RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL Y VIUDEDAD (III) José Antonio Serrano García Profesor Titular de Derecho civil INDICE SISTEMÁTICO (continuación) 6 EL CONSORCIO CONYUGAL (continuación) 4 Deudas comunes y privativas 4.1 En general 4.2 Deudas comunes. Contribución 4.3 Responsabilidad provisional de los bienes comunes 4.4 Responsabilidad definitiva de los bienes comunes 4.5 Responsabilidad de los bienes privativos del otro 4.6 Responsabilidad por deudas de adquisición de bienes comunes 4.7 Deudas privativas: cargo y responsabilidad 4.8 Ejecución sobre bienes comunes por deudas privativas 4.9 Relaciones entre patrimonios 4 Deudas comunes y privativas 4.1 En general En materia de deudas comunes y privativas, ha sido preocupación principal de la Ley 2/2003 hacer más explícito y desarrollar el excelente esquema conceptual que sustenta esta materia en la Compilación(arts. 41 a 47 Comp.). En el capítulo II del Título IV del consorcio conyugal, titulado "deudas comunes y privativas" ("pasivo de la comunidad" decía la Compilación), se regulan tanto las deudas comunes como las privativas y la responsabilidad por unas y otras, tanto la interna entre los cónyuges como la externa frente a los acreedores que será meramente provisional cuando no coincida con aquélla; una norma de cierre contempla las relaciones entre los patrimonios conyugales y procura el necesario restablecimiento del equilibrio entre ellos a través de los correspondientes derechos de reintegro o reembolso. En la actualidad el matrimonio ya no restringe la capacidad de obrar de la mujer casada y está establecida la igualdad jurídica de marido y mujer tanto en los aspectos personales como en los patrimoniales, por lo que cuando contrata una persona casada, tanto da que sea el marido como la mujer, ella es la acreedora o deudora y responsable del cumplimiento de la obligación contraída, cuando contrata persona no casada. lo mismo que Y en caso de incumplimiento de la obligación contraída, las garantías patrimoniales de los acreedores no son genéricamente menores que si hubieran contratado con persona no casada, puesto que marido o mujer responden, como mínimo, con todos sus bienes presentes y futuros (art. 1911 CC), es decir, con su patrimonio personal. En principio, el hecho de que los cónyuges sean cotitulares de la masa de bienes comunes no altera lo dicho, porque la masa común carece de personalidad jurídica y no puede ser acreedora o deudora ni responsable personal del cumplimiento de obligación alguna. Pero, por otro lado, es evidente que la masa de bienes comunes existe, porque a ella van a parar determinados bienes y derechos adquiridos por los cónyuges, y que pertenece por mitad (o en la proporción pactada) a los cónyuges; pues bien, esa participación es parte del patrimonio personal de marido o mujer y, por tanto, garantía patrimonial para sus acreedores en caso de incumplimiento de las obligaciones asumidas (art. 42). La situación descrita hasta ahora corresponde a las deudas de uno de los cónyuges que no generan la responsabilidad de todos los bienes comunes (no incluidas, por tanto, en el art. 37), que en parte son del cónyuge no deudor, ni, mucho menos, de los bienes privativos de éste. En principio, la garantía patrimonial de un acreedor de persona casada es la misma que si el deudor no estuviera casado (su patrimonio personal): responden sus bienes privativos (art. 38.1) y los bienes comunes hasta alcanzar el valor de su participación en el consorcio conyugal (art. 42). Pero la garantía patrimonial de los acreedores puede aumentar en función de la calificación de la deuda como de responsabilidad común (junto a los bienes privativos del deudor responden todos los comunes: art. 37) o como carga del matrimonio (responden además, en defecto de bienes comunes, los privativos del otro: art. 38.2). Para que las garantías patrimoniales de los acreedores sean mayores que cuando contratan con persona no casada es preciso justificar que se trata precisamente de una deuda de responsabilidad común o de una carga del matrimonio. Ahora bien, el legislador para favorecer a los terceros de buena fe hace responder a los bienes comunes incluso de deudas que en la relación interna pueden ser privativas del cónyuge deudor (art. 37.1), a los acreedores les basta probar que se trata de una deuda de esa naturaleza. Por tanto, la responsabilidad frente a terceros, externa o erga omnes, no siempre corresponderá con la definitiva, interna o inter partes, bien, como se acaba de decir, porque la deuda pagada con bienes comunes era sólo provisionalmente común y a cargo de reembolso (art. 37.1 y letra b) del 44.3), bien, por otra parte, porque la deuda pagada con bienes privativos (art. 38.1) era internamente consorcial. En ambos casos se generan los correspondientes derechos de reembolso o reintegro (art. 44). No obstante, los cónyuges tienen a su alcance la posibilidad de evitar acudir a los reembolsos y reintegros haciendo que la responsabilidad interna coincida con la externa: si la deuda es de cargo del patrimonio común, pagándola con bienes comunes, y si es privativa del marido o la mujer pagándola con sus bienes privativos. El apartado 3 del art. 37 ha dispuesto que "de las deudas contraídas por ambos cónyuges responden siempre los bienes comunes junto a sus privativos". Parece que, aunque se demande a uno sólo (por el todo o por su parte, según haya o no solidaridad de conformidad con las reglas generales), responden también todos los bienes comunes, aunque la deuda sea internamente privativa. Por último conviene recordar que la responsabilidad prevista en la Compilación para las deudas de los cónyuges no se ve alterada por la situación de separación de hecho (cfr. art. 1368 CC), y sí por las medidas previas o provisionales por demandas de nulidad, separación y divorcio (arts. 102, 103 y 104 Cc.). 4.2 Deudas comunes. Contribución El artículo 36 de la Ley 2/2003, que enumera las deudas que constituyen el pasivo definitivo del consorcio, carece de significación para los terceros salvo a través de lo dispuesto en los apartados 2 y 3 del artículo 37 y en el artículo 38, que son los que establecen la responsabilidad de los bienes comunes y privativos frente a terceros. El precepto enuncia y enumera las deudas que son de cargo del patrimonio común, con independencia de si han sido contraídas por el marido o la mujer o por ambos; la responsabilidad externa está en otros artículos y no siempre es la misma, depende de si la actuación es individual o conjunta y de si la deuda común es o no de las de la letra a) (cargas del matrimonio); pero siempre que no haya sido pagada con bienes comunes se originará el derecho al reintegro del importe actualizado de los bienes privativos empleados en su pago (letra b) del art. 44.2). En la letra a) se dice que son de cargo del patrimonio común "las atenciones legítimas de la familia y las particulares de cada cónyuge, incluso la crianza y educación de los hijos de uno solo de ellos que convivan con el