La Pobreza (1ª Parte) Por: Pbro. Dr. Macario Ponce Correa El Señor Jesús es pobre materialmente hablando porque no tiene en donde reclinar su cabeza (Lc. 9, 58); es pobre afectivamente porque su familia es la familia de su Padre (Mc. 3, 34-35); es pobre de sí mismo porque no tiene voluntad propia (Jn. 4,34; Hb. 10,5-7). Más aún, es tan pobre que siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios y se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo (Flp. 2,6). Luego entonces la pobreza entendida, vivida, predicada y exigida a sus discípulos por el Señor Jesús, es algo muy distinto de lo que se predica acerca de la pobreza. De lo expuesto se sigue que la pobreza, como categoría conceptual y como categoría real es el VACIAMIENTO DE SÍ MISMO en todas las dimensiones de la persona humana. Vaciamiento que hace la IRRUPCION del Señor para adueñarse del hombre (Jn. 14, 23). Este vaciamiento del Señor Jesús para ser llenado por el Padre, hace a Jesús ser el pobre de Yahvé por antonomasia, es decir el Anawim: Pobre=Anaw de Yahvé. Y esta misma pobreza radical hace a Jesús el Señor, radicalmente libre; por eso predica la Buena Nueva siempre fresca, siempre actual, como lo quiere su Padre y no teme la persecución de los hombres ni el abandono de sus discípulos “desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (Jn. 6, 66). Ni siquiera teme que lo abandonen aquellos a quienes llamó de manera especial, de forma personal “Jesús dijo entonces a los doce: ¿también ustedes quieren marcharse?” (Jn. 6, 67). No tiene temor a nada porque no se aferra a nada; es libre porque es pobre; y es pobre porque se ha vaciado de todo afecto para depender solamente de su Padre. ¿Cómo se entendió en el pueblo de Israel, cómo evolucionó el concepto y cómo se vivió en la realidad? La Sagrada Escritura presenta a Jesús viviendo una pobreza radical en todas las dimensiones de la pobreza o limitación del hombre: sin voluntad propia, sin familia que no sea hija de Dios, sin propiedades materiales; pero la pobreza radical de Jesús no se puede explicar por motivos ascéticos, ni pensemos tampoco que para darnos ejemplo de cómo se vive la pobreza, sino que fue pobre y vivió la pobreza como consecuencia inmediata de la realidad de la Encarnación; es decir: entró en la intrincesidad de la estructura de la naturaleza del hombre (juzgo que sin tener presente al hombre, sino solamente la radical realidad del hombre), como un ser perdido, necesitado de redención; siendo al mismo tiempo la pobreza misma, camino de redención. La pobreza de Jesús el Señor se expresa de diversas formas: una de esas formas expresivas de la pobreza radical de Jesús es la entrega total al Padre. La mayor pobreza de Jesús el Señor es su total dependencia de su Padre “…Yo no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn. 5, 30). Clara y tajantemente afirma que no busca su gloria, sino la gloria de su Padre “porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn. 6, 38). Tan radicalmente pobre que ni siquiera tiene voluntad propia, voluntad que todo hombre encumbrado o humilde defiende porque entiende que en su voluntad asienta su autonomía que defiende aún ante Dios. Como Jesús no busca su gloria, no habla de sí mismo para alabarse “…Porque yo no he hablado por mi cuenta sino que el Padre, que me ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar” (Jn. 12, 49). Jesús es plenamente consciente de su poder, su poder es divino y lo puede usar cuando él quiera “Todo se hizo por él y sin El no se hizo nada, lo que se hizo” (Jn. 1, 3); sin embargo no quiere usar su poder sino solamente cómo y cuándo quiera su Padre “…Les dijo pues Jesús: cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que yo soy y que no hago nada por mi propia cuenta; sino lo que el Padre me ha enseñado, es lo que hablo” (Jn. 8, 28). Esta pobreza radical de Jesús, Marcos la presenta en acción y decía “Abba-Padre, todo es posible para ti, aparta de mí esta copa (Cáliz), pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc. 14, 36). La carta a los Hebreos, expresa la pobreza del Señor Jesús en términos de obediencia para el Sacrificio “Por eso, al entrar a este mundo dice: “…Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije ¡He aquí que vengo -de mí está escrito en el rollo del Libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad!” (Hb. 10, 5-7). Pero no es solamente su entrega total al Padre, a su Padre, sino también su entrega total a su misión en favor del pueblo de Dios. Su entrega total sin cálculos humanos. El OPUS DEI (La Obra de Dios) lo absorbe de tal manera que no le queda tiempo ni para comer “Él entonces, les dice: vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer” (Mc. 6, 31). Todo el día trabajaba en favor de los hombres y en la noche, muchas noches, se dedicaba a la oración con su Padre “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro se levantó, salió y fue a un lugar solitario y ahí se puso a hacer oración” (Mc. 1, 36). En cuanto amanece, recomienza su trabajo en favor del pueblo “Simón y sus compañeros fueron en su busca, al encontrarlo, le dijeron: Todos te andan buscando” (Mc. 1, 36-37). En alguna ocasión quiso descansar, abordó una barca y se dirigió a un lugar distante, pero al bajar de la barca, “…Mucha gente lo estaba esperando y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc. 6, 34). Por lo tanto, Jesús el Señor se somete totalmente a su Padre. Pero también se entrega sin reserva al servicio del pueblo. Lo que guarda para sí es el tiempo que dialoga con su Padre. Ningún interés mezquino lo mueve al entregarse al servicio del pueblo de Israel.