IV HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA, ESTADOS UNIDOS Y PUERTO RICO1 Miguel Ángel Puig-Samper*, Consuelo Naranjo* y María Dolores Luque** *Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid **Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras 1 Queremos agradecer la ayuda prestada a lo largo del proyecto de investigación a diferentes personas que desde las instituciones han contribuido a su realización, así como a Nieves Gómez, del Departamento de Historia de América del Instituto de Historia del CSIC y a Isabelle Bancheraud por su ayuda en los trabajos de trascripción y búsqueda bibliográfica. Asimismo, el apoyo en Puerto Rico de Gervasio García, Mª de los Ángeles Castro, Luis Sánchez Raffucci, Libia González, Luis Ferrao, y en España de Loles González-Ripoll y Salvador Bernabéu ha sido, como siempre son los amigos, una gran ayuda durante la realización de este estudio. A Inés y Gonzalo por las horas de juego robadas. LAS RAÍCES REMOTAS DE UN PROYECTO CULTURAL: LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS La búsqueda del nacimiento de una idea o de un proyecto cultural como el de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) podría llevarnos hasta los procesos más renovadores desde el punto de vista intelectual que se dieron en el Renacimiento español y más tarde en la Ilustración, siempre que nos situemos en la obsesiva y recurrente preocupación de la inteligencia española por acercarnos a la modernidad europea y distanciarnos de los fenómenos de aislamiento tan queridos por algunos gobernantes españoles, desde Felipe II hasta Fernando VII. Sin alejarnos tanto en el tiempo y diez años después de la muerte del último monarca mencionado, en 1843, se produjo un hecho aislado pero de suma importancia en el panorama intelectual español como fue el viaje de Julián Sanz del Río, pensionado a Alemania para hacerse cargo de una cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad Central de Madrid. Sanz del Río importó para España la filosofía idealista de Krause, aunque adaptada a la idiosincrasia hispánica, de tal modo que esta nueva ideología penetró profundamente el alma de nuestra universidad y la de muchos intelectuales, como ya indicaron en su momento Elías Díaz y López Morillas, entre otros.2 F.J. Laporta ya avanzó cómo en la búsqueda de los orígenes culturales de la JAE había que llegar hasta Sanz del Río y sus discípulos, como Fernando de Castro y especialmente Francisco Giner de los Ríos, quienes en su enseñanza universi- Sobre el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza véanse los estudios de Juan López Morillas, El krausismo español, México, Fondo de Cultura Económica, 1980; Elías Díaz, La filosofía social del krausismo español, Madrid, Edicusa, 1973; Juan José Gil Cremades, Krausistas y liberales, Madrid, Seminarios y Ediciones, S.A., 1975; Antonio Jiménez-Landi, La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Taurus, 1973; Vicente Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Rialp, 1962. 2 124 LOS LAZOS DE LA CULTURA taria y en su creación institucional –la Institución Libre de Enseñanza-, impusieron la impronta de un nuevo estilo ético antidogmático, tolerante en el terreno ideológico y religioso, aunque claramente marcados sus objetivos por la idea de que una educación integral lograría el cambio deseado en la sociedad española, para lo que evidentemente había que empezar por formar buenos profesores, una idea que conectaría a la perfección con la del envío de pensionados al extranjero de la JAE, preocupada además por la europeización de España y la importación de saberes científicos.3 Podría parecer además que poco tendrían en común aquella legión de metafísicos idealistas que participaron en la revolución de 1868 con los serios científicos que se agruparon en la JAE buscando la regeneración de España tras el desastre colonial y la recuperación del prestigio cultural perdido, pero la conexión es evidente. Los nuevos institucionistas formaban parte de una segunda y tercera generación postgineriana, más cientifista y ciertamente apegada a una nueva filosofía cercana al positivismo –lo que Diego Núñez llama krausopositivismo–4, menos revolucionaria en el sentido político y más reformista, ligada a los movimientos liberal-progresistas, pero siempre marcados por la figura emblemática del abuelo (Francisco Giner de los Ríos) y la rígida ética institucionista, muy bien representada en la JAE por la figura de su secretario, José Castillejo. Junto a esta línea institucionista hay que destacar también que el llamado movimiento regeneracionista, en el que figuraron Joaquín Costa, Ricardo Macías Picavea, Lucas Mallada, etc., como portavoces más autorizados, junto a literatos como Azorín, Baroja, Valle-Inclán, o científicos como Santiago Ramón y Cajal –el futuro presidente de la JAE– o José Rodríguez Carracido, convergió en su preocupación por la educación y el europeismo, algo que sin duda facilitó la futura creación de la JAE, llamada por Cacho Viu el «logro tardío de la Institución Libre de Enseñanza», una afirmación que parece cierta cuando revisamos la correspondencia entre Giner, Castillejo, Moret, Cossío, entre otros intelectuales, donde parece estar tejida claramente la futura institución.5 De hecho José Castillejo ya ocupaba un puesto relacionado con las pensiones al extranjero en el nuevo Ministerio de Instrucción Pública (creado en 1900), cuando el 11 de enero de 1907 se decretó la creación de la JAE por el ministro Amalio Gimeno. José Subirá destacaba en 1924 cómo en los párrafos previos del real decreto se insistía en la importancia de terminar con el aislamiento para enlazar con la ciencia europea, además de preparar al personal encargado de las reformas con el contacto exterior, la difusión de su obra en América –algo que no era tan Francisco J. Laporta, Alfonso Ruiz Miguel, Virgilio Zapatero y Javier Solana, «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios», Arbor, CXXVI, nº 493, enero, 1987, pp. 17-87. La bibliografía más relevante sobre la JAE puede verse en el mismo número de Arbor en un artículo de Teresa Rodríguez de Lecea, «Nota bibliográfica sobre la J.A.E.», pp. 89-97. Habría que añadir la importante obra de José Manuel Sánchez Ron (coord.), 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 2 vols., Madrid, CSIC, 1988. Sobre la labor desarrollada por la JAE en materia de relaciones culturales con el extranjero véase el libro de Justo Formentín Ibáñez y Mª José Villegas Sanz, Relaciones Culturales entre España y América: la Junta para la Ampliación de Estudios, Madrid, Mapfre, 1992. 4 Diego Núñez, La mentalidad positiva en España: desarrollo y crisis, Madrid, Túcar, 1975. 5 David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo. Vol. I, Un puente hacia Europa (18961909), 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1997, pp. 307-409. 3 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 125 claro en los primeros momentos– y sobre todo en considerar el esfuerzo de las reformas como una empresa nacional, independiente por tanto de los vaivenes políticos y necesitada del concurso de intelectuales de diferente ideología.6 El día 15 del mismo mes se constituyó la JAE bajo la presidencia del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Amalio Gimeno, con presencia de Santiago Ramón y Cajal, que inmediatamente sería nombrado presidente de la JAE, Joaquín Sorolla, Vicente Santa María de Paredes, Alejandro San Martín, Julián Calleja, Eduardo Vincenti, Luis Simarro, Ignacio Bolívar, Ramón Menéndez Pidal, José Casares, Adolfo Álvarez Buylla, José Rodríguez Carracido, Julián Ribera Tarragó, Leonardo Torres Quevedo, Victoriano Fernández Ascarza y José Castillejo, este último como secretario de la JAE, con ausencia de José Echegaray, Gumersindo de Azcárate, Marcelino Menéndez Pelayo, Joaquín Costa, José Marvá y José Fernández Jiménez. Las funciones que se encomendaban a la JAE, por un decreto del 22 de enero, eran las siguientes: El servicio de ampliación de estudios dentro y fuera de España, las delegaciones en Congresos Científicos, el servicio de información extranjera y las relaciones internacionales en materia de enseñanza, el fomento de los trabajos de investigación científica y la protección de las instituciones educativas en la enseñanza secundaria y superior. Uno de los pilares básicos de la JAE fue su política de pensiones, esenciales para el desarrollo cultural y científico de España, de la que se beneficiaron –según Sánchez Ron– unas dos mil personas, que fueron pensionadas para trabajar en el interior, en Europa y en América, con dotaciones que oscilaban entre las 350 y las 650 pesetas mensuales. Tres días después se producía un cambio de gobierno, con la presidencia del conservador Maura, quien nombraba para el Ministerio de Instrucción Pública a Faustino Rodríguez San Pedro, cuya misión respecto a la JAE fue siempre el intento de recortar su posible autonomía. Además, para muchos conservadores la conexión de la JAE con la antigua Institución Libre de Enseñanza era evidente y sospechosa; la mano del abuelo Giner en la creación de instituciones como el Museo Pedagógico, la JAE, la Estación de Biología Marina de Santander, etc.. preocupaba a los grupos más reaccionarios, quienes además intentaron enfrentar a algunos sectores universitarios con la JAE.7 Junto a las instituciones y entidades que fueron creándose, hay que destacar la actividad académica e intelectual surgida en el seno de la Universidad de Oviedo, donde un grupo de profesores puso en marcha un programa americanista como «una empresa de cultura y difusión del pensamiento español en América». Dicha empresa fue anunciada por el Rector de la Universidad, Dr. Canella, en las cartas que en 1908 envió a las autoridades académicas. Rafael Altamira es el hombre que llevó a cabo con mayor intensidad este programa, un programa en el que la educación y la cultura eran las piezas claves para la transformación de la sociedad y el acercamiento de los pueblos. Su formación krausista y positivista marcó toda su José Subirá, Una gran obra de cultura patria. La Junta para Ampliación de Estudios, Madrid, Imp. de «Alrededor del Mundo», 1924. 7 José Manuel Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra. Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX), Madrid, Taurus, 1999, especialmente pp. 171-211. 6 126 LOS LAZOS DE LA CULTURA obra y su concepción de la educación y la historia. A pesar de que en muchos aspectos sus postulados eran similares a los de otros intelectuales de la JAE, en estos primeros años, cuando Altamira realiza su viaje por América y visita Cuba en 1910 resalta el carácter académico de su estancia y del programa americanista, por el que se pretendía establecer un intercambio de doble dirección, indicando que no contemplaba la españolización intelectual de América. Evocaba una «patria hispana común» sustentada en el espíritu común de ambos pueblos, que con un idioma compartido debía de fomentar la unión y no el distanciamiento: Hablamos en nombre de la España que quiere ser así, y que si no fuera así, preferiría dejar de ser, y que apetece lavar sus culpas de imperialismos pasados y quiere ser ahora el porta-estandarte de la fraternidad entre las naciones, el mantenedor de los derechos nacionales y del respeto á todas la independencias.8 LA CREACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS El 18 de marzo de 1910 se creaba en el seno de la JAE el Centro de Estudios Históricos, dirigido por Ramón Menéndez Pidal, como uno de los pilares de la institución en tanto se fueron creando el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, presidido por Cajal con la asistencia de Blas Cabrera, y la Residencia de Estudiantes. Las funciones atribuidas al nuevo Centro de Estudios Históricos, situado en Madrid, fueron las siguientes: • Investigar las fuentes, preparación de ediciones críticas de documentos inéditos, glosarios, monografías, obras filosóficas, históricas, literarias, filológicas, artísticas o arqueológicas. • Organización de misiones científicas, excavaciones y exploraciones para el estudio de monumentos, documentos, dialectos, folklore, instituciones sociales y cualquier tema fuente de conocimiento histórico. • Organización de trabajos especiales de laboratorio en los que se iniciaría en los métodos de investigación a un corto número de alumnos. • Labores de apoyo a los pensionados dentro y fuera de España, con el objetivo de que pudieran seguir trabajando a su regreso. • Formación de una biblioteca para estudios históricos y establecimiento de relaciones y cambio con centros científicos análogos en el extranjero. El Centro de Estudios Históricos (CEH) se instaló en el Palacio de Bibliotecas y Museos, utilizando parte del local que ocupó el Museo de Ciencias Naturales, comunicando con la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico, hasta su traslado a un pequeño hotel de la calle Almagro núm. 26, y el posterior de la calle Duque de Medinaceli, 4. En la Memoria de la JAE correspondiente a los años 1910-1911, aparecen como Secciones del CEH las siguientes: • Instituciones sociales y políticas de León y Castilla, bajo la dirección de Eduardo de Hinojosa. Rafael Altamira y Crevea, Mi viaje a América, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1911, p. 433. Durante este viaje visitó 6 repúblicas: Uruguay, Argentina, Chile, Perú, México y Cuba; Rafael Altamira y Crevea, La huella de España en América, Madrid, Editorial Reus, 1924. 8 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 127 • Trabajos sobre arte medieval español, bajo la tutela de Manuel Gómez Moreno. • Orígenes de la lengua española, bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal. Aparecen entre sus colaboradores Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Onís, Julián Paz, Solalinde, Gómez Ocerín, etc. • Metodología de la Historia; trabajos de Seminario bajo la dirección de Rafael Altamira. • Investigaciones de las fuentes para la historia de la Filosofía árabe española, dirigidas por Miguel Asín Palacios. • Investigación de las fuentes para el estudio de las Instituciones sociales de la España musulmana, bajo la dirección de Julián Ribera • Los problemas del Derecho Civil en los principales países en el siglo XIX, dirigido por Felipe Clemente de Diego. A estas secciones se añadirían más tarde otras dedicadas a la historia del arte, bajo la dirección de Elías Tormo, a los estudios de filosofía contemporánea, dirigida por José Ortega y Gasset y a los estudios de filosofía semítica, bajo la responsabilidad de Abraham S. Yahuda. Aparentemente el nuevo Centro de Estudios Históricos se volcaba especialmente en las investigaciones históricas y filológicas propiamente españolas con un objetivo claro: la búsqueda de la identidad española, que poco después se plasmaría en los importantes trabajos de Menéndez Pidal y sus discípulos, así como en la creación del Laboratorio de Fonética en 1911, por Ramón Menéndez Pidal, la Revista de Filología Española, en 1914, la sección de Folklore dirigida por Tomás Navarro Tomás, en 1916, y Archivo de la Palabra y las Canciones Populares en 1930, bajo la dirección de Tomás Navarro, con la colaboración de Eduardo Martínez Torner.9 El Archivo de la Palabra fue un proyecto bastante ambicioso e innovador con el cual se recogió y rescató un legado importante de la cultura española desde el punto de vista lingüístico, fonético y folklórico (romances y música popular); a ello hay se suma un valor añadido ya que en él se grabaron las voces de muchos de los intelectuales que son objeto ahora de nuestro estudio: Azorín, Juan Ra- José-Carlos Mainer, La Edad de Plata (1902-1939). Ensayo de interpretación de un proceso cultural, Madrid, Cátedra, 1983; Javier Varela, La novela de España, Los intelectuales y el problema español, Madrid, Taurus, 1999; José Portolés, Medio siglo de filología española (1896-1952). Positivismo e idealismo, Madrid, Cátedra, 1986. Entre la abundante bibliografía sobre Menéndez Pidal y sus discípulos pueden consultarse los trabajos de José Antonio Maravall, Menéndez Pidal y la historia del pensamiento, Madrid, Arial, 1960; Marcel Bataillon, «Don Ramón Menéndez Pidal (1869-1968)», Bulletin Hispanique, t. 71, 1969, pp. 441-451; José Luis Gómez-Martínez, Américo Castro y el origen de los españoles: historia de una polémica, Madrid, Gredos, 1975; Tomás Navarro Tomás, «Don Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos», Anuario de Letras, vol. II, México, 1968-1969, pp.9-24; Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», VV.AA, ¡Alça la voz pregonero!. Homenaje a Don Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1979, pp. 43-79; Guillermo Araya, El pensamiento de Américo Castro. Estructura intercastiza de la historia de España, Madrid, Alianza, 1983; y el Catálogo de la Exposición coordinada por Rafael Asín Vergara y María García Alonso, Rafael Altamira. Biografía de un intelectual (1866-1951), Madrid, Fundación Francisco Giner de los Ríos-Residencia de Estudiantes, 2001. Ver también las Memorias de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas; y Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas Centro de Estudios Históricos, Archivo de la Palabra, Madrid, 1932. 9 128 LOS LAZOS DE LA CULTURA món Jiménez, Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Concha Espina, José Ortega y Gasset, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, Ignacio Bolívar, Pío Baroja, Jacinto Benavente, Federico de Onís, etc.10 Durante su estancia en Madrid Onís se integró en las investigaciones del Centro, y bajo la dirección de Menéndez Pidal emprendió trabajos de filología, centrados en el estudio geográfico de los dialectos españoles, junto a su amigo Tomás Navarro Tomás. En la documentación depositada en el Archivo de la Junta de Ampliación de Estudios de la Residencia de Estudiantes, de Madrid, se encuentran expedientes relacionados con el trabajo de estos investigadores; de ellos reproducimos uno referente a los estudios de Onís como pensionado de la JAE en el Centro, investigaciones que proseguirá en estados Unidos y Puerto Rico, lugares en los que su obra es bien conocida: Federico de Onís. Pensión para estudiar las variedades dialectológicas que ofrece el habla popular en ciertos puntos del antiguo reino de León. Pueblos recorridos: 1º itinerario: Ciudad Rodrigo, Fresno, El Bordón, Robleda, Peñaparda, Villarrubias, Payo, San Martín de Orevejo, Elja, Valverde, Villamiel, Navasfrías, Albergueria de Argañan Fuenteguinaldo, Alanedilla y otros intermedios de menor importancia. 2º itinerario: Ciudad Rodrigo, Zamarra, Jaradilla del Arroyo, Monsagro, Peña de Francia, Cereceda, Nava de Francias, Silleros, Tamames, Luiares, San Esteban de la Sierra, Valdelacasa, Fuente de Bejar, Bejar, Navacarros, y otros. 3º Itinerario: Ledesma, Vitigudino, Encina Sola de los Comenderos, Villabuena, Barruecopardo, Bameropardo, Cerezal de Peñahorcada, la Zaza de Pumareda, Vilvestre, Aldeadibile de la Muera, Conparario, Mascreco, Valsalabroso y otros. Empleé en el recorrido de estos pueblos tres meses, deteniéndome más o menos según el interés que ofrecían. Resultados obtenidos: Quedan determinados los límites geográficos de cada fenómeno dialectal. Queda terminado el límite geográfico entre el portugués y el leonés por el occidente y entre éste y el castellano por el oriente en todo lo que es hoy la provincia de Salamanca y en el norte de la de Cáceres. Quedan determinados los límites específicos de los varios fenómenos dialectales que ofrece dicha región. He recogido cuantos datos encontré de fonética y vocabulario, dejando estudiados en conjunto algunos pueblos que ofrecen un dialecto particular, por ejemplo: San Martín de Erevejo, Elja y Valverde y El Payo. En Ledesma he encontrado de la Edad Media, en el Archivo Municipal y en el de la Iglesia de Stª María, entre ellos un Fuero del Siglo XIII, varios privilegios reales y algunos documentos particulares. Copié íntegros algunos, de otros obtuve fotografías y de otros tomé notas suficientes. En el Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes de Madrid se encuentra el Archivo de la Palabra y las canciones populares, que contienen más de mil discos conservados, regrabados en 1988, y algunos de ellos reeditados por la Residencia de Estudiantes. Alfredo Valverde, «El Archivo de la Palabra y las canciones populares», Boletín de la Residencia de Estudiantes, núm 6, Madrid, julio-agosto, 1998, pp. 6-7. 10 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 129 Los resultados de esta pensión, se publicarán bajo la dirección de D. Ramón Menéndez Pidal, en el Centro de Estudios Históricos.11 EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y LA CONCIENCIA AMERICANISTA El objetivo americanista del Centro de Estudios Históricos no aparece tan claro a primera vista, pero la inclusión de Rafael Altamira como encargado de una de las secciones podría indicar lo contrario. En el momento de la creación oficial del CEH, Altamira estaba regresando de su periplo americano del que volvía como el gran apóstol del hispanoamericanismo y pocos días después (14 de abril), en una conferencia pronunciada en la Unión Ibero-Americana, sugería: Pues bien; sabido es que hace poco se ha creado en España un Centro de estudios históricos, que va a ser a manera de una Escuela de altos estudios. Ese Centro, creado para organizar y perfeccionar aquel género de investigaciones, podría ser un organismo oficial de comunicación. Puesto que la Historia es un campo común, en gran parte, a los americanos y los españoles, cabría aquí, bajo la dirección de profesores nuestros y con la colaboración de otros hispano-americanos, concentrar una parte de la juventud estudiosa que quisiera saber y escribir la historia de su país, la cual vendría a realizar esa labor en nuestro territorio, en conjunción con los estudiantes españoles. Relacionado ese Centro, más o menos íntimamente, con los citados Institutos históricos americanos, ofrecería doble base de relación entre los trabajadores intelectuales de América y España. 11 AJAE, 107/60, doc.13. Sobre el Centro de Estudios Históricos puede además consultarse el artículo de Leoncio LópezOcón, «El Centro de Estudios Históricos: un lugar de la memoria», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, núms. 34-35, mayo de 1999, pp. 27-48. En este trabajo puede verse cómo se gestó la Escuela Española de Filología, no tanto los trabajos de carácter histórico del CEH, y la formación de redes científicas por parte de los componentes del CEH. Hay también un intento de análisis de las rupturas y pervivencias de la institución a nuestro juicio fallido, entre otros motivos por una confusión en la observación de las diferentes generaciones y en la reflexión sobre las continuidades y discontinuidades. Es evidente que la Guerra Civil produjo una sobrecogedora ruptura en el trabajo de la institución por la salida al exilio de muchos de sus componentes –cuya memoria intentamos rescatar– y quizá la recuperación del nombre de Centro de Estudios Históricos en 1985 fuera algo simbólica, pero es indicativa de que un nuevo espíritu caminaba por los pasillos de Menidaceli, tras los oscuros años del franquismo más gris. No puede decirse sin más, como hace López-Ocón al referirse al americanismo del CEH, que la sobrecarga ideológica de los tiempos fundacionales del Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo se convirtió en «una especie de fardo o carga demasiado pesada» que lastró a las siguientes generaciones formadas bajo el franquismo, a las que acusa de falta de reflexión metodológica y de incapacidad para mantener a los «talentos más prometedores». Quizá para la primera generación de postguerra puede que tenga algo de razón, pero desde luego es del todo injusta con los historiadores y americanistas que se han integrado al trabajo científico después de la transición democrática, tanto por su bagaje científico –muchas veces traído de los mejores centros científicos del exterior– como en algunas ocasiones por su compromiso político antifranquista, que les conecta incluso mucho más con la generación republicana del CEH y por eso mismo reclaman su herencia intelectual. En este sentido el ejemplo aducido por López-Ocón sobre la falta de un homenaje a Ramón Iglesia es puramente anecdóctico, aunque por supuesto hubiera sido merecido y justo, y desde luego el interés de los editores de este libro es justamente reivindicar la obra de los antiguos investigadores del CEH y de la propia institución como un ejemplo intelectual a seguir, aunque evidentemente los tiempos han cambiado y nuestra labor tendrá necesariamente que seguir por otros derroteros. 130 LOS LAZOS DE LA CULTURA Coincidiendo con esta propuesta y con los preparativos del viaje de Adolfo Posada a la Universidad de La Plata, siguiendo la estela de Altamira en el programa diseñado por los institucionistas de la Universidad de Oviedo, se publicó la real orden de 16 de abril de 1910 encomendando a la JAE la responsabilidad de las relaciones culturales y científicas con los países hispanoamericanos. Se ordenaba que se reservase cierto número de plazas a los estudiantes americanos en los centros de estudios e investigación de la JAE, dar todo tipo de facilidades a los mismos, enviar pensionados a América y delegados con funciones de propaganda e información, establecer el intercambio de profesores y alumnos, favorecer en España la publicación de obras científicas sobre América, fomentar el intercambio de publicaciones de la JAE con las de otras entidades científicas americanas y hacer obras de difusión. La real orden advertía también que las acciones a emprenderse debían iniciarse con prudencia, tanto por la confluencia con otros organismos que ya actuaban en el mismo sentido de la cooperación con el mundo hispanoamericano como por la necesidad de que los encargados de las diferentes misiones tuvieran la preparación adecuada.12 Respecto al primer asunto hay que decir que la institución más antigua era la Unión Iberoamericana, fundada en 1884 con apoyo del ministro Moret y que solía actuar como un organismo semioficial. Según la propia Unión, ésta se había creado «con el fin de propugnar el desarrollo de relaciones, del orden moral, como del de los intereses materiales, entre España, Portugal y las naciones transatlánticas de origen hispano». Publicó una revista de igual nombre, que en su segunda etapa se llamó Revista de las Españas, muy distribuida en América –con una tirada de varios millares de ejemplares– y se mostraba orgullosa de haber sido la organizadora del IV Centenario del Descubrimiento de América, el Congreso Social y Económico de Madrid en 1900 y la Fiesta de la Raza, creada por iniciativa de la Unión a partir de 1912, además de ser la editora del libro Andrés Bello dedicado a las repúblicas iberoamericanas al celebrar el centenario de su independencia, la Guía Escolar de España y la Cartilla del Emigrante. La Unión Iberoamericana fue sin duda una de las entidades que siguió colaborando con la JAE en su misión hispanoamericanista; su propia propaganda destacaba la especial atención prestada a las Instituciones Culturales Españolas que funcionaban en varias repúblicas americanas con el expreso apoyo de las colonias de españoles residentes en América y que en la práctica eran las interlocutoras de la JAE. Además, la doble pertenencia a la JAE y la Unión Iberoamericana era bastante evidente; en un folleto de propaganda de 1927 aparecían en la vicepresidencia de la Unión – que presidía el duque de Alba– personajes como Ramón Menéndez Pidal, Blas Cabrera y José Casares, y como vocales, entre otros, Rafael Altamira, Américo Castro o Tomás Navarro Tomás, algunos de los cuales figurarían en 1929 en la Comisión de Relaciones Culturales con Hispanoamérica creada por la JAE.13 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, Madrid, 1912, pp. 117-119. 13 BNJM, C.M. Ortiz, nº 333, Correspondencia-U, HCC-Varios, «Unión IberoAmericana». 12 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 131 Incluso uno de ellos –Américo Castro– sería el impulsor de la oficial Oficina de Relaciones Culturales en el seno del Ministerio de Estado, creada en 1921 y sustituida en 1926 por la Junta de Relaciones Culturales, iniciada por la Dictadura y reformada en tiempos de la República, casi siempre con el concurso de miembros destacados de la JAE, llegando a estar en esta última época presidida por Menéndez Pidal con las vicepresidencias de Blas Cabrera y Gregorio Marañón, y la presencia como vocales de personajes como Gustavo Pittaluga, José Castillejo, Luis de Zulueta, Alberto Jiménez Fraud, Gonzalo R. Lafora, Pío del Río Hortega, Azorín, Julio Casares, Américo Castro, Miguel Asín, Salvador de Madariaga, entre otros.14 Fruto de la segunda preocupación, la de enviar personas a América con suficiente preparación, fue el viaje de Adolfo G. Posada, catedrático como Altamira de la Universidad de Oviedo y que había recibido una invitación previa de la Universidad de La Plata, una de las más renovadoras de Argentina. La JAE le nombró delegado en el viaje que emprendía a tierras americanas y el fruto de sus impresiones de viaje fue publicado por la propia Junta en 1911. Posada alababa la creación del CEH como posible centro de investigación de la común historia de España y los países hispanoamericanos, y en el terreno de esta investigación de carácter histórico comentaba: La acción reflexiva, esa acción que tan de menos se echa en el campo de una posible y deseable cultura hispanoamericana, tendrá mucho que hacer para precipitar el influjo unificador de la historia ciencia. De una parte urge fomentar el estudio en común de esta historia común: la historia de España en América, y de América en relación con España en el período colonial y en los momentos determinantes de la revolución y de la independencia, hasta conseguir la plena y justa incorporación de la historia de la España precolonial, y del período colonial a las historias nacionales americanas,...15 En un terreno más político y de reflexión general sobre las relaciones de España con los países americanos, sobre todo ante las críticas recibidas por Altamira por algunos intelectuales cubanos como Fernando Ortiz en su Reconquista de América, quien veía en este hispanoamericanismo, basado en la raza y en la lengua, un nuevo intento de dominar América, sin intentar comprender ni mucho menos respetar las identidades y las culturas de los países americanos, Posada se mostraba más humilde respecto a la posición cultural de España y recomendaba en primer lugar –como lo habían hecho los institucionistas más clásicos– salir del estado de somnolencia, oxigenar la atmósfera de vulgaridad y ramplonería, colocar Las políticas culturales desarrolladas en España por los diferentes gobiernos han sido analizadas por Antonio Niño, Eduardo González Calleja y Lorenzo Delgado en Denis Rolland, Lorenzo Delgado, Eduardo González, Antonio Niño y Miguel Rodríguez, L’Espagne, La France et L’Amerique Latine. Politiques culturelles, propagandes et relations internationales, XXe siècle. España, Francia y América Latina. Políticas culturales, propagandas y relaciones internacionales, siglo XX, Paris, L’Harmattan, 2001. Véase también el libro de Isidro Sepúlveda, Comunidad cultural e hispano-americanismo: 18851936, Madird, UNED, 1994. 15 Adolfo Posada, «Relaciones científicas con América (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay)», Anales de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Tomo III, Memoria 5ª, 1911, p. 240. 14 132 LOS LAZOS DE LA CULTURA en la raíz de nuestra conducta exigencias éticas de severidad, sinceridad y trabajo desinteresado, para ofrecernos después a América como amigos y colaboradores, desechando la imposición de una reconquista espiritual. Respecto a las labores concretas de la JAE en España, Posada aconsejaba una inteligente distribución de las publicaciones, tanto en lo referente a intercambio científico como de propaganda, el ofrecimiento de los servicios organizados por la JAE, destacando especialmente al Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes, fomentando además las relaciones con los americanos que llegaban a Madrid. En lo concerniente al papel de la JAE en América, Adolfo Posada destacaba el intercambio científico, con el envío de personas de notoria competencia científica y la venida a España de los especialistas americanos, sin interferir en los intercambios entre universidades que ya había propuesto Rafael Altamira. Asimismo proponía el envío de misiones, delegados y pensionados, con objeto de estudiar las «condiciones naturales, sociales y económicas de aquellos países», así como «el proceso histórico de la formación de aquellas jóvenes nacionalidades», siempre con un cuidado exquisito para no crear la idea de reconquista, aun cuando Posada reconocía que era legítimo preocuparse por los intereses materiales de España, como de hecho lo hacían otras potencias europeas, sobre todo teniendo en cuenta el importante número de residentes españoles en territorio americano. La importancia de estas colectividades era tal que Posada recomendaba a la JAE la creación de Comités que representaran los intereses de la Junta en América para todo tipo de gestiones ante los centros científicos y docentes, tanto oficiales como privados, autoridades y particulares, que se ocupasen de las tareas de intercambio de publicaciones, se encargasen de la propaganda, se erigieran como centros de comunicación e información, gestionasen todo lo referente a misiones, representaciones y delegados de la Junta y les auxiliasen en todo lo necesario, algo ya manifestado en su correspondencia con Cajal desde Buenos Aires con el apoyo de Torres Quevedo que también se encontraba en Argentina.16 Precisamente en esta dirección se movió la colectividad española de Buenos Aires, cuando en 1912 –tras el fallecimiento de Marcelino Menéndez Pelayo– ideó la creación de una cátedra de cultura española en la universidad argentina y dos años más tarde creaba la Institución Cultural Española, bajo la presidencia del Dr. Avelino Gutiérrez, con el propósito de mantener la primera y hacerse cargo de las actividades de intercambio intelectual en combinación con la JAE.17 De forma similar se creaba en 1918 la Institución Cultural Española del Uruguay, con una cátedra que acogería la Universidad de Montevideo, presidida por el español Manuel Serra y también con el objetivo de combinar sus intereses con los de la JAE y la Institución de Buenos Aires. Ya habían pasado por Buenos Aires y Montevideo José Ortega y Gasset y Julio Rey Pastor en 1916 y 1917, respectivamente, –precedi- David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo y de Manuel Gómez-Moreno. Vol.II, El Espíritu de una época, 1910-1912, 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1998, pp. 136-138. 17 Eduardo L. Ortiz, «Las relaciones científicas entre Argentina y España a principios de este siglo. La JAE y la Institución Cultural Española», José Manuel Sánchez Ron (coord.), 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios..., Opus cit., vol. II, pp.119-158 16 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 133 dos por Menéndez Pidal quien sólo había estado en Buenos Aires en 1914– y a partir de la creación de la Institución de Uruguay desfilaron por las cátedras de Buenos Aires y Montevideo hasta 1935 personajes como Augusto Pi-Suñer, Blas Cabrera, Adolfo G. Posada, Manuel Gómez Moreno, Gonzalo R. Lafora, José Casares, Pío del Río Hortega, María de Maeztu. Esteban Terradas, Enrique Moles, Eduardo García del Real, Roberto Novoa, Claudio Sánchez Albornoz, Manuel García Morente, José Mª Ots Capdequí y Gustavo Pittaluga. La misma corriente cultural se dejó sentir en otras partes de América. El 11 de noviembre de 1925 se creaba en México el Instituto Hispano Mexicano de Intercambio Universitario, bajo la dirección del rector de la Universidad Nacional Alfonso Pruneda, con una secretaría a cargo del Dr. Tomás Perrín, antiguo alumno de Ramón y Cajal, y con el apoyo de Avelino Gutiérrez. La JAE volvía a ser el interlocutor para esta asociación, que entre 1926 y 1930 contó con la presencia como conferenciantes de Fernando de los Ríos, Blas Cabrera, Luis de Zulueta, Américo Castro, María de Maeztu, Jorge Francisco Tello y Pío del Río Ortega, algunos de los cuales pasaron también por la Institución Hispano-Cubana de Cultura, creada en 1926 por Fernando Ortiz, quien también tuvo una relación privilegiada con la JAE.18 A comienzos de 1927 se creaba el Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de San Juan de Puerto Rico, dirigido por Federico de Onís, y un año más tarde se fundaba la Institución Cultural Española de Puerto Rico, dirigida por Rafael Fabián. La labor iniciada en estos años se fue consolidando en los siguientes, en los que gran parte del trabajo recayó en los miembros del Centro de Estudios Históricos. De ello daba cuenta Américo Castro a Federico de Onís en las numerosas cartas que los amigos y compañeros se cruzaron entre Madrid y Nueva York primero y, luego, entre Buenos Aires y Nueva York, durante la estancia de Castro en Argentina. El interés por la cultura española y el impulso oficial que ésta recibió dio como resultado, además de los cursos y conferencias en el extranjero, la creación de Institutos de español y de Cátedras o Institutos de Filología española en distintos países como Italia (Florencia) y Argentina (Buenos Aires y La Plata). La actividad desplegada dentro y fuera de España llegó a ser en algunos momentos, sobre todo en la década de 1920, bastante grande, lo cual llegó a causar cansancio a los pocos investigadores del Centro de Estudios Históricos, que se quejaban del inmenso trabajo y la falta de personal con que contaban. En una de las cartas que Américo Castro escribía a Onís el 2 de noviembre de 1922 le transmitía su sentir: 18 Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-Samper, «Fernando Ortiz y las relaciones científicas hispano-cubanas, 1900-1940», Revista de Indias, núm. 219, Madrid, 2000, pp. 477-503; «Ciencia y pensamiento: La Institución Hispana-Cubana de Cultura y su relación con los intelectuales españoles», Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz, Florida University Press, 2003 (en prensa); Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo, «La acogida del exilio español en Cuba: Fernando Ortiz y la Institución Hispanocubana de Cultura», El Caribe Hispano. Sujeto y objeto de la política internacional. Suplementum de Ibero-Americana Pragensia, núm. 9, 2002, pp. 199-213; y «La formación intelectual de Fernando Ortiz en España», Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz, Florida University Press, 2003 (en prensa). 134 LOS LAZOS DE LA CULTURA Nuestras cosas se ahogan cada vez más en este ambiente de pequeñez, y por el roce entre las mismas pocas personas. La carga del Centro nos agota a Navarro y a mí. Todo el personal apto se fue: desde ti hasta Solal [Solalinde]. Nada tendría de extraño que por mi parte cortara toda relación con el exterior, absolutamente para todo, y me recluyera en una buhardilla del último piso, y me dedicara a acabar los libros, y a hacer cosas por el estilo.19 A pesar de sus quejas, Castro tuvo que viajar a Buenos Aires en mayo de 1923 para hacerse cargo de la dirección del Instituto de Filología Española –presidido de forma honoraria por Ramón Menéndez Pidal– presionado por lo que él mismo llamó en varias ocasiones «la ola del hispanoamericanismo», y consciente de que la oportunidad que se les presentaba, de no ser aprovechada por ellos lo sería por otra nación: «Lo de EE.UU es una tontería al lado de lo que significa nuestra acción en América española. Ahí es una gota perdida en un mar infinito; aquí hasta los golfos saben en la Universidad de La Plata que el «filólogo» español va a dar clase tal día».20 El trabajo y tesón de estos intelectuales llegó a cuajar en un corto espacio de tiempo. Las estancias de los profesores españoles en distintas universidades de América Latina y Estados Unidos dan fe de los resultados positivos del proyecto. En dicho plan, sobre todo Onís, aconsejaba que en el mismo viaje los profesores visitaran diferentes países –Puerto Rico, Cuba, México y Estados Unidos, fundamentalmente–. En la correspondencia cruzada de estos intelectuales encontramos cartas en las que Onís insistía en la conveniencia de hacerlo así ya que suponía un «ahorro de fuerzas, tiempo y dinero». Sobre este asunto Federico de Onís le anticipaba a Castro, en octubre de 1927, la necesidad de programar con tiempo su próximo viaje a América en el verano de 1928: Decidida ya tu venida a P.R. en el próximo verano, creo que lo mejor es que desde allí vayas a Cuba. No sé exactamente cuando puedes empezar en Cuba, pero estoy seguro de que puedes empezar antes que aquí. Aquí sería inútil venir antes del 15 de octubre. (Lo que quiero salvar es el período muerto que hay desde el fin de curso de P.R. hacia el 20 de agosto hasta el principio del curso aquí o en Cuba.) Creo que podías llenarlo yendo de Cuba a Santo Domingo o quizá a Venezuela y Panamá... Podrías llegar a Cuba en septiembre... Lo más pronto que pudieras en octubre saldrías para Méjico donde, si como supongo tú quieres no prolongar mas de lo preciso tu ausencia de España, puedes estar un mes y medio. De modo que llegaría aquí a finales de noviembre... Podrías desde Méjico entrar en los Estados Unidos por el Sur y el Oeste y seguir por el Middle West hasta el Este donde embarcarías de regreso a España. Creo que terminarías a finales de enero.21 Los planes parecían ya concretados en abril de 1928, cuando Américo Castro confirmaba a Onís su estancia en Puerto Rico del 2 de julio al 15 de agosto, en 19 AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.13 Carta de Américo Castro a Onís desde Buenos Aires, el 11 de junio de 1923. AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.18; AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.19. 21 Carta de Federico de Onís a Américo Castro, el 8 de octubre de 1927. AFO, Serie Correspondencia O.M.S/C-44.22. 20 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 135 México durante septiembre y octubre, y en Cuba en noviembre y primeros de diciembre, sin asegurarle su paso por Estados Unidos al final de su viaje.22 Otras veces era desde Madrid desde donde se solicitaba que se arreglasen las visitas de los profesores españoles en su gira americana. En una de las cartas de Castro a Onís, a Navarro y a Solalinde, los tres en Nueva York, en octubre de 1927, les comentaba la posibilidad de que Enrique Díez Canedo, que se encontraba en Santiago de Chile y que viajaría a Cuba en enero de 1928, pudiera también impartir conferencias en Puerto Rico y en Estados Unidos, o que fuera Pérez de Ayala a Estados Unidos.23 LA IDEA DE HISTORIA Y CULTURA EN FEDERICO DE ONÍS Para comprender la obra de Federico de Onís, el sentido que para él tenía la cultura, la historia y la lengua, es necesario situarle en el ambiente intelectual en que se formó. Los círculos intelectuales frecuentados por él desde su juventud ejercieron una notable influencia en su formación y concepción de la proyección de la cultura y la lengua españolas dentro y fuera de España. Su relación con Ramón Menéndez Pidal se remonta a 1905 cuando viaja a Madrid a realizar sus estudios doctorales avalado por su maestro Miguel de Unamuno. Las cartas de recomendación que Unamuno remitió a Marcelino Menéndez Pelayo, Ramón Menéndez Pidal, Francisco Giner, Pérez Triana, Candamo y Pedro González Bueno abrieron las puertas de la intelectualidad madrileña a Federico de Onís. Siguiendo los consejos de Unamuno, Onís frecuentó los círculos del Ateneo de Madrid, comenzó a trabajar al lado de los profesores recomendados por su viejo maestro, y entabló amistad con Marquina, Azorín, Luis de Zulueta, Fernando de los Ríos, etc. En la carta a Menéndez Pelayo, el 16 de octubre de 1905, Unamuno le presentaba de la manera siguiente: Sr. D. Marcelino Menéndez Pelayo Mi querido maestro y amigo: Mi mejor discípulo, Federico de Onís, que le presenta esta desea conocerlo. Va a esa a hacer su doctorado y después hará, como becario, su viaje al extranjero. Tiene afición a los estudios lingüísticos y literarios y yo espero de él mucho. Cuanto usted le ayude con sus valiosos consejos se lo agradecerá su afmo. Amigo y comp.24 La relación entre profesor y alumno se mantuvo a lo largo de los años en los que Unamuno no dejó de aconsejar a Onís sobre su carrera, así como de dibujar semblanzas caricaturescas, a veces muy acertadas, sobre muchos de los personajes Carta de Américo Castro a Federico de Onís, 26 de abril de 1928. AFO, Serie Correspondencia O.M.S/C-44.32; AFO, Serie Noticias y Actividades O-NA/C-44.31 23 Carta de Américo Castro a Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás y Solalinde, el 13 de octubre de 1927. AFO, Serie Correspondencia O.M.S/C-44.28. 24 AFO, Serie Correspondencia, O.MS/C-156.27. 22 136 LOS LAZOS DE LA CULTURA con los que Onís se codeó. Cuando en 1909 pasa a ser profesor de Lengua y Literatura Españolas de la Universidad de Oviedo, Unamuno le comenta a propósito del círculo ovetense, cuyo programa americanista, como ya comentamos, es uno de los primeros en despuntar en la joven España: De ese Oviedo, de sus profesores –o digo hombres– y de sus cosas me habló algo María de Maeztu cuando estuvo hace poco aquí. Yo cada vez le guardo más recelo, y me lo ha acrecentado la manera hipócritamente espectaculosa como se ha hecho el viaje de Altamira. A éste, a Altamira, porqué no he de decírtelo a ti? No lo resisto; su modestia es mentira y su corrección una máscara, Le creo hombre de mezquinas pasioncillas mal encubiertas. Tan mal que yo he podido verlas...25 En 1915 participó en una nueva empresa cultural dirigida por José Ortega y Gasset como fue la publicación de la revista España. Un nutrido grupo de intelectuales figuraban al frente de la redacción: Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta, Eugenio D’Ors, Ramiro de Maeztu, Gregorio Martínez Sierra, y Juan Dixé. Federico de Onís colaboró durante ese primer año de la revista junto a figuras como Fernando de los Ríos, Antonio Machado, Luis Araquistain; Adolfo Posada, Miguel de Unamuno, Ramón de Valle-Inclán, Gustavo Pittaluga, Manuel B. Cossio..., muchos de ellos comprometidos con el nuevo proyecto cultural de España, partidarios de los aliados durante la Primera Guerra Mundial, y todos ellos preocupados por el problema de la nación.26 Sin dejar de ser colaborador del Centro de Estudios Históricos de Madrid, con el que mantuvo una estrecha vinculación a lo largo de toda su vida, en 1915 Onís sustituyó a Ramón Menéndez Pidal en la dirección de la sección de Filología del Centro, con motivo del viaje de Don Ramón a América; ese mismo año Onís pasó a ocupar la cátedra en la Universidad de Salamanca hasta 1916, cuando viajó a New York enviado por el Ministerio de Instrucción Pública, como pensionado de la JAE, tras ser invitado por la Columbia University como catedrático de literatura española y para dirigir y organizar los estudios de lengua, literatura y civilización españolas.27 En la carta que dirigió a Santiago Ramón y Cajal, presidente de la JAE, el 31 de mayo de 1916, Onís le solicitaba que durante su estancia en la Columbia University, durante el curso académico 1916-17, fuera considerado pensionado de la JAE. Tal designación implicaba que Onís también se hiciera cargo de estudiar el estado en que se encontraban las relaciones intelectuales entre España y Estados Unidos, y, especialmente, los aspectos relacionados con la difusión y la enseñanza del español.28 Finalizado el curso, Onís solicitó a la Junta para Ampliación de EsCarta de Miguel de Unamuno a Federico de Onís, el 18 de junio de 1909. AFO, Serie Correspondencia, O.MS/C-156.27. 26 Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española (1885-1936), Madrid, Editorial Tecnos, 1977, pp. 152-153. 27 Federico de Onís, Ensayo sobre el sentido de la cultura española, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1932; y España en América. Estudios ensayos y discursos sobre temas españoles e hispanoamericanos,Río Piedras, Editorial Universitaria, 1968, pp. 7-9. Ver Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente al curso 1916-17, Madrid, 1918. 28 AJAE, 170/60/7. 25 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 137 tudios una prórroga como pensionado en New York, la cual le fue concedida por real orden de 5 de julio de 1917: Excmo. Sr. El profesor de la Universidad de Salamanca, D. Federico de Onís, obtuvo el año anterior por Real orden del 16 de Agosto, y a propuesta de esta Junta la consideración de pensionado para estudiar en los Estados Unidos el cultivo de la lengua y literatura españolas y organizar trabajos acerca de ellas en la Universidad de Columbia de Nueva York, respondiendo éste a la invitación que había recibido de esta Universidad para encargarse de dirigir en ella los estudios de lengua y literatura españolas. El Sr. Onís ha comunicado a la Junta el deseo expresado por aquella Universidad Americana de que continúe su labor durante el curso próximo, para no interrumpir los resultados que ha obtenido en el pasado curso. El movimiento de interés hacia los estudios españoles crece rápidamente en Norteamérica y España no puede sustraerse, sin grave daño para su futura situación en el concierto internacional, a los requerimientos que continuamente se le hacen para que sea ella quien se haga cargo de encauzar y dirigir la corriente hispanista, con más títulos que los pueblos hermanos del continente americano. Los Estados Unidos, dando muestras de esta preferencia han pedido a la Junta recientemente profesores que ya ocupan las cátedras de algunas Universidades (Baltimore, Chicago, San Francisco). La reputación del Sr. Onís hizo que obtuviera un llamamiento de la Universidad de Columbia de Nueva York, la cual intentó ponerse a la cabeza de los estudios hispánicos en América. Su obra repercutirá en las escuelas del país y el nuestro puede felicitarse de que tan importante misión haya recaído en un profesor que pertenece a la Universidad y la enseñanza española. Esta Junta ha apreciado por su parte, el inmenso servicio que le ha prestado D. Federico de Onís desde su alto puesto de profesor de la Columbia, favoreciendo eficazmente la expansión de nuestro idioma en los Estados Unidos para lo que ha estado en continua comunicación con la Junta. En vista de todo lo cual esta Junta, considerando suficientemente justificadas las razones aludidas, ha acordado en sesión del día 5 del corriente, proponer a V.E. se prorrogue a D. Federico de Onís, Catedrático de la Universidad de Salamanca, la consideración de pensionado para que durante el próximo curso siga estudiando en los Estados Unidos el cultivo de nuestra lengua y literatura, y fomente con su labor la organización de la enseñanza del español desde la Universidad de Columbia de Nueva York. Dios guarde a V.E. muchos años. Madrid, 9 de junio de 1917 El Presidente 29 29 AJAE, 107/60 doc. 10. 