matrimonio". La formulación coincide con la del art. 41.1º de la Compilación excepto en un punto: se han situado en la letra d) del apartado 1 del artículo 36 los gastos de crianza y educación de los hijos de uno solo de los cónyuges que no convivan con el matrimonio. Es un cambio de gran importancia porque implica que de tales deudas ya no responde solidariamente el patrimonio privativo del cónyuge no progenitor (art. 38.2), lo extralimitación deL texto anterior. cual era una clara Este apartado está referido a las denominadas "cargas del matrimonio" o deudas contraídas en la satisfacción de las necesidades familiares (arts. 5 y 7). Entre ellas cabe citar las atenciones de la familia como grupo humano (incluidas las propias de la economía del hogar), las atenciones particulares de los cónyuges y de los hijos ("crianza y educación"), siempre que unas y otras sean "legítimas", término que comprende no sólo las normales u ordinarias, sino todas las acordes a la fortuna, posición social, usos y costumbres de la familia, incluidos, obviamente, los gastos extraordinarios pero convenientes, urgentes o necesarios. La crianza y educación (legítima) que constituye carga del matrimonio es tanto la de los hijos comunes (en todo caso) como la de los hijos de uno sólo de los cónyuges, pero para estos últimos sólo si conviven con el matrimonio, y dura hasta que pueda entenderse que ha terminado su crianza y educación. Las deudas comunes enunciadas en las letras b) ("réditos e intereses normales devengados durante el consorcio por las obligaciones de cada cónyuge") y c) ("las atenciones de los bienes privativos propias de un diligente usufructuario") suelen agruparse bajo la sugerente denominación de "cargas usufructuarias" para dar a entender que son gastos comunes en justa correlación con la atribución al patrimonio común de los frutos de los bienes privativos y de lo ganado por los cónyuges con su trabajo o actividad (en especial, letras d) y f) del art. 37.1). Junto a los "réditos" (renta o contraprestación por la posesión y disfrute de bienes ajenos) e "intereses" (precio del capital prestado), hay que incluir las pensiones en los censos, el canon en las minas, el pago de impuestos y contribuciones periódicas que gravan el rendimiento de los bienes privativos o las ganancias obtenidas por los cónyuges; en todo caso, la comunidad sólo soporta este tipo de gastos cuando son "normales" (proporcionados a los beneficios obtenidos por el consorcio) y "devengados durante el consorcio". Entre las atenciones de los bienes privativos propias de un diligente usufructuario se incluyen los gastos de producción de frutos, los necesarios para la guarda y conservación de los bienes (cfr. arts. 356, 474 y 500 CC), pero además las reparaciones extraordinarias y las mejoras que acometería, sin obligación, un usufructuario diligente. En la letra d) se dice que son de cargo del patrimonio común "los alimentos legales entre parientes debidos por cualquiera de los cónyuges, así como la crianza y educación de los hijos de uno solo de los cónyuges no incluida en el apartado a)". En comparación con el núm. 4º del art. 41 de la Compilación, la nueva fórmula precisa que se trata de los alimentos legales "entre parientes", es decir, los regulados en los arts. 142 y ss del Código civil a favor de descendientes, ascendientes y hermanos; establece también la oportuna conexión con la letra a) y deja claro que la crianza y educación de los hijos de uno solo de los cónyuges cuando no conviven con el matrimonio, no es deuda de las de la letra a), pero sigue siendo en todo caso deuda a cargo del patrimonio común, sin la excepción que la Compilación estableció en 1985 respecto de los hijos adulterinos, de cuya constitucionalidad cabía dudar. Los alimentos debidos a los hijos (comunes o de uno solo de los cónyuges que convivan con el matrimonio), en tanto puedan considerarse propios de la "crianza y educación legítima" son cargas incluidas en la letra a), de manera que los considerados en la letra d) son los debidos a cualquier hijo después de finalizada su crianza y educación La letra e), que mejora la redacción del núm. 4º del art. 41 Comp. y añade la remisión a la letra a) del art. 37.1, contiene un apartado residual de gran amplitud en el que tiene cabida "toda deuda del marido o la mujer contraídas en el ejercicio de una actividad objetivamente útil a la comunidad, aunque no haya redundado en beneficio común, o en el ejercicio de cualquier otra actividad, pero en éste caso sólo hasta el importe del beneficio obtenido con ella por el consorcio. Son actividades objetivamente útiles al consorcio las de la letra a) del apartado 1 del artículo siguiente". Y, por tanto, si desarrollamos la remisión, son ejemplos de actividades objetivamente útiles a la comunidad, de las que resultarán deudas de cargo del patrimonio común, aunque la actividad no haya redundado en ese ejercicio u ocasión en beneficio común, el ejercicio por cada cónyuge de sus facultades de administración y disposición de los bienes comunes o de administración ordinaria de los suyos propios, así como la explotación regular de sus negocios o el desempeño corriente de su profesión. Puede afirmarse, como hace la AP Zaragoza S 393/1998 de 22 Junio 1998, que el sistema de responsabilidad delineado por el Código de comercio no coincide con el que se deduce de la Compilación aragonesa para el mismo supuesto de deudas contraídas en el ejercicio del comercio por persona casada. Es de aplicación preferente el de la Compilación: las deudas de comercio -que comprenden toda deuda que esté relacionada con la actividad mercantil del cónyuge deudor o pertenezca al giro o tráfico de su empresa, como son las derivadas de compras a los proveedores- derivadas de un ejercicio ordinario, normalmente redundan en beneficio común, o, al menos proceden de actividades tendencialmente útiles a la comunidad, por lo que son a cargo del consorcio conyugal (art. 41 Comp.); en defecto de bienes comunes, la responsabilidad definitiva es exclusiva del cónyuge que contrajo la deuda. Véanse TSJ Aragón Civil y Penal S 20 Diciembre 1996, S 6 Octubre 1999 y 9 Mayo 2000 -reinversión de parte de los beneficios de la farmacia privativa en su mejora-; AP Zaragoza S 661/1992 de 21 Abril 1992 y S 514/1996 de 17 Septiembre 1996). Sin embargo, como dice el apartado 2 del art. 36, de aplicación general a todas las deudas del apartado 1, "no son de cargo del patrimonio común las deudas del apartado anterior contraídas por un cónyuge con intención de perjudicar al consorcio o con grave descuido de los intereses familiares." Lo dicho en el apartado 2 no impide considerar de cargo del patrimonio común la deuda contraída en el ejercicio de actividades, objetivamente útiles al consorcio o no, incluso con intención de perjudicar a éste o con grave descuido de los intereses familiares, pero en tales casos sólo hasta el importe del beneficio obtenido con ellas por el consorcio. Así, por ejemplo, si en el juego se han gastado por valor de 50 pero