Aniversarios en Berlín

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Aniversarios en Berlín
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Memoria
Aniversarios en Berlín
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Viernes 18 de septiembre de
Fecha de redacción: 18 de septiembre de 2009
2009
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Aniversarios en Berlín
Treptower park es uno de los más hermosos parques de Berlín. Menos cuidado, tal vez, que el Tiergarten; pero con
una belleza selvática que lo envuelve todo y que contribuye, junto con su inmensidad, a la sensación de paz que allí
se respira. En medio de esta paz, su centro alberga un memorial que recuerda el final agónico del periodo más
violento de la historia de Europa, y en especial de Alemania. Un enorme monumento funerario de estética estalinista
alberga allí los restos de aproximadamente 8000 soldados soviéticos que murieron en los últimos días de la segunda
guerra mundial, cuando el ejército rojo asaltó el último reducto del nazismo, y en los que se combatió con una
ferocidad difícil de imaginar en una guerra cuyo destino, desde el punto de vista militar, ya estaba sellado desde el
verano de 1943. Se calcula que más de 300.000 combatientes fueron muertos o heridos en los combates que libró el
ejército rojo en el periodo de 1945 que transcurre entre el cruce del río Oder y el momento en que la bandera roja
fue colocada en el Reichstag.
En este año de aniversario bélico se habla, sobre todo, de los acontecimientos que acompañaron el comienzo de la
guerra, incidiendo especialmente en los pactos previos y en las causas que determinaron el alineamiento de los
diversos contendientes que participaron. En la profusión de documentales y escritos que proliferan aparece de forma
recurrente el hecho de que durante el primer año de la guerra las democracias europeas (Inglaterra y Francia) se
enfrentaron en solitario a Hitler, mientras la URSS disfrutaba de paz gracias al pacto germano-soviético e incluso se
beneficiaba de él para anexionarse Lituania y ocupar la parte oriental de Polonia. Se habla poco, sin embargo, de los
acuerdos de Munich, que consolidaron la anexión de Austria y dieron luz verde a la ocupación de Checoslovaquia
por los nazis.
En los últimos días de la guerra, Hitler hacía un balance amargo de los errores que habían conducido a la derrota y
lamentaba especialmente haber tenido que enfrentarse a Estados Unidos e Inglaterra, países a los que consideraba
aliados naturales de Alemania en su enfrentamiento decisivo contra el bolchevismo soviético.
No es sorprendente este análisis, pero si resulta curioso comprobar que Hitler necesitase seis años (y una
catastrófica derrota militar) para llegar a la misma conclusión a la que ya habían llegado antes de la guerra los
gobiernos de las democracias occidentales, cuando pensaron que los acuerdos de Munich sellarían en la práctica un
pacto de no agresión con la Alemania nazi, que a partir de ese momento dirigiría sus ambiciones expansionistas
contra el enemigo comunista común. Según este análisis, la guerra debería haber empezado hacia el este y no
hacia el oeste como sucedió. Pero, al atacar a Polonia en primer lugar, Hitler entró en guerra con Inglaterra y
Francia, países aliados de Polonia, mientras mantenía la paz con la URSS. Y la posterior agresión a este país forzó
la alianza antinatural de Inglaterra y la Rusia comunista (a la que posteriormente se unió Estados Unidos) en contra
de Alemania (para entonces Francia ya había sido derrotada).
Visto en perspectiva, es evidente que ese fue el gran error estratégico de Hitler. No es difícil imaginar que si
Alemania hubiera atacado a la URSS en primer lugar, la actitud del ultrarreaccionario gobierno inglés de la época no
hubiera sido muy diferente de la neutralidad benevolente que mantuvo cuando el nazi-fascismo europeo aplastó a la
República Española, limpiando de paso España de comunistas. Incluso es imaginable (aunque, seguramente, poco
probable) que se hubiera podido dar una colaboración directa en la empresa, a través de una fuerza multinacional
anticomunista, como ya había sucedido durante la revolución y la guerra civil en Rusia; y es evidente que esta
perspectiva debió influir en la decisión de Stalin de firmar el vergonzoso pacto nazi-soviético que produjo el reparto
de Polonia. Y no deja de ser curioso también (y una suprema ironía histórica) que el gobierno polaco de la época (si,
Polonia) participase en el reparto de los despojos de Checoslovaquia, mientras contemplaba de forma optimista la
posibilidad de participar con Alemania en la esperada campaña anticomunista. Todo esto está bastante
documentado en las declaraciones y tomas de posición de los políticos de la época, que constan en las
hemerotecas y en otros documentos escritos /1, pero ha sido convenientemente ocultado para poder mantener la
tesis de que la verdadera resistencia frente a los proyectos de Hitler partió de las democracias capitalistas y se llevó
siempre a cabo en defensa de la democracia y la libertad.
Evidentemente, el hecho de que la URSS se hubiera enfrentado en solitario a la agresión nazi, y a sus posibles
apoyos externos, no habría garantizado en absoluto el éxito de la agresión. Los análisis que se habían hecho desde
fuera sobre su capacidad económico-militar habían subestimado ampliamente la capacidad de la industria soviética
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y el desarrollo de su tecnología, que le permitió producir en enormes cantidades algunas de las mejores armas que
se desarrollaron durante la segunda guerra mundial. A pesar del efecto desastroso de las purgas estalinistas y de la
miopía de Stalin con respecto a los proyectos de Hitler, el ejército rojo era en vísperas de la guerra un adversario
formidable. Y, después de las catastróficas derrotas iniciales, acabó convirtiéndose en una máquina de guerra muy
poderosa cuando la economía planificada orientó todos los esfuerzos del país hacia la guerra y el ejército tuvo una
dirección estratégica competente.