138 LOS LAZOS DE LA CULTURA A continuación reproducimos algunas de las cartas que Federico de Onís escribió antes de salir para su nuevo destino, relacionadas con su viaje: HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 139 140 LOS LAZOS DE LA CULTURA HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 141 142 LOS LAZOS DE LA CULTURA HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… Archivo JAE (Madrid) 107/60. Docs. 7-9. 143 144 LOS LAZOS DE LA CULTURA Desde su llegada, Onís comenta que, como enviado del Ministerio de Instrucción Pública de España, se había visto obligado a intervenir en las relaciones culturales entre España y Estados Unidos, siendo uno de los aspectos más desatendidos hasta entonces el dar a conocer los autores españoles contemporáneos. En función de ello, en su primer año en la Columbia Onís impartió un curso sobre literatura española contemporánea, a la vez que preparaba un libro sobre dicho tema, que se publicaría en ambos países en español e inglés.30 Su proyecto fue similar al desarrollado desde la Universidad de Oviedo y la JAE por Rafael Altamira, Adolfo Posada, Ramón Menéndez Pidal, José Castillejo, etc.; todos parten de una concepción similar de la historia de España y de las relaciones que la España moderna tenía que establecer con otros países, y, fundamentalmente, con Hispanoamérica. La búsqueda de la nacionalidad y la defensa de la cultura española, común a todo este grupo regeneracionista, se tiene que entender a la luz del proyecto liberal que pretendía articular un nacionalismo español por encima de los regionalismos y frente al renacimiento cultural de los mismos.31 El proyecto de estos intelectuales, al emanar del liberalismo nacionalista –que también alimentó al discurso fascista de los años treinta y cuarenta fundamentalmente– puede confundirse en ocasiones con el hispanismo desplegado por el régimen de Franco, en el que la hispanidad se utilizó como instrumento de propaganda, por lo que es conveniente señalar las diferencias entre ambos proyectos culturales que partieron de políticas culturales distintas y de ideologías opuestas.32 El programa de renovación cultural y científica de la JAE tuvo una proyección exterior extraordinaria. Para salir del aislamiento no sólo se buscaron las conexiones con Europa y América en el pensamiento, la historia o la ciencia, sino que se desarrolló un importante programa de becas para enviar al extranjero a estudiantes y profesores, y traer a las aulas y centros de investigación de España docentes de otros países. Como dijera Onís «... he de pensar que todo lo que contribuya a relacionarse con otros pueblos será fuente de bien y de vida, y que todos los males que 30 AFO, Serie Correspondencia, O.MS/C-28.1 José-Carlos Mainer, La Edad de Plata (1902-1939), Opus cit., pp. 264-267. El sentimiento patriótico y la defensa de la misión educativa de la historia que inspiró la obra de muchos de estos intelectuales, como Rafael Altamira, marcados por el sentimiento de desastre del 98, aparecen analizados en el estudio de Carmen Ortiz, «Ideas sobre el pueblo en el imaginario nacional español del 98», Consuelo Naranjo Orovio y Carlos Serrano (eds.), Imágenes e imaginarios nacionales en el Ultramar español, Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1999, pp. 19-45. En la defensa que Altamira hace de España como Estado-nación, el español es el vehículo de cohesión interna que además servía de unión con Hispanoamérica. 32 Ver los libros de Denis Rolland, Lorenzo Delgado, Eduardo González, Antonio Niño y Miguel Rodríguez, L’Espagne, La France et L’Amerique Latine.., Opus cit., y de Isidro Sepúlveda, Comunidad cultural…, Opus cit. Otras obras de interés son: Eduardo González Calleja, La hispanidad como instrumento de combate. Raza e imperio en la prensa franquista durante la Guerra Civil española, Madrid, CSIC, 1988; Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, Diplomacia franquista y política cultural hacia Iberoamérica, 1939-1953, Madrid, CSIC, 1988, y El imperio de papel: acción cultural y política exterior durante el primer franquismo, Madrid, CSIC, 1992; Antonio Niño, «L’expansion culturelle espagnole en Amérique hispanique (1898-1936)», Relations Internationales, 50, 1987, pp. 201-208, e «Hispanoamericanismo, regeneración y defensa del prestigio nacional», Pedro Pérez y Nuria Tabanera (eds.), La formación de la imagen de América Latina en España, 1898-1989, Madrid, OEI, 1992, pp. 23-42. 31 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 145 esa relación nos pudiera traer no serían nunca tan malos como el mal del aislamiento».33 Respecto a Hispanoamérica este proyecto liberal y posteriormente republicano, hispanoamericanista, que en un primer momento surgió de la necesidad de conciliar intereses a ambos lados del Atlántico, y que posteriormente se reforzó en el ambiente regeneracionista que envolvió la España de principios del siglo XX, cargado de un fuerte componente de espiritualidad, como ya señalamos, nada tenía que ver con el concepto de hispanidad defendido por el franquismo, que hizo de ésta el instrumento de expansión en América Latina. La hispanidad se convirtió en la ideología e instrumento que sirvió al régimen de Franco para exaltar el pasado hispano y legitimar los «derechos» de España sobre el continente americano, en virtud de la unidad racial y cultural de los pueblos hispanos, sin tener en cuenta las diferencias étnicas y culturales de cada pueblo.34 El interés de Federico de Onís por conocer la esencia de lo español, el origen de la nacionalidad española, de penetrar en la historia de España, se enriquece en tierras americanas con su afán por defender la permanencia de la cultura española en América, visible en las manifestaciones artísticas, en la cultura material y espiritual americanas. En su interpretación la herencia hispana se encontraba en la cultura americana, iberoamericana, era la cultura española transformada en propia y, por tanto, diferente. Su concepción de la historia de España como una historia marcada continuamente por la conquista y la frontera hace que la historia de España se traslade al Nuevo Mundo, ampliándose, enriqueciéndose y diferenciándose, siendo, en palabras de Onís, la frontera o las fronteras los lugares donde mayor vitalidad tenía dicha cultura. Para él, la cultura española o hispana en su concepción más amplia sólo podía comprenderse a través de la búsqueda de la continuidad, las rupturas, los encuentros, los desencuentros, las desigualdades y las armonías en la historia; una historia que como para el resto de sus compañeros del Centro de Estudios Históricos, enfrascados en su proyecto nacionalista, tenía sus orígenes y su esencia en Castilla, y en el idioma español35. En la historia de Castilla estos historiadores y filólogos encontraban los rasgos y la permanencia de lo que ellos denominaban el «alma española»; Castilla era el lugar de integración de otros pueblos, proceso en el cual las culturas y tradiciones se habían enriquecido mutuamente. Todo ello le confería un lugar destacado respecto a la totalidad española.36 33 Federico de Onís, El español en los Estados Unidos, Salamanca, Imp. y Lib. de Francisco Núñez Izquierdo, 1920, p. 30. 34 Eduardo González Calleja, La hispanidad como instrumento..., Opus cit. 35 El 98 motivó una crisis en la conciencia nacional que derivó en que se repensara España como problema y como nación. En ese proceso Castilla fue elegida por muchos intelectuales como el alma que encarnaba la nacionalidad de España: Castilla austera, guerrera, idealizante, quijotesca, sobria, serena como la define Menéndez Pidal en sus trabajos, y poetas y novelistas como Azorín o Machado. Una Castilla cuna del idioma y de la cultura española como interpretan y defienden los alumnos de Menéndez Pidal, entre ellos Federico de Onís. Sobre estos aspectos pueden consultarse los libros de Juan Pablo Fusi, España. La evolución de la identidad nacional, Temas de Hoy. Historia, Madrid, 2000; Juan Sisinio Pérez Garzón, La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Barcelona, Crítica, 2000; José Álvarez Junco, Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, Madrid, Grupo Santillana de Ediciones, 2001. 36 Centenario de Federico de Onís (1885-1966), Río Piedras, Oficina de Publicaciones e Investigaciones, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, 1985. Entre los múltiples discursos y 146 LOS LAZOS DE LA CULTURA Es importante comprender su idea de España, de la cultura, y de América para poder entender la labor que desplegó Onís en Estados Unidos y en Puerto Rico a partir de 1916, cuando siendo catedrático de la Universidad de Salamanca, se trasladó a Estados Unidos tras la petición que realizara la Columbia University de New York al Centro de Estudios Históricos de la JAE del envío de un profesor de español, para que organizase la enseñanza de la lengua, la literatura y la civilización españolas como catedrático en el Departamento de Lenguas Romances de dicha Universidad. Su viaje que en principio se programó para un año, se convirtió en un largo destino. Tras solicitar sucesivos permisos en la universidad salmantina, en 1921 pidió la excedencia como catedrático. Desde entonces Federico de Onís actuó en todo momento como delegado de la JAE y de la Junta de Relaciones Culturales en Estados Unidos. EL INTERÉS DE LOS ESTADOS UNIDOS POR LA CULTURA HISPANA Lengua española. Préstale mucha atención y procura conocerla en detalle. Por nuestras relaciones venideras con España y la América Hispánica esa lengua llegará a ser una adquisición de mucho provecho. La historia antigua de gran parte de América se ha escrito en aquel idioma: te envío un diccionario. (Carta de Thomas Jefferson a un sobrino, 1787) 37 Con estas palabras del último tercio del siglo XVIII se comenzaba a percibir en Estados Unidos la importancia de la lengua española. A partir del segundo cuarto del siglo XIX, estas primeras semillas del hispanismo en Estados Unidos, vinculadas en sus inicios a intereses económicos –particularmente la penetración comercial en el área antillana– empezaron a imponerse también en los círculos intelectuales de la joven nación. Las obras de distinguidos escritores, como Washington Irving, Henry Wadsworth Longfellow, George Tickner y el historiador William H. Prescott son testimonio de ello.38 Asimismo, durante esa época se pusieron en boga los viajes de la elite culta a la Península Ibérica, atraida de forma particular por el exotismo de la región que representaba una mezcla de las culturas árabes y europeas. Estadistas de la talla de John Adams y James Monroe se unieron al grupo de viajeros distinguidos. Sin lugar a dudas, esta actividad influyó notablemente en el quehacer literario del período: ...los primeros novelistas norteamericanos encontraron en el mundo español inspiración para escenas, argumentos y personajes. Mientras que los poetas y dramaturgos preferían conferencias en los que Onís comenta su idea de la historia de España y de América, como prolongación del ser de España pueden verse los aparecidos en La Prensa, New York, 25 de enero de 1921; 15 de noviembre de 1937; 16 de octubre de 1940. Muchos de estos artículos se encuentran en el AFO, Serie Noticias y Actividades O-NA. Como muchos intelectuales españoles y latinoamericanos, Federico de Onís consideraba que las sociedades cultas tenían una «misión hegemónica y civilizadora». Pensaba que la cultura española podía ejercer la función unificadora de las distintas tradiciones americanas. Ver Pedro Laín Entralgo, Menéndez Pelayo: Historia de sus problemas intelectuales, Buenos Aires, Editorial Juventud Argentina, 1945. 37 Citado en Frederick S. Stimson, «Pioneros del hispanismo en los Estados Unidos», Arbor, número extraordinario decdicado a «El hispanismo en Estados Unidos», tomo 116, Madrid, CSIC, 1983, p. 7. HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 147 el México y el Perú de la época de la Conquista, probablemente a causa del elemento épico inherente en la majestuosa historia del nacimiento y caída de las civilizaciones aborígenes, los escritores que cultivaban el género novelesco escogieron la España de la época, México y las Indias Occidentales.39 Aparte de la labor literaria comenzaron a establecerse cátedras de español en diversas universidades norteamericanas Por ejemplo, en 1830, se fundó una en la Universidad de Columbia, institución que en el futuro jugaría un papel importante en la difusión de los estudios hispánicos en el continente americano. Ya en la segunda mitad del siglo XlX, alrededor de 41 universidades norteamericanas tenían cátedras en español. Al interés por la literatura, se unió el de la historia del imperio español y las causas de su decadencia, que se manifestó a partir de la Guerra Hispanoamericana en 1898, con la creación de la primera cátedra sobre el tema a cargo de Roger Bigelow Merriman en la Universidad de Harvard: ...desde 1898 en adelante los Estados Unidos empezaron a desempeñar un papel internacional a gran escala. Tal acontecimiento exigía intelectualmente una necesidad para entender a fondo el desenvolvimiento de uno de los mayores imperios del mundo moderno con todas sus grandezas y sus fracasos. Aún más precisa fue la urgencia para analizar la herencia político-cultural española en la América Central y del Sur, la región donde se había expansionado el poder norteamericano a raíz de la desbandada española.40 Así, pues, desde un punto de vista cultural se va a establecer un vínculo vital entre las universidades, la sociedad y la política internacional norteamericana en relación con Hispanoamérica. EL PANAMERICANISMO Durante el siglo XlX Hispanoamérica se convirtió en una pieza de incalculable valor tanto para las naciones europeas como para los Estados Unidos ya que representaba un campo fértil para la exportación de mercancías y de capitales bajo formas de inversiones y créditos. La década de 1880 marcó el auge del imperialismo en la región basado en el monopolismo, el dominio del sector financiero sobre los demás sectores y la rivalidad entre las naciones interventoras por la captación de mercados de capital y fuentes de materias primas. Además, los Estados Unidos comenzaron a desplazar y a sustituir la influencia de Inglaterra y Francia, que hasta esa fecha se habían destacado por ser las potencias dominantes, hasta lograr establecer su hegemonía en las primeras décadas del siglo XX, particularmente después de la Primera Guerra Mundial. La adquisición de Puerto Rico, en 1898, y cinco años más tarde la aprobación de la Enmienda Platt en el Congreso, estableciendo un protectorado sobre Cuba, Ibidem, p. 8. Ibidem, p. 10. 40 Joan Connelly de Ulman, «Los estudios históricos sobre España en los Estados Unidos en el siglo XX», Arbor, número extraordinario decdicado a «El hispanismo en Estados Unidos», tomo 116, Madrid, CSIC, 1983, p. 141. 38 39 148 LOS LAZOS DE LA CULTURA seguido por la ocupación militar de Nicaragua (1912-1925 y 1926-1933), Haití (1915-1934), República Dominicana (1916-1924) y Cuba (1898-1902, 1906-1908, 1917-1922), le aseguraron el control de la política interna de estos países.41 A pesar de las tensiones que estos hechos provocaron entre la nación del Norte y los países hispanoamericanos hubo aspectos en que ambos coincidieron, como fue, por ejemplo, la importancia que atribuyeron a los procesos de modernización e industrialización. Estuvieron de acuerdo en que el aumento del comercio no sólo promovía la prosperidad económica sino que también favorecía la armonía y el entendimiento entre las naciones que integraban el hemisferio occidental. A tales efectos, los gobiernos de la región reconocieron la necesidad de llegar a acuerdos que promoviesen los intercambios comerciales, la industria y la diplomacia en el área. En 1889, se llevó a cabo una histórica conferencia en Washington con el propósito de discutir los problemas y las oportunidades hemisféricas. Esta fue la Primera Conferencia Panamericana, propulsada por James G. Blaine, secretario de Estado de los Estados Unidos a quien se le considera el ideólogo del panamericanismo. Desde la perspectiva norteamericana, el concepto de una organización multilateral de Estados americanos representaba la oportunidad de que los Estados Unidos pudiesen ejercer un papel tutelar sobre los países hispanoamericanos. Se aspiraba, pues, a alcanzar dos objetivos fundamentales de índole económica uno, y política el otro. En el aspecto económico Estados Unidos intentaba la creación de una unión aduanera americana que excluyese a los países europeos y en el plano político se arrogaba el derecho a actuar como árbitro en los conflictos que surgiesen entre los países hispanoamericanos. Por su parte, los países hispanoamericanos buscaban con este acercamiento un vehículo para promover la igualdad entre los países, respeto por las leyes internacionales y la adhesión a los principios de soberanía y no intervención por parte de potencias extranjeras en la comunidad hemisférica. No es de extrañar que estos puntos de vistas divergentes frustraran la firma de acuerdos concretos. El único resultado de la reunión de 1889 fue la creación de una oficina de información comercial en Washington, que fue la semilla de la futura Unión Panamericana y más tarde de la Organización de los Estados Americanos. A pesar de estas dificultades, el panamericanismo permaneció como un concepto fundamentado en que a pesar de las diversidades culturales que caracterizaban a las naciones del hemisferio, éstas compartían ideales políticos, intereses económicos, la unidad geográfica y las principales corrientes culturales de la civilización occidental.42 El panamericanismo fue la punta de lanza para la penetración cultural de los Estados Unidos en Hispanoamérica. En las primeras décadas del siglo XX se suceden los viajes a América del Sur por profesores de las universidades norteamerica41 Demetrio Boersner, Relaciones internacionales de América Latina. Breve historia, 5ta. Edición, Caracas, Nueva Sociedad, 1996, p. 137; Thomas E. Skidmore y Peter H. Smith, Historia contemporánea de América Latina, Traducción castellana de Carmen Martínez Gimeno, Barcelona, Crítica, 1996, p.387. 42 Lawrence A. Clayton y Michael L. Conniff, A History of Modern Latin America, Forth Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1999, pp. 230-234; véase también Peter H. Smith, Talons of the Eagle. Dynamics of U.S.-Latin American Relations, New York, Oxford, Oxford University Press, 2000, pp. 93-94. HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 149 nas, como por ejemplo, el que hizo William R. Shepherd, reconocido catedrático de historia de la Universidad de Columbia, bajo los auspicios del Departamento de Estado de los Estados Unidos y el «Bureau of American Republics». Según lo definía esta última entidad el propósito del mismo era: ...cultivar las relaciones personales con los estadistas, literatos y hombres denegocios del Sur de América, y darles a conocer los recursos y condiciones de los colegios y Universidades americanos, con el propósito de conseguir una más estrecha relación entre las Repúblicas latinoamericanas y los Estados Unidos...43 Uno de los principales exponentes de estas relaciones culturales fue el Dr. Leo S. Rowe, catedrático de derecho y ciencias políticas de la Universidad de Pennsylvania, y presidente de la «American Academy of Political Science» (más tarde ejercería el cargo de Director General de a Unión Panamericana). En la novena conferencia anual de la Asociación de las Universidades Americanas, que se llevó a cabo en enero de 1908 en Ann Arbor, Michigan, Rowe resaltaba la dependencia intelectual de las universidades hispanoamericanas respecto a Europa. Señaló que las repúblicas hispanoamericanas, debido a las peculiares condiciones económicas y políticas en que se habían desarrollado, presentaban problemas diferentes a los del continente europeo. Por consiguiente, existía interés por parte de los educadores de Hispanoamérica en establecer contactos con las universidades norteamericanas, oportunidad que no debía desaprovechar Estados Unidos. De manera que recomendaba, entre otras cosas, que se establecieran estrechas relaciones entre las Universidades del Norte y de Sur América y entre los investigadores individuales de las diversas ramas científicas. Además, que se propiciara un intercambio de las publicaciones universitarias, la organización de trabajos científicos internacionales y la inclusión de lecciones sobre el desarrollo de las instituciones políticas americanas en las cátedras de Historia de América, Derecho constitucional, Derecho administrativo, Economía, Sociología y Legislación comparada. Por último, aconsejaba que se favoreciese el intercambio de profesores y de estudiantes tanto de las Escuelas Normales como de las universidades.44 Como podemos observar, estas recomendaciones se asemejaban a algunas de las propuestas hispanoamericanistas impulsadas desde España por la JAE y la Universidad de Oviedo. De hecho, Estados Unidos también estableció acuerdos con las universidades de La Plata, Chile y San Marcos de Lima. Rowe, aparte de diseñar este proyecto cultural, articuló las ventajas políticas del mismo: No está lejano el momento en que las Repúblicas latinoamericnas, ó á lo menos las más importantes de ellas, serán potencias de real importancia, cuya ayuda habrán de requerir los Estados Unidos para la realización de los ideales de justicia internacional por que vienen luchando desde hace tanto tiempo nuestros gobiernos. No podemos esperar ese Citado en Rafael Altamira, España en América, Valencia, F. Sempere y Compañía, Editores, 1908, p. 56. 44 Ibidem, pp. 57-60 (las cursivas aparecen en el texto). 43 150 LOS LAZOS DE LA CULTURA apoyo sin que hayamos establecido previamente estrechos lazos intelectuales y morales entre ellos y los Estados Unidos…el espíritu de unidad continental que debemos tratar de establecer, no implica el menor antagonismo hacia Europa ni las instituciones europeas. Es el simple reconocimiento del hecho elemental de que América podrá contribuir de mejor modo al progreso del mundo, dedicándose ella misma en primer término, y con unidad de propósito, a los problemas nacionales e internacionales que son peculiarísimos de este continente, ó para cuya solución son especialmente favorables nuestras condiciones.45 El panamericanismo contribuyó a acrecentar en los Estados Unidos un interés por la lengua y la civilización españolas. La corriente popular que buscaba el idioma español como un instrumento de comercio y enriquecimiento se unió a aquella otra corriente elitista, que mencionamos en páginas anteriores, formada por escritores, artistas y estudiosos del alma española. 46 Mientras tanto, en Hispanoamérica, ciertos círculos intelectuales rechazaron vehementemente las implicaciones del panamericanismo. Escritores prominentes como, por ejemplo, José Enrique Rodó, Manuel Ugarte y Rubén Darío denunciaron la hegemonía norteamericana y sus devastadoras consecuencias. Rodó, en su conocido ensayo Ariel, advertía algunos de estos peligros: La poderosa federación [Estados Unidos] va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes, y aún más, quizás, en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y de admirarla se pasa por una transición facilísima a imitarla….Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Es así como la visión de una América «deslatinizada» por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuesstro porvenir, inspira la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra «nordomanía». Es necesario ponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno.47 Estas expresiones apuntan a una realidad innegable en Hispanoamérica. Si bien un nutrido grupo de intelectuales rechazaba la influencia norteamericana, otros sectores como el de los políticos y las elites socio-económicas, entendían que no era prudente ni necesario aislarse de los Estados Unidos. Por ejemplo, el presidente de Uruguay, Baltasar Brum, señalaba que los ideales de justicia y democracia eran factores poderosos que fomentaban los lazos de solidaridad con América del Norte. Añadía que las diferencias de los lenguajes no constituían un obstáculo para establecer estrechos vínculos entre los pueblos y a manera de ejemplo mencio- Ibidem, pp. 60-61. Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», España en América..., Opus cit., p. 690. 47 José Enrique Rodó, Ariel, México, SEP/UNAM, 1982, pp.49-50. 45 46 HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 151 naba a Europa donde países de diversas lenguas se asociaban para propósitos de la defensa común. Brum insistía en defender el panamericanismo como un elemento necesario para la armonía internacional. 48 Por otra parte, no se puede olvidar que el progreso material, el capital y la tecnología de los Estados Unidos ejercían una poderosa atracción en Hispanoamérica, particularmente sobre los profesionales y las capas medias. Es decir, que la idea del panamericanismo fue acogida con profunda ambivalencia por los sectores hispanoamericanos. De igual manera, el hispanismo propulsado desde España se miró con recelo en algunos países y por determinados intelectuales. Sin embargo, señala Frederick Pike que la América hispana combinó con sagacidad las dos fuerzas: la española, de carácter esencialmente espiritual, y la norteamericana, básicamente materialista. Al efecto, comenta: Latin American appreciation of the value of the two forces in defending the status quo accounts in part for the endurance and occasional flowering of Pan-Americanism and hispanismo. Situated at «the crossroads between two worlds», Latin Americans ingeniously managed the best of the situation and to utilize both worlds.49 Mientras tanto, en los Estados Unidos se crearon varias instituciones y bibliotecas50 que apoyaron los estudios hispanistas, «pasando así el panamericanismo» –según observaba Federico de Onís– «del terreno de la aspiración teórica o la política práctica al de las fuerzas hondas nacionales que mueven en una dirección a todo un pueblo.»51 Más aún, argumentaba Onís, para establecer relaciones comerciales fructíferas con los pueblos hispanoamericanos no sólo había que conocer el español sino también su historia, su geografía, su literatura, su arte, su psicología, sus costumbres. Y si los pueblos hispanoamericanos eran hijos de España había pues que «ir a la fuente y conocer a España.»52. «De todo este rodeo» –añadía– «es capaz la mente norteamericana cuando quiere orientarse seriamente para la acción, y ésta es la razón de su éxito y su eficacia».53 Onís defendió y apoyó desde su puesto en la Universidad de Columbia la interrelación de los Estados Unidos con Hispanoamérica: La unidad de América hay que hacerla con el espíritu del más amplio americanismo; hay que realizarla y establecerla sobre la base segura de los puntos de coincidencia entre las dos culturas que se dividen el continente. Las diferencias entre estas dos culturas son reales y hondas sin duda; pero es más honda y real todavía la unidad básica que hace americanos a todos los hombres que pueblan este hemisferio.54 Fredrick B. Pike, Hispanismo, 1898-1936. Spanish Conservatives and Liberals and their Relations with Spanish America, Notre Dame, Indiana-London, University of Notre Dame Press, 1971, p. 321. 49 Ibidem, p. 323. 50 Para una relación detallada véase Ronald Hilton, Los estudios hispánicos en los Estados Unidos, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1957. 51 Federico de Onís, «El español….», España en América..., Opus cit., p. 689. 52 Ibidem, p. 690. 53 Idem. 54 Federico de Onís, «España y el Sudoeste de Estados Unidos», España… Opus cit., p. 30. Véanse los ensayos incluidos en este libro de Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper (capítulo V), y el de Matilde Albert (capítulo VII). 48 152 LOS LAZOS DE LA CULTURA Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, 1931. (Revista Athenea). No debe sorprender que a la larga se estableciera una estrecha cooperación entre los intelectuales españoles de la JAE, particularmente del Centro de Estudios Históricos de Madrid, y las instituciones norteamericanas, en un intento por conciliar los intereses que ambas partes tenían respecto a la América Hispana. Puerto Rico fue el ejemplo más significativo de esta alianza, como veremos en los ensayos próximos. De ahí que en un importante artículo, escrito por William Shepherd, para el primer número de la Revista de Estudios Hispánicos, del Departamento de Estudios Hispánicos de la Univerisdad de Puerto Rico, denominase a esta alianza «la amistad triangular»: Las relaciones entre los españoles, los hispanoamericanos y los norteamericanos hacen imperiosa la necesidad de que nuestra juventud, que es la llamada a modelar nuestros futuros programas nacionales, conozca y aprecie mutuamente características que nos distinguen..Nuestra juventud española, hispanoamericana y norteamericana, debería aprender los idiomas, la historia, las tradiciones, las costumbres, las ideas y la cultura en general de las dos Américas, uniendo así sus conceptos, a fin de poder comprendernos los unos a los otros, empeñándonos e interesándonos por el desarrollo espiritual, intelectual y material, contribuyendo en cuanto sea posible a solidificar y engrandecer nuestra amistad triangular.55 William R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista de Estudios Hispánicos, tomo 1, núm. 1, enero-marzo, 1928, p. 11-12. Para un análisis del artículo véase el ensayo de Laura Rivera y Juan G. Gelpí incluido en este libro (capítulo VI). 55 V RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID Y LA UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-Samper Instituto de Historia, CSIC FEDERICO DE ONÍS Y LA ARTICULACIÓN DE LAS RELACIONES CULTURALES ENTRE LA COLUMBIA UNIVERSITY Y LA JUNTA PARA LA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS El envío de Federico de Onís por la JAE a Nueva York en 1916 fue el inicio de un intercambio cultural y científico, sólido y duradero, entre España, Estados Unidos y Puerto Rico. Dicho intercambio fue posible gracias a la red de relaciones institucionales y personales que Onís supo tejer entre los tres países y sus centros académicos, la JAE, el Centro de Estudios Históricos de Madrid, del que él siempre fue colaborador, y figuró como tal en las Memorias del Centro, la Universidad de Columbia y el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico (Recinto de Río Piedras). Su habilidad e interés por la cultura y por su difusión logró vencer cualquier recelo que se mostrara en el establecimiento de los lazos culturales entre los tres países. Más aún cuando dichos lazos estaban basados en la defensa y difusión de la lengua española. En su tarea Federico de Onís encontró un ambiente propicio tanto en Estados Unidos como en la Universidad de Puerto Rico y en la sociedad boricua. En todo momento Onís resaltó la importancia de que en dicha empresa estuvieran involucrados estrechamente la academia y los hispanistas americanos.1 El proyecto cultural español desarrollado por la JAE y por Onís en Estados Unidos y Puerto Rico recibió algunas críticas por aquellos que consideraban que España no había alcanzado un desarrollo cultural ni científico que justificase su empresa cultural. Véase por ejemplo el artículo de Tomás Navarro Tomas, «Las relaciones entre España y América», Summer School News, Year III, nº 2, july 13-18, 1925, pp. 1-2, que es una respuesta al ataque que otro articulista hacía a este proyecto cultural publicado también en Summer School News, Year III, nº 1, july 6-11, 1925, pp. 4-6, titulado «La Doctrina Monroe y el Pan Americanismo» por Collado Martell. Estas y otras manifestaciones en contra de España y del hispanoamericanismo provocaron que Onís en todo momento manifestara su interés en involucrar a los académicos hispanistas norteamericanos. Ello queda evidenciado en la correspondencia que, previamente al establecimiento del Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, mantuvo con el rector de dicha Universidad, Thomas Benner. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-115. 1 156 LOS LAZOS DE LA CULTURA Asimismo, el mantenimiento de una colaboración académica estrecha entre Federico de Onís y sus compañeros del Centro de Estudios Históricos, Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Samuel Gili Gaya, Dámaso Alonso, Amado Alonso, entre otros, hizo posible la creación en 1926 en la Universidad de Puerto Rico del Departamento de Estudios Hispánicos. El interés creciente en Estados Unidos por España y su cultura desembocó en la creación en Nueva York de la Hispanic Society of America, en 1904 bajo el mecenazgo de Archer M. Huntington, y del Instituto de las Españas, fundado en 1920 por la Columbia University. Onís mantuvo una relación personal desde su llegada a Nueva York con Archer M. Huntington, en virtud de la colaboración de Onís en la Hispanic Society –de la que fue nombrado miembro en 1917– como el envío de libros y revistas españolas, además de ser la persona que en muchos casos intervino en la invitación que la Hispanic Society cursó a intelectuales españoles. Ambas instituciones fueron centros de difusión de la cultura de España, y junto a las espléndidas colecciones de literatura y arte españoles, depositadas en la Hispanic Society, se auspiciaron conferencias de los intelectuales españoles más prestigiosos del momento como María Maeztu, Blasco Ibáñez, Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Fernando de los Ríos, entre otros.2 Las relaciones culturales de España con Estados Unidos fueron en todo momento atendidas por la JAE, que nombró como delegado a Federico de Onís; intelectual comprometido en cuyos escritos y conferencias siempre intentó, por una parte, demostrar el valor de la cultura española y el derecho que tenía su lengua, literatura e historia a ser estudiadas y difundidas, y por otra, resaltar el significado de España en Hispanoamérica como ente moral, y no como Estado. Como ente moral entendía «las manifestaciones del genio colectivo en los dominios de la lengua, la ciencia y el arte que tienen una tradición multisecular que le dan esa energía y espontaneidad...., el alma de España».3 Insistía, como lo hacían desde España otras voces hispanoamericanistas, en la comunión de intereses espirituales que unían a todos los pueblos hispanos, y en el derecho moral que España tenía en América. Este derecho del que habla Onís nunca tuvo un matiz político, como tampoco tuvo un significado excluyente de las culturas americanas ya que en todo momento reconoció la variedad de culturas en la América hispana, y la novedad cultural que representaba Hispanoamérica respecto a España.4 Colaboró de manera continua y desinteresada en difundir los cursos de verano para extranjeros que comenzó a organizar la JAE en 1912, con los que se pretendía completar la formación de los universitarios norteamericanos en la cultura y el idioma español. Dichos cursos pasaron a ser organizados a partir de 1920 por el Centro de Estudios Históricos de Madrid, en su nueva sede de la Calle Duque de Medinaceli, hasta entonces, Palacio del Hielo. Desde mediados de julio a mediados de agosto, entre 1912 y 1936, con excepción de 1917 y la suspensión provocada por la Guerra Civil en 1936, la Residencia de Estudiantes y posteriormente el AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-79.1 - 79.26. AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA-3A.2. 4 La Prensa, New York, 16 de octubre de 1940. 2 3 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 157 Federico de Onís. (Seminario de Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). Centro de Estudios Históricos recibía un grupo de estudiantes y profesores extranjeros, entre ellos una buena proporción de norteamericanos, a los que se les alojaba en la Residencia de Estudiantes y en el Instituto Internacional de Señoritas. Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro Quesada, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y Manuel Gili Gaya se encargaron de estos cursos, en los que se combinaban las clases de cultura, arte, folklore, música, lengua y literatura españolas con visitas culturales y excursiones a distintas ciudades. Al finalizar los cursos, los alumnos recibían distintos diplomas en función del grado de aprovechamiento que hubiera demostrado el alumno.5 Desde 1919, a través del sistema de becas, la JAE envió pensionados de distintas especialidades a diferentes universidades norteamericanas, aunque en número inferior al enviado a Europa. También en calidad de becarios fueron enviados los lectores y profesores de español, como el propio Onís fue en 1916. Columbia, Harvard, John Hopkins, Michigan, Berkeley, Pennsylvania, Rockefeller Institute for Medical Research, fueron algunos de los centros donde se especializaron los becarios españoles. Según algunos autores, el total ascendió a 55, de los cuales una elevada proporción correspondía a médicos, biólogos y químicos; algunos de ellos fueron Manuel Dalmau y Matas, Francisco Durán i Reinals, Juan López Suárez, Ramón San Ricart, Mario García Banús, Santos Rubiano y Herrera, Carlos FerLas actividades académicas desarrolladas por la JAE y el Centro de Estudios Históricos, la dotación de becas para estudiar en el extranjero, el intercambio con otros países, etc., fueron recogidos a partir de 1910 en las Memorias de la JAE. 5 158 LOS LAZOS DE LA CULTURA nández Arroyo y Navarro Rodrigo, José Fernández-Nonídez y López-Calvo, Cruz Gallastegui, Rosendo Carrasco Formiguera, Loreto Tapia Robson, Mª Nieves González Barrio, Ciriaco Mañes Retama, Francisco Poyanes y Fresno, Emilio Jimeno Gil, María Luisa Cañomeras, Concepción Lazárraga, Jorge Folch Pi, etc.. Entre los hombres y mujeres de letras que fueron profesores o conferenciantes en estos años en las universidades americanas podemos mencionar entre otros a Federico de Onís, María de Maeztu, Juana Moreno de Sosa, Carmen Castilla Polo, Luis García Guijaro, Antonio Llorens Clariana, Cándida Cadenas Campo, Joaquín Ortega Durán, Fernando Cadalso y Manzano, Ángel Apraiz Buesa, Federico Blanco Trías, César Barja Carral, etc.6 Por otra parte, fue habitual que las universidades americanas además de invitar a lectores españoles para la enseñanza de su idioma, recibieran las visitas de especialistas en cultura, literatura o filología española. Como fuera invitado Onís en 1916, también lo fueron María de Maeztu (1919), Tomás Navarro Tomás (19271928), Américo Castro (1924 y 1928), Antonio García Solalinde (1922-23, 1925, 1927-28, y 1937), Samuel Gili Gaya (1930-32), etc. Al no cubrir la invitación los gastos del viaje, la JAE acordó en 1916 ayudar a los profesores con una cantidad que cubría parcial o totalmente los gastos, por lo que en ocasiones se les consideró pensionados.7 El intercambio oficial de becas entre ambos gobiernos se inició en 1919 tras el viaje de José Castillejo, secretario de la JAE, a Estados Unidos, donde consiguió apoyo del Rockefeller Institute.8 De esta visita Castillejo nos comenta algunas de sus impresiones: Por la tarde en Columbia University. Mi primera visita a aquel reino. Creo que realmente ha conseguido encarnar el espíritu norteamericano de Nueva York. La instalación en estos enormes pabellones aislados bordeados de praderas que aunque estrechas parecen una tendencia al aislamiento y a la lejanía, es lo único compatible con una gran ciudad. Los edificios en el tipo anglo-americano de solidez y comodidad. Hay, como en todas partes, una mezcla casi siempre afortunada, de eficacia alemana y buen gusto inglés.... Veo a Onís y asisto a una de sus clases, llena de gente. Habla de Pío Baroja....9 En otras de las cartas, del 1 de junio de 1919, resumía su estancia en Estados Unidos comentando su grata visita a las universidades de Harvard, John Hopkins, Filadelfia, Yale, Princeton, Vassar College, Smith College, Fundación Rockefeller El envío de los pensionados de la JAE aparece recogido en las Memorias que publicaba esta institución desde 1910, y en las Actas de la JAE. Ver la obra de Justo Formentín Ibáñez y Mª José Villegas Sanz, Relaciones Culturales entre España y América..., Opus cit., p. 322. Véase también Justo Formentín Ibáñez y Esther Rodríguez Fraile, La Fundación Nacional para Investigaciones Científicas (19311939). Actas del Consejo de Administración y Estudio Preliminar, Madrid, CSIC, 2001. 7 Ibidem, pp. 201-331. 8 Los objetivos del viaje de Castillejo a Estados Unidos aparecen en: Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente al curso 1918-19, Madrid, 1920. 9 Carta fechada el 13 de mayo de 1919. David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo. Vol. III, Fatalidad y porvenir 1913-1937, 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1999, pp. 411-433. 6 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 159 en Nueva York, Fundación Carnegie, Mith de Cambridge, así como su entrevista con Archer Huntington: Esta universidad (Princeton) es una maravilla y recogimiento en la lejanía de un pueblecito, instalada en varios kilómetros de parque, con arbolado abundante y pradera fresca ¡Y qué edificios y qué Clubs de estudiantes, y qué Biblioteca y laboratorios y estadios para juegos! Cada una que veo me parece mejor. Esta es la del recogimiento y pulcritud.10 La JAE y la Junta de Relaciones Culturales por parte española, y en Norteamérica, el Instituto de las Españas, el Institute of International Education y el American Council on Education fueron los principales gestores de dicho programa. En concreto, el Institute of International Education fue la institución que se encargaba de organizar las conferencias de los invitados españoles, en primavera y en otoño. Las instituciones americanas mantuvieron una estrecha relación con la JAE proporcionando además de becas, información sobre becas e intercambios que ofrecían distintas universidades de allí. En este programa de intercambio participaron 47 becarios, 31 españoles y 16 norteamericanos. En 1925 el American Council on Education envió los primeros becarios a España bajo la tutela de la JAE. Unos años después, en 1929, el Institute of International Education propuso de manera oficial a la JAE que se encargase del servicio de intercambio de becas con Estados Unidos. Tras la reorganización del intercambio, la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado se hizo cargo de la parte administrativa y económica, correspondiéndole a la JAE la gestión académica. Algunos de los estudiantes españoles que participaron en este intercambio de becas, que comenzó a funcionar desde 1930, fueron también pensionados de la JAE, lo cual les aseguraba un ingreso extraordinario con el que cubrir todos los gastos.11 Asimismo, diferentes colleges de Estados Unidos mantuvieron un intercambio intenso con centros de la JAE, como el Smith College y el Bryn Mawr College con la Residencia de Señoritas de Madrid –dirigida por María de Maeztu, cuya relación se estableció a raíz del viaje de ésta a Estados Unidos tras ser invitada por la Columbia University en 1919–, y otros colleges femeninos que establecieron un programa de becas para universitarias de ambos países. Además del convenio de cooperación entre la JAE y el International Institute for Girls in Spain, gestionado por Maeztu, en 1920 se constituyó un Comité para la concesión de becas a mujeres españolas, integrado por María Goyri de Menéndez Pidal, presidenta, Zenobia Camprubí de Jiménez, secretaria, María de Maeztu, Trinidad Arroyo de Márquez, y José Castillejo como vocales; a partir de 1923 fue la propia Residencia de Señoritas la que proponía a las candidatas. Un impulso en las relaciones hispano-norteamericanas fue la creación del Instituto de las Españas, en cuya fundación colaboraron junto a la Columbia UniverIbidem, p. 420. Como apuntan algunos autores la vida de ese Comité fue muy corta. En 1923 parece ser que ya no funcionada. Ver Justo Formentín Ibáñez y Mª José Villegas Sanz, Relaciones Culturales entre España y América..., Opus cit., pp. 266-271. 10 11 160 LOS LAZOS DE LA CULTURA sity otras instituciones americanas, españolas e hispanoamericanas, con el fin de difundir en Estados Unidos la cultura hispánica y que fuera el centro común para el desarrollo de los intereses hispánicos en que todos ellos coincidían. De nuevo la figura de Onís fue fundamental en el mantenimiento de las relaciones, siendo nombrado delegado por la JAE en 1920 tras crearse en el Instituto de las Españas una delegación permanente de la Junta española. Sus cuatro secciones –estudios españoles, estudios portugueses, estudios hispanoamericanos y estudios sefarditas– atendían a los fines para los que fue creado, como la celebración de reuniones semanales, conferencias, conciertos, cursos de lengua y cultura españolas, viajes de estudios a España y a México, y exposiciones; además de contar con una biblioteca que reunía una nutrida Bibliografía Hispánica. Entre las actividades principales del centro hay que mencionar la edición de la Revista Hispánica Moderna y la publicación de libros. En este ambicioso proyecto cultural hay que destacar la importancia que se le concedió dentro del Instituto de las Españas a la Sección de Estudios Sefarditas a través de la cual se atrajeron a la importante comunidad de judíos sefardíes de Nueva York, que ascendía a unos 30.000 individuos. Esta sección además de celebrar fiestas y conmemoraciones sefarditas contó con publicaciones de libros y de una revista. A partir de enero de 1928, la Revista de Estudios Hispánicos, fundada en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en colaboración con la Columbia y el Centro de Estudios Históricos de Madrid, fue el órgano oficial del Instituto de las Españas. Desde 1930 la sede del Instituto pasó al edificio de La Casa de las Españas, recayendo en Federico de Onís la dirección del mismo. La Universidad costeaba todos los gastos que ocasionaban el mantenimiento de la Casa de las Españas, las actividades del Instituto y las investigaciones y estudios que en él se realizaban. Este Instituto también intervino en la organización de los viajes que profesores y alumnos realizaban a España en los meses del estío, y concedía una beca para uno de los asistentes.12 A pesar de no existir convenio alguno, el Instituto de las Españas mantuvo un contacto estrecho con las instituciones españolas encargadas de la difusión cultural, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y la Junta de Relaciones Culturales, que a partir de 1934 destinó al Instituto la cantidad anual de 2.000 dólares. El carácter semi-oficial que los representantes diplomáticos españoles en Estados Unidos dieron a este Instituto estuvo respaldado por las autoridades académicas norteamericanas que siempre designaron al embajador de España en Washington Presidente Honorario, y al cónsul español en Nueva York miembro del Consejo Directivo.13 Para cada curso académico el Instituto de las Españas contó con un conferenciante oficial, puesto que ocupó Tomás Navarro Tomás en el curso de 1927-1928; 12 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-132.49. Idem. En una carta de Federico de Onís a Fernando de los Ríos, embajador de España en Washington, se lamentaba de las dificultades administrativas aducidas por la Junta de Relaciones Culturales para firmar un convenio con la Columbia University, el cual hubiera posibilitado una mayor participación del gobierno español en el Instituto de las Españas. 13 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 161 además del cursillo de cinco conferencias sobre aspectos fundamentales de la Fonética española que impartió en la Columbia University, dictó otras conferencias en quince universidades norteamericanas. La colaboración entre los dos países fue a menudo motivo de elogio por parte de las autoridades académicas norteamericanas y españolas. Las palabras de Ramón Menéndez Pidal dan prueba de ello: El Instituto de las Españas en los Estados Unidos está realizando una labor espiritual del más alto valor, ya que no sólo trabaja en pro de la cultura, sino también a favor de la aproximación y conocimiento mutuo de los pueblos de habla española, portuguesa e inglesa. Me complazco, pues, en alentar con mayor entusiasmo esa obra patriótica, altruista y de tan elevada idealidad.14 Federico de Onís, un gran embajador del hispanoamericanismo, resaltaba la labor de España y del Instituto de las Españas en el continente americano, insistiendo en la convivencia entre los hispanos que se había logrado a través del Instituto y resaltando la existencia de una comunidad de intereses espirituales, basada en una misma lengua y cultura. Su idea y proyecto hispanoamericanista, que gira en todo momento alrededor de la fuerza espiritual que España tenía en América no tanto por haber sido la conquistadora de pueblos, sino por los valores universales y humanos de su cultura, lo defiende contra los que niegan cualquier valor cultural en la herencia española y en su literatura, y lo contrasta y enfrenta contra el proyecto panamericanista: Desde el punto de vista español, creo que es de primera importancia y en cierto modo la única labor que el Instituto ha venido realizando para lograr el acercamiento y conocimiento místico de los diversos países hispánicos, que tienen a España como lazo y origen común. En toda Hispanoamérica se mira al Instituto como el organismo defensor y difusor de la cultura, une con la de España, frente a la concepción panamericanista que niega y excluye a España.15 Como consecuencia del estallido de la Guerra Civil española, en febrero de 1937 el gobierno republicano solicitó al embajador de España en Estados Unidos, Fernando de los Ríos, un informe sobre las actividades del Instituto de las Españas «indicando si hace labor españolista republicana» para estudiar el mantenimiento de la subvención que el gobierno español destinaba a dicha entidad. En la carta remitida por Fernando de los Ríos, éste recordaba al ministro de Estado español que el Instituto formaba parte de la Universidad de Columbia, y que siempre había funcionado sin ayuda alguna de España hasta 1934, cuando la Junta de Relaciones Culturales 14 Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid, Memoria correspondiente a los cursos 1926-27 y 1927-28, Madrid, 1929, p. 117. 