se ha ganado por valor de 30, sólo 20 podrán ser considerados deuda privativa (salvo que pueda calificarse esa pérdida como atención legítima de la letra a). Esta idea es la que subyace también en la letra f), inexistente en la Compilación, que hace de cargo del patrimonio común "las indemnizaciones debidas por daños a terceros, si bien los causados con dolo o culpa grave, únicamente hasta el importe del beneficio obtenido con la actividad en la que se causó el daño." Las deudas del apartado 1 pueden proceder tanto de actuaciones contractuales como extracontractuales (cfr. art. 1366 CC), y la responsabilidad definitiva del patrimonio común se produce siempre que la intervención del cónyuge deudor haya sido de buena fe y guardando la diligencia debida, de modo que sólo si hay dolo o culpa grave (y en cuanto no redunden, pese a ello, en beneficio común) no serán de cargo del patrimonio común. Pero podrán ser de responsabilidad provisional de los bienes comunes si se hallan incluidas entre las del apartado 1 del art. 37. Contribución en defecto de bienes comunes Las deudas enunciadas en el apartado 1 del art. 36 son de cargo del patrimonio común al que los cónyuges contribuyen con la remuneración de su trabajo, los rendimientos de sus capitales, los frutos de sus bienes y con otros ingresos que tengan la consideración de bienes comunes de conformidad con lo dicho en el art. 28. Mientras haya bienes comunes, por tanto, no hay problema de contribución pues ésta viene determinada por las reglas del activo que indican qué bienes son comunes o privativos. ¿Cómo es la contribución a las deudas de cargo del patrimonio común cuando no hay bienes comunes? La respuesta es doble y depende del tipo de deuda común de que se trate. a) Para las deudas de la letra a) del apartado 1 del artículo 36 y para aquellas otras que el cónyuge que las contrajo demuestre que proceden de una actividad que, efectivamente, haya redundado en beneficio común, dice el artículo 39 que, "en defecto de bienes comunes, en la relación interna, los cónyuges contribuirán por mitad, o en la proporción pactada". La posibilidad de pacto concuerda con el apartado 2 del art. 5, pero en su defecto la contribución no es proporcional sino por mitad. b) Para las restantes deudas del apartado 1 del artículo 36, en defecto de bienes comunes, es el cónyuge deudor quien tiene que soportar definitivamente el gasto, si bien conservará el derecho de reintegro contra el patrimonio común si recupera la solvencia. 4.3 Responsabilidad provisional de los bienes comunes frente a terceros de buena fe Como dice el Preámbulo de la Ley 2/2003, "el artículo 36, que enumera las deudas que constituyen el pasivo definitivo del consorcio, carece de significación para los terceros salvo a través de lo dispuesto en el apartado 2 del artículo 37. Es en este artículo 37 donde se relacionan las deudas que, aun contraídas por uno solo de los cónyuges, comprometen frente a terceros el patrimonio común. Como puede verse, respecto de terceros de buena fe, se amplía considerablemente la responsabilidad patrimonial del deudor cuando está casado en régimen de consorcio, pues pueden cobrarse, en definitiva, sobre bienes que sólo en parte corresponden a su deudor la mayor parte de las deudas contraídas ordinariamente por las personas casadas, aun aquéllas que en la relación interna son privativas de acuerdo con los artículos 36 y 41. Bien es verdad que, sin esta ampliación de responsabilidad, los acreedores no les concederían crédito de buen grado, pues no podrían embargar simplemente la cuota del deudor en el consorcio." Por tanto, la responsabilidad de los bienes comunes frente a terceros puede ser meramente provisional y con derecho a reembolso contra el patrimonio del cónyuge que contrajo la deuda que internamente es privativa; pero la responsabilidad externa de los bienes comunes puede ser también definitiva, sin derecho a reembolso, cuando la deuda pagada con ellos es de las de cargo del patrimonio común. El primer tipo de responsabilidad, aunque sin emplear la terminología de responsabilidad provisional, viene posibilitado por el apartado 1 del artículo 37, según el cual, "frente a terceros de buena fe, los bienes comunes responden siempre del pago: a) De las deudas que cada cónyuge contrae en el ejercicio, incluso sólo aparente, de sus facultades de administración o disposición de los bienes comunes o de administración ordinaria de los suyos propios, así como en la explotación regular de sus negocios o en el desempeño corriente de su profesión. b) De las indemnizaciones por daños a terceros causados en el ejercicio de una actividad objetivamente útil a la comunidad, aun por dolo o culpa grave." La norma tiene su precedente en el artículo 42 de la Compilación cuyo texto conserva sustancialmente, con algunos añadidos clarificadores, en la letra a); en cambio la letra b) es enteramente nueva. Véanse TSJ Aragón Civil y Penal S 20 Diciembre 1996 y S 6 Octubre 1999. Los bienes comunes responden siempre, aunque la deuda sea internamente privativa, pero para ello se requiere que los terceros sean de buena fe y la deuda una de las enunciadas en las letras a) y b). Los terceros serán de buena fe cuando, confiados en la apariencia, crean en la regularidad y legitimidad de la actuación del cónyuge contratante, sin que hayan apreciado o podido apreciar que actuaba con intención de perjudicar al consorcio, con grave descuido de los intereses familiares o con extralimitación de facultades. Cuando lo creído por los terceros de buena fe coincida con la realidad, la responsabilidad de los bienes comunes será definitiva porque la deuda será de cargo del patrimonio común (art. 37.2). El tercero ha de probar que, al menos aparentemente, la deuda contraída es de las enunciadas en las letras a) o b). La letra a) se refiere al ejercicio de actividades que son objetivamente útiles al consorcio, según dice el final de la letra e) del art. 36.1, y que el tercero ha de creer que son de cargo del patrimonio común por no ser aplicable el apartado 2 del art. 36. También ha de creer el tercero, en su caso, que la deuda es propia de la administración "ordinaria" de los bienes propios, de la explotación "regular" de sus negocios o del desempeño "corriente" de su profesión. Si en el ejercicio de una actividad cualquiera un cónyuge causa sin culpa grave daños a terceros, responden definitivamente los bienes comunes de la indemnización debida, y cuando han sido causados con dolo o culpa grave únicamente hasta el importe del beneficio obtenido por la actividad en la que se causó el daño (letra f) del art. 36.1 y art. 37.2). Cuando el daño se ha causado en una actividad de las objetivamente útiles a la comunidad, lo que tendrá que demostrar el tercero de acuerdo con las apariencias, responden ilimitadamente los bienes comunes aunque el daño se haya causado por dolo o culpa grave. El dolo o culpa grave hace que la indemnización sea internamente privativa en cuanto exceda del importe del beneficio obtenido con la actividad