La filosofía positiva como tipo de conocimiento propio del último estado de la sociedad, se define por oposición a la filosofía negativa y crítica del siglo XVIII Rousseau y Voltaire a la que Comte atribuye los males de la anarquía y la inseguridad social que caracterizan al período post-revolucionario. El término positivo hace referencia a lo real, es decir, lo fenoménico dado al sujeto. Lo real se opone a todo tipo de esencialismo. Desechando la búsqueda de propiedades ocultas características de los primeros estados o estadios. Lo positivo tiene como características el ser útil, cierto, preciso, constructivo y relativo (no relativista) en el sentido de no aceptar ningún absoluto. Clasificación de las ciencias Si la aparición del estado positivo se correlaciona con la mayoría de edad social e intelectual de la humanidad, esto se debe a la desaparición del espíritu metafísico como una evolución natural hacia el estado idóneo de la razón que traerá consigo el orden y la reorganización social. Se trata de una total "regeneración" que viene determinada por el progresivo desarrollo de las ciencias que, según Comte, han seguido cursos y ritmos distintos, siendo la más retrasada la física social. La filosofía positiva hace un intento de clasificación de las ciencias, concebidas unitariamente como ramas de un tronco común que, evolutivamente, forman un continuo en el que el desarrollo de cada una establece las bases de la ciencia siguiente. Comte clasifica las ciencias en cinco disciplinas fundamentales: astronomía, física, química, fisiología y física social o sociología. Rechaza como ciencia a la psicología y a la economía y concibe a las matemáticas más como un método e instrumento previo que como ciencia teórica. La finalidad de las ciencias es el control y el dominio de la naturaleza y la sociedad. La búsqueda de relaciones estables entre los fenómenos deriva en la construcción de leyes que permiten predecir el futuro: paso previo a todo control. Derivada de la fisiología, la sociología, como culminación del espíritu positivo, se dedicará al estudio de los fenómenos sociales y de sus leyes como camino para explicar la evolución de la humanidad y favorecer un progreso controlado de la sociedad que excluya todo posible cambio o revolución incontrolada. Es en este punto donde aflora con toda su fuerza la intención conservadora y reaccionaria de la filosofía de Comte. Su apoyo a la dictadura de Napoleón III, así como sus ideas de control de la opinión pública y de defensa a la propiedad privada y de concentración del capital que le han convertido en un adversario de la democracia y en un partidario de los regímenes autoritarios. La dictadura del mexicano Porfirio Díaz utilizó el positivismo como justificación teórica de su política. Estos hechos han producido que la paternidad de Comte respecto a la sociología y el positivismo haya sido reconocida a regañadientes. (Bogotá, 1843 - 1909) Político y escritor colombiano, una de las figuras más singulares de la historia cultural de su país. De formación autodidacta, se inició en el periodismo en 1871 en el periódico de su propiedad El Tradicionista, que fue la palestra de sus ideas políticas y religiosas y desde donde luchó contra el radicalismo y apoyó a la Iglesia católica. Fue fundador, en 1871, de la Academia Colombiana de la Lengua, primera institución de su tipo en América y reconocida por la Real Academia Española el mismo año de su fundación. Ideólogo, gestor y ejecutor de la Regeneración, participó en la redacción de la constitución de 1886 y ejerció como diputado y presidente del consejo de Estado. Fue presidente de la República de 1892 a 1898 y gobernó, según un biógrafo, más con honor que con éxito. Consagró lo mejor de su talento a las letras: traductor de la Eneida, gramático en el Tratado del participio (1870), defensor de la lengua viva en su estudio Del uso en sus relaciones con el lenguaje (1881), erudito en su Virgilio en España, agudo crítico en numerosos ensayos en los que trató de la literatura castellana y uno de los más destacados escritores colombianos e hispanoamericanos. Como latinista compuso, en colaboración con Rufino José Cuervo, una notable Gramática latina (1867). Polemista por naturaleza, en sus juicios literarios abunda la agresividad; a