15 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-132.49. Uno de los textos en los que Onís comenta los ataques lanzados por una parte de la intelectualidad norteamericana contra la cultura española, negando la existencia de una «literatura digna de tal nombre», o el valor del español como instrumento educativo es el discurso de apertura del curso académico 1920-21 de la Universidad de Salamanca: Federico de Onís, El español en los Estados Unidos...Opus. cit. 162 LOS LAZOS DE LA CULTURA acordó concederle una subvención mencionada de 2.000 dólares, renovada en 1935 y 1936. Asimismo, le comentaba la negativa que el gobierno español dio a Federico de Onís para que se firmara un convenio que canalizara oficialmente las relaciones y diera a España el derecho a intervenir en el Instituto de las Españas. Para Fernando de los Ríos la importancia del Instituto radicaba en el acercamiento que había venido realizando entre los pueblos de habla hispana, que tenían a España como lazo y origen común, y comentaba que en toda Hispanoamérica el Instituto era el organismo difusor de cultura, además de ser el instrumento que frenaba el panamericanismo. El peso de España en la vida del Instituto se debía, según el embajador, a la excepcional eficiencia con que había llevado la dirección del Instituto Federico de Onís. La universalidad de su concepción, similar a la del Centro de Estudios Históricos de Madrid, hacían de él, según Fernando de los Ríos, «un exponente de lo mejor de la España del pasado y de la del porvenir», que no permitía encuadrarlo en el campo de las actividades políticas.16 Tras ese informe el gobierno republicano envió al embajador Fernando de los Ríos un cheque por valor de 1.626’74$ correspondiente a la subvención del primer semestre de 1937, que fue transferido a Federico de Onís y comunicado al presidente de la Universidad de Columbia, Nicholas Murray Butler.17 Otros focos de difusión de la cultura española en New York fueron la American Association of Teachers of Spanish, presidida por L.A. Wilkins, que publicó la revista Hispania, dirigida por Aurelio M. Espinosa; El Club Miguel de Unamuno; la Residencia Española de la Columbia University; el Club Centro Español; el Institute of International Education, creado en 1919 por Stephen P. Duggan, también director del Instituto de las Españas, y subvencionado por la fundación Carnegie, y la Institución Cultural Española de Estados Unidos, fundada por la JAE en Nueva York en mayo de 1927, bajo la presidencia de Susana Huntington Venon y la secretaría de José Padín. En el acto de inauguración de esta institución participaron Federico de Onís, María de Maeztu y Tomás Navarro Tomás. Como las otras instituciones culturales españolas creadas en América, la de Estados Unidos se puso bajo los auspicios de la JAE, brindando su apoyo para llevar profesores españoles a Norteamérica. El Instituto Internacional Americano de Madrid estrechó los lazos entre estos países.18 FEDERICO DE ONÍS, DIFUSOR DE LA CULTURA Y LA LITERATURA ESPAÑOLA EN ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA LATINA En Estados Unidos Onís fue el embajador de la cultura y de los intelectuales españoles. La nutrida correspondencia que mantuvo con la mayoría de los hombres de la cultura española da prueba de ello. Desde su papel de intermediario, gestor, y amigo de muchos intelectuales, Onís fue impulsor de la cultura y de la lengua española que se tradujo en la invitación a dictar conferencias en universidades norteamericanas y en centros de varios países de América Latina a sus 16 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C 132.31. Fondo Correspondencia O.M.S/C 132.32 y 33. 18 José Subirá, Una gran obra de cultura..., Opus cit., pp. 20-22. 17 AFO, RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 163 compañeros y amigos del Centro de Estudios Históricos y de universidades españolas, además de actuar en ocasiones como representante de escritores españoles, aspecto también analizado en esta obra por Matilde Albert. En los primeros años algunos de los profesores invitados a Estados Unidos fueron Vicente Blasco Ibáñez, Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, y Ramón del Valle-Inclán. Estas visitas, los trabajos conjuntos, y el proyecto cultural común hicieron que Onís en todo momento mantuviera una relación viva y fluida con los nombres más destacados de la cultura española, actuando desde 1917 en muchas ocasiones como su representante en Estados Unidos: Pío Baroja, Jacinto Benavente, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Tomás Navarro Tomás, Menéndez Pidal, Valle-Inclán, Unamuno, Azorín, Amado Alonso, Ramón Gómez de la Serna, entre otros. Uno de los invitados de Onís a Nueva York fue su antiguo compañero Américo Castro, quien, en la primera ocasión, en 1919, tuvo que declinar el ofrecimiento por haberse comprometido con Menéndez Pidal en una ardua y lenta labor, como era la elaboración de un diccionario. Las cartas entre ambos amigos y Retrato de Juan Ramón Jiménez. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). 164 LOS LAZOS DE LA CULTURA colegas son frecuentes, durante años casi mensuales, sobre todo de Castro a Onís; a través de ellas Onís tuvo conocimiento preciso del ambiente cultural y académico español, de los progresos, publicaciones, rencillas y peleas. Este contacto aseguró la continuidad y el éxito en las relaciones culturales entre España y algunos países americanos que, en gran parte, descansaron en el trabajo diario de algunos hombres. La relación de trabajo y de amistad que ambos mantuvieron, y que rescatamos a través de sus cartas, nos dan testimonio de la vinculación que Federico de Onís mantuvo con España de manera constante. Una vinculación afectiva, con sus amigos, con su familia y con su tierra a la que visitaba cada verano, y una relación profesional. Esta última se vio reforzada y ampliada a otros colegas en la medida que se fueron afianzando las relaciones entre ambos países, España y Estados Unidos, en un principio mediante los viajes de profesores españoles a Norteamérica y las estancias de profesores y estudiantes americanos en España, y en concreto en el Centro de Estudios Históricos. En una carta, enviada desde Madrid el 19 de agosto de 1920, Américo Castro le ponía al corriente de los proyectos que albergaba para la renovación de la docencia en la universidad española, a la vez que se lamentaba de no poder contar con Onís para llevarlos a cabo. A partir del modelo europeo, en su afán de «introducir las corrientes nuevas en los organismos viejos», Américo Castro propuso al Ministerio crear una Licenciatura en Lengua Francesa; si dicho proyecto cuajaba, su idea era poner en marcha una Licenciatura de Letras «de tipo un poco menos absurdo que la existente», le comentaba a Onís. A su amigo en New York también le transmitía su sentir sobre el estado de la Universidad, y el de otros centros dedicados a la investigación pero con escasos recursos: Es inútil pensar que la Universidad y el Ministerio van a transformarse por el mero hecho de existir instituciones modernas como la Junta. Cualquier cosa que logremos llevar a la Universidad tendrá la enorme ventaja de la oficialidad, de proporcionar salidas seguras y claras a la juventud: la falta de esto es lo que vicia nuestra existencia en el Centro.19 Américo Castro siempre contó con Onís en sus proyectos académicos, compartiendo con él el entusiasmo por seguir investigando y publicando estudios de lengua y literatura, así como por difundir la cultura y literatura española como, por ejemplo, cuando le comenta a Onís en repetidas ocasiones, 1926, 1927, los planes sobre la publicación de la Historia de la Literatura, que sería un reflejo de la generación de ellos, en la que participarían Menéndez Pidal, Castro, Navarro, Solalinde, Buceta, Jorge Guillén, Salinas, Alarcos, Sánchez Albornoz, Pedro Sáinz, Millares, Ángel Valbuena, Alonso, entre otros, y en cuya obra esperaban que Onís participara en capítulos temas relacionados con el siglo XVI como La Celestina, Fray Luis de León, Cervantes, los primitivos dramaturgos, y la literatura humanística en lengua vulgar; además de mantenerle al corriente y contar con su colabora- 19 AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.2. RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 165 Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas en la Universidad de Puerto Rico. De izquierda a derecha. (Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez, Biblioteca General, UPR). ción en la Revista de Estudios Hispánicos20. La correspondencia con Menéndez Pidal muestra esta colaboración: Madrid 29 de Enero del 1930 Sr. Don Federico de Onís. Muy distinguido amigo: Adjunto tengo el gusto de enviarle las normas para la «Historia de la Literatura Española» y la lista de abreviaturas de colecciones y Revistas de uso más frecuente. Mucho le agradeceré que al acusarme recibo de ellas, tenga la bondad de indicarme si lleva muy adelantada la preparación de su trabajo de colaboración en nuestra Historia y que me diga asimismo la fecha aproximada en que según sus cálculos podremos contar con En la carta Castro se lamentaba que Onís no estuviese en Madrid para apoyarle y llevar adelante esta Historia de la Literatura, ya que era una obra que debían hacer, a la que estaban obligados, a pesar de estar «escamado de obras enormes que se quedan en los cimientos». AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.25. 20 166 LOS LAZOS DE LA CULTURA su original. Este dato es para nosotros de suma importancia para poder proceder al acoplamiento de trabajo en cada tomo. Me interesa pues sumamente no deje de enviármelo. En espera de sus noticias se repite de Vd. Su affmo.amigo. R Menéndez Pidal 21 En todo momento Menéndez Pidal y Américo Castro contaron con Onís. Así, en 1921, a raíz de la visita del profesor argentino Guaglianone, delegado por su gobierno para contratar profesores españoles para diferentes universidades de Argentina, Américo Castro le decía: «Lástima que no haya una legión de gente preparada; viene la ola hispanófila, pero nos sorprende sin fuerzas». El plan previsto por Guaglianone era que Américo Castro viajara el primer año, en 1922, seguido por Federico de Onís en 1923, y por Tomás Navarro Tomás en el año siguiente. Por otra parte, a menudo se lamentaba que Onís no estuviera en el Centro de Estudios Históricos ya que le consideraba una pieza clave en el trabajo de la institución. Once años después de la marcha de Onís, en 1927, Castro le escribía las siguientes palabras: «[Querido Onís] Siempre sales a relucir en nuestras conversaciones, en nuestros proyectos, como si estuvieras en el Centro. Pero la maldita distancia hace imposible que te tengamos al corriente cada día de lo que va pasando».22 Asimismo, Castro, al menos en un principio, mantuvo vivo el deseo de que Onís regresara a España. Así se lo manifestó tras la muerte de Pardo Bazán, al ofrecerle su cátedra vacante «Literatura contemporánea de las lenguas neolatinas», en cuyo plan estuvieron implicados otros intelectuales como José Castillejo y Elías Tormo. En la misma carta Castro se lamentaba de que no haber obtenido respuesta a los telegramas que le había enviado para conocer si Onís aceptaba la propuesta.23 Unos días después, el 9 de junio de 1921, la respuesta negativa de Onís causaba gran pesimismo en Américo Castro, quien se mostraba preocupado por la imposibilidad de enviar más discípulos del Centro de Estudios Históricos al extranjero, y se lamentaba de la ausencia en el Centro de algunos de sus compañeros como el propio Onís y Alfonso Reyes.24 Después de varias gestiones, a comienzos de 1924, Américo Castro viajó desde Buenos Aires –en donde estaba desde mediados del año anterior como director del Instituto de Filología de Buenos Aires– a Nueva York; allí sustituyó a Onís, quien se encontraba de año sabático, en su cátedra de la Columbia University desde febrero a mayo. En 1928 de nuevo emprendió una gira americana, visitando Cuba, México, Puerto Rico y Estados Unidos, aunque allí sólo estuvo de paso. De la colaboración continua entre Onís y los colegas y literatos españoles nos hablan las numerosas cartas que se cruzaron a lo largo de estos años. Una selección de esta correspondencia la reproducimos en el Apéndice 1. 21 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-103.5. Madrid, 14 de marzo de 1927. AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.25. 23 Carta de Américo Castro a Onís, el 3 de junio de 1921. AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.4. 24 Carta de Américo Castro a Onís, el 9 de junio de 1921. AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.6. 22 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 167 Uno de los casos en los que Onís actuó como mediador de escritores españoles con universidades o instituciones norteamericanas fue el que comentamos a continuación referente a Vicente Blasco Ibáñez.25 En octubre de 1918, Onís escribió a Blasco Ibáñez para solicitarle autorización pertinente para publicar La Barraca y/o Los cuatro jinetes del Apocalipsis en la editorial D.C. Heath and Company, una de las mejores editoriales de textos escolares del país, dentro de la serie Contemporary Spanish Texts, que Onís dirigía. En diciembre de ese año, Blasco Ibáñez le envió su autorización para que le representase ante la editorial. La colaboración se mantuvo y en enero de 1919 Onís comenzó los preparativos para la gira de Vicente Blasco Ibáñez por Estados Unidos contando con la colaboración de Huntington y la Hispanic Society.26 De forma entusiasta y rápida Blasco Ibáñez le contestó afirmativamente desde Montecarlo, el 18 de febrero de 1919. En su carta le comunicaba que podría viajar a Estados Unidos en el otoño, ofreciendo una estancia de hasta 6 meses para visitar la mayor parte del país, aunque tuviera que dejar a un lado sus quehaceres literarios. Al hilo de esto comenta su espíritu aventurero y su experiencia del viaje que hizo a América del Sur, donde participó en una campaña de propaganda de la cultura española, en donde impartió 120 conferencias en 6 ó 7 meses en Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile. Aunque su plan era continuar dando conferencias por todas las repúblicas americanas, en donde ya había contraído compromisos, sin embargo Blasco Ibáñez optó por quedarse en Argentina como colonizador con lo cual, dice, «perdí la salud momentáneamente, perdí seis años de mi vida, y perdí todo lo que había ganado, y además parte de los que tenía en España. Volví de esta aventura arruinado». Le confiesa a Onís que desde entonces mantuvo como proyecto hacer un viaje por toda la América española, y su sintonía con el pragmatismo americano, insistiéndole en el buen papel que podría hacer en Estados Unidos a pesar de no saber inglés. Le dice que podría dar una serie de conferencias en universidades, centros científicos, y sociedades españolas e hispanoamericanas, en las que pasarán «un rato agradable y aún muchos habrán aprendido algo», aunque él prefería dirigirse a norteamericanos y angloparlantes. Para salvar el «problema del idioma» comentaba su experiencia en Brasil y en París, en donde la puesta en escena era el factor principal para alcanzar el éxito entre la audiencia. En estos países un lector leía la conferencia traducida que él había escrito, haciendo una presentación previa del propio Blasco Ibáñez, que se situaba a su lado y se disculpaba ante el público por no poder hablar directamente. Pensaba que ésta era la forma más amena y artística para el público norteamericano, que escucharía sus conferencias en la voz de algún actor conocido. Asimismo, comentaba que el éxito de su estancia también residía en la publicidad que se diese de antemano sobre su persona y obra, y se anunciasen las conferencias con el debido tiempo. Sobre Blasco Ibáñez veáse el capítulo dedicado a él de Ramiro Reig en el libro de Isabel Burdiel/Manuel Pérez Ledesma (coords.), Liberales, Agitadores y Conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Editorial Espasa Calpe, 2000, pp 331-359. 26 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-32.1, 32.2, 32.4. 25 168 LOS LAZOS DE LA CULTURA Para estas posibles conferencias que Blasco Ibáñez pensaba impartir en varias ciudades norteamericanas, señalaba algunos títulos: «Cómo se ha visto desde Europa la intervención de los Estados Unidos»; «Don Quijote y el Tío Sam»; «Los descubridores y conquistadores españoles»; «La falsa leyenda negra de España»; y «Cómo se hace una novela». A estas conferencias añade otras más dirigidas al público femenino, según él muy influyente en Estados Unidos, como: «Juana la Loca»; «Isabel la Católica» y «Lucrecia Borgia». Blasco Ibáñez se ofrecía a Onís además como mediador cultural entre las repúblicas americanas y los Estados Unidos ya que según él la preocupación y desconfianza ante la política norteamericana en América Latina impedía la cooperación cultural y el conocimiento mutuo.27 El viaje de Blasco Ibáñez se realizó de acuerdo a lo previsto por él, en el otoño de 1919 bajo el patrocinio de la Hispanic Society of America. La otra faceta de Onís como difusor de la cultura y la literatura española fue su actuación como intermediario o representante ante editoriales norteamericanas de destacados escritores españoles como el ya señalado Vicente Blasco Ibáñez, Ramón del Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Benavente, Martínez Sierra o los hermanos Álvarez Quintero, muchos de ellos amigos personales de Onís. De todos ellos actuó como representante en Estados Unidos, lo cual en ocasiones le trajo algunas complicaciones provocadas por malentendidos, que sin duda se agravaban con la distancia. A pesar de ello, el reconocimiento a su trabajo y gestiones fue bastante general. En 1918, Juan Ramón Jiménez le contestaba a Onís, sumamente agradecido, por la propuesta que le envió a finales de 1917 para reproducir parcial o totalmente sus textos. ¡Qué alegría me da verle trabajando en todo eso! Creo que la obra que va usted a emprender es magnífica, y no tendremos los beneficiados agradecimiento bastante con que pagarle a usted...28 En el caso de Valle-Inclán, en 1919, Onís actuó como su representante ante Harcourt, Brace and Howe Publishers tras la propuesta de la edición en inglés de las Sonatas de Valle-Inclán en la nueva colección titulada European Library. En su carta Onís le recomendaba a Valle-Inclán que cediese los derechos de traducción y aceptase la oferta en los términos en los que se le había hecho (un 10% en los 10.000 primeros ejemplares, que disminuiría en función de los ejemplares que sobrepasasen de esa cifra). Por otra parte, Onís le comentaba el proyecto que le había encargado la editorial D.C. Heath and Company, referente a la serie Contemporary Spanish Texts, y sus deseos de incluir La cabeza del Dragón de Vallé-Inclán, por ser la más apropiada para niños. Carta de Vicente Blasco Ibáñez a Federico de Onís, Montercarlo, 18 de febrero de 1919. AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-32.5. 28 Carta de Juan Ramón Jiménez a Federico de Onís, Madrid, 25 de enero de 1918. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-81.6. 27 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 169 La visión de Onís sobre las posibilidades del mercado norteamericano y las formas de introducirse en él se las comentaba a Valle-Inclán con gran claridad al decirle que, a pesar de que él no recibiría remuneración alguna por ceder sus derechos de autor, la publicación de su texto, que iría acompañado de una introducción sobre el escritor español, era uno de los caminos para darse a conocer en Estados Unidos. La tercera propuesta de Onís a Valle-Inclán procedía de la organización The Foreing Press Service, encargada de surtir a los medios de comunicación norteamericanos de cuentos y otros escritos de autores extranjeros; con este fin le encargaron a Federico de Onís mediara ante Valle-Inclán para que enviara algunos cuentos, a cambio de los cuales recibiría una cantidad que oscilaba entre 150 y 5000 pesetas. Conocedor de la sociedad y la mentalidad norteamericana, Onís le recomendó a Valle-Inclán que enviara cuentos con argumentos excitantes, siempre que no hiriesen los convencionalismos sexuales y religiosos americanos. A fin de ganar tiempo, Onís finalizaba su carta indicándole que lo más operativo sería que, como con otros autores había hecho, Valle-Inclán le enviara una carta autorizándole a contratar en su nombre todos los asuntos relacionados con la traducción y publicación de sus obras. El 18 de marzo de 1920 Valle-Inclán le remitió la autorización solicitada.29 Un año después Valle-Inclán, finalizando su estancia en Nueva York, se despedía de Federico de Onís agradeciéndole las atenciones que había tenido con él durante su estancia en la ciudad, así como él que fuera su representante con plenos poderes para decidir sobre sus libros, otorgándole, dice Valle-Inclán, «toda mi representación para atar y desatar»: ..Aun cuando espero verle, no quiero dejar de agradecerle una vez más todas sus atenciones, y el interés y la amistad tan grande que durante estos días acibarados me mostró. Cuando se llega a viejo no hay cosa mejor que tener un amigo y saludarlo...30 Además de dar todos sus poderes a Onís, el escritor español también se los dio en lo referente a la traducción de sus obras a Miss Haniet Wishnieff, quien se encargó de verter al inglés parte de las obras de Valle-Inclán, como la titulada «Mi hermana Antonia». Onís mantuvo vivo el contacto con la realidad española, con la política, la cultura, y la gente no sólo a través del Centro de Estudios Históricos, como miembro de él, y como amigo de sus investigadores, sino a través de los escritores que él representaba en Estados Unidos y con los que estableció una sólida amistad. Sus viajes a España, y la correspondencia que mantuvo con éstos le sirvió para mantenerse al tanto de los acontecimientos de España, y del sentir de la opinión pública. En una de las cartas que Ramón del Valle-Inclán le escribe, el 1 de agosto de 1922, Carta de Federico de Onís a Ramón del Valle-Inclán fechada el 20 de noviembre de 1919. AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.2. Carta de Ramón del Valle-Inclán a Onís fechada el 18 de marzo de 1920. AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.3. 30 Nueva York, 19 de diciembre de 1921. AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.4. 29 170 LOS LAZOS DE LA CULTURA le pone al tanto de los últimos hechos ocurridos, del malestar político y de la Guerra de Marruecos, veámoslo: Sr: D: Federico de Onís Mi querido amigo Onís: En Galicia y con el pie en el estribo, recibí su carta y el contrato, las guardé con otros papeles en mi maletín, y en el camino para Madrid perdí el maletín. Después de mil gestiones el maletín aparece. Esta es la causa de mi retraso en contestarle, agradeciéndole todo lo que hace a favor de mis traducciones. Por esta tierra estamos esperando la del Cielo. Si usted lee la prensa española habrá visto el horror de Marruecos. Es una merienda de negros. En vez de hacer la guerra se compran periódicos, y los corresponsales que van a Melilla se hacen ricos. Todos esperamos algo que no llega. El Rey en estos últimos tiempos ha dado con la flor de emborracharse, y cuentan que se levanta de la mesa hecho un templario. Así explican sus discursos absurdos en Córdoba y en Barcelona. Todos los días ocurre un conflicto. El alma se cubre de dolor viendo la catástrofe que se avecina, y que con ánimo honrado podría evitarse. Pero aquí todos son un poco como el Burlador– ¡Qué largo me lo fiáis! Rusia no les sirve de ejemplo. Tiempo y espacio para estos gitanos de la política son una misma cosa. Le abraza su amigo Valle-Inclán31 El agradecimiento de los intelectuales españoles por la labor que Onís estaba desarrollando se trasluce en las numerosas cartas que le enviaron. Un ejemplo de ello es la carta que Ramiro de Maeztu le mandó el 13 de junio de 1925 en respuesta a las gestiones de Onís para su preparar su viaje a Estados Unidos: Serrano 112, Madrid Madrid, 13 de junio de 1925 Sr. D. Federico de Onís Sé por mi hermana María el interés que ha mostrado usted por mi viaje a América y quiero expresarle mi gratitud por el trabajo que se ha tomado buscándome algunas conferencias en las Universidades de ese país. Mi propósito al ir a Estados Unidos no es solo el de colaborar con ustedes a la expansión de nuestra lengua y literatura, sino el de conocer la vida de ese país especialmente en su aspecto político y educativo; estudio que luego a de servirme en mis futuros trabajos literarios. Llevo como temas principales para mis conferencias las de tres grandes figuras literarias españolas: La Celestina, el Quijote y D. Juan. Sobre estos tres motivos a cabo de escribir un libro y ello quiere decir que son temas en los que he meditado mucho y espero presentarlos en mis conferencias en una forma nueva. Además podría dar también otra conferencia que creo que ahí representaría mucho sobre «Por qué puede interesar a un estudiante americano la cultura española». 31 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.7. RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 171 Embarcaré en el Havre el día 22 de junio en el «Degrasse» que llegará a Nueva York el dos o tres de Julio. Siento mucho no ver a usted al desembarcar pues bien sé que usted es la persona que mejor podría orientarme en los problemas de ese país que a mi me interesan más. Pero le ruego me escriba a Middlebury College diciéndome la fecha más oportuna para mi conferencia en Columbia, conferencia que daré con mucho gusto sobre los temas indicados que usted prefiera. Si me invitan a dar un número suficiente de conferencias para que mi estancia en América no sea gravosa, me quedaré ahí los meses de Octubre y Noviembre, pues ya sé que en verano será difícil conciliar mi trabajo del curso con conferencias en otras Universidades. Repitiéndole las gracias por cuanto hace usted por mi queda suyo buen amigo Ramiro de Maeztu32 Al frente del Departamento de Lenguas Romances de la Columbia, Federico de Onís extendió sus redes a Puerto Rico a través del programa de enseñanza que tenía esta universidad en la isla, y en cuyo comité organizador estaba Federico de Onís. Dentro de este programa hay que destacar las actividades de la Escuela de Verano de Español (Summer School of Spanish), fundada en Puerto Rico en 1922. Esta Escuela contó con la revista Summer School News, e inició su relación con España con la visita de Tomás Navarro Tomás (investigador del Centro de Estudios Históricos y director del Laboratorio de Fonética de dicho Centro) enviado a Puerto Rico por la JAE tras la petición que le cursara el director de la Escuela de Verano de Español y el rector de la Universidad a finales de 1924. Un año antes había sido invitado Américo Castro quien a pesar de figurar en el programa del curso de julio a agosto de 1924, no pudo asistir33. El proyecto de Federico Onís en Puerto Rico era aplaudido desde Madrid por su fiel amigo Américo Castro, quien en una carta del 2 de noviembre de 1925 le transmitía su satisfacción por dicho proyecto: «Me alegro mucho –escribía Américo Castro– que te decidas a ir a Puerto Rico porque eso fortalecerá nuestra intervención en el español de esa isla. Por lo visto aquello tiene cada vez mayor importancia. Creo que el verano que viene no irá Navarro, sino Amado Alonso».34 En la Escuela de Verano se impartían cursos de diferentes niveles a alumnos y maestros norteamericanos y a maestros puertorriqueños, de lengua y literatura españolas, de folklore y música, así como de historia y civilización de España y de Hispanoamérica. El nivel alcanzado en los cursos de verano al contar con prestigiosos académicos norteamericanos, puertorriqueños y españoles, recordemos a Tomás Navarro Tomás en 1925, y en 1926 a Federico de Onís, Josephine Holt, de la Universidad de Richmond, y José Robles Pazos, catedrático de español en la John Hopkins University, motivó que Thomas E. Benner, rector de la joven Uni32 AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-93.1. La obra de Tomás Navarro Tomás y su estancia en Puerto Rico ha sido trabajada por María Vaquero de Ramírez. Ver su estudio preliminar titulado «Navarro Tomás y el español de Puerto Rico. Estudio preliminar» al libro Tomás Navarro Tomás, El español en Puerto Rico. Contribución a la geografía lingüística hispanoamericana, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998, pp. xiii-lix. 34 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-44.22. 33 172 LOS LAZOS DE LA CULTURA versidad, nacida en 1903, apoyase la propuesta que Federico de Onís le presentó en 1926 para reorganizar el Departamento de Español y transformarlo en el Departamento de Estudios Hispánicos.35 EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID Y EL DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS DE UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO Desde New York Federico de Onís sirvió de puente y conexión entre España, Estados Unidos y Puerto Rico; él fue el engranaje del intercambio y de las relaciones que en Puerto Rico comienzan el verano de 1925 en la Escuela de Verano de Español con la visita del filólogo, amigo y compañero de Onís, el profesor del Centro de Estudios Históricos, Tomás Navarro Tomás. El interés que su estancia suscitó en las autoridades de la Universidad de Río Piedras, sobre todo en el rector derivó en la creación del Departamento de Estudios Hispánicos en dicha Universidad ligado desde el principio con el Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Columbia University. La idea de Federico de Onís consistía en hacer de la Universidad de Puerto Rico, a través de sus Cursos de Verano y ahora del Departamento de Estudios Hispánicos, el lugar de encuentro de estudiantes de los tres países, el lugar de fusión de las dos América y España, consolidando de esta manera lo que él llamo la «triple alianza».36 Las cartas de Federico de Onís a Tomás Navarro Tomás dejan constancia del gran interés del rector de la Universidad por potenciar los estudios de español y por vincularlos al Centro de Estudios Históricos de Madrid y a la Columbia. Sin duda en la actitud del rector influyó poderosamente Onís, quien en todo momento manifestó la necesidad imperiosa de que el Centro de Estudios Históricos de Madrid fuese la contraparte española, y no se dejase la enseñanza de la literatura y cultura de España e Hispanoamérica a cualquiera de los profesores españoles que daban clase en Estados Unidos.37 Los planes que Onís y Benner habían estado articulando en el verano de 1926 rápidamente se los hizo saber a Menéndez Pidal por la carta que le envía desde Columbia University, el 12 de septiembre. En ella Onís le ponía al tanto de la elección de la Universidad de Puerto Rico como el mejor lugar para crear una escuela americana de estudios españoles, y sus deseos de que se estableciera una vinculación oficial con el Centro de Estudios Históricos de Madrid: Querido Don Ramón Por encargo del Dr. Benner le escribo al regresar de Puerto Rico –donde he pasado dos meses muy felices– para darle cuenta de los planes que los dos hemos tratado acerca de la organización de los estudios españoles en la Universidad de Puerto Rico. Desea el Dr. Benner que la colaboración del Centro, empezado de manera tan seria y eficaz por Navarro y continuada por mí este verano, se establezca de manera oficial y permanente co- 35 ACUPR, Fondo Organización y sus Funciones. F.D.O. E-3. Sección Noticias y Actividades. O-NA-9A.9. 37 Véase la carta enviada por Onís a Navarro Tomás el 7 de septiembre de 1926. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-109.1. 36 AFO, RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 173 locando el Departamento de Español bajo la dirección técnica del Centro de estudios históricos. En esta forma pueden llevarse a rápida realización los principios que guían a los directores de la enseñanza portorriqueña, y muy especialmente al Dr. Benner, quienes aspiran a que la Universidad de Puerto Rico sea un gran centro de enseñanza donde se hermane y armonice lo mejor de los ideales americanos y españoles, prestando atención especial a los problemas científicos que plantea el entrecruzamiento creciente de las dos Américas. Así se ha establecido con la colaboración de Columbia University una Escuela de Medicina Tropical, y con la colaboración de la Universidad de Boston una Escuela de Comercio. Y por esta misma razón, siendo Puerto Rico un país de tradición y cultura española, y al mismo tiempo una parte de los Estados Unidos, es el sitio indicado para crear una escuela americana de estudios españoles, que sirva para dar a conocer a los estudiantes portorriqueños su propio espíritu y personalidad y a los norteamericanos anglo-sajones la lengua y la civilización españolas en circunstancias muy ventajosas sobre las demás universidades americanas. Puede atraer también esta universidad a estudiantes de países hispanoamericanos y en todo caso puede servir de ejemplo a estos países para que ellos desarrollen su propio sistema de enseñanza. Para esta labor desea el Dr. Benner la colaboración del Centro de estudios históricos haciéndolo constar así oficialmente y solicitando que Vd. y Navarro aparezcan como Directores honorarios del Departamento de estudios españoles y mantengan en la forma que les parezca más conveniente las relaciones entre el Centro y la Universidad mediante el envío de profesores visitantes invitados por la Universidad o por la Sociedad Cultural española (que pronto será un hecho) que contribuyan con su estancia temporal a crear y mantener vivo el espíritu científico del Centro en la Universidad de Puerto Rico. Al mismo tiempo desea el Dr. Benner que yo acepte el cargo de director efectivo del Departamento ya que la proximidad de Nueva York permitiría comunicación rápida y que yo vaya a Puerto Rico siempre que sea necesario. Mi doble calidad de miembro del Centro y de profesor de Columbia hará que la Universidad de Puerto Rico pueda mantener sus relaciones con la Universidad de Columbia y en general con la enseñanza norteamericana (cosa muy importante para ella y de perfecto acuerdo con la situación del Centro). Uno de los profesores permanentes de Puerto Rico actuará como jefe administrativo del Departamento. Con motivo de la venida de Navarro en 1927-28 deseamos dar un impulso definitivo a la organización del Departamento. La Universidad tiene preparado un folleto anunciando el curso de verano próximo en que vendrá Alonso y el curso regular siguiente en que vendrá Navarro. Adjunto le envío un esquema de la organización propuesta, que no necesita para hacerse efectiva más que su autorización. Como el programa deberá estar impreso cuanto antes, le ruego me conteste por cable dirigido a mí a Columbia University, diciendo solamente: yes, si es que nuestro plan le parece bien en todos sus puntos, y si tiene alguna observación que hacer, le ruego la haga también por cable en tal forma que no haya que retrasar la publicación del programa. Con el cariño y respeto de siempre le saluda F.O. 38 38 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-103.3 Efectivamente, aparece en la correspondencia un telegrama de la Wester Union Cablegram en el que Menéndez Pidal comunicaba a Onís su aceptación con un lacónico «YES» Sección Correspondencia O-MS/C-103.2. 174 LOS LAZOS DE LA CULTURA A fin de evitar complicaciones, se acordó que la colaboración formal entre estas dos instituciones se realizara a través de Onís por su condición de profesor de la Columbia y colaborador del Centro madrileño. En esta carta que le remitió el 26 de septiembre de 1926 Onís le comentaba la necesidad de que el Centro de Estudios Históricos diera su conformidad al proyecto, y autoriza que su nombre fuera usado en las universidades de Puerto Rico y Estados Unidos: Yo no veo –escribía Onís a Navarro Tomás– ningún inconveniente en la aceptación de este plan por el Centro; veo por el contrario grandes ventajas. Quedará en nuestras manos la dirección completa de los estudios de español en Puerto Rico. Vosotros tendréis que hacer todo lo que se puede hacer desde España, principalmente la selección de personas que hayan de venir cada año... Sin una continuidad en nuestra intervención tal como la que hace posible mi proximidad a P.R., quedaría desecha muy pronto la obra que pudiéramos hacer en nuestra estancia temporal. Yo creo que mi conocimiento de la enseñanza norteamericana me permitirá organizar el departamento (como he hecho en Columbia) en tal forma que sirviendo a todos nuestros intereses españoles satisfaga a los americanos. Mis servicios a la Universidad de P.R., salvo cuando vaya allí, serán gratuitos.39 Tras estos primeros contactos, a comienzos de octubre Benner escribía a Ramón Menéndez Pidal manifestándole su admiración y el deseo de que se consiguiera la cooperación que Onís había propuesto: Octubre 5 de 1926 Dr. Don Ramón Menéndez Pidal Centro de Estudios Históricos Almagro 26, Madrid, España Muy distinguido Dr. Menéndez Pidal: Por primera vez tengo el honor de dirigirme al que tiene profundo respecto y afecto de todos nosotros en la Universidad de Puerto Rico. Deseo aprovechar esta oportunidad para extenderle nuestra expresión de admiración y decirle cuánto nos alegramos por haber sido representados en la persona del profesor Rafael W. Ramírez e1 día del homenaje en honor de Ud. el año pasado. Le remito con ésta una carta del Dr. Federico de Onís, quien formó parte de nuestra facultad en el verano de 1926. Espero que esta carta exprese claramente nuestro deseo de que pueda desarrollarse alguna forma íntima de cooperación entre el Centro y la Universidad que nos dé el beneficio de sus experiencias y conocimientos en nuestro futuro desarrollo. Esperamos con ardiente interés su opinión sobro este plan. Permítame también darle las gracias por su especial consideración al autorizar la visita del Profesor Amado Alonso, para el verano de 1927, y la del Dr. Navarro Tomás en el siguiente curso universitario. Esperamos que sea posible conseguir al Dr. Américo Castro para el verano de 1928. Se me informa que él tiene la impresión de que el clima de Puerto Rico es muy caluroso y por esa razón teme venir. Quizá el Dr. Navarro y el Dr. 39 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-109.1. RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 175 Onís podrán ayudarnos a persuadirle que esto no es cierto. ¿Podría Ud. discutir con él este asunto con el fin de interesarle para que nos visite en el 1928 y fije las condiciones en que vendría a Puerto Rico? Envío con esta carta el saludo de la facultad tanto a Ud. como a los miembros del Centro, a los que uno el saludo especial del Sr. Ramírez y el mío Con toda mi consideración, Thomas E. Benner Canciller40 El acuerdo con todas las partes se consiguió al poco tiempo; en noviembre de 1926 la colaboración entre las tres instituciones era ya un hecho. En enero de 1927 se fundó el Departamento de Estudios Hispánicos –tema estudiado en este libro por Laura Rivera y Juan Gelpí– en cuya plantilla figuraban Onís como director, Ramón Menéndez Pidal y Tomás Navarro Tomás, director y secretario del Centro de Estudios Históricos, y John Gerig, catedrático y director del Departamento de Lenguas Romances de la Columbia, como directores honorarios; integraban el Consejo Ejecutivo profesores de diferentes centros académicos norteamericanos, Susan Huntington Vernon, presidenta de la Institución Cultural Española de Estados Unidos; John D. Fitzerald, profesor de la Universidad de Indiana; Dr. Stephen; Elijah C. Hills, de la Universidad de California; D. M. Ford, profesor de Harvard; Lawrence A. Walkins, director del Programa de Lenguas Modernas de las Escuelas Superiores de New York; así como por miembros de la Unión Panamericana de Washington, D.C. (Lee S. Rowe, director de ésta) y del director del Instituto de las Españas, Stephen P. Duggan.41 En la articulación de esta relación triangular además de Federico de Onís, vértice de esta relación en calidad de colaborador del Centro de Estudios Históricos, catedrático de la Columbia University, y fundador del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, participaron otros actores desde España como Santiago Ramón y Cajal y José Castillejo, presidente y secretario de La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas; Ramón Menéndez Pidal, director del Centro de Estudios Históricos de la JAE; en Puerto Rico, además de Onís y Thomas E. Benner, la Institución Cultural Española, fundada en 1928; y desde Cuba Fernando Ortiz, presidente de la Institución Hispanocubana de Cultura, institución que desde su creación, en diciembre de 1926 en La Habana, estableció una correspondencia e intercambio activo con la JAE, a la que nombró su representante en España a comienzos de 1927.42 40 AFO, Sección Correspondencia, O.MS/C.104.4. Sección Noticias y Actividades, O-NA-9A.6 y 9A.8. Los años 1926-1927, en los que se fundó y puso en marcha el Departamento de Estudios Hispánicos, son considerados por el rector de la joven Universidad, creada en 1903, los momentos de emergencia de ésta. En su libro, Benner menciona la presencia en la universidad de destacados profesores españoles, Federico de Onís, Tomás Navarro, Amado Alonso, Américo Castro, Fernando de los Ríos, y Ángel Valbuena Prat. Ver Thomas E. Benner, Five Years of Foundation Building. The University of Puerto Rico 1924-1929, Río Piedras, University of Puerto Rico, 1965, pp. 67-111. 42Véanse los artículos ya citados sobre la Institución Hispanocubana de Cultura de Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper. 41 AFO, 176 LOS LAZOS DE LA CULTURA Federico de Onís (a a izquierda) a su llegada a San Juan en julio de 1926, acompañado del rector Thomas Benner, el profesor Rafael Ramírez, el periodista Samuel R. Quiñónes y José Robles, profesor español visitante en la Isla. Tejida la red, la coordinación entre estos intelectuales hizo posible que la colaboración académica y las relaciones culturales científicas prosperasen y fueran más fluidas, salvando en ocasiones obstáculos económicos e incluso políticos que podrían haber dificultado el intercambio. En estos intercambios participaron gran parte de la intelectualidad y algunos científicos españoles. Un ejemplo de ello es el viaje a distintos países de América que Salvador de Madariaga comenzó a preparar con Onís y Ortiz a mediados de 1928, con vista a realizarse en 1931. La propuesta inicial de Onís abarcaba la visita de Madariaga a distintas Instituciones Culturales Españolas en México, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, y una estancia más prolongada en la Universidad de Nueva York. Madariaga aceptó el plan propuesto excepto el punto referente a su estancia como profesor en la universidad neoyorquina, ciudad en la que dictó diversas conferencias en centros como el Instituto de las Españas.43 La relativa independencia política de la JAE y la financiación de algunas de las actividades por las Instituciones Culturales Españolas de Puerto Rico y Estados Unidos, la Institución Hispanocubana de Cultura, la Hispanic Society, o el Instituto de las Españas contribuyeron al mantenimiento y pujanza de las relaciones culturales. Por otra parte, el contacto continuo entre Ortiz, Onís y Castillejo fue esencial para garantizar que las redes y las relaciones fluyeran. Sus vínculos con las Institu43 AFO, Sección Correspondencia, O-MS/C-92.1-8. RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 177 ciones Culturales Españolas, tanto la de Puerto Rico como la de México, también ayudaron a que los científicos e intelectuales españoles recorrieran diversos centros de Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, y en ocasiones México, en un único viaje. En una carta de Fernando Ortiz a José Castillejo, del 21 de febrero de 1928, le comenta la importancia de haberse establecido una amistad triangular entre España, Estados Unidos y la América ibérica, y le manifiesta su interés en continuar fomentando dicha amistad. Asimismo, le anota que esta opinión ya la había hecho pública en la presentación que le hizo al profesor James Brown Scott, invitado por la Institución Hispanocubana de Cultura.44 En 1927 el boletín del Departamento de Estudios Hispánicos anuncia el inicio de las relaciones entre las universidades norteamericanas y puertorriqueñas, el Centro de Estudios Históricos y la Institución Cultural Española de San Juan.45 En Puerto Rico, los lazos entre estos países se estrecharon con la fundación dentro del Departamento de Estudios Hispánicos, en 1927, de la Revista de Estudios Hispánicos46 (1927-1929) publicación cuatrimestral que aparecía con objetivos similares a los que tenía la revista de filología que funcionaba en el Centro de Estudios Históricos de Madrid regentado por Ramón Menéndez Pidal. Con su creación Onís perseguía que Puerto Rico, España y Estados Unidos tuvieran una empresa común, en la que intelectuales de los tres países se vieran implicados. A través de ella se perseguía también, como se lo confesaba Américo Castro a Federico de Onís, en mayo de 1928, mantener la presencia de España en el continente americano y contrarrestar el avance norteamericano: Hay que hacer en cada sitio una cosa distinta: unas cosas en España, otras en Hispanoamérica, y otras en los Estados Unidos. Este último es un campo que sería suicida abandonar. ¿Es que alguien cree que si nosotros no colaboramos con los norteamericanos, éstos van a quedarse quietos? Seguirían haciendo lo suyo sin contar con nosotros, como ya hacen, y la influencia que hemos logrado ejercer para encauzar las actividades hispánicas-norteamericanas en un sentido favorable a nuestros intereses, será siempre una gran ventaja para nosotros. Si los franceses, italianos, ingleses o alemanes lograsen lo que nosotros hemos logrado hacer en la nueva revista, tener una intervención directiva en una obra hecha con medios norteamericanos, se considerarían muy felices; porque no escatiman sus propios medios para propagar su cultura en los Estados Unidos.47 Los objetivos científicos que animaron a Onís y a la redacción de la Revista a llevar a cabo su edición aparecen en el primer número de la Revista de Estudios Hispánicos (enero-marzo de 1928), que además contiene un primer artículo –que BNJM, CM. Ortiz Nº 261. Fondo Facultad de Humanidades. Departamento de Estudios Hispánicos. 46 Dirigida por Onís, tuvo como Secretario de Redacción a Robert H. Williams (New York), y contó con redactores en Madrid – Tomás Navarro Tomás, Enrique Díaz Canedo y Fernando de los Ríos-, en Puerto Rico –Ramón Lavandero, Antonio S. Pedreira, Concha Menéndez y Rafael W. Ramírez– y en Nueva York –José Padín, E. Herman Hespelt y D. Ratdiff–. Ver AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA-9A.18 47 AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA/C-44.33. 44 45 ACUPR, 178 LOS LAZOS DE LA CULTURA Federico de Onís, Fernando de los Ríos, T. Benner y Ramón Lavandero en la Universidad de Puerto Rico. De izquierda a derecha. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). viene a ser una declaración de intenciones de lo que se pretendía con la creación del Departamento de Estudios Hispánicos y de la Revista– sobre las relaciones que deberían prevalecer entre España, Hispanoamérica y Estados Unidos. Bajo el título «Hacia la amistad triangular», William R. Shepherd, catedrático de Historia de la Columbia University, alababa la nueva disposición de España, de una España abierta y modernizadora, a encontrarse y vincularse con las dos Américas, trataba de ahuyentar los temores que suscitaba en América hispana la penetración económica y comercial norteamericana, que según él, se limitaba a esas esferas, y animaba a participar en la nueva empresa cultural y espiritual a los pueblos norteamericano, hispanoamericanos y español, señalando que la difusión de la cultura era el único medio para llegar al conocimiento y acercamiento entre los pueblos.48 William R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista de Estudios Hispánicos, t. I, núm., 1, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, enero-marzo de 1928, pp. 1-17. El autor resumía en catorce puntos la esencia del acercamiento cultural entre España, la América hispana y los Estados Unidos: instrucción adecuada para el servicio público y privado en nuestras respectivas patrias; impulsar en Estados Unidos la enseñanza del castellano; fomentar en los países de habla castellana la enseñanza del inglés; recíproco estudio sistemático de la geografía, historia e instituciones hispanas y norteamericanas; promoción de intercambio de maestros y estudiantes; estimulación del interés norteamericano en España e Hispanoamérica y viceversa, por medio de campañas de publicidad a través de la prensa; hacer desaparecer de los Estados Unidos todo concepto erróneo sobre los países latinos; hacer que en éstos desaparezca la desconfianza hacia los Estados Unidos; reconocimiento por los norteamericanos de las ventajas que obtienen de los pueblos hispanos; que éstos comprendan el aspecto beneficioso de la influencia norteamericana; reconocimiento por los norteamericanos de la individualidad de los países hispanos; desarrollo de un espíritu de aproximación amistosa, más que el deseo de hacer negocio 48 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 179 En 1927 el Departamento de Estudios Hispánicos comenzó a recibir a los profesores españoles del Centro de Estudios Históricos; filólogos, historiadores y poetas españoles empezaron a frecuentar como profesores visitantes las aulas universitarias y el Ateneo Puertorriqueño, las mismas instituciones y centros que años después, terminada la Guerra Civil española, les acogiera a muchos de ellos de forma definitiva. En 1928, a tan sólo un año de haberse creado el Departamento de Estudios Hispánicos, las relaciones entre Puerto Rico y España se habían consolidado. En una carta de Thomas E. Benner al presidente de la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado español, del 5 de septiembre de 1928, el rector le agradecía las visitas de los espléndidos profesores españoles, Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás, Fernando de los Ríos y Américo Castro, auspiciados por la Institución Cultural Española de Puerto Rico, fundada en mayo de 1928,49 y que albergaba los mismos fines que las otras instituciones culturales existentes en otros países americanos. En ese mismo año, la ayuda de España tras el paso del huracán San Felipe se materializó en el envío de Ramón Menéndez Pidal al Departamento de Estudios Hispánicos de una importante colección de publicaciones que contenían alrededor de 100 libros de estudios contemporáneos sobre el idioma español en España e Hispanoamérica, y en la dotación de dos becas a estudiantes para que viajaran a España. La colaboración entre el Centro español y el Departamento de Estudios Hispánicos se completaba con el intercambio bibliográfico y el envío de otros materiales de trabajo como eran las colecciones de discos elaborados por Tomás Navarro Tomás en el Archivo de la Palabra del CEH, en los que se recogieron todas las variaciones del español en España. Onís puso al servicio del Departamento de Estudios Hispánicos la experiencia que había adquirido en la Institución Cultural Española de Estados Unidos en la organización de cursos con el Centro de Estudios Históricos. Intervino en todo el proceso a fin de lograr el buen funcionamiento de las relaciones y los cursos, desde el salario que debían recibir los profesores, la revisión y corrección meticulosa del programa, hasta su envío a los medios de difusión y centros académicos puertorriqueños y norteamericanos, con suficiente antelación.50 Los esfuerzos académicos e institucionales recibieron un fuerte respaldo de la colectividad española mediante la creación en San Juan de Puerto Rico de la Institución Cultural Española, bajo el auspicio de miembros de las colectividades españolas asentadas en esos países como fueron los casos de las Instituciones Culturales de Argentina, Uruguay, Chile y México. El financiamiento de los viajes y estancias de los profesores hizo posible que su magisterio se duplicara, y en ocaplenamente; cultivo de relaciones personales entre los pueblos hispanos y el pueblo norteamericano; y apreciación mutua de nuestra respectiva cultura e ideales. 49 En una carta del 12 de noviembre de ese año el presidente de la Junta de Relaciones Culturales agradeció las palabras del rector de la Universidad de Puerto Rico. AGAAH, Asuntos Exteriores, Sección VIII-Relaciones Culturales, Caja 1282. 50 El salario para los profesores universitarios que impartían cursos de verano era de unos 2.500$; a los más jóvenes que aún no eran profesores se les pagaba unos 2.000 dólares. Véase la correspondencia que Onís mantuvo con el rector de la Universidad de Puerto Rico en el último trimestre de 1926. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-115. 180 LOS LAZOS DE LA CULTURA siones la visita del doctor invitado por la Universidad coincidió con la del invitado por la Institución. El proyecto de su fundación arranca de 1925 tras una visita a Madrid de Rafael Fabián –uno de los miembros más destacados de la colectividad española de Puerto Rico, aspesto estudiado en esta obra por Jaime Pérez–, en la que se entrevistó con un grupo de intelectuales españoles, como se desprende de la correspondencia mantenida entre Onís y Tomás Navarro.51 El carácter exclusivamente cultural de estas instituciones aparece en sus estatutos: conocer y difundir en Puerto Rico los estudios e investigaciones sobre lengua, literatura y cualquier otro aspecto científico y artístico de la civilización española. Para ello, financiaron las cátedras que fueron desempeñadas por profesores españoles, organizaron conferencias, y dieron becas a los universitarios puertorriqueños para que fueran a España a cursar estudios sobre cultura española.52 Bajo la presidencia de Rafael Fabián, esta Institución coordinó sus actividades con la JAE, con el Departamento de Estudios Hispánicos y con el Instituto de las Españas.53 En su inauguración, el 27 de abril de 1928 en el Ateneo Puertorriqueño, Tomás Navarro Tomás destacó el carácter cultural y abierto de las Instituciones Culturales de América que tenían que servir para fortalecer las relaciones culturales de España con Hispanoamérica y que debían de hacerse a partir de la cultura y de la ciencia y no «con exaltaciones sentimentales»: Las Culturales Españolas de América y los Centros Hispanoamericanos de España (se dan cuenta) de que si hay pueblos que deben vivir unidos por lazos de mutua comprensión son sobre todo éstos a quienes la historia ha dado una misma tradición y un mismo idioma. La experiencia ha demostrado que es inútil querer mantener relaciones de este género con exaltaciones sentimentales. Las Culturales Españolas sólo han podido empezar a existir cuando el renacimiento científico de España, basado en rigurosos estudios técnicos y en arduos trabajos de investigación, ha llegado a resultar digno de estimación general.54 Muy distinta era la impresión que Américo Castro, durante su estancia en Puerto Rico en el verano de 1928, le transmitía a Federico de Onís sobre la actitud de las sociedades españolas en la isla, que enfrentadas entre sí, en nada beneficiaban la labor de difusión de los intelectuales españoles, o sobre la escasa retribución que recibían por sus conferencias: AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-109.1. Un primer intento por parte de la colonia española y de Coll y Cuchi de llevar profesores españoles a Puerto Rico fue a comienzos de 1922, cuando se le cursó una invitación a Américo Castro, la cual finalmente tuvo que declinar debido a la situación económica y política de la isla. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-44.10. 52 Agradecemos la información facilitada al profesor Jaime Pérez Rivera. AGPR. Fondo Departamento de Estado, Sección Corporaciones sin fines lucrativos, exp. 474, caja 31A. 53 AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA-11.7 Ver también el artículo publicado en El Imparcial, San Juan, 8 de mayo de 1928, y La Democracia, San Juan, 9 de mayo de 1928. 54 Tomás Navarro Tomás, «Impresiones sobre el estado lingüístico de Puerto Rico», Summer School News, Year VI, July 2-6, nº 1, Río Piedras, 1928, pp. 9-10. 51 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 181 Creo que ha sido prematura la creación de la Cultural. Las sociedades españolas, rivales de Fabián, se inhiben de toda colaboración, indicando, con cierta tácita sorna, que ahí está la flamante sociedad presidida por Fabián para hacer frente a todas las eventualidades que planteen los españoles conferenciantes... Unos y otros se creían obligados a hacer algo por la cultura española en la Isla. Ahora ese honor y esa responsabilidad caen de hecho sobre Fabián y el círculo estricto de sus amistades.55 VISITAS DE PROFESORES ESPAÑOLES A PUERTO RICO Y SU ACOGIDA EN LA SOCIEDAD BORICUA Bajo la atenta mirada de Federico de Onís, el Departamento de Estudios Hispánicos recibió de forma ininterrumpida a muchos de sus antiguos compañeros del Centro de Estudios Históricos, alumnos todos de Ramón Menéndez Pidal, que este profesor y Tomás Navarro Tomás seleccionaban. En el curso de verano de 1926 Federico de Onís impartió dos cursos titulados «Características del espíritu español a través de su literatura» y «Don Quijote de la Mancha»; en agosto, José Robles ofreció otros cursos sobre fonética y lengua españolas. En el verano siguiente Amado Alonso (investigador colaborador del Centro de Estudios Históricos) dictó cursos sobre fonética y filología española; a él le sucedió Tomás Navarro Tomás cuya estancia en el primer semestre del curso académico de 1927-1928 la dedicó a hacer un estudio del lenguaje en la isla para incorporarlo a su Atlas Lingüístico del Español. El segundo semestre impartió los cursos el propio Onís. Los españoles fueron docentes tanto en los cursos regulares como en los de verano, correspondiéndole a Américo Castro Quesada (catedrático de la Universidad Central de Madrid y colaborador del Centro de Estudios Históricos) las clases del verano de 1928, a Ángel Valbuena Prat (catedrático de literatura de la Universidades de La Laguna y de Barcelona, y profesor en diferentes universidades inglesas) el curso de 1928-1929, a Fernando de los Ríos (catedrático de derecho en la Universidad de Granada) el curso del verano de 1929, y a Samuel Gili Gaya (catedrático del Instituto Escuela y colaborador de la Sección de Filología del Centro de Estudios Históricos) el año académico 1929-1930. Tras suspenderse las invitaciones en el verano de 1930, el siguiente profesor español en la universidad puertorriqueña fue Manuel García Blanco (profesor auxiliar de la Universidad de Salamanca, colaborador del Centro de Estudios Históricos, y catedrático de la Universidad de Salamanca desde 1934), durante los meses de julio y agosto de 1931, quien prolongó su estancia durante el primer semestre del curso siguiente 1932; a él lo sucedieron Gabriela Mistral, docente durante el segundo semestre de 1932-1933, y José A. Balseiro (profesor en la Universidad de Illinois) que en una dilata estancia, que abarcó los cursos de 1933 a 1936, dictó conferencias, e impartió clases y seminarios sobre temas referentes a la novela y al teatro español en los siglos XIX y XX. Según consta en su expediente, el salario que Balseiro recibió como catedrático visitante de Estudios Hispánicos por el cur55 AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA/C-44.36. 182 LOS LAZOS DE LA CULTURA so de verano de 1935 fue de 583.3$; en 1936, en su nombramiento como catedrático permanente de español en la Universidad de Puerto Rico, figura la cantidad de 3.600$ anuales. Tras la aceptación del nombramiento, el 11 de agosto de 1936, Balseiro solicitó un año de licencia sin sueldo para enseñar en su antigua Universidad de Illinois.56 La acogida que, tanto los cursos sobre español y como los profesores, tuvieron en la sociedad y en el alumnado de Puerto Rico aparece en algunas cartas y artículos de periódicos. Una muestra de simpatía hacia el profesor José A. Balseiro es la carta que los alumnos escribieron a la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico el 12 de agosto de 1936, en la que dicen: Honorable Junta de Síndicos Universidad de Puerto Rico Río Piedras, P.R. Señores: Si para ser maestro es factor primordial la comprensión del alma juvenil, no sólo en lo intelectual, sino más en función de la simpatía, un gran maestro es José A. Balseiro. En sus clases hemos experimentado la emoción y el entusiasmo saludable que sólo despiertan los maestros provocadores de cordiales y fecundas inquietudes. En este momento en el que se sugiere reconocer su mérito honorable por la Cancillería de nuestra Universidad, aplaudimos el justo intento y lo hacemos nuestro; porque sabemos que sólo inspira el afán de superación y grandeza de espíritu el que ha llevado siempre en sí mismo ese honrado anhelo y esa noble ambición. Y porque eso deseamos para nuestra universidad y nuestros universitarios, rogamos respetuosamente a la honrosa Junta de Síndicos se digne elevar a la cancillería a quien a su vez honrará ese puesto, al maestro que lo es no por la vasta cultura que posee, sino porque primero y después sabe ser fraterno amigo, al maestro JOSÉ AGUSTÍN BALSEIRO.57 Junto a los trabajos docentes en el Departamento de Estudios Hispánicos, los profesores españoles impartieron conferencias en diferentes ciudades y pueblos de la isla dentro del programa desarrollado por este departamento denominado Misiones Culturales. Estas actividades así como las conferencias dictadas en el Ateneo Puertorriqueño, sociedades españolas, Rotary Club, y en otros centros académicos, como la Biblioteca Carnegie, fueron recogidas y reproducidas en varias revistas y periódicos de la isla, Summer School News, Puerto Rico Ilustrado, La Correspondencia de Puerto Rico, El Mundo, y La Prensa en Estados Unidos. En sus estancias en la isla muchos de ellos ocuparon la cátedra instaurada en la Institución Cultural Española como Tomás Navarro Tomás en 1928; Ángel Valbuena Prat en 1928-1929; y Samuel Gili Gaya en 1929-1930. 56 AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA-9A.6, y Sección Correspondencia, O-MS/C-5.1, y la correspondencia continua entre Onís y Benner en la que se planificaba el viaje y la estancia de los académicos españoles: AFO, Sección Correspondencia, O-MS/C-115.46,47, 50 y 51. Ver también ACUPR, Fondo Facultad de Humanidades, Departamento de Estudios Hispánicos. H106, Fondo Informes Anuales H11, y Fondo Expedientes Personales Pasivos. 57 AFO, Fondo Informes Anuales H11, y Fondo Expedientes Personales Pasivos. RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 183 En contraste con las conferencias y artículos escritos por estos intelectuales, la visita de Luis Araquistain, en el último trimestre de 1926, estuvo rodeada de polémica. Como en Cuba y Santo Domingo, las declaraciones y valoraciones de Araquistain sobre la sociedad, la cultura y la política de estos países causó un hondo malestar. Su postura crítica contra Estados Unidos, sus juicios sobre la escasa libertad en diferentes esferas de la vida que gozaban estos países, sus opiniones sobre el mestizaje y el futuro de la población, así como sobre el estado de decadencia de los pueblos sobre todo en el caso de Cuba, fue duramente criticado en varias publicaciones de los países visitados por Araquistain.58 Las conferencias y artículos del intelectual publicados en diciembre de 1926 en la isla, algunos de los cuales fueron reproducidos en el periódico madrileño el Sol, en torno al idioma, la americanización de la enseñanza y de la cultura en Puerto Rico, la falta de independencia y, en general, la política de Estados Unidos contra cualquier vestigio de cultura y presencia de España, provocó una fuerte respuesta en algunos periódicos y revistas en los que se le tachó de «embajador de la raza» y de «Sancho Panza ibérico». Uno de estos artículos escritos a raíz de los comentarios de Araquistain es el de Luis Data, aparecido en diciembre en Los Quijotes, en el que denuncia la utilización de la «raza» como uno de los fundamentos principales de la política pan-ibero-americanista, y el envío de determinados intelectuales, como Araquistain y Altamira, que, en su intento de hispanizar a América, menospreciaban las identidades de los pueblos hispanoamericanos. En su denuncia el autor distinguía entre estos «embajadores de la raza» y los otros intelectuales españoles que establecían las relaciones a partir de nuevos conceptos de la cultura y la ciencia.59 La difusión de la cultura y la lengua española, y la defensa del español y de las raíces hispanas de los pueblos de Hispanoamérica fue posible tanto por la colaboración estrecha mantenida a lo largo de estos años entre Onís, Benner, Menéndez Pidal y Navarro Tomás, y sus instituciones, como por el cambio de mentalidad y la necesidad política que en las décadas de los veinte y treinta vivió Puerto Rico. La lucha por el mantenimiento de su identidad dio lugar a la búsqueda de sus raíces culturales y a la reivindicación de la cultura española como una de las principales bases de dicha identidad. Los escritores de la Generación del Treinta fueron los protagonistas de esta nueva visión de la historia y del pueblo puertorriqueño. La defensa de la cultura española y del intercambio cultural con España se intensificó en estos años, en los que se publicaron en diferentes periódicos y revistas artículos laudatorios sobre los progresos intelectuales y científicos que en España se estaban consiguiendo, y la necesidad de mantener la presencia española en la universidad puertorriqueña. En el nuevo contexto cultural y económico de la isla, para algunos pensadores España pasa a ejercer un nuevo papel, el de puente con Europa, y vínculo con la civilización occidental frente a la temida absorción por Norteamérica. El conocimiento y la aproximación a España no sólo les proporcioLuis Araquistain, La agonía antillana. El imperialismo yanqui en el mar Caribe, La Habana, Editorial Lex, 1961. 59 Luis Data, «Las embajadas de la raza», Los Quijotes, año II, núm. 46, San Juan, 18 de diciembre de 1926. 58 184 LOS LAZOS DE LA CULTURA naría un conocimiento de ellos mismos –«conocer a España es como conocernos a nosotros mismos», escribían a la altura de 1930–, era también el mejor medio intelectual de penetrar y conocer el alma europea: «...Por España nos bañamos en plena civilización occidental, y con ella y por nosotros habemos de salvar y conservar nuestra civilización, lengua, cultura y buen gusto».60 LA DEFENSA DE LA IDENTIDAD NACIONAL A PARTIR DE LA DEFENSA DE LA LENGUA Y LA CULTURA ESPAÑOLAS A este interés por la cultura española y por España contribuyeron en gran medida los intelectuales puertorriqueños, sobre todo la llamada Generación del Treinta, cuyo afán por sentar las bases y definir la identidad boricua, en afirmarse como nación y reivindicar su cultura hispana frente a la anglosajona, les hizo volver sus ojos a España. Este nacionalismo cultural será utilizado posteriormente como instrumento del nacionalismo político. En este proceso, la cultura hispana se erigió en símbolo de identidad nacional. La Generación del Treinta reflejó en la literatura, la historia y la política sus anhelos y temores. La debilitación de la identidad nacional, el peligro de la desintegración de Puerto Rico como nación, la lucha por la soberanía nacional, la defensa del campesino desplazado de sus tierras fueron factores que convergieron en medio de una aguda crisis económica y que mostraron la necesidad de crear y consolidar un proyecto cultural articulado en torno a la identidad puertorriqueña. Dicho proyecto tendría 3 fases: definición y refuerzo de la identidad cultural; robustecimiento de la identidad nacional; y fortalecimiento de la conciencia nacional, de la nación. Los intelectuales puertorriqueños de esta generación reconstruyen un pasado limitado al siglo XIX, al ser éste el período en el que enmarcan el afianzamiento de la cultura nacional en manos de una elite culta, en su mayoría hacendados, y con posiciones autonomistas. Dicha reconstrucción le sirve a Antonio Pedreira, uno de los mayores exponentes de esta generación, para establecer el proceso de formación y diferenciación de la cultura nacional de la cultura española, y para marcar las consecuencias de 1898 sobre la identidad y la conciencia nacional. A pesar de que la invasión norteamericana es considerada como un momento de ruptura en la continuidad de esa identidad, Pedreira reivindica el mantenimiento de la misma dentro del proceso evolutivo de la formación del pueblo puertorriqueño; un proceso continuo que, como la evolución, siguió, aunque a diferentes ritmos. Para Pedreira, como para otros intelectuales de su generación, el fortalecimiento de la identidad tenía que hacerse a través de un proyecto cultural; éste fue el imperativo de este grupo, que a diferencia de otros anteriores jugó un papel decisivo en el debate en torno a la nación, combinándose el proyecto político-nacional con el proyecto cultural, al aunar la nación con la cultura como rasgo de identidad. Antonio Pedreira conocía perfectamente el ambiente cultural español, no sólo por el magisterio de los profesores españoles en Río Piedras, sino también por sus Filiberto Vázquez, «La necesidad de maestros españoles en nuestra Universidad», ABC Universitario, vol. 1, núm. 8, Río Piedras, abril de 1930, pp. 5 y 8. 60 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 185 estudios en España donde realizó el doctorado, en el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Desde allí, el 2 de mayo de 1932, escribía a Julio García Díaz, decano de la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras, comunicándole que se había doctorado en la Universidad Central de Madrid, el 29 de abril de 1932, con sobresaliente, y solicitarle un aumento de salario en condición de profesor y director del Departamento de Estudios Hispánicos de dicha universidad.61 A finales de julio de 1932 le remitía otra carta al presidente de la Universidad en la que daba cuenta de sus investigaciones en Madrid sobre Hostos, que dieron lugar a la publicación en esta ciudad de Hostos, ciudadano de América, su colaboración en la edición completa de la Bibliografía Puertorriqueña, la publicación de varios artículos en la prensa sobre Puerto Rico y América, y de otros estudios en la Revista de Filología Española, así como de sus contactos con la intelectualidad española (Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Antonio Ballesteros, Ángel Valbuena, Samuel Gili Gaya, Homero Seris...) tanto Madrid, en el Centro de Estudios Históricos, Ateneo, Unión Ibero Americana, Academia Española, Academia de la Historia, Biblioteca Nacional, y Biblioteca de San Isidro, como en el Institut d’Estudis Catalans de Barcelona, y en el Archivo de Indias de Sevilla: ...Para tener mejor conocimiento de España que ayudara a la eficacia de mis cursos en esta Universidad, hice frecuentes viajes al norte, al centro, al sur, recorriendo las provincias, capitales, pueblos y aldeas que de alguna manera han ayudado a la evolución de la historia y la cultura españolas. ....logré comunicarme con muy conspicuas personalidades españolas y entablar relaciones que ayudarán al desarrollo del Departamento de Estudios Hispánicos que en esa Universidad dirijo. Estas relaciones empezaron a dar frutos palpables, en una serie de folletos, cuadros y diapositivas que el Patronato Nacional del Turismo me entregó para el Departamento, y en la magnífica colección de discos fonográficos que el Archivo de la Palabra, presenta a la Universidad de Puerto Rico por mediación del que suscribe. Me enteré del funcionamiento del Centro de Estudios Históricos con el cual trabajamos en colaboración y de otras instituciones análogas como los Institutos, las Academias, las Universidades.62 La intensa relación que mantuvo con los miembros del Centro de Estudios Históricos la destaca en otra de sus obras, Aristas-Ensayos, escrita en 1930.63 A todos ellos Pedreira los califica como hombres integrantes de la España Nueva. Este reconocimiento de la historia y de la cultura española, de sus aspectos positivos y renovadores está presente en toda la obra del intelectual puertorriqueño, escrita con una intencionalidad nacionalista y política muy concreta. Ello condicionó su análisis del sistema colonial hispano, pese a que reconocía que uno de los males de la cultura puertorriqueña era el estado de coloniaje continuo en el que siempre estuvo. 61 ACUPR, Fondo, Organización y sus Funciones. F.D.O. E-3. Fondo, Facultad de Humanidades, Departamento de Estudios Hispánicos. 63 Antonio S. Pedreira, Aristas. Ensayos, Madrid, 1930. 62 ACUPR, 186 LOS LAZOS DE LA CULTURA Desde la literatura y la historia se reivindican el idioma y la «raza» como las señas de identidad, mantenidas por el campesino, el jíbaro. De ahí la defensa que hacen de estos elementos, sobre todo del jíbaro, de forma dramática algunos escritores como por ejemplo, Enrique Laguerre en obras como La llamarada; Solar Montoya, de 1941, o La resaca, de 1949. En ellas se combinan las denuncias por la expropiación de las tierras en manos de compañías norteamericanas, la desaparición del pequeño agricultor y la expansión del latifundio azucarero, con las representaciones de lo autóctono, que se convierte en sinónimo de la puertorriqueñidad64. La inmediatez en los objetivos que tuvieron los intelectuales que desarrollaron su obra en los años 20 y 30, su profundo sentimiento nacionalista, su preocupación por el Estado, por la permanencia de la identidad, y, algunos, por alcanzar la soberanía del pueblo puertorriqueño, les empujaron a afianzar su cultura como símbolo de su nacionalidad. El pasado les sirvió para elaborar su proyecto nacional, aunque a veces se apeló a un pasado idealizado; asimismo, a menudo se elaboran imaginarios excluyentes como base para redescubrir y afianzar sus identidades sometidas a cambios. Los intelectuales puertorriqueños, con gran pragmatismo, eran conscientes que sólo podían hacer frente a dichos cambios con una base cultural sólida desde la cual los irían incorporando, algunos de ellos incluso creyeron que la cultura les conduciría a todas las formas de independencia. Apelaron a la historia como la fuente donde se encontraban los fundamentos de sus culturas con el fin, nos dice Antonio S. Pedreira (sucesor de Onís en la dirección del Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR), de dar «al porvenir un sentido netamente puertorriqueño». 65 Órganos de expresión de la Generación del 30 fueron las revistas aparecidas en estos años como Índice (1929-1931), Brújula (1934-1937), Ámbito (1934-1937), y Ateneo Puertorriqueño (1935-1940), cuyos objetivos aparecen en la revista Índice: Vamos a definir concretamente nuestra situación, a orientar nuestra vida... que nos permita conservar lo que tenemos y recuperar lo que perdimos. En este ambiente hispanófilo la colectividad española participó de forma activa no sólo a través del financiamiento de la Institución Cultural Española, sino también colaborando en otras empresas mediante las cuales veía una manera de invoSobre la idea de nación e identidad en Puerto Rico en el siglo XIX véase el libro de Lillian Guerra, Popular Expression and National Identity in Puerto Rico. The Struggle for Self, Community, and Nation, Gainsville, University Press of Florida, 1998. 65 Sobre la búsqueda de la identidad puertorriqueña y la generación de los treinta pueden consultarse algunas de las obras de Antonio S. Pedreira, La actualidad del jíbaro, 1935, e Insularismo: Ensayos de interpretación puertorriqueña, San Juan, 1942 (en 1943 se publicó en Madrid); así como las de Arcadio Díaz Quiñones, «El enemigo íntimo: cultura nacional y autoridad en Ramiro Guerra y Sánchez y Antonio S. Pedreira», Op. cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 7, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1992, pp. 9-68; Juan G. Gelpí, Literatura y paternalismo en Puerto Rico, San Juan, EDUPR-ICP, 1993; Pedro Álvarez Ramos, «Reflejos en torno al discurso histórico ‘trentista’. El siglo XIX puertorriqueño en el Insularismo de Antonio S. Pedreira», Revista de Estudios Hispánicos, año II, núm. 15, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1995, pp. 237-251. 64 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 187 lucrase en los asuntos relacionados con España y su cultura.66 Este interés se hizo manifiesto tras las conferencias pronunciadas en octubre de 1926 por Luis Araquistain y Cayetano Coll y Cuchi sobre «La España Moderna», en las que se mencionaba la labor cultural que desde 1910 venía desarrollando en España el Centro de Estudios Históricos. Este impulso dado a la cultura por la nueva España derivó en la organización en San Juan de un Comité Pro-Centro de Estudios Históricos con el fin de recaudar fondos para dotar a dicho Centro de un edificio propio. Este Comité, presidido por el español Manuel Cambor e integrado por 6 españoles y 3 puertorriqueños, pretendía involucrar a otros españoles residentes en Cuba y en Santo Domingo. En el telegrama que envía Miguel Cambor a Ramón Menéndez Pidal le mostraba «su orgullo de pertenecer a una familia de pueblos que está dando tan poderosas muestras de vitalidad extraordinaria en todos los órdenes de la actividad y de un modo especificado en las aquilataciones de la cultura de que es promotor el insigne nuestro Centro de Estudios Históricos de Madrid»67. Fue en estos años cuando se sucedieron los viajes de estudiantes y profesores isleños a estudiar o conocer a España, como el ya comentado de Antonio S. Pedreira, Margot Arce también en el Centro de Estudios Históricos, Evaristo Ribera Chevremont, Bernal Díaz Caney, etc., y cuando se editaron en Madrid por el Centro de Estudios Históricos algunas investigaciones de puertorriqueños, como por ejemplo Folklore Puertorriqueño de Rafael W. Ramírez en 1928, surgieron algunas publicaciones en las que se abogaba por la unión de los pueblos de habla hispana, y se reivindicaba el papel de España en la difusión de su cultura, de la otra España surgida a raíz del movimiento intelectual que allí se estaba produciendo en los últimos años. Los Quijotes, fundada en San Juan en enero de 1925, recoge estas inquietudes: Con preferencia esta revista se ocupará de los altos problemas de la raza: La unidad de los pueblos de habla española, la unidad que haga del conglomerado hispanoamericano 66 Diferentes valoraciones de la hispanofilia aparecen recogidas en el libro editado por Enrique Vivone Farage y Silvia Álvarez Curbelo (eds.), Hispanofilia: arquitectura y vida en Puerto en Rico, 1898-1950, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998; las Tesis Doctorales de Jaime Pérez, Asociacionismo, prensa y cultura entre los inmigrantes españoles de San Juan, 1871-1913, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2002 (inédita), y la de Libia González, L’Elite cultivée à Porto Rico et la construction de l’identité «Nationale» (1860-1930), Paris, Université Paris I, 2000 (inédita). 67 Tras agradecer el gesto y las palabras del Presidente del Comité Pro-Centro de Estudios Históricos, Menéndez Pidal remitió el escrito al Secretario del Ministerio de Estado. AGAAH, Asuntos Exteriores, Sección VIII- Relaciones Culturales, caja 1267. Esta noticia apareció en varios periódicos entre ello en El Imparcial, San Juan, 21 de noviembre de 1926. Las actividades del Centro de Estudios Históricos pueden rastrearse en algunas revistas de Puerto Rico como Alma Latina, véase el artículo «Trabajos bibliográficos del Centro de Estudios Históricos de Madrid», núm. 34, San Juan, 1933, pp.4-7. La actitud de la colectividad española y la ayuda reclamada por Araquistain y Coll y Cuchí para recaudar fondos a favor del Centro de Estudios Históricos fue atacada duramente en algunos periódicos locales en los que se acusaba a los conferenciantes de practicar una «mendicidad patriótica». En la editorial publicada por Los Quijotes, el 20 de noviembre de 1926, -en el mismo periódico que unos días antes se aplaudía esta iniciativa- se comentaba la incongruencia que suponía el que España y sus intelectuales propagasen el desarrollo que en los últimos años había tenido la cultura y la ciencia en el país, y a la vez pidieran fondos para construir un edificio destinado al CEH. Véanse los editoriales de la revista Los Quijotes, año II, núm. 40, San Juan 30, de octubre de 1926, y núm. 42, San Juan, 20 de noviembre de 1926. 188 LOS LAZOS DE LA CULTURA un bloque resistente en todos los órdenes, contra la feroz acometida de los despojadores del tesoro sagrado del idioma, costumbres, espíritu... Tendrá un profundo reconocimiento para España, la España madre, la España creadora... Tendrá un amor profundo para Puerto Rico... Un Puerto Rico que no sea nada más que Puerto Rico, con psiquis y cuerpo puertorriqueños.68 Este discurso nacionalista, manejado por varios intelectuales de distintas ideologías, contenía en ocasiones la exaltación de la «raza», de la denominada «raza hispana», como un baluarte de diferenciación y de identidad frente a los anglosajones. Recuérdese que en España, Cuba y Puerto Rico, desde 1898, en el proceso de la creación de la memoria histórica, a través de la elaboración de las historias nacionales en las que se fijaban además de los referentes de identidad de cada pueblo, los hechos y figuras sobre los que descansaba la historia nacional, la «raza» ocupó un lugar principal. En estos países la mayoría de los intelectuales recurrieron de forma continua a la «raza» como un elemento explicativo de fenómenos sociales, culturales y políticos, actuando, a menudo, como eje de las relaciones políticas, sociales y culturales, y como factor esencial en el diseño y constitución de la sociedad y de la nación, de tal manera que la gran mayoría de los autores, al menos durante las dos primeras décadas del siglo XX, equipararon nación y cultura a «raza», reduciendo la nación a la existencia de una «raza». Para estos intelectuales que se vieron conminados a sentar los rasgos definitorios de las identidades nacionales, la homogeneidad racial era la condición primordial para que existiera una nación, el sinónimo de ésta, de ahí los intentos por demostrar la existencia de una «raza» común, que en la mayoría de los casos partían de concepciones exclusivistas y algunos trataron de probar que era únicamente hispana. En este proceso, también pesaron las concepciones heredadas del siglo anterior que clasificaban a los pueblos, a las llamadas «razas», en distintas categorías, en función de su mayor o menor proximidad al hombre civilizado, es decir al hombre blanco. De ahí que muchos de estos intelectuales también equipararon «raza» con cultura, como lo habían hecho en el siglo XIX69. REFLEXIONES FINALES A pesar de que el discurso racial fue común a muchos pueblos, y en concreto a españoles y puertorriqueños, y encontró un ambiente propicio desde el noventa y ocho hasta entrada la década de 1930, y a pesar de que algunos conferenciantes españoles en la isla aludieron a la «raza» como elemento vertebrador de los pueblos y sus culturas, el programa desarrollado por Federico de Onís para hacer fructíferas y continuas las relaciones entre España y América se basaron más en conteni- «Nuevo programa», Los Quijotes, año II, núm. 37, San Juan, 1 de octubre de 1926. Ver también el artículo de Gregorio Marañón, «Revolución y hombres nuevos», Puerto Rico Ilustrado, año XXIII, núm. 1189, 17 de diciembre de 1922, pp. 57,58 y 60. 69 Consuelo Naranjo Orovio, «Cuba 1898: Reflexiones en torno a la continuidad…», Cuadernos de Historia contemporánea, Opus cit. 68 RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 189 dos culturales que en contenidos raciales, así como en el respeto y aceptación de otras culturas. El programa científico y cultural desarrollado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid no sólo representó el proyecto más innovador para España desde 1907 a 1938 –año en que fue suprimida por un decreto suscrito por Pedro Sáinz Rodríguez; quien estaba al frente de nuevo Ministerio de Educación Nacional creado en la «zona nacional»–, con la creación de laboratorios, centros de investigación, dotación de becas para estudiar en el extranjero, etc., sino que puso en contacto a los principales pensadores y científicos de España con los de otros países y continentes, posibilitando el acercamiento de los pueblos a través de la cultura y de la ciencia, y no de la «raza», tan aplaudida por los defensores de los «panismos». Para Onís, como para otros intelectuales, la cultura tenía que ser el nuevo nexo entre los pueblos. Como escribiera Onís: Mi españolismo ha aprendido precisamente a afirmarse sin negar, a mirar cara a cara a otras formas de cultura. Siempre me ha parecido vacía de sentido la actitud de los negadores de una cultura nacional sin negar la cultura misma. Cada una de ellas es única e insustituible, y ni siquiera la creencia en la superioridad de alguna justificaría el desdén por cualquiera de las demás. El intento de destrucción de la más insignificante de ellas sería un atentado imperdonable contra la civilización.70 70 Federico de Onís, El sentido de la cultura española..., Opus cit., pp. 127-128. VII FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS (1920-1940) Matilde Albert Robatto Departamento de Estudios Hispánicos, Facultad de Humanidades Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras La misión de Federico de Onís a lo largo de su vida fue difundir los valores de la cultura hispánica en donde quiera que se encontrara. En España, ya fuera en la Universidad, ya en el Centro de Estudios Históricos o en otros centros afines, este incansable hombre de letras dedicaba sus horas a la investigación y posterior escritura de sus estudios filológicos, literarios, ensayos humanísticos y artículos diversos. Para 1916 había desarrollado una brillante trayectoria académica: catedrático de la Universidad de Salamanca, investigador y autor de uno de los libros más emblemáticos de su obra y de su momento histórico Disciplina y Rebeldía, además de editar las obras y escribir unas eruditas introducciones a Vida, de Diego de Torres Villarroel y De los nombres de Cristo, de Fray Luis de León, ediciones ya clásicas por su información y cuidado; y en 1932 publicará otro importante libro Ensayos sobre el sentido de la cultura española.1 También formaba parte del equipo de trabajo del Centro de Estudios Históricos y figuraba como tutor de la Residencia de Estudiantes. En fin, una relevante figura, con méritos propios, muy respetada en el mundo intelectual español. Ahora bien, ¿ por qué este reconocido catedrático, si en España tenía su centro intelectual, en 1921 solicita la excedencia como catedrático en la Universidad de Salamanca y ya para 1924 decide fijar su residencia en los Estados Unidos, continuar su vida académica en Columbia University y dedicar todos sus esfuerzos a la difusión de la cultura hispánica en el mundo anglosajón, en el cual en términos ge- Federico de Onís, Disciplina y Rebeldía, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1915, 51 p.; 4ª ed., Nueva York, Instituto de las Españas, 1929, 51 p. Federico de Onís, Ensayos sobre el sentido de la cultura española, serie II, vol. 18, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1932. Diego de Torres Villarroel, Vida, Ed. introd. y notas de Federico de Onís, Madrid, Editorial La Lectura, 1912 (Editorial Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1954, pp. VII-XXVI); Federido de Onís, «Torres Villarroel», España en América, Río Piedras, Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1955, pp. 342-352. Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, Ed., introd. y notas de Federico de Onís, 3 vols., Madrid, Editorial La Lectura, 1914, 1917, 1922; «Luis de León», España ..., Opus cit., pp. 296-312. 1 240 LOS LAZOS DE LA CULTURA nerales, además de los prejuicios existentes, había un gran desconocimiento de lo que culturalmente se relacionara con el mundo hispánico? A lo largo de este ensayo intentaremos contestar esta pregunta –para nosotros esencial en la evolución de la vida personal y profesional de Federico de Onís– aunque siempre quede un margen de duda, el cual sólo podría despejar la persona misma. Todo parece indicar que el presidente de Columbia University, Nicholas Murray Butler, quería reestructurar los estudios hispánicos, debido al incremento en el estudio del español durante y después de la Primera Guerra Mundial, de acuerdo con lo que el propio Onís relata en «Historia de los Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia»: Esta situación cambió radicalmente, no en 1929, cuando los estudios hispánicos adquirieron vida independiente al dividirse el Departamento de Lenguas Romances, sino en 1916, cuando Nicholas Murray Butler, presidente de la Universidad, decidió traer de España un profesor para organizar los estudios hispánicos sobre nueva base. Mr. Archer M. Huntington, presidente de la Sociedad Hispánica de América, a petición de Butler, se encargó de buscar el profesor y su elección cayó sobre Federico de Onís, profesor de Lengua y Literatura españolas de la Universidad de Salamanca y del Centro de Estudios Históricos, de Madrid, quien fue invitado para ocupar la nueva cátedra. Desde su llegada, en septiembre de 1916, el profesor Onís tuvo a su cargo los estudios hispánicos en el Departamento de Lenguas Romances, y desde 1929 fue jefe del Departamento Hispánico independiente.2 Esta selección –que recae en uno de los más destacados colaboradores de Menéndez Pidal y del Centro de Estudios Históricos– si bien significaba una distinción, también debió de suponer una decisión nada fácil para Federico de Onís, quien desde un principio accede, pero por un período limitado de tiempo. Dejar su 2 Federico de Onís, «Historia de los estudios hispánicos en la Universidad de Columbia», España..., Opus cit., pp. 725-734 Archer M. Huntington (1870-1955 ) fue el presidente y fundador de «The Hispanic Society of America» en 1904. Este distinguido hispanista era un admirador de la cultura española. La Sociedad Hispánica, en Nueva York, ha sido un centro de estudio e investigación de la cultura hispánica, en su biblioteca y archivos se encuentran importantes manuscritos, incunables y libros antiguos de gran valor. En la actualidad esta Institución, su biblioteca y archivos, por la importante documentación que allí se encuentra y el buen estado en que se mantiene, es una fuente de referencia obligada para estudiosos e investigadores. Federico de Onís fue miembro de «The Hispanic Society of America» y obtuvo la Medalla de Plata, según consta en el documento del 22 de junio de 1917, depositado en el cartapacio correspondiente a cartas y documentos de Federico de Onís –Members File– en los archivos de esta Institución en New York; así como también se guardan en dicho cartapacio, además de cartas entre Onís y Huntington, una tarjeta de presentación de Ramón Menéndez Pidal en la cual saluda a Mr. Huntington y: «tiene el honor de recomendar a su amistad al profesor Federico de Onís», HS, Department of Manuscripts and Rare Book, New York La relación de Onís con esta Institución y con su presidente fue extensa y enriquecedora. En la sección de «Correspondencia» del AFO hay varias cartas entre ambos hispanistas, que ponen de manifiesto su gran amistad y relación profesional. Onís en 1920 hace una mención especial y da el debido reconocimiento a Huntington y The Hispanic Society of América en «El español en los Estados Unidos», España ..., Opus cit., pp. 685-687. Con motivo del homenaje que la Organización de Estados Americanos y la Biblioteca del Congreso dedicaron a la memoria de este distinguido bibliófilo, erudito y humanista, Federico de Onís escribió un elogioso artículo sobre la figura y obra de este mecenas de la cultura hispánica, «Huntington y la cultura hispánica», Huntington, (1870-1955), Washington, D.C., Pan American Union, 1957, pp. 18-34. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 241 país, su familia y su brillante carrera como catedrático tuvo que representar para el elegido un cambio cualitativo en su estilo de vida, aunque acepta su nueva misión y lo hace con entusiasmo a la luz de cómo se desempeña en su nuevo trabajo. En Nueva York, además de sus colegas claustrales y de sus alumnos, con quienes supo mantener a lo largo de su vida una gran cordialidad y respeto hacia su obra, valga mencionar a: Germán Arciniegas, Tomás Navarro, María Teresa Babín, Lawrence A. Wilkins, Emilio González López, Eugenio Fernández Granell, Uslar Pietri, Fernando de los Ríos, Gabriela Mistral, Francisco García Lorca, Jorge Mañach, Luis Alberto Sánchez, Concha Meléndez, Mariano Picón Salas, Antonio S. Pedreira, Andrés Iduarte, entre otros; estableció también estrechos lazos cordiales con otras personas fuera de las aulas académicas, como José Camprubí –hermano de Zenobia Camprubí de Jiménez y propietario de La Prensa, el más importante periódico en español en los Estados Unidos– con quien colaboró en actos culturales y con artículos para el periódico; de hecho, La Prensa siempre estaba al tanto de las noticias que podían referirse a Onís directamente o a otras actividades relacionadas con los medios académicos del mundo hispánico. Mención especial merece la amistad y entendimiento intelectual con Archer M. Huntigton, persona con autoridad, de gran influencia en los medios académicos y culturales neoyorkinos por su posición y prestigio en The Hispanic Society y, a juzgar por la correspondencia que hemos podido ver, existió entre ambos una comunicación muy fluida, Onís le consultaba, estimaba en mucho su opinión; veamos como ejemplo esta larga carta del 28 de marzo de 1920 en la ciudad de Nueva York donde ambos vivían y se veían en diversos actos culturales, la misma es una respuesta de Onís a las recomendaciones que le hiciera Huntington: ...Debe usted comprender que si yo no tomo la alternativa de verlo es porque temo distraerle e interrumpirle teniendo como tiene usted tantas y tan importantes ocupaciones. Pero creo que le he dado pruebas suficientes de adhesión incondicional a su persona y a su obra para que usted pueda disponer de mí y de mi tiempo en la forma que le parezca más conveniente. Al mimo tiempo ( como le he dicho en una de mis cartas anteriores) por respeto y por agradecimiento a usted me creo obligado a darle cuenta periodicamente de todas mis actividades, buscando su aprobación y su consejo que hasta ahora nunca me han faltado. No le extrañe, pues, que reclame ahora su atención sobre esta larga carta, en la que quiero explicarle mis trabajos y proyectos actuales, muchos de ellos derivados de nuestra última conversación. En lo que le voy a decir encontrará usted la prueba de lo que pesan y significan para mí sus consejos e indicaciones. Le escribo con completa sinceridad y confianza: alguna vez me ha dicho usted que me hablaba como un padre; ahora que he perdido el mío para siempre comprendo lo que significa el privilegio de poder acudir a otro hombre confiadamente en demanda de consejo. En nuesta última conversación me aconsejó usted apartarme de toda actividad que no fuera la estrictamente literaria y científica. Mi decisión en este sentido ha sido radical. Mi deseo de ayudar en lo posible todo lo que tendiese a dar a conocer a España en este país me había llevado a sumarme con diversos elementos y a emprender distintas actividades, de todos los cuales me he apartado ahora radicalmente…3 HS, cartapacio Federico de Onís; copia en cartapacio de Archer M. Huntington, Correspondencia, AFO. 3 242 LOS LAZOS DE LA CULTURA A continuación le detalla que minimizará su participación en la Unión Benéfica Española, el Foreing Press Services, la Junta para la Ampliación de Estudios, los literatos españoles; y le menciona los libros o proyectos en los que está trabajando: la edición de De los nombres de Cristo, de Fray Luis de León, El dialecto leonés, La universidad española, Manual bibliográfico de la literatura española, entre otros. Ante estos planteamientos, Huntington le contesta con rapidez en la carta del 3 de abril del mismo año: Dear Professor Onís: Your letter is very welcome and I hasten to write in reply to tell you how pleased I am at what you have decide to do in the various matters you have discussed. I sincerily trust that nothing may occur to change excellent and admirable plan. Yo are a scholar and all this other, outside work has done little to aid in what you can produce. It never will. I completed the reading of the list of proposed publications with real pleasure and congratulated you upon it. It is, and will be, my great hope that nothing may arise to divert you. If I can at any time be of aid, do not hesitate to come and talk with me. I am, as you know, perhaps more than any other person, most keenly alive to the value of you work, and anxious that nothing should interfere with it. Always faithfully yours, Archer M. Huntington [Firma] 4 En tierras americanas se dedicó a dar a conocer los valores de la literatura española y de la literatura hispanoamericana por medio de conferencias, coloquios, artículos periodísticos, ensayos y, sobre todo, a través de sus cursos y seminarios en la Universidad de Columbia y en otros centros universitarios del nuevo continente, tanto en el norte como en el sur. Desde que llegó a los Estados Unidos en 1916, mantuvo correspondencia con reconocidos escritores, aunque ya con algunos la había iniciado con anterioridad, entre estos: Antonio Machado, Fernando de los Ríos, Alfonso Reyes, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Ciro Alegría, Amado Alonso, Pío Baroja, Claudio Sánchez Albornoz, Tomás Blanco, Américo Castro, José Martínez Ruiz «Azorín», Vicente Blasco Ibañez, Carolina Michaelis de Vaconcelos, Ramón Menéndez Pidal, Pablo Neruda, Tomás Navarro, Antonio S. Pedreira, Arturo Torres-Rioseco, Evaristo Ribera Chevremont, Ramón Gómez de la Serna, Enrique Díez Canedo, Salvador de Madariaga, Gabriela Mistral, José de Diego, Ramón María del Valle-Inclán, José Vasconcelos, María Zambrano, entre otros. Ya que la difusión de la literatura española e hispanoamericana contemporánea fue, desde un principio, uno de sus objetivos prioritarios, la relación epistolar con sus colegas y amigos, además de mantener los lazos afectivos, facilitaba el proceso de las invitaciones a dar conferencias así como el de las ediciones y traduciones de las obras de algunos de estos escritores y sus correspondientes permisos. 