en la que se causó el daño. Las deudas contraídas en el ejercicio del comercio por persona casada no se rigen por lo dispuesto en los arts. 6 a 12 del Ccom., que son normas meramente complementarias de las de la sociedad de gananciales del Código civil (cfr. art. 1365, i. f.), sino que se les aplica la Ley 2/2003 y se rigen por lo dispuesto en el 37.1 para los terceros de buena fe, o por la letra e) del art. 36.1 en relación con el 37.2 cuando se prueba que son deudas definitivamente comunes; en última instancia, por lo previsto en el art. 42 cuando son privativas y falta la buena fe de los acreedores, por lo que ya no procede la responsabilidad provisional de los bienes comunes. Además de lo dicho por el apartado 1 del art. 37 hay que tener presente que "los bienes privativos de cada cónyuge responden en todo caso de las deudas por él contraídas" (art. 38.1), y que "de las deudas contraídas por ambos cónyuges responden siempre los bienes comunes junto a sus privativos" (art. 37.3). Esta es una responsabilidad frente a terceros que si no coincide con la responsabilidad interna dará lugar al oportuno derecho de reintegro o reembolso. A efectos procesales es de aplicación, con las necesarias adaptaciones terminológicas, lo dispuesto en el art. 541 de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Así, no se despachará ejecución frente al consorcio conyugal (apartado 1), que carece de personalidad jurídica y la LEC no le ha dotado de legitimación procesal. Cuando la ejecución (de sentencia o de otro título ejecutivo) se siga a causa de deudas contraídas por uno de los cónyuges, pero de las que deban responder los bienes comunes de conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra el cónyuge deudor (lo que no excluye la posibilidad de demandar a ambos: art. 538 LEC), pero el embargo de bienes consorciales habrá de notificarse al otro cónyuge, dándole traslado de la demanda ejecutiva y del auto que despache ejecución a fin de que, dentro del plazo ordinario (diez días siguientes a la notificación de dicho auto: art. 556 LEC), pueda oponerse a la ejecución. La oposición a la ejecución podrá fundarse en las mismas causas que correspondan al ejecutado y, además, en que los bienes comunes no deben responder de la deuda por la que se haya despachado la ejecución. Cuando la oposición se funde en esta última causa, corresponderá al acreedor probar la responsabilidad de los bienes comunes. Si no se acredita esta responsabilidad, el cónyuge del ejecutado podrá hacer uso de cualquiera de las alternativas previstas en el artículo 43 Ley 2/2003. Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones económicas no extingue el derecho expectante de viudedad del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial, parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común o privativo al menos diez días hábiles antes de la celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo por no ser deudas de las enunciadas en el apartado anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en bienes gananciales" (art. 99.2). Con lo cual, el procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad y, lo que es más importante, también en el embargo de bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una de las enunciadas en el apartado 1 del 99. 4.4 Responsabilidad definitiva de los bienes comunes frente a terceros Dice el apartado 2 del artículo 37 que "también responden los bienes comunes frente a terceros por las deudas enunciadas en el apartado 1 del artículo 36 contraídas por uno solo de los cónyuges." Hay que entender que responden los bienes comunes frente a terceros por las deudas del art. 36.1 siempre que éstos prueben que la deuda es de cargo del patrimonio común por ser una de las deudas en él enunciadas y no resultar de aplicación lo previsto en el apartado 2, es decir que no se trata de deuda contraída con la intención de perjudicar al consorcio o con grave descuido de los intereses familiares. Aquí no basta con ser de buena fe y creer confiado en la apariencia que la deuda es de las comunes del art. 36: hay que probar que efectivamente lo es. La buena fe evita demostrar que la deuda es de cargo del patrimonio común en los supuestos del apartado 1 del art. 37 en los que basta probar la buena fe del acreedor y el ejercicio por parte del cónyuge deudor, incluso sólo aparente, de una actividad objetivamente útil al consorcio. En este caso, la responsabilidad de los bienes comunes frente a terceros puede ser meramente provisional si la deuda resulta ser internamente privativa y se genera, por ello, el correspondiente derecho de reembolso. Pero no siendo así, la responsabilidad externa de los bienes comunes coincidirá con la interna, por lo que resultarán de aplicación tanto el apartado 1 como el 2 del art. 37. Junto a los bienes comunes responden de las deudas de cargo del patrimonio común los privativos del cónyuge que las ha contraído (art. 38.1), pero con derecho a reintegro contra el patrimonio común (letra b) del art. 44.2). Responderán frente a terceros los bienes privativos de ambos cónyuges si estas deudas han sido contraídas conjuntamente (art. 37.3), con derecho de reintegro contra el patrimonio común por lo pagado por cada uno con sus bienes privativos. A efectos procesales es de aplicación, con las necesarias adaptaciones terminológicas, lo dispuesto en el art. 541 de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Así, no se despachará ejecución frente al consorcio conyugal (apartado 1), que carece de personalidad jurídica y la LEC no le ha dotado de legitimación procesal. Cuando la ejecución (de sentencia o de otro título ejecutivo) se siga a causa de deudas contraídas por uno de los cónyuges, pero de las que deban responder los bienes comunes de conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra el cónyuge deudor (lo que no excluye la posibilidad de demandar a ambos: art. 538 LEC), pero el embargo de bienes consorciales habrá de notificarse al otro cónyuge, dándole traslado de la demanda ejecutiva y del auto que despache ejecución a fin de que, dentro del plazo ordinario (diez días siguientes a la notificación de dicho auto: art. 556 LEC), pueda oponerse a la ejecución. La oposición a la ejecución podrá fundarse en las mismas causas que correspondan al ejecutado y, además, en que los bienes comunes no deben responder de la deuda por la que se haya despachado la ejecución. Cuando la oposición se funde en esta última causa, corresponderá al acreedor probar la responsabilidad de los bienes comunes. Si no se acredita esta responsabilidad, el cónyuge del ejecutado podrá hacer uso de cualquiera de las alternativas previstas en el artículo 43 Ley 2/2003. Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones económicas no extingue el derecho expectante de viudedad del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial, parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común o privativo al menos diez días hábiles antes de la celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo por no ser deudas de las enunciadas en el apartado anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en bienes gananciales" (art. 99.2). Con lo cual, el procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad y, lo que es más importante, también en el embargo de bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una de las enunciadas en el apartado 1 del 99. 4.5 Responsabilidad de los bienes privativos del otro Los bienes privativos del cónyuge no deudor no responden de las deudas contraídas por el otro, nunca si son privativas y tampoco, como regla, si son de cargo del patrimonio común. Hay, sin embargo, un supuesto especial de deudas de cargo del patrimonio común que, aún contraídas por uno solo de los cónyuges, generan también la responsabilidad de los bienes privativos del otro. Son las deudas contraídas por un cónyuge para satisfacer las atenciones señaladas en la letra a) del apartado 1 del artículo 36 (atenciones legítimas de la familia y las particulares de cada cónyuge, incluso la crianza y educación de los hijos de uno solo de ellos que convivan con el matrimonio), de las cuales responden frente a terceros los bienes comunes (art. 37) y los privativos del cónyuge que las contrajo (art. 38.1) y, en defecto de bienes comunes, también el patrimonio privativo del otro (art. 38.2). Esta responsabilidad de los bienes privativos del cónyuge que no contrajo la deuda hay que ponerla en relación con lo dispuesto en el art. 7, que es norma general de carácter imperativo. En él se dice que "marido y mujer responden solidariamente, frente a terceros de buena fe, de las obligaciones contraídas por uno de ellos para atender a la satisfacción de las necesidades familiares". Cabe entender que frente a terceros responden todos los bienes de los cónyuges sin distinción, pero que el cónyuge que no contrajo la obligación puede evitar que la responsabilidad se haga efectiva sobre sus bienes privativos mientras existan bienes comunes suficientes; derecho del que carece el otro cónyuge. Por otra parte, parece que si los terceros son de buena fe y, por ello, creen que se trata de deuda para la satisfacción de necesidades familiares, responden todos los bienes de los cónyuges, también los del otro, aunque internamente no se pueda considerar como carga del matrimonio. En cualquier caso, se paritaria, sino accesoria que contrajo la deuda es obligado al cumplimiento, trata de una solidaridad no o dependiente porque el cónyuge el deudor principal y el único mientras que el otro cónyuge es un deudor solidario que responde si el deudor principal no cumple y una vez agotados los bienes comunes. El régimen se completa con el deber de los hijos, cualquiera que sea su edad y mientras convivan con sus padres, de contribuir equitativamente a la satisfacción de las necesidades familiares (art. 5.3). 4.6 Responsabilidad por deudas de adquisición de bienes comunes La norma del artículo 40 Ley 2/2003 es una novedad inspirada en el art. 1370 del Código civil. Dice esta norma que "el bien común adquirido por uno de los cónyuges sin el consentimiento del otro responde, en todo caso, del precio aplazado y demás gastos de adquisición pendientes de pago". Es una previsión útil que viene a completar el sistema de responsabilidad de los bienes comunes frente a terceros. Sin el consentimiento del otro, uno de los cónyuges puede obligarse válida y eficazmente, también tiene amplias facultades de administración y disposición de los bienes comunes, en particular del dinero y demás bienes muebles que posea o se hallen a su nombre. No hay duda, por tanto, de que, sin el consentimiento del otro, puede adquirir bienes y pagarlos con fondos comunes, en todo o en parte. Los bienes adquiridos a título oneroso por cualquiera de los cónyuges a costa del caudal común ingresan en el patrimonio común. Y, como ha precisado la letra c) del art. 28.1, "si el precio ha quedado aplazado en todo o en parte, serán comunes, salvo que la totalidad del precio se satisfaga con dinero privativo". El supuesto de hecho de la norma del art. 40 es precisamente de bienes comunes adquiridos a plazos y/o con gastos de adquisición pendientes de pago. ¿Qué bienes responden de estas deudas? Si se prueba que la adquisición del bien, aún producida sin el consentimiento del otro, es un gasto que puede ponerse a cargo del patrimonio común por hallarse incluido entre las deudas enunciadas en el art. 36.1, responden los bienes comunes (art. 37.2) y los privativos del que lo compró (art. 38.1); incluso podrían responder los privativos del otro si el bien se ha adquirido para satisfacer atenciones familiares de la letra a) del art. 36.1 (art. 38.2). En esta hipótesis, el bien adquirido, en cuanto bien común que es, responde siempre. Pero la falta del consentimiento del otro puede ser debida a que la adquisición del bien no es necesaria o es contraria a las decisiones sobre la economía familiar (art. 4) o realizada con intención de perjudicar al consorcio o con grave descuido de los intereses familiares (art. 36.2), en cuyo caso los gastos pendientes, aunque el bien sea común, ya no serán de cargo del patrimonio común y, por tanto, ya no será aplicable el apartado 2 del art. 37 que establece la responsabilidad definitiva de los bienes comunes frente a terceros. Por esta vía, no responderían los bienes comunes. Ahora bien, si el acreedor es de buena fe, desconoce la falta de regularidad o legitimidad de la adquisición a nivel interno, y cree y prueba que esa adquisición es un acto propio del ejercicio, incluso sólo aparente, de las facultades de administración o disposición de los bienes comunes que tiene el cónyuge adquirente, o propio de otra actividad objetivamente útil a la comunidad, responden del pago los bienes comunes, y también el bien adquirido, por aplicación del apartado 1 del art. 37. Si por ser la deuda privativa a efectos internos la responsabilidad de los bienes comunes es sólo provisional, habrá derecho a reembolso (letra b) del art. 44.3). Según lo dicho hasta ahora, ninguna necesidad hay de una norma como la del artículo 40; pero también puede suceder que los acreedores no sean de buena fe, por conocer la intención del cónyuge de perjudicar al consorcio o advertir el grave descuido de los intereses familiares que el acto representa, o que no puedan demostrar que el acto es propio de la explotación "regular" de sus negocios o del desempeño "corriente" de su profesión, etc. En tal supuesto, tampoco habría lugar a la responsabilidad provisional de los bienes comunes ex art. 37.1. La deuda sería privativa y de ella responderían frente a los terceros los bienes privativos del cónyuge deudor y bienes comunes hasta agotar el valor de su participación en el consorcio (art. 42). No habría una responsabilidad específica del bien común adquirido. Este pequeño hueco es el que viene a cubrir la norma del art. 40: el bien adquirido por uno de los cónyuges sin el consentimiento del otro responde, en todo caso, del precio aplazado y demás gastos de adquisición pendientes de pago. Por último, conviene tener presente lo que dispone el artículo 57 Ley 2/2003 para las adquisiciones de bienes comunes por uno solo de los cónyuge contra la voluntad del otro: por solicitud de este último al liquidarse el consorcio el bien adquirido se integrará en el patrimonio privativo del adquirente, reembolsando al patrimonio común el valor actualizado del precio y demás gastos de la adquisición. 