este espíritu combativo se debe, en el fondo, el renacimiento cultural de su país. La vigorosa personalidad de Miguel Antonio Caro se perfila con más claros contornos en las disciplinas más gratas a su espíritu y a su temperamento (la filosofía, la oratoria parlamentaria, la crítica literaria, la traducción y el ensayo) que en la poesía. Caro fue un poeta de tendencias clasicistas, pero más que artista era un virtuoso del verso, frío y abstruso en más de una ocasión. Afluye a sus versos el reiterado recuerdo de formas y expresiones, hábilmente modificadas, de las Odas de Fray Luis de León y de Horacio o de las poesías líricas de Góngora o de Lope de Vega. En las descripciones del paisaje nativo, el símil, de clara estirpe virgiliana, acude, irresistible, a trazar una extraña pincelada de égloga romana en el cuadro de tonalidades tropicales, produciendo en el conjunto un ingrato contraste artificioso. La fría severidad clásica que caracteriza la producción poética de Caro puede explicarse como una personal reacción contra los abusos y exageraciones del romanticismo decadente, que por entonces ejercía su anárquica vigencia en los dominios de la poesía sudamericana, y a la cual ni siquiera pudo sustraerse el mismo José Eusebio Caro, padre del insigne traductor de Virgilio. De todas sus composiciones, la única que alcanzó un éxito sin reservas fue A la estatua del Libertador. Comte: Isidoro Augusto María Francisco Javier Comte nació en Montpellier en 1798. En 1814 ingresa en la elitista Escuela Politécnica, de la que será expulsado en 1816, acusado de republicanismo e indisciplina. En esta época comienza a estudiar a los pensadores del siglo XVIII y conoce a Saint- Simon, para el que trabaja como secretario desde 1818, hecho que le permitió publicar artículos en diversas revistas: La Politique, L’ Industrie, L’ Organisateur. La colaboración entre estos dos autores se irá deteriorando hasta su definitiva ruptura en 1822, fecha que inicia las dos etapas fundamentales del pensamiento de A. Comte: La primera (1826-1845), de un marcado carácter positivista, queda sintetizada en sus dos grandes obras: Curso de filosofía positiva (1830- 1842) y el Discurso sobre el espíritu positivo (1844), escrito que apareció como introducción preliminar al Tratado filosófico de astronomía popular. La segunda etapa del pensamiento de Comte viene marcada por un hecho personal que le afectó hondamente: la muerte en 1846 de Clotilde de Vaux, a quien conoció en 1845 y de la que estaba profundamente enamorado. A partir de entonces el pensamiento de Comte se tiñe de un carácter romántico y místico que derivará hacia posturas cada vez más conservadoras, convirtiendo el positivismo en una religión de la que él se autoproclama Sumo Sacerdote. De esta época datan sus obras Sistema de política positiva (1851-1854), Catecismo positivista (1852) y el primer volumen de Síntesis subjetiva (1856), obra que quedó incompleta debido a su muerte, acaecida el 5 de septiembre de 1857. El pensamiento de A. Comte, La filosofía entronca con la revuelta moderna contra los antiguos que inició Francis Bacon y extendió enciclopédie francesa y que consistió, a grandes rasgos, en la asunción de la razón y la ciencia como únicas guías de la humanidad capaces de instaurar el orden social sin apelar a oscurantismos teológicos o metafísicos. La evidente intención de reforma social de su filosofía se adhiere, sin embargo, a una postura conservadora y contrarrevolucionaria en claro enfrentamiento con las propuestas ilustradas de Voltaire y Rousseau. Tomando como trasfondo la Revolución Francesa, Comte acusa a éstos dos autores de generar utopías metafísicas irresponsables e incapaces de otorgar un orden social y moral a la humanidad. Los problemas sociales y morales han de ser analizados desde una perspectiva científica positiva que se fundamente en la observación empírica. Conservadirismo:: Desde 1917, Ideología opuesta al cambio y a la innovación, de carácter contrarrevolucionario, que intenta “conservar” valores, ideas y un orden social establecidos. Si bien este pensamiento surgió en respuesta a la Revolución Francesa (1789), se afianzó como réplica ante la expansión del marxismo y el anarquismo de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Los conservadores defendían