Un anticipo de esto ya había ocurrido cuando Japón atacó a Mongolia (país aliado de la URSS) en agosto de 1939 y
se enfrentó al ejército soviético de extremo oriente, que mandaba el entonces joven general Zhukov. En la campaña
de Kalkhin Gol, el ejército soviético de oriente derrotó de forma rotunda en tan solo diez días a las fuerzas japonesas
del norte de China, produciéndoles más de 40000 bajas. La importancia que ello tuvo en el posterior curso de la
guerra se puede entender teniendo en cuenta el papel decisivo que tuvieron en la defensa de Moscú y en
Stalingrado las divisiones de extremo oriente, que habían podido ser retiradas de Siberia gracias a la derrota previa
de la fuerza invasora japonesa que tuvo como consecuencia la posterior no beligerancia de Japón contra la URSS
durante el resto de la guerra /2.
No muy lejos de Treptower se encuentra el símbolo que representa el otro gran aniversario de este otoño: los restos
del muro de Berlín, hoy convertidos en una atracción turística (East Side Gallery) que se conservan junto al
Oberbaumbrücke que cruza el Spree en el límite entre los distritos de Friedrichshain (Berlín oriental) y Kreutzer
(Berlín occidental).
Ambos aniversarios mantienen una relación que va más allá de la simple coincidencia temporal que se da este año.
En efecto: la caída del muro de Berlín marcó el final de la guerra fría y fue acompañada por la rápida liquidación del
socialismo real en toda la Europa del este, incluida la Unión Soviética. Desde entonces se suceden los análisis y
balances de todo lo que significaron los sistemas socialistas de la Europa oriental y se incide especialmente en la
pérdida de libertad de los ciudadanos, la opresión nacional y el mal funcionamiento de las economías socialistas de
esos países.
Más allá de todos los matices que se puedan hacer, los hechos son incuestionables. Como incuestionable resulta
también que el socialismo real se extendió por la Europa del este a la sombra del ejército rojo después de la derrota
del nazismo. No habría habido socialismo en la Europa del este si el ejército rojo no hubiera derrotado al ejército
nazi. Pero cabe también plantearse la ecuación inversa: ¿sin el papel de los comunistas en la segunda guerra
mundial, habría sido derrotado el nazi-fascismo?.
El Reich de los mil años que se proponía alcanzar Hitler constaba en realidad de dos proyectos separados. En el
oeste, se proponía someter a Inglaterra y Francia para incorporarlos a su proyecto de nuevo orden mundial en el
cual, bajo el liderazgo de Alemania, la civilización ario-europea ocuparía el lugar central. El proyecto oriental era
diferente: no se trataba solo de acabar con el bolchevismo sino también de dominar, directa o indirectamente, todos
los territorios europeos al este de Alemania, esclavizando a sus pobladores (los pueblos eslavos) para explotar las
materias primas y los recursos agrícolas en beneficio del Reich. En el organigrama racial nazi, los eslavos eran
considerados una raza inferior cuyo único destino sería la esclavitud.
Se ha escrito mucho sobre los horrores que trajo el comunismo estalinista al este de Europa. Pero, ¿alguien puede
imaginar como hubiera sido la segunda mitad del siglo XX para los pueblos eslavos si Hitler hubiera tenido éxito en
su cruzada de exterminio y esclavitud en el frente oriental?. A veces la vida y el destino de pueblos enteros
dependen de lo que sucede en un periodo muy corto de tiempo. En Stalingrado, en tan sólo tres meses (un breve
momento histórico) giraron los goznes de la historia /3 y quedó claro que el proyecto oriental de Hitler había
fracasado.
Los personajes, los movimientos y los hechos que forman parte de la historia no son totalmente blancos o negros, y
son, muchas veces, contradictorios. El mismo comunismo, que degeneró en la URSS y produjo los horrores del
estalinismo (con sus innumerables crímenes y el gulag), que llevó a cabo los infames procesos de Moscú, que
asesinó a Trotsky y persiguió a los revolucionarios en la guerra civil española, que pactó con Hitler e invadió
Finlandia y Polonia, y que luego reprimió a los que luchaban por la libertad en Berlín Budapest y Praga; fue también
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el que movilizó y organizó la resistencia antifascista en toda la Europa ocupada, el que resistió casi en solitario la
agresión nazi en el terrible invierno de 1941, el que resistió y venció en el horror de Stalingrado, el que aplastó en
Kursk a la creme del ejército nazi; y el que, finalmente, asaltó el último bastión del nazismo en la primavera de 1945.
En Berlín (ciudad fascinante como pocas) en la inmensa soledad del memorial de Treptower, lo único que rompe el
silencio es el ruido de las hojas de los árboles y las palabras que pronuncian los escasos visitantes, casi siempre en
alguna lengua eslava.
Madrid, 15 de Septiembre de 2009
1/ Ver el excelente artículo publicado por Rafael Poch en la edición digital del diario La Vanguardia (Aniversario en
la vieja Europa: otra vez Normandía) con fecha 05/06/09. www.lavanguardia.es/berlin/index.html (reproducido en
sinpermiso 07/06/09).
2/ Todo parece indicar que fue esta experiencia, y no el pacto germano-soviético (papel mojado ya a finales de
1941) lo que disuadió a Japón en todo momento de entrar en guerra con la URSS; si bien no impidió que la URSS
declarase la guerra a Japón, pocos días antes de su rendición, con el objetivo evidente de participar, como potencia
vencedora, en los acuerdos que pusieron fin a la guerra del Pacífico.
3/ Según palabras del propio Winston Churchill.
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