Enlace a Consorcio: deudas (José Antonio Serrano)

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RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL Y VIUDEDAD (III)
José Antonio Serrano García
Profesor Titular de Derecho civil
INDICE SISTEMÁTICO (continuación)
6 EL CONSORCIO CONYUGAL (continuación)
4 Deudas comunes y privativas
4.1 En general
4.2 Deudas comunes. Contribución
4.3 Responsabilidad provisional de los bienes comunes
4.4 Responsabilidad definitiva de los bienes comunes
4.5 Responsabilidad de los bienes privativos del otro
4.6 Responsabilidad por deudas de adquisición de
bienes comunes
4.7 Deudas privativas: cargo y responsabilidad
4.8 Ejecución sobre bienes comunes por deudas
privativas
4.9 Relaciones entre patrimonios
4 Deudas comunes y privativas
4.1 En general
En materia de deudas comunes y privativas, ha sido
preocupación principal de la Ley 2/2003 hacer más explícito
y desarrollar el excelente esquema conceptual que sustenta
esta materia en la Compilación(arts. 41 a 47 Comp.).
En el capítulo II del Título IV del consorcio conyugal,
titulado "deudas comunes y privativas" ("pasivo de la
comunidad" decía la Compilación), se regulan tanto las
deudas comunes como las privativas y la responsabilidad por
unas y otras, tanto la interna entre los cónyuges como la
externa frente a los acreedores que será meramente
provisional cuando no coincida con aquélla; una norma de
cierre contempla las relaciones entre los patrimonios
conyugales y procura el necesario restablecimiento del
equilibrio entre ellos a través de los correspondientes
derechos de reintegro o reembolso.
En la actualidad el matrimonio ya no restringe la capacidad
de obrar de la mujer casada y está establecida la igualdad
jurídica de marido y mujer tanto en los aspectos personales
como en los patrimoniales, por lo que cuando contrata una
persona casada, tanto da que sea el marido como la mujer,
ella es la acreedora o deudora y responsable del
cumplimiento de la obligación contraída,
cuando contrata persona no casada.
lo
mismo
que
Y en caso de incumplimiento de la obligación contraída, las
garantías
patrimoniales
de
los
acreedores
no
son
genéricamente menores que si hubieran contratado con
persona no casada, puesto que marido o mujer responden,
como mínimo, con todos sus bienes presentes y futuros (art.
1911 CC), es decir, con su patrimonio personal. En
principio, el hecho de que los cónyuges sean cotitulares de
la masa de bienes comunes no altera lo dicho, porque la
masa común carece de personalidad jurídica y no puede ser
acreedora
o
deudora
ni
responsable
personal
del
cumplimiento de obligación alguna.
Pero, por otro lado, es evidente que la masa de bienes
comunes existe, porque a ella van a parar determinados
bienes y derechos adquiridos por los cónyuges, y que
pertenece por mitad (o en la proporción pactada) a los
cónyuges; pues bien, esa participación es parte del
patrimonio personal de marido o mujer y, por tanto,
garantía patrimonial para sus acreedores en caso de
incumplimiento de las obligaciones asumidas (art. 42).
La situación descrita hasta ahora corresponde a las deudas
de uno de los cónyuges que no generan la responsabilidad de
todos los bienes comunes (no incluidas, por tanto, en el
art. 37), que en parte son del cónyuge no deudor, ni, mucho
menos, de los bienes privativos de éste. En principio, la
garantía patrimonial de un acreedor de persona casada es la
misma que si el deudor no estuviera casado (su patrimonio
personal): responden sus bienes privativos (art. 38.1) y
los bienes comunes hasta alcanzar el valor de su
participación en el consorcio conyugal (art. 42).
Pero la garantía patrimonial de los acreedores puede
aumentar en función de la calificación de la deuda como de
responsabilidad común (junto a los bienes privativos del
deudor responden todos los comunes: art. 37) o como carga
del matrimonio (responden además, en defecto de bienes
comunes, los privativos del otro: art. 38.2).
Para que las garantías patrimoniales de los acreedores sean
mayores que cuando contratan con persona no casada es
preciso justificar que se trata precisamente de una deuda
de responsabilidad común o de una carga del matrimonio.
Ahora bien, el legislador para favorecer a los terceros de
buena fe hace responder a los bienes comunes incluso de
deudas que en la relación interna pueden ser privativas del
cónyuge deudor (art. 37.1), a los acreedores les basta
probar que se trata de una deuda de esa naturaleza.
Por tanto, la responsabilidad frente a terceros, externa o
erga omnes, no siempre corresponderá con la definitiva,
interna o inter partes, bien, como se acaba de decir,
porque la deuda pagada con bienes comunes era sólo
provisionalmente común y a cargo de reembolso (art. 37.1 y
letra b) del 44.3), bien, por otra parte, porque la deuda
pagada con bienes privativos (art. 38.1) era internamente
consorcial. En ambos casos se generan los correspondientes
derechos de reembolso o reintegro (art. 44).
No obstante, los cónyuges tienen a su alcance la
posibilidad de evitar acudir a los reembolsos y reintegros
haciendo que la responsabilidad interna coincida con la
externa: si la deuda es de cargo del patrimonio común,
pagándola con bienes comunes, y si es privativa del marido
o la mujer pagándola con sus bienes privativos.
El apartado 3 del art. 37 ha dispuesto que "de las deudas
contraídas por ambos cónyuges responden siempre los bienes
comunes junto a sus privativos". Parece que, aunque se
demande a uno sólo (por el todo o por su parte, según haya
o no solidaridad de conformidad con las reglas generales),
responden también todos los bienes comunes, aunque la deuda
sea internamente privativa.
Por último conviene recordar que la responsabilidad
prevista en la Compilación para las deudas de los cónyuges
no se ve alterada por la situación de separación de hecho
(cfr. art. 1368 CC), y sí por las medidas previas o
provisionales por demandas de nulidad, separación y
divorcio (arts. 102, 103 y 104 Cc.).
4.2 Deudas comunes. Contribución
El artículo 36 de la Ley 2/2003, que enumera las deudas que
constituyen el pasivo definitivo del consorcio, carece de
significación para los terceros salvo a través de lo
dispuesto en los apartados 2 y 3 del artículo 37 y en el
artículo 38, que son los que establecen la responsabilidad
de los bienes comunes y privativos frente a terceros.
El precepto enuncia y enumera las deudas que son de cargo
del patrimonio común, con independencia de si han sido
contraídas por el marido o la mujer o por ambos; la
responsabilidad externa está en otros artículos y no
siempre es la misma, depende de si la actuación es
individual o conjunta y de si la deuda común es o no de las
de la letra a) (cargas del matrimonio); pero siempre que no
haya sido pagada con bienes comunes se originará el derecho
al reintegro del importe actualizado de los bienes
privativos empleados en su pago (letra b) del art. 44.2).
En la letra a) se dice que son de cargo del patrimonio
común "las atenciones legítimas de la familia y las
particulares de cada cónyuge, incluso la crianza y
educación de los hijos de uno solo de ellos que convivan
con el matrimonio". La formulación coincide con la del art.