por entonces la fe sobre la razón, la tradición sobre la experiencia, la jerarquía sobre la igualdad, los valores colectivos sobre los individuales y la ley divina ante la ley secular. A partir de la Revolución bolchevique (1917), la tenue frontera entre liberales y conservadores se diluyó, ya que aquello que ambos intentaban conservar, en esencia, era lo mismo. Dentro del pensamiento conservador posterior a 1917, se manifestaron cuatro corrientes ideológicas divergentes: • Autoritaria: eminentemente política y estatista, nacionalista, religiosa y cultural. Tuvo sus inicios en Europa, sobre todo en ámbitos culturales predominantemente católicos y luteranos. • Liberal: corriente de pensamiento económico y antiestatista, desarrollada por la Escuela de Austria, que tuvo gran influencia en pensadores de todo el mundo (por ejemplo, en los de la Chicago School of Economics). • Neoconservadurismo: fenómeno ideológico relativo a algunos intelectuales norteamericanos que en la posguerra invocaron la tesis del fin de las ideologías. Sus temas prioritarios fueron la expansión soviética, la estrategia militar global, la lucha antiterrorista y un Estado no intervencionista. • Nueva derecha: es la extrema derecha europea fundamentalista (o radical en los Estados Unidos), que lucha contra el aborto, la homosexualidad y la pornografía, y promueve la oración en las escuelas y la libertad de tenencia de armas, entre otros temas. Adopta la forma de frente nacional con características neofascistas poniendo énfasis en la ley, el orden, la religión y las formas autoritarias. Darwín Charles Robert Darwin. nació en Sherewsbury el 12 de febrero de 1809. Fue el segundo hijo varón de Robert Waring Darwin, médico de fama en la localidad, y de Susannah Wedgwood, hija de un célebre ceramista del Staffordshire, Josiah Wedgwood, promotor de la construcción de un canal para unir la región con las costas y miembro de la Royal Society. Su abuelo paterno, Erasmus Darwin, fue también un conocido médico e importante naturalista, autor de un extenso poema en pareados heroicos que presentaba una alegoría del sistema linneano de clasificación sexual de las plantas, el cual fue un éxito literario del momento; por lo demás, sus teorías acerca de la herencia de los caracteres adquiridos estaban destinadas a caer en descrédito por obra, precisamente, de su nieto. Además de su hermano, cinco años mayor que él, Charles tuvo tres hermanas también mayores y una hermana menor. Tras la muerte de su madre en 1817, su educación transcurrió en una escuela local y en su vejez recordó su experiencia allí como lo peor que pudo sucederle a su desarrollo intelectual. Ya desde la infancia dio muestras de un gusto por la historia natural que él consideró innato y, en especial, de una gran afición por coleccionar cosas (conchas, sellos, monedas, minerales) el tipo de pasión «que le lleva a uno a convertirse en un naturalista sistemático, en un experto, o en un avaro». En octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina por decisión de su padre, al que siempre recordó con cariño y admiración (y con un respeto no exento de connotaciones psicoanalíticas); la hipocondría de su edad adulta combinó la desconfianza en los médicos con la fe ilimitada en el instinto y los métodos de tratamiento paternos. Sin embargo Darwin no consiguió interesarse por la carrera; a la repugnancia por las operaciones quirúrgicas y a la incapacidad del profesorado para captar su atención, vino a sumarse el creciente convencimiento de que la herencia de su padre le iba a permitir una confortable subsistencia sin necesidad de ejercer una profesión como la de médico. De modo que, al cabo de dos cursos, su padre, dispuesto a impedir que se convirtiera en un ocioso hijo de familia, le propuso una carrera eclesiástica. Tras resolver los propios escrúpulos acerca de su fe, Darwin aceptó con gusto la idea de llegar a ser un clérigo rural y, a principios de 1828, después de haber refrescado su formación clásica, ingresó en el Christ's College de Cambridge. Una nueva vida Pero en Cambridge, como antes en Edimburgo y en la escuela, Darwin perdió el tiempo por lo que al estudio se refiere, a menudo descuidado para dar satisfacción a su pasión por la caza y por montar a caballo, actividades que