4.7 Deudas privativas: cargo y responsabilidad Opuestamente a lo que sucede en el activo, donde todos los bienes que no se justifique que son privativos tienen la consideración de comunes, en el pasivo todas las deudas de los cónyuges que no se pruebe que son de cargo del patrimonio común serán internamente privativas, y, frente a los terceros, toda deuda que no genere la responsabilidad, incluso sólo provisional, de los bienes comunes será externamente privativa. No hay, por tanto, una presunción de comunidad de las deudas conyugales. a) Relación interna Deudas privativas, en la relación interna, son todas las que no pueden encuadrarse en la enumeración de deudas de cargo del patrimonio común del artículo 36 y, en particular, las anteriores al consorcio, así como las deudas y cargas por razón de sucesiones y donaciones (art. 41). Ha desaparecido el especial tratamiento que la Compilación daba a las deudas anteriores al matrimonio y a las por razón de sucesiones y donaciones, que tenía su fundamento en el principio de comunicación al consorcio de los bienes muebles, fundamento que ha desaparecido con la Ley 2/2003. Desaparecida la especialidad, estas deudas pasan a ser ejemplo típico de deudas privativas. Otros ejemplos de deudas privativas pueden ser: las atenciones de la familia y las particulares de los cónyuge y los hijos que no puedan considerarse "legítimas"; los réditos o intereses "anormales" de las obligaciones de cada cónyuge; las atenciones de los bienes privativos "impropias" incluso de un diligente usufructuario; las deudas derivadas de actuaciones dolosas, gravemente negligentes o fraudulentas; las derivadas del ejercicio de facultades de administración o disposición de los bienes comunes contrario a las decisiones sobre la economía familiar; los gastos de la administración extraordinaria de los bienes propios; los gastos "irregulares", "no corrientes" o extraordinarios de los negocios o del desempeño de la profesión; las pérdidas no moderadas del juego, lícito o ilícito (La TSJ Aragón Civil y Penal S 25 Noviembre 1998 considera que las deudas del juego son deudas privativas); las expensas del enterramiento, etc. En la relación interna, estas deudas son de cargo del patrimonio privativo del cónyuge deudor y, faltando o siendo insuficiente, disminuyen su participación en el consorcio porque el valor actualizado de los bienes comunes empleados en el pago de deudas privativas se imputa en la participación del cónyuge deudor hasta que los reembolse, y se tiene en cuenta para ulteriores reclamaciones de acreedores privativos, como dice el apartado 2 del art. 42. b) Relación externa Para los terceros sólo tienen el tratamiento de privativas las deudas distintas de las enunciadas en el artículo 37, y ya se ha dicho que tanto por las deudas del apartado 1 como por las del 3 de este artículo se genera siempre la responsabilidad de los bienes comunes aunque la deuda pueda ser internamente privativa, originándose en tal caso el correspondiente derecho de reembolsos a favor del patrimonio común. Es un ámbito notablemente reducido, en que no se aprecia razón alguna para favorecer los intereses de los acreedores en perjuicio de los del cónyuge no deudor. Los acreedores cuentan como mínimo con las mismas garantías patrimoniales que tendrían si contrataran con persona no casada o casada en régimen de separación de bienes. La Compilación, en las huellas de una tradición histórica que dejaba a salvo la parte correspondiente a la mujer cuando las deudas de su marido habían sido contraídas «en su propio provecho, con ocasión de vicios, afianzando a favor de otros o con propósito conocido de perjudicar a aquélla», previó en su artículo 46 un mecanismo por el que había de quedar siempre a salvo el valor que en el patrimonio común corresponde al cónyuge no deudor. Dicha norma ha sido sustancialmente mantenida, con alguna pequeña modificación con finalidad clarificadora, en el apartado 1 del artículo 42 que dice así: "De las deudas contraídas por un cónyuge distintas de las enunciadas en el artículo 37 responden en primer lugar los bienes privativos del cónyuge deudor y, faltando o siendo éstos insuficientes, los bienes comunes, a salvo siempre el valor que en ellos corresponde al otro cónyuge, así como los preferentes derechos de los acreedores por deudas comunes". Ahora bien si, pese a las posibilidades de cobrar y pagar una deuda de responsabilidad común con bienes consorciales, resulta que la deuda ha sido de hecho pagada con bienes privativos, habrá lugar al correspondiente derecho de reintegro contra la masa común si la deuda es de cargo del consorcio. En tales casos, la responsabilidad de los bienes privativos es meramente provisional. Faltando o siendo insuficientes los bienes privativos del deudor, la responsabilidad se extiende limitadamente a los bienes comunes, porque hay que dejar siempre a salvo el valor que en el patrimonio común corresponde al otro cónyuge, así como los preferentes derechos de los acreedores consorciales. La carga de la prueba de la insuficiencia de los bienes privativos del deudor no puede hacerse recaer sobre los acreedores privativos, pues no existe un derecho previo de excusión en favor de la masa consorcial, ni la afección de ésta viene condicionada a una previa demostración de la insuficiencia de los bienes privativos por parte del acreedor, para quien la mitad del valor de los bienes consorciales forma parte del valor de los bienes presentes del deudor sometidos a la responsabilidad patrimonial universal sentada por el art. 1911 Cc., y nada parece impedir que el embargo se extienda desde el principio a los bienes comunes si resulta razonablemente seguro que el valor de los privativos del deudor es insuficiente. El señalamiento de los bienes privativos y la prueba de su suficiencia es carga que corresponde al cónyuge no deudor que se oponga a la traba de bienes comunes (véase AP Zaragoza S 227/1998 de 7 Abril 1998 que cita en relación al art. 46 de la Compilación las Ss. TS 2 julio 1984 y 13 julio 1991; AP Zaragoza A 543/2000 de 28 Julio 2000). Pero, en todo caso, dejando a salvo el valor de la partición consorcial del otro cónyuge, lo que requiere que se le notifique el embargo del bien común y que éste no manifieste nada en contra (Véase AP Zaragoza S 454/2000 de 7 julio 2000); en otro caso, hay que hacer una liquidación provisional (sin disolución) para comprobar que la ejecución deja a salvo el valor de la participación del cónyuge no deudor o, si éste lo pide, se disolverá el consorcio y la traba continuará sobre los bienes que se adjudiquen en el lote del cónyuge deudor en la partición. En contra opina, para el régimen anterior, la AP Zaragoza S 227/1998 de 7 Abril 1998, que rechaza que la determinación de la parte que ostente el no deudor en la comunidad sea un presupuesto de la ejecución sobre bienes comunes por deudas privativas de un cónyuge; lo más adecuado le parece entender de aplicación la facultad que el juego de los arts. 144 RH y 1373 Cc. otorgan a aquel consorte, esto es, la necesaria notificación de la traba sobre bienes comunes, y la posibilidad de solicitar que la misma sea sustituida por la de la parte que ostenta el deudor en la comunidad. De los aspectos procesales, que garantizan en todo caso la posibilidad de optar por dejar a salvo ese valor sin disolución del consorcio, se ocupa ahora el artículo 43 Ley 2/2003. 