41.1º de la Compilación excepto en un punto: se han situado
en la letra d) del apartado 1 del artículo 36 los gastos de
crianza y educación de los hijos de uno solo de los
cónyuges que no convivan con el matrimonio. Es un cambio de
gran importancia porque implica que de tales deudas ya no
responde solidariamente el patrimonio privativo del cónyuge
no progenitor (art. 38.2), lo
extralimitación deL texto anterior.
cual
era
una
clara
Este apartado está referido a las denominadas "cargas del
matrimonio" o deudas contraídas en la satisfacción de las
necesidades familiares (arts. 5 y 7). Entre ellas cabe
citar las atenciones de la familia como grupo humano
(incluidas las propias de la economía del hogar), las
atenciones particulares de los cónyuges y de los hijos
("crianza y educación"), siempre que unas y otras sean
"legítimas", término que comprende no sólo las normales u
ordinarias, sino todas las acordes a la fortuna, posición
social, usos y costumbres de la familia, incluidos,
obviamente, los gastos extraordinarios pero convenientes,
urgentes o necesarios.
La crianza y educación (legítima) que constituye carga del
matrimonio es tanto la de los hijos comunes (en todo caso)
como la de los hijos de uno sólo de los cónyuges, pero para
estos últimos sólo si conviven con el matrimonio, y dura
hasta que pueda entenderse que ha terminado su crianza y
educación.
Las deudas comunes enunciadas en las letras b) ("réditos e
intereses normales devengados durante el consorcio por las
obligaciones de cada cónyuge") y c) ("las atenciones de los
bienes privativos propias de un diligente usufructuario")
suelen agruparse bajo la sugerente denominación de "cargas
usufructuarias" para dar a entender que son gastos comunes
en justa correlación con la atribución al patrimonio común
de los frutos de los bienes privativos y de lo ganado por
los cónyuges con su trabajo o actividad (en especial,
letras d) y f) del art. 37.1).
Junto a los "réditos" (renta o contraprestación por la
posesión y disfrute de bienes ajenos) e "intereses" (precio
del capital prestado), hay que incluir las pensiones en los
censos, el canon en las minas, el pago de impuestos y
contribuciones periódicas que gravan el rendimiento de los
bienes privativos o las ganancias obtenidas por los
cónyuges; en todo caso, la comunidad sólo soporta este tipo
de gastos cuando son "normales" (proporcionados a los
beneficios obtenidos por el consorcio) y "devengados
durante el consorcio".
Entre las atenciones de los bienes privativos propias de un
diligente
usufructuario
se
incluyen
los
gastos
de
producción de frutos, los necesarios para la guarda y
conservación de los bienes (cfr. arts. 356, 474 y 500 CC),
pero además las reparaciones extraordinarias y las mejoras
que acometería, sin obligación, un usufructuario diligente.
En la letra d) se dice que son de cargo del patrimonio
común "los alimentos legales entre parientes debidos por
cualquiera de los cónyuges, así como la crianza y educación
de los hijos de uno solo de los cónyuges no incluida en el
apartado a)".
En comparación con el núm. 4º del art. 41 de la
Compilación, la nueva fórmula precisa que se trata de los
alimentos
legales
"entre
parientes",
es
decir,
los
regulados en los arts. 142 y ss del Código civil a favor de
descendientes, ascendientes y hermanos; establece también
la oportuna conexión con la letra a) y deja claro que la
crianza y educación de los hijos de uno solo de los
cónyuges cuando no conviven con el matrimonio, no es deuda
de las de la letra a), pero sigue siendo en todo caso deuda
a cargo del patrimonio común, sin la excepción que la
Compilación estableció en 1985 respecto de los hijos
adulterinos, de cuya constitucionalidad cabía dudar.
Los alimentos debidos a los hijos (comunes o de uno solo de
los cónyuges que convivan con el matrimonio), en tanto
puedan considerarse propios de la "crianza y educación
legítima" son cargas incluidas en la letra a), de manera
que los considerados en la letra d) son los debidos a
cualquier hijo después de finalizada su crianza y educación
La letra e), que mejora la redacción del núm. 4º del art.
41 Comp. y añade la remisión a la letra a) del art. 37.1,
contiene un apartado residual de gran amplitud en el que
tiene cabida "toda deuda del marido o la mujer contraídas
en el ejercicio de una actividad objetivamente útil a la
comunidad, aunque no haya redundado en beneficio común, o
en el ejercicio de cualquier otra actividad, pero en éste
caso sólo hasta el importe del beneficio obtenido con ella
por el consorcio. Son actividades objetivamente útiles al
consorcio las de la letra a) del apartado 1 del artículo
siguiente".
Y, por tanto, si desarrollamos la remisión, son ejemplos de
actividades objetivamente útiles a la comunidad, de las que
resultarán deudas de cargo del patrimonio común, aunque la
actividad no haya redundado en ese ejercicio u ocasión en
beneficio común, el ejercicio por cada cónyuge de sus
facultades de administración y disposición de los bienes
comunes o de administración ordinaria de los suyos propios,
así como la explotación regular de sus negocios o el
desempeño corriente de su profesión.
Puede afirmarse, como hace la AP Zaragoza S 393/1998 de 22
Junio 1998, que el sistema de responsabilidad delineado por
el Código de comercio no coincide con el que se deduce de
la Compilación aragonesa para el mismo supuesto de deudas
contraídas en el ejercicio del comercio por persona casada.
Es de aplicación preferente el de la Compilación: las
deudas de comercio -que comprenden toda deuda que esté
relacionada con la actividad mercantil del cónyuge deudor o
pertenezca al giro o tráfico de su empresa, como son las
derivadas de compras a los proveedores- derivadas de un
ejercicio ordinario, normalmente redundan en beneficio
común, o, al menos proceden de actividades tendencialmente
útiles a la comunidad, por lo que son a cargo del consorcio
conyugal (art. 41 Comp.); en defecto de bienes comunes, la
responsabilidad definitiva es exclusiva del cónyuge que
contrajo la deuda.
Véanse TSJ Aragón Civil y Penal S 20 Diciembre 1996, S 6
Octubre 1999 y 9 Mayo 2000
-reinversión de parte de los
beneficios de la farmacia privativa en su mejora-; AP
Zaragoza S 661/1992 de 21 Abril 1992 y S 514/1996 de 17
Septiembre 1996).
Sin embargo, como dice el apartado 2 del art. 36, de
aplicación general a todas las deudas del apartado 1, "no
son de cargo del patrimonio común las deudas del apartado
anterior contraídas por un cónyuge con intención de
perjudicar al consorcio o con grave descuido de los
intereses familiares."