ocasionalmente culminaban en cenas con amigos de las que Darwin conservó un recuerdo posiblemente exagerado- como de auténticas francachelas. Con todo, su indolencia quedó temperada por la adquisición de sendos gustos por la pintura y la música, de los que él mismo se sorprendió más tarde, dada su absoluta carencia de oído musical y su incapacidad para el dibujo (un «mal irremediable», junto con su desconocimiento práctico de la disección, que representó una desventaja para sus trabajos posteriores). Más que de los estudios académicos que se vio obligado a cursar, Darwin extrajo provecho en Cambridge de su asistencia voluntaria a las clases del botánico y entomólogo reverendo John Henslow, cuya amistad le reportó «un beneficio inestimable» y que tuvo una intervención directa en dos acontecimientos que determinaron su futuro: por una parte, al término de sus estudios en abril de 1831, Henslow le convenció de que se interesase por la geología, materia por la que las clases recibidas en Edimburgo le habían hecho concebir verdadera aversión, y le presentó a Adam Sedgwick, fundador del sistema cambriano, quien inició precisamente sus estudios sobre el mismo en una expedición al norte de Gales realizada en abril de ese mismo año en compañía de Darwin (treinta años más tarde, Henslow se vería obligado a defender al discípulo común ante las violentas críticas dirigidas por Sedgwick a las ideas evolucionistas); por otra parte, lo que es aún más importante, fue Henslow quien le proporcionó a Darwin la oportunidad de embarcarse como naturalista con el capitán Robert Fitzroy y acompañarle en el viaje que éste se proponía realizar a bordo del Beagle alrededor del mundo. El evolucionismo sociaológico El evolucionismo sociológico constituye uno de los principales paradigmas, esquemas o «modelos de inteligibilidad» utilizados por las ciencias sociales durante los últimos ciento cincuenta años con vistas a disponer de un «cuadro teórico formal» para interpretar el cambio social. Su primera y más rotunda formulación se debe a Herbert Spencer, quien le dio la forma de darwinismo social. Bajo la forma que le dio Spencer, el darwinismo social constituye una teoría estrictamente metafísica —una ideología—, que incurre en el más abierto realismo metodológico, al no resultar refutable, como observaría Karl Popper. Sin embargo, no por ello perdió eficacia práctica. Además, a la larga, el paradigma experimentaría una profunda evolución —casi una mutación— hasta su propuesta sociológica definitiva elaborada por el último Talcote Parsons, formulándola bajo la forma de un criterio evolucionista universal para las ciencias sociales, bajo el cual los principios de adaptación, diferenciación y especialización funcional terminarían incardinándose dentro de una teoría general en la que el hombre es el único sujeto de la acción social y el protagonista de la historia, lo que resulta incompatible, per se, con la existencia de una ley natural determinista. La ley de los tres estados y la idea de progreso La humanidad en su conjunto y el individuo como parte constitutiva, está determinado a pasar por tres estados sociales diferentes que se corresponden con distintos grados de desarrollo intelectual: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado científico o positivo. Este tránsito de un estado a otro constituye una ley del progreso de la sociedad, necesaria y universal porque emana de la naturaleza propia del espíritu humano. Según dicha ley, en el estado teológico el hombre busca las causas últimas y explicativas de la naturaleza en fuerzas sobrenaturales o divinas, primero a través del fetichismo y, más tarde, del politeísmo y el monoteísmo. A este tipo de conocimientos le corresponde una sociedad de tipo militar sustentada en las ideas de autoridad y jerarquía. En el estado metafísico se cuestiona la racionalidad teológica y lo sobrenatural es reemplazado por entidades abstractas radicadas en las cosas mismas (formas, esencias, entre otras.) que explican su por qué y determinan su naturaleza. La sociedad de los legistas es propia de este estado que es considerado por Comte como una época de tránsito entre la infancia del espíritu y su madurez, correspondiente ya al estado positivo. En este estado el hombre no busca saber qué son las cosas, sino