
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 10.10.2000
5078/1997
RJ 7804
Juan Antonio Xiol Ríos
STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.10.2001
5096/1997
RJ 10094
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 13.7.2002
2524/1998
RJ 7655
Jesús Ernesto Peces Morate
STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.1.2003
7499/1998
RJ 2353
Francisco González Navarro
STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.1.2005
4928/2001
RJ 1164
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 27.4.2005
3986/2001
RJ 4977
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.9.2004
61/2004
RJ 5978
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 6ª, 21.10.2004
2830/2000
RJ 7337
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 16.12.2004
2764/2001
RJ 2005, 682
Santiago Martínez-Vares García
29
STS, 3ª, Secc. 6ª, 4.5.2005
1241/2001
RJ 4903
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 6ª, 12.7.2005
552/2004
RJ 5123
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 6ª, 15.3.2006
2710/2002
RJ 5236
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 21.3.2006
263/2002
RJ 5648
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.9.2006
4882/2002
RJ 8813
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 6.10.2006
1892/2002
RJ 7627
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 6ª, 2.11.2006
164/2005
RJ 7708
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 7.2.2007
6246/2002
RJ 1745
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 14.2.2007
6378/2002
RJ 2303
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 14.3.2007
8017/2002
RJ 1750
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 6ª, 3.5.2007
1316/2003
RJ 3159
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.5.2007
5771/203
RJ 5867
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 6ª, 26.9.2007
4767/2003
RJ 7458
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 1.2.2008
4075/2003
RJ 954
José Manuel Sieira Míguez
STS, 3ª, Secc. 4ª, 19.2.2008
2717/2005
RJ 1241
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.4.2008
4569/2003
RJ 2040
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 6ª, 19.9.2008
7412/2004
RJ 7100
Margarita Robles Fernández
STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.1.2009
261/2006
RJ 772
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 9.3.2009
8546/2004
RJ 2134
Luis María Díez-Picazo Giménez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 5.5.2009
10374/2004
RJ 5167
Luis María Díez-Picazo Giménez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 18.6.2009
4730/2007
RJ 6741
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 6ª, 3.7.2009
334/2009
RJ 6897
Juan Carlos Trillo Alonso
STS, 3ª, Secc. 6ª, 18.9.2009
604/2007
RJ 7303
Juan Carlos Trillo Alonso
STS, 3ª, Secc. 4ª, 24.11.2009
1493/2008
RJ 8084
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 6ª, 25.11.2009
6998/2005
RJ 8087
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 24.3.2010
2430/2008
RJ 4526
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 6ª, 14.5.2010
650/2006
RJ 5061
Carlos Lesmes Serrano
STS, 3ª, Secc. 4ª, 31.5.2010
3353/2008
RJ 5444
Celsa Picó Lorenzo
STS, 3ª, Secc. 6ª, 23.6.2010
1640/2006
RJ 5842
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.9.2010
3292/2006
RJ 6851
Luis María Díez-Picazo Giménez
STS, 3ª, Secc. 4ª, 5.10.2010
6417/2008
RJ 6985
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 8.10.2010
4723/2006
JR 7211
Luis María Díez-Picazo Giménez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 20.10.2010
3605/2006
RJ 7415
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 3.11.2010
3857/2006
RJ 8239
Agustín Puente Prieto
STS, 3ª, Secc. 6ª, 12.11.2010
2801/2006
RJ 8300
Juan Carlos Trillo Alonso
STS, 3ª, Secc. 4ª, 12.11.2010