Lo dicho en el apartado 2 no impide considerar de cargo del
patrimonio común la deuda contraída en el ejercicio de
actividades, objetivamente útiles al consorcio o no,
incluso con intención de perjudicar a éste o con grave
descuido de los intereses familiares, pero en tales casos
sólo hasta el importe del beneficio obtenido con ellas por
el consorcio. Así, por ejemplo, si en el juego se han
gastado por valor de 50 pero se ha ganado por valor de 30,
sólo 20 podrán ser considerados deuda privativa (salvo que
pueda calificarse esa pérdida como atención legítima de la
letra a).
Esta idea es la que subyace también en la letra f),
inexistente en la Compilación, que hace de cargo del
patrimonio común "las indemnizaciones debidas por daños a
terceros, si bien los causados con dolo o culpa grave,
únicamente hasta el importe del beneficio obtenido con la
actividad en la que se causó el daño."
Las deudas del apartado 1 pueden proceder tanto de
actuaciones contractuales como extracontractuales (cfr.
art. 1366 CC), y la responsabilidad definitiva del
patrimonio común se produce
siempre que la intervención
del cónyuge deudor haya sido de buena fe y guardando la
diligencia debida, de modo que sólo si hay dolo o culpa
grave (y en cuanto no redunden, pese a ello, en beneficio
común) no serán de cargo del patrimonio común. Pero podrán
ser de responsabilidad provisional de los bienes comunes si
se hallan incluidas entre las del apartado 1 del art. 37.
Contribución en defecto de bienes comunes
Las deudas enunciadas en el apartado 1 del art. 36 son de
cargo del patrimonio común al que los cónyuges contribuyen
con la remuneración de su trabajo, los rendimientos de sus
capitales, los frutos de sus bienes y con otros ingresos
que
tengan
la
consideración
de
bienes
comunes
de
conformidad con lo dicho en el art. 28. Mientras haya
bienes comunes, por tanto, no hay problema de contribución
pues ésta viene determinada por las reglas del activo que
indican qué bienes son comunes o privativos.
¿Cómo es la contribución a las deudas de cargo del
patrimonio común cuando no hay bienes comunes? La respuesta
es doble y depende del tipo de deuda común de que se trate.
a) Para las deudas de la letra a) del apartado 1 del
artículo 36 y para aquellas otras que el cónyuge que las
contrajo demuestre que proceden de una actividad que,
efectivamente, haya redundado en beneficio común, dice el
artículo 39 que, "en defecto de bienes comunes, en la
relación interna, los cónyuges contribuirán por mitad, o en
la proporción pactada". La posibilidad de pacto concuerda
con el apartado 2 del art. 5, pero en su defecto la
contribución no es proporcional sino por mitad.
b) Para las restantes deudas del apartado 1 del artículo
36, en defecto de bienes comunes, es el cónyuge deudor
quien tiene que soportar definitivamente el gasto, si bien
conservará el derecho de reintegro contra el patrimonio
común si recupera la solvencia.
4.3 Responsabilidad provisional de los bienes comunes
frente a terceros de buena fe
Como dice el Preámbulo de la Ley 2/2003, "el artículo 36,
que enumera las deudas que constituyen el pasivo definitivo
del consorcio, carece de significación para los terceros
salvo a través de lo dispuesto en el apartado 2 del
artículo 37. Es en este artículo 37 donde se relacionan las
deudas que, aun contraídas por uno solo de los cónyuges,
comprometen frente a terceros el patrimonio común. Como
puede verse, respecto de terceros de buena fe, se amplía
considerablemente la responsabilidad patrimonial del deudor
cuando está casado en régimen de consorcio, pues pueden
cobrarse, en definitiva, sobre bienes que sólo en parte
corresponden a su deudor la mayor parte de las deudas
contraídas ordinariamente por las personas casadas, aun
aquéllas que en la relación interna son privativas de
acuerdo con los artículos 36 y 41. Bien es verdad que, sin
esta ampliación de responsabilidad, los acreedores no les
concederían crédito de buen grado, pues no podrían embargar
simplemente la cuota del deudor en el consorcio."
Por tanto, la responsabilidad de los bienes comunes frente
a terceros puede ser meramente provisional y con derecho a
reembolso contra el patrimonio del cónyuge que contrajo la
deuda
que
internamente
es
privativa;
pero
la
responsabilidad externa de los bienes comunes puede ser
también definitiva, sin derecho a reembolso, cuando la
deuda pagada con ellos es de las de cargo del patrimonio
común.
El primer tipo de responsabilidad, aunque sin emplear la
terminología
de
responsabilidad
provisional,
viene
posibilitado por el apartado 1 del artículo 37, según el
cual, "frente a terceros de buena fe, los bienes comunes
responden siempre del pago:
a) De las deudas que cada cónyuge contrae en el ejercicio,
incluso sólo aparente, de sus facultades de administración
o disposición de los bienes comunes o de administración
ordinaria de los suyos propios, así como en la explotación
regular de sus negocios o en el desempeño corriente de su
profesión.
b) De las indemnizaciones por daños a terceros causados en
el ejercicio de una actividad objetivamente útil a la
comunidad, aun por dolo o culpa grave."
La norma tiene su precedente en el artículo 42 de la
Compilación cuyo texto conserva sustancialmente, con
algunos añadidos clarificadores, en la letra a); en cambio
la letra b) es enteramente nueva. Véanse TSJ Aragón Civil y
Penal S 20 Diciembre 1996 y S 6 Octubre 1999.
Los bienes comunes responden siempre, aunque la deuda sea
internamente privativa, pero para ello se requiere que los
terceros sean de buena fe y la deuda una de las enunciadas
en las letras a) y b).
Los terceros serán de buena fe cuando, confiados en la
apariencia, crean en la regularidad y legitimidad de la
actuación del cónyuge contratante, sin que hayan apreciado
o podido apreciar que actuaba con intención de perjudicar
al consorcio, con grave descuido de los intereses
familiares o con extralimitación de facultades. Cuando lo
creído por los terceros de buena fe coincida con la
realidad, la responsabilidad de los bienes comunes será
definitiva porque la deuda será de cargo del patrimonio
común (art. 37.2).
El tercero ha de probar que, al menos aparentemente, la
deuda contraída es de las enunciadas en las letras a) o b).
La letra a) se refiere al ejercicio de actividades que son
objetivamente útiles al consorcio, según dice el final de
la letra e) del art. 36.1, y que el tercero ha de creer que
son de cargo del patrimonio común por no ser aplicable el
apartado 2 del art. 36. También ha de creer el tercero, en
su caso, que la deuda es propia de la administración
"ordinaria" de los bienes propios, de la explotación
"regular" de sus negocios o del desempeño "corriente" de su
profesión.
Si en el ejercicio de una actividad cualquiera un cónyuge
causa sin culpa grave daños a terceros, responden
definitivamente los bienes comunes de la indemnización
debida, y cuando han sido causados con dolo o culpa grave
únicamente hasta el importe del beneficio obtenido por la
actividad en la que se causó el daño (letra f) del art.