que mediante la experiencia y la observación trata de explicar cómo se comportan, describiéndolas fenoménicamente e intentando deducir sus leyes generales, útiles para prever, controlar y dominar la naturaleza (y la sociedad) en provecho de la humanidad. A este estado de conocimientos le corresponde la sociedad industrial, capitaneada por científicos y sabios expertos que asegurarán el orden social. Características de la filosofía positiva. La filosofía positiva como tipo de conocimiento propio del último estado de la sociedad, se define por oposición a la filosofía negativa y crítica de la metafísica. Maurice Cranston El liberalismo es el conjunto de doctrinas políticas que sostienen que la libertad individual es el fin político más importante. Aunque las diversas doctrinas de la familia liberal llegan a diferir considerablemente, todas ellas están de acuerdo en la primacía de la libertad como fin político. Los liberales piensan que la libertad es el estado natural del hombre, y que todo aquel que desee limitar la libertad del hombre debe proveer una justificación adecuada para tal limitación. Maurice Cranston. El liberalismo clásico El liberalismo clásico sostiene para que una persona sea libre de coerción, la misma debe disponer de ciertos derechos inviolables. En particular, sostiene que a todo ser humano se le debe respetar su vida (no debe ser sujeto de asesinato), su libertad (no debe ser sujeto de esclavitud o coerción), y su propiedad (no debe ser sujeto de robo). Así, el liberalismo clásico está íntimamente ligado a la idea de los derechos naturales, es decir, la idea que toda persona tiene derechos (vida, libertad y propiedad) que le corresponden por el simple hecho de ser persona, y que dichos derechos no pueden ser violados sin cometer una gran injusticia. En la idea de derechos naturales está implícito el supuesto de que existe una base moral universal para asignar a cada persona dichos derechos. De esta manera, el liberalismo clásico es una doctrina universalista: supone que la maximización de la libertad y los derechos naturales son aplicables a los individuos en toda sociedad. El liberalismo clásico es también una doctrina igualitaria., no porque los liberales clásicos consideren que todos los seres humanos sean iguales en sus capacidades e inclinaciones, ni que deban tener la misma riqueza, sino porque consideran que todos los seres humanos, independientemente de su origen u otras características, son poseedores de iguales derechos, simplemente por ser miembros de la humanidad. En este sentido, el liberalismo clásico rechaza la existencia de castas o clases sociales con derechos preferentes, con lo cual rechaza la esclavitud, la servidumbre y otras formas de subordinación. De la misma manera, rechaza la doctrina del derecho divino de los reyes. Por estos motivos, la aparición de las doctrinas liberales está asociada a la eliminación de los sistemas feudales y de las monarquías absolutas. Los liberales consideran que un gobierno es legítimo en la medida que es aceptado por los gobernados: la base de legitimidad de los gobiernos es el consentimiento de los gobernados, de la misma manera que la base de la sociedad es la aceptación de las normas de convivencia social por parte de los individuos, con el fin de obtener los beneficios que otorga vivir en sociedad (mayores oportunidades, mayor protección a la vida y la propiedad). Esta visión, es decir, la idea de que la base de la sociedad y del gobierno es el acuerdo voluntario de individuos libres se conoce por el nombre de liberalismo político, y es uno de los componentes clave del liberalismo clásico. De acuerdo con lo anterior, para los liberales clásicos el objetivo fundamental del estado es la protección de los derechos naturales (vida, libertad, propiedad) de los individuos. El liberalismo clásico reconoce que los derechos de un individuo pueden ser amenazados por otro individuo, por un grupo de individuos, por el estado o las autoridades políticas, o incluso por la sociedad en general. Por lo tanto, busca diseñar instituciones que permitan proteger los derechos de los individuos de los ataques de otros individuos o grupos, y que al mismo tiempo minimicen las violaciones a los derechos individuales por parte del estado, de las autoridades