5 AFO, Sección Correspondencia, Cartapacio de Archer Huntington. Existen otras cartas en el Archivo de Huntington a Onís en que le muestra una gran deferencia: «... the most distinguished Spaniard in America...», 13 de noviembre de 1922. 5 Numerosa correspondencia de estos y otros autores con Onís se encuentra en AFO, Sección Correspondencia. 4 FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 243 Federico de Onís y su esposa en Puerto Rico, 1928. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). Si bien Onís se dedicó todo su esfuerzo a la renovación de los estudios hispánicos en Columbia University, como profesor del programa graduado y director del Departamento Hispánico (Hispanic Department), es conveniente recalcar que mantuvo un vínculo permanente con España; de hecho, era el representante en Estados Unidos de la Junta para la Ampliación de Estudios, que era el organismo de mayor autoridad en España en todo lo relacionado con la ciencia y la enseñanza. Su colaboración con el Centro de Estudios Históricos continuó, aunque debido a las circunstancias hubo de modificarse; trabajó en los proyectos que eran factibles, colectivos unos individuales otros. Uno de estos proyectos, quizá el más importante en su momento y fundamental en el conjunto de su obra, es la Antología de la poesía española e hispanoamericana, publicada por el Centro de Estudios Históricos en 1934, después de solucionar algunas discrepancias relativas a la extensión y diseño de la misma. En carta del 12 de diciembre de 1933, Menéndez Pidal –luego de previa consulta con Américo Castro y Tomás Navarro– le explica a Onís los problemas que plantea la publicación de esta Antología: dificultades con la imprenta, extensión y costo de la obra, retraso en el envío de las partes restantes del texto; ante tal situación, le sugiere este cambio: 244 LOS LAZOS DE LA CULTURA ... Creemos, por consiguiente, que lo mejor sería terminar el volumen con lo que ya hay compuesto, dejando fuera la parte correspondiente al postmodernismo, que aún está sin componer. Para esto sería necesario que usted enviase, en el plazo más breve posible, las introducciones que faltan para los textos compuestos y aún sin ajustar. ... La sección postmodernista puede constituir obra aparte, perfectamente independiente, y ganará con un pequeño retraso, pues se trata de autores cuya personalidad está sin definir completamente por no haber dado aún sus frutos principales. Con saludos de Castro y Navarro, sabe es suyo buen amigo R. Menédez Pidal [sic, firma ]6 La respuesta por parte de Federico de Onís fue contundente pues defendía uno de sus más queridos proyectos. La Antología de la poesía española e hispanoamericana –dedicada a Antonio Machado– era un libro pensado y compuesto mayormente en América y no sólo la respaldaba la sensibilidad del antólogo hacia el género, el estudio extenso de unas épocas y de determinados autores españoles, sino que ahora contaba también con una experiencia más directa: la proximidad y el entorno de los poetas hispanoamericanos, que si bien ya conocía la poesía de algunos, quizá no conociera tan de cerca la de otros, como bien pudo ser el caso del puertorriqueño Luis Palés Matos; veamos su decisiva defensa, en la extensa carta del 14 de marzo de 1934, año en que se publica la Antología: Querido Don Ramón: Recibí su carta del 12 de diciembre y me propuse contestarla en un breve plazo de la única manera completamente satisfactoria para Vd. y para mí, es decir, enviando con mi contestación el resto de la Antología terminado. Pero las circunstancias me han sido adversas y no puedo retrasar el escribirle aunque no pueda enviar mas que la parte que hasta ahora tengo dispuesta para la imprenta. Enfermedades y cambios en el personal que me ayuda aquí en el trabajo del Instituto [Hispánico] y la Universidad, [de Columbia] han sido causa de un gran trastorno... Esto no es una excusa, es una desgracia que sólo puede apreciarse conociendo mis obligaciones y las circunstancias todas de mi trabajo aquí. Por desgracia también tengo que estar separado de Vd. y del Centro, y lo mismo que mis dificultades tampoco puede interpretarse bien la naturaleza de los trabajos que para el Centro estoy haciendo. Si hubiera sido posible, como yo me proponía, pasar en España una buena parte de cada año, el contacto constante le hubiera mantenido informado de mis ideas acerca de mis trabajos y creo que tendría Vd. confianza en su necesidad y en su seriedad científica. Digo esto porque, aparte de las molestias que contra toda mi voluntad he causado con motivo de la impresión de la Antología, me ha parecido notar desde el principio una reserva o indiferencia hacia este ensayo mío de estudio hispanoamericano, que creo está hecho con máxima seriedad y precaución científicas. Creo, además, que es muy propio del Centro y de los tiempos nuevos que el Centro abra el camino del estudio de la literatura hispanoamericana, y creo también que mis puntos de vista hacen resaltar la unidad hispánica frente a tanto error parcial, negativo y separatista como hay en América y España. 6 AFO, Sección Correspondencia, Cartapacio de Ramón Menéndez Pidal. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 245 Si yo pudiera explicarle la estructura de la Antología, a la que he llegado con gran esfuerzo y cuidado de todos los detalles, vería que la obra es una unidad indivisible y que la división de ella en dos obras distintas es imposible sin destruir el valor de cada una de ellas. Las divisiones cronológicas que hay en ella no se refieren a los autores ni a las obras, sino al momento de predominio de una cierta tendencia o movimiento literario; los autores incluidos en cada sección pueden ser anteriores o posteriores a los límites cronológicos [de] la sección. En un periodo de cincuenta años, que es todo lo que abarca la antología, todos los autores son más o menos contemporáneos y muchos han pasado por las diversas fases representadas en las diversas secciones: cada autor se pone en la sección a la que pertenece su obra mejor o más característica. Todo esto se explica en la introducción general y en la particular de cada autor. El carácter común de esta época está en esa misma variedad y lucha de tendencias. Las dos secciones últimas llamadas postmodernismo y ultramodernismo son, mas que dos épocas sucesivas, dos modos paralelos y contradictorios de terminación del modernismo: uno reaccionando contra él, otro llevándolo más allá hasta sus últimas consecuencias. Hay en la última sección poetas desaparecidos y en las anteriores poetas muy jóvenes. No está formada la sección ultramodernista, como Vd. piensa, por autores cuya personalidad está sin definir por no haber dado aún sus frutos principales. Los autores jóvenes que se encuentran en esta última categoría han sido totalmente excluidos de la Antología. Al final, en la última subsección se da una representación de la nueva literatura de hoy, reducida a cinco españoles y a siete americanos que entre los centenares que escriben poesía hoy son los que quedarían aunque no escribieran más. Esta es la concepción que yo tengo de esta época y conforme a ella está hecha la obra. Para mí quedaría ésta destruida si se rompe su estructura y unidad. No veo, por lo tanto, más que dos cuestiones por resolver: 1) la pronta terminación de la obra por mi parte; 2) la manera de publicación de la obra íntegra. Respecto a la segunda cuestión, sigo creyendo que la obra debería aparecer en un tomo. Según mis cálculos, que son los mismos que hice al planear la obra, esta tendrá unas 1300 páginas. ... Al revisar el texto de la sección de Ultramodernismo creo que podré reducir el texto procurando que el total de páginas se acerque lo más posible a 1200. No me parece que ese número de páginas sea excesivo para un libro de esta naturaleza, ni creo que el tamaño y el precio consiguiente dificulten la venta de quien quiera poseerlo, siendo como es un libro que no puede sustituirse con otro y de materia moderna que interesa a un público extenso. La pérdida económica que pudiera haber en este libro, si para su difusión conviniera fijar un precio menor que el de coste, no creo que pueda ser mayor que la de muchas otras publicaciones del Centro. Si por la apariencia se creyera más conveniente publicar la obra en dos tomos, podían éstos dividirse por el número de páginas; pero en todo caso los dos tomos deberían aparecer al mismo tiempo, para que pudiera compararse y juzgarse la obra completa. En resumen, que yo creo que no hay más cuestión que la primera, o sea, que yo termine el libro cuanto antes, que es lo que me propongo hacer en la confianza de que Vd. tendrá en consideración mis razones y sabrá perdonar mis faltas « y volverme a la estimación que de mí se tenía»…7 Ibidem; Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1923), Edición, introducción general e introducciones particulares de Federico de Onís, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 7 246 LOS LAZOS DE LA CULTURA Federico de Onís y Juan de Onís. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). Salta a primera vista un primer planteamiento y es que en 1934 todavía Onís siente un cierto extrañamiento que causa la distancia, y no quiere que lo aparten, que lo vean extraño a ellos, a su grupo de trabajo del Centro de Estudios Históricos –Américo Castro, Antonio G. Solalinde, Tomás Navarro bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal– , puesto que desde Nueva York, con todas las obligaciones contraídas con la Universidad y con ser él entonces en el ámbito cultural el español de mayor renombre en los Estados Unidos, continúa su colaboración con el Centro, la Antología misma es un ejemplo de ello. Este alejamiento le había impedido exponer un plan detallado de su proyecto, el cual intenta hacer en la carta; en la despedida pide que se tengan en cuenta las razones de su atraso en la entrega de originales y se le restituya la confianza: «volverme a la estimación que de mí se te1934 (New York, Las Américas Publishing Co., 1961); «Historia de la poesía modernista» (18821923), España ..., Opus cit., pp. 182-279. En los viajes de Don Federico a España, en 1931 y 1934, consultó a Juan Ramón Jiménez sobre algunos aspectos de Antología de la poesía hispanoamericana, cuya revisión estuvo a cargo de Juan Guerrero, por petición expresa del autor; Guerrero era gran amigo de Juan Ramón y conocedor de su obra, véase, Juan Guerrero, Juan Ramón de viva voz, prólogo de Ricardo Gullón, Madrid, Editorial Insula, 1961, pp. 137-138, 141,143,-145, 147, entre otras. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 247 nía». No dudamos que tanto don Ramón como sus otros compañeros valoraron los méritos de su propuesta y confiaron en su capacidad y experiencia para llevarla a cabo; sin embargo, el distanciamiento trajo consigo la falta de comunicación, un diálogo de preguntas y respuestas, de dudas, objeciones y defensas que se requiere en este tipo de empresa; diríamos que se dio una situación difícil para ambas partes debido a una circunstancia inevitable: la distancia. El segundo planteamiento de la carta –la razón de la misma– es la defensa del concepto y diseño de la Antología. Es importante notar cómo aquí aflora ya la posición americanista de Onís tantas veces expuesta en su obra y defendida ahora: « ... Creo, ... que el Centro abra el camino del estudio de la literatura hispanoamericana, y creo también que mis puntos de vista hacen resaltar la unidad hispánica frente a tanto error parcial, negativo y separatista como hay en América y España». Su decidido americanismo no deja dudas sobre la firme defensa de sus ideas, su conocimiento del tema, ampliado ahora con una experiencia de primera mano. En la Introducción de la obra reconoce las profundas diferencias entre las literaturas americanas y la literatura española; no obstante, defiende la conveniencia de una lectura conjunta: « De esta manera no solo resaltará la unidad, sino la variedad de la literatura de nuestra lengua común. ...».8 No le inquietaban a Onís estas diferencias entre lo español y lo americano, más bien las veía como la consecuencia lógica de una independencia política y cultural: «...Y será más patente y valiosa la tradición española de América si la encontramos en las creaciones americanas que más se diferencian de las españolas.9 Esta Antología, por fuerza, era producto de su nuevo entorno político y cultural, y de ello se benefició con creces. Ya en un ensayo anterior confirmé esta posición americanista de Don Federico: «Defendió como pocos europeos lo hayan hecho antes, la originalidad de la cultura americana ...».10 Con gran lucidez explica en la carta a Menéndez Pidal y apunta en la Antología que en un periodo de tan sólo cincuenta años la obra de los autores seleccionados muy bien puede haber pasado por diversos momentos literarios, y esto sí es decisivo, y no el criterio cronológico de autores y obras; por lo cual la división cronológica está en función de las «tendencias literarias», así lo especifica en la Introducción: Quizá sea necesario advertir, como observación general, que las unidades cronológicas correspondientes a las secciones en que está dividida esta antología representan las va- Onís, Antología ..., Opus cit., Introducción p. XXIII Federico de Onís, «La eternidad de España en América», España ..., Opus cit., p. 15 10 Matilde Albert Robatto, «La querencia americana de Federico de Onís», El reino de la memoria, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp.86-117. Entre los diversos artículos sobre el americanismo de Federico de Onís, véanse los siguientes: Germán Arciniegas, «Onís el hombre. Madurez»; Luis Alberto Sánchez, «El hispanismo de don Federico», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, Universidad de Puerto Rico, núms. 127, 128, 129, 130, Río Piedras, 1985, XXXIII, pp.37- 45 pp. 325-329; María Teresa Babín, «Don Federico en mi recuerdo»; Andrés Iduarte, « Don Federico de Onís en vida y en muerte»; Enrique Laguerre, «La España de don Federico de Onís»; Concha Mélendez, «Federico de Onís y la América Hispánica»; Hugo Rodríguez Alcalá, «Sobre el americanismo de Federico de Onís»; Luis Alberto Sánchez, «Don Federico (Recuerdo)», Revista Hispánica Moderna, Homenaje a Federico de Onís, Hispanic Institute, Columbia University, vol. I, núms. 1-2, New York, 1968, XXXIV, pp. 11-12; 20-24; 25-30; 31-36; 71-84; 85-87. 8 9 248 LOS LAZOS DE LA CULTURA rias fases por que ha pasado la poesía de esta época en su evolución y desarrollo, como hemos tratado de explicar, sin que esto signifique que los autores incluidos en dichas secciones correspondan a ellas en la totalidad de su vida y su producción…11 Defiende con autoridad y gran intuición crítica la obra de unos autores que, de acuerdo con su criterio, los cinco españoles y los siete americanos incluidos, de todos los poetas jóvenes de entonces: «... son los que quedarían aunque no escribieran más». El tiempo ha confirmado su apreciación y la muestra poética incluida en la Antología anticipaba ya lo que sería con el correr de los años la poesía de: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo de Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Huidobro, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Jorge Carrera Andrade, entre otros, además de los nombres incluidos en las extensas secciones de «Postmodernismo»y «Ultramodernismo». Si bien es cierto que la nómina de poetas con sus selecciones resulta bastante extensa; también hay que reconocer que una obra de esta naturaleza, por su misma conceptualización, tiene que ser amplia para recoger toda la gama posible de variaciones líricas dentro de un período relativamente corto sí, pero en un espacio extenso y variado como lo es el mundo hispánico. A Don Federico, en esta defensa, le asistía un gran conocimiento de la materia, además de la proximidad geográfica, en unos casos, y del contacto directo o epistolar en otros. Resulta también innovadora la visión del postmodernismo y el ultramodernismo: «... dos modos paralelos y contradictorios de terminación del modernismo: uno reaccionando contra él, otro llevándolo más allá hasta sus últimas consecuencias…», según expone en su carta, tesis que amplía en la Introdución donde califica de «conservador» al postmodernismo y de «audaz y original» al ultramodernismo.12 La posición crítica de Onís con respecto del modernismo y las reacciones a éste, han influido en otras lecturas posteriores sobre este período literario; tanto en estudios panorámicos como especializados se puede notar la huella de su pensamiento. La Antología tuvo una gran acogida por parte de la crítica, tanto de España como de América; para el Centro de Estudios Históricos su publicación fue todo un éxito, valió la pena para ambas partes solucionar las diferencias expuestas en las respectivas cartas; desde Nueva York, no olvidaba Onís su estrecho vínculo de colaboración intelectual con el Centro. A nuestro juicio, bien puede ser esta obra un ejemplo de trabajo compartido entre dos mundos, la síntesis de un proceso de reflexión, estudio y experiencia; sobre todo, sorprende el conocimiento, el acierto y la sensibilidad lírica en las selecciones poéticas. Lo cual nos hace pensar que el autor de esta Antología podía armonizar con plena comodidad el estudio de poéticas distintas y también distantes; ya la Antología misma era una muestra de la unidad en la pluralidad y riqueza de la cultura hispánica, tema sobre el que escribió páginas fundacionales.13 En el Archivo FeFederico de Onís, Antología ..., Opus cit., Introducción, pp. XXI-XXII. Ibidem, pp. XVIII-XIX. 13 Onís escribió artículos, ensayos y dictó conferencias, habló en entrevistas sobre el tema, en él recurrente, de España y América; parte de esta obra no está recogida como libro, pero se encuentra en «Onís: Obra y crítica» - la parte de Obra- AFO. Véanse también los siguientes artículos y ensayos: «La eternidad de España en América», «Unidad y variedad hispánicas», «La originalidad de la literatura hispanoamericana», «América Hispana y la Ilustración», «Españoles en la Nueva España», «Cultismo 11 12 FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 249 Federico de Onís. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). derico de Onís se encuentran numerosas reseñas y artículos muy favorables a esta obra.14 En realidad, Onís siempre mantuvo un contacto directo con el Centro de Estudios Históricos, tanto en lo que se refiere a proyectos académicos y de investigación como a la amistad, en el Archivo Federico de Onís se guarda la correspondencia entre sus colegas y también amigos, como lo fueron Tomás Navarro y Américo Castro, las cartas muestran los planes personales y conjuntos que los unían, la colaboración entre ellos. Tomás Navarro enseñó cursos de lingüística en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico durante el verano de 1925 y el curso académico 1927-28, desde 1939 fue profesor de la Universidad de Columbia. Por su parte, Américo Castro fue profesor y popularismo en México», «Lo mero principal», «Sarmiento y los Estados Unidos»: Federico de Onís, España ..., Opus cit., pp. 13-19,20-24, 115-128,129-131, 132-134, 135-137, 138-139, 140-150. 14 Véase, Guillermo de Torre, «Una gran antología poética», Revista de Occidente, Madrid, 1935, XLVII, pp. 222-232; «Onís: Obra y crítica», AFO. 250 LOS LAZOS DE LA CULTURA de literatura española en el Department of Romance Languages de la Universidad de Columbia durante la sesión académica de febrero a mayo de 1924 y en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en el curso de verano de 1928; además de dar ambos conferencias en otros centros docentes de Puerto Rico o Estados Unidos. Ramón Menéndez Pidal también dictó cursos y dio conferencias en la Universidad de Columbia; de hecho de 1937 a 1938 se encontraba en esta Universidad como profesor. Como se puede inferir, el interés de Federico de Onís por ayudar a sus amigos para que pudieran visitar otras universidades y, a su vez, éstas se beneficiaran de tener en sus aulas a catedráticos de gran conocimiento y prestigio, era manifiesto. Sin embargo, Américo Castro, con quien sostuvo Onís una extensa correspondencia, se solía quejar en sus cartas de la tardanza de éste en contestarlas; en una del 2 de marzo de 1922, Onís responde a los amistosos reproches: Tengo poco tiempo y no debo perderlo en comunicaros todo lo que hago. Debéis estar seguros de que no dejo de hacer todo lo que os importe. ... Te he contestado siempre ampliamente cuando me has consultado cualquier cosa. A veces lo que me dices en cartas posteriores estaba ya contestado en otras anteriores ... No debéis de dudar de mi interés por todo y cada uno de vosotros por una carta más o menos (cuando la carta además no es necesaria). ¿Qué he dejado de hacer cuando ha llegado la ocasión? Los hechos valen más que las palabras que podría escribir. Te abraza.15 En verdad no era ésta una mera disculpa para quedar bien ante sus amigos. Cuando se ha tenido la oportunidad –como es mi caso– de organizar el Archivo Federico de Onís, leer sus cartas, artículos, ensayos, libros, proyectos, investigaciones; examinar la parte correspondiente a «Noticias y actividades» del Archivo, comprobar la comunicación frecuente con algunos escritores, quienes le pedían opinión sobre sus obras o sencillamente le enviaban una copia de alguna en específico para que emitiera un juicio, no dejamos de asombrarnos de su extraordinaria capacidad de trabajo; sumado a todo esto el que realizaba en la Universidad de Columbia como director del Departamento Hispánico y como director del Instituto de las Españas. Pues bien, entre sus numerosas actividades fuera del campus universitario, cabe mencionar la que llevó a cabo con la editorial norteamericana Heat & Company; desde 1920 Federico de Onís será el editor «General Editor» de la serie Spanish Contemporary Texts. Para esta época se publicaron obras de Jacinto Benavente, Pío Baroja, Azorín, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Vicente Blasco Ibáñez, Manuel Linares Rivas, Gregorio Martínez Sierra, Eduardo Marquina, una Antología de cuentos españoles, una Antología de cuentos americanos, entre otros. A Onís le correspondía solicitar el permiso de los autores para publicar su obra o fragmentos de la misma en esta serie, así como revisar el trabajo de los La correspondencia de Federico de Onís con Américo Castro, Ramón Menéndez Pidal y Tomás Navarro, se encuentra en los correspondientes cartapacios de la sección de Correspondencia de AFO. En la próxima publicación de mi libro Federico de Onís: cartas con el exilio, A Coruña, Ediciós do Castro, he dedicado una parte a la correspondencia entre Américo Castro y Federico de Onís. 15 FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 251 otros editores; como era de esperar, en ocasiones se tuvo que enfrentar a las dificultades inherentes a este tipo de trabajo.16 Una de las gestiones culturales de mayor relieve realizadas por Federico de Onís en aquel momento fue la venida de Federico García Lorca a Nueva York, desde el verano de 1929 hasta la primavera de 1930. De acuerdo con María Teresa Babín –profesora y escritora puertorriqueña especializada en la obra lorquiana– la presencia de Onís en la gran urbe resultó ser determinante en este viaje: ... Don Federico fue el imán que atrajo al joven granadino a los predios neoyorkinos del Instituto de las Españas, donde se instaló con todos los requisitos de matrícula y de residencia, conviviendo con profesores, artistas, escritores y estudiantes españoles, hispanoamericanos y norteamericanos que ensancharon su círculo de amigos y en quienes Lorca dejó la huella de su recuerdo y de su presencia... 17 García Lorca tuvo una importante participación en la vida cultural de la Universidad de Columbia; dio conferencias, recitales poéticos y musicales en el Instituto de las Españas, además de compartir sus horas de descanso con la familia Onís en la residencia de éstos en Claremont Av. y en el «farm» de Newburgh. Es importante anotar que ante el Servicio de Immigración de los Estados Unidos (U. S. Department of Labor, Immigration Service ) Onís era la persona que representaba y respondía por García Lorca en territorio norteamericano, la dirección oficial de Lorca era la de Don Federico, según consta en la documentación existente en el Achivo Federico de Onís. Por ello a Onís se dirige el Departamento de Immigración, en carta del 30 de julio de 1930, en la cual le pregunta sobre el paradero del poeta granadino; carta que contesta de inmediato –el 31 de julio de 1930– en la que informa sobre el viaje de Lorca en marzo a Cuba para dar unas conferencias, y aclara que ya había partido en junio para España por barco vía Nueva York, pero que no se le permitió desembarcar; dato confirmado en el telegrama siguiente: «Professor Onís = Phisosophy Hall Columbia University New York NY= Estoy Manuelarnus [Manuel Arnús] muelle transatlántica. Imposible desembarcar avise Rubio. Vengan a verme Abrazos = Federico».18 La relación amistosa y profesional entre Lorca y Onís habrá de continuar, así se refleja en esta carta: Ibidem. En este libro hago una extensa referencia sobre el trabajo realizado por Federico de Onís, como «General Editor» en la serie Spanish Contemporary Texts en la nota 2; sobre la edición de Platero y yo en esta serie, véanse las cartas de Onís a Zenobia, 27 de agosto de 1921; de Zenobia a Federico de Onís, 12 de septiembre de 1921; de Onís a Zenobia, 3 de enero de 1923; de Zenobia a Onís, 2 de febrero de 1923; además de las correspondientes notas 27, 28, 29, 30, 33, 35, 47. 17 María Teresa Babín, «Federico García Lorca», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, núms. 127, 128, 129, 130, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1985, XXXIII, p. 199. 18 AFO, Sección Correspondencia. Las cartas citadas, el telegrama y otros documentos relacionados se encuentran en el cartapacio de Federico García Lorca. Para mayor información sobre la visita de García Lorca a Nueva York, véase Matilde Albert Robatto, «Federico de Onís, compañero de exilio», Xosé Luis Axeitos y Charo Portela Yánez (eds.), Sesenta años después. Os Escritores do Exilio Republicano, Sada, A Coruña, Ediciós do Castro, 1999, pp. 239-240, notas 7, 8. 16 252 LOS LAZOS DE LA CULTURA ¿1933?] [sic] Sr. D. Federico de Onís. Queridísimo Onís: Al empezar el año tengo gran alegría en desearle felicidad en compañía de los suyos y muy especialmente de mi ahijado Juan (ahí está papá). ... Ahora trabajo mucho. Estamos creando el Teatro Universitario, donde pienso montar gran número de obras clásicas y preparo algunos libros, que ya le mandaré, y algunos estrenos. Deseo muy pronto darle un abrazo. Adios. Recuerdos cariñosos a su mujer y besos a mi ahijado. Un saludo cordial de su siempre, Federico García Lorca19 En Nueva York, durante esta época que ahora estudiamos –de 1920 a 1940– Federico de Onís participó en numerosos actos académicos y culturales de diversa naturaleza: conferencias, charlas, discursos, artículos en la prensa; fue el invitado de honor o el conferenciante de distintas asociaciones y universidades como: la Sociedad Americana de Maestros de Español, la Sociedad Española de Beneficencia, el Ateneo Hispano de Nueva York, el Instituto de las Españas, Columbia University, The Hispanic Society of America, New York University, New York School for Social Research y otras. Entre los temas que este ilustre intelectual desarrolló figuran: la solidaridad con la República española, la unidad y variedad hispánicas, la nueva significación de Hispanoamérica, Lope de Vega y el teatro español, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Rubén Darío, Antonio Machado, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, el día de Cervantes –la Fiesta de la Lengua–, la vitalidad y grandeza de la lengua española, el folklore hispano, las escuelas literarias, etc. Por lo general, los periódicos neoyorkinos y algunos españoles, puertorriqueños, cubanos y de otros países hispanoamericanos, recogían en sus páginas toda o parte de la información ofrecida en estos actos; La Prensa, La Tribuna, Plus Ultra, España Republicana y España Libre, casi siempre informaron sobre ellos; también se encuentran algunas noticias sobre Onís en: New York Evening Post, The New York Times, Wellesley College News, Barnard Bulletin, New York Herald Tribune, La Voz, Diario de la Marina, Repertorio Americano, La Opinión, El Mundo, El Imparcial, Summer School News, La Democracia, La Correspondencia, La voz de Cantabria, El Sol; incluso El Adelanto, de Salamanca, se hacía eco con natural orgullo de la labor que realizaba en los Estados Unidos este ilustre profesor, ahora de la Universidad de Columbia y antes catedrático de la Universidad de Salamanca, y le llamaba «Adelantado Mayor de la cultura hispánica en Norteamérica».20 Con motivo de la publicación de Ensayos sobre el sentido de la cultura española, Azorín le da una buena acogida al libro y dice de su autor: «Federico de Onís es una de las más simpáticas y cultas personalidades españolas. Vive en el extranjero desde hace muchos años; en el extranjero, Esta- Federico García Lorca, «A Federico de Onís», «Cartas de Federico García Lorca», Obras Completas, 16 ed., Recopilación y notas de Arturo del Hoyo, Prólogo de Jorge Guillén, Epílogo de Vicente Aleixandre, Madrid, Editorial Aguilar, 1971 pp. 1669-1670. 20 R. Aguirre, El Adelanto, Salamanca 8 de junio, 1934; todos los artículos publicados en los periódicos citados de esta época, se encuentran en la Sección Noticias y Actividades, AFO. 19 FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 253 dos Unidos, explica literatura y lengua españolas; su profesorado es fecundo en resultados positivos para el buen nombre de España. ...»21 Su amigo, José Moreno Villa, afirma: « ... Todos sabemos que viene a ser nuestro verdadero adelantado, nuestro ministro permanente en Columbia University».22 Juan Ramón Jiménez, en 1935, hace en pocas palabras un penetrante retrato del joven salmantino: « ... Siempre es Onís igual al sí de ayer y al de hace un año, igual por fuera y por dentro; y creo que seguirá siendo igual hasta su fin español o americano. ...».23 Por su parte, Don Federico enviaba con cierta regularidad sus colaboraciones a periódicos como El Sol, El Adelanto, La Tribuna, La Prensa, en las cuales informaba sobre algunas actividades, expresaba sus opiniones en torno a temas de literatura y cultura española e hispanoamericana o sobre el estilo de vida norteamericana. Vale la pena detenernos aquí en esa visión el hombre europeo e hispano ante una sociedad poderosa, rica y de indiscutible influencia mundial; una sociedad que admiraba en algunos aspectos, no en otros, pero que con el tiempo pudo comprenderla; una sociedad, además, en la que tuvo que luchar para lograr el recoAzorín, José Martínez Ruiz, «El parecer de Azorín», Repertorio Americano, San José de Costa Rica, 14 de enero, 1933. 22 José Moreno Villa, «Federico de Onís o el fronterizo de la cultura», Residencia, núm. 3, Madrid, 1931, II, p.174, en el Archivo José Moreno Villa, Residencia de Estudiantes, Madrid. 23 Juan Ramón Jiménez, «Federico de Onís», El Sol, Madrid, 15 de diciembre, 1935, véase también el elogioso artículo del profesor y crítico Angel Flores, «Spain’s Envoy of Good Will: Federico de Onís, New York Herald Tribune, 20 de agosto, 1933; traducido y reproducido en El Adelanto, Salamanca, 24 de marzo 1934. Desde luego de esta labor suya, como hemos podido ver, se tenía entonces noticia en España; por el contrario, pienso que ahora éste no es el caso, pues, dentro del mundo académico y cultural español de hoy día - la que esto escribe lo ha podido comprobar - es Federico de Onís el gran desconocido para las generaciones más jóvenes y hasta no tan jóvenes. Como también pude constatar en mi reciente visita - 23 de mayo de 2002 - a Columbia University, en particular al Hispanic Department y al Hispanic Institute, el olvido de su obra y la decadencia en que se encontraban ambas dependencias, que él fundó y a las que dedicó todo su entusiasmo: los muebles antiguos llenos de polvo, la famosa Dama de Elche en un rincón, el estado de deterioro de los archivos - en un sótano cerca del río - el lector podrá suponer el grado de humedad que se sentía en el ambiente, el hongo había invadido ya algunos documentos valiosos, como me ocurrió al no poder revisar el cartapacio de Méndez Pidal, cubierto de limo y hongo; por no mencionar la precaria organización de los mismos archivos; gracias a la ayuda de un amable estudiante graduado, Christian Rivera, pude ver los referidos archivos. Es lamentable que se pierda la labor y el legado de toda una vida dedicada a dar a conocer los valores de la cultura hispánica en los Estados Unidos; que en la propia España y en Hispanoamérica haya universitarios, profesores, gente relacionada con los departamentos de literatura española que ignoran que fue Federico de Onís quien, en los Estados Unidos, rompió barreras para que se reconociera y se le diera el lugar que le corresponde a la lengua española y su literatura, así como también la literatura hispanoamericana. No tuve la oportunidad de ver - debido a diferencias cronológicas - lo que fue el Hispanic Institute ya con su sede física en el Instituto o la Casa de las Españas en su momento de esplendor, cuando se daban actos culturales todos los lunes y cuando este lugar era el punto de encuentro de lo más granado de la cultura hispánica en los Estados Unidos; allí dieron sus conferencias, leyeron y hablaron de su poesía, reflexionaron sobre temas culturales y políticos figuras de la talla de: Fernando de los Ríos, Américo Castro, Lawrence Wilkins, Federico García Lorca, Angel del Río, Frank Callcott, Archer M. Huntington, Claudio Sánchez Albornoz, Juan Ramón Jiménez, Concha Meléndez, Eduardo Mallea, Enrique Laguerre, Luis Alberto Sánchez, Tomás Navarro, Angel Flores, Gilberto Freyre, Arturo Uslar Pietri, Germán Arciniegas, Gabriela Mistral, Pedro Salinas, Jorge Guillén, entre otros. Don Federico confió a Zenobia Camprubí de Jiménez toda la decoración y arreglos de la Casa de las Españas; ella era también la representante oficial de esta entidad ante la Junta para la Ampliación de Estudios; sobre este tema en específico, véanse el artículo de Matilde Albert Robatto, «La querencia americana...», Opus cit., y la próxima publicación del libro Federico de Onís: cartas..., Opus cit. 21 254 LOS LAZOS DE LA CULTURA nocimiento de los valores de su propia cultura, que él con tanto orgullo representaba. Ya en el «Discurso» de apertura del curso de la Universidad de Salamanca, Onís ve en la sociedad norteamericana una necesidad de cambio, de apertura, que se hizo inevitable a partir de la primera Guerra Mundial; desde el punto de vista político y comercial también los Estados Unidos necesitaban esa expansión, aunque algunos sectores de esta sociedad se mostraran renuentes al cambio; pero el nuevo orden mundial lo imponía; el «panamericanismo» se había iniciado en su fase preliminar, y así lo confirmaba Onís: ... La posición tomada se ha traducido en dos órdenes de hechos: una política general de estrechamiento de los lazos económicos y morales entre los pueblos todos de América para ayudarse a realizar sus fines comunes, es decir, la política llamada panamericanismo, y la intervención concreta de los Estados Unidos, en diversos momentos y con motivos y fines de muy diferente carácter, en la vida interior de ciertos pueblos hispanoamericanos, como, por ejemplo, Cuba, Puerto Rico, Méjico, los países centroamericanos, Panamá y Santo Domingo. La primera tendencia, o sea el panamericanismo, puede considerarse como un movimiento nacional que va definiéndose e identificándose de día en día y que encuentra acogida y aplauso en todos los corazones norteamericanos; los hechos de la segunda clase, como son muy distintos entre sí, son juzgados de muy diferente manera por los ciudadanos de este pueblo y algunos de ellos están en franca contradicción con los sentimientos dominantes en la mayoría de los norteamericanos. Pero yo no voy a hablaros ahora de la política de los Estados Unidos, que, para ser entendida, necesitaría ser estudiada extensa y cuidadosamente; yo quiero simplemente mostraros las consecuencias que esa política haya podido tener para desarrollar en este país el estudio y difusión de nuestra lengua y nuestra cultura. La tendencia de acercamiento a los pueblos hispanoamericanos y las relaciones comerciales cada día crecientes con ellos, han contribuido a crear un interés, cada día creciente también, por la lengua y civilización españolas....Los Estados Unidos, quiéranlo o no, han entrado en una nueva fase de su historia, francamente expansiva e internacional; ya no pueden vivir dentro de sus fronteras ni sentirse ajenos a nada que en el mundo ocurra; el papel directivo que, por la fuerza de los hechos, han asumido desde los días de la guerra, les obliga, si han de vivir, a contar con todo el mundo como todo el mundo cuenta con ellos, y a desarrollar, como lo vienen haciendo, no sólo una política internacional hispanoamericana, sino una política europea y una política asiática... Entonces empezó a desarrollarse, como una fiebre colectiva, el ansia de conocer el español y todo lo referente a los pueblos donde el español se habla. El español era el instrumento para entenderse con ellos y con ellos comerciar. Pero comerciar, si ha de hacerse bien, es una actividad difícil: no basta con conocer la lengua; hay que conocer a los hombres que la hablan, sus gustos, su carácter, sus costumbres, su psicología, sus ideales; para lograrlo hay que conocer su historia, su geografía, su literatura, su arte.24 24 Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», Discurso escrito para la apertura del curso de la Universidad de Salmanca, 1 de octubre de 1920; publicado sin permiso del autor - según lo hace constar de su puño y letra - en el ejemplar del periódico La Tribuna, 18 de diciembre, 1920; Ensayos ..., Opus cit., y España ..., Opus cit., pp. 679-702; relacionado con el «panamericanismo», véase, William R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista Hispánica Moderna, Boletín del Instituto de Las Españas, núm. I, Nueva York, 1934, I, pp.1-10. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 255 Es interesante notar como Don Federico percibe unos cambios en la sociedad norteamericana, se esfuerza en interpretarlos, pero, sobre todo, toma una posición diplomática al referirse a la inevitable convivencia –impuesta por razones geográficas e históricas– de ambas culturas: la norteamericana y la hispánica, a sabiendas de las diferencias políticas, sociales y culturales entre ellas; aunque recordemos que de él son estas palabras: «... No nos entendemos los hombres de los distintos pueblos por aquello que hay de igual entre nosotros, sino por lo que más genuinamente nos diferencia y separa. ...».25 Mas en esta referencia a la cultura hispánica, le duele el menosprecio que se hace del español al considerarlo solamente como una lengua de interés comercial, para negocios, con un precario fin utilitario; esta actitud hacia un idioma es per se minusvalorativa, ignora la riqueza que entraña la relación lengua-cultura. No es raro escuchar opiniones similares entre personas dedicadas al comercio o a profesiones con fines meramente prácticos, sin embargo, resulta inexplicable oírlas de personas relacionadas con la enseñanza de idiomas; y así le ocurría a Don Federico cuando se refiere a todas estas gentes como enemigos del español. Contra ellos lucha con todas sus fuerzas, recomienda en la Universidad de Columbia –en el Departamento Hispánico– una mayor variedad de cursos de lengua y de las literaturas española, hispanoamericana, portuguesa y brasileña.26 Federico de Onís, que no sólo conocía muy bien, sino que explicaba de forma única Don Quijote de la Mancha, tenía él también mucho de «Quijote», y claro está, es de suponer, con bastante probabilidad de acierto, que tuviera que deshacer entuertos y pelear con gigantes o molinos; porque entre sus propios colegas existían ciertos prejuicios hacia la lengua española y también hacia la misma literatura hispanoamericana; prejuicios que habría de desenmascarar, de su propia palabra los conocemos: ... Las palabras que yo empleo son suaves, puesto que, no gente de la calle, sino profesores de lenguas romances, que deben saber algo de España, se han expresado publicamente en formas mucho más violentas, y se han atrevido a presentar a discusión en reuniones de sociedades sabias la tesis de que la lengua española no tiene literatura digna de tal nombre. Y estos hombres honestos se han preguntado publicamente: entonces ¿para qué estudiarla? Claro está que los norteamericanos amigos y conocedores de la cultura española no han dejado sin contestación esa pregunta airada, y han tenido que recordar que Cervantes sólo con Shakespeare puede emparejarse en la historia de la literatura universal; que nuestro Romancero es el monumento de poesía popular más grande y más vivo que ofrece ningún pueblo; que nuestra novela clásica creó para el mundo los diversos tipos de la novela moderna; que nuestra literatura mística es única; que nuestra comedia clásica es el primer teatro popular y romántico de Europa; ... que Velázquez y Goya, siendo tan grandes como los más grandes pintores del mundo, son los padres de la pintura moderna; ... que hoy mismo, el todo inseparable que forman los Ibidem, p. 681. Sobre la historia y renovación de los estudios hispánicos en la Universidad de Columbia, véase, Federico de Onís, «Historia de los estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia», España..., Opus cit., pp. 725-734. 25 26 256 LOS LAZOS DE LA CULTURA pueblos que hablan español ofrece al mundo manifestaciones de vitalidad cuyo valor no es menor que el de ninguno de los pueblos que se consideran directores de la civilización.27 A esta altura del ensayo podemos preguntarnos si Federico de Onís siguió de cerca el consejo de su amigo Archer M. Huntington –como hemos visto en páginas anteriores– cuando le recomendaba abandonar todas las actividades que no fueran las académicas y de investigación pues él era un scholar; sin duda que lo era, pero también es verdad que al lado del scholar estaba el hombre de acción que le impulsaba a llevar a cabo otras tareas como diseñar, organizar, dirigir; funciones que llevó a cabo con todo éxito, pues estamos ante una personalidad con un gran liderato, lo que era muy importante para poder ejercer con efectividad en un puesto y también a la hora de tomar decisiones. Después de haber leído y repensado su obra escrita, de reconocer su valor de pionero en lo que se refiere al estudio de las literaturas hispánicas, hay que admitir que, gracias al hombre de acción, se pudieron realizar tan importantes proyectos como los que mencionaremos a continuación. En 1920 las autoridades de Columbia lo nombran director del Instituto Hispánico, Hispanic Institute o Instituto de las Españas; si bien la fundación del Instituto es obra del esfuerzo colectivo de unos hispanistas, la presencia de Federico de Onís fue determinante para el éxito de esta Institución, la cual contaba no sólo con el auspicio de la Universidad de Columbia, sino también con el respaldo de la Junta para la Ampliación de Estudios, la Junta de Relaciones Culturales, el Centro de Estudios Históricos, en España, y con el Instituto de Educación Internacional de Nueva York, la Asociación de Maestros de Español y Portugués de los Estados Unidos y la Cámara de Comercio Española de Nueva York, además de otras universidades. Esta entidad tenía como fin dar actividades relacionadas con el Departamento Hispánico de la Universidad y también servir de enlace cultural entre España, Hispanoamérica y los Estados Unidos. En 1930 el Dr. Butler, presidente de Columbia University, le comunica al director, Dr. Onís, la necesidad de tener un lugar para las actividades del Instituto Hispánico, que hasta entonces se celebraban en el campus universitario; de esta manera nace lo que fue la La Casa de las Españas, esto es, la sede física del Instituto, que desde el principio tuvo el apoyo económico de la Universidad de Columbia, y en 1934, 1935 y 1936 la Junta de Relaciones Culturales le concedió al Instituto la subvención de dos mil dólares. Don Federico confió en el buen gusto de Zenobia Camprubí de Jiménez para la decoración y arreglo de La Casa de las Españas; el esplendor de esta Institución se recuerda con gran admiración y cierta nostalgia por los que conocieron aquella época. El Instituto de las Españas hacía también una labor editorial en español y en inglés; se publicaban tesis doctorales, conferencias y otros textos de interés para estudiosos de las literaturas hispánicas; se llegaron a publicar alrededor de cien libros. Ligada estrechamente al Instituto Hispánico y a la Universidad de Columbia está la Revista Hispánica Moderna, voz representativa de ambas instituciones. Onís fue su fundador y director desde 1934 hasta 1954; el prestigio de la misma, 27 Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», España ..., Opus cit., p. 694. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 257 desde sus inicios, lo ha confirmado la calidad de sus publicaciones, así como el propio diseño de la revista.28 Puerto Rico ha sido un país de gran significado en la vida de Onís, aunque también se podría decir que esto ha sido recíproco. En 1925 Don Federico recibe una invitación del presidente, Dr. Thomas E. Benner, para enseñar en la Universidad de Puerto Rico durante la sesión de verano de 1926; después se le encomendará la fundación del Departamento de Estudios Hispánicos.29 Desde sus inicios, el Departamento contó con el apoyo de la Universidad de Columbia y con el Centro de Estudios Históricos de Madrid; era un buen comienzo para crear un joven departamento que, andando el tiempo, llegaría a ser uno de los mejores departamentos de estudios hispánicos en los Estados Unidos. La Universidad de Columbia autoriza al profesor Federico de Onís, para que lleve a cabo las funciones de director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico; valga la pena aclarar que dichas funciones las realiza el director de forma gratuita; ante ciertas observaciones, el propio Dr. Benner puntualizó: ... parece que hay muchos que equivocadamente creen que esta cooperación es costosa a la Universidad de Puerto Rico. No nos cuesta un centavo y en muchos casos nos ha ahorrado grandes sumas de dinero. Don Ramón Menéndez Pidal y don Tomás Navarro Tomás del Centro de Estudios Históricos, por ejemplo, al servir sin sueldo como directores de nuestro Departamento de Estudios Hispánicos, han puesto a nuestra disposición sin costo alguno la sabiduría y la experiencia que todo el mundo reconoce en ellos. Igualmente , Don Federico de Onís de la Universidad de Columbia, nos presta sus brillantes servicios como director de este departamento sin sueldo u otra recompensa que la que vendrá del reconocimiento público de la parte que él tome en las labores que muy propiamente podemos esperar. ¿Qué nos costaría emplear hombres como estos? Más, ciertamente, que lo que la Universidad puede pagar».30 El Centro de Estudios Históricos envía al nuevo Departamento profesores españoles de prestigio por las investigaciones y publicaciones en su especialidad, 28 Para mayor información sobre este tema, véanse Fernando de los Ríos, «Sobre actividades del Instituto de las Españas», descripción del embajador de España en Washington al ministro de Estado en Valencia, el 11 de febrero de 1937, cartapacio de Fernando de los Ríos, Sección Correspondencia, AFO; Federico de Onís, «Historia de los Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia», « La Casa de las Españas», España ..., Opus cit., pp. 724-734, 735-736; Federico de Onís, «Memoria del Curso 1920-1921 presentada al Consejo General Ejecutivo, Junta para la Ampliación de Estudios, Instituto de las Españas en los Estados Unidos, Madrid- Nueva York, 1921, «Onís: Obra y crítica», AFO; La Prensa, Nueva York, 12 de octubre, 1931; Yvonne Barret, « La Casa de las Españas en los Estados Unidos», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, Revista de la Universidad de Puerto Rico, núms. 127, 128, 129, 130, Río Piedras, 1985, XXXIII, pp. 307-317; Matilde Albert Robatto, «La querencia americana...», Opus cit., pp. 86-117, y Federico de Onís ... Opus cit., la cita 23 de este ensayo. 