36.1 y art. 37.2). Cuando el daño se ha causado en una
actividad de las objetivamente útiles a la comunidad, lo
que tendrá que demostrar el tercero de acuerdo con las
apariencias, responden ilimitadamente los bienes comunes
aunque el daño se haya causado por dolo o culpa grave. El
dolo o culpa grave hace que la indemnización sea
internamente privativa en cuanto exceda del importe del
beneficio obtenido con la actividad en la que se causó el
daño.
Las deudas contraídas en el ejercicio del comercio por
persona casada no se rigen por lo dispuesto en los arts. 6
a 12 del Ccom., que son normas meramente complementarias de
las de la sociedad de gananciales del Código civil (cfr.
art. 1365, i. f.), sino que se les aplica la Ley 2/2003 y
se rigen por lo dispuesto en el 37.1 para los terceros de
buena fe, o por la letra e) del art. 36.1 en relación con
el 37.2 cuando se prueba que son deudas definitivamente
comunes; en última instancia, por lo previsto en el art. 42
cuando son privativas y falta la buena fe de los
acreedores, por lo que ya no procede la responsabilidad
provisional de los bienes comunes.
Además de lo dicho por el apartado 1 del art. 37 hay que
tener presente que "los bienes privativos de cada cónyuge
responden en todo caso de las deudas por él contraídas"
(art. 38.1), y que "de las deudas contraídas por ambos
cónyuges responden siempre los bienes comunes junto a sus
privativos" (art. 37.3). Esta es una responsabilidad frente
a terceros que si no coincide con la responsabilidad
interna dará lugar al oportuno derecho de reintegro o
reembolso.
A efectos procesales es de aplicación, con las necesarias
adaptaciones terminológicas, lo dispuesto en el art. 541 de
la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Así, no se despachará
ejecución frente al consorcio conyugal (apartado 1), que
carece de personalidad jurídica y la LEC no le ha dotado de
legitimación procesal.
Cuando la ejecución (de sentencia o de otro título
ejecutivo) se siga a causa de deudas contraídas por uno de
los cónyuges, pero de las que deban responder los bienes
comunes de conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la
demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra el
cónyuge deudor (lo que no excluye la posibilidad de
demandar a ambos: art. 538 LEC), pero el embargo de bienes
consorciales habrá de notificarse al otro cónyuge, dándole
traslado de la demanda ejecutiva y del auto que despache
ejecución a fin de que, dentro del plazo ordinario (diez
días siguientes a la notificación de dicho auto: art. 556
LEC), pueda oponerse a la ejecución. La oposición a la
ejecución podrá fundarse en las mismas causas que
correspondan al ejecutado y, además, en que los bienes
comunes no deben responder de la deuda por la que se haya
despachado la ejecución. Cuando la oposición se funde en
esta última causa, corresponderá al acreedor probar la
responsabilidad de los bienes comunes. Si no se acredita
esta responsabilidad, el cónyuge del ejecutado podrá hacer
uso de cualquiera de las alternativas previstas en el
artículo 43 Ley 2/2003.
Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de
bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones
económicas no extingue el derecho expectante de viudedad
del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra
alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí
se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial,
parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas
por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo
o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con
anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o
donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de
ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se
extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común
o privativo al menos diez días hábiles antes de la
celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no
manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo
por no ser deudas de las enunciadas en el apartado
anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de
las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos
en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en
bienes
gananciales"
(art.
99.2).
Con
lo
cual,
el
procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a
efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad
y, lo que es más importante, también en el embargo de
bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no
se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una
de las enunciadas en el apartado 1 del 99.
4.4 Responsabilidad definitiva de los bienes comunes frente
a terceros
Dice el apartado 2 del artículo 37 que "también responden
los bienes comunes frente a terceros por las deudas
enunciadas en el apartado 1 del artículo 36 contraídas por
uno solo de los cónyuges."
Hay que entender que responden los bienes comunes frente a
terceros por las deudas del art. 36.1 siempre que éstos
prueben que la deuda es de cargo del patrimonio común por
ser una de las deudas en él enunciadas y no resultar de
aplicación lo previsto en el apartado 2, es decir que no se
trata de deuda contraída con la intención de perjudicar al
consorcio o con grave descuido de los intereses familiares.
Aquí no basta con ser de buena fe y creer confiado en la
apariencia que la deuda es de las comunes del art. 36: hay
que probar que efectivamente lo es. La buena fe evita
demostrar que la deuda es de cargo del patrimonio común en
los supuestos del apartado 1 del art. 37 en los que basta
probar la buena fe del acreedor y el ejercicio por parte
del cónyuge deudor, incluso sólo aparente, de una actividad
objetivamente útil al consorcio. En este caso, la
responsabilidad de los bienes comunes frente a terceros
puede ser meramente provisional si la deuda resulta ser
internamente
privativa
y
se
genera,
por
ello,
el
correspondiente derecho de reembolso. Pero no siendo así,
la responsabilidad externa de los bienes comunes coincidirá
con la interna, por lo que resultarán de aplicación tanto
el apartado 1 como el 2 del art. 37.
Junto a los bienes comunes responden de las deudas de cargo
del patrimonio común los privativos del cónyuge que las ha
contraído (art. 38.1), pero con derecho a reintegro contra
el patrimonio común (letra b) del art. 44.2). Responderán
frente a terceros los bienes privativos de ambos cónyuges
si estas deudas han sido contraídas conjuntamente (art.
37.3), con derecho de reintegro contra el patrimonio común
por lo pagado por cada uno con sus bienes privativos.
A efectos procesales es de aplicación, con las necesarias
adaptaciones terminológicas, lo dispuesto en el art. 541 de
la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Así, no se despachará
ejecución frente al consorcio conyugal (apartado 1), que
carece de personalidad jurídica y la LEC no le ha dotado de
legitimación procesal.
Cuando la ejecución (de sentencia o de otro título
ejecutivo) se siga a causa de deudas contraídas por uno de
los cónyuges, pero de las que deban responder los bienes
comunes de conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la
demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra el
cónyuge deudor (lo que no excluye la posibilidad de
demandar a ambos: art. 538 LEC), pero el embargo de bienes
consorciales habrá de notificarse al otro cónyuge, dándole
traslado de la demanda ejecutiva y del auto que despache
ejecución a fin de que, dentro del plazo ordinario (diez
días siguientes a la notificación de dicho auto: art. 556
LEC), pueda oponerse a la ejecución. La oposición a la
ejecución podrá fundarse en las mismas causas que
correspondan al ejecutado y, además, en que los bienes
comunes no deben responder de la deuda por la que se haya
despachado la ejecución. Cuando la oposición se funde en
esta última causa, corresponderá al acreedor probar la
responsabilidad de los bienes comunes. Si no se acredita
esta responsabilidad, el cónyuge del ejecutado podrá hacer
uso de cualquiera de las alternativas previstas en el
artículo 43 Ley 2/2003.
Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de
bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones
económicas no extingue el derecho expectante de viudedad
del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra
alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí
se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial,
parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas
por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo
o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con
anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o
donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de
ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se
extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común
o privativo al menos diez días hábiles antes de la
celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no
manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo
por no ser deudas de las enunciadas en el apartado
anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de
las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos
en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en
bienes
gananciales"
(art.