políticas o de la sociedad en general. Para proteger los derechos de los individuos de los ataques de otros individuos o grupos, el liberalismo clásico considera que la responsabilidad fundamental del estado es la administración de servicios de seguridad, tanto interna (es decir, policía, sistema judicial), como externa (defensa). Para proteger los derechos individuales de ataques por parte del estado o de los gobernantes, el liberalismo clásico busca el establecimiento de un estado de derecho, es decir, de un gobierno en los que las decisiones se tomen con base a leyes y no con base a los designios arbitrarios de un gobernante: En palabras de John Locke “Donde termina la ley empieza la tiranía”. Similarmente, el liberalismo clásico suscribe la idea que el gobierno debe ser limitado, es decir, que las responsabilidades del gobierno deben ser cuidadosamente delimitadas y controladas a fin de evitar que viole los derechos de los individuos. En otras palabras, los liberales clásicos favorecen el establecimiento de limitaciones constitucionales al poder del estado. Esta opinión implica el reconocimiento de que el poder de compulsión del estado es especialmente peligroso, en el sentido que fácilmente puede ser usado para violar los derechos de los individuos. Adicionalmente, reconoce el hecho, evidente pero no por ello muchas veces ignorado, que cualquier gobernante, independientemente de su origen o comportamiento anterior, puede comportarse de manera tiránica si tiene la oportunidad para ello, pues como lo dijo Lord Acton “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De esta manera, el liberal clásico busca crear instituciones que controlen a los gobernantes, de forma de evitar sus abusos en la medida de lo posible. También para proteger al individuo de los abusos del gobierno, los liberales clásicos favorecen el establecimiento y protección de libertades civiles: libertad de asociación, libertad de reunión, libertad de religión, libertad de expresión, derecho al debido proceso, a un juicio justo, a poseer propiedad, y a su privacidad. Hoy en día es fácil de aceptar la idea de que los gobernantes pueden violar los derechos de los ciudadanos y que por tanto es necesario controlar el poder de dichos gobernantes. Más difícil de aceptar es la idea, reconocida por el liberalismo clásico, que los derechos de los individuos pueden ser violados por la sociedad en general, o más bien, por la mayoría de la sociedad. Así, un objetivo del liberalismo clásico es evitar la ‘tiranía de la mayoría’. Por ejemplo, los habitantes de una comunidad pueden decidir, con base en su opinión mayoritaria, linchar o robar los bienes de los miembros de cualquier minoría étnica, nacional, religiosa, de género o de orientación sexual. Para evitar ese tipo de abusos, el liberalismo clásico establece que “el único fin por el cual la sociedad puede interferir, de manera individual o colectiva, con la acción de cualquier individuo, es la autoprotección. En palabras de John Stuart Mill “El único propósito por el cual el poder puede ser legítimamente ejercido sobre cualquier miembro de la comunidad en contra de su voluntad es para prevenir daño a los demás. El bien, físico o moral del propio individuo no es un motivo suficiente“. En particular, la sociedad no puede interferir con las acciones de un individuo para hacer que las opiniones o el comportamiento de dicho individuo se pliegue a la opinión mayoritaria de la comunidad. Esta visión comúnmente se denomina liberalismo cultural, y sostiene que la libertad de los individuos debe cubrir la libertad de conciencia y estilo de vida, incluyendo los aspectos de libertad sexual, religiosa, cognitiva, y protección de intrusión gubernamental en la vida privada. El liberalismo cultural generalmente se opone a la prohibición o regulación por parte del estado de la literatura, del arte, de los juegos de azar, de la actividad sexual incluyendo la prostitución, del aborto, del control de la natalidad, del alcohol y de las drogas. Spencer : Spencer: Filósofo inglés. Inició su carrera como ingeniero civil y desde lainfancia se sintió atraído por la ciencia y asimiló muchos de los inventos de su época. Su educación en un ambiente de radicalismo filosófico influyó en sus ideas, que se oponían a la autoridad en