4.8 Ejecución sobre bienes comunes por deudas privativas Son conocidas las dificultades procesales que obstaculizaron la adecuada aplicación del artículo 46 de la Compilación, tanto antes como después de la reforma del Código civil de 1981 pues el nuevo artículo 1373 de este cuerpo legal tampoco contó con un cauce procesal adecuado. Como dice el Preámbulo de la Ley 2/2003, "es de creer que el cauce que la Ley de enjuiciamiento civil de 2000 ha previsto para la ejecución en bienes gananciales resulte suficiente y expedito. Por ello, esta Ley se remite al mismo en su artículo 43, con las necesarias adaptaciones sustantivas, entre las que destaca la posibilidad de dejar a salvo el valor que en el patrimonio común corresponda al cónyuge no deudor sin necesidad de disolución del consorcio, salvo que opte por ella, pero siempre mediante liquidación del mismo a los efectos de constatar el valor que ha de quedar a salvo. En efecto, el artículo 43 Ley 2/2003, titulado ejecución sobre bienes comunes por deudas privativas, dispone: "1. Cuando en una ejecución sobre bienes comunes, seguida a causa de deudas distintas de las enunciadas en el artículo 37, el cónyuge del deudor quiera, en el procedimiento previsto por la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en bienes gananciales, hacer valer su derecho a que quede a salvo el valor que en el patrimonio común le corresponde, podrá pedir la liquidación del mismo al exclusivo fin de constatar el valor que ha de quedarle a salvo, sin disolución del consorcio. En este caso, la ejecución proseguirá tan pronto se constate la existencia de bienes que sobrepasen el valor que ha de quedar a salvo y sólo sobre aquellos bienes, alzándose en todo caso el embargo sobre los demás. 2. El cónyuge del deudor podrá también optar por la disolución del consorcio y división de los bienes comunes. Producida la disolución, el matrimonio se regirá por el régimen de separación de bienes." Es el artículo 541 de la nueva LEC el que regula la ejecución en bienes gananciales; aunque la remisión que se hace en el art. 43 Ley 2/2003 es para la ejecución por deudas privativas, no hay duda de que también el resto del contenido de ese precepto procesal es de aplicación en Aragón, con las necesarias adaptaciones sustantivas cuando las haya. Así, no se despachará ejecución frente al consorcio conyugal (apartado 1), que carece de personalidad jurídica y la LEC no le ha dotado de legitimación procesal. De acuerdo con el apartado 2 del art. 541 LEC, cuando la ejecución (de sentencia o de otro título ejecutivo) se siga a causa de deudas contraídas por uno de los cónyuges, pero de las que deban responder los bienes comunes de conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra el cónyuge deudor (lo que no excluye la posibilidad de demandar a ambos: art. 538 LEC), pero el embargo de bienes consorciales habrá de notificarse al otro cónyuge, dándole traslado de la demanda ejecutiva y del auto que despache ejecución a fin de que, dentro del plazo ordinario (diez días siguientes a la notificación de dicho auto: art. 556 LEC), pueda oponerse a la ejecución. La oposición a la ejecución podrá fundarse en las mismas causas que correspondan al ejecutado y, además, en que los bienes comunes no deben responder de la deuda por la que se haya despachado la ejecución. Cuando la oposición se funde en esta última causa, corresponderá al acreedor probar la responsabilidad de los bienes comunes. Si no se acredita esta responsabilidad, el cónyuge del ejecutado podrá optar por cualquiera de las alternativas previstas en el artículo 43 Ley 2/2003. Y si, de conformidad con el apartado 3 del art. 541 LEC, la ejecución se siguiere a causa de deudas propias de uno de los cónyuges y se persiguiesen bienes comunes a falta o por insuficiencia de los privativos (art. 42.1 Ley 2/2003), el embargo de aquéllos habrá de notificarse al cónyuge no deudor. En tal caso, éste puede optar por pedir la liquidación del patrimonio común al exclusivo fin de constatar el valor que ha de quedarle a salvo, sin disolución del consorcio conyugal, o puede optar por pedir la disolución del consorcio y comunes (art. 43.1 Ley 2/2003). división de los bienes Pedida por el cónyuge no deudor la liquidación del patrimonio común, sin disolución del consorcio, el tribunal, oídos los cónyuges, resolverá lo procedente sobre liquidación del patrimonio y, en su caso, acordará que se lleve a cabo con arreglo a lo dispuesto en la LEC (arts. 808 y 809), suspendiéndose entre tanto la ejecución en lo relativo a los bienes comunes (art. 541.3 LEC). La ejecución proseguirá tan pronto se constate (en el inventario aprobado judicialmente) la existencia de bienes que sobrepasen el valor que ha de quedar a salvo y sólo sobre aquellos bienes, alzándose en todo caso el embargo sobre los demás (art. 43.1 Ley 2/2003). Pedida por el cónyuge no deudor la disolución del consorcio y división de los bienes comunes (art. 43.2 Ley 2/2003), el tribunal, oídos los cónyuges, resolverá lo procedente sobre división del patrimonio (no parece que pueda negar la disolución pues esta opción es causa de disolución de pleno derecho: art. 62, e) Ley 2/2003) y, en su caso, acordará que se lleve a cabo con arreglo a lo dispuesto en la LEC (arts. 808 a 810), suspendiéndose entre tanto la ejecución en lo relativo a los bienes comunes (art. 541.3 LEC). Habrá que aprobar primero el inventario y avalúo de todas las partidas y luego las operaciones de liquidación del caudal común, su división y adjudicación a cada uno de los cónyuges. La ejecución proseguirá sobre los bienes adjudicados en el lote del cónyuge deudor. Producida la disolución, el matrimonio se regirá por el régimen de separación de bienes, habiendo descartado el legislador la atípica opción prevista en el art. 1374 del Código civil que, además, resulta del todo innecesaria en un sistema como el aragonés que permite pedir la liquidación sin disolución del consorcio. Este procedimiento, debidamente adaptado en lo necesario, ha de seguirse también en toda ejecución no judicial en bienes consorciales. Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones económicas no extingue el derecho expectante de viudedad del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial, parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común o privativo al menos diez días hábiles antes de la celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo por no ser deudas de las enunciadas en el apartado anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en bienes gananciales" (art. 99.2). Con lo cual, el procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad y, lo que es más importante, también en el embargo de bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una de las enunciadas en el apartado 1 del 99. 4.9 Relaciones entre patrimonios El último precepto del capítulo II, sobre deudas comunes y privativas, es el artículo 44 referido a las relaciones entre patrimonios, cuyo apartado 1 coincide literalmente con el art. 47.1 de la Compilación y dice así: "Los patrimonios de los cónyuges y el común deben reintegrarse entre sí aquellos valores que cada uno hubiese lucrado sin causa a costa de los otros". Es un precepto general que tiene algunas aplicaciones concretas en diversos preceptos de la Ley 2/2003 (cfr. arts. 30, 33.2, 42.2, 57, 68, 80, 81, 82, 83, 87) y, en algunos otros, la posibilidad de reintegro o reembolso está implícita. En general, todo desplazamiento patrimonial entre la masa común y una de las privativas, o viceversa, que no esté justificado por las reglas del activo o pasivo definitivo de la comunidad legal, da lugar a un crédito en favor de la masa que ha aportado el dinero, crédito o bienes, para así restablecer el equilibrio roto y evitar el enriquecimiento sin causa entre las masas conyugales (La TSJ Aragón Civil y Penal S 9 Mayo 2000 considera que no hay enriquecimiento sin causa en la reinversión de parte de los rendimientos de la farmacia privativa en su mejora que, por el contrario, deben estimarse deudas comunes). El importe a pagar coincide siempre con el valor actualizado de lo lucrado (que los apartados 2 y 3 identifican con el importe actualizado de los bienes de un patrimonio empleados en beneficio de otro), que debe pagarse íntegramente, es decir sin que opere la extinción parcial por confusión al ser uno de los cónyuges simultáneamente acreedor y deudor del reembolso (véase AP Zaragoza A 398/1999 de 14 Junio 1999). Los apartados 2 y 3 del artículo 44 han sido añadidos por la Ley 2/2003 para aludir a los casos más importantes y frecuentes de reintegros y reembolsos. Dicen así: "2. En particular, los patrimonios privativos tienen derecho al reintegro del importe actualizado: a) De los bienes privativos confundidos en la masa consorcial o empleados en la adquisición de bienes comunes. b) De los bienes privativos empleados en el pago de deudas que fueran de cargo de la comunidad." (Véase, en contra, la TSJ Aragón Civil y Penal S 6 Octubre 1999) "3. En particular, el consorcio tiene derecho a ser reembolsado del importe actualizado: a) De los bienes comunes empleados en la adquisición de bienes privativos. b) De los bienes comunes empleados en el pago de deudas que fueran de cargo de los patrimonios privativos." El apartado 4 también ha sido añadido por la Ley 2/2003 para dar entrada a un supuesto que no es de relaciones entre patrimonios sino de daños al patrimonio común: "Los patrimonios privativos deben indemnizar al común el importe actualizado de los daños y perjuicios que el marido o la mujer le hayan causado por acción dolosa o gravemente negligente." Con una ligera mejora en la redacción, el apartado 5 coincide con el art. 47.2 de la Compilación: "El pago de las obligaciones existentes entre el patrimonio consorcial y los privativos, aunque válido en cualquier momento por acuerdo entre los cónyuges, sólo puede exigirse antes de la liquidación de la comunidad cuando así se hubiera pactado o cuando medie justa causa. Es siempre justa causa la disposición abusiva de capital común en beneficio propio." En la liquidación ordinaria del patrimonio consorcial los reintegros y reembolsos entre la masa común y los patrimonios privativos tienen lugar, en primer lugar, por vía de compensación; el saldo acreedor favorable a la comunidad que no haya podido compensarse se imputa en la participación del cónyuge deudor, hasta agotar su importe, salvo que opte por el reembolso en metálico o se acuerde el pago mediante dación de bienes de su patrimonio privativo; el saldo acreedor que no haya podido ser objeto de imputación debe ser reembolsado por el cónyuge deudor a la comunidad, salvo que se acuerde que se haga mediante dación de bienes privativos; por último, si de la operación inicial de compensación resultó un saldo favorable a los patrimonios privativos, en la liquidación hay que proceder al reintegro que, a falta de metálico suficiente, podrá hacerse mediante dación en pago de bienes consorciales (cfr. art. 83.1). Añade el apartado 2 de este artículo que "los reembolsos y reintegros se harán por su importe actualizado al tiempo de la liquidación." Bibliografía: ACHON BRUÑÉN, Mª José: La defensa del cónyuge aragonés en los procesos de ejecución por deudas del otro cónyuge. Institución "Fernando el Católico", Zaragoza, 1996, 124 págs. ALBALATE GIMENEZ, Germán, "Informe sobre regímenes matrimoniales: el pasivo de la comunidad en el régimen legal", Zaragoza, 1957. Informes del Seminario (19541958) de la Comisión Compiladora del Derecho Foral Aragonés, El Justicia de Aragón, Zaragoza, 1996 (núm. 4 de la Colección "El Justicia de Aragón"), vol. 2º, págs. 133-348. ALBALATE GIMENEZ, Germán, El pasivo de las masas patrimoniales en la comunidad conyugal aragonesa, ADA, IX, 1957-58, págs. 11-299. DELGADO ECHEVERRÍA, Jesús, "Comentario a la S. TS de 2 de julio de 1984 (art. 46 Comp.)", Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil, núm. 6, septiembre/diciembre 1984, págs. 1935-1942. 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SANCHEZ-RUBIO GARCIA, Alfredo: "El peculiar régimen de responsabilidad de los bienes comunes frente a tercero", Revista de Derecho Civil Aragonés, 1996, núm. 2, págs. 153-172. SANCHO-ARROYO Y LÓPEZ DE RIOBOO, Javier, Comentario a los arts. 41 a 47 (pasivo de la comunidad) de la Compilación aragonesa, en "Comentarios al Cc. y Compilaciones forales, dirigidos por M. Albaladejo, T. XXXIII, vol. 1º, Edersa, Madrid, 1986, págs. 454-515. SERRANO GARCIA, José Antonio, Las deudas de los cónyuges: pasivo de la comunidad legal aragonesa, J. M. Bosch Ed. S.A (con el patrocinio del Justicia de Aragón)., Barcelona, 1992, 638 pp. SERRANO GARCIA, José Antonio: "El régimen económico matrimonial aragonés", en VV.AA.: Derechos civiles de España. Directores: Rodrigo Bercovitz y Julián MartínezSimancas. Banco Santander Central Hispano, Madrid, 2000, volumen VI, págs. 3439-3488. SERRANO GARCIA, José Antonio: "Liquidación de la comunidad conyugal legal: la indemnización por despido, el mobiliario y la presunción de comunidad, la responsabilidad por las deudas de juego y otras cuestiones al hilo de la S. TSJA de 25 noviembre 1998", Revista de Derecho Civil Aragonés, 1999, V (nº 1), págs. 157-182.