29 Carta del 12 de noviembre de 1925, cartapacio núm. 7 B, cartas administrativas, Sección Noticias y Actividades, AFO. 30 «Federico de Onís nos presta sus servicios sin sueldo ni otra recompensa» La Democracia, 10 de mayo, 1927, «Onís: crítica», AFO; para más información sobre la creación del Departamento de Estudios Hispánicos, véase los siguientes cartapacios núm. 7A y 7B, 1925-1926; núm. 8, 1926, núm. 9A y 9B, 1927; núm. 10A y 10B, 1928; núm. 11, 1928-PR; núm. 12A y 12B, 1929-1930, Sección Noticias y Actividades, AFO; cartapacio de Antonio S. Pedreira, Sección Correspondencia, AFO. 258 LOS LAZOS DE LA CULTURA Tomás Navarro, Amado Alonso, Américo Castro, Fernando de los Ríos, entre otros, y el propio Onís; ellos habrán de ser los que ayuden a formar a la generación joven de profesores puertorriqueños que unos años más tarde –así lo pensaba Onís– tomarían las riendas del Departamento, como: Antonio S. Pedreira, Concha Mélendez, Enrique Laguerre –alumnos de Onís en Columbia– , Margot Arce, cuya tesis doctoral sobre Garcilaso de la Vega la publicó el Centro de Estudios Históricos en 1930, Jorge Luis Porras Cruz, Manuel García Díaz, Pablo García Díaz, entre otros En 1928 Onís funda la Revista de Estudios Hispánicos, organo oficial del Departamento; la misma cuenta también con el apoyo del Centro de Estudios Históricos, con la ayuda económica de la Universidad de Puerto Rico y la Universidad de Columbia y la cooperación de la oficina del Instituto de las Españas. Los editores y colaboradores de la revista son personas de reconocidos méritos: Robert H. Williams, Tomás Navarro, José Padín, Ricardo Rojas, Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, William R. Shepherd, Antonio S. Pedreira, Ramón Lavandero, Rafael W. Ramírez, Concha Meléndez, Fernando de los Ríos, Gabriela Mistral, Miguel de Unamuno, E. C. Hills, Fidelino de Figueirido, Antonio G. Solalinde, Américo Castro, José María Chacón y Calvo, Alfonso Reyes, Arturo Torres Rioseco, Salvador de Madariaga, María de Maeztu, Ramiro de Maeztu, John G. Underhill, entre otros. La Revista fue muy bien recibida en los círculos intelectuales dentro y fuera del país; Don Federico estaba orgulloso de la misma, así se lo manifiesta a Américo Castro en una carta del 17 de mayo de 1928: «... Me alegra saber que la Revista de Estudios Hispánicos te parece bien, que estás deseoso de colaborar activamente en ella y que condenas la actitud de Olariaga. ...Por lo demás la revista marcha muy bien, encontrando calurosa aprobación en todas partes, especialmente en Hispanoamérica. ...».31 Para 1929 Federico de Onís renuncia a la dirección del Departamento de Estudios Hispánicos y de la Revista. Los motivos, como he podido comprobar a la luz de los documentos leídos al respecto, no están del todo claros pues la renuncia de Onís, al parecer, es una respuesta a la destitución del Dr. Benner por parte de la Junta de Síndicos de la Universidad, aunque podrían existir otras razones que se dejan leer entre líneas; la prensa del país pide una explicación. Onís, por su parte, en ese mismo año de 1929 asumirá la dirección del Departamento Hispánico de Columbia University, pero no se desligará de la Universidad de Puerto Rico ni de sus estudiantes; así lo asegura en carta al Sr. Gildo Massó, Presidente Interino, después de señalarle las dificultades enfrentadas por el cambio de actitud de las autoridades universitarias y de aclararle que, con su renuncia, terminaba la colaboración de Columbia University 31 Cartapacio de Américo Castro, Sección Correspondencia, AFO; Luis Olariaga escribió un breve artículo «La propaganda española en América» en El Sol, Madrid, 12-IV-1928, sobre la nueva Revista de Estudios Hispánicos, en términos generales de una manera positiva, aunque le señala lo que, a su juicio, podría suponer algún riesgo para la Revista, sobre esto Onís le escribe a Castro en la citada carta: « ... Somos como niños mal educados y obramos con una ligereza inconcebible ante la gravedad de este problema de América, que habría que tratar con tanto cuidado. ... Hay que hacer en cada sitio una cosa distinta: unas cosas en España, otras en Hispanoamérica y otras en los Estados Unidos.» Para mayor información sobre la Revista de Estudios Hispánicos, se pueden revisar las fuentes mencionadas en la nota 30. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 259 y del Centro de Estudios Históricos con la Universidad de Puerto Rico: « Siento mucho verme en la imposibilidad de continuar una labor en la que he puesto todo el entusiasmo y la fe que logró despertar en mí la juventud puertorriqueña, a la cual continuaré sirviendo desde aquí [Columbia University] en la forma que pueda»32. No debe pasar inadvertida la negativa por parte de las autoridades de la Universidad, antes de 1926, a invitar al entonces catedrático de la Universidad de Granada, Fernando de los Ríos, por pertenecer éste al Partido Socialista. Onís, en una carta del 11 de septiembre de 1926, al presidente de la Universidad Dr. Benner, le solicita su ayuda para volver a gestionar esta invitación: Dr. Fernando de los Ríos, professor of University of Granada, has just come to this country as a delegate to the Congress of Philosophy to be held in Boston next week. He will give lectures at several American universities, and in November will leave for Mexico, where he is to inaugurate the Sociedad Cultural Española ... It has, however, seemed to me that perhaps the University of Porto Rico could take advantage of the proximity of Dr. de los Ríos to invite him there for the second semester. If this could be arranged it would mean a great deal to the University. Fernando de los Ríos possesses in an unusual degreee the best qualities of the Spanish gentleman, and he would make an excellent impression on everybody. Although his chair if of Political Science, he has specialized in the political history of Spain and Spanish-America, and nobody could give a better course than he in the history of Spanish civilization. Like his distinguished uncle, D. Francisco Giner de los Ríos, he has always been keenly interested in pedagogical questions, and he has made especial studies of tem in England and Germany. Several years ago the Centro and I recommended Dr. de los Ríos for Porto Rico, and it seems that his name was rejected on the ground that he was a Socialist congressman. This was a mistake in judgement: for a Socialist in Spain is very different from being one in the United States, and besides Dr. de los Ríos is a gentleman of such tact and mental superiority that it is out of the question to think that his work in Porto Rico could take on the slightest political tinge.33 32 AFO, Sección Noticias y Actividades, cartapacio núm. 12B, 1929-1930. Sobre este asunto véase también la carta de Onís a Benner del 11 de septiembre, 1926, cartapacio núm. 7B, Sección Noticias y Actividades, AFO. Fernando de los Ríos fue invitado por la Universidad en 1928, 1929, 1939 y 1942. Hay que recordar que en Estados Unidos, en aquella y otras épocas ha existido cierta desconfianza hacia quienes, de alguna forma, se han identificado con el socialismo en sus diversas interpretaciones. Federico de Onís era un hombre liberal y simpatizante de la República; los profesores españoles invitados a Puerto Rico y los Estados Unidos –personas con excelentes credenciales académicas– también estaban del lado republicano, y entonces la política isleña seguía las pautas de la metrópoli. Me inclino a pensar que la invitación a Salvador de Madariaga –véase cartapacio núm. 12B, ya citado– debió de ser objeto de censura por parte de la administración universitaria puertorriqueña; habría que esperar otro tiempo para que en los Estados Unidos se entendiera en toda su amplitud lo que era el socialismo, el republicanismo e incluso el liberalismo de posguerra española. Años más tarde La Universidad de Puerto Rico y su entonces rector, Lcdo. Jaime Benítez, abriría sus puertas al exilio español, como bien se pudo constatar en el Congreso «Cincuenta años del exilio español en Puerto Rico y el Caribe 19391989», celebrado en la Universidad, Recinto de Río Piedras, sobre esto véase Cincuenta años de exilio español en Puerto Rico y el Caribe 1939-1989, editora Charo Portela Yáñez, Sada, A Coruña, Ediciós do Castro, 1991. 33 260 LOS LAZOS DE LA CULTURA Federico de Onís y Jorge Guillén en el Seminario Federico de Onís. (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). A nuestro modo ver, todo parece indicar que se dieron unos cambios inesperados por parte de la administración universitaria, de naturaleza política y académica; se percibe en algunas cartas ciertos desacuerdos y oposición hacia la labor que llevaba a cabo Onís, quien, hay que recordar, fue el fundador del Departamento y de la Revista; todo esto debió de ofender la sensibilidad de Don Federico, pero, sobre todo, estaba en conflicto con la visión que él tenía de lo debería llegar a ser el Departamento de Estudios Hispánicos y la Revista; y también con su firme defensa del respeto y la tolerancia ante la diferencia de ideas que debe prevalecer en toda universidad. Nos apoyamos para esto en la carta del 30 de mayo de 1929 de Federico de Onís a Fernando de los Ríos, en la cual le informa sobre unos hechos irregulares llevados a cabo por la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico, que dice así: Mi propuesta de Salvador de Madariaga como profesor visitante ha sido rechazada y se que en la Junta de Síndicos donde se tomó ese acuerdo se hizo a propuesta de [Juan B. Huyke, comisionado de Instrucción] Huyke quien dijo que habían hecho hasta ahora demasiado por el español y que de ahora en adelante they ought to stress the English. Ante estas cosas yo me he confirmado en la idea que hace tiempo tenía y voy a romper toda conexión con la Universidad de Puerto Rico. Desde luego Columbia University termina también su colaboración en el Departamento de Estudios Hispánicos....34 34 Cartapacio Fernando de los Ríos, Sección Correspondencia, AFO. FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 261 Durante sus periódicas visitas a la Isla, Onís dio conferencias en la Universidad y en otros centros culturales como el Ateneo Puertorriqueño y la Biblioteca Carnegie, donde disertó sobre temas de literatura española, hispanoamericana y puertorriqueña; siempre insistiendo en la importancia de las diferencias entre estas literaturas, en cómo Hispanoamérica debía crear obras diferentes que respondieran a la originalidad de su cultura. Los periódicos del país, El Mundo, La Correspondencia, El Imparcial, La Democracia, informaron sobre estos actos.35 Es también Onís, con la ayuda de otros profesores y destacadas figuras en el mundo cultural español y puertorriqueño, el iniciador del proyecto «La Institución Cultural Española» en Puerto Rico, entidad que tendría entre sus objetivos la difusión de la cultura hispánica así como mantener lazos de confraternidad entre los países americanos; instituciones similares se crearon en otros países hispanoamericanos. En honor a la verdad, hay que consignar que Don Federico tuvo en Columbia tres alumnos puertorriqueños de excepción, me refiero a Antonio S. Pedreira, Concha Meléndez y Enrique Laguerre; estos distinguidos alumnos, luego colegas y amigos, se referían a don Federico con gran admiración y cariño: Antonio S. Pedreira lo calificaba como «un admirable sembrador de ideas»;36 Concha Meléndez afirmaba: «En su cátedra, sus palabras geniales llevan a los alumnos por caminos a veces imprevistos de arte y de ideal. ... El Dr. de Onís es más que todo esto, el comentador más emocionante que he conocido de la belleza literaria que España ha dado al mundo. ...» ;37 Enrique Laguerre, en su programa radial «Puntos de partida», describe así el trato de Don Federico con sus alumnos: « Mientras estuve en la Universidad de Columbia, el estudiante puertorriqueño encontró en don Federico a un amigo y a un maestro cordial. Esa fue mi experiencia personal mientras estuve allí». Pregunta el entrevistador al entrevistado cómo logró identificarse con la vida americana, su interés y afecto por la cultura hispanoamericana; Don Federico, luego de dar una extensa explicación en la que alude a su inicial curiosidad por el mundo americano y a la influencia que en esto tuvo su maestro Miguel de Unamuno, quien lo inició en el conocimiento de la lengua y literatura inglesa y también de la norteamericana, especifica lo siguiente: ... Cuando vine a Columbia University en 1916 para organizar en ella los estudios españoles, la razón principal de que me quedase allí definitivamente fue mi interés en la otra América, la española, y el Brasil. Nueva York era el mejor observatorio para conocerla en su integridad y el centro de comunicación con todos sus países. En Nueva York convivíamos todos los hispanos como si fuésemos unos: ante otra cultura adquiríamos conciencia de la unidad profunda de la nuestra. 35 Para mayor información sobre los artículos periodísticos, véanse los cartapacios: núm. 7A, 1925-1926; núm. 8, 1926; núm. 9A, 1927; núm.10A, 1928; núm. 11, 1928-PR; núm.12A, 1929-1930, Sección Noticias y Actividades, AFO. 36 Antonio S. Pedreira, «De Salamanca a Columbia», El Mundo, Puerto Rico, 20 de diciembre, 1925, p. 3. 37 Concha Meléndez, «El Dr. Federico de Onís», Puerto Rico Ilustrado, San Juan, septiembre, 1926, p. 17. 262 LOS LAZOS DE LA CULTURA Además he visitado casi todos los países hispanoamericanos y en cada uno de ellos se ha confirmado mi convicción de la amplitud y riqueza de nuestra cultura, a la vez una y diferente. Así he aprendido a entender y amar a América y a España. ...38 En otro programa radial realizado en 1957, Enrique Laguerre habla del maestro y recuerda sus palabras: « ... Cuando el otro día, en justo reconocimiento, le recordaba mis agradables experiencias estudiantiles en Columbia, sin ningún empaque me dijo: La responsabilidad del maestro es ayudar a su discípulo. ...» Y así lo retrata Laguerre: « Diría que don Federico es de los que saben observar, escuchar, comprender. ...». El reconocido novelista puertorriqueño, que siempre recibió el apoyo caluroso del maestro cuando se publicaban sus novelas, conocedor también de su profundo americanismo, así nos lo confirma: « Con esa disposición suya para comprender lo americano ha servido don Federico la mejor causa española. No es extraño, pues, que lo sintamos nuestro sin que haya sido desleal a España; al contrario, su lealtad a España se manifiesta vivamente en su amor por América».39 Sin duda que Puerto Rico ocupó para Don Federico un lugar de privilegio en el mundo de sus afectos. Cuando en 1954 se acoge a la jubilación en Columbia University, el rector de la Universidad de Puerto Rico, Lcdo. Jaime Benítez, le cursa una invitación para que se incorpore a la Academia en calidad de director del Departamento de Estudios Hispánicos, que él mismo había fundado años atrás; invitación que acepta; desde esa fecha fija su residencia en la Isla con carácter permanente. Se quedará como director del Departamento hasta 1957; en 1958 crea y dirige el Seminario de Investigación del Departamento, que hoy lleva su nombre. A la Universidad de Puerto Rico le hace donación de su Biblioteca y Archivo, legado importantísimo por la diversidad de libros y el valor de algunas ediciones que se catalogan como «libros raros», además de los libros antiguos, entre los que se encuentran dos del siglo XVI y otros de los siglos XVII, XVIII y XIX; en la «Bibliografía de libros antiguos», proyecto que llevé a cabo con la colaboración de unos estudiantes graduados del Departamento, se recogen todos los títulos de estos valiosísimos ejemplares, en su mayoría procedentes de la Biblioteca de Don Federico.40 Hoy día el Archivo Onís es una valiosa fuente documental sobre literatura española, hispanoamericana y puertorriqueña; a modo de ejemplo podemos informar que, en la sección de «Noticias Enrique Laguerre, «Puntos de partida», «Entrevista con el Dr. Federico de Onís», Programa radial, WIPR-Radio, estación del Gobierno, San Juan, Puerto Rico, 3 de octubre, 1954. 39 Enrique Laguerre, «Puntos de partida», «El profesor Federico de Onís», Programa radial, WIPRRadio, estación del Gobierno, San Juan, Puerto Rico, 19 de mayo, 1957. 40 Matilde Albert Robatto, «Bibliografía de Libros Antiguos: S.XVI, XVII, XVIII, XIX del Seminario Federico de Onís», Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, núm. 2, 1997, XXIV, pp. 197-208; trabajé en este proyecto en el curso académico 1995-1996, cuando era directora del Seminario Federico de Onís; también como directora de este proyecto, tuve a mi cargo la orientación y entrenamiento primero y luego la valiosa colaboración de los siguientes ayudantes de investigación, pertenecientes al Programa Graduado de Estudios Hispánicos: Aura Colón, Angela González, Gladis Ortiz de Jesús, Reginald Pierce y Jorge Jiménez Emanuelli. Separatas de esta publicación se encuentran en la Biblioteca del Congreso y en The Hispanic Society of America. 38 FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 263 y Actividades», se se han registrado más de seiscientas (600) entradas –que comprenden desde 1915 hasta 1963– y corresponden a la actividad cultural desarrollada por Onís; asimismo, la correspondencia sostenida con numerosos escritores, críticos profesores, amigos y otras cartas administrativas asciende a más de mil quinientas cartas (1,500).41 Siempre me ha sorprendido la lectura del artículo «Los ojos puertorriqueños»,42 escrito por Don Federico en 1926; esto es, en los inicios de su encuentro con Puerto Rico y, en especial, con sus estudiantes. Lo he leído en varias ocasiones, siempre me sorprende el tono personal y afectivo, que no es tan común en sus escritos; como ya señalé anteriormente: «... está escrito con el corazón más que con la razón, ...».43 El mismo recuerda su conferencia en la Residencia de Estudiantes cuando afirmaba: «... sólo es digno de llamarse maestro quien sea capaz de dar a sus discípulos, una vez siquiera, una lección de amor y de intimidad sentimental. Por eso ahora, al escribir estas líneas para mis estudiantes puertorriqueños, no me importa hablarles en tono tan sincero y personal. Y sólo a ellos he de decirles lo que íntimamente siento acerca de su país ».44 Es curioso por demás que no le escribió un artículo de esta naturaleza a sus estudiantes de Columbia, sin que esta reflexión menoscabe el afecto del maestro por sus alumnos. Quiere decir –y es mi interpretación– que se produjo una buena sintonía desde el comienzo y así lo consignó en este pequeño pero importante ensayo, en el cual afirma el conocimiento por vía de la intuición y del sentimiento que percibe en los ojos puertorriqueños. El maestro sabe que las vivencias profundas, las que tocan el centro del alma del hombre, se expresan mejor en los registros líricos correspondientes. A Don Federico le intriga la adaptación instantánea, sobre todo al pensar en las diferencias entre Puerto Rio y España, pese a esto afirma: ... hace más difícil de explicar mi adaptación instantánea al ambiente puertorriqueño de tal manera que me parece que al llegar a él he vuelto a mi país. ... Es en los ojos –que nada ni nadie puede cambiar– donde leemos el fondo del alma humana. Y yo, desde que llegué a Puerto Rico, veo por todas partes, en la calle, en mis clases, unos ojos negros, castaños o garzos, alegres o tristes, a través de los cuales yo veo un alma que no tiene secretos para mí. Hay en ellos una mirada familiar y conocida, la misma con que se encontraron mis ojos cuando empezaron a ver. 45 41 Todos los documentos del Archivo Onís se encuentran guardados en el Seminario, en las mejores condiciones posibles. Cuando en 1995 me inicié como directora del Seminario Federico de Onís, una de mis prioridades fue la reorganización del Archivo; para poder realizar esto de la mejor manera posible, me orienté con especialistas en este campo en la Universidad de Puerto Rico y también visité la Oficina de Conservación de la Biblioteca del Congreso, con el propósito de tener el conocimiento adecuado. En este trabajo de lectura, organización, catalogación y automatización del Archivo conté con la gran ayuda de mis ayudantes de investigación: Lilliam Alicea, Profa. Elba Figueroa, Angela González, Mariaurely Rivera, mención especial merece la destacada colaboración de la ayudante de investigación Profa. Aura Colón. 42 Federico de Onís, «Los ojos puertorriqueños», Summer School News, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, july, 1926; España ..., Opus cit., pp. 36-38. 43 Matilde Albert, «La querencia americana...», Opus cit., p. 100. 44 Federico de Onís, «Los ojos puertorriqueños», España ... Opus cit., p. 36. 45 Ibidem, pp. 37-38. 264 LOS LAZOS DE LA CULTURA Busto de Federico de Onís, obra del escultor exiliado español en Puerto Rico, Francisco Vázquez, «Compostela». (Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR). Juzgue el lector por sí mismo el grado de intimidad, empatía y cariño que contienen estas líneas. No creo que fuera la invitación del rector Benítez la razón principal que movió a Don Federico a tomar la decisión de pasar en Puerto Rico el último tramo de su viaje –tiempo tan importante en la vida del ser humano– pienso que ésa fue una gran motivación, pero quizá esa decisión ya la había tomado mucho antes. Como hemos podido ver, estos años de Federico de Onís fueron muy productivos en su vida profesional pues, aparte de toda la actividad aquí registrada, también tuvo tiempo para hacer algunos viajes personales o de trabajo, a España en varias ocasiones, uno a México y otro a Oxford. Además, a partir de 1936, dedicará parte de su ocupado tiempo en atender las demandas de ayuda por parte de los exiliados españoles. El distinguido profesor de Columbia fue un exiliado voluntario, las manifestaciones verbales y escritas de su lealtad a la República así lo confirman. En Nueva York asistía a los actos en apoyo al gobierno y, sobre todo, se solidarizaba con el pueblo español que luchaba en el campo de batalla o que partía para el exilio. Secundó la iniciativa de Juan Ramón Jiménez para solicitar ayuda a favor de los intelectuales españoles en los campos de concentración de Francia; hizo programas de radio y escribió en los periódicos para crear conciencia del drama de España. Desde su prestigiosa posición académica pudo dar su apoyo o resolver los problemas urgentes de quienes en situaciones penosas tocaban a su puerta; personalidades como Jorge Guillén, Pedro Salinas, Claudio Sánchez Albornoz, Fernando de los Ríos, Joaquín Machado, Cipriano Rivas Cherif, Eugenio Fernández Granell, Américo Castro, entre otros, tuvieron para él palabras de gratitud. A Luis FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 265 Alberto Sánchez le expresaba así su abierta solidaridad con la República: «... Yo no soy político, ... pero tengo conciencia de mis propias ideas. No puedo ser monárquico, porque soy hombre de pueblo... no puedo estar con una dictadura castrense por las mismas razones por las que no soy monárquico... por tanto estoy con la República, sin necesidad de pegar gritos».46 Ya al término de este trabajo volvemos a preguntarnos ¿ por qué Federico de Onís desde 1916 viene a Estados Unidos, conoce Hispanoamérica y, desde su último viaje a España en 1935, pasará el resto de su vida en tierras americanas? Américo Castro, en una carta del 9 de junio de 1921, hace referencia a otra suya anterior del 3 de junio de 1921, en la cual comunicaba a Onís que, con el fallecimiento de Emilia Pardo Bazán, quedaba libre la cátedra en la Universidad, y animaba a su colega para que hiciera la gestión oportuna; sin embargo recibirá una contestación no deseada: « ... Ayer llegó tu respuesta que nos ha producido tristeza; ya está visto que no volverás más por aquí, pues será difícil que se presente una oportunidad mejor que ésta: una vacante en el doctorado. Me doy clara cuenta, sin embargo, de los motivos de tu decisión, de índole absolutamente objetiva, tan independiente de tu voluntad como de la nuestra».47 En 1925 su amigo y colega Antonio S. Pedreira, en una entrevista que le hace para el periódico puertorriqueño El Mundo, al reponderle Onís a su pregunta sobre su permanencia en Estados Unidos, señalando lo siguiente: « ... Aquí nuestra lengua, nuestra literatura, nuestro arte, nuestros valores intelectuales necesitaban de gente preparada para su propagación, y era un deber patriótico de todo buen español cooperar en tan magna empresa». Pedreira, por su parte, hace esta perceptiva reflexión: El señor Onís está muy contento con su decisión. Pero el señor Onís está muy equivocado. No fue él quien quiso quedarse: fue la Universidad de Columbia, hoy la más grande del mundo, la que se quedó con él. Conoció bien al notable catedrático, comprobó su indiscutible preparación y prestigio, y decidió por todos los medios a su alcance retener para siempre al seño Onís. Me atrevo a asegurar, sin miedo a equivocarme, que jamás volverá a Salamanca.48 La lectura de este ensayo creo que ha dado varias pistas sobre la pregunta inicial que pueden ser ciertas. Por mi parte, me atrevo a aventurar que se dieron una serie de circunstancias que propiciaron una decisión equilibrada. El indiscutible apoyo de la Universidad de Columbia a sus iniciativas académicas, así como el reconocimiento generoso de su excelente labor en el Departamento Hispánico y el Instituto de las Españas, su prestigio intelectual, su obra publicada, lo hacían una persona muy respetada en los círculos universitarios; la Universidad necesitaba al profesor Federico de Onís y, por su parte, el profesor conocía bien ese sistema universitario, allí podía trabajar con la debida libertad y la tranquilidad necesaria; todo esto, por supuesto, debió de ser determinante a la hora de tomar una decisión. Poderosas razones de índole familiar en España, pudieron inclinarlo a distanciarse, Luis Alberto Sánchez, «El hispanismo de...», La Torre, Opus cit., p. 325. Cartapacio de Américo Castro, Sección Correspondencia, AFO. 48 Pedreira, «De Salamanca a...», Opus cit. 46 47 266 LOS LAZOS DE LA CULTURA aunque en un principio fuera temporalmente; su posterior matrimonio en 1924 con Harriet haría mucho más fácil su integración en tierra americana, adaptación que en realidad ya se había empezado a dar de una manera paulatina. Luego habría que tomar en consideración los lazos de amistad hechos en los Estados Unidos y en Hispanoamérica, y ya más adelante –cómo no pensarlo también– Onís había manifestado en diversas ocasiones a sus amigos y en entrevistas que no regresaría a España mientras estuviera en el poder la dictadura militar; además, ya para 1940, gran parte de sus colegas y amigos exiliados estaban en América. «Don Federico de Onís o el conquistador conquistado», como lo describía Germán Arciniegas,49 permaneció en la tierra elegida por él; en Nueva York realizó una obra grande, fue como una misión; así también lo entendió su amigo José Moreno Villa: ... Hemos creído siempre que hacía falta en España y que sobre su solar daría sus mejores frutos. Pero él parece convencido de que es allí, en aquel punto del globo donde el destino le llama y donde puede hacer algo verdaderamente eficaz y sin ostentación. ... Y, en efecto, con tenacidad y tacto va Onís sumando voluntades, afinando los propósitos de unos y otros, engarzando el esfuerzo cultural, múltiple y disgregado de las Repúblicas sudamericanas con Norteamérica y España... 509 Germán Arciniegas, «Don Federico, o el conquistador conquistado», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, núm. 59, 1968, XVI, pp.37-44. 50 José Moreno Villa, «Federico de Onís...», Opus. cit. 49 VIII NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN LOS «TÓNICOS DE LA VOLUNTAD»1 María Vaquero Departamento de Estudios Hispánicos, Facultad de Humanidades Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras Expresión tomada de Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos de la voluntad (Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, sesión del 5 de diciembre de 1897), Madrid, CSIC [1898], 1982. Puede decirse que este libro es la más crítica y honesta reflexión sobre el panorama científico en la España de la época, sobre el oficio de la investigación responsable y sobre el papel decisivo de la elevación cultural colectiva como motora del progreso social. 1 INTRODUCCIÓN La presencia de Navarro Tomás en Puerto Rico, si consideramos la acogida que su persona y su obra recibieron en el país, no sólo orientó las preocupaciones sobre el idioma por caminos científicos, sino que validó la cuestión lingüística como uno de los elementos significativos de la identidad puertorriqueña, identidad polémica en el debate sobre la existencia de continuidades en el sincretismo de lo heterogéneo. La coyuntura histórica que permitíría este encuentro fue capaz de articular dos voluntades en un proyecto de relación cultural, nunca hasta entonces llevado a cabo entre España y Puerto Rico: por un lado, la voluntad académica de acercarse a España como aliada, en el proyecto de organizar lo que iniciaría, en la Isla, los estudios humanísticos de su joven Universidad; en España, por su parte, y a raíz de sus desastres, había ido madurando la voluntad de acercarse al mundo hispanoamericano para interesarlo en los planes de renovación científica interna que algunos de sus intelectuales proponían como necesarios, después de haber reconocido la abulia y el retraso nacionales. En las especiales circunstancias puertorriqueñas de los años veinte, este acercamiento cultural, de inmediatos resultados, prepararía, también, importantes contactos personales del futuro, sobre todo después de la Guerra Civil española.2 2 Estas especiales circunstancias explican, en parte, la participación activa, en los orígenes de este encuentro cultural, de organismos norteamericanos, como la Universidad de Columbia, que, al apoyarlo, lo favorecieron, en beneficio de Puerto Rico, por más que estos organismos estuvieran comprometidos con políticas expansionistas de otro alcance. A D. Federico de Onís se debe gran parte de la delicada labor negociadora entre instituciones de tan diferente talante a uno y otro lado del mar, con el propósito de lograr la creación de los estudios hispánicos en la Isla. Esta difícil y diplomática gestión de D. Federico, comprometida, a mi modo de interpretar la documentación disponible, con propósitos estrictamente académicos, nada tiene que ver con la actitud ambigua que se ha querido descubrir en lo que, sin duda, puede interpretarse como estrategia en beneficio de los puertorriqueños y de la cultura 270 LOS LAZOS DE LA CULTURA El propósito de este trabajo es colocar la obra de Navarro Tomás en Puerto Rico como resultado de la coyuntura histórica aludida, en la cual se dan la mano una serie de proyectos que facilitaron la importante relación cultural entre Puerto Rico y España. Considerando, por otro lado, que el idioma y la «cuestión del idioma», con sus variantes temporales, puede verse como una constante histórica de Puerto Rico, la presencia de nuestro autor, efectivamente, marcó un «después» en esta continuidad, con los modos de acercarse, en Puero Rico, al idioma de Puerto Rico. Al margen, sin embargo, de la importancia indiscutible de sus investigaciones, los resultados obtenidos adquieren, además del científico, otro significado que, proyectado en el ámbito de las continuidades, trasciende teorías y métodos estrictamente lingüísticos y se proyecta en el ámbito de la historia cultural. Acercarse a esta otra significación, más abarcadora y no identificada hasta ahora, puede ser otro de los propósitos de este trabajo. El texto consta de tres partes: en la primera se hace una síntesis de las actitudes ante el idioma en el siglo XIX, enraizadas en la compleja trayectoria que el español había seguido en Puerto Rico: muestra, a grandes rasgos, el ideario lingüístico que encuentra Navarro en el país, ideario construido desde complejas actitudes, más o menos documentadas. La segunda parte colocará la obra de nuestro autor en la coyuntura histórica a que se ha hecho referencia más arriba. La tercera se detendrá a considerar el proyecto lingüístico de Navarro Tomás en Puerto Rico y la significación científica y sociocultural de los resultados obtenidos. APUNTES SOBRE EL IDEARIO LINGÜÍSTICO PUERTORRIQUEÑO EN EL SIGLO XIX Si consideramos la enseñanza como una ventana abierta hacia las actitudes lingüísticas oficiales, podemos aceptar que la política educativa revela de alguna manera el ideario lingüístico, motivador, en un momento dado, de los criterios pedagógicos. La enseñanza de la lengua en el siglo XIX puertorriqueño, a partir de los informes y datos disponibles,3 se apoyó exclusivamente en la gramática y sus criterios, siguiendo fielmente los principios peninsulares y los modelos históricamente prestigiados del castellano central. Así lo demuestra Manuel Álvarez Nazario4 al hacer referencia a una serie considerable de libros de texto decimonónicos, cuya filiación castellanizante se hace evidente en los títulos mismos, sin que los conte- hispánica, cultura que él defendió desde su primera juventud. Para no caer en valoraciones injustas, tal vez sea oportuno sopesar las aparentes ambigüedades que se le han atribuido a D. Federico, no sólo a la luz de las circunstancias en que, irremediablemente se insertan, sino en lo que es evidente, por documentado: sus mismos resultados, a corto y largo plazo. Para los esfuerzos de D. Federico de Onís a favor de la formación científica de los primeros puertorriqueños que pudieran tomar (como así fue) el relevo inmediato de la dirección extranjera en el Departamento de Estudios Hispánicos, véase la nota 73 de este trabajo. 3 José Osuna, A History of Education in Puerto Rico, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1949, pp. 75-102. 4 Manuel Álvarez Nazario, «Visión en el tiempo de los trabajos de enseñanza e investigación del español en Puerto Rico», La Torre, vol. XXIV, núms. 93-94, Universidad de Puerto Rico, 1976, pp. 3965. Para la importante contribución de este autor a los estudios lingüísticos: María Vaquero, «Manuel Álvarez Nazario y la lingüística puertorriqueña», Actas del Homenaje a Manuel Álvarez Nazario, Universidad de Mayagüez, abril de 2002 (en prensa). NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 271 Tomás Navarro Tomás. nidos hagan concesiones de ningún tipo a los usos locales. No es difícil suponer las confusiones en la enseñanza puertorriqueña de una lengua reglamentada, sin matizaciones, a partir de los usos castellanos, pero los criterios didácticos eran los castizos, explícitamente adoptados: todavía en 1919 aparecerá en Puerto Rico un libro de texto5 cuyo tercer ejercicio propone que los niños practiquen la distinción fonética entre las parejas de palabras que se escriben abrazar/abrasar, acecinar/asesinar, cien/sien, gayo/gallo, poyo/pollo o varón /barón.6 Y no es el único ejemplo. Ante la proliferación y uso de textos con estos mismos principios, sin olvidar el conjunto de opiniones vertidas en la prensa, no hay duda de que los sectores beneficiados con la enseñanza, capitalinos o no, aceptarían estas prácticas docentes como garantía de buen hablar. También parece razonablemente cierto que la docencia del idioma, al respaldar las formas castizas de la lengua, ponía en primer plano lo español-peninsular como rasgo de cultura y aseguraba el prestigio de la norma castellana, por muy ajena que fuese. Al mismo tiempo, y por otra parte, 5 6 Isaías Rodríguez, Tratado de Ortofonía Española, Ponce, Puerto Rico, Imprenta «El Día», 1919. Ibidem, p. 13. 272 LOS LAZOS DE LA CULTURA fomentaba la actitud purista ante el lenguaje, con las inseguridades expresivas que el purismo implica. Todas estas consideraciones merecen una breve digresión. La existencia de un reducido sector beneficiado por la enseñanza pública era, en el siglo XIX, el resultado de una trayectoria histórica, aunque no exclusiva de un determinado país ni del mundo hispánico, incluida la metrópoli, donde los índices de analfabetismo eran tan altos, o más, que en sus colonias. A pesar de varios planes y proyectos oficiales de extender la educación (para cuyo éxito habría hecho falta un cambio de plataforma en la política educativa, impensable en las circunstancias), y sin que pueda negarse la labor ejemplar y constante de la instrucción particular y privada, parece claro que a la enseñanza pública, en el siglo XIX, seguían teniendo acceso efectivo determinados grupos de la sociedad,7 capitalinos sobre todo.8 Este contexto sin duda pudo favorecer en Puerto Rico, a su manera, el desarrollo de lo que Carlos Rama identificó en Hispanoamérica como «la ciudad letrada»,9 poblada por gentes cultas, viajeras e influyentes, que compartían el espacio con amplias mayorías analfabetas. Silvia Álvarez Curbelo ha trazado el perfil de esta ciudad letrada de Puerto Rico,10 cuya presencia destacada en el país durante los «interludios de 1809-1814 y 1820-1823», favoreció la fundación de instituciones importantes, como la «Sociedad Económica de Amigos del País», además de los primeros periódicos y las cátedras protouniversitarias. Si traigo esto a colación, de forma apresurada, para cuyos detalles remito a la estudiosa citada, es sólo en un intento de articular los criterios docentes de la lengua, presentes en los textos academicistas a ultranza, dentro del ideario de un determinado sector culto, constituyente decisivo de la imagen cultural del país dentro de su evidente complejidad social. Como elementos de esta complejidad, mucho más opaca que la vertida en una oposición binaria, tienen sentido, incluso, las voces disidentes, incluidas en el mismo sector letrado al cual ambas pertenecen, de Santiago Vidarte o de Manuel Alonso, éste último con su velada crítica, amparada en el costumbrismo, al «sistema educativo vigente en la colonia».11 Las disidencias estaban ahí, La documentación más temprana ya ofrece noticias sobre las instrucciones dadas por la Corona a los gobernadores antillanos para asegurar la educación de «todos lo niños», [según un documento fechado en Alcalá de Henares el 20 de marzo de 1503], y hay referencias concretas a los centros antiguos de enseñanza en la Memoria de Melgarejo (1582, Caps. 35 y 37), además de contar con muchas alusiones documentales a la labor de los dominicos. A las medidas tomadas por Carlos V para generalizar la enseñanza, abriendo los «estudios secundarios» al pueblo, se debió precisamente la orientación popular que los dominicos dieron a la llamada «Casa del Noviciado» de San Juan; sin embargo, la enseñanza del pueblo seguiría durante mucho tiempo en manos de las parroquias y de particulares. Por su parte, la Ley XVI de Burgos, de 1512, especifica que se enseñe a «los hijos de los caciques». Para detalles: Francisco de Solano, Documentos sobre la política lingüística en Hispanoamérica 1492-1800, Madrid, CSIC, 1992, pp. 6-8. Para la labor didáctica de los dominicos en el siglo XVI: Luis Padilla d’Onís, «La primera universidad de América», Boletín de la Academia de la Historia, vol. 6, San Juan, Puerto Rico, 1972, pp. 13-77. 8 Jaime R. Colón, «La campaña de escolarización de los sectores populares en el Puerto Rico del último tercio del siglo XIX», OP. CIT, Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 11, Universidad de Puerto Rico, 1999, pp. 191-218. 9 Carlos Rama, La ciudad letrada, Hannover, Ediciones del Norte, 1984. 10 Silvia Álvarez Curbelo, Un país del porvenir. El afán de modernidad en Puerto Rico (siglo XIX), San Juan, Ediciones Callejón, 2001, pp. 222 y ss. 11 Ibidem, p. 226. Esta misma estudiosa, al dejar constancia de la sociedad «desordenada, mestiza, heterogénea», paralela de la sociedad oficial o letrada, explica los rasgos normativos que defiende la segunda como resultado de una actitud defensiva y de control, desarrollada en su propia defensa. 7 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 273 aunque el distanciamiento entre realidad social y criterios oficiales educativos, por las razones que fueran, se neutralizasen, o pasasen inadvertidas, por la relevancia visible del sector culto a ultranza, complejo también en sí mismo y de ninguna manera uniforme. Ahora bien, que el relieve de este sector, como grupo más o menos destacado según las épocas, pueda ser una de las continuidades reconocibles de la historia cultural, no quiere decir que dicha relevancia signifique existencia en solitario (sociedad monolítica), o antagonismo lingüístico-cultural frente a otros sectores totalmente ajenos (sociedad bipartita);12 podría explicarse, tal vez, como la manifestación de «lo prestigiado» en un conjunto de formas variables en convivencia no bien delimitadas, esto es, como parte de un todo en el cual ningún componente opera de forma aislada o autónoma. La secular incultura masiva,13 como en todas partes, había ido generando y extendiendo, dentro de la lengua común, una expresión oral paralela a los usos coloquiales de todos los territorios hispánicos, usos populares especialmente favorecidos en territorios de variadas convivencias lingüístico-culturales; muchos de ellos, perpetuados en las hablas rústicas, han continuado hasta nuestros días. Siglos de ajustes, discrepancias e integraciones mutuas, nunca detenidas, madurarán por fin, en el Caribe insular hispánico, en una oralidad integradora de tendencias y adaptada al medio, desarrollada en el contacto entre los distintos grupos sociales. Cuando Manuel Álvarez Nazario asegura que el español de Puerto Rico, a fines del siglo XIX, ya es una modalidad acriollada de la lengua española,14 se refiere a que, en este momento, el español isleño ha logrado su madurez en la total adaptación al medio (geografía y población), como resultado de un lento proceso en el que había servido de enlace secular entre los individuos y las instituciones reguladoras de la vida comunitaria: las corporaciones municipales, los patrones de organización familiar y jurídica, las relaciones 12 La sociedad bipartita, claramente presente en otros contextos caribeños, habría desarrollado en el Caribe hispánico, sin duda, una nueva lengua, un créole de base hispánica (como el haitiano lo es respecto al francés). El español del Caribe no es un créole, en ninguno de sus territorios, sino un conjunto de variedades del mismo idioma histórico, productos de la adaptación secular, con poquísimos fenómenos exclusivos de la zona, puesto que sus rasgos –hoy lo sabemos por la investigación actual- están presentes en la mayoría de los territorios atlánticos. El español del Caribe es una variedad «acriollada» del español moderno, en el sentido de ‘adaptada’ al medio, igual que el español del resto de todos los países hispanohablantes, cada uno con sus características propias (el andaluz es el español adaptado al sur peninsular, etc.), pero esto no quiere decir que sea, en ningún territorio, una lengua «criolla», o créole. Que en los primeros siglos coloniales, y hasta después, existieran en el Caribe comunidades con formas de hablar cercanas a un créole (el habla de los bozales, por ejemplo) es una realidad sociolingüística que hay que incluir en la complejidad social de la colonia española. Estas formas, por variados factores, ni se desarrollaron ni se propagaron, sino que fueron perdiéndose en las generaciones siguientes de las mismas comunidades, en la medida que sus descendientes adquirían el idioma general (No fue éste el caso de los bozales de Haití, por ejemplo, que desarrollaron la lengua nueva, junto al francés estándar). La persistencia artística o folklórica de estas formas es otro capítulo de la cultura, importante en sí mismo. 13 Es verdad que el analfabetismo llegaba en Puerto Rico al 79%, según el censo de 1899, pero este índice, que concuerda con los de otros países en esta época, incluida España, no significa nada a la hora de identificar el grado de cohesión lingüística de una determinada comunidad de habla: con altos porcentajes de analfabetos que comparten el mismo sistema de comunicación, por muy variable que sea socialmente, una comunidad puede ser lingüísticamente homogénea, con las variedades socioculturales que toda homogeneidad lingüística implica. 14 Manuel Álvarez Nazario, «El estado lingüístico de Puerto Rico al comenzar el siglo XX», La Torre, vol. XXI, núm. 121, Universidad de Puerto Rico, 1983, pp. 11-27. 274 LOS LAZOS DE LA CULTURA eclesiásticas, o la escolaridad y sus patrones.15 En síntesis: más que el desarrollo de una sociedad de evolución lineal y monolítica, ajena a los vaivenes de la marea social, y frente a la hipótesis de una sociedad escindida en dos mundos ajenos, las consideraciones lingüísticas proyectadas en el tiempo nos confirman, en los resultados que se han obtenido hasta ahora, la convivencia efectiva, con sus luces y sus sombras, de conjuntos de individuos e intereses inter- e intrarrelacionados. Esto no significa ignorar acusadas preeminencias, y hasta imposiciones, de ciertos grupos en determinadas sincronías, o las resistencias lógicas de quienes se enfrentaron a la necesidad de adoptar los patrones de los demás, por ser más generales. Distintos factores extralingüísticos irán condicionando, en este contexto nada simplificado o transparente, el desarrollo de la convergencia cultural, integradora de factores diversos y base de la modalidad que hoy llamamos español puertorriqueño.16 Desde la hipótesis de la convergencia, lejos de las simplicidades lineales y de las rupturas discutibles, pienso que al «país de cuatro pisos» se le podría imaginar, al menos, una escalera interior como respiradero obligado del edificio.17 Ángel Quintero Rivera, al volver no hace mucho sobre el debatido problema de la identidad cultural,18 transita, si lo entiendo bien, por esta escalera imaginada cuando propone para Puerto Rico una «hispanidad paradójica» como resultado de la fusión progresiva de elementos diversos. Este proceso de trasvase interrupto vertical (que yo extendería al nivel horizontal entre los variados compartimientos de cada «piso»), es paralelo a la adaptación o acriollamiento incesante de la lengua peninsular, activos, uno y otra, al margen de evidencias explícitas. La «hispanidad paradójica» de Quintero, a mi modo de ver, apunta a la propia identidad puertorriqueña, templada en la búsqueda secular de su propio carácter. Por su parte, y con referencia directa a la lengua española como a «uno de los elementos constitutivos» de las «complejas construcciones de identidades» de América, el Caribe y Puerto Rico, Arcadio Díaz Quiñones ya había señalado que «cualquier intento reduccionista empobrecería esa riqueza [la obtenida en el concurso de variadas presencias culturales], y sería, en consecuencia, inadmisible».19 Cuando Díaz Quiñones habla aquí de «lengua española» no se aparta de la teoría de los lingüistas más autorizados; si lo interpreto bien, su «lengua española» es aquí la «lengua histórica» de Eugenio Coseriu o «la lengua unitaria en lo variable» de Manuel Alvar, esto es, el idioma español como complejo de variedades regionales, una de las cuales, la puertorriqueña, es, como las demás, el resultado de complejos y lentos Ibidem, p. 18. Escrito desde la mejor historiografía crítica, por su ponderada actitud ante la compleja realidad de los hechos y de las actuaciones humanas en sus circunstancias, me parece indispensable, para cercarse a la realidad puertorriqueña, la colección de trabajos de Gervasio Luis García, Historia crítica, historia sin coartadas. Algunos problemas de la historia de Puerto Rico, San Juan, Ediciones Huracán, 1989. 17 Hago referencia, como es obvio, a José Luis González, El país de cuatro pisos y otros ensayos, San Juan, Ediciones Huracán, [1ª ed. 1980], 9ª ed. 2001. 18 Ángel G. Quintero Rivera, «Vueltita, con mantilla, al primer piso», Enrique Vivoni Farage y Silvia Álvarez Curbelo (eds.), Hispanofilia: arquitectura y vida en Puerto Rico, 1900-1950, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp. 250-274. 19 Arcadio Díaz Quiñones, «La política del olvido», La memoria rota, San Juan, Ediciones Huracán [1ª ed. 1993], 2ª ed. 1996, pp. 137-174. 15 16 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 275 procesos de elaboración particular. Estamos, por tanto, ante una modalidad local del idioma español con las manifestaciones propias del espectro sociocultural constitutivo de toda sincronía: lengua oral, vulgar o culta, y lengua escrita, literaria o no literaria. La modalidad interna, con sus registros, fue lo que no supo ver, ni entender, el Dr. Clark en su histórico informe sobre la educación de Puerto Rico,20 cuando en 1899, como Presidente del Insular Board of Education, sección dedicada a «Remarks and Recommendations», y fijándose exclusivamente en determinados estratos sociolingüísticos, describió el español de la Isla como un patois.21 El error es evidente: Clark, sólo vio una manifestación de la lengua, dentro del conjunto total: de espaldas a la literatura que había ido construyendo el pueblo puertorriqueño en la tradición oral, no pudo escuchar las coplas, los romances, las décimas, las narraciones y leyendas, el refranero, las creaciones léxicas, los giros; por otra parte, al desconocer las manifestaciones locales de la lengua culta, pasó por alto el discurso argumentativo de Ramón Power, de Baldorioty de Castro, de Eugenio María de Hostos. Leal a sus motivaciones ideológicas, Clark no pudo, tampoco, percatarse de sus limitaciones. En el siglo XIX, como es bien sabido, se habían abierto nuevos caminos de acercamiento al lenguaje, pero, lamentablemente, pasarían inadvertidos en las Antillas. Los nuevos conocimientos, debidos al desarrollo del comparatismo alemán, sí permitieron a Rufino José Cuervo dar el salto desde el cerrado refugio gramatical al horizonte abierto de la «interpretación filológica». Debemos a Guillermo Guitarte22 el análisis de este cambio en Cuervo, a partir del estudio comparado de las cuatro ediciones iniciales de sus Apuntaciones críticas al lenguaje bogotano (1867, 1876, 1881 y 1885). En su importante Castellano popular y castellano literario, aparecido después de la cuarta edición de sus Apuntaciones (1885), Cuervo ya recoge una nueva visión del español de América. El sabio colombiano, apoyado en la reflexión científica, fue dándose cuenta de que el uso, en primer lugar, está sobre la regla gramatical, y, en segundo lugar, de que no hay uso, por vulgar que se considere en un momento dado, ajeno a las tendencias del idioma. La investigación filológica, que permitió a Cuervo dignificar los provincialismos como objeto de estudio,23 le permitió alcanzar otro concepto de la corrección; su importante trabajo El castellano en América,24 es el resultado de este proceso, único en la América hispánica del momento. No se da, en las Antillas de la época, un salto como el de Cuervo. Una vez más, nuestro Álvarez Nazario25 ofrece un valioso testimonio de la ausencia general de Víctor S. Clark, Report of the Commisioner of Education, 1901, p. 65. Pedro A. Cebollero, A School Language Policy for Puerto Rico, San Juan, Superior Educational Council, 1945, p.6, y Juan José Osuna, A History…, Opus cit., p.197. 22 Guillermo Guitarte, «El camino de Cuervo en América», Philologica Hispaniensia in Honorem Manuel Alvar, vol. I, Dialectología, Madrid, Gredos, 1983, pp. 243-318. 23 Muchos años después, Tomás Navarro Tomás elevaría a estudio científico el español rural y popular puertorriqueño, dentro de la mejor tradición románica. Sobre este punto volveré más adelante. 