favor del individualismo. En 1848 aceptó la subdirección del Economist, tarea que desempeñó durante cinco años. En Londres se asoció con Mill y George Eliot. Sus primeras publicaciones fueron Social Statics (1851) y Principles of Psycology (1855); posteriormente publicó muchísimos trabajos más sobre sociología,psicología, biología y filosofía social. Entre sus producciones sobre asuntos sociales y políticos sobresalen Social Statics, Principles of Sociology (1876-96) y Man versus the State (1884). La sociedad perfecta ideada por Spencer es una comunidad que ha conseguido el equilibrio entre el organismo individual (el hombre) y el medio que le rodea. El estado es para él un mal necesario; ejerce una función importante en las comunidades primarias y militares, que representan una etapa primitiva en la evolución social; pero en una sociedad industrial, que representa el estadio superior de dicha evolución, el estado no debe poner trabas a la libertad humana. Frente a todas las formas de legislación social sostiene que toda actividad humana debe gozar de libre juego. La industria, la religión y la educación no deben admitir el control del estado. Éste debe cuidar, a lo sumo, de que la libertad de un individuo no redunde en perjuicio de otro. En su First Principles (1862) presenta tres normas para explicar la existencia fenoménica: la ley de la gravitación universal, la teoría nebular y la doctrina de la conservación de la energía. Funde las tres en su doctrina de la evolución, que aplica a las transformaciones sufridas por la Tierra desde la nebulosa primitiva hasta la etapa actual. En su obra Principles of Biology (1864-67) aplicó esta doctrina a los complejos estructurales y funcionales de la vida animal y vegetal. Consideró la vida como una adaptación continua del medio interno al externo y sostuvo que la lucha por la vida tiene lugar en todos los organismos. Precedió unos seis años a Darwin en sus doctrinas de la selección natural y la supervivencia de los más aptos. La evolución, para Spencer, es una progresión desde la homogeneidad indefinida e incoherente hasta la heterogeneidad definida y coherente. En su obra Principles of Psycology sustenta las teorías de James Mill y de su escuela. El conocimiento, para él, alcanza sólo los fenómenos, que son las manifestaciones de lo incognoscible, cuyo rastro lleva al origen primero de todas las cosas. (1820, Derby - 1903, Brighton La doctrina utilitarista es definida por dos elementos: la felicidad y el consecuencialismo. La felicidad utilitarista, es el componente más grande en el que todo ser humano investiga. En la doctrina utilitarista todo lo que es útil, relacionado con el principio de felicidad es bueno y deseable en donde el nombre de la doctrina: el utilitarismo, se escarole bajo el principio de utilidad. La utilidad, es todo lo que contribuye a la felicidad de cualquier ser racional. El criterio del bien y del dolor se encuentra en un equilibrio entre la felicidad del individuo y el de la comunidad, " cada uno es valor dado de manera igual " (Bentham, Introducción a los principios de moral y de legislación). El consecuencialismo del utilitarismo se encuentra en el hecho que una acción debe ser juzgada para sus consecuencias por la felicidad del número más grande de personas. Es decir, mi principio de felicidad deja de ser en el momento en que se disminuye la felicidad de otro individuo o del del número más grande de individuos de una sociedad o comunidad. Así como la libertad individual se concibe en el respeto de la libertad de los individuos y de la comunidad, mi libertad deja de ser cuando se atenta contra la libertad de los individuos o contra el buen funcionamiento de la sociedad. Podríamos decir que el utilitarismo es la continuación de la legislación romana, y que su aspecto moderno se encuentra en el hecho que la doctrina utilitarista añade una dimensión, ya sea económica, legislativa y política hacia un concepto ético, el de la felicidad y del bienestar. Es esta perspectiva, en dónde se analiza el componente moderno de la doctrina que evolucionará a lo largo del siglo XIX, para terminarse con Sidgwick, en el que llega a dar a esta doctrina una dimensión práctica y racional para nuestra sociedad moderna, ya sea en el aspecto económico, político y ético.