99.2).
Con
lo
cual,
el
procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a
efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad
y, lo que es más importante, también en el embargo de
bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no
se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una
de las enunciadas en el apartado 1 del 99.
4.5 Responsabilidad de los bienes privativos del otro
Los bienes privativos del cónyuge no deudor no responden de
las deudas contraídas por el otro, nunca si son privativas
y tampoco, como regla, si son de cargo del patrimonio
común.
Hay, sin embargo, un supuesto especial de deudas de cargo
del patrimonio común que, aún contraídas por uno solo de
los cónyuges, generan también la responsabilidad de los
bienes privativos del otro.
Son las deudas contraídas por un cónyuge para satisfacer
las atenciones señaladas en la letra a) del apartado 1 del
artículo 36 (atenciones legítimas de la familia y las
particulares de cada cónyuge, incluso la crianza y
educación de los hijos de uno solo de ellos que convivan
con el matrimonio), de las cuales responden frente a
terceros los bienes comunes (art. 37) y los privativos del
cónyuge que las contrajo (art. 38.1) y, en defecto de
bienes comunes, también el patrimonio privativo del otro
(art. 38.2).
Esta responsabilidad de los bienes privativos del cónyuge
que no contrajo la deuda hay que ponerla en relación con lo
dispuesto en el art. 7, que es norma general de carácter
imperativo. En él se dice que "marido y mujer responden
solidariamente, frente a terceros de buena fe, de las
obligaciones contraídas por uno de ellos para atender a la
satisfacción de las necesidades familiares".
Cabe entender que frente a terceros responden todos los
bienes de los cónyuges sin distinción, pero que el cónyuge
que no contrajo la obligación puede evitar que la
responsabilidad
se
haga
efectiva
sobre
sus
bienes
privativos mientras existan bienes comunes suficientes;
derecho del que carece el otro cónyuge.
Por otra parte, parece que si los terceros son de buena fe
y, por ello, creen que se trata de deuda para la
satisfacción de necesidades familiares, responden todos los
bienes de los cónyuges, también los del otro, aunque
internamente no se pueda considerar como carga del
matrimonio.
En cualquier caso, se
paritaria, sino accesoria
que contrajo la deuda es
obligado al cumplimiento,
trata de una solidaridad no
o dependiente porque el cónyuge
el deudor principal y el único
mientras que el otro cónyuge es
un deudor solidario que responde si el deudor principal no
cumple y una vez agotados los bienes comunes.
El régimen se completa con el deber de los hijos,
cualquiera que sea su edad y mientras convivan con sus
padres, de contribuir equitativamente a la satisfacción de
las necesidades familiares (art. 5.3).
4.6 Responsabilidad por deudas de adquisición de bienes
comunes
La norma del artículo 40 Ley 2/2003 es una novedad
inspirada en el art. 1370 del Código civil.
Dice esta norma que "el bien común adquirido por uno de los
cónyuges sin el consentimiento del otro responde, en todo
caso, del precio aplazado y demás gastos de adquisición
pendientes de pago".
Es una previsión útil que viene a completar el sistema de
responsabilidad de los bienes comunes frente a terceros.
Sin el consentimiento del otro, uno de los cónyuges puede
obligarse válida y eficazmente, también tiene amplias
facultades de administración y disposición de los bienes
comunes, en particular del dinero y demás bienes muebles
que posea o se hallen a su nombre. No hay duda, por tanto,
de que, sin el consentimiento del otro, puede adquirir
bienes y pagarlos con fondos comunes, en todo o en parte.
Los bienes adquiridos a título oneroso por cualquiera de
los cónyuges a costa del caudal común ingresan en el
patrimonio común. Y, como ha precisado la letra c) del art.
28.1, "si el precio ha quedado aplazado en todo o en parte,
serán comunes, salvo que la totalidad del precio se
satisfaga con dinero privativo".
El supuesto de hecho de la norma del art. 40 es
precisamente de bienes comunes adquiridos a plazos y/o con
gastos de adquisición pendientes de pago. ¿Qué bienes
responden de estas deudas?
Si se prueba que la adquisición del bien, aún producida sin
el consentimiento del otro, es un gasto que puede ponerse a
cargo del patrimonio común por hallarse incluido entre las
deudas enunciadas en el art. 36.1, responden los bienes
comunes (art. 37.2) y los privativos del que lo compró
(art. 38.1); incluso podrían responder los privativos del
otro si el bien se ha adquirido para satisfacer atenciones
familiares de la letra a) del art. 36.1 (art. 38.2). En
esta hipótesis, el bien adquirido, en cuanto bien común que
es, responde siempre.
Pero la falta del consentimiento del otro puede ser debida
a que la adquisición del bien no es necesaria o es
contraria a las decisiones sobre la economía familiar (art.
4) o realizada con intención de perjudicar al consorcio o
con grave descuido de los intereses familiares (art. 36.2),
en cuyo caso los gastos pendientes, aunque el bien sea
común, ya no serán de cargo del patrimonio común y, por
tanto, ya no será aplicable el apartado 2 del art. 37 que
establece la responsabilidad definitiva de los bienes
comunes frente a terceros. Por esta vía, no responderían
los bienes comunes.
Ahora bien, si el acreedor es de buena fe, desconoce la
falta de regularidad o legitimidad de la adquisición a
nivel interno, y cree y prueba que esa adquisición es un
acto propio del ejercicio, incluso sólo aparente, de las
facultades de administración o disposición de los bienes
comunes que tiene el cónyuge adquirente, o propio de otra
actividad objetivamente útil a la comunidad, responden del
pago los bienes comunes, y también el bien adquirido, por
aplicación del apartado 1 del art. 37. Si por ser la deuda
privativa a efectos internos la responsabilidad de los
bienes comunes es sólo provisional, habrá derecho a
reembolso (letra b) del art. 44.3).
Según lo dicho hasta ahora, ninguna necesidad hay de una
norma como la del artículo 40; pero también puede suceder
que los acreedores no sean de buena fe, por conocer la
intención del cónyuge de perjudicar al consorcio o advertir
el grave descuido de los intereses familiares que el acto
representa, o que no puedan demostrar que el acto es propio
de la explotación "regular" de sus negocios o del desempeño
"corriente" de su profesión, etc. En tal supuesto, tampoco
habría lugar a la responsabilidad provisional de los bienes
comunes ex art. 37.1. La deuda sería privativa y de ella
responderían frente a los terceros los bienes privativos
del cónyuge deudor y bienes comunes hasta agotar el valor
de su participación en el consorcio (art. 42). No habría
una responsabilidad específica del bien común adquirido.
Este pequeño hueco es el que viene a cubrir la norma del
art. 40: el bien adquirido por uno de los cónyuges sin el
consentimiento del otro responde, en todo caso, del precio
aplazado y demás gastos de adquisición pendientes de pago.