5803/2008
RJ 8291
Santiago Martínez-Vares García
30
STS, 3ª, Secc. 6ª, 22.11.2010
4674/2006
RJ 8620
Carlos Lesmes Serrano
STS, 3ª, Secc. 4ª, 24.11.2010
2430/2008
RJ 4526
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 25.5.2011
5513/2006
RJ 2012, 415
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 4ª, 15.7.2011
5354/2009
RJ 6536
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 4ª, 19.7.2011
353/2010
RJ 6652
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 30.9.2011
3536/2007
RJ 2012, 1034
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 4ª, 7.10.2011
6288/2009
RJ 7510
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 21.10.2011
4161/2009
RJ 2012, 1417
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 4ª, 8.11.2011
6281/2009
RJ 2012, 1997
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 8.11.2011
6935/2009
RJ 2012, 1080
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 22.12.2011
6222/2010
RJ 2012, 3003
Celsa Picó Lorenzo
STS, 3ª, Secc. 4ª, 2.1.2012
5367/2010
RJ 4
Santiago Martínez-Vares García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 17.4.2012
975/2010
RJ 5836
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 24.4.2012
6455/2010
RJ 6205
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 3.5.2012
2389/2011
RJ 6473
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 16.5.2012
3600/2011
RJ 9096
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 22.5.2012
4677/2010
RJ 6925
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 5.6.2012
3079/2011
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Ricardo Enríquez Sancho
STS, 3ª, Secc. 4ª, 6.6.2012
3713/2011
RJ 8247
Enrique Lecumberri Martí
STS, 3ª, Secc. 4ª, 11.6.2012
4061/2011
RJ 7329
Antonio Martí García
STS, 3ª, Secc. 4ª, 11.7.2012
5146/2011
RJ 7816
Celsa Picó Lorenzo
STS, 3ª, Secc. 4ª, 17.7.2012
4066/2011
RJ 8293
Segundo Menéndez Pérez
STS, 3ª, Secc. 6ª, 28.11.2012
4321/2010
RJ 2013, 461
Carlos Lesmes Serrano
STS, 3ª, Secc. 4ª, 3.12.2012
815/2012
RJ 2013, 582
Ricardo Enríquez Sancho
STS, 3ª, Secc. 4ª, 20.11.2012
3470/2011
RJ 2013, 310
Ricardo Enríquez Sancho
1380/2002
JUR 246224
José Luis Terrero Chacón
219/2004
JUR 2006,
122154
Isabel García García-Blanco
1160/2001
JUR 2007,
108690
Ruperto Martínez Morales
15/2003
RJCA 2008, 195
Joaquín Sánchez Ugena
1221/2003
JUR 245529
Victoriano Valpuesta Bermúdez
28/2005
JUR 2010, 79135
Eloy Méndez Martínez
SAN, Cont.-Adm., Secc. 3ª,
18.5.2004
SAN, Cont.-Adm., Secc. 3ª,
10.11.2005
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
5.4.2006
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
7.11.2007
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
7.2.2008
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
22.10.2009
31
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
30.9.2010
STSJ Andalucía, Granada,
Cont.-Adm., Secc. 1ª,
21.1.2013
STSJ Andalucía, Sevilla,
Cont.-Adm., Secc. 3ª,
23.5.2013
STSJ Andalucía, Granada,
Cont.-Adm., Secc. 1ª,
30.9.2013
STSJ Cataluña, Cont.-Adm.,
Secc. 4ª, 30.4.2010
STSJ Cataluña, Cont.-Adm.,
Secc. 4ª, 21.3.2012
STSJ Cataluña, Cont.-Adm.,
Secc. 4ª, 12.12.20012
STSJ Galicia, Cont.-Adm.,
Secc. 3ª, 22.11.2005
STSJ País Vasco, Cont.Adm., Secc. 3ª, 16.11.2006
AAP Sevilla, Civil, Secc. 6ª,
30.12.2005
801/2008
JUR 2012, 6405
Victoriano Valpuesta Bermúdez
515/2004
JUR 183565
José Pérez Gómez
217/2011
JUR 306257
Juan Pedro Jiménez Jiménez
1971/2007
JUR 375632
Beatriz Belindo Sacristán
730/2006
JUR 299140
María Abelleira Rodríguez
103/2009
JUR 209584
Joaquín Borrell Mestre
94/2009
8013/2003
JUR 2013,
196381
JUR 2005,
123942
Joaquín Borrell Mestre
Gonzalo de la Huerga Fidalgo
2253/2000
JUR 2007, 90500
Ricardo Lázaro Perlado
5785/2005
JUR 2006, 33880
Ruperto Molina Vázquez
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