24 Rufino José Cuervo, «El castellano en América 1899-1903», [Prólogo al poema Nastasio de Francisco Soto y Calvo, Chartres, Imprenta de Durand, 1899], Obras Completas, 2ª ed., vol. III, Bogotá, ICCC, 1987, pp. 518-586. 25 A. Nazario, «Visión en el tiempo…», Opus. cit., p. 47. 20 21 276 LOS LAZOS DE LA CULTURA interés antillano en los estudios científicos de las hablas locales, consideradas por amplios sectores de la sociedad letrada como desvíos sin valor. Álvarez Nazario ilustra este desinterés cuando se refiere al silencio de Puerto Rico y de Santo Domingo ante la solicitud de Hugo Schuchard, quien, en 1882, necesitaba datos sobre el afroantillano, para sus estudios sobre las lenguas criollas. En cuanto a la colaboración de Cuba, es posible que la respuesta al sabio alemán sea el trabajo de Bachiller y Morales cuyo título recoge, sin fisuras, la actitud esencialmente ajena a los estudios de Schuchard y de la filología: «Desfiguración a que está expuesto el idioma castellano al contacto y mezcla de razas».26 Hostos, por su parte, que llama «distracciones lingüísticas» a sus propias reflexiones sobre el estudio del lenguaje –escritas probablemente en Chile, entre 1889 y 199027- sí se acercó a las nuevas corrientes, aunque, condicionado por su visión logicista, ve el lenguaje como traducción del pensamiento, evidencia de un ideario lingüístico propio del siglo XVIII que no le permite aprovecharse mejor de las corrientes contemporáneas. Su agudeza y conocimiento del medio permitieron a Hostos reconocer, sin embargo, la personalidad variable del español de América, algo totalmente ajeno a su época, lo que le llevó a distinguir el carácter dialectal del Caribe mucho antes de que Pedro Henríquez Ureña hablara de zonas dialectales. Sus criterios de corrección, sin embargo, caen en determinismos externos, como cuando rechaza la «erre velar» puertorriqueña por deberse a «la anemia jíbara del régimen colonial». Hostos, como el gran Henríquez Ureña ante la teoría andalucista, pagaría el tributo a su lealtad patriótica con este tipo de deslices ante los usos regionales. Hostos, sin embargo, más cerca de Sarmiento que de Bello, es, sin duda, una excepción en el panorama antillano del siglo XIX, al defender una enseñanza de la lengua basada, no en la gramática y sus conceptos, sino en los «hechos gramaticales» del lenguaje, que es otra cosa muy diferente. Estos principios hostosianos, extraordinariamente actuales, no cristalizaron en un proyecto aplicado a la enseñanza del idioma en Puerto Rico. Me atrevo a afirmar que todavía están esperando su aplicación en el país actual. Lo que sobre la lengua llegaba explícitamente a la atención pública en Puerto Rico, a finales del XIX, a través de periódicos y revistas era, o consideraciones pintorescas sobre el lenguaje en general, o valoraciones de la enseñanza de la gramática como panacea de todos los males. Para citar un ejemplo del primer tipo de publicaciones, podemos recordar que, a finales del siglo, aparece una serie de artículos de Enrique Álvarez Pérez,28 donde, en nombre de la ciencia del lenguaje, se hace relación de los humanistas más notables de Oriente y Occidente, sin otra alusión a la lingüística moderna que la enumeración arbitraria de nombres ligados al comparatismo alemán. En cuanto a las preocupaciones didácticas, nunca ausentes, es importante destacar la abierta actitud de defensa del vernáculo, surgida después 26 Antonio Bachiller y Morales, «Desfiguración a que está expuesto el idioma castellano al contacto y mezcla de razas», Revista de Cuba, vol. XIV, La Habana, 1883, pp. 97-104. 27 Guillermo Guitarte, «Los trabajos lingüísticos de Hostos», Filología, vol. XXI, núm. 2, Buenos Aires, 1986, pp. 80-115. 28 Enrique Álvarez Pérez, «Ciencia del lenguaje», Revista Puertorriqueña, vol. I, núm. 1, San Juan, 1887, pp. 153-156. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 277 del 1898, acompañada de panegíricos exaltados y vibrantes. Este es el caso de un artículo apasionado de Manuel Fernández Juncos, donde el idioma español se retrata con todos los atributos de las grandes lenguas de cultura, sin ningún defecto posible: Tiene nuestra lengua tanta dulzura como la italiana, sin sus extremados afeminamientos; es tan enérgica y cortés como la francesa, aventajándola mucho en soltura y ritmo; tiene ventajas notables sobre la alemana en punto a suavidad y elegancia, y llega en muchos casos sin esfuerzo a la sobriedad de la inglesa, siendo más que ella flexible, grandilocuente y armoniosa. 29 El entusiasmo desbordante de Fernández Juncos no le impide aceptar la conveniencia de que el inglés y el español vivan en buena vecindad, ni que ambas lenguas «puedan coexistir en provecho del país y con favorable influencia en sus destinos futuros»,30 aceptando, incluso, que «Puerto Rico puede ser dentro de poco un pueblo bilingüe, y derivar todo provecho posible de esta afortunada cualidad».31 Contradictorio parecería el pensamiento de Fernández Juncos si no tuviéramos presente la actitud autonomista de finales del XIX, por él defendida en una de sus versiones,32 identificada con la igualdad política que los Estados Unidos garantizaban: «Seremos americanos sin dejar de ser lo que somos», diría el autonomista y liberal Matienzo Cintrón en un famoso discurso político de 1902.33 Como explica Agrait,34 pronto empezarían los recelos, pues la «Ley del Idioma» de aquel mismo año 1902, que oficializó el inglés, no caería en el vacío. Con todo, la paradoja implícita en las palabras de Fernández Juncos no debe sorprender en absoluto; si interpreto bien los análisis de Astrid Cubano,35 nuestro autor bien podía formar parte de un ideario autonomista en que, además de contar más la ideología que el origen, se perseguía el encuentro de la igualdad política sin traicionar la propia herencia cultural.36 «Lo cortés no quita lo valiente», parece decir nuestro autor, y el texto que me sirve de referencia es testimonio de esta actitud: para Fernández Juncos la Manuel Fernández Juncos, La lengua castellana en Puerto Rico. Su importancia y utilidad en Puerto Rico. Medios recomendables para enseñarla, Texto del Discurso ante la «Exposición Escolar de Puerto Rico» celebrada en San Juan, Imprenta El País, 1903, p. 7. 30 Ibidem, p. 11. 31 Ibidem, pp. 11-12. 32 Mª de los Ángeles Castro Arroyo y Mª Dolores Luque de Sánchez, «Raíz y desarrollo del pensamiento autonomista», Puerto Rico en su historia. El rescate de la memoria, San Juan, Editorial La Biblioteca, 2001, pp. 221 y ss. 33 Sigo a Luis A. Agrait, «Puerto Rico en el vórtice del 98, “A prisa, a toda prisa, formemos la patria”», Consuelo Naranjo, Miguel Ángel Puig-Samper y Luis M. García (eds.), La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98, Madrid, Ediciones Doce Calles, 1996, pp. 98-107. 34 Ibidem, p. 102. 35 Astrid Cubano, «Criollos ante el 98: la cambiante imagen del dominio español durante su crisis y caída en Puerto Rico 1889-1899», Revista de Indias, vol. LVI, núm. 211, Madrid, CSIC, 1997, pp. 637-655. 36 Sobre los anexionismos antillanos decimonónicos, sus actitudes y complejidades, véase: Gervasio L. García, «José Julio Henna Pérez: tema del traidor y el héroe (o los bordes dentados del fin de siglo)», Op. Cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 11, Universidad de Puerto Rico, 1999, pp. 73-108. 29 278 LOS LAZOS DE LA CULTURA lengua vernácula debe enseñarse de forma rigurosa, constante y progresiva. El discurso acaba con estas palabras, que no necesitan glosa: No permitáis que se extinga ni decaiga entre vosotros la lengua más grandilocuente que hablan hoy los humanos; […] y la única en que está escrito el inventario de los progresos aquí realizados durante cuatro centurias y el testimonio mismo de la cultura puertorriqueña.37 El siglo XIX, oficialmente castizo y académico, ventiló el armario y desempolvó la bien guardada veta local. Y lo hizo, no sólo al amparo de un costumbrismo irónico e inofensivo, sino también a la vanguardia de un discurso de resistencia, poco estudiado a mi entender, que arremetía contra la retórica oficial desde el ensayo crítico o el artículo de opinión. Así es como se instala el lenguaje coloquial, por ejemplo, en los textos de Nemesio R. Canales, para quien el Puerto Rico real, sin exclusiones, es el punto obligado de toda referencia; este lenguaje deliberadamente cercano podría servir como trampolín hacia lo propio, desde un modernismo de vuelta.38 Es el momento de la «puertorriqueñización de la prosa», en palabras de la estudiosa Ortiz Lugo,39 para quien el discurso de Canales tiene dos propósitos: a) la búsqueda de la identidad lingüística dentro de una gran cultura compartida, frente al inglés, y b) la oposición a una expresión oficial incomprensible para el pueblo. Esta estudiosa nos lleva de la mano a la comprensión de un Canales que rescata y pone sobre el tapete el tipo de expresión conversacional que tanto admiraba en Matienzo, «que no hablaba en párrafos»,40 y que hubiera deseado en De Diego. En otras palabras: si Alonso «habló por el jíbaro», «Canales se propuso hablar con él»;41 no hay duda de que la actitud de Canales retoñará mucho más tarde en los textos de Luis Rafael Sánchez.42 El siglo XIX, en fin, a la luz de lo que aquí, con toda la cautela que el asunto merece, sólo aparece esbozado con algunos testimonios importantes, fue poniendo sobre el tapete la posibilidad conciliatoria de una línea convergente, capaz de acoger la realidad lingüística del país. A principios del XX, a manera de torrente que ha ido tajando su propio cauce, el español de Puerto Rico se revela como la lengua construida en la tensión de dos líneas igualmente tercas, orillas cercanas o próximas, con sus mutuos trasvases y distanciamientos. De ambas, directa o indirectamente, tenemos Manuel Fernández Juncos, La lengua castellana…, Opus cit., p. 7. Cursiva de la autora. Antonio Crespo prepara en este momento su tesis doctoral sobre Nemesio R. Canales y su discurso de resistencia en La leyenda benaventina (Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico). 39 Julia Cristina Ortiz Lugo, Modernismo y estética de lo cercano en los artículos periodísticos de Nemesio R. Canales, Tesis doctoral, Tulane University, Ann Arbor, 1989, pp. 155 y ss. (Debo esta ficha bibliográfica a Antonio Crespo, citado en la nota anterior). 40 Ibidem, p. 164. Cita tomada de Canales, Glosario, 43. 41 Ibidem, p. 165. 42 Sobre este asunto: Efraín Barradas, Para leer en puertorriqueño. Acercamiento a la obra de Luis Rafael Sánchez, Río Piedras, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1981. María Vaquero, «Interpretación de un código lingüístico: La guaracha del Macho Camacho», Revista de Estudios Hispánicos, vol. 5, Universidad de Puerto Rico, 1978, pp. 51-70. 37 38 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 279 testimonios,43 propios de una situación lingüística compleja. Si a finales del siglo XX, se podrá poner en duda, no sin debate, que esta lengua sea signo de identidad, por los años veinte, en el contexto que encontró Navarro Tomás en Puerto Rico, la preocupación estaba, precisamente, en que, al perderla, se perdería la propia identidad. Esto era así porque la lengua española que estaba en juego ya no era «la lengua del otro», cercano o distante, sino una lengua española de todos los puertorriqueños, más o menos cortada a la medida, donde cabían, convertidos ya en carne propia, purismos y provocaciones. Que esta misma lengua convertida en sangre propia pueda, a finales del XX, ponerse en solfa como signo de identidad cultural, merece otras reflexiones de indudable interés que no pueden abordarse aquí.44 ESPAÑA Y PUERTO RICO ENTRE DOS SIGLOS: COYUNTURA HISTÓRICA PARA UNA RELACIÓN CULTURAL Los intelectuales españoles del último cuarto del siglo XIX sintieron la necesidad de reflexionar sobre la imagen que la nación tenía de sí misma, con el propósito de comprender lo que puede llamarse «conciencia histórica», asumida por la colectividad de forma más o menos intuitiva. Una serie de factores, podríamos decir de «historia interna» (la tradición oral, el ideario transmitido por los libros de texto o por la prensa, la propia experiencia vital e intransferible de cada uno)45 van configurando poco a poco esta conciencia colectiva, de efectos decisivos en la sociedad, por cuanto es capaz de condicionar sensibilidades y comportamientos. Cánovas del Castillo, eslabón en una tradición de pensadores importantes, al proponerla como un hecho, ya había usado, en 1854, el término decadencia para arropar la imagen que España se había ido construyendo de sí misma a partir del siglo XVII.46 Años más 43 De la oficial, basten las referencias hechas. Como testimonio importante de la segunda, además de los textos y autores aquí aludidos, vale la pena recordar las primeras observaciones sobre el habla campesina del país que aparecen en Federico Pajeken, Gramática del español, Bremen, 1868, o el mismo testimonio de Hostos, citado más arriba, sobre pronunciaciones estigmatizadas en su época y rechazadas por él mismo (la «erre velar», por ejemplo). 44 Hasta ahora, en la documentación revisada sobre el proyecto de creación de los estudios hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, no he encontrado preocupación alguna por identificar el tipo de lengua, general o local, que sería modelo para la enseñanza. No debe interpretarse, esta ausencia, como indiferencia o rechazo de lo propio, pues no creo se pueda pedir, en épocas anteriores, incluso, al estructuralismo, la consideración y aplicación de los criterios y postulados de la sociolingüística o de la lingüística aplicada, nacidos muchísimo después y mal conocidos en el mundo hispánico, todavía, a finales del siglo XX. Es oportuno recordar, en relación con la variedad dialectal y su lugar en la enseñanza, el trabajo pionero en este aspecto de Margot Arce Blanco, «Sobre la enseñanza de la pronunciación española en Puerto Rico», Índice, vol. I, núm. 24. pp. 389 y ss., uno de los textos más sensatos que se han escrito en el país sobre la didáctica del idioma en uno de sus niveles más importantes, el de la fonética, del cual hoy se ha llegado a afirmar que su conocimiento no le es necesario al maestro de español para enseñar a los niños a leer y escribir el idioma (!) . (Véase el documento (abril de 2002) Reacción de la Facultad de Educación a la Propuesta de Creación de un Certificado de Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua Materna, presentada por el Programa Graduado de Lingüística de la Facultad de Humanidades ante las autoridades académicas del Recinto de Río Piedras, 2002). 45 José María Jover Zamora, «Restauración y conciencia histórica», España. Reflexiones sobre el ser de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997, pp. 331-363. 46 Antonio Cánovas del Castillo, Historia de la decadencia de España desde el advenimiento al trono de Don Felipe III hasta la muerte de Don Carlos II, Madrid, 1854. 280 LOS LAZOS DE LA CULTURA tarde, retoma la hipótesis47 para ampliarla, proyectándola hacia el futuro: para el Cánovas de 1870, la decadencia española no era circunstancial sino esencial, dentro del destino reservado a las naciones latinas. La hipótesis inicial es, ahora, paralizante, por cuanto cierra el camino a la renovación: Cánovas «invita a asumir la decadencia»48 desde una actitud derrotista, aunque vestida de dignidad y decoro; pero los mismos acontecimientos históricos europeos (Francia adquiere protagonismo político-militar e Italia accede a la Triple Alianza) le obligarán a revisar su teoría de la decadencia como componente esencial de los pueblos latinos, si bien la mantiene en pie para el propio país. La noción de Cánovas tenía un arraigo considerable (la defendían otros intelectuales de paralelo prestigio y estaba enraizada en el desengaño popular), pero el ambiente de finales de siglo, incluida la experiencia del 98, iba a poner en duda muchas ideas arraigadas, entre ellas la aceptación del determinismo histórico-cultural. Poco a poco, como ha explicado Jover Zamora, se empezó a relacionar la noción de decadencia con la situación social en su conjunto, desplazando hacia lo circunstancial las razones de su existencia. Este cambio de perspectiva representó un giro radical: la paulatina aceptación de que no hay decadencias esenciales ni determinadas, sino situaciones deficientes que favorecen su desarrollo, como la paupérrima situación del campesinado, de la instrucción pública, de las instituciones, de la administración del Estado, del sufragio, del nivel científico…, etc., que España había arrastrado durante mucho tiempo. Es el conjunto de todas estas deficiencias lo que produce una «ciudadanía incapaz», que puede hacerse «solvente» tan pronto como cambien las situaciones. La noción de decadencia no desapareció de la conciencia colectiva, de la noche a la mañana, pero el cambio de visión abrió el camino a nuevas actitudes. Todos los generacionistas, con distintos matices, participaron en los nuevos debates. Me aparto de estos autores, muy conocidos, para detenerme en un texto inclasificable y de excepción, Los tónicos de la voluntad, de Santiago Ramón y Cajal,49 poco conocido, creo, pero fundamental para los propósitos de esta exposición, por cuanto es uno de los pocos trabajos dedicados a justificar que la elevación científica y cultural de un país, responsabilidad del Estado, se traduce, automáticamente, en avance político, social y económico. Ramón y Cajal, hombre de reflexión probada en la investigación más exigente, sabe que la voluntad individual necesita «tónicos», esto es ‘reconstituyentes’, que garanticen su »salud». Los «tónicos» que Ramón y Cajal incluye en el título feliz de su Discurso de Ingreso a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, además de consejos invaluables, son los estímulos, apoyos y medios con los cuales el Estado puede vencer el atraso, la abulia o la indiferencia colectiva. Para Ramón y Cajal, España era, y había sido, «un país intelectualmente atrasado, no decadente», «un pueblo ineducado, no degenerado»50; lo sería, si, con los cambios de si47 Antonio Cánovas del Castillo,«La cuestión de Roma» [Discurso pronunciado el día 26 de noviembre de 1870, en el Ateneo de Madrid], Obras Completas, vol. I: Discursos en el Ateneo, Madrid, Fundación Cánovas del Castillo, 1981. Referencia tomada de José M. Jover [a quien sigo en este punto], Restauración y conciencia…, Opus cit., p. 335, n. 4. 48 Ibidem, p. 339. 49 Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos…, Opus. cit. 50 Ibidem, pp. 139 y 140. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 281 tuación hacia lo positivo, continuase indefinidamente en el atraso secular. A Ramón y Cajal, con la fe en el pueblo español y la mirada en el futuro, le interesaba más proponer remedios concretos que lamentarse de un pasado irreparable, razón de que su proyecto de elevación cultural y científica exigiera un ambiente propicio y adecuado, donde se respirase un aire nuevo que habría que buscar fuera del país, puesto que la renovación profunda de la vida intelectual siempre ha exigido nuevas cabezas, sólo posibles si pueden distanciarse del ámbito circundante. Dirá, la vista puesta en el blanco: …No reside, pues, el daño en los que aprenden, ni en el Estado que, en la medida de lo posible, sufraga los gastos, sino en los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal del discípulo será siempre parecerse a su maestro, ¿cómo superarse si no halla cerca de sí término más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena de hierro de nuestro atraso, rómpase por el anillo docente, único sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el Estado.51 Desde la aristocracia del saber, y en su característica modestia personal, a Ramón y Cajal no le basta con denunciar el atraso o la abulia si no se vivifica la inteligencia dormida y se tonifica la voluntad enferma: diagnóstico y terapéutica. Gran afinidad existe entre las ideas y planteamientos de Ramón y Cajal y el ideario que Federico de Onís expondrá después públicamente, en otro discurso memorable, pronunciado en la sesión de apertura del curso académico de 1912, en la Universidad de Oviedo. Para Federico de Onís la elevación cultural sólo sería realidad en un porvenir de trabajo y esperanza.52 El problema de Puerto Rico era diferente. Aquí, mientras tanto, ante los nuevos dueños progresistas, que tenían, también, su propia tradición (no dispuestos a traicionar), se iba desdibujando el sueño autonomista de construir el progreso en la propia tradición cultural. Las reservas se convirtieron en alerta y la enseñanza academicista respondió ya, abiertamente, al freno del «deterioro idiomático», como urgente postura de defensa y protección. Baste recordar a Teófilo Marxuach,53 con su intención de corregir errores, lo cual le permite, por otra parte, y a manera de un Appendix Probi moderno, dejar constancia de los usos populares. O a Epifanio Fernández Vanga, que, preocupado por las interferencias del inglés en el español, ofrece una serie de artículos publicados en la revista Puerto Rico Ilustrado, en los cuales no falta la fina y demoledora ironía al referirse a la facilidad con que los estudiantes del momento leían el inglés con buen acento sin enterarse del contenido. Las anécdotas que le permiten hacer las reflexiones correspondientes54 valen más por sí mismas que todo cuanto se diga en defensa de las teorías más autorizadas en Ibidem, p. 161. Federico de Onís, «El problema histórico de la Universidad española», España en América, Estudios, ensayos y discursos sobre temas españoles e hispanoamericanos, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1968, pp. 53-90. 53 Teófilo Marxuach, El lenguaje castellano en Puerto Rico; mecanismo del lenguaje, vicios de dicción, San Juan, San Juan News, 1903. 54 Epifanio Fernández Vanga, «La nueva hornada. Cómo lee la actual generación a causa del uso del inglés y el español», Puerto Rico Ilustrado, núm. 208, 21 de febrero de 1914. 51 52 282 LOS LAZOS DE LA CULTURA el aprendizaje de segundas lenguas.55 Si, como se ha dicho arriba, el siglo se abría en España hacia la renovación de la conciencia colectiva, con instituciones organizadas y proyectos concretos de elevación cultural, en Puerto Rico surgía poco a poco el recelo ante su más importante institución, la joven Universidad que, fundada en 1903 como la realización de un sueño reiteradamente pospuesto, parecía más preocupada ahora por la enseñanza del inglés que del español, aunque la verdad era (como ocurre a principios del siglo XXI) que las dos lenguas recibían enseñanza inadecuada.56 De esta primera Universidad, nacida en «la tradición norteamericana de los colegios y universidades»57 alejados de los centros urbanos, y al abrigo de las Escuelas Normales,58 saldría, más adelante, la renovación intelectual del país, pero, en estos años, la Institución no parecía dispuesta a orientarse en la tradición local. Fue necesario esperar algún tiempo para que, con un rector en dedicación exclusiva, recibiera toda la atención necesaria, cumpliendo así el propósito fundamental de educar a los maestros del país. Este primer canciller sería Thomas E. Benner, un liberal norteamericano capacitado para desentenderse de la política de adoctrinamiento vigente en los Estados Unidos, asumiendo el compromiso de su cargo al servicio de la comunidad. Muchos años después, Jaime Benítez lo recordaría con estas justas palabras: Thomas E. Benner started the basic academic orientations which distinguish our University to this day. He moved institutional leadership away from its Normal School tradition and led it towards its present day emphasis on the humanities and the sciences. Asimismo, destaca su labor, como …champion of Spanish culture and an advocate of Spanish as a vehicle of Instruction in the Schools.59 Baste el siguiente dato para juzgar a Benner como persona comprometida con el presente y con el futuro: llegó a Puero Rico en agosto de 1924, y, apenas pasados cuatro meses, en enero de 1925, aparece su texto «Nuestra Universidad»,60 55 Estos artículos de Fernández Vanga fueron reunidos y publicados más tarde con el título de El idioma de Puerto Rico y el idioma escolar de Puerto Rico, San Juan, Ed. Cantero y Fernández, 1931. 56 Constante ha sido, desde principios de siglo, la miopía de no ver que la enseñanza deficiente del español, al margen de sus épocas de marginación oficial, es un problema de la enseñanza y del diseño curricular que suele afectar a todas las demás disciplinas. Las investigaciones serias en este sentido siempre han demostrado que la enseñanza deficiente, por las razones que sean, nunca se manifiesta aislada en una sola área del currículo escolar. 57 María Luisa Moreno, La Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Recinto de Río Piedras, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2002. Este libro es imprescindible para conocer la historia de la Universidad, con datos de primera mano; interesa aquí, sobre todo, el Capítulo I (19031923). 58 La primera de las cuales empezó a funcionar en 1891, precedida de los esfuerzos fallidos del Ateneo y de las cátedras aisladas de principios del XIX. El antecedente inmediato fue la Escuela Normal Industrial de Fajardo, de 1901, trasladada a Río Piedras y declarada Universidad, por ley, en 1903. 59 Jaime Benítez (ed.), «Preface», Thomas E. Benner, Five Years of Foundation Building. The University of Puerto Rico, 1923-1929, Río Piedras, University of Puerto Rico, 1965. 60 ACUPR, Caja B-1 «Organización y sus funciones». NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 283 donde presenta la situación del Recinto, la enumeración de sus necesidades concretas y los proyectos de necesario apoyo oficial. La Universidad de Río Piedras entraba, así, en la etapa brillante que le daría prestigio internacional, basado, sobre todo, en el nacimiento y desarrollo de las Humanidades. Ramón y Cajal había expuesto sus «tónicos de la voluntad» en 1897, publicados en 1898 por primera vez. En 1912, fecha de la tercera edición, el autor añade al texto original algunos capítulos nuevos, de los cuales nos interesa ahora el Capítulo XI. En este último capítulo añadido, seguido de un Post Scriptum, el autor presenta los «Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción» existentes ya en ese momento, dejando constancia de que su ideario, basado en la elevación cultural y compartido sin duda por otros muchos intelectuales, -sólo se hace, más arriba, referencia a Federico de Onís por ser especialmente significativo para nosotros- no había caído en el vacío. Efectivamente, cuando Ramón y Cajal añade este capítulo a su texto, quince años después, ya funcionaban en España instituciones como la Junta de Ampliación de Estudios y Pensiones y el Patronato de ingenieros y obreros, cuyo propósito era educar a la juventud intelectual y obrera, dentro y fuera del país, sosteniéndola «en los grandes focos de producción científica e industrial de Europa y América».61 Por su parte, la Junta de Ampliación de Estudios, fundada en 1907 (de la cual fue Ramón y Cajal su primer director), además de enviar pensionados al extranjero como medida de renovación intelectual interna, creaba centros de investigación científica de alto nivel, tres de los cuales ya funcionaban en 1912: el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias Físiconaturales y la Escuela de Roma para Arqueología e Historia. Y junto a ellos, iba apareciendo una serie de instituciones educativas adecuadas y liberales, como la famosa Residencia de Estudiantes, ligada a las figuras más significativas de la cultura en las décadas posteriores. La cosecha positiva de todos estos centros fue rápida y espléndida, razón de que, en 1912, Ramón y Cajal ya pueda referirse al cambio de actitud de los docentes, uno de los efectos más importantes de la aplicación de estas reformas: …en la nueva generación, el tipo mental del maestro declamador y meramente comentarista disminuye visiblemente, y de día en día aumenta el número de revistas científicas nacionales, de laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profesores entregados a pesquisas originales.62 Una de las instituciones dependientes de la Junta de Ampliación de Estudios es especialmente importante para el tema que nos ocupa: el Centro de Estudios Históricos de Madrid –analizado en este libro por Miguel Angel Puig-Samper y Consuelo Naranjo Orovio–.63 Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos…, Opus cit., p.163. Ibidem, p. 165. 63 Tanto de la Junta como del Centro de Estudios Históricos sólo se hacen aquí las referencias necesarias en función de la línea de exposición. Para detalles, véase el trabajo dedicado a estas instituciones en este mismo volumen. Para noticias muy importantes, y de primera mano, sobre el Centro, es imprescindible el trabajo de Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», ¡Alça la voz, pregonero! Homenaje a Don Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Cátedra-Seminario Menéndez Pidal y Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, 1979, pp. 43-79. 61 62 284 LOS LAZOS DE LA CULTURA No podemos olvidar la presencia en el Centro de investigadores y estudiosos puertorriqueños como Margot Arce y Rubén del Rosario,64 que pronto llegarían a ser figuras de relieve en la Universidad de Puerto Rico y en la cultura hispánica. Si, por los años veinte, el Centro de Estudios Históricos se había convertido en uno de los focos de investigación más prestigiosos para el estudio de la cultura hispánica, no debe llamar la atención que la profesora Josephine W. Holt,65 en 1923, propusiera a la Junta de Administradores de la Universidad de Puerto Rico66 su plan de un programa en lengua y literatura hispánicas, con la invitación expresa a D. Américo Castro, uno de los miembros de dicho Centro. Según este programa,67 el profesor invitado se haría cargo de los cursos de lengua y literatura hispánicas dirigidos a profesores norteamericanos que, sin poder trasladarse a Madrid, pudieran perfeccionar sus conocimientos en un país hispanohablante. No pudo venir Américo Castro en esta ocasión, pero las iniciativas de la profesora Holt, que serían la base de una relación cultural decisiva entre España y Puerto Rico, motivaron la invitación a Tomás Navarro en 1925, determinada por su prestigio de fonetista. Desde 1916 Navarro Tomás publicaba sus trabajos sobre los sonidos del español, a partir de análisis hechos en el laboratorio del Centro de Estudios Históricos; preparaba, además, materiales didácticos para actualizar la enseñanza del nivel fónico del lenguaje (así redactó su Manual de pronunciación española68), o transcribía incansa- 64 Es entrañable la relación de recuerdos que hace Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…», Opus. cit., pp. 57-y 58, de los tiempos compartidos con los dos profesores puertorriqueños en Madrid, cuando el Centro estaba en la calle de Almagro, época de 1920 a 1930 (después pasó a la calle Medinaceli, hasta 1938; en sus años iniciales, 1910-1920, había ocupado un espacio de la Biblioteca Nacional). Lapesa relata las dificultades de los antillanos ante el clima madrileño, en el ambiente poco confortable de la época, y destaca la excelencia de sus trabajos e investigaciones. Los dos serían, después, figuras decisivas para la elevación cultural de Puerto Rico, puesto que sus nombres están ligados a una de las épocas más brillantes del Recinto de Río Piedras y a la llamada «Generación del 30», comprometida con la búsqueda de la controvertida identidad nacional, junto a Antonio S. Pedreira y a otros incansables estudiosos. 65 Pocas son las noticias, todas indirectas, que he podido allegar hasta ahora sobre Josephine W. Holt; alguna referencia epistolar de la época me permite suponer que esta profesora tenía a su cargo la organización y dirección administrativa del programa hispánico que ella misma había promovido, a juzgar por las referencias al respecto que hace don Federico de Onís en carta dirigida al canciller Benner, el 11 de diciembre de 1925: «I sent Miss Holt some time ago the titles of my courses for next summer», ACUPR, R-3. 66 Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás y su viaje a Puerto Rico», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, vol. I, núm. 1, Madrid, 1925, p. 1. 67 En carta del 2 de febrero de 1924, Samuel R. Quiñones y Vicente Géigel Polanco, «Estudiantes de Derecho», envían una carta a la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico en la cual, después de haber notado «la ausencia de la literatura nativa», en el nuevo Programa de Estudios de la Universidad, solicitan «la creación de una cátedra de Literatura Puertorriqueña». Los autores se refieren al éxito obtenido por Concha Meléndez en sus conferencias sobre Literatura hispanoamericana, como indicio del entusiasmo que generaría la literatura puertorriqueña. ACUPR, R-3. 68 Tomás Navarro Tomás, Manual de pronunciación española, Madrid, Junta para la Ampliación de Estudios, Centro de Estudios Históricos, Publicaciones de la Revista de Filología Española, Sucs. de Hernando, 1918. Además de sus más de veinte ediciones, apareció un resumen de esta obra en inglés que fue, durante décadas, la referencia fonética obligada del español en los Estados Unidos: Tomás Navarro Tomás y Aurelio Espinosa, A Primer of Spanish Pronunciation, Boston, Sanborn and Co., 1926. Aunque sus estudios sobre la prosodia son muy tempranos, su tratado de entonación es más tardío, pero igualmente prestigioso durante mucho tiempo: Tomás Navarro, Manual de entonación española, New York, Hispanic Institute on the United States, 1944. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 285 blemente textos medievales que luego formarían el gran corpus de Documentos Lingüísticos de Castilla (1919) y los Documentos Lingüísticos del Alto Aragón, inéditos hasta 1957. Su estancia en Hamburgo, dentro de los planes del Centro de enviar a sus investigadores a los focos de prestigio del extranjero, lo habían puesto en contacto con nuevas teorías y técnicas de investigación, y de Alemania había regresado con los nuevos acercamientos de la joven Geografía Lingüística, método de trabajo con que iniciaría el estudio científico del idioma español en Puerto Rico, pocos años después. Para un pueblo como Puerto Rico que …no quiere desprenderse de la más grande herencia que le legaron sus antepasados, y que, por amar la lengua española, quiere conservarla en el mayor grado de pureza, pues a pesar de los esfuerzos de los profesores, la influencia de la lengua oficial, el inglés, se nota ya en el habla de aquellos que tienen que emplear ambos idiomas, era necesaria una persona que, libre de prejuicios raciales o políticos, presentara ante las autoridades del país, y sobre todo ante el cuerpo estudiantil, el desarrollo de la lengua española, empezando, por aquellas partes que tanto interés tienen hoy para los puertorriqueños: la pronunciación española.69 Los trámites de permiso de salida, gestionados ante las autoridades españolas desde Puerto Rico, se iniciaron a principios del año 1925.70 Concedido el permiso oficial y en regla todos los procedimientos, Navarro Tomás llegó a Puerto Rico el 29 de junio de 1925. Antes, incluso, de hacer este primer viaje, Benner quiso comprometerlo también para el curso siguiente, como demuestra una carta de Navarro, del 14 de mayo del mismo año, en respuesta a dicha invitación, enviada el siete de abril; pero este segundo viaje tendría que esperar.71 Al fin, y equipado con la herencia de D. Ramón Menéndez Pidal, Navarro vendría dos veces a Puerto Rico; traía, del viejo maestro, «la entrega cordial, el tesón contagioso, el don de consejo, el sentido del trabajo solidario».72 La Universidad de Río Piedras lo recibió como Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás…», Opus cit. pp. 1-6. Benner escribe al Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Paseo de Atocha, Madrid, el 21 de enero de 1925, solicitando «le conceda permiso al Dr. Tomás Navarro para venir a Puerto Rico a dar un curso de conferencias en la escuela de verano de Español de la Universidad de Puerto Rico». ACUPR, R-3. 71 En esta carta de respuesta a Benner, del 14 de mayo, Navarro Tomás explica la imposibilidad de aceptar la segunda invitación, por tener comprometido el año 1926 con el Instituto de Filología de Buenos Aires. Ante la imposibilidad de que viniera Américo Castro (los dos no podrían faltar al mismo tiempo del Centro), en esta misma carta propone que se invite a D. Antonio G. Solalinde, entonces en Wisconsin, con la aclaración de que, si éste tampoco pudiese, y de no encontrar a otra persona, podría aceptar. No se encontró profesor, razón de que Tomás Navarro aceptase al fin esta segunda invitación de Benner para el año 1927-28. ACUPR, R-3. 72 Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…», Opus. cit., p. 61. 69 70 286 LOS LAZOS DE LA CULTURA recibe el país a los embajadores de buena voluntad, junto a un grupo excepcional de jóvenes puertorriqueños, personalmente comprometidos con la elevación cultural como herramienta de progreso (Antonio S. Pedreira, Concha Meléndez,73 Margot Arce o Rubén del Rosario), que eran, en aquel momento, la promesa de un futuro brillante para las Humanidades del Recinto; años más tarde, serían, junto a otros nombres puertorriqueños, el centro de su prestigio internacional. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO De acuerdo con su especialidad, Tomás Navarro dictó dos cursos en el verano de 1925, uno sobre Fonética y otro sobre Lírica Popular. El éxito y la importancia de Navarro no pasaron inadvertidos al recién nombrado canciller Benner, que inició rápidamente las gestiones para ampliar y oficializar la continuidad de aquellos cursos, germen de los estudios humanísticos en la Universidad de Puerto Rico. A este propósito responde la siguiente carta telegráfica enviada a D. Ramón Menéndez Pidal, director del Centro de Estudios Históricos de Madrid, en la cual se reconoce que Puerto Rico, inicia una «nueva vida» intelectual: MENÉNDEZ PIDAL, CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS, MADRID. Universidad de Puerto Rico, dotada medios amplio desarrollo, empieza nueva vida y saluda ese Centro, deseando íntima colaboración. País y Universidad agradecen presencia doctor Navarro. Encantados su gran labor. Esperamos pueda volver curso completo 1926-1927. Recibirá carta sobre esto. BENNER, CANCILLER74 Efectivamente, la labor de Navarro había sido ejemplar aquel verano, más allá, incluso, de la cátedra. En este sentido, merece la pena destacar su colaboración con otras instituciones culturales del país, no ya por su disponibilidad para dictar las conferencias que se le pedían, sino porque, además, los temas seleccionados le permitían presentar una imagen de la España revitalizada y comprometida con nuevas actitudes. Nunca pagará España a Navarro Tomás, y a otros como él, la la73 El testimonio de lo que prometía la muy conocida después Dra. Concha Meléndez, consta en una carta del propio canciller Benner a don Federico de Onís, entonces en Columbia University, fechada el 4 de agosto de 1925. En esta carta, Benner solicita acogida y ayuda para la joven Concepción Meléndez, «Instructor in Spanish at this institution, who intends to study under your direction next year. Miss Meléndez is a young woman of brilliant promise we believe». No se equivocó el canciller Benner en su valoración de la joven estudiante, como tampoco se equivocó en su valoración de Pedreira, según consta en otra carta escrita a Onís, el 13 de agosto del mismo año, en que le recomienda a «Mr. Pedreira. He is a young man of promise who has a quick mind, a good personality and an enthusiatic interest in this subject». El 21 de agosto Onís contesta a Benner con una larga carta en la cual explica lo que pensaba hacer por los jóvenes puertorriqueños (les buscaría acomodo y trabajo, además de apoyo y orientación académica). Benner, a su vez, agradece lo hecho por Onís, en otra carta del 9 de septiembre del mismo año, en la cual le dice: «The University feals greatly under obligations to you.» Cartas posteriores demuestran el interés continuo de D. Federico en los estudios y progresos de Meléndez y Pedreira, así como su preocupación en asegurarles becas y ayudas. Todas las cartas citadas, en ACUPR, R-3. 74 Tomada de Rafael W. Ramírez, « El doctor Navarro Tomás…», Opus cit., p. 3. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 287 bor ejemplar de ir desmontando en el extranjero, al margen de la retórica gastada y de la política de turno, tantos errores y prejuicios del pasado. Conferencias como la dictada en la Biblioteca Carnegie sobre los Precursores españoles de la lingüística moderna, con importantes observaciones sobre la investigación española sobre los sordomudos, por ejemplo, o las ofrecidas en el Ateneo Puertorriqueño sobre los Problemas y métodos de la fonética experimental y sobre El movimiento científico de la España actual, ponían, ante un auditorio sorprendido, la España renovada y confiable que se empeñaba, ahora, en la conquista más difícil, la de «conquistarse a sí misma». La colaboración de Navarro Tomás con las instituciones culturales del país, al margen de sus compromisos universitarios, no fue casualidad. Desde antes del 1898 había ido apareciendo en Puerto Rico una serie de asociaciones, fundadas por emigrantes españoles,75 que, no sólo sirvieron para que los peninsulares participaran en los debates culturales y políticos del país, sino que desempeñaron un papel decisivo a la hora de perfilar los fundamentos de «la modernidad y la nacionalidad puertorriqueña».76 De acuerdo con Jaime M. Pérez Rivera, a quien sigo en este punto, la ausencia de una política exterior efectiva de España hacia Hispanoamérica, a raíz de las independencias, hizo que estas asociaciones, unidas a la prensa, desempeñaran un papel decisivo en las relaciones culturales de ambos países. En este contexto, una de las asociaciones de Puerto Rico, el Casino Español de San Juan (SESJ), fundado en 1871, al tanto de los nuevos programas universitarios en beneficio de la cultura hispánica, no vacilaría en felicitar con entusiasmo al canciller Benner por: la meritoria labor que el departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico viene desarrollando; labor trascendental que ha tenido una acentuación digna de todos los encomios desde que usted asume la alta dirección de nuestro primer centro docente.77 Asimismo, y después de reconocer con legítimo entusiasmo, la participación valiosa que en este movimiento cultural ha tomado el eminente lingüista Dr. Tomás Navarro, uno de los más sólidos prestigios de la cátedra española…78 Sobre los españoles en Puerto Rico a raíz del 98: Jaime M. Pérez Rivera, «¿Qué pasó con los españoles en Puerto Rico después del 98?», Ivonne Acosta Lespuer, (ed.), El 98. Cuadernos del 98, San Juan, Ateneo Puertorriqueño, Editorial LEA, 1999, pp. 235-254. 76 Jaime M. Pérez Rivera, Asociacionismo, prensa y cultura entre los inmigrantes españoles de San Juan, 1871-1913, Tesis doctoral, Departamento de Historia, de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2002, p. iii (inédita). Esta investigación es fundamental para el tema que nos ocupa y para conocer el contexto cultural y político condicionante de las reacciones adoptadas por los españoles residentes en la Isla antes y después de los acontecimientos del 1898. 77 Carta del «Presidente Accidental» del Casino Español de San Juan, de firma ilegible, dirigida al Hon. Thomas Benner, Canciller de la Universidad de Puerto Rico, con fecha del 24 de agosto de 1925, ACUPR, R-3. 78 Idem. 75 288 LOS LAZOS DE LA CULTURA le hace saber el deseo del Casino de colaborar en el proyecto cultural iniciado, ofreciendo al Profesor Don Rafael W. Ramírez, un modesto presente: quinientos dollars [sic] para ayudarle en la realización de su proyectado viaje a España a fin de obtener el doctorado en Letras y asimilar, para beneficio de los estudiantes portorriqueños [sic], los métodos del Centro de Estudios Históricos de Madrid, que nos ha dado a conocer con tan rara perfección el Dr. Navarro Tomás.79 La conservación del español («castellano» en algunos documentos de la época) fue una de las responsabilidades de estas asociaciones, alguna, incluso, con especial interés en establecer relaciones con la Real Academia Española, como La Unión Iberoamericana80, idea retomada en 1915 por D. José de Diego cuando propuso en Puerto Rico la fundación de una Academia Antillana de la Lengua Española, sin éxito en su momento pero con tres resultados positivos más tarde: la Academia Cubana se fundó en 1926, la Dominicana en 1927 y la Puertorriqueña en 1955. En palabras de Jaime M. Pérez, ni antes ni después del 98 representan, estas asociaciones de españoles, ni los periódicos y revistas dirigidos por los mismos grupos, «un sector derrotado», sino más bien «una épica hispánica que sirvió de símbolo aglutinador»81. Esta voluntad de colaboración cultural explica la presencia de Navarro Tomás en estas asociaciones y sus continuas participaciones en los actos por ellas organizados durante el poco tiempo que estuvo en el país. Navarro Tomás no pudo volver, como se ha dicho arriba, en 1926-27,82 por estar ya comprometido para ir a Buenos Aires, donde se había puesto en marcha el «Instituto de Filología», dirigido por su discípulo Amado Alonso. Sí pudo regresar para el año académico 1927-28, prestigiado por su estancia anterior, de cuyo éxito hay testimonios coetáneos y posteriores,83 y fue desde aquí, en esta segunda estancia, cuando llevó a cabo su gran obra de renovación científica de la dialectología hispanoamericana. No abandonó, sin embargo, otros intereses, como el de «reunir una bibliografía metódica de todo lo que se ha publicado en libros y revistas acerca de la isla y sus habitantes»;84 este magno proyecto bibliográfico fue magistralmente completado y publicado después por Antonio S. Pedreira, a quien Navarro entregó todas las fichas bibliográficas que él había reIdem. Jaime M. Pérez, Asociacionismo…, Opus cit., «Introducción». 81 Idem. 82 En 1926, y también en el segundo semestre del año 1927-28, dictó cátedra Federico de Onís; Amado Alonso lo hizo en 1927; Américo Castro y Fernando de los Ríos en 1928; Ángel Balbuena Pratt, durante el año 1928-29. Para más detalles, Thomas Benner, Five years…, Opus. cit., p. 93. Para detalles sobre Federico de Onís, véase el trabajo que se le dedica en este mismo volumen. 83 Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás…», Opus cit., p. 3, da cuenta de la actitud de Navarro ante los alumnos y ante la cátedra y Mª Teresa Babín, «Alrededor del lenguaje de Puerto Rico», Asomante, vol. II, núm. 4, Universidad de Puerto Rico, 1946, pp. 82-90, p. 84, evoca la figura de Navarro, siempre atento al destino de la lengua española en el país. 84 Tomás Navarro, «Impresiones sobre el estudio lingüístico de Puerto Rico», Revista de Estudios Hispánicos, vol. II, núm. 2, Universidad de Puerto Rico, 1929, 127-147, p. 130. 79 80 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 289 copilado.85 Asimismo, no se limitó a Puerto Rico; desde aquí viajó a Venezuela y al entonces llamado Santo Domingo, donde, en 1926, elaborados y publicados treinta años más tarde, recogió los materiales que le permitieron ofrecer los rasgos característicos del español dominicano, primer estudio de esta variedad antillana,86 puesto que la investigación de Henríquez Ureña es muy posterior.87 Estos rasgos dominicanos, modestamente identificados por su autor como «apuntes», representan, por su semejanza con los obtenidos para Puerto Rico en la misma época, el único testimonio de la unidad dialectal antillana a fines del siglo XIX y principios del XX. Testimonian, por otra parte, la única aplicación de la investigación geolingüística en tierras dominicanas, puesto que Henríquez Ureña usaría, años después, otros criterios de investigación.88 LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA DE NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO Las investigaciones de campo habían ido tomando forma en España,89 por iniciativa de don Ramón Menéndez Pidal, que había concebido el gran proyecto de un Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI),90 semejante al de Francia, que encargó, al fin, a Navarro Tomás, quien, por los años 20, diseñó la investigación, marcó los puntos de encuesta, redactó los cuestionarios y seleccionó a sus ayudantes. Los primeros estudios a partir de estos materiales son de 1935 y 1936, pero lo importante es que, desde mucho antes de estas fechas, Navarro Tomás estaba familiarizado con los métodos y principios de la nueva geolingüística. La Guerra Civil dejó lamentablemente inconclusa esta obra, que sin duda habría rescatado un mundo ya irrecuperable, esto es, la situación lingüística de España antes de la «modernización de las técnicas agrarias, el creciente abandono del campo y la influencia de los grandes medios de comunicación».91 Desparecido el Centro de Estudios Históricos en 1938, y dispersos sus miembros por toda la geografía de América, la geolingüística no murió: como si de un sustrato latente se tratara, reaparecería de nuevo varias décadas después, con los modernos atlas peninsulares de Alvar, el Antonio S. Pedreira, Bibliografía Puertorriqueña (1493-1930). Monografías de la Universidad de Puerto Rico, Serie A., Estudios Hispánicos, núm. 1, Madrid, Imprenta de la Librería y Casa Editorial Hernando (SA), 1932, 707 pp. 86 Tomás Navarro, «Apuntes sobre el español dominicano», Revista Iberoamericana, vol. XXI, 1956, pp. 417-428. 87 Pedro Henríquez Ureña, El español en Santo Domingo, Buenos Aires, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, 1940. [Hay cinco reimpresiones posteriores: Santo Domingo, Ediciones de Taller. La última es de 1987]. 