Por último, conviene tener presente lo que dispone el
artículo 57 Ley 2/2003 para las adquisiciones de bienes
comunes por uno solo de los cónyuge contra la voluntad del
otro: por solicitud de este último al liquidarse el
consorcio el bien adquirido se integrará en el patrimonio
privativo del adquirente, reembolsando al patrimonio común
el valor actualizado del precio y demás gastos de la
adquisición.
4.7 Deudas privativas: cargo y responsabilidad
Opuestamente a lo que sucede en el activo, donde todos los
bienes que no se justifique que son privativos tienen la
consideración de comunes, en el pasivo todas las deudas de
los cónyuges que no se pruebe que son de cargo del
patrimonio común serán internamente privativas, y, frente a
los terceros, toda deuda que no genere la responsabilidad,
incluso sólo provisional, de los bienes comunes será
externamente privativa. No hay, por tanto, una presunción
de comunidad de las deudas conyugales.
a) Relación interna
Deudas privativas, en la relación interna, son todas las
que no pueden encuadrarse en la enumeración de deudas de
cargo del patrimonio común del artículo 36 y, en
particular, las anteriores al consorcio, así como las
deudas y cargas por razón de sucesiones y donaciones (art.
41).
Ha desaparecido el especial tratamiento que la Compilación
daba a las deudas anteriores al matrimonio y a las por
razón de sucesiones y donaciones, que tenía su fundamento
en el principio de comunicación al consorcio de los bienes
muebles, fundamento que ha desaparecido con la Ley 2/2003.
Desaparecida la especialidad, estas deudas pasan a ser
ejemplo típico de deudas privativas.
Otros ejemplos de deudas privativas pueden ser: las
atenciones de la familia y las particulares de los cónyuge
y los hijos que no puedan considerarse "legítimas"; los
réditos o intereses "anormales" de las obligaciones de cada
cónyuge;
las
atenciones
de
los
bienes
privativos
"impropias" incluso de un diligente usufructuario; las
deudas
derivadas
de
actuaciones
dolosas,
gravemente
negligentes o fraudulentas; las derivadas del ejercicio de
facultades de administración o disposición de los bienes
comunes contrario a las decisiones sobre la economía
familiar; los gastos de la administración extraordinaria de
los
bienes
propios;
los
gastos
"irregulares",
"no
corrientes" o extraordinarios de los negocios o del
desempeño de la profesión; las pérdidas no moderadas del
juego, lícito o ilícito (La TSJ Aragón Civil y Penal S 25
Noviembre 1998 considera que las deudas del juego son
deudas privativas); las expensas del enterramiento, etc.
En la relación interna, estas deudas son de cargo del
patrimonio privativo del cónyuge deudor y, faltando o
siendo insuficiente, disminuyen su participación en el
consorcio porque el valor actualizado de los bienes comunes
empleados en el pago de deudas privativas se imputa en la
participación del cónyuge deudor hasta que los reembolse, y
se tiene en cuenta para ulteriores reclamaciones de
acreedores privativos, como dice el apartado 2 del art. 42.
b) Relación externa
Para los terceros sólo tienen el tratamiento de privativas
las deudas distintas de las enunciadas en el artículo 37, y
ya se ha dicho que tanto por las deudas del apartado 1 como
por las del 3 de este artículo se genera siempre la
responsabilidad de los bienes comunes aunque la deuda pueda
ser internamente privativa, originándose en tal caso el
correspondiente
derecho
de
reembolsos
a
favor
del
patrimonio común.
Es un ámbito notablemente reducido, en que no se aprecia
razón alguna para favorecer los intereses de los acreedores
en perjuicio de los del cónyuge no deudor. Los acreedores
cuentan como mínimo con las mismas garantías patrimoniales
que tendrían si contrataran con persona no casada o casada
en régimen de separación de bienes.
La Compilación, en las huellas de una tradición histórica
que dejaba a salvo la parte correspondiente a la mujer
cuando las deudas de su marido habían sido contraídas «en
su propio provecho, con ocasión de vicios, afianzando a
favor de otros o con propósito conocido de perjudicar a
aquélla», previó en su artículo 46 un mecanismo por el que
había de quedar siempre a salvo el valor que en el
patrimonio común corresponde al cónyuge no deudor.
Dicha norma ha sido sustancialmente mantenida, con alguna
pequeña modificación con finalidad clarificadora, en el
apartado 1 del artículo 42 que dice así:
"De las deudas contraídas por un cónyuge distintas de las
enunciadas en el artículo 37 responden en primer lugar los
bienes privativos del cónyuge deudor y, faltando o siendo
éstos insuficientes, los bienes comunes, a salvo siempre el
valor que en ellos corresponde al otro cónyuge, así como
los preferentes derechos de los acreedores por deudas
comunes".
Ahora bien si, pese a las posibilidades de cobrar y pagar
una deuda de responsabilidad común con bienes consorciales,
resulta que la deuda ha sido de hecho pagada con bienes
privativos, habrá lugar al correspondiente derecho de
reintegro contra la masa común si la deuda es de cargo del
consorcio. En tales casos, la responsabilidad de los bienes
privativos es meramente provisional.
Faltando o siendo insuficientes los bienes privativos del
deudor, la responsabilidad se extiende limitadamente a los
bienes comunes, porque hay que dejar siempre a salvo el
valor que en el patrimonio común corresponde al otro
cónyuge, así como los preferentes derechos de los
acreedores consorciales.
La carga de la prueba de la insuficiencia de los bienes
privativos del deudor no puede hacerse recaer sobre los
acreedores privativos, pues no existe un derecho previo de
excusión en favor de la masa consorcial, ni la afección de
ésta viene condicionada a una previa demostración de la
insuficiencia de los bienes privativos por parte del
acreedor, para quien la mitad del valor de los bienes
consorciales forma parte del valor de los bienes presentes
del deudor sometidos a la responsabilidad patrimonial
universal sentada por el art. 1911 Cc., y nada parece
impedir que el embargo se extienda desde el principio a los
bienes comunes si resulta razonablemente seguro que el
valor de los privativos del deudor es insuficiente. El
señalamiento de los bienes privativos y la prueba de su
suficiencia es carga que corresponde al cónyuge no deudor
que se oponga a la traba de bienes comunes (véase AP
Zaragoza S 227/1998 de 7 Abril 1998 que cita en relación al
art. 46 de la Compilación las Ss. TS 2 julio 1984 y 13
julio 1991; AP Zaragoza A 543/2000 de 28 Julio 2000).
Pero, en todo caso, dejando a salvo el valor de la
partición consorcial del otro cónyuge, lo que requiere que
se le notifique el embargo del bien común y que éste no
manifieste nada en contra (Véase AP Zaragoza S 454/2000 de
7 julio 2000); en otro caso, hay que hacer una liquidación
provisional
(sin
disolución)
para
comprobar
que
la
ejecución deja a salvo el valor de la participación del
cónyuge no deudor o, si éste lo pide, se disolverá el
consorcio y la traba continuará sobre los bienes que se
adjudiquen en el lote del cónyuge deudor en la partición.
En contra opina, para el régimen anterior, la AP Zaragoza S
227/1998 de 7 Abril 1998, que rechaza que la determinación
de la parte que ostente el no deudor en la comunidad sea un
presupuesto de la ejecución sobre bienes comunes por deudas
privativas de un cónyuge; lo más adecuado le parece
entender de aplicación la facultad que el juego de los
arts. 144 RH y 1373 Cc. otorgan a aquel consorte, esto es,
la necesaria notificación de la traba sobre bienes comunes,
y la posibilidad de solicitar que la misma sea sustituida
por la de la parte que ostenta el deudor en la comunidad.
De los aspectos procesales, que garantizan en todo caso la
posibilidad de optar por dejar a salvo ese valor sin
disolución del consorcio, se ocupa ahora el artículo 43 Ley
2/2003.
4.8 Ejecución sobre bienes comunes por deudas privativas
Son
conocidas
las
dificultades
procesales
que
obstaculizaron la adecuada aplicación del artículo 46 de la
Compilación, tanto antes como después de la reforma del
Código civil de 1981 pues el nuevo artículo 1373 de este
cuerpo legal tampoco contó con un cauce procesal adecuado.
Como dice el Preámbulo de la Ley 2/2003, "es de creer que
el cauce que la Ley de enjuiciamiento civil de 2000 ha
previsto para la ejecución en bienes gananciales resulte
suficiente y expedito. Por ello, esta Ley se remite al
mismo en su artículo 43, con las necesarias adaptaciones
sustantivas, entre las que destaca la posibilidad de dejar
a salvo el valor que en el patrimonio común corresponda al
cónyuge no deudor sin necesidad de disolución del
consorcio, salvo que opte por ella, pero siempre mediante
liquidación del mismo a los efectos de constatar el valor
que ha de quedar a salvo.
En efecto, el artículo 43 Ley 2/2003, titulado ejecución
sobre bienes comunes por deudas privativas, dispone:
"1. Cuando en una ejecución sobre bienes comunes, seguida a
causa de deudas distintas de las enunciadas en el artículo
37, el cónyuge del deudor quiera, en el procedimiento
previsto por la Ley de enjuiciamiento civil para la
ejecución en bienes gananciales, hacer valer su derecho a
que quede a salvo el valor que en el patrimonio común le
corresponde, podrá pedir la liquidación del mismo al
exclusivo fin de constatar el valor que ha de quedarle a
salvo, sin disolución del consorcio. En este caso, la
ejecución proseguirá tan pronto se constate la existencia
de bienes que sobrepasen el valor que ha de quedar a salvo
y sólo sobre aquellos bienes, alzándose en todo caso el
embargo sobre los demás.
2. El cónyuge del deudor podrá también optar por la
disolución del consorcio y división de los bienes comunes.
Producida la disolución, el matrimonio se regirá por el
régimen de separación de bienes."
Es el artículo 541 de la nueva LEC el que regula la
ejecución en bienes gananciales; aunque la remisión que se
hace en el art. 43 Ley 2/2003 es para la ejecución por
deudas privativas, no hay duda de que también el resto del
contenido de ese precepto procesal es de aplicación en
Aragón, con las necesarias adaptaciones sustantivas cuando
las haya.
Así, no se despachará ejecución frente al consorcio
conyugal (apartado 1), que carece de personalidad jurídica
y la LEC no le ha dotado de legitimación procesal.
De acuerdo con el apartado 2 del art. 541 LEC, cuando la
ejecución (de sentencia o de otro título ejecutivo) se siga
a causa de deudas contraídas por uno de los cónyuges, pero
de las que deban responder los bienes comunes de
conformidad con el art. 37 Ley 2/2003, la demanda ejecutiva
podrá dirigirse únicamente contra el cónyuge deudor (lo que
no excluye la posibilidad de demandar a ambos: art. 538
LEC), pero el embargo de bienes consorciales habrá de
notificarse al otro cónyuge, dándole traslado de la demanda
ejecutiva y del auto que despache ejecución a fin de que,
dentro del plazo ordinario (diez días siguientes a la
notificación de dicho auto: art. 556 LEC), pueda oponerse a
la ejecución. La oposición a la ejecución podrá fundarse en
las mismas causas que correspondan al ejecutado y, además,
en que los bienes comunes no deben responder de la deuda
por la que se haya despachado la ejecución. Cuando la
oposición se funde en esta última causa, corresponderá al
acreedor probar la responsabilidad de los bienes comunes.
Si no se acredita esta responsabilidad, el cónyuge del
ejecutado podrá optar por cualquiera de las alternativas
previstas en el artículo 43 Ley 2/2003.
Y si, de conformidad con el apartado 3 del art. 541 LEC, la
ejecución se siguiere a causa de deudas propias de uno de
los cónyuges y se persiguiesen bienes comunes a falta o por
insuficiencia de los privativos (art. 42.1 Ley 2/2003), el
embargo de aquéllos habrá de notificarse al cónyuge no
deudor. En tal caso, éste puede optar por pedir la
liquidación del patrimonio común al exclusivo fin de
constatar el valor que ha de quedarle a salvo, sin
disolución del consorcio conyugal, o puede optar por pedir
la disolución del consorcio y
comunes (art. 43.1 Ley 2/2003).
división
de
los
bienes
Pedida por el cónyuge no deudor la liquidación del
patrimonio
común,
sin
disolución
del
consorcio,
el
tribunal, oídos los cónyuges, resolverá lo procedente sobre
liquidación del patrimonio y, en su caso, acordará que se
lleve a cabo con arreglo a lo dispuesto en la LEC (arts.
808 y 809), suspendiéndose entre tanto la ejecución en lo
relativo a los bienes comunes (art. 541.3 LEC). La
ejecución proseguirá tan pronto se constate (en el
inventario aprobado judicialmente) la existencia de bienes
que sobrepasen el valor que ha de quedar a salvo y sólo
sobre aquellos bienes, alzándose en todo caso el embargo
sobre los demás (art. 43.1 Ley 2/2003).
Pedida por el cónyuge no deudor la disolución del consorcio
y división de los bienes comunes (art. 43.2 Ley 2/2003), el
tribunal, oídos los cónyuges, resolverá lo procedente sobre
división del patrimonio (no parece que pueda negar la
disolución pues esta opción es causa de disolución de pleno
derecho: art. 62, e) Ley 2/2003) y, en su caso, acordará
que se lleve a cabo con arreglo a lo dispuesto en la LEC
(arts. 808 a 810), suspendiéndose entre tanto la ejecución
en lo relativo a los bienes comunes (art. 541.3 LEC). Habrá
que aprobar primero el inventario y avalúo de todas las
partidas y luego las operaciones de liquidación del caudal
común, su división y adjudicación a cada uno de los
cónyuges.