88 María, Vaquero, «La géolinguistique hispanique aux Caraibes», La géolinguistique en Amérique Latine, Geolinguistique, Université Stendhal-Grenoble III, Hors série nº 2 de Géoloinguistique 20012002, pp. 7-31. 89 Para detalles sobre la investigación lingüística románica en tiempo de Navarro, especialmente sobre la geolingüística, véase: María Vaquero (ed.), «Navarro Tomás y el español de Puerto Rico. Estudio preliminar», Tomás Navarro Tomás, El español en Puerto Rico, Edición conmemorativa al cumplirse los cincuenta años de su aparición, 1948-1998, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, y Comité del Centenario del 1898, 1999, pp. I-LIX. 90 Para detalles sobre la elaboración del ALPI: Lorenzo Rodríguez Castellanos, «El Atlas lingüístico de la Península Ibérica», Archivum, vol. 2, Oviedo, 1953, 272-282, y Manuel Sanchis Guarner, La cartografía lingüística en la actualidad y el Atlas de la Península Ibérica, Palma de Mallorca, 1953. 91 Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…», Opus cit., p. 70. 85 290 LOS LAZOS DE LA CULTURA de Andalucía a la cabeza92 y, actualmente, con el monumental Atlas Lingüístico de Hispanoamérica.93 En su segunda estancia en Puerto Rico, durante el año académico 1927-28, Navarro Tomás dedica todo el tiempo que le dejan libre los cursos de la Universidad a diseñar y poner en práctica el proyecto de investigación que le permitiría recoger los materiales destinados a la elaboración del Atlas Lingüístico de Puerto Rico, primero de Hispanoamérica, de acuerdo con los criterios teórico-metodológicos de la geografía lingüística vigente en su momento y aplicada por él mismo en el diseño del ALPI. La recogida de los materiales puertorriqueños duró cinco meses, desde octubre de 1927 a marzo de 1928,94 pero la elaboración del atlas, con la interpretación de los datos recogidos en sus 73 mapas (a los cuales hay que añadir el dedicado a los municipios de Puerto Rico, y otro a los lugares visitados, 1º y 2º del conjunto, respectivamente) tuvo que esperar a 1948, fecha de la primera edición de la obra,95 cuidada y encuadernada en tela. La caja tipográfica mide 10.5 por 17 centímetros, y la proporción de los márgenes consigue una composición y tamaño de página que delatan el buen oficio de la casa editora. En 1966 aparece la segunda edición,96 con la única novedad de un PRÓLOGO del autor en el que se lamenta de no haber podido volver a Puerto Rico para observar la marcha de algunos fenómenos importantes registrados en 1927. Esta reimpresión altera la medida y proporción de los márgenes, con la evidente reducción del tamaño de página y las consecuencias correspondientes en el formato del libro. En 1974 aparece la tercera edición,97 reimpresión exacta de la segunda. En 1999 aparece la cuarta edición, facsimilar de la primera y conmemorativa de sus cincuenta años (1948-1998).98 Manuel Alvar, Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía (ALEA), 6 Ts., con la colaboración de A. Llorente y G. Salvador, Universidad de Granada-CSIC, 1961-1973; Atlas Lingüístico-Etnográfico de las Islas Canarias (ALEICan), 3 tomos, Las Palmas, Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1975-1978; El Atlas Lingüístico-Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEAR), 12 tomos, con la colaboración de A. Llorente, T. Buesa y E. Alvar, Madrid, Edit. La Muralla, 1979-1983; El Atlas Lingüístico y Etnográfico de Cantabria, 2 tomos, Madrid, Arco/Libros, 1995. Recientemente, y con materiales recogidos para el Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, han aparecido, del mismo Alvar, cuatro espléndidos volúmenes: El español en la República Dominicana, Universidad de Alcalá, 2000, y El español en el sur de los Estados Unidos, Universidad de Alcalá, 2001, El español de Venezuela, Universidad de Alcalá, 2002, y El español en Paraguay, Univ. de Alcalá, 2002. 93 Manuel Alvar y Antonio Quilis, Atlas Lingüístico de Hispanoamérica. Estudios introductorios de Manuel Alvar, Madrid, ICI, 1984. 94 En la conferencia leída ante la «Institución Cultural Española de Puerto Rico», antes de irse del país, el 27 de abril de 1928, Navarro explica y da cuenta del trabajo realizado al respecto, además de ofrecer muchos detalles sobre la forma de hacer las encuestas de campo, la solución de problemas imprevistos, etc. Remito, para detalles, al texto publicado correspondiente, Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., p. 134, donde asegura haber visitado cuarenta pueblos distintos, en cada uno de los cuales aplicó un cuestionario de 450 preguntas relativas a pronunciación, morfología, sintaxis y vocabulario, con un total de 18.000 contestaciones transcritas. En la obra, sin embargo, se enumeran cuarenta y tres lugares, con sus nombres y la relación de los sujetos entrevistados en cada uno; se hace constar, asimismo, que el cuestionario constaba de 445 preguntas. 95 Tomás Navarro, El español en Puerto Rico, New York, Manufactured in The United States by Ganis and Harris, 1948, 346 pp. 96 México, Editorial Cvltura, T.G., S.A., con «Derechos asegurados conforme a la ley por la Universidad de Puerto Rico, 1966. 97 Barcelona, Talleres Gráficos de Manuel Pareja, 1974. 98 Fue publicado en San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico y Comité del Centenario de 1898, Opus cit. 92 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 291 La realidad geográfica de Puerto Rico –isla de 5.500 km2, equivalentes a unas 3.435 millas, con una población, en 1927, de 2.000.000 de habitantes– hizo posible la realización de un atlas nacional con las características que ni siquiera hoy se han podido igualar en los mejores atlas regionales, en lo que a densidad de los lugares de encuesta se refiere. Si tenemos en cuenta que los 528 puntos seleccionados para el atlas lingüístico de toda la Península Ibérica, el ALPI , representan un lugar de encuesta por cada 1.100 km2 y 68.000 habitantes,99 o que, en el Atlas de Francia, el ALF, hay un punto de encuesta por cada 830 km2 y 64.000 habitantes, el Atlas de Puerto Rico ofrece una densidad muy alta: una localidad investigada por cada 127 km2 y 364 habitantes. Esta riqueza de puntos hace de este atlas una obra de excepción, con posibilidades de aplicar técnicas no ensayadas antes en este tipo de trabajos,100 dentro de la geolingüística de aquel momento.101 A esta indiscutible superioridad del Atlas de Puerto Rico se puede añadir otra ventaja, relativa a la rapidez con que se recogieron sus materiales. Si tenemos en cuenta que el gran enemigo de los atlas lingüísticos fue, y sigue siendo, el tiempo,102 no hay duda de que el de Puerto Rico ganó esta batalla, relacionada con la reducida extensión del territorio. En cinco meses, un solo explorador, Navarro Tomás, pudo recorrerlo completo y hacer las encuestas en los 43 lugares visitados, lo cual garantiza, por otra parte, la ideal unidad de transcripción a la que se sigue aspirando en este tipo de trabajos. Otra cosa muy distinta es la relativa a la importancia dada por Navarro a los medios rurales, según los criterios de su escuela, con escasa presencia de los núcleos urbanos. La geolingüística del momento, no sólo intentaba rescatar las hablas locales, sino que pretendía recogerlas en su estado más puro, sin la contaminación a que pueden estar expuestas en los medios urbanos. Navarro, fiel a estos principios de método, no sólo dio preferencia a los barrios sobre los pueblos o cabezas de municipio,103 sino que, con la excepción de cinco, todos sus informantes eran analfabetos, rasgo que garantizaba, aún más, la pureza de las hablas recogidas, refugiadas en el uso rústico.104 Estos principios de escuela se avienen con un hecho, detectado por Navarro en Puerto Rico y expuesto a raíz de sus encuestas; se refiere a que las verdaderas peculiaridades del español de 99 Datos ofrecidos por Manuel Alvar, «Los atlas lingüísticos de España», Presente y futuro de la lengua española, Madrid, OFINES, 1964, vol. 1, pp. 417-426, p 5. Se calculó a razón de los 600.000 km2 de superficie peninsular y los 36.000.000 millones de habitantes de la época. 100 Así lo reconoce Humberto López Morales, «Un capítulo de la historia lingüística antillana; El español en Puerto Rico, de Navarro Tomás», Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, vol. 3, 1973, 5-21, reproducido en Dialectología y sociolingüística. Temas puertorriqueños, Madrid- Miami-Nueva York-San Juan, Hispanova de Ediciones, S. A. 1979, pp. 41-50. 101 Navarro Tomás era consciente de la superioridad de la red de Puerto Rico, como consta en la nota 1 de la página 16 de su obra, donde la compara con las de las islas de Córcega y Cerdeña, en los atlas de Gillièron y Jaberg respectivamente. 102 Para detalles sobre este punto: Manuel Alvar, «La cartografía lingüística. Los exploradores», Estructuralismo, Geografía Lingüística y Dialectología actual, Madrid, Gredos, 1969, p. 130. 103 Cada municipio de Puerto Rico encierra en su término, además del centro o cabeza de la jurisdicción (el pueblo propiamente dicho, identificado con el mismo nombre), una serie de barrios o núcleos rurales, en número diferente para cada municipio. 104 Tomás Navarro, El español…, Opus cit., pp. 16-19. 292 LOS LAZOS DE LA CULTURA la Isla se dan en el nivel popular,105 puesto que «el español [...] de las personas cultas se diferencia del de España mucho menos de lo que los mismos puertorriqueño creen».106 Y si tenemos en cuenta que el principal propósito de Navarro fue buscar, precisamente, las peculiaridades del español isleño, 107 no debe sorprender, por varios motivos, su atención exclusiva a la lengua popular. No olvidemos, por otra parte, que la población puertorriqueña se ha concentrado con preferencia en los campos, a lo largo de la historia, razón de que la escasa representación urbana en la muestra de Navarro no se aparte en exceso de la realidad isleña.108 En cuanto a la escasa presencia de las mujeres en su muestra, se explica dado el carácter del cuestionario, cuyas preguntas se referían, casi en su totalidad, a aspectos de la vida agrícola y a las faenas del campo, propias de los hombres. Tampoco debe llamar la atención el predominio de informantes blancos en la muestra, teniendo en cuenta que la mayoría de los lugares visitados pertenecen al interior del país, regiones de menor concentración africana, frente a las costas. En resumen, si bien Navarro, en la composición de la muestra y en la selección de los puntos, trató de justificar los criterios seguidos, basándose en las realidades del país y en las tendencias seculares de su población, no hay duda de que siguió fielmente los principios metodológicos de la geografía lingüística en boga. Superados hoy estos principios de escuela, Navarro Tomás es un clásico, por una razón fundamental: por su interés genuino, dentro de un determinado marco teórico, en salvar de la muerte a los dialectos, más o menos marginados, como etapas indispensables en el conocimiento de las lenguas y en su evolución. Esta ha sido, al fin y al cabo, la vieja y clásica preocupación de los lingüistas, proyectada en las sucesivas escuelas y metodologías.109 En la geolingüística es fundamental el uso del cuestionario para allegar los materiales. Navarro, que, como se ha dicho, había colaborado en el del Atlas de la Península Ibérica (ALPI), publica su Cuestionario, con el título de Cuestionario lingüístico hispano-americano,110 antes de la aparición de su libro sobre Puerto Rico, que, no lo olvidemos, tiene como subtítulo Contribución a la Geografía Lingüística Hispanoamericana. Graves cuestiones metodológicas se han venido planteando ante la aplicación de un único cuestionario general en un dominio nacional exten105 Es sumamente importante, por otra parte, esta observación de Navarro, en momentos en que se sometía a revisión la pretendida uniformidad del español de América, revisión iniciada por Pedro Henríquez Ureña en su trabajo «Observaciones sobre el español de América», RFE, vol. VIII, Madrid, 1921, 357-390, uniformidad aceptada hasta entonces, precisamente, porque se partía de las hablas cultas y de la escritura, únicas que trascendían las fronteras regionales. Hoy sabemos que lo característico del español americano es «la variedad en la unidad», haciendo de él un conjunto de modalidades regionales, cada una con su propia estratificación social interna. 106 Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., pp. 132 y ss. 107 Ibidem. 108 El mismo Navarro recuerda la observación del historiador Fray Iñigo Abbad y Lasierra, del siglo XVIII, cuando se refiere a la arraigada preferencia de los puertorriqueños por el campo: Tomás Navarro, El español…, Opus cit., p. 17 y p. 18 n.1, con datos sobre censos de población de la época. 109 Para detalles: Manuel Alvar, Estructuralismo, Geografía Lingüística…, Opus cit., pp. 162 y ss. 110 Aparece en 1943, estando ya Navarro en Nueva York, reeditado en 1945, y publicado, en las dos fechas, por el Instituto de Filología de Buenos Aires. Para detalles sobre la trascendencia de este cuestionario en las investigaciones dialectales de Hispanoamérica, véase: H. López Morales, «Un capítulo…», Opus cit. pp. 31-50. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 293 so, con el riesgo de que pueden quedar sin recoger muchos aspectos, propios de determinadas regiones dentro del territorio. No es el caso de Puerto Rico, donde, al margen del escaso número de preguntas que hizo Navarro (445 a cada informante), se recogió, con un solo cuestionario, lo general y peculiar del territorio estudiado, en lo que se refiere a la vida rural campesina.111 Es evidente la preferencia que dio Navarro al análisis fonético en su investigación, con el 33% del total de páginas (229) dedicadas a la interpretación de los datos fonéticos recogidos. La preferencia no debe llamar la atención, por dos razones fundamentales: de un lado, el interés personal de Navarro en la fonética, con atención específica a los análisis instrumentales, y, por otro, la tradición foneticista que pesaba sobre la geografía lingüística, nacida a la sombra de los problemas que dejaban sin resolver las leyes fonéticas de los neogramáticos. Navarro recoge sus materiales en 1927-28, época del foneticismo a ultranza, época de descripciones articulatorias aisladas y atomistas, como corresponde al momento preestructural, sin referencia a los valores de las unidades en el sistema. En 1948, sin embargo, cuando interpreta los materiales recogidos, ya eran bien conocidos los trabajos de la Escuela de Praga, y los Principios de Fonología de Troubetzkoy,112 pero la dialectología española, y la románica en general, con alguna excepción en Italia y Francia,113 siguieron fieles a los principios tradicionales.114 En otras palabras, Navarro interpreta sus materiales en 1948, en general, como si nada hubiera pasado desde 1927; sin embargo, y entre otras cosas, había nacido una nueva ciencia, la fonología, que reconocía invariantes funcionales en las realizaciones infinitas del habla.115 Pero una cosa es la interpretación de los datos y otra los criterios seguidos para dejar constancia de ellos. Está claro que Navarro se atiene a la precisión cartográfica del registro fonético, en el cual era un verdadero maestro, razón, por otra parte, de que sigan teniendo importancia sus minuciosas descripciones, por atomistas que sean, como referencias obligadas y puntos de comparación. Navarro no entró en las interpretaciones fonológicas de sus materiales puertorriqueños, aunque está claro su conocimiento de las nuevas tendencias sistemáticas, pues no de otra forma puede explicarse su referencia indirecta a la teoría del desdoblamiento fonológico vocálico, con su cautelosa aceptación para Puerto Rico. En su obra, por otra parte, y al final de su ANÁLISIS FONÉTICO, dedica un apartado a «Modificaciones fonológicas», donde aparecen explícitos sus criterios en cuanto a la función de la foSobre la conveniencia de usar un solo cuestionario en territorios de extensión abarcable, que recoja las particularidades de la zona, véase: Manuel Alvar, «Los atlas lingüísticos de España», Presente y Futuro de la Lengua Española..., Opus cit., vol. 1, pp. 417-126. 112 Obra aparecida en alemán, en 1931, con traducción francesa de J. Cantineau, Principes de Phonologie, París, 1949, de bastante difusión en el ámbito hispánico. 113En Italia, Tagliavini aplicó enseguida estos principios en sus Modificazioni del linguaggio nella parlata delle done, Milán 1938, y en Francia, lo hacía André Martinet, Description phonologique du parler franco-provençal d’Hauteville, París, 1939. 114Sobre la aplicación de las nuevas teorías a la dialectología iberrománica, véase M. Alvar, «Fonética y Fonología», Estructuralismo, Geografía Lingüística..., Opus cit., pp. 35 y ss. 115 Véase, sobre el desarrollo de las nuevas corrientes en el mundo hispánico, el pionero y ya clásico trabajo de Antonio Quilis, «Hacia un nuevo concepto de la ciencia fonética española», Problemas y principios del estructuralismo lingüístico. Madrid, CSIC, 1967, pp. 30-42. 111 294 LOS LAZOS DE LA CULTURA nogía en la geolingüística, dando por hecho que una cosa es el registro fonético cartográfico y otra la interpretación a posteriori. Dice así: Las observaciones fonéticas reunidas en las anteriores páginas [...] representan principalmente un trabajo descriptivo de las particularidades articulatorias y acústicas de la pronunciación puertorriqueña. La reducción de las variantes fonéticas a sus tipos básicos y funcionales corresponde a la fonología.116 Al margen de Navarro, y respecto a la discusión actual sobre si, en las encuestas, debe transcribirse con criterios fonéticos o fonógicos, Manuel Alvar ha hecho observaciones definitivas, que transcribo: De la exactitud de las descripciones formales que obtengamos dependerá la interpretación sistemática que en el cuarto de trabajo podamos hacer. [...]. ...veo difícil la aplicación de un método estrictamente fonológico a las encuestas dialectales: los rasgos pertinentes de cada sonido no se perciben inmediatamente y ya depurados; el fonema no se limita sino con un preciso conocimiento del habla explorada. Justamente, tal conocimiento es a posteriori.117 Dos fueron los instrumentos usados por Navarro como complementos de sus análisis auditivos en Puerto Rico, aplicados por primera vez a la lengua oral de Hispanoamérica: el quimógrafo y el paladar artificial. Muy lejos, todavía, de la electroacústica actual, encargada de la descomposición de la onda sonora en sus componentes acústicos, con la posibilidad de identificar los rasgos de cada sonido, en 1927 sólo se podía contar con aparatos, primitivos para nosotros, que detectaban la vibración vocálica o la nasalidad (el quimógrafo, activado por un mecanismo de relojería), o que permitían identificar las zonas de contacto articulatorio entre la lengua y el paladar (el paladar artificial). Las descripciones fonéticas de algunos sonidos del español de Puerto Rico parten, en la obra de Navarro, de los quimogramas y palatogramas correspondientes, encargados de hacer patentes las articulaciones cuyos rasgos, perceptibles auditivamente, no están al alcance de la observación visual. Véanse, entre otras, las páginas 96 y 97 de su obra. Este interés en la experimentación, por otra parte, explica que, en 1927, ya estuviera instalado en el «Edificio Janer» de la Universidad de Puerto Rico, bajo su estímulo y dirección, el primer laboratorio de fonética en el mundo hispanoamericano.118 A este laboratorio llegó el primer aparato de fonética experimental construido en España, aparato que, fabricado para el Centro de Estudios Históricos de Madrid, se envió definitivamente a Puerto Rico. Con este aparato se llevaron a cabo, entre otros, los análisis fonéticos que realizó Rubén del Rosario para una minuciosa investigación comparada entre el ritmo del habla puertorriqueña y el del castellano peninsular.119 Tomás. Navarro, El español en…, Opus cit., pp. 103 y ss. Manuel Alvar, Estructuralismo, Geografía Lingüística..., Opus cit. , pp. 116-117. 118 La prensa madrileña de la época informó ampliamente sobre la fundación de este laboratorio, sobre todo el periódico El Sol. Thomas Benner, Five Years…, Opus cit., p. 132. 119 Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., p. 132. 116 117 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 295 Quimógrafo del Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Navarro se auxilió de estos instrumentos para precisar, por ejemplo, las zonas articulatorias exactas de las consonantes alveólopalatales, las duraciones de los ^ o la intervención de la vimomentos oclusivos y fricativos de la africada sorda /c/, bración laríngea en determinadas realizaciones. Sus análisis, que descansaron fundamentalmente en la percepción auditiva, muy desarrollada, y en el dominio de la transcripción, aparecen respaldados por estos experimentos, a pesar de que hoy se nos aparecen como extremadamente rudimentarios. Representaban entonces, sin embargo, la única posibilidad de experimentación, y se debían a la imaginación y a la habilidad manual del gran fonetista francés Rousselot, fundador del primer laboratorio de fonética, en París, en el siglo XIX, y autor del primer manual de fonética experimental.120 El español en Puerto Rico de Navarro Tomás consta de 346 páginas, divididas en bloques de contenido (a los que llamaré «partes»). La «primera parte» incluye las siguientes secciones: ASPECTOS DE LA LENGUA (pp. 7-38), con todos los datos relativos a la elaboración del trabajo, la relación de los informantes y de los lugares visitados, y 120 J. P. Rousselot, Principes de phonétique experiméntale, Paris, 1897-1908. Rousselot, estudioso constante de la fonética, había sido colaborador de Gillièron en sus trabajos dialectales. En su famoso tratado sorprende la minuciosidad con que describe los materiales con que él mismo construía sus aparatos, así como las formas más idóneas para entrenar a los estudiantes, o los métodos para obtener mejores resultados. Estas raras cualidades son, por sus consecuencias científicas, las que hacen de Rosselot un nombre memorable en la disciplina fonética. 296 LOS LAZOS DE LA CULTURA Quimógrafo de campo, con estuche de madera, utilizado en las encuestas dialectales. Centro de Estudios Históricos de Madrid. la referencia a los documentos histórico-lingüísticos más relevantes de Puerto Rico, a partir del siglo XVI. ANÁLISIS FONÉTICO (pp. 39-114), la sección más larga, con descripciones detalladas de vocales y consonantes, y atención al acento. OBSERVACIONES GRAMATICALES (pp. 115-134), referencia, poco detallada, como su nombre indica, a las peculiaridades morfosintácticas más relevantes. MATERIALES LEXICOGRÁFICOS (pp. 135-162), con las interpretaciones del vocabulario recogido en los siguientes campos léxicos: ‘plantas y frutas’, ‘animales’ y ‘trabajo’. ZONAS LINGÜÍSTICAS (pp. 163-176), donde se ofrece la variedad interna del territorio, motivada por factores topográficos e históricos, muestra antillana que corrobora, a su vez, la complejidad dialectal de Hispanoamérica. CORRIENTES Y TENDENCIAS (pp. 177-225), donde se caracteriza el vocabulario recogido y la vitalidad del componente léxico indígena, el patrimonial, con sus adaptaciones y pervivencias, los procedimientos para nuevas creaciones, la unidad en la variedad y la influencia del inglés. La «primera parte» acaba con un RESUMEN (pp. 226-232). La «segunda parte», dedicada a TEXTOS (pp. 235-247), ofrece la transcripción fonética, seguida de la transliteración correspondiente, de cinco textos orales, recogidos en distintos puntos. El ATLAS, o lo que podría considerarse la «tercera parte», (pp. 251-327), recoge el conjunto de los 75 mapas, precedido de una breve ADVERTENCIA. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 297 La obra se completa con un ÍNDICE DE PALABRAS (pp. 331-342) y el ÍNDICE GENERAL (pp. 343-346) La investigación de Tomás Navarro da respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las características del habla popular de la Isla? ¿Tiene más influencia de Andalucía que de otras regiones peninsulares? ¿Hay diferencias entre unas zonas y otras, dentro de Puerto Rico? ¿Coincide con las demás hablas antillanas de Cuba y Santo Domingo? ¿Qué es lo exclusivamente puertorriqueño?121 A las cinco preguntas dieron respuestas sus datos, que ofrecen un español rural y familiar de principios de siglo cuyas características se reducen a unos cuantos fenómenos exclusivos, pocos, unidos a la gran cantidad de rasgos presentes en todas las hablas rústicas del mundo hispánico (vacilaciones vocálicas, reducción de hiatos, ultracorrecciones de todo tipo, discordancias y vacilaciones de género y número), junto a los compartidos con las regiones lingüísticamente innovadoras (el máximo relajamiento articulatorio general de las consonantes, sobre todo en posición implosiva, con variadas soluciones).122 Como fenómenos caracterizadores de Puerto Rico, Navarro Tomás destaca, en la pronunciación, la especial pronunciación velar de la «RR», con varias y complejas realizaciones, que él describe acertadamente por primera vez; se equivoca, sin embargo, al explicarla por influencia indígena, con evidente aceptación de las motivaciones externas del sustrato, propias de la época.123 En la morfosintaxis, es característico el avance de algunas tendencias generales del idioma español, como las relativas a la creación analógica de ciertas formas léxicas (yerna, ovejo, cabro), o a las perífrasis (más mejor, palo de china/de mangó, etc.). En el léxico, tal vez lo característico o propio está en la riqueza de los recursos creativos y en la frecuencia de formas compuestas y derivadas, con distinto valor afectivo (sangrigordo, boquiduro, reguerete, tajureo, etc.). La discusión sobre la influencia de las hablas meridionales de España en el español de América y de las Antillas, basada, sobre todo, en la evidencia de rasgos fónicos compartidos (el seseo, el más importante), alcanzaba su punto culminante por los años en que Navarro Tomás emprendía sus investigaciones en Puerto Rico. No tiene nada de particular que uno de sus propósitos fuera comprobar, sobre el terreno, hasta qué punto tenían validez los argumentos encontrados de quienes sostenían acaloradamente la polémica del andalucismo. Eran tiempos en que hasta las Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., p. 135. Hoy sabemos que los mismos fenómenos lingüísticos, integrados a conjuntos diferentes de rasgos, adquieren valores distintos, razón de que lo exclusivo, en sí mismo, no sea característica dialectal. Este principio, desarrollado mucho más tarde, no puede estar presente en Tomás Navarro. 123 Las explicaciones dadas a la pronunciación velar de la RR, tanto las debidas a causas externas (sustrato indígena, influencia francesa y base africana, defendidas en el pasado), como las que parten de la aceptación de fallas fisiológicas de los hablantes, han dejado paso en nuestra época a las explicaciones lingüísticas internas. La velarización de RR, como hecho de fonética general, es una de las posibles manifestaciones de la evolución de la vibrante, a partir de las lenguas indoeuropeas y dentro de las románicas. Puerto Rico presenta, con alcance colectivo, esta realización velar de la / r̄/, una más dentro de la variedad de realizaciones que presenta en Hispanoamérica, desde la alveolar (vibrante o fricativa) , o la asibilada, hasta la velar mixta y la uvular. Véase, al respecto: María Vaquero y Antonio Quilis, «Datos acústicos de /r̄/ en el español de Puerto Rico», Revista de Estudios Hispánicos, vol. XIII, Universidad de Puerto Rico, 1986, pp. 121-154. 121 122 298 LOS LAZOS DE LA CULTURA Quimógrafo de campo utilizado en las encuestas dialectales. Centro de Estudios Históricos de Madrid. mentes más equilibradas –la de Henríquez Ureña, por ejemplo– podían pagar su tributo de lealtad a lo propio, confundiendo «orígenes» y «originalidad», esto es, las bases andaluzas que sirvieron para el primer acriollamiento del español en América (problema de orígenes), con la personalidad moderna del español americano, resultado de la integración de aquellos primeros rasgos en la totalidad de los que hoy le dan su fisonomía propia.124 Los datos recogidos por Navarro en Puerto Rico no son favorables precisamente, a los antiandalucistas, si nos atenemos al registro que él mismo hace de las pronunciaciones relevantes: seseo, aspiración, yeísmo, neutralizaciones de líquidas y vibrantes implosivas, relajamiento consonántico general, etc. Navarro adopta una actitud de cautela ante sus propios materiales, y, sin rechazar abiertamente el andalucismo, propone también la posible influencia de otras modalidades del Norte peninsular, que explicarían el cierre de -e, -o finales en -i, -u (lechi, puenti, poti, nudu, hechu), característico de los dialectos noroccidentales de España y encontrados en el interior de la Isla. (Véanse las formas extremas recogidas en Jayuya para veinte y nudo, y el oscurecimiento de estas vocales en toda la zona centra, en sus mapas 11 y 13). Al respecto, escribe Navarro: Es abundantísima la bibliografía al respecto. Véase, como somera síntesis, María Vaquero, «Orígenes y formación del español de América. Período antillano», Historia y presente del español de América, César Hernández (coord.), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1992, pp. 251-265. 124 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 299 A primera vista, la impresión de las vocales en San Juan y sus contornos puede sugerir correspondencias con la fonética andaluza. Los efectos son diferentes cuando se tiene en cuenta el conjunto del país. 125 «La impresión andaluza a primera vista», a la que se refiere Navarro, incluye, desde luego, el rasgo de abertura vocálica por pérdida de «ese» final, que es lo que llama su atención, único rasgo fonético que él mismo interpreta fonológicamente, a la manera andaluza oriental, como índice de desdoblamiento funcional.126 Conviene recordar, ante estos hechos, que el cierre de las vocales finales en lechi, poti, puenti, lejos de invalidar la importancia del andaluz, la corrobora, si tenemos en cuenta que estas formas, de uso rústico, no tenían prestigio en la capital. Entendiendo por «andalucismo» la ‘nivelación de distintas modalidades dialectales en convivencia, bajo el signo meridional’, no hay duda de que una de dichas modalidades haya sido la noroccidental, que bien pudo refugiarse en las montañas del interior, mientras la lengua del país se nivelaba con los rasgos del sur. Navarro también plantea en su obra la convivencia de «andalucismo» y «occidentalismo peninsular» en Puerto Rico, a propósito del vocabulario recogido. Señala como occidentalismos piquiña o chifle, y como andalucismos o canarismos toda una serie de nombres relacionados con los productos básicos de la agricultura, del azúcar, sobre todo, cultivo iniciado en el país por isleños: bagazo, trapiche, guarapo, y tantos otros. En síntesis, a la pregunta planteada sobre la influncia andaluza en el español isleño, da una contestación cautelosa y coherente, por un lado, con sus acercamientos atomistas a los materiales recogidos, y, por otro, acorde con los criterios de datación de fenómenos en que se había basado la polémica andalucista, esto es, los relativos a la fecha de documentación de los rasgos compartidos. Ahora bien, si es cierto, como dice, que los cambios pueden haberse desarrollado paralelamente en «ambos campos», ¿por qué, en las Antillas, por ejemplo (y esto sí lo demuestran sus propios materiales de Puerto Rico), se desarrollan, precisamente, los fenómenos del Sur? No hay duda de que Navarro, en 1948, ha superado el antiandalucismo a ultranza, que había defendido antes, más o menos abiertamente, si bien su nueva postura, que será la definitiva, es más bien conciliatoria. Otro de los problemas que motivó la atención de los estudiosos de la época, y que Navarro somete a investigación empírica en Puerto Rico, se refiere a la pretendida uniformidad del español de América. La hipótesis de Henríquez Ureña, contraria a la uniformidad, lo llevó a postular, en 1921, la conocida división del español americano en cinco zonas dialectales,127 provisional y hoy totalmente Tomás Navarro, El español…,Opus cit., p. 52. Ibidem, pp. 46 y 48. El desdoblamiento fonológico vocálico, aceptado sin reservas, desde 1946, para el español de Puerto Rico por Rubén del Rosario, La lengua de Puerto Rico, 6ª ed., San Juan, Editorial Cultural, 1985, pp. 8 y 9, ha perdido validez después de los análisis acústicos llevados a cabo, y de los estudios de percepción y reconocimiento de los índices de superficie que se encargan de representar, en el discurso, los morfemas subyacentes de número o de persona verbal. Para detalles: María Vaquero, «Estudios fonológicos de Puerto Rico: estado de la cuestión y revisión crítica», Voz y Letra (Revista de la Universidad de Málaga), vol.1, 1991, pp.111-127. 127 Pedro Henríquez Ureña, «Observaciones…», Opus cit., pp. 357-390. 125 126 300 LOS LAZOS DE LA CULTURA superada, pero con el mérito de haber planteado y divulgado las reflexiones sobre la variedad dialectal de Hispanoamérica. En este contexto es en el que tiene sentido la pregunta que se hace Navarro en 1927, sobre la posibilidad de identificar variedades lingüísticas internas en Puerto Rico, primer territorio sometido a la investigación científica y posible microcosmos representativo de la complejidad general. Catorce apretadas páginas de su obra dedica Navarro a la presentación de las ZONAS DIALECTALES de Puerto Rico (pp. 163-176). Los materiales recogidos le permiten proyectar los datos de acuerdo con cuatro tipos de divisiones geográficas (diagonal, central, laterales y parciales), a partir de la distribución de variantes fonéticas y léxicas claramente delimitadas en el territorio. Pronunciaciones como nieta/ñeta o palmiyo/parmiyo, y designaciones como penca/rama, amapola/pavona o papaya/lechosa, se repartían, en diagonal, el norte y el sur de la Cordillera Central, el este y el oeste por el centro, o extensiones incluso más reducidas. Los mapas 71, 72 ó 74 muestran la distribución de las formas recogidas. Que hoy no se oiga ñeta, no quiere decir nada, para el caso que nos ocupa: en setenta años, esta pronunciación rústica, propia del sur, ha desaparecido, junto a otros muchos usos, frente al prestigio del norte y de la capital. El vocabulario, con la moderna movilidad de la gente, ha ido adquiriendo a lo largo del siglo un talante menos específico de cada lugar, a pesar de las variantes que perduran («así se dice en Ponce», «eso es de Mayagüez», puede oírse con frecuencia, hoy todavía, pero, cada día, las diferencias son menores). Ahora bien, con todas las nivelaciones ocurridas después, con tantos olvidos de palabras campesinas,128 una cosa quedó clara en el estudio de Navarro Tomás: si en un territorio reducido y sin barreras naturales como Puerto Rico, se podía documentar tanta variación, la uniformidad del español de América pasaba a ser creencia del pasado. Navarro, sin embargo, ante estos hechos, buen cuidado tiene de aclarar que estas zonas no implican la existencia de dialectos internos en el país, o sea, de conjuntos de fenómenos propios de cada una frente a las demás; estamos, simplemente, ante ejemplos léxicos o fonéticos de la variedad, dentro de una única y bien perfilada modalidad del español, la puertorriqueña, caracterizada, como todas las del Caribe, por su gran riqueza polimórfica. Seis páginas dedica Navarro en su obra a la situación de contacto entre el inglés y el español en Puerto Rico, motivadas por los resultados obtenidos en su investigación (pp. 220-225). Teniendo en cuenta los criterios aplicados en la configuración de su muestra (sujetos analfabetos de las zonas rurales), era lógico que la influencia inglesa se revelara nula, o mínima, en sus resultados. El mismo Navarro reconoce que su marco teórico (diseñado con otros propósitos), no había sido el idóneo para medir las posibles interferencias del inglés en el español de la Isla, ya que estos resultados no se avenían bien con un hecho: en 128 Basta repasar las investigaciones léxicas dirigidas por Humberto López Morales desde el Instituto de Lingüística de la Universidad de Puerto Rico, encaminadas a actualizar el Vocabulario de Puerto Rico, de Augusto Malaret (1937), con porcentajes significativos sobre desconocimiento de tantas de sus entradas en los municipios estudiados hasta ahora, para darse cuenta de la mortandad léxica del vocabulario recogido por Navarro y presente en Malaret. Para detalles: Humberto López Morales, «Desgaste léxico en el español de Puerto Rico. El Proyecto Malaret», Investigaciones léxicas sobre el español antillano, Santiago de los Caballeros, República Dominicana, PUCMM, 1991, pp. 169-177. NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 301 Portada de la primera edición, en Nueva York, en 1948, del libro de Tomás Navarro Tomás, El español en Puerto Rico. 1927, hacía tiempo que el inglés era la lengua de la enseñanza en el país, razón de que su influencia se dejara sentir entre las personas de cultura media y superior. Por eso dirá, en 1948: Hace veinte años el inglés no había alcanzado aún ningún progreso apreciable entre la clase campesina a que este estudio se refiere. Sólo los sujetos de Algarrobo, Dajaos y San Lorenzo, más jóvenes e instruidos que los restantes, poseían algunos conocimientos de la citada lengua. La influencia del inglés quedaba en realidad fuera del plan de investigación, aunque las manifestaciones de asunto tan importante, observadas en otros sectores del país, reclamaran la atención con poderoso interés. Resultaría extraño, en todo caso, que un libro en que se trata del español en Puerto Rico no se dedicara alguna mención a un problema lingüístico que es motivo de tantas preocupaciones y controversias.129 Al margen, por lo tanto, de sus datos, Navarro anota la abundancia de vocablos ingleses entre las personas instruidas, unas veces crudos («sin adaptación fonética ni 129 Tomás Navarro, El español…, Opus cit., pp. 220 y 221 (Cursiva de la autora). 302 LOS LAZOS DE LA CULTURA ortográfica»), otras como anglicismos semánticos (aplicación por solicitud, planta por fábrica, etc.), los cuales, disimulados en su apariencia, son, para él, los más nocivos. La aparición, por aquellos años, de los artículos de Rubén del Rosario, con su actitud tranquilizadora frente al anglicismo en el español de Puerto Rico,130 hace que Navarro añada una larga nota en la cual aclara sus puntos de vista al respecto.131 Las ideas encontradas de los dos maestros serán el punto de partida del desarrollo de dos actitudes distintas entre los intelectuales del país, mantenidas a lo largo de varias décadas: la actitud de vigilancia, acorde con Navarro, defendida, entre otros intelectuales, por Margot Arce, y la actitud del propio Rubén del Rosario y de algunos de sus discípulos, para quienes el anglicismo en Puerto Rico no debe ser motivo de alarma.132 Ante la situación específica de Puerto Rico, Navarro, en 1948, lejos del positivismo, y dentro de los principios de la escuela idealista española, presidida por D. Ramón Menéndez Pidal, se declara abiertamente defensor de la intervención decisiva del hablante en la marcha de la lengua. Por si los resultados a los cuales llegó su investigación (que no era idónea para medir estos problemas), pudieran confundir al lector, respecto a lo que él, como lingüista, opinaba, dejó escrito lo siguiente: Es error poner confianza en que la lengua, por su propia virtud, salvará obstáculos y dificultades, para cumplir, como suele decirse, el destino que le esté reservado. La lengua no tiene otro destino que aquel a donde la conducen las gentes que de ella se sirven.133 Asimismo, trata, con toda la cautela que el caso requiere, la errada política educativa del momento, con la enseñanza en lengua extranjera, hecho que la prestigia frente al vernáculo, disminuido y marginado al ámbito familiar.134 ¿Lo característico de Puerto Rico, en su contexto antillano? Lo propiamente puertorriqueño se puede obtener, para la época que nos ocupa, sólo en comparación con el español dominicano, y de forma muy general, pues sólo disponemos de los datos recogidos en 1926 por el propio Navarro en la república vecina, y publicados muchos años después.135 Bien es verdad que, en 1948, el español dominicano tenía ya la obra clásica de Henríquez Ureña,136 pero ya se ha señalado que sus datos, obtenidos al margen de la geolingüística, y con otros propósitos, no son comparables con los puertorriqueños de Navarro. En cuanto a Cuba, nada aprovechable puede ofrecer en este momento: Cuba saltó, desde las nóminas intuitivas de fenómenos aislados, heredadas del siglo XIX, o desde las valoraciones pintorescas Rubén del Rosario, «Anglicismos generales», «Localismo y arcaísmo», «Anglicismos fantasmas» y «Nacionalidad y lengua», La lengua de Puerto Rico, San Juan, Editorial Cultural, 1955. 131 Me refiero a la nota de la página 222, donde Navarro precisa las diferencias entre las situaciones de contacto lingüístico por las que atravesó la historia peninsular y la situación de Puerto Rico, situaciones que Rubén del Rosario interpreta como semejantes. 132 María Vaquero, «Algunas reflexiones sobre las polémicas lingüísticas del siglo XX en Puerto Rico», Revista de Estudios Hispánicos, vol. XXVII, núm. 1 [Volumen especial sobre El español de Puerto Rico en el siglo XX. Estudios y Bibliografía, María Vaquero y Amparo Morales (eds.)], Universidad de Puerto Rico, 2000, pp. 339-348. 133 Tomás Navarro, El español en Puerto…, Opus cit., p. 225. 134 Ibidem, p. 224. 135 Tomás Navarro, «Apuntes…», Opus cit. pp. 417-428. 136 Pedro Henríquez Ureña, El español de Santo Domingo..., Opus cit. 130 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 303 de los hechos lingüísticos observados,137 a los métodos y principios estructuralistas,138 sin pasar por la geografía lingüística.139 Ateniéndonos a rasgos generales, se puede decir que el español puertorriqueño de principios de siglo compartía los fenómenos esenciales dominicanos, lo cual permite proponer la hipótesis de una modalidad hispano-antillana bien definida. Navarro registra en Santo Domingo las mismas formas puertorriqueñas lechi, dienti, nudu; el mismo relajamiento consonántico general, la misma escasez de «efe» labiodental, la neutralización de las líquidas implosivas o la aspiración de -s final, aunque con la tendencia significativa a la pérdida total, que sigue siendo su característica. Como rasgos propios de Puerto Rico se revelan, en esta comparación, además de determinadas palabras, el uso colectivo de la RR velar o posterior, muy rara en Santo Domingo, y la especial pronunciación que tenía la «che» puertorriqueña en 1927,140 a la manera canaria, ausente en la modalidad dominicana. Ambos territorios comparten la variedad léxica y el polimorfismo extremo, lo cual, no sólo era propio de estas islas en los primeros años del siglo, sino en los últimos. Hoy, el español dominicano, el más innovador del Caribe, ha llevado a las últimas etapas los procesos de cambio. Frente a él, Cuba y Puerto Rico, dentro de la zona, presentan etapas más conservadoras.141 ÚLTIMAS REFLEXIONES Si por investigación científica se entiende la búsqueda y avance del conocimiento en un determinado campo del saber, mediante la aplicación del método que haga posible la obtención de datos confiables y accesibles a la interpretación cualitativa, no hay duda que la investigación lingüística se inicia en Puerto Rico con Tomás Navarro. Antes de él, la lengua de Puerto Rico era objeto de enseñanza o de preocupación, pe137 En las primeras décadas del siglo, Cuba seguía, sin desviarse, la tradición que había iniciado Esteban Pichardo, en el «Prólogo» a su Diccionario provincial de voces cubanas, 1ª edición. Matanzas, 1836; o la que arrancaba de Antonio Bachiller y Morales, Cuba primitiva. Origen, lenguas, tradiciones e historias de los indios de las Antillas mayores y las Lucayas, La Habana, 1883. Remito, para más fuentes, a Humberto López Morales, El Español de América. Cuadernos Bibliográficos. LAS ANTILLAS, Madrid, Arco/Libros, 1994, pp. 41-97. 138 Humberto López Morales, Estudios sobre el español de Cuba, New York, Las Americas Publishing Co., 1971 (con trabajos de fechas inmediatas anteriores), y Cristina Isbasescu, El español en Cuba. Observaciones fonéticas y fonológicas, Bucarest, Sociedad Rumana de Lingüística Románica, 1968. 139 Para la geolingüística cubana hay que esperar a tiempos recientes, con los trabajos de Jesús Abascal y, más recientemente, con los de Raquel García Riverón, colaboradora en el moderno Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, iniciado en Cuba con las encuestas hechas por M. Alvar y A. Quilis en 1985. Véase: Humberto. López Morales, Cuadernos bibliográficos..., Opus cit., p. 93. 140 Era una «che adherente», con mayor duración del momento oclusivo. Después de 70 años, la «ch» actual puertorriqueña, debilitada y polimórfica, tiende a las realizaciones fricativas andaluzas: María Vaquero, «Hacia una espectrografía dialectal: el fonema /c/ en Puerto Rico», Humberto López Morales (ed.), Corrientes actuales en la Dialectología del Caribe Hispánico [Actas del «I Simposio de Dialectología», 1976], San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1978, pp. 239-246. 141Basta recordar los altos índices de ausencia de «ese» final dominicana, en contextos en los cuales Cuba y Puerto Rico mantienen hoy la aspiración, o la sibilante. Véase: María Vaquero, «El español de Puerto Rico en su contexto antillano», César Hernández et al, (eds.), El Español de América III. Actas del II Congreso Internacional sobre el Español de América, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1991, pp. 117-140. Véanse, asimismo, los trabajos de Tracy Terrell sobre el español cubano, Humberto López Morales, Cuadernos bibliográficos..., Opus cit., pp. 42-97. 304 LOS LAZOS DE LA CULTURA ro no objeto de estudio, razón de que las perspectivas ante la lengua estuvieran alejadas de su propia realidad. A partir de su presencia en Puerto Rico, el español isleño adquiere valor en sí mismo y en su originalidad y carácter, por lo que su estudio abrió los horizontes de la investigación científica. Bien es verdad que la geolingüística de Navarro es cosa del pasado, pero cada estudioso es hijo de su tiempo y sólo en él tiene sentido el método que practica. Lo que importa señalar es que Navarro no dependió de la observación espontánea, de la intuición ni de las preocupaciones didácticas o ideológicas, sino que partió de un modelo riguroso de análisis, de un plan de trabajo cuidadosamente diseñado, que representa un eslabón, excepcional, en la cadena continua de esfuerzos hacia la mejor comprensión del español de Puerto Rico. Esta obra, en su presente y para su futuro, fue el resultado de una relación cultural surgida en la coyuntura histórica de acercamiento entre dos países, España y Puerto Rico, comprometido, el primero, con lograr la elevación cultural colectiva como garantía del progreso, y decidido, el segundo, a lograr este progreso dentro de su tradición cultural. El programa de trabajo y esperanza propuesto en España por Santiago Ramón y Cajal y secundado por tantos otros intelectuales, como Federico de Onís en 1912, llegaba a Puerto Rico, en los años veinte, limpio de retórica y dispuesto a la colaboración. Lo traía, con su voluntad sin fisuras, un grupo de personas creyentes en el valor personal y en el compromiso genuino; lo recibían en Puerto Rico otras, de igual talante y actitud, al margen de diferencias profundas y de motivaciones diferentes. Pocas veces se dan estas coincidencias personales. Este intercambio cultural, en momentos críticos para ambos países, trascendió su presente y garantizó apoyos y confianzas mutuas para el futuro. Gracias a esta relación cultural sin precedentes, Navarro Tomás pudo hacer, de la lengua oral y popular de Puerto Rico, el objeto de estudio a salvo de prejuicios. Después de haberse refugiado en la ficción costumbrista o de haberse instalado en el palco de la resistencia discursiva, con Navarro Tomás, la lengua popular del país, recogida paso a paso por costas y montaña, ocupó la escena sin disfraces y a cuerpo limpio, con la verdad de sus pronunciaciones, de sus giros sintácticos, de sus préstamos, de sus piruetas léxicas, de su vitalidad provocadora. El científico la buscó y la sorprendió tranquila, en su mestizaje robusto y ajena a toda teoría, instrumento hábilmente compartido por rurales y urbanos, cultos y letrados: todos guares en la expresión y el acento. A principios del siglo XX, el español que Navarro recogió metódicamente por todo el territorio isleño, no pertenece, en la fibra de su esencia, a ningún registro o grupo en particular del país, ni se desvía, tampoco, de la savia hispánica; es la voz acordada en que todos los puertorriqueños pueden reconocerse, desde sus propias diferencias. Si el reconocimiento de afinidades esenciales es un reactivo de la identidad compartida, la literatura del país es, hoy, su mejor testimonio. Gris, querido amigo, es toda teoría,/ pero es verde el árbol dorado de la vida... estos versos de Goethe, hace algunas décadas, abrían las puertas de un recinto necesario para los estudiosos de la Lingüística Románica.142 «Grau, teurer Freund, ist alie Theorie, / Doch grün des Lebens goldner Baum». (Faust, I.), Karl Vossler, Gesammelte Aufsätze zur Sprachphilosophie [1923], Amado Alonso, (trad.), Filosofía del lenguaje, Buenos Aires, Editorial Losada, 4ª ed., 1963, p. 27. 142 NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 305 Antonio S. Pedreira, Juan Ramón Jiménez, Carmen Gómez Tejera, Zenobia Camprubí, Muna Lee, Concha Meléndez, Seontine Camprubí y Rafael W. Ramírez en la Universidad de Puerto Rico. De izquierda a derecha. (Indiferente General. Diversos Asuntos. Centro de Investigaciones Históricas, UPR). Bajo el «verde árbol dorado» de Fausto, siguen habitando, intocadas, las palabras de Vossler: «…la historia de la cultura no puede ser rival de la historia lingüística». 143 143 Karl Vossler, Filosofía…, Opus cit., p. 49.