La
ejecución
proseguirá
sobre
los
bienes
adjudicados en el lote del cónyuge deudor. Producida la
disolución, el matrimonio se regirá por el régimen de
separación de bienes, habiendo descartado el legislador la
atípica opción prevista en el art. 1374 del Código civil
que, además, resulta del todo innecesaria en un sistema
como el aragonés que permite pedir la liquidación sin
disolución del consorcio.
Este procedimiento, debidamente adaptado en lo necesario,
ha de seguirse también en toda ejecución no judicial en
bienes consorciales.
Por otra parte, hay que recordar que la enajenación de
bienes inmuebles por naturaleza y empresas o explotaciones
económicas no extingue el derecho expectante de viudedad
del otro cónyuge, salvo renuncia expresa o que concurra
alguno de los supuestos del art. 98.1 Ley 2/2003. Pero sí
se extingue en la ejecución forzosa (aunque dice judicial,
parece extensible a otros supuestos) por deudas contraídas
por ambos cónyuges o por uno de ellos cuando sean de cargo
o responsabilidad común, así como por deudas contraídas con
anterioridad al matrimonio o por razón de sucesiones o
donaciones (art. 99.1). En los restantes supuestos de
ejecución por deudas privativas el derecho expectante no se
extingue, salvo que, "notificado el embargo del bien común
o privativo al menos diez días hábiles antes de la
celebración de la subasta al otro cónyuge, éste no
manifieste en el citado plazo su voluntad de conservarlo
por no ser deudas de las enunciadas en el apartado
anterior. Corresponde al acreedor probar que la deuda es de
las enumeradas en el apartado 1, en los términos previstos
en la Ley de enjuiciamiento civil para la ejecución en
bienes
gananciales"
(art.
99.2).
Con
lo
cual,
el
procedimiento del art. 541 LEC hay que seguirlo también a
efectos de dejar a salvo el derecho expectante de viudedad
y, lo que es más importante, también en el embargo de
bienes privativos del deudor. En otro caso el expectante no
se extinguirá salvo si se ha acreditado que la deuda es una
de las enunciadas en el apartado 1 del 99.
4.9 Relaciones entre patrimonios
El último precepto del capítulo II, sobre deudas comunes y
privativas, es el artículo 44 referido a las relaciones
entre patrimonios, cuyo apartado 1 coincide literalmente
con el art. 47.1 de la Compilación y dice así: "Los
patrimonios de los cónyuges y el común deben reintegrarse
entre sí aquellos valores que cada uno hubiese lucrado sin
causa a costa de los otros".
Es un precepto general que tiene algunas aplicaciones
concretas en diversos preceptos de la Ley 2/2003 (cfr.
arts. 30, 33.2, 42.2, 57, 68, 80, 81, 82, 83, 87) y, en
algunos otros, la posibilidad de reintegro o reembolso está
implícita.
En general, todo desplazamiento patrimonial entre la masa
común y una de las privativas, o viceversa, que no esté
justificado por las reglas del activo o pasivo definitivo
de la comunidad legal, da lugar a un crédito en favor de la
masa que ha aportado el dinero, crédito o bienes, para así
restablecer el equilibrio roto y evitar el enriquecimiento
sin causa entre las masas conyugales (La TSJ Aragón Civil y
Penal S 9 Mayo 2000 considera que no hay enriquecimiento
sin causa en la reinversión de parte de los rendimientos de
la farmacia privativa en su mejora que, por el contrario,
deben estimarse deudas comunes). El importe a pagar
coincide siempre con el valor actualizado de lo lucrado
(que los apartados 2 y 3 identifican con el importe
actualizado de los bienes de un patrimonio empleados en
beneficio de otro), que debe pagarse íntegramente, es decir
sin que opere la extinción parcial por confusión al ser uno
de los cónyuges simultáneamente acreedor y deudor del
reembolso (véase AP Zaragoza A 398/1999 de 14 Junio 1999).
Los apartados 2 y 3 del artículo 44 han sido añadidos por
la Ley 2/2003 para aludir a los casos más importantes y
frecuentes de reintegros y reembolsos. Dicen así:
"2. En particular, los patrimonios privativos tienen
derecho al reintegro del importe actualizado:
a) De los bienes privativos confundidos en la masa
consorcial o empleados en la adquisición de bienes comunes.
b) De los bienes privativos empleados en el pago de deudas
que fueran de cargo de la comunidad." (Véase, en contra, la
TSJ Aragón Civil y Penal S 6 Octubre 1999)
"3. En particular, el consorcio tiene derecho a ser
reembolsado del importe actualizado:
a) De los bienes comunes empleados en la adquisición de
bienes privativos.
b) De los bienes comunes empleados en el pago de deudas que
fueran de cargo de los patrimonios privativos."
El apartado 4 también ha sido añadido por la Ley 2/2003
para dar entrada a un supuesto que no es de relaciones
entre patrimonios sino de daños al patrimonio común: "Los
patrimonios privativos deben indemnizar al común el importe
actualizado de los daños y perjuicios que el marido o la
mujer le hayan causado por acción dolosa o gravemente
negligente."
Con una ligera mejora en la redacción, el apartado 5
coincide con el art. 47.2 de la Compilación: "El pago de
las obligaciones existentes entre el patrimonio consorcial
y los privativos, aunque válido en cualquier momento por
acuerdo entre los cónyuges, sólo puede exigirse antes de la
liquidación de la comunidad cuando así se hubiera pactado o
cuando medie justa causa. Es siempre justa causa la
disposición abusiva de capital común en beneficio propio."
En la liquidación ordinaria del patrimonio consorcial los
reintegros y reembolsos entre la masa común y los
patrimonios privativos tienen lugar, en primer lugar, por
vía de compensación; el saldo acreedor favorable a la
comunidad que no haya podido compensarse se imputa en la
participación del cónyuge deudor, hasta agotar su importe,
salvo que opte por el reembolso en metálico o se acuerde el
pago mediante dación de bienes de su patrimonio privativo;
el saldo acreedor que no haya podido ser objeto de
imputación debe ser reembolsado por el cónyuge deudor a la
comunidad, salvo que se acuerde que se haga mediante dación
de bienes privativos; por último, si de la operación
inicial de compensación resultó un saldo favorable a los
patrimonios privativos, en la liquidación hay que proceder
al reintegro que, a falta de metálico suficiente, podrá
hacerse mediante dación en pago de bienes consorciales
(cfr. art. 83.1). Añade el apartado 2 de este artículo que
"los reembolsos y reintegros se harán por su importe
actualizado al tiempo de la liquidación."
Bibliografía:
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Revista
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de
Derecho
Inmobiliario, núm. 598, 1990, pp. 911-1007.
RAMS ALBESA, Joaquín: "Gestión y Pasivo de la Comunidad
Aragonesa", en Actas de los II Encuentros del "Foro de
Derecho Aragonés", cit., 1993, pp. 35-40. Ponencia
seguida de la intervención de los colaboradores, Rosa Mª
BANDRES SANCHEZ-CRUZAT y Javier SANCHO-ARROYO Y LOPEZ DE
RIOBOO, y de